El Premio León Felipe de cuento y su contexto

En enero de 1972 está fechada la edición de un curioso libro encuadernado en rústica con solapas que reúne los Premios León Felipe de cuentos. Según la página de créditos, el responsable fue Finisterre Impresor Editor, pertenece a la Serie Mil y Una y se hizo una tirada de 3000 ejemplares de cuya impresión se ocuparon las mexicanas Gráficas Menhir.

María Teresa León, de joven.

Es igualmente interesante el índice de cuentos y autores antologados: la narradora costarricense radicada en Estados Unidos, tras haberse doctorado en Letras en Madrid, Victoria Urbano (1926-1984), que obtuvo el premio por «Y era otra vez hoy», que más tarde recogería en Cuentos arcacos para el año 3000 (Ediciones Sierra Madre, 1972); la escritora española exiliada entonces en Roma María Teresa León (1903-1988), que fue reconocida con una mención especial por «Manos arriba», al parecer un cuento surgido del pacto de escribir un relato sobre el fantasma Ludovico establecido por Miguel Otero Silva, Miguel Ángel Asturias, su esposa Blanca Mora de Araújo y Rafael Alberti durante una velada en la romana Villa Guillichini.

Sergio Ramírez con Julio Cortázar

Les acompañaban «La bomba L», donde la mexicana Marcela del Río (1932-2022) saca rendimiento estético a la originalidad en la disposición del texto; «El centerfielder», del nicaragüense establecido por entonces en Costa Rica Sergio Ramírez (n. 1942) y que el año anterior había ganado el Premio Latinoamericano de Cuento de la revista caraqueña Imagen por su primer libro; De tropeles y tropelías (Managua, Editorial El Pez y la Serpiente, 1972); «Perseguido», un relato sobre los primeros días del Ejército Guerrillero del Pueblo del periodista argentino Carlos Roberto Morán, cuya obra literaria despegaría editorialmente en los años ochenta; «El señor del ostracismo», del cirujano y narrador guatemalteco Humberto Mansylla Placeres (1910-1981), de quien no se antologó en volumen alguna pieza suya hasta los años ochenta (póstumamente), aunque había triunfado en algunos premios literarios; «Los hombres no lloran», del costarricense Fabián Dobles (1918-1997), que en 1967 había obtenido el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría de Literatura con la novela En el San Juan hay tiburón (San José, L’Atélier, 1967) y en 1968 el Premio Nacional de Cultura Magón; «Baile clandestino», del poeta republicano español exiliado en Moscú Celso Amieva (José María Álvarez Posadas, 1911-1988), que desde los años sesenta había estado publicando sus poemarios en El Oriente de Asturias y en la editorial Ecuador 0º, 0’ 0’’ de Alejandro Finisterre y que ya había visto publicado ese mismo cuento en la revista cubana Bohemia (núm. 10, de 1955), y por último «Las bofetadas», del psicólogo y científico nuclear dominicano residente en Estados Unidos Nemen Michel Terc, de quien las Ediciones Universal de Miami publicarían ese mismo año 1972 Poemas primeros y Contra el tiempo.

Sorprende en primer lugar el cosmopolitismo de la antología, que reúne escritores de procedencia muy diversa, pero también que no se ofrezcan en el libro el nombre del diseñador de la cubierta ni los más mínimos datos sobre el certamen del que surgieron las obras, ni siquiera en qué año se concedió.

La entrega de los premios se había llevado a cabo el 2 de mayo de 1969 en la Sala Manuel Ponce, con la presencia de sólo algunos de los premiados. Los diplomas a Nemen Michel Terc, Carlos Roberto Morán, Celso Amieva y María Teresa León los recogieron en su nombre, respectivamente, la periodista y activista cultural Mignon Coiscou Henríques, el poeta y narrador Raúl Navarrete, el periodista y prestigioso corrector de estilo español Emilio Criado Romero y la escritora también exiliada Mada Carreño. El por entonces secretario de Educación Pública, el escritor Agustín Yáñez (1904-1980), entregó a la ganadora el diploma y los 75.000 pesos con que estaba dotado el premio y pronunció un discurso titulado simplemente «El Premio León Felipe», que luego se recogió en el suplemento México en la Cultura (11 de mayo de 1969, p. 5).

El fallo había salido del acuerdo de un jurado formado muy mayoritariamente por republicanos españoles en el exilio: además del propio Finisterre, el filólogo medievalista Amancio Bolaño e Isla (1896-1971) y los escritores Juan Rejano (1903-1976), Antoniorrobles (1895-1983), Ernestina de Champourcín (1905-1999) y Max Aub (1903-1972), a los que se unió el escritor mexicano Francisco Monterde (1894-1985).

Y, en palabras del editor Alejandro Finisterre, la idea de crear el galardón provenía de la voluntad de «honrar la memoria del eximio poeta del éxodo y el llanto», que había fallecido en septiembre de 1968, y al tiempo conmemorar los treinta años de la llegada de los republicanos españoles, con lo que quedaba explicitado el carácter de, podríase decir, «premio del exilio republicano».

En la Serie Mil y Una en la que se inscribe este libro se habían publicado previamente una docena larga de obras entre las que no resulta fácil encontrar rasgos comunes: Del libro y de libros (1969) de Velia Márquez, Mejicanerías… y algo más (1969), de Tomás Murguía y Reyes Retana, El rastro de la mariposa (1969), de Eunice Odio, Vidas exaltantes (Rolland, Unamuno, Vasconcelos) (1969), de Carlos Deambrosis Martins, Los caballos de palo muerden (1969), de Emilia Romero de Valle, Los culpables (¿1969?) de María Teresa Santoscoy, Crímenes ejemplares y otros (¿1969?) de Max Aub, Nuevo diario de una mosca (¿1970?), de Irene G. de Lanz, Daguerrotipos (1970), de Olga Arias, Su excelencia (1970), la primera novela escrita por Mario Moreno, Cantinflas, Los personajes de «La Celestina» (1970), de Pablo Fernández Márquez, muy ilustrado y prologado por León Felipe, Isidoro Fabela, defensor de España (1970) de Fedro Guillén…

También resulta curioso tratándose de Finisterre que el libro se publicara dos y medio largos después de la ceremonia de entrega. Aunque muchos años más tarde otros premios tomaron como nombre el del poeta León Felipe, no parece que este galardón a relatos breves y cuentos volviera a convocarse.

Fuente adicional:

Gregorio Torres Nebrera, «María Teresa León: Cinco cuentos recuperados», Anuario de Estudios Filológicos, núm. XIX (1996), pp. 485-512.

Anónimo, «Premio León Felipe 1969», Revista de Bellas Artes, núm. 31 (enero-febrero 1970), pp. 110-111.

El rescate editorial de Luisa Carnés, mecanógrafa en la CIAP

María Luz Morales (1889-1980).

En las últimas décadas son varias las artistas y escritoras surgidas en los años treinta que, tras un largo periodo en una tercera o cuarta fila, han despertado de nuevo el interés no sólo de los editores, sino también de los lectores. No puede decirse que sea exactamente el caso de Elena Fortún (1886-1952), Rosa Chacel (1898-1994), Concha Méndez (1898-1986), María Teresa León (1903-1988), María Zambrano (1904-1991)  o Mercè Rodoreda (1908-1983), que nunca quedaron por completo en la sombra y que, pese a la acción de la censura española, siguieron leyéndose en otros países o por lo menos en el ámbito universitario, pero sí por ejemplo los de María Luz Morales (1889-1980), Ana Martínez-Sagi (1907-2000), Irene Polo (1909-1942) y Luisa Carnés (1905-1964).

A finales de los años sesenta, el editor gallego afincado en México Alejandro Finisterre le había publicado en poco tiempo tres obras teatrales a Carnés en su mítica colección Ecuador 0º 0’ 0’’, Los vendedores del miedo (1966),  Cumpleaños. Monólogo (1966), que previamente se había publicado en la Revista Mexicana de Cultura (suplemento de El Nacional), y el mismo editor incluía en el primer número (de 908 páginas) de Compostela. Revista de Galicia (1967) su ensayo Rosalía. Raíz apasionada de Galicia, que previamente había aparecido en las editoriales mexicanas Rex (Coleccción Vidas Españolas e Hispanoamericanas, 1945), Clavileño (1946) y en 1964 en la colección ya mencionada Ecuador 0º 0’ 0’’. En su exilio mexicano, pues, la obra de Carnés la publicó sobre todo otro exiliado republicano, editor también de muchos otros escritores españoles, así como editoriales mexicanas en las que había una importante presencia de exiliados.

Los vendedores del miedo.

El silencio editorial de Luisa Carnes, fallecida en 1964, se prolonga –salvo error– hasta el año 2002, en que aparecen casi simultáneamente El eslabón perdido. Novela del destierro (en la Biblioteca del Exilio, en edición de José Plaza Plaza) y las tres obras dramáticas Cumpleaños, Los bancos del Prado y Los vendedores de miedo, en edición de José María Echazarreta, publicadas en un volumen por la Asociación de Directores de Escena de España, con prólogos de Antonio Plaza Plaza y José María Echazarreta. En su introducción a El eslabón perdido Antonio Plaza hace un atento recorrido a la atención crítica que despertó en esos años la obra literaria de Carnés, que en realidad se redujo al ámbito casi estrictamente universitario aunque dio pie a tesis doctorales que más adelante aparecerían en forma de ensayo (como es el caso de la de Iliana Olmedo Muñoz Itinerarios de exilio), pero a partir de esos primeros años del siglo XXI se diría que el interés por la obra carnesiana se sostuvo en un bajo sostenido. Este primer impulso tras casi cincuenta años de silencio, le llega a la obra de Carnés de la mano del Gexel (Grupo de Estudio del Exilio Literario), entre cuyos objetivos programáticos «se plantea como tarea prioritaria y urgente la reconstrucción de la memoria histórica, cultural y literaria del exilio español de 1939, tarea de evidentes implicaciones éticas y políticas», y que, entre otras muchas cosas, se concretó en la creación de la colección Biblioteca del Exilio puesta en marcha por Manuel Aznar Soler (Associació d’Idees-Gexel), Isaac Díaz Pardo (Ediciós do Castro), José Esteban (José Esteban Editor) y Abelardo Linares (Renacimiento), y en el caso de la obra de Carnés tuvo también una particular influencia el trabajo de Antonio Plaza.

Así, de nuevo en la Biblioteca del Exilio aparecía en 2014 el libro de memorias De Barcelona a la Bretaña francesa: episodios de heroísmo y martirio de la evacuación española, de nuevo en edición de Antonio Plaza, y ese mismo año aparecía en la misma editorial el amplio estudio ya mencionado Itinerarios del exilio, prologado por Neus Samblancat. Aun de ese mismo año 2014 es una edición facsímil de novecientos ejemplares numerados de Tea rooms: Mujeres obreras (novela reportaje), a cargo de la Asociación de Libreros de Lance de Madrid en conmemoración de la XXXVII edición de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Madrid, que reproduce la edición de 1934 en Pueyo, precedida de un prólogo de Antonio Plaza y que por tanto podemos considerar destinada a coleccionistas y bibliófilos. A ello puede añadirse, casi como curiosidad, que también en 2014 aparece en la Colección Aniversario Losada la traducción carnesiana de Los dos viejos y otros cuentos, de Tosltoi, con un breve texto introductorio.

Diseño de la cubierta de Tea Rooms (2014).

Dos años más tarde, en 2016, la intrépida editorial asturiana Hoja de Lata hacía una nueva edición de Tea rooms como número 24 de su colección Sensibles a las Letras, con epílogo, una vez más, de Antonio Plaza, que obtuvo una estruendosa acogida por parte de la crítica de actualidad, lo cual amplió muchísimo el número de lectores de Carnés y el interés de su obra (y el de sus coetáneas). La aparición en una editorial de estas características, más desligada del ámbito académico y con aspiraciones a tener una distribución muy amplia, y en una colección además que se define como «una colección de narrativa que busca el equilibrio entre obras de autores contemporáneos, clásicos e inéditos. Una apuesta por la literatura de calidad que sorprenda y haga propuestas diferentes», en la que figuran desde La señorita Pyme dispone, de Josephine Tey (Elizabeth Mackintosh, 1896-1952) a Lluvia de agosto, de Francisco Álvarez (n. 1970), marca una cierta diferencia y subraya el interés, por razones casi exclusivamente estéticas, de la obra carnesiana para el lector de nuestro tiempo, lo cual supone un escalón en el proceso de reconocimiento de la obra de Carnés. Y sin embargo, el grueso de la bibliografía de esta autora sigue inaccesible.

Desde mediada la década de 1920 se acumulan los textos de Carnes localizados hasta la fecha en prensa (el cuento «Mar adentro» en La Voz, 22 de octubre de 1926), y su obra narrativa breve previa a la guerra civil se encuentra dispersa en revistas de esos años. Tampoco se han reeditado en el momento de escribir estas líneas su primer libro, de 1928 y sin pie editorial, Peregrinos de Calvario (que reúne las novelas breves «El pintor de los bellos horrores», «El otro amor» y «La ciudad dormida»), ni su primera novela, Natacha (Mundo Latino, 1930), así como varias novelas y cuentos escritos en esos años que quedaron inéditos. De su única obra teatral anterior a 1939, Así empezó…, queda poca más noticia que el de su estreno el 23 octubre de 1936 en el Teatro Lara, con decorados del esposo de Carnés, Ramón Puyol, en una sesión en la que también subieron a escena Bazar de la Providencia, de Rafael Alberti, y La conquista de la prensa, de Irene Falcón, y que, en palabras de Robert Marrast, «evocaba las primeras horas del 19 de julio». Como puede verse, Luisa Carnés se da a conocer en el ámbito cultural de las llamadas editoriales de combate surgidas a finales de los años treinta y vinculadas a las organizaciones políticas de izquierda que impulsaban la literatura social de preguerra, ambiente en el que también llevó a cabo la autora su labor periodística (Ahora, Mundo Obrero, Altavoz del Frente, etc.).

En cuanto a su producción literaria en el exilio, Antonio Plaza ofrece el siguiente apretado resumen: «De su etapa mexicana nos queda una notable producción, formada por una biografía [la ya aludida de Rosalía de Castro], cuatro novelas largas, tres novelas cortas, más de treinta cuentos, cuatro obras de teatro –una inacabada– y dos composiciones poéticas», al que añade el dato de que sólo entre 1940 y 1960 escribió una cuarentena, tanto de temática española como mexicana.

Tampoco ha tenido una reedición reciente Juan Caballero, la novela con la que Luisa Carnés ganó el premio de los Talleres Gráficos de La Nación en su edición de 1948, si bien la publicación en la editorial Atlante (fundada por los exiliados republicanos Juan Grijalbo y Estanislau Ruiz Ponsetí) no se produjo hasta 1956 y unos años después apareció traducida al rumano por Vlaicu Virne y Maria Ioanovici. Y más cuantiosa y variada es aún la obra que permanece inédita, si bien en algún caso asomó a la prensa. Un capítulo de la novela breve La Aurelia, por ejemplo, apareció con el título «Gris y rojo» en el número del 1 de septiembre de 1940 de la mítica revista del conocido como «Grupo de Hora de España» (Sánchez Barbudo, José Herrera Petere, Lorenzo Varela, Adolfo Sánchez Vázquez…) y apoyada por Giménez Siles Romance, donde también aparecieron el cuento «Los mellizos» (núm 5, p. 5, 1 de abril de 1940) y  «El bloqueo del hombre. Novela de la guerra de España» (15 de agosto de 1940).

Luisa Carnés entrevistando al escritor y traductor Ciro Bayo (1859-1939).

Abundan además, como pone de manifiesto Antonio Plaza en la entrada que dedica a la autora en el impresionante Diccionario biobibliográfico del exilio republicano, las obras absolutamente inéditas, en algunas de las cuales Carnés estuvo trabajando y corrigiendo a lo largo de muchos años, algunas de las cuales incluso desde los años treinta, y, a tenor de las descripciones que éste autor ofrece, el conjunto de la obra carnesiana presenta una variedad temática (de las condiciones de la mujer trabajadora en los años treinta a la vida de los refugiados en México, pasando por la guerra civil pero también por algunos relatos de tema mexicano) de la que los lectores interesados apenas pueden tener una idea aproximada hasta ahora, por lo que es de suponer, y de desear, que Luisa Carnés está en camino de crearse su espacio en el canon de la literatura en español de nuestro tiempo.


Fuentes:

Robert Marrast, El teatre durant la guerra civil espanyola. Assaig d’història i documents, traducción de Irene Peypoch, Barcelona, Edicions 62- Publicacions de l’Institut del Teatre (Monografies de Teatre 8), 1978.

Iliana Olmedo, «Divergencias generacionales entorno a la idea del exilio: la propuesta de Luisa Carnés», en Manuel Aznar Soler y José Ramón López García, eds., El exilio republicano de 1939 y la segunda generación, Sevilla, Renacimiento (Biblioteca del Exilio, Anejos 15), 2012, pp. 1088-1095.

Iliana Olmedo «Nuestro silencio nos hará criminales. La obra dramática de Luisa Carnés», en Juan Pablo Heras y José Paulino Ayuso, eds., El exilio teatral republicano de 1939 en México, Sevilla, Renacimiento, 2014, pp.

Antonio Plaza Plaza, «Teatro y compromiso en la obra de Luisa Carnés», Acotaciones, 25, enero-junio 2010, pp. 95-122.

Antonio Plaza Plaza, «Carnés Caballero, Luisa», en Manuel Aznar Soler y José Ramón López García, eds., Diccionario biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, vol. 1, Sevilla, Renacimiento (Biblioteca del Exilio, Anejos 30), 2017, pp.

Neus Samblancat, «Una obrera toma la palabra», en Iliana Olmedo, Itinerarios de exilio: la obra narrativa de Luisa Carnés, Sevilla, Renacimiento (Biblioteca del Exilio, Memoria del Exilio, Anejos 17), 2014, pp. 9-11.

Un inédito recuperado quince años después

A los Cuadernos del Vigía

ba9aa-maxaubLa historia editorial de Yo vivo, de Max Aub (1903-1972), constituye un ejemplo emblemático de lo que supuso para muchos escritores españoles el exilio al que se vieron obligados como consecuencia del resultado de la guerra civil. Quizá, de un modo un tanto paradójico, ello contribuya a explicar sus numerosas reediciones y el hecho que se hayan hecho de esta obra versiones en los más diversos formatos (facsímiles, ilustradas, juegos de naipes, versiones musicales, etc.).

El texto de Yo vivo, escrito entre 1934 y 1936, se estructura mediante veintiún capítulos o breves secuencias (¿estampas?) que van conformando un relato del transcurso del día, y en su conjunto configuran un canto al gozo de vivir que en alguna ocasión se ha puesto en relación con ciertos poemas del compañero generacional y amigo de Aub Jorge Guillén (1893-1984), en particular con los de Cántico, pero al suyo podrían añadirse seguramente otros poetas de la Edad de Plata.

Aub1935

Max Aub, disfrutando de la vida en 1935.

Sin embargo, la estructura en la que la obra se ajusta al transcurrir de una jornada tiene un antecedente también muy claro en el poemario de Aub Los poemas cotidianos, que él mismo se ocupó de editar y publicar gracias a los servicios de la Imprenta Omega de Barcelona (c/ Ample 53), con una tirada de sólo 50 ejemplares y, según consta en el colofón, se acabó de imprimir el 27 de septiembre de 1925. En este libro, los poemas se disponen en cinco secciones, sin equivalencia ninguna con los capítulos de la obra en prosa, más un Intermedio crucial para subrayar la influencia de la poesía de Francis Jammes (1868-1938) en la de Aub. Prueba del interés de Aub en esta obra es que solicitara para él un prólogo a uno de los críticos (también traductor) más exigentes y prestigiosos de su tiempo, Enrique Díez Canedo (1879-1994), quien no escatimó ni elogios ni –fiel a su exigencia estética– censuras:

No os arredre un consonante inoportuno ni una cadencia quebrada. Veréis, si lo sabéis mirar, cómo un sentimiento espontáneo, un amor a las realidades más próximas de la vida, logra expresarse en ellos tan sinceramente que tomaría por afectación todo guiso o compostura.

PoermasCotidianosNo estará de más subrayar que este prologuillo constituye el «primer texto escrito sobre Max Aub y su obra literaria» (puede leerse íntegro, por ejemplo en el libro de Soldevila Durante, pp. 54-55; ver Fuentes) ni que Enrique Díez Canedo fue un activo promotor de la poesía de Jammes, de quien tradujo el volumen Del ángelus del alba al ángelus del anochecer que había publicado Calpe en 1921.

Como consecuencia sobre todo de la guerra civil, este fascinante poema en prosa o novela poética breve (¿acaso poema narrativo en prosa?) que es Yo vivo no consigue ver la luz hasta 1953, en México, y cuando, en los años intermedios, Aub había ido creando una obra literaria que estéticamente se había ido apartando progresivamente de los parámetros en los que creó Yo vivo. Sin embargo, los motivos que retrasaron tanto la salida a la luz de Yo vivo los explica con amargura el apartado titulado “Colofón” (fechado en 1951) de la primera edición:

Esto escribía, a trozos, cuando la guerra nos envolvió. Al releer, hoy, estos cachos de prosa que creí que sería mi gran libro, veo que quedará trunco para siempre. […] Lo dejo como estaba en julio de 1936 […] Lo miro con cariño porque es el libro que pudo ser y no es. El mundo me ha preñado de otras cosas. Y tal vez es lástima, posiblemente no. Y me lo dedico a mí mismo, in memoriam.

Y en el colofón propiamente dicho, declara:

Este ejercicio retórico acabó de imprimirse extemporáneamente el dos de junio de 1953  a los cincuenta años de su autor, en los talleres de la editorial Edimex.

Esta primera edición, financiada por el propio Aub, se incluyó en la colección Tezontle, a cuyo frente estaba Joaquín Mortiz (Joaquín Díez Canedo, 1917-1999), en el Fondo de Cultura Económica, y se tiraron de ella quinientos ejemplares encuadernados en rústica y con una portada ilustrada a mano por Aub y sus hijas.

TezontleEsto da sentido al comentario de uno de los primeros textos aparecidos en la España franquista sobre la obra de Aub, en 1966, firmado por unas siglas que ocultaban a Antonio Fernández Molina (1929-2005), según el cual Aub disponía de «libros subterráneos que saca del fondo de sí mismo, de su vida y de sus baúles». Más afinada es la reflexión de María Teresa González de Garay para dar cuenta de los motivos que llevaron a Aub a recuperar ese texto en los años cincuenta, si bien ella lo hace pensando en la publicación de varios fragmentos de Yo vivo como partes constituyentes del collage dramático Del amor: «Podría pensarse que 1958 es uno de los años en que Max Aub descansa momentáneamente de sus preocupaciones políticas, ideológicas y sociales más obsesivas, materializadas en unas creaciones de dimensiones históricas y colectivas rotundas». Acaso la recuperación de Yo vivo sea –paradoja muy aubiana– un antecedente de la veta lúdica que explota con Crímenes ejemplares (1957) o Jusep Torres Campalans (1958). Y a ello se vincula también la reevaluación en retrospectiva que Aub estaba haciendo entonces de su propia obra de los años veinte:

En el prólogo a sus obras teatrales –ha escrito Mª Pilar Martínez Latre–, separado en veinte años de estas obras que se había atrevido a calificar de «cagarrutas literarias», [Aub] parece mostrar ciertas dudas que ponen en cuestión sus juicios anteriores: «Tal vez resulte ahora que aquel arte deshumanizado no lo era tanto como creíamos y que el bien decir –¡oh años gongorinos! – no cuenta lo que queríamos». Aub quiere atemperar los juicios de los críticos partidistas en cuyas filas había militado, aquellos que despreciaban la vanguardia literaria y la tachaban de deshumanizada al dejarse llevar por planteamientos vindicativos, con marcadas tendencias políticas.

Cubierta de Del Amor (Finisterre, 1972)

Cubierta de Del Amor (Finisterre, 1972)

Quizá valga la pena subrayar que el prólogo al que se alude en esta cita, aparecido en el volumen de Aguilar publicado en 1968, está fechado en México en 1957. Pero dos años antes de que se publicara, en 1966, Aub ya había decidido incluir los trece primeros capítulos de Yo vivo (los que la censura española de entonces podía digerir sin la menor irritación gástrica), en Mis páginas mejores que preparó para la madrileña editorial Gredos, y en cuya Nota preliminar escribía: «Mi obra ha cambiado, como la de todos, al compás del tiempo […] Uno depende del azar y no escoge tanto como se cree, a los sumo puede decir que no a algunas cosas». Podría decirse, pues, que a principios de la década de los cincuenta Aub reevalúa su obra de anteguerra y rescata de ella lo que le parece aún valioso, y con ello tiene que ver también, seguramente, la ampliación y continuación de su impresionante Luis Álvarez Petreña (que publica en Joaquín Mortiz en 1965), y que también compilará en Mis páginas mejores, antes de ampliarla nuevamente para la edición en Seix Barral en 1971.

AlonsoAubSalinas

Max Aub flanqueado por sus compañeros de generación Dámaso Alonso (1898-1990) y Pedro Salinas (1891-1951).

Aun así, la segunda edición completa del Yo vivo es la que lleva a cabo Amalia Romero –y cuya historia ha reconstruido Esther Lázaro– en la colección de José Batlló El Bardo, que en 1965 había publicado a Vicente Aleixandre Retratos con nombre, en el que se incluye el poema “En la ciudad (Max Aub)”. Después de haber solicitado a Aub algún que otro texto para las revistas que llevó entre manos por aquellos años, Batlló publicó en el número final de la revista clandestina La píldora (octubre-noviembre de 1969), una «Carta a José Batlló y, por el mismo precio, a Pablo Picasso», que acompaña textos de Vicente Aleixandre, Joan Brossa, Manuel Duran, Manuel de Pedrolo y Manuel Vázquez Montalbán, entre otros). Según el epistolario aubiano, ante la imposibilidad de ofrecer material inédito para conformar un volumen, el escritor valenciano propone a Batlló un texto que, dice, «tengo por uno de los mejores, Yo vivo, que apareció de una edición de lujo, limitadísima» y por entonces agotada.

Aub-Canedo-Chumacero-AYáñezRicardoMartínez

Aub, Joaquín Díez Canedo, Alí Chumacero, Agustín Yáñez y Ricardo Martínez.

Pese a la intención inicial y entusiasta de Batlló de publicarlo coincidiendo con la fiesta de Sant Jordi de 1966, el libro se retrasó un poco, pero de sus tribulaciones con el material que había ido acumulando Batlló para su insigne colección de poesía, hay testimonio también en su epistolario con Guillermo Díaz-Plaja, ante quien justifica del siguiente modo la imposibilidad de aceptar nuevas propuestas:

Han aparecido hasta la fecha [en la colección El Bardo] 17 volúmenes, el 18 y el 19 están en prensa, con lo que queda cubierto el cupo esta temporada. El primer lugar para octubre lo tiene Max Aub, compromiso adquirido (con mucho gusto) desde hace muchos meses […] Por otro lado, en cuanto entre en vigor la nueva ley de prensa (si llega) me veré en la necesidad (nada ingrata para mí) de ir dando salida a los libros que antes no pudieron publicarse [debido a la censura] y que son, nada menos, que ocho.

Como consigna Esther Lázaro, no queda del todo claro si se tiraron 600 o 900 ejemplares de esta edición, y cabe la posibilidad que si no está claro sea debido a que por esas fechas Aub ya tenía contrato con la agente Carmen Balcells y –pese a la sugerencia del escritor–, Batlló no estuviera en disposición de firmar un contrato de edición por una posible segunda edición (que acaso tampoco tenía cómo financiar) cuando, según dice, a la altura de 1968 el libro estaba prácticamente agotado.

En su reseña a la obra, que parte de esta edición barcelonesa, Fernández Molina alude a la idoneidad de que un texto semejante se publique en una colección de poesía : «El hecho de que Yo vivo se haya publicado en una colección de poesía está plenamente justificado, pues su naturaleza hace de él un libro indefinible y la acepción de novela no sería de las que menos le encajaran».

La uña y otrasTras aparecer fragmentariamente en las ya aludidas Mis páginas mejores (1966) e incluirse en las Novelas escogidas, la siguiente edición de Yo vivo es la que se lleva a cabo en el volumen prologado por Fernández Molina La uña y otras narraciones (1972), que constituye el tercer número de la colección La Esquina, iniciada por la barcelonesa Ediciones Picazo, después de Un caracol en la cocina (1971), de Fernández Molina, y la antología preparada por Antonio Beneyto Narraciones de los real y lo fantástico (1971), y a los que seguiría como número 4 El incongruente (1972), de Ramón Gómez de la Serna, con prólogo de José-Carlos Mainer, y como 5 una Selección de cartas (1899-1958) de Juan Ramón Jiménez editadas por Francisco Garfias.

En 1977 se publica la primera edición póstuma de Yo vivo, en un volumen publicado por la también Barcelonesa Bruguera que reproduce la de Picazo pero sin el prólogo, y a partir de entonces se produce un período de relativo olvido, pues, como es muy lógico, cuando muerto Franco se producen recuperaciones de obras de Max Aub el interés de los editores se centra en aquellas que menos circulación tuvieron en España, y en particular en las que forman El Laberinto mágico, y en Jusep Torres Campalans, Luis Álvarez Petreña, Las buenas intenciones, etc.

Vento1

Grabado de Vento para la edición de 1995.

Este silencio se rompe en 1993 con la inclusión de algunos capítulos del mismo en la antología preparada por Joaquina Rodríguez Plaza y Alejandra Herrera, Relatos y prosas breves de Max Aub, aparecida en México, y dos años más tarde la profesora Pilar Moraleda prepara y prologa una espléndida edición crítica del texto, ricamente ilustrada con grabados del artista José Vento .Y el texto sigue bien vivo: en 2003, pues coincidiendo con el centenario del autor, la Fundación Max Aub publicó una edición facsímil de la primera edición, a la que añadió un estudio introductorio de Manuel Tarancón Fandos.

Por último, en el momento de escribir estas líneas la editorial granadina Cuadernos del Vigía, cuya atención hacia la obra de Max Aub en la colección Ediciones a la carta, empieza a tener ya un calibre más que notable (Juego de cartas, Mucha muerte, Manuscrito Cuervo, Luis Buñuel, novela, La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco, Versiones y subversiones), está ultimando una nueva edición de Yo vivo que aparecerá este año 2016.

Años40s

Max Aub, disfrutando de la vida en los años cuarenta.

Relación cronológica de las ediciones, traducciones y versiones de Yo vivo:

1953: México, Tezontle.

Escáner_20160216

Fragmento de Yo vivo en Del amor.

1960: Capítulos XIV a XVII subsumidos en Del amor, con ilustraciones de Leonora Carrington, México, Suplementyo de Ecuador 0º, 0´0´´ (2ª ed., con variantes que no afectan al fragmento de Yo vivo: México, Finisterre, 1972.

1966: Barcelona, El Bardo (ed. de Amelia Romero).

1966: Los trece primeros capítulos, en Mis páginas mejores, Madrid, Gredos, pp. 30-57.

1970: Novelas escogidas, México, Aguilar. Prólogo y notas de Manuel Tuñón de Lara, con 56 grabados y 32 láminas fuera de texto, pp. 1145-1183.

1972: La uña y otras narraciones, Barcelona, Picazo (La Esquina 3), con un prólogo de Antoni Fernández Molina.

1977: Bruguera reimprime La uña y otras narraciones, sin el prólogo.

Vento2

Grabado de Vento para la edición de 1995.

1989: traducción al ruso: en Max Aub Izdrannoie, Moscú, Raduga, (pp. 17-30).

1991: traducción al alemán: Vivo: Eine Liebesgeschichte, traducción de Lorenz Rollhäuser y nota biográfica de Ania Faas Berlin, Verlag Mathias Gatza.

1993: Capítulos 1,2,4, 7-9, 12 y 16 en Joaquina Rodríguez Plaza y Alejandra Herrera, eds., Relatos y prosas breves de Max Aub, nota introductoria de A. Herrera, México, Universidad Metropolitana de México, pp. 69-84.

1993: traducción al italiano del capítulo XVI: “Della blusa di Matilde” por Piero Sanavio en Millelibri, núm. 62 (marzo de 1993), p.54.

1995: edición crítica anotada y prologada por Pilar Moraleda, ilustrada con grabados fuera de texto de José Vento González (1940-2013) y precedida de una nota introductoria de Rafael Prats Rivelles («Max Aub, la pintura y los grabados de Vento»), Ayuntamiento de Segorbe- Universidad de Córdoba (Biblioteca Max Aub 3), 1995, pp. 23-46.

7- 2003-06-02- Baraja Max Aub2000: Reimpresión en Fondo de Cultura Económica de Mis páginas mejores.

2003: Reedición facsímil de la edición en Tezontle, por la Fundación Max Aub, con estudio introductorio de Manuel Tarancón Fandos.

2003: Juego de naipes de 52 cartas y dos comodines, con ilustraciones basadas en el capítulo XXI. Ilustraciones de Marta Abad, Téllez Cepeda, José Palanca, Antoni Debón, Felip Baldo, Vento González, Francisco Pastor, Isabel Saludes, Mary Farrel, Carles Abad, Pere Ribera…

2003: espectáculo musical basado en Yo vivo estrenado en la Mostra Sonora de Sueca. Dirección de David Alarcón y voces de Domingo Chinchilla, Paula Miralles y Daniel González, y la participación de Arturo Llacer (clarinete).

2016: Edición en Cuadernos del Vigía (en prensa en el momento de escribir estas líneas).

FundaciónPortada

Frontispicio, con una foto de Aub en 1935, y portada de la edición de 1995.

Fuentes:

Max Aub, «Nota preliminar» a Mis páginas mejores, Madrid, Gredos, 1966.

Juan Manuel Bonet, «Max Aub en su prehistoria: las raíces franco-belgas de Los poemas cotidianos», El Correo de Euclides, núm 9 (2014), pp. 69-71.

FundaciónCubGuillermo Díaz-Plaja, Querido amigo, estimado maestro. Cartas a Guillermo Díaz Plaja (1929-1984), edición de Jordi Amat, Blanca Bravo Cela y Ana Díaz Plaja; introducción de Anna Caballé y epílogo de Luisa Cotoner, Barcelona, Publicacions i Edicions de la Universitat de Barcelona (Vidas Escritas 2), 2009.

María Teresa González de Garay, «Un “collage dramático de Max Aub titulado Del amor», en Cecilio Alonso, ed., Max Aub y el laberinto español, vol I, València, Ajuntament de València, 1996, pp. 337-348.

Esther Lázaro, «El proceso de edición de Yo vivo de Max Aub, en la España franquista de 1966», El Correo de Euclides, núm 8 (2013), pp. 190-208.

A.M. [Antonio Fernández Molina], «Un libro lejano», Papeles de Son Armadans, tomo LXIII, núm CXXIX (diciembre de 1966), pp. 382-384.

Gérard Malgat, Max Aub y Francia o la esperanza traicionada, traducción de Jaime Céspedes Gallego, prólogo de Jacques Maurice, Sevilla, Renacimiento (Biblioteca del Exilio. Anejos 10), 2007.

Mª Pilar Martínez Latre, «Estrategias narrativas vanguardistas en la prosa poética de Max Aub», en Cecilio Alonso, ed., Max Aub y el laberinto español, vol I, València, Ajuntament de València, 1996, pp. 394-406

PáginasMejoresPilar Moraleda, «Introducción» a Max Aub, Yo vivo, Ayuntamiento de Segorbe- Universidad de Córdoba (Biblioteca Max Aub 3), 1995, pp. 23-46.

Ignacio Soldevila, El compromiso de la imaginación. Vida y obra de Max Aub, Valencia, Biblioteca Valenciana (Colección Literaria), 2003.

Manuel Tarascón, «Estudio introductorio» a Max Aub, Yo vivo, Valencia, Fundación Max Aub, 2003.

Manuel Tuñón de Lara, «Prólogo» a Max Aub, Novelas escogidas, México, Aguilar (Biblioteca de Autores Modernos), 1970.

 

Finisterre, el editor que inventó el futbolín

Alejandro Finisterre.

Alejandro Finisterre (Alejandro Campos Ramírez, 1919-2007) se convirtió en diversos países americanos (Ecuador, Guatemala y México) en un editor dispuesto a acoger en sus iniciativas editoriales a los jóvenes escritores.

Abandonado en Madrid por su padre, después de trabajar como peón y en una imprenta, en los meses anteriores a la guerra civil española inició con sólo quince años su primera aventura editorial, el periódico Paso a la juventud, que creó en compañía del también poeta Rafael Sánchez Ortega con el muy rotundo y explicativo subtítulo  “Periódico Iconoclasta Defensor de los Valores Anónimos”, como órgano de una “Asociación Internacional de Idealistas Prácticos”. En aquellos mismos años conoce a León Felipe (Felipe Camino Galicia de la Rosa, 1884-1968), a quien le uniría una duradera y fructífera  amistad.

Durante un bombardeo queda sepultado y es evacuado, primero a Valencia y posteriormente a Montserrat (Barcelona) y es allí donde crea el invento que más famoso le hará (el futbolín).

Alejandro Finisterre.

Acabada la guerra, no consigue salir de España hasta 1947, después de haber publicado en edición de autor (como La Gaita de Alejandro Finisterre) el poemario Cantos esclavos. Versos del buen y mal humor (1946). En París hará trabajos para la radiodifusión y colaborará como secretario de redacción en una de las revistas que aglutinaba a los escritores exiliados en Francia, L´Espagne Républicaine (1945-1949), dirigida por Ricardo Gasset Alzugaray y en la que colaboraron, entre otros muchos, Víctor Alba, Francisco Giner de los Ríos, Federica Montseny, Jacinto Luis Guereña… En sus páginas publicará Finisterre algunas de las entrevistas más sonadas de esta publicación (Rafael Alberti, Carmen Amaya, Pablo Picasso…). Y antes de marcharse aún tuvo tiempo de publicar una “Historia de la danza española» en Combat en 1948 y de ver estrenar en marzo de 1949 en Montecarlo un ballet basado en su cuento “Del amor y la muerte”. Nadie que le haya visto bailar olvidará esa faceta suya.

Alejandro Finisterre.

En 1952 llega a Ecuador, y en Quito pone ya en marcha su primera iniciativa unipersonal, Ecuador 0º 0´0”. Revista de Poesía Universal (con carácter de colección) destinada a dar a conocer “lo más olvidado por los editores comerciales”, en pequeños volúmenes monográficos y de los más diversos géneros. Seguía, pues, con su talante de «iconoclasta defensor de los valores anónimos». El segundo número se publicó ya en Guatemala (donde Finisterre jugó partidas de futbolín con el Che Guevara en el Centro Republicano Español), y el tercero en México, donde Finisterre, en colaboración siempre con los talleres gráficos Menhir de la colonia Álamos, llevaría a cabo el grueso de su labor editorial y donde esta famosa revista-colección tendría su más larga vida, que Juan Escalona divide en dos etapas (1952-1968 y 1968-1977).

Ernestina de Champurcín y Juan José Domenchina.

Pese a la publicación de alguna obra ocasional de Pessoa, Rilke o Claudel, el grueso de los autores publicados en Ecuador 0º 0´0” pertenecen a las letras hispánicas, y en particular a las mexicanas y a las del exilio republicano de 1939. Junto a algunos autores guatemaltecos (Alejandro Galindo, por ejemplo) y escritores como Wilberto Cantón, Rafael Solana o Andrés Henestrosa, abundan sobre todo los republicanos españoles: León Felipe, Américo Castro, Ernestina de Champourcín, Max Aub, Emilio Prados, Antoniorrobles, María Teresa León, Pedro Garfías en selección y prologado por Juan Rejano, y autores hechos como tales sobre todo en México, como Maruxa Vilalta, Luisa Carnés, Federico Patán o Paco Ignacio Taibo; o en Argentina (caso de Eduardo Blanco-Amor, por ejemplo) o inlcuso en Rusia (caso de Celso Amieva).

De izquierda a derecha: León Felipe, Arturo Souto, Moreno Villa, Juan Rejano, Pedro Garfias, Jorge Guillén y Pascual del Roncal.

Con diferencia, fue la colección de Finisterre más prolífica (en el año 1968 publicó más de cien títulos), y quizá junto con la Coleccción León Felipe (de quien Finisterre era albacea) es también la más famosa.

Hay sin embargo, otra serie muy significativa de Alejandro Finisterre, dedicada al ensayo sobre asuntos culturales diversos con el único vínculo de referirse a España; se trata de Perspectivas Españolas, de las que apenas aparece un título anual entre 1966 y 1974, si bien con una cesura que se corresponde también a la que sirve a Escalona para diferencias las dos etapas de Ecuador 0º 0´0”.

Se trata de una colección de libros pequeñitos y muy manejables (17 x 11), encuadernados en rústica con solapas, que incorpora siempre una lámina con un retrato del autor y cuya extensión se mueve entre las 86 y las trescientas páginas, si bien, en un caso que valdrá la pena comentar, el libro de dedicado a Américo Castro, ocupa tres volúmenes. Todos los autores de Perspectivas Españolas son republicanos que habían abandonado España como consecuencia del resultado de la guerra, empezando por Juan Marichal y continuando con José Ramón Arana, Francisco Ayala, Manuel Andújar, Américo Castro o Manuel Duran, si bien en algunos casos estaban de vuelta en España cuando se publicaron sus obras, como en el de Andújar (que regresó en 1967) y Américo Castro (en 1970). Acerca del proceso de edición del libro de este último, Mª Paz Sanz Álvarez recuperó un aspecto anécdotico y divertido, pero muy ilustrativo, acerca de las dificultades para establecer una relación mínimamente normal entre los editores exiliados y los intelectuales del interior:

 En La gallina ciega [Max] Aub cuenta cómo Américo Castro estaba muy preocupado con el libro De la España que aún no conocía (recopilación de artículos periodísticos) que iba a publicar Alejandro Finisterre, consulté a este editor y me contó que las galeradas que enviaba por correo a Castro para su corrección, las mandaba a nombre de una hermana de Finisterre para que no entrara en juego la censura, pero ésta –muy beata– se lo contó a su confesor (un capuchino que frecuentaba el Palacio del Pardo) quien se las pidió para leerlas, llevándoselas después al propio Franco. Esto le costaría a Finisterre su detención cuando vino a Madrid. Anteriormente había publicado en la colección Ecuador 0º 0′ 0″ otro libro de Castro titulado Algunos juicios acerca de los españoles (1967).

Américo Castro (1885-1972).

Ya en sus regresos intermitentes a partir de 1966, y sobre todo cuando se estableció definitivamente en España, Alejandro Finisterre siguió demostrando esta vocación de “editor del exilio”, dando a conocer tanto la obra de quienes ya habían publicado antes de la guerra como la de la llamada segunda generación del exilio, como ponen de manifiesto su antología de la Poesía de Galicia contemporánea (de 1962, en la que incluye a Luisa Carnés, por ejemplo), el primer y único número de Compostela. Revista de Galicia (1967), la edición de  Pablo Picaso. Guernica  de Juan Larrea en coedición con Cuadernos para el Diálogo (1977), las antologías de León Felipe para Alianza Editorial en 1981 (Antología poética y Prosas) y Visor en 1983 (Puesto ya el pie en el estribo y otros poemas) o ya muy tardíamente su Del maltrato a León Felipe.

En los mismos diarios que Sanz Álvarez espiga, hay aún otra anotación (del 23 de febrero de 1971) vinculada a la colección Perspectivas Españolas, interesante porque nos da a conocer un intento maxaubiano que no llegó a publicarse.

Finisterre rehúsa publicar “Una cena en Madrd en 1969” [fragmento de La gallina ciega que finalmente se publicó en Cuadernos Americanos en el número de enero-febrero de 1971] en su colección Perspectivas Españolas aduciendo que no lo es. (Aunque él –dice– está de acuerdo conmigo…) ¿Desde cuándo la falta de perspectiva no es una perspectiva. Es de los que creen que todo tiene solución…

Apéndice

 Colección Perspectivas Españolas. Una colección completa fue donada en 2006 como parte del fondo de Finisterre al Gexel y puede consultarse en la Biblioteca d´Humanitats de la Universitat Autònoma de Barcelona.

1. Juan Marichal, El nuevo pensamiento político español, 1966. (148 pp.)

2. Pedro Albarca (seudónimo de José Ruiz Borau, más conocido por su seudónimo José Ramón Arana), Cartas a las nuevas generaciones españolas, 1968. (188 pp.)

3. Francisco Ayala, “España en la cultura germánica” y “España, a la fecha”, 1968. (138 pp.)

4. Manuel Andújar, Cartas son cartas, 1968. (146 pp.)

5. Mariano Granados, Los republicanos españoles y Gibraltar. La tragicomedia de Gibraltar, 1968. (282 pp.)

6. Américo Castro, De la España que aún no conocía, vol. 1, 1972. (278 pp.)

7. Amércio Castro. De La España que aún no conocía, vol 2, 1972. (276 pp.)

8. Américo Castro, De la España que aún no conocía, vol 3, 1972. (276 pp.)

9. Adolfo Pacual Leone, La República Española existe, España con honra, 1971. (86 pp.) Texto de la conferencia pronunciada el 6 de marzo de 1943 en el Centro Republicano Español. Apéndices: Facsímil de la dimisión de Azaña y transcripciones de última sesión de la Comisión Permanente del Congreso y de la  Reunión de las Cortes Españolas en México: palabras de Presidentes de México y de otras personalidades en defensa de la República española.

10. Manuel Duran, De Valle Inclán a León Felipe, 1974. (300 pp.)

11. Fernando Valera, Ni caudillo ni rey: república, 1974. (262 pp.) (3.000 ejemplares numerados)

Fuentes:

M.ª Paz Sanz Álvarez, “El pensamiento perdido: una empresa editorial de Max Aub”, en M.ª Teresa González de Garay Fernández y Juan Aguilera Sastre, eds., El exilio literario de 1939. Actas del Congreso Internacional celebrado en la Universidad de La Rioja del 2 al 5 de noviembre de 1999, pp. 93-110.

Francesc Bomní-Vilaseca, “Entrevista a Alejandro Finisterre”, Avui Edició Digital, 17 de junio de 2004.

Juan Escalona, “La imprenta peregrina: escritores y editores en México”, en Taifa, ním. 4 (otoño de 1997), pp. 239-252.

Juan Escalona, Editores del Exilio Republicano de 1939 (catálogo de la Exposición celebrada en la Universitat Autònoma de Barcelona en diciembre de 1999), Sant Cugat del Vallès, Associació d´Idees-Gexel, 1999.

Rosa María Pereda, “Entrevista a Alejandro Finisterre”, El País, 25 de mayo de 1976.

Xosé Manuel Pereiro, “La batalla final de Alejandro Finisterre”, El País, 29 de noviembre de 2006.

 

Del amor, de Max Aub y Leonora Carrington

Nota previa: clicando en las imágenes de Del amor, éstas se ampliarán.

L. Carrington

Del encuentro de dos artistas apasionados del libro como Max Aub (1903-1972) y Leonora Carrington (1917-2011), sin duda tenía que surgir una obra interesante y original, Del amor. De Max Aub es bien conocida su muy temprana afición a las imprentas, su cuidado en la elección de papeles y tipografías en la elaboración de sus propios libros ya antes de la guerra civil española, y en el momento de publicarse Del amor tenía a sus espaldas una amplísima experiencia en este campo, en el que destacan empresas como la revista Los sesenta (con su característica bodoni) o las ediciones profusamente ilustradas de Jusep Torres Campalans.

El último trabajo de Carrington como ilustradora de libros.

Por su parte, la extraordinaria pintora y escritora Leonora Carrington se había ocupado ya a principios de los años cincuenta de ilustrar algunos libros con mucho éxito. De 1953 es Supervivencias de un mundo mágico, imágenes de cuatro pueblos mexicanos (Tezontle), que emprende bajo el estímulo de la arqueóloga de origen italiano y buena amiga suya Laurette Séjourné (1911-2003). Al año siguiente se publica el primer libro de Elena Poniatowska, Lilus Kikus y otras historias, cuyos doce cuentos ilustra la pintora, y las conversaciones que mantuvieron en esa época ambas artistas servirán de punto de partida a la espléndida novela con la que Poniatowska ganaría en 2011 el Premio Biblioteca Breve de Novela, Leonora (Seix Barral, 2011). Pasados los años, además, Carrington ilustraría otra obra de Poniatowska, Rondas de la niña mala, que la benemérita editorial Era publicó en 2008. Los puentes (1955), de Augusto Lunel, XV fabulillas de animales, niños y espantos (1957), de Renato Leduc, o la

Ilustración (firmada) para la portada de Del Amor.

Ilustración (firmada) para la portada de Del Amor.

portada que en 1964 diseñó para la plaquette de poemas de Margarita Paz Adán en sombra, noche final y otras oraciones, conformaban la experiencia de Carrington en este campo cuando se enfrentó a Del amor, a lo que puede añadirse aun, por ejemplo, sus colaboraciones en 1962 en el semanario S.nob que dirigía Salvador Elizondo, las colaboraciones en la Revista de la Universidad de México o la ilustración de la cubierta de Sombras de magia para la prestigiosa colección Letras Mexicanas del Fondo de Cultura Económica. Sin embargo, lo que sus críticos suelen considerar su más importante logro en este campo, la cubierta que a petición de Jaime García Terrés hizo para Las enseñanzas de don Juan. Una forma yaqui de conocimiento, de Carlos Castaneda, es ya posterior al trabajo con Max Aub, pues lo publica el Fondo de Cultura Económica en 1974.

Frontis y contra de la cubierta

Frontis y contra de la cubierta

Del amor se publica por primera vez en agosto de 1960 en un  formato de 23 x 15 (56 páginas sin numerar), con 11 ilustraciones en blanco y negro, como suplemento de Ecuador 0º 0’ 0”. Revista de Poesía Universal, una de las iniciativas más célebres del editor español Alejandro Finisterre (Alejandro Campos Ramírez, 1919-2007), quien en enero de 1972 recuperaría este mismo libro en una edición numerada, de 30 páginas y con algunas variantes respecto a la primera.

Justificación de la tirada (p. 4), del ejemplar numerado 517.

Justificación de la tirada (p. 4), del ejemplar numerado 517.

Según la declaración de tirada de esta última, “se tiraron 3.000 ejemplares, más sobrantes para reposición” y se imprimió en los talleres con los que había trabajado habitualmente Finisterre, Gráficas Menhir, que en algunas ocasiones había actuado también como editorial (particularmente conocida es su edición de El madrigal de Cetina, de Francisco Monterde). Muy posterior  es ya la edición facsímil que llevó a cabo en el año 2006 la Fundación Max Aub, agotada en el momento de publicar esta entrada, así como la incluida en el volumen VIII de las Obras completas de Max Aub (Institució Alfons el Magnánim), en las que Renei Miralles se ocupa de esta obra.

Cubierta de Del Amor (Finisterre, 1972)

Cubierta de Del Amor (Finisterre, 1972)

Descrito como “espectáculo”, el sustento del libro es un “collage” creado por Max Aub a partir de textos de Eloísa, Subandhu, Manuela Sáenz (las cartas a Simón Bolívar), Benjamin Franklin, Ninon de Lenclos, Max Aub (que retoma textos de Yo, vivo y de Antología traducida), Betina von Brentano y Goethe, unidos mediante engarces creados por Aub, quien a menudo se sirve para ello de los personajes de los Explicadores. Resulta muy interesante la obra como ejemplo de la intensidad con que el concepto de collage caló en la creatividad de Max Aub, pero, como ha escrito María Teresa González de Garay, pueden advertirse también en la obra “técnicas propias del dadaísmo, del ramonismo (recordemos lo que dice Ramón Gómez de la Serna sobre el humor),d el surrealismo y del cubismo, ritmos sincopados característicos del jazz, discontinuidades propiciadas por el lenguaje cinematográfico…”. Para el lector en extenso de Max Aub, Del amor no deja de ser un “juego de cartas”, que le remite enseguida a la novela epistolar Vida de Luis Álvarez Petreña y a las bromas literarias tan gratas al autor (Antología traducida y particularmente Jusep Torres Campalans). En definitiva, es una obra en la que puede verse mucho de lo que más caracteriza la obra de Aub (más allá del realismo en el que a veces se le encasilla), por lo que resulta desconcertante que no incluyera esta obra en su Teatro mayor (Aguilar, 1968), si pensamos que pudiera deberse a que no la considerara suya por completo por el hecho de basarse en textos preexistentes. Pero, de nuevo en palabras de González de Garay:

En Del amor predomina una faceta muy característica de su personalidad como escritor y como ser humano: la diversión y la espontaneidad de sus relaciones con los materiales propios de los sueños, de los sueños de tantos otros escritores y seres humanos que han dejado huella para nosotros, construyendo así un esplendoroso universo transitable por los vivos.

DSC00249La escritura de Del amor se ha fechado en unos pocos meses de 1959, vinculado con su trabajo en Radio Unam (que dirigió desde 1964), donde las lecturas teatrales tenían protagonismo destacado. La idea original del montaje fue ponerlo en escena por estudiantes, a modo de lectura y con acompañamiento y pasajes musicales –“El amor se acomoda fácilmente de canciones, valses y tangos. “La plus que lente”, el adagio para cuerdas de Barber, algún cuarteto de Schubert, pueden completar adecuadamente el fondo” se lee en la solapa de la primera edición–, pero posteriormente se planteó la posibilidad de llevar el proyecto más allá, en colaboración con Ofelia Guilman (1921-2005), e incluso se trabajaba con la idea de ponerla en escena en el teatro Arcos Caracol (un teatro de bolsillo bautizado así por el Caracol de José de Jesús Aceves y por estar situado en los arcos de la avenida de Chapultepec).

DSC00251La edición de Finisterre, que recoge algunos de los figurines dibujados por Leonora Carrington, que no llegaron a pasar del papel por falta de financiación, queda pues como testimonio de ese estreno –como tantos otros de Aub, aún pendiente–, pero sobre todo del encuentro de dos genios creativos bastante singulares, vinculados ambos en su juventud a los movimientos de vanguardia europeos, y no deja de tener su gracia que fuera de la mano de otro personaje singular como lo fue Finisterre, el editor de León Felipe, de Juan Larrea, de alguna que otra obra de Aub, de Luisa Carnés y de muchísimos escritores españoles exiliados en México, y, por si todo ello fuera poco, además el inventor del futbolín.

DSC00250

Fuentes:

Max Aub, Del amor, con ilustraciones de Leonora Carrington, México, Finisterre, 1972, ejemplar número 517.

María Teresa González de Garay, “Un “collage” dramático de Max Aub titulado Del amor”, en Cecilio Alonso, ed., Actas del Congreso Internacional Max Aub y el Laberinto Español, Ayuntamiento de Valencia, 1996, vol.I, pp. 337-348.

Remei Miralles, “Algo Max que una Fundación”, Stichomythia, 6 (2008), pp. 48-51.

Elena Poniatowska, Leonora, Barcelona, Seix Barral, 2011.

Ignacio Soldevila Durante, El compromiso de la imaginación. Vida y obra de Max Aub, Valencia, Biblioteca Valenciana, 2003.