Antonio Vilanova y La Palabra Crítica de la editorial Lumen

En Por orden alfabético, el editor de Anagrama, Jorge Herralde, recoge un texto leído en el acto de homenaje al profesor Antonio Vilanova (1923-2008) celebrado en la Universitat de Barcelona en febrero de 2002 en el que cuenta cómo llegó a sus manos Nueva lectura de «La Regenta», que había publicado el año anterior en la colección Argumentos. El eminente profesor de esa universidad, crítico y editor no tenía ninguna duda de que el destino lógico de este texto ‒que remataba la campaña en la que se había embarcado de recuperación de lectores para Leopoldo Alas (1852-1901)‒ sería la colección que él mismo dirigía para la editorial Lumen, pero a la muerte de Magín Tusquets su hija Esther Tusquets (1936-2012), decidió vender la editorial a la multinacional alemana Bertelsmann, que no tardó en segar la trayectoria de una colección que en el mismo texto Herralde describe como «militantemente minoritaria pero perfectamente asumible por la Lumen de Esther. Una de esas colecciones que, al parecer, sólo son posibles en editoriales independientes vocacionales, digan lo que digan determinados ejecutivos de los grandes grupos».

Lo cierto es que el texto de presentación de esta colección de Lumen, Palabra Crítica, que aparecía en las solapas de los ejemplares en ningún caso podía augurar unas ventas excesivamente cuantiosas, ni por los temas que proyectaba abordar ni por el tipo de lector al que se dirigía, que a lo sumo conformaban un nicho bastante limitado:

Básicamente destinada a la publicación de libros de crítica y ensayo de los grandes maestros del género, y de obras fundamentales, españolas y extranjeras, de teoría literaria y estética, la nueva colección Palabra Crítica, además de este primordial objetivo, prestará especial atención a otras dos áreas concretas y específicas. De un lado, a la recopilación de volúmenes misceláneos sobre la recepción crítica de que han sido objeto las grandes obras de la literatura de los siglos XIX y XX en el momento de su aparición y en tiempos posteriores. De otro, a la publicación de grandes panoramas y antologías históricas sobre géneros, movimientos y escuelas literarias, que sean de especial utilidad para el lector culto, y a la vez instrumento de trabajo, de consulta obligada, para el estudiante universitario.

En 1987 aparecían los cuatro primeros títulos, que eran ya indicativos de la fidelidad a este planteamiento: «La Regenta» de Clarín y la crítica de su tiempo, de María José Tintoré; España contemporánea, de Rubén Darío (1867-1916); Ensayos sobre «El nombre de la rosa», editado por el alumno de Umberto Eco (1932-2016) y escritor todo terreno Renato Giovannoli, y la recopilación de críticas literarias de Clarín Mezclilla, prologada por el propio Vilanova (que prologaba también los dos primeros títulos de la colección). Contrastando este estreno con las intenciones programáticas ya citadas (acaso redactadas con la programación para 1987 ya cerrada), el libro de Tintoré puede entrar en la categoría de volumen «sobre la recepción crítica de que han sido objeto las grandes obras de la literatura de los siglos XIX y XX» y los de Rubén Darío y  Clarín pueden interpretarse como libros «de crítica y ensayo de los grandes maestros del género», pero tal vez el de Giovannoli respondiera más a la voluntad de asegurar una atención por parte de la prensa y de los lectores, muy consecuente además con el hecho de ser Lumen la editora en España de El nombre de la rosa (en traducción de Ricardo Pochtar), o bien que el editor consideraba la novela de Eco como una de las grandes obras de su tiempo.

Los siguientes títulos parecían confirmar que la colección era una plataforma que tenía como uno de sus objetivos prioritarios la resituación de Clarín en el canon literario español (que había recibido un cierto y relativo impulso con la conmemoración en 1985 del centenario de la publicación de La Regenta): los dos volúmenes de Ivan Lissorgues, Clarín político (prologados ambos por Gonzalo Sobejano) en 1989 y Nueva Campaña, de Clarín y con prólogo de Vilanova, el año siguiente.

También de esos primeros años de la colección Palabra Crítica, concretamente de 1989, es una revisión y puesta al día de Erasmo y Cervantes, que en el ya lejano 1949 Antonio Vilanova había publicado en la delegación en Barcelona del Instituto Miguel de Cervantes de Filología Hispánica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en 1949.

La teoría literaria entró en la colección con la primera edición en español del entonces ya fallecido Paul de Man (1919-1983), sus Alegorías de la lectura. Lenguaje figurado en Rousseau, Nietzsche, Rilke y Proust (1990), publicado originalmente diez años antes en las Yale University Press. Justo el año anterior a este estreno de De Man en español había aparecido el explosivo artículo de Denis Donoghue, «The strange case of Paul de Man», en el que poco menos que se demostraba la bigamia del autor y, además, a partir sobre todo de las investigaciones de Ortwin de Graeft, se revelaban las actividades colaboracionistas con el nazismo del teórico deconstruccionista y se sacaba a la luz la existencia de casi doscientos artículos antisemitas escritos por De Man en Bélgica durante la ocupación (en Le Soir y en Het Vlaamsche Land); y a ello hay aún que añadir que, además de dirigir el departamento de libros en francés de la distribuidora Agence Dechenne, Paul de Mann había sido lector para las Éditions de la Toison d’Or, propiedad de la pronazi Lucienne Didier y dirigida por su marido Édouard; que De Man había falsificado su currículum para obtener su primer puesto como profesor en Estados Unidos aún tardaría unos años en saberse. Sin duda, todas estas revelaciones habían bastado para poner de actualidad al teórico de origen belga ‒por lo menos en ciertos sectores, editoriales y académicos, bien informados‒, pero no precisamente para bien.

Gérard Genette.

Sin embargo, el autor estrella de la colección en el ámbito de la teoría literaria fue Gérard Genette (1930-2018), de quien se publicaron las traducciones de Carlos Manzano de Figuras III (1989), Ficción y dicción (1993) y La obra del arte (1997), si bien el segundo volumen de esta última, La relación estética, la tradujo Juan Vivanco. Como es bien sabido, los libros Genette también llegaron a España con retraso, pues Figures III se había publicado en francés en 1972, pero con los otros dos Antonio Vilanova conseguía que los lectores españoles pudieran recuperar el paso de la crítica literaria occidental (Fiction et diction es de 1991, L’Œuvre de l’art de 1994 y La Relation esthétique de 1997).

La literatura española más reciente aparecía por primera vez en la colección con su decimoctavo número, ya a finales de 1994 con Abriendo caminos. La literatura española desde 1975, un libro colectivo en el que diversos estudiosos predominantemente alemanes abordaban aspectos de las obras de José Martín Recuerda (1926-2007), Esther Tusquets, Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003), José Luis Alonso de Santos (n. 1942), Cristina Fernández Cubas (n. 1945), Monserrat Roig (1946-1991), Carme Riera (n. 1948), Ana Rossetti (n. 1950) y Antonio Muñoz Molina (n. 1956), entre muchos otros, en un libro editado por el catedrático de la berlinesa Universidad de Humboldt Dieter Ingenschay y coordinado por quien fuera asistente de cátedra de Hans-Robert Jauss Hans-Jörg Neuschäfer.

Y a este siguieron inmediatamente, como números 19 y 20 y ambos en 1995, el libro de Antonio Vilanova, Novela y sociedad en la España de la posguerra, y el editado por Manuel Ángel Vázquez Medel, Luis Goytisolo: el espacio de la creación, que recogía los textos presentados en el I Simposio Internacional sobre Narrativa Hispánica Contemporánea firmados por autoridades en la materia del calibre y prestigio de Gonzalo Sobejano (1928-2019), Ignacio Soldevila (1929-2008), Marise Bertrad de Muñoz (1932-2019) y Robert C. Spires (1936-2013), entre otros.

Si bien mediados los años noventa la cadencia ya había pasado a ser de un par de títulos al año, no pudo ir mucho más allá esta colección diseñada gráficamente por Joaquín Monclús, de libros encuadernados en rústica con solapas y con un formato de 18,50 x 14 cm. La cerró otro título Genette ‒como podía haberlo cerrado alguno de o sobre Clarín‒, tras veintiséis números.

Anexo: Colección Palabra Crítica (Lumen)

1 María José Tintoré, La Regenta de Clarín y la crítica de su tiempo, con prólogo de Vilanova, 1987.

2 Rubén Darío, España contemporánea, prólogo de Antonio Vilanova, 1987.

3 Renato Giovannoli, Ensayos sobre «El nombre de la rosa», 1987.

4 Leopoldo Alas Clarín, Mezclilla, prólogo de Antonio Vilanova, 1987.

5 Ivan Lissorgues, Clarín político I, prólogo de Gonzalo Sobejano, 1989.

6 Ivan Lissorgues, Clarín político II, prólogo de Gonzalo Sobejano, 1989.

7 Leopoldo Alas Clarín, Nueva campaña, prólogo de Antonio Vilanova, 1990.

8 Antonio Vilanova, Erasmo y Cervantes, 1989 (edición de una versión previa en 1949 en la delegación en Barcelona del Instituto Miguel de Cervantes de Filología Hispánica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas).

9 Paul de Man, Alegorías de la lectura. Lenguaje figurado en Rousseau, Nietzsche, Rilke y Proust, 1990.

10 Gérard Genette, Figuras III, traducción de Carlos Manzano, 1989.

11 Juan López-Morillas, Krausismo, estética y literatura, 1990.

12 Nora Catelli, El espacio autobiográfico, 1991.

13 Leopoldo Alas Clarín, Ensayos y revistas, prólogo de Antonio Vilanova, 1991.

14 James Joyce, Escritos críticos, edición de Ellsworth Mason y Richard Ellman, traducción de Andrés Bosch, 1991.

15 Azorín, Artículos anarquistas, prólogo, selección y notas de Antonio Vilanova, 1992.

16 Gérard Genette, Ficción y dicción, traducción de Carlos Manzano, 1993.

17 Miguel de Unamuno, Artículos en «Las Noticias» de Barcelona (1899-1902), recopilación e introducción de Adolfo Sotelo Vázquez, 1993.

18 Dieter Ingenschay (editor literario) y Hans-Jörg Neuschäfer (coordinador), Abriendo caminos. La literatura española desde 1975, 1994.

19 Antonio Vilanova, Novela y sociedad en la España de la posguerra, 1995.

20 Manuel Ángel Vázquez Medel, ed., Luis Goytisolo: el espacio de la creación. I Simposio Internacional sobre Narativa Hispánica Contemporánea, 1995.

21 Rosa Cabré, José Yxart. Crítica dispersa, 1996.

22 Juan Valera, El arte de la novela, prólogo y selección de Adolfo Sotelo Vázquez, 1996.

23 Gérard Genette, La obra del arte, traducción de Carlos Manzano, 1997.

24, Anthony Percival, ed., Escritores ante el espejo. Estudio de la creatividad literaria,

25 Poesía española del 98 a la posguerra, edición de Antonio Vilanova, carta-prólogo de Juan Ramón Jiménez, 1998.

26 Gérard Genette, La obra del arte II. La relación estética, traducción de Juan Vivanco, 1997.

Fuentes:

Evelyn Barish, The Double Life of Paul de Man, Nueva York, Liveright, 2014.

Denis Donoghue, «The strange case of Paul de Man», New York Review of Books, 29 de junio de 1989.

Alba Guimerà Galiana, «Nota sobre Antonio Vilanova», Cuadernos Hispanoamericanos, 30 de abril de 2020.

Jorge Herralde, «Homenaje al maestro Antonio Vilanova en el Aula Magna», en Por orden alfabético. Escritores, editores, amigos, Barcelona, Anagrama (Biblioteca de la Memoria 22), 2006, pp. 317-320.

Max Hidalgo Nátcher, Los estudios literarios en Argentina y en España. Institucionalización e internacionalización. 1 Teoría en tránsito. Arqueología de la crítica y la teoría literaria españolas de 1966 a la posdictadura, Ciudad de Santa Fe, Ediciones Universidad Nacional del Litoral, 2022.

Adolfo Sotelo Vázquez, «10 anys sense Antonio Vilanova: Fons d’autògrafs de la biblioteca Vilanova», Bloc de Lletres de la Universitat de Barcelona, 5 de febrer de 2008.

Fernando Valls, «Antonio Vilanova, profesor, filólogo y crítico literario, ha muerto», La Nave de los Locos, 8 de febrero de 2008.

Ramon Masats, del libro artístico y literario al turístico

Cuando en 1965 Ramón Masats (n. 1931) se estrenó como director cinematográfico con El que enseña (un reportaje sobre la vida de un profesor de escuela en la España rural) y Prado vivo y triunfó luego con la comedia musical protagonizada por la cantante Guillermina Motta (n. 1942) y el grupo Los Íberos Topical Spanish (1970), tenía ya a sus espaldas una más que notable producción bibliográfica que le había convertido en una de las puntas de lanza de la fotografía española. Sus primeros pasos como aficionado los había dado a principios de los años cincuenta en el ámbito de la Asociación Fotográfica del Casino de Comerç de Terrassa (que tenía su origen en el Casino dels Artistes y publicaba un boletín mensual) y en 1953 ya llamaron mucho la atención sus reportajes sobre Las Ramblas.

Al año siguiente ingresó en la AFC (Agrupació Fotogràfica de Catalunya), donde coincidió con quienes serían los fotógrafos señeros de la llamada gauche divine, Oriol Maspons (1928-2013), Xavier Miserachs (1937-1998) y Colita (Isabel Steva Hernández, n. 1940), y con los dos primeros participó en su primera exposición, en la sede de la mencionada AFC. Fueron precisamente estas relaciones las que propiciarían una etapa de intensa colaboración con iniciativas editoriales.

Sin embargo, a partir de 1955 se embarca en un encargo de la Gaceta Ilustrada consistente en expresar mediante imágenes los principales «valores patrios», muy en sintonía con las consignas que llegaban desde el Ministerio de Educación y Turismo franquista, y es también en estos años cuando trabaja a menudo en el tema de la tauromaquia, de donde saldrá alguna de sus fotografías más famosas.

No obstante, el primer libro importante que publicó iba en una dirección muy distinta. En Confesiones de una editora poco mentirosa, Esther Tusquets explica las gestiones asociadas a los primeros títulos de la colección Palabra e Imagen y comenta acerca de Neutral Corner (1962):

Me sorprendió un poco que Ignacio [Aldecoa] propusiera un libro sobre boxeo. Pero el texto, los breves textos, son buenísimos. Y también lo fueron las fotos de Ramón Masats, gran fotógrafo catalán —amigo y compañero de otros dos grandes fotógrafos catalanes: Oriol Maspons y Xavier Miserachs— recién instalado en Madrid, en cuyo piso a medio amueblar conocí a Carlos Saura con su primera mujer.

El libro, de 23 cm y treinta y ocho páginas sin numerar, con numerosas ilustraciones (algunas a doble página), lo diseñaron los arquitectos Luís Clotet (n. 1941) y Oscar Tusquets (n. 1941) y lo imprimió la Sadag (Sociedad Alianza de Artes Gràficas); sin duda constituye uno de los números más rompedores y atractivos de la colección.

Del año siguiente, 1963, es la publicación del resultado de su colaboración para un libro gestado en Espasa Calpe por el que obtuvo el Premio Ibarra al libro mejor editado, Los sanfermines, con textos del célebre periodista y escritor falangista Rafael García Serrano (1917-1988) y que se inscribe en la tremenda campaña de conmemoración de los llamados «veinticinco años de paz». En consecuencia, el texto que acompaña a las centenar y medio de fotografías de Masats (en blanco y negro y en color) se reproduce tanto en español como en francés, inglés y alemán (en traducciones de Claude Martin, Alfred Dire y Francisco de A. Caballero, respectivamente). Se trata de un libro de 29 x 23 y 275 páginas, que maquetó el mismo Masats.

Al año siguiente vuelve a publicar en la prestigiosa colección de Lumen Palabra e Imagen ilustraciones fotográficas para Viejas historias de Castilla la Vieja, de Miguel Delibes (1920-2010), en un libro diseñado por Hans Romberg y Oscar Tusquets con un formato de 21,5 x 22,5 . En contra de lo inicialmente proyectado para esta colección, y que constituía su principal signo de identidad, en este caso no fue el texto lo que se adaptó a unas imágenes preexistentes sino que Delibes ya disponía de unos textos inéditos que habían sido elogiados por Pedro Laín Entralgo (1908-2001) y Jualián Marías (1914-2005), entre otros (véase «Miguel Delibes, ilustrador ilustrado». La opinión de Esther Tusquets no es sin embargo entusiasta:

…es muy hermoso, y espléndidas las fotos. Pero Masats da en ellas, o eso me parece a mí, una imagen negra de la España mesetaria y profunda, que contrasta, creo, con la visión nostálgica y entrañable de los textos, y me sorprende que Delibes, tan receloso con el pobre Maspons, acusado de fotografiar a las perdices fuera de temporada y desde un coche [para La caza de la perdiz roja, en esta misma colección], no pusiera en esta ocasión ningún reparo.

Edición en Palabra e Imagen, la mítica colección de Lumen. Foto de Marcelo Caballero en Miradas Cómplices.

Según escribió en un número monográfico de Los olviddos Jesús García de Dueñas:

Neutral corner (1926), Los Sanfermines (1963) y Viejas historias de Castilla la Vieja (1964) forman una trilogía ejemplar y constituyen un prodigioso retablo de la España que a trancas y barrancas despegaba de un tradicionalismo servil, de unos márgenes de libertad que parecía que nunca se podrían saltar, de un ahogo moral y del sofoco y la vergüenza que producía una dictadura interminable.

Unos años más tarde —durante los cuales Masats había ido engrosando su obra en revistas como Gaceta Ilustrada, Destino o Actualidad Española, así como en periódicos conservadores como Ya o Arriba—, en 1967 se entregaban al depósito legal procedentes de la imprenta de la Sadag los primeros ejemplares de una edición de cuatro mil del Quijote en dos volúmenes elaborada en Alfaguara que venía a sumarse a la conmemoración del 350 aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes (1547-1616). El proyecto era realmente de empaque, pues el texto cervantino, fijado por Martín de Riquer (1914-2013), iba precedido de un extenso prólogo, unas ciento cincuenta páginas, del historiador español exiliado en Estados Unidos Américo Castro (1885-1972) e ilustrado con gran cantidad de fotografías en blanco y negro. El libro apareció en dos tomos de 713 y 626 páginas, respectivamente, encuadernado en imitación de piel y con el corte superior dorado. Se incluyó en la por entonces recién estrenada colección Puerto Seguro, de la que los primeros números había aparecido en 1966 y dedicados a obras de Camilo José Cela: Caminos inciertos. La colmena (con litografías de Eduardo Vicente), Viaje a la Alcarria (con fotografías de Karl Wlasak).

En esa época empieza a intensificarse la dedicación de Masats al cine y la televisión, y en particular sus obras de no ficción para la cadena estatal española, de modo que el siguiente libro no aparecería hasta 1984. Se trata de Madrid es más que Madrid, en el que sus fotografías acompañan textos del periodista Luis Carandell (1929-2002) y publica en su campaña de captación de turistas la Comunidad de Madrid (luego ese material se reciclaría una y otra vez con diversos títulos y formatos).

A partir de los años ochenta, coincidiendo con su salida de la televisión pública, establece una estrecha colaboración con la editorial Lunwerg, que por entonces empezada a dar sus primeros pasos (se había fundado en 1979), y empieza a publicar ya constantemente fotografías en color. De este modo, Masats haría algunos otros los trabajos editoriales, pero por entonces ya no existía una colección como Palabra e Imagen ni nada lejanamente similar, así que se trató sobre todo de libros más convencionales, muchos de ellos centrados en la capital de España (Madrid es más que Madrid, Un paseo por Madrid, El agua de Madrid, Del cielo a Madrid…) y a menudo con un marcado carácter propagandístico.

Fuentes:

AA.VV., «Ramón Masats, Iberia inédita», Los Olvidados, 2000.

AA.VV., «De vocación, fotógrafo» (entrevista), Minerva (Círculo de Bellas Artes de Madrid), 2008 (entrevista realizada en1999).

Eva María Contreras, «Ramon Masats: “Me gustan los tópicos”» (entrevista), Baobab, núm. 6 (6 de enero de 2001).

Luismi Romero Carrasco, «Fotografía española contemporánea (22): Ramon Masats: tópicos e ironía al servicio de la ironía», Rinconete, 5 de mayo de 2021.

Publio López Mondejar, Ramón Masats, magia y realidad, Centro Virtual Cervantes.

José Ángel Montañés, «El buen ojo de Ramon Masats», El País, 7 de mayo de 2017.

Esther Tusquets, Confesiones de una editora poco mentirosa, Barcelona RqueR, 2005.

Ediciones Antisectarias

En un libro de 1987, el que durante muchos años fuera director de la Biblioteca Nacional, Hipólito Escolar, ya insinuaba el vínculo entre las Ediciones Antisectarias y los orígenes remotos de la editorial Lumen, lo que, dadas las características de una y otra empresa y sobre todo sus muy distintas relaciones con la censura, no es sino una de las paradojas más suculentas de la historia de la edición española.

A las Ediciones Antisectarias de Joan Tusquets i Terrats (1901-1998) se refiere su sobrina Esther Tusquets (1936-2012) en el primer volumen de sus memorias, sin mencionarlas explícitamente, del siguiente modo:

El reverendo Juan Tusquets, más tarde monseñor Tusquets, que había estado en contacto el año 36 con los militares amotinados y mantenía relaciones con Franco, había conseguido, al comenzar la guerra, huir a Burgos, y había iniciado allí una editorial de libros religiosos. Nunca llegué a preguntarle, quizá porque no me había planteado siquiera la cuestión, qué peregrina ocurrencia le había inducido a fundar, en plena contienda, cuando se luchaba en todos los frentes y la gente moría a mansalva y había sin duda cometidos mucho más apremiantes, una empresa de este tipo.

Aun cuando se licenció en Filosofía en Lovaina y Valladolid y en 1926 fue ordenado sacerdote, Joan Tusquets mostró muy pronto un vivo interés por la palabra escrita, y en 1927 publicaba ya El Teosofisme, al que seguiría el año siguiente Assaigs de crítica filosòfica (1928), en las Edicions de la Nova Revista, al tiempo que iniciaba una intensa campaña contra el teosofismo, que posteriormente se ampliaría al rotarismo, el espiritismo, las sociedades nudistas, los vegetarianos, los defensores del esperanto y, por supuesto, a cualquier derivado del marxismo o del anarquismo. Al año siguiente dirigía ya su primera publicación periódica, Formació catequística (1929-1936), de la Junta Superior Catequística de Barcelona, de la que se imprimía también una edición en español; y, lo que es más importante, actuó como censor religioso y su nombre figura al pie de varios libros infantiles de aquellos años entre los que se cuentan, por ejemplo, Faules i moralitats, del sacerdote Joan Puntí i Collell (1886-1962) e ilustrado con cien dibujos del célebre ilustrador de libros [Joan García] Junceda (1881-1948), volumen con el que en 1929 se estrenaba la Col·lecció Roselles de la Editorial Balmes.

Aun así, la fama de Joan Tusquets en Cataluña alcanzó su cénit cuando en dos publicaciones en español de 1932, Orígenes de la Revolución Española  y Los poderes ocultos en España: Los Protocolos y su aplicación a España. Infiltraciones masónicas en el catalanismo ¿El señor Macià es masón?, señalaba falsamente al por entonces ya septuagenario presidente de la Generalitat de Catalunya, Francesc Macià (1859-1933), como perteneciente a la Masonería. Ambas obras, así como Formació catequística, salieron de la Casa de Arte Católico de José Vilamala Galobardes (1876-1959), que por entonces había simplificado ya su nombre a Editorial Vilamala, y dieron pie a una intensa y dura polémica que puede seguirse en El Correo Catalán, del que era colaborador Tusquets, y La Vanguardia.

En ese mismo año Tusquets aparece como director, con Joaquim Guiu Bonastre (1898-1939) como secretario, de la Biblioteca Las Sectas, unos cuadernos anunciados como trimestrales, de unas doscientas páginas, de los que llegaron a aparecer quince números entre 1932 y 1935, cuyos índices pueden consultarse en filosofía.org y que se presentaban como una continuación y ampliación de Orígenes de la Revolución española. Antes de concluir esta colección, en 1934, Tusquets tuvo oportunidad de hacer una visita al recién creado campo de concentración de Dachau durante un viaje auspiciado por la Asociación Antimasónica Internacional.

Anuncio aparecido en La Vanguardia del 12 de junio de 1932.

Al producirse el levantamiento militar el 19 julio de 1936, inicialmente sofocado en Barcelona, huyó el día 30 con pasaporte portugués a bordo de un mercante alemán que le dejó en Génova, de allí pasó a Roma y de la capital italiana, siempre por tierra, viajó hasta la zona dominada por los sublevados. Al parecer, allí puso (y aumentó) los datos que había acumulado sobre indicios que señalaban a los más diversos personajes como masones, judíos o marxistas (acaso ocupándose, con el grado de alférez-sacerdote, de la sección antimasónica del Servicio de Información Militar, los servicios secretos franquistas); con todo, lo que aquí interesa es que publicó e intervino como asesor religioso de la revista juvenil falangista publicada en San Sebastián Pelayos, y posteriormente, en Burgos, además de frecuentar al general Mola y a Franco (de cuya hija Carmen fue preceptor) y afiliarse a la Falange Española, fundó a finales de 1936 las Ediciones Antisectarias.

Portada de un volumen de la Biblioteca Las Sectas.

Los volúmenes, opúsculos y folletos de las Ediciones Antisectarias se imprimían en los talleres burgaleses de los Hijos de Santiago Rodríguez, que da nombre también una de las librerías más antiguas de España, y solían tirar 10.000 ejemplares de los libros, aunque alguno llegó incluso a los 30.000, a un precio muy moderado que oscilaba entre la peseta y la peseta y media (muy consecuente con el propósito propagandístico que las alentaba). Se publicaron una decena de muy elocuentes títulos numerados, empezando con La Francmasonería, crimen de lesa patria, de Tusquets, y concluyendo con La Masonería y la pérdida de las colonias, de Primitivo Ibáñez Argote, quien en 1955 (siendo capellán de la prisión de Vitoria) publicó Yo vi ejecutar al «buen ladrón» del siglo XX en la histórica Imprenta Egaña (donde se había impreso, por ejemplo, la segunda época del decimonónico «periódico católico-monárquico de Vitoria» La Buena Causa, del Círculo Carlista Alavés).

Sin embargo, además de los numerados se publicaron en las Ediciones Antisectarias muchos otros volúmenes (Lágrimas y sonrisas, de Antonio Pérez de Olaguer [1907-1968], Rasgos inéditos de Fernando de los Ríos, de Francisco de Vélez, o Masones y pacifistas, de Tusquets), hasta formar un total de una veintena entre los que los más conocidos quizá sean, además de los mencionados, Masonería y separatismo (1937), de Tusquets, y los de Antonio Pérez de Olaguer (1907-1968) El terror rojo en Cataluña (1937) y El Terror rojo en Andalucía (1938).

No obstante, uno de los libros que resulta más interesante para establecer la continuidad entre esta editorial y Lumen es sin duda la biografía escrita por Pérez de Olaguer del sacerdote de origen mexicano El padre Pro, precursor, centrada en el personaje que ha pasado a la historia por haber gritado, en el momento de ser fusilado, «¡Viva Cristo Rey!»

Anunciado en la contracubierta de varios libros de las Ediciones Antisectarias, la primera edición de esta biografía apareció ya concluida la guerra, en 1940 y en Barcelona, y con el sello de Lumen, cuyo director era Juan Tusquets. Otro dato que refuerza este vínculo es que quien en marzo de 1939 figuraba como propietario de Ediciones Antisectarias y el de Lumen en el verano de 1940 es la misma persona, Carlos Tusquets Terrats, hermano de Juan.

Masones y pacifistas, de Juan Tusquets, con prólogo del cuñado de Carmen Polo (esposa de Francisco Franco), Ramón Serrano Suñer.

A partir de los años cuarenta, Juan Tusquets atenuó un poco su antimasonismo para centrarse sobre todo en la catequesis y a partir de 1956 en su cátedra en la Universidad de Barcelona, así como en la escritura y publicación (a menudo en Lumen) de obras como Crítica de las religiones (1948) o Ramon Llull, pedagogo de la Cristiandad (1954), aunque quizás su título más memorable sea la colaboración en Tarzán contra Robot (Oikos-Tau, 1986), pero tuvo también tiempo para ocuparse de la dirección de publicaciones periódicas como Formación catequista o Perspectivas pedagógicas. En algún momento, según recuerda Esther Tusquets sin precisarlo, debió de ceder la dirección de Lumen a otro de sus familiares: «La dirigía el marido de una de mis tías —Guillermo Jurnet, que siguió trabajando con nosotros hasta una tardía jubilación—, la supervisaba mi tío Juan, el cura, y había invertido el dinero otro de mis tíos».

La reimpresión de exitosos catequismos y libros de tema religioso se convirtió en un soporte económico seguro que, en alguna medida, permitió que en los primeros años sesenta un pequeño grupo de entusiastas sin ninguna experiencia en el mundo del libro, con Esther Tusquets a la cabeza, reconvirtiera por completo la editorial Lumen, inicialmente con libros infantiles ilustrados (algunos de ellos traducidos por la propia Esther) y posteriormente con una colección tan rompedora como Palabra e Imagen que daría paso a otras igualmente conocidas, recordadas e incluso añoradas (muchas de ellas, por cierto, toparon a menudo con la censura franquista).

Fuentes:

Lluis Bonada, «Joan Tusquets», Avui, 28 de febrero de 1990, p. 12.

Jordi Canal, «Las campañas antisectarias de Juan Tusquets (1927-1939): Una aproximación a los orígenes del contubernio judeo-masónico-comunista en España», en José Antonio Ferrer Benemeli, coord., La masonería en la España del siglo XX, vol. II, Universidad de Castilla-La Mancha, 1996, pp. 1193-1214; incorporado como capítulo de Jordi Canal, Banderas blancas, boinas rojas. Una historia política del carilsmo, 1876-1939, Madrid, Marcial Pons, 2006, pp. 293-322.

Javier Domínguez Arribas, El enemigo judeo-masónico en la propaganda franquista (1936-1945), Madrid, Marcial Pons, 2009.

Hipólito Escolar, La cultura durante la guerra civil, Madrid, Alhambra (Estudios 38), 1987.

Ana Martínez Rus, ««La represión cultural: libros destruidos, bibliotecas depuradas y lecturas vigiladas», en Julio Arostegui, coord., Franco: la represión como sistema, Madrid, Barcelona, Flor del Viento, 2012, pp. 365-415.

Paul Preston, «Una contribución catalana al mito del contubernio judeo-masónico-bolchevique», traducción del inglés de Sandra Souto Kustrín, Hispania Nova. Revista de Historia Contemporánea, núm. 7 (2007), incorporado luego a España en la guerra civil europea. Contribuciones de un hispanista, Universitat de València, 2017.

Ignasi Riera, Els catalans de Franco, Barcelona, Plaza & Janés, 1998.

Esther Tusquets, Confesiones de una editora poco mentirosa, Barcelona, RqueR, 2005.

Conrad Vilanou Torrano, «La pedagogía culturalista de Juan Tusquets», Revista Española de Pedagogía, núm. 220 (septiembre-diciembre de 2001), pp. 421-437.

 

Carlos Barral, el personaje legendario

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Imagen de la portada de las Memorias de Carlos Barral (Lumen, 2015).

NOTA: Esta reseña fue publicada originalmente en catalán como «Carlos Barral, el personaje» en el Blog de l´Escola de Llibreria de la Facultat de Biblioteconomía i Documentació de la Universitat de Barcelona.

Lo primero que hay que decir de la edición en Lumen de las Memorias de Carlos Barral es quizá que es un libro muy bien hecho. Encuadernado en cartoné, con un retrato excelente obra de la fotógrafa Colita, con una sobrecubierta sobria y muy elegante en la que se nota la mano de la diseñadora Nora Grosse y que reproduce un fragmento de esa misma fotografía y en la que el título aparece en relieve en color plata, con unas guardas en buen papel, con un interior maquetado con gusto y en el que la caja y el cuerpo de la letra, generosos, se ponen al servicio de una lectura cómoda, con tres pliegos de fotografías…, en pocas palabras: un buen libro.

En cuanto al texto, se compone de un prólogo a cargo de Andreu Jaume (responsable de la edición), los tres volúmenes convencionalmente considerados de memorias de Carlos Barral (seguidos, cuando los hay, de los prefacios y notas introductorias a las reediciones de cada uno de ellos), un apéndice formado por dos capítulos referentes a la infancia (que dejaron de ser inéditos cuando, ya póstumamente, Tusquets los añadió a la reedición que publicó en 1990 de Años de penitencia) y un índice onomástico.

A grandes rasgos, pues, los textos son los mismos que ya había publicado Península con el título Memorias en 2001, precedidas en aquella ocasión de un breve y certero prólogo de Josep Maria Castellet y una jugosa introducción de Alberto Oliart. Según explica Andreu Jaume en la nota a la edición que acompaña el prólogo a esta nueva edición, el objetivo es dotar editorialmente de carácter unitario a lo que inicialmente se publicó en tres volúmenes, y de ahí la disposición –acaso discutible– de los prefacios y las notas de Carlos Barral después de cada uno de los textos (que podrían haber formado parte de los apéndices, por ejemplo), la unificación de criterios de cita (dado que los libros habían sido originalmente publicados por editoriales diversas, salvo el caso de Península) y también se han cotejado las primeras ediciones con las sucesivas reediciones para fijar un texto lo más limpio posible y que incorpora las últimas adiciones y correcciones del autor.

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Paco Ignacio Taibo Lavilla (Gijon, 1924-México, 2008).

Confesaré de entrada que no me he entretenido a cotejar sistemáticamente las diversas ediciones, pero una mirada más o menos superficial es suficiente para detectar algunos errores que, dadas las circunstancias y las múltiples reediciones que han tenido estos textos, resultan un poco sorprendentes a estas alturas de la vida de los libros compilados. Para poner algunos ejemplos: la ausencia de acento en «Mas que las cuevas de Almería me recuerdan ahora ciertas habitaciones del desierto tunecino» (p. 269, la cursiva es mía), frases con erratas tan evidentes como «Ver nada suscitaba en Moissi gran rijo y ternura» (p. 293), «Se puso violentamente en pie e increpó a Novais que no entendía nada y le fue levantado de su silla a tirones de solapa» (p. 492), «…un pesebre de cabañas sobres unas lajas» (p. 485), la puntuación sin discusión posible errónea en «…la ausencia de criterio, la arbitrariedad y el talante ridículo de las resoluciones, eran una escocedura» (p. 459), a la que sigue otra frase también con coma criminal (entre sujeto y predicado), o la persistencia, tanto en el texto como en el índice onomástico, de la referencia al escritor hispanomexicano Paco Ignacio Taibo como José Ignacio Taibo (pp. 848 y 936), con el agravante, y el contexto induce a error, de no especificar si se trata de Paco Ignacio Taibo I (Taibo Lavilla) o de su hijo y también escritor, conocido popularmente como Paco Ignacio Taibo II (Taibo Mahojo), si bien lo cierto es que este error está ya en la edición de Cuando las horas veloces (Tusquets, 1988).

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Paco Ignacio Taibo Mahojo (n. Gijón, 1949).

En cualquier caso, la potencia y la capacidad cautivadora de la prosa de Barral y el interés que tiene lo que explica bastan para atenuar todas las reticencias que puedan tener los lectores tiquismiquis ante estas imperfecciones. A lo largo de los tres volúmenes, el autor recrea, de un modo muy personal, su trayectoria vital y sentimental, así como la de su contexto más cercano, en tres etapas, aun cuando en este caso el término hay que tomarlo con mucha precaución: la infancia y la adolescencia de un hijo de la burguesía ilustrada (Años de penitencia, 1939-1959), el estudiante universitario y el poeta y su andadura hacia la fama como editor literario (Los años sin excusa) y la decadencia tanto profesional como de salud y la entrada en la política activa (Cuando las horas veloces, 1962-1981).

Me arriesgaré a suponer que serán la segunda y la tercera etapa las que más suscitaran el interés del lector de un blog como éste, y en consecuencia me centraré en ellas, pero de entrada hay que tener en cuenta que Barral crea en estos libros una variante bastante peculiar de los géneros autobiográficos y memorialísticos que incluso a menudo conscientemente rehúye ya no sólo la precisión histórica, sino incluso la estricta veracidad. El propio Castellet se hacía eco de ello cuando en la presentación del volumen de Península explicó que le señaló al autor diversas inexactitudes históricas que había detectado al leer el manuscrito de Años de penitencia, pero que a Barral eso le traía al pairo y que en consecuencia las mantuvo en la versión publicada.

HorasVelocesEn otras palabras, que nadie se espere otra cosa que un revoltijo de verdades, medias verdades, falsedades y silencios, pues el objetivo no es reconstruir los episodios evocados tal como se produjeron, sino más bien recrear una época y unos sentimientos a partir de los recuerdos que de ellos tenía Barral en el momento de escribirlos, y en algún pasaje es muy evidente que recuerda o evoca las cosas según le interesa para su objetivo, que no es otro que mostrar cómo fue construyéndose la leyenda o el personaje de un gran editor literario (que lo era), parte de la cual tenía un punto de ficcionalidad Tal vez sea clarificador acudir también a la novela de Barral Penúltimos castigos, publicada en la mítica colección Biblioteca Breve en 1983, donde el autor ficcionaliza uno de los episodios menos y peor conocidos de su vida profesional: su salida de la empresa familiar en la que se había formado y sus consecuencias, que creó bastante escándalo pero de la que conocemos sólo casi exclusivamente versiones interesadas. Hubiera sido muy oportuno incluso incluirla en este magnífico volumen, pues a raíz de su publicación generó una polémica, con querella del editor Francisco Gracia Guillén por injurias incluida, que llegó al Senado en la época en que Barral ocupaba un escaño por el PSC-PSOE. Por cierto, no hay noticia de que la mencionada novela se haya reimpreso ni reeditado desde que en 1994 Plaza & Janés publicó una edición de bolsillo, y no es fácil encontrarla. Insisto: aun cuando se decanta más hacia la ficcionalización, no hubiera desentonado en este volumen.

Este ir y venir entre los hechos históricos concretos, los sentimientos que provocaron (según se recuerdan años más tarde) y la actividad diaria lo asume el autor como poco menos que un rasgo de estilo –por lo menos en este proyecto narrativo concreto–, cosa que hace que, entre los muchos puntos de interés que tiene la obra, no predomine el de constituir una fuente de información fiable y rigurosa sobre la historia reciente de la edición en Barcelona. En diferentes momentos de la obra se explicitan dudas acerca de la cronología y la exactitud de algunos acontecimientos, así como alusiones al talante con que se aborda la escritura de estas memorias: «Fiel a una forma de contar basada en la espontaneidad de la memoria, al compromiso de respetar sus lagunas e imprecisiones», escribió Barral en el prólogo a la primera edición de Los años sin excusa (pp. 615-617).

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Lomo y frontis de la sobrecubierta, diseñada por Nora Grosse.

Quizá no sea necesario aquí señalar los hitos en la extensa y brillante carrera de Carlos Barral, que se materializó en Seix Barral, Labor, Barral Editores y Argos Vergara, sobre todo, pero sí es interesante advertir cómo juzga en la distancia lo que considera su legado más importante (aun cuando a ratos lo hace con una muy evidente falsa modestia): la reivindicación del valor de la literatura internacional y de la latinoamericana en particular, y el hecho de poner en contacto la edición española con los editores occidentales más importantes de su tiempo, que llevó a cabo sobre todo en las célebres conversaciones de Formentor (en las que tuvo un papel muy destacado el editor Jaime Salinas) y los premios homónimos (ídem). Surge de ahí una información muy valiosa, aun tomándola con toda la precaución que la situación requiere, de las explicaciones sobre la importancia de las relaciones personales para promover determinadas líneas, tendencias y autores literarios, o de las conversaciones de pasillo y los trapicheos que desembocan en la concesión de un premio a un determinado autor en detrimento de otro, porque sacan a la luz aspectos que muy pocos otros editores han mostrado de una manera tan clara y sin ambages en sus escritor autobiográficos. El lector avisado sabrá leer como es debido aquellos pasajes en que, cuando el premio recayó en un autor poco solvente, alega ausencia o complicaciones de lo más diverso de las que fue víctima Barral que le impidieron imponer su criterio, en contraste con su fundamental y decisivo papel, según dice como al desgaire, en aquellos casos en que los premios se otorgaron a autores hoy de relevancia contrastada.

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De izquierda a derecha, fila superior: Blas de Otero, José Agustín Goytisolo, Ángel González, José Ángel Valente, Alfredo Castellón; fila inferior: Jaime Gil de Biedma, Alfonso Costafreda, Carlos Barral y José Manuel Caballero Bonald.

Es a todo punto indiscutible que Barral fue un gran editor y que su influencia en la generación inmediatamente posterior, la de Beatriz de Moura, Jorge Herralde o Esther Tusquets, fue muy provechosa y relevante, no se trata a estas alturas de escatimarle méritos, pero también es cierto que sobre todo estos «alumnos aventajados» aprendieron tanto de los aciertos como de los errores del maestro, y nunca perdieron de vista el peligro que puede suponer para un editor-empresario de personalidad fuerte el hecho de depender de un grupo editorial o dejar en manos ajenas según qué decisiones de tipo económico. El riesgo de no ver más allá de la leyenda que el propio Barral fue construyéndose a lo largo de su vida –el personaje que con ayuda del alcohol acabó por comerse a la persona, un poco a la manera de lo que pasaba a menudo con las estrellas del rock– no debería hacer olvidar que, si bien fue el impulsor de la carrera de autores tan notables como Vargas Llosa, Julio Cortázar y tantos otros, también fue quien puso en circulación ediciones de novelas de Raymond Chandler indecorosamente mutiladas, y no por culpa de la censura precisamente, como podría suponerse, sino en un simple caso de mala praxis editorial: no los hizo traducir del inglés sino que los encargó al poeta Joan Vinyoli a partir de versiones francesas abreviadas.

DiariosBarralMás allà del muy útil volumen de Los diarios 1957-1989 de Barral que preparó Carme Riera con la colaboración de Pilar Beltran, y del Almanaque (que recopila sobre todo opiniones sobre poesía), existe un reguero de libros de memorialística que es provechoso leer en paralelo a las memorias de Barral, como es el caso de los de sus amigos y compañeros Josep Maria Castellet (Els escenaris de la memoria, Memòries confidencials dʼun editor y en particular Seductors, il·lustrats i visionaris) y Alberto Oliart (Contra el olvido), así como el excelente ensayo de Carme Riera (La escuela de Barcelona), pero aun así el poso que deja su lectura es que hay muchos aspectos de la labor editorial de Carlos Barral que todavía hoy están por estudiar y analizar antes de que estemos en disposición de poder separar la leyenda Barral de la verdad histórica.

Carlos Barral, Memorias, edición, introducción y notas de Andreu Jaume, Barcelona, Lumen, 2015.

Otras reseñas de la misma obra:

Ana Alejandre, «Memorias, Carlos Barral», Siglo XXI, 21 de diciembre de 2015; también en Editalnet, núm 34 (enero-marzo de 2016).

Natalio Blanco, «Carlos Barral, mucho más que el editor que rechazó Cien años de soledad», Esquire, 30 de noviembre de 2015.

Fernando Díaz de Quijano, «Carlos Barral, la voz literaria de un mito de la edición», El Cultural, 24 de noviembre de 2015.

Santos Domínguez,«Carlos Barral. Memorias», Encuentros de Lecturas, 11 de diciembre de 2015.

Antonio Lucas, «La memoria recobrada de Carlos Barral», El Cultural, 19 de noviembre de 2015.

Joana Rei, «Carlos Barral, una memoria visual», El Español, 19 de noviembre de 2015.

Gonzalo Torné, «La restitución de la escuela de Barcelona», Letras Libres, febrero de 2016.

 

El maquetista (o diagramador) creativo y sus excesos

 

La colección de Lumen Palabra e Imagen es sin duda una de las cumbres de la edición española del siglo xx, una colección casi legendaria, y probablemente han contribuido a ello dos motivos en particular. Por un lado, como dejó escrito su editora, a que “fue seguramente, sobre todo por el diseño, la más hermosa que se hizo en Lumen”, pero también porque el planteamiento general por el que se regía era original, acertado y tan atinado como oportuno en los años sesenta, y que explicado por un compañero generacional de Tusquets, Jorge Herralde, se resume en que fue “una estupenda y gloriosa colección en la que el texto, programáticamente, tendría igual importancia que la imagen, una colección que sólo una editorial amateur, amateur en el mejor sentido, podría atreverse a emprender”.

Lomos de Palabra e Imagen

Lomos de Palabra e Imagen

En un análisis más detenido y técnico de la colección, Pedro Fernández Melero (bibliotecario de la Real Sociedad Fotográfica) lo explica del siguiente modo:

Lo más novedoso de la colección es que los autores literarios y los fotográficos no mantienen una relación de dependencia de los unos sobre los otros, los literatos no acompañan con sus palabras unas fotografías mejor o peor elegidas, ni los fotógrafos ilustran unos textos de grandes escritores, que lo son; la cuestión es más bien que ambos artistas, con sus medios, nos dan su visión personal, a veces complementaria pero nunca uniforme, de los temas elegidos, la mayoría de ellos políticamente incorrectos (caza, boxeo, putas, toros…), sobre todo si tenemos en cuenta la época.

Uno de los libros emblemáticos de esta colección, crème de la crème, es el número 17 con el que se cerró durante varios años la colección, Luces y sombras del flamenco, con 144 páginas con texto de José Maria Caballero Bonald (n. 1926) impreso en papel de color naranja teja, y 108 de fotografías en blanco y negro de Colita (Isabel Steva, 1940) sobre papel cuché. Galderich destacó recientemente la fuerza expresiva de las imágenes, la belleza del libro en su conjunto y el interés sociológico de la obra en Luces y sombras del flamenco, de Caballero Bonald i Colita, l´essència del flamenc, donde pueden verse varias, muy buenas y espléndidamente reproducidas imágenes del libro.

Cubierta de la primera edición

En el año 1988, la editorial sevillana Algaida hizo una edición sólo del texto, revisado, ampliado y actualizado por el autor (149 pp. 20 cm), y en 2006, la Fundación José Manuel Lara llevó a cabo una auténtica nueva edición de esta obra, con fotos adicionales fechadas hasta en 2003 y una nueva actualización del texto publicado por Algaida (344 pp. 26 cm). Sin embargo, menos conocida es una segunda edición el Lumen de 1997 (281 pp+ fe de erratas, 31 cm) que una sentencia del 10 de septiembre de 2001 de la Audiencia Provincial de Barcelona obligó a retirar y destruir.

Tras una primera sentencia del Juzgado de Primera Instancia n. 43 de Barcelona dictada por Juan F. Garnica Martín, el 10 de septiembre de 2001 José Ramón Ferrándiz Gabriel firmaba una sentencia en la sección 15 de la Audiencia Provincial de Barcelona en base al peritaje que habían llevado a cabo el técnico editorial Antoni Campaña y el ingeniero Pere Arderiu. La demanda oartía del hecho de que, contraviniendo la Ley de la Propiedad Intelectual vigente, Colita no había tenido oportunidad de ver pruebas de la maqueta, y por consiguiente no se había podido corregir ni la alteración del orden de las fotografías, que respondía al criterio de un nuevo maquetista, ni los errores en algunos pies de foto, ni la modificación del encuadre de varias imágenes, así como una impresión en la que se había perdido la escala de grises de las fotografías originales.

Francisco Hidalgo

La fotógrafa había aportado informes sobre los errores en el texto del flamencólogo y director de la colección de flamenco de Ediciones Carena Francisco Hidalgo, sobre las deficiencias de la impresión del director de la editorial Focal (especializada en fotografía) Salvador Rodés y sobre las alteraciones en los encuadres del reputado fotógrafo Miquel Galmés, y, tras el peritaje aludido, además de declarar resuelto el contrato, se aceptaba la petición de retirada y destrucción de los ejemplares existentes de esa edición, así como una indemnización a la autora, por vulneración del derecho moral al haber alterado su obra tal como ella la había concebido.

Como consecuencia de todo ello, a las especiales circunstancias que rodean tanto la colección como este título en particular, el hecho de que de esta segunda edición de Luces y sombras del flamenco fuera retirada de circulación hace que sea más rara y vaya más buscada incluso que la primera.

Fuentes:

Marcelo Caballero, “Palabra e Imagen: una combinación iniciática”, en Miradas complices el 12 de diciembre de 2011.

Pedro Espinosa, “Los buenos tiempos del arte«, El País, 2 de febrero de 2007.

Pedro Fernández Melero, “Serie Palabra e Imagen. Editorial Lumen” (Noviembre de 2008).

Galderich,  Luces y sombras del flamenco, de Caballero Bonald i Colita, l´essència del flamenc, PiscolabisLibrorum, 5 de julio de 2013.

Jorge Herralde, “Esther Tusquets editora”, texto leído en el homenaje de la Asociación Colegial de Escritores de Catalunya y publicado en Cuarto Poder aquí.

Galletas conmemorativas del cincuentenario de Lumen (1960-2010), de Florentine Cupcackes & Cookies. Tipografia perfecta sobre chocolate blanco.

Nota adicional:

Las sentencias a que se hacen referencia aluden a los artículos 14.4 (daño moral infligido a la reputación deñ autor por alteración de la obra original sin su consentimiento) y 64.2 (obligación de somenter las pruebas a la aprobación del autor) de la Ley de la Propiedad Intelectual. Sólo he hallado una nota de la redacción de L´Agenda de la Imatge (año VII, n. 26, cuarto trimestre de 2001, p. 49-50), publicación de la Unió de Profesionals de la Imatge i la Fotografia de Catalunya, que se hiciera eco en su momento de la resolución final de este conflicto. Para una descripción más detallada de cada uno de estas ediciones me he servido del catálogo de la Biblioteca Nacional de España.

Jusep Torres Campalans, de Max Aub. Génesis

A Javier Quiñones, autor de Max Aub, novela.

Parece haber un acuerdo bastante amplio en que Jusep Torres Campalans (1958) es, si no la mejor, una de las mejores obras de Max Aub y de las que mejor han resistido el paso del tiempo. Se han esgrimido muy diversas razones, con razón, para defender esta tesis. Esta espléndida y elaboradísima broma literaria consistente en biografiar a un pintor catalán amigo de Picasso, creando toda la parafernalia propia de este tipo de textos (cronología, relato fragmentario y con lagunas de la vida, retazos de testimonios de primera mano, de textos alusivos, catálogo minucioso y detallado de las obras pictóricas, reproducción de algunas de las mismas, notas bibliográficas, etc.) constituye, por lo que yo sé, uno de los juegos más asombrosos, divertidos, ingeniosos y geniales que habrá dado la cultura española, y exponer la obra pictórica en algunas de las ciudades más importantes del planeta (México, Nueva York, París…) fue ya la guinda.

El editor Albert Skira fotografiado hacia 1938 o 1939 por el gran Gyula Halász (1899-1984), más conocido como Brasaï, a quien Henry Miller describió como «El Ojo de París» y que es autor además de unas interesantes Conversations avec Picasso publicadas en 1964 por Gallimard (en español, coeditadas por el Fondo de Cultura Económica y Turner en 2002).

Pese a la abundante bibliografía que ha generado el Jusep Torres Campalans, sin embargo, creo que no se ha resaltado lo suficiente que Max Aub, aparte de una novela que es una biografía ficticia con voluntad de invadir el espacio no ficcional, lo que concibió sobre todo es un libro, un libro que, si bien se pueden alegar otros modelos (Dolores Fernández menciona L´art abstrait de Michel Seuphor publicado en París por Maeght en 1950), toma como base los célebres volúmenes de la colección Le Goût de Notre Temps que publicaba primero en Lausana y luego en Génova Albert Skira (Albert Schira, 1904-1973) , quien en los años treinta había publicado a Picasso (las Métamorphoses de Ovidio), Matisse (Poèsies de Mallarmé) o Dalí (Les chants de Maldoror de Lautréamont) y en los cuarenta varias obras con textos de André Malraux (detalle no menor en relación al contexto de Campalans). Si Skira podía hacer libros tan magníficos a unos precios tan ajustados, ¿por qué no iba a poder hacer lo mismo el Fondo de Cultura Económica en la colección Tezontle?

Portada del Picasso de la colección Le Goût de Notre Temps (conocidos popularmente como «los pequeños Skira»). Son volúmenes encuadernados en tapa dura con sobrecubiertas, de unos 17 x 18 cm, y por tanto más manejables que los libros de arte al uso (eso contribuye a explicar su éxito) y que rondan las 150 páginas. A finales de los sesenta Carrogio los empezó a publicar en español.

La primera mención del libro quizá sea la que aparece con fecha del 9 de agosto de 1955 en los diarios personales de Max Aub, donde tras la rotunda afirmación «Nace Jusep Torres Campalans» y lo que podría ser un índice sintético de la biografía, se añade:

Escribirlo todo como una biografía «acerca de…»

Entrevista. Vida (falsa).

Estética (falsa), y -sólo Cugh- la historia.

Publicarlo como una monografía, con reproducciones.

Casi exactamente dos años después (el 20 de septiembre de 1957), escribe en carta a Ignacio Soldevila: «Ayer le puse punto final a mi Jusep Torres Campalans y hoy le escribo». Probablemente, a la vista de la fecha de publicación de la obra (junio de 1958), lo más acertado sea suponer que en esta carta Max Aub se refiere a la conclusión de la escritura del texto, no a la corrección de pruebas, porque además en carta a Vicente Aleixandre del 8 de abril de 1958, escribe:

Dentro de un mes, o dos, saldrá otra [obra] que supongo que te divertirá: he inventado un pintor, compañero de Picasso, la he escrito como una de esas monografías de Skira -hice todos los dibujos. Los pintores van a pegar un respingo. Se lo merecen: hablo de los que imitan, de los que se copian unos a otros. Cada día odio más lo falso. Y tenemos tanto que contar todavía (ojalá fuese en todos los sentidos).

Este texto, añadido a la coincidencia de la encuadernación en tela con sobrecubierta en papel satinado o detalles como la situación del folio al pie, deja muy claro cuál es el modelo, por lo menos consciente, y la diferencia en el formato es probable que tenga una explicación en la dificultad para encontrar en México un formato de papel adecuado a un precio razonable. Antes, sin embargo, Aub había hecho el 29 de abril una anotación en su diario que tiene que ver mucho con este libro: «Definición del arte: hacer de la mentira verdad».

Max Aub, su esposa Peua Barjau e Ignacio Soldevila en Québec.

Harto de ver cómo la censura franquista venía poniendo impedimentos a su obra, en este libro tiene puestas sus ilusiones, como explica a Francisco Fernández Santos: «Tengo la esperanza de que el libro pueda venderse, sin obstáculos, en España. Ha de armar, sin duda, cierto revuelo». De hecho, al poco de salir la edición mexicana, que en palabras de Dolores Fernández «sale al mercado acompañado de un gran aparato publicitario protagonizado sobre todo por el [periódico] Excélsior, que comienza anunciándolo el día antes (1 de junio), subrayando el descubrimiento de Max Aub (28 de junio). El 2 de julio anuncia la exposición que tendrá lugar por la tarde», en agosto de 1958 se presenta por primera vez un fragmento de esta obra en las páginas de la revista de Camilo José Cela Papeles de Son Armadans, en diciembre de ese año se publica una interesante reseña de Eusebio García Luengo en Índice, así como una carta de Vicente Aleixandre referente al Campalans en la prestigiosa revista Ínsula, entre otros comentarios. Sin embargo, quizá fuese la salida de Joaquín Díez Canedo del FCE y la creación en 1962 de la editorial Joaquín Mortiz lo que contribuyó a retrasar la distribución no clandestina de este libro en España, de la que se hizo cargo Seix Barral y que en 1965 editó un folleto alusivo a la obra, además de ocuparse de que se reactivara la presencia de alusiones al Jusep Torres Campalans en la prensa.

El diseñador gráfico Robert Massin ante su mesa de trabajo en Gallimard cubierta de diseños de la celebérrima colección Folio.

Antes de la llegada más o menos normal del libro a España, sin embargo, había aparecido ya la versión francesa en la influyente Gallimard (en traducción de Alice y Pierre Gaspar), por imposición del amigo de Aub (y desde julio de 1959 ministro de Asuntos Culturales con De Gaulle) André Malraux. Según contaba en abril de 1998 el artista gráfico y tipógrafo Massin (Robert Massin, n. 1925) a Gérard Malgat: 

Fue Malraux quien impuso a Gallimard el libro de Max, no cabe duda. Pues a Gaston Gallimard no le gustaban para nada los libros ilustrados: solo le interesaban la literatura y los textos […] De hecho, la colección L´Univers de les Formes estuvo a punto de no publicarse en Gallimard ya que Gaston arrastraba los pies y Claude también: no querían. Aplazaban lo más posible su decisión.

Para el lanzamiento del libro, Aub pasa varios meses en París, y el año siguiente, coincidiendo con la publicación en Doubleday de la traducción estadounidense  (de Herbert Weinstock), se dedica a pintar nuevos cuadros y organiza una nueva exposición, en la neoyorquina Badley Gallery de Jusep Torres Campalans que permanece abierta desde el 29 de octubre hasta el 19 de noviembre. Del 28 de mayo de 1963 es el colofón de la edición italiana, publicada por de nuevo por otra editorial importante, Mondadori, en traducción de Giuseppe Ciontioli, quien añade un prólogo sobre la traducción. En este caso, el señuelo es la prepublicación de un fragmento en La Nazione del 30 de abril acompañada de un comentario del traductor. (La edición alemana se hizo esperar mucho, pero de nuevo corrió  a cargo de una empresa influyente, Eichborn, que publicó la traducción de Albrecht Buschmann y Eugene Helmé en 1995, precedida de una presentación de Mercedes Figueras.)

Portada de las Novelas escogidas de Max Aub en la colección Tolle, Lege de Aguilar.

Entre la salida de la edición italiana y la publicación de la española, Max Aub había pasado a ser representado por Carmen Balcells (por un contrato de diciembre de 1964), que fue la responsable de la contratación por parte de Lumen, que la publicó en la colección Palabra en el Tiempo que dirigía Antonio Vilanova. El mismo año se incluía en las Novelas escogidas de Max Aub que publicaba la Aguilar mexicana (en pp. 635-929). Y a estas seguirían las de Alianza en bolsillo en 1975, Plaza & Janés en Letras del Exilio en 1985 (en rústica) o la de Destino de 1999, que, con muy buen tino, recupera las características de la de Tezontle y restituía por tanto los pasajes censurados en las ediciones españolas publicadas hasta entonces.

Max Aub no sólo bromeaba. Su pasión por las artes del libro venía de muy lejos, de los años viente y treinta, y uno de los valores de su Jusep Torres Campalans es su belleza como libro, como obra artística, en la que Aub tuvo una participación indudable como creador, pues tenía muy claro qué libro pretendía hacer y cómo. De ahí que pueda considerarse que publicarlo con las imágenes en blanco y negro, en formato de bolsillo o con un papel que transparenta los dibujos, con márgenes estéticamente inaceptables, etc., sea desvirtuar la obra de Max Aub. Aspectos (no pocos) como el hecho de que la portada de la edición de Lumen reproduzca mal (invertido) un cuadro de Campalans merecen comentario aparte.

Placa conmemorativa del nacimiento en París de Max Aub (en cité de Trevise, 3). «En este inmueble nació el 2 de junio de 1903 Max Aub, escritor español, novelista, dramaturgo, ensayista. En 1942, después de haber estado varias veces en campos de internamiento en Vernet d´Ariège y Djelfa, se exilió en México, donde murió el 22 de julio de 1972». Wikipedia Commons / Mu

Fuentes:

Max Aub, Epistolario del exilio (1940-1972), Ayuntamiento de Segorbe, 1992.

Carmen Balcells, «Testimonio personal», en El Correo de Euclides, núm. 6 (2011), p. 96.

Ana Calvo Revilla, «Ficción y realidad en Jusep Torres Campalans, de Max Aub«, Entresiglos.

Dolores Fernández, La imagen literaria del artista de vanguardia en el siglo XX: Jusep Torres Campalans, tesis doctoral dirigida por Francisco Calvo Serraller, Universidad Complutense de Madrid, diciembre de 1993.

Dolores Fernández, La leyenda de Jusep Torres Campalans», en Cecilio Alonso, ed., Max Aub y el Laberinto español, Valencia, 1996, vol. II, pp. 825-858.

Dolores Fernández, «Arte y literatura en Max Aub», Turia, núm. 43-44 (marzo de 1998), pp. 146-159.

Dolores Fernández, «Imagen visual y literaria de la mujer vanguardista«, El Correo de Euclides, núm. 1 (2006), pp. 255-267.

Estelle Irizarry, La broma literaria en nuestros días. Max Aub, Francisco Ayala, Ricardo Gullón, Carlos Ripoll, César Tiempo, Nueva York, Eliseo Torres and Sons (Torres Library of Literary Studies 31), 1979.

«Max Aub» en Manuel Aznar Soler, dir., Diccionario bio-bibliográfico de los escritores del exilio republicano de 1939.

Gérard Malgat, «Max Aub y André Malraux: retrato de una amistad en el espejo de la historia», El Correo de Euclides, núm. 1 (2006), pp. 176-187.

Javier Quiñones, De ahora en adelante.

Jesús Sánchez Zapatero, «Lo que importa es España: proyectos para la recuperación editorial en el epistolario entre Max Aub y Carmen Balcells (1964-1972)», El Correo de Euclides, núm. 6 (2011), pp- 33-48.

Antonio Saura, «El pintor imaginario», en Ignacio Soldevila y Dolores Fernandez, Max Aub, veinticinco años después, Madrid, Editorial Complutense, 1999, pp. 91-110.

Ignacio Soldevila Durante, La obra narrativa de Max Aub, Madrid, Gredos (Biblioteca Románica Hispánica 189), 1973.

María de los Ángeles Valls Vicente, «Las versiones ilustradas de la obra de Max Aub», El Correo de Euclides, núm. 4 (2009), pp. 88-99.

Esther Tusquets, editora confesa (y la Censura)

A Pilar Beltran,

tot recordant «aquella» entrevista amb l´Esther Tusquets

La creación de colecciones inolvidables como Palabra e Imagen, Palabra en el Tiempo o Lumen Femenino le ganaron a quien Carmen Balcells describió como “la gran dama de la edición” un lugar importante en la historia editorial española, del mismo modo que sus novelas y relatos (El mismo mar de todos los veranos, Correspondencia privada, Siete miradas en un mismo paisaje…) le aseguran un puesto entrañable en la memoria de los lectores de literatura. Pero Esther Tusquets (Barcelona, 1936-2012) dejó escritos además algunos libros muy útiles para todo aquel que se interese por la edición española. De 2005 son las deliciosas Confesiones de una editora poco mentirosa, aparecidas originalmente en RqueR, la aventura que emprendió con Milena Tusquets y Oscar Tusquets tras lo que Esther describió como “triste despedida” de Lumen.

Segunda edición en RqueR de las Confesiones de una editora...

Segunda edición en RqueR de las Confesiones de una editora…

Desde el limpio diseño de la portada, pasando por las guardas (en que se reproduce la página 44 de las galeradas con correcciones autógrafas), la selección de fotografías (en pliego) y el colofón, hasta la genial fotografía que ilustra la solapa (de Daniel Mordzinski), es todo él un libro de una belleza sencilla, sin estridencias, que le cuadra perfectamente a un texto del que la propia autora dejó escrito que “no es en absoluto un libro revanchista, ni un libro que pretenda poner al descubierto las lacras miserables del mundo del libro”. Por él desfilan Miguel Delibes, Ana María Matute, Camilo José Cela, Mario Vargas Llosa, Carmen Balcells, Carmen Martín Gaite, Juan Benet, Carlos Barral, Pablo Neruda, Gustavo Martín Garzo y un largo etcétera, al hilo de un relato (en 27 breves capítulos), ameno y preñado de enseñanzas, un buen humor muy refrescantre y lecciones provechosas.

La en su momento muy comentada portada de Habíamos ganado la guerra

La en su momento muy comentada portada de Habíamos ganado la guerra

Tuvo dos ediciones, y una vez desmantelada RqueR se reeditó en Ediciones B después de haberse publicado otro libro de memorias más personales en Bruguera (Habíamos ganado la guerra). Pero luego estas Confesiones quedaron subsumidas (y por tanto comercialmente heridas de gravedad) en la continuación de las memorias, publicadas también en Bruguera con el irónico título Confesiones de una vieja dama indigna. El excelente ilustrador Finn Campbell Notman creó entonces una portada alusiva a la galería de personajes que desfilan por el texto y se agradece en esta edición la ampliación del pliego de ilustraciones, reproducido en este caso en papel satinado y a color, añadiendo por ejemplo una foto de Colita que reúne a Esther Tusquets, Magda Oliver, Ana María Moix, Max Aub y su esposa Peua, Carmen Balcells y Alastair Reid o una divertidísima felicitación navideña del estudio Maspons-Ubiña, pero en cambio no se reproduce la que abría el pliego en la edición de RqueR (fechada quizás erróneamente en el verano de 1960), que muestra a unos jovencísimos Herralde y Oscar Tusquets, con sombrero y guitarreando, y a Esther con una sonrisa impagable. Y la fotografía de la autora en la solapa es en este caso una foto carmet a color bastante insulsa, que queda además estropeada por los reflejos en las gafas de la autora.

La edición en Bruguera de las Confesiones de una vieja dama indigna, presentada como segunda parte de Habíamos ganado la guerra, ilustrada por Finn Campbell Notman.

La edición en Bruguera de las Confesiones de una vieja dama indigna, presentada como segunda parte de Habíamos ganado la guerra, ilustrada por Finn Campbell Notman.

Significativo de la orientación de las ampliaciones de texto en este nuevo libro es que el capítulo “Primer encuentro con un autor importante: Ana María Matute” se convierte en “Primer encuentro con Ana María Matute y primeras escapadas a Madrid” o “Delibes, Castilla, las perdices rojas” en “Viajo a Valladolid para hablar de perdices y me libero allí por fin de la virginidad”. Ya no se trata, queda claro, de unas memorias de editora, que también, sino que Esther Tusquets muestra aquí otros aspectos de su personalidad que van bastante más allá y que constituyen una veta que reaparece en el texto memorialístico escrito a cuatro manos con su hermano Oscar, Tiempos que fueron (Bruguera, 2012). La”editora poco mentirosa” se detiene en algunos aspectos del proceso creativo que supone la elaboración de un libro y de sus condicionantes que, lógicamente, son marginales o quedan fuera de los intereses de la “dama indigna”.

Pero prueba estremecedora de la radical franqueza de Tusquets al hablar de su profesión es el siguiente pasaje de la edición de RqueR (suprimida por la «dama indigna», como todo el capítulo en que se incluye): “Tal vez no fuera muy honesto ofrecer al público obras incompletas y alteradas, pero, de no hacerlo así, la mitad de la literatura que se publicaba en el mundo hubiera quedado inédita en castellano o nos hubiera llegado clandestinamente, como ocurría con frecuencia, en ediciones de América Latina. Así pues, a menos que las supresiones fueran brutales, nos doblegábamos a la más o menos caprichosa decisión del censor de turno» (pp. 65-66). Es realmente lamentable, además de los largos años de censura de libros franquista, que esa censura siga teniendo efecto hoy sobre quienes seguimos leyendo esos mismos libros, sea en bibliotecas públicas o en la red (y peor y más grave: en reimpresiones presentadas como reediciones).

Primera edición de las Confesiones de una editora en Ediciones B

Primera edición de las Confesiones de una editora en Ediciones B

Pocos editores españoles han dejado textos tan interesantes, jugosos y aleccionadores sobre su labor como Esther Tusquets; ninguno hay con tanta gracia, chispa e ironía (que echaremos de menos) como las Confesiones de una editora poco mentirosa. Por lo que yo sé, el mejor de todos ellos.

Y leídos los libros más o menos en la misma órbita de sus compañeros Carlos Barral, Jorge Herralde, Josep M. Castellet o Rafael Borràs Betriu, ¿no será razonable esperar que no tarde en llegar el de Beatriz de Moura? Veremos.

Fuentes:

Esther Tusquets, Confesiones de una editora poco mentirosa, Barcelona, RqueR, 2005.

Esther Tusquets, Habíamos ganado la guerra, Barcelona, Bruguera, 2007.

Esther Tusquets, Confesiones de una vieja dama indigna, Barcelona, Bruguera, 2009.

Esther y Oscar Tusquets, Tiempos que fueron, Bruguera, 2012.