Sender y el insoportable peso de la censura franquista

La obra literaria de Ramón J. Sender (1901-1982) ha tenido la inmensa suerte de ser analizada, estudiada y evaluada por una pléyade de grandes filólogos, historiadores de la literatura y críticos: Francisco Carrasquer (1915-2012), Jesús Vived Mayral (1932-2018), Donatella Pini, José Carlos Mainer, Marcelino C. Peñuelas, etc., lo que podría llevar a pensar que ya poco nuevo queda por decir acerca de las vicisitudes de sus libros. Con El triángulo editorial de «Crónica del alba», Olga Pueyo Dolader no sólo desmiente esa arriesgada suposición sino que, situándolo con precisión en su contexto político y editorial, convierte al autor aragonés en ejemplo para explicar la evolución de la censura de libros en España durante la dictadura franquista, sus métodos y objetivos y el efecto, dispar, que tuvo ‒y sigue teniendo‒ en la recepción de la literatura de los exiliados republicanos y en el canon de la literatura española del siglo XX.

Ya en 2020 Pueyo Dolader había llamado la atención sobre el valor y la importancia del rico epistolario del editor barcelonés Jaume Aymà i Mayol (1911-1989) conservado en el Arxiu Nacional de Catalunya en un artículo en la revista Sansueña, y de nuevo aquí constituye una de las principales fuentes de información para reconstruir el proceso de contratación y edición de Crónica del alba y algunas novelas posteriores, así como las delirantes gestiones que el intrépido y benemérito editor se vio en la necesidad de establecer con la censura. Gracias a este epistolario ‒que sería muy útil que algún editor valiente se atreviera a publicar‒ conocemos, por ejemplo, el proceso mediante el cual, con el texto ya compuesto, el editor se ocupó de introducir las enmiendas y correcciones y hacer las supresiones que le pedía el Ministerio de Información de modo tal que no se produjeran recorridos en el texto que obligaran a componerlo de nuevo (con el consiguiente costo y retraso), o que en la siguiente edición, gestionada también por el propio Aymà en la editorial Andorra, esas enmiendas se debieron ya a la mano del propio Sender. ¿Minucias filológicas de variantes textuales para solaz y entretenimiento de especialistas? Depende de cómo se mire, porque en muchos casos se trataba de párrafos enteros y porque, por acumulación ‒como puede comprobarse en el apéndice que incluye este libro‒ llegan a alterar en cierta medida el impacto del conjunto.

Joaquín Maurín

Otro de los puntales sobre los que se sustenta este apasionante recorrido es el archivo personal de Joaquín Maurín (1896-1973) y el magnífico epistolario que mantuvo con Sender y que en su día preparó y editó Francisco Caudet. A través de este material se traza una imagen precisa de las circunstancias en las que debían desenvolverse los escritores del exilio republicano de 1939, con acceso difícil a las editoriales asentadas en sus países de acogida, que además estaban inmersas en sus propios procesos evolutivos, con la alternativa de publicar en empresas a las que se impedía distribuir sus libros en España o de autopublicarse sin ninguna esperanza de una difusión mínimamente decente. En otras palabras, sirve a la autora para cartografiar el mapa del campo editorial anómalo en el que durante muchos años se vieron obligados a jugar este amplio conjunto de escritores valiosos.

Victor Alba

Además de redondear y precisar la imagen que hasta ahora teníamos de Maurín como agente literario oficioso de Sender, por fin queda más precisamente establecidas las circunstancias y los canales mediante los que, ya en septiembre de 1953 y gracias a la iniciativa de Víctor Alba (Pere Pagès i Elies, 1916-2003), Maurín propició que Sender intentara que la editorial de José Janés (1913-1959) le publicara algún libro en España y cómo este se topó con un tipo de censura insalvable pese a informes favorables de los lectores censores: Sender era impublicable no porque su obra defendiera unas determinadas ideas o mostrara una determinada imagen de España, sino simplemente por ser quién era; y la decisión la tomaba la Dirección General de Información. Aun así, es pertinente constatar que, como bien podría hacer cualquier defensor del franquismo, que en 1946 el editor Javier Morata había obtenido autorización para importar ejemplares de un libro suyo, pero conviene no olvidar que se trataba de tan solo diez ejemplares, lo que es tanto como decir apenas nada. También del Archivo General de la Administración, lógicamente, se ha servido con profusión la autora para dilucidar los procesos a los que fueron sometidas las peticiones de diversos editores para dar a conocer la obra de Sender a sus lectores naturales. Asimismo, le permiten establecer y documentar cómo la evolución política del franquismo fue evolucionando no en una estrategia de apertura hacia la obra del exilio republicano, sino más bien como un modo de instrumentalizar determinados textos para limpiar un poco sus manos manchadas de sangre inocente.

Los Aymà, padre e hijo.

También son del máximo interés las páginas dedicadas a la recepción que tuvo a lo largo del franquismo y la posición que ocupó en el canon forjado por los estudiosos de la literatura española, algunos de los cuales demostraron ser incapaces de separar la antipatía personal o la discrepancia política del juicio estético, mientras que otros se enfrentaban a enormes dificultades, cuando no a la imposibilidad, de acceder a la obra completa de los autores a los que pretendían evaluar ( y eso vale para Sender, pero también para Manuel Andújar, Francisco Ayala, Max Aub y una extensísima nómina de escritores de primer orden). Sirva como mínimo de ejemplo de cómo y hasta qué punto varias generaciones de españoles recibieron y en muchos casos asumieron una escala de valores literarios maleados en origen, y sobre todo de advertencia del enorme trabajo que aún queda pendiente de hacer para revertir y actualizar esa situación, pese a la labor ya llevada a cabo, entre otros, por los insignes filólogos mencionados en el párrafo inicial.

Ramón J. Sender.

Como escribe con irrebatible acierto Fernando Larraz en el prólogo, este libro es «una aportación fundamental a la reconstrucción de nuestra historia cultural del siglo pasado que trasciende el mero estudio de caso», porque, si bien sitúa la historia editorial de Crónica del alba en primer plano, el fondo sobre el que se desarrolla esa historia queda perfectamente perfilado y delineado, y saca a la luz toda una serie de aspectos que pueden servirnos para comprender mejor otros muchos casos de «recuperación» de la obra literaria ‒pero también pictórica o cinematográfica, por ejemplo‒ de los exiliados republicanos de 1939 durante el franquismo. En este sentido, quizás el título elegido podría llevar a engaño, porque el texto de Pueyo Dolader va mucho más allá de lo anunciado. Decir que El triángulo editorial de «Crónica del alba» es una pequeña joya sólo es cierto si nos limitamos a contar el número de páginas del volumen; no tiene nada de pequeña pero sí es una joya.

El carácter de Joan Oliver

«Un impresor es un hombre a quien no le falta «carácter» y que busca causar buena impresión»

Serge Mirgean, crucigramista e impresor francés.

 

Una vez llegado a Santiago de Chile, y tras una etapa saliendo al paso como agente comercial de un fabricante de zapatos y como transportista de vinos, al término de la segunda guerra mundial una de las primeras iniciativas de Joan Oliver fue poner en pie, en colaboración con otros dos catalanes, la Imprenta Mediterránea. Brias, Oliver y Manresa Ltda., con domicilio en el número 320 de la avenida Matta de la capital chilena.

Joan Oliver, que firmaba su obra literaria como Pere Quart.

Poco después, en julio de 1947, salía el primer volumen de El Pi de les Tres Branques, editorial a cuyo frente acompañaba a Oliver el escritor catalán Xavier Benguerel (1905-1990), si bien lo impulsaba un patronato en el que figuraban también otros exiliados, como Joaquim Sabaté, Pere Mir, Joan Joanet, Josep Salomó, Josep Castellà Granja y el político y empresario Salvador Sarrà i Serravinyals (1902-1965), quien en 1933 había publicado en Barcelona la traducción catalana de Caliban parle (Sabadell, La Fona, 1928), de Jean Géhénno (1890-1978).

De esas mismas fechas es una factura de la Mediterránea al laboratorio farmacéutico de Benguerel, que Lluís Busquets i Grabulosa ha reprodujo en el epistolario entre Oliver y Benguerel, lo que puede dar una idea del tipo de impresos a los que se dedicaba esta imprenta en la que se bregaba Oliver: cajas y prospectos, en este caso.

Xavier Benguerel.

Estando ya de regreso en Barcelona, Oliver se ocupó de actuar de puente entre el tipógrafo Salvador Grau Mora, quien pretendía establecerse en Chile, y Benguerel. También por esos días, septiembre de 1948, Oliver proyectaba crear una librería anexa a la imprenta que su cuñado Ignasi Riera i Sallarès tenía en la barcelonesa calle de Major de Gràcia, Pal·las Artes Gráficas, y buscaba financiación para poder comprar una máquina para imprimir en plano y de este modo estar en disposición de ocuparse de la impresión de libros (menciona, en el citado epistolario, tener apalabrado el asunto con Luis Zendrera, de Juventud, y con Joan Teixidor, de Destino). Una de las dudas que plantea esta imprenta Pal·las es la posible relación que hasta ahora no he hallado con las Ediciones Pal·las (posteriormente Pal·las Bertran), que entre 1941 y 1946 publicó algunos libros ideados por Josep Janés (1913-1959).

José Janés.

A finales de 1949 Oliver invierte en la empresa de Riera y empieza a trabajar por las tardes en la imprenta, que explica de este modo: «Es un negocio modesto pero sólido. Me saco las pesetas justas para no tener que vivir del capital. Tengo otros proyectos, pero las cosas están pésimas con tendencia a empeorar». Sigue aún con el proyecto de comprar una imprenta en plano, y cuenta por carta a Benguerel que ha entrado en tratos con Josep Pedreira (1917-203), a quien define como «un chico muy serio y eficiente», quien ese mismo año creaba la colección de poesía Llibres de l’Óssa Menor.

Seis meses más tarde, cabe deducir que Pal·las ya ha empezado a imprimir libros, pues el mismo epistolario menciona los preparativos para ocuparse de la edición del primer poemario de Ferran Canyameres (1898-1964), Mig temps, que apareció con dibujos obra de Antoni Clavé (1913-2005), para el que además Oliver escribió el prólogo; así como también habla de un libro de poemas cuyo título no concreta de Armand Obiols (Joan Prat, 1904-1971), cuya obra apareció toda póstumamente.

Ferran Canyameres.

A finales de 1950, Oliver proyecta una empresa editorial conjunta con Pedreira, para la que incluso diseñan tres colecciones (dos en catalán y una en español), que piensan poner en marcha en los primeras semanas de 1951, y con la que, según escribe a Benguerel, Oliver piensa paliar sus dificultades:  «Yo necesito urgentemente aumentar mis ingresos. Sólo para comer un poco bien y pagar el alquiler del piso y otros gastos de primera necesidad, preciso 6.500 pesetas […] Yo no sé cómo se las apañan los asalariados. Piense que un sueldo de 1000 pesetas es respetable. Un prensista de primera gana 800 pesetas. ¡Echa cuentas!». Ese mismo año entra de nuevo en tratos con Canyameres, quien le pide que actúe de puente con El Pi de les Tres Branques –es decir, básicamente con Benguerel– para que se ocupe de la publicación de un par de textos que había editado pero no publicado Canyameres en Albor, Tota la saviesa del món, de Josep Pous i Pagès (1873-1952) y con ilustraciones de Apa (Feliu Elies, 1878-1948), y las Poesies, de Màrius Torres (1910-1942). Como consecuencia de estas gestiones, cuyo desarrollo pueden seguirse con mayor detalle en el epistolario Oliver-Benguerel,  el primero de estos libros apareció en El Pi de les Tres Branques, pero la editorial catalonchilena desapareció antes de llegar a publicar el segundo.

Joan Teixidor.

Ese mismo año 1951 Oliver publica en Pal·las, pero según el colofón en Tossa de Mar, Quasi un paradís. Allò que a Tossa s´esdevingué (centúria terca D. J. C.). Passatemps en dos actes i en vers, escrita a cuatro manos con Joan Guarro (1920-1997), que apareció con portada y figurines de Josep Granyer (1899-1983), cabeceras de R. Reig y F. Lloveres y una caricatura de los autores obra de Lluís Morató. La obra, estrenada en el Teatre Rovira de Tossa de Mar y de la que en 1999el ayuntamiento de esta ciudad hizo una edición facsímil, tiene la peculiaridad de no ir firmada por los seudónimos habituales de los autores (Pere Quart y Joan Basté), sino por sus nombres reales, y se hizo de ella originalmente una edición de 350 ejemplares de los que los 50 primeros iban numerados y firmados por ambos autores.

A finales de año las cosas parecen irle ya suficientemente bien como para que pueda invertir 50.000 pesetas en una pequeña sociedad anónima con Canyameres para editar las obras de Simenon, que Oliver había estado traduciendo aquellos años para Aymà, pero las gestiones siguen avanzando con lentitud durante más de seis meses, e incluso se tantea sin éxito la posibilidad de que intervenga también como socio el propio Simenon, pero el proyecto no llega a cuajar

Del 30 de enero del año siguiente (1952) es una ilustrativa carta de Oliver en la que cuenta a su amigo las satisfacciones que le reporta el trabajo en la imprenta, que le permiten tiempo tanto para la creación literaria como para el activismo cultural:  «Cuando tengo un trabajo entre manos  en mi imprenta soy feliz. Proyectar un programa bonito o una felicitación, o un libro, y supervisar la impresión… Por eso necesito un negocio que rinda lo suficiente para vivir con decencia. Hay que conjugar ambas cosas.» Esta formación en artes gráficas, en tipografía e impresión, añadida a su ya entonces ya dilatada trayectoria como escritor y traductor, situaba a Oliver en una situación idónea para ocupar cargos editoriales, una formación que en generaciones sucesivas se fue perdiendo.

Josep Granyer.

Una de estas obras de las que se ocupó con particular esmero Oliver fueron los 150 ejemplares impresos sobre papel de hilo de un poema de agradecimiento de Carles Riba a los participantes en el homenaje que se le tributó con motivo de sus sesenta años, al que acompaña un grabado al boj de Granyer y en el que puede leerse: «Joan O. ha tingut cura de l´estampació del text» [Juan O. se ha ocupado de la estampación del texto].

Sin embargo, Oliver no salía de las estrecheces económicas, hasta que avanzado 1956 empieza a hacer colaboraciones en Ediciones Vergara, gracias a Josep M. Boix i Selva (1914-1996), y en Alcides, gracias a Pere Puig i Quintana (1907-1981), pero el gran cambio ─por lo menos en lo que a estabilidad laboral se refiere─ llegó cuando pudo empezar a trabajar en el ámbito de la redacción en Montaner y Simón, de donde pasó luego a Aymà como director literario y posteriormente a la Proa de Joan B. Cendrós («el cavaller Floïd»). Según contó a su amigo Pere Calders, que ya conocía a González Porto de su exilio en México y que también se incorporó a la Montaner y Simón a su regreso a Barcelona, este golpe de suerte (relativa) le llegó por un camino inesperado, pero que pone de manifiesto que las diferencias ideológicas no impidieron ni la colaboración ni la ayuda mutua entre la gente de letras catalana: fue gracias a su amigo de juventud Martí de Riquer (1914-2013), a quien define como «pasado al otro bando», que fue nombrado redactor de la adaptación española del Diccionario Bompiani, una de las obras cumbre de la Montaner y Simón.

Pere Calders.

El tan mencionado e interesante epistolario Oliver-Benguerel da reiterado testimonio de las insatisfacciones que este trabajo acabaría por provocar en el poeta y dramaturgo sabadellense, pero esta ya es harina de otro costal.

Fuentes:

Lluís Busquets i Grabulosa, ed., Epistolari Xavier Benguerel-Joan Oliver, Barcelona, Proa, 1999.

Gustau Erill i Pinyot, Ferran Canyameres, entre la memoria i l´oblit, Barcelona, Baula, 1999.

P.O., «En la mort d’un impresor»,  Avui, 16 de abril de 1981.

Ignasi Riera, «La impremta Pal·las A. G.», Avui, 22 de abril de 2009, p. 25.

 

La primera editorial que le tomó el pelo a la censura franquista

Cuando al término de la guerra civil española, Aymà crea la combativa editorial Alcides, poco podía imaginar que con el tiempo acabaría por publicar una obra tan sobresaliente como la dirigida por el prestigioso historiador Ferran Soldevila (1894-1971) Un segle de vida catalana 1814-1930, ni que acabaría por tener como director a Joan Oliver (1899-1986), que justo en ese momento se encontraba en Francia a punto de iniciar un largo periplo que le llevaría a exiliarse durante varios años en Chile.

La editorial Alcides la crea formalmente el 15 de mayo de 1939, con sede en la calle Pau Claris, un grupo formado por Jaume Aymà i Ayala (1882-1964), su hijo  Jaume Aymà i Mayol (1911-1989), que con esta iniciativa se estrenaban en el mundo editorial tras un intento frustrado durante la guerra y después de colaborar el primero con la Editorial Pedagógica, y tres de los hombres que habían sido responsables de la Associació Protectora de la Ensenyança Catalana, y por consiguiente también de su ya mencionada editorial (la Pedagócica), los geógrafos Tomàs Iduarte i Aragonés y Josep Parunella i Eulàlia (1889-1980) y el doctor en medicina Josep Girona i Cuyàs.

Una de las copias de la escritura de la fundación de Alcides.

Si, pese a la brevedad de esta primera etapa de la editorial, su nombre ha quedado en un lugar destacado en las historias del libro es porque a ella se debe, en un episodio bastante azaroso, el primer libro en catalán autorizado por la censura franquista, gracias a un astuto ardid. El libro en cuestión, Mes de Maria Eucarístic, de Lluís G. Otzet, es un volumen de 237 páginas, con ilustraciones de Josep Lisbona, del que en la imprenta Vídua de Ramon Tobella se tiraron 125 ejemplares que, según se indica en una estampilla adjunta, se trata de una «Edición particular. Prohibida la venta de este ejemplar bajo ningún concepto». La autorización para publicarlo, solicitada por  Jaume Aymà, pudo hacerse sin pasar por Madrid porque se presentó como un recordatorio de comunión, y, puesto que la censura barcelonesa estaba facultada para autorizar obras e impresos de hasta 16 páginas, debieron de pensar que un recordatorio de comunión no debía de exceder esa extensión, aunque en este caso se trata de un impreso inusualmente extenso para tratarse de un recordatorio.  Seguramente contribuyó también a obtener la autorización para publicar en catalán el hecho de que el autor era un sacerdote (había sido rector de Súria) fallecido en enero de 1939 en Vic como consecuencia de los bombardeos (franquistas, eso sí).  El nihil obstat lo firmó el obispo Gabriel Solà Brunet, que llegaría a ser máximo responsable de la catedral de Barcelona.

Oscar Samsó, en su imprescindible estudio sobre la edición clandestina en Cataluña durante el franquismo, reconstruye el origen de esta primera edición de Alcides del siguiente modo:

Desde la imprenta de la Vídua de Ramon Tobella de la calle del Carme 19, donde se imprimió, llaman a Jaume Aymà, hijo, para que se ocupara de la corrección del catalán. Entonces se planteó quién figuraría como editor, y convinieron en que se podría hacer con el nombre de Alcides.

Así pues, cuando hacía apenas un mes que se había constituido Alcides, ya aparecía un título con su nombre, pero lo que en realidad se proponía el grupo fundador era poner en pie una colección dedicada a los clásicos españoles e italianos, la Biblioteca de Clásicos Alcides, de la que apenas pudieron sacar unos pocos títulos.

Jordi Aymà menciona entre las publicaciones de Alcides una edición de Laura o el sello rojo, de Alfred de Vigny (muy probablemente en la traducción de Emili Vallès i Vidal) y un Calendario instructivo para 1940, y anteriores a estas fueron las de un Rinconete y Cortadillo, de Cervantes, precedido de un prólogo de Jaume Aymà i Mayol, y una edición de Juan Ruiz de Alarcón, así como una compilación de canciones navideñas con textos de autores tan diversos como Santa Teresa, Lope de Vega, Góngora, Eugeni d´Ors y Sebastià Sánchez Juan, entre otros, ilustrada por D´Ivori (Joan Vila Pujol, 1890-1947).

En 1940, los problemas económicos y la escasa implicación de los socios hizo que la editorial cesara su actividad, justo en el momento en que Jaume Aymà i Mayol se da de alta como editor en la Cámara Oficial del Libro para fundar sucesivamente Atlàntida (1940), también de corta vida, y posteriormente, con su padre Jaume Aymà y Mayol, la Editorial Aymà, S.L. (1941), que subsumió las colecciones creadas por Atlántida y consiguió despegar sobre todo gracias al extraordinario éxito que obtuvo en 1942 al arriesgarse con Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell (1900-1949), de la que, dada su descomunal extensión,  hicieron una tirada de 12.000 ejemplares, que se agotó a los pocos días.

Sin embargo, Alcides no llegó a disolverse, lo que permitió que varias décadas después, en 1962, cuando la censura con respecto a la edición en catalán ya se había relajado bastante, se la pudieran ceder al abogado y activista cultural catalanista Pere Puig Quintana (1907-1981), quien ya tenía una cierta experiencia en el ámbito editorial como cofundador de la Revista d´Igualada (1929-1930), que contó con alguna colaboración esporádica de Xavier Benguerel (1905-1990), y sobre todo como creador, con Maurici Serrahima (1902-1979) y Félix Millet i Maristany (1903-1967), de la Benéfica Minerva, empresa gracias a la cual se publicaron algunas obras bibliográficamente importantes en los años cuarenta y cincuenta (la traducción de la Odisea de Carles Riba, la del miltoniano El paradís perdut de Josep M. Boix i Selva, L expansió de l´art català al món, de Sebastià Gasch…)  y financió también las investigaciones que cuajaron en la magna Historia de España (1952-1957) de Ferran Soldevila, que incorpora ilustraciones del editor Joan Sales (1912-1983).

Xavier Benguerel.

Puig Quintana dio un vuelco completo a lo que habían sido las primeras ediciones de Alcides, y lo único que mantuvo fue la voluntad de poner el sello al servicio de la edición en catalán, para lo que contó además con la colaboración de un director al que la propuesta de dirigir Alcides le llegó en el momento idóneo, Joan Oliver, quien por entonces estaba agobiado con el ambiente que se había ido creando en la editorial Montaner y Simón de González Porto, como le cuenta en carta del 19 de marzo de 1961 a su amigo Benguerel:

Puig i Quintana está dando los últimos toques a la editorial Alcides, donde parece que voy a tener un sitio. Esta es la única esperanza que me queda, hoy por hoy. En Montaner y Simón la atmósfera se enrarece cada vez más, y cualquier día explotará todo. ¡No lo puedo aguantar más!

Pero esta segunda etapa, que tampoco fue muy feliz para Oliver, fue ya otra historia.

Joan Oliver.

Fuentes:

Jordi Aymà, «Jaume Aymà i Ayala, editor», Anuari Trilcat, 1 (2001), pp. 163-173.

Lluís Busquets i Grabulosa, ed., Xavier Benguerel/Joan Oliver. Epistolari, Barcelona, Proa, 1999.

Galderich, «El primer llibre català del franquisme: Mes de María Eucaristic (1939), de Mn. Lluís G. Otzet», Piscolabis & Librorum, 11 de junio de 2015.

Abert Manent, «Llibres en català amb data de 1939», Serra d´Or, n. 272 (mayo de 1982), pp. 341-342, recogido en Del Noucentisme a l´exili, Sobre la cultura catalana del nou-cents, Barcelona, Publicacions de l´Abadia de Montserrat, 1997, pp. 239-244.

Albert Manent y Joan Crexell, Bibliografia catalana dels anys difícils (1939-1943), Barcelona, Publicacions de la Abadia de Montserrat, 1988.

Samsó, Joan, La cultura catalana entre la clandestinitat i la repressa pública, Barcelona, Publicacions de l´Abadia de Montserrat, vol II (Biblioteca Abad Oliva 147), 1995.

Joan Palet y la bibliofilia entre amigos en los años cincuenta.

A la altura de 1950 Joan Palet era uno de los ilustradores de libros barceloneses más conocidos, y por entonces empezó además a ampliar el número de editores para las que trabajaba. Es posible que su primera exposición individual, en otoño de 1949 en la Galería Argos y presentada por el crítico y estrecho colaborador de Janés Fernando Gutiérrez, algo tuviera que ver en ello.

Joan Palet pintando al aire libre en 1973.

Para Josep Janés al abrirse la década continúa ilustrando las sobrecubiertas de la excelente colección Leda (Los Escritores de Ahora), cuyas cubiertas diseña su amigo Ricard Giralt-Miracle, y que responde perfectamente a las características de edición noble y hasta cierto punto lujosa pero destinada al comercio regular que caracterizó buena parte de la obra editorial de Janés ya desde la década anterior. De 1950, por ejemplo, son las sobrecubiertas de La máquina de leer los pensamientos, de André Maurois, Vientos de terror, de Hodding Carter, Galahad, de John Erskine, Sangre de rey, de Sinclair Lewis, El sello que naufragó (luego editada como El sello de Antigua), de Robert Graves…

Robert Graves, El sello que naufragó, trad. de Manuel Bosch Barrett, José Janés Editor (Los Escritores de Ahora), 1950.

De muy distinto signo, en cambio, es la edición ese mismo año de 25 ejemplares numerados de Retorn a la vall, de Maria Dolors Orriols, con ilustraciones en el texto de Palet e impreso sobre papel de hilo y presentado con funda y petaca, con  el sello de Editorial Juris.

Joseo Romeu i Fugueras (1917-2004).

Para la admirable empresa de Josep Pedreira (iniciado como editor al lado de Janés) Edicions de l´Óssa Menor ilustra Palet también en 1950 un volumen de poesías del director de la revista clandestina Ariel. Revista de las Arts, Josep Romeu i Figueras, que se publica con un prólogo del reputado crítico Jaume Bofill i Ferro y con el título Sonets. Elegia del mite. Nits. Més enllà del somni.

Y del año siguiente es otra interesante edición con uno de sus grandes amigos de juventud en La Llotja, Ricard Giral Miracle, con quien ilustra La pedra de toc, de Rabindranath Tagore, para el sello Filograf que había puesto en marcha su viejo amigo.

De su también buen amigo y en cierta medida mentor Josep Janés prepara una edición muy cuidada del poemario Combat del somni que se publica en 1952 en la colección de Pedreira Els Llibres de les Quatre Estacions. Son apenas 73 páginas de 31 x 24 con dibujos en el texto y siete aguafuertes a página, de la que se hizo una tirada de 215 ejemplares numerados, impresos en papel de hilo royal Annan (con filigrana Fénix) por Horta y presentada también en funda y petaca.

También 200 ejemplares numerados se tiraron de una de las ediciones más legendarias ilustradas por Palet, Poemes de l´alquimista (1952) de Josep Palau i Fabre, que se publicó en la editorial de éste, La Sirena, y para cuya portada Palet toma como referencia el motivo del hombre alquímico de El Bosco.

 

En gran formato, tapa dura e ilustraciones a color a página completa (impares) se publica al año siguiente en José Janés Editor La princesita que tenía los dedos mágicos, de Maria Luisa Gefaell, que había obtenido Premio Nacional de Literatura en 1952 y que acababa de publicar un artículo importante sobre la materia, “Hay que dar dignidad al libro infantil”, en Correo Literario. Como “una de las ediciones más cuidadas” de Janés describe Jaime García Padrino esta obra en gran formato y encuadernada en tapa dura cuyas páginas impares incorporan a sangre ilustraciones a color de Joan Palet. (Jaime García Padrino, “Libros infantiles y juveniles”, en Jesús A. Martínez Martín, dir., Historia de la Edición en España, Madrid, Marcial Pons, 2015, pp. 699-721).

Paralelamente, va creciendo en la sombra la obra pictórica de Palet, que no sería ampliamente divulgada hasta su muerte, pero vale la pena mencionar aún la edición del libro de Miquel Coll i Alentorn La llegenda de Guillem Ramon de Montcada, publicada en Aymà como número 12 de la colección Guió d´Or en 1958. Con capitulares de Giralt-Miracle y grabados a la madera de Palet, ocho de ellos fuera de texto, se publicó una tirada de 330 ejemplares numerados en papel de hilo verjurado romaní.

Con estos antecedentes tan espectaculares, no es de extrañar que las barcelonesas Ediciones Comar confiaran en Palet para que ilustrara su conocida edición ilustrada de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1964).

Joan Palet, «Mujer con marionetas javanesas» (1940), óleo sobre tela (80 x 65 cm).

Fuentes:

Joan Palet. Una mirada íntima, libro catálogo con textos de Josep Palau i Fabre (“Presentació”), Olga Palet (“Joan Palet. Una mirada íntima” y “Joan Palet. Notes biogràfiques”), y Pere Secorún (“Un estiu a Mallorca”), con bibliografía y traducciones de los textos al español y al inglés de Discobole, Caldes d´Estrac, Fundació Palau-Centre d´Art, 2006.

Germán Masid Valiñas, La edición de bibliófilo en España (1940-1965), Madrid, Ollero y Ramos, 2008.

 

Lecturas enriquecidas de textos teatrales (la colección Voz Imagen)

A Claudia Ortego yTeresa Santa María.

A lo largo del siglo XX, y sobre todo en su segunda mitad, hubo en España unas cuantas colecciones importantes de literatura dramática, que se añadían además a revistas como Primer Acto, Yorick o Pipirijaina como canales de los que disponían los dramaturgos españoles para dar a conocer sus obras teatrales, y los aficionados para conocerlas, mantenerse al corriente de lo que se estaba haciendo en este ámbito y, además, para acceder a traducciones de teatro extranjero.

Entre estas colecciones dedicadas específicamente a los textos dramáticos, destacan la veterana colección Teatro de la editorial Escelicer, que entre 1951 y 1975, se distribuía sobre todo en librerías especializadas y en quioscos, y Teatro Selecto de la misma editorial (Alejandro Casona, García Lorca, Jardiel Poncela, Miguel Mihura, Edgar Neville, Valle-Inclán); o la espléndida El Mirlo Blanco, de la editorial Taurus, que bajo la dirección de José Monleón publicó a Fernando Arrabal, Max Aub, Buero Vallejo, Miguel Mihura o Alfonso Sastre, entre otros dramaturgos de análoga importancia, precedidos de estudios introductorios que a menudo se han convertido en canónicos o puntos de referencia, o los Libros de Teatro de la Editorial Cuadernos para el Diáologo (Edicusa) que, dirigida por Miguel Bilbatúa y Álvaro del Amo, descubrió al lector español autores como John Arden, Günter Grass, Martin Walser, Llorenç Villalonga, Joan Brossa o Eduardo Blanco-Amor, entre algunos otros.

Una de las colecciones más innovadoras en este ámbito, mejor concebidas, diseñadas y programadas fue sin duda la serie de Teatro de Voz Imagen, de la barcelonesa editorial Aymà, que en la misma colección convivía con otras series dedicadas al Cine, la Radio y la Televisión.

Voz Imagen nace después de que Jaume Aymà i Mayol (1911-1989), que había creado en 1941 la editorial con su padre Jaume Aymà i Ayala (1882-1964), la abandonara para crear primero Delós-Aymà (1962-1968) y posteriormente, una vez ya muerto Aymà i Ayala, la Editorial Andorra (1966-1971).

Tras diversos cambios de nombre (Ediciones Aymà, Aymà Editor, Aymà Editores), en 1951 se había establecido como sociedad limitada, pero diversos cambios en el porcentaje de las participaciones hicieron que en julio de 1962 Aymà i Ayala abandonara la editorial, y poco después, en febrero de 1963, lo hiciera también su hijo. La editorial, que sin embargo mantuvo el nombre –propiciando que los historiadores a menudo hayan sido víctimas de la confusión– , pasó a controlarla el industrial y mecenas Joan Baptista Cendrós (1916-1986), a quien Joan de Sagarra se refería como “el floidman” porque debía buena parte de su fortuna a la creación de la en su época muy conocida marca de productos de afeitado Floïd.

Al frente de la editorial como director literario Cendrós puso a un “hombre de la casa”, el poeta Joan Oliver (1899-1986), que tenía por entonces una larga experiencia ya como editor (antes de la guerra, en La Mirada; en el exilio chileno, en El Pi de les Tres Branques, y a su regreso, tras el preceptivo paso por prisión, en Montaner y Simón y en la propia Aymà como director de la colección en catalán El Club dels Novel·listes).

Joan Oliver (1899-1986).

 

Voz Imagen, dirigida por uno de los hombres de teatro más influyentes en la historia del teatro español, Ricardo Doménech (1938-2010),  se dio a conocer en 1963 con una asombrosa edición de El concierto de San Ovidio, de Antonio Buero Vallejo (1916-2000) –casi simultánea a la de Escelicer en su colección Alfil–, que se publica con unas características que definen ya lo que serán las entregas siguientes. Con un formato de 18 x 13, el texto de Buero va precedido de un muy buen estudio de Jean-Paul Borel y profusamente ilustrado con imágenes en blanco y negro del montaje de la obra.

Un repaso a los 25 números publicados en esta colección a lo largo de su existencia (1963-1978) da una idea bastante ajustada de lo que era el canon teatral de la época a ojos de la crítica literaria más informada (casi nunca coincidente con los del público), así como de los estrenos estéticamente más importantes e innovadores de la escena española (ver Anexo al final). El hecho de incorporar como material gráfico láminas con fotografías de los estrenos, cosa que cuando resultó imposible hacer se justificó mediante una nota del editor (caso de Max Aub), condicionaba de un modo notable la selección de títulos, pero ofrecía a cambio una propuesta de lectura enriquecida de los textos. De todos modos la lista de títulos resulta muy ilustrativa. Por un lado, en primer lugar cabe descartar que sea casual el hecho de que la colección se abra con obras de Antonio Buero Vallejo, lo cual es significativo de la posición que ocupaba en la historia teatral española en el siglo XX desde que en 1949 estrenara Historia de una escalera y al año siguiente José Janés la publicara en la espléndida colección El Manantial que no Cesa.

Tampoco debe de serlo que sólo haya dos dramaturgo de los que se publica más de una obra: Federico García Lorca (1898-1936), el más reiteradamente publicado, y Arthur Miller (1915-2005), pues da idea también de la significación de estos autores en los ambientes teatrales de esos años, y son elecciones que, desde el punto de vista político, van trazando un perfil inequívocamente izquierdista de la colección.

Arthur Miller (1915-2005) con su esposa Norma Jean Baker (1926-1962); es decir, Marilyn Monroe.

No es muy difícil percibir una cierta línea ideológica en los autores y obras seleccionadas, incluso en el caso de lo que puede interpretarse como recuperación de textos de autores cuya dramaturgia era poco visible (Gorki, Unamuno), y muy evidente en la selección de escritores españoles exiliados como consecuencia del resultado de la guerra civil española (Alberti, Aub), representantes en buena medida de la misma línea de teatro que representaba García Lorca y que antes de llegar a eclosionar se había visto cercenada por la guerra civil. Desde el punto de vista estético, también es muy perceptible la coincidencia entre el teatro de crítica social, la propuesta de renovación de la escena española y el interés por el rigor que defendía en aquellos mismos años la revista Primer Acto.

El autor Federico García Lorca, la actriz Margarita Xirgu y el director Cipriano Rivas Cherif en el estreno en Valencia de Doña Rosita la soltera (1935).

Junto a ello, algunas curiosidades, como el hecho de publicar la única traducción que se le conoce al escritor republicano José  Corrales Egea (colaborador de las revistas Cuadernos para el Diálogo, Ruedo Ibérico, Ínsula y Triunfo), o por lo menos la única traducción que firmó con su nombre, mientras se encontraba en París. En cualquier caso, tras la desaparición de Voz Imagen no salió en España ninguna colección teatral equiparable, ni en cuanto al catálogo de títulos, ni en cuanto a su concepción general y diseño.

 

Anexo: Serie Teatro de la colección Voz Imagen (Aymà)

1.Antonio Buero Vallejo, El concierto de San Ovido. Parábola en tres actos, prólogo de Jean Paul Botrel, 1963.

2. Federico García Lorca, La casa de Bernarda Alba, con un prólogo de Domingo Pérez Minik y observaciones y notas de dirección de J. A. Bardem, 1964. (4º ed: 1973.).

3. Miguel de Unamuno, El otro, con textos críticos de A. Colodrón, José Sanchís Sinisterra y J. M. Azpeitia, 1964.

4. Máximo Gorki, Los hijos del sol, traducción directa del ruso por Victoriano Imbert, con un ensayo de J. M. de Quinto y textos de J. C. Jaubert y Antoine Vitez, 1964.

5. Samuel Beckett, La última cinta. Acto sin palabras, con textos de Ricardo Doménech y Ángel Fernández Santos y entrevistas a Trino Martíínez Trives y a Josefina Sánchez-Pedreño, 1965.

6. Friedrich Dürrenmatt, Frank V: comedia de una banca privada, traducción directa del alemán de Feliu Formosa, prólogo y notas de Julio Diamante, 1965.

7. Joan Oliver, Bodas de cobre, comedia en tres actos y un epílogo, con textos de Joaquim Molas y Jordi. Carbonell, 1965.

8. Arthur Miller, Después de la caída, con palabras preliminares del autor y ensayos de F. García Pavón y Juan Cesarabea. Un montaje de la obra, por Adolfo Marsillach. Mensaje internacional de Arthur Miller, 1965.

9. Bertolt Brecht, La óperra de perra gorda, con textos de Alfonso Sastre y Feliu Formosa, 1965.

10. Manuel de Pedrolo, Hombres y yo, traducción directa del catalán de José Corredor Matheos, con un prólogo de José Monleón, 1966.

11. Max Frich, Andorra, traducción directa del alemán por Julio Diamante y Elena Sáez, prólogo de Julio Diamante, 1966.

12. Heinar Kipphardt, El caso Oppenheimer, traducción directa de Adolfo Lozano Borroy, con un prólogo de Eduardo Haro Tecglen, septiembre de 1966.

13. Alfred Jarry, Ubú, rey, traducción de José Corrales Egea, con textos de José Corrales Egea y Roger Shattuck, 1967.

Nota del editor: Resultaba sencillamente insólito que no hubiera a mano, en lengua castellana, una traducción de esta obra impar, que marcó un jalón en la historia del drama contemporáneo. Se acepten las razones que se quiera —en primer término, la complejidad de verter a otro idioma una obra tan genuinamente francesa—, lo cierto es, en fin, que esta ausencia queda hoy subsanada.

14. Max Aub, Morir por cerrar los ojos, con un ensayo de Ricardo Doménech, 1967.

Nota del editor: La obra publicada en este volumen no ha sido estrenada; por ello no hemos podido acompañarla con fotografías como es norma de nuestra colección.

15, Arthut Miller, Inicidente en Vichy, con textos de Luis F. Rebello y Jorge Enjuto, 1968.

16. Salvador Espriu, Primera historia de Esther, traducción de Santos Hernández (con la colaboración de Maria Aurèlia Capmant y Carme Serrallonga y supervisadsa por el autor); con textos de Ricardo Doménech y Santos Hernández, 1968.

17. Molière, El Tartufo. Versión de Enrique Llovet, con textos de Enrique Llovet y Adolfo Marsillach, 1970.

18. Harold Pinter, Retorno al hogar, con textos de F. M. Lorda Alaiz, J. J. López Ibor y J. López Saancho, 1970.

19. Federico García Lorca, Bodas de sangre, introducción de José Monleón y otros textos, 1971.

20. Federico García Lorca, Yerma, prólogo de José Monleón, 1973.

21. G. Berto, Anónimo veneciano, traducción de David Casanueva (¿Francesc Parcerisas? Véase comentario del mismo), febrero de 1974.

22. Federico García Lorca, Mariana Pineda, con textos de Antonina Rodrigo y José Monleón, 1976.

23. Federico García Lorca, Doña Rosita la soltera o El lenguaje de las flores, con textos de José Monleón y Antonina Rodrigo, 1976.

24. Rafael Alberti, El adefesio (Fábula del Amor y las Viejas en tres actos), con textos de José Monleón y José L. Alonso, 1977.

25. Antonio Buero Vallejo, La doble historia del doctor Valmy, edición de Luis Iglesias Feijóo, 1978.

 

Fuentes:

Jordi Arbonés y Matthew Tree, Epistolari, edición de Josefina Caball, Lleida, Punctum-Grup d´Estudi de la Traducció Catalana Contemporánia (Visions 3), 2013.

Jordi Aymà, «Jaume Aymà i Mayol, editor«, Anuari Trilcat, 1 (2001), pp. 163-173.

Juan Ballester, diversas entradas del blog Aquellas colecciones teatrales.

César Oliva y Francisco Torres Monreal, Historia básica del arte escénico, Madrid, Cátedra, 2005.

Mariano de Paco, “Ediciones de textos teatrales desde 1939”, El Kiosko Teatral, núm. 41.

Francisco Ruiz Ramón, Historia del teatro español. Siglo XX, Madrid, Cátedra, 1977.

La Editorial Andorra en su primera época (1967-1972)

El librero Pere-Miquel Fonolleda (de la Llibreria La Puça) divide acertadamente la historia de la extraordinaria y bilingüe Editorial Andorra en tres etapas:

Caricatura de G.K. Chesterton

1. Desde su fundación por el mecenas Bartomeu Rebés i Duran y el editor Jaume Aymà i Mayol el 27 de noviembre de 1967 hasta 1972, cuando Aymà abandona el proyecto y debe cerrar, cómo no, por problemas económicos. En esta etapa, en palabras de Fenolleda, Editorial Andorra constituye “una Cruz Roja cultural, porque su tarea editorial se centraba en editar a autores exiliados a causa de la dictadura fascista en España: Aub, Ayala, Chacel, Sender…, camuflados entre Sant Francesc d´Assís [de Chesterton] y algún evangelio esporádico”. En este período se inicia como una editorial muy activa publica una cincuentena de títulos, y viene a añadirse a la labor de las dos únicas editoriales existentes por entonces en Andorra (Casal i Vall, célebre por editar a Simenon, y Convivium Romaticòrum), para superarlas con creces en cuanto a rigor y ambición culturales.

2. Desde 1978 hasta 1999, en que Rebés retoma el proyecto pero publica un solo título al año y se centra en la historia de Andorra.

3. De 1997 en adelante, cuando, fallecido ya el fundador, su hijo Xavier Rebés D´Areny-Plandolit toma las riendas de la editorial, amplía el espectro de títulos de temática andorrana y crea colecciones tan interesantes como Hedra (dedicada a nuevos poetas), Poesia Errant (en colaboración con la también andorrana Límits Editorial) o Contes de Sant Jordi.

Según palabras del alma máter y fundador en el acto de inauguración, inicialmente la Editorial Andorra “no tiene otro objetivo que no sea prestar un buen servicio a las letras y la cultura catalana, sin descuidar el libro español y francés”, pero lo cierto es que, junto a algunos libros de temática religiosa y otros que buscan no incomodar a las autoridades, el peso que adquieren en su catálogo las obras de los exiliados españoles es más que notable desde el primer momento, así como el tratamiento de temas un tanto delicados. Una de las colecciones más emblemáticas y conocidas, Colección Andorra, se abre en 1968 con Las buenas intenciones, de Max Aub (encuadernadas en tela y con una sobrecubierta ilustrada) y prosigue con los dos volúmenes de Bizancio (1968), de Ramón J. Sender, a los que puede añadirse Campo del Moro, de Aub (número 7). Los primeros números de la impresionante colección Valira (en rústica con solapas), son títulos también de escritores españoles exiliados: Segundo Serrano Poncela (El hombre de la cruz verde, 1970), Manuel Andújar (Vísperas, 1970), Rosa Chacel (La sinrazón, 1970), Ramón Gómez de la Serna (La Nardo, 1970), y más adelante se añadirá en el octavo número el interesantísimo escritor afincado en México Simón de Otaola (Los tordos en el pirul, 1972), conocido sobre todo como autor de La librería de Arana. A todos los escritores exiliados mencionados hasta aquí pueden añadirse, fuera de colección, los tres volúmenes de las Crónica del alba de Sender o el Llibre d´Andorra de Lluís Capdevila.

Al interés de estos títulos y autores se añade, en el caso de la colección Valira, los prólogos y materiales que los acompañan, y que a menudo se han convertido en textos de referencia sobre esos autores y obras. Escribieron prólogos para esta colección críticos, historiadores de la literatura y escritores de la importancia de Julio Gómez de la Serna, Rafael Conte, Andrés Amorós o José R. Marra-López, entre otros.

Miquel Saperas

Entre las muchas joyas de esta etapa de la editorial se cuenta también el breve volumen de poesías del prolífico Miquel Saperas (1898-1978), precedido de un prólogo de Sebastià Gasch y acompañado de ilustraciones de Alfred Opisso, Circ, y el estreno de la colección Ahir-Demà con La defenestració de Xènius, de Guillem Díaz-Plaja, o la presencia de una novela de Jean Cassou (Las matanzas de París) o la publicación del Memento Mori de la hoy prestigiosa Muriel Spark (Muriel Sarah Camberg, 1918-2006) o de dos libros del tan mal conocido trotamundos Manuel Grimalt (la novela Nadie escribe la historia de la próxima aurora y los relatos de La última noche de la Isla)…

Max Aub

Si bien Manuel Aznar Soler ha descrito la Editorial Andorra como “un ejemplo de cómo intentar liberarse de la censura franquista”, lo cierto es que sabemos que, por lo menos en algunos casos, particularmente en el de las obras de Max Aub, estas obras se publicaron en ediciones censuradas, y probablemente la explicación se halla en el hecho de que, si bien la sede de la editorial estaba en el piso superior de la vivienda de Bartomeu Rebés en Andorra la Vella, de la impresión, almacenaje y distribución se ocupaba Jaume Aymà desde Barcelona.

También entre los colaboradores encontramos algunos nombres de primer nivel, además de los ya mencionados. Maria de Quadres, por ejemplo, reunió parte de las traducciones al catalán que antes de la guerra la había publicado Josep Janés y, a partir de este cañamazo, publicó un volumen de Obra selecta del premio Nobel Rabindranath Tagore (que incluye El Jardiner, Ocells perduts, La lluna nova, Present d´enamorat, Trànsit, Gitanjali y La collita). Ramón Folch i Camarassa es el autor de la traducción catalana de El senyor president, de Miguel Ángel Asturias, cuya publicación coincidió con la concesión del Nobel, y que se publicó con un prólogo de Lluís Capdevila y un frontispicio de Abel Vallmitjana, así como de la traducción al catalán de La república moderna, de Pierre Mendès-France.

Jaume Fuster tradujo un volumen de la serie de Anne y Serge Golon (Angélica y el terror, 1972). Manuel Vázquez Montalbán dirigió la muy efímera colección Ver, Oír y No Callar, para la que prologó el único libro publicado, y además contribuyó con un cómic gestado en las páginas de la revista Triunfo (La educación de Palmira).

Tampoco es un detalle menor que de los aspectos gráficos e incluso del diseño de algunas portadas se ocupara Filograf, el taller montado por Ricard Giralt-Miracle cuando se independizó de Seix Barral. Posteriormente se ocuparía de ello Arts Gràficas Bobalà, de Lleida.

En esta impresionante, intensa y breve primera etapa, Ediciones Andorra construye un catálogo de una solidez e importancia indiscutible, sin apenas estridencias ni notas discordantes, más allá de la muy lógica búsqueda de un cierto equilibrio entre riesgo literario y comercialidad, que no fue suficiente para mantener saneada la empresa. No hay duda de que el formado por Bartomeu Rebés y Jaume Aymà fue un tándem afortunado y que dejó un legado progesista y luminoso.

Dado que el catálogo habla por sí solo, bastará con echarle una somera lectura a su reconstrucción (que combina la ordenación por colecciónes con la cronológica).

Catálogo de ediciones Andorra en su primera etapa (1967-1972)

Miquel Saperas, Circ, prólogo de Sebastià Gasch, ilustraciones de Alfred Opisso, 1967.

Gilbert Keith Chesterton, Sant Francesc d´Assís (Colecció Meritxell 1), presentación de Miquel Saperas, traducción de Josep Delclòs Mollera, 1967.

Rabindranath Tagore, Obra selecta (Mritxell 2), presentación de Joaquim Ventalló, traducción de María de Quadres, 1968.

Miguel Ángel Asturias, El senyor President (Meritxell 3), prólogo de Lluís Capdevila, traducción de Ramon Folch i Camarasa, 1968.

Miquel Saperas, Carles de Viana, 1968.

Guillem Díaz-Plaja, La defenestració de Xènius (Colección Ahir-Demà 1), 1967.

Lluís Capdevila, L´alba dels primers camins (Ahir-Demà 2), 1968.

Pierre Mendès-France, La república moderna (Ahir-Demà 3), traducció de Ramon Folch i Camarasa, 1968.

Miquel Saperas, El mestre Enric Morera (Ahir-Demà 4), 1969.

Daniel-Rops, Història sagrada dels meus fillols, presentación de Artur Llopis, traducción de Osvald Cardona, 1968.

Daniel-Rops, L´Evangeli dels meus fillols, presentación de Artur Llopis, traducciñíon de Osvald Cardona, 1968.

Daniel-Rops, Historia sagrada de mis ahijados, presentación de Artur Llopis, traducción de Esteban Miquela y Fernando Gutiérrez, 1968

Daniel-Rops, El Evangelio de mis ahijados, presentación de Artur Llopis,  traducción de Esteban Miquela y Fernando Gutiérrez, 1968.

Max Aub, Las buenas intenciones (Colección Andorra 1), 1968.

Ramón J. Sender, Bizancio I (Andorra 2), 1968.

Ramón J. Sender, Bizancio II (Andorra 2), 1968.

Jean Cassou, Las matanzas de París (Andorra 3), traducción de Julio Gómez de la Serna, 1969.

Muriel Spark, Memento mori (Andorra 4), traducción de J. B. Cuyas Boira, 1969.

Herman Melville, Tahipí. Paraíso en los Mares del Sur (Andorra 5), traducción de J. M. Millàs Raurell, 1969.

Gilbert Cesbron, Muchachos de cabellos grises (Andorra 6), traducción de Francisco Farreres, 1969.

Max Aub, Campo del Moro (Andorra 7), prólogo de Joaquín Marco, 1969.

Guido Artom, Napoleón ha muerto en Rusia, traducción de Mercedes Lloret Compte, 1969.

Manuel Grimalt, Nadie escribe la historia de la próxima aurora, 1969.

Manuel Grimalt, La última noche de la Isla, (Colección Alfójar 1), 1969.

Laurence Pernoud, Espero un infant, traducción de Jorgina Miserachs, 1969.

Octavi Fullat, La domesticació del sexe. Intent d´educació sexual, 1969.

Ramón J. Sender, Crónica del alba I, 1969.

Ramón J. Sender, Crónica del alba II, 1969.

Ramón J. Sender, Crónica del alba IIII, 1969.

Anne & Serge Golon, Angélica se rebela, traducción de Manuel Planas, 1969

Anne & Serge Golon, Angélica y su amor, traducción de Manuel Planas, 1969.

Anne & Serge Golon, Angélica y el Nuevo Mundo, traducción de Julio Gómez de la Serna, 1970.

Anne & Serge Golon, La tentación de Angélica, traducción de Julio Gómez de la Serna, 1972.

Anne & Serge Golon, Angélica y el terror, traducción de Jaime Fuster, 1972.

Lluís Capdevila, Llibre d´Andorra. 1970.

Ricard Figuerola i Sants, Vida i miracles de la petita empresa, 1970.

Segundo Serrano Poncela, El hombre de la cruz verde (Colección Valira 1), prólogo de José Domingo (“La obra narrativa de Segundo Serrano Poncela”), 1970.

Manuel Andújar, Vísperas (Valira 2), prólogo de Rafael Conte (“El realismo simbólico de Manuel Andújar”), 1970.

Rosa Chacel, La sinrazón (Valira 3), prólogo de Julián Marías (“Azar, destino y carácter de Rosa Chacel”), 1970.

Francisco Ayala, Los usurpadores (Valira 4), prólogo de Andrés Amorós, poema de Max Aub y apéndices de Hugo Rodríguez-Alcalá, 1970.

Ramón Gómez de la Serna, La Nardo (Valira 5), prólogo de Julio Gómez de la Serna (“La Nardo, madrileña perenne”), 1970.

Francisco Umbral, Las europeas (Valira 6), prólogo de José Domingo (“La novela erótica de Francisco Umbral”), 1970.

Eduardo Zamacois, El misterio de un hombre pequeñito (Valira 7), prólogo de Federico Carlos Sáinz de Robles, 1970.

Otaola (Simón de Otaola), Los tordos en el pirul (Valira 8), prólogo de José R. Marra-López (“Retrato de un escritor desconocido”), 1972.

Benito Pérez Galdós, El audaz (Valira 9), prólogo de Alberto Mínguez, 1972.

Federico Carlos Sáinz de Robles, Antología de la novela corta I. Dieciocho años de novela española, 1907-1925 (Valira 10/I), Federico Carlos Sáinz de Robles, 1972.

Federico Carlos Sáinz de Robles, Antología de la novela corta II. Dieciocho años de novela española, 1907-1925 (Valira 10/II), Federico Carlos Sáinz de Robles, 1972.

Víctor Hugo, Los miserables. Época primera, traducción de H. G. Simón, 1971.

Víctor Hugo, Los miserables. Época segunda, traducción de H. G. Simón, 1971.

Maurice Druon, El rey de hierro (Colección Los Reyes Malditos), traducción de Raimundo Aliaga Rincón, 1972.

Maurice Druon, La reina estrangulada (Colección Los Reyes Malditos), traducción de Raimundo Aliaga Rincón, 1972.

Maurice Druon, Los venenos de la corona (Colección Los Reyes Malditos), traducción de Raimundo Aliaga Rincón, 1972.

Luis Dávila, Política y deporte (Colección Ver, Oír y No Callar 1), prólogo de Manuel Vázquez Montalbán, 1972.

Nuria Pompeia (dibujos) y Manolo V el Empecinado (Manuel Vázquez Montalbán), La educación de Palmira, epílogo de Sixto Cámara (seudónimo de Vázquez Montalbán), 1972.

Fuentes:

Web de la Editorial Andorra.

AA.VV., Del mil nou-cents seixanta-set al dos mil set. Celebrant quaranta anys d´Editorial Andorra, Andorra la Vella, Editorial Andorra, 2008.

Manuel Aznar Soler, “Exilio republicano de 1939 y patrimonio literario. De la Colección Patria y Ausencia (1952) a la Biblioteca del Exilio (2000)», en Laberintos del exilio. Diecisiete estudios sobre la obra literaria de Max Aub, Sevilla, Renacimiento (Biblioteca del Exilio. Anexos 3), 2003, pp. 92-126.

Pere-Miquel Fonolleda Pérez, Editorials i societat a Andorra, 1945-1994, i relacions amb Catalunya sota el règim franquista, prólogo de Josep Maria Solé i Sabaté y preámbuilo de Pere Canturri Muntanyà, Biblioteca Andorra, 2006.

Fina Font Ruana, “Editorial Andorra: Present, passat i futur”, Ex Libris Casa Bauró. Fulls de bibliografía, núm. 2 (2003), pp. 29-33.

Javier Lluch Prats, “Propuestas para una reautorización de Max Aub: Campo del Moro y Las buenas intenciones”, Laberintos, núm 1 (2001), pp. 33-51.

José Carlos Mainer, “El lento regreso: textos y contextos de la colección El Puente (1963-1968)», en Manuel Aznar Soler, ed., El exilio literario español de 1939. Actas del Primer Congreso Internacional, Sant Cugat del Vallès, Asscociació d´Idees- Gexel (Serpa Pinto 1), vol I, pp. 395-415.

Àlvar Valls, “Aproximació al fet literari a Andorra”, en Eliseu Trenc Ballester, ed., Els Pirineus, Catalunya i Andorra (Actes del Tercer Col·loqui Interancional de la Associació Francesa de Catalanística), Barcelona, Abadia de Montserrat, 2006, pp. 125-138.

Creatividad y subversión de un editor

Joan Sales (1912-1983) se ha ganado a pulso un lugar en la historia de la edición peninsular por su labor sobre todo en la obra de dos de los autores más importantes de la literatura catalana del siglo xx: Llorenç Villalonga y Mercè Rodoreda. La imagen que nos ha quedado de él es la de un editor muy intervencionista en los textos de los autores a los que decidía publicar, centrado en particular en los aspectos estilísticos y lingüísticos, pero los trabajos de Marta Pasqual (n. 1983) revelan otras facetas de Sales y ponen de manifiesto lo que viene a ser un compendio programático del editor de mesa dedicado a la literatura. En el libro Joan Sales, la ploma contra el silenci (Barcelona, Acontravent, 2012),  Marta Pasqual resume y aligera la tesis Creativitat i subversió en les reescriptures de Joan Sales, en la que ofrece un análisis más pormenorizado acerca de los criterios lingüísticos y de traducción de Sales, y sobre todo unos apéndices realmente muy valiosos: un extenso artículo de Sales sobre literatura catalana, una copia del expedientes de censura de la novela inédita escrita a cuatro manos entre Xavier Benguerel y Sales El patriarca y una amplia selección de los jugosos epistolarios inéditos Sales-Benguerel y Sales-Ferran de Pol.

Según explica Marta Pasqual en Joan Sales, la ploma contra el silenci, “Su verdadera formación empezó en La Nau, de noche, en pleno barrio Chino […). Aunque nunca firmó, Sales era redactor y corrector en el periódico fundado por Macià Mallol y Antoni Rovira i Virgili”. Por su parte, en la entrada dedicada al periódico Diari Mercantil que dirigió en 1932 Josep Janés (y entre cuyos redactores se contaban Artís Gener, Àngel Estivill y Pere Calders), escribe Lluis Solà i Dachs: “En la imprenta, aparte del linotipista, que Avel·lí Artís i Gener dice que era Joan Sales, el editor y novelista de hoy, estaban el corrector (Salvador Marsal i Picas) y un cajista que tenía a su disposición dos juegos de tipos de medidas distintas”.

Sin embargo, es en México, tras colaborar en el periódico en catalán Full Català y poner en marcha la revista Quaderns de L´Exili, cuando Sales empieza a ejercer de editor de libros. A él cabe atribuir las ediciones de dos obras de Jacint Verdaguer, L´Atlàntida (Minerva, 1945) y Canigó (Biblioteca Catalana, 1948), la Antologia completa mínima, de Teodor Llorente (Biblioteca Catalana, 1947), la anotación de Nacionalitat Catalana, de Prat de la Riba (Biblioteca Catalana, 1947) y, quizá la más importante, las Poesies de Màrius Torres (Quaderns de l´Exili, 1947). Se convierte por entonces en uno de los principales colaboradores de quien sin duda es el editor más importante del exilio catalán, Bartomeu Costa Amic.

Un editor legendario, Bartomeu Costa-Amic (1911-2002).

De vuelta en Barcelona, empieza enseguida a trabajar en Ariel, donde destaca por sus versiones de cuentos tradicionales, su adaptación del Tirant lo Blanc, su edición en seis volúmenes de la obra de Carles Cardó o su edición de la Historia de España de Ferran Soldevila, pero su reputacións empieza a forjarse sobre todo al frente del Club dels Novel·listes, colección de la editorial Aymà, que a partir de 1955 codirige con Xavier Benguerel y Joan Oliver, y sobre todo con la creación con Benguerel, en 1959, de Club Editor, que enseguida inició tratos con José Janés para que se ocupara de publicar las versiones en español de las obras más exitosas que ellos editaran en catalán (la muerte de Janés el 11 de marzo de ese mismo año impidió que tal proyecto llegara a buen puerto).

Joan Sales con su esposa y principal colaboradora en El Club Editor, Núria Folch.

La perspicacia de Sales en la selección de autores, al margen de las traducciones de Lampedusa, Salinger o Kazantzakis, no escapará sobre todo a los conocedores de la literatura catalana (además de Rodoreda y Villalonga, publicó a Ferran de Pol, Joaquim Amat-Piniella, Blai Bonet…), pero el acierto de Marta Pasqual en la elección de las citas que retratan al editor de mesa que fue Sales es palmario y muy pertinente:

 Para mí, hacer de editor es ayudar –muy humildemente, borrándose en el anonimato- a los autores a perfeccionar sus obras, a hacerlas sobre todo más legibles, que significa hacerlas triunfar. Obras excelsas, llenas de cosas de primerísimo orden, fracasan a veces por motivos de lo más secundario: porque están desordenadas y resultan difíciles de leer, porque hay capítulos superfluos, porque el argumento general no queda bien trabado, etc. Todos estos fallos, meramente mecánicos y externos, podrían haberse subsanado a tiempo si el editor las hubiera advertido a tiempo, es decir: antes de publicarse. [la traducción de las citas es mía]

Es una explicación muy elocuente de dónde identifica el valor de un texto Sales cuando se plantea su publicación y sobre todo cuál piensa que debe ser la contribución del editor al resultado final, pero otra de las citas recogidas –y que aparece ya en la portadilla de la tesis de Marta Pasqual como lema– podría interpretarse quizá como una defensa del tan a menudo denostado grado de intervención de Sales (que tanto en sus traducciones como en sus versiones resulta menos defendible):

Yo quiero pertenecer a la escuela formada por el editor de Mark Twain –alude a William Dean Howells–. Era un hombre que se interesaba tanto por la literatura como por los lectores. Tenía enmarcadas en un lugar preferente de su despacho dos cartas que le habían enviado dos autores de su casa. Una decía aproximadamente “Señor editor: estoy desolado por los cambios que habéis hecho en mi manuscrito. Os considero culpable de mi fracaso como escritor. Todo ha terminado para mí y me suicido”. La firmaba un completo desconocido. La otra decía: “Señor editor: dejo en vuestras manos mi manuscrito. Haced con él lo que creáis más oportuno. Atentamente…” La firmaba Mark Twain.

William Dean Howells y Mark Twain

Habría que dilucidar hasta qué punto había una coincidencia real entre lo que Sales escribía y lo que hacía, y para ello el caso más accesible es el de la relación entre Sales y Rodoreda y los testimonios que han quedado de los procesos de trabajo editorial en su epistolario. En palabras de Marta Pasqual, que recoge las de Sales en una carta a Lluis Ferran de Pol de enero de 1971, “Su modelo ideal de autor era Mercè Rodoreda, porque “escuchaba muy atentamente las objeciones que se le hacen y se toma su tiempo para meditarlas; si están bien fundamentadas, las acepta y corrige ella misma los pasajes en cuestión”. Sin embargo, también es evidente que en los años cincuenta y sesenta, el editor, y sobre todo el editor de obras en catalán, se encontraba en una posición “de fuerza” ante el escritor, por lo que, si bien los cambios introducidos por Sales fueron aceptados por los autores  –y sin entrar en si esas alteraciones eran o no acertados (que en general lo parecen)–, habría que ver hasta qué punto estaban convencidos de la conveniencia de que su editor interviniera tanto en los textos,  o bien su aceptación respondía a la voluntad de ser publicados en un contexto de tan graves dificultades y censura.

Joan Sales

Joan Sales nunca dejará de ser en primer lugar el autor de una de las novelas más importantes jamás escrita sobre la guerra civil española, Incerta glòria (1956), pero entre otras cosas, Marta Pasqual demuestra que, espigando en las muchísimas páginas que escribió a lo largo de su vida, puede reconstruirse un remedo de “manual del editor de mesa” que en muchos aspectos resulta acertado, razonable y útil aún en el siglo XXI.

Fuentes:

Sobre Joan Sales, hay algunas páginas interesantes en:

Lletres.net: aquí.

Lletra (UOC): aquí.

Montserrat Bacardí, «Joan Sales i els criteris de traducció«, Quaderns. Revista de Traducció, 1 (1998), pp. 27-38.

Montserrat Casals i Couturier, «La rigurosa gloria de Joan Sales«, La Vanguardia, 18 de abril de 2012.

Julià Guillamon, ed., Continuar el combat. L´aventura del Club Editor (1955-2011), Barcelona, Club Editor, 2011.

Josep Mengual Català, «Una aproximación a las traducciones rodoredianas«, Vasos comunicantes, núm. 40 (otoño de 2008), pp. 13-19.

Marta Pasqual, Joan Sales, la ploma contra el silenci, Barcelona, Acontravent (Abans d´ara, 24), 2012.

Marta Pasqual, Creativitat i subversió en les reescriptures de Joan Sales, tesis doctoral, Universitat de Girona, 2011.

Mercè Rodoreda-Joan Sales, Cartes completes (1960-1983), Barcelona, Club Editor, 2008.

Montserrat Serra, Trobat un inèdit escrit a quatre mans per Joan Sales i Xavier Benguerel, Vilaweb, 19 de noviembre de 2011.

El enigmático caso de la pertinaz errata o Las barbas de la reina (divertimento narrativo)

A Alberto Ibarrola Oyón, que me dio la idea.

Sobrecubierta de la edición de Destino.

Sobrecubierta de la edición de Destino.

En más de una ocasión había oído elogiar la narrativa breve de Ramón J. Sender (1901-1982), escritor conocido sobre todo por su abundante obra novelística (Réquiem por un campesino español, El lugar de un hombre, Crónica del Alba…), así que finalmente, una noche fría y desapacible, enfundado en mi confortable bata, me senté ante la chimenea en mi butaca preferida, encendí una pipa de tabaco holandés, con mi fiel perro labrador a los pies, y abrí la edición en Áncora y Delfín (Destino) de El extraño señor Photynos y otras novelas americanas (1973). Empecé a leer con fruición el estupendo relato que da título al libro, que se estructura mediante la exégesis de un soneto que el narrador, según dice, “compuso inspirándose en la visión de un hombre fumando marihuana, que recordaba a esos indios yanquis, altos, sin bautizo ni nombre español, que pasean sus largas piernas desnudas por Sonora” (p. 10) ¡¡¿Cómo que «indios yanquis»?!! ¡Y en Sonora! Realmente, demasiada marihuana (recordé de pronto haberle leído a Sender una obrita titulada Donde crece la marihuana, y me aseguré entonces de que mi pipa sólo contuviera tabaco de importación).

Sobrecubierta de la edición de Aymá (la madre del cordero), con la faja en la que se lee: "Ramón Sender... es el más importante escritor de nuestro tiempo en lengua castellana" London Times (3 de abril 1961)

Sobrecubierta de la edición de Aymá (la madre del cordero), con la faja en la que se lee: «Ramón Sender… es el más importante escritor de nuestro tiempo en lengua castellana» London Times (3 de abril 1961)

Intuyendo algún azaroso misterio, decidí apartar al fiel labrador y acercarme de un salto a la estantería donde guardo la edición que del mismo título había hecho en 1968 la editorial Delos-Aymà. Para mi desolación, resultó ser exactamente igual que la de Destino (“indios yanquis” incluidos). Así, pues, no me quedaba otro remedio que recurrir a otras ediciones anteriores de ese cuento para desfacer el entuerto. Pero ¿cuáles? Editores Mexicanos Unidos había publicado en 1965 (colofón de diciembre) la colección de relatos senderianos Cabrerizas Altas en la que aparece uno titulado “El Tonatiu (Historia de un soneto)”, y pensé que tal vez el soneto en cuestión podía ser el mismo que actúa de hilo conductor o más bien de desencadenante de la trama de «El extraño señor Photynos». Y más o menos. El argumento es aproximadamente el mismo, pero cambian personajes, desaparecen o se alteran pasajes bastante extensos, e incluso en buena medida cambia el sentido de la historia, pero, por fin, mi tesón halló recompensa y el enigma solución: “indios yaquis”. Bien.

Pese a mi bien conocida modestia, debo reconocer que bastante satisfecho de mí mismo se me ocurrió entonces hojear el tercer número de la estupenda revista que dirigió Max Aub Los Sesenta (donde publicó a León Felipe, a Salazar Chapela, a Alfonso Reyes, a

Cubierta de Cabrerizas Altas, en la que no aparece la J (que corresponde a José) en el nombre del autor.

Cubierta de Cabrerizas Altas, en la que no aparece la J (que corresponde a José) en el nombre del autor.

André Malraux, a Guillén y a Rafael Alberti, entre otros), porque me sonaba que ahí se publicó un cuento de Sender de título ligeramente distinto, “El Tonatio. Historia de un soneto”. Pero me sorprendió descubrir que en esa revista, fechada en 1965, aparecía la misma versión del cuento publicada en Delos-Aymà (salvo, afortunadamente, por la errata), en lugar de la versión de Cabrerizas Altas. Recurrí finalmente a uno de mis autores de cabecera para cuestiones senderianas, Francisco Carrasquer, quien no me resolvió la duda pero consigna en su tesis una edición, ¡de 1964!, de “The Tonatiu” en Tales of Cibola (Nueva York, Las Americas Publishing); puedo dar fe de que en la correspondiente edición española en Destino, Novelas ejemplares de Cibola (1974), ese cuento no aparece.

Puestas así las cosas, para establecer las fechas de cada una de las versiones no quedaba otra que rastrear las cartas entre Sender y Aub; esto es: acudir al Centro de Estudios Senderianos (en Huesca) o a la Fundación Max Aub (en Segorbe). Por el epistolario aubiano que alberga la segunda de esas insitituciones, supe que el 22 de junio de 1964, Sender, en respuesta a las reiteradas peticiones de Max Aub, le mandó la versión de “El Tonatio (Historia de un soneto)” que se publicó en Los Sesenta. Por fin creí poder establecer el stemma o el árbol genealógico del cuento: Cabrerizas Altas – Las Américas Publishing – Los Sesenta – Delos-Aymà (donde nace la errata) – Destino (donde ésta persiste con muy buena salud).

Un auténtico lujo, la revista Los Sesenta, que se publicaba en los años sesenta y en la que sólo podían colaborar quienes hubieran cumplido esa edad (cosas de Max Aub y su sentido del humor).

Un auténtico lujo, la revista Los Sesenta, que se publicaba en los años sesenta y en la que sólo podían colaborar quienes hubieran cumplido esa edad (cosas de Max Aub y su sentido del humor).

Quizás fue un desvelo inútil que sólo interesará a ociosos y diletantes, porque al fin y al cabo la historia de la errata como personaje libresco se remonta acaso a los mismos orígenes de la imprenta, pues ya en el Psalmorum Codex (1457), el primer libro que salió con pie de imprenta, de Johannes Fust (1400-1466) y Peter Schöffer (h. 1425- h. 1503), el título aparecía en el colofón como Spaldorum Codex. Sin embargo, completamente desvelado ya para entonces, y por simple curiosidad malsana de gente en exceso ociosa, eché un vistazo a la divertidísima delicia de libro que es Vituperio (y algún elogio) de la errata, de José Esteban, para comprobar si en sus páginas se mencionaba a los «indios yanquis» o a alguna otra edición de Sender. Y, efectivamente, allí me enteré de que en la primera edición de la novela Míster Witt en el Cantón, publicada por Espasa Calpe en 1936, el autor parece atreverse ni más ni menos que a afeitar a la mismísima reina de Inglaterra, pues se imprimió “God shave the Queen” por “God save the Queen». Y cuando las barbas de la reina veas pelar…

Fuentes:

El resultado de cotejar y analizar las diferentes versiones del cuento se publicó con el pomposísimo y hoy demodé título «Intertextualidad y proceso creativo en El extraño señor Photynos«.

Francisco Carrasquer, Imán y la novela histórica de Sender, Londres, Thamesis Books, 1970.

Epistolario Max Aub- Ramón J. Sender (Aub, una mina para los historiadores de la cultura, conservaba copia de las cartas que enviaba), en la Fundación Max Aub. Sobre Sender, hay que visitar el Centro de Estudios Senderianos.

José Esteban, Vituperio (y algún elogio) de la errata, Sevilla, Renacimiento, 2002.

Luis Antonio Esteve, “Un tanto al margen, la narrativa breve de Ramón J. Sender”, Quimera, 252 (enero de 2005), pp. 42-46.

Ramón J. Sender, «El Tonatiu (Historia de un soneto)», en Cabrerizas Altas, México D.F., Editores Mexicanos Unidos, 1965, pp. 91-124.

-, «El Tonatio. Historia de un soneto», Los Sesenta, (México D.F.), núm. 3 (1965), pp. 9-55.

-, El extraño señor Photynos y otras novelas americanas, Barcelona, Delos-Aymá, 1968, pp. 7-53.

-, El extraño señor Photynos y otras novelas americanas, Barcelona, Destino (Áncora y Delfín 409), 1973, pp. 9-55.

La celda del traductor

A Carme Barba, escritora sitgeana

VAlba

Victor Alba (Pere Pagès i Elies, 1916-2003).

Cuatro editoriales catalanas (Maucci, Janés, Nausica y Aymà) publicaron en la inmediata postguerra traducciones escritas por un preso. En aquellos años de censura y miedo, si publicar la obra de autores represaliados era ya arriesgado, más todavía lo era publicar a un preso condenado por «auxilio a la rebelión» (en otras palabras, mantenerse fiel a la legalidad republicana), por lo que, lógicamente, esos textos iban firmados con seudónimos: Boyd, Del Haya o Pedro Elías fueron tres de los que empleó en esa época Pere Pagès i Elies, más conocido como Víctor Alba, mientras estaba preso, primero en el Palacio de Misiones de Montjuïc y posteriormente en la cuarta galería de la cárcel Modelo. El método para crear o elegir el seudónimo del que se sirvió Víctor Alba como traductor no era por entonces muy original y es el mismo o muy parecido al que emplearon Pedro Pellicena Camacho (Pedro Camacho), Juan González Luaces (Juan G. de Luaces) o Lluis Palazón i Bertràn (Luis Ignacio Bertrán).

Según el mismo Víctor Alba contó, en cuanto fue encarcelado, recién terminada la guerra, «en Misiones había hecho prácticas con Maurice Baring y Chesterton. Para Nausica traduje a las tres hermanas Brönte, la serie de los inocentes de Mark Twain y unos cuentos de Georges Moore». Sin embargo, bastante más estremecedor es el escalofriante ardid que se ingenió el joven periodista y activista del POUM para conseguir un espacio donde traducir y, además, escribir obra propia. Según lo cuenta el mismo Víctor Alba en sus originalísimas memorias, se cortaba las encías con una hoja de afeitar para hacer creer que era tísico y así lograba que le aislaran en una celda propia, que con el tiempo llegó a proveer de libros y diccionarios. Y como el tiempo era precisamente lo que le sobraba, lo aprovechó bien.

Me puse a escribir novelas del Oeste y rosas, que Maucci publicaba con nombres de autores falsos y novelas propias: una sobre un valle habitado por ciegos (inspirada en un cuento de Wells), otra sobre un resistente perseguido (que se publicó años después, como anónima, con el título «La vida inviolable» [México, Costa-Amic, 1957]) y muchos cuentos Recuerdo una serie, «Los barrios», con un relato por cada barrio de Barcelona, cuentos para niños, «Leyendas imposibles», y sátira, «Fábulas inoportunas». Excepto las traducciones, nada de esto se publicó [en realidad, varios de los cuentos escritos en prisión se publicaron luego en revistas catalanas de América].

Víctor Alba escribía apretadamente en el papel que conseguía hacer entrar en prisión (previo pago al mutilado de guerra de turno), y luego su esposa pasaba los originales a máquina, por los que le pagaban 500 pesetas cada una de las tres editoriales para las que traducía (Nausica, Aymà y Janés).

Cubierta de La época de los tres Jorges a través de la correspondencia de Horace Walpole, cuya traducción y notas firma un Pedro Elías que no es otro que Víctor Alba (es decir, Pere Pagès i Elies).

El contacto con Josep Janés i Olivé lo estableció a través de quien había sido uno de sus profesores en la mítica Escola del Mar, el doctor Alfonso Nadal Sauquet (hijo de un buen traductor del ruso, Alfonso Nadal, y cuñado de Janés), quien, en cuanto supo que estaba buscando traducciones hizo de puente para que, además de traducir a Mark Twain (Un yanqui en la corte del rey Artús, septiembre de 1943, y La vida dura, 1944), el teatro de Bontempelli (Nuestra diosa comedia, 1942) o las cartas, anotadas por el mismo Alba, de Horace Walpole (La época de los tres Jorges, 1943), les propusiera obras libres de derechos.

Imágenes de sobrecubierta, lomo y portada de la Historia de la penicilina, de Alfonso Nadal Sauquet, que Janés le publicó en 1946 en la colección La Aventura del Hombre, de Ediciones Lauro.

Cuando salió de prisión, y mientras dirigía la revista clandestina Solidaridad Obrera, de la que entre 1943 y 1945 se publicaron dieciocho números que pueden consultarse en la Casa de l´Ardiaca, Víctor Alba prosiguió su relación profesional con Janés, y de ello ha dejado un testimonio que pone de manifiesto el exquisito trato que por entonces tenía Janés con sus colaboradores, aun cuando se trataba de gente ideológicamente tan alejada

En 1996, Laertes publicó Sísifo y su tiempo. Memorias de un cabreado (1916-1996), las excelentes e interesantísimas memorias de Víctor Alba, que en catalán había publicado la misma editorial en dos volúmenes: Costa avall (1990) y Costa amunt (1990).

de él: «Cuando iba a entregar alguna traducción, Janés me hacía pasar al comedor a tomar café con su esposa Esther [Nadal Sauquet], una de las mujeres más deslumbrantes que he conocido. Me parecía imposible que me tomaran en serio, aun cuando ya tenía veintiséis años». Además de traducir a Defoe, Maurois y otros para los Aymà, inició tratos también con Josep Miracle, a quien se lo presentó telefónicamente Janés, y para él tradujo un Tobias Smollet que no llegó a publicarse y un relato de Richard Jefferies.

A aquellas alturas, Víctor Alba era capaz de manejarse lo suficientemente bien, pues, con el español, el francés, el inglés y el italiano, lenguas todas ellas en las que más adelante escribiría, pero la primera traducción que hizo en el exilio fue del catalán al francés, y nada menos que el Cant espiritual y Soleiada, de Joan Maragall, que publicó Le Cheval de Troie (revista de Gallimard) y que escribió a cuatro manos con un colaborador de lujo: su amigo de Combat Albert Camus (de quien en 1913 se cumple el centenario). Quien, todo sea dicho ni que sea de paso, calificó de merde la novela escrita en prisión por Víctor Alba, La vida inviolable.

Fuentes:

Víctor Alba me concedió una extensa entrevista en su casa de Sitges el primero de febrero de 1996 que conservo grabada en cinta magnetofónica y de la que procede parte de la información aquí recogida.

Víctor Alba, «Quan Janés donava feina als escriptors malvistos», Avui (17 de septiembre de 1986), p. 18.

Víctor Alba, Sísif i el seu temps I. Costa avall, Barcelona, Laertes, 1990.

«Victor Alba» en  Manuel Aznar Soler, dir., Diccionario bio-bibliográfico de los escritores del exilio republicano de 1939.

Hurtley, «Josep Janés periodista», Serra d´Or núm. 304 (15 de enero de 1985), pp. 43-45.

Vicenç Riera Llorca, «Víctor Alba», en Nou obstinats, Selecta (Biblioteca Selecta 449; Assaigs XLI), 1971, pp. 149-173.