¿El primer deber de cualquier editor es pagar a los autores? Sobre Black Rose Books

La editorial canadiense Black Rose Books ‒nada que ver con la texana Black Rose Writing y mucho menos con Dark Rose Books‒ nació en parte como fruto de la impaciencia, pero aun así ha superado el medio de siglo de vida.

Según contó Dimitrios Roussopoulos en una entrevista con Su J Sokol, a finales de la década de 1960, cuando ya había puesto en pie la revista Our Generation Against Nuclear War (cuyo texto inicial firmaba el filósofo Bertrand Russell) recibió en encargo de una editorial de escribir un libro acerca de la Nueva Izquierda por entonces en pleno auge, pero una vez concluida la tarea el proceso editorial se demoró, de modo que al final buscó el modo de publicarlo por su cuenta con un grupo de amigos, y así es como nació la editorial sin ánimo de lucro, a la que puso nombre otro de los personajes importantes en esta historia, el destacado pensador y ecologista radical estadounidense Murray Bookchin (1921-2006), reconocido padre del comunalismo (así como activista del apoyo al pueblo español durante la guerra civil, lo que en 1977 le llevaría a escribir el clásico en la materia Los anarquistas españoles. Los años heroicos, 1868-1936).

Así fue, pues, como en 1970 apareció The New Left in Canada, un librito de apenas 160 páginas, ilustrado con algunas fotografías en blanco y negro, del que sorprendentemente vendieron en muy poco tiempo más de seis mil copias sólo en Canadá.

El urbanismo, la ecología, los medios de comunicación y la política en un sentido amplio se convirtieron en poco tiempo en los ejes temáticos que fueron perfilando la identidad de la editorial, en la que junto a Roussopoulos tuvieron en los primeros tiempos papeles destacados el activista y abogado Nick Ternette, el politólogo y economista Philip Resnick y la politóloga y economista Adèle Lauzon, entre otros.

Ya desde el primer momento, títulos como Lies the Media Tell Us (1970), de James Winter; Prehistory & History. Ethnicity, Class and Political Economy (1970), de David Tandy; Bakunin, the Filosophy of Freedom (1970), de Brian Morris; Radical Mass Media Critisicm. A Cultural Genealogy (1970), de David Berry o Mind Abuse: Media Violence in an Information Age (1970), de Rose A. Dyson, dejaban claro desde qué posicionamientos políticos y por qué cauces discurriría la trayectoria de la editorial.

Sin embargo, quizás el primer gran impacto llegó con Let the Niggers Burn (1971), editado por Dennis Forsythe, donde se abordaba el conocido como «caso de la Universidad Sir George Williams» (o «incidente del laboratorio de informática de la Sir George Williams») en el que una protesta y ocupación de la universidad por motivos de discriminación hacia seis estudiantes antillanos desembocó en febrero de 1969 en combates contra la policía, el incendio de aulas ‒supuestamente por la policía‒ y la detención de casi un centenar de estudiantes, entre los que se encontraban Roosie Douglas (1941-2000), que más tarde sería primer ministro de la República Dominicana, y Anne Cools, que luego sería la primera senadora negra de Canadá (con una posición cada vez más conservadora, que la llevó del Partido Liberal al Partido Conservador). El título hacía referencia a los gritos de que fueron objecto los estudiantes cuando, para evitar el fuego, salieron y fueron inmediatamente detenidos.

A finales de esa misma época se publica el primer libro de uno de las colaboradores habituales de Our Generation y autor emblemático de Black Rose: Post-Scarcity Anarchism (1977), de Murray Bookchin, que en 1971 había aparecido en San Francisco en Rampast Press y el año siguiente publicaría en traducción al español de Rolando Hanglin la barcelonesa Editorial Kairós (El anarquismo en la sociedad de consumo). A este seguiría una retahíla de títulos ya a partir de la década de 1980: Remaking Society (1980), Philosophy of Social Ecology (1980), Re-Enchanting Humanity: A Defense of the Human Spirit against Antihumanism, Mysticism and Primitivism (1984),Toward an Ecological Society (1989), The Philosophy of Social Ecology: Essays on Dialectical Naturalism (1990), Urbanization without Cities: The Rise and Decline of Citizenship (1992)…

También en el filo los ochenta empiezan a publicar obras del lingüista y filósofo Noam Chomsky, empezando por los dos volúmenes coescritos con el economista Edward S. Herman (1927-2017) Political Economy of Human Rights (1979) y prosiguiendo con Radical Priorities (1981) y The Fateful Triangle: Israel, The United States and the palestinians (1984). La década acaba con la entrada en tromba en el catálogo de Black Rose de la obra del polígrafo, crítico literario y filósofo canadiense George Woodcock (1912-1995), a quien se le publica en 1989 su Proudhon, y al que siguieron las biografías y estudios Aphra Behn: The English Sappho (1989), William Godwin (1989), Oscar Wilde, the double image (1989) y el grueso de su trabajo sobre la vida y la obra del geógrafo y pensador ruso Piotr Kropotkin (1842-1921).

A la vista del deslumbrante catálogo de literatura de no ficción anarquista que conforma el catálogo de Black Rose y el lugar preeminente que en el ocupa Bookchin, es doblemente lamentable el encontronazo de los herederos del escritor con la editorial a raíz de la preparación del libro de homenaje editado por Yavor Tarinski Enlightenment and Ecology. The Legacy of Murray Bookchin in the 21th Century (2021)

Durante el serano de 2019, Debbie Bookchin encabezaba con su firma una extensa carta ‒que puede leerse aquí‒ a la que sumaron su nombre muy buena parte de los filósofos, escritores y ensayistas más directamente influidos por Bookchin para reclamar el eternamente pospuesto pago de las regalías por el grueso puñado de libros que éste había aportado al catálogo de Black Rose, en cuya página web se le mencionaba además como uno de los puntales de la editorial (junto con Chomsky y George Woodcock), e incluso incluía un fragmento de una carta del filósofo a Roussopoulos fechada el 19 de noviembre de 1999, y que quedó sin respuesta, que es suficientemente elocuente como para tener que añadir nada más:

Escribo esta nota para recordarles que no he recibido de Black Rose ninguna declaración de regalías por la venta de mis libros durante al menos un año y medio. Estoy enfermo, sin dinero y, a mis setenta y nueve años, soy viejo y necesito urgentemente todo el dinero que pueda conseguir. ¿Podría enviarme lo que me corresponde y un informe sobre el estado de mis libros?



Fuentes:


Open Letter Re: Dimitri Roussopoulos, royalties and Black Roose Books’ plan to publish a Murray Bookchin “Festschrift”.

Web de Black Rose Books.

Ian McGillis, «Montreal’s Expozine and Black Rose Books swim against the modern tine», The Montreal Gazette, 11 de noviembre de 2016.

Su J Sokol, «Fifty Years of Radical Grassroots Publishing», Montreal Review of Books, 13 de junio de 2019.

Teatro en las Publicaciones de la Escuela Moderna

Alejandro Civantos califica en su excelente La Enciclopedia del Obrero. La revolución editorial anarquista (1881-1923) la iniciativa de las Publicaciones de la Escuela Moderna como «especialmente importante toda vez que ilustra a la perfección el impulso de difusión cultural ácrata, al margen de cualquier sectarismo y apostando por un proyecto integral que pusiera al alcance de los lectores modestos todos los saberes».

Es conocida la importancia que en el ámbito de la escuela moderna de Francesc Ferrer i Guàrdia (1859-1909) tenía el teatro, e incluso está documentada la celebración del cuarto curso ‒en lugar de con exámenes finales‒ con una fiesta en el Teatre de les Arts consistente en la representación de la obra en un acto Els vençuts de Josep Pous i Pagès (1873-1952), al que siguieron obras de títeres, lecturas de “pensamientos originales, canto coral y culminó con un almuerzo de hermandad.

Sin embargo, en el proyecto editorial de la Escuela Moderna la presencia del teatro es bastante residual, e incluso, para conseguir textos que se ajustaran a sus propósitos, se vieron en la necesidad de recurrir a la convocatoria de un concurso, dotado con cien pesetas, destinado a obras

que manifiesten más claramente, con más arte y mejor criterio las injusticias sociales; las trabas que la sociedad opone a la plenitud de la vida en sus naturales expansiones del amor, del saber, de la actividad y del goce como exteriorizaciones del derecho inmanente e ilegislable del individuo; las luchas pasadas, presentes y futuras realizadas por los hombres para emanciparse de la tiranía religiosa, jurídica, política y económica.

Este texto apareció por ejemplo en el reverso de la cubierta de la pieza ¡En guerra! (Idilio), del anarquista francés de origen italiano Charles Malato (1857-1938), traducida por Anselmo Lorenzo (1841-1914) y que se imprimió en La Neotípia para las Publicaciones de la Escuela Moderna en 1906 (y ese mismo año también en la Imprenta de Pedro Orúe en Eibar). El año anterior la misma editorial le había publicado ya a Malato, asiduo en sus catálogos, León Martín o la miseria, sus causas, sus remedios. Lectura popular, Correspondencia escolar. Primer Manuscrito e Impresiones y pensamientos de dos niños ausentes.

Hasta entonces, en el catálogo de esta editorial la literatura dramática era apenas existente.

Octave Mirbeau

La edición del «cuadro dramático» La jaula, de Lucien Descaves (1861-1949), se imprimió en la imprenta de José Ortega al parecer en 1903, en traducción firmada por Ángel Saver y como segundo número de la colección de Ediciones Económicas Avenir (el primero había sido Los malos pastores, de Octave Mirbeau en 1903). El Avenir era una iniciativa del cajista y tipógrafo Felip Cortiella (1871-1937) cuyo propósito era crear una alternativa al teatro burgués que imperaba en las salas barcelonesas. Ya previamente Cortiella había creado con la misma intención la Companyia Lliure de Declamació, cuyo repertorio incluyó a Pompeu Gener, Teresa Claramunt y sobre todo Ibsen (estrenó por primera vez en España Casa de niñas), y había intentado sin éxito crear una revista, Teatro Social, que quedó en un número único fechado en mayo de 1896. Mayor éxito tuvo en 1905 con la interesantísima Avenir. Publicació setmanal de nous horitzons de perfecció (cinco números entre marzo y abril de 1905).

La jaula, estrenada en el Théatre de la Renaissance el 15 de diciembre de 1897 con Sarah Bernhardt como protagonista, fue elegida unos años más tarde por el grupo Tierra y Libertad para una sesión benéfica cuyos ingresos debían ir destinados a los presos como consecuencia de la Semana Trágica que se celebró en el Teatro Condal y completada con Las Tenazas, de Paul Hervieu (1857-1913).

Precisamente Las Tenazas fue otra de las obras aparecidas en las Publicaciones de la Esucela Moderna, en 1904. Curiosamente, mientras que la edición francesa de Lemerre la describe simplemente como «pièce en trois actes», en la traducción publicada por las Publicaciones de la Escuela Moderna e impresa en la Tipografía de José Ortega aparece como «comedia», poco fiel al argumento de la obra («las tenazas» del título se refieren la opresiva institución del matrimonio). Esta obra en tres actos, estrenada en el Theatre Français en septiembre de 1895 y publicada el año siguiente por el célebre editor de los parnasianos Alphonse Lemerre (1838-1912), la había estrenado en Barcelona en 1902 la compañía Avenir del mencionado Felip Cortiella en el contexto de las Vetlladas de l’Avenir (en que se representan también otras tres piezas, Els mals pastors, y las obras de Ibsen Quan ens despertarem d’entre els morts y Els pilars de la societat).

Sobre este estreno barcelonés promovido por Cortiella dio justificación e información detallada la edición vespertina del 19 de agosto de 1902 de El Diluvio:

Unos cuantos jóvenes deseosos de gozar las emociones estéticas en que abundan las modernas obras teatrales han organizado una serie de representaciones que se darán en la Sociedad Teatro de las Artes, con el título Vetllades Avenir, por el siguiente orden: sábado 30 de agosto, el drama trágico en cinco actos, de Octavio Mirbeau, traducción de Feipe Cortiella, Els mals pastors; jueves 4 de septiembre, el drama en tres actos de Enrique Ibsen, traducción de Emilio Tintorer, Quan ens despertarem d’entre els morts; sábado 6 de septiembre, el drama en cuatro actos del propio escritor, traducción de J. Pérez Jorba, Els pilars de la societat, y el jueves 11 del mismo mes, la comedia en tres actos de Pablo Yierven [sic], traducción de Ángel Saver, Las Tenazas.

Estas cuatro obras serán representadas por la compañía dramática de Guitart Llorente.

Del mismo año que ¡En guerra! (1906) es Floreal, «drama social en tres actos» firmado por Jean Pierre Chardon (Maurice Charron) y traducido de nuevo por Anselmo Lorenzo, que fue seleccionada entre las presentadas al ya aludido concurso.

No indica fecha pero es posible que sea de 1916 o del año siguiente la edición en las Publicaciones de la Escuela Moderna de La Epidemia, de Octave Mirbeau (1848-1917), una farsa muy crítica con los discursos políticos que había sido estrenada el Théatre Antoine en abril de 1898 y publicada ese mismo año por Frasquelle en el volumen Farses et moralités (en la Bibliothéque Charpentier). Previo a esta edición en español había aparecido ya en 1904 en las Ediciones Económicas Avenir y en 1917 aparecería en la Biblioteca Tierra y Libertad, en ambos casos en la traducción de José Chassinet.

Los vínculos entre las Publicaciones de la Escuela Moderna y el Avenir de Cortiella parecen evidentes, pero en cualquier caso más enigmática resulta la escasa presencia de textos dramáticos en esta editorial.

Fuentes:

Alejandro Civantos Urrutia, La enciclopedia del obrero. La revolución editorial anarquista (1881-1923), Jaén, Piedra Papel Libros, 2022.

Estefanía Fernández Antón, «El contenido artístico en la Escuela Moderna de Barcelona, difusión de ideas y práctica educativa páginas», Páginas. Revista Digital de la Escuela de Historia, núm. 35 (mayo-agosto de 2022).

Ignacio C. Soriano Jiménez, «Semblanza de Publicaciones de la Escuela Moderna (1901-1937)», Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes – Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI) – EDI-RED, 2006.

Pascual Velázquez Vicente, La Escuela Moderna. Una editorial y sus libros de texto (1901-1920), tesis doctoral presentada en el Departamento de Teoría e Historia de la Educación de laUniversidad de Murcia en 2009.

Bernardo Estornés Lasa, un editor vasco en Santiago de Chile

En diciembre de 1941 salía en Santiago de Chile el primer número de la revista Batasuna, subtitulada inicialmente «Revista de divulgación vasca» y organizada en diversas grandes secciones («Naturaleza», «Individualidad», «Cultura artística», «Cultura social», «Cables cruzados», etc.). Los cinco números, de unas cien páginas cada uno, se caracterizan por la muy esporádica inserción de ilustraciones y la absoluta (y sorprendente) ausencia de publicidad. La financiación del proyecto se basaba sobre todo en el convencimiento de Pedro de Aretxabala (1908-2009) y el director era Bernardo Estornés Lasa (1907-1999), hombre entonces con una amplia experiencia como editor que había arrancado unos años antes del inicio de la guerra civil española.

De 1927, cuando contaba veinte años, es la autopublicación en la zaragozana Tipografía de F. Martínez de su ensayo ilustrado con numerosas fotografías Erronkari (El valle del Roncal), pero dos años después, acabados ya los estudios, es nombrado jefe de oficina de la Eusko Isaskuntza (Sociedad de Estudios Vascos), donde colabora con Julio de Urquijo (1871-1950) en la edición de la trimestral Revista Internacional de Estudios Vascos.

Durante la Segunda República (1931-1939), con el objetivo de proporcionar a las incipientes escuelas vascas (isaskolas) los materiales imprescindibles para poder llevar a cabo su tarea, además de escribir la novela Sabin euskalduna (1931) e Historia del País Basco (1933), crea la editorial Beñat Idaztiak y la colección Zabalkundea, para las que cuenta con la colaboración de su hermano Mariano (1909-1997) y donde alterna el ensayo cultural con la literatura de creación: Blancos y negros (1934), tres volúmenes de Narraciones vascas (1934 y 1935), El genio de Navarra (1936) y Don García de Almorabid (1936), de Arturo Campión (1854-1937); La democracia en Euzkadi, de J. de Urkina (José de Aritzimuño Olaso, 1896-1936); Literatura oral euskérica, de Manuel de Lekuona (1894-1987)…

Sin embargo, la importancia capital de la actividad de Bernardo Estornés en esos años previos a la guerra es sin duda la iniciativa de crear una enciclopedia vasca, que empieza a gestarse ya por entonces, si bien la guerra y el franquismo le pondrán trabas insalvables y el primer volumen de la Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco no aparecería hasta 1962.

Los embates del ejército franquista lo llevaron inicialmente a exiliarse en San Juan de Luz, pero en 1937 abandonó Euskal Herria para iniciar un periplo por ciudades del norte de Francia que concluyó cuando embarcó en Marsella con destino a Chile (adonde llegó en enero de 1940). Al cabo de un año en tierras americanas ya había puesto en marcha la mencionada revista de la comunidad vasca en Chile Batasuna, en cuyos cinco números aparece una sección, «Breve diccionario enciclopédico vasco», que ya anuncia lo que será la labor de Estornés en los años siguientes.

Desde junio de 1943 y hasta abril de 1949 Batasuna sería sustituida por Euzkadi, significativamente subtitulada «En defensa y al servicio de la nación vasca» y donde Bernardo Estornés se ocupó sobre todo de temas culturales. Dirigía esta última revista de periodicidad mensual Simón Ciriaco Santamaría, mientras que de la impresión se ocupaba Julián Pe Menchaca, quien después de desempeñarse como litógrafo en Valparaíso había establecido un taller de grabado e impresión en Santiago desde donde se tiraron los mil ejemplares que se hicieron de cada uno de los sesenta y seis números de esta cabecera. Entre sus principales colaboradores se contaban Andoni de Astigarraga (1920-¿), Manu de la Sota (1897-1979), Francisco Gorritxo (1906-1993) y Santiago Zarranz (1906-1995), y entre las curiosidades la inserción en el primer número del sentido artículo de Max Aub «¿Conoces el País Vasco?», aparecido previamente en la revista también llamada Euzkadi que publicaba el Centro Vasco de Caracas.

Mientras, Bernardo Estornés había participado también, con  Manuel de Irujo (1891-1981), en la fundación de la editorial vasca de Buenos Aires Ekin, que vio la luz en 1941 gracias al impulso de Andrés de Irujo (1907-1993) e Isaac López Mendizábal (1879-1977)  y al apoyo económico y logístico del impresor Sebastián Amorrortu (1867-1949). En esta última editorial publicaría Estética vasca. Paisaje. Arte. Belleza (1952) y Eneko Arista, fundador del reino de Pamplona y su época. Un siglo de historia vasca: 752-852 (1959), pero para entonces ya estaba Estornés planeando su regreso a Esukal Herria.

De hecho, tanto Bernardo como su hermano Mariano se establecen en Donosti en la primavera de 1958, y enseguida reanudan la labor editorial iniciada antes de la guerra. Ese mismo año ponen ya en marcha la editorial Añumendi, que debido a los antecedentes de sus promotores enseguida topó con dificultades insalvables para registrarse como empresa editora, de modo que tuvo que iniciar su actividad bajo el paraguas de la editorial Itxaropena (que en euskera significa esperanza) fundada en 1932 por Patxi Unzurrunzaga, con quien Bernardo había colaborado en muy diversos proyectos ya en los años treinta y que en la posguerra se había convertido en uno de los editores heroicos de la literatura clandestina en euskera y que les cubrió las espaldas hasta 1966.

Fuentes:

Oscar Álvarez Gila, La editorial Ekin de Buenos Aires, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002.

Bernardo Estornés Lasa, «Cómo se gestó el Diccionario español-uskara roncalés», Fontes Linguae Vasconum, núm. 79 (1998), pp. 521-534.

Idoia Estornés Zubizarreta, Estornés Lasa, Bernardo. Enciclopedia Auñamendi, 2024.

Gurutze Lasa Zuzuarregui, «Semblanza de la Editorial Auñamendi Argitaldaria (San Sebastián, 1958-2010)», Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes – Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI) – EDI-RED, 2019.

Pedro Oyanguren, ed., Vascos en Chile 1520-2005. Euzko Etxea de Santiago, Donostia, Eusko Ikaskuntza, 2007.

Sender y el insoportable peso de la censura franquista

La obra literaria de Ramón J. Sender (1901-1982) ha tenido la inmensa suerte de ser analizada, estudiada y evaluada por una pléyade de grandes filólogos, historiadores de la literatura y críticos: Francisco Carrasquer (1915-2012), Jesús Vived Mayral (1932-2018), Donatella Pini, José Carlos Mainer, Marcelino C. Peñuelas, etc., lo que podría llevar a pensar que ya poco nuevo queda por decir acerca de las vicisitudes de sus libros. Con El triángulo editorial de «Crónica del alba», Olga Pueyo Dolader no sólo desmiente esa arriesgada suposición sino que, situándolo con precisión en su contexto político y editorial, convierte al autor aragonés en ejemplo para explicar la evolución de la censura de libros en España durante la dictadura franquista, sus métodos y objetivos y el efecto, dispar, que tuvo ‒y sigue teniendo‒ en la recepción de la literatura de los exiliados republicanos y en el canon de la literatura española del siglo XX.

Ya en 2020 Pueyo Dolader había llamado la atención sobre el valor y la importancia del rico epistolario del editor barcelonés Jaume Aymà i Mayol (1911-1989) conservado en el Arxiu Nacional de Catalunya en un artículo en la revista Sansueña, y de nuevo aquí constituye una de las principales fuentes de información para reconstruir el proceso de contratación y edición de Crónica del alba y algunas novelas posteriores, así como las delirantes gestiones que el intrépido y benemérito editor se vio en la necesidad de establecer con la censura. Gracias a este epistolario ‒que sería muy útil que algún editor valiente se atreviera a publicar‒ conocemos, por ejemplo, el proceso mediante el cual, con el texto ya compuesto, el editor se ocupó de introducir las enmiendas y correcciones y hacer las supresiones que le pedía el Ministerio de Información de modo tal que no se produjeran recorridos en el texto que obligaran a componerlo de nuevo (con el consiguiente costo y retraso), o que en la siguiente edición, gestionada también por el propio Aymà en la editorial Andorra, esas enmiendas se debieron ya a la mano del propio Sender. ¿Minucias filológicas de variantes textuales para solaz y entretenimiento de especialistas? Depende de cómo se mire, porque en muchos casos se trataba de párrafos enteros y porque, por acumulación ‒como puede comprobarse en el apéndice que incluye este libro‒ llegan a alterar en cierta medida el impacto del conjunto.

Joaquín Maurín

Otro de los puntales sobre los que se sustenta este apasionante recorrido es el archivo personal de Joaquín Maurín (1896-1973) y el magnífico epistolario que mantuvo con Sender y que en su día preparó y editó Francisco Caudet. A través de este material se traza una imagen precisa de las circunstancias en las que debían desenvolverse los escritores del exilio republicano de 1939, con acceso difícil a las editoriales asentadas en sus países de acogida, que además estaban inmersas en sus propios procesos evolutivos, con la alternativa de publicar en empresas a las que se impedía distribuir sus libros en España o de autopublicarse sin ninguna esperanza de una difusión mínimamente decente. En otras palabras, sirve a la autora para cartografiar el mapa del campo editorial anómalo en el que durante muchos años se vieron obligados a jugar este amplio conjunto de escritores valiosos.

Victor Alba

Además de redondear y precisar la imagen que hasta ahora teníamos de Maurín como agente literario oficioso de Sender, por fin queda más precisamente establecidas las circunstancias y los canales mediante los que, ya en septiembre de 1953 y gracias a la iniciativa de Víctor Alba (Pere Pagès i Elies, 1916-2003), Maurín propició que Sender intentara que la editorial de José Janés (1913-1959) le publicara algún libro en España y cómo este se topó con un tipo de censura insalvable pese a informes favorables de los lectores censores: Sender era impublicable no porque su obra defendiera unas determinadas ideas o mostrara una determinada imagen de España, sino simplemente por ser quién era; y la decisión la tomaba la Dirección General de Información. Aun así, es pertinente constatar que, como bien podría hacer cualquier defensor del franquismo, que en 1946 el editor Javier Morata había obtenido autorización para importar ejemplares de un libro suyo, pero conviene no olvidar que se trataba de tan solo diez ejemplares, lo que es tanto como decir apenas nada. También del Archivo General de la Administración, lógicamente, se ha servido con profusión la autora para dilucidar los procesos a los que fueron sometidas las peticiones de diversos editores para dar a conocer la obra de Sender a sus lectores naturales. Asimismo, le permiten establecer y documentar cómo la evolución política del franquismo fue evolucionando no en una estrategia de apertura hacia la obra del exilio republicano, sino más bien como un modo de instrumentalizar determinados textos para limpiar un poco sus manos manchadas de sangre inocente.

Los Aymà, padre e hijo.

También son del máximo interés las páginas dedicadas a la recepción que tuvo a lo largo del franquismo y la posición que ocupó en el canon forjado por los estudiosos de la literatura española, algunos de los cuales demostraron ser incapaces de separar la antipatía personal o la discrepancia política del juicio estético, mientras que otros se enfrentaban a enormes dificultades, cuando no a la imposibilidad, de acceder a la obra completa de los autores a los que pretendían evaluar ( y eso vale para Sender, pero también para Manuel Andújar, Francisco Ayala, Max Aub y una extensísima nómina de escritores de primer orden). Sirva como mínimo de ejemplo de cómo y hasta qué punto varias generaciones de españoles recibieron y en muchos casos asumieron una escala de valores literarios maleados en origen, y sobre todo de advertencia del enorme trabajo que aún queda pendiente de hacer para revertir y actualizar esa situación, pese a la labor ya llevada a cabo, entre otros, por los insignes filólogos mencionados en el párrafo inicial.

Ramón J. Sender.

Como escribe con irrebatible acierto Fernando Larraz en el prólogo, este libro es «una aportación fundamental a la reconstrucción de nuestra historia cultural del siglo pasado que trasciende el mero estudio de caso», porque, si bien sitúa la historia editorial de Crónica del alba en primer plano, el fondo sobre el que se desarrolla esa historia queda perfectamente perfilado y delineado, y saca a la luz toda una serie de aspectos que pueden servirnos para comprender mejor otros muchos casos de «recuperación» de la obra literaria ‒pero también pictórica o cinematográfica, por ejemplo‒ de los exiliados republicanos de 1939 durante el franquismo. En este sentido, quizás el título elegido podría llevar a engaño, porque el texto de Pueyo Dolader va mucho más allá de lo anunciado. Decir que El triángulo editorial de «Crónica del alba» es una pequeña joya sólo es cierto si nos limitamos a contar el número de páginas del volumen; no tiene nada de pequeña pero sí es una joya.

El exagente de la CIA Philip Agee, la autocensura editorial y el hispanomexicano José Ramón Enríquez

La primera edición en español de Inside the Company: CIA diary, del exagente de inteligencia y luego polémico escritor Philip Agee (1935-2008), a quien se considera el primer tránsfuga de la CIA, la publicó en España en septiembre de 1978 la editorial Laia como número 37 su añorada colección Paperback, en traducción de María Antonia Menini y, según consta en los créditos, revisada por E. L., con el título Diario de la CIA. La compañía por dentro y con un prólogo del autor para esa edición.

El escándalo generado en todo el mundo por ese libro, que con los siguientes suyos ponían al descubierto las operaciones de Estados Unidos para marcar el rumbo político de los países latinoamericanos, fue más que notable, y durante mucho tiempo su autor se vio obligado a cambiar de residencia con cierta asiduidad debido a las presiones de los gobiernos estadounidenses de turno.

Apenas un año después de la aparición de ese título en Laia aparecía la misma traducción en coedición con Bruguera, con una cubierta diseñada por el argentino Mario Ezquenazi, y hasta mayo de 1987 no aparecería la edición argentina en Sudamericana, en traducción de Silvia Lerendegui y con una cubierta atribuida a Mario Blanco pero idéntica a la de Penguin.

En su interesantísimo libro La otra guerra secreta, Jacinto Rodríguez Munguía reconstruye el largo proceso de revisión y reconsideración al que esa traducción fue sometida en la editorial Grijalbo, pues se temía sobre todo una reacción devastadora por parte del presidente mexicano Luis Echeverría (1922-2022) porque en ese libro no queda en muy buen lugar y además saca a la luz aspectos hasta entonces muy poco conocidos de la llamada matanza de Tlatlelolco, entre otros detalles comprometedores (como la estrecha relación del presidente Díaz Ordaz con la CIA, por ejemplo). Todo ello podía desembocar incluso en una prohibición del libro, y es de suponer que el caso del libro de Oscar Lewis (1914-1970) Los hijos de Sánchez ‒que provocó o por lo menos propició la salida de del Fondo de Cultura Económica de Arnaldo Orfila Reynal (1897-1998)‒ seguía en la memoria de muchos editores.

Un aspecto relevante en la decisión de comprar o no los derechos para su publicación era precisamente el riesgo, porque el contrato obligaba a la publicación en el término de dieciocho meses o se perdería ese derecho, pero en el otro lado de la balanza se temía que otras editoriales, y en particular los argentinos y españoles, o incluso empresas anónimas y clandestinas, pudieran arrebatar a Grijalbo la oportunidad de publicar un libro de enorme potencial comercial. Por ello, la editorial empezó a tantear al gobierno mexicano y a remitir diversas cartas al presidente Echeverría que sistemáticamente quedaban sin respuesta.

Vale la pena recordar también que, coincidiendo con la aparición de la versión original del libro de Agee en Penguin, a finales de 1974 Gabriel García Márquez (1927-2014) había entrevistado al autor (en España se publicó en la revista Triunfo) y que incluso periódicos mexicanos ‒algunos tan difundidos como Excelsior, por ejemplo‒ ya habían puesto de manifiesto el potencial escándalo político que el libro podía propiciar en Latinoamérica.

Según documenta Rodríguez Munguía, en Grijalbo se sometió el texto a una severa y minuciosa revisión, se detectaron algunos pasajes arriesgados en exceso, se sugirieron cambios de cierta importancia (aun a riesgo de que el autor los rechazara) y ese texto revisado ‒tal vez uno de los casos mejor documentados de autocensura editorial‒ fue el que apareció finalmente en Laia, precedido de una nota en la que el autor aludía sin detalles a algunas de las causas del retraso de su aparición en español:

La edición española tenía que haberse editado hace tres años, pero la intervención de un gobierno interesado impidió su publicación hasta ahora. Pero finalmente los lectores de España, Latinoamérica y otros países hispanoparlantes tendrán otro que añadir a la colección de libros, que revelan la actuación de la CIA aparecidos en estos últimos años.

Esa desagradable tarea de manipulación del texto recayó en José Ramón Enríquez, quien en noviembre de 1974 ya firmaba como director del Departamento de Producción de Grijalbo un informe en el que proponía algunas modificaciones tendentes a evitar que la edición en español pudiera ser censurada en México y, en menor medida, en otros países latinoamericanos cuyos gobiernos salían muy mal parados pero donde la pérdida económica para Grijalbo era sensiblemente menor.

José Ramón Enríquez, nacido en Ciudad de México en 1945, fue el segundo de los tres hijos del periodista y pedagogo español Isidoro Enríquez Calleja (1900-1971), quien durante la guerra había publicado La literatura antifascista en la nueva escuela (¿1937?)y al término de la misma había llegado a México a bordo del Sinaia integrado en uno de los primeros contingentes de republicanos (se da la circunstancia que si en 1989 pudo hacerse una edición facsímil del diario publicado a bordo por los republicanos españoles fue gracias a que Enríquez Calleja conservó cuidadosamente durante años dieciocho originales de ese singular periódico). Fue también gracias a la ayuda de su padre que ya en 1963 pudo publicar José Ramón Enríquez su poemario Al pie de mi amor clavado, con pie editorial de Oasis.

Casi inmediatamente después inicia José Ramón Enríquez el noviciado como franciscano, que se homosexualidad le lleva a abandonar tiempo para luego militar en el Partido Comunista y a convertirse en activista de los derechos civiles y en particular de los de los homosexuales. Después de iniciar y abandonar estudios en letras hispánicas, se introdujo en el sector editorial como corrector de estilo y traductor, pero eso no le impidió matricularse en 1968 en la Escuela de Arte Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes (que abandonó dos años después).

En 1970 la misma editorial Oasis le publica el libro que le da a conocer más ampliamente, Ritual de estío (que incluye la obra homónima y La validez del sueño), y la primera mitad de esa década la dedica intensivamente a la creación teatral en un sentido muy amplio (actor, director, dramaturgo) y pasa por la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid. Son también los años en que frecuenta el Teatro Clandestino de Vicente Leñero (1933-2014), Luis de Tavira y Osvaldo Dragún (1929-1999).

En Grijalbo, además de corrector de estilo y traductor, ejerció como director editorial entre 1974 y 1976, para pasar luego a dirigir durante 1977 las ediciones destinadas al mercado latinoamericano. Posteriormente asesoró a la dirección literaria del Fondo de Cultura Económica en los años 1978 a 1982 y ocupó cargos de dirección también en el Departamento de Publicaciones de la Universidad Autónoma de Puebla, entre 1983 y 1984, en Océano los dos años siguientes y en Esfinge. Al mismo tiempo, había iniciado una frecuente labor como crítico literario y teatral, entre otras cabeceras en El Heraldo Cultural y La Cultura en México y fue jefe de redacción de El Machete, revista financiada por el Partido Comunista Mexicano y dirigido en esos años por el antropólogo también hispanomexicano Roger Bartra.

Sin embargo, la vocación le llevó a convertirse sobre todo en reputado un hombre de teatro con una extensa e influyente obra a sus espaldas.

Fuentes:

José Ramón Enríquez, «Isidoro Enríquez Calleja. De Juan de Mairena a la lección lorquiana», en María Teresa González de Garay y José Díaz-Cuesta Galián, coords., El exilio literario de 1939. Setenta años después, Universidad de La Rioja, 2013, pp. 49-55.

María Teresa González de Garay, «José Ramón Enríquez. Un ritual para Telémaco», Revista de la Universidad de México, núm. 124 (2014), pp. 67-71.

Clary Loisel, «Entrevista con José Ramón Enríquez», Latin American Theatre Review, vol. 36, núm. 1 (otoño 2002), pp. 127-131.

Jacinto Rodríguez Munguía, La otra guerra secreta, Barcelona, Grijalbo, 2016.

Mª Teresa Santa María, «Panorama de la dramaturgia española exiliada en México», Las Puertas del Drama. Revista de la Asociación de Autores de Teatro, núm. 52 (2019).

Javier Dieta Pérez, censor de libros

En numerosos estudios sobre la censura de libros en la España franquista aparece reiteradamente el nombre de uno de los lectores al que Fernando Larraz ha calificado como «el exponente más tenebroso de la censura», Javier Dieta, cuya intervención fue decisiva en un muy buen número de libros importantes y sobre el que sin embargo sabemos muy poco, tanto acerca de su pasado como de su destino tras su paso por censura.

Funcionario de la administración civil, Dieta empezó a colaborar en la censura a principios de 1954, y, a la vista de sus numerosos informes sobre novelas españolas, el mencionado Larraz lo caracteriza del siguiente modo «Trata de compensar en ocasiones su escasa altura intelectual con voces latinas innecesarias como “ad cautelan” o “verbatim”, que contrastan con el abuso de coloquialismos impropios que dan muestra de la soltura y confianza con las que se movía por el Servicio [Nacional de Propaganda]»

En marzo de 1954 le toca informar sobre la novela de Juan Goytisolo (1931-2017) Juego de manos, a la que no pone reparos porque según su lectura «El aire general de la novela es no obstante de desaprobación [de los actos del grupo protagonista]. Casi ellos mismos tienen conciencia de que son víctimas de una mala educación familiar, así al contar sus vidas, y mucho de ambiente».

En enero de 1956 firmaba el informe de El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio (1927-2019), presentada por la editorial Destino, que es evidente que no le gustó pero acertó al identificar su realismo: «Algo así como si se hubiese tomado en cinta magnetofónica aquellas conversaciones, todos los gritos, canciones, toda clase de ruidos, etc., etc. Ahí debe de estar el valor de la novela», si bien añade que «Abundan los tacos, que no considero suprimibles, aunque me parecen de muy mal gusto».

Italo Calvino y Jorge Luis Borges.

La editorial barcelonesa Edhasa presentó a censura el compendio de ensayos Discusión, de Jorge Luis Borges (1899-1986), al que en un informe de finales de 1956 Dieta puso bastantes reparos, sobre todo porque «lo malo es que [el autor] se mete en teología y mete la pata de lleno», según escribe, así es que elimina un par de textos, mientras que los autorizados tampoco salen indemnes al embate del lápiz rojo. Por razones que están por dilucidar, el caso es que Edhasa nunca llegó a publicar ese libro (que era una versión revisada del que en 1932 publicara en Buenos Aires Manuel Gleizer Editor).

César Arconada.

En abril de 1957 considera también autorizable otra novela de Juan Goytisolo, El circo, a la que califica de «novela de ambiente», y Central eléctrica, de Jesús López Pacheco (1930-1997), que acababa de quedar finalista en el Premio Nadal (ese año lo ganó el sacerdote José Luis Martín Descalzo con La frontera de Dios). Mientras según el profesor Pablo Gil Casado ‒que la vincula muy estrechamente con La turbina de César Arconada (1898-1964)‒ «Central eléctrica contiene una fuerte crítica de las injusticias, testimonialmente expuestas, a que se ve sujeta la clase obrera y campesina», Dieta empieza su informe calificándola de «Novela con “quid” social».

Otro caso bien estudiado ‒por Lucía Montejo Gurruchaga en Discurso de autora: género y censura en la narrativa española de posguerra‒ es el de Una mujer llega al pueblo, con la que Mercedes Salisachs (1916-2014) ganó el Premio Ciudad de Barcelona (y con la que Dieta se cebó a gusto). Lo interesante en este caso hay constancia de que la autora se puso en contacto con el censor, y solo pueden hacerse suposiciones acerca de cómo supo la autora quién había informado sobre su novela. El caso es que acaso fuera este contacto el que propició que en un segundo informe Dieta se mostrara menos duro y, con todos tijerazos, al final la novela pudo publicarse (en Planeta).

En el sentido de las agujas del reloj: Josep M. Castellet, José María Valverde. Joan Petit, Barral y Víctor Seix.

Estos son tus hermanos, de Daniel Sueiro (1931-1986), la presentó a censura Seix Barral en junio de 1961, y Javier Dieta fue uno de los cinco lectores que, a instancias de los sucesivos recursos de Sueiro, informaron sobre ella (casi todos denegando su autorización pese a las enmiendas y supresiones introducidas por el autor). En un interesante artículo seminal sobre las relaciones entre el editor barcelonés Carlos Barral (1928-1989) y la censura, Cristina Suárez Toledano ya reprodujo una delirante expresión de Dieta en ese informe muy ilustrativa de su carácter: «¡Insisto en la negativa con mi sangre!». También de 1961 son las mutilaciones en El río que nos lleva, de José Luis Sampedro (1917-2013), y que ya Larraz denunció que se mantuvieron incluso en la edición supuestamente crítica publicada en la colección Letras Hispánicas de Cátedra, y la propuesta, aceptada, de denegación de permiso para publicar Fata Morgana, de Gonzalo Suárez.

Dos años después, en 1963, le pegaba solo tres tijerazos a Fiestas, de Juan Goytisolo, que desde 1958 ya circulaba por América gracias a la edición de Emecé.

El informe de Dieta acerca de Crónica de un regreso, de Andrés Sorel (Andrés Martínez Sánchez, 1937-2019) presentada a censura en marzo de 1964 por Seix & Barral, tiene también su miga, pues incluye otra exclamación antológica, referida a Sorel: «¡Lástima la ideología del autor!», a quien califica además como «tonto útil». Por si fuera poco, añade nuevas tachaduras a las que ya exigían dos informes previos, de modo que tras algunas vicisitudes más la obra fue prohibida y no se publicó hasta 1981 (en Ediciones Libertarias).

La novela del poeta y gestor cultural Ernesto Contreras Taboada (1933-1993) La tierra prometida también la presentó Seix & Barral en 1964, y aunque Dieta propuso eliminar cuatro páginas enteras, finalmente no fue autorizada su publicación en España y apareció años más tarde (en 1967) en la editorial uruguaya de Benito Milla (1918-1987) Alfa. Lo curioso en este caso es que circula una edición previa en portugués con el título A terra nostra, ‒cuya traducción firma un sospechosamente prolífico y políglota Sousa Victorino‒, y publicada en abril de 1963 en la colección Miniatura de la lisboeta Livros do Brasil.

En 1966 propuso autorizar una versión severamente expurgada del Homenaje a Cataluña de Georges Orwell (1903-1950), que no se tuvo en cuenta y que no se publicaría hasta 1970.

Por supuesto, también cayó en sus manos algún libro del multicensurado Paco Candel (1925-2007), y en concreto la segunda edición de Donde la ciudad cambia su nombre (1962), más expurgada de expresiones vulgares que la primera, con lo que, dada la naturaleza de los protagonistas, le resta veracidad y realismo. También mutiló a fondo Han matado un hombre, han roto un paisaje, en la que considera que «la violencia formal es asombrosa».

Los ejemplos son solo ilustrativos, y se podrían añadir a ellos los de Ya no humano, del novelista japonés Osamu Dazai (1909-1948) presentado por Seix Barral en 1960; El desprecio de Alberto Moravia (1907-1990), del que a Juan Oteyza se le había denegado autorización para importar un centenar de ejemplares de la edición de Losada, en 1968 (la publicó Plaza & Janés), o incluso el poemario Arde patria de Blas de Otero (1916-1979), presentado en 1962 por Ramón Julià López para publicarlo en la colección Poesía Contemporánea Española de RM (y en muchos de cuyos versos detecta Dieta «bilis política»), que finalmente apareció mutiladísimo en RM con el título Que trata de España y en la parisina Ruedo Ibérico en versión íntegra.

 Y aun así, no es mucho lo que se sabe de Javier Dieta. En el Boletín Oficial del Estado de 14 de junio de 1955 su nombre aparece como uno de los que no pueden presentarse a unas oposiciones para ingresar en el Cuerpo de Secretarios de la Magistratura de Trabajo hasta que presente los certificados de buena conducta y penales, pero solo un año más tarde, concretamente en el BOE del 21 de junio de 1956, el Cuerpo de Técnicos Especiales de Información y Turismo le otorga, también por oposición, plaza como técnico especial de tercera clase en el (con un sueldo de 21.000 pesetas, en catorce pagas). Además, firmando como Javier Dietta, la Secretaría General Técnica de la Presidencia del Gobierno le publicó como volumen 13 de la colección Estudios Administrativos Las Secretarias Generales Técnicas (1961) y la Secretaría General Técnica del Ministerio de Información y Turismo Los organismos colegiados del Ministerio de Información y Turismo: composición y funciones (1964), donde se le describe como «jefe de la Sección Informativa de la Secretaría General Técnica» y poco más. Tampoco parece que sobre su actividad tras la desaparición de la censura se haya divulgado ninguna información.

Fuentes:

Francisco Álamo Felices, «La censura», en La novela social española. Conformación ideológica, teoría y crítica, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Almería, 1996, pp. 79-107, reproducido en Represura, 6 de marzo de 2019.

Ana Gargatagli, «Borges traducido a leyes inhumanas. La censura franquista en América», 1611: Revista de historia de la traducción, núm. 10 (2016).

Pablo Gil Casado, La novela social española (1942-1968), Barcelona, Seix Barrall, 1968.

Fernando Larraz y Cristina Suárez Toledano, «Realismo social y censura en la novela española (1954-1962)», Creneida, núm. 5 (2017), pp. 66-95.

Fernando Larraz, Letricidio español. Censura y novela durante el franquismo, Gijón, Trea, 2013.

Lucía Montejo Gurruchaga, Discurso de autora: género y censura en la narrativa española de posguerra, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2010.

Cristina Suárez Toledano, «“La insolidaridad localista y rencorosa”. Novelas de regresos imposibles a la España fracturada en el catálogo invisible del editor Carlos Barral», Diablotexto 13 (junio de 2013), pp. 15-31.

La agente literaria Carmen Balcells retratada por el escritor Max Aub

El profesor Javier Sánchez Zapatero inició el análisis de la interesante relación profesional entre el escritor valenciano exiliado en México Max Aub (1903-1972) y la agente literaria barcelonesa Carmen Balcells (1930-2015), si bien su interés se circunscribía al estudio del epistolario, que, tras recomendaciones de  Carlos Barral (1928-1989), Alastair Reed (1926-2014) y Jaime Salinas (1925-2011), se inicia con una carta de Aub del 13 de octubre de 1964. Por aquel entonces Aub, pese a la magnitud y copiosidad de su obra dramática, poética y narrativa, solo había podido publicar en España, al margen de fragmentos y cuentos en revistas, en la colección hispano-argentina El Puente de Guillermo de Torre (1900-1971), El zopilote y otros cuentos mexicanos (1964) y, tras frustrar la censura la publicación de la novela La calle de Valverde, acababa de firmar con Gredos el contrato para la edición en la colección Antología Hispánica de Mis páginas mejores (1966). Su intención al contactar con Balcells era, pues, evidente.

Los tratos epistolares fueron relativamente ágiles, pues pese a la casi imposibilidad material de que en la agencia se hubiera leído la totalidad de la obra publicada hasta entonces por Aub ‒y mucho menos la escrita‒, seguramente bastaría su prestigio entre escritores y editores y las traducciones de las que había sido objeto algunas de sus obras (Jusep Torres Campalans sobre todo: en Gallimard, Mondadori y Doubleday) para que en diciembre de ese mismo año ya se formalizara el contrato. Escribe Sánchez Zapatero que «pronto quedó establecida entre los dos una corriente de simpatía y afecto que trascendió la relación de trabajo».

En la biografía que dedicó a la superagente, Carmen Riera recoge el primer encuentro entre Balcells y Aub en México en 1965 y alguna de las motivaciones personales del interés de la primera por contar con Aub en su catálogo:

Max Aub, Juan Goytisolo y Vicente Rojo.

Allí conoció, además de a García Márquez, a Max Aub, a quien representaba desde 1961 [sic] El escritor exiliado era uno de los grandes autores que habían tenido que tomar el camino de la diáspora y a Carmen le impresionaba mucho el drama de los exiliados.

Ni la relación profesional ni la personal, pese al buen entendimiento, fueron una balsa de aceite, y como mínimo se vio sometida a baches y evolucionó, en parte debido a que Aub no perdió el hábito de intentar, por su cuenta y riesgo, colocar algunas de sus obras a editores amigos e incluso acordar la traducción de algunas de ellas y cerrar los contratos sin informar siquiera a la agencia. Sánchez Zapatero recoge como ejemplos los casos del envío de la novela Las buenas intenciones a la editorial Ciencia Nueva mientras la agencia estaba negociando su publicación en Delos-Aymà, el compromiso duplicado de publicación de La calle de Valverde (Aub con Seix Barral y Balcells con Alianza), el acuerdo con la Editorial Andorra para Campo del Moro y la traducción de esta misma novela al polaco.

Autor y agente volvieron a coincidir durante el primer viaje de Aub a España, en 1969, y Riera resume el programa de su visita en los siguientes términos:

Cuando Aub regresó a España, en septiembre de 1969, ella se encargó de acogerlo, llevarlo a su apartamento de Cadaqués, presentarle además de los vips catalanes asiduos del lugar, Tusquets, [Oriol] Bohigas, [Rosa] Regás, etcétera, a Inge Feltrinelli y dar una fiesta en su honor en el hotel Balmoral; también le concertó entrevistas con los periodistas de todos los diarios catalanes: La Vanguardia, El Noticiero Universal, El Correo Catalán, pasando por Tele/Exprés, además de la revista Destino.

Francisco Giner de los Ríos, Ricardo Martínez, Max Aub, José Luis Martínez y Joaquín Díez-Canedo.

En La gallina ciega, subtitulada «Diario español» y publicada en diciembre de 1971 por Joaquín Mortiz (1917-1999), Aub hace un retrato profesional espléndido, de una fuerza y fidelidad kinética apabullante, de su agente literaria en plena actividad:

Anda, va, viene, corre, sube, baja, pone el coche en marcha, insulta al chófer vecino, impugna, niega, reniega, ataca, discute, arguye, redarguye, se opone, propone, rechaza, piensa, organiza, siempre tiene qué decir, apenca, adelanta, clama al cielo, pone en el disparadero, reclama, pierde, encuentra, come, bebe, tercia, paga el pato y la cuenta. Se enfada, se alegra, o, al revés, según el día o la hora, logra su utilidad y sus ventajas y las de los demás, con impulso, vehemencia, lamentaciones, interrupciones, telefonazos a diestro y siniestro.

–¿Dónde puse mi cartera?

–¿Dónde puse mis llaves?

–Tenemos que estar a las seis…

–Tenemos que estar a las siete…

–Apunta: a las ocho, firma con Carlos. A las ocho y media, desayuno con los franceses: no te olvides del contrato ni de añadir la cláusula que quiere Jorge y que me parece necesaria; a las diez aquí: tú me tienes preparada la firma y las cartas para Doubleday y Gallimard y ponle otra a Piper diciéndole que no. A las once y media viene por mí Oliver para ver a Fontanals, en Gracia, a ver si nos arreglamos con Esther. Como con los de la Guggenheim para ver si acabo de arrancarles lo necesario para la beca de Gonzalo. A las cuatro y media tengo que pasar por Tiempo para revisar el artículo de Pons, no se le vaya a ir la mano como hace quince días. A las cinco y media, no tengo más remedio de ver a quien tú sabes. Nos encontraremos a las siete, a ver qué hubo por aquí por la tarde y tenme listo lo que haya que firmar. Ceno con Ana María, en Sitges, tiene que contarme todos sus asuntos y tenemos que discutir el arreglo con Alianza… Así que…

El faro de los lectores aubianos Ignacio Soldevila (1929-2008) sitúa este pasaje, junto con el dedicado a la actriz Nuria Espert, entre los nos muestran al «Aub novelista, creador de personajes vivos y parlantes, o retratista vivaz, de animado dibujo» y que «no desmerecen en nada de los de sus personajes de fábula más logrados».

Es evidente que existía una tensión entre el anhelo ansioso de hacer llegar su obra a los lectores que tenía en mente cuando la escribió (sobre todo en el caso de la serie novelesca El laberinto mágico) y la negativa intransigente de Balcells a que eso supusiera la aceptación de unas condiciones que pudieran perjudicarle tanto a él como a la difusión de su obra. Un ejemplo muy notorio de ello se dio en el caso de la obra dramática, de la que la revista Primer Acto, y en particular su director José Monleón (1927-2016), se convirtieron en entusiastas valedores (en 1971 publicaría en Taurus El teatro de Max Aub). Ya antes del primer contacto entre Aub y Balcells esta espléndida revista había publicado en su número 52 (mayo de 1964) la que probablemente sea la obra dramática más ambiciosa del autor, San Juan, cuya primera edición había aparecido en la colección Tezontle del  Fondo de Cultura Económica en 1943 con un prólogo del prestigioso crítico Enrique Díez-Canedo (1879-1944). Si bien la edición de Pimer Acto era oportuna y necesaria, y se acompaña de un ramillete de textos de José Ramón Marra-López, José María de Quinto (1925-2005), Alfonso Sastre (1926-2021) y el propio Aub y la antecede además el mencionado prólogo de Díez-Canedo, lo cierto es que la edición del texto, acompañada de fotografías de diversos estrenos aubianos, es lamentablemente muy defectuosa. En una carta abierta a Max Aub fechada el 18 de junio de 1998, Monleón contó cómo el texto le llegó a las manos: «Veía a José María de Quinto, recién llegado de México, trayéndonos a un Consejo de Redacción de Primer Acto ‒primavera de 1964, en una cafetería de la Glorieta de Bilbao‒ el texto de San Juan junto a una reivindicación apasionada de tu personalidad y tu teatro».

José Monleón

Acerca de la negociación de Crimen y Comedia que no acaba, que se publicarían en el número 130 (de marzo de 1971), Sánchez Zapatero recoge unas palabras muy ilustrativas de Balcells: «Comprendo las dificultades que atraviesa Primer Acto y la ilusión que les hace publicarte. Lo que no comprendo es que ofrezcan sumas ridículas para ti» (Balcells consideraba que cinco mil pesetas era un mínimo exigible por un texto de Aub). Aun así, en el número 144 (de mayo de 1972) se publicaría otra obra de Aub (La vida conyugal).

Las relaciones entre autor y agente tuvieron claroscuros, altibajos o cuanto menos evolucionaron y afectaron de algún modo a su relación personal, como pone de manifiesto, por ejemplo, una lacónica anotación del diario de Aub fechada el 6 de junio de 1972: «Barcelona ‒Carmen y Luis [Palomares]‒. Grandes alharacas, pero falta cordialidad».

Teniendo en cuenta que en el archivo Max Aub se conservan tanto la totalidad de las cartas de Balcells al escritor y viceversa (209 cartas en total), así como contratos y liquidaciones, y que el archivo Carmen Balcells (en el Archivo General de la Administración) es de suponer que contenga información jugosa sobre las gestiones para encontrarle editor en España, sorprende que aún nadie se haya enfrascado en una investigación a fondo de esa relación entre dos titanes del campo literario español.

De izquierda a derecha, Esther Tusquets, Magda Oliver, Max Aub y Carmen Balcells.

Fuentes:

Max Aub, La gallina ciega. Diario español, edición de Manuel Aznar Soler, Barcelona, Alba Editorial, 1995.

Max Aub, Diarios (1939-1972), edición de Manuel Aznar Soler, Barcelona, Alba Editorial, 1998.

José Monelón, «Carta abierta a Max Aub después de ver juntos una representación del San Juan en el teatro María Guerrero», Primer Acto, núm. 274 (mayo-julio de 1998), pp.11-15.

Carme Riera, Carmen Balcells, traficante de palabras, Barcelona, Destino, 2022.

Javier Sánchez Zapatero, «Lo que importa es España: proyectos para la recuperación editorial en el epistolario entre Max Aub y Carmen Balcells (1964-1972)», El Correo de Euclides, núm. 6 (2011) pp. 33-48.

Ignacio Soldevila, El compromiso de la imaginación. Vida y obra de Max Aub, Valencia, Biblioteca Valenciana, 2003.

Pedro Tejada Tello, «Humor, amistad y proceso creativo en el epistolario entre Max Aub y algunos de sus editores españoles», El Correo de Euclides, núm. 12 (2017), pp. 145-150.

La órbita de los Libros del Asteroide

Vistos retrospectivamente, una de las cosas que asombran de la media docena de títulos con que en 2005 se dio a conocer la editorial española Libros del Asteroide es la reputación y prestigio de los traductores con los que colaboró desde el primer momento: A la caza del amor, de Nacy Mitford (1904-1973) la tradujo Ana Alcaina (y la prologó el escritor José Carlos Llop); En busca del barón Corvo de A. J. A. Symons (1900-1941), apareció en la traducción de Jordi Beltrán ya publicada en 1982 en la Biblioteca Breve de Seix Barral; Los inquilinos de Moonbloom de Edward Lewis Wallant (19261-962), Miguel Martínez-Lage (1961-2011; reputado traductor de La vida de Samuel Johnson y de obras de Poe, Conrad, Faulkner y Beckett, entre otros) y con prólogo de Rodrigo Fresán; de la traducción de Dos inglesas y el amor de Henri Pierre Roché (1879-1959) se ocupó Carlos Manzano (conocido sobre todo por sus versiones de Proust, Céline, Joyce o Lowry, entre otros) y la prólogo el escritor y editor Antoni Marí; Historias de Pekin de David Kidd (1926-1996), Marta Alcaraz (traductora de un David Copperfield en Alba y luego habitual en Asteroide) y prologado por el sinólogo Manuel Ollé, y Suaves caen las palabras de Lalla Romano (1906-2001), de nuevo por Carlos Manzano y con prólogo de la narradora y ensayista Soledad Puértolas (hoy en la RAE).

Aun interpretándolo como un guiño malicioso a Planeta (editorial en la que trabajó en Planeta Actimedia y luego en márketing entre el año 2000 y el 2004), el nombre de la editorial que acababa de montar Luis Solano no pareció especialmente atractivo en ese momento, y los diseños de cubierta de sus libros obra del espléndido Enric Jardí (más tarde le sustituiría Jordi Duró), a dos tintas y combinando el tipo sabon con la más moderna gotham, aún no habían tenido tiempo de imponerse como una marca de la casa. En cambio, sí fue percibida enseguida como una editorial con vocación de recuperar libros o autores reputados en su momento que o bien habían pasado desapercibidos y ya no estaban disponibles en español o bien jamás habían sido traducidos; y también resultaba evidente que era una editorial que prestaba mucha atención a la forma de los libros.

Esto pesaría en la concesión ya en 2006 del Premio a la Mejor Labor Editorial que por entonces concedía el desaparecido programa televisivo Qwerty, pero el salto de crecimiento de Libros del Asteroide llegaría y se confirmaría de modo más ruidoso con el inicio de la trilogía Depford, de Robertson Davis (1913-2013) con El quinto en discordia (2006), curiosamente traducida por una profesional vinculada sobre todo a la fantasía y a la ciencia ficción y luego correctora de estilo de todo lo que tiene que ver con Juego de tronos, Natalia Cervera (y lo prologó Valentí Puig). La novela de Davis se llevó el premio concedido anualmente por los libreros catalanes a la mejor novela traducida y con tal motivo escribía Enrique Murillo en las páginas de El País:

Al igual que Periférica, Minúscula o Global Rythm Press, Asteroide forma parte de una generación de nuevos editores que están demostrando que el hueco editorial que dejan tanto los grandes grupos como los grandes sellos independientes es enorme. […] Solano y sus colegas de la nueva edición independiente son sobre todo vocacionales, no se juegan el dinero de un accionista invisible sino el suyo propio, hacen los libros de uno en uno y resucitan la mejor tradición editorial barcelonesa, la que en décadas diversas encarnaron José Janés, Carlos Barral, Beatriz de Moura o Rosa Regàs.

Además de esta consagración en las páginas de uno de los periódicos españoles más leídos, en aquel momento los parabienes le llegaban a Libros del Asteroide de todas partes: la crítica literaria más influyente, los libreros de referencia, los colegas editores más reputados, además de los lectores, que convirtieron varios de esos títulos iniciales en éxitos de venta notables (y en algunos casos imprevistos por completo).

En 2007 apareció en Libros del Asteroide un libro que desconcertó un poco en relación a lo publicado hasta entonces, pero no tanto por ser narrativa periodística sino sobre todo por tratarse de un autor español: El maestro Juan Martínez que estuvo allí, de Manuel Chaves Nogales (1897-1944), con prólogo de Andrés Trapiello. En los años noventa, Chaves Nogales había sido objeto de un cierto proceso de recuperación en el que tuvieron un papel tanto la colección El Libro de Bolsillo de Alianza Editorial, la editorial Espasa (que reeditó A sangre y fuego, cuya primera edición era de 1937 en la chilena Ercilla) o la editorial Clan, como algunas instituciones (y en particular la Fundación Luis Cernuda, que publicó en 1993 un volumen titulado inexactamente Obra narrativa completa). Este proceso prosiguió en los primeros años del siglo XXI, con ediciones importantes en Espasa (que reeditó A sangre y fuego en 2001 y 2006), Alianza y Espuela de Plata, sobre todo, y Libros del Asteroide se añadió a él con mucho convencimiento, publicando hasta cinco títulos (al que podría añadirse Tres periodistas en la revolución de Asturias, con José Díaz Fernández y Josep Pla) y, con el apoyo de la Diputación de Sevilla ‒aun cuando Solano nunca quiso ayuda institucional para publicar en catalán‒, una edición de Ignacio F- Garmendia de lo que hasta entonces se tenía por la obra completa de Chaves Nogales, prologada por dos de sus más conocidos valedores, Andrés Trapiello y Antonio Muñoz Molina.

Libros del Asteroide ha hecho de la edición de autores más que de novelas una de sus marcas de identidad (Robertson Davies, Maggie O`Farrell, Per Petterson, Jay McInerney, Nikolas Butler, Peter Cameron…), y progresivamente fue abriéndose a escritores en lengua española, incluidos los de lenguas peninsulares como el gallego y el catalán, así como a autores vivos. E incluso, con el tiempo, primeras obras de autores noveles.

Menos constancia ‒cabe suponer que por la competencia de los colegas en ese mercado tan restringido‒ tuvo Libros del Asteroide en cuanto a la publicación en lengua catalana, si bien Dolors Udina tradujo a esa lengua a Nancy Mitford y Wallace Stegner y Jordi Nopca a William Maxwell y Jetta Carleton, a las que hay que añadir las de Carles Miró de Robertson Davies, Ferran Ràfols Gesa de William Kennedy y Carles Sants de José Mauro de Vasconcelos.

En un tiempo bastante breve, y en un momento en que los círculos literarios españoles (y en particular la prensa) miraban a priori la aparición de las oleadas de editoriales pequeñas con buenos ojos, Libros del Asteroide se consolidó con relativa rapidez como un referente entre los lectores curiosos. Y de ahí no parece que nada vaya a moverla.

Fuentes:

Natalia Alonso, «Entrevista a Luis Solano de Libros del Asteroide», Billar de Libros.

Jaume Claret, «Entrevista a Luis Solano», Política & prosa, núm. 41, 2 de marzo de 2022.

Tina García, «Entrevista a Luis Solano, editor (Libros del Asteroide)», ¡Ah! Magazine, 30 de noviembre de 2014.

Laura Guizán, «Luis Solano, el gallego que dio vida a Libros del Asteroide»,  21 de marzo de 2012.

Sofía González Gómez, «Semblanza de Libros del Asteroide (2005- )» Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes – Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI) – EDI-RED, 2006.

Raquel Jimeno, «Entrevista a Luis Solano (Libros del Asteroide)», Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes – Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI) – EDI-RED, 13 de marzo de 2015.

Enrique Murillo, «Pequeño gran editor», El País, 5 de diciembre de 2006.

Charo Ramos, «Luis Solano: “Todos los escritores que publicamos son una reivindicación», Diario de Sevilla, 12 de mayo de 2019.

Oriol Rodríguez, «Cómo lo hice. Libros del Asteroide», Forbes, 13 de junio de 2018.

Primeras ediciones en español de Jorge Semprún

Se ha contado en muchas ocasiones cómo Jorge Semprún (1923-2011) concibió, escribió y finalmente logró publicar su primera novela, Le grand voyage (titulada inicialmente Un voyage), después de entregársela en otoño de 1962 a Monique Lange (1926-1996) en París, quien a su vez la hizo llegar a Claude Roy (1915-1997), hijo del pintor de origen español Félicien Marie Julien Claude Roy y por entonces miembro del comité de lectura de Gallimard; el peso del entusiasmo de ambos fue mayor que la indiferencia del también miembro del comité Jean Paulhan (1884-1968), quien escribió lacónicamente que no encontraba «Nada muy destacable. Tampoco nada detestable, en este relato honesto». Así pues, en 1963 Éditions Gallimard publicaba la primera novela de Jorge Semprún, que le catapultó enseguida al éxito tanto comercial como de la crítica.

No menos conocidas son las alusiones en La escritura y la vida a algunos textos literarios previos a esta novela inicial: unas «parodias de Mallarmé» y la obra de teatro en francés Soledad, escrita en 1947 y que en su momento no llegó a publicarse por oposición del Partido Comunista. Otras alusiones diversas a la obra poética de Semprún, e incluso algunos fragmentos de la misma, pudieron leerse años más tarde en la famosa novela Autobiografía de Federico Sánchez, donde incluso se referencia, por ejemplo, el poema inacabado «La primavera comienza en Barcelona» (número 7 de Cuadernos de Cultura, de 1952).

En 1953, en cambio, la Federación de Juventudes Socialistas Unificadas de España le publicó en España y clandestinamente ¡Libertad para los 34 de Barcelona!, obra teatral escrita en español sobre la huelga de los tranvías de 1951 en la capital catalana. En sus memorias, el editor Rafael Borràs Betriu menciona y cita parcialmente un poemario que debe de ser de por aquel entonces, Juramento de los españoles en la muerte de Stalin, 1879-1953, que describe como «un poema impreso en una sola cara en seis hojas de cartulina de color verde manzana, de formato 15 x 10,5 centímetros y atadas con un cordel de seda rojo, sin firma que acreditase la autoría, ni fecha ni pie de imprenta».

Así, pues, su primera obra publicada en español es bastante anterior a las colaboraciones de Semprún ‒una vez expulsado ya del Partido Comunista‒ en la famosa revista parisina de José Martínez Guerricabeitia (1921-1986) Cuadernos de Ruedo Ibérico (1965-1979), pero esta obra dramática de Semprún apenas fue accesible al común de los lectores hasta la publicación de su Teatro completo (2021).

En sus memorias cuenta el editor Carlos Barral (1928-1989) su versión de cómo la novela del debutante Jorge Semprún se impuso a La ciudad y los perros ‒con la que Vargas Llosa acababa de obtener el Premio Biblioteca Breve‒ en las votaciones del Premio Formentor de 1962, que, además de la dotación económica, conllevaba la traducción a las diversas lenguas en las que operaban los editores convocantes, y asigna un papel relevante en ella a Monique Lange y a su marido Juan Goytisolo (1931-2017).

Por desgracia, la censura franquista impidió que Barral publicara entonces en español Le grand voyage (si bien ese año se le permitió publicar K.L. Reich, de Amat-Piniella), y según consigna el 5 de julio 1964 Max Aub (1903-1972) en sus diarios, Joaquín Díez-Canedo, que tenía un trato con Barral, llegó a un acuerdo con Carlos Robles Piquer (1925-2018) para no publicarla en México a cambio de que dejaran entrar en España algunos de los libros por él editados. Añade además Aub que esa censura se debía, según le contó Díez-Canedo, a «la actitud del autor frente al régimen» más que al contenido de la obra, y en este sentido vale la pena insistir en que ese mismo año 1963 sí se autorizó la publicación una obra en cierto modo temáticamente emparentada con la de Semprún, K. L. Reich, de Joaquim Amat-Piniella (1913-1974).

Así pues, el siguiente texto en español de Semprún que llegara a los lectores fuera probablemente la traducción que Floreal Mazía (1920-1990) hizo de Que peut la littérature, un compendio de textos preparado por Yves Buin ‒de Simone de Beauvoir, Yves Berger, Jean-Pierre Faye, Jean Ricardou, Jean-Paul Sartre y Semprún‒ aparecido inicialmente en L’Herne, que en Argentina publicó la editorial Porto en 1966 en la colección Perfil del Tiempo, con un prólogo de Noé Jitrik, .

Le grand voyage no saldría en español hasta la edición limeña de Ediciones Huáscar (de 1969), en traducción de Esteban Sánchez, después de que Gallimard le publicara L’evanouissement en 1967 y La deuxième mort de Ramon Mercader en 1969 (con la que ganó el Premio Femina). Al año siguiente apareció traducida por Núria Petit en La Habana y editada por el Instituto del Libro en la colección Cacuyo.

Sin embargo, ese mismo año 1970 aparecía en el Libro de Bolsillo de Alianza una edición de El niño, de Jules Vallès (1832-1885) en traducción de Victoria Bastos (1921-¿?), acompañada de una nota crítica de Émile Zola (1840-1902) y de un prólogo de Semprún. También están fechadas ese año la edición caraqueña de La segunda muerte de Ramón Mercader, traducida por el argentino Eduardo Gudiño Kieffer (1935-2002) y publicada por Tiempo Nuevo en su colección Ancho Mundo, y la edición en la Biblioteca de Cultura Socialista de Ruedo Ibérico de La crisis del movimiento comunista, de Fernando Claudín (1915-1990), acompañado de un prefacio de Semprún.

Cuatro años más tarde, la combativa editorial barcelonesa Aymà publicó en su memorable colección Voz Imagen el guion firmado por Costa Gavras y Semprún de Z (o la anatomía de un asesinato político), en traducción de Enric Ripoll i Freixes (1928-1992) y con un prólogo de Jacques Lacarrière (1925-2005).

No fue hasta una vez muerto el dictador español cuando empezó a publicarse con cierta asiduidad en español la obra de Semprún. En 1976 pudo finalmente Seix Barral incluir en su emblemática colección Biblioteca Breve una nueva versión de Le grand voyage, traducida por Rafael Conte (1935-2009) y su esposa Jacqueline Imbert. En sus memorias, además de quejarse de lo exiguo del pago recibido por ese trabajo, afirma Conte que ya el 4 de diciembre de 1969 había sido el primero en dar noticia por extenso de su obra en francés en un artículo a toda página en Informaciones (y ténganse en cuenta que por entonces este periódico era tamaño sábana), si bien la censura hizo cambiarle el título original («Jorge Semprún o el destino del marxismo») por «Jorge Semprún o el destino de Occidente».

El mismo año aparecía editado por Elías Querejeta (1934-2013) el guion de la muy influyente y polémica El desencanto, de Felicidad Blanc (1914-1990), Juan Luis Panero (1942-2013), Leopoldo María Panero (1948-2014) y José Moisés Panero (1951-2004) precedido de un prólogo de Semprún. La película, dirigida por Jaime Chávarri y a la que la censura se había ocupado de cortar toda referencia a las experiencias sexuales del poeta franquista Leopoldo Panero (1909-1962) en la cárcel, fue escandalosamente retirada por su su productor (Querejeta) del Festival Internacional de San Sebastián de 1976 en protesta por la represión gubernamental en Euzkadi. Recuérdese que en marzo de ese año se habían producido los conocidos como «Sucesos de Vitoria», que se saldaron con cinco muertos y de los que se han señalado como corresponsables políticos a Manuel Fraga Iribarne (1922-2012), ministro de Gobernación, Adolfo Suárez (1932-2014), ministro de jornada por estar ausente de España Fraga, Alfonso Osorio (1923-2018), ministro de Presidencia, y Rodolfo Martín Villa, ministro de Relaciones Sindicales y el único inculpado ‒y no por la justicia española sino por la jueza argentina María Romilda Servini‒ por genocidio y crímenes contra la humanidad.

Semprún con las traducciones de Le grand voyage

Además del guion de Las rutas del sol (salido de la madrileña Imprenta Carmen Moreno), en 1977 aparece un prólogo de Semprún a 1919-1930: la rebelión de las masas, de Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003), publicado por Difusora Internacional, pero ese año quedará marcado por el Premio Planeta, dotado en esa convocatoria con cuatro millones de pesetas y que el autor obtiene con la novela Autobiografía de Federico Sánchez, y a él le seguirían en los años siguientes otros dos escritores considerados de izquierdas, Juan Marsé (1933-2020) y Vázquez Montalbán, en lo que retrospectivamente parece una operación muy consciente y planificada por parte de la editorial Planeta. En el primer volumen de sus memorias, el editor Rafael Borràs Betriu alude a los numerosos viajes que hizo a Madrid para convencer a Semprún de que se presentara al premio.

Una vez muerto Franco (y legalizado el PCE), pues, Semprún entra por la puerta grande de la edición española y sus libros siguientes no sólo serían publicados en español por la empresa de José Manuel Lara ‒excombatiente franquista pero sobre todo empresario‒, sino que además figuró como miembro del jurado del Premio Nadal (cuando la editorial que lo convocaba ya pertenecía a Planeta) que galardonó Beatriz y los cuerpos celestes, de Lucía Etxeberría, en 1998.

Fuentes:

Pierre Assouline, Gaston Gallimard. Medio siglo de edición francesa, traducción de Ana Montero Roig y prólogo de Rafael Conte, València, Edicions Alfons el Magnànim, 1987.

Max Aub, Diarios (1939-1972), edición, estudio introductorio y notas de Manuel Aznar Soler, Barcelona, Alba Editorial, 1998.

Carlos Barral, Memorias, edición de Andreu Jaume, Lumen, 2015.

Rafael Borràs Betriu, La batalla de Waterloo. Memorias de un editor, Barcelona, Ediciones B, 2003.

Concepción Canut i Farré, «Traducción o bilingüismo sempruniano», en Francisco Lafarga y María Luisa Donaire Fernández, coords., Traducción y adaptación cultural España-Francia, Oviedo, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, 1991, pp. 329-336.

Rafael Conte, El pasado imperfecto, Madrid, Espasa, 1998.

Lola Díaz, «Jorge Semprún, un caso particular de autotraducción», en V Encuentros complutenses en torno a la traducción, Editorial Complutense, Universidad Complutense de Madrid, 1995, pp. 265-268.

Ofelia Ferrán, «”El largo viaje” del exilio: Jorge Semprún», en El exilio literario de 1939, edición de Manuel Aznar Soler, Barcelona, Gexel, 1998, vol. 2, pp. 107-116.

Albert Forment, José Martínez: la epopeya de Ruedo Ibérico, Barcelona, Anagrama, 2000.

Una empresa legendaria de la edición gallega, la Imprenta Moret en su centenario

De la vinculación del poeta y dramaturgo español Federico García Lorca (1898-1936) con Galicia es prueba insigne el poemario Seis poemas gallegos, publicado en 1935 por la editorial Nós de Ánxel Casal (1896-1936) con un prólogo del también escritor Eduardo Blanco-Amor (1897-1979), pero no menos importante fue el estreno unos años antes (en 1932) en A Coruña de la compañía de teatro universitario dirigida por Lorca, La Barraca, que puso en escena Los dos habladores, de Cervantes, y La vida es sueño, de Calderón de la Barca.

Entre los seis mil asistentes a ese exitoso estreno, que se enmarcaba en una gira del grupo teatral La Barraca por Galicia y tuvo lugar en el Teatro Rosalía de Castro, se contaban algunos de los artistas e intelectuales más prometedores del momento, como es el caso del librero Xohán Xesús González (1895-1936), el escritor y luego editor Francisco Fernández del Riego (1913-2010), el entonces escritor y librero y más adelante editor Arturo Cuadrado (1904-1998), el pintor y escritor Luis Seoane (1910-1979) y el grabador y pintor Carlos Maside (1897-1958).

Del cartel de ese estreno, del que la editorial Alvarellos hizo en 2022 una edición fascimilar, se ocupó una de las empresas que mayor huella han dejado en la historia de la edición en gallego, la Imprenta Moret, fundada en junio de 1923 por Manuel Rodríguez Moret (1886-1958), quien en un anuncio de la empresa fechado el 19 de agosto de ese mismo año en el periódico Orzán se presentaba a sí mismo como «ex administrador y ex jefe de los talleres de El Noroeste».

Hijo de un militar destinado en A Coruña, el ourensano Rodríguez Moret se había iniciado siendo muy joven como aprendiz en la Imprenta Domingo Puga (empresa de referencia en cuanto a prensa coruñesa en la segunda mitad del siglo XIX), poco después de que en 1891 esta pasara a manos del librero y escritor Eugenio Carré Aldao (1851932). Con tan solo quince años, en 1900 pasa Rodríguez Moret a los talleres del periódico El Noroeste, donde a lo largo de los siguientes veintidós años irá ascendiendo hasta convertirse en el administrador.

Los Talleres de El Noroeste en 1922.

En 1923 monta su propia empresa, inicialmente con domicilio en el número 28 de la calle Marina, y ese mismo año se ocupa ya de dos volúmenes de cierta complejidad gráfica, el catálogo de la Tercera Exposición de Arte Gallego (57 páginas, con una docena de láminas, encuadernadas en rústica) y los Comentarios a la Tercera Exposición de Arte Gallego. Muy pronto empieza a hacerse cargo de los primeros números de la serie de novelas cortas de aparición quincenal puesta en marcha en 1924 por la editorial Lar de Leandro Carré Alvareños (1888-1976) y Ánxel Casas Gosenxe (1895-1936), la Biblioteca Lar (A miña muller, de Wenceslao Fernández Florez; O anarquista, de Leandro Pita; O pastor de doña Silvia, etc.), hasta que la Editorial Lar se hace con una imprenta propia. Cosa parecida sucedió con los primeros números del boletín quincenal de las Irmandades da Fala Galega, A Nosa Terra, que en 1926 pasarían a imprimirse en Lar.

Más tarde, en junio de 1925, la Imprenta Moret se traslada a su ubicación más conocida en la calle Galera, número 48, y en los años siguientes se hace cargo de la impresión de la revista Galicia Gráfica (1926-1929) y de algunas publicaciones institucionales, como el Boletín del Instituto Provincial de Higiene de la Coruña (1928) o la Guía de la Coruña (1929) de la Oficina Municipal de Información y Propaganda. Con el traslado se inicia también su actuación como editorial, que arranca trompicadamente con una selección de Poesías (1925) de Valentín Lamas Carvajal (1849-1906) que pretendía iniciar una Biblioteca Escollida de Autores Gallegos que, sin embargo, no tuvo continuidad. La obra va precedida de un prólogo del profesor Juan González del Valle (1898-1941), quien más tarde publicaría artículos en revistas como Nova Galiza y Hora de España y tras la guerra acabaría sus días gaseado en Mauthausen-Gusen.

De 1931 es la segunda edición, corregida y aumentada, de la Gramática de la Lengua Galega, del académico Manuel Lugrís Freire (1863-1940), y del año siguiente Portugal e Inglaterra, del ex primer ministro luso Francisco da Cunha Leal (1888-1970). Un poco posteriores son el pionero Vocabulario castellano-galego das Irmandades da Fala (1933), anónimo pero obra del lexicógrafo Salvador Mosteiro Pena (1896-1982) y la Ética general (1934), del profesor de instituto Ramón del Prado, en un momento en que ya va trazándose una imagen general del tipo de libros que se le encargan a esta imprenta, libros en los que la ilustración es importante por un lado y obras académicas y de estudio por otro.

Durante la guerra civil ‒en la que Galicia cayó enseguida en manos de los sublevados fascistas‒, la Imprenta Moret siguió activa, y de 1937 son por ejemplo la tercera edición de Principios de técnica agrícola e industrial y economía, del catedrático de instituto Antonio Roma Fábrega (1900-1973), pero también La ola roja en España, su estela, asesinatos, robos, incendios, violaciones, daños, del magistrado Hilario Núñez de Cepeda; de 1938, el famoso ensayo de Evaristo Correa Calderón (1899-1986) Arte métrica y de 1939 Cuartel de Simancas ¡Presente!, de la presidenta de la organización falangista Mujeres al Servicio de España Matilde Vela Bermúdez.

Acabada la guerra, de la Moret salió el grueso de la obra de la maestra e inventora Ángela Ruiz Robles (1895-1975), célebre póstumamente por haber creado la enciclopedia mecánica, que con razón se ha señalado como antecedente del libro electrónico: Compendio de ortografía castellana (1940), Ortografía castellana práctica (1940), Ortografía castellana rápida (1940), Breve mecanografía al tacto (1941), etc.

En la posguerra fue francamente escasa la presencia del gallego en Moret, pero no del galleguismo aunque tuviera que ser en lengua española: en 1949 salía el primer volumen de una colección de Escritores Galegos, La vocación de Adrián Silva, de Ramón Otero Pedrayo (1888-1976), que tuvo una cierta continuidad con Una cabaña en el cielo (1952), de Xosé María Álvarez Blázquez (1915-1985) y la Biografía de Curro Enríquez (1954), de Celso Emilio Ferreiro (1912-1979). Un paso más allá lo constituye en 1959 la publicación del poemario de Antón Avilés de Taramancos (Xosé Antón Avilés Vinagre, 1935-1992) A frauta i-o garamelo, pero tampoco esta iniciativa tuvo continuidad y la presencia del gallego no fue incrementándose hasta la década de 1970.

Para entonces, se había hecho cargo el hijo del fundador, Robustiano Rodríguez Outón (que como curiosidad había obtenido autorización judicial para usar también el apellido Rodríguez-Moret), quien en 1968 había trasladado la empresa a la calle Marqués de Amboaxe número 16. Finalmente, bajo la gerencia de la tercera generación (Manuel Rodríguez-Moret) y en una situación económica difícil, la imprenta se integró en el Grupo Sargadelos de Isaac Díaz Pardo (1920-2012) y en 1980 se convirtió en Gráficas de Castro-Moret.

Fuentes:

Anónimo, «Moret, imprenta-editorial», en Edicion en Galiza durante a etapa franquista.

Anónimo, «Imprenta Moret» en Galiciana. Biblioteca Dixital de Galicia.

Manel Cráneo, «Arqueología de la ilustración gráfica en A Coruña y sus orígenes industriales (1910-1920)», Coruña Gráfica, 30 de octubre de 2017.

Xurxo Martínez González, «Semblanza de Domingo Puga (1842- 1879)», en EDI-RED Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI), 2018.

Prudencio Viveiro Mogo, «Semblanza de la Colección Lar (A Coruña, 1924-1928)». en EDI-RED Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI), 2019.

Andrés R., «Imprenta Moret (1929)», en Iusnaufragii,  16 de mayo de 2020.