«Un impresor es un hombre a quien no le falta «carácter» y que busca causar buena impresión»
Serge Mirgean, crucigramista e impresor francés.
Una vez llegado a Santiago de Chile, y tras una etapa saliendo al paso como agente comercial de un fabricante de zapatos y como transportista de vinos, al término de la segunda guerra mundial una de las primeras iniciativas de Joan Oliver fue poner en pie, en colaboración con otros dos catalanes, la Imprenta Mediterránea. Brias, Oliver y Manresa Ltda., con domicilio en el número 320 de la avenida Matta de la capital chilena.
Poco después, en julio de 1947, salía el primer volumen de El Pi de les Tres Branques, editorial a cuyo frente acompañaba a Oliver el escritor catalán Xavier Benguerel (1905-1990), si bien lo impulsaba un patronato en el que figuraban también otros exiliados, como Joaquim Sabaté, Pere Mir, Joan Joanet, Josep Salomó, Josep Castellà Granja y el político y empresario Salvador Sarrà i Serravinyals (1902-1965), quien en 1933 había publicado en Barcelona la traducción catalana de Caliban parle (Sabadell, La Fona, 1928), de Jean Géhénno (1890-1978).
De esas mismas fechas es una factura de la Mediterránea al laboratorio farmacéutico de Benguerel, que Lluís Busquets i Grabulosa ha reprodujo en el epistolario entre Oliver y Benguerel, lo que puede dar una idea del tipo de impresos a los que se dedicaba esta imprenta en la que se bregaba Oliver: cajas y prospectos, en este caso.
Estando ya de regreso en Barcelona, Oliver se ocupó de actuar de puente entre el tipógrafo Salvador Grau Mora, quien pretendía establecerse en Chile, y Benguerel. También por esos días, septiembre de 1948, Oliver proyectaba crear una librería anexa a la imprenta que su cuñado Ignasi Riera i Sallarès tenía en la barcelonesa calle de Major de Gràcia, Pal·las Artes Gráficas, y buscaba financiación para poder comprar una máquina para imprimir en plano y de este modo estar en disposición de ocuparse de la impresión de libros (menciona, en el citado epistolario, tener apalabrado el asunto con Luis Zendrera, de Juventud, y con Joan Teixidor, de Destino). Una de las dudas que plantea esta imprenta Pal·las es la posible relación que hasta ahora no he hallado con las Ediciones Pal·las (posteriormente Pal·las Bertran), que entre 1941 y 1946 publicó algunos libros ideados por Josep Janés (1913-1959).
A finales de 1949 Oliver invierte en la empresa de Riera y empieza a trabajar por las tardes en la imprenta, que explica de este modo: «Es un negocio modesto pero sólido. Me saco las pesetas justas para no tener que vivir del capital. Tengo otros proyectos, pero las cosas están pésimas con tendencia a empeorar». Sigue aún con el proyecto de comprar una imprenta en plano, y cuenta por carta a Benguerel que ha entrado en tratos con Josep Pedreira (1917-203), a quien define como «un chico muy serio y eficiente», quien ese mismo año creaba la colección de poesía Llibres de l’Óssa Menor.
Seis meses más tarde, cabe deducir que Pal·las ya ha empezado a imprimir libros, pues el mismo epistolario menciona los preparativos para ocuparse de la edición del primer poemario de Ferran Canyameres (1898-1964), Mig temps, que apareció con dibujos obra de Antoni Clavé (1913-2005), para el que además Oliver escribió el prólogo; así como también habla de un libro de poemas cuyo título no concreta de Armand Obiols (Joan Prat, 1904-1971), cuya obra apareció toda póstumamente.
A finales de 1950, Oliver proyecta una empresa editorial conjunta con Pedreira, para la que incluso diseñan tres colecciones (dos en catalán y una en español), que piensan poner en marcha en los primeras semanas de 1951, y con la que, según escribe a Benguerel, Oliver piensa paliar sus dificultades: «Yo necesito urgentemente aumentar mis ingresos. Sólo para comer un poco bien y pagar el alquiler del piso y otros gastos de primera necesidad, preciso 6.500 pesetas […] Yo no sé cómo se las apañan los asalariados. Piense que un sueldo de 1000 pesetas es respetable. Un prensista de primera gana 800 pesetas. ¡Echa cuentas!». Ese mismo año entra de nuevo en tratos con Canyameres, quien le pide que actúe de puente con El Pi de les Tres Branques –es decir, básicamente con Benguerel– para que se ocupe de la publicación de un par de textos que había editado pero no publicado Canyameres en Albor, Tota la saviesa del món, de Josep Pous i Pagès (1873-1952) y con ilustraciones de Apa (Feliu Elies, 1878-1948), y las Poesies, de Màrius Torres (1910-1942). Como consecuencia de estas gestiones, cuyo desarrollo pueden seguirse con mayor detalle en el epistolario Oliver-Benguerel, el primero de estos libros apareció en El Pi de les Tres Branques, pero la editorial catalonchilena desapareció antes de llegar a publicar el segundo.
Ese mismo año 1951 Oliver publica en Pal·las, pero según el colofón en Tossa de Mar, Quasi un paradís. Allò que a Tossa s´esdevingué (centúria terca D. J. C.). Passatemps en dos actes i en vers, escrita a cuatro manos con Joan Guarro (1920-1997), que apareció con portada y figurines de Josep Granyer (1899-1983), cabeceras de R. Reig y F. Lloveres y una caricatura de los autores obra de Lluís Morató. La obra, estrenada en el Teatre Rovira de Tossa de Mar y de la que en 1999el ayuntamiento de esta ciudad hizo una edición facsímil, tiene la peculiaridad de no ir firmada por los seudónimos habituales de los autores (Pere Quart y Joan Basté), sino por sus nombres reales, y se hizo de ella originalmente una edición de 350 ejemplares de los que los 50 primeros iban numerados y firmados por ambos autores.
A finales de año las cosas parecen irle ya suficientemente bien como para que pueda invertir 50.000 pesetas en una pequeña sociedad anónima con Canyameres para editar las obras de Simenon, que Oliver había estado traduciendo aquellos años para Aymà, pero las gestiones siguen avanzando con lentitud durante más de seis meses, e incluso se tantea sin éxito la posibilidad de que intervenga también como socio el propio Simenon, pero el proyecto no llega a cuajar
Del 30 de enero del año siguiente (1952) es una ilustrativa carta de Oliver en la que cuenta a su amigo las satisfacciones que le reporta el trabajo en la imprenta, que le permiten tiempo tanto para la creación literaria como para el activismo cultural: «Cuando tengo un trabajo entre manos en mi imprenta soy feliz. Proyectar un programa bonito o una felicitación, o un libro, y supervisar la impresión… Por eso necesito un negocio que rinda lo suficiente para vivir con decencia. Hay que conjugar ambas cosas.» Esta formación en artes gráficas, en tipografía e impresión, añadida a su ya entonces ya dilatada trayectoria como escritor y traductor, situaba a Oliver en una situación idónea para ocupar cargos editoriales, una formación que en generaciones sucesivas se fue perdiendo.
Una de estas obras de las que se ocupó con particular esmero Oliver fueron los 150 ejemplares impresos sobre papel de hilo de un poema de agradecimiento de Carles Riba a los participantes en el homenaje que se le tributó con motivo de sus sesenta años, al que acompaña un grabado al boj de Granyer y en el que puede leerse: «Joan O. ha tingut cura de l´estampació del text» [Juan O. se ha ocupado de la estampación del texto].
Sin embargo, Oliver no salía de las estrecheces económicas, hasta que avanzado 1956 empieza a hacer colaboraciones en Ediciones Vergara, gracias a Josep M. Boix i Selva (1914-1996), y en Alcides, gracias a Pere Puig i Quintana (1907-1981), pero el gran cambio ─por lo menos en lo que a estabilidad laboral se refiere─ llegó cuando pudo empezar a trabajar en el ámbito de la redacción en Montaner y Simón, de donde pasó luego a Aymà como director literario y posteriormente a la Proa de Joan B. Cendrós («el cavaller Floïd»). Según contó a su amigo Pere Calders, que ya conocía a González Porto de su exilio en México y que también se incorporó a la Montaner y Simón a su regreso a Barcelona, este golpe de suerte (relativa) le llegó por un camino inesperado, pero que pone de manifiesto que las diferencias ideológicas no impidieron ni la colaboración ni la ayuda mutua entre la gente de letras catalana: fue gracias a su amigo de juventud Martí de Riquer (1914-2013), a quien define como «pasado al otro bando», que fue nombrado redactor de la adaptación española del Diccionario Bompiani, una de las obras cumbre de la Montaner y Simón.
El tan mencionado e interesante epistolario Oliver-Benguerel da reiterado testimonio de las insatisfacciones que este trabajo acabaría por provocar en el poeta y dramaturgo sabadellense, pero esta ya es harina de otro costal.
Fuentes:
Lluís Busquets i Grabulosa, ed., Epistolari Xavier Benguerel-Joan Oliver, Barcelona, Proa, 1999.
Gustau Erill i Pinyot, Ferran Canyameres, entre la memoria i l´oblit, Barcelona, Baula, 1999.
P.O., «En la mort d’un impresor», Avui, 16 de abril de 1981.
Ignasi Riera, «La impremta Pal·las A. G.», Avui, 22 de abril de 2009, p. 25.