El exiliado español Martínez Dorrien y la industria editorial colombiana

En una carta del presidente de la República Española Manuel Azaña (1880-1940) al poeta Juan José Domenchina (1898-1959) fechada el 1 de abril de 1939, le confiesa que sus gestiones ante el presidente de Colombia destinadas a obtener ayuda para quienes acababan de perder la guerra no habían obtenido los resultados que deseaba, y añade: «En Colombia, quien tiene influencia es Martínez Dorrien».

Fernando Martínez Dorrien, con su esposa Isabel Sanabria y sus hijos Eugenio y Fernando (más tarde arquitecto prestigioso), había llegado a Colombia a mediados de 1938 procedente de París (adonde se había trasladado al inicio de la guerra civil española), y para ello contó con la intercesión de Manuel Marulanda (embajador colombiano en España) y sobre todo del escritor Jorge Zalamea Borda (de quien había sido vecino en Madrid) ante el presidente Eduardo Santos Montejo, lo que contribuye a explicar que en el puerto estuviera esperándole el gobernador de la provincia y pudiera entrar en el país con los fondos suficientes para vivir con razonable comodidad. Fue muy probablemente el primer exiliado republicano español que se estableció en Colombia.

Una de las primeras iniciativas de Martínez Dorrien a su llegada al país fue crear la Editorial Bolívar e importar de México una vieja rotativa monocolor del semanario deportivo Match l’Intran ‒que acababa de comprar Jean Prevost para convertirlo en Paris-Match‒ y crear el Semanario Gráfico Ilustrado Estampa, cuyo primer número apareció en noviembre de ese mismo año 1938 bajo la dirección de Jorge Zalamea (1905-1969) y con Gilberto Owen (1904-1952) ocupando el puesto de jefe de redacción. Apenas un año después, esta revista ilustrada ya era descrita como «la publicación más moderna que se hace en Colombia».

De este modo, de la mano de Martínez Dorrien, hacía entrada en Colombia el rotrograbado (o huecograbado), que permitió una mayor nitidez y variedad cromática de las publicaciones colombianas y contribuyó de un modo notable a modernizar la imagen del periodismo ilustrado del país. Adicionalmente, habían llegado también de México Armando y Álvaro Manzanilla, Felipe Martínez, Manuel Bueno de la Vega, Federico Tor, Juan Soubran y Maclovio Jiménez, cuya misión era formar a operarios colombianos en fotomecánica, grabado y montaje. Así pues, parece evidente que la iniciativa de Martínez Dorrien dio un impulso importante al desarrollo de las artes gráficas colombianas.

Owen y Zalamea en 1937.

En las páginas de Estampa pueden leerse con cierta regularidad textos de republicanos españoles exiliados en Colombia, como son los casos del por entonces delegado en Colombia de la Junta Española de Liberación, José Prat García (1905-1994), que se hizo cargo de la crítica teatral; el abogado y periodista Julio Navarro Marzo (1915-2001), que pasaría luego a las páginas de El Gráfico y años después desarrollaría una exitosa carrera periodística en Venezuela, o el más tarde importante editor y escritor Clemente Airó (1918-1975). Aun así, la amplísima mayoría de los colaboradores habituales eran periodistas y escritores colombianos, a los que si algo unía era una posición ideológicamente más zurda que diestra.

Simultáneamente, la editorial (cuyos talleres estaban en la confluencia de la carretera 6 con la calle 46 de Bogotá) cerró un contrato con el Ministerio de Educación para obtener el monopolio en cuanto a la edición de los libros de texto de bachillerato, lo que blindaba su viabilidad económica (aun cuando al parecer varias editoriales lo habían rechazado por considerarlo un mal negocio). También casi al mismo tiempo, y acaso para rentabilizar la inversión, en enero de 1939 se puso en pie la revista humorística y profusamente ilustrada Guau guau, que dirigía Ximénez (José Joaquín Jimémez ¿1911?-1946) y que aglutinó a los humoristas y caricaturistas colombianos jóvenes más importantes, pero desapareció tras el cuarto número por motivos que en las páginas de Estampa no acaban de explicarse de modo convincente (resumiéndolo mucho, que no obtuvo el impacto e influencia deseados).

Chaves Nogales.

Mayor importancia incluso, debido sobre todo al contexto histórico, tiene la aparición en septiembre de 1939 de Estampa en la guerra, con el mismo equipo director y que mantiene el mismo formato y aspecto general que su publicación hermana. De hecho, ya en Estampa el desarrollo de la guerra civil española había tenido una cobertura importante, en la que en términos literarios destaca entre otras la publicación de «Por qué cayó Barcelona», del escritor sevillano Manuel Chaves Nogales (1897-1944), en el número correspondiente al 11 de febrero de ese año, que se presenta además como «Especial para Estampa». Curiosamente, cuando en 2020 Abelardo Linares recuperó este texto y lo publicó de nuevo en Mediodía. Revista Hispánica de Rescate lo describía ya como escrito sin firma para Match y publicado en español en la revista mexicana Hoy, pero sin mención a su circulación por Colombia. Sin embargo, sirviéndose de material proporcionado sobre todo por agencias de prensa estadounidense, Estampa en la guerra se proponía cubrir las consecuencias de la guerra civil española y el desarrollo de la segunda guerra mundial.

Tras la desaparición de Estampa en la guerra, de los talleres de la Editorial Bolívar salió entonces la revista Esfera (subtitulada «semanario de información y crítica»), con el mismo equipo directivo y en la que repetían muchos colaboradores (como Prat García, por ejemplo) y se añadían otros (como el que fuera en España catedrático de Derecho Mercantil antes de exiliarse José de Benito). Y también se producen a finales de 1939 cambios en el equipo directivo de la empresa que afectarán progresivamente a su trayectoria. Siempre con Gilberto Owen como jefe de redacción, tras ser sometido a un acoso vehemente y constante por parte de la prensa derechista, Jorge Zalamea abandona la dirección y esta pasa a manos de José Umaña Bernal, a quien tras unos meses sustituye Jorge Zamora Pulido y finalmente Ricardo Tanco.

Por lo que se refiere a los talleres, ya en marzo de 1944 se había contratado a Pedro Pablo Beltran como técnico encargado del buen funcionamiento de las imprentas (a las que al parecer se les daba un ritmo muy intenso), por doscientos cincuenta pesos mensuales. Después de abandonar la empresa en julio de 1947, Beltrán presentó una demanda contra la empresa que permite conocer algunos detalles de su funcionamiento. Según sus alegaciones, por indicación de sus superiores, además de las tareas que figuraban en su contrato se convirtió en:

Columna de León De Greiff en Estampa.

Supervigilante del resto de los trabajadores de la empresa y sirvió, además, como maquinista de la rotativa y de la cosedora, sin que le hubieran reconocido y pagado estos servicios especiales y adicionales; que por causas ajenas a su voluntad, debido a los continuos daños que sufrían las máquinas y por ser muy difícil el conseguir repuestos para ellas, el demandante se vio obligado a ejecutar su labor en horas nocturnas, sin que le hubiesen pagado la sobrerremuneración correspondiente y que la Editorial tiene un capital superior a doscientos cincuenta mil pesos.

En su defensa, la empresa explicó que:

Beltrán trabajó como «jefe de máquinas» y más tarde en otras actividades que se le encomendaron en la Revista Estampa, como tirada, cosida, refilada, composición, etc.; [y que] se debe tener en cuenta que la remuneración como jefe de máquinas quedó fijada en doscientos pesos al mes y la correspondiente a los servicios adicionales se fijó pericialmente en cuatrocientos pesos mensuales.

Lalinde Botero.

Aunque fue una revista muy longeva, el carácter innovador de Estampa fue diluyéndose progresivamente, cosa que se agravó con las sucesivas deserciones de sus colaboradores. Sin embargo, Martínez Dorrién siguió muy metido en el sector de la edición de revistas. Así, por ejemplo, participó en la creación de otra revista singular, ya en la década de 1950, que surgió de la iniciativa de una empresa de Medellín dedicada a la confección textil, Indulana-Everfit, de la que a su vez nació la empresa Aberdeen. Esta última se marcó como objetivo impulsar la moda masculina, y Martínez Dorrien creó para ello la Revista Adán, que dirigió el periodista y escritor Luis Lalinde Botero y se imprimió en los talleres de la Bolívar (valga señalar que no tenía ninguna relación con la posterior revista argentina Adán. Entretenimiento para gentilhombres de la editorial Abril de Cesare Civita). El primero de julio de 1955 aparecía el número inicial de Adán, cuyos cien mil ejemplares se distribuían gratuitamente, y en sus páginas pudieron leerse las firmas de algunos de los periodistas más prestigiosos del momento, como Calibán (Enrique Santos Montejo, 1886-1971), a quien la dictadura militar de Rojas Pinilla había clausurado el periódico El Tiempo pero lo había sustituido ya por Intermedio, al filósofo y botánico Enrique Peláez Arbelóez (1896-1972), al periodista y político del Partido Liberal Juan Lozano y Lozano (1902-1979), al poeta e historiador Alberto Montezuma Hurtado (1906-1986), al célebre columnista de El Espectador y previamente colaborador de Estampa Lucio Duzán (1914-1976), que publicó entre otros textos la comedia en un acto Un hogar feliz, al filólogo y crítico literario Antonio Panesso Robledo (1918-2012), que procedía también de El Tiempo

Tal vez jamás se manchara los dedos de tinta, pero es muy digna de recuerdo la influencia de Martínez Dorrién en el sector editorial colombiano.

Fragmento en el que aparece el nombre de Martínez Dorrien en un informe de la embajada franquista en Colombia acerca de la presencia de «rojos» y «derrotistas» españoles a los que había que vigilar, reproducido en el libro de José Ángel Hernánes García La guerra civil en Colombia, Bogotá, Universidad de la Sabana, 2006.

Fuentes:

Alberto Escobar Wilson-White, dir., Atlas histórico de Bogotá, 1911-1948, Bogotá, Planeta, 2006.

José Manuel Azcona y José Ángel Hernández, Tránsito migratorio y relaciones bilaterales España-Colombia, Madrid, Editorial Dykinson, 2021.

Antonio Cajero Vázquez, «Gilberto Owen en la revista Estampa (Bogotá, 1928-1942)», Literatura Mexicana, vol. 22, núm. 2 (2011), pp. 101-119.

Mª Ángeles Hermosilla Álvarez, «Cartas inéditas de Manuel Azaña a Juan José Domenchina», Anuario de Estudios Filológicos (Universidad de Extremadura), núm.  5 (1982), pp. 69-79.

Jimena Montaña Cuéllar, «Semanario gráfico ilustrado Estampa: El inicio de la modernidad en una publicación periódica», Boletín Cultural y Bibliográfico, vol. 37, núm. 55 (2000), pp. 3-65.

Juan Benavides Patrón, Sergio Antonio Ruano y Gustavo Salazar G., «Sentencia del Tribunal Supremo del Trabajo fechado en Bogotá el 15 de mayo de 1952», Gaceta del Trabajo. Órgano del Tribunal Supremo del Trabajo, Bogotá, Imprenta Nacional, tomo VIII, núms. 65 a 71 (enero a julio de 1952), pp. 200-206.

Antonia Kerrigan, rumores y el Crack

En su biografía de la agente literaria Carmen Balcells (1930-2015), la escritora y profesora Carme Riera esclarece en buena medida la leyenda urbana según la cual «en una discusión con Carmen, que acabó en altercado, Antonia [Kerrigan, 1952-2023] tiró por la ventana la máquina de escribir a la mismísima plaza Calvo Sotelo, hoy Francesc Macià, sin importarle el peligro descalabratorio que tal ataque de furia implicaba. Otros menos dados a la hipérbole aseguran que lo que tiró, y no por la ventana, sino al suelo, fue un mazo de papeles».

Cualquier barcelonés que conozca mínimamente su ciudad sabía ya bien que la versión de la máquina de escribir era poco menos que imposible, porque cuando Antonia Kerrigan fue despedida de la agencia ésta se encontraba ‒y se encuentra‒ en el número 580 de la Avinguda Diagonal, haciendo esquina con la calle Casanova, mientras que el edificio que colinda con la mencionada plaza Macià es el número 600 (a más de trescientos metros). Bastará recordar que el récord de lanzamiento de peso femenino (4 kilos) está en el año 2023 en 22,63 metros para comprender que hacer llegar una máquina de escribir desde la agencia hasta la plaza era una proeza atlética imposible. Sin embargo, más adelante en la misma biografía, en unas páginas dedicadas a comentar la trayectoria de algunas discípulas de Balcells, la cosa queda bastante aclarada.

Nacida en París en el seno de una familia muy estrechamente vinculada con la literatura ‒su padre era el poeta y traductor Anthony Kerrigan y su madre Elaine antologó la poesía de Robert Graves y tradujo a Cortázar, Ana María Matute y Borges, entre otros‒, Antonia Kerrigan se trasladó de Mallorca a Barcelona para iniciar estudios de Medicina, pero los abandonó cuando, por intercesión de Eduardo Mendoza, le surgió la oportunidad de abandonar las clases de inglés que por entonces impartía para entrar a trabajar en la agencia de Carmen Balcells. Inicialmente, las cosas marcharon viento en popa, hasta que, según reiteró a Carme Riera, la famosa agente empezó a tomarle ojeriza y a convertirla en motivo de broncas injustificadas.

Según conocemos ahora la «famosa» escena, esta se produjo con motivo del despido de Kerrigan ‒del que no se especifican los motivos, si los hubo‒ y la desencadenó la reticencia de Balcells a indemnizar a su empleada, quien abrió la ventana del despacho en que se encontraban (que en todo caso daría a la calle Casanovas, o bien a la Diagonal) y amenazó con tirar por la ventana el pliego de contratos por firmar que llevaba en las manos. Ahí empezó una negociación, y una vez cerrada ésta Magda Oliver (1933-2013) acompañó a Kerrigan a la puerta después de que ésta amenazara con poner su propia agencia en la esquina de la misma calle.

No enseguida, pero cumplió esa amenaza, y años después de crear Antonia Kerrigan Agencia Literaria, la trasladó al número 22 de la Travessera de Gràcia, esquina con la calle Casanovas. Previas al despegue definitivo de la agencia son las publicaciones de una serie de traducciones que llevan la firma de Kerrigan aparecidas en Gustavo Gili (libros de arquitectura), Ediciones B (Frank de Felitte, Sandra Brown) y sobre todo en Plaza & Janés (Asimov, Dean Koontz, Tom Robbins, A.C. Andrews…). Curiosamente, salvo error, la primera traducción de Kerrigan había sido, ya en 1971, la del texto teatral de Vladimir Nabokov escrito originalmente en ruso Vals y su invención, publicada por Barral Editores.

Durante un tiempo, Kerrigan actuó como representante en España de la editorial chilena Andrés Bello, y, aunque posiblemente siempre se la recordará sobre todo por haber sido la agente del exitosísimo Carlos Ruiz Zafón (1964-2020), en su catálogo se acumularon tanto autores españoles como latinoamericanos: los chilenos Sergio Missan y José Ignacio Valenzuela; los peruanos José de Pierola y Alonso Cueto; el nicaragüense Sergio Rodríguez; la cubana María Landa; los colombianos Gustavo Bolívar, Sergio Álvarez y Laura Restrepo; el venezolano Juan Carlos Méndez Guédez; los argentinos Cristina Civale y Marcelo Luján… Sin embargo, resulta sobre todo llamativa la enorme presencia de escritores mexicanos (Mario Bellatín, Rosa Beltrán, Sergio Pitol, Ricardo Chávez, Adriana Díaz Enciso, Alberto Ruy Sánchez, Margo Glantz, etc.), y fue este interés por la literatura mexicana la que la convirtió en uno de los impulsos más importantes de la conocida como «generación del Crack» (Ricardo Chávez Castañeda, Vicente Herrastia, Pedro Ángel Palou, Ignacio Padilla, Eloy Urroz, Jorge Volpi), que la propia Kerrigan explicó del siguiente modo a Carles Domènec:

En 1994, fui a la Feria de Guadalajara en México y vi que había muchos autores interesantes. Tres años más tarde, Jorge Volpi vino a la agencia. Él formaba parte del grupo mexicano llamado El Crack, con cuyos miembros he trabajado.

El año 1994 es precisamente el que a menudo se ha señalado como germinal de este grupo, que hasta 1996 no publicaría el Manifiesto Crack conjuntamente con las novelas de cinco de ellos: La conspiración idiota de Chávez Castañeda (que en 1994 había obtenido el Premio José Rubén Romero pero seguía inédita), Si volviesen sus majestades de Padilla (en Nueva Imagen), Memorias de los días de Palou (en la Editorial Joaquín Mortiz), El temperamento melancólico de Volpi (en Nueva Imagen) y Las rémoras de Urroz (también en Nueva Imagen). Sí acababa de publicarse en cambio en 1994 Tres bosquejos del mal, un libro conformado por tres relatos de Padilla, Urroz y Volpi, editado por Siglo XXI y con portada de Carlos Pelleiro.

Sandro Cohen

Si por entonces alguna empresa aglutinaba o se asociaba a este grupo era la editorial mexicana Nueva Imagen, si bien, según contó a Leopoldo Lezama, el proyecto le llegó a Sandro Cohen (1953-2020) cuando estaba aún en Planeta:

El manifiesto fue parte del lanzamiento, pero el proyecto venía desde antes. Cuando yo trabajaba en editorial Planeta en tiempos en que estaba frente al Parque hundido, por ahí del año 95, Eloy Urroz, quien había sido mi alumno en las becas INBA-FONAPAZ, me trajo un altero de libros y me dijo: «estas novelas forman parte de una empresa literaria, pues nosotros compartimos algunas ideas estéticas y literarias importantes». Y me dijo: «hay una novela de Jorge, otra de Ricardo, de Nacho, de Pedro Ángel y una mía, y, pues, a ver qué te parecen». En eso yo me cambié de trabajo y me fui a Grupo Patria Cultural con todas las novelas. Me las llevé porque ahí no les interesaban. […] yo protegí el proyecto, porque Nueva Imagen estaba moribunda: publicaban libros de Guadalupe Loaeza. Y yo llegué e hice lo que hice antes en Joaquín Mortiz, que fue revivirla con buenas novelas y libros de cuento. Entonces decidimos revivir Nueva Imagen con los libros del Crack, y sí revivió…

En cuanto a la internacionalización del Crack, se ha señalado en cambio el año 2000 como una fecha clave, entre otras cosas porque en la edición de la feria Liber de ese año el país invitado era precisamente México. Poco tiempo antes, en 1999 y mientras estudiaba en la Universidad de Salamanca, Jorge Volpi se había presentado ante Antonia Kerrigan con el manuscrito de En busca de Klingsor, que muy poco después ‒no sin ciertos rumores maledicientes‒ obtendría el Premio Biblioteca Breve de Seix & Barral, al que seguiría enseguida el Premio Primavera de Espasa Calpe para otro representado por Kerrigan de la misma cuerda, Ignacio Padilla (por Amphytryon). En palabras de Carlos Redondo Olmedilla, «Ambas eran novelas históricas que se movían en la transcontinentalidad y ambas iban a propiciar un revulsivo editorial «a lo boom” donde Carmen Balcells es igual a boom, como Antonia Kerrigan es igual a Crack».

Mario Muchnik

Se daba la muy oportuna circunstancia, además, de que Mario Muchnik (1931-2022) acababa de publicar el ya mencionado Tres bosquejos del mal y el poco original título Paraíso clausurado, de Palol, en la editorial que comandaba por entonces (El Aleph), y por si algo faltara la revista barcelonesa Lateral publicó el Manifiesto Crack en su número de noviembre, en lo que tenía toda la pinta de operación bien orquestada. En una conversación con Tomás Regalado López, Pedro Ángel Palou contó algunas de las circunstancias de ese «desembarco» del Crack en Europa y del papel protagónico que tuvo en él Antonia Kerrigan:

lo recuerdo como uno de los viajes más divertidos de mi vida, porque todo se fue concatenando de una manera muy particular: en pláticas y pláticas Antonia Kerrigan, que era la agente de todos en ese entonces, y Joaquín Palau, el editor, empezaron a plantear la posibilidad de no publicar Paraíso clausurado sola: mejor relanzar al Crack. A partir de ahí es un tema estrictamente de producción, de lo que cualquier marxista llamaría de producción y distribución, pues ningún autor del Crack tenía novelas nuevas: a Volpi, con una perspicacia muy grande, se le ocurrió reimprimir Tres bosquejos del mal, este inicio de la publicación colectiva del Crack escrito por Eloy, Nacho y Jorge […] En España nos enfrentamos con cosas tan absurdas como que no se podía publicar Tres bosquejos del mal porque quedaban ejemplares todavía de Tres bosquejos del mal de Siglo XXI en México; en el contrato aparecía que Muchnik se comprometía a comprar los remanentes para poder editarlo. Queríamos incluir a Vicente Herrasti, que no estaba en las primeras novelas del Crack no porque no fuera parte desde el inicio sino porque cuando salieron las novelas del Crack no había novela de Vicente: estaba terminando Taxidermia y no estaba para publicar. Entonces decidimos reeditar Diorama, su novela publicada en Joaquín Mortiz, era una muy buena manera de que entráramos todos; como sucedió con Tres bosquejos del mal y Siglo XXI, se llegó un acuerdo de caballeros, pues había aún ejemplares en México del Diorama de Joaquín Mortiz. 

Del crack al el boom va un mundo en términos estéticos, pero, aunque los contextos y los azares de uno y otro fenómeno nada tuvieran que ver, el éxito que en su momento tuvo tal vez demuestre hasta qué punto Antonia Kerrigan fue buena discípula.

Urroz, Volpi, Padilla y Palou.

Fuentes:

Carles Domènec, «Antonia Kerrigan: “los agentes literarios somos unos ludópatas» (entrevista), Última hora, 6 de junio de 2006.

Sergi Doria, «Muere Antonia Kerrigan, la agenta literaria detrás del “boom” de La sombra del viento», Abc, 11 de mayo de 2023.

José Antonio Guerrero, «Palabra de Kerrigan», La Verdad, 19 de octubre de 2017.

Antonia Kerrigan: leer con pasión, Entrevista Radio 5, 29 de septiembre de 2011.

Leopoldo Lezama, «El Crack o la renovación de la novela mexicana», Confabulario (suplemento de El Universal), 9 de abril de 2016.

Eduardo Ramos-Izquierdo, «De escrituras y artificios en la ficción latiniamericana actual», Rassegna Iberistica, vol. 39, núm. 106 (diciembre de 2016).

Carlos Redondo-Olmedilla, «El «Crack» y su generación: exégesis de la fisura», Confluencia, vol. 31, núm. 2 (primavera de 2016), pp. 72-84.

Tomás Regalado López, «Una conversación con Pedro Ángel Palou», Letralia. Tierra de Letras, núm 261 (20 de febrero de 2012).

Tomás Regalado López, «”La literatura latinoamericana sólo queda como un ficticio objeto de estudio para la academia.” Entrevista a Jorge Volpi», Pasavento. Revista de Estudios Hispánicos, vol III, núm. 1 (invierno de 2015), pp. 187-193.

Carme Riera, Carmen Balcells, traficante de palabras, Barcelona, Debate, 2022.

Karen Rojas Andia, «Antonia Kerrigan: “No creo que la consagración de autores de habla hispana pase por España”», Gestión, 12 de julio de 2019.

Sergio Vila-Sanjuán, «Muere la agente literaria Antonia Kerrigan», La Vanguardia, 11 de mayo de 2023.

Alfred Monrós y Ramón J. Sender, «Reflejos de España»

«[Alfred] Monrós es bien conocido y no necesita presentación», escribió a principios de la década de 1960 Ramon J. Sender (1901-1982) en uno de sus textos menos conocidos. Sin embargo, es evidente que hoy, al contrario, toda presentación se queda necesariamente corta; incluso la fecha de su nacimiento es dudosa. Se ha ofrecido a menudo como la más fiable el 12 de abril de 1910, aunque también hay quien la retrotrae a 1900, si bien en ambos casos en Barcelona.

Alfred Monrós en su estudio en Montreal.

De los años previos a la guerra civil, poco o nada parece saberse de su formación como dibujante, más allá de que, según contó a Pierre Saucier, esta se inició cuando contaba veinticuatro años. Santi Barjau reproduce en su blog un cartel creado durante la guerra que lleva la firma A. Monrós: se trata de un cartel (traduzco) de «Ajut Català, una sectorial de mujeres de Esquerra Republicana de Catalunya encargada de acoger en la retaguardia a la población más afectada por la acción de los ejércitos franquistas» y sugiere como fecha probable 1937. Sin embargo, aunque es indudable que existieron, tampoco parecen haberse conservado otras obras de esa misma época de Monrós, o cuanto menos no se le han atribuido correctamente.

Dibujo de Monrós en Reflejos de España.

Se menciona también en las breves biografías accesibles que participó en la Exposició de Dibuix i Gravat organizada por la Junta d’Exposicions d’Art de Catalunya en la Sala de Exposiciones del Casal de la Cultura de Barcelona y celebrada entre el 10 y el 26 de noviembre de 1938, cuando ‒si nació efectivamente en 1910‒ Monrós tendría unos veintiocho años. En este certamen, un jurado formado por Josep Dunyac, Francesc Domingo, Emili Bosch i Roger, Enric Ricart y Sebastià Gasch otorgó el Premi Tomàs Padró a Joan Junyer (1904-1994), el Premi Marià Fortuny a Xavier Nogués (1873-1941), el Premi Planas i Dòria a Josep Granyer (1899-1983) en la categoría de dibujo y a Josep Narro (1902-1904) en la de grabado y dos premios de la Junta a Joan Commeleran (1902-1992) y Enric Cluselles (1914-2014), el más joven de los galardonados.

Finalizada la guerra, Monrós pasó la mayor parte de su vida en la zona francófona del Canadá adonde, después de haber pasado un tiempo (difícil de precisar) en París y Toulouse, llegó hacia 1952. En Montreal se integró en la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) y la Solidaridad Internacional Antifascista, y compaginó su trabajo como profesor de artes plásticas con la ilustración de panfletos, folletos y publicaciones periódicas anarquistas, al margen de exponer su obra en salas canadienses (hizo retratos de Pablo Picasso y Pau Casals, entre otros).

En 1963 se publica el libro en el que Monrós cuenta con la colaboración de Ramón J. Sender como prologuista, Reflejos de España, editado en Montreal por la Federación local de la CNT-AIT y que consta de doce láminas sueltas en carpeta, precedidas del breve texto senderiano en español, francés e inglés (también las breves descripciones de las obras aparecen en versión trilingüe).

El tema, como puede suponerse fácilmente por el título, son los desastres de la guerra y sus secuelas, la persistencia de la represión política en España, y sobre los dibujos que lo componen ha escrito Inés Escudero Gruber, acaso quien más y mejor las analizado:

se declaran realistas y se acentúan con ciertas tildes expresionistas visibles en los rasgos alargados y oscuros que se complementan con contadas metáforas y alegorías. El artista dio prioridad a la línea sobre el color trabajando a partir de figuras bien definidas en su contorno, que obtienen volumen y detalles gracias al sombreado al carboncillo. En algunos casos, sin embargo, quiso jugar con los contrastes de luces y sombras y renunciar al sombreado, como si algunas de las figuras estuvieran inacabadas

El histórico activista José María Carreras, quien, perteneciendo a la Sociedad de Peluqueros de Sant Martí, había participado en el primer congreso de Solidaridad Nacional (septiembre de 1908), dedicó a esta carpeta un breve pero elogioso artículo en Espoir (núm. 129, 21 junio de 1964), pero poco rastro más parece haber dejado esta publicación de Monrós-Sender, de la que en ninguna parte se indica ni la tirada (que es de suponer que fuera corta) ni tampoco el año de publicación.

Tanto Carreras como Sender sitúan la obra de Monrós en la tradición goyesca de Los desastres de la guerra, y en buena medida el segundo, si bien destaca algunos de los dibujos como los que más le han impresionado, parece seguir bastante de cerca las parcas apreciaciones y reflexiones del escritor aragonés (por entonces exiliado en Estados Unidos). 

Muertes para mi valle.

Por su parte, Monrós firmó también las tres ilustraciones que acompañaron la publicación en 1967 de Patìu nella giungla del Satarì, de Bruno Valvesia, aparecida en Novara (Italia), así como, ya en la década de 1970, ilustraciones para algunas de las publicaciones periódicas anarquistas del exilio más importantes de Europa (como Cénit, por ejemplo).

También de esa década, de 1976 concretamente, es la publicación del poemario elegíaco del también exiliado en Canadá Federico Arcos Martínez (1920-2015) Momentos. Compendio poético, en el que se ha percibido la influencia de la poesía romántica española, así como la de Machado y León Felipe. La primera edición apareció en Detroit (Michigan) a cargo del grupo Black Red, en cuyo periódico afín Fifth Estate Arcos colaboró a menudo. La impresión la llevó a cabo la cooperativa Detroit Printing Co-Op creada por los anarquistas de origen checoslovaco Fredy Perlman y Danielle Aubert con una offset Harris de más de medio siglo de veteranía. La misma editorial lo reimprimió en 2004.

Ilustración de Momentos.

No consta que antes de su muerte, en septiembre de 1995, Alfred Monrós publicara más dibujos, aunque están por ver algunos libritos de poesía infantil firmados por Adrienne Messier (Battement d’ailes, Premières envolées y La magie des choses) y publicados por la pequeña editorial Beauchemin en los primeros años sesenta.

Fuentes:

Anónimo, con fotografías de J. J. Sénecal, «L’exposition d’octobre révélera Alfred Monros», La Patrie (Montreal) 30 de septiembre de 1956, pp. 97 y 117.

José María Carreras, «Arte y antifranquismo», Espoir, 21 de junio de 1964, p. 5.

Diari Oficial de la Generaliat de Catalunya, 20 de noviembre de 1938, pp. 684-685.

Inés Escudero Gruber, «La guerra perenne. Persistencias de un conflicto en imágenes», en Alberto Castán Chocarro, Concha Lombra Serrano y María Pilar Poblador, coords., El tiempo y el arte. Reflexiones sobre el gusto, IV, Diputación Provincial de Zaragoza- Institución Fernando el Católico, 2018, pp. 433-444.

Estel Negre, «Alfred Monrós Julià (1910-1995)».

«Recordando a Federico Arcos», texto basado en el discurso que David Watson pronunció en el homenaje a Federico Arcos en el Cass Cafe de Detroit el 19 de julio de 2015, traducido por Antonia Ruiz Cabezas, en el blog de la Fundación Anselmo Lorenzo.

Pierre Saucier, «Alfred Monros, compatriote de Clavé et Picasso a transporté broses et chévalet a Montreal. Entrevue a un classique de notre temps», La Patrie (Montreal) 22 de agosto de 1954, pp. 80-81 y 90.

«Persona non grata», de Jorge Edwards (1931-2023), festín ecdótico.

Cuando se publicó la primera edición de Persona non grata, su autor, Jorge Edwards (1931- 2023), hacía ya veinte años que, siendo aún un veinteañero estudiante de Derecho, se había estrenado como escritor con la recopilación de cuentos El patio («El regalo», «Una nueva experiencia», «El señor», «La virgen de cera», «Los pescados», «La salida», «La señora Rosa» y «La desgracia»), de la que aparecieron solo quinientos ejemplares bajo los auspicios del editor español exiliado en Chile Carmelo Soria (1921-1976), con fecha de junio de 1952 y enriquecida con una viñeta del también exiliado Emilio Piera en la portada. Además de muy buena acogida por parte de la crítica, uno de estos textos fue incluido en la influyente recopilación preparada por Enrique Lafourcade (1927-2019) Antología del nuevo cuento chileno (Zig-Zag, 1954) ‒«Los pescados», al que añadió el entonces inédito «La herida»‒ y  volvió a incluir a Edwards en Cuentos de la generación del 50 (Editorial del Nuevo Extremo, 1959) ‒«A la deriva», cuento que aparecería luego en Gente de la ciudad‒.

De la edición de Gente de la ciudad, que incluye los cuentos «El funcionario», «El cielo de los domingos», «Rosaura», «A la deriva», «El fin del verano», «Fatiga», «Apunte»  y «El último día», y se plantea como un homenaje al Dublineses de Joyce, se ocupó la Editorial Universitaria, que lo publicó en 1961 y poco después le valió a su autor el Premio Municipal de Literatura de Santiago, en la categoría de cuento.

Sin embargo, tras un posgrado en diplomacia en la Universidad de Princeton, en 1962 Edwards es nombrado secretario de la embajada de Chile en París, donde permanecería hasta 1967 y donde escribiría la novela El peso de la noche (1965), ganadora de los premios Atenea y Pedro de Oña, y los cuentos reunidos en La máscara («Después de la procesión», «La experiencia», «Griselda», «Adiós Luisa», «Los domingos en el hospicio», «Los zulúes», «Noticias de Europa» y «El orden de las familias»), publicados ambos, a instancias de Mario Vargas Llosa, por la barcelonesa Seix Barral.

Jorge Edwards en los años cincuenta.

Carlos Barral, tras comentar el empleo de la urgencia como argucia para imponer determinadas obras al jurado del Premio Biblioteca Breve de novela, cuenta en sus memorias cómo fue el caso de El peso de la noche, que por entonces tenía el título provisional de La selva gris:

Era una operación, esta del previo compromiso con un novelista que inspirase confianza, llena de peligro y que no siempre salía bien. […] Otras veces se corrió el riesgo y efectivamente salió mal, como en el caso de El peso de la noche, de Jorge Edwards, que yo había ido a buscar a París guiado por Vargas Llosa en septiembre de 1963, el año del premio a Vicente Leñero [por Los albañiles]. Pero el libro no estaba maduro y necesitaba más reposo. Seguramente se malogró con aquellas prisas. Lo publiqué un año más tarde, sin premio, y fue coronado después con dos galardones chilenos de cierta resonancia en el confín austral.

Ya de regreso en Chile, en 1969 se publicaba en la colección diseñada por Mauricio Amster Cormorán, de la Editorial Universitaria, una selección de sus relatos preparada y prologada por Enrique Linh (1929-1988) y titulada Temas y variaciones. Antología de relatos, con la que por segunda vez obtuvo Edwards el Premio Municipal de Literatura de Santiago.

Así pues, cuando en diciembre de 1973 Seix Barral publica la primera edición de la inclasificable Persona non grata ‒que, como es bien sabido, nace de la experiencia del autor como diplomático en La Habana, después de que Salvador Allende lo pusiera al frente de la embajada chilena en Cuba‒, la carrera literaria de Jorge Edwards no era singularmente nutrida pero sí había obtenido un reconocimiento crítico amplio y muy notable. Por otra parte, la infame llegada al poder de Pinochet en Chile había puesto un abrupto punto y final definitivo a su carrera diplomática. Así lo contaba el autor en el epílogo a una edición de Persona non grata de 2006:

Se produjo el golpe de Estado del once de septiembre de 1973, y yo, que ya gozaba de los primeros días de permiso en el pueblo catalán de Calafell, retuve mi manuscrito y le agregué las páginas de aquel «Epílogo parisino» acerca del golpe militar de mi país. En octubre de ese mismo año fui expulsado del servicio diplomático chileno por la junta militar; me encontré, en la práctica, como exiliado en España y, por primera vez en mi vida, escritor a tiempo completo.

De esa primera edición de 1973 en Seix & Barral, a la que precedía un breve prólogo en el que se cuenta el origen del libro y la coyuntura política en Chile, se hizo ese mismo año una primera reimpresión y una segunda al año siguiente, pero en 1975 ya aparecía una segunda edición en Grijalbo, si bien las diferencias tanto estructurales como textuales entre una y otra son nimios. En el Chile pinochetista, el libro no obtuvo el llamado «permiso de circulación» ‒no lo conseguiría hasta 1978‒ y el único modo en que circuló fue de manera clandestina, pero aun así fue comentado en la prensa y en Valparaíso se imprimió incluso una edición pirata y expurgada del capítulo «Sobre las olas» (que recrea la visita oficial del buque escuela chileno La Esmeralda a Cuba).

Desde su misma creación el libro estuvo indeleblemente marcado por el contexto político e incluso por el posicionamiento ante el mismo de los intelectuales latinoamericanos, y particularmente de los escritores y críticos que habían asentado su posición en el campo literario como consecuencia del llamado boom. En este sentido, es elocuente el ya mencionado «Epílogo parisino». Por ello mismo, no sorprende en exceso que en esa edición no se cuente apenas nada de Lezama Lima (1910-1976), por ejemplo, uno de los autores a los que Edwards más frecuentó en Cuba y que sólo se explica porque en esos momentos el escritor cubano seguía residiendo en la isla y eso podría perjudicarle (aún más).

En 1982, la misma editorial publica una segunda edición que se presenta como «versión completa» y a la que precede un interesante y muy citado nuevo prólogo en el que Edwards cuenta, por ejemplo, que recibió una propuesta de traducir el libro al polaco, siempre y cuando aceptara que se mutilaran de él lo que eufemísticamente llama «pasajes subjetivos»; además esta edición restituye muchos pasajes que el propio Edwards había autocensurado del manuscrito original. Así, aparecen por primera vez en esta edición alusiones no solo al ya fallecido Lezama Lima, sino también al poeta Heberto Padilla (1932-2000), que en 1980 se había establecido en Nueva York. Esa fue la edición que dio pie a un conflicto con el gobierno chileno cuando, en contra de la propia legislación pinochetista para estos casos, en la aduana del aeropuerto de Santiago se retuvo una partida de dos mil ejemplares sin intervención previa del Ministerio del Interior. Además del daño moral al escritor, eso se tradujo en unos gastos de almacenaje inesperados que llevaron a Seix Barral a plantearse incluso reembarcar los libros, pero se optó por dar batalla y tanto Edwards (en calidad además de fundador del Comité de Defensa de la Libertad de Expresión) como la editorial (en la persona de Jorge Ovalle Quiroz) presentaron recurso de protección ante la Corte Suprema de Apelaciones.

Además de una reimpresión en Seix Barral al año siguiente, ese mismo texto fue publicado también por Plaza & Janés en 1985, pero casi una década más tarde, en 1991, la también barcelonesa Tusquets Editores publica en su colección Andanzas una nueva edición con variantes muy significativas. En este caso se mantiene el prólogo de 1982 pero se le antepone otro adicional, y aun en el año 2000, cuando se publica en la colección Tiempo de Memoria, esos dos prólogos pasan a convertirse en apéndices y se le antepone otro prólogo explicativo y actualizador («Prólogo para generaciones nuevas»).

El siguiente cambio notable se da en la edición de la madrileña Alfaguara en el año 2006, cuando se eliminan los paratextos anteriores y, además de actualizar algunos pasajes, se le añade un nuevo epílogo, «La doble censura», en el que se cuenta, por ejemplo, el asombro que produjo en su agente (Carmen Balcells) que cierto editor alemán ‒no especifica cuál‒ le advirtiera preventivamente de que no deseaba recibir un ejemplar de lectura para evaluar su posible traducción porque había tomado ya la decisión de no hacerlo, y cómo la firmeza y constancia de la negativa de diversos editores alemanes explica que no se publicara en ese país hasta treinta años después de su primera edición. En este sentido cabe señalar que por ejemplo en Venezuela Persona non grata no se publicó (por la caraqueña Editorial El Estilete) hasta el año 2017.

Unos años antes, en 2013, había aparecido en la colección Debolsillo una nueva edición que eliminaba el prólogo de 2006 y el epílogo parisino y anteponía en cambio un nuevo texto preliminar, y en 2015 aparecería con el prólogo «Cuarenta y tantos años». Añádase que a medida que habían ido falleciendo algunos de los personajes mencionados y cuya mención explícita podía ser problemática para ellos se han ido aclarando en las sucesivas ediciones y se han actualizado muchos detalles, lo que hace de Persona non grata un festín ecdótico.

Polémica y desafortunada edición francesa, en Plon, a la que se añadió una coletilla al título que molestó profundamente al autor porque restringía el tema de la novela a la situación en Cuba.

Fuentes:

Juan Carlos Chirinos, «El rey siempre va desnudo», The Objective, 15 de marzo de 2023.

Jorge Edwards, Persona non grata, edición de Ángel Esteban y Yannelis Aparicio, Madrid, Cátedra (Letras Hispánicas), 2015.

Gerardo Fernández Fe, «Edwards, micrófonos, camarones principescos», Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 787 (enero de 2016), pp. 52-69.

Memoria chilena.

s.f., «A la justicia el caso Persona non grata», El Mercurio, 18de diciembre de 1982.

Del primer libro de Miguel Ángel Asturias a una edición del Popol Vuh

En el primer libro publicado de Miguel Ángel Asturias (1899-1974) es posible, retrospectivamente, advertir algunos indicios de por dónde discurriría luego su obra mayor (Hombres de maíz, Mulata de tal, Leyendas de Guatemala, etc.), como es el caso del interés por las culturas indígenas de su país o el empleo de la antropología como herramienta para la creación literaria, por ejemplo. El hecho de que en 1971 (en El problema social del indio y otros textos) todavía revisara y corrigiera algunos de los planteamientos y afirmaciones de ese librito inicial es indicativo de la importancia que él mismo le concedía y de la impronta que dejó en su obra posterior.

Miguel Ángel Asturias en 1922.

Previamente, Asturias había dado a conocer un capítulo de la novela inacabada e inédita El acólito de Cristo en Studium, así como algunos textos en El Imparcial y Tiempos Nuevos, pero Sociología guatemalteca. El problema social del indio es su primer libro. Con él culmina, en cierto modo, la etapa universitaria de Asturias, jalonada por su participación en la Asociación General de Estudiantes Universitarios, la creación de la Universidad Popular (en la que se impartieron gratuitamente cursos y conferencias a los más desfavorecidos) o la organización de las huelgas que en la primavera de 1920 contribuirían a derrocar al dictador liberal Manuel Estrada Cabrera (1857-1924).

Sociología guatemalteca fue la tesis con la que en 1923 Asturias se doctoró como abogado en la que entre 1875 y 1918 y entre 1920 y 1944 fue conocida como Universidad Nacional (y desde entonces rebautizada como Universidad de San Carlos de Guatemala, o USAC) y obtuvo el máximo galardón que ese centro otorga, el Premio Gálvez.

Como era habitual en las publicaciones de este tipo en este centro, se hizo cargo de ella uno de los primeros talleres privados que en Guatemala dispuso de una linotipia (una August Mergenthaler de 1884), la Tipografía Sánchez y De Guise, que desde 1898 se había hecho muy célebre por sus revistas-calendarios (muy parecidos a los almanaques) y cuyo nombre aludía a José Víctor Sánchez y Víctor Manuel De Guise (primos por línea materna).

El Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas ofrece algunos datos sobre un Luis de Guise nacido en Escuintla entre 1877 y 1887 que pueden llevar a confusión. Este Luis, hijo natural de Elena de Guise, contaba en 1900 con «un reconocido taller tipográfico situado en la Avenida El Golfo 21 en la ciudad de Escuintla», cosa que sería poco menos que imposible si hubiera nacido en 1887 (contaría trece años). Sin más transición, menciona luego un par de los títulos obreristas del mexicano Juan de Dios Bojorquez (1892-1967) salidos, ciertamente, de la Tipografía de Sánchez y De Guise, y añade que en 1929 este Luis de Guise fue detenido por imprimir folletos subversivos. Por su parte, Thelma Judith Mayen García menciona en su tesis la Imprenta de Sánchez y De Guise y la Imprenta de Luis de Guise como dos empresas distintas surgidas ambas entre 1894 y 1918.

Sin embargo, la Tipografía Sánchez y De Guise tuvo su razón social en la Octava Avenida Sur 24 (que luego sería Octava Avenida 12-58 Zona 1) de la Ciudad de Guatemala, y el cofundador no era Luis sino Víctor Manuel de Guise, a quien en el número del 8 de enero de 1934 del Diario de Centroamérica (p. 14) ‒del que fue director su primo y socio José Víctor Sánchez‒ se le describe como «inteligente tipógrafo». Además, se tiene como fecha de la fundación de Sánchez y De Guise el 13 de noviembre de 1893.

Al parecer, en fecha indeterminada, los dos primos hicieron un largo viaje para comprar en Alemania y Estados Unidos la maquinaria necesaria para poner en marcha el negocio, y en cuanto a su financiación hay algunos datos interesantes. En el Diario de Centro-América correspondiente al jueves 21 de abril de 1892 aparece un anuncio con el siguiente texto: «Se venden dos diligencias de la clase, grandes, sólidas y de la mejor construcción, con aparato encima para cargar equipajes. Informará Don José Víctor Sánchez en la Tipografía de la Unión». Esto tal vez permita suponer que José Víctor Sánchez estaba por entonces trabajando en La Unión y recabando fondos para poner en marcha el negocio, si bien su nieto ha contado que si pudo ser socio capitalista fue gracias a la inesperada aportación de los ahorros de la madre de José Víctor Sánchez. Esto también podría llevar a confusión, porque a principios del siglo XIX había surgido una imprenta La Unión que dirigía Juan José de Arévalo, pero también la Imprenta El Progreso fue rebautizada como Imprenta La Unión y aun había una tercera con el mismo nombre, y una Unión Tipográfica (que durante un tiempo se llamó La Royal, para luego recuperar su nombre). Sin embargo, su nieto afirma que trabajaba en la Tipografía Nacional (fundada en 1894) y que incluso llegó a dirigirla.

Quizás arroje un poco de luz saber que, por lo menos en 1901, el Diario de Centro-América (dirigido por Manuel Dardón Vasoncelos y con Manuel Hernández como administrador), lo imprimía la Tipografía La Unión, pues ya se ha mencionado el vínculo entre José Víctor Sánchez y este periódico.

Sánchez y De Guise había sido tradicionalmente, desde principios del siglo XX, una impresora de publicaciones periódicas, como El Estudiante de Comercio, La Reivindicación del Progreso, El derecho, La familia cristiana, La Cruz, Fígaro, El Mercurios, El Anunciador, El Grito del Pueblo, El Mercurio, El Pueblo, etc. Sin embargo, bastante antes de la tesis de Miguel Ángel Asturias, de la Tipografía Sánchez y De Guise ya habían salido algunos libros, como es el caso, ya en 1897, de la Corona fúnebre que a la memoria del licenciado Antonio Machado y Palomo dedican sus amigos (en su portada la dirección de la empresa aparece consignada como 8ª calle Poniente núm. 5). Y en los años inmediatamente previos a la tesis de Asturias había salido de sus talleres el voluminoso segundo tomo del clásico La América Central ante la Historia. (Época colonial, el reino de Guatemala) (1920), del político, historiador y polígrafo Antonio Batres Jáuregui (1847-1929) ‒el primer tomo lo imprimieron Marroquín Hermanos y el tercero la Tipografía Nacional ‒, así como, el mismo año, un Informe presentado al señor ministro de Relaciones Exteriores, del político y periodista Marcial García Salas, que había dirigido La República y en 1909 había adquirido a la estadounidense Margenthaler otra de las primeras linotipos del país.

Del mismo año que la tesis de Asturias es uno de los mencionados libros de Juan de Dios Bojórquez, Crónicas de México. Calles (1923), al que seguiría poco después La actual situación de México (1924), pero de esa misma década son también el cuarto tomo de El Libro de las Efemérides (1920), del periodista e historiador Federico Hernández de León (1882-1959), las obras de quien es considerado uno de los insignes antecedentes del realismo mágico, Rafael Arévalo Martínez (1884-1975) ‒La Oficina de Paz de Orolandia (1925) y Las noches en el Palacio de la Nunciatura (1927)‒ o una compilación de la obra del filósofo hondureño José Cecilio del Valle (1777-1834) preparada por José del Valle y Jorge del Valle Matheu, ya en 1930.

Sin embargo, quizá el libro más interesante salido de estos talleres sea el Manuscrito del Chichicastenango (Popoj Buj) ‒más conocido como Popol Vuh o Libro del Consejo‒, que según explica el extenso subtítulo reúne «Estudios sobre las antiguas tradiciones del pueblo quiché», acompañados del «Texto indígena fonetizado y traducido al castellano», así como de «Notas etimológicas y grabados de sitios y objetos relacionados con el célebre Códice guatemalteco». Sus autores son J. Antonio Villacorta, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, y Flavio Rodas, inspector de monumentos arqueológicos y miembros ambos de la Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala, y lo enriquecían ilustraciones de Carlos A. Villacorta en zinografía de las que se ocuparon los Talleres de Artes Gráficas de Carlos Matheu.

Al margen del indudable interés del libro y del esmero que se puso en su elaboración, es también valioso por dejar constancia en su colofón de muchos datos acerca de los trabajadores y colaboradores de la imprenta y de cuáles eran las ocupaciones de cada uno de estos profesionales:

Fuentes:

Centro Histórico de Guatemala, con fotografías de Boris de León, «Museo de la Imprenta Sánchez y De Guise», en la web del Centro Histórico de Guatemala.

José Luis Escobar, «La compra ideal en diciembre», Prensa Libre, 13 de noviembre de 2016.

José Luis Escobar, «La imprenta, arte y oficio de pocos», Prensa Libre, 8 de enero de 2017.

Thelma Judith Mayen García, Aproximación histórica al Museo de la Tipografía Nacional de Guatemala (2000-2013), tesis de licenciatural presentada en la Universidad San Carlos en 2014.

Aracelly Krisanda Mérida González, El periodismo escrito en la ciudad de Guatemala durante los años 1900-1925, trabajo de maestría presentado en la Facultad de Humanidades de la Universidad San Carlos en 2003.

Omar Lucas Monteflores, Omar y Arturo Taracena Arriola, Arturo (2022), «De Guise, Luis», en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas (2022).

Hugo Duarte y las dificultades de la edición en el Paraguay

«Editar era, por decirlo así, una determinación política con frecuencia arriesgada. Esa cualidad de formar parte de la “resistencia” se ha perdido en la pseudotransición, que sigue hasta ahora sin aportar nada significativo ni a nuestra sociedad ni a nuestra cultura.»

Hugo Duarte, «La condición editorial», 2002.

Augusto Roa Bastos.

La del cuento «Lucha hasta el amanecer», de Augusto Roa Bastos (1917-2005), si damos credibilidad a las declaraciones de su autor, es una de las historias creativas más interesantes de la narrativa latinoamericana del siglo XX (lo que no es decir poco).

Cuando se publicó por primera vez en el número de enero-marzo de 1978 de la revista fundada en Xalapa por el profesor uruguayo Jorge Ruffinelli Texto Crítico (pp. 3-8), lo precedía un texto explicativo fechado en Toulouse en 1978 en el que el autor explicaba su origen remoto:

Este cuento, el primero que escribí, quedó perdido y olvidado durante más de una treintena de años. Durante esos años de amnesia, de seguro no inocente, dudé incluso que lo hubiese escrito alguna vez. Llegué a pensar que el tal cuento no fuese más que una nebulosa de proyecto literario […]

Cuando hacia 1968 comencé a compilar Yo El Supremo, encontré el cuento esfumado entre las páginas del Tratado de la pintura, de Leonardo da Vinci, libro que yo aprecio particularmente y que me enseñó a ver el sentido del mundo como un vasto jeroglífico en movimiento pero cuyos signos son tal vez indescifrables.

La publicación en esta revista se presenta, pues, como la reconstrucción de un «manuscrito roto, casi ilegible y al que le faltaban dos páginas» escrito cuando el autor contaba unos trece años, pero que Paco Tovar describió como «verdadero núcleo generador del proceder literario roabastiano y piedra de toque en donde confluyen la biografía, las reflexiones y los sueños del autor, a la luz de la violencia y de la muerte».

Un poco después se publicó este trascendental relato en el número 33 de la revista francesa Caravelle, con el mismo texto introductorio, pero su primera edición en forma de libro es la que estrena la ambiciosa colección Linterna, creada en el seno de la editorial paraguaya Arte Nuevo.

Primera edición de Yo el Supremo (1974).

La editorial Arte Nuevo fue creada en Asunción a partir de la imprenta homónima por Hugo Duarte Manzoni (1956-2013), nieto de José María Duarte, quien a su vez a principios del siglo xx había sido el impulsor de la Imprenta y Librería La Mundial (que publicó por ejemplo Nuestra epopeya, de Juan Emiliano O’Leary, en 1919). Retrospectivamente, la reputada guitarrista Berta Rojas recordaba la escrupulosidad y esmero del joven Duarte como impresor:

Hugo era mi «imprentero». El director de la imprenta Arte Nuevo donde imprimí casi todos mis programas de conciertos, afiches, folletería a lo largo de mi vida artística. Pronto en mi carrera, Hugo me enseñó que con la calidad no se transa, que cuando alguien toma en sus manos un producto impreso con tu nombre, el papel tiene que ser de la mejor calidad porque se tiene que «sentir» el profesionalismo ya desde el tacto.

Por su parte, el propio protagonista dejó por escrito los motivos que le llevaron a emprender la aventura de convertirse en editor de libros en un mercado difícil como el paraguayo:

Como hombre de imprenta tenía la ventaja de contar con mi propia impresión, y todo empezó como un intento de ver convertidos en libros algunos textos que me interesaban, además de mis propios títulos. Entonces como ahora, yo no tenía demasiadas expectativas de que la cultura, en el Paraguay, pudiera ser un buen negocio. Sin embargo, creí que podría autosustentarse; y que, a largo plazo, un movimiento editorial iría creando su propio público, cosa que, evidentemente, no ocurrió.

Más allá de algunas revistas, folletos, impresos menores y de la colección Estudios Folklóricos Paraguayos (que se estrena con Angu’a Pararä y Estacioneros, de José Antonio Gómez-Perasso y Luis Szaran), Arte Nuevo se da a conocer pues con ese importante librito de Roa Bastos, con diseño de cubierta de Gerardo Escobar e ilustraciones de Jorge Aymar, de cuarenta y cinco páginas y del que, según consta en el colofón, el 26 de septiembre de 1979 se terminaron de imprimir en los talleres gráficos Arte Nuevo los mil quinientos ejemplares de los que constó la edición (y que fue la cifra habitual de los libros publicados por esta editorial).

Más adelante llegaría la recopilación de textos memorialísticos de Juan Rivarola Matto (1933-1991) La belle époque y otras hadas (1980), y progresivamente se crearía una identidad de editorial con vocación literaria pero también muy comprometida con la historia (con la creación de una serie específica) y la no ficción. El propio impresor-editor es uno de los autores de Rasmudel o el relato de tres relatos (1983), con el poeta, actor y dramaturgo Moncho Azuaga (Ramón Sosa Azuaga, n. 1952) y el ya mencionado Jorge Aymar, con ilustraciones de Ramón Rojas Veia (n. 1956).

Entre los libros de carácter no ficticio publicados por Arte Nuevo en los primeros años de su andadura destacan, por su singularidad, el breve ensayo del profesor de la Universidad Estatal de Texas Charles L. Carlisle La mujer en la ficción de Ana Iris Chaves de Ferreiro (1982), acaso el primer ensayo importante acerca de la obra de una de las mujeres más importantes en la vida intelectual paraguaya de su tiempo, y, por el renombre de su autora y la influencia cultural que ejerció, el estudio histórico de la exiliada española Josefina Pla (1903-1999) Los británicos en el Paraguay 1850-1870 (1984).

De 1985 es la publicación de una obra ambiciosa y que según Hugo Duarte «llevaba veintinueve años esperando editor», la Enciclopedia guaraní-castellano de Ciencias Naturales y conocimientos paraguayos (1985), del doctor Carlos Gatti, quien hacía con esta obra una contribución decisiva para preservar un rico acervo lingüístico y cultural en peligro de extinción.

Del año siguiente es el poemario De Gua’u. La gente no cambia, de Jorge Canese (n. 1947), a quien durante la dictadura de Stroessner habían censurado y secuestrado la primera edición del poemario Paloma blanca, paloma negra (publicado en 1982 por la editorial Botella del Mar del exiliado español Arturo Cuadrado).

Al año siguiente aparecen tanto el poemario de Óscar Ferreriro El gallo de la alquería y otros compuestos y la novela del mencionado Rivarola Matto La isla sin mar, como la compilación de artículos de Hugo Rodríguez Alcalá (1917-2007) La incógnita del Paraguay y otros ensayos, libro que, coincidiendo con el regreso del eminente crítico literario a su país natal tras su jubilación, reúne textos divulgados previamente en revistas de diversos países pero inéditos en el Paraguay, donde además apenas habían circulado (y entre los que se cuentan algunos tan interesantes como «Sobre Elio Vittorini y Juan Rulfo: dos viajes en la cuarta dimensión» o «La narrativa paraguaya entre 1960 y 1970», entre otros).

Hugo Duarte aún publicaría otro libro en Arte Nuevo, Drogas en Asunción. Más allá del miedo (1989), undécimo número de la Serie Ensayos y que apareció precedido de un prólogo de Jorge Kanese, y si bien el propio editor reconocía que económicamente el proyecto era inviable debido a su propia incapacidad para generar y hacer crecer su propio público («editar para vender, en dos o tres años, mil ejemplares, era una pérdida de tiempo y dinero», escribió), Arte Nuevo llegó a publicar medio centenar largo de interesantes títulos antes de la muerte de Duarte.

Fuentes:

Liliana M. Brezzo, Andrea Tutté y Ricardo Scavone Yegros, «Notas para una historia del libro y la edición en el Paraguay», publicado en texto en El Nacional en tres partes: 24 de octubre de 2021, 31 de octubre de 2021 y 7 de noviembre de 2021, y disponible también en versión vídeo.

Hugo Duarte Manzoni, «La condición editorial. Un acercamiento a las condiciones culturales y editoriales en el Paraguay en los últimos años del stronismo y los primeros de la transición», América sin nombre, núm. 4 (diciembre de 2002), pp. 23-27.

M. Mar Langa Pizarro, Guido Rodríguez Alcalá en el contexto de la narrativa histórica paraguaya, tesis doctoral presentada en 2001 en la Universidad de Alicante.

José Vicente Peiró Barco y Guido Rodríguez Alcalá, Narradoras paraguayas, Asunción, Expolibro, 1999.

Portal Guaraní.

s.f., «Hugo Duarte Manzoni deja huellas de cultura y amistad», Última hora, 22 de enero de 2013.

Paco Tovar, «”Lucha hasta el alba”, de Augusto Roa Bastos. Fábula restaurada de un texto recuperado», Scriptura, núm. 1 (1986), pp. 91-96.

Paco Tovar, «Vueltas de memoria: Contravida, de Augusto Roa Bastos», Anales de Literatura Hispanoamericana, núm. 28 (1999), pp. 1223-1235.

Imprès a Catalunya: Lluís Guia durante la guerra civil española

Durante la guerra civil española, incluso en los momentos más duros de la misma, una imprenta barcelonesa apenas conocida dio a la luz algunos de los libros en catalán más interesantes que se publicaron aquellos años, como es el caso del volumen que recoge la traducción de Manuel Valldeperes (1902-1970) de la obra teatral de Ramón J. Sender (1901-1982) El secret (1937) junto con la añeja versión de Carles Costa de La cartera de Octave Mirbeau (1848-1917), quizá la primera traducción de una obra de Hemingway (Torrent de primavera, en 1937) o el volumen en que Josep Janés (1913-1959) compila algunos poemas representativos de Federico García Lorca (1898-1936) para su colección, creada durante la guerra, Oreig de la Rosa dels Vents.

La imprenta en cuestión era la de Lluís Guia, de la que no es fácil hallar muchos datos, pero que junto a la Clarasó, la de Joan Sallent en Sabadell, los Tallers Gràfics Irlández y la Impremta de la Casa d’Assistència President Macià (lo que fuera la Casa Reial de Caritat) se contó entre las más activas en cuanto a la impresión de libros en catalán en el período comprendido entre mediados de 1936 y principios de 1939, si bien en casi todos los casos se trataba de libros muy breves debido acaso a la creciente escasez de papel disponible o tal vez a las propias limitaciones de empresa.

En la primera década del siglo XX (desde por lo menos 1914 y hasta 1926 si no más allá) se ocupó de publicar el Anuario comercial (Guía Nacional de Industria y Comercio) un Lluís Guia Pascual, que es posible que cuanto menos sea la misma empresa que luego imprimiría libros de literatura durante la guerra, pues ya tenía como sede el número 6 de la calle Villarroel.

El jueves 10 de agosto de 1922 aparece en la quinta página del periódico La Veu de Catalunya la siguiente noticia en la que se menciona a Guia Pascual (traduzco del catalán):

Del suceso de la calle Sepúlveda: Según nota de la policía, referente al suceso en la plaza Sepúlveda, la detención de Antoni Balagueró Marquès la llevó a cabo el civil Heribert Palau Rodoreda, quien pese a no llevar armas le plantó cara, sujetándolo y entregándolo al cabo del sometent del distrito de la Universitat y a los dos agentes de Vigilància.

Se encuentra en prisión, a disposición del Jutjat del Sud. Francesc Marcet Cunillera, otro de los autores del robo a mano armada de la calle Sepúlveda, ha sido reconocido también por don Lluís Guia Pascual, propietario de un establecimiento de la calle Villarroel, y uno de sus dependientes como uno de los autores del hurto de una máquina de escribir, el pasado día 28 de julio, en el mencionado comercio, habiendo huido y sin que se pudiera atraparlo.

Otra constancia de la continuidad de este negocio aparece en el Butlletí Oficial de la Generalitat de Catalunya del 23 de noviembre de 1934, en el que Lluís Guia figura en el apartado de Arts Gràfiques del censo de posibles votantes elaborado para las elecciones al Consejo de Gobierno de la Cámara Oficial del Libro.

Después del golpe militar de julio de 1936, Lluís Guia publicó, por lo menos ocasionalmente, algunos libros para la editorial Barcino (cliente sobre todo de la Clarasó, pero también de La Renaixença y de Joan Sallent), para la Casa Editorial Bosch (que generalmente imprimía también en la Clarasó), para la Llibrería Millà (de muchos de cuyos libros se ocupaba la imprenta de Agustín  Núñez) y sobre todo para los diversos proyectos de Josep Janés, de quien pasó a convertirse en imprenta de referencia.

En la vorágine de los días iniciales de la guerra, y conocidos sus vínculos con la Federació de Joves Cristians, Janés vio cómo buena parte de sus fondos fueron destruidos y se le sustrajo todo el papel que tenía almacenado para proseguir con la publicación de sus Quaderns Literaris, que venía imprimiendo en los mismos talleres en que se tiraban las publicaciones periódicas que por entonces dirigía (Diario del Comercio y la revista Rosa dels Vents). Tras ser colectivizado el periódico y dimitir como director del mismo, Janés creó unas Edicions de la Rosa dels Vents (y desde 1937 la Biblioteca Rosa dels Vents), si bien, con el propósito de dejar constancia de la continuidad de su colección emblemática, siguió indicando la numeración correspondiente de los nuevos títulos en tanto que Quaderns Literaris. Así, por ejemplo, las hoy infravaloradas narraciones agrupadas en Variacions sobre el crim, de Lluís Palazon (1914-1953), aparecen en fecha indeterminada del verano de 1936 como pertenecientes las Edicions de la Rosa dels Vents pero al mismo tiempo como correspondientes al número 120 de los Quaderns Literaris, como si la colección quedara subsumida en la nueva editorial. Sin embargo, en este caso no aparece indicación de la imprenta, como sucede también con algunos otros libros janesianos de esas semanas (Quaderns Literaris 119, 120, 121, 122, 126, 127). Para complicar un poco más las cosas, parece evidente que, por lo menos durante aquellas semanas iniciales de la guerra, el orden de aparición de los títulos no se correspondía con su numeración y además hubo algunos números bis.

Inicialmente, Janés prosigue su proyecto en una imprenta no identificada de la calle Viladomat (número 55), pero al parecer no consigue el ritmo de producción que deseaba y es posible que la del volumen doble de los Quaderns Literaris dedicado a Crim, de Mercè Rodoreda, sea el primer libro en catalán que imprime Lluís Guía, aunque todavía hay muchas incógnitas no resueltas acerca de esta empresa que alguien debería investigar con mayor profundidad.

Libros impresos por Lluis Guia localizados hasta el momento

Quaderns Literaris

Mercè Rodoreda, Crim, Edicions de la Rosa dels Vents (Quaderns Literaris 123-124), 169 páginas.

Apel·les Mestre, La simfonia del silenci, Edicions de la Rosa dels Vents (Quaderns Literaris 125), 1936. 70 páginas.

Rabindranath Tagore, Gitanjali, traducción de Ventura Gassol y Josep Carner-Ribalta, Edicions de la Rosa dels Vents (Quaderns Literaris 126), 1936.

Josep Sol, Una adolescencia, prólogo de Josep Janés i Olivé, Edicions de la Rosa dels Vents (Quaderns Literaris 128), 1936. 70 páginas.

Maurice Baring, Mig minut de silenci, traducción de Josep Ros-Artigues, Edicions de la Rosa dels Vents (Quaderns Literaris 129), 1936. 75 páginas.

Carme Monturiol, Diumenge de juliol, Edicions de la Rosa dels Vents (Quaderns Literaris 130), 1936. 124 páginas.

Gustave Flaubert, Tres contes, traducción de Ramon Esquerra, Edicions de la Rosa dels Vents (Quaderns Literaris 131-132), 1936, 122 páginas.

Carles Pi i Sunyer, Tres aventurers italians a Barcelona, Edicions de la Rosa dels Vents (Quaderns Literaris 133-134), 1936, 217 páginas.

Paul Heyse, Dues ànimes, traducción de Josep Lleonart, Edicions de la Rosa dels Vents (Quaderns Literaris 135), 1936. 118 páginas.

Joseph Conrad, Dues històries d’inquietud, traducción de Ramon Esquerra, Edicions de la Rosa dels Vents (Quaderns Literaris 136), diciembre de 1936, 69 páginas.

Henryk Sienkiewitz, L’Àngel, traducción de Carles Riba, Edicions de la Rosa dels Vents (Quaderns Literaris 137), 1936, 70 pp.

Joan Oliver, Allò que tal vegada s’esdevingué, Edicions de la Rosa dels Vents (Quaderns Literaris 138), noviembre de 1936. 60 páginas.

Antologia patriótica de la poesía catalana, con prólogo de Agustí Esclasans y epílogo de Josep Janés, Edicions de la Rosa dels Vents (Quaderns Literaris 139-140), 1936. 168 páginas.

Thomas Hardy, Bàrbara la de la casa de Grebe, traducción de J. Millàs-Raurell, Edicions de la Rosa dels Vents (Quaderns Lireraris 141), 1936. 60 páginas.

J. Puig Pujades, Contes de la Viu-viu i de la Xiu-xiu, Edicions de la Rosa dels Vents (Quaderns Literaris 142), 1936. 64 páginas.

André Gide, Els nodriments terrestres, traducción de Simó Santainés, Edicions de la Rosa dels Vents (Quaderns Literaris 143-144), 1936. 137 páginas.

Agustí Barta, L’oasi perdut, Edicions de la Rosa dels Vents (Quaderns Literaris 145), 1936. 18 x 12,5 cm, 61 páginas.

Pere Calders, La glòria del doctor Larén, Edicions de la Rosa dels Vents (Quaderns Literaris 146), 1936. 64 páginas.

Jean-Louis Murger, Els primers amors del jove Blauet, Edicions de la Rosa dels Vents (Quaderns Literaris 147), 1937. 59 páginas.

Katherine Mansfield, La Garden-Party, traducción de Josep Ros-Artigues, Biblioteca Rosa dels Vents 1 (Quaderns Literaris 148), 1937. 78 páginas.

Rabindranath Tagore, El jardiner, traducción de Maria de Quadres, Biblioteca Rosa Vents 2 (Quaderns Literaris 149), 1937. 63 páginas.

Francesc Trabal, L’home que es va perdre, Biblioteca Rosa dels Vents 3 (Quaderns Literaris 150), 1937. 99 páginas.

Charles Baudelaire, El jove fetiller. Consells als joves literats, traducción de J. Roure-Torrent, Bilioteca Rosa dels Vents 4 (Quaderns Literaris 151), 1937. 63 páginas.

Agustí Esclasans, Històries de la carn i de la sang, Biblioteca Rosa dels Vents 5 (Quaderns Literaris 152), 1937. 85 páginas.

Vernon Lee, Otilia, traducción de Josep Climent, Biblioteca Rosa dels Vents 6 (Quaderns Literaris 153), 1937. 62 páginas.

Carles Riba, Estances, Biblioteca Rosa dels Vents 7 (Quaderns Literaris 154), 1937. 99 páginas.

Henry Duvernois, Dietari d’un pobre home, traducción de F. Pineda i Verdaguer, Biblioteca Rosa dels Vents 8 (Quaderns Literaris 155), 1937. 63 páginas.

Joan Oliver, Contraban. Proses, Biblioteca Rosa dels Vents 9 (Quaderns Literaris 156), 1937, 59 páginas.

Max Beerbohm, L’hipòctrita santificat, traducción de Agustí Esclasans y prólogo de Josep M. López-Picó, Biblioteca Rosa dels Vents 10 (Quaderns Literaris 157), 1937. 59 páginas.

Xavier Benguerel, L’home i el seu àngel, Biblioteca Rosa dels Vents 11 (Quaderns Lteraris 158), 1937. 59 páginas.

Sebastià Jan Arbó, Nausica, Biblioteca Rosa dels Vents 12 (Quaderns Literaris 159), 1937. 60 páginas.

E. Sienkiewicz, Bartek el vencedor, traducción de Carles Riba, Rosa Vents 13 (Quaderns Literaris 160), 1937. 62 páginas.

Josep Maria López-Picó, De l’alba al migdia, prólogo de Josep Janés i Olivé, Biblioteca Rosa dels Vents 14 (Quaderns Literaris 161), 1937. 61 páginas.

Jules Supervielle, La noia d’alta mar, traducción de Joan Oliver, Rosa Vents 15 (Quaderns Literaris 162), 1937. 57 páginas.

Alfons Nadal, La dona de l’aigua, Biblioteca Rosa dels Vents 16 (Quaderns Literaris 163), 1937. 63 páginas.

Eugene O’Neil, Anna Christie, traducción de J. Millàs-Raurell, Biblioteca Rosa dels Vents 17 (Quaderns Literaris 164), 1937. 75 páginas.

Joan Puig i Ferrater, Una mica d’amor, Biblioteca Rosa dels Vents 18 (Quaderns Literaris 165), 1937. 63 páginas.

Henri de Regnier, Els amants singulars, traducción de F. Pineda i Verdaguer, Biblioteca Rosa dels Vents 19 (Quaderns Literaris 166), 1937. 59 páginas.

Guerau de Liost, Antologia lírica, selección de Joan Teixidor, Biblioteca Rosa dels Vents 20-21 (Quaderns Literaris 168-169), 1937. 127 páginas.

Antoni Rubió i Lluch, Els catalans a Grècia, prólogo de Martí de Riquer, Biblioteca Rosa dels Vents 22 (Quaderns Literaris 170), 1937. 63 páginas.

Aldous Huxley, El petit Arquímedes, traducción de A. Farreras, Biblioteca Rosa dels Vents 23 (Quaderns Literaris 171), 1937. 79 páginas.

Maria Teresa Vernet, Estampes de París, Biblioteca Rosa dels Vents 24 (Quaderns Literaris 171 bis), 1937. 63 páginas.

Anatole France, Les set dones de Barbablau, traducción de Pere Montserrat, Biblioteca Rosa dels Vents 25 (Quaderns Literaris 172), 1937. 63 páginas.

Josep Janés i Olivé, Tu. Poemes d’adolescència, Biblioteca Rosa dels Vents 26 (Quaderns Literaris 173), 1937. 77 páginas.

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Salvador Espriu, Letizia i altres proses, Biblioteca Rosa dels Vents 27 (Quaderns Literaris 174), 1937. 93 páginas.

Washington Irving, Rip van Winkle. El nuvi fantasma, traducción de S. Hernández, Biblioteca Rosa dels Vents 28 (Quaderns Literaris 175), 1937. 41 páginas

Josep Sol, Appassionata, Biblioteca Rosa dels Vents 29 (Quaderns Literaris 176), 1937. 63 páginas.

Giacomo Leopardi, Pensaments, prólogo de Agustí Esclasans, Biblioteca Rosa dels Vents 30 (Quaderns Literaris 177), 1937. 63 páginas.

Josep M. de Sagarra, Cançons de rem i de vela, Biblioteca Rosa dels Vents 31 (Quaderns Literaris 178), 1937. 47 páginas.

Domenec Guansé, Una noia és per a un rei, Biblioteca Rosa dels Vents 32 (Quaderns Literarus 179), 1937. 72 páginas.

Ernest Hemingway, Torrents de primavera, traducción de Josep Ros-Artigues, Biblioteca Rosa dels Vents 33 (Quaderns Literaris 180), 1937. 71 páginas.

Josep Ros Artigas, Hong Kong 19, Biblioteca Rosa dels Vents 34 (Quaderns Lieraris 181), 1937. 52 páginas.

Oscar Wilde, La balada de la presó de Reading, traducción de Josep Janés i Olivé, Biblioteca Rosa dels Vents 35 (Quaderns Literaris 182), 1937. 49 páginas.

Francesc Trabal, Quo vadis, Sánchez?, Biblioteca de la Rosa Vents 36 (Quaderns Literaris 183), 1937. 60 páginas.

Fiodor Dostoievski, Les nits blanques, traducción de Pere Montserrat Falsaveu, Biblioteca Rosa dels Vents 37 (Quaderns Literaris 184), 1937. 62 páginas.

Pere Quart, Les decapitacions, Biblioteca Rosa dels Vents 38 (Quaderns Literaris 185), 1937. 43 páginas.

Maurici Serrahima, El seductor devot, Biblioteca Rosa dels Vents 39 (Quaderns Literaris 186), 1937. 47 páginas.

Georges Duhamel, Consideracions sobre les memòries imaginàries, traducción de A. Farreras, Biblioteca Rosa dels Vents 40 (Quaderns Literaris 187), 1937. 50 páginas.

Miquel Llor, L’endemà del dolor, Biblioteca Rosa dels Vents 41 (Quaderns Literaris 188), 1937. 47 páginas.

Carles Pi i Sunyer, Dels temps de la sembra, Biblioteca Rosa dels Vents 42-43 (Quaderns Literaris 189-190), 1937. 117 páginas.

André Gide, El Prometeu mal encadenat, traducción de Bartomeu Rosselló-Pòrcel, Biblioteca Rosa dels Vents 44 (Quaderns Literaris 191), 1937. 41 páginas.

Alfons Maseras, L’arbre del bé i del mal (primer volumen), Biblioteca Rosa dels Vents 45 (Quaderns Literaris 192), 1937. 60 páginas.

Alfons Maseras, L’arbre del bé i del mal (segundo volumen), Biblioteca Rosa dels Vents 46 (Quaderns Literaris 193), 1937. 63 páginas.

Lluís Capdevila, Tres estampes de Nadal, Biblioteca Rosa dels Vents 47 (Quaderns Literaris 194), 1937. 45 páginas.

Josep Lleonart, El poema de la merla, Biblioteca Rosa dels Vents 48 (Quaderns Literaris 195), 1937. 45 páginas.

André Gide, L’escola de les dones, traducción de Josep Janés i Olivé, Biblioteca Rosa dels Vents 49-50 (Quaderns Literaris 196-197), 1937. 94 páginas.

André Gide, Robert, traducción de Josep Janés i Olivé, Biblioteca Rosa dels Vents 51 (Quaderns Literaris 198), 1937. 46 páginas.

Aldous Huxley, El somriure de la Gioconda, traducción de Rafael Tasis i Marca, Biblioteca Rosa dels Vents 52 (Quaderns Literaris 199), 1937. 46 páginas.

Dante Allighieri, La vida nova, traducción de Manuel de Montoliu, Biblioteca Rosa dels Vents 53 (Quaderns Literaris 200), 1937. 60 páginas.

Oscar Wilde, La importancia de dir-se Ernest, traducción de Eduard Artells, Biblioteca Rosa dels Vents 60 (Quaderns Literaris 200 bis), 1938. 63 páginas.

Agustí Esclasans, La mort i la donzella (escenificación del lied de Schubert), Biblioteca Rosa dels Vents 54 (Quaderns Literaris 201), 1937. 45 páginas.

Rabindranath Tagore, La lluna nova, traducción de A. Valls i Valls, Biblioteca Rosa dels Vents 55 (Quaderns Literaris 202), 1937. 47 páginas.

Miquel Planas Bach, El vent, Biblioteca Rosa dels Vents 56 (Quaderns Literaris 203), 1937. 45 páginas.

Joaquim Folguera, Poesies completes, Biblioteca Rosa dels Vents 57-58 (Quaderns Literaris 204-205), 1937. 95 páginas.

Jean-Jacques Bernard, Martina, traducción de Pous i Pagès, Biblioteca Rosa dels Vents 59 (Quaderns Literaris 206), 1938. 45 páginas.

Jean Giraudoux, Intermezzo, traducción de Ramon Esquerra, Biblioteca Rosa dels Vents 61 (Quaderns Literaris 208), 1938. 48 páginas.

Claudi Mackay, Quasi blanca, traducción de Josep Miracle, Biblioteca Rosa dels Vents 62 (Quaderns Literaris 209), 1938.

Panait Istrati, El pescador d’esponges, traducción de Josep Miracle, Biblioteca Rosa dels Vents 63 (Quaderns Literaris 210), 1938. 45 páginas.

Virginia Woolf, Flush, traducción de Roser Cardús, Bilioteca Rosa dels Vents 64-65 (Quaderns Literaris 211-212), 1938. 103 páginas.

Joaquim Ruyra, L’educació de l’inventiva, Biblioteca Rosa Vents 66 (Quaderns Literaris 213), 1938. 61 páginas.

Rabrindanath Tagore, Ocells perduts, traducción de Maria de Quadras, Biblioteca Rosa dels Vents 67 (Quaderns Literaris 214), 1938. 41 páginas.

Ivan Bunín, El sagrament de l’amor, traducción de Josep Janés, Biblioteca Rosa dels Vents 68-69 (Quaderns Literaris 215-216), 1938. 82 páginas.

Josep M. López Picó, Variacions líriques, Biblioteca Rosa dels Vents 70 (Quaderns LIteraris 217), 1938.

Stendhal, Els Cenci, traducción de A. Solans Farré, Biblioteca Rosa dels Vents 71 (Quaderns Literaris 218), 1938. 47 páginas.

André Maurois, Kate, traducción de de Vicenç Casanovas, Biblioteca Rosa dels Vents 72 (Quaderns Literaris 219) 1938. 72 páginas.

Charles Baudelaire, Els paradisos artificials, traducción de Ferran Canyameres, Biblioteca Rosa dels Vents 73 (Quaderns Literaris 220), 1938. 41 páginas.

Vladimir Korolenko, El somni de Makar, traducción de Josep Miracle, Biblioteca Rosa Vents 74 (Quaderns Literaris 221), 1938. 39 páginas.

E. Duran Reynals, Les falzies del Palau del Bisbe, Biblioteca Rosa dels Vents 75 (Quaderms Literaris 222), 1938. 37 páginas.

Quedaron anunciados y no publicados: Segons el vent, les veles, de Alfons Maseras; un volumen doble con la traducción de A. Solans Ferré de El ventall de lady Windermere, de Oscar Wilde, y El millor escultor del món i altres contes, de Diego Ruiz.

Biblioteca d’Assaigs

Carles Pi i Sunyer, La corda greu, Edicions de la Rosa dels Vents (Biblioteca d’Assaig 1), 1937. 152 páginas.

Oreig de la Rosa dels Vents (ediciones bilingües)

Josep Janés i Olivé, ed., Joan Salvat Papasseit, Oreig de la Rosa dels Vents 1 (Lírics catalans), 1938.

Agustí Esclasans, ed., Stéphan Mallarmé, Oreig de la Rosa dels Vents 2 (Lírics anglesos), 1938. 141 páginas.

Josep Janés i Olivé, ed., Joan Alcover, Oreig de la Rosa dels Vents 3 (Lírics catalans), 1938. 77 páginas.

Josep Ros Artigues, Shelley, Oreig de la Rosa dels Vents 4 (Lírics anglesos), 1938. 80 páginas.

Josep M. Boix i Selva, ed., Josep M. López-Picó, Oreig de la Rosa dels Vents 5 (Lírics catalans), 1938. 79 páginas.

Josep Janés i Olivé, ed., Federico García Lorca, Oreig de la Rosa dels Vents 6 (Lírics espanyols), 1938. 99 páginas.

Jaume Bofill i Ferro, ed., Carles Riba, Oreig de la Rosa dels Vents 7 (Lírics catalans), 1938. 87 páginas.

Agustí Esclasans, ed., Edgar A. Poe, Oreig de la Rosa dels Vents 8 (Lírics anglesos), 1938. 141 páginas.

Maurici Serrahima, ed., Clementina Arderiu, Oreig de la Rosa dels Vents 9 (Lírics catalans), 1938. 86 páginas.

Alfons Maseras, Teixeira de Pascoaes, Oreig de la Rosa del Vents 10 (Lírics portuguesos), 1938. 111 páginas.

Biblioteca de Poesia

Carles Riba, Tres suites, Edicions de la Rosa dels Vents, 1937 (segunda edición, de doscientos ejemplares, en 1938). 76 páginas.

Josep Janés i Olivé, Combat de somni, Edicions de la Rosa dels Vents, 1937 (segunda edición en 1938). 61 páginas.

Llibrería Millà:

Santiago Rusiñol-Josep Burgas, Grazziela, Llibreria Millà (Catalunya Teatral 106), 1936. 62 páginas.

Lluis Millà, 19 de juliol o el triomf del poble, Llibreria Millà (Catalunya Teatral 106 [en realidad es el 107]), 1936. 31 páginas.

Henrik Ibsen, L’enemic del poble, «Drama en tres actes», traducción de Josep M. Jordà, Llibreria Millà (Catalunya Teatral 109), 1937. 44 páginas.

Sender, Ramón. El secret. Drama social, en un acte, traducción de Manuel Valldeperes, y La cartera. Comedia social, traducción de Carles Costa, Llibreria Millà (Catalunya Teatral 110), febrero de 1937. 15 y 18 páginas.

J. López Pinillos, Esclavitud, traducción de Amichatis (Josep Amich i Nert), Llibreria Millà (Catalunya Teatral 111), 1937. 41 páginas.

Màxim Gorki, Alberg de la nit, «Drama dels baixos fons refós en català i en tres actes per Àngel Millà», Editorial Millà (Catalunya Teatral 112), 15 de mayo de 1937. 18 x 13 cm, 56 páginas.

Agustí Collado, El pillet de la platja, «Marina infantil en un acte», Llibreria Millà (Teatre d’Infants 16), 1937. 16 páginas.

Lluís Millà, El fill de l’obrer, «Comèdia social en un acte», Llibreria Millà (Teatre d’Infants 17), 1937. 15 páginas.

Lluís Millà, Els «niños bien», «Caricatura en un acte», Llibreria Millà (Teatre d’Infants 19), 1937. 16 páginas.

Editorial Barcino

Josep Lleonart, Josep Anselm Clavé, Editorial Barcino (Col·lecció Popular Barcino 135), 1937. 55 páginas.

Carles Soldevila, Correspondència amorosa, Models i comentaris, Editorial Barcino (Col·lecció Popular Barcino 5), 1937 (nueva edición). 47 páginas.

Carles Riba, Resum de literatura grega, Editorial Barcino 1938. 328 Imp .

Bosch

Ricard Piqué Batlle, L’aspecte econòmico-comptable de la col·lectivització, Bosch Casa Editorial, 1937. 70 páginas.

Edición no venal como Lluís Guia, impressor

Carles Pi i Sunyer, La porta oberta, con ilustraciones de Josep Narro, Fin de Año de 1938. 200 ejemplares impresos en papel de hilo y encuadernados en cartoné, 17 x 13 cm, 85 páginas.

Fuentes:

Joan Crexell, El llibre a Catalunya durant la guerra civil, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1990.

Jacqueline Hurtley, Josep Janés. El combat per la cultura, Barcelona, Curial (Biblioteca de Cultura Catalana 60), 1986.

Las iniciativas editoriales del granadino José Carvajal en Puerto Rico

La trayectoria biográfica de Francisco Carvajal Narváez (1913-2019) es un caso de éxito empresarial del exilio republicano de 1939, además de serlo también de extraordinaria longevidad. Nacido en Albolote (Granada) y desde 1932 militante de la CNT, durante la guerra fue detenido por las fuerzas golpistas, que le tuvieron preso hasta que en 1937 consigue pasarse a la zona republicana (donde inicialmente fue asimismo detenido por el SIM, bajo sospecha de espionaje). Sin embargo, no tardó en ser liberado y, tras su paso por la escuela popular de guerra de Paterna (Valencia), llegó a ser teniente de caballería y entró en combate en la batalla de Teruel y en la del Ebro. Una vez consumada la derrota republicana, pasó por el campo de refugiados de Le Bacarès hasta que pudo embarcarse con rumbo a la República Dominicana (donde ya había residido durante un par de años en su adolescencia), que pasado un tiempo abandonó para instalarse definitivamente en Puerto Rico en los primeros meses de 1942.

Estatua a Carvajal Narváez en Albolote.

En Puerto Rico se relaciona Carvajal con Fernando de los Ríos cuando este viaja a la isla, y a través de este entra en contacto también con insignes representantes del exilio republicano español, como Juan Ramón Jiménez, Pau Casals y Francisco Ayala, entre otros. De estos vínculos nace su participación en la Asociación Pro Democracia Española, de la que llegaría a ser tesorero. No es fácil rastrear las publicaciones de esta asociación, pero en los años setenta aparecieron con su sello el folleto La abolición de esclavitud (1974), de los historiadores Lidio Cruz Montova (1899-1983) y Arturo Morales Carrión (1913-1989).

También en Puerto Rico crea Francisco Carvajal en 1949 la exitosa empresa textil Olympic Mills Corp., en Guaynabo, que se caracteriza por asumir todo el proceso de producción ‒en lugar de limitarse a manufacturar con materia prima importada, como era usual hasta entonces en Puerto Rico‒, pero lo que más singulariza la empresa de Carvajal es el trato con los empleados. A partir de 1969, después de apartar un 5% de los beneficios obtenidos para obras filantrópicas, el resto se repartía entre los accionistas y los empleados. Fiel a esa misma filosofía, en 1973 implanta un plan de horario flexible, para facilitar la conciliación entre trabajo y familia, y en 1978 crearía la Fundación Pública de Puerto Rico (luego Fundación Francisco Carvajal).

José Carvajal.

Para unirse a la empresa viajó en 1963 a Puerto Rico, desde su Granada natal, José Carvajal, sobrino del fundador, que mientras ocupaba puestos ejecutivos en Olympic Mills se graduó con honores en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico. Fruto de su interés por la historia y por las humanidades en general, José Carvajal creó a finales de la década la Librería Internacional, que después se ampliará a Ediciones de Librería Internacional, con la traductora Clara Cuevas como asistente editorial y sede en el primer piso de la calle Saldaña número 3 de Río Piedras, que sería a su vez germen de las Ediciones Puerto.

Con pie de las Ediciones de Librería Internacional en 1971 se publicaron como segundo número de una colección Diálogos unas Consideraciones antropológicas y políticas entorno a la enseñanza del spanglish en Nueva York, que el doctor nacido en España a pocos meses de iniciarse la guerra civil Carlos Varo (1936- 2011) había presentado previamente en Madrid en el II Congreso Internacional de la Enseñanza del Español. El diseño de la cubierta lo firma Manuel García, y en una de las páginas iniciales de este libro aparece la nómina de asesores de la colección, formada por Juan Hernández Cruz, Manuel Maldonado Denis, Félix Mejías, Antulio Parrilla, Carlos Quesada, Víctor Quiñones, Carlos Manuel Rama, Pedro Juan Soto, Marta Traba y el propio Carlos Varo.

Primera sede de la Librería Internacional.

Esa colección se había iniciado ese mismo año con el libro de otro de los miembros del mencionado comité asesor, el escritor uruguayo Carlos M. Rama, titulado La idea de la Federación Antillana en los independentistas puertorriqueños del siglo XIX, y prosiguió con la obra de otro miembro, el sacerdote jesuita e impulsor del cooperativismo en Puerto Rico Antulio Parrilla (1919-1994), que publicó ese mismo año, con prólogo de Margot Arce de Vázquez y cubierta de Antonio Maldonado, Puerto Rico. Supervivencia y liberación, que en parte se había publicado ya en Cuernavaca (México)por el Centro Intercultural de Comunicación (CIDOC). La intención de distribuir este libro en España quedó cercenada por la negativa del Ministerio de Información y Turismo, que cuando recibió la petición la prohibió. En palabras del historiador José Antonio González Torres, este texto «contenía un mensaje liberador de carácter universal, por el cual no fue aprobada su circulación en el país ibérico». A estos libros hay que añadir aún, por lo menos, Puerto Rico: grito y mordaza, de Luis Nieves Falcón, Pablo García Rodríguez y Félix Ojeda Reyes, todos ellos de difícil difusión fuera de la isla.  

Al año siguiente aparecieron con este mismo sello Clima ideológico de un grupo de jurados, de Luis Nieves Falcón (1929-2014),Gandhi: evocación del centenario, de José Ferrer Canales (1913-2005), Lo que cuesta morirse en Puerto Rico, de Manuel Méndez Saavedra y Puerto Rico y la minería, del sociólogo puertorriqueño Neftalí García Martínez, en este segundo caso en coedición del Grupo de Evaluación Borinquen, y el libro editado por los profesores de la Universidad de Puerto Rico Rafael Luis Ramírez, Barry B. Levine y Carlos Buitrago-Ortiz Problemas de desigualdad social en Puerto Rico. Los títulos bastan para hacerse una idea de por qué caminos discurría la línea editorial de esta iniciativa, aunque también hay sorpresas como el libro a color el volumen La rebelión de los santos, de Marta Traba, con fotografías de Gabriel Suau y apéndice de Irene Curbelo.

Sin embargo, más sorprende la edición en 1972 de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, con profusión de láminas e ilustraciones a todo color de Resti, inspiradas en los grabados de Gustavo Doré, cuya impresión se llevó a cabo en Madrid. Se trata de dos tomos de 427 y 466 páginas impresas en papel couché y encuadernadas en gualflex, que se apartan mucho tanto del contenido como de las características físicas de los libros publicados hasta entonces por la editorial.

De 1973 es la novela El 27, del más famoso escritor del movimiento Guajana, Ramón Felipe Medina, pero ya desde el año anterior, bajo la batuta también de José Carvajal habían empezado a aparecer libros bajo el sello de Ediciones Puerto.

Destaca en Ediciones Puerto la colección Aguja Para Mareantes, que dirige el pontevedrés Carlos Varo, quien previamente había dirigido (y financiado con 80.000 franmcos) la colección Buen Amor, Loco Amor para la editorial Ruedo Ibérico de José Martínez Guerricabeitia y la estrenó con La filosofía en el «boidoir», del Marqués de Sade. Aguja Para Mareantes sale a la palesytra en 1972 con la novela del escritor afroaviequense Carmelo Rodríguez Torres (n. 1941) Veinte siglos después del homicidio, publicada originalmente el año anterior en la Editorial Mester y con sucesivas ediciones y traducciones en los años inmediatamente posteriores.

A esta siguen sucesivamente en la misma colección la tercera edición de la novela El francotirador, de Pedro Juan Soto; las obras teatrales La ventana, de Juan Torres Alonso, y El huésped, la máscara y otros disfraces, de Soto, y la cuarta edición, ampliada y revisada, de la novela A mis amigos de la locura, de Ernesto Ruiz Ortiz, y aún en 1973 aparecerán en ella el ensayo de Helmy F. Giacoman, Pedro Yanes y José de la Torre Perspectivas de nueva narrativa hispanoamericana, la recuperación de El hombre que trabajo lunes, de Emilio Díaz Valcárcel; las novelas La otra voz, de Josefina Guevara Castaneira, Luis Palés Matos y su trasmundo poético, de José Isaac de Diego Padró (1896-1974) y Leche de la virgen azul, de Anagilda Garrastegui, el poemario Wydondequiera, de Etnairis Rivera, etc.

La otra gran colección en los primeros años de Ediciones Puerto fue la mencionada Diálogos, en la que destaca ya en 1974 el polémico ensayo de José Enamorado Cuesta (1892-1976) El imperialismo yanqui y la revolución en el Caribe, pero donde se publicó también Anatomía de una isla (1973), de Enrique T. Blanco Lázaro, Los encadenados, novela (1973), de Josefina Guevara Castaneira, y Puerto Rico: Radiografía de un pueblo asediado, del propio Carlos Varo, entre otros muchos.

La impronta de José Carvajal en el panorama editorial puertorriqueño se profundizó en 1997 con la celebración de la primera edición de la Feria Internacional del Libro de Puerto Rico, que emprendió en colaboración de su esposa la poeta y artista visual Dalia Nieves Albert, y de Edwin Rodríguez, y que probablemente sea una de las organizaciones sin ánimo de lucro más exitosas del país, y que además desde entonces no ha dejado de crecer y diversificar sus actividades, hasta el punto de liderar en Puerto Rico la labor de difusión, promoción y fomento de la lectura, tanto entre jóvenes como entre adultos. Como colofón, fue además el artífice del Museo de la Imprenta de Puerto Rico.

Fuentes:

Web de Ediciones Puerto.

María Colón Cruz, «El secreto de las máquinas de don Domingo», Diálogo Universidad de Puerto Rico, 19 de marzo de 2016.

José Antonio González Torres, «A cincuenta años de la publicación del libro Puerto Rico: Supervivencia y liberación del obispo puertorriqueño Antulio Parrilla Bonilla, S. J. (1919-1994)», Claridad, núm. 3559 (11-17 de noviembre de 2021), pp. 21-23.

Consuelo Naranjo Orovio, María Dolores Luque, Matilde Albert Robatto, coords., El eterno retorno: Exiliados republicanos españoles en Puerto Rico, Madrid, Ediciones Doce Calles, 2011.

Juan Ortiz, «5 editoriales en Puerto Rico», Writing Tips Oasis.

Alfonso Rodríguez, «El empresario anarquista que repartió beneficios entre sus trabajadores», Público, 2 de mayo de 2014.

Pájaro Cascabel, la contracultura mexicana y su conexión con España

En la poesía de los pueblos nahuas, el coyoltototl o «pájaro cascabel» es casi un elemento recurrente que en el plano literal alude a la bella sonoridad de su canto y en el simbólico a la figura del poeta que recita (o canta) sus versos.

No es sorprendente, pues, que el término diera nombre a una iniciativa editorial centrada sobre todo en la poesía, como es el caso de la elegante revista que vio la luz en México en noviembre de 1962, de apenas cuatro páginas de formato folio y papel acartonado. Figuraban en sus créditos como directora Thelma Nava (1932-2019), quien en 1957 se había dado a conocer como poeta con el libro Aquí te guardo yo, publicado como quinto número de los Textos Amorosos de los Cuadernos del Cocodrilo, pero la iniciativa había surgido de su confluencia con Luis Mario Schneider (1931-1999), que en 1960 había antologado a Los nuevos poetas argentinos para la Revista Mexicana de Literatura, y el poeta también de origen argentino Armando Zárate, a los que los compromisos profesionales alejaron pronto de la revista.

En los primeros números esta publicación se centra muy predominantemente en la poesía, tanto en la creación como en la teorización, y en sus páginas puede leerse a veteranos como Salvador Novo (1904-1974), Jaime Sabines (1926-1999) o Efraín Huerta (1914-1982) junto a autores como Marco Antonio Montes de Oca (1932-2009) e incluso veinteañeros como Gabriel Zaid (n. 1934) y Homero Aridjis (n. 1940). Su mayor peculiaridad fue sin embargo incluir en casi todos los números algún ejemplo de poesía prehispánica, particularmente del maya, en traducción del antropólogo Demetrio Sodi Morales (1934-1982), quien a su vez coeditaba por entonces las revistas América indígena, Boletín Indigenista y el Anuario indigenista.

En los márgenes de Pájaro cascabel se gestó también la organización del primer Encuentro Interamericano de Poetas, en la que junto a Thelma Nava tuvieron papeles muy destacados los por entonces pujantes editores del Eco Contemporáneo Miguel Grimberh y de El Corno Emplumado Sergio Mondragón (n. 1935) y Margaret Randall (n. 1936), muy afines a la generación beat, a la que contribuyeron a dar a conocer en Latinoamérica a través de su fascinante revista bilingüe, en la que además publicaron obra pictórica de David Alfaro Siqueiros, Leonora Carrington y Juan Soriano, entre otros, y que asimismo desarrolló su propia colección de libros. El nexo entre los colaboradores de estas dos revistas fueron muy probablemente las lecturas de poesía llevadas a cabo en la casa que el poeta beat Philip Lamantia (1927-2005) tenía en la calle Río Hudson (curiosamente, muy cercana a la de Juan José Arreola) y en las que Mondragón y Randall coincidieron con Ernesto Mejía Sánchez, Homero Aridjis, Allen Ginsberg y Carlos Coffeen Serpas, entre otros.

Leonora Carrington (1917-2011) en su estudio.

A su vez, el mencionado encuentro, celebrado en México en febrero de 1964 y al que llegaron (por sus propios medios) poetas procedentes de quince países distintos, se considera la cristalización del llamado Movimiento Nueva Solidaridad, que tuvo como presidentes honorarios a Henry Miller y Thomas Merton y que aglutinó a una serie de escritores y artistas plásticos afines a la generación beat que, en palabras de Valeria Manzano, tenían en común un posicionamiento «iconoclasta al respecto de las formaciones culturales en sus respectivos países y recuperaban de las vanguardias clásicas de la primera mitad del siglo xx la expectativa de imbricar arte y vida, y la certeza de estar atravesando tiempos revolucionarios».

Con ello en mente resulta muy comprensible que, cuando a partir de 1966 Pájaro Cascabel inicia una segunda época, en la que Nava asume la dirección en solitario y se aumenta notablemente el número de páginas, ésta se caracterice sobre todo, pese a la heterogeneidad, por una enorme apertura a la poesía universal (venezolana, panameña, cubana y estadounidense, pero también india y vietnamita, por ejemplo).

Además, ya en su primera época Pájaro Cascabel había iniciado una colección de plaquettes financiada por los propios autores en la que aparecieron Valparaíso (1963), de Schneider; La difícil ceremonia, de Aridjis; El tajín, de Efraín Huerta; Pido la palabra, de Rafael Solana; Cartas a mí (1965), de Francis Susana;, La Razón de la noche (1965), de Félix Daujarre Torres…, a la que se añadió una serie de libros entre los cuales Oh, San Roque (1963), del crítico francés André Coyné y con ilustración de la cubierta de Alice Rahon; la compilación de cuentos de ciencia ficción El dominó (1964), del debutante Jaime Cardeña y con ilustración en la cubierta de Enrique Zavala; Los ojos de la clepsidra (1964), del colombiano René Rebetez, y que tendría luego continuidad con El Cornetín de los Sueños (1965), de Olga Arias (1923-1994), Otoño encarcelado (1968), de Ramón Martínez Ocaranza, etc.

Durante la segunda etapa de Pájaro cascabel, que se extiende aproximadamente entre 1965 y 1967, cristaliza también la colaboración con el joven poeta y crítico bonaerense, entonces establecido en Madrid, Marcos Ricardo Barnatán (n. 1946), y muy probablemente fruto de ello sea la publicación en 1966 del impresionante volumen doble de la revista España: poesía de protesta, que recoge obra de Gabriel Celaya, Blas de Otero, Gloria Fuertes, José Hierro, Eugenio de Nota, Ángel González, José Manuel Caballero Bonald, Ángel Crespo, Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma, María Beneyto, Claudio Rodríguez, Félix Grande, José Batlló…, con ilustraciones de Manolo Millares, Antonio Saura y Antoni Tàpies. También de 1966 es el volumen Acerca de los viajes, de Barnatán, que se publica con pie en México y Madrid.

Al año siguiente, en 1967 y por tanto bastante anterior a la muy influyente Nueve novísimos de Josep Maria Castellet, aparece como número doble (4-5) de la colección de libros Poesía Pájaro Cáscabel un tomo que puede considerarse complementario, Antología de la joven poesía española, editado por Enrique Martín Pardo y con diseño de la cubierta de Alberto Corazón, en el que el único poeta que repite respecto al número doble de la revista es José Batlló. Junto a Pere Gimferrer, Manuel Vázquez Montalbán, José María Guelbenzu o José Miguel Ullán, entre otros muchos, destaca como curiosidad en esta heterogénea compilación la presencia del entonces aún no editor Constantino Bértolo Cadenas.

También se imprimieron en Madrid (por lo menos varios de ellos en Velograf) algunos otros libros, como El silencio, de Agustín Delgado, Despedida en el tiempo, de Manuel Álvarez Ortega, y Camino sin retorno, de Francisco J. Carrillo, todos ellos en 1967.

El voluntarismo, así como la amplitud y ambición, de estos proyectos colaborativos y basados en la solidaridad, dificultó su continuidad en el tiempo y tanto la revista como el proyecto editorial no llegó a echar raíces firmes en España, de modo que en julio de 1967 acabó por desaparecer con un volumen doble de la revista (5-6) dedicado a la poesía de Cuba (Cuba ahora).

Fuentes:

Valeria Manzano, «Fraternalmente americanos: el Movimiento Nueva Solidaridad y la emergencia de una contracultura en la década de 1960», Iberoamericana, vol. XVII, núm. 60 (2017), pp. 115-138.

Floriano Martins, «Pucuna, Pájaro cascabel, Alacrán azul. Los años 1960 y sus revistas», Agulha. Revista de Cultura, núm. 25 (marzo de 2017).

Sergio Mondragón, «Homenaje a Thelma Nava» (texto leído en el Homenaje a Thelma Nava, Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, 25 de febrero de 2012), Periódico de Poesía, núm. 47 (marzo de 2012).

Thelma Nava, «Pájaro cascabel», Agulha. Revista de Cultura, núm. 124 (diciembre de 2018).

Alfredo Zárate Flores y Tirtha Prasad Mukhopadhyay, «El Corno Emplumado: la determinación de la herencia del amor en Mala Roy Chudhury y Octavio Paz», La Colmena, núm. 103 (julio-septiembre de 2019), pp. 59-70.

Los hermanos Pumarega y el germen de la edición de avanzada

En la primavera de 1914 ya aparece afiliado a la Asociación General del Arte de Imprimir de Madrid (el núcleo fundador de la UGT y del PSOE) el tipógrafo Ángel Pumarega (1897-¿?), quien al año siguiente figura como uno de los miembros del cuerpo de redacción de Los Refractarios. Publicación Anarquista, junto con Manuel Rodríguez Moreno, Mauro Bajatierra o Joaquín Dicenta, de la que sólo se conoce un número.

Al año siguiente, su nombre aparece en las últimas páginas de Los Nuevos. Revista de Arte, Crítica y Ciencias Sociales como colaborador, con Jaime Queraltó, Emilio V, Santolaria, Juanonus (Juan Usón) y, entre otros, Francisco Solano Palacio, casi tan conocido por haberse colado como polizón en el Winnipeg para exiliarse a Chile que por libros como Quince días de comunismo libertario en Asturias (Ediciones La Revista Blanca, reeditado en 1936 por Ediciones El Luchador, en 1994 por Ediciones Rondas y reeditado en 2019 por la Fundación Anselmo Lorenzo), La tragedia del norte (Ediciones Tierra y Libertad, 1938) o El éxodo (Editorial Más Allá, 1939).

Última redición hasta la fecha del libro más famoso de Solano Palacio.

El de 15 de octubre de 1916 parece ser el último número de Los Nuevos, y el nombre de Ángel Pumarega desaparece del primer plano editorial ‒no del político‒ hasta 1922, en que se encuentra trabajando como corrector en la seminal Revista de Occidente, y al mismo tiempo como el principal impulsor de la Unión Cultural Proletaria, uno de cuyos proyectos era una no nata Biblioteca de El Comunismo.

Mayor interés tiene incluso una también efímera publicación en la que confluye con su hermano Manuel (1903-1958), El Estudiante, germen tanto del movimiento que desembocaría en la creación de la FUE (Federación Universitaria Escolar) como de iniciativas editoriales como las revistas Post-Guerra y Nueva España, y revista en la que además Alejandro Civantos identifica un foco de conocimiento y relación de «los protagonistas del futuro movimiento editorial de avanzada», en referencia a Joaquín Arderíus (1885-19699, José Antonio Balbontín (1893-1978), Rodolfo Llopis (1895-1983), José Díaz Fernández (1898-1941), Rafael Giménez Siles (1900-1991), Esteban Salazar Chapela (1900-1965) o Graco Marsá (1905-1946). En la etapa madrileña de El Estudiante, que se imprimía en la célebre Caro Raggio, se publicaron los primeros pasajes del Tirano Banderas, de Valle Inclán. Por su parte, Manuel Pumarega empezaba entonces a hacerse un nombre como traductor del inglés en la editorial Aguilar, en la que ese mismo año 1925 se publicaba su versión de Hoy y mañana, de Henry Ford, y más adelante traduciría Doce historias y un cuento, de H. G. Wells, entre otras obras menos perdurables.

Tras la desaparición de El Estudiante (probablemente como consecuencia de la censura primorriverista), el impresor Gabriel García Maroto (1889-1969) y Àngel Pumarega crean las Ediciones Biblos, proyecto en el que cuentan con la colaboración de Pedro Pellicena Camacho (1881-1965) como depositario y distribuidor y Manuel Pumarega como principal traductor (en la posguerra trabajaría a menudo para José Janés).

Sin embargo, no parece una iniciativa editorial equilibrada o con una idea suficientemente clara de cuál era su destinatario. La selección de títulos, como se verá, parecía tener en el punto de mira a la incipiente masa lectora proletaria, pero el aspecto de los libros respondía a un modelo más propio de la industria editorial más eminentemente burguesa, con su preferencia por la encuadernación en carttón o tela o el esmero en las ilustraciones, que sólo con tiradas extraordinariamente enormes podían abaratar unos costes que ni de ese modo podían hacer accesibles estos libros a los obreros. En palabras de nuevo de Civantos al describir esta editorial, se trataba de «caras tiradas, en tapa dura, singulares diseños tipográficos e ilustraciones de Maroto, que dificultaron su conexión con el público».

Gabriel García Maroto.

Se estrenaron con Las ciudades y los años. Novela rusa 1914-1922, de Konstantin Aleksandrovich Fedin, de la que muy probablemente el filósofo francés Norberto Guterman (1900-1984) hizo una primera versión del ruso y Ángel Pumarega la reescrbió, aunque ambos aparezcan como traductores, y acompañaba le edición capitulares y grabados de Maroto. Con este título se estrenaba una Colección Imagen que fue la más nutrida y tendría continuidad con Los de abajo, de Mariano Azuela; La caballería roja, de Isaac Babel; La mancebía de Madame Orilof, de Ivan Byarme, La leyenda de Madala Grey, de Clemence Dane, y La semana, de Lebedinsky.

Hubiera sido interesante para conocer la propuesta de canon de los editores de Biblos que la colección Clásicos Modernos hubiera tenido continuidad, pero sólo se publicó en ella Barbas de estopa, de Dostoievski (se trata de fragmentos de Los hermanos Karamazov). La traducción la firma en esta ocasión Carmen Abreu de la Pena (1898-1981), socia fundadora del Lyceum Club y de la que sólo se conocen traducciones del francés (Charles-Louis Philippe, René Theverin) y algunas muy destacadas del inglés (en particular de Dickens, que Austral seguía reeditando en 2012, y Defoe), lo que invita a suponer que fue una traducción indirecta. El año anterior, Abreu había visto publicada en las Ediciones de la Revista de Occidente el pionero ensayo de Lothrop Stoddard La rebeldía contra la civilización, y al siguiente (1928) aparecería en Biblos la de la mencionada de Clemence Grey (durante su exilio en Suiza al final de la guerra civil Abreu se incorporó como traductora a la Orgaización Internacional del Trabajo).  

Margarita Nelken,

Se publicó también en Biblos a Tortsky (¿Adónde va Inglaterra?, con traducción firmada por Ángel Pumarega), a Conan Doyle (La religión psíquica), a Henri Poulaille (Charlot, con prólogo de Paul Morand y traducido por Pellicena) y a Margarita Nelken (Johan Wolfgang von Goethe. Historia del hombre que tuvo el mundo en la mano) en colecciones de corto recorrido, pero el grueso de su producción, del total de una veintena de títulos, aparecieron en la colección Idea, en cuyo catálogo figuran el ingeniero francés Félix Sartiaux (1876-1944), el político belga Richard Kreglinger (1885-1928), el economista alemán Moritz Julius Bonn (1873-1965) o el historiador y teólogo francés Albert Houtin (1867-1926).

Y a todo ello, pese a la brevedad de la vida de Biblos (1926-1927), hay que añadir aún dos libros importantes de García Maroto, La Nueva España 1930. Resumen de la vida artística española desde el año 1927 hasta hoy (1927), Andalucía vista por el pintor Maroto, 105 dibujos y 25 glosas y 65 dibujos, grabados y pinturas, con una autocrítica y diferentes opiniones acerca de este pintor.

Tras el cierre de Biblos, aperecen firmadas por Ángel Pumarega algunas exitosas novelas del francés Maurice Dekobra (Ernest-Maurice Tessier, 1885-1973) en Aguilar, que se han señalado como introductoras de lo que se dio en llamar la novela cosmopolita (que representaban también Paul Morand o Scott-Fitzgerald), Griselda, te amo (1928), Ha muerto una cortesana (¿1929?) y La Madonna de los coches-cama (1930).

De 1931 es su traducción a cuatro manos con Marian Rawicz de Nueva York, Moscú,  de Ernst Toller, para las Ediciones de Hoy, donde es muy probable que, de nuevo, Rawicz hiciera una primera traducción literal y Pumarega la aderezara a un español literario. Se ha atribuido al talento de Pumarega para llevarse bien con todo el mundo la facilidad que tuvo para trabajar, tanto él como su hermano Manuel, para muy diversas editoriales, tanto en las eminentemente comerciales como en las pioneras de avanzada.

Así, ese mismo año publica en Ediciones Oriente, y en los siguientes en Bergua, Aguilar, Fénix, y en Ediciones Jasón aparecieron algunos títulos que originalmente Ángel Pumarega había traducido para la Biblioteca Lanoremus (de la que fue administrador Pedro Pellicena). Con todo, su trabajo se centró en esos años en el periodismo, como segundo de a bordo en Mundo obrero y con colaboraciones en la revista gráfica Estampa y en el periódico de las Juventudes Socialistas Unificadas Ahora.

Por su parte, su hermano Manuel había publicado en 1930 para la Editorial Historia Nuevala traducción de El club de los negocios raros, de Chesterton (que José Janés reimprimiría en 1943 en Al Monigote de Papel) y El torrente de hierro, de Serafimovich, y Los hombres en la cárcel de Victor Serge (con prólogo de Panait Istrati) para Cénit, para la que firmaría también la de Un patriota cien por cien, de Upton Sinclair, en 1932. A ello añadiría en  los años treinta su traducción de Doce sillas: novela de la Rusia revolucionaria, de Ilyá Ilf y Yevgueni Petrov, en las editoriales Fénix y Zeus, así como una ingente cantidad de obras para Ediciones Oriente (Panorama político del mundo, de Paul Louis, Historia de una vida terrible: biografía de una proxeneta famosa, de Basilio Tozer, La bancarrota del matrimonio, de  Calverton, etc.), Ediciones Hoy (El amor de Juana Ney, de Ilya Ehrenburg, Hija de la Revolución y otras narraciones, de John Reed…), Fénix (10 HP, de Ehrenburg; Fugados del infierno fascista, de Francesco Fausto Nitti), Jasón (La inquietud sexual, de Pierre Vachet), pero no por ello deja de trabajar con Aguilar (para la que traduce el Nuevo tratado de las enfermedades urinarias, de Louis Genest, por ejemplo). Una oleada enorme de traducciones que probablemente no sean tantas como parece, porque algunas de ellas corresponden a un mismo texto al que se le daban títulos diversos en editoriales diferentes (La historia de una vida terrible que publica Oriente en 1931 es la misma obra que Fénix publica en 1933 como Mercado de mujeres).

De Alberto parece desaparecer el rastro a raíz de la guerra, pero Manuel llegó exiliado a Argentina a bordo del De la Salle en febrero de 1940 (con Luis Bagaría, Juan Chabás o Agustí Bartra, entre otros intelectuales españoles), pero posteriormente pasó por la República Dominicana (donde fue profesor en Puerto Planta), antes de establecerse en 1944 en México, donde moriría en 1958. En este último país publicó dos libros de muy larga vida comercial: ya en 1945 y en la Compañía General de Ediciones El inglés sin maestro en veinte lecciones, al que seguiría en 1947, en Ediapsa, Frases célebres de hombres célebres, y fue además redactor de la revista Tiempo. Pero sobre todo siguió su carrera como traductor, en la Compañía General de Ediciones (para la que tradujo la imponente obra colectiva Filosofía del futuro. Exploraciones en el campo del materialismo moderno, 700 apretadas páginas), en Ediapsa, en la Editorial México y en el Fondo de Cultura Económica.

Ilustración de cubierta de Mauricio Amster.

Fuentes:

Irene Aguilar Solana, «Pumarega García, Ángel», en Diccionario histórico de la traducción en España, Portal Digital de la Historia de la Traducción en España.

Gustavo Bueno, «Ediciones Biblos 1927-1928», Filosofía en Español.

Alejandro Civantos Urrutia, «Esplendor y miseria de Ediciones Oriente (Madrid 1927-1932). Un grupo editorial de avanzada para construir la República», Cultura de la República. Revista de Análisis Crítico, 3 (junio 2019), pp. 114-144.

Alejandro Civatos, Leer en rojo. Auge y caída del libro obrero (1917-1931), Madrid, Fundación Anselmo Lorenzo, 2017 y Leer en rojo. Auge y caída del libro obrero en España (1917-1931), Tren en Movimiento, 2022.

Adolfo Díaz-Albo Chaparro, Gabriel García Maroto y sus hijos artistas, Gabriel y José García Narezo, Catálogo de la Exposición en la Biblioteca Pública del Estado en Ciudad Real, en noviembre de 2020.

Mariano Rawicz, Confesionario de papel. Memorias de un inconformista, prólogo de Virginia Rawicz e introducción de Horacio Fernández, Granada, Editorial Comares-Instituto Valenciano de Arte Moderno, 1997.

Gonzalo Santonja, La república de los libros. El nuevo libro popular de la II República, Barcelona, Anthropos, 1989.