«El prestigo de una editorial literaria lo determinan el rango de sus autores, la influencia y las distinciones de éstos, el grado de interés que sus libros suscitan y las consecuencias que tienen.”
Siegfried Unseld
“The classic is the local fully realized: words marked by a place.”
William Carlos Williams

William Carlos Williams (1883-1963).
Suele decirse a veces de los editores “de raza” –por lo menos de los que no se han pasado con armas y bagajes a la edición digital– que tienen “tinta en las venas”. En el caso de Valeria Bergalli, es probable que lo que tenga en las venas sean tintas de colores.
En una muy interesante entrevista que le hizo en 2007 Martín Gómez, contaba Bergalli que su pasión por el libro se la inoculó su abuelo materno (ilustrador y personaje decisivo en esta historia, como se verá):
Mi abuelo era pintor e ilustrador, y tenía su estudio en casa. Cuando yo era muy pequeña, incluso antes de ir al colegio, leí La isla del tesoro ilustrada por mi abuelo. Todas esas cosas clásicas que uno lee o comienza a hojear de pequeño. Yo veía cómo mi abuelo trabajaba en casa y cómo luego eso que él hacía regresaba en forma de libro. Él me explicaba todo el proceso por el que habían pasado sus dibujos, lo cual al final era una explicación de cómo nace un libro.
Esta edición de La isla del tesoro, adaptada para el público juvenil e ilustrada por Athos Cozzi (Trieste, 1909-Barcelona, 1989), la publicó la veterana editorial bonaerense Sigmar, creada en 1941 y destinada al libro infantil y juvenil, pero a esas alturas Cozzi había cubierto ya varios capítulos de una vida de lo más novelesca. A finales de los años treinta aparece como uno de los colaboradores de Il Vittorioso (1937-1970), donde se dieron a conocer algunos de los dibujantes de cómics italianos más importantes del siglo XX (Benito Jacovitti, Claudio Nizzi, Stelio Fenzo…), pero poco tiempo después, durante la guerra civil española, colabora en la revista infantil Pelayos, donde pone imágenes a los guiones de A. Benjamín (el sabadellense José María Canellas Casals,1902-1977) y coincide con una galería de personajes fascinantes entre los que se cuentan Josep Serra Massana (1896-1980), pionero del cine animado español, la editora Consuelo Gil (1905-1955) o el escurridizo humorista, escritor y dibujante Valentí Castanys (1898-1965).

Athos Cozzi.
Al concluir la guerra Cozzi se desplaza a Barcelona, donde, además de completar su formación como acuarelista con Ricardo Tárrega Viladons, alterna la ilustración de tema religioso para el Arzobispado con colaboraciones en las Ediciones TBO (con obras de aventuras), en la revista Chicos de Consuelo Gil, en las Hispano Americana Ediciones de Jorge Parenti Vecchi y desde 1945 en Molino, entre otras. También asiste en Barcelona a la represión franquista y, al igual que otros compañeros de profesión, como Arturo Moreno (1909-1993), Emilio Boix (Barcelona, 1908-Caracas, 1976), el guionista y editor Joaquín de Haro (Viladecans, ¿?-Caracas, 1973) (uno de los pioneros en las agencias de dibujantes y guionistas de cómics) o el ya mencionado Canellas Casals, decide emprender la aventura americana.
En Buenos Aires Cozzi se hace enseguida un nombre sustituyendo al barcelonés Carles Freixas (1923-2003) como ilustrador de la serie “Tucho, de canillita a campeón” en el mítico semanario Patoruzito, y además trabaja para las editoriales Atlántida, Columbia, Codez y Kapelutz, entre otras, hasta que en 1966 se traslada a Milán y, gracias al acuerdo con un agente (Giolitti), su obra empieza a publicarse en Gran Bretala y Alemania. En 1973, sin embargo, regresa a Argentina, y debió de ser en esa época cuando se sitúan las evocaciones de su nieta Valeria, que creció además en un ambiente políglota (español, italiano e inglés).

Tarjeta gauchesca, en cuyo margen inferior izquierdo puede verse la firma de Cozzi.
Pasaron los años, entre viajes y añadiendo al poliglotismo imparable el alemán y el catalán, se fogueó hacia 1982 haciendo informes de lectura, traduciendo (al profesor de derecho e historiador Roberto Bergalli, que además es su padre, o al historiador de la pedagogía Carlo Pancera, por ejemplo), con una licenciatura en Antropología y un posgrado en edición en 1997, con una breve experiencia en una editorial de prestigio (1997-1998), hasta que se le presentó por fin la posibilidad de lanzarse a la aventura editorial, como contó en Jotdown, de nuevo gracias a Athos Cozzi:
…falleció mi abuelo, y me dejó algo de dinero, no muchísimo, pero sí una cierta cantidad; además, y dado que de siempre me ha gustado ir a librerías, por mi relación con los libros, iba mirando, siguiendo a determinados autores, fijándome en lo que hacían las editoriales. Había un interés, una curiosidad. Fue un momento este, finales de los noventa, en que me parecía que imperaba cierta uniformidad: había una presencia bastante significativa de los grandes grupos y, por otra parte, las editoriales independientes, las que hoy llamamos medianas, que eran a las que yo, evidentemente, seguía más.
Firma de Athos Cozzi.
En 1999 crea minúscula, y en otoño del año siguiente sale a la palestra con una colección deslumbrante (Paisajes narrados), que tanto por su concepción como por la calidad de las obras que publica capta enseguida la atención tanto de los profesionales como de los comentaristas culturales, y sobre de todo de unos lectores que no disponían de una oferta ni remotamente similar: Por un lado, Verde agua, de Marisa Medieri, con un posfacio de Claudio Magris y traducida por la propia Valeria, y junto a ella Las ciudades blancas, de Joseph Roth, en traducción de Adan Kovacsics (Premio Nacional de Traducción 2010); dos libros cuyo pequeño formato hizo que en su momento los libreros más entusiastas los situaran en los expositores destinados a postales (que suelen estar cerca de la caja registradora).
Ilustrativo de su forma de preparar las cosas antes de ponerlas bajo los focos es que Valeria aprovechara las vacaciones del año 2000 “para visitar la isla de Cres, en el Adriático, y tomar la fotografía que aparece en la cubierta de Verde agua, libro en el que esta isla ocupa un lugar destacado”.
Ya entonces, y aun cuando se trataba de una empresa unipersonal, Valeria se había rodeado de un equipo de colaboradores de primer orden que han tenido continuidad, con Pepe Far ocupándose desde el primer momento del diseño, o la correctora y traductora Marta Hernández o la traductora Rosa Pilar Blanco, entre los más fieles.
Al año siguiente aparecía la colección Alexanderplatz, destinada a “traducciones de novelas y ensayos acerca de la realidad alemana y de las áreas geográficas sobre las que esta cultura ha ejercido su influjo”, y posteriormente Con Vuelta de Hoja (2005), que alberga ensayos, biografías y autobiografías; las primeras ediciones en catalán en Microclimes (2010), entre las que destacan las de Chéjov y Panait Istrari; Tour de Force (2011), con obras de Jennifer Egan, Jon Bauer y David Vogel, entre otros, y la más reciente Micra (2015) “dedicada a textos breves y singulares”. Paralelamente, ha ido incorporando a algunos autores de singular personalidad en las letras en lengua española, como es el caso del cosmopolita asturiano Jesús del Campo, el chileno Gonzalo Maier, la catalana cosmopolita Mercè Ibarz o el mallorquín José Luis de Juan.

Traducción italiana, de Alessandra Riccio, de Las últimas voluntades del caballero Hawkins, de Jesús del Campo, en nottetempo (2003).
Y ha tenido también la sagacidad y el buen tino de establecer relaciones de colaboración con editoriales afines. Fruto de ello surgieron las colaboraciones (visibles en la Feria de Frankfurt) con Les Allusifs, fundada por Brigitte Brochard en 2001 y en cuyo catálogo figuran Paul Bouyoucas, Sylvain Trudel Daniel Bélanger y sobre todo traducciones (Virginia Woolf, Horacio Castellanos Moya), y las italianas Voland, creada por la eslavista Daniela di Sora y con un catálogo impresionante (Topor, Turgueniev, Mia Couto, Karinthy, Amélie Nothom, Gogol, Maupassant, Cortázar, Baulenas…), que le valió el Premio alla Cultura 1999 y el Premio del Ministero per i Beni et le Attività Culturali 2003, y Nottetempo, creada por Ginevra Bompiani y Roberta Einaudi en 2002, que cuenta también con un catálogo de lujo (Tariq Alí, Chejov, Robert Graves, Juan Marsé, Edward Said, Paul Celan, Guy Debord, Hannah Arendt, Bernardo Atxaga, Ingeborg Bachman, Pierre Bordieu, Erri de Luca, Jesús del Campo…).
No hay duda de que el éxito y la continuidad de minúscula surge de la invitación a leer una serie de obras y autores que una vez leídos nadie se explica cómo es posible que no estuvieran disponibles en español (Klaus Mann, Viktor Klemperer, Elio Vitorini, Esto es Nueva York, de E.B. White), pero también de una presentación y de un diseño de los libros (tanto interior como exterior) que los hace rápidamente reconocibles y los dota de una identidad colectiva. Un catálogo coherente de obras que dialogan entre sí sin atender a parámetros clásicos –como pudiera serlo el del género literario– y que, ni en ambición, ni en rigor, ni en exigencia ni en calidad literaria y editorial, fue nunca minúsculo. Como explicaba Bergalli ya en 2002:
El reto es crecer, pero de forma articulada. Es tan importante no incluir en una colección títulos que no tengan un papel claro en la serie, por muy sugerentes que sean, como velar por mantener la coherencia entre las distintas colecciones. Ésta es la fórmula que intentamos aplicar para responder a los dictados de un mercado limitado para este tipo de obras y para que el crecimiento de la empresa no vaya en detrimento del proyecto intelectual.
Fuentes:
Web de minúscula.
Carlos A. Aguilera, “Conversación con Valeria Bergalli, fundadora del sello editorial Minúscula”, Suburbano, 13 de abril de 2014.
Valeria Bergalli, «Una minúscula esperanza», Quimera núm. 223 (diciembre de 2002), pp. 18-20.
Valeria Bergalli “Editorial minúscula. Autorretrato en blanco y negro”, ponencia en el I Encuentro de Talento Editorial (Cartagena de Indias, 30 de enero de 2014).
Raquel Blanco, «Editar en tiempos revueltos: Valeria Bergalli, minúscula«, Jotdown, agosto de 2013.
Antón Castro, «Valeria Bergalli, diez años de libros de compañía«, en su blog, 12 de noviembre de 2010.
Martín Gómez, «Entrevista a Valeria Bergalli, editora de editorial minúscula», El Ojo Fisgón, 10 de abril de 2010.
Matías Néspolo, “Mi fórmula fue apostar por un catálogo coherente” (entrevista a Valeria Bergalli), El Mundo, 20 de enero de 2010.
Lo volviste a conseguir, Mengu. Un nuevo 10 de post! minúscula ha sido, es y, espero que por muchos años, siga siendo una de mis editoriales de cabecera desde ese maravilloso Verde Agua. El trabajo de Valeria me resulta impecable y la iniciativa en si misma una de las mejores excepciones en las reglas editoriales imperantes. Gracias por los detalles aportados y bravo negritas y cursivas!
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