El primer editor de Josep Pla, de Manresa a Buenos Aires

Ignasi Armengou

Los dos nombres que han pasado a la historia como los editores del irrepetible prosista catalán Josep Pla (1897-1921) son sin ninguna duda Josep Maria Cruzet (1903-1962) en Selecta y Josep Vergés (1910-2001) en Destino. Sin embargo, ninguno de ellos fue el primero en editar una obra suya, sino que tal honor corresponde a Ignasi Armengou i Torra (1895-1954).

Armengou se habíia bregado desde muy joven como periodista en su Manresa natal, primero en la revista Cenacle (1915-1917), donde firmaba como J. de Riudor y cuyas páginas albergaron textos de Joaquim Ruyra (1858-1939), Carles Riba (1893-1959), Joan Arús (1891-1982), Manuel Brunet (1889-1956) y un joven Josep Pla que justo entonces empezaba también a foguearse en revistas comarcales.

Posteriormente fundaría el periódico nacionalista Joventut (1918), donde destaca el nombre de quien sería gran cultivador del género del reportaje Josep M. Planes (1907-1936), dirigiría El Pla de Bages y colaboraría en la continuación de Cenacle, Ciutat (1926-1928), antes de convertirse en un habitual de las publicaciones barcelonesas (Mirador, La Publicidad y, firmando como Màrius Vidal, en el órgano de los socialistas catalanes del momento, Justicia Social).

La idea de crear una editorial que se abriera a publicar en catalán un tipo de libros de gran aceptación pero de intención no estrictamente estética, y que contribuyera además a la profesionalización de los escritores catalanes se ha atribuido tanto a Josep Pla como a Manuel Brunet e Ignasi Armengou, pero en cualquier caso, según la versión de Pla, Armengou le escribió a París proponiéndole publicar en forma de libro una combinación de algunos de sus mejores artículos periodísticos con algunos textos originales, así que, si podemos creerle, en la iniciativa de Armengou está el orígen del Pla autor de libros.

En un interesante artículo publicado en La Publicitat el 30 de abril de 1925, titulado con mucha agudeza «Per una editorial independent» y escrito en primera persona del plural, Pla describía el proyecto como la iniciativa de unos cuantos amigos que deseaban ver publicados «llibres catalans de caràcter independent». Menciona además los cuatro primeros títulos programados: una novela de Brunet, un libro de memorias de Eugeni Xammar (1888-1973), una recopilación de cuentos de Ramon Raventós (1882-1923) y el aludido libro ideado por Armengou (sin mencionarlo), y expresa también la voluntad de publicar, inicialmente, cuatro títulos anuales a modo de prueba, pero con la exclusión explícita del género poético. El propósito sería dar voz a lo que llama «escriptors independents», que según él eran rechazados por grupos como el de La Revista por motivos extraliterarios (pone como ejemplo Concepte general la ciència catalana, de Francesc Pujols).

Es curioso el ejemplo de La Revista porque en los tres primeros libros editados por Diana aparece como sede el número 125 de la Rambla Catalunya, el mismo edificio que albergaba esa publicación (y también de la colección La Novel·la Estrangera de Ventura Gassol i Joan Gols), y más tarde aparece como tal la calle Petritxol, número 5. Otro de los cambios que se produjo en la trayectoria de esta editorial fue el de impresor. Hasta 1926 el impresor es Eduard Castells, si bien en su epistolario Armengou daba por hecho que los imprimiría la prestigiosa Altés, pero luego pasa a serlo Antoni López Llausàs.

En realidad, las heterogéneas Ediciones Diana estrenaron en la primavera de 1925 una Bibblioteca d’Escriptors Independents con Coses vistes, de Pla (que según dejó escrito tuvo dos ediciones de dos mil ejemplares) y El meravellós desembarc dels grecs a Empúries de Brunet, pero en contra de los previstos a estos siguieron ese mismo año Ma vida en doina. Memòries del Doctor Verdós, de Joan Santamaria (1884-1955) y Rússia, de Pla. Al año siguiente se publicaron La llanterna màgica, de Pla, La filla d’en Tartarí, de Santamaria y (fuera de colección y con ilustraciones de Joan Llaverias) L’anell dels Nibelungs, una de las primeras obras de Cèsar August Jordana (1893-1958), que por entonces era uno de los colaboradores de la Sociedad de Estudios Militares (SEM), dato que luego cobrará sentido.

Este desnortado proyecto editorial llegó finalmente a publicar solo cuatro títulos más: L’apòstol (1927), de Santamaria, La caravana (1927), de Josep Maria Millàs-Raurell (1896-1971), Relació (1927), de Pla, y El conspirador sentimental, de Francesc Madrid (1900-1952).

En 1967, al reconstruir las vicisitudes de Rússia (libro del que dice que se hicieron «cinco reediciones seguidas ‒5000 ejemplares‒ en un espacio muy corto de tiempo»), explicó Josep Pla:

Ignacio Armengou tuvo la desgracia de nombrar depositario general y distribuidor del libro a un individuo que tenía una librería en la Rambla de Catalunya, muy cerca del cine Kursaal. Mientras se agotaba la quinta reimpresión y Armengou se ponía manos a la obra con la sexta, constató que el depositario general se había llevado el pastel sin hacer ninguna liquidación. Nadie, que yo sepa, lo ha vuelto a ver. Armengou, con toda esta historia, perdió mucho tiempo y bastante dinero.

Es muy probable que la librería a la que alude sea la Llibrería Italiana que habían fundado el abogado y pintor Magí Sandiumenge (1885-1930) como socio capitalista, que murió pocos años después en Guinea Ecuatorial, y de la que entre 1923 y 1926 (durante la dictadura primorriverista) fue gerente Miquel Ferrer i Sanxís (1899-1990), quien por su implicación en un intento fallido de asesinar al rey Alfonso XIII (complot del Garraf) sería condenado a seis años de prisión.

La Llibrería Italiana, que ocasionalmente actuó como editora ‒Joventut del príncep, de Wilhelm-Meyer Foster en 1924‒ tenía fama de ser un nido de independentistas y era vigilada por las autoridades represivas primorriveristas, que acabaron por cerrarla. Lo cierto es que allí se celebraban las clases teóricas de instrucción militar organizadas por la Societat de Estudis Militars (uno de cuyos objetivos era crear un ejército catalán) e impartidas por Miquel Àngel Baltà (1892-1964).

El librero Miquel Ferrer dejó en sus memorias el siguiente retrato de Armengou, que acudía en ocasiones a la librería (traduzco):

Ignasi Armengou, un abogado joven, que con el tiempo sería director de la Oficina de Turismo de la Generalitat de Catalunya, ubicada en la Gran Vía, era uno de los primeros afiliados a la Unió Socialista de Catalunya y un asiduo colaborador de Justicia Social. No sé cómo, entabló buena amistad con Manuel Brunet, por entonces redactor del diario Las Noticias de Barcelona.

En cualquier caso, concluida esta aventura (que sorprendentemente Farreras Duran calificó como «uno de los éxitos más remarcables durante la dictadura del 1923 al 1930»), Armengou se centró en el turismo, hasta que al producirse el levantamiento totalitario de 1936 se sintió amenazado por la Federación Anarquista Ibérica y se estableció en París, de donde pasaría en 1938 a Buenos Aires.

De su paso por Argentina quedan como testimonio sus colaboraciones con el Casal de Catalunya en Buenos Aires y sus textos en algunas revistas del exilio catalán (Catalunya, Xaloc, La Nostra Revista). Pero además se convirtió en uno de los socios de José Serra y Compañía, una distribuidora de libros que ocasionalmente llegaría a publicar algún título (de 1949 es el del catalán exiliado en Argentina Rodolf Llorens i Jordana Servidumbre y grandeza de la filosofía, con pie de José Serra y Cía Publicaciones Hispano Americanas).

En 1946 Serra se había asociado con los barceloneses José Biosca Torres y Carles Sentís para crear una distribuidora para América Latina que dio lugar a Iber Amer, cuya delegación en Buenos Aires se denominó Iber Amer Argentina Sociedad de Responsabilidad Limitada Publicaciones Hispanoamericanas, tenía como sede la calle Bolívar número 260 y como gerente a Ignasi Armengou y al magistrado español exiliado en Buenos Aires Santiago Sentís Melendo (que se desempeñó allí como traductor de textos jurídicos y como uno de los impulsores de la Editorial Jurídica Europa América, EJEA) como otro de los socios.

En 1951 Armengou y Jorge Eduardo Taylor se convierten en los socios mayoritarios y el domicilio pasa por esas fechas a ser el número 1381 de la calle Junín. Inicialmente fue la distribuidora en América de la exquisita editorial madrileña Plus Ultra y de algunos sellos lujosos de Montaner y Simón, pero progresivamente fue añadiendo a su catálogo a Vergara, Bosch, Ariel, Tecnos y Aymà, entre otros sellos. También en esta etapa publica algún que otro libro (de 1951 es Paz en el alma, de Fulton J. Sheen, en traducción de Floreal Mazía).

Ya muerto Armengou, la Iber Amer peninsular se fusionó con Ariel y Seix Barral y en 1965 se pensó en Josep Pedreira (1917-2003) como supervisor y director de ventas. En Buenos Aires, cuando estalló el conflicto por los derechos de El doctor Zhivago el director era Tomás Avalis Ciuffoli y desde 1958 la empresa se había convertido en sociedad anónima.

Fuentes:

Sílvia Caballeria i Ferrer y Carme Codina i Contijoch, «El món editorial de les lletres catalanes (des de finals del segle XIX fins al final de la guerra civil», Ausa, núms. 132-133 (1994), pp. 81-112.

Jordi Castellanos, «Mercat del llibre i cultura nacional (1882-1925)», Els Marges, núm. 56 (1996), pp. 5-38.

Joan Esculies Serrat, «El catalanismo republicano de Manresa, entre Acció Catalana y Esquerra Republicana de Catalunya (1929-1931)», Hispania Nova, núm. 20 (2022) pp. 27-56.

F. Farreras i Duran, «Ignasi Armengou», Pont Blau, núm. 16 (febrero de 1954), p. 49.

Miquel Ferrer, «Ignasi Armengou», La Nostra Revista, núm 73 (enero-febrero de 1954), p. 39.

Albert Manent, «Ignasi Armengou i Edicions Diana (1925-1929), en Del noucentisme a l’exili. Sobre la culutra catalana del nou-cents, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1997, pp. 119-125.

Francesc Montero Aulet, Manuel Brunet i Solà (1886-1956). El periodisme d’idees al servei de la «veritat personal», tesis doctoral presentada en la Universitat de Griona en 2011.

Josep Pla, «Historia de este libro», en Viaje a Rusia, traducción y prólogo de Marta Rebón, Barcelona, Destino, 2018, pp. 19-32.

Pájaro Cascabel, la contracultura mexicana y su conexión con España

En la poesía de los pueblos nahuas, el coyoltototl o «pájaro cascabel» es casi un elemento recurrente que en el plano literal alude a la bella sonoridad de su canto y en el simbólico a la figura del poeta que recita (o canta) sus versos.

No es sorprendente, pues, que el término diera nombre a una iniciativa editorial centrada sobre todo en la poesía, como es el caso de la elegante revista que vio la luz en México en noviembre de 1962, de apenas cuatro páginas de formato folio y papel acartonado. Figuraban en sus créditos como directora Thelma Nava (1932-2019), quien en 1957 se había dado a conocer como poeta con el libro Aquí te guardo yo, publicado como quinto número de los Textos Amorosos de los Cuadernos del Cocodrilo, pero la iniciativa había surgido de su confluencia con Luis Mario Schneider (1931-1999), que en 1960 había antologado a Los nuevos poetas argentinos para la Revista Mexicana de Literatura, y el poeta también de origen argentino Armando Zárate, a los que los compromisos profesionales alejaron pronto de la revista.

En los primeros números esta publicación se centra muy predominantemente en la poesía, tanto en la creación como en la teorización, y en sus páginas puede leerse a veteranos como Salvador Novo (1904-1974), Jaime Sabines (1926-1999) o Efraín Huerta (1914-1982) junto a autores como Marco Antonio Montes de Oca (1932-2009) e incluso veinteañeros como Gabriel Zaid (n. 1934) y Homero Aridjis (n. 1940). Su mayor peculiaridad fue sin embargo incluir en casi todos los números algún ejemplo de poesía prehispánica, particularmente del maya, en traducción del antropólogo Demetrio Sodi Morales (1934-1982), quien a su vez coeditaba por entonces las revistas América indígena, Boletín Indigenista y el Anuario indigenista.

En los márgenes de Pájaro cascabel se gestó también la organización del primer Encuentro Interamericano de Poetas, en la que junto a Thelma Nava tuvieron papeles muy destacados los por entonces pujantes editores del Eco Contemporáneo Miguel Grimberh y de El Corno Emplumado Sergio Mondragón (n. 1935) y Margaret Randall (n. 1936), muy afines a la generación beat, a la que contribuyeron a dar a conocer en Latinoamérica a través de su fascinante revista bilingüe, en la que además publicaron obra pictórica de David Alfaro Siqueiros, Leonora Carrington y Juan Soriano, entre otros, y que asimismo desarrolló su propia colección de libros. El nexo entre los colaboradores de estas dos revistas fueron muy probablemente las lecturas de poesía llevadas a cabo en la casa que el poeta beat Philip Lamantia (1927-2005) tenía en la calle Río Hudson (curiosamente, muy cercana a la de Juan José Arreola) y en las que Mondragón y Randall coincidieron con Ernesto Mejía Sánchez, Homero Aridjis, Allen Ginsberg y Carlos Coffeen Serpas, entre otros.

Leonora Carrington (1917-2011) en su estudio.

A su vez, el mencionado encuentro, celebrado en México en febrero de 1964 y al que llegaron (por sus propios medios) poetas procedentes de quince países distintos, se considera la cristalización del llamado Movimiento Nueva Solidaridad, que tuvo como presidentes honorarios a Henry Miller y Thomas Merton y que aglutinó a una serie de escritores y artistas plásticos afines a la generación beat que, en palabras de Valeria Manzano, tenían en común un posicionamiento «iconoclasta al respecto de las formaciones culturales en sus respectivos países y recuperaban de las vanguardias clásicas de la primera mitad del siglo xx la expectativa de imbricar arte y vida, y la certeza de estar atravesando tiempos revolucionarios».

Con ello en mente resulta muy comprensible que, cuando a partir de 1966 Pájaro Cascabel inicia una segunda época, en la que Nava asume la dirección en solitario y se aumenta notablemente el número de páginas, ésta se caracterice sobre todo, pese a la heterogeneidad, por una enorme apertura a la poesía universal (venezolana, panameña, cubana y estadounidense, pero también india y vietnamita, por ejemplo).

Además, ya en su primera época Pájaro Cascabel había iniciado una colección de plaquettes financiada por los propios autores en la que aparecieron Valparaíso (1963), de Schneider; La difícil ceremonia, de Aridjis; El tajín, de Efraín Huerta; Pido la palabra, de Rafael Solana; Cartas a mí (1965), de Francis Susana;, La Razón de la noche (1965), de Félix Daujarre Torres…, a la que se añadió una serie de libros entre los cuales Oh, San Roque (1963), del crítico francés André Coyné y con ilustración de la cubierta de Alice Rahon; la compilación de cuentos de ciencia ficción El dominó (1964), del debutante Jaime Cardeña y con ilustración en la cubierta de Enrique Zavala; Los ojos de la clepsidra (1964), del colombiano René Rebetez, y que tendría luego continuidad con El Cornetín de los Sueños (1965), de Olga Arias (1923-1994), Otoño encarcelado (1968), de Ramón Martínez Ocaranza, etc.

Durante la segunda etapa de Pájaro cascabel, que se extiende aproximadamente entre 1965 y 1967, cristaliza también la colaboración con el joven poeta y crítico bonaerense, entonces establecido en Madrid, Marcos Ricardo Barnatán (n. 1946), y muy probablemente fruto de ello sea la publicación en 1966 del impresionante volumen doble de la revista España: poesía de protesta, que recoge obra de Gabriel Celaya, Blas de Otero, Gloria Fuertes, José Hierro, Eugenio de Nota, Ángel González, José Manuel Caballero Bonald, Ángel Crespo, Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma, María Beneyto, Claudio Rodríguez, Félix Grande, José Batlló…, con ilustraciones de Manolo Millares, Antonio Saura y Antoni Tàpies. También de 1966 es el volumen Acerca de los viajes, de Barnatán, que se publica con pie en México y Madrid.

Al año siguiente, en 1967 y por tanto bastante anterior a la muy influyente Nueve novísimos de Josep Maria Castellet, aparece como número doble (4-5) de la colección de libros Poesía Pájaro Cáscabel un tomo que puede considerarse complementario, Antología de la joven poesía española, editado por Enrique Martín Pardo y con diseño de la cubierta de Alberto Corazón, en el que el único poeta que repite respecto al número doble de la revista es José Batlló. Junto a Pere Gimferrer, Manuel Vázquez Montalbán, José María Guelbenzu o José Miguel Ullán, entre otros muchos, destaca como curiosidad en esta heterogénea compilación la presencia del entonces aún no editor Constantino Bértolo Cadenas.

También se imprimieron en Madrid (por lo menos varios de ellos en Velograf) algunos otros libros, como El silencio, de Agustín Delgado, Despedida en el tiempo, de Manuel Álvarez Ortega, y Camino sin retorno, de Francisco J. Carrillo, todos ellos en 1967.

El voluntarismo, así como la amplitud y ambición, de estos proyectos colaborativos y basados en la solidaridad, dificultó su continuidad en el tiempo y tanto la revista como el proyecto editorial no llegó a echar raíces firmes en España, de modo que en julio de 1967 acabó por desaparecer con un volumen doble de la revista (5-6) dedicado a la poesía de Cuba (Cuba ahora).

Fuentes:

Valeria Manzano, «Fraternalmente americanos: el Movimiento Nueva Solidaridad y la emergencia de una contracultura en la década de 1960», Iberoamericana, vol. XVII, núm. 60 (2017), pp. 115-138.

Floriano Martins, «Pucuna, Pájaro cascabel, Alacrán azul. Los años 1960 y sus revistas», Agulha. Revista de Cultura, núm. 25 (marzo de 2017).

Sergio Mondragón, «Homenaje a Thelma Nava» (texto leído en el Homenaje a Thelma Nava, Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, 25 de febrero de 2012), Periódico de Poesía, núm. 47 (marzo de 2012).

Thelma Nava, «Pájaro cascabel», Agulha. Revista de Cultura, núm. 124 (diciembre de 2018).

Alfredo Zárate Flores y Tirtha Prasad Mukhopadhyay, «El Corno Emplumado: la determinación de la herencia del amor en Mala Roy Chudhury y Octavio Paz», La Colmena, núm. 103 (julio-septiembre de 2019), pp. 59-70.

La editorial Eleuterio y el boom de la edición independiente

Al observar la ebullición editorial que se produjo en Chile en las primeras décadas del siglo XXI es tentador tomar como momento inicial ‒por muy convencional que sea‒ la conocida como movilización estudiantil de 2011. Es el año en que un joven Gabriel Boric, en representación de Creando Izquierda, se convierte en presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, por delante de la que sería la vicepresidenta, en representación de Izquierda Estudiantil, Camila Vallejo; esta última publicaría al año siguiente en la colección Nuestra América de la editorial Océano un libro de ambicioso pero estimulante título, Podemos cambiar el mundo.

Gabriel Boric Font en su época de estudiante de Derecho.

Y esta impresión parecen corroborarla los datos aportados por Lorena Fuentes, Pierina Ferretti, Felipe Castro y Rodrigo Ortega acerca de la la edición independiente en Chile:

Si en el 2009 se publicaron 221 títulos, este número crece más de un 100% al año 2014 en que se registran 571 publicaciones. El salto cuantitativo más importante se aprecia entre el año 2012 y el 2013, período en que se pasa de los 382 a los 549 títulos, incremento que se debe fundamentalmente al aumento de editoriales en el año 2012 [concretamente, según datos de los mismos autores, veintiocho editoriales nuevas]

De 2012 es precisamente el primer volumen de Educación Anarquista, Aprendizajes para una educación libre, un libro colectivo que reúne textos de, entre otros, el profesor de filosofía español Félix García Moriyón, el docente e investigador francés Hugues Lenoir, el pedagogo brasileño Silvio Gallo, el catedrático de Historia de la Educación en la Universitat Autònoma de Barcelona Pere Solà, el pedagogo e historiador de la educación italiano Francesco Codello, la educadora española Josefa Martín Luengo (1944-2009), el escritor y docente italiano Lamberto Borghi (1907-2000) y el antropólogo social español Daniel Parajuá. Un título que sin duda pretendía participar en el debate sobre la educación generado en el seno del movimiento estudiantil y que tuvo luego continuidad en el proyecto Eleuterio con Educación (2013), de Elisée Reclús, y con el segundo volumen de Educación Anarquista, titulado Para educar en libertad (2016) y que reúne obra de la educadora española Josefa Matín Luengo (1944-2009)

La labor de Editorial Eleuterio es resultado de una iniciativa surgida en 2010 para proveer de los materiales necesarios los encuentros e investigaciones iniciados el año anterior por un Grupo de Estudios que tomó como nombre el del poeta anarquista chileno y símbolo de la lucha social José Domingo Gómez Rojas (1896-1920); el mismo grupo ponía en marcha en 2012 Erosión. Revista de pensamiento anarquista, y también vinculado al grupo nació en 2014 la editorial Nadar.

Aún en ese mismo año 2012 Eleuterio coeditó con la brasileña Biblioteca Terra Livre y la española La Malatesta la Geografía social austral. La dinámica anarquista en Patagonia y Tierra del Fuego, del profesor de la UMCE (Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación) Maximiliano Astroza León, que volvía a incidir en la línea de textos destinados a divulgar y actualizar el pensamiento anarquista en todas sus vertientes. Ello se pone de manifiesto en la diversidad de temas y géneros que confluyen en el catálogo, en el que abundan las coediciones y los libros colectivos y que se estructura en muy diversas colecciones: Divulgación Anarquista (Malatesta, Faure, Nicolas Walter, Ricardo Mella, Manuel González Prada), Tiempos Ácratas (Rodrigo Quesada), Breves (Thoreau, Ricardo Mella, Rafael Barrett), Construyente (Lou Marin, Rafael Barrett), El Hombre y la Tierra (Reclús), Materiales Pedagógicos, Cuadernos de Literatura (González Vera, Rodolfo González Pacheco), Diez grietas (que homenajeó en 2021 a Kropotkin coeditando con Calumnia Edicions sus títulos más significativos)…

En el ámbito de la literatura más creativa, destaca como ilustrativo en Eleuterio el proceso editorial del volumen de Cuentos anarquistas de América Latina (2013), preparado por el profesor Darío A. Cortés y que originalmente incluía doce textos procedentes de la prensa de finales del xix y principios del xx. Su rápido éxito propició una edición ampliada en 2015 como resultado de un trabajo colectivo y en la que figuraban relatos del dramaturgo uruguayo Florencio Sánchez (1875-1910), el ensayista y narrador hispano-paraguayo Rafael Barret (1876-1910), el crítico literario y escritor chileno Gonzalo Drago (1906-1994), el ensayista y poeta peruano Manuel González Prada (1844-1918) y el escritor chileno Óscar Castro (1910-1947). Al año siguiente se publicó un segundo volumen en el que ya figuraba como responsable de la selección y compilación de textos el Grupo de Estudios José Domingo Gómez Rojas.

Las pequeñas editoriales autogestionadas de clara orientación anarquista no son raras ni en el ámbito latinoamericano ni tampoco en el sector editorial chileno (La Horca, Acéfalo, Crimental, Ignición, Sarri Sarri, Nihil Obstat, Indómita, Vilú, Pensamiento y Batalla, Ravachol, Vorágine, Abrazo, Mano Negra, Pirotecnia, Mar y Tierra, Novena Ola…), pero un rasgo que singulariza a Eleuterio es haber optado por acceder a los puntos de distribución y venta formales, para lo que se hacía indispensable legalizar su actividad económica (esto es, inscripción en el Servicio de Impuestos Internos y uso de ISBN), pero también ha contribuido a las iniciativas colectivas destinadas a crear puntos de distribución (Espacio Comunitario y Librería Emma Goldman, la fugaz Librería Flora Sanhueza, el Centro Social y Librería Proyección, etc.) y a organizar ferias por todo el país. Tratándose de una editorial autogestionada, tampoco es de extrañar las muy frecuentes coediciones con proyectos afines ni la participación en las diversas agrupaciones (entre las que destaca la Cooperativa de Editores de La Furia y la colaboración estable con Quimantú, Tiempo Robado Editoras, América en Movimiento y Proyección Editores), con el propósito de tener presencia tanto en ferias y encuentros nacionales e internacionales como en talleres y foros de discusión.

También es distintivo de Eleuterio la atención, no sólo a la calidad de la concepción y edición de los textos, sino también a su aspecto y forma como objeto, encomendado a Artes Gráficas Cosmos y enraizándose y dando continuidad a la tradición editorial chilena en este ámbito, lo que supone un distanciamiento respecto a otras iniciativas, más próximas a la concepción de los fanzines, que privilegian el contenido y desdeñan el libro como objeto. Así lo explicaba en entrevista con Gustavo Ramírez el editor Diego Mellado:

En los dos proyectos que desarrollamos, Nadar y Eleuterio, hay un énfasis en el trabajo gráfico del libro. […] hemos aprendido a hacer libros basándonos en ciertos referentes, como por ejemplo Mauricio Amster, el tipógrafo polaco que llegó a Chile e hizo grandes aportes, o el caso de otro migrante portugués, Carlos George Nascimento, fundador de Editorial Nascimento. Y así con otros importantes editores y gente que trabajó en libros, que hizo sus aportes y que para nosotros han servido de base para fundar una cierta escuela de edición, un trabajo editorial, siguiendo trabajos como los de Amster con el manual tipográfico y cosas por el estilo. 

Eleuterio es, pues, un ejemplo de la consolidación de algunas de las iniciativas surgidas de la ebullición que experimentó en América Latina la edición independiente a partir del segundo lustro del siglo XXI, que se convirtió en garante de la bibliodiversidad y poco a poco creó las condiciones necesarias para conseguir una distribución con unos niveles de eficiencia cuanto menos aceptables.

Fuentes:

Blog de Eleuterio

Catálogos editoriales de Eleuterio 2012-2016 y 2010-2022.

Editorial Eleuterio en la web La Furia del Libro.

Web del Grupo de Estudios José Domingo Gómez Rojas.

Mauricio Bustamante Fajardo y Constanza Symmes Coll, «Los editores independientes y la constitución de un capital simbólico transnacional: las condiciones sociales del ingreso en la diversidad cultural en Chile», Revista del Museo de Antropología, núm. 2, pp. 91-106.

Eduardo Farías Ascencio, «La edición anarquista actual en Santiago de Chile, 2010-2018», Amoxtli, núm. 4 (2020), pp. 22-38.

Lorena Fuentes, Pierina Ferretti, Felipe Castro y Rodrigo Ortega, La edición independiente en Chile. Estudio e historia de la pequeña industria (2009-2014), Cooperativa de Editores La Furia, 2015.

Gustavo Ramírez, «El libro independiente y la independencia del libro: entrevista a Diego Mellado», La Raza Cómica, 1 de junio de 2017.

Descentralización editorial contra censura

En algunas ocasiones se ha alegado la edición de obras del poeta romántico Jacint Verdaguer (1845-1902) a principios de los años cuarenta del siglo xx para intentar minimizar el efecto de la censura franquista en el retroceso que experimentó el uso de la lengua catalana tras la guerra civil española. Lo que se oculta en estos casos es cómo, por qué y en qué condiciones se pudo publicar a Verdaguer ya en 1943.

Jacint Verdaguer.

En su reciente tesis doctoral dedicada a la editorial La Selecta, Mireia Sopena ha reconstruido ese proyecto, que arranca en 1941 (cuando ya cursa un primer permiso para publicar a Verdaguer) y que cristalizó en la publicación de un texto escrito en un catalán previo a la reforma ortográfica llevada a cabo por el filólogo Pompeu Fabra y unánimemente aceptada. Escribe Sopena (traduzco del catalán):

A partir de la edición en rústica de Francesc Matheu, i con un prólogo de Frederic Mistral, las Obres completes de Jacinto Verdaguer se estamparon con un copyright de la Cada del Libro y el pie editorial de una llamada Biblioteca Selecta, si bien al poco tiempo la obra se transformó en el número 1 de la colección Biblioteca Perenne. La NAGSA imprimió un tiraje de casi 1.500 páginas y 123.000 ejemplares, que debían permitir amortizar los costos de edición y producción, aunque el precio de 175 pesetas era excesivamente elevado si se tienen en cuenta el de obras homologables de la competencia, que rondaban las 125 pesetas, y el de novelas en castellano de doscientas páginas a unas 15 pesetas.

Basta echar un vistazo a esa edición para comprender que si se pudo publicar fue, entre otros motivos, porque iba destinada a las clases pudientes y el arcaísmo del texto lo hacía poco menos que incomprensible para los lectores poco formados. Lo que quizá no se esperaran es que se convirtiera en un exitazo (se agotó en menos de un año). El fin de la guerra mundial propició un interés de la censura franquista por dar muestra de su manga ancha, lo que propició que este tipo de tejemanejes se repitiera con Victor Català (retablo en 1944, Mosaic en 1946) y que de Verdaguer, con motivo del centenario de su nacimiento, se hicieran en esos años otras diversas ediciones.

Dibujo de Junceda para el Canigó.

El excelente dibujante Joan Junceda (1881-1948) ilustró algunos pasajes del poema narrativo de Verdaguer Canigó, del que en 1945 hizo una edición de mil ejemplares en rústica a la que la única objeción que puso la censura fue a la intención de incluir un texto preliminar (meramente biográfico, de apenas media página y en catalán prefabriano). Además de los mil ejemplares corrientes, se hizo una tirada de ciento cincuenta en papel de hilo, numerados, con los dibujos ilustrados a mano y protegidos con papel de seda y acompañada de un estuche. De nuevo, el libro se dirigía a un determinado tipo de lectores, pero en este caso es particularmente interesante la casa editora: Sala, de Vic, que lo hizo imprimir en la igualadina Estampa de Pere Bas i Vic (creada en 1930 y que publicó en los años treinta mucha prensa local y en la postguerra, por ejemplo, El Club de Futbol Igualada, campeón de Cataluña, 1945-1946 y en 1958, en catalán, La indústria textil igualadina. Història d’un gremi, de Josep Riba i Ortínez).

Los orígenes de las ediciones de la Sala de Vic se remontan a la creación de la librería homónima en agosto de 1941 por impulso de Francesc Sala i Cidera, a quien el poeta Agustí Esclassans inmortalizó en el poema «A un llibrer de Vic» (en Beatrix, 1954). La librería, punto de reunión y de tertulia, actuó como catalizadora y difusora de la cultura en la ciudad de Vic y alrededores, y ya en 1943 hacía imprimir una edición de El criterio, del filósofo y teólogo Jaume Balmes (1810-1848), ilustrada por Junceda. Dos años después, además del Canigó, aparecía Don Serafín: ¿Bailamos o no bailamos? Interesantes y borascosas ideas sobre un problema de candente actualidad, que el obispo Ramon Masnou (1907-2004) firmó como Darío.

En la primera solapa de la sobrecubierta de este libro se encuentra alguna información interesante, como por ejemplo que la edición corriente de Canigó valía 35 pesetas y los 150 ejemplares numerados, 350. Sin embargo, más interesante es el anuncio de la «Colección Aures de la Plana. Volúmenes poéticos de autores vicenses» y sobre todo de una colección de goigs en ediciones limitadas de doce ejemplares de Escrits inèdits de Mn. Cinto Verdaguer i homes de l’Esbart de Vich, que es dudoso que se llevara a cabo, pues no parecen haber dejado ningún rastro. También de 1945 es la antología de viñetas Garabatos de Lluis Mallol. Cuentos, chistes, historietas, encueaderbado en cartoné y con la cubierta impresa a dos tintas y el interior en bicromía (esto es: la viñeta en azul, rojo o negro, con una orla enmarcándola en amarillo o verde, por ejemplo).

A quien por entonces era rector del seminario de Vic, Climent Villegas, le publica Sala Ejemplaridad de Balmes en 1946 y ese mismo año se imprime El alma religiosa de Contardo Ferrini, de Ánngelo Portaluppi y prologado por Agostino Gemelli y traducido por el filósofo y escritor Josep Miquel i Macaya (1907-1995), pero mayor importancia tuvo la mencionada colección en catalán Aures de la Plana, que se estrenó en 1947 con Els meus racons de Vic, de Miquel S. Salarich i Torrents y prologado por de Eduard Junyent, Hores enceses, de Josep Clarà i Roca y con prólogo de Tomàs Roig i Llop y Messa novella, de Ramon Vidal i Peix e introducción de Artur Martorell i Bisbal, y en la que en los años sucesivos se publicarían, entre otros, Records de juventud, de Pilar Pratdesaba de Surroca prologado por Miquel S. Salarich i Torrents (1952), La finestra oberta, del mencionado Salarich prologado por Ramon Rucabado (1954) y Díptic, de Nuria Arbó y Maria Àngels Anglada y prólogo de Marià Manent (1972) (puede verse el catálogo completo de esta a colección en el artículo de Miquel S. Ylla-Català i Genís mencionado en las fuentes).

Desde 1949 se habían empezado a hacer habitual la edición de opúsculos ilustrados con motivo fechas señaladas, como el día del libro o Navidad, ilustrados en su mayoría por Salvador Puntí (1909-1970), pero también otros por artistas como Joan Vilà i Moncau (1924-2013), Jacint Conill (1914-1992) o Pere Brugulat (n. 1922).

Mayor interés tiene otra modesta colección, destinada al género dramático y llamada Biblioteca Teatral Ausona, en cuya creación tuvo un peso importante el actor, dramaturgo y polifacético hombre de teatro Josep Subirana (1874-1951), conocido también como «Manel dels ous». Según cuenta Pilar Cabot:

Hubo autores que escribieron algunas obras pensando específicamente en él [Josep Subirana]; para que él las estrenara, como fue el caso de Florenci Cornet, Lluís Rossic, l’Aubanell… Però él padrí lo completaba: las ponía en escena y las editaba. Creó la Biblioteca Teatral Ausona, una colección abierta a autores en lengua catalana y que tenía dos vertientes: Obras de Centre Catòlic (solo hombres) y Obres amb Dama. Los impresores eran Aleu, Domingo & Cía., de la calle Calàbria (entonces en el núm. 89), en Barcelona. Más adelante reconvirtió la colección. Pasó a llamarse Biblioteca Teatral Subirana y se imprimía en Vic, en la Tipografia Balmesiana de la calle de la Riera (por entonces en el núm. 5).

En esta colección se publican en 1947 en rápida sucesión El rabadà a Betlem (Pastorets): dividit en tres actes i quatre quadres, de Ramon Vidal i Pietx;  La comtesseta de Bella flor: drama líric en quatre actes (1947), de Joan Villacís y música de Adjutori Vilalta; Amor triomfant y Sospirs d’infant: quadrets lírics (1947), de Joan Vilacís y Joan Brugalla i Saurina, con música de Lluís Brugarolas i Ventulà Sala (como título inicial de una serie dentro de la colección llamada Joai Infantil); Llum dintre la fosca: drama líric per a nenes dividit en dos quadres i El bes de la caritat: quadrets lírics per a nenes, de Joan Villacís y continuación de la mencionada Joai; El calvari d’una llar: drama en tres actes i en prosa per a noies, de Francesc Carbó i Trilla, y tras una pausa en el ritmo de publicación se añaden A la ciutat de Lleida: poema líric en tres actes (1950), de Joan Casanovas i Molist y música de Josep Casanovas i Molist, Poemes d’infants: quadrets originals (1952), de Francesc Carbó i Trilla y Joana d’Arc: poema històric en vers, obra de teatre catòlic per a noies (1952), de Francesc Planas i Vilaró.

Y es importante esta colección porque su publicación es casi coincidente en el tiempo con la iniciativa de Sunyol de crear un pequeño grupo teatral de jóvenes, que cuajaría en la Schola Teatral y en la organización del Primer Cicle de Teatre Actual, cuya pretensión era estrenar en la ciudad a grandes dramaturgos internacionales, alentar el interés de los jóvenes por el teatro y, además, investigar nuevas formas de preparar la puesta en escena del teatro contemporáneo a partir de las innovaciones que en este campo se estaban produciendo en toda Europa. Lamentablemente, no pasó de la primera edición, por problemas de financiación, pero sí dejó un cierto poso como punto de partida del teatro independiente en la ciudad, que con el tiempo cristalizaría en el grupo vanguardista La Gàbia (1961-1994) fundado por Lluís Sola i Sala (quien en 1976 se convertiría en director de la sede del Institut del Teatre en Ososa) y que empezó a rodar en 1961 con Poemes civils, de Joan Brossa (1919-1998), en la creación en la Universitat de Vic de un posgrado en Teatre i Educació, en la fundación del Centre Dramàtic d’Osona, etc. 

Fuentes:

Maria Antònia Bisbal i Cendra, «La imprenta a Igualada», Miscellanea Aqualatensia, núm. 3 (1983), pp. 289-311.

Pilar Cabot, «Josep Subirana (Vic 1874-1951)», Ausa, vol. XX, núm 150 (2002), pp. 683-693.

Ramon Pinyol i Torrents, Verdaguer sota el franquisme: censura i manipulació, discurso de recepción del autor como miembro numerario en Secció Històrico-Arqueològica del Institut d’Estudis Catalans, leído el 25 de enero de 2018.

Carme Rubio, «L’activita teatral a Vic a partir de la postguerra», Ausa, vol. Xx, núm. 148-149 (2002) pp. 221-243

Mireia Sopena, La Selecta, centre de l’edició i de la vida literària(1943-1962), tesis doctoral, Facultat de Filosofia i LLetres, Universitat Autònoma de Barcelona, 2021.

Miquel S. Ylla-Català i Genís, «La llibreria Sala, gresol de cultura vigatana», Ausa, vol. IX, núm. 100 (1981) pp. 425-431.

Primeros topetazos de la Editorial ZYX con la censura franquista (1963-1969)

Las relaciones en los años sesenta entre la censura franquista y la Editorial ZYX, nacida del entorno de la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica, creada en 1946), guarda algunos puntos de contacto con las que tuvieron en esos mismos años las catalanas Nova Terra, Fontanella, Edima o en cierta medida Edicions 62, consistente sobre todo en estrangularlas económicamente sirviéndose de la conocida como ley Fraga, considerada a veces menos severa que la vigente hasta entonces (de 1938; es decir, durante la guerra civil) pero seguía cumpliendo el cometido de anular o atenuar el posible efecto de las editoriales progresistas.

Manuel Fraga (sin uniforme) y el dictador.

Como es bien sabido, la novedad más importante que introducía la ley Fraga fue la opcionalidad de presentar las obras a censura previa, salvo si la editorial que pretendía publicarlas carecía de número de registro (como fue el caso de 62, por ejemplo), y poderse arriesgar así a poner en circulación lo que quisieran y, una vez en la calle, sobre todo si se producía alguna denuncia, ver la edición secuestrada y, por lo general, la editorial multada.

La ZYX empieza a gestarse en el verano de 1963 en Segovia por iniciativa de algunos sacerdotes y obreros procedentes de la HOAC (Luis Capilla, Julián Gómez del Castillo, Tomás Malagón, etc., que reclutan enseguida a Guillermo Rovirosa como presidente) y se constituye como una cooperativa en la que participan casi trescientos socios, si bien no se inscribe en el Registro Mercantil hasta marzo de 1964. Mª del Mar Araus y Ana Sánchez resumieron con mucha claridad cómo se creó la empresa:

La editorial ZYX se constituye con algo menos de 300 personas, unas 180 de las cuales provenía de la HOAC. Sostiene la editorial la aportación de 1.000 pts. que hacía cada uno de los socios, a los que unía su suscripción al libro de la colección «Lee y discute», serie roja, que valía 20 pts. y se editaba mensualmente. Otros socios además se hacían voluntariamente paqueteros. Serían considerados como suscriptores los que lo eran de los «Cuadernos Copin» (Cooperativismo Integral). El capital inicial de la editorial ZYX fue de 300.000 pesetas, fruto de muchas pequeñas aportaciones.

Antes de marzo de 1964, sin embargo, ya habían puesto manos a la obra e incluso es posible que esa inscripción no se hiciese hasta que fue inevitable, pues en enero de ese año ZYX ya presentó a censura el libro Hijos d’algo e hijos d’hambre, del obrero asturiano Jacinto Martín Maestre (quien acababa de publicar en la editorial Euramérica La lucha obrera). El informe censorio fue negativo, calificaba la obra de «mitinera y panfletaria» y en febrero la obra fue denegada si no se hacían algunos cambios en el texto y, sobre todo, si no se le cambiaba el título. Así se hizo, con el consiguiente entorpecimiento de lo que hubiera sido el normal parto de la editorial, y el libro se publicó finalmente en junio de 1964 como Juventudes de hoy.

No obstante, parece evidente que, mientras tanto, estuvieron trabajando en el que resultó ser el primer libro publicado, ¿De quién es la empresa?, del mencionado militante obrero cristiano e inventor Guillermo Roviosa (1897-1964). Pero tampoco en esto tuvieron suerte, pues el autor murió sólo cuatro días después de la presentación del libro, del que por otra parte llegaron a venderse veinte mil ejemplares (en varias ediciones). Al margen de los ejemplares que se empaquetaban y remitían a los socios suscriptores (unos 4.500), las ventas se hacían directamente, a las puertas de los centros de trabajo, en la universidad, en puestos más o menos estables en la calle con motivo de cualquier mercado, festividad o similar.

Enseguida toma ZYX un muy notable ritmo de producción, que supera los cuarenta títulos anuales y se estructura en cuatro colecciones: Lee y Discute (con una serie roja y otra verde, y que fue quizá la más popular), Promoción del Pueblo, Se hace camino al Andar y Pueblo de Dios. En cuanto a su orientación, Pedro Rújula López ha escrito que:

intentó proponer lecturas que ponían en cuestión la ortodoxia cultural del Régimen. Lo hizo en una doble dirección: mirando a la historia y analizando el presente. Entre sus títulos aparecen los que analizan las revoluciones del pasado […], las Intenacionales obreras, el anarquismo o el socialismo, con especial atención a la dimensión española de este fenómeno […] En cuanto al análisis del presente, el panorama de temas tratados fue muy amplio, desde el mundo obrero y sindical […] hasta la economía […], la sociedad […] o la religión.

Valgan como ejemplo del ya previsible choque con la censura española de esos años algunos de los primeros títulos: Desarrollo sindicalista (1964), de José Luis Rubio; La Iglesia y la pobreza, de Alfredo Ancel; Historia del movimiento obrero (1965) de Édouard Dolléans, Las clases sociales. Qué son y qué significan (1965), de Eduardo Obregón; el colectivo Derecho de huelga (1965); Sistemas de educación [no «de ecuación», como transcribe Rújula] de los seminarios (1965), de José María de Lachaga; Pensamiento político de Mounier, de François Goguel y Jean-Marie Domenach, El marxismo, de Henri Harvon; Problemas fundamentales de la agricultura española (1966) y Los monopolios en España (1968), ambos de Ramón Tamames; Democracia. Exigencia y condición de la dignidad humana, de Eduardo Obregón y prologada por el miembro de la Real Academia de la Historia (y esposo de la escritora Elena Quiroga) Dalmiro de la Válgama; Historia del movimiento obrero español (1967), de Diego Abad de Santillán, Introducción a Cuba (1968), de Andrés Sorel…

A principios de los años sesenta, era imposible que una iniciativa semejante del cristianismo obrero pudiera eludir la presión censora, y menos habiendo creado una red de distribución tan heterodoxa y difícil de controlar por las autoridades.

La llegada de la conocida popularmente como Ley Fraga, que descargaba de trabajo a unos lectores de censura sobreexplotados, implicaba la necesidad de obtener de todas las editoriales un número de registro previo informe acerca de quién estaba detrás de la empresa y cuáles eran sus objetivos editoriales, y esa argucia sirvió no sólo para denegarlo, sino además en muchos casos para que se produjera un silencio administrativo que aumentaba considerablemente el riesgo para quienes, sin número de registro, se atrevieran a publicar. En el caso de ZYX, según explica Carmen Menchero de los Ríos, fue «[m]uy beligerante, siguió la táctica de eludir cualquier filtro previo, recibiendo en contrapartida continuas denegaciones que asfixiaban su viabilidad económica como empresa». Es decir, presentaban los libros directamente a depósito, sin haber presentado previamente los textos por lo que eufemísticamente se llamaba «consulta voluntaria». Eso supuso el secuestro de cuatro de sus títulos y el silencio administrativo a todas las obras que publicaban, que quedaban así expuestas a la denuncia de cualquier lector furibundo o simplemente discrepante con sus planteamientos.

Aun así, y estando ya vigente la ley Fraga, siguieron con su plan de publicaciones, hasta que en noviembre de 1968, alegando que carecían de número de registro, se obligó a la editorial a presentar todos los textos a consulta previa. El Estado de Excepción de 1969, decretado el 24 de enero para, según el propio Fraga, «luchar contra las acciones minoritarias sistemáticamente dirigidas a alterar la paz […] y a arrastrar a la juventud a una orgía de nihilismo y anarquía», sólo empeoró la situación, pues a partir de ese momento el Ministerio de Información y Turismo impidió sistemáticamente cualquier publicación de ZYX, lo que obliga a la editorial a mantenerse inactiva como editorial durante trece meses con toda su inversión paralizada, si bien se reconvierte en distribuidora de fondos de otras editoriales.

Según el muy completo estudio que Mª del Mar Araus y Ana Sánchez dedicaron a la trayectoria de ZYX, esto supone la «auténtica ruptura o desaparición de la editorial tal y como fue concebida y desarrollada en sus orígenes, fundamentalmente por la politización de la misma, entendida el sentido de la priorización de la tarea política (en la línea de los partidos políticos) sobre la labor apostólica con la que nació», si bien a finales de 1969  consiguió inscribirse de nuevo en el registro (con nuevos promotores, entre los que se encontraba , manteniendo las mismas colecciones y poco después se remozaría en la Editorial Zero-Zyx. En 1974 se produciría una primera escisión debida a disputas sobre el componente político de la editorial y, ya en 1980, por suspensión de pagos, la desaparición por completo del proyecto.

Fuentes:

Blog de Zero-ZYX, aquí.

Carmen Menchero de los Ríos, «Editoriales disidentes y el libro político», en Jesús A. Martínez Martín, dir., Historia de la edición en España 1939-1975, Madrid, Marcial Pons, 2015, pp.809-834.

José Miguel Oriol, 30 años de Encuentro. Memoria de una aventura editorial, Madrid, Ediciones Encuentro, 2008.

Francisco Rojas Claros, «Poder, disidencia editorial y cambio cultural en España durante los años 60» Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, núm. 5 (2006), pp. 59-80

Francisco Rojas Clarós, Dirigismo cultural y disidencia editorial en España (1962-1973), San Vicent del Raspeig, Publicacions Universitat d’Alacant, 2013.

Pedro Rújula López, «El ensayo y los libros en ciencias sociales», en Jesús A. Martínez Martín, dir., Historia de la edición en España 1939-1975, Madrid, Marcial Pons, 2015, pp. 783-808.

Marta Simó, «Conciencia democrática e industria editorial en los primeros años de la Transición española: la Biblioteca de divulgación política», en Amnis. Revue de civilisation contemporaine Europes/Amériques, n.º 14 (2015).

«El libro rojo del cole» y la censura de libros en España

En un Estado verdaderamente libre, el pensamiento y la palabra deben ser libres.

Suetonio (c. 70- post 126)

Considerar que en España la censura de libros acabó al terminar el franquismo resulta bastante problemático, porque o bien se obvia que a partir de la muerte del dictador la censura tomó otras formas, o bien se acepta que el franquismo, como régimen, se extiende bastante más allá del fallecimiento del dictador o incluso de la entrada en vigor de la Constitución española de 1978.

En su momento tuvo bastante repercusión mediática, e incluso peligró su celebración, la Feria del Libro de Madrid de 1980 (dos detenidos, incautación de material gráfico a periodistas, la suspensión de una asamblea…) debido a las vehementes protestas encabezadas por una serie de editoriales, las sospechosas habituales, contra la persecución policial y jurídica que por entonces sufría la editorial Nuestra Cultura como consecuencia de haber publicado El libro rojo del cole. En respuesta a ello, veintiséis editoriales, de nuevo las sospechosas habituales (Anagrama, Fundamentos, Miraguano, Tusquets, Txertoa, ZYX…), canalizaron su enfado mediante la edición en bolsillo de ese mismo libro auspiciados por la denominación Comité para la Libertad de Expresión.

Edición de Extemporáneos (imagen cortesía de Alexander Bruck, de Siranda Librería Anticuaria).

El libro rojo del cole, de los profesores Soren Hansen y Bo Dan Andersen y el psicólogo Jesper Jensen, había aparecido originalmente en 1969 en danés y no tardó mucho en tener una amplísima difusión en otras lenguas: en español la publicó en México la editorial Extemporáneos en 1972 (como El pequeño libro rojo de la escuela), por ejemplo, y en catalán se publicó en 1973 una traducción a partir de la edición francesa a cargo de Jordi Moners i Sinyol (1933-2019) con pie editorial de las JRC (Joventuts Revolucionàries Catalanes, las juventudes del Partit Socialista d’Alliberament Nacional dels Països Catalans). En 1979 había circulado por la península una edición clandestina bastante burda y mal encuadernada impresa en español en Barcelona con el sello de Edihttps://www.facebook.com/sirandalibros/ciones Utopía que al parecer se basaba en la versión mexicana, y muy poco después puso en circulación cien mil ejemplares la editorial Nuestra Cultura de Luis Martínez Ros (nacido en México, descendiente de exiliados republicanos).

Edición de la J.R.C.

La de Nuestra Cultura, una editorial especializada precisamente en temas pedagógicos, era una edición preparada por el músico, escritor y activista Lluís Cabrera (fundador del Taller de Músics), traducida por el antropólogo y líder del maoísta Partido del Trabajo de España Josefina López López-Gay (1949-2000) y con ilustraciones del muy popular caricaturista Romeu (Carles Romeu i Muller, 1948-2021) e incluida en la colección Mano y Cerebro.

Fue entonces cuando los sectores más tradicionalistas —el integrismo ultracatólico, el Ejército, la prensa más afecta al franquismo (lo que hoy llamaríamos la Brunete mediática), etc.— pusieron el grito en el cielo ante el contenido de este libro, y el hecho de que esas Navidades la abogada y entonces concejala del ayuntamiento madrileño Cristina Almeida lo incluyera en las dotaciones a las bibliotecas públicas no hizo sino acrecentar el escándalo. Como réplica inmediata, la Federación de Padres de Familia acusó al libro de «minar el respeto a la democracia y el respeto por las instituciones sociales» y la Asociación Católica de Padres de Familia puso una denuncia por «escándalo público». Por su parte, el ex ministro franquista y por entonces ministro de Cultura Ricardo de la Cierva y Hoces (1926-2015) definió el libro como «absolutamente intolerable y atentatorio contra las más elementales normas de la convivencia cívica», mientras que por su parte el ministro de Educación, José Manuel Otero Novas, que en 1989 se afiliaría el Partido Popular, aseguró que contenía «pronunciamientos que no están de acuerdo con la Constitución» y en un giro delirante añadía que fomentaba «prácticas tales como el consumo de drogas y prácticas sexuales de muy variado tipo, haciendo apología de las relaciones homosexuales y los matrimonios de grupo», dónde no queda ni mínimamente claro a qué debía de referirse a con «matrimonios de grupo»

Ricardo de la Cierva Hoces.

El asunto fue haciéndose cada vez más confuso enredándose innecesariamente, porque en las diligencias se mencionaba la retirada de ejemplares ya a principios de octubre cuando el libro de Nuestra Cultura había salido de imprenta el 24 de ese mes; pero la explicación es sencilla: en un primer momento se retiraron de librerías ejemplares de la edición de Utopía; pero todo valía contra El libro rojo del cole. Resultará también ilustrativo tener en cuenta la carrera posterior de algunos de los implicados en este caso para hacerse una mejor idea del tipo de personajes que intervinieron en él.

La mencionada denuncia hizo que el libro fuera de inmediato retirado de las escuelas y secuestrado, pero la polémica arreció en el Congreso de los Diputados durante la celebración en febrero de los debates de la Comisión de Educación tendentes a aprobar el Estatuto de Centros Docentes. Y, mientras, la prensa seguía echando leña al fuego.

En este último aspecto, resultan hoy particularmente delirantes los calificativos que dedicó al libro el coronel ultracatólico Ricardo Pardo Zancada, quien en las páginas de la revista militar Reconquista lo consideraba «goma-2 contra la defensa nacional» destinada a «aniquilar todo vestigio moral» y que ponía en riesgo «la capacidad de resistencia y el ánimo combativo indispensable para sostener con eficacia la defensa» del país. A saber el concepto que tendría Pardo Zancada de la defensa nacional, pues en 1983 fue condenado a doce años de prisión por participar en el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, si bien luego fue indultado por el Gobierno de Felipe González en 1987. Tampoco dejan de ser curiosas sus actividades al salir de prisión: dirigió la revista Iglesia y Mundo, colaboró en la revista del ex banquero Mario Conde MC y en 2018 fue uno de los firmantes de la execrable«Declaración de respeto y desagravio al general Francisco Franco Bahamonde, soldado de España». Previamente, Plaza & Janés le había publicado 23-F: La pieza que falta. Testimonio de un protagonista (1998) y, para conmemorar los veinticinco años del acontecimiento, la editorial Áltera (dirigida entonces por Javier Ruiz Portella, condenado por plagiar una traducción de Francisco Rico) le había publicado 23-F: Las dos caras del golpe (2006).

Edición de Utopía.

La cuestión es que, tal como cuenta el profesor José Benito Seoane, «el Juzgado Central de Instrucción admitió a trámite la querella y ordenó el secuestro del libro, considerando la obra “una provocación al aborto y a la corrupción de menores”». En la Audiencia Nacional se hizo cargo del caso el juez Varón Cobos (que luego se haría famoso al verse envuelto en el llamado caso Bardellino, la puesta en libertad de un mafioso, y fue apartado de temporalmente de la judicatura acusado de prevaricación), quien de buenas a primeras dictó prisión incondicional para el editor de Nuestra Cultura, sin posibilidad de fianza, y se dispuso a procesar a editores, impresores y cualquier otra persona vinculada a la publicación y distribución del libro (de ahí la iniciativa del Comité por la Libertad de Expresión).

Coincidiendo con el inicio del juicio se hizo público un manifiesto en el que más de ochocientos profesionales de la edición, artistas y escritores se declaraban colaboradores en la preparación del libro, entre ellos el dramaturgo Carlos Muñiz (1927-1994),las actrices Lola Gaos (1921-1993) y Mari Paz Ballesteros, el equipo de caricaturistas El Cubri, el diseñador Alberto Corazón (1942-2021), el filósofo Carlos París (1925-2014), los periodistas Pedro Altares (1935-2009) y Eduardo Haro Tecglen (1924-2005)…, con el único objetivo de reivindicar la libertad de expresión y poner de manifiesto la persecución judicial a la que estaba siendo sometido Martínez Ros.

Sin embargo, apenas unos días después la respuesta del Juzgado Central de Instrucción número 1 de Madrid fue citar al editor Emiliano Escolar, imputado por escándalo público por ser la que él dirigía una de las editoriales que habían colaborado en la coedición de bolsillo de El libro rojo del cole. Y no sería el último de esos coeditores citado a declarar.

Por si la cosa no estaba suficientemente encendida y embrollada, la Comisión para la Libertad de Expresión denunció que, simultáneamente con la edición de bolsillo, aparecieron algunas ediciones piratas pese al acuerdo de no reeditar la obra mientras estuviera en librerías la de la comisión: una de ellas con pie editorial de la propia Comisión sin que esta tuviera noticia de ello (10.000 ejemplares), otra de Nuestra Cultura (25.000) y aún una tercera de 2.000 ejemplares que distribuyó Jesús González (jefe de producción y encargado por tanto de la impresión y encuadernación de la obra). Contaba la agencia Efe:

Jesús González, según las informaciones de que dispone la comisión, entregó a la misma 12.190 libros en lugar de los 13.000 encargados, es decir, 810 menos; imprimió 2.000 ejemplares más de los acordados, que distribuyó por medio de la empresa Distribuidora Futuro y en beneficio propio, junto a los 810 anteriores, y retrasó la edición pirata de Nuestra Cultura, cuya producción dependía de la misma imprenta y de la que él estaba también encargado.

Luis Martínez Ros con un ejemplar de la edición de Nuestra Cultura.

Para no alargarlo más: A finales de julio de 1982 se condenó al Luis Martínez Ros, con evidente desmesura, a cuatro meses y un día de arresto mayor, sazonados además con una multa de mil pesetas y la inhabilitación para llevar a cabo cualquier tipo de actividad relacionada con la edición destinada al lector juvenil.

El contenido del libro quizá pueda deducirse o suponerse a partir del título (donde se anuncia ya el remedo o parodia del libro de Mao), pero, en realidad, ¿qué importancia tendrá eso cuando se trata de libertad de expresión?

Fuentes:

Reportaje en TVE sobre El libro rojo del cole

Anónimo, «Sigue la polémica sobre El libro rojo del cole», El País, 8 de febrero de 1980.

Anónimo, «Incidentes en la inauguración de la Feria del Libro», El País, 31 de mayo de 1980.

Anónimo, «850 profesionales afirman haber colaborado en la edición de El libro rojo del cole», El País, 8 de junio de 1980.

Anónimo, «Procesado uno de los 26 coeditores de El libro rojo del cole», El País, 12 de junio de 1980.

Anónimo, «La Comisión para la Libertad de Expresión acusa de fraude al editor de El libro rojo del cole», El País, 5 de agosto de 1980.

José Benito Seoane Cegara, «Pedagogía del cuerpo y educación sexual en la España contemporánea. Una aproximación genealógica a través de las polémicas suscitadas en torno a los manuales destinados a la infancia y la adolescencia», Revista Educación y Pedagogía, vol. 24, núm. 63-64 (mayo-diciembre de 2012), pp. 40-59.

Juan Cruz, «En Iglesia y sexo, España no ha cambiado tanto (entrevista a Luis Martínez Ros)», El País, 9 de octubre de 2008.

Fernando Pariente, «A vueltas con El libro rojo del cole», Padres y Maestros / Journal of Parents and Teachers, núm. 71 (1980), pp. 6-9.

El encuadernador y editor Enric Messeguer y sus circunstancias

El término «novela gráfica» se ha asentado en el ámbito editorial, quizá para evitar la connotación humorística, popular, infantil o comercial de lo que hasta no hace tanto tiempo conocíamos como «historietas», «tebeos» o más tarde «cómics». Sin embargo, ya en 1904 había aparecido una revista (Monos. Semanario Humorístico Ilustrado), que añadió como subtítulo a la serie «Travesuras de Bebé», de Frank Lagendorf, este término a modo de caracterización («La primera novela gráfica española»). Unos cuantos años después, en 1948, las barcelonesas Ediciones Reguera lanzaron una colección con exactamente este término, y explicaban en la presentación: «La Novela Gráfica os dará a conocer las mejores novelas de la literatura mundial por medio de dibujos explicados. Cada número contendrá el argumento completo de una novela de amor, aventuras, pasión o intriga, siempre dedicado a personas mayores.»

Resulta bastante curiosa la génesis de las Ediciones Reguera, que empieza a publicar con ese sello en 1942, pero su reconstrucción obliga a retrotraerse hasta por lo menos las primeras décadas del siglo y a centrarse en la figura del encuadernador Enric Messeguer Fàbregas, que impartió con Hermenegild Alsina Munné (1889-1980) clases de encuadernación artística en la Escola d’Arts i Oficis i Belles Arts de Barcelona y tuvo como alumno, entre otros muchos, al luego celebérrimo encuadernador Emili Brugalla (1901-1987).

En 1925, Messeguer se asoció con uno de los grandes editores de su tiempo, José Zendrera Flecha (1894-1969), que dos años antes había creado la Editorial Juventud, S.A. con Concepción Massana y su hijo Julio del Molino, Juli Gibert, José Fernández de la Reguera y otros accionistas con los que previamente se había relacionado en la editorial Hymsa.

De esta asociación entre Juventud y Molino nace Encuadernaciones Messeguer, que inicialmente tiene como razón social el mismo edificio en el que se encontraba la editorial (el número 214 de la calle Provença), y prueba de la estrecha relación que establecen es que unos años después Messeguer se convierte también en socio de Edita, S.A. (otra iniciativa de Zendrera) y en 1931 entra a formar parte del consejo de administración de la editorial, que, obviamente, era uno de sus clientes preferentes, pero no el único.

Aun así, va configurándose un entramado en el que aparecen, vinculados por sus fundadores, accionistas y miembros de los consejos de administración, la editorial Hymsa, Edicions Mentora, Juventud, etc., y que Mónica Baró explica del siguiente modo (la traducción, del catalán, es mía):

De este modo se creaba una especie de consorcio editorial que disponía de una imprenta muy moderna (la de la Sociedad General de Publicaciones), varias editoriales que permitían publicar productos diversos (revistas, libros técnicos, libros de gran consumo, libros infantiles, obras en catalán) y una empresa de encuadernación. El nexo común entre todas ellas son Juli Gibert y Josep Zendrera, que se iba perfilando ya como el empresario que sería en el futuro.

No abunda la información sobre la actividad de Messeguer en los años siguientes, pero el 9 de abril de 1926 aparece en La Vanguardia la esquela de doña Adela Pérez de la Reguera, en la que, junto a su viudo, José Fernández de la Reguera y sus hijos, agradecen la asistencia a la misa por su alma la Sociedad General de Publicaciones, la Editorial Juventud y las Encuadernaciones Messeguer, S.A., lo cual deja constancia de la continuidad de la empresa.

Parece evidente que estos vínculos se mantuvieron durante la década siguiente, y ya en la inmediata postguerra (¿en 1943?) se publicaron un par de libros infantiles con ilustraciones de Emilio Freixas (1899-1976) titulados El sueño de una noche de verano, narrado por Àngel Puigmiquel (1922-2009), y Los pastorcillos, adaptado por el mismo autor, ambos publicados por «Sucesores de Enrique Meseguer [sic]». Con ellos se iniciaba una serie de libros entre los que triunfarían especialmente los muy conocidos Manuales Messeguer. Sin embargo, lo interesante en este contexto es que en esos mismos años, Freixas, que antes de la guerra civil española (1936-1939) había colaborado en las publicaciones de Hymsa El Hogar y la Moda y Lecturas, además de colaborar con Meseguer (donde publica también Lecciones de dibujo artístico en 1944) crea una efímera Editorial Mosquito con el mencionado Puigmiquel y su hijo Carlos en 1943, pero sobre todo que en los años siguientes se convertiría en uno de los dibujantes habituales de Reguera, lo que lleva a pensar que, o bien al término de la guerra se reanudaron los vínculos establecidos a través de ese «consorcio» al que alude Baró, o bien que nunca se rompieron por completo como consecuencia de la guerra. Sería interesante reconstruir la historia y aquilatar las dimensiones y derivadas de este «consorcio», que parece tener mayor importancia de la que hasta ahora se le ha dado.

Volviendo a Messeguer, según anota Manuel Martínez Barrero en su tesis doctoral (Sistemática de la Historieta, 2015) tomando como fuente la Guía de Editores y Libreros de España del INLE de 1952, «Ediciones Reguera era la misma empresa que Encuadernaciones Messeguer, S. A., afincada en Barcelona pero con delegación también en Madrid». Sin embargo, y aunque no está del todo claro que en los años cuarenta se tratara de la misma empresa (con sede en la calle Borrell, 245), es evidente que el consorcio, más o menos difuminado, seguía funcionando.

De 1943 es un volumen que contiene «Las tres naranjas de las hadas (cuento oriental)» y «La tabaquera de oro (cuento inglés)», traducidos por el prolífico escritor de novela popular H.C. Granch (1892-1970), que se publica con pie editorial de Enrique Meseguer. Y de ese mismo año es también una edición de Gobseck, de Honoré de Balzac, que se publica con pie editorial de Ediciones Reguera (en la colección Oasis) y se presenta como «versión directa del francés de E. Meseguer», lo cual redunda en la idea de la continuidad o identidad de esa pléyade de nombres comerciales.

En el año 1944 se concentran el grueso de las ediciones de Messeguer, empezando con una edición del Romeo y Julieta, en la versión de Luis Astrana Marín (1889-1959) e ilustrada por Freixas y siguiendo con varios títulos de Francisco Pérez-Dolz con los que se estrenaban los Manuales Messeguer (Teoría de los colores y Historia y técnica de la cerámica), a los que se añadían títulos, aún en 1944 de Emilio Freixas (Vicente Navarro (Técnica de la escultura), Emilio Freixas (Lecciones de dibujo artístico) y Adolfo Oller (El arte de la fotografía), pero también de 1944 es un título con el que parece arrancar una colección Amapola: Un tesoro para la mujer (breviario de la mujer moderna), firmado por Rosa de Nancy. Rosa de Nancy era uno de los diversos seudónimos empleados por la periodista y musicóloga Regina Opisso i Sala (18791965), hermana del célebre dibujante Ricard Opisso, que se había estrenado como novelista rosa en los años veinte en colecciones como La Novela Ideal, La Revista Blanca y en 1926 había publicado en La Novela Femenina  (colección creada por Aurora Bertrana y Maria Carme Nicolau) Mar adentro, con prólogo de Carmen Karr (1865-1943); aún antes de la guerra civil, en 1930 y en la colección Rocío, había aparecido su novela La muchacha del Oeste.

En 1946, ya con pie de Sucesor de E. Messeguer, aparecen solo un segundo número de la colección Amapola, La felicidad dura seis horas, de uno de los primeros biógrafos de Imperio Argentina y luego célebre periodista radiofónico, Antonio Losada (1921-1990), y otro manual de Pérez-Dolz, Procesión de los Ismos, pero a partir de entonces la Meseguer se centrará ya casi exclusivamente en los manuales: Arte del hierro en España (1947), de A. Ruiz Castillo, Pintura mural (1953), de Pérez Dolz, Decoración manual de tejidos (1954), de Pérez-Dolz…

Sin ser una excepción, pues encaja perfectamente en la idea de los Manuales Meseguer, un caso singular es El Cant (1955), del muy popular tenor Emili Vendrell (1893-1962), que acaso sea el único libro publicado en catalán en esta editorial.

Una fuente de confusión en relación con la Messeguer/Meseguer es la labor que como agente comercial llevo a cabo en ella quien fuera editor de las Publicaciones de la Escuela Moderna, la Editorial Progreso y la Biblioteca Séneca, Alfredo Meseguer Roglán (1885-¿?), que mediada la década de los cuarenta hacía las mismas labores para Francisco Alum (que en los años treinta había iniciado una lujosa edición de las obras completas de Manuel Rivas) y para Sintes (que desde los años veinte se dedicaba al libro práctico). Al parecer, no guardaba parentesco con Enric Messeguer, que falleció en 1962 a los setenta y dos años.

A modo de colofón, en 1988 la Universitat Autònoma de Barcelona publicó a Montserrat Lamarca i Morell un Catàleg de Revistes de la reserva Marca, en cuya página de créditos se indica que se encuadernó en Encuadernaciones Meseguer, S. A., con sede en Comte Borrell, 241.

Fuentes:

Manuel Barrero Martínez, Sistemática de la Historieta. Aplicación al caso de la historieta y el humor gráfico en Sevilla, 1864-2000, tesis doctoral presentada en el Departamento de Comunicación, Publicidad y Literatura de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, 2015.

Mònica Baró, Les edicions infantils i juvenils de l’Editorial Joventut (1923-1969), tesis doctoral presentada en el Departament de Biblioteconomia i Documentació la Universitat de Barcelona, 2005.

Álvaro G. Marhuenda, «Alfredo Meseguer: Las bibliotecas perdidas», Alacant Obrera, 24 de agosto de 2010.

Catálogo de la Biblioteca Nacional de España.

Tebeosfera.

La edición de traducciones como motor de la lengua literaria: La Biblioteca Popular de L’Avenç

El texto de Montserrat Bacardí puede leerse en las pp. 275-286 de Pliegos alzados.

En un excelente repaso de los períodos más trascendentales en la historia de la traducción catalana («Edición y traducción en catalán: momentos fundacionales»), Montserrat Bacardí destacaba la magnitud, importancia y trascendencia cultural de un proyecto que sólo fue posible gracias a la implicación de un nutrido grupo de intelectuales y financieros, la Biblioteca Popular de L’Avenç.

Baste como muestra de la profunda huella que dejó esa iniciativa, el análisis comparativo que llevó a cabo Jacqueline Hurtley entre los títulos aparecidos en esta colección y los que se publicaron cuarenta años después en una iniciativa destinada a remodelar y renovar el panorama editorial catalán, los Quaderns Literaris de Josep Janés (1913-1959). Aparte de publicar a varios autores previamente dados a conocer en la Biblioteca Popular de L’Avenç, Janés recuperó hasta nueve títulos de esta serie, pero además distribuyó sus obras al mismo precio sumamente popular (0.50 céntimos inicialmente) y, según recoge Hurtley, en el número 22 de los Quaderns se explicaba del siguiente modo la imposibilidad de seguir haciéndolo (la traducción es mía):

…nunca se ha visto en Cataluña que libros mejor presentados que los que normalmente se venden a 4 y 5 pesetas, y con un contenido insuperable, sean ofrecidos al precio récord de 75 céntimos. Este esfuerzo que asumimos supera, teniendo en cuenta la evolución de los tiempos, el esfuerzo memorable e insuperado hasta ahora de la Colección [sic] Popular de L’Avenç.

También en el diseño de otra de las grandes colecciones posteriores destinadas sobre todo a la traducción al catalán de las mejores obras literarias de la literatura universal, la colección A Tot Vent de Proa, es perceptible la huella de esta iniciativa que arrancó en la primera década del siglo XX.

La Biblioteca Popular de L’Avenç (mencionada a menudo como BPA), nació en 1905 en el seno de un proyecto más amplio impulsado por el editor Jaume Massó i Torrents (1863-1943) y el abogado y escritor Joaquim Casas i Carbó  (1858-1943) que incluía, además de una librería y una muy prestigiosa imprenta, una revista que enseguida fue muy influyente (L’Avenç) y una editorial.

De izquierda a derecha: Jaume Algarra. Jaume Massó i Torrents, Antoni Rubió i Lluch, Josep Pijoan y Joaquim Casas i Carbó.

El logo del proyecto editorial, que incluía el lema «Amb temps, creix» («Con tiempo, crece»), fue creado en 1903 por el prestigioso y polifacético artista Alexandre de Riquer (1856-1920), autor de algunas de las representaciones gráficas más icónicas del Modernismo catalán (ex libris, postales, sellos, partituras…) y que ese mismo año obtuvo el segundo premio en el Concurso Anual de Edificios Artísticos por la decoración de la mítica Maison Dorée.

Interior de la Maisaaaon Dorée.

En este contexto, es muy significativo que el primer libro del filólogo Pompeu Fabra (1868-1948), Ensayo de gramática del catalán moderno (1891) apareciera con pie editorial de la librería de L’Avenç, pues fue este núcleo de intelectuales y escritores el que mayor impulso dio a la normalización del catalán, y la BPA fue uno de los instrumentos de los que se sirvió para ello, como ya se planteaba entre sus principales objetivos en el texto que sirvió de anuncio del proyecto a los lectores:

La Biblioteca Popular que presentamos al público viene a llenar un vacío cada vez más sentido por el pueblo catalán debido a la expansión de nuestra nacionalidad, que comporta el uso creciente de nuestra lengua: ofrecer lectura abundante y escogida por un precio módico.

Como señala Bacardí en el ensayo mencionado, el peso que tuvo en la normalización de la lengua y en la difusión de la gran literatura, del pasado y del momento, no fue menor:

Frente a la tradición poética que habían impulsado los artífices de la Renaixença, la colección promovió la prosa narrativa, el teatro y el ensayo, tanto de autores clásicos (Dante, Shakespeare, Pascal, Molière, Goldoni, Goethe, Leopardi…) como del mismo siglo XIX (Emerson, Ruskin, Walt Withman, Turguénev, Mistral, Ibsen, Maeterlinck, Gorki…), procedentes de lenguas y tradiciones culturales diferentes. Se trataba de recuperar el tiempo perdido, de vincularse con la literatura europea de mayor ambición y calidad y de proporcionar al público unas lecturas que no habían podido desarrollarse en la tradición propia. La traducción, en definitiva, conformaba la lengua y universalizaba la literatura.

A los nombres mencionados, pueden añadirse aún los de Novalis, La Rochefoucauld, Perrault, Giacosa, Pellico, Björnson o Swift, entre otros muchos, y en buena parte de los casos vertidos al catalán por firmas importantes del momento o que llegarían a serlo en años no muy posteriores (Pompeu Fabra, Joan Maragall, Alfons Maseras, Manuel de Montoliu, Narcís Oller,  Rafael Patxot, Joan Puig i Ferrater…).

Por otra parte, el mensaje implícito de alternar a algunos de los principales representantes del Modernismo literario catalán (Ignasi Iglésias, Gabriel Alomar, Jeroni Zanné, Miquel dels Sants Oliver, Joan Puig i Ferreter…) con nombres tan insignes de la literatura universal no dejaba de ser un modo de reivindicar la importancia y calidad de esos escritores catalanes recientes..

Tras el inicial D’aquí i d’allà, del polifacético artista modernista Santiago Rusiñol (1861-1931), el segundo título publicado en la BPA fue ya una traducción, Contes. Primera serie, de Lev Tolstoi (1828-1910), trasvasados al catalán por el propio Joaquim Casas, que firma también la del cuarto número, Historietes galizzianes, de Leopold von Sacher-Massoch (1836-1895). El tercer número de la colección había sido Croquis pirinencs. Primera serie, de Massó i Torrents, mientras que el quinto sería una traducción llevada a cabo por el gran poeta del momento, Jacint Verdaguer (1845-1902), de Nerto, del poeta provenzal y Premio Nobel de Literatura en 1904 Fréderic Mistral (1830-1914).

Según testimonio de Casas, vanagloriándose de su buen ojo para establecer las tiradas, éstas oscilaban entre los dos mil y los tres mil ejemplares en el caso de las primeras ediciones, que en las ocasiones más exitosas eran reimpresas luego y encuadernadas en tapa dura (como fue el caso, por ejemplo, de Enric d’Ofterdingen, de Novalis, traducido por Joan Maragall). Al margen de las ya mencionadas tiradas a 0,50 céntimos, era habitual también imprimir una tirada menor impresa sobre buen papel satinado que se comercializaba a una peseta.

En cualquier caso, es indudable que la que fue una de las primeras colecciones de libros de bolsillo en catalán tuvo una aceptación más que notable, prestigió el proyecto (lo que a su vez atrajo a nuevos inversores en el mismo) y, sobre todo, contribuyó a establecer y asentar un modelo de lengua literaria.

 Llegaron a publicarse un total de 152 números ‒que no volúmenes, pues algunos eran dobles‒, de los que más de una tercera parte (62) eran traducciones, y su contribución a la literatura catalana parece innegable, entre otras cosas porque los traductores se veían en la necesidad de adoptar soluciones que, si bien no siempre eran de uso común ni habitual en el lenguaje hablado ni en los textos no literarios, enriquecían la lengua literaria y aportaban giros o expresiones que acabaron generalizándose y asentándose.

En 1915 se cerraba la colección con el libro de relatos Toia virolada, del escritor y político de la Lliga Regionalista Carles de Camps i d’Olzinelles (1860-1939), pero en 1925 el hijo de uno de los fundadores de L’Avenç, Josep Massó Ventós (1891-1931), le dio nueva vida con la publicación de su propia obra La nau de les veles d’or, ilustrado por Lola Anglada (1892-1984). En la cubierta de esta edición aparece el nombre de la Llibreria Antiga i Moderna, con sede en el número 45 de la calle Canuda (no muy lejos del Ateneu Barcelonès), que regentaba el célebre librero y anticuario Salvador Babra i Rubinat (1874-1930), que era quien se había quedado con los fondos de L’Avenç cuando esta, aquejada por una decadencia económica fruto de un irresoluble déficit, en 1915 se vio en la necesidad de cerrar. La imprenta, por otra parte, acabó en manos de la Casa de la Caritat, por un montante de 82.000 pesetas de la época, que se hizo cargo de los veinte empleados con que por entonces contaba el negocio.

A este último título aún se añadirían a modo de epílogo los seis volúmenes que llegarían hasta el número doble 151/152, aparecidos entre 1925 y 1926, de Selecta de contistes catalans, donde confluyeron Robert Robert, Marià Vayreda, Joan Maragall, Santiago Rusiñol, etc., que acaso pueda interpretarse como una réplica a la colección de la Imprenta Atenes Els Contistes Catalans, que se había estrenado con un volumen de cuentos de Carles Soldevila («La clínica de bebès», «L’heroi, la seva dona i el seu pare» y «L’emancipació d’en Quimet») ilustrados por Quelus (Miquel Cardona i Martí, 1903-1964) y proseguiría luego con otras compilaciones de narrativa breve de Alfons Maseras, Josep M. de Sagarra, Josep Pla, Joan Sacs (Feliu Elias i Bracons, 1878-1948), Àngel Ferran, etc.

Fuentes:

Corpus de traducciones publicadas por la Biblioteca Popular de L’Avenç (con enlaces a facsímiles de muchos de los títulos) publicada en 1611. Revista de Historia de la Traducción.

Anónimo, «Homenatge a L’Avenç», El Poble Català, 7 de febrero de 1910.

Montserrat Bacardí, «Edición y traducción en catalán: momentos fundacionales», en F. Larraz, J. Mengual y M. Sopena, eds., Pliegos alzados. La historia de la edición, a debate, Gijón, Trea, 2020, pp. 275-286.

Manuel Llanas (con la colaboración de Montse Ayats), L’edició a Catalunya. El segle XIX, Barcelona, Gremi d’Editors de Catalunya, 2004.

—, «Semblanza de L’Avenç (1881-1915)», en EDI-RED, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes – Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI), 2006.

Jacqueline Hurtley, Josep Janés. El combat per la cultura, Barcelona, Curial,1986.

Ramon Pla i Arxé, «L’Avenç (1891-1915): la modernització de la Renaixença», Els Marges, n. 4 (mayo de 1975), pp. 23-38.

Una agrupación de bibliófilos sin corsés

A Amadeu Pons, coleccionista de goigs

Al poco tiempo de aparecer la que sin duda fue una de las revistas literarias más importantes de la cultura catalana de la primera mitad del siglo XX, La Nostra Revista (dirigida por el poeta Josep Maria Junoy y con Pompeu Fabra, Josep Pla, Just Cabot y Carles Riba entre sus principales colaboradores), publicaba en ella el arqueólogo e ingeniero agrario Epifani de Fortuny i Salazar (1898-1989) un breve texto en el que intentaba describir la bibliofília y anunciaba la reciente creación de una sociedad dedicada a compartir el conocimiento sobre el libro y su historia, Els XII, de cuyos miembros da concisa noticia en el siguiente pasaje que traduzco:

En Els XII se encuentra la más variada gama de las aficiones: desde la cartulina de visita (Manuel Rocamora), para algunos insignificante, hasta los libros de horas (Josep Escobet), riquísimo en miniaturas, obsequio de príncipes y reyes; desde los exquisitos figurines (Condesa de Vilardaga), demostración de la veleidad femenina, a los goigs (Dr. Roca i Bellver), ejemplo abundante de la devoción popular catalana, de la imaginería y de la imprenta; desde la austeridad de las Imitaciones de Cristo (Epifani de Fortuny), a la suntuosidad de las encuadernaciones y ediciones modernas (Gustau Gili [i Roig]). Qué bella diversidad la de todas estas colecciones; tanto como las especializaciones de Ramon Miquel i Planas con su completísimo arsenal de materiales para la historia del libro, de Domènec Carles-Tolrà en la historia de Catalunya, de Josep M. Carles-Tolrà en ciencias exactas i relojería, y las monografías de Eduard Zaragoza y los interesantísimos acopios de Oriol Martorell y mosén Jaume Barrera.

Como se cuenta también en este mismo artículo aparecido en el cuarto número de La Nova Revista (de abril de 1928), el objetivo inicial de esta sociedad de bibliófilos era reunirse una vez al mes alternativamente en la residencia de cada uno de ellos y mostrar y comentar las principales piezas de las respectivas colecciones. A diferencia de lo habitual en muchos círculos de esta naturaleza, no se planteaban ni la celebración de conferencias ni la publicación de obras singulares o raras, pero sí, una vez al año, por sorteo y a cargo del interesado, la edición de detallados catálogos de las colecciones de cada uno de ellos.

Un poco anterior a la aparición de este artículo es la publicación de un primer texto anunciando la creación de Els XII en un contexto un poco sorprendente, la revista de periodicidad semanal y carácter humorístico y satírico El Borinot, fundada y dirigida por Lluís Bertran i Pijoan (1892-1959) y Josep Aragay (1889-1973) y que contaba entre sus más fieles ilustradores con las firmas de Apa (Feliu Elias i Bracons, 1878-1948), D’Ivori (Joan Vila i Pujol, 1890-1947) y Quelus (Miquel Cardona i Martí, 1908-1964).

En este segundo texto (publicado en el número del 13 de enero de 1927), se añaden algunas precisiones de cierto interés. Se indica por ejemplo que la colección de la condesa de Vilardaga (Carmen Gil Llopart, ¿?-1966) la componían libros sobre la historia de la indumentaria y de la moda; que la de Lluis Escobet (a quien se tiene por el único poseedor de una encuadernación de Jean Grolier en toda la península) incluía, además de libros de horas, cancioneros y romanceros; que, además de tarjetas de visitas, la colección del escritor, pintor y mecenas Manuel Rocamora (1892-1976) incluía impresos relacionados con el arte dramático o que la del político Oriol Martorell se centraba en libros del siglo XVIII. Además, permite fechar el proyecto un poco antes del inicio del año 1927.

A pesar del nombre asignado a esta asociación, que parecía restringir de antemano su número de componentes, llevó a cabo una iniciativa que, al parecer, tuvo una amplia repercusión y despertó mucho interés (se calcula que recibió diez mil visitantes), la exposición en enero de 1928 de una selección de lo más importante de las colecciones de sus miembros en las muy conocidas Galerías Laietanas, acerca de la que el escritor y periodista Just Cabot (1898-1961) escribió una muy completa y extraordinariamente ilustrada reseña en las páginas de la mencionada La Nova Revista (núm. 15, marzo de 1928, pp. 256-263).

Por su parte, en la publicación de Foment de les Arts Decoratives, Arts i Bells Oficis, se describía esta iniciativa como «una verdadera revelación para muchos, que ignoraban la existencia en nuestra tierra de colecciones que en otras partes contribuirían a la gloria de la ciudad», y añadía a continuación: «Y es que generalmente nuestros coleccionistas viven aislados, se sienten sumergidos en un ambiente hostil que los repele con sus afanes positivistas e imediatamente utilitarios».

Se mostraron en esta exposición un total de trescientas sesenta piezas, y se publicó además un catálogo de las mismas impreso en la Tipogràfica Occitània. Entre las singularidades de la exposición se encuentra además la exposición de un ejemplar aportado por el miembro número 12+1 de la sociedad (miembro honorario), el rey Manuel de Bragança y Orleans (1889-1932): las pruebas con correcciones del propio rey de Portugal de un Catalogue of a Collection of Early Portuguese Books, del que poco después Maggs Brothers hizo una tirada de cuarenta y cinco ejemplares numerados y firmados por el último monarca portugués.

Es interesante también advertir algunos cambios que se han producido en tan poco tiempo entre los miembros iniciales de la sociedad y los de quienes expusieron libros. Ya no aparecen ni Oriol Martorell, ni Eduardo Zaragoza ni mosén Jaume Barrera, que han sido cumplidamente sustituidos por el abogado, archivero y diputado a Cortes Leonci Soler i March, Maria dels Àngels Perpinyà (coleccionista de estampas religiosas) y Albert Lleó (especialista en libros orientales modernos).

Hubo, al parecer proyectos de editar algunos almanaques y algunas otras obras menores, pero no consta que ni estas ni los proyectados catálogos exhaustivos de las colecciones de Els XII llegaran a realizarse o, cuanto menos, a completarse.

 Aunque tenue, porque los planteamientos y los objetivos eran otros, puede trazarse una línea de continuidad entre Els XII y la Associació de Bibliòfils de Barcelona (ABB), a cuyo frente aparece uno de los integrantes de este grupo, Ramon Miquel i Planas (que además de intervenir en las reuniones iniciales fue vocal en la primera junta de gobierno) y entre sus socios Epifani de Fortuny, Manuel Rocamora, además de Gustavo Gili Esteve (hijo de Gili i Roig). Y fue precisamente la ABB la que en 1965 publicó una edición de muy corta tirada con la conferencia que el 15 de diciembre de 1965 pronunció sobre la historia de este singular grupo, y en la que, entre otras cosas, contó que su pasión inicial por las ediciones de la Imitación de Cristo surgió después de haber encontrado alguno de ellos mientras curioseaba en la imponente biblioteca (unos ochenta mil ejemplares) de su padre, el político y escritor Carles de Fortuny i de Miralles (1872-1931), conde de Esponellà y en 1918 diputado a Cortes por la Lliga Regionalista.

Fuentes:

Anónimo, «Els XII (Una agrupació de bibliòfils)», El Borinot, núm. 164, 1927, p. 10.

Anónimo, «Els XII», Arts i Bells Oficis. Revista mensual de Foment de les Arts Decoratives, marzo de 1928, pp. 92-93.

Jordi Estruga i Estruga, «L’Associació de Bibliòfils de Barcelona», en AA. VV., La bibliofília a Catalunya, Barcelona, Fundació Jaume I, 2001, pp. 52-63.

Epifani Fortuny, «Els XII», La Nova Revista, núm 4, abril 1928, pp. 376-378.

Aitor Quiney y Jordi Estruga i Estruga, «Els col·leccionistes són corporativistes: les societats de bibliòfils», en Col·leccions privades, llibres singulars, Biblioteca de Catalunya, 2005, pp. 87-97.

Del exilio y el ostracismo al éxito editorial: Frederic Rahola y Jaume Vicens Vives

Son incontables la cantidad de españoles que recordarán el muy característico logo de la Editorial Teide a raíz de las horas pasadas en sus años escolares frente a alguno de ellos.

El proyecto, de exitosa y dilatada trayectoria, fue producto de la feliz alianza de dos personajes peculiares —Frederic Rahola i Espona (1914-1992) y Jaume Vicens Vives (1910-1960)—, y entre otras diversas virtudes de esta iniciativa se cuenta la de haber contribuido a que el segundo de ellos pudiera disponer de los recursos necesarios para regresar a Barcelona y reincorporarse a la universidad, después de haber sido apartado de la docencia por las autoridades franquistas.

Militante de Esquerra Republicana de Catalunya y empleado en el Departament de Finances de la Generalitat de Catalunya, el abogado Frederic Rahola se había exiliado como consecuencia del resultado de la guerra civil española de 1936-1939, y en Francia, además de estudiar economía política, participó muy activamente en la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE). Sin embargo, en 1942 regresó a Barcelona y retomó su labor como abogado, al tiempo que se asociaba con su cuñado, Jaume Vicens Vives, para crear la editorial Teide.

1947

Por su parte, Vicens Vives había destacado muy pronto como un brillantísimo estudiante en la Universitat de Barcelona, donde había sido compañero de promoción de Pere Grases y Santiago Sobrequés, y en cuanto se licenció empezó a trabajar en la por entonces recién creada Universitat Autònoma de Barcelona. Sin embargo, al inicio de la guerra fue movilizado como sanitario y al término de la misma a punto estuvo de emprender el camino del exilio acompañando a Rahola, pero a principios de 1940 sobrevivía impartiendo clases particulares y haciendo colaboraciones en la revista Destino y en la editorial Gallach.

Según escribió en su momento Jesús A. Martínez Martín en Historia de la edición en España, 1939-1975 (2015):

En 1950 fue fundada la editorial Teide, S.A., por el historiador Jaume Vicens Vives y Federico Rahola de Espona, con un capital de 1.500.000 pesetas, inicialmente para coeditar en castellano e italiano obras del Instituto Geográfico De Agostini (Novara, Italia), obras pedagógicas de la Abadía de Averbode en Bélgica y libros de textos. El capital se había duplicado en 1969.

1952

Sin embargo, tal síntesis es cuanto menos ambigua, pues no solo no da razón de la existencia de libros de Teide ya en los años cuarenta, sino que además no tiene en cuenta las muy útiles páginas que en este sentido había dejado escritas Manuel Llanas una década antes (concretamente, en el año 2006).

Las primeras incursiones en la edición de los dos socios catalanes se centraron, ya desde 1942, en material cartográfico, atlas, y manuales escolares de geografía e historia, ámbito en el que llevaba la voz cantante Vicens Vives, mientras que Rahola se centraba sobre todo en la gestión. Es destacable también la colaboración, inicialmente externa, de quien luego sería también otro editor barcelonés importante, Enric Borràs Cubells, que a principios de los cincuenta pasó a formar parte de la plantilla de Teide (y acabaría casándose con la secretaria de Rahola).

Mediada la década de los cuarenta se hace más frecuente la edición de libros de historia, en diversas ocasiones escritos por los mencionados compañeros universitarios de Vicens Vives, y en 1951 nace en el seno de la editorial la importante revista Índice Histórico Español, considerada la principal recopilación de fuentes historiográficas española de la época preinformática.

1953.

Es posible que la creación de la sociedad anónima, que es lo que parece registrar Martínez Martín tomando como fuente los libros de registro del Archivo del Instituto Nacional del Libro (INLE), se produjera en 1950, pero por esas mismas fechas Teide disponía ya de un catálogo bastante voluminoso y estaba poniendo en circulación la Duran y Bas, en honor del jurisconsulto y político que siendo ministro de Justicia dimitió como consecuencia del célebre Tancament de Caixes de 1899 (Manuel Duran i Bas, 1823-1907), una colección centrada en estudios económicos, y la colección de temas históricos Raimundo Lulio, además de las mencionadas colaboraciones con De Agostini y Aberbode. Y también de aquellos años son los muy recordados libros de Cosmos, sobre ciencias de la naturaleza para uso escolar.

Otro hito importante, mediada ya la década de los cincuenta, fue la publicación de los primeros títulos en catalán, y en particular la muy conocida colección Biografies Catalanes (así rebautizada al prohibirles la censura franquista emplear el nombre Història de Catalunya) y la también muy divulgada Gramàtica catalana de Pompeu Fabra (1868-1948), aparecida póstumamente por razones evidentes.

La muerte en 1960 de Vicens Vives y las desavenencias entre Rahola y su hermana desembocaron en la división del fondo y en la creación de la también muy conocida editorial Vicens Vives, que originalmente dirigieron la muy longeva Roser Rahola (1915-2020) y su hijo Pere Vicens Rahola, pero nada parece indicar que Teide perdiera por ello fuelle, y en esa misma década inicia un amplio despliegue expansivo por los mercados americanos (México, Colombia, Chile..).

Ya en los setenta se produce una decidida entrada de Teide en el campo de los libros de historia y biografía en el ámbito universitario, centrándose en particular en temas de historia catalana en tiempos de la Segunda Repúbica, con la colección Capdavanters.

Aun así, de la labor de Rahola merece la pena destacar también su iniciativa de asociar a los diversos y hasta entonces dispersos editores de libros de texto, un proyecto que cuajó en 1957 con el nacimiento del Grupo de Editores de Libros de Enseñanza, y su intervención comprando en 1970 las acciones de Edicions 62 en el macroproyecto de la Gran Enciclopèdia Catalana, lo que permitió que este pudiera seguir adelante más allá del tercer volumen. Tampoco es desdeñable su etapa como presidente del Gremi d’Editors de Catalunya, entre 1971 y 1975, hasta que en 1976 el que luego sería president de la Generalitat Josep Tarradellas (1899-1988) lo nombra su representante en el interior y, ya como presidente, en conseller de Governació de la Generalitat Provisional. Poco duró en ese cargo, pero al asumir el de Síndic de Greuges (defensor del pueblo), abandonó definitivamente las labores al frente de Teide, que delegó en sus hijos Frederic i Cristian.

Fuentes:

Enric Borràs, «J. Vicens Vives: col·laborador de Franco i mentor de la classe política filocolonial a Catalunya», Bloc d’Enric Borràs, noviembre 2010.

Manuel Llanas, con la colaboración de Montse Ayats, L’edició a Catalunya: el segle XX (1939-1975), Barcelona, Gremi d’Editors de Catalunya, 2006.

Jesús A. Martínez Martín, «El capitalismo de edición moderno. Las empresas editoriales: negocios, política y cultura. Los años sesenta», en Jesús A. Martínez Martín, dir., Historia de la edición en España 1939-1975, Madrid, Marcial Pons (Historia), 2015, pp. 273-328.

Joan Plana, «Germans Rahola, una vida dedicada a la lluita», El blog de’n Plana, 16 de març de 2012.