A su llegada a México en mayo de 1939, Emilio Prados (1899-1962) residió brevemente en el domicilio de los escritores Octavio Paz (1914-1998) y Elena Garro (1916-1998) antes de trasladarse a un edificio de la calle Ignacio Mariscal en el que tuvo por vecinos a algunos otros exiliados republicanos, como es el caso del escultor Mariano Benlliure (1862-1947), el pintor Antonio Rodríguez Luna (1910-1985) o el poeta Juan Rejano (1903-1976), entre otros. Tras una breve etapa de cierta bohemia disoluta, Prados pronto empieza a colaborar en las primeras publicaciones periódicas puestas en pie por los exiliados: Romance (1940-1941), cuyo editor era el propietario de EDIAPSA, Rafael Giménez Siles (1900-1991), y más adelante Las Españas (1946-1956), la revista que pudieron crear Manuel Andújar (1913-1994) y José Ramón Arana (José Ruiz Borau, 1905-1973), gracias al crédito que les facilitó la imprenta El Libro Perfecto (donde trabajaba el cajista y linotipista Emilio Álvarez Fariñas, que había sido gerente de Industrial Gráfica, S. A.).
La imprenta Industrial Gráfica fue la empresa que en 1939, con un capital inicial de 25.000 pesos, creó el Comité Técnico de Ayuda a los Republicanos Españoles (CTARE) con el propósito dar continuidad al Boletín al servicio de la emigración española e imprimir los libros de la editorial Séneca, así como toda la papelería impresa del propio comité, pero el objetivo principal era sobre todo dar empleo y facilitar la integración en México de los exiliados españoles, muchos de los cuales tenían experiencia en el sector de las artes gráficas.
Ya cuando idea la editorial Séneca, José Bergamín (1895-1983) piensa en Prados como uno de sus pilares, sin duda teniendo en mente el trabajo previo que había llevado a cabo en la famosa imprenta malagueña Sur, así que el poeta malagueño se convierte en director de trabajos tipográficos de la editorial en cuanto ésta queda constituida, con un sueldo inicial de cien pesos (que en junio de 1941 pasarían a ser doscientos cincuenta). Amigos desde por lo menos los años veinte, Emilio Prados y Bergamín ya habían trabajado juntos en los primeros momentos del exilio, en París, en la Junta de Cultura Española, de la que Bergamín era presidente y Juan Larrea (1895-1980), secretario, y además habían hecho el trayecto desde la capital francesa hasta la mexicana juntos con otros intelectuales españoles (Miguel Prieto, José Renau, Josep Carner, Paulino Masip, José Herrera Petere, etc.).
También desde los primeros planes de publicación de Séneca, el nombre de Prados aparece asociado a sus facetas de poeta y de antólogo (de un previsto e inédito Romancero y cancionero español, con el musicólogo Eduardo Martínez Torner), y en marzo de 1940 se le publica en la colección Lucero Memoria del olvido. Cuando comentó el contrato de edición de este libro, Nigel Dennis (1949-2013) ya subrayó la generosidad que suponía dar al autor un anticipo de 300 pesos (por el 10% de una tirada de 2000 ejemplares). Vale la pena tener en cuenta que por entonces el modesto sueldo que recibía de Séneca era la única fuente de ingresos de Prados, hasta que obtuvo un empleo como asistente en el instituto Luis Vives.
En su faceta de director tipográfico, como ya sucediera en Sur y le pasaba también a su compañero Manuel Altolaguirre, Prados es objeto de numerosas quejas de los autores debido la cantidad de erratas que —en palabras de Rafael Alberti citadas por Dennis— inundan los libros de los que se ocupa, pero por otra parte tanto la prensa como los lectores elogian la modernidad de los libros a su cargo, su buen gusto en la disposición del texto y el acierto en la selección de tipos.
También de 1941 es una antología muy conocida en la que figuran como responsables los mexicanos Octavio Paz y Xavier Villaurrutia y los españoles Juan Gil Albert y Prados, Laurel. Antología de la poesía moderna en lengua española, si bien al parecer este último tuvo una participación muy discreta en el proceso de edición de esta obra y el peso del trabajo cabe atribuirlo sobre todo a Villaurrutia y en menor medida a Paz, mientras que Gil Albert se ocupó sobre todo de los poetas españoles.
De aquella misma época es la creación del Patronato Pro Niños Españoles, integrado por Diego Martínez Barrios, Mariano Ruiz Funes, Pedro Carrasco, Joaquim Xirau, Rubén Landa y Prados, cuyo propósito era sacar de las calles y ayudar a los jóvenes exiliados, que en muchos casos eran huérfanos y carecían de redes de apoyo familiar y que como consecuencia de todo ello vivían con particular agudeza el desarraigo; lo que hoy conocemos en España como menores no acompañados. A principios de 1942, Prados empieza a acoger a algunos de estos muchachos problemáticos en su propia casa, en particular a Paco Sala Gómez, a Cecilio Baro Fenón y a Miguel Ortega, y su ayuda se extiende a muchos otros, entre los que el más famoso es sin duda el ex niño de Morelia de origen barcelonés Francisco González Aramburu (1927-2020), quien tras su paso por el instituto Luis Vives, gracias a becas estatales estudió en la Universidad Autónoma de México, ejerció la docencia en la Universidad Veracruzana de Xalapa, donde se inició como corrector de estilo en la editorial homónima, y se ganaría un sólido prestigio como traductor de ensayos del francés y como escritor (si bien su obra ha quedado dispersa en revistas como Presencia o La Palabra y el Hombre y en antologías).
Entre los mayores aciertos que se le atribuyen a Prados en Séneca se cuentan las Obras completas de San Juan, un extenso volumen (1160 páginas) en papel biblia y encuadernado en cuero azul que se publicó en 1942 en la colección Laberinto bajo la dirección editorial del propio Bergamín y cuya selección, notas y bibliografía corrió a cargo del secretario de la editorial, el filósofo gaditano José Manuel Gallegos Rocafull (1895-1963). Los detallados colofones que caracterizan a Séneca permiten saber además que se ocupó, con Bergamín, de El pasajero (impreso en los talleres gráficos de Cvltvra), que apareció en junio de 1943, por ejemplo.
Sin embargo, cuando en 1942 el grupo formado por Jesús Silva Herzog, Bernardo Ortiz de Montellano, Juan Larrea y León Felipe habían puesto en marcha la impresionante revista Cuadernos Americanos (cuyos colaboradores incluyen a Miguel Ángel Asturias, John Dos Pasos, Ernesto Cardenal, José Ferrater Mora, Vicente Huidobro, Juan Ramón Jiménez y D..H. Lawrence, por ejemplo), el propio Larrea ideó una primera maqueta, pero sin embargo puso en manos de Prados el diseño tipográfico de la revista, lo cual pone de manifiesto que Prados fue ampliando su radio de acción gracias a sus contactos con los exiliados republicanos pero también con los intelectuales mexicanos. Dentro de la colección de libros surgida de este proyecto se publicaría además, en 1946, el famosísimo poemario de Prados Jardín cerrado.
En marzo de 1943 llegó a México Manuel Altolaguirre, que enseguida entró como regente de un taller tipográfico de la Secretaría de Educación Pública del Estado, pero al concluir el verano iniciaba ya la editorial La Verónica y en 1944 publicaba Poemas de las islas invitadas con pie de Litoral. En todas estas iniciativas parece que tuvo alguna participación Prados, quien además consiguió para sus ahijados Paco Sala Gómez y Cecilio Baro empleo en la imprenta de su amigo malagueño. Sí es evidente que en 1944, y aun sin ningún entusiasmo, aceptó participar en la resurrección de la célebre revista malagueña Litoral, compartiendo la dirección con Altolaguirre, José Moreno Villa, Juan Rejano y Francisco Giner de los Ríos, y en la que ocupaba el cargo de secretario Julián Calvo (1909-1986), que no tardaría en abandonar su cargo en el Fondo de Cultura Económica (aunque no se desvinculó de él) para establecerse como autónomo.
Emilio Prados y Julián Calvo trabajaron en colaboración en los libros que aparecieron en México con el sello de Litoral, los mencionados Poemas de las islas invitadas, El Genil y los olivos, de Juan Rejano, ambos de 1944, y una edición ampliada de Cántico, de Jorge Guillén, que se publicó ya en 1945. Pero ahí terminó la breve vida de Litoral como editora de libros, si bien sabemos que en su programación figuraban, entre otros, una antología de Juan Ramón Jiménez titulada Con la rosa del mundo, Los siete registros, de José Moreno Villa, Destino limpio, de Francisco Giner de los Ríos, y una reedición de Mínima muerte de Prados (que finalmente publicó en el Fondo de Cultura Económica).
A finales de los años cuarenta, Prados empieza a convertirse en una figura de referencia para la llamada segunda generación del exilio (Tomás Segovia, Carlos Blanco Aguinaga, Jomí García Ascott, Annie Alban, Ramon Xirau, Enrique de Rivas, Luis Rius, Carmen Viqueira, el mencionado Gonazález Aramburu…), que lo visitan a menudo, pero cada vez son más escasas las referencias a sus actividades relacionadas con la imprenta.
Fuentes:
Manuel Aznar Soler y José-Ramón López García, Diccionario biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, Sevilla, Gexel-Renacimiento, 2016.
Francisco Chica Hermoso, Emilio Prados, una visión de la totalidad (Poesía y biografía. De los orígenes a la culminación del exilio), tesis doctoral, Universidad de Málaga, 1994.
Nigel Dennis, «Emilio Prados en la Editorial Séneca», Revista de Occidente, núm. 222 (noviembre de 1999), pp. 101-121.
Larraz, Fernando, Editores y editoriales del exilio republicano de 1939, Sevilla, Renacimiento, 2018.
María de Lourdes Pastor Pérez, «La edición de las obras de Antonio Machado en Editorial Séneca (México, 1940)», en Manuel Aznar Soler, ed., Escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, Renacimiento, Sevilla 2006, pp. 565-572.
Bernard Sicot, «Témoinage d’exil: Francisco González Aramburu, “ex niño de Morelia”», Exils et Migrations Ibériques au XXè siècle, núm. 1 (2004), pp. 221-258.
James Valender, «Litoral en México», en Rose Corral, Arturo Souto Alabarce y James Valender, eds., Poesía y exilio. Los poetas del exilio español en México, México, El Colegio de México, pp. 301-320.
Aurelio Velázquez Hernández, La otra cara del exilio. Los organismos de ayuda a los republicanos españoles en México (1939-1949), tesis doctoral, Universidad de Salamanca, 2012.