Historias tras una fotografía histórica

No hay duda de que la edición y la literatura crea compañeros un tanto extraños y a menudo une a personajes de lo más peculiares. Es el caso de la fotografía de grupo en la que aparecen, de izquierda a derecha, el poeta editor Josep Janés (1913-1959), el pintor surrealista por antonomasia Salvador Dalí (1904-1989), el filósofo Eugeni (o Eugenio) d’Ors (1881-1954), el escritor y adalid del falangismo Luys Santamarina (Luis Narciso Gregorio Santa Marina, 1898-1980) y su sobrino el poeta, traductor y crítico de arte Fernando Gutiérrez González (1911-1984).

De izquierda a derecha: José Janés, Salvador Dalí, Eigeni d’Ors, Luys Santamarina y Fernando Gutiérrez.

El escenario es la fachada de la ermita de Sant Cristòfor de Vilanova i la Geltrú (en la provincia de Barcelona), una construcción del siglo XIV que D’Ors compró en 1944 y dos años más tarde empezó a funcionar en ella su «Academia del Faro de San Cristóbal», que Francesc-Marc Àlvaro ha caracterizado del siguiente modo:

José Janés.

Aquella singular institución, a medio camino de la reunión doméstica y la clase magistral protagonizada por el autor del Glosari y de otros «glosarios», se proponía como campo de estudio la «síntesis de la cultura», según refiere Guillermo Díaz-Plaja. Esta síntesis tenía que producirse mediante la investigación de las interrelaciones entre los diversos campos de la actividad cultural.

Lo más probablemente es que quien inmortalizara el encuentro fuera el insigne fotoperiodista catalán Carlos Pérez de Rozas y Sainz de Tejada (1920-1990), que al concluir la guerra civil española había entrado a trabajar en el periódico Solidaridad Nacional, del que fungía —pero al parecer ejercía más bien poco como director— Luys Santa María.

Muchas de estas relaciones se remontaban, por lo menos, a los primeros años treinta. En el primer gran proyecto editorial que ideó, La Setmana Literaria, Josep Janés preveía contar con la presencia de Eugeni D’Ors entre las primeras entregas para, aprovechando su fama en esos tiempos, llamar la atención de los lectores sobre su catálogo. En su por muchos imprescindible Josep Janés, el combat per la cultura, Jacqueline Hurtley reproduce un anuncio aparecido en el Diario Mercantil del 13 de marzo de 1934 en el que se informa de que, junto a La llegenda de Don Joan de Merimée traducida por Farran i Mayorial, algunas Històries extraordinàries de Edgar Allan Poe traducidas por Carles Riba o El rector de Tours de Balzac traducido por Lluís Palazón, entre otras obras, aparecerá La Ben Plantada de D’Ors, que tras haberse publicado por entregas en La Veu de Catalunya entre agosto y octubre de 1911 había tenido una primera edición en volumen, a cargo la Llibreria Àlvar de Balaguer, ya en 1912; y en la primavera de ese año tres artículos de Miguel de Unamuno (1864-1936) en Los lunes del Imparcial contribuyeron a hacer de ella la obra emblemática del noucentisme y la más popular entre las de Ors.

Sin embargo, La Setmana Literària sufrió unas ciertas modificaciones, entre ellas las del nombre, cuando en abril de 1934 apareció el primer número de la colección, también semanal, Quaderns Literaris (Les presons imaginàries, de Pere Coromines, ya anunciada en La Setmana Literària). D’Ors no aparece en Quaderns Literaris hasta el número doble76-77, y no con La Ben Plantada sino con Tina i la Guerra Gran (1935), que habían aparecido fragmentariamente como glosas con el título Lletres a Tina. En cualquier caso, a partir de entonces Janés y D’Ors tuvieron un trato frecuente y se atribuye al segundo una intervención decisiva pero no del todo clara para que Janés se decidiera (y pudiera) regresar a España tras haberla abandonado por temor a represalias tras el desenlace de la guerra civil en represalia por su intervención en los Serveis de Cultura al Front durante la contienda.

Félix Ros (1912-1974)

Es muy probable que la relación entre Santamarina y Janés fuera incluso anterior y se estableciera a través del entonces bisoño periodista y poeta Félix Ros (1912-1974), que participaba en la tertulia del escritor falangista y que recordó haber conocido a Janés cuando éste empezó a dirigir el Diario Mercantil. También el editor Luis Miracle pudo ejercer como puente entre el entonces esporádico traductor (entre otras cosas, y un poco paradójicamente, de Un mundo feliz, de Aldous Huxley) y el pujante editor.  El caso es que todo indica que establecieron una relación de amistad de un cierto calibre, pues no sólo Janés intentó interceder para evitar que durante la guerra Santamarina fuera condenado a muerte, sino que, ya como figura destacada del falangismo triunfante, en la posguerra Santamarina avaló y procuró por la integridad física de Janés, de modo que pudiera regresar a Barcelona.

Interior del Lyon d´Or reproducido por Antonina Rodrigo en García Lorca en Cataluña.

El caso de Dalí está, quizá, menos claro, como no podía ser de otra manera tratándose de personaje semejante. Lo más probable es que el vínculo entre Dalí i D’Ors sea un personaje no menos pintoresco, Lídia de Cadaqués (Lídia Noguer Sabà, 1866-1946). Y también es muy probable que tanto Santa Marina como sobre todo Janés, que era un habitual del Ateneu Barcelonès, tuvieran un primer contacto con Dalí a raíz de su muy sonada conferencia en esta institución el 22 de marzo de 1930, en la que puso de vuelta y media a un dramaturgo que no sólo era una celebridad reconocida internacionalmente sino que además había presidido el Ateneu, Àngel Guimerà (1845-1924), a quien calificó de «inmenso putrefacto peludo», «pederasta» y «gran puerco»; el revuelo llegó a tal punto que el joven pintor tuvo que huir de estampida para librarse de los socios que intentaron agredirle.

Sin embargo, la relación entre Janés y Dalí cristalizó en 1954 en un libro histórico, la edición precisamente de La Ben Plantada, en el que Ors remedaba novelescamente la historia de Lídia de Cadaqués, ilustrada por Salvador Dalí y de cuya publicación se hizo cargo Janés, después de haber intentado sin éxito, según cuenta Sebastià Tomàs Arbó en sus memorias, obtener los derechos para publicar en España las memorias del excéntrico artista (que en Argentina publicó Joan Merli en su editorial Poseidón, en traducción de Cèsar August Jordana). Cierta relación se retomó también a raíz de Dalí al desnudo, el libro de Manuel del Arco publicado por Janés en 1952, pero en este punto es gracioso recordar los comentarios que dejó Janés en una carta fechada en enero de 1933 y conservada en el Arxiu Nacional de Catalunya en la que, con motivo de su asistencia a un pase de Un chien andalou y L’Âge d’Or con coloquio posterior, declara: «No me gusta el surrealismo, pero me interesa».

Por último, Fernando Gutiérrez, probablemente a sugerencias de su tío, se convirtió en uno de los colaboradores más prolíficos de Janés, al margen del interés que pudiera sentir por la obra daliniana, en su condición de crítico de arte.

Pareja Editor sin pareja

José María Pareja entró en el mundo de la edición de la mano de Rafael Borràs Betriu, quien andaba buscando a alguien que se ocupara de la parte administrativa de un proyecto personal, pero cuando, tras menos de un año de actividad en común, Borràs le propuso comprarle su parte o venderle la suya propia, Pareja optó por quedarse con la editorial y rebautizarla como Pareja Editor, si bien es muy probable que los primeros títulos que aparecieron con este sello (quizá todos) ya estuvieran programados y preparados mientras trabajaban juntos como Pareja y Borràs Editores.

Luys Santa Marina.

Por un lado, aparecen bajo el sello de Pareja Editor los dos títulos con que se completa la decena que forman la colección de narrativa El Reloj de Sol, sin duda y con diferencia la más longeva e importante, hasta el punto de constituir el fundamento principal de la empresa. A quien fuera director y cabeza visible de la revista Azor, Luys Santa Marina, le publica Pareja Ada y Gabrielle (1959), un conjunto de prosas muy en la línea de los de Karla y otras sombras (Luis de Caralt, 1956), y la colección se cierra con Mientras esperamos, del filósofo y posteriormente editor Carlos Gurméndez, que aparece ya en 1960. El hecho mismo de que en la segunda mitad de 1959 sólo aparezca un título en esta colección ya es indicativo de la fase en la que estaba entrando este proyecto.

También de 1959 es la publicación del segundo y último número de la colección Moneda al Aire (que había abierto Jurado Morales), La nave de Pedro, de Teresa R. Valdés, obra cuya mayor singularidad es sin duda la aparición del prólogo una vez iniciada ya la narración de la novela, aduciendo que “los prólogos son siempre odiados por el lector y casi nunca se leen”, por lo que decide “intercalarlo en el preciso momento en que mi novela empieza a interesarte”.

José Jurado Morales.

Sin duda el proyecto más ambicioso, y del que más ejemplares se encuentran hoy en las librerías de viejo, es la publicación de todos los galardonados con el Premio de Novela Ciudad de Barcelona, de los que sólo llegaron a aparecer dos volúmenes, ambos en 1959. El primero contenía las obras vencedoras en las ediciones  1943 a 1953, es decir, Patapalo, de Bartolomé Soler, Cuando voy a morir, de Ricardo Fernández de la Reguera, Don Ramiro el Grande, de Joaquín Montaner, Amorrortu, de Juan Antonio Espinosa, y Cuerda de presos, de Tomás Salvador, mientras que en el segundo (1954-1958), después de un prólogo del crítico y traductor Enrique Sordo Lamadrid, aparecían las obras premiadas de Carmen Kurtz (Duermen bajo las estrellas), Mario Lacruz (La tarde), Mercedes Salisachs (Una mujer llega al pueblo), José María Castillo Navarro (Las uñas del miedo) y Carlos Rojas (El asesino del César).

Adro Xavier (1910-1998).

La última obra publicada en 1959 por Pareja Editor es La otra fraternidad, del polígrafo franciscano Alejandro Rey-Stolle Pedrosa, de mucho éxito en esos años con el seudónimo Adro Xavier. Apenas dos años más tarde, en 1961, y una vez desaparecida la editorial Pareja, este mismo título volvía a estar en las librerías gracias a Juan Flors.

Resulta cuanto menos curioso que un autor que Borràs Betriu había publicado con muy poca confianza, José Jurado Morales, uno de los principales miembros del grupo de Azor, sea el que a fin de cuentas publicara más obras en esta editorial. Tras la publicación de La hora de anclar en la colección Moneda al Aire, en 1960 aparece como segundo título de una muy breve colección La Llave el poemario Cuenco de arcilla.

Ignacio Agustí (1913-1974).

Ignacio Agustí (1913-1974).

Sin embargo, de esta segunda etapa de la editorial fundada por Rafael Borràs Betriu y José María Pareja destaca sobre todo un único título publicado en catalán, El vas transparent, de Joan Arús, ganador del Premi de Poesia Catalana en los Premios Ciudad de Barcelona, del que se hizo una tirada de cien ejemplares impresos sobre papel de hilo y firmados por el autor, de una tirada total de trescientos, y que aparece precedido de un prólogo firmado por Ignasi Agustí, cuyos mayores éxitos quedaban ya un poco lejanos (Mariona Rebull es de 1943 y El viudo Rius de 1944). Lo cierto es que su prosa resulta aquí tan chirriante como ditirámbica:

Esos versos de auténtica fuerza que tiempo ha quedaron sonando en mi espíritu y en él se mantienen firmes, inmortales, indiferentes a las efímeras veleidades de los estilos, de las corrientes y de las modas, porque son más fuertes que la historia, más duros que el paso de los días, más estables que todos los cambios de decoración. Los versos que recordamos de este puro y original poeta son como monumentos que llevamos dentro y cuyo peso sentimos»

Joan Arús.

Finalmente, la “aventura” a que se refiere Borràs Betriu en sus memorias, llegó a su fin ya en 1961, capitaneada ya por Pareja en solitario, con Caravaca de la Cruz, de Gregorio Javier (Gregorio Javier Gómez López), que además de haber entrado en la terna final del Premio Planeta en 1959, tiene como extraordinaria singularidad haber dado nombre oficial a la población murciana que hasta entonces se llamaba simplemente Caravaca, y que, naturalmente, hoy cuenta con una “calle Gregorio Javier”. Para que luego haya quien diga que los libros no cambian el mundo…

Caravaca de la Cruz.

Sin embargo, aún hay un dato para acabar de perfilar este proyecto editorial iniciado por Rafael Borràs Betriu que resulta interesante. En un trabajo reciente («La censura en la novela de los años treinta de Sebastià Juan Arbó«, de próxima publicación en Represura)*, Josep Miquel Ramis analiza las relaciones del novelista catalán con la censura y comenta la solicitud que hizo Pareja Editor en junio de 1959 de publicación de La hora negra (aparecida previamente en varias ediciones), así como su posterior y muy rápida autorización por parte de lo que solía llamarse, con jocoso oxímoron, las «autoridades competentes». Sin embargo, como señala también Josep Miquel Ramis esa obra de Juan Arbó nunca llegó a ver la luz en Pareja Editor.

 

Fuentes:

Rafael Borràs Betriu, La batalla de Waterloo. Memorias de un editor, Barcelona, Ediciones B, 2003.

Josep Miquel Ramis, «La censura en las novelas de lo años treinta de Sebastià Juan Arbó», en Represura*En cuanto esté publicado crearé el enlace.

 

 

Max Aub y Xavier de Salas esgrimen la pluma en un duelo a primera tinta

 

 logogexelAntes de 1936, el único estreno de una obra teatral de Max Aub que se había llevado a cabo lo había sido en catalán, en una sesión en Vilafranca del Penedés en la que, junto a El casament per força de Molière, se estrenó la versión de El desconfiado prodigioso que Millàs Raurell había publicado previamente en La Revista (número de julio-diciembre de 1928) con el título El malfiat extraordinari. Manuel Aznar Soler recogió ya en 1993  el texto de Aub que se leyó antes de la representación y reprodujo incluso la página de la revista Hèlix de 8 de enero de 1930 en que anónimamente se dio cumplida noticia de esta curiosa sesión teatral. Alrededor de la revista Hèlix, que según cuenta Guillermo Díaz-Plaja “se publicaba en Vilafranca del Penadés, al cuidado de Pedro Grases y de Juan Ramón Masoliver”, se reunía “un grupo universitario constituido por Xavier de Salas, Miguel Batllori, Carlos Clavería, Ana María Saavedra, Ramón Aramón y A. Serra Baldó”, grupo cuyo “centro de trabajo era la Biblioteca de Catalunya”, y en paricular su sala cervantina. De esta sala habla también Martí de Riquer a sus biógrafas Cristina Gatell y Glòria Soler.

Max Aub

La relación de Max Aub con la cultura, la literatura y las tertulias catalanas es bastante notable, sobre todo porque a partir de 1922 Aub pasaba casi cuatro meses en Barcelona cada año y porque allí residió buena parte de la guerra y colaboró en La Vanguardia y con Malraux en el rodaje de la película L´ Espoir. Cuando tras su exilio en México regresa a España, Aub tiene un enorme interés en regresar a la Ciudad Condal, tanto para reencontrarse con algunos de sus amigos de entonces (Luys Santa Marina, José Jurado Morales) como porque allí tiene a su agente literaria (Carmen Balcells). Su obra narrativa, sus diarios, su epistolario están salpicados no sólo de referencias sólidas a la cultura catalana sino también de palabras en catalán, lo que con muy buen tino llevó a Aznar Soler a plantear en el Coloquio Internacional Max Aub contra la muerte del mañana (Universitat Autónoma de Barcelona, 12-13 de abril de 2012), la remota posibilidad de que en algún momento salgan a la luz textos aubianos escritos en esta lengua, en la que es bien sabido que era capaz de seguir una conversación y de leerla.

A la espera de ese no  imposible hallazgo, de lo que sí tenemos constancia es de su intervención en un poema relativamente bilingüe y más o menos goliardesco escrito a cuatro manos con Xavier de Salas durante la noche del 27 al 28 de marzo de 1936 en el Ateneu Barcelonés y de la que existe una copia en el archivo personal de Martí de Riquer del que Gatell y Soler se han servido para  reproducido parcialmente:

Joven Riquer, joven Riquer

Salas, el muy don Javier

Prometiome el librote

Me voy sin él, yo mi culpa

Y sin la miel

Lejos vagaré

–Madrid famoso–

quédese Antología mi lector glorioso

Yo triste, vosotros con otro tomo,

Y Adiós.

……

Que se volvió tonto de tomo y lomo

El lomo lo tomó –y se lo comió

Pero luego, ¡ay!, se le indigestó.

…Hay males menores

Que pasan –ay– volando

Otros hay ¡ay!

Que sólo desaparecen c…

…….

Se tira la merda entonces,

Y sobra y basta;

Si no lo haces, apesta

Y a la vecina molesta.

……

W.C.

SENYORES

……

En Buda y en Pest

Los retretes no son retretés!

En Pest y en Buda,

Se escriben con ´ las mujerés

(con acento la piedra ruda!)

……

Con acento y sin él

La poesía es siempre poesía

¡rosa!

El manuscrito acaba con una muy necesaria nota bene: “no estamos trompas”. No estaría mal que algún día saliera a la luz el poema completo, no por el interés literario que pudiera tener, que el pasaje publicado no permite siquiera atisbar, sino más bien como prueba fehaciente de la existencia de obra de Aub en catalán.

En el Ateneu Barcelonés se encontraba la otra gran biblioteca frecuentada por los universitarios de la ciudad. Explican las biógrafas de Riquer: “Allí conocería a gente relevante en el mundo de las letras y pasaría muchas tardes y noches leyendo en su magnífica biblioteca y discutiendo con sus amigos. En aquella época, el Ateneu Barcelonés era sobre todo el punto de encuentro para la lectura y la amistad que, para los más jóvenes, tenía la ventaja de no cerrar ni el día de Navidad”. Y reproducen una interesante cita de Jeroni Guillén Peña, empleado del Ateneu, quien explica que era “la única biblioteca importante de Cataluña, y quizá de España, donde se podía hablar, fumar y beber, e incluso comer un pan con tomate”, a lo que el biografiado añade: “todo eran ventajas: podías acudir a cualquier hora, podías fumar, podías hacer que te lustraran los zapatos y podías tomarte un chocolate. Lo único que no podías hacer era quitarte la americana.”

BE1PlaçaTeatre333143Pero aparte de la Biblioteca de Catalunya y la del Ateneu, otro lugar de encuentro frecuente de Ignacio Agustí y Martí de Riquer con Xavier de Salas y Max Aub fue la tertulia que capitaneaba el escritor falangista Luys Santa Marina y que reunía a los colaboradores de la revista Azor José Jurado Morales, Félix Ros y Max Aub. En el Lyon d´Or de la Plaza del Teatro, al final de la Rambla, que a veces parece haberse confundido con la sede de otras tertulias literarias –diurnas y más convencionales– situada en la confluencia de la Gran Vía con la Rambla Catalunya, no lejos de la universidad: el Oro del Rhin. Más o menos habituales de la tertulia de Santa Marina eran también Guillermo Díaz-Plaja, Juan Ramón Masoliver o Cecilio Benítez de Castro, José Mª de Cossío, Emili Grau Sala, Andrés Calzada, e incluso en una ocasión acudió Pedro Salinas.

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Anuncio del mismo local, reconvertido en bodega andaluza, de 1944

Durante la guerra civil, Xavier de Salas publicó en el Destino burgalés dos artículos sobre esta tertulia, firmándolos como J. Valdesantoro, en los que evita mencionar nombres propios sin duda para no referirse a Santa Marina, que por entonces estaba preso en la zona republicana, pero en 1940 los refundió y publicó en el Destino barcelonés con el título “Azor en el Lion D´Or”. Resulta muy ilustrativo este texto porque, a toro y a tiros pasados, da una explicación de la deriva de esta heterogénea tertulia: “Cada vez más, la tertulia hablaba de política, y las deserciones comenzaron; hubo roces, luego se hizo difícil la convivencia (…) será triste el recuerdo de quienes en otras horas estuvieron con nosotros y hoy es preciso olvidar. Porque la mesa quedó partida en dos. Quedó aquí la mayor y mejor parte –los muertos primero–; los otros van errantes por el mundo: Pero el espíritu de Azor quedó aquí. Espíritu español; que la aportación de los otros –los menos– fue puro episodio, que alcanzaba únicamente a lo formal, no al espíritu de aquella revista que dirigió el jefe de la Falange de Cataluña en los años heroicos”.

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Fachada del Lyon d´Or en 1933

Repasando la lista de los tertulianos y colaboradores de la revista más habituales, los que al final de la guerra civil se quedaron en España –vivos o muertos– fueron todos menos uno, un escritor al que siempre irritó muchísimo que se pusiera en duda su condición de español por el solo hecho de haber nacido en París, Max Aub.

Cubierta de la edición prologada por Mª Teresa González de Garay de Campo cerrado (Capitán Swing, 2010)

También él escribió sobre esta tertulia, y por ejemplo en la novela Las buenas intenciones (1954) la protagonista entra a tomar un café en el Lion d´Or, donde, entre los muchos hombres que la miran, se encuentran Luis Salomar discutiendo con Jorge de Bosch (trasuntos de Santa Marina y Salas respectivamente), aunque la trata ya más por extenso en el tercer capítulo de la segunda parte de Campo cerrado (1943), novela por cierto, escrita en 1939 y en la que abundan tanto los catalanismos como los diálogos en los que alterna catalán y castellano. El retrato que se hace aquí de Jorge de Bosch es demoledor: “Dícese entendido en vinos y en viandas, y no pasa de aficionado, como en todo. Llámase Bosch, de Bosch; tiene en mucho la partícula: Jorge de Bosch, distinguido, lo que se llama distinguido, como dicen las tías con sobrinas en edad de merecerlo; buena raya en el buen pantalón, leído y mejor relacionado con los Señores de Barcelona; muy dado a la juerga sorda y muy capaz, por un chisme, de vender a un amigo. Era hombre precioso para Falange, recogía el aire de la Lliga y de los Carlistas y se lo daba –gratis, eso sí– a Salomar, que sentía debilidad por la heráldica y las partículas”.

Interior del Lyon d´Or reproducido por Antonina Rodrigo en García Lorca en Cataluña.

Interior del Lyon d´Or reproducido por Antonina Rodrigo en García Lorca en Cataluña.

En una anotación de sus diarios personales hecha en Londres en 1956, donde por entonces residía Xavier de Salas como director del Instituto de España, consigna Aub que, “evidentemente a X. de S. se le ha olvidado que salió de España gracias a un salvoconducto que le di en Valencia (en la estación) como uno de los “responsables” del Museo de San Carlos, para que fuera a Alicante –donde embarcó para Burgos–. A pesar de cuanto hizo después (contra mí), volvería a hacerlo”. Es difícil no recordar entonces la dura discusión que se narra en Campo abierto entre Vicente Farnals y un comunista como consecuencia de haber facilitado a un amigo que tenía intención de pasarse al bando de los sublevados un salvoconducto para que pudiera embarcar en Alicante.

Xavier de Salas (1907-1982)

Sin duda, la de Aub y Salas fue una amistad bastante singular y con altibajos, pero que quedó muy maltrecha como consecuencia de la guerra, pero cuando por fin Max Aub pudo regresar a España, el 1 de octubre de 1972 visitó al por entonces director del Museo del Prado y asistió a una cena en su casa el 22 del mismo mes con otros diez comensales, entre ellos Pedro Laín Entralgo y Claudio de la Torre, de la que salió muy irritado, pero aun así comenta: “Nada tuve ni tengo contra Ledesma Ramos, Giménez Caballero, Luys Santamarina o Xavier de Salas –hablo de mis amigos– camisas viejas: fueron fieles. Ahora bien, una vez más, frente a los que se endosaron el uniforme contrario en vista de los resultados, hablaría y no acabaría”.

Max Aub (1903-1972)

Difícilmente, de todos modos, escribiera Aub, ni en catalán ni en ninguna otra lengua, nada más a cuatro manos con Salas después del 18 de julio de 1936, pero no es decartable por completo que con él o con algún otro universitario barcelonés (Riquer, Agustí, Masoliver…) dejara huella de su veta lúdica y se atreviera a “meter cucharada” en alguno de esos juegos literarios en catalán tan habituales en los años veinte y treinta en los que el vanguardismo más humorístico confluía con la sabrosa tradición escatológica catalana. De haber sido así, dados los vaivenes que sufrieron los papeles aubuianos, lo más probable es que esté en algún archivo catalán.

Fuentes

Ignacio Agustí, Ganas de hablar, Barcelona, Planeta (Espejo de España 3), 1974.

Max Aub, La gallina ciega. Diario español, edición de Manuel Aznar Soler, Barcelona, Alba, 1995.

Max Aub, Diarios (1939-1972), edición de Manuel Aznar Soler, Barcelona, Alba, 1995.

Max Aub, Campo cerrado, en Obras Completas, vol. II, edición de Ignacio Soldevila Durante, València, Institució Alfons el Magnànim, 2001.

Manuel Aznar Soler, ed., Max Aub y la vanguardia teatral española (Escritos sobre teatro, 1928-1938), València, Aula de Teatre de la Universitat de València, 1993.

Guillermo Díaz-Plaja, Memoria de una generación destruida (1930-1936), Sant Cugat del Vallès, Delos-Aymà (Fiel contraste 1), 1966.

Cristina Gatell y Gloria Soler, Martí de Riquer. Viure la literatura, Barcelona, La Magrana, 2008. La traducción de lo citado es mía, pero hay versión castellana de este libro: Ana Cadarso, Barcelona, RBA, 2008.

Xavier de Salas, “Azor en el Lyon d´Or”, Destino 178 (14 de diciembre de 1940).

J. Valdesantoro, “Las viñetas de Destino. Pasión y vida”, Destino, 74 (30 de julio de 1938).

J. Valdesantoro, “De nuevo el Lyon d´Or”, Destino 76 (13 de agosto de 1938).

(La revista Destino está disponible en abierto en ARCA)

Fernando Gutiérrez, mentor de Juan Goytisolo

En Coto vedado (1985), con el que abre su interesantísimo volumen de Memorias (2002), Juan Goytisolo refiere la visita, en compañía de Enrique Boada, a un «poeta y crítico de arte de origen santanderino […], un hombre de una cuarentena de años, sencillo, caluroso y franco» que tuvo una intervención decisiva en el arranque de su personalísima carrera literaria: Fernando Gutiérrez González (1911-1985).

Cubierta del volumen de Memorias de Juan Goytisolo en Destino

Cubierta del volumen de Memorias de Juan Goytisolo en Destino

Con el pretexto de que Fernando Guitérrez le ayudaba a repasar las asignaturas de Derecho que por entonces cursaba sin ninguna gana, Goytisolo «le asistía a revisar sus traducciones, solicitaba su consejo en las dificultades y escollos» de la novela que tenía en marcha, la hasta hoy inédita El mundo de los espejos. En sus palabras, «Fernando Gutiérrez había advertido muy pronto las carencias y defectos de mi castellano y me alentaba a superarlos. Aunque no pudo comunicarme entonces, por culpa mía, su amor a la poesía de nuestros clásicos, contribuyó a extender y mejorar el contenido de mis lecturas». (Cualquier lector de Juan Goytisolo sabe bien que finalmente ese amor a los clásicos españoles cuajó, y de manera muy fecunda).

En aquellos tiempos (primeros años cincuenta), Fernando Gutiérrez trabajaba muy intensamente con José Janés, quien estaba llevando a cabo una política de premios literarios en busca de jóvenes nuevos valores de la literatura española (galardonó a González Ledesma, Ildefonso-Manuel Gil o Antonio Rabinad, entre otros) que pudieran competir con la excelente cantera en que se había convertido enseguida el Premio Nadal. Fernando Gutiérrez, secretario de esos premios, animó a Goytisolo a presentar su novela, que según el propio autor, «pese a las correcciones sucesivas […], pecaba a todas luces de torpe e inmadura: la sombra de Gide y Hermann Hesse se proyectaba ostensiblemente en ella y situaciones y personajes adolecían de melodramatismo e inverosimilitud». Goytisolo, sin embargo, se llevó el premio, pero con la franqueza que le caracterizaba, Janés le dejó claro que, pese al cheque de diez mil pesetas, «el premio sólo era un estímulo a continuar mi camino y llegar a ser algún día un escritor de verdad».

Diversas circunstancias, entre ellas el traslado de Goytisolo a Madrid, hicieron que se interrumpiera esta relación, pero cuando años después, con Juego de Manos, el joven novelista se dio de bruces con la censura de libros franquista, pese a la buena disposición de Destino a publicársela, fue de nuevo Fernando Gutiérrez quien intervino decisivamente. Buen conocedor de los entresijos del mundo editorial barcelonés de la época, Fernando Gutiérrez le recomendó que intentara la intervención de José Manuel Lara Hernández (1914-2003), y el asunto se desencalló rápidamente a cambio de publicar en Planeta el siguiente libro de Juan Goytisolo (Duelo en el paraíso).

Portada de las Páginas escogidas del Marqués de Santillana seleccionadas y anotadas por Fernando Gutiérrez y publicadas en 1939 en la Colección Merges de Luis Miracle.

Portada de las Páginas escogidas del Marqués de Santillana seleccionadas y anotadas por Fernando Gutiérrez y publicadas en 1939 en la Colección Merges de Luis Miracle.

En los años cincuenta, ciertamente, Fernando Gutiérrez había llegado a ocupar en la sombra una situación estratégicamente importante y de relativo prestigio en el mundillo editorial. Ya en los años treinta había abandonado estudios de ingeniería para lanzarse de lleno a una incierta carrera literaria que se desdoblaba en su obra sobre todo poética, el periodismo cultural y la crítica de arte (en Las Noticias) y la traducción, así como las más diversas labores editoriales (revisor, corrector, prologuista). Al concluir la guerra, ya en 1939 publica unas Páginas escogidas del Marqués de Santillana para la editorial de Luis Miracle, ejerce episódicamente de censor en la Delegación Territorial de Propaganda de Barcelona, reanuda su actividad como crítico de arte y, con Juan Ramón Masoliver y Diego Navarro, pone en marcha la que quizá sea la mejor revista literaria de la inmediata postguerra, Entregas de poesía, que aparecía en dos versiones: la corriente y la de bibliófilo. Además, poco a poco va dando a conocer Fernando Gutiérrez su obra poética (de raíz postsimbolista y clasicista), obtiene importantes premios tanto en su vertiente de poeta como en la de crítico de arte y luego, progresivamente, va cayendo en el olvido.

Sobrecubierta de la antología de poesía catalana preparada por el poeta y editor Josep Pedreira y firmada por Fernando Gutiérrez, publicada por Josep (con P) Janés, Editor.

Sobrecubierta de la antología de poesía catalana preparada por el poeta y editor Josep Pedreira y firmada por Fernando Gutiérrez, publicada por Josep (con P) Janés, Editor.

Sin embargo, deja a sus espaldas una ingente obra como traductor literario sobre todo en las editoriales de Janés (Somerset Maugham, Boris Pastenak, François Mauriac, Lampedusa, André Maurois, Homero…), pero también en Ediciones G.P. [Germán Plaza] (Kipling, Zweig) y como prologuista de colecciones janesianas tan exitosas como Los Premios Goncourt de Novela, Los Premios Nobel de Literatura o Los Premios Pulitzer de Novela, entre otras.

No es extraño que, dada la intensa y fructífera relación con el gran editor de la época, sea precisamente Fernando Gutiérrez quien nos legara uno de los textos más útiles e interseantes para conocer y comprender la obra editorial de José Janés, la conferencia «Recuerdo de José Janés». Fallecido en 1959 José Janés, Fernando Gutiérrez siguió a partir de entonces con un ritmo de trabajo asombroso, pero en algunos casos muy por debajo de su talento, y quizá varios factores contribuyan a explicar el casi completo olvido en el que ha quedado su figura y su obra. Por un lado, su parentesco con el falangista de primerísima hora Luys Santa Marina (1898-980), su tío, añadido a su inicial militancia falangista y su episódica dedicación a la censura de libros. Por otro lado, el hecho de que a menudo tradujera a partir de lenguas puente y no de la lengua original, a lo que se suma el hecho de que firmara obras o antologías, y en particular la célebre antología La poesía catalana. Els contemporanis (Josep Janés Editor, 1947), que es bien sabido que elaboró Josep Pedreira pero que, probablemente para facilitar su paso por censura, firmó Fernando Gutiérrez.

Portada (inexplicablemente cursi) de la edición en 2011 de Un extraño en París, de William Somerset Maugham, traducida por Fernando Gutiérrez.

Portada (almibarada sin motivo) de la edición en Ediciones B (2011) de la traducción firmada por Fernando Gutiérrez de «Un extraño en París» («Christmas Holiday»), de William Somerset Maugham. Esta misma traducción la había publicado en 1952 Janés en la colección Grandes Novelas de Grandes Autores y en 1956 en Club de Lectores con el título, no menos infiel, de «Luz en el alma».

Fuentes:

Daniel Giralt-Miracle, «Fernando Gutiérrez. Poeta y crítico«, La Vanguardia, 2 de marzo de 1984, p. 18.

Juan Goytisolo, Memorias, Barcelona, Península (Atalaya 85), 2002.

Fernando Gutiérrez, «Recuerdo de José Janés», conferencia pronunciada en la Biblioteca Central de Barcelona con motivo de la Exposición de la Fiesta del Libro de 1960 y publicada como anexo al Catálogo de la Producción Editorial Barcelonesa comprendida entre el 23 de abril de 1959 y el de 1960, Barcelona, Diputación de Barcelona, 1960.

Jacqueline Hurtley, La literatura inglesa del siglo xx en la España de la posguerra: la aportación de José Janés, tesis de doctorado, Universitat de Barcelona, 1983.

-, “La obra editorial de José Janés: 1940-1959”, Anuario de Filología (Universitat de Barcelona), n. 11-12 (1985-1986), pp. 293-329.

Félix Ros, escritor en catalán

Andrés Trapiello señaló a Félix Ros y Luys Santa Marina como los dos escritores catalanes más notables entre los falangistas, pero apenas ha

Andrés Trapiello, Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939), Barcelona, Destino (Imago Mundi 167), 2010 (edición que revisa y amplía las anteriores). Lo citado, en p. 413.

Andrés Trapiello, Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939), Barcelona, Destino (Imago Mundi 167), 2010 (edición que revisa y amplía las anteriores). Lo citado, en p. 413.

quedado algo más de la obra literaria del primero de ellos que Preventorio D. Ocho meses en el SIM (Barcelona, Yunque, 1939; reeditado en 1974 con el subtítulo Ocho meses en la cheka en Prensa Española), que se ha destacado a menudo como el ejemplo más interesante, o cuanto menos de los más legibles, de entre el aluvión de libros memorialísticos que en la inmediata posguerra evocaban el período bélico. En algún momento se ha recordado también a Ros como colaborador de la revista Cruz y Raya que en Madrid dirigió José Bergamín entre 1933 y 1936, en la que Ros publicó, entre otras cosas, una selección y traducción de obra de Jordi de Sant Jordi y de algunas de las Estances de Carles Riba. Pero menos conocida y quizá más sorprendente, dada su filiación política, es su veta como escritor en catalán y que quizá se explicaría muy difícilmente si no se tuviera en cuenta la amistad con el poeta y editor Josep Janés i Olivé.

En la espléndida revista Rosa dels Vents, se publica en el tercer y último número (junio-julio de 1936) un poema de Ros titulado “Rastre d´un llavi…” dedicado al director de la revista, Josep Janés i Olivé, de quien en la posguerra Ros sería socio en sus primeras y fugaces empresas editoriales, antes de crear Tartessos (que acabaría vendiendo a José Manuel Lara Hernández). He aquí el poema en cuestión:

Rastre d´un llavi, abandonat

sobre el mocador – i ignorat,

forma d´un bes sense record.

¿Qui va deixar ta sang, tan dolça,

sobre ma boca, que ara polsa

sil·labes certes, cert conhort?

Oh moment quiet – o fugitiu!

Oh gràcia lassa – àgil, potser!

Encara, com inútil riu,

esperen hores (ja atrevides

a sa esfera, invisible) fer

noves senyals d´amors i vides.

Mentre tu, mocador besat

de qui sap qui, enfonsis en l´ona

ton ventre de vent, fluix, sagnat,

sobre el qual l´encís s´arrodona…

I perdis el corall – despulla.

I tornis a ésser blanca fulla.

El periplo de Ros durante los meses siguientes a la publicación de este poema puede seguirse a través del mencionado Preventorio D, pero menor rastro, muy probablemente por razones de censura, han dejado los intentos del autor por volver a publicar en catalán, concretamente su libro de ensayos y notas El paquebot de Noé (en el que destacan las páginas dedicadas al poeta López-Picó) y el poemario Amosa ment. La noticia del primero de estos títulos se encuentra por primera vez en la sobrecubierta del número 74 de los Quaderns Literaris que Janés siguió dirigiendo durante la guerra civil, donde se señala entre los 64 números previstos, y cuya publicación se anuncia para octubre de 1937. Se anunció también en junio de 1939 en el quinto número del boletín bibliográfico que publicaba la Editorial Apolo, y a la altura de 1944 aún se consigna entre las obras de Ros “en prensa” en la editorial Tartessos, que dirigía el propio Ros. Finalmente sólo apareció en 1946, en la colección Genil de José Manuel Lara, traducido al español y censurado.

Sobrecubierta de El paquebot de Noé, en la colección Genil, de la editorial LARA.

Sobrecubierta de El paquebot de Noé, en la colección Genil, de la editorial L.A.R.A. (que poco después compraría Janés).

En cuanto a Amorosa ment, se menciona en la sobrecubierta de la edición de Tres suites, de Carles Riba, aparecida en la janesiana Biblioteca de Poesia de la Rosa dels Vents en 1937, pero no me consta que dejara otro rastro. También de 1937 es la traducción al español de la novela de Sebastià Juan Arbó Camins de nit, aparecida en la Editorial Luis Miracle, si bien cuando José Janés intentó publicarla, en 1947, en lugar de recuperar esa traducción el autor prefirió autotraducirse por considerar la de Ros una traducción excesivamente libre. Como colofón a este breve repaso de lo que parece obra más o menos perdida de Ros, quizá puedan mencionarse las numerosas traducciones del catalán al español que incluye Félix Ros en su libro Prácticas de literaturas no castellanas. Un panorama completo de todas las literaturas desde el siglo –X hasta 1944 (Selección de textos de literaturas extranjeras y las regionales de España para estudiantes de bachillerato (Barcelona, Tartessos, 1944), en cuyas páginas iniciales, por cierto, aparece aún El paquebot de Noé como “en prensa”, y en el que firma traducciones de fragmentos de Bernat de Ventadorn, Ramon Llull,  Jacint Verdaguer, Àngel Guimerà, Joan Alcover, Frederic Mistral, Joan Maragall, Josep Maria López-Picó y Carles Riba. Pas mal. Y a ello hay que añadir aún la Antologia poética de la lengua catalana (puesta en versos castellanos) que le publicó Editora Nacional en 1965. Todo un tour de force.

A raíz de la publicación de este libro, Félix Ros declaraba a Manuel del Arco: «el poeta catalán tiene más fácil serlo en francés y sobre todo en inglés que en castellano. El catalán lo que pierde en variedad lo gana en profundidad y es más difícil traducir el verso castellano al catalán que al revés». (La Vanguardia, 17 de diciembre de 1965).

Fuentes

Jacqueline Hurtley, Josep Janés, El combat per la cultura, Barcelona, Curial (Biblioteca de Cultura Catalana 60), 1986.

Félix Ros, Prácticas de literaturas no castellanas. Un panorama completo de todas las literaturas desde el siglo –X hasta 1944 (Selección de textos de literaturas extranjeras y las regionales de España para estudiantes de bachillerato, Barcelona, Tartessos, 1944.

Andrés Trapiello, Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939), Barcelona, Destino (Imago mundi 167), 2010 (3ª ed., que corrige y aumenta las anteriores).