Entre los últimos años de la década de los veinte y los primeros de la siguiente, la Compañía Ibero Americana de Publicaciones se constituyó en el primer gran grupo editorial mediante la voraz compra de cabeceras de revistas (La Gaceta Literaria), editoriales (Renacimiento, Mundo Latino, Ediciones Atlántida, Hoy, Mercurio, Estrella), librerías (la Librería Fe y sus diez subsidiarias) e incluso creó grandes imprentas y talleres, así como con el diseño de una enorme red de distribución de todo tipo de material impreso, que además obtuvo en exclusiva la distribución de editoriales de avanzada pujantes como Zeus, Ulises o Signo. Es evidente que la Compañía Anónima de Librería, Publicaciones y Ediciones (Calpe), creada en 1918 por Papelera Española, se puede considerar un intento más sostenido de crecimiento en la misma dirección, pero en la base de la CIAP, con una política más agresiva (y apresurada), se encontraba una curiosa empresa puesta en pie por un audaz periodista e historiador jerezano Manuel L.[uis] Ortega Pichardo (1888-1943).
Con apenas veintiún años, Ortega Pichardo empieza a actuar ya en 1909 como director de una cabecera aún hoy en activo, el Diario de Jerez, periódico creado por los hermanos José y Federico Joly Höhr, y poco después publicaba una primera compilación de críticas políticas y literarias con el título Frivolidades (1910), a la que seguiría el año siguiente otra de artículos costumbristas, El amor y la vicaría, películas de cine (Diario de Jerez, 1911) y más adelante La vida que pasa (Empresa Editora Andalucía, 1916). En los años siguientes, además de cubrir como corresponsal la conocida como Guerra del Rif, dejaría una estela de diarios y publicaciones periódicas, pero quizá una de las más interesantes en relación a la CIAP sea la Revista de la Raza. Publicación de Estudios Internacionales (1915-1930), creada en colaboración con Ignacio Bauer Landauer, hijo (y heredero) del banquero Gustavo Bauer Morpurgo (1865-1916), representante a su vez de los Rothschild en España.

Manuel L. Ortega Pichardo.
Entre algunas de las curiosidad que a lo largo de su historia publicó la Revista de la Raza, se cuenta una breve obra narrativa titulada «En los tentáculos de los siglos» y firmada con el seudónimo Isabel Inghirami, que es el que empleaba al principio la escritora María Teresa León (10903-1988) (número 119, febrero de 1925, pp. 18-19), o también diversos artículos de la escritora y periodista Carmen de Burgos (1867-1932), en ambos casos ya a principios de los años veinte. A partir precisamente de 1924 esta cabecera se convertiría en la portavoz de la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas, y serían frecuentes en sus páginas las firmas de Ana de Castro Osorio (1872-1935), Emilia de Sousa Costa, (1877-1959), Micaela Díaz Rabaneda (1827-1931), Elena de Arizmendi (1884-1949), María de La Rigada, Nurie Gabay de Estrugo, etc.
Sin embargo, antes de acabar la segunda década del siglo XX, Ortega Pichardo había creado una Editorial Ibero-Africano-Americana que, por lo menos desde 1917, se había ocupado de publicar en Marruecos unos anuarios que se presentaban como la «guía oficial de Marruecos», y en esa misma fecha aparece en una Colección Hispano-Marroquí de la misma editorial España en Marruecos: el Raisuni, firmada por el propio Ortega Pichardo. Al año siguiente aparecía en la misma colección e impreso en la Tipografía Moderna el que sin duda es el título más conocido del prolífico Ortega Pichardo, Los hebreos en Marruecos. Estudio histórico, político y social, que en la primera edición incorporaba un prólogo del alto comisario de España en Marruecos Francisco Gómez Jordana (1852-1918) y que tuvo diversas reediciones (CIAP, 1929, con prólogo de Pedro Sáinz y Rodríguez; reimpreso en la Ediciones Nuestra Raza, 1934) antes de que en 1994 la reeditara Algazara con prólogo del historiador Víctor Morales Lezcano.
Por esos mismos años parece que la editorial va cobrando envergadura, quizás gracias a la colaboración de Ignacio Bauer. Así, en 1920 se publica una edición de El Diablo Mundo, de José de Espronceda, acompañado de un juicio crítico del hispanista escocés James Fritzmaurice-Kelly (1858-1923); en 1922, una biografía del por entonces aún vivo doctor y senador vitalicio Ángel Pulido Fernández (1852-1932) Figuras Ibéricas, escrita por Ortega Pichardo y prologada por Ignacio Bauer, que aparece en una Biblioteca Hispano-Sefardí, y también de 1922 son tres libros preparados por Ignacio Bauer: los seis volúmenes recopilatorios de las Relaciones de África, los Apuntes para una bibliografía de Marruecos y la Carta de Roma. Don Juan de Zúñiga a Felipe II (1577); de 1923 son los Apuntes para la historia de las cofradías musulmanas del arabista y diplomático Clemente Cerdeira Fernández (1887-1942), y del año siguiente El convidado de piedra, de Tirso de Molina, que ejemplifica una de las derivas que empieza a tomar ya la editorial en esos años, la publicación de obras clásicas españolas.

Pedro Sainz Rodríguez.
En noviembre de 1924 se produce un acontecimiento que lo cambia todo: la constitución de la CIAP (que se escritura ante notario el 28 de enero de 1925). Entre sus fundadores, Ignacio Bauer Landauer (presidente), José Francos Rodríguez, Antonio Goicoechea y Alberto Bandelac de Pariente (como vicepresidentes), Manuel Luis Ortega Pichard (como consejero delegado y director gerente), Pedro Sainz Rodríguez, (consejero y director literario) e Isaac Toledano, José Arango, Rodrigo Saavedra Vinent, Ángel Arpón de Mendívil, Carlos E. Montañés, Menhakent Coriat y Jacques Bentata como consejeros.
En un muy detallado y completo artículo acerca de la trayectoria de la CIAP, Miguel Á. López-Morell y Alfredo Molina Abril hacen una perfilada caracterización de este grupo fundacional y de las consecuencias del mismo:
En el primer Consejo de Administración y en sus posteriores incorporaciones destacó, como ha mostrado Molina, un significativo grupo de personas vinculadas a la comunidad judía norteafricana, como Toledano, Coriat o Bandelac, junto a personalidades importantes de la vida cultural madrileña, como los exministros Goicoechea y Francos Rodríguez, presidente este último de la Asociación de la Prensa, o los catedráticos universitarios [Rafael] Altamira y Sainz Rodríguez, interesados también en las relaciones con la comunidad judía o en el estudio de la influencia cultural hebrea, lo que reportaría a la institución algunas críticas de sectores filorracistas y ultraconservadores en los años siguientes.
Aun así, parece ser que la Editorial Ibero-Africano-Americana siguió una trayectoria más o menos paralela pero independiente a la de la CIAP, sin integrarse a ella, y en los años siguientes continuaron apareciendo títulos bajo ese sello, entre los que se cuentan, por ejemplo, una traducción de Agustín Aguilar de La vida amorosa de Luis XIV (1926), de Louis Bertrand (186-1941), en una colección llamada Los Amores, donde se publica también una traducción de Rafael de Morales de La vida amorosa de Casanova (1926), de Maurice Rostand; una traducción no firmada de los Cuentos de viejas (1928) de Charles Perrault prologada por Ignacio Bauer con la que se estrenaba una colección de Las Cien Mejores Obras de la Literatura Universal, que tenía también una equivalente en Las Cien Mejores Obras de la Literatura Española, donde se publica un Lazarillo (1927) prologado por uno de los historiadores que colaboraban asiduamente en la Revista de la Raza, Rodolfo Gil Benumeya (1901-1975) o, incluso una vez ya desmembrada la CIAP, una monumental Colección de documentos inéditos para la historia de Ibero América, 1927-1932 publicada en catorce volúmenes en 1934 bajo la dirección de Rafael Altamira, que no había tardado en entrar en el consejo de administración de la CIAP.
De todos modos, el momento que suele señalarse como el arranque de la expansión de la CIAP, el año 1928, va precedido de una cesión de relativa importancia, por lo menos por las consecuencias que tiene en las cabeceras que se ven afectadas por ella. En los últimos meses de 1927, Ortega Pichardo cede a la CIAP, junto a la Guía de Balnearios y Casas de Descanso de España, la Revista de la Raza, en la que por esos tiempos la sección «Mundo Sefardí» ocupaba un tercio de la revista y en la que colaboraba con más o menos asiduidad, Alejandro Lerroux, Niceto Alcalá-Zamora o José Antonio de Sangróniz.
Durante la etapa de expansión de la CIAP, además de la Revista de la Raza, tiene continuidad pues la Editorial Ibero-Africana-Americana, e incluso una vez que la CIAP se empieza a saldar el stock en 1931 siguen apareciendo algunos títulos, cabe suponer que debido a que Ortega Pichardo mantuvo la propiedad del sello sin vincularlo a la CIAP. Por otra parte, en unas llamadas Ediciones Nuestra Raza aparece, por ejemplo, la edición ya mencionada de Los hebreos en Marruecos prologada por Sainz Rodríguez en 1934, o al año siguiente el Maimónides, un sabio de la Edad Media, de Ignacio Bauer, en una colección llamada Los Hombres de Nuestra Raza, y Las pinturas negras de Goya, del crítico literario y por entonces patrono del Museo Municipal de Madrid Emiliano M.[artín]. Aguilera (1905-1975), así como El Zohar en la España musulmana y cristiana, de Ariel Bension (1880-1932), con prólogo de Miguel de Unamuno (1864-1936), o textos que previamente habían aparecido en la Biblioteca Cervantes de la CIAP, como una edición de La Política de Aristóteles, las Doloras, poemas y humoradas, de Ramón de Campoamor, seleccionadas por Agustín Aguilar, o los dos tomos de la Historia de los movimientos, separación y guerra de Cataluña, que el escritor y militar portugués Francisco Manuel de Melo (1608-1666) había firmado como Clemente Libertino.
Por el camino, Ortega Pichard había creado diversas publicaciones periódicas (El Heraldo de Marruecos en Larache y el ceutí Mediterráneo, ambos en 1925), y posteriormente, durante la guerra civil, como conocido monárquico, fue objeto de persecución, encarcelamiento, enviudó en 1938 y se refugió en la embajada de Finlandia. Esteban Salazar Chapela, que trabajó unos años en la CIAP y a quien Ortega Pichard había presentado a Unamuno, ofrece la siguiente explicación de cómo se salvó el editor jerezano en su novela en clave En aquella Valencia:
–Socorrito y yo –le dije a Palomino– trabajamos juntos unos años en la editorial Carabela [CIAP]…
–Hombre, la Carabela –contestó Palomino–. El gerente de esa editorial, don Manuel Picazo [Ortega Pichardo], estuvo si lo pasean o no lo pasean. Se salvó por chiripa, no sé si usted lo sabe.
–No he sabido nada de él desde mucho antes de la guerra.
–Sí, estuvo en capilla y lo sacó de allí ese escritor de teatro… ¿cómo se llama?, ese escritor que estrenó dos obras que hicieron mucho ruido, Santa Isabel de Ceres, Los gorriones del Prado…
– [Alfons] Vidal y Planas.
–Ése. Él me lo contó pocos días antes de venirme a Valencia. Desde su prisión, donde ya llevaba dos días, don Manuel consiguió enviarle unas líneas a Vidal y Planas. Este Vidal es un anarquista de lo más sentimental, bondadoso y puro que puede darse.
[…]
Como les decía, Vidal recibió las líneas, corrió al sitio donde tenían metido a don Manuel y preguntó a sus correligionarios, pues todos eran allí anarquistas: «¿Y por qué lo vais a matar? Este hombre no se ha metido en nada ni es peligro ninguno para la causa» «Pero sabemos (le explicaron) es un inmoral…». Lo iban a matar por inmoral. La réplica de Vidal fue muy buena: «Compañeros, si vamos a matar en España a todos los inmorales no quedaremos nadie para contarlo». El razonamiento surtió efecto y le dieron el preso.

La carabela que aparece tanto en el logo de la CIAP como en el de las Ediciones Nuestra Raza sirve a Salazar Chapela para asignar el nombre en clave a la editorial en su novela.
Casado en segundas nupcias con la hija de un militar, Mery del Olmo, Ortega Pichardo moriría apenas cuatro años después del final de la guerra.
Fuentes:
Luisa Carnés, El eslabón perdido, edición de Antonio Plaza Plaza, Sevilla, Renacimiento (Biblioteca del Exilio 9), 2002.
Francisco Fuster García, «Compañía Ibero Americana de Publicaciones (CIAP)», en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes – Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI) – EDI-RED.
José Luis Jiménez García, «El periodista jerezano Manuel Luis Ortega Pichardo, autor del libro Los hebreos en Marruecos», Tarbur Sefarad, 10 de agosto de 2010.
Miguel Ángel López-Morell y Alfredo Molina Abril, «La Compañía Iberoamericana de Publicaciones, primera gran corporación editorial en castellano», Revista de Historia Industrial, núm. 49 (febrero de 2012), pp. 111- 145.
Jesús A. Martínez Martín, dir., Historia de la Edición en España, 1836-1936, Madrid, Marcial Pons, 2001.
Francisca Montiel Rayo, Esteban Salazar Chapela en su época: obra literaria y periodística (1923-1939), tesis doctoral leída en la Universitat Autònoma de Barcelona en 2005.
Francisca Montiel Rayo, «Esteban Salazar Chapela (Málaga, 190- Londres, 1965)», en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes – Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI) – EDI-RED.
Julio Saez Angulo y Dolores Gallardo, «Manuel Luis Ortega Pichardo, periodista, escritor y editor de la CIAP», La Mirada Actual, 23 de enero de 2011.
Esteban Salazar Chapela, En aquella Valencia, edición de Francisca Montiel Rayo, Sevilla, Renacimiento (Biblioteca del Exilio 4), 2001.
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