Sender y el insoportable peso de la censura franquista

La obra literaria de Ramón J. Sender (1901-1982) ha tenido la inmensa suerte de ser analizada, estudiada y evaluada por una pléyade de grandes filólogos, historiadores de la literatura y críticos: Francisco Carrasquer (1915-2012), Jesús Vived Mayral (1932-2018), Donatella Pini, José Carlos Mainer, Marcelino C. Peñuelas, etc., lo que podría llevar a pensar que ya poco nuevo queda por decir acerca de las vicisitudes de sus libros. Con El triángulo editorial de «Crónica del alba», Olga Pueyo Dolader no sólo desmiente esa arriesgada suposición sino que, situándolo con precisión en su contexto político y editorial, convierte al autor aragonés en ejemplo para explicar la evolución de la censura de libros en España durante la dictadura franquista, sus métodos y objetivos y el efecto, dispar, que tuvo ‒y sigue teniendo‒ en la recepción de la literatura de los exiliados republicanos y en el canon de la literatura española del siglo XX.

Ya en 2020 Pueyo Dolader había llamado la atención sobre el valor y la importancia del rico epistolario del editor barcelonés Jaume Aymà i Mayol (1911-1989) conservado en el Arxiu Nacional de Catalunya en un artículo en la revista Sansueña, y de nuevo aquí constituye una de las principales fuentes de información para reconstruir el proceso de contratación y edición de Crónica del alba y algunas novelas posteriores, así como las delirantes gestiones que el intrépido y benemérito editor se vio en la necesidad de establecer con la censura. Gracias a este epistolario ‒que sería muy útil que algún editor valiente se atreviera a publicar‒ conocemos, por ejemplo, el proceso mediante el cual, con el texto ya compuesto, el editor se ocupó de introducir las enmiendas y correcciones y hacer las supresiones que le pedía el Ministerio de Información de modo tal que no se produjeran recorridos en el texto que obligaran a componerlo de nuevo (con el consiguiente costo y retraso), o que en la siguiente edición, gestionada también por el propio Aymà en la editorial Andorra, esas enmiendas se debieron ya a la mano del propio Sender. ¿Minucias filológicas de variantes textuales para solaz y entretenimiento de especialistas? Depende de cómo se mire, porque en muchos casos se trataba de párrafos enteros y porque, por acumulación ‒como puede comprobarse en el apéndice que incluye este libro‒ llegan a alterar en cierta medida el impacto del conjunto.

Joaquín Maurín

Otro de los puntales sobre los que se sustenta este apasionante recorrido es el archivo personal de Joaquín Maurín (1896-1973) y el magnífico epistolario que mantuvo con Sender y que en su día preparó y editó Francisco Caudet. A través de este material se traza una imagen precisa de las circunstancias en las que debían desenvolverse los escritores del exilio republicano de 1939, con acceso difícil a las editoriales asentadas en sus países de acogida, que además estaban inmersas en sus propios procesos evolutivos, con la alternativa de publicar en empresas a las que se impedía distribuir sus libros en España o de autopublicarse sin ninguna esperanza de una difusión mínimamente decente. En otras palabras, sirve a la autora para cartografiar el mapa del campo editorial anómalo en el que durante muchos años se vieron obligados a jugar este amplio conjunto de escritores valiosos.

Victor Alba

Además de redondear y precisar la imagen que hasta ahora teníamos de Maurín como agente literario oficioso de Sender, por fin queda más precisamente establecidas las circunstancias y los canales mediante los que, ya en septiembre de 1953 y gracias a la iniciativa de Víctor Alba (Pere Pagès i Elies, 1916-2003), Maurín propició que Sender intentara que la editorial de José Janés (1913-1959) le publicara algún libro en España y cómo este se topó con un tipo de censura insalvable pese a informes favorables de los lectores censores: Sender era impublicable no porque su obra defendiera unas determinadas ideas o mostrara una determinada imagen de España, sino simplemente por ser quién era; y la decisión la tomaba la Dirección General de Información. Aun así, es pertinente constatar que, como bien podría hacer cualquier defensor del franquismo, que en 1946 el editor Javier Morata había obtenido autorización para importar ejemplares de un libro suyo, pero conviene no olvidar que se trataba de tan solo diez ejemplares, lo que es tanto como decir apenas nada. También del Archivo General de la Administración, lógicamente, se ha servido con profusión la autora para dilucidar los procesos a los que fueron sometidas las peticiones de diversos editores para dar a conocer la obra de Sender a sus lectores naturales. Asimismo, le permiten establecer y documentar cómo la evolución política del franquismo fue evolucionando no en una estrategia de apertura hacia la obra del exilio republicano, sino más bien como un modo de instrumentalizar determinados textos para limpiar un poco sus manos manchadas de sangre inocente.

Los Aymà, padre e hijo.

También son del máximo interés las páginas dedicadas a la recepción que tuvo a lo largo del franquismo y la posición que ocupó en el canon forjado por los estudiosos de la literatura española, algunos de los cuales demostraron ser incapaces de separar la antipatía personal o la discrepancia política del juicio estético, mientras que otros se enfrentaban a enormes dificultades, cuando no a la imposibilidad, de acceder a la obra completa de los autores a los que pretendían evaluar ( y eso vale para Sender, pero también para Manuel Andújar, Francisco Ayala, Max Aub y una extensísima nómina de escritores de primer orden). Sirva como mínimo de ejemplo de cómo y hasta qué punto varias generaciones de españoles recibieron y en muchos casos asumieron una escala de valores literarios maleados en origen, y sobre todo de advertencia del enorme trabajo que aún queda pendiente de hacer para revertir y actualizar esa situación, pese a la labor ya llevada a cabo, entre otros, por los insignes filólogos mencionados en el párrafo inicial.

Ramón J. Sender.

Como escribe con irrebatible acierto Fernando Larraz en el prólogo, este libro es «una aportación fundamental a la reconstrucción de nuestra historia cultural del siglo pasado que trasciende el mero estudio de caso», porque, si bien sitúa la historia editorial de Crónica del alba en primer plano, el fondo sobre el que se desarrolla esa historia queda perfectamente perfilado y delineado, y saca a la luz toda una serie de aspectos que pueden servirnos para comprender mejor otros muchos casos de «recuperación» de la obra literaria ‒pero también pictórica o cinematográfica, por ejemplo‒ de los exiliados republicanos de 1939 durante el franquismo. En este sentido, quizás el título elegido podría llevar a engaño, porque el texto de Pueyo Dolader va mucho más allá de lo anunciado. Decir que El triángulo editorial de «Crónica del alba» es una pequeña joya sólo es cierto si nos limitamos a contar el número de páginas del volumen; no tiene nada de pequeña pero sí es una joya.

El libro y la cultura como conversación

NOTA: Esta reseña fue publicada originalmente en catalán en el Blog de l’Escola de Llibreria de la Facultat d’Informació i Mitjans Audiovisuals de la Universitat de Barcelona el 4 de octubre de 2023 con el título «Un llibre ben viu». 

Hay un amplio consenso en considerar Los demasiados libros, debido a su amenidad, agudeza e influencia, uno de los libros que mayor impacto ha tenido entre los profesionales y aficionados al amplio y diverso sector del libro.

El origen de este libro del poeta y ensayista mexicano Gabriel Zaid se remonta por lo menos al otoño de 1970, cuando en la revista de Buenos Aires Mundo Nuevo publicó un artículo con este mismo título, pero en realidad la primera versión del que sería uno de los artículos centrales del libro («Interrogantes sobre la difusión del libro») ya había formado parte del volumen recopilado por Enrique González Pedrero Los medios de comunicación de masas en México (publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México en 1969). Si retrocedemos incluso un poco más, conviene recordar que Zaid se graduó en ingeniería en el Instituto Tecnológico de Monterrey con una tesis sobre la industria editorial, publicada en 1959 (Organización de la manufactura en talleres de impresión para la industria del libro en México).

Aun así, este libro empezó a tomar forma unos años después, cuando, a partir de una serie de artículos temáticamente emparentados y que dieron a conocer las revistas México editor y La vida literaria, el autor confeccionó un libro que el argentino Carlos Lohé incorporó a su entonces todavía incipiente catálogo y del cual se tiraron dos mil ejemplares en 1972. Unos años después, reescrito a partir de reflexiones muy vinculadas a los temas centrales de Los demasiados libros que había ido publicando a finales de los años setenta y principios de los ochenta en las prestigiosas revistas mexicanas Diálogos, Vuelta y Letras libres, Zaid lo presentó al Premio Anagrama de Ensayo, y en marzo de 1996 resultó finalista (por detrás solo de El planeta americano, de Vicente Verdú), por lo cual ese mismo año lo publicaba la mencionada editorial barcelonesa en su colección «Argumentos». También de 1996 son las ediciones mexicanas, tanto en español (en Océano) como en traducción al inglés de Susan Beth Kapilian (en Diana). En 1999 el libro se incorporó al tercer volumen de las obras de Zaid Crítica del mundo cultural, y fue sobre todo a principios de este siglo cuando empezaron a proliferar las traducciones de Los demasiados libros (Zaid tiene la gentileza, autoirónica tratándose se este título, de mencionar en la presente edición el número de ejemplares que tiró cada una de las editoriales).

Al margen del muy personal y subyugante estilo del autor, la explicación del éxito continuado de Los demasiados libros quizá deba buscarse en la diversidad de temas ‒e incluso de aspectos de cada uno de los temas que trata‒ y en la amplia información que maneja Zaid para presentarlos, con mucha gracia y de una manera muy lúcida; lo que podríamos llamar un libro que se hace leer.

Si bien es cierto que los diversos capítulos han ido experimentando cambios en las sucesivas ediciones, y que no en todos los casos estas modificaciones responden a cuestiones menores de estilo y a la voluntad de actualizar la información, los títulos de cada uno de ellos resultan tan bien seleccionados e informativos como el del propio libro.

En «Los libros y la conversación» el autor se atreve a polemizar con Sócrates para, a continuación, lamentar la progresiva banalización de la lectura, que atribuye sobre todo a la recurrente «falta de tiempo» (y no solo para leer, sino para leer bien) y sentencia que la cultura es esencialmente una conversación y que en gran medida todo lo que se mueve alrededor del libro no son sino maneras diversas de animar una conversación universal y atemporal. En consecuencia, una de las funciones transcendentales de los editores es promover conversaciones interesantes, sin perder de vista sin embargo que «El aburrimiento es la negación de la cultura». Pero no acaba aquí la responsabilidad de los editores, porque «bastan muy pocos miles de ejemplares leídos por los destinatarios adecuados para cambiar el curso de la conversación, las fronteras del arte literario o la vida intelectual. ¿Qué sentido tiene entonces lanzar libros al infinito, para que se pierdan en el caos?».

Precisamente, «Quejarse de Babel», que en esta nueva versión tiene en cuenta por ejemplo la publicación bajo demanda (el printing on demand), se puede interpretar como una reivindicación de la conveniencia de publicar ese tipo de libros que muy difícilmente tendrán una recepción muy amplia, pero que en cambio satisfarán las necesidades o los intereses de una minoría (que ni siquiera hace falta que sea inmensa, ¡y mucho menos selecta!), porque contribuirán a la diversidad cultural y tal vez tengan un enorme potencial transformador en muy diversos aspectos.

«El costo de leer» pone el foco sobre otro tema siempre recurrente, el del precio de los libros, que a menudo es una de las falacias dilectas de los no lectores. Zaid no solo demuestra fehacientemente que en términos generales los libros son baratos, e incluso demasiado baratos, sino que pone el dedo en la llaga al destacar la importancia y el precio del tiempo en relación al libro y lamentar que lo que se ha encarecido sin mesura es el tiempo dedicado a la lectura.

Que Los demasiados libros es una entusiasta reivindicación de la lectura como una de las armas más poderosas para transformar a mejor tanto a los individuos como a las sociedades se pone también de manifiesto en «La oferta y la demanda de la poesía», que es una severa advertencia sobre la sobreproducción bibliográfica, tal como se anuncia en el título del libro, y donde constata que, paradójicamente, el avance en la alfabetización y la extensión de la educación superior no se ha traducido en un aumento de los lectores sino en la proliferación inabarcable de personas que desean ser leídas, y como advierte Zaid en «Cilicio para autores masoquistas», donde apela a la responsabilidad de los escritores, «Tu libro es una brizna de papel que se arremolina en las calles, que contamina las ciudades, que se acumula en los basureros del planeta. Es celulosa, y en celulosa se convertirá». Es decir, que hay quien no encuentra tiempo para leer pero sí para escribir libros que no aportan nada nuevo o interesante a la conversación, a ninguna conversación. El estilo de Zaid no sólo es ameno, irónico e incluso divertido, sino que hasta la ideas que pone sobre la mesa lo son.

En «Lectores en Wikilandia» (publicado originariamente en Letras libres, con posterioridad a la edición en Anagrama), Zaid se pone un poco en el papel de historiador de la cultura para rastrear la falsa novedad que supone la colaboración intelectual, cuyo origen sitúa como tarde en el Renacimiento, porque al fin y al cabo en la inmensa mayoría de casos los avances culturales se han producido con una cierta lentitud y gracias al progresivo refinamiento y profundización del pensamiento (colaborativo). Cada uno de los dieciocho textos que conforman  Los demasiados libros, algunos muy sintéticos y breves, otros más desarrollados y matizados, merecen una lectura atenta, una interpretación cuidadosa e incluso una mínima glosa o comentario.

Se trata, pues, de una recopilación de textos breves y unitarios, estructurados alrededor de alguna idea o ideas cada uno de ellos, pero que se enriquecen los unos a los otros, que conversan entre sí, y que en su conjunto clarifican muchos de los aspectos que interesan a los amantes del libro y la lectura y lo invitan a ampliar, profundizar y enriquecer la conversación sobre este gran tema.

Gabriel Zaid, Los demasiados libros: 1972-2022, Barcelona, Debate, 2023.

Una reivindicación del papel de Juan Ramón Masoliver

NOTA: Esta reseña fue publicada originalmente en catalán en el Blog de l’Escola de Llibreria de la Facultat d’Informació i Mitjans Audiovisuals de la Universitat de Barcelona el 15 de mayo de 2023. 

En las últimas décadas, acaso porque era un terreno apenas explorado por los doctorandos, han ido creciendo los estudios sobre los protagonistas de la vida cultural catalana de la inmediata posguerra, y a menudo se han emprendido con un espíritu revisionista y reivindicativo que puede llegar a ser distorsionador. Un hecho tan conocido y evocado a menudo como la intención de algunos franquistas cercanos a Dionisio Ridruejo de repartir entre la población hojas volanderas de propaganda en catalán en cuanto las tropas franquistas entraran en Barcelona ha llegado a interpretarse incluso como una muestra de ecuanimidad o de sentido común, que fue desballestada por instancias militares, cuando parece evidente que fue un fracaso estrepitoso producto de una ingenuidad rayana en la estupidez y quizás atribuible a la juventud e inexperiencia de los que la protagonizaron. Abundan las memorias de carlistas catalanes encuadrados en las filas franquistas (en particular en el Tercio de Montserrat) que reflejan, en el menor de los casos, la burla y el escarnio de que fueron objeto cuando durante la guerra les oían hablar entre ellos su lengua; por consiguiente, se hace difícil creer que alguien pudiera ser tan cándido como para suponer que un proyecto propagandístico de estas características tuviera alguna posibilidad de poder ser llevado a cabo (por no mencionar su posible efectividad). Pretender que estos vencedores de la guerra civil, por muy catalanes que fueran, no pudieron llevar a buen término sus espléndidos pero malogrados proyectos culturales debido a la inesperada o imprevisible resistencia conservadora y ultracatólica franquista resulta osado. Y tampoco es descartable que en la reiterada evocación de este episodio de los momentos finales de la guerra en Cataluña interviniera el afán por parte de los participantes en la misma de quitarse de encima un sambenito que, a medida que avanzaba la posguerra, acaso les resultara incómodo.

La Facultat de Filologia i Comunicació de la Universitat de Barcelona parece haberse convertido en una cantera de este tipo de estudios interpretativos, y el libro de Míriam Gázquez, surgido de la tesis con la cual se doctoró en 2008 en esta universidad (La contiuidad cosmopolita. J. R. Masoliver y la cultura de postguerra en Barcelona), es un ejemplo de ello, discutible en cuanto a la interpretación pero muy valioso como historia cultural.

La trayectoria de Juan Ramon Masoliver merecía un análisis en profundidad porque su importancia es indiscutible, tanto en su vertiente de fundador de la revista vanguardista vilafranquina Hèlix (1929-1930), como por su labor como traductor y crítico literario en la posguerra y por su papel en Entregas de poesía (1944-1947) y más tarde en la creación y dirección de la revista barcelonesa Camp de l’Arpa (1972-1977), con José Batlló como editor, pero tal vez centrarse en la vertiente de editor de Masoliver sea una pretensión ambiciosa en exceso si no es con una concepción de lo que es editar muy amplia y flexible, que puede desembocar en una tergiversación del valor cultural de algunos autoproclamados editores. De hecho, el propio estudio de Míriam Gázquez parece poner de manifiesto que la mayor aportación intelectual de Masoliver fue, tomando como modelo a Ezra Pound ‒la comparación con el cual no procede‒, la creación de un canon de la literatura universal y su pretensión (de efectividad muy dudosa) de imponerlo mediante una serie de iniciativas que acaso podamos definir como de fomento de la lectura (tertulias, publicaciones periódicas, actividad social), así como con la creación de una red de relaciones que la autora se empeña en describir como «corte», en referencia a La corte literaria de José Antonio de Mónica y Pablo Carbajosa.

En este mismo sentido y en referencia a la prestigiosa colección Poesia en la Mano, escribe Míriam Gázquez que «fue el único y breve intento de Masoliver de culminar su utopía de erigirse en el Pound español y de establecer una corte rapallense en Barcelona, buscando rentabilizar culturalmente su reciente victoria en la contienda» (p. 126). Con todo, la polémica sobre la auténtica paternidad de esta iniciativa tampoco queda por completo cerrada, y menos aún cuando se aduce como prueba una «carta de pago […] a cuenta de su labor como asesor literario de Poesía en la Mano»» firmada en noviembre de 1939 entre un vencedor de la guerra y Josep Janés, un editor derrotado que no paraba de entrar y salir de prisión (p. 219-220). Probablemente sea exagerada la afirmación de  Félix Ros (Abc, 9 de junio de 1959) según la cual Poesía en la Mano fue una iniciativa llevada a cabo por cuatro socios (Masoliver, Josep Janés, Pujol Mas y el propio Ros), pero incluso el mismo Masoliver declaró en 1983 al profesor Fernando Valls que fueron Janés y Ros quienes le pidieron cobertura para poder dar continuidad de alguna manera a la colección de Janés Oreig de la Rosa dels Vents y de ahí nació el proyecto, y diversos estudios han puesto de manifiesto este aspecto, hasta el punto de que el gran analista de la historia de la edición en Cataluña Manuel Llanas (a quien Míriam Gázquez no menciona) describe la colección como una imitación flagrante de la iniciativa janesiana, que por si fuera poco ni siquiera es aludida y que afecta tanto a la presentación de los volúmenes como al concepto y contenido de los mismos. Ciertamente, la comparación entre el proyecto de Oreig y Poesia en la Mano, tanto en lo que se refiere al aspecto conceptual y gráfico como a la selección de títulos es muy elocuente, y para quienes conocen ambas colecciones resulta un poco irritante la insistencia contra viento y marea en subrayar supuestas diferencias que dan una imagen de Janés y los editores de preguerra como unos intelectuales conservadores y apocados y de Masoliver, en cambio, como un modernizador y divulgador de la alta cultura que se enfrentaba contra imponderables. En este mismo sentido, es también una paradoja que la admiración de Janés hacia Eugeni d’Ors sea interpretada como una rémora y un anclaje en un novecentismo periclitado e inopreante, mientras que la de Masoliver por el mismo personaje se presente como  un rasgo de elitismo y de impulso modernizador aprovechando lo mejor que la literatura española del pasado reciente podía ofrecerle («donde Janés lee de una manera tradicional sin renunciar en ningún momento a la excelencia, Masoliver incorpora un bagaje personal […] que le permite realizar una lectura de los clásicos en clave moderna», pp. 222-223). Pero no puede interpretarse sino como una artimaña ocultar en una nota (la 458) en la página 415 la sucinta relación de las numerosas similitudes entre una colección y la otra, después de haber escrito que «la crítica ha querido ver una continuidad entre Oreig de la Rosa dels Vents y Poesía en la Mano basada en una serie de coincidencias: el formato antológico, la selección de autores extranjeros y nacionales, el rigor de las traducciones, la presentación bilingüe con el original enfrentado a la versión castellana y el diseño de la cubierta. No obstante, se trata de coincidencias meramente epidérmicas» (p. 222, la cursiva es mía).

Pese a esta interpretación del personaje como editor ‒y no queda del todo claro en qué sentido se lo puede considerar como tal‒ y del rechazo que pueda generar el carácter fascistoide, elitista, esnob y diletante de Masoliver, el hecho de sacar a la luz una enorme cantidad de datos procedentes de su riquísimo fondo personal y que entre otras cosas dan noticia de diversos volúmenes de Poesía en la Mano (en diversas fases de edición) que no llegaron a buen puerto, justifican más que sobradamente la lectura atenta pero cautelosa de este libro, que acaso caiga en un exceso de entusiasmo por el biografiado que se traduce en un desmesurado tono apologético (lo cual pudiera hacer malpensar que se pretende imponer al lector una hipótesis predeterminada, tanto si el curso de la investigación la demuestra como si no). En cualquier caso, sin embargo, es innegable que Míriam Gázquez hace con este libro una aportación muy cuantiosa y valiosa para poder llegar a completar algún día el mosaico de la cultura barcelonesa del período comprendido entre 1939 y 1975.

La interpretación del personaje, pues, es como mínimo bastante discutible, pero el valor del riquísimo caudal de información que aporta Míriam Gázquez en este libro es una extraordinaria contribución para el mejor conocimiento del campo literario de la Barcelona de la posguerra.

Míriam Gázquez, Juan Ramón Masoliver: edición y cultura en la Barcelona de posguerra, prólogo de Jordi Gracia, Madrid, Fórcola, 2023.


Fuente adicional:

Manuel Llanas, «Dues col·leccions de poesia a banda i banda de l´abisme de 1939», en Miquel Maria Gubert, Amparo Hurtado i José Francisco Ruiz Casanova, eds., Literatura comparada catalana i espanyola al segle xx: gèneres, lectures i traduccions (1898-1951), Lleida, Punctum & Trilcat, 2007.

Un vademécum de la edición y la publicación

NOTA: Esta reseña fue publicada originalmente en catalán en el Blog de l’Escola de Llibreria de la Facultat d’Informació i Mitjans Audiovisuals de la Universitat de Barcelona el 20 de diciembre de 2021.

Se dice a menudo que el sector editorial vive en un estado de crisis permanente y probablemente sea cierto, pero lo que es indudable es que en las últimas décadas se ha visto sometido a una serie de convulsiones —que han afectado a los derechos de autor, a la distribución, a la venta, etc.— como consecuencia del progresivo avance y divulgación de internet, la digitalización y la inteligencia artificial. Entre muchas otras virtudes, Los fundamentos del libro y la edición, presentado como un «Manual para este siglo XXI», identifica muchas de estas convulsiones, las historia e incluso propone algunas recetas para evitar que el sector prosiga su camino hacia el abismo.

Conviene poner por delante desde el primer momento que es evidente la influencia de los dos editores del libro en el resultado final. El editor Michael Bhaskar ha trabajado en diversas editoriales, fue uno de los fundadores de la editorial digital y de libros de bolsillo Canelo y ha explorado el campo de la inteligencia artificial como consultor de Deep Mind, pero es conocido sobre todo por sus libros The Content Machine: Towards a Theory of Publishing from the Printing Press to the Digital Network (2013) y Curation: The Power of Selection in a World of Excess (2016) (publicados ambos en español por el Fondo de Cultura Económica, los años 2014 y 2017, respectivamente). Por su parte, Angus Phillips, editor de la revista sobre el sector editorial Logos, ha tenido una carrera estrechamente vinculada a la edición universitaria y es autor de Turnig the page. The evolution of the book (2014) y, con Gikes Ckark, de un libro que ya es casi un  clásico reiteradamente revisado, actualizado y editado, Inside Book Publishing (1988; sexta edición, 2019). Este profundo arraigo en la industria editorial británica, y en su estudio, de los ediores del libro propicia una mirada que podemos definir como predominantemente anglocéntrica, en el sentido de dirigir la mirada más hacia el estado de la edición en Australia, por ejemplo, que en Francia, Portugal o Italia, o a poner como epónimos de los grandes grupos editoriales a Penguin Random House, Pearson o Harper Collins, pero en ningún caso a Planeta o Santillana. De todos modos, aun siendo relevante e ilustrativo, esto no es ningún inconveniente en cuanto al interés y utilidad de este libro, porque, al fin y al cabo, los antecedentes, la historia, los rasgos esenciales, los problemas y los retos que afronta actualmente la industria editorial son bastante similares en casi todo el mundo.

Michael Bhaskar en 2017.

Conviene hacer aún otra nota previa antes de entrar en materia, referente en este caso al todavía no resuelto sentido vago o demasiado amplio del término «edición» tanto en español como en otras lenguas románicas, que no permite deslindar claramente las tareas y responsabilidades de la publicación (el publishing en inglés), que afecta predominantemente a la selección de textos o de contenidos, y a la edición propiamente dicha (editing), que aplicada a los textos sería todo el proceso de modificación, adaptación, corrección, etc., es decir, a las sucesivas mejoras a las que es (o era) sometido el texto antes de su publicación. En este sentido, es significativo que el título original sea The Oxford Handbook of Publishing.

El volumen se estructura en tres grandes partes («La edición en su contexto», «Las dinámicas de la edición» y «La edición en la práctica»), precedidas, en la edición española, de un prefacio de Carlos A. Scolari y una introducción de los editores, y seguidas de una coda, también a cargo de Bhaskar y Phillips, donde se atreven a hacer una cierta prospección del futuro de la creación textual, del mundo del libro y de la lectura. Este manual se aplica, pues, a intentar resolver uno de los problemas más complejos a la hora de afrontar el estudio del sector editorial, que es la diversidad de vertientes que este presenta: tecnológica, económica, social, cultural, etc., y dentro del ámbito de la investigación en lengua inglesa recorre a especialistas de gran prestigio: la editora y profesora Alison Baverstock (cofundadora del Máster en edición de la Universidad de Kingston), Frania Hall (directora del Máster en Edición del London College of Comunication), Paul Luna (que dirigió el Máster en Diseño de Libros en la Universidad de Reading), Mira T. Sundara Rajan (investigadora en derecho de la propiedad intelectual y directora del máster en esta materia en la Universidad de  Glasgow), John B. Thompson (profesor de sociología en la Universidad de Cambridge y autor del muy influyente Los media y la modernidad: una teoría de los medios de comunicación y más recientemente de Las guerras del libro: edición y revolución digital)…

Angus Phillips en 2019.

Si bien cada uno de los veinticinco capítulos de los que se compone el libro constituye por sí mismo una magnífica y rigurosa introducción a un aspecto concreto y podemos aventurar que posiblemente algunos de ellos se convertirán en textos de referencia en una materia concreta, es muy frecuente —como quizá no podía ser de otra manera— que se establezca un diálogo entre los diversos capítulos y que una misma cuestión o problema lo encontremos tratado desde perspectivas distintas, por ejemplo; en particular, entre los textos incluido en la primera y segunda sección del manual. O, dicho en otras palabras, no estamos ante una recopilación o una antología de textos, sino ante un libro verdaderamente colectivo, muy bien meditado y planificado y que responde a unas intenciones y vocación muy bien definidos: «[que] sea de utilidad tanto para quienes estudian edición en el entorno universitario, como para aquellos profesionales interesados en estar al día de la vanguardia de su sector y disciplina». Es atrevida pero acaso no falsa por completo la ambiciosa afirmación de los editores en su introducción: «Con este volumen el estudio de la edición llega a la mayoría de edad».

Es casi imposible aquí ni siquiera la mención de los títulos de todos los textos: se puede ver el amplio índice aquí:

Aliston McLeery.

Pero sí vale la pena destacar algunas ideas interesantes, aun cuando en este caso, inevitablemente, la selección depende mucho de los intereses personales, Así, por ejemplo, Alistair McLeery establece un análisis comparativo entre la historia del libro (book history) y la historia de la edición y de la industria editorial (publishing studies), que resulta muy oportuna e ilustrativa en el caso de los estudios sobre estas materias en el mundo hispánico, que todavía parece estar buscando la manera idónea de articular unos estudios que inevitablemente han de ser transversales. En el mismo sentido, resulta muy útil la mirada amplia y transnacional que se pone de manifiesto en el texto de de Sundara Rajan sobre un aspecto tan fundamental como lo son los derechos de autor en el mercado editorial, y que diversas colaboraciones en este mismo libro confirman como uno de los capitales más importantes de los que disponen las empresas editoriales, en particular desde el momento en que aumentan muy notablemente las obras derivadas de libros (ya sean películas, series audiovisuales, versiones en audio, videojuegos…). Desde este punto de vista, es evidente que el publishing va mucho más allá y engloba muchos más aspectos que el editing (e incluso que el libro).

John B. Thompson.

En cuanto a los textos reunidos en la segunda parte, ofrecen unas esmeradas introducciones, muy descriptivas, a una amplia cantidad de temas sobre la configuración de la industria editorial, sobre diverses tipologías y su vertiente más económica: desde «Economía de la edición» y «Estrategias en la industria editorial», ambos a cargo del profesor de márquetin Albert N. Greco, hasta «La edición académica», de la editora de la serie Elements de la Cambridge University Press Samantha J. Rayner, y «La edición educativa», de los profesores de la Universidad de Liubliana Miha Kovač y Mojka K. Šebart. Un repaso muy completo a algunas de las tipologías de edición muy específicas con problemas y rasgos muy distintivos.

«La edición en la práctica» es quizá la parte más próxima al presente y por consiguiente la más susceptible de sufrir con el paso de tiempo una cierta obsolescencia, pero cubre también un espectro muy amplio del tema («Estructuras organizativas en la industria del libro», «Edición y tecnología», «Bibliotecas», «Librerías»…), y tiene además el valor de ir salpicada con algunas ideas sobre las direcciones que puede tomar el sector en los próximos años.

Alison Baverstock.

Aun así, la parte más prospectiva del libro es la ya mencionada «Coda», que forma un solo texto firmado por los editores, y «El futuro de la edición», que inicialmente puede interpretarse como una auténtica distopía —de la cual sería injusto para los posibles lectores hacer un spoiler— pero que contiene también una cierta dosis de optimismo según la idea que el lector se haya formado de qué es un libro y, sobre todo, de qué es la edición.

Hace unos veinte años, en 2001, W.W. Norton & Co. publicaba el espléndido libro del editor Jason Epstein Book Bussines: past, present and future, (en español a Anagrama: La industria del libro. Pasado, presente y futuro de la edición), y este título le cuadraría incluso mejor que al de Epstein (más personal y breve) a esta joya colectiva que viene a acrecentar el prestigio de una excelente colección sobre el mundo del libro como es Tipos Móviles, de Trama Editorial.  

Angus Phillips y Michael Bhaskar (eds.). Los fundamentos del libro y la edición: manual para este siglo XXI, traducción de Íñigo García Ureta, Madrid, Trama(Tipos móviles; 33), 2021.

Primeras páginas, que incluyen el índice y, parcialmente, la introducción de los editores, pero no el prefacio de Scolari:

Chartier, obra selecta

Con este mismo título, esta reseña se publicó inicialmente en catalán en el Blog de l’Escola de Llibreria el 21 de marzo de 2022.

De la importancia y la influencia de Roger Chartier en los estudios sobre el libro y todo aquello que lo rodea es difícil ya añadir nada nuevo, porque posiblemente sea el especialista en la materia más atendido, traducido y respetado en nuestros días (y muy probablemente lo será también durante mucho tiempo en el futuro).

A la larga lista de galardones y reconocimientos a su labor, Chartier añadió en el año 2019 el honoris causa por la Universitat de València, el servicio de publicaciones de la cual, en su colección destinada a tales menesteres, publicó una brillante selección de aquellos textos suyos que quizá sean los más significativos para el lector español. La selección la llevó a cabo el propio investigador francés, pero los responsables de la edición —el catedrático de Ciencias Historiográficas Francisco M. Gimeno Blay y el profesor de Historia y especialista en la llamada generación del 98 Francisco Fuster Garcia— la han enriquecido hasta convertirla en una perfecta introducción al trabajo y el pensamiento de Chartier y, al mismo tiempo, en un breviario muy bien estructurado de sus ideas principales y de la trascendencia que éstas han tenido en sus discípulos.

Leer y releer a Chartier siempre es un placer por la inteligencia, profundidad y aparente sencillez de su escritura, pero en este caso el contexto también es importante.

Abre el libro una breve nota a la edición de Gimeno Blay y, a continuación, unos textos quizás obligatorios pero no protocolarios, o no en el sentido banal del término. En la laudatio académica del nuevo doctor, Gimeno Blay contextualiza sucintamente y sitúa con precisión la figura de Chartier. A continuación, se reproduce la lectio pronunciada por el nuevo doctor y las palabras de clausura del acto (en que también fue investido honoris causa el prestigioso jurista alemán Jürgen Basedow) de la rectora de la universidad, Vicenta Mestre Escrivà;  cierra esta primera parte una aguda selección bibliográfica de Chartier preparada por Fuster García y enmarcada por una muy breve biografía previa del nuevo doctor que equilibra la trayectoria propiamente biográfica y académica con el lugar que ocupa en el pensamiento humanístico actual.

En el primero de los textos seleccionados se plantea Chartier con qué materiales cuenta todo historiador y cómo se construye la representación del pasado, teniendo en cuenta el diverso tipo de condicionantes que impregnan la historiografía y la literatura y, en consecuencia, el tipo de información que pueden aportar estas disciplinas para la construcción del pasado; una actividad, por otro lado, que siempre está en movimiento y, por lo tanto, también lo está nuestra idea del pasado. A partir de un recorrido de cómo han enfocado diversos filósofos, historiadores y filólogos esta relación, de complementariedad y al mismo tiempo de jerarquización, lo que al fin y al cabo hace Chartier es historiar las relaciones entre estas dos disciplinas o instituciones.

En «Curiosidad, lectura y ocio en el Siglo de Oro», el siguiente artículo compilado, el centro de atención son las evoluciones y cruces de los conceptos de ocio (peligroso en determinadas culturas), curiosidad y lectura, deteniéndose en particular en la España de los siglos XVI y XVII, de la cual vuelve a poner de manifiesto hasta qué punto tiene un conocimiento muy profundo. A partir inicialmente de la evolución de estos términos en los diccionarios de referencia, analiza lo que llama «la tensión entre la curiosidad como pecado o tentación y la curiosidad como conocimiento» para ponerla en relación con las prácticas de lectura y de formación de bibliotecas de la época.

Enlazando cronológicamente con el anterior, y relacionándose con él también por la referencia a la evolución de los términos en los diccionarios de la época, «Barroco y comunicación» se centra en el estatuto ontológico de la comunicación y en la diversidad de modos en que ésta se producía durante la relativamente larga transición de los manuscritos al predominio del impreso, teniendo en cuenta además el prestigio de la imagen (pintada o grabada).

A continuación llega Chartier a la figura del «pícaro» y a cómo la literatura contribuye a la construcción de la realidad, mostrando hasta qué punto las distorsiones llevadas a cabo por las traducciones o las ediciones abreviadas o poco escrupulosas pueden interferir en esta construcción (toma como uno de los ejemplos principales la recepción y divulgación inicial de El Buscón de Quevedo).

Uno de los artículos más sugerentes y literariamente brillantes del libro es «Encuentros. Cervantes en Inglaterra. Inglaterra en Cervantes», que sólo podía escribir alguien que ha leído con inteligencia y de manera profunda a ambos autores, y que proporciona al lector un equilibrio exquisito entre conocimientos y traviesa amenidad.

Cierran esta recopilación de perlas dos reflexiones que de un modo u otro abordan la práctica del historiador. En «Los hombres encantados» se plantea, a partir de Pierre Vilar y el Quijote, la relación entre los fenómenos históricos y los observadores que son contemporáneos a ellos, y, como siempre tratándose de Chartier, seguirlo en sus argumentaciones es una experiencia que depara sorpresas (en este caso en un último apartado que titula «Vilar lector de Vilar»).

Pierre Vidal (1930-2006)

A continuación («Edición y Universidad [siglos XV-XXI]»), un breve repaso histórico al papel de las universidades en la divulgación del pensamiento le lleva a exponer las principales transformaciones y los riesgos inherentes a la preponderancia creciente de la desaparición del concepto de revista (en el sentido de unidad con unos consejos de dirección y de validación inequívocamente establecidos y reconocibles), desde el momento en que leemos artículos dispersos disponibles en la red. Resulta particularmente oportuna la inclusión de este artículo porque subraya una de las virtudes más elogiadas de Chartier: su capacidad para mantener a lo largo de toda su trayectoria una mirada simultánea hacia el pasado, en el presente y hacia el futuro.

En el siguiente y último texto reivindica Chartier las lecturas compartidas con un criterio particularmente útil para establecer «generaciones» de historiadores —y, por extensión, de intelectuales—, dado que las revistas y colecciones, las lecturas, en definitiva, dotan de una fisonomía más definida a los colectivos que no según que experiencias vitales o académicas.

Gracias a los criterios que han dirigido la selección de textos, este volumen se convierte no tanto en un «grandes éxitos» sino en una invitación excelente a acercarse a los aspectos principales de la obra de Chartier, uno de los intelectuales más interesantes, sugerentes y apasionados de nuestro tiempo. 

Roger Chartier, Presencias del pasado: libros, lectores y editores: escritos seleccionados, edición de Francisco M. Gimeno Blay y Francisco Fuster García, València, Universitat de València, 2021.

José Manuel Lara, un personaje en busca de biógrafo

NOTA: Esta reseña fue publicada originalmente en catalán con el título «José Manuel Lara, el editor, de Rafael Abella» en el Blog de l’Escola de Llibreria de la Facultat d’Informació i Mitjans Audiovisuals de la Universitat de Barcelona el 17 de septiembre de 2021.

Durante los últimos años de su vida, el empresario editorial José Manuel Lara Hernández (1914-2003) mantuvo periódicas entrevistas con uno de sus mejores amigos y autor de la Editorial Planeta, el historiador Rafael Abella (1917-2008), a partir de las cuales este último construyó el presente libro que, como explica el autor en el prólogo (fechado el año 2004), «se nutre de sus propias confesiones o afirmaciones, en su mayor parte». Más de quince años después, la cordobesa editorial Almuzara ha enriquecido ese texto que había quedado inédito con un prefacio de su hijo, el escritor especialista en tauromaquia Carlos Abella, y una protocolaria «Nota de los Editores» que, un poco sorprendentemente, firman el exministro de Aznar y creador del Grupo Almuzara Manuel Pimentel (autor además de un Manual del editor), el director editorial Antonio Cuesta, la editora Ángeles López y la responsable de producción Ana Cabello. Tal vez no llamaría tanto la atención esta profusión de firmas si no fuera por los graves y reiterados defectos de edición que, como veremos, presenta el texto.

No hay ningún género de dudas, como subrayan con entusiasta énfasis los textos mencionados, que Lara Hernández fue todo un personaje y una de las piezas clave en el sector editorial de la segunda mitad del siglo XX, pero aun así no parece que haya tenido mucha suerte con las biografías que, hasta ahora, se le han dedicado. O quizá, mejor dicho, los lectores interesados son los que no han tenido mucha suerte, porque, como bien recuerda Rafael Abella en el mencionado prólogo «en demasiadas ocasiones se han aliado o mezclado la historia y la leyenda hasta el punto de no saberse con exactitud dónde acaba la una y empieza la otra». Poco podía  hacer por resolver esta cuestión el autor tomando como fuente principal las declaraciones del propio Lara, porque cuando va más allá de las palabras textuales del biografiado recurre a menudo o bien a una hemeroteca ya profusamente expurgada con los mismos objetivos o bien al entorno empresarial y familiar más afecto al editor, pero no por ejemplo a otros colegas de profesión, escritores, agentes literarios o traductores. La proximidad del autor a su biografiado resulta definitivamente excesiva y le dificulta mucho tomar distancia y hacer un juicio o una valoración mínimamente crítica, por lo cual se pierde una vez más la oportunidad de hacer un análisis serio y ecuánime de la trayectoria y la importancia que tuvo Lara en la configuración del sector editorial español. Dice mucho la frase inicial de la Nota de los Editores al presentar el texto como «la biografía autorizada»; así pues, ninguna sorpresa. Con estas premisas, resulta menos sorprendente el pasaje en el que se explica que «en cuanto a sus méritos el [Premio] Planeta se otorga a obras inéditas de cuyo valor los asistentes al premio no tienen la menor referencia y como, además, la mayoría se presenta con seudónimo, escaso margen queda para las especulaciones y las apuestas por un autor y por otro».

Por tanto, lo que nos ofrece Abella es un recorrido por la vida del gran editor que se detiene sobre todo precisamente en aquellos aspectos más conocidos y comentados y en aquellos que permiten a Lara poner de manifiesto sus rasgos más característicos (la simpatía, la pillería, la astucia, el peculiar «gracejo» andaluz…). Después de un repaso cronológico a la trayectoria vital de Lara, a partir de un determinado momento, cuando Planeta se ha convertido ya en la mayor empresa editorial en lengua española, Abella se centra sucesivamente en otros aspectos de la personalidad del empresario. Así, por ejemplo, dedica un capítulo a su vinculación con el fútbol y muy particularmente con el R.C.D. Espanyol, y a partir de ese momento, muy en sintonía con lo que hace también José Martí Gómez en Los Lara: aproximación a una familia y a su tiempo (Galaxia Gutenberg, 2019), focaliza mucho su atención en todos y cada uno de los premios Planeta, consignando los miembros del jurado, el talante de ganadores y finalistas, las anécdotas de las cuales se hizo eco la prensa en su momento (y que esta misma prensa se ocupa de evocar antes de cada nueva edición del premio), los invitados más destacados al acto de entrega de los galardones, los hechos más significativos de las giras promocionales posteriores… En cambio, no recrea la anécdota que se produjo cuando, a preguntas de un periodista acerca de por qué Soledad Puértolas había sido invitada a la entrega del premio de 1989 (que ganó con la novela Queda la noche), Lara pronunció la célebre réplica: «¿Usted cree que los niños vienen de París?».

El escritor Pío Baroja (1872-1956) y José Manuel Lara.

Es significativo que dos de los capítulos se titulen Anecdotario (I i II) o que otro lo ocupen exclusivamente los retratos que de Lara nos han dejado algunos escritores y periodistas (Rosa Montero, Ana María Moix, Màrius Carol, etc.), porque el libro no pretende tanto aportar una nueva mirada al personaje sino reunir el grueso de los datos y los hechos con los cuales José Manuel Lara Hernández se sentía identificado y de los que, en no pocas ocasiones, se mostró orgulloso; esos datos y rasgos que, en definitiva, le sirvieron para construir su personaje. Aun así, también hay algunas afirmaciones o explicaciones un poco sorprendentes, como por ejemplo cuando Lara narra su entrada en Barcelona con las tropas del general Yagüe al final de la guerra civil española y relata la siguiente escena con el barrio Chino por escenario: «Yagüe con su vozarrón característico nos dio la orden de que acabáramos con aquellos sujetos. Hicimos una limpieza de la manzana y eliminamos a todos los que no tuvieran clara su manera de pensar. Y así se hizo y cesaron los tiroteos. Yagüe podía ser muy duro, pero también era muy humano con sus hombres.»

En cualquier caso, Abella no es ningún caso engañoso y su propósito y método ya queda claro desde el primer momento, de tal modo que el lector no puede esperar otra cosa que una biografía poco menos que hagiográfica, pero su texto ha tenido la mala fortuna de ser editado con muy poco rigor y con una dejadez que en algunos casos puede resultar exasperante, en particular al lector catalanohablante. Por ejemplo, aparece sistemáticamente mal escrito el título de la novela de Joan Sales (Incerta gloria per Incerta glòria), lo mismo sucede con la de Mercè Rodoreda El carrer de les Camèlies (p. 136), Millenari de Catalunya per Mil·lenari de Catalunya (p. 267), Macanet por Maçanet (o a lo sumo Masssanet) (p. 102), etc. Más importante o grave parece transcribir mal el título de la novela de Bartolomé Soler Karú-Kinká y poco después en el mismo pasaje no cursivar el título de otra novela suya, Marcos Villarí, porque no queda del todo claro si se refiere a otro libro o a una persona con este nombre: «publicó en 1946 Karukinka de Bartolomé Soler, que se había dado a conocer con Marcos Villarí y obtenido un claro éxito con La vida encadenada» (p. 87). Entre muchos otros, un pasaje como mínimo confuso sin duda como consecuencia de un error de edición es el que se crea al reproducir unas palabras del escritor Antonio Muñoz Molina: «Muchas veces la mejor manera de preparar algo nuevo es pararse y no hacer otra cosa que pensar. Y menor todavía, si te dedicas a vivir» (p. 32).

José Manuel Lara Hernández, en compañía del editor Rafael Borrás Betriu.

Para rematarlo, el texto original no fue objeto de un marcaje adecuado, lo cual hace que al maquetarlo se hayan amalgamado los textos correspondientes a citas extensas con pasajes que ya no forman parte de la cita, lo cual contribuye a la impresión general de edición negligente, desidiosa y muy poco esmerada, cuando no provoca además confusiones o malas interpretaciones (pp. 88, 165, 323, etc.).

Rafael Abella (1917-2008)

Como dato para acabar de caracterizar este libro, añádase que la bibliografía con la que concluye es de veras mínima, no llega a la decena de títulos (y algunos además de fiabilidad tan dudosa como el Tiempo de editores de Xavier Moret o las Memorias de César González Ruano), pero más se echa de menos, sobre todo en un libro de estas características, un índice onomástico. La encuadernación con solapas y con la cubierta plastificada no casa ni con la pobre calidad del papel ni, mucho menos, con la calidad de la edición de un texto que, en cambio, por sí mismo, es honesto con su planteamiento.

Rafael Abella, José Manuel Lara, el editor, Córdoba, Almuzara, 2021.

Un libro para enmarcar

NOTA: Esta reseña fue publicada originalmente en catalán como «La tribu Einaudi: retrato de grupo» en el Blog de l’Escola de Llibreria de la Facultat d’Informació i Mitjans Audiovisuals de la Universitat de Barcelona el 28 de abril de 2021.

De izquierda a derecha, Alberto Moravia, Lucio Mastronardi y Giulio Einaudi.

No será muy osado describir el período que va desde principios de los años sesenta hasta bien avanzados los setenta como una etapa dorada de la edición europea. Son los años en que coinciden en el tiempo una serie de editores con unos posicionamientos políticos y estéticos, unas maneras de estructurar sus equipos, de funcionar y de hacer propuestas a sus lectores hasta ciento punto comunes y, por lo menos desde el punto de vista cultural, no sólo exitosas sino absolutamente esplendorosas. Son quizás, en Francia, los mejores años de las Éditions de Minuit de Jérôme Lindon, la etapa en que Christian Bourgois, después de dirigir entre 1962 i 1966 Julliard y pasar fugazmente por Grasset, crea la editorial que lleva su nombre; la época también de los grandes éxitos de Siegfried Unseld en Suhrkamp y  una de las etapas más brillantes de Rowohlt, en Alemania; así como la de la actividad más frenética de Carlos Barral y de los nacimientos de Tusquets, Lumen, Anagrama o Edicions 62 en España. Por lo que atañe a Italia, son las décadas de mayor prestigio cultural de dos editores legendarios, Giangiacomo Feltrinelli (1926-1972) y Giulio Einaudi (1912-1999). Y a estos nombres de editores europeos de primerísima fila se podrían añadir aún muchos otros que permiten defender esa etapa como una edad de oro de la edición cultural europea.

Si para conocer la estremecedora trayectoria de Giangiacomo Feltrinelli es imprescindible recurrir a la biografía que sobre él escribió su hijo Carlo (Senior service: biografía de un editor), en el caso de Einaudi, la madrileña editorial Trama de Manuel Ortuño se ha ocupado muy eficientemente de ofrecernos las herramientas indispensables per hacerlo adecuadamente. Hace ya un poco más de una década que la valiosísima colección Tipos Móviles recuperaba la traducción que la prestigiosa Esther Benítez (1937-2001) hizo del excelente libro donde, animado por Severiano Cesari, el propio editor contaba en primera persona su trayectoria profesional y sus ideas sobre la edición de libros (Conversaciones con Giulio Einaudi, inicialmente publicado en español por Anaya & Mario Muchnik). Más recientemente, Trama ha complementado esa visión inevitablemente interesada con el libro del editor turinés Ernesto Ferrero La tribu Einaudi, traducido por Chiara Giordano y Javier Echalecu y prologado por Manuel Rodríguez Rivero que, como muy acertadamente señala el subtítulo, es «Un retrato de grupo». También el siempre fiable Rodríguez Rivero acierta cuando define el libro como «una memoria no académica de la peripecia de su fundador, Giulio Einaudi», y al mismo tiempo como «una crónica eficaz y suficientemente experimentada “desde dentro” de la desaparición de un tipo de edición que, hoy día, salvo excepciones, parece relegada a los pequeños (o no siempre tan pequeños) sellos independientes».

Algunos con mejor iluminación y otros en la penumbra o más borrosos, mejor o peor perfilados, pero lo cierto es que la pléyade de intelectuales que aparecen en este relato, con grados diversos de responsabilidad e influencia en lo que se publicaba bajo el sello Einaudi, es absolutamente impresionante, y Ferrero pone de manifiesto una sagacidad y una perspicacia poco comunes para identificar y sacar punta a los detalles que definen el carácter de cada uno de ellos: Felice Balbo, Norberto Bobbio, Italo Calvino, Luciano Foà, Natalia Ginzburg, Primo Levi, Elsa Morante, Cesare Pavese, Pier Paolo Pasolini, Daniel Ponchiroli, Leonardo Sciascia, Raf Vallone, Elio Vittorini… y, como no podía ser de otra manera, Giulio Bollati, el otro gran puntal, con una visión financiera de la editorial acaso más realista que la del propio Einaudi, de quien en cierto modo era el contrapunto.

Si alguna idea ha dejado en el imaginario Eunaudi en el ámbito de la práctica editorial es la de «la edición sí», aquella que pretende llegar a crearse un lector fiel que congenia y se fía del criterio que rige las propuestas de unos determinados intelectuales y confía en que nunca le darán gato por liebre, hasta el punto de ser capaz de comprar un libro por el simple hecho de lucir éste un determinado sello en la sobrecubierta. En palabras de Jorge Herralde en Opiniones mohicanas, optar por la edición «sí» consiste en apostar por aquella edición «que investiga, se arriesga, busca la parte oculta, lo prohibido, desvela los intereses profundos. Enfrente, la edición “no”, a favor de lo obvio, del mercado, del caballo ganador, sin más preocupaciones que la cuenta de resultados». Y eso no tiene por qué depender siempre del tamaño o la supuesta «independencia» de la editorial. Esto está también muy en sintonía con la idea de otro gran editor contemporáneo de Einaudi, Samuel Fischer, para quien la misión más importante y bella de la actividad editorial es obligar al público a aceptar nuevos valores, que no siempre coincidirán con aquellos que desea.

Además de unos retratos que tienen un altísimo valor por sí mismos y ponen de manifiesto el entrenado talento literario de Ferrero, la mayor virtud de La tribu Einaudi es, pues, mostrar cómo operaba esta modalidad de edición literaria, cómo se estructuraba una empresa de este tipo, qué actividad y qué peso tenían en ella los directores de colección, cómo era el día a día y cómo se resolvían —atención, spoiler: a menudo haciendo más caso a la intuición que a la costumbre o a la tradición— los problemas que forman parte de la cotidianidad de toda empresa editorial. En cierto modo, ejemplifica con casos concretos y viene a confirmar afirmaciones como la siguiente del propio Einaudi en sus conversaciones con Cesarini:

Quizá el mayor defecto de una editorial cultural, donde necesariamente la atmósfera debe ser laboriosa, sí, pero no burocrática, sea la falta de felicidad. Es una impresión mía, acaso sea una impresión errónea, pero entonces, ¿por qué tanta inquietud y tanto descontento?

Añado que la tendencia de una empresa que produce cultura a volverse burocrática, a hacer demasiada “literatura empresarial”, derrochando tiempo y papel, se conjuga con el riesgo de destruir el bien más precioso, el sentido y la práctica del trabajo colectivo.

Es precisamente este trabajo colectivo, alegre, edificante y estimulante, que además se ramificaba en una colaboración culturalmente fructífera de veras entre los diversos grandes editores europeos de la época, lo que mejor y más eficazmente expone este libro de Ferrero, quien tiene la ventaja adicional de poder hacerlo desde dentro, dado que desde 1963 y hasta bien avanzada la década de los ochenta trabajó en Einaudi y fue no sólo testigo sino además, en muchos casos ‒en particular mientras fue su director editorial‒, uno de los protagonistas principales. Un libro, un retrato, para enmarcar y tener siempre a la vista.

Ernesto Ferrero, La tribu Einaudi: retrato de grupo, prólogo de Manuel Rodríguez Rivero, traducción de Chiara Giordano y Javier Echalecu, Madrid, Trama (Tipos Móviles 31), 2020.

Fuentes adicionales:

Severino Cesari, Conversaciones con Giulio Einaudi, traducción de Esther Benítez, Madrid, Trama (Tipos Móviles 5), 2010.

Carlo Feltrinelli, Senior service: biografía de un editor, traducción de Mercedes Corral. Barcelona: Anagrama (Biblioteca de la memoria 34), 2016. 470 p., [8] p. de làm.. ISBN 978-84-339-0799-8.

Jorge Herralde, Opiniones mohicanas, prólogo de Sergio Pitol, Barcelona, Acantilado (El Acantilado 43), 2001.

El papel de la propiedad intelectual en la historia de la edición

De ambición y valentía ya había dado muestras Trama Editorial en diversas ocasiones, y de hecho crear una colección como Tipos Móviles bien pudiera parecer un disparate pero el caso es que ha sobrepasado la treintena de títulos después del inicial El nuevo paradigma del sector del libro (2013), de Javier Jiménez y Manuel Gil y hoy agotado. Con todo, con la edición del voluminoso y completísimo libro colectivo Los fundamentos del libro y la edición. Manual para este siglo XXI, a cargo de Michael Bhaskar y Angus Philllips y traducido por el activo bloguero Íñigo García Ureta, Trama ha vuelto a poner de manifiesto su coraje al ofrecer al lector en lengua española un libro magnífico pero destinado a lectores muy exigentes y militantes publicado originalmente en inglés con el título The Oxford Handbook of Publishing (Oxford University Press, 2019).

Entre los muchos textos interesantes que contiene el volumen, el profesor Alistair McCleery, director del Centro Escocés del Libro creado en 1995 en el seno de la Universidad Napier de Edimburgo, dedica uno a los objetivos y la naturaleza de la historia de la edición y a cómo esta ha ido cambiando de rumbo, de objetivos y de intereses, a menudo en función de la cambiante percepción que se ha ido teniendo de qué es un editor y qué es lo que caracteriza su actividad. Objetivos parecidos a esos fueron los que animaron las jornadas de debate que en noviembre de 2016 protagonizaron un grupo de estudiosos españoles, argentinos y mexicanos y que cuajarían finalmente en la publicación en la editorial Trea de Pliegos alzados. La historia de la edición, a debate (2020), con resultados muy diferentes pero en muchos aspectos complementarios. Asimismo, este texto de McCleery dialoga y se complementa sobre todo con otros dos incluidos en Los fundamentos del libro y la edición, el de la profesora de literatura Simon Murray («Autoría») y el de la investigadora, profesora y consultora en derecho de autor Mira T. Sundara Rajan («Derechos de autor y edición»), ambos también muy jugosos.

Alistair McCleery.

Empieza McCleery por destacar el hecho singular que supone el interés que, a diferencia de otras industrias (incluso entre las culturales), las editoriales han tenido por narrar su propia historia en forma de libro («Las editoriales son instituciones vanidosas» es el potente y provocativo arranque del texto de McCleery). Los lectores españoles pueden dar buena fe de ello, y el hecho de que sean las propias editoriales quienes publican el relato de sus trayectorias (como fue también el caso en Argentina con Editar desde la izquierda en América Latina, por ejemplo, sobre Siglo XXI) generan la sensación inevitable entre quienes se acercan a ellos de que deben evaluarlos con cierto recelo o precaución, no sólo por lo que cuentan y cómo lo cuentan sino también —o tal vez sobre todo— por lo que ocultan o sobre lo que pasan de puntillas. Y no se trata de libros más o menos memorialísticos, que es habitual que se publiquen en las editoriales de los propios interesados (aunque haya excepciones, como El observatorio editorial de Herralde en Adriana Hidalgo o, del mismo autor, las Opiniones mohicanas en Acantilado). Los ejemplos de volúmenes que más o menos vienen a narrar la historia de una editorial o un editor españoles y firman personas distintas a las implicadas pero se publican en la empresa de los interesados son abundantísimos y van mucho más allá de los libros conmemorativos (donde eso sería más comprensible): El oficio de editor de Jaime Salinas en Alfaguara, El cavaller Floïd (sobre Joan B. Cendrós) de Genís Sinca en Proa, Los papeles de Jorge Herralde de Jordi Gracia en Anagrama, Por el gusto de leer de Juan Cruz sobre Beatriz de Moura en Tusquets…

El objetivo declarado de McCleery es explorar «la naturaleza de la historia de la edición» y tratar de distinguirla de «una historia de libros más amorfa y elástica», de la que considera que ha acabado por convertirse en un subconjunto. Además, por una parte «pretende compensar las expectativas autocomplacientes de las historias de las editoriales y, por otra, corregir un desequilibro: el modo en que la historia de la edición se ha desplazado del centro de la actividad académica para acabar en su periferia.»

Para ello, toma como modelo bastante útil e ilustrativo el de HarperCollins, en cuya historia, en un alarde de desfachatez hiperbólico, se arroga como orígenes la de empresas y sellos, «sin importar cuán recientemente han sido adquiridos». Ahora bien, entre los que en lo que llama «la historia ortodoxa» de la edición se han señalado a posteriori como pioneros de la figura del editor evoca (y descarta como tal) a Tito Pomponio Ático, asesor de Cicerón en cuestiones librescas, y que ha dado nombre a algunos proyectos relacionados con el libro (Atticus Booksm, Atticus Bookstore) con el evidente propósito de empaparse de algo de su prestigio o nobleza. Sin embargo, no parece en absoluto claro que Ático actuara como lo que hoy entendemos como publisher o como editor (y el hecho de que en español se use en ambos casos editor no deja de ser un engorro, y, hay que suponer, una traba para Íñigo García Ureta) y en cualquier caso supone aplicar al pasado categorías sólo muy recientemente creadas e inexistentes e inadecuadas cuando se aplican a un pasado tan remoto en el que los sistemas de producción, divulgación y distribución de textos eran tan conceptualemte diferentes a los de nuestros tiempos.

También descarta al segundo candidato, Aldo Manuzio, cuyo logo ha servido de inspiración a muchísimas editoriales en todos los ámbitos lingüísticos (basten como ejemplo, en el ámbito hispánico, el de Barral Editores y los de las colecciones Áncora y Delfín de Destino, Seis Delfines y Áncora de Salvación de Tartessos o la Dolphin Books de Joan Gili i Serra). Incluso un editor tan prestigioso como Roberto Calasso (1941-2021) ha recurrido al ejemplo de Manuzio, en una operación que McLeery juzga como una estrategia autocomplaciente que identifica la realidad con la aspiración, cuando el rasgo que éste considera como el principal de Manuzio es su carácter de innovador tecnológico; en otras palabras: de tecnólogo.

Añade a este desenfoque que supone observar y juzgar el pasado con ojos del presente el eurocentrismo como argumento adicional para descartar estos modelos, y dedica su atención luego a la importancia de las innovaciones chinas, tanto en la creación de tinta como en la de papel y en la de impresión, para acabar identificando como las primeras empresas destinadas a la edición (publishing) las imprentas de Plantin-Moretus, fundada en Amberes en 1564, y de Lous Elzevir, creada en Leiden en 1580, pues su propósito y actividades sí están más en consonancia con las de las empresas editoriales de nuestro tiempo, pero, atendiendo al desequilibrio entre publicación de novedades y de reimpresiones, McCleery identifica como «el comienzo de la historia editorial per se» el momento en que se introduce «la propiedad intelectual como un principio exigible», pues su concepción de la labor editorial se identifica muy estrechamente con el comercio de propiedad intelectual, al margen de que este comercio acabe materializándose en forma de libro impreso, de archivo de bites o de cualquier otra forma.

A partir de ese momento, el texto hace un recorrido por la historia paralela de la propiedad intelectual y las industrias basadas en ella que resulta muy sugerente y que nos llevan no sólo hasta el presente sino también un poco más allá, pues, en palabras de McCleery:

Sólo en el contexto de la «propiedad» intelectual sobreviven y prosperan las habilidades y conocimientos acumulados en el mundo de la edición durante los últimos tres siglos. […] A su vez, la supervivencia de la industria editorial contemporánea, que ahora forma parte de las estructuras generales de los medios de comunicación, dependerá de la supervivencia del concepto de propiedad intelectual y de su continua aplicación (desde 1710) en la legislación.

Alistair McLeery, «Historia de la edición», en Michael Bhaskar & Angus Phillips, eds., Los fundamentos del libro y la edición. Manual para este siglo XXI, traducción de Íñigo García Ureta, Madrid, Trama Editorial, 2021, pp. 39-59.

Fernando Larraz, Josep Mengual, Mireia Sopena, eds., Pliegos alzados. La historia de la edición, a debate, prefacio de Gonzalo Pontón, Gijón, Ediciones Trea, 2020

La editorial Rialp y sus conexiones con el Opus Dei

NOTA: Esta reseña fue publicada originalmente en catalán como «Historia de Ediciones Rialp» en el Blog de l’Escola de Llibreria de la Facultat d’Informació i Mitjans Audiovisuals de la Universitat de Barcelona en junio de 2020.

Dada su peculiar naturaleza, sus múltiples facetas y campos de influencia, hay muchos modos de narrar la historia de una editorial, de cualquier editorial. Es muy probable que a un filólogo le interese sobre todo qué tipo de textos y qué autores se publicaron, pero quizás a un historiador le resulte más atractivo conocer la trayectoria económica de la empresa; un sociólogo tal vez querrá saber hasta qué punto tuvo éxito en el sentido de incidir, mediante sus ediciones, en la sociedad a la cual iban destinadas y qué posición ocupaba en el campo de la cultura, y aún el historiador del arte evaluará si el diseño y la realización de los libros siguió una determinada tradición o en qué medida innovó en el campo del grafismo, por ejemplo, y a qué artistas solicitó su colaboración. No es fácil poder cubrir todos estos frentes a la hora de reconstruir la trayectoria de una editorial, y mucho menos exponerlos de una manera ordenada, equilibrada y coherente.

No hay duda de que, en primer lugar, la disponibilidad de los materiales para llevar a cabo una labor de esta naturaleza condiciona mucho los resultados. En el caso de la Historia de las Ediciones Rialp, la autora ha podido contar con fuentes que raramente se conservan y que, si las comparamos con otros casos, facilitan notablemente la investigación. En primer lugar, y tal como explica en la introducción, Mercedes Montero ha podido acceder al archivo de la propia empresa, afortunadamente conservado en la Universidad de Navarra y que, dada su riqueza y completitud, ha constituido la fuente básica y principal, pero también el Archivo General de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei, así como los archivos personales de los principales responsables de Rialp, Rafael Calvo Serer y Florentino Pérez Embid (estos dos últimos, también en la Universidad de Navarra).

Uno de los méritos que desde el primer momento vale la pena destacar de Historia de Ediciones Rialp: orígenes y contexto, aciertos y errores es haber reconstruido el origen de Rialp mediante la recuperación para el común de los lectores de la figura de la editora María Jiménez Salas (1910-1999) y de la Editorial Minerva, a las cuales en 2017 ya había dedicado un artículo importante pero entonces poco leído: «La editorial Minerva (1943-1946): un ensayo de cultura popular y cristiana de las primeras mujeres del Opis Dei» (Studia et documenta: rivista dell’Istituto Storico San Josemaría Escrivá, vol. 11 (2017), p. 227-263).

Si bien Jiménez Salas fue «alma y motor» de la Minerva, nacida por iniciativa del fundador del Opus Dei José María Escrivá de Balaguer (1902-1975), la propiedad de la marca era de su más estrecho colaborador, Álvaro del Portillo (1914-1994), y aunque llegó a publicar algunos títulos, entre los cuales la tercera edición del Camino, de Escrivá, en enero de 1947 el proyecto ya estaba en manos de Del Portillo, quien no tardó en rebautizarlo como Rialp (en recuerdo de una anécdota poco menos que milagrosa que había protagonizado Escrivá en el pueblo leridano de ese nombre).

José María Escrivá de Balaguer.

A partir de este punto, la autora expone la historia de la editorial Rialp centrándose, sobre todo, por un lado en el tipo de autores y de títulos que fueron publicándose en las diversas colecciones que se fueron creando (haciendo hincapié en aquellos que se publicaron por primera vez en español), e incluso deja constancia de proyectos que quedaron truncos y de títulos que nunca llegaron a ver la luz, y además lo contextualiza con pinceladas un poco impresionistas sobre la industria y el mercado del libro en las diversas etapas; por otro lado, la documentación a la cual ha tenido acceso la autora le permite describir con mucha precisión los diferentes avatares por los cuales, en el aspecto económico, pasó la empresa, con particular detenimiento en los sucesivos cambios en sus consejos de administración.

Así, en 1947 se hace cargo de la Rialp, como director, el historiador Florentino Pérez Embid (miembro del Opus y más adelante director general de Propaganda, es decir, máximo responsable de la censura franquista), con Ismael Sánchez Bella (también miembro del Opus) como secretario, si bien los editores más activos y ambiciosos fueron Rafael Calvo Serer, director de la famosa colección Biblioteca del Pensamiento Actual (y miembro también del Opus) y, el frente de la colección Patmos, Raimon Panikkar (asimismo miembro numerario, hasta 1966, del Opus).

Raimon Panikkar. (1918-2010).

En 1948 Rialp se constituye ya como sociedad anónima, y a nadie sorprenderá que el control accionarial y por tanto el consejo de administración quede en manos de miembros del Opus Dei, si bien se añaden a ellos personajes como, por ejemplo, el falangista «camisa vieja» Xavier Domínguez Marroquín (que en 1979 aún se presentaría por Falange Española Tradicionalista a las elecciones municipales en Bilbao).

Se detallan también en este libro algunos conflictos de la editorial tanto con la Iglesia como con la censura, así como la alternancia entre etapas de expansión y otras de contracción o incluso de crisis, de las cuales se libran mediante sucesivas ampliaciones de capital y, cuando es necesario, con préstamos de «bancos amigos». Capítulo aparte dedica Montero, lógicamente, a la enorme tarea que supuso la Gran Enciclopedia Rialp (1965-1977), proyecto acerca del cual se ofrecen todo tipo de datos de interés y pertinencia diversa.

Igualmente detallada es la narración del proceso que condujo a la quiebra de la empresa en 1986, que en este caso se resolvió cuando, de un modo indirecto y sirviéndose de hombres de paja, se vendió el control al empresario y especulador Pablo Bofill de Quadres mediante las Inversiones Inmobiliarias, S. A. De una segunda quiebra en 1996, que parece atribuirse a una manipulación contable que no acaba de quedar del todo clara (como tampoco a quién cabe atribuirla), se sale ya con Miguel Arango al frente de la editorial, cosa que inicia la etapa que nos lleva ya hasta el presente.

José Luis Cano.

En paralelo, también de la trascendental colección de poesía Adonais que dirigía José Luis Cano (1911-1999) va siguiéndose el recorrido, aunque en este caso el lector contaba ya con una cierta bibliografía importante sobre la materia (en particular el Medio siglo de Adonais: 1943-1993, Rialp, 1993). Pero tal vez valga la pena mencionar la sorprendente justificación que la autora da al hecho de que en 1949 no se otorgara el Premio Adonais a Ángel fieramente humano de Blas de Otero (si bien aun así Cano lo publicó enseguida en Ínsula) y sobre todo los términos con que Mercedes Cano expresa esta justificación: «El director gerente de Rialp [Pérez Embid] era católico por convicción personal, no por el ambiente de catolicismo oficial que se respiraba en España. Es razonable que le causara desasosiego premiar algo que iba en contra de su conciencia y de las convicciones por las que había fundado Rialp.»

Las quince páginas finales de conclusión acaso merecen un comentario detallado y más extenso del que conviene en un texto como el presente, porque, además de resumir el contenido de la obra, parecen tener una intención provocativa o polémica pero construida con unos argumentos no siempre lo bastante sólidos. Al margen de traslucir un indisimulado desdén por los editores antifranquistas barceloneses de los años sesenta y setenta (Beatriz de Moura, Jorge Herralde y en menor medida Esther Tusquets, que heredó Lumen de su tío y sacerdote Joan Tusquets), en estas páginas se enzarza la autora en una diatriba contra todos aquellos que siempre han considerado Rialp como un tentáculo del Opus que, si bien en el caso de algunas apreciaciones de Jordi Gràcia tienen una cierta consistencia porque señalan errores documentales irrefutables, caen en poco menos que el ridículo y la vergüenza ajena en el caso, por ejemplo, de Vicente Aleixandre («lo que pudiera decir Aleixandre sobre el sectarismo de los demás [Pérez Embid en este caso], nunca podría sobrepasar al suyo propio, del que siempre dio muestras el poeta, acostumbrado a amañar todos los premios “Adonais” que pudo y a insultar a cualquiera que no comulgara con sus planteamientos, especialmente los religiosos, sexuales y políticos (por este orden)».

La reconstrucción de la historia, sobre todo en cuanto a los aspectos de gerencia y administrativos, de Rialp que ha llevado a cabo Mercedes Montero (acompañada además de unos apéndices documentales muy útiles) es admirable y no queda en absoluto empañada por algunas escasas pero sorprendentes erratas, como la mala escritura del nombre del gran editor de posguerra Josep Janés (pp. 20 y 370) o la descripción del Premio Comillas de Tusquets como dedicado a «biografía, autogobierno [sic] y memorias», y ni siquiera por afirmaciones tan difícilmente defendibles como que «se olvida también con facilidad que fueron los libros de Rialp los primeros de la postguerra española que cuidaron decididamente el diseño» (p. 337) —cosa que, además de no haberse demostrado en el texto, es a todas luces falsa— o que fue Rialp y no Alianza Editorial (como aceptan la inmensa mayoría de los estudiosos) la gran introductora y divulgadora del libro de bolsillo en España.

Aun así, el mayor escollo de esta investigación es, paradójicamente, la idea presentada como tesis central del libro, que se puede resumir quizá de la siguiente manera: los vínculos de Rialp con el Opus no tuvieron apenas incidencia en qué y cómo publicaba la editorial, y no hay motivos para atribuir su éxito, y ni siquiera su supervivencia a lo largo del tiempo, a su relación con esta institución. Cuesta asumir esta tesis, en particular cuando se presenta en un libro escrito por una profesora de la Universidad de Navarra (fundada por el Opus Dei), publicada por la misma editorial Rialp y cuando ha quedado bien establecido desde el principio que la iniciativa de crear una empresa destinada a publicar libros que difundieran un determinado pensamiento y visión del mundo correspondió a José María Escrivá de Balaguer (fundador del Opus Dei) y que a lo largo de toda la historia de Rialp la suma de las acciones de la empresa en manos de miembros del Opus fue siempre mayoritaria, de modo que totas las decisiones corrían  a cargo de personas en la órbita de esta organización fundamentalista católica. Las filigranas y zigzagueos argumentales para defender esta tesis llegan a extremos realmente asombrosos, y parece agarrarse al clavo ardiente de la inexistencia de pruebas documentales de que el Opus como tal transfiriera dinero o impusiera la publicación o no de determinados títulos o temas. Es como si para la autora ni Pierre Bourdieu ni su concepto de campo nunca hubieran existido.

Resulta muy pertinente disponer de una muy completa y clara historia de Rialp, pero no es de recibo pretender que el lector comulgue con ruedas de molino.

Mercedes Montero, Historia de Ediciones Rialp: orígenes y contexto, aciertos y errores, Madrid, Rialp, 2019.

Carlos Pujol, maestro de editores

NOTA: Esta reseña fue publicada originalmente en catalán con el título «Escribir a contracorriente» en el Blog de l’Escola de Llibreria de la Facultat d’Informació i Mitjans Audiovisuals de la Universitat de Barcelona en julio de 2020.

Entre los editores barceloneses importantes en el siglo XX, hay una cierta desproporción entre el conocimiento que el común de los lectores tienen de los que llevaron a cabo el grueso de su labor en editoriales pequeñas y a partir sobre todo de los años sesenta (Castellet, Barral, Beatriz de Moura, Herralde) y los que desarrollaron la mayor parte de su carrera en empresas de cierta entidad o incluso en grandes corporaciones, como es el caso de Josep Janés, Germán Plaza, Enrique Badosa, Mario Lacruz… o Carlos Pujol Jaumandreu (1936-2012), auténtico pilar durante varias décadas de la editorial Planeta.

Carlos Pujol Jaumandreu.

Tal vez esto responda a una cuestión de glamur o al hecho de no haber estado nunca en el centro del faranduleo que impregnan el negocio editorial, pero es evidente que, por un lado, la importancia de la labor de Carlos Pujol no es en absoluto desdeñable y, además, que el impacto de algunos de sus trabajos, como por ejemplo la colección de Clásicos Universales Planeta, tuvieron una incidencia enorme en unas cuantas generaciones de lectores. Por no mencionar siquiera las cuatro décadas en que fue jurado del Premio Planeta, con la retahíla de episodios que esto le permitió vivir desde primera fila, y que en coherencia con su modo de ser nunca hizo públicos…

Por si esto no bastara, Carlos Pujol fue un prolífico traductor tanto de prosa como de poesía y tanto del inglés como del francés, el italiano o el catalán (Shakespeare, Defoe, Henry James, Stevenson, Orwell, Hemingway, Ronsard, Voltaire, Racine, Dumas, Balzac, Stendhal, Barthes, Guido Gozzano, Joan Sales…) y un creador literario que cultivó todos los géneros habidos y por haber (ensayos, novelas, reportajes culturales, relatos, poemas, aforismos, crítica literaria…).

Este es solo uno de los motivos por los que vale la pena adentrarse en el libro Escribir a contracorriente, en el cual la profesora Teresa Vallès-Botey compila y estructura materiales en apariencia diversos y heterogéneos (conferencias, cartas, entrevistas), pero con un objetivo que queda claro ya en el subtítulo: «Fuentes para el estudio del pensamiento literario de Carlos Pujol». Y ya adelanto que la promesa se cumple y que el caudal es, en términos cualitativos, muy abundante.

En un primer y breve texto inicial, el también profesor Domingo Ródenas consigue compendiar en apenes cuatro páginas los rasgos más significativos de la trayectoria radicalmente literaria de Carlos Pujol, subrayando el carácter libre y desvinculado de modas, movimientos generacionales y cualquier cosa que sonara a gregarismo. Y, después de la preceptiva «Nota a esta edición», en la que se nos informa de la procedencia de los textos y del propósito general del libro, Vallès-Botey dedica unas páginas a lo que describe como «exponer y articular su pensamiento sobre qué es la literatura y cuál es su función», caracterización que se queda corta, porque también presenta afinadas apreciaciones sobre qué era para Pujol el estilo y qué consideración tenía de conceptos como “tradición”, “estilo” o “canon literario”, y donde ciertamente selecciona sus ideas principales sobre la literatura en un sentido muy amplio.

El cuerpo de Escribir a contracorriente propiamente dicho arranca con un texto ejemplar en cuanto a la presentación del pensamiento literario de Pujol, la conferencia que dio en Huesca en el año 2003 y que, evocando muy acertadamente a Rilke, tituló «Carta a unos jóvenes poetas» (y que hasta ahora era prácticamente inédita, más allá del opúsculo que se imprimió para distribuir entre los asistentes a la conferencia). Se trata de un texto muy fiel a su contenido, lleno de sentido que conocen bien los lectores habituales de Pujol, y en el que tampoco faltan su característico humor e ironía, como tampoco la profundidad de pensamiento que se advierte sobre todo en la relectura.

Aun así, quizás lo más inusual y extraordinario de todo el libro llega a continuación: la posibilidad de asistir desde primera fila y en directo a cómo Carlos Pujol llevó a cabo el editing de La audiencia va de caza, las memorias noveladas del juez Miguel Ángel del Arco. Son casi un centenar de cartas y notas inéditas de extensión diversa escritas entre agosto de 2007 y enero de 2012 en las cuales, a medida que va leyendo capítulos, el editor va haciendo observaciones, recomendaciones y sugerencias al juez y que constituyen un tipo de documento al cual no es muy habitual tener acceso, pero que resulta muy ilustrativo.

A través de estos comentarios, en algunas ocasiones muy generales pero en otras de detalle y en todos los casos muy adecuadamente justificados, esta parte del libro se convierte en poco menos que un manual práctico para editores que no solo indica en qué elementos vale la pena fijarse (efecto y conveniencia de las descripciones, caracterización de personajes, composición de las escenas, uso de los diálogos, disposición de las unidades narrativas, estructuración general de un texto de extensión considerable….), sino también de cómo propiciar que un autor reconsidere las decisiones que ha tomado y que pueden perjudicar a su obra, y qué tipo de tono y de argumentos son los más efectivos para lograr este objetivo. En este sentido, aun habiéndose manifestado en alguna ocasión como poco inclinado a la docencia, en estas páginas Pujol se revela plenamente como el gran maestro de editores que fue.

La tercera sección de Escribir a contracorriente, la única que no se puede considerar en sentido muy estricto inédita, reúne un buen número de entrevitas a Pujol que hasta ahora dormían dispersas en publicaciones periódicas diversas y que, leídas consecutivamente, pese a algunas reiteraciones, permiten ver cómo Pujol concebía su propia obra, la práctica de la creación literaria y el sentido de la carrera literaria (término este último que probablemente él censuraría que aplique al conjunto de su trayectoria). Los buenos conocedores de la obra de Carlos Pujol acaso completarán o afinarán su interpretación sobre algunas de sus novelas o poemarios, y tal vez quien no la conozca sienta la curiosidad o la tentación de acercarse a una obra exigente con sí misma pero muy accesible al lector, en quien siempre deposita su confianza y lo invita a participar (de ahí, por ejemplo, que en su narrativa sean frecuentes los finales más o menos abiertos).

El volumen concluye y se redondea con una muy completa cronología profesional y literaria de Pujol, que usa además con ingenio la tinta de color para resaltar la diversidad de géneros que cultivó y que está salpicada de breves comentarios extraídos de cartas y documentos personales en los que el propio editor-escritor-traductor explica o comenta algunos episodios de su vida.

Es evidente que estamos ante un libro que cualquier lector de Pujol querrá leer, pero que tiene también otros muchos alicientes para quienes deseen conocer el proceso de edición de un texto y que, además, fiel al pensamiento estético del propio Pujol, es original y emocionante sin necesidad de énfasis, trucos ni fuegos artificiales.

Vallès-Botey, Teresa (ed.). Escribir a contracorriente: fuentes para el estudio del pensamiento literario de Carlos Pujol, Granada, Comares, 2019.