Shimkin, Carnegie, Cosmos y la creación de un género de mala fama

En sus espléndidas memorias, publicadas en español con el título Editar la vida, Michael Korda subraya la evolución que a la altura de los años setenta había experimentado el género de la autoayuda y remonta su origen a los padres fundadores: «El libro de autoayuda dirigido a profesionales que formaba parte de la tradición estadounidense desde los días de Benjamin Franklin, había llegado a una especie de cima con grandes best sellers como No digas sí cuando quieres decir no y Winig through Intimidation». El primero de estos títulos, escrito por el profesor en psicología clínica de la Universidad de Cornell Herbert Fensterheim (1921-2011) en colaboración con Jean Baer, lo había publicado en 1975 Dell Publishing, por entonces aún identificada como una editorial de cómics y revistas pulp; mientras que el segundo se lo había autopublicado su autor, el político y empresario Robert Ringer, quien más adelante crearía Strafford Press para dar a conocer sus propios libros y los de otros emprendedores.

Dale Carnegie.

Sin embargo, pese a la referencia de Korda a Franklin (1706-1790), es habitual identificar como padre del género a Dale Carnegie (1888-1955), que inicialmente no tenía ninguna intención de convertirse en escritor mientras desde 1912 impartía cursos de oratoria en el YMCA (donde se llevaba el 80% de las ganancias netas y dos años después de empezarlos ganaba quinientos dólares semanales). Aun así, en 1915 escribió con el célebre editor Joseph Berg Esenwein (1867-1946) The Art of Public Speking, en el que su nombre aparece todavía como Dale Carnagey y que publicó The Home Correspondence School; posteriormente redactó el librito con el curso que estaba dando en el YMCA, que Associated Press publicó con una introducción de Lowell Thomas, y Public Speaking: a Practical Course for Business Men (1926), también en Associated Press.

El momento crucial en esta historia se produce cuando Leon Shimkin (1907-1988) —editor de fulgurante carrera que entró a trabajar por las mañanas en Simon & Schuster a los diecisiete años, mientras estudiaba, y acabaría por convertirse en su propietario— le propuso a Carnegie publicar un libro después de haber asistido a su curso. De entrada, a Carnegie no le pareció atractiva la oferta de escribir un libro que se vendería a dos dólares, cuando estaba vendiendo su curso por 75, y además las conferencias y clases no le dejaban mucho tiempo disponible; por si fuera poco, también debió de pesar en su decisión el hecho de que en el pasado Simon & Schuster le había rechazado dos manuscritos. Pero Shimkin le propuso servirse de un estenógrafo que asistiera a sus cursos y luego editar y corregir el resultado, a lo que Carnegie sí se avino.

El caso es que en 1936 apareció en Simon & Schustser la primera edición de Cómo ganar amigos e influir sobre las personas, aunque con algunos inconvenientes: los diseñadores encontraron el título inicial (How to make Friends and Influence People) excesivamente largo para incluirlo de forma clara y bien visible en la cubierta, pero todo lo que se le ocurrió a Carnegie para atenuar el problema fue cambiar make por win. Simon & Schuster empezó por ofrecer el título en sus catálogos y encargar una nota de prensa a la agencia de publicidad habitual, Schwab & Beattie, e incluyó algunos anuncios a toda página en prensa (con textos del legendario Victor O. Schwab [1898-1980], autor a su vez de diversos libros sobre cómo escribir textos publicitarios eficaces).

Como es bien sabido, el libro de Carnegie fue un megaéxito inmediato, hasta tal punto que Simon & Schuster le ofreció a Shimkin 25.000 dólares como bonificación (él prefirió convertirse en socio de la compañía), y los derechos de traducción se empezaron a vender enseguida a todas las lenguas habidas y por haber.

Reverso de la edición en Cosmos, distribuida por Sudamericana.

En «Editores, políticas editoriales y otros dilemas metodológicos» (incluido en Pliegos alzados), el profesor José Luis de Diego ha contado y contextualizado la decisión de Antoni López Llausàs (1888-1979) de contratar a título personal los derechos del libro de Carnegie en español, una decisión inesperada y un tanto extraña en el contexto de la editorial Sudamericana, que se estaba asentando como un proyecto centrado sobre todo en la traducción de clásicos contemporáneos (Virginia Woolf, Sartre, Huxley, Faulkner…) y, en cualquier caso, de literatura estéticamente exigente. A partir en buena medida del testimonio de la nieta de López Llausàs (y su sucesora al frente de Sudamericana), escribe De Diego:

El editor catalán se vio en un dilema bourdiano: si lo publicaba seguro que tendría buenas ventas, pero era un título que no encajaba para nada en el catálogo de su sello y podía acarrear desprestigio y críticas; si no lo publicaba, protegía su trayectoria, pero se perdía los ingresos que el autor prometía. ¿Arriesgaría su capital simbólico en pos de acrecentar su capital económico? Y encontró la solución: creó un sello nuevo: Ediciones Cosmos, quizás con el único fin de publicar a Carnegie: protegió su capital simbólico sin resignar su capital económico.

En unos ocho años aproximadamente se hicieron dieciocho reimpresiones del libro, en 1966 había superado la cuarentena y llegó a un primer millón de ejemplares, algo impensable con los por otra parte excelentes títulos que por aquel entonces publicaba Sudamericana (Cuán verde era mi valle, La luna se ha puesto, Las cabezas trocadas, El tiempo debe detenerse, Eminencia gris…). El aludido testimonio de Gloria López Llovet, añade: «Ante el éxito formidable del título [López Llausàs] sintió que estaba actuando en forma equívoca con los lectores y fue así que lo incluyó en Sudamericana», y años después se divulgó muchísimo a través concretamente de su publicación en la exitosa colección de bolsillo creada en Sudamericana, Piragua. Lo cierto es que, aun sin pruebas que lo sostengan, resulta inevitable pensar, siguiendo a De Diego, que la intención de López Llausàs al incluirlo en Sudamericana era más bien empapar del aura de libros exitosos a los que formaban el catálogo más literario de este sello, sobre todo pensando en la imagen que de la editorial tendrían los libreros. Es decir, subrayar el hecho de que Sudamericana era capaz de publicar libros de éxito estratosférico (cosa que no se repetiría hasta, paradojicamente, Cien años de soledad, de García Márquez, en 1967).

Al libro de Carnegie, aparecido en 1942 en traducción firmada por Román A. Jiménez, le siguieron en Cosmos Cómo adelgazar comiendo, del presentador de radio y osteópata Victor Hugo Lindlahr (1897-1969), y Cómo hacer un hogar feliz. Ética, estética, de María Teresa López e ilustrado por Francisco Fábregas. Más adelante aparecerían Cómo anunciar para vender (1947), de Warren B. Dygert; Cómo llegar a psicólogo práctico (1950), de Joseph Clawson y los títulos de Carnegie Como hablar bien en público e influir en los hombres de negocios (1947), Cómo suprimir las preocupaciones y disfrutar de la vida (1956)… Al filón Carnegie se sumó también en Argentina la editorial de Guillermo Kraft, que le publicó un tipo distinto de libros: Biografías relámpago (1946), Cuarenta biografías anecdóticas (1947) y Rarezas y extravagancias de personas célebres (1951).

Como bien señala De Diego, es este un caso paradigmático y ejemplar para advertir las dos caras o vertientes de la práctica editorial y como se traducen en casos concretos. Además, invita a la reflexión y al debate sobre la inclusión en un catálogo editorial de libros que quizá desentonan o no dan la talla, pero cuyas ventas permiten seguir haciendo apuestas económicamente muy arriesgadas o a todo punto inviables, mediante la creación de un sello específico. Lo que no tendría sentido, puestos ante tesituras semejantes, sería pretender entonces que cada uno de los sellos se autofinanciara, que es lo que parece suceder en algunos grandes grupos que en las últimas décadas han ido acaparando sellos. Y también la autopublicación rompe por completo con esta lógica y, de rebote, todo ello pone en riesgo un tipo de libros cuyo valor estético o cultural, por desgracia, no está en consonancia con su escaso valor comercial.

Fuentes:

José Luis de Diego, «Editores, políticas editoriales y otros dilemas metodológicos», en Fernando Larraz, Josep Mengual y Mireia Sopena, eds., Pliegos alzados. La historia editorial, a debate, Gijón, Trea, 2020, pp. 19-32.

José Luis de Diego, Fabián Espósito y Fernando Larraz, La patria imaginaria. Editores españoles en Argentina, Buenos Aires, Biblioteca Nacional Mariano Moreno, 2019.

Guido Herzovich, La desigualdad como tarea. Crítica literaria y masificación editorial en Argentina (1950-60), tesis doctoral, Universidad de Columbia, 2016.

Michael Korda, Editar la vida. Mitos y realidades de la industria del libro, traducción de Fernando González Téllez, revisión de Jonio González, Barcelona, Debate, 2005.

Catalonia, la librería y la editorial chilenas

Al pueblo chileno, que a tantos intelectuales catalanes acogió en 1939

Apenas iniciada la primera década del siglo XXI, se abrió en Santiago de Chile una librería cuyo nombre remitía de inmediato a una de las más míticas e influyentes de cuantas estuvieron en activo en Barcelona durante la Segunda República, Catalonia. La Catalonia catalana la había fundado el luego famoso impulsor de Editorial Sudamericana, Antoni López Llausàs (1888-1979), asociado a Manuel Borràs de Quadras y al más tarde editor de la legendaria Selecta Josep Maria Cruzet (1903-1962). Sucedía esto en 1924 e inicialmente con sede en la plaza Catalunya, en lo que hasta entonces había sido un comercio de material eléctrico, y enseguida empezó a destacar como una librería moderna, entre cuyas peculiaridades estaba la posibilidad de hojear los libros, dispuestos contra lo que era habitual en mesas en lugar de en anaqueles, y la musculosa actividad cultural que generó, incentivo y promovió (conferencias, debates, lecturas, presentaciones de libros…). Hay testimonio gráfico del enorme despliegue que solían llevar a cabo con motivo del Día del Libro, pero todo eso concluyó como consecuencia del resultado de la guerra civil española, tras la cual se vio obligada a cambiar su nombre por el de La Casa del Libro.

La Catalonia barcelonesa.

Tendrían que pasar casi sesenta años para que alguien les tomara el relevo. Unos pocos años antes de la creación de la Catalonia barcelonesa, en 1918, había llegado la luz a lo que a principios de siglo era una zona del sector oriente de Providencia (en Santiago de Chile), donde existía un famoso establecimiento de restauración con música y baile regentado por unas hermanas (las Urbinas), en el que solían detenerse los habitantes del centro que salían hacia la periferia en busca de espacios más abiertos y rurales. De estas hermanas procede el nombre de la calle en la que estaban, el callejón de las Urbinas, donde, pasado el tiempo y modernizada la zona, en el año 1996 Drina Beovic Gómez (1948-2001), a quien su hija Laura Infante Beovic recuerda como «muy sociable y alegre», decidió fundar la librería Catalonia.

Drina Beovic.

La web de esta librería, que en los años noventa llegó a disponer de cuatro establecimientos diseminados por la capital chilena, pone claramente de manifiesto la voluntad de dar continuidad al proyecto catalán:

…desde su comienzo intentó recoger la tradición de la mítica librería barcelonesa de la plaza Cataluña, en España. En su inicio, la librería desarrolló una importante difusión de catálogos de editoriales hasta entonces desconocidas para el lector chileno, y se destacó por la gran cantidad de actos culturales que buscaban vincular al lector y al autor. Llegó a tener cuatro locales de venta existentes en los noventas, lo que la posicionó como una de las librerías más importantes de la capital.

A la muerte de la fundadora, la librería vivió una etapa de cierta languidez, ya con sólo la sede de Las Urbinas en pie, pero mientras tanto el editor de la diáspora Arturo Infante Reñasco, hermano menor del poeta Sergio Infante Reñasco, había creado a finales del año 2003 la Editorial Catalonia, que se presenta como «una empresa chilena, independiente, de vocación literaria y cultural». Sergio Infante, que huyendo de la dictadura de Pinochet se había establecido en Barcelona, cuando fundó la editorial Catalonia tenía ya una larga trayectoria en el mundo editorial, que había iniciado en 1974 en Seix Barral, después de haberse licenciado en filología hispánica en la Universitat de Barcelona. Posteriormente, además, había dirigido la sede bonaerense de esta editorial, de donde pasó a dirigir la del Grupo Planeta en la misma ciudad hasta que regresó a Chile para fundar y dirigir la estructura de Editorial Sudamericana (que por entonces dirigía la nieta de Antoni López Llausàs, Gloria Rodrigué) en Chile, hasta el momento en que Sudamericana fue subsumida en lo que por entonces era el Grupo Random House- Mondadori (hoy Penguin-Random House).

Antes de que terminara 2003 aparecían en la Editorial Catalonia la Historia de Chile desde la invasión incaica hasta nuestros días, de Armando de Ramón (1927-2004), Premio Nacional de Historia en 1998 y conocido sobre todo por sus obras sobre historia del urbanismo; Chile, un país dividido, del profesor y luego diplomático Carlos Huneeus e Historia de los antiguos mapuches del Sur, del antropólogo José Bengoa, que obtuvo por él el Premio Municipal de Literatura, pero también los menos académicos Diario enamorado, del veterano poeta y ensayista Armando Uribe Arce, y Las diez cosas que un hombre en Chile debe hacer de todas maneras, de la periodista Elizabeth Subercaseaux (cuya carrera en la ficción había iniciado en 1986 con el libro de relatos entrelazados Silendra, publicado por Ediciones del Ornitorrinco) y sobre todo, Allende, cómo la Casa Blanca provocó su muerte, de la periodista y escritora Patricia Verdugo (1947-2008), cuyo resonante éxito permitió asentar los pilares de una labor a más largo plazo.

Progresivamente, desde la historia y las ciencias políticas, el foco de Catalonia fue abriéndose a las crónicas y libros de testimonio, la filosofía, la investigación periodística y, en el ámbito de la ficción, a la narrativa, la poesía y el libro infantil. Y, además de ser fiel editor de alguno de los autores iniciales, como es el caso Bengoa (El tratado de Quilín, 2007, y la reedición de Mapuche, colonos y el Estado nacional, 2014), ha incorporado a su catálogo a escritores de prestigio como, entre otros muchos, la antropóloga Sonia Montecino (Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales en 2013), a quien entre otros libros publicó una reedición ampliada y actualizada de Madres y huachos, alegorías del mestizaje chileno (2007), el filósofo Humberto Giannini (1927-2014), también galardonado con el Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (en 1999) y que con La metafísica eres tú (Catalonia, 2007) obtuvo el Premio Nacional del Libro y la Lectura 2008 y el Premio Altazor de Ensayo 2009, o el abogado y escritor comunista Volodia Telteiboim, a quien en 2004 le publicaron Neruda 100 Multiuso/Todoterreno.

Paralelamente al crecimiento del catálogo de la editorial, Catalonia se convirtió además en una de las distribuidoras de referencia para las editoriales españolas, y gestiona por ejemplo los catálogos de Blackie Books, Comanegra, Candaya, Plataforma Editorial, Claret, Serres, así como sellos de varios países latinoamericanos (Brujita de Papel, Latin Books, Peisa, Libros de la Araucaria, Losada…).

Al iniciarse la segunda década del siglo, la librería recibió un nuevo impulso, se revitalizó y modernizó, abrió en 2015 una sucursal en Santa Isabel (también en Providencia), empezaron a organizar encuentros, debates, talleres y uno de los primeros y más importantes clubs de lectura de Santiago de Chile, dirigidos por la profesora de Letras María José Navía y el pedagogo y librero de la Catalonia Gerardo Jara, en los que la inscripción a los mismos consiste en la compra del libro que se comenta y que no tardó en ramificarse en tres: un club de poesía, a cargo del editor y profesor de literatura James Staig, otro de narrativa y un tercero de ensayo feminista, dirigido o coordinado por la historiadora, biógrafa y editora de contenidos de Memoria Chilena María José Cumplido, autora de Chilenas (2017), Chilenas rebeldes (2018), Chilenas rebeldes 2 (2019).

Al frente de esta renovación y ampliación, cuando se cumplían diez años de la muerte de Drina Beovic, estaban sus hijas Catalina (también editora en Catalonia) y Laura Infante Beovic, así que no sería de extrañar que quizás algún día Las Urbinas se conozca como las Infante Beovic…

Fuentes:

Web de la Librería Catalonia

Web de la Editorial Catalonia

Martí Crespo, «Unes llibreries Catalonia a 11.000 km, de Barcelona», Vilaweb, 5 de septiembre de 2019.

Vale Lopresti Fuenzalida, «El boom de los clubes de lectura en Chile explicado por un librero», El Definido, 14 de mayo de 2014.

Tamy Palma, «Laura Infante: “Mi mamá murió el día de mi cumpleaños» (entrevista), La Tercera, 29 de marzo de 2019.

 

López Bernagossi, Llibreria Espanyola y la censura a la sátira

Además de iniciar una espléndida estirpe de libreros y editores, el gerundense de ascendencia italiana Innocenci López Bernagossi (1929-1895) fue en la segunda mitad del siglo XIX uno de los puntales de la divulgación de prensa y colecciones populares, próximas tanto al republicanismo como a la tradición satírica catalana, expuesta, ciertamente, a los vaivenes a que la historia política sometió a la libertad de expresión.

Tras formarse como gerente de la Librería Histórica de Luis Tasso, López Bernagossi compró a los hermanos Oliveres i Montmany la librería que estos tenían en la calle Ample (núm. 26), y ya en diciembre de 1859 aparecía una original iniciativa, El Cañón Rayado. Periódico Metralla de la Guerra de África, del que aparecieron veinticuatro números, impresos en la Imprenta Euterpe (que dirigían Anselm Clavé y Antoni Bosch), hasta marzo de 1860. Se trataba de una demoledora y mordaz crítica de la política española con respecto a la guerra, en la que colaboraron, entre otros (muchos de ellos con seudónimo), el poeta Víctor Balaguer (1824-1901) y en el que destacan sobre todo los grabados al boj de Eusebi Planas (1833-1897) y Manuel Moliné (1833-1901).

Simultáneamente, ya en 1858 se había ocupado López Bernagossi de la edición de El pendón de Santa Eulalia, de Manuel Angelón i Broquetas (1831-1889), a quien publicaría también con éxito Un Corpus de Sangre, Treinta años o la vida de un jugador, Flor de un día, ¡Atrás el extranjero!, etc., y a principios de la década de 1860 la Llibreria Espanyola ya estaba publicando libros regularmente; de 1862 es por ejemplo la novela histórica de Antoni Bofarull La orfeneta de Menargues o Catalunya agonisant, en coedición con la Llibreria del Plus Ultra. No es disparatado aventurar que la elección del nombre fue un subterfugio para poder escribirlo en catalán en unos años en que esta lengua era perseguida. Al año siguiente, 1863, abre un segundo establecimiento en la Rambla del Mig, número veinte, centro tanto de célebres partidas de tresillo como de tertulias en las que se imbricaban la política y el humor.

Sin embargo, el punto fuerte y que más fama le reportó fueron las publicaciones periódicas. En abril de 1965 ponía en circulación una breve revistilla que despertó enseguida el recelo de Antoni Brusi i Ferrer (1815-1878), propietario del Diario de Barcelona, que intentó por todos los medios frustrar su aparición. La idea original la había planteado Conrad Roure (1841-1928), miembro del grupo de defensores del «català que ara es parla» (el catalán que ahora se habla), quien se proponía parodiar la sección de anuncios del almanaque de López Bernagossi El Tiburón, y luego la reformuló el también dramaturgo del mismo grupo Albert Llanas (Albert de Sicília Llanas i Castells, (1841-1915), quien propuso en diversas tertulias publicar una Parodia de un Diario de Barcelona. Pese a las influencias que movió el Brusi, López Bernagossi se atrevió a ponerlo en marcha y, en su Llibreria Espanyola y a cargo de la Imprenta Económica de José Antonio Oliveres, publicó el número correspondiente al de 16 abril de 1865, que fue el único que llegó a aparecer, si bien se agotó de inmediato. Sin embargo, la colaboración entre Llanas y López Bernagossi puso los cimientos de la prensa satírica catalana.

Josep Lluís Pellicer, ilustrador de los Singlots poètics de Pitarra con el seudónimo Nyapus, fue un prolífico caricaturista político antes de asumir la dirección artística Montaner y Simó.

Ese mismo año aparecían dos nuevas cabeceras. Por un lado se estrena el considerado primer almanaque humorístico en catalán, Lo Xanguet (1865-1874), donde colaboran Serafí Pitarra (Frederic Soler, 1839-1995) y autores afines, así como los destacados dibujantes Tomás Padró (1840-1877) y Josep Lluís Pellicer (1842-1901), que luego sería estrecho colaborador de Eudald Canivell (1858-1928). Y por otro aparece Un tros de paper (1865-1866), iniciativa también de Manuel Llanas e ilustrado con novedosas litografías por Tomás Padró y en el que colaboraron, con seudónimo, el propio Llanas, Conrad Roure, que se ocupaba de la crítica teatral, Robert Robert (1827-1873) —cuyo primer número del también satírico El Tío Crispín le había llevado a pasar un año en la cárcel—, Frederic Soler, Josep Feliu i Codina (1845-1897), Eduard Vidal i Valenciano (1838-1899)… Prueba de la extraordinaria aceptación de Un tros de paper es que en 1920 Carles Riba prepara una selección de sus números y que más tarde apareciera en forma de folleto en La campana de Gracia.

Interior de Un tros de paper.

Luego, alternando siempre con los libros, se sucederían otras cabeceras incluso más exitosas, como Lo noy de la mare (1866-1867), La Rambla (1867-1868), que fue suspendido por cuestiones políticas, Lo Somatén (1868-1869), que «declara[ba] terminantemente que no admite ninguna otra forma de gobierno que la República democrática federal»,  Las Barras Catalanas (1869) o las muy longevas La campana de Gràcia (1870-1934) y L’Esquella de la Torratxa (1872-1939), que llegaron ambas a tiradas de 30.000 ejemplares, entre otras muchas.

Imagen de los fundadores y más asiduos colaboradores de La Campana de Gracia que se inicia con López Bernagossi y se cierra con su hijo López Benturas y en la que aparecen los escritores Rovira i Virgili, Roca i Roca, Ángel Samblancat, Gabriel Alomar, Lluis Capdevila, etc., los dibujantes Moliné, Pellicer, Opisso, etc., el grabador Pere Bonet, el fotógrafo y grabador Manuel Solano…

Sin embargo, una de las que mayores quebraderos de cabeza dio a los historiadores de la prensa fue Velón, cuyo origen quizá tenga alguna vinculación con la trayectoria biográfica del padre de López Bernagossi, Miguel López Carrascosa, quien llegó a ser teniente coronel por méritos durante la Guerra de Independencia y, tras el sitio de Girona, fue hecho prisionero por las tropas napoleónicas. Según declara la cabecera de Velón, se trata de un «Diario de Avisos y Noticias», del que se conserva sólo único el número 1, fechado el 18 de abril de 1909, que se vendía a 8 maravedises, cosa que ha hecho que durante muchos años se lo considerara una publicación aparecida durante lo que se conoce como Guerra del Francés, y así lo recogen por ejemplo el catálogo preparado por Joan Torrent, Francesc Carbonell, Josep Montfort y Rafael Borí La presse catalana depuis 1640 jusqu´a 1937 (1937). Sin embargo, en 1940 Joaquím Álvarez Calvo arrojó nueva luz —nunca mejor dicho— sobre el asunto al establecer su fecha en 1877 y atribuir su paternidad a López Bernagossi. El propósito ya señalado en el título era vehicular una corrosiva crítica al Ayuntamiento de Barcelona, que por entonces había anunciado la intención de implementar un impuesto a los comerciantes por el alumbrado público, a lo que éstos replicaron con una huelga de consumo de gas. El Velón, pues, venía a poner de manifiesto el tremendo retroceso que suponía la recuperación del velón como herramienta para alumbrar.

No es arriesgado aventurar que López Bernagossi era un miembro más de un amplio grupo de artistas de la sátira política que por aquellos años tenían como punto de reunión algunas tertulias (entre ellas la de la Llibreria Espanyola) en las que confluían escritores (Pitarra, Conrad Roure, Robert Robert) y dibujantes (Tomàs Padró, Josep Lluís Pellicer, Moliné) y entre los que él representaba la figura del librero-editor (no menos satírico y mordaz), y en los años sucesivos publicaría, en un muy nutrido catálogo, La cólera y la miseria (1882), de C. Gumà (Juli Francesc Guibernau, 1856-1927); L’amor, lo matrimoni y’l divorci (1883), también de Gumà e ilustrado por Moliné; Cel rogent, de Eduart Aulés, Cuentos del avi (1889), de Pitarra; Baladas (1889), de Apeles Mestres (1854-1936), con sesenta ilustraciones del propio autor; Cants íntims (1889) y Estiuet de Sant Martí (1891), también de Mestres; Art de festejar (catecisme amorós en vers), con textos de Gumà e ilustraciones de Moliné, así como varios números de la serie conocida como singlots poètics (hipidos poéticos) de Pitarra de los que, por ejemplo, en 1894 publicó Singlots poétichs, ó sia colecció de totas las obras que, en vers y en català del que ara’s parla. Y estos son méritos que hay que añadir al de fundador de una brillante estirpe de editores en la que destacaron sobre todo Antoni López Benturas (1861-1931), Antoni López Llausàs (1888-1979) y Gloria Rodrigué.

Fuentes:

Varias de las publicaciones de Innocenci López Bernagossi pueden verse en ARCA.

Josep Maria Cadena  i Catalán, «Publicacions satíriques esporádiques», Treballs de comunicación, núm 3 (1992), pp. 55-59.

Josep Maria Cadena  i Catalán, «Les publicacions de l’editor López Bernagossi i Lo Xanguet (1865-1874), primer almanac humorístic en català», Comunicació. Revista de Recerca i d’Anàlisi, núm. 8 (octubre de 1997), pp. 265-315.

Manuel Llanas, con la colaboración de Montse Ayats, L’edició a Catalunya: el segle XIX, Barcelona, Gremi d’Editors de Catalunya, 2004.

Isabel Lletget López, Memoria de la familia Lletget López del 1872 al 1942, Barcelona, 2007.

 

Las dos primeras etapas de la revista D’Ací i d’Allà y el mundo del libro

El número 179, publicado en diciembre de 1934, ha bastado para que la revista D’Ací i D’allà haya pasado a la historia de las artes gráficas como uno de los principales ejemplos y más logrados de publicación periódica vanguardista. Patricia Córdoba ha subrayado acerca de ese número la «extraordinaria calidad en la reproducción de las obras de arte, [que] tenía su complemento idóneo en los artículos de J.V. Foix, Carles Sindreu, Sebastià Gasch y Magí A. Cassanyes, entre otros» y acerca de las reproducciones fotográficas, tanto en blanco y negro como en color, destaca también la «óptima calidad que aún resaltaba más las obras de arte originales».

Portada del famosísimo número extraordinario de invierno de 1934, con la encuadernación original mediante espiral metálica.

Vale la pena echar un vistazo a este extraordinario número de D’Ací i D’allà, dirigido por Josep Lluís Sert (1902-1983) y Joan Prats (1881-1970) para evaluar la justicia de esta valoración, pero, en cualquier caso, basta un repaso al índice de sus colaboradores para hacerse una idea de la ambición que alentaba este proyecto, que se proponía hacer un balance de la historia del arte en las tres primeras décadas del siglo XX: Tras una portada de Joan Miró (1893-1983), una pléyade de textos encabezados por uno del director de la revista, Carles Soldevila (1892-1967), a quien siguen el pintor de origen asturiano Luis Fernández (1900-1973), el crítico y editor, además de fundador de Cahiers d’art, Christian Zervos (1889-1970) , el mencionado arquitecto e impulsor del GATEPAC Josep Lluís Sert, el poeta y ensayista J.V. Foix (1893-1987), el publicista vinculado tanto al GATEPAC como al grupo ADLAN Carles Sindreu (1900-1974), el crítico Magí Albert Cassanyes (1893-1956), el crítico colaborador de Cahiers d’art Anatole Jakovski (1907-1983) y el también crítico Sebastià Gasch (1897-1980). Y en cuanto al arte, un compendio de lo que hoy son algunos de los nombres más representativos de las artes visuales del primer tercio del siglo XX: Tricomias de obras de Picasso, Braque, Gris, Léger, Kandinsky y Dalí, un pochoir original de Miró, y reproducciones en blanco y negro de obras de Ernst, Duchamp, Arp, Picasso, Matisse, Derain, Brancusi, Le Corbusier, Gris, Rousseau, Modrian, Léger, Giacometti…

Páginas interiores, dedicadas a Miró, en el mismo número.

Con este número, la revista que entonces dirigía Soldevila, con el apoyo de Antoni López Llausàs (1888-1979), se ganaba un puesto de honor en la historia de la prensa artística, pero para entonces D’Ací i D’allà ya tenía una notable trayectoria a sus espaldas y, de hecho, estaba afianzando una brillante tercera época que, como no podía ser de otra manera, quedaría truncada por la guerra civil española.

Cubierta del primer número, de Labarta, con el título original, D´Ací D´Allà.

El primer número, con el título ligeramente distinto (D’Ací D’allà, magazine mensual) se remontaba al 10 de enero de 1918, en el ámbito de Editorial Catalana, bajo la dirección del poeta Josep Carner (1884-1970) y con una estética claramente vinculada al art déco muy consecuente con el noucentisme que destila esta primera y breve etapa. El primer volumen, con portada de Francesc Labarta (1883-1963), un formato de 245 x 170 y 98 páginas, ya da un tono de lo que serán sus colaboradores y, por lo que atañe a los grafistas, muchos de ellos tendrán una implicación importante en el diseño e ilustración de libros, como es el caso de Joan d’Ivori (Joan Vila i Pujol, 1890-1947), Valentí Castanys (1898-1965), Pere Pruna (1904-197) o el nieto del impresor que inventó el submarino, Emili Pascual Monturriol (que firmaba Pal), quien llevaría a cabo una profunda renovación de la editorial Apolo.

Cabecera e índice del primer número.

A finales de 1919 asume la dirección el también escritor y «pluma para todo» Ignasi M. Folch i Torres (1884-1927), y durante su dirección se produce un cambio de formato, que pasa a ser de 330 x 245 (en julio de 1924) y de maquetación (en enero de 1931), pero quizá lo más notable sea el progresivo cambio en las portadas y el cada vez mayor protagonismo de la fotografía, aspectos en los que probablemente tenga que ver la influencia de quien llegaría a figurar explícitamente como director de arte, Josep Sala Tarragó (1896-1962). De nuevo aparecen entre los diseñadores de portadas gente muy vinculada al mundo del libro, como los mencionados Junceda, Castanys o Pruna, a los que se añaden Lola Anglada (a quien Soldevila hizo una interesante entrevista en el número de agosto de 1924 y de quien es la portada Radiotelefonia, de enero de 1925), Apa (Feliu Elias), Dalí (de quien se reproduce Figura en una finestra, como portada del número 97, de enero de 1926), Quelus (Miquel Cardona i Martí, 1908-1964), Ramon Martí Alsina (1826-1894), el excelente grabador Enric C. Ricard (1893-1960), Feliu Elias (1878-1948), el pintor Joaquim Mir (1873-1940)…

En relación al mundo de la edición de libros, resulta notable el caso de la traducción del libro de Okakura Kakuzo El llibre del tè, que empieza a publicarse entre los números 104 y 108, con la firma de Carles Soldevila como traductor. Y es curioso porque existe una edición de este mismo libro en rústica como número 19 de la colección Bibiloteca Univers, publicada por la Llibreria Catalonia de López Llausàs, en la que el traductor se esconde bajo el seudónimo Marçal Pineda, y otra edición probablemente posterior ilustrada por quien sería uno de los colaboradores fundamentales de la tercera etapa de D’Ací i D’allà, Will Faber (1901-1987), numerada y encuadernada mediante un cordel de seda.

Página interior del número de junio de 1920.

En un sentido similar, en su afán por conseguir textos que poder publicar durante los duros tiempos de la guerra civil en sus benemérita Biblioteca de la Rosa dels Vents, Josep Janés se sirvió de algunas traducciones extraídas de números de la revista D’Ací i D’allà, llevadas a cabo por su amigo Josep Miracle (1904-1998), quien, antes de partir al frente, le entregó los volúmenes de dos años de esa publicación «para que pudiera seguir manteniendo la Biblioteca de la Rosa dels Vents a base de aprovechar las mejores o más extensas traducciones que allí había publicado», y de Miracle son las traducciones de Quasi blanca, de Claude McKay, y El pescador d´esponges de Istrati, El somni de Makar, de Vladímir Korolenko, números 209, 210 y 221 respectivamente de los Quaderns Literaris de Janés (correspondientes a los 62, 63 y 74 de Rosa dels Vents). Miracle, que había entrado en D´Ací i D´Allà inicialmente como corrector, se convirtió en poco menos que un chico para todo en la revista, sin redactores (que más que dirigir, Soldevila se limitaba a coordinar), y a él corresponden muchos de los seudónimos empleados en esos números, como es el caso por ejemplo de Josep Píus i Lluís, que firma una traducción de Joyce («Un nuvolet»). Por aquella época, Miracle trabajaba en el sótano de la calle Diputació donde la Catalònia tenía también la imprenta.

Ilustración de Apa para el número de agosto de 1924.

Una última curiosidad es que, cuando el prestigioso diseñador Ricard Giralt-Miracle, tras su paso por los campos de refugiados franceses y unos inicios difíciles en el destrozado panorama de las artes gráficas en la posguerra, se estableció por su cuenta, recuperó una maquina plana en la que se habían impreso los últimos números de D’Ací i d’Allà.

Portada de Ernest Santassussagna para el número de junio de 1930.

En el número de enero de 1931 se produce un nuevo cambio de maquetación, y en el de diciembre de ese mismo año se anuncia el final de la revista, que será más bien la apertura de una extensa pausa, pues en la primavera de 1932 reanuda su andadura con una estética que, si bien en algunos aspectos puede considerarse una evolución a partir de las dos anteriores, merecería una atención más detallada que fuera más allà del espectacular número 179 (diciembre de 1934) y un repaso a las portadas de Josep Obiols, Grau Sala, Lola Anglada, Xavier Nogués  y sobre todo a las de Will Faber, de quien Camilo José Cela dejó escrito que «la historia hubiera sido diferente de no haber llevado la revista D’Ací i d’Allà ilustraciones de cubierta suyas».

Portada del número aparecido en septiembre de 1932.

Fuentes:

Camilo José Cela, «Glosa a unas viejas palabras propias y ajenas sobre Will de Faber», en Los vasos comunicantes, Barcelona, Plaza & Janés, 1989, pp. 423-427.

Patricia Córdoba, La modernidad tipográfica truncada, València, Campgràfic, 2008.

Galderic, «L’extraordinària revista D’Ací i D’Allà i el seu extraordinari número d’hivern (1934)», Piscolabis & Librorum, 13 de abril de 2010.

Jacqueline Hurtley, Josep Janés. El combat per la cultura, Barcelona, Curial (Biblioteca de Cultura Catala 60), 1986.

Josep Miracle, “Sinopsi autobiográfica”, en AA.VV., Josep Miracle i la seva obra, Tàrrega-Andorra, F. Camps Calmet-Erosa, 1973.

Joan Manuel Treserras, «D’Ací i d’Allà». Aparador de la modernitat (1918- 1936), Barcelona, Llibres de l’Índex, 1993.

Interior del número de septiembre de 1930, que contiene el artículo «Un nou gran retaule català del Quatre-cents» firmado por Joan Sacs (Feliu Elias).

 

Vicente Salas Viu, corrector de Xavier Benguerel

X. Benguerel.

Es significativo que un traductor tan consciente como Xavier Benguerel (1905-1990), cuyas versiones al catalán de grandes clásicos son aún hoy canónicas, en su faceta de autotraductor de su propia obra narrativa del catalán al español, pusiera la máxima atención en poder contar con los mejores correctores de español disponibles. El riquísimo epistolario que Benguerel mantuvo con Joan Oliver (1899-1986) permite reconstruir los pormenores de sus intentos por publicar, desde su exilio en Chile, algunas de sus obras tanto en catalán como en español. Así, por ejemplo, en carta del 30 de abril de 1950 cuenta a su buen amigo que la elogiosa carta-prólogo que el filósofo catalán Josep Ferrater Mora (1912-1991) le ha escrito para la edición de La máscara i [L´home dins] el mirall. [Dos assaigs novel·lístics sobre la timidesa] que ha proyectado editar Aymà le servirá para (traduzco): «abrir las puertas de la Sudamericana de Buenos Aires, a la cual él mismo [Ferrater Mora] escribirá uno de estos días proponiéndoles la publicación de mis dos novelitas, que yo mismo he traducido y que ha revisado Vicente Salas Viu». Por un lado, hay que señalar que desde 1947 Ferrater Mora, exiliado en Estados Unidos tras su paso por Chile, publicaba su obra en Sudamericana y era por tanto lo que suele llamarse un «autor de la casa», y por otro que Salas Viu es un personaje sumamente interesante al que habrá que retomar la pista.

Logo de la editorial chilena El Pi de les Tres Braqnues.

En carta también dirigida a Oliver y poco posterior (del 24 de junio), Benguerel añade información jugosa sobre las gestiones y trabajos que está llevando a cabo: acaba de traducir y está revisando L´home i el mirall, al tiempo que revisa una vez más su propia traducción de La màscara (cuya versión en catalán había aparecido con dos cuentos más en El Pi de les Tres Branques en 1947), y cuenta que, en respuesta a la sugerencia de Ferrater Mora, el propietario de Sudamericana, el editor barcelonés Antoni López Llausàs (1888-1979), le ha escrito «una carta muy amable […] en la que me decía que si bien hacia finales de mes me escribirá para decirme si definitivamente puede o no publicarla, en caso de que no pudiera sería por motivos ajenos al valor de la obra». El lector que debía dictaminar sobre la oportunidad o no de que el volumen con las dos novelas de Benguerel apareciera en Sudamericana era otro amigo catalán, el escritor Cèsar August Jordana (1893-1958), quien al poco tiempo le anuncia que, en caso de que llegue a un acuerdo con López Llausàs acerca del contrato, la obra aparecería no en la colección Horizonte, sino en otra en la que le acompañarán Francisco Ayala, Pedro Salinas y Baroja. En la misma carta explica aún Benguerel que

ha recibido carta del director de Sudamericana exponiéndole las condiciones y anunciando los términos del contrato (que Benguerel firmará en Buenos Aires el 3 de julio), y escribe: «Como ves, después de diez años de sudamericanismo, publico mi primer libro [en español]. El Paco [Francesc Trabal, 1899-1957] me había propuesto editármelo yo mismo en las ediciones Rapa Nui, pagándome yo la edición a base de 30, 40 o 50.000 pesos y le respondí que se tomara algo.» Y, efectivamente, en contra de las previsiones de Trabal, El hombre en el espejo (que incluye también La máscara) salió en 1950 en Sudamericana. Al año siguiente el mismo libro aparecía no en Aymà, sino en Proa, por una serie de desencuentros entre escritor y editor de los que también deja constancia el mencionado epistolario.

V. Salas Viu.

En cuanto a Vicente Salas Viu (1911-1967), a mediados del siglo XX era ya toda una personalidad en el ámbito de la musicología chilena y se encontraba en la cresta de la ola de su prestigio, con la aparición de sus estudios Chopin y las dos caras del Romanticismo (Instituto de Investigaciones Musicales, 1949),  Sentimiento y expresión en la música del Barroco (Atlántida, 1950),  La última luz de Mozart (Nuevo Extremo, 1951), La creación musical en Chile, 1900-1951 (Ediciones de la Universidad de Chile, 1952), primera historia de la música chilena, además de traducir y prologar el Ravel de Vladimir Jankélevich (Losada, 1950). Quedaban ya lejos la fundación de la Revista de Arte (1942), a la que siguió la de la muy influyente Revista Musical Chilena en 1945 y sus diversas iniciativas destinadas a dar un empuje a la musicología chilena (escritura de crítica musical, fundación del Ballet Nacional de Chile, del Instituto de Investigaciones Folklóricas, del Cuarteto de Cuerda de la Universidad de Chile, de la Orquesta Nacional…). Recién llegado a Santiago de Chile, en agosto de 1939 Salas Viu ya se había integrado en la redacción de ¿Qué hubo?, donde se reencontró con el célebre diseñador Mauricio Amster (1907-1980) y los escritores Lorenzo Varela (1916-1978) y Arturo Serrano Plaja (1909-1979), entre otros exiliados.

Mauricio Amster en 1937.

Y más lejos todavía quedaban sus inicios en el periodismo y en las tareas editoriales en los años previos a la guerra civil española, que se iniciaron con sus colaboraciones en la revista Nueva España, en la editorial comunista Oriente y con la publicación de la novela fantástica Viaje y ensoñaciones (Cruz y Raya, 1934). Unos pasajes de la presentación de la editorial Oriente orientan acerca del ambiente en que se movía Salas Viu en esos años:

Ediciones Oriente no nace con propósitos industriales. Trata de hacer una labor de cultura popular, pero no en el sentido que hasta ahora se ha dado a esta frase, etiqueta de toda mercancía chabacana, sino con el empeño de acercar al público de lengua castellana la vasta expresión de nuestro tiempo en orden a la obra impresa.

[…] en nuestro catálogo han de figurar autores contemporáneos extranjeros y españoles, cuya selección atenderá rigurosamente tanto a lo ideológico como a lo formal. Y trataremos de unir a nuestra empresa a un núcleo de escritores jóvenes que sientan la responsabilidad de los graves instantes que vive el mundo. Ellos, en realidad, constituyen Ediciones Oriente. (Nota editorial incluida en Juan Andrade, China contra el imperialismo, Ediciones Oriente, 1928.)

Más interesante es el modo en que, una vez llegado a Chile, Salas Viu pudo publicar algunos de sus libros de narrativa. El primero de ellos, Las primeras jornadas y otras narraciones de la Guerra Española, acababa de imprimirse en Barcelona en español y en catalán cuando las tropas franquistas conquistaron la ciudad y destruyeran todo rastro de él; fue si no el primero sí uno de los primeros libros publicados por un exiliado republicano español en Chile (en la serie Obras de Actualidad, de la editorial Zig-Zag, en 1940). Alguno de los cuentos o fragmentos de los que lo componen habían aparecido durante la guerra en publicaciones periódicas (en particular en la célebre revista Hora de España), pero la edición chilena pudo llevarse a cabo gracias a que, ni siquiera en el campo de concentración de Saint Cyprien, Salas Viu se separó de las pruebas de imprenta que poseía, y a partir de ellas pudo rehacerse el libro en una imprenta chilena.

Algo similar sucedió con el Diario de la guerra de un soldado (aparecido ya en Madrid, en Hispamerca, en 1977), que se había publicado durante la guerra en Barcelona en una pequeña edición de los servicios de publicaciones del Ejército Popular y desde entonces no se había vuelto a reeditar, con lo que se convirtió en un ejemplo más de esos libros que no fueron leídos por los lectores a los que iban dirigidos cuando se crearon. En Chile publicó Salas Viu, además de varios e importantes ensayos de su especialidad, el volumen La espaciosa soledad. Novelas breves (Editorial Universitaria, 1960) y La doble vida de Felipe Villagrán (Zig-Zag, Biblioteca de Novelistas, 1960). Aun así, otro texto suyo que vale mucho la pena leer es la reivindicación que llevó a cabo de la literatura creada por quienes salieron de España como consecuencia del resultado de la guerra civil, siendo aún muy jóvenes y sin una obra importante a sus espaldas, «Angustia de una generación literaria».

Fuentes:

Anónimo, «X. Benguerel i l’editorial Sudamericana», Germanor (Santiago de Chile), núm,. 555-556 (septiembre-octubre de 1950).

Francisco Arias Solís, «Vicente Salas Viu», internautasporlapaz.org, 28 de febrero de 2010.

Lluís Busquets i Grabulosa, ed., Epistolari Xavier Benguerel-Joan Oliver, Barcelona, Proa, 1999.

Eduardo Godoy Gallardo, «Vicente Salas Viu y una visión de la guerra civil española. Entre el testimonio y la novelización», Nueva Revista del Pacífico, núm. 48 (2003), pp. 89-98.

Alfonso Letelier Llona, «Editorial. Vicente Salas Viu», Revista Muscial Chilena, núm. 102, pp. 3-7.

Gemma Mañá, Rafael García, Luis Monferrer y Luis A. Esteve, La voz de los náufragos. La narrativa republicana entre 1936 y 1939, Madrid, Ediciones de la Torre, 1997.

Caterina Parera i Rodríguez, Xavier Benguerel i Llobet. Obra novelística de la primera etapa (1929-1953), tesis doctoral presentada en la Universitat de Barcelona en el bienio 2005-2007.

Gonzalo Santonja, Del lápiz rojo al lápiz libre. La censura previa de publicaciones y sus consecuencias durante los últimos años del reinado de Alfonso XIII, Barcelona, Anthropos (Ambitos Literarios. Ensayo 15), 1986.

Vicente Salas Viu, «Angustia de una generación literaria», Pro Arte, núm. 96 (22 de junio de 1950), p. 4.

Federico Sopena Ibáñez, «Vicente Salas Viu», Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 216 (diciembre de 1967), p. 650-652.

La editorial Edhasa y la mutación de las formas (1946-1960)

Paco Porrúa.

Durante muchos años, el perfil editorial de Edhasa se vinculó sobre todo a un género determinado, acaso debido a la inusual calidad de algunos de los autores que publicó en la colección Narrativas Históricas (Steinbeck,Joseph Roth, Thornton Wilder, Yourcenar, Graves) y al inesperado, rotundo y prolongado éxito de ciertos títulos que se publicaron en ella (Aníbal, de Gisbert .Haefs, El puente de Alcántara, de Frank Baer o Esa dama, de Kate O´Brien, entre algunos otros). Sin embargo, esta colección la ideó el inconmensurable Francisco Porrúa (1922-2014) a partir de Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros, que publicó en Sudamericana en 1977 (con la misma portada que la de Farrar Straus & Giroux) y en 1979 en Edhasa. Sin embargo, Edhasa (Editora y Distribuidora Hispano Americana S. A.) había sido fundada casi treinta años antes (en 1946) por Antonio López Llausàs, propietario en Buenos Aires de la Editorial Sudamericana, y las colecciones y títulos de todo ese período inicial parecen haber sido bastante olvidados. En palabras de Sergio Vila-Sanjuán, a la altura de 1982, “aunque no era una editorial totalmente desconocida […] el rumbo de Edhasa hasta entonces resultaba bastante errático. Había que fijarle un norte.”

Farrar, Straus & Giroux, 1976.

Edhasa nació en parte con el propósito de aprovechar la aparente apertura de la censura española a raíz del desenlace de la segunda guerra mundial para intentar distribuir en España algunos títulos de Sudamericana –del mismo modo que propósito similar tenía la editorial creada en México con el nombre de Hermes– y publicar además algunos títulos de autor español que pudieran resultar oportunos. Inicialmente se limitaba a reentapar y cambiar las portadas de ediciones llegadas de Argentina, a menudo con un pie Sudamericana-Edhasa, para lo que contaba con el rico y prestigioso catálogo construido hasta entonces por Sudamericana, que además, desde su creación en 1939, había ido absorbiendo o estableciendo acuerdos de coedición que habían dado lugar a colecciones como Sur, Libros de Arte Hermes, Otros Mundos (con Minotauro) o ya en 1961 la colaboración con Emecé en la colección de libros de bolsillo Piragua (creada en 1958). Por aquel entonces contaba ya en sus catálogos con una buena cantidad de autores exitosos de calidad (Faulkner, Bioy Casares, Borges, Camus, Sartre, Huxley…).

Editorial Sudamericana, 1977.

 

En una segunda fase de Edhasa, en los años cincuenta empieza a imprimir en Barcelona (en Gráficas Salvadó, en Grafos, en la Imprenta Viuda de Manuel Ponsa). De esa etapa son, por ejemplo, La papisa Juana (1954), de Emmanuel Royidis, en la versión de Lawrence Durrell, De Colón a Bolívar (1955), de Salvador de Madariaga, así como algunas colecciones interesantes en el contexto de la España de mediado el siglo XX.

Según la indicación de portada: E:D.H.A.S.A. Barcelona-Buenos Aires.

Se publicaron en 1957 algunos títulos de la colección que en Buenos Aires había creado Carlos Hirsch dedicada a reproducciones de arte comentadas (Tiempo y Color): Arte abstracto, con 24 reproducciones, seleccionadas y comentadas por Arnulf Neuwirth, El surrealismo, con 24 reproducciones, de Alfred Schmeller, El cubismo, de Peter de Francia, El expresionismo, de Edith Hoffmann, y El fauvismo, de Denis Matthews.

Comentario mucho más extenso merecería la primera y muy exitosa etapa de la colección de ciencia ficción Nebulae (1955-1969), que no contaba por entonces con competencia en España (por lo menos en forma de libro, pues sí se publicaba en revistas como Futuro o Más Allá) y que dio a conocer ya con sus primeros títulos, aparecidos a un intensivo ritmo, autores de la talla de Arthur C. Clarke, Robert Heinlein, Paul French (es decir, Isaac Asimov), etc, que contribuyeron de modo extraordinario al éxito que tanto las óperas espaciales y como los escritores de la nueva ola empezaron a tener entre los lectores españoles de ciencia ficción, cuyo número creció hasta el punto de empezarse a crear en aquellas fechas las primeras asociaciones de aficionados al género.

De esa misma etapa, quizá menos conocida sea la colección Cobra, que arrancó con algunos autores que por aquellos tiempos tenían mucha pegada, si bien hoy no todos cuentan ya con suficientes lectores, como es el caso de la escritora austríaca Vicki Baum (El bosque que llora, 1955), Louis Bromfield (El señor Smith, 1955), a quien en sus mejores tiempos la crítica mencionaba junto a Steinbeck y Scott Fitzgerald, el premio Nobel sueco Pär Lagerkvist (El enano) o el también premio Nobel Thomas Mann (La engañada, 1955), a los que seguirían de inmediato Graham Greene (El revés de la trama, 1955, y El fin de la aventura, 1956), François Mauriac (El cordero, 1956), Simone de Beauvoir (Todos los hombres son mortales, 1956)… La lista completa resulta bastante imponente (ver apéndice), sin estridencias y con un equilibrio entre popularidad y prestigio en cuanto a los nombres elegidos bastante notable (A.J. Cronin, Thomas Merton), pero sorprende en ella la presencia de Morton Thompson (1908-1953), autor de la novela en que se basa No serás un extraño (Stanley Kramer, 1955) y esposo de la agente literaria (de Dashiel Hammet entre otros) Francis Pindyck  .

Cubierta en la que puede apreciarse el logo de Cobra.

Cubierta en la que puede apreciarse el logo de Cobra.

Basta echar un vistazo a la nómina de traductores de estas obras (Silvina Bullrich, Ricardo Baeza, Jorge Rodolfo Wilcock, Alberto Luis Bixio) para advertir que se trataba de obras divulgadas inicialmente en Argentina, que sin embargo no circulaban en España, y advertir que Edhasa se ocupaba básicamente de seleccionarlas, imprimirlas y distribuirlas. Más adelante, cuando en 1998 Bertelsmann se hizo con el 60 % de Sudamericana, Edhasa consiguió retener los derechos sobre buena parte de estos títulos, por lo menos para su edición en la Península (claro que por entonces se ocupaba ya del departamento de derechos de autor de Edhasa la agudísima Esther López López).

Silvina Bullrich (1915-1990).

No fue contratado ni producido en Buenos Aires, en cambio, uno de los libros más interesantes y originales que aparecieron en esa década con el sello de Edhasa (en la colección Tiempo y Color): Arte contemporáneo. Origen universal de sus tendencias, un volumen en folio menor (23 x 30 cm) de 205 páginas de texto, con más de 200 láminas, encuadernado en tela y con sobrecubierta, escrito por el poeta y crítico de arte Juan Eduardo Cirlot (1916-1973), que apareció en 1958. Según lo describe  Juan Luis Corazón, en este texto Cirlot centra su interés en “reconstruir, histórica y simbólicamente, una nueva visión y acorde con las analogías que unen el arte de todos los tiempos. Estudia la mutación de la forma que, desde el prerromanticismo hasta nuestros días, pasaría al cubismo y la abstracción.”

Cubierta de Arte contemporáneo.

Apéndice. La colección Cobra (Edhasa)

Thomas Mann, La engañada, traducción de Alberto Luis Bixio, Barcelona-Buenos Aires, Gráficas Salvadó, enero de 1955.

Thomas Merton, La montaña de los siete círculos, traducción de Aquilino Tur, Barcelona-Buenos Aires, 1955.

Graham Greene, El revés de la trama, traducción de Jorge Rodolfo Wilcock, Barcelona-Buenos Aires, 1955.

Louis Bromfield, El señor Smith, traducción de León Mirlas, Barcelona-Buenos Aires, Imprenta Viuda de Manuel Ponsa, 1955.

Vicki Baum, El bosque que llora, traducción de León Mirlas, Barcelona-Buenos Aires, Imprenta Viuda de Manuel Ponsa, 1955.

Bruce Marshall, A cada uno un denario, traducción de María Antonia Oyuela, Barcelona-Buenos Aires, Gráficas Salvadó, 1956.

Pär Lagerkvist, El enano, traducción de Fausto Tezanos Pinto, Barcelona-Buenos Aires, 1956.

Pär Lagerkvist, Barrabás, traducción de Martín Aldao, Barcelona-Buenos Aires, 1956.

Graham Greene, El fin de la aventura, traducción de Ricardo Baeza, Barcelona-Buenos Aires, Grafos, 1956.

François Mauriac, El cordero, traducción de Silvina Bullrich, Barcelona-Buenos Aires,  Imprenta Juvenil, junio de 1956.

Morton Thompson, Pacto de dolor, traducción de Antonio Ribera, Barcelona-Buenos Aires, 1956.

A.J. Cronin, Gran Canaria, traducción de Joaquín Urnieta, Barcelona-Buenos Aires, Imprenta Viuda de Manuel Ponsa, 1956.

Simone de Beauvoir, Todos los hombres son mortales, traducción de Silvina Bullrich, Barcelona-Buenos Aires, Imprenta Viuda de Manuel Ponsa, 1956.

Thomas Merton, La vida silenciosa, traducción de Josefina Martínez Alinari, Barcelona-Buenos Aires, 1960 (2ª ed.).

Fuentes:

Sergio Vila-Sanjuán, Pasando página. Autores y editores en la España democrática, Barcelona, Destino (Imago Mundi 26), 2003.

Juan Luis Corazón Ardura y Marcel Duchamp, La escalera da a la nada. Estética de Juan Eduardo Cirlot, Murcia, Centro de Documentación y Estudios Avanzados de Arte Contemporáneo (colección ad hoc), 2007.

Andrés Felipe, “La presentación de la colección Nebulae de ciencia y fantasía”, Milinviernos, 14 de agosto de 2014.

Iván Fernández Balbuena, “Especial Nebulae”, Cyberdark, mayo de 2003.

El Puente, la mítica colección de Guillermo de Torre

A la memoria de Félix Grande (1937-2014)

En 1963, el escritor y editor Guillermo de Torre (1900-1971) pudo por fin poner en marcha un proyecto largamente elaborado y que sufrió una enorme transformación desde sus planteamientos iniciales en Madrid hasta convertirse en una mítica colección bajo los auspicios de la bonaerense Editorial Sudamericana, la colección El Puente.

De izquierda a derecha, Jorge Luis Borges, Virgilio Piñero, Carlos Mastronardi y Guillermo de Torre.

La enorme trascendencia que tuvo esta colección como vínculo entre la intelectualidad republicana en el exilio y los lectores peninsulares explica que haya sido objeto de varios y muy valiosos estudios, entre los que quizá destaque el que en 2011 le dedicó Federico Gerhardt (“Todos los puentes. El Puente. Una colección en tres épocas”), que ofrece una panorámica de los antecedentes, una reconstrucción histórica del proyecto y una relación completa y fiable de los títulos publicados, no sólo en la primera etapa (cuestión esta objeto de una cierta confusión o controversia), sino también en la segunda (dirigida en Madrid por el poeta Félix Grande entre 1970 y 1971 y cuyos libros maquetaba José María Guelbenzu) y la tercera (ya en Barcelona, entre 2000 y 2004).

Félix Grande (1937-2014) y Paco de Lucía (1947-2014).

Hay acuerdo en remontar el origen de la colección a una interesante polémica que echó a andar el hispanista estadounidense Robert G. Mead Jr. (1913-1995) en la prestigiosa revista Books Abroad cuando en el verano de 1951, al hilo de un retrato de la cultura española (“Dictatorship and Literature in the Spanish World”), señalaba como sus rasgos más característicos el peso de la censura en la literatura, la debilidad y escaso peso específico de la creación intelectual en España y el desconocimiento y desencuentro entre la producción que venían desarrollando los intelectuales republicanos exiliados y la sociedad española.

Robert G. Mead, Jr.

Años más tarde, en 1954, Mead sintetizó las intenciones de aquel polémico artículo en “Meditación sobre la libertad intelectual en el mundo hispánico (Cuadernos Americanos, marzo-abril de 1954, pp. 48-49):

Mis alegatos capitales, y me limito aquí a esbozarlos, eran que el régimen de Franco, mediante la censura y otros recursos represivos, había deformado el normal desenvolvimiento intelectual del país, dejándolo trunco o poco desarrollado en varios sentidos. Señalé la magna pérdida en todas las ramas del arte y del pensamiento que había sufrido España como resultado de la emigración forzada o voluntaria de tantos de sus hijos […] Recordé la complicidad de muchas casas editoras e la campaña oficial de eliminar de los libros los nombres de aquellos escritores y críticos que fueron republicanos.

Esto dio pie a una intensa polémica en la que abrió fuego Julián Marías (también en Books Abroad), y en la que intervinieron José Luis Aranguren, Arturo Barea, Dwight L. Bolinger, Ramón J. Sender, Elías L. Rivers, un colectivo de exiliados republicanos en Buenos Aires (Sánchez Albornoz, Eduardo Blanco-Amor, Francisco Vera, Alejandro Casona…) y Guillermo de Torre.

Guillermo de Torre.

Los trabajos de Manuel Aznar Soler y José Carlos Mainer que se mencionan más adelante permiten seguir los pormenores de este debate, cuyo principal intirás quizá sea que plantea la posibilidad de establecer puentes de comunicación entre la cultura española en el exilio, que a su vez había ido creando plataformas de interrelación, y los intelectuales que al término de la guerra habían permanecido en España (o inlcuso con las nuevas promociones que por entonces etaban surgiendo). Sin embargo, vale la pena añadir en este contexto que Guillermo de Torre intervino ya en el llamado “Pleito del Meridiano”, en el que, desde las páginas de La Gaceta Literaria, ya en abril de 1927 abogó por una hermandad de los escritores españoles y americanos.

José Luis Aranguren.

Con este objetivo en mente, hacia 1958 Guillermo de Torre había intentado poner en pie una revista a instancias del filósofo José Luis Aranguren (desde Madrid), a los que no tardaron en sumarse el poeta catalán Carles Riba (por aquel entonces en Barcelona, tras un breve exilio) y Juan Marichal (profesor de estudios hispánicos en la Universidad de Harvard, Massachussetts, y en estrecho contacto con los exiliados en México). El objetivo era establecer un diálogo «las diversas orillas ideológicas a que fueron a parar los españoles después de su dramática contienda», como recoge Francisca Montiel Rayo en su análisis de este proyecto que no llegó a cuajar (entre otras razones, por razones económicas).

Antoni López Llausàs.

Antoni López Llausàs.

Finalmente, y en forma de excelente colección culturalmente ambiciosa, el proyecto pudo llevarse a cabo gracias al apoyo del editor catalán exiliado en Buenos Aires Antoni López Llausàs (1988-1979), quien probablemente vio en él un excelente complemento a sus propias iniciativas para reintroducir la cultura republicana en España mediante la creación de la editorial Edhasa. Declaraba Guillermo de Torre a la revista Ínsula en 1962:

La nueva colección que publicarán la Sudamericana de Buenos Aires y la Edhasa de Barcelona asumirá un título simbólico […] El Puente, y tenderá a agrupar bajo sus arcos a escritores españoles de las dos orillas, españoles de dentro y de fuera de España, unificados por un común espíritu de exigencia y rigor, además de algunos afines hispanoamericanos y extranjeros. Se tratará principalmente de ensayos y de estudios literarios e historia.

ArciniegasCiertamente, la colección que salió finalmente se mantuvo en esencia fiel a estos planteamientos en los 28 títulos de su primera etapa, si bien la presencia de autores latinoamericanos se limitó al escritor colombiano Germán Arciniegas (1900-1999) y la hispanochilena Concha Zardoya (1914-2004). E incluso los títulos y autores que allí anuncia el editor (En torno al Poema del Cid, de Menéndez Pidal, y obras de Ferrater Mora, Gaziel (Agustí Calvet), Corpus Barga, Gómez de la Serna o Francisco Ayala, entre otros), se publicaron realmente.

De octubre de 1961 es la primera versión de lo que podría considerarse el manifiesto fundacional de la colección, obra de Guillermo de Torre, describiendo la colección, así que en el momento de publicarse la entrevista en Ínsula era un proyecto más que sobradamente madurado. Pero la entrevista es también interesante además para ver qué libros no llegaron a publicarse.

 En la relación de autores a los que se ha solicitado y han prometido su contribución para los volúmenes sucesivos figuran nombres como los de Claudio Sánchez Albornoz, Salvador de Madariaga, Mariano Picón Salas, Padro Laín Entralgo, Germán Arciniegas, Dionisio Ridruejo, Francisco Ayala…

Interior de Entre el Mar Rojo y el Mar Muerto.

Interior de Entre el Mar Rojo y el Mar Muerto.

Ni el venezolano Mariano Picón Salas (1901-965) ni los españoles Claudio Sánchez Albornoz y Dionisio Ridruejo llegaron a publicarse en El Puente, cuya nómina de autores constituye una pléyade sobradamente ilustrativa: Max Aub, Arciniegas, Francisco Ayala, Azorín, Carmen Bravo Villasante, Corpus Barga, Fernando Chueca Goitia, Guillermo Díaz-Plaja, Ferrater Mora, Paulino Garagorri, Juan Antonio Gaya Nuño, Gaziel, Gómez de la Serna, Pedro Laín Entralgo, Salvador de Madariaga, Julián Marías, Menéndez Pidal, Pérez de Ayala, Mercè Rodoreda, Salazar Chapela, Rafael Santos Torrella, Guillermo de Torre y María Zambrano.

Max Aub (1903-1972).

Sin embargo, presentado a la censura española, esa primera versión del prospecto fue rechazada y aún tuvo que escribir dos más Guillermo de Torre (ambas sin fecha), antes de que la colección pudiera echar a andar. Tampoco los propios libros escaparon al abrumador e irritante torpedeo de la censura, y por ejemplo en el caso del libro de relatos El zopilote y otros cuentos mexicanos, de nuevo Federico Gerhardt ha sido quien ha reconstruido con minucia los pasos previos que tuvo que dar antes de ver la luz el primer volumen de Max Aub que aparecía en la España franquista o, como escribió el propio Aub en carta a Ignacio Soldevila, “mi primer libro republicado en España”. Propuesto en carta del 14 de septiembre de 1963 con el título La excepción y la regla (que reunía los de Cuentos mexicanos con el añadido de “El zopilote”, “La vejez” y “El hombre de paja”), al gerente de Edhasa, Ricardo Campos, le llegó con cuatro posibles títulos, pero el definitivo fue decisión de Guillermo de Torre (como ya hiciera, por otra parte, con algún que otro título de la colección, como El tiempo que ni vuelve ni tropieza, de Marías): El zopilote y otros cuentos mexicanos.  De nuevo Gerhardt reproduce un interesante pasaje en que Guillermo de Torre da cuenta del resultado del paso de la obra por censura:

La censura ha sido más benévola de lo que, a pesar de la recaída última, era presumible. Únicamente, en el cuento del impresor [“De cómo Julián Calvo se arruinó por segunda vez”] ha tachado algunas líneas sueltas: una alusión a Franco, otra a los curas, otra al Papa y un párrafo de siete líneas donde se habla de las “nalgas de Virginia”. Como todo lo demás está intacto y ninguna de las tachaduras impide la comprensión del texto, ni cambia el sentido del conjunto, hemos resuelto aceptarlas; lo contrario hubiera supuesto no obtener la autorización y retrasar la salida del libro, que es inminente. Presumiendo su “fatal” conformidad a esta levísima poda, así se lo comunicamos al Sr. Campos, gerente de Edhasa en Barcelona.

Tres títulos de la serie memorialística de Corpus Bargas.

Tres títulos de la serie memorialística de Corpus Bargas.

Es interesante también advertir que esta iniciativa corría paralela a la introducción en España de otras editoriales, como Ediciones Guadarrama y a la intensiva publicación que llevó a cabo pocos años más tarde la Editorial Andorra, más centrada en la narrativa (Aub, Andújar, Ayala, Rosa Chacel, Otaola, Serrano Poncela, Sender…), así como advertir la presencia en El Puente de unas cuantas traducciones del catalán: Tres mundos: Cataluña, España, Europa, de Ferrater Mora, había aparecido en Selecta de Josep Maria Cruzet (1903-1962) como Les formes de la vida catalana; Castilla adentro y Portugal lejano, de Gaziel, son traducciones de María Teresa López de libros también publicados en Selecta (Castella endins y Portugal enfora), y valdrá la pena recordar que Cruzet se inició en el mundo del libro en la imprenta de López Llausàs y que se asociaron para crear en 1924 la Llibreria Catalònia. Sin embargo, más importante sería la traducción que Enrique Sordo hizo de La plaza del Diamant, de Mercè Rodoreda, que en Barcelona y en catalán había publicado Joan Sales (1912-1983) en su Club Editor. Con el tiempo, esta traducción provocó un indignado revuelo cuando en 1983 la reeditó Editorial Sudamericana no sólo sin mencionar al traductor, sino incluso que se trataba de una traducción (el prestigioso traductor Jordi Arbonés, en calidad de miembro de Obra Cultural Catalana en Buenos Aires, publicó sobre ello un vitriólico texto en el Diario de Barcelona del 8 de noviembre de 1983).

FerraterMoraEl marcado diseño de la colección El Puente, con su característico logo, el fondo monocronático pero siempre llamativo y la fotografía  de un puente español célebre pero siempre distinto reforzaron la identidad de una colección sobre la que vale la pena volver, no sólo por lo bien planteada y oportuna que fue en su momento, para reivindicar la figura del Guillermo de Torre editor, por el interés de los títulos que publicó, e incluso por sus dos efímeras secuelas, sino sobre todo por la extraordinaria potencia del simbolismo como propuesta de diálogo cultural.

 

Lomo de algunos títulos.

Lomo de algunos títulos.

 

Fuentes:

MaríasManuel Aznar Soler, “Exilio republicano de 1939 y patrimonio literario. De la colección Patria y Ausencia (1952) a la Biblioteca del Exilio (2000)”, en Los laberintos del exilio. Diecisiete estudios sobre la obra literaria de Max Aub, Sevilla, Renacimiento (Biblioteca del Exilio), 2003, pp. 93-126.

Manuel Aznar Soler. «“El puente imposible”: el lugar de Sender en la polémica sobre el exilio español de 1939», en Juan Carlos Ara Torralba y Fermín Gil Encabo,  eds., El lugar de Sender. Actas del I Congreso sobre Ramón J, Sender (Huesca, 3-7 de abril de 1995), Huesca-Zaragoza, Instituto de Estudios Altoaragoneses- Institución Fernando el Católico, 1997, pp. 279-294.

AnteAvellanedaFederico Gerhardt, «Acerca de la edición de El zopilote y otros cuentos mexicanos de Max Aub», El Correo de Euclides , 4 (2009), pp. 30-47.

Federico Gerhardt,“Todos los puentes El puente. Una Colección en tres épocas”, Olivar, vol. 12, núm.16 (julio-diciembre de 2011).

Fernando Larraz, El monopolio de la palabra. El exilio intelectual en la España franquista , Madrid, Biblioteca Nueva, 2009.

SernaJosé Carlos Mainer, «El lento regreso. Textos y contextos de la colección ‘El Puente’ (1963-1968)«, en Manuel Aznar Soler, ed., El exilio literario español de 1939, Barcelona, Gexel, 1999, pp. 395-415.

Josep Mengual Català, 2005. «El puente que tendió Rafael Conte. Narraciones de la España desterrada«, Quimera , 252 (enero de 2005; numero monográfico sobre la narrativa breve en el exilio, coordinado por Javier Quiñones), pp. 56-60.

Francisca Montiel Rayo , 2003. «La revista El Puente , un frustrado proyecto de cooperación intelectual entre las dos Españas», Alicia Alted Vigil y Manuel Llusia (eds.), La cultura del exilio republicano de 1939 , Madrid, UNED, 2003, pp. 199-218.

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Prehistoria de Editorial Sudamericana y Edhasa

Antoni López Llausàs (1888-1979) llevaba toda la vida entre papel impreso cuando, al final de la guerra civil española, se puso al frente de una de las empresas culturales más importantes en la historia cultural argentina, Editorial Sudamericana, a la que años más tarde añadiría, en Barcelona, la Editora y Distribuidora Hispano-Americana, S. A. (Edhasa).

Innocenci López Bernagossi, según lo identifica Wikipedia.

En realidad, de casta le venía al galgo. El abuelo de Antoni López Llausàs, Innocenci López Bernagossi (1829-1895), es toda una institución en el mundo de la edición barcelonesa del siglo XIX, y si desde 1855 su Llibreria Espanyola fue sede de algunas tertulias muy interesantes, lo que le dio verdadera fama fue sobre todo su labor como impulsor de diversas publicaciones periódicas, en particular de tipo humorístico y satírico (Parodia de un Diario de Barcelona, Un tros de paper, La Rambla, L´Esquella de la Torratxa, La Campana de Gràcia…).

Un tros de paper

Tanto la Llibreria Espanyola como las revistas de López Bernagossi tuvieron continuidad gracias a su hijo Antoni López Benturas (1861-1931), padre de López Llausàs. Publicaciones por entonces ya muy asentadas como La Campana de Gracia o L´Esquella de la Torratxa sobrevivieron mediante la labor de López Benturas, quien publicó también algunos libros importantes, como Barcelona a la vista, Montserrat a la vista, el diccionario catalán-castellano de Rovira i Virgili o la célebre colección en lengua española Diamante (en la que aparecieron obras de Gabriel Miró, Jacinto Benavente y Felipe Trigo, entre una marabunta de folletines decimonónicos y clásicos del siglo de oro español. Santiago Rusiñol (1861-1931), Apel·les Mestres (1854-1936) o Emili Vilanova (1840-1905) son otros de los autores que frecuentaron las ediciones de López Editor.

De pie y de izquierda a derecha: Vicenç Solé de Sojo, Antoni López Llausàs, Joaquim Montaner y Joaquim Borralleras; sentados: Josep Pla, Salvador Tayá y Josep Barbey.

Tras dejar inacabados estudios de ingeniería, Antoni López Llausàs compaginó los de derecho con la colaboración en la empresa familiar, y se ocupó por ejemplo del número extraordinario que en 1909 dedicó a la pereza L´Esquella de la Torratxa, ilustrado por Apa (Feliu Elias, 1878-1948), y de labores de distribucción. Fue además en la Llibreria Espanyola donde estableció contacto con algunos escritores que tendrían mucho importancia en su carrera posterior, como Josep Maria de Sagarra (1894-1961) o Josep Pla (1897-1981).

Portada de L´Esquella de la Torratxa de 1916.

Sin embargo, se ganó el prestigio de hombre ingenioso cuando advirtió el potencial que había adquirido la publicidad y, tras reservar una página en cada número de L´Esquella de la Torratxa a anunciantes que él mismo se ocupaba de buscar, ingenió un sistema para introducir anuncios en los formularios para la escritura de telegramas de la Compañía Telefónica. Posteriormente contrató el tablón de anuncios del Principal Palace con el mismo propósito.

Con este bagaje creó A. López Llausàs Impresor (en la calle Diputació 95) y, sobre todo la celebérrima Llibreria Catalonia (inicialmente, en 1924, en la Plaça Catalunya, 12), desde donde se inició en la publicación de libros y se convirtió en uno de los más claros, convencidos y eficaces impulsores de la normativa del catalán obra de Pompeu Fabra (1868-1948).

De izquierda a derecha: Josep Maria Planes, Antoni López Llausàs, Josep Maria de Sagarra, Francesc Pujols y Josep Pla (1930).

Entre las innovaciones de la Catalonia se cuenta el libre acceso de los clientes a los ejemplares a la venta, de modo que desde entonces se pudo hojear, en una mesa dispuesta para tal fin, los libros antes de su compra; la participación muy activa (y muy provechosa) en la celebración de la Diada de Sant Jordi; la disponibilidad de algunas obras importantes en lenguas distintas al catalán y castellano, o la creación de una sección de cuentas corrientes o de ventas a pago aplazado.

Imagen de la plaça Catalunya en la que puede verse la Catalonia (h. 1925).

Entre las publicaciones de López Llausàs, además de la continuidad que dio al fondo de Editorial Catalana (en el que destacaba la lujosa revista D´Ací i d´Allà), suele dstacarse su Biblioteca Literaria (dirigida por Joan Estelrich), la Biblioteca Univers (con Carles Soldevila como director), los muy populares Quaderns Blaus (colección de biografías dirigida por Màrius Torres y Carles Soldevila) y sobre todo el Diccionari de la Llengua Catalana de Pompeu Fabra, de longevísima vigencia.

Publicidad en la Catalonia («Los libros gobiernan el mundo»).

Sin embargo, no menos interés tienen su ediciones conmemorativas. Para celebrar el tercer aniversario se editó Paradisos de paper (1927), un compendio de textos breves de muy diversos autores acerca del mundo de la letra impresa.

Mayor significación incluso tiene la traducción que de La chose littéraire de Bernard Grasset (1881-1957) hizo el propio López Llausàs para conmemorar el quinto aniversario, y que se publicó a finales de 1928 con el título El món del llibre, precedido de un extenso y jugoso prólogo que Manuel Llanas ha analizado con cierto detenimiento. Añadido a las obras del mismo cariz de Santiago Salvat L´editor davant el llibre (Institut Català de les Arts del Llibre, 1936) y de Gustau Gili Bosquejo de una política del libro (edición del autor, 1944), el prólogo de López Llausàs constituye el germen de una rica y apasionante tradición de libros sobre el mundo de la edición escritos por sus protagonistas, no con una visión anecdótica, memorialística o histórica, sino de reflexión sobre el oficio.

Antoni López Llausàs

Lo que pone de manifiesto de un modo incuestionable este prólgo de López Llausàs es que ya bastante antes del levantamiento militar que desencadenó la guerra civil (y que le llevó al exilio), quien estaba destinado a convertir la Editorial Sudamericana (1939) en uno de los faros de la edición en lengua española y además crear la editorial Edhasa (1946), tenía las ideas muy claras acerca de la función y responsabilidad cultural –e incluso cívica– del editor, sin desdeñar por ello, sino todo lo contrario, la audacia de Bernard Grasset en el empleo de la publicidad.

Fuentes:

De izda. a dcha.: Francesc Pujols, Josep Pla y Antoni López Llausàs.

Las revistas mencionadas pueden consultarse completas en línea en el Arxiu de Revistes Catalanes Antigues (ARCA).

AA.VV, Barcelona i els llibres. Els llibres de Barcelona, Ajuntament de Barcelona, 2006.

Manuel Llanas, Manuel, L´edició a Catalunya: el segle xx (fins 1939), Barcelona, Gremi d´Editors de Catalunya, 2005.

Isabel Lletget López, Memòries de la família Lletget López del 1872 al 1942, Biblio3W, núm. 718 (20 de abril de 2007).

Martínez Martín, Jesús, ed., Historia de la edición en España 1836-1936, Madrid, Marcial Pons (Historia), 2001.

Solà i Dachs, Lluis, Història dels diaris en català, Barcelona 1879-1976, Barcelona, Edhasa, 1978.

Joan Torrent y Rafael Tasis, Història de la premsa catalana, Barcelona, Bruguera, 1966. s vols.

Editorial Sudamericana, vista por «Joan Ferrer»

A David Paradela, traductor, profesor y bloguero Malapartiano.

Cèsar August Jordana (1893-1958) fue en los años treinta el detonante de una anécdota libresca bastante curiosa. Con una obra ya notable a sus espaldas, a finales de 1931 publicó lo que fue calificado por algún crítico como “pornografía literaria estéticamente digna”, Una mena d´amor (Proa, 1931) una novela que en la literatura catalana tenía pocos antecedentes (se ha meencionado Fanny, de Carles Soldevila, por ejemplo) y que se ha comparado en ciertos aspectos con la obra de D. H. Lawrence. Lo más interesante, sin embargo, no es que Jordana incursionara en ese género y lo dotara de cierta dignidad literaria (algo que en esa época estaba sucediendo también con otros géneros, como el policíaco), sino que esta obra fuera mencionada en una de las novelas catalanas de esos años que mejor han resistido el paso del tiempo, Aloma (1938), de Mercè Rodoreda (1908-1983). La protagonista de esa novela, de un nivel cultural limitado, compra el libro de Jordana en un quiosco, lo que ya resulta indicativo, y procura leerlo a escondidas. Pero Jordana recibiría otro inesperado impulso promocional cuando el esperantista Delfí Dalmau (primer descubridor de Rodoreda, a quien abrió las páginas de la revista Clarisme), publicó una réplica titulada Una altra mena d´amor (Edicions Clarisme, 1933). Poco después, en 1934, Jordana traduciría para las Edicions de la Rosa dels Vents de Josep Janés Flush, de Virginia Woolf (cuya primera edición en castellano es de 1944, en Destino), entre otras obras que requieren un buen traductor.

Jordana en Barcelona, antes de la guerra civil.

Sin embargo, mucho más interesante es la obra póstuma de Jordana, El món de Joan Ferrer, publicada originalmente por Joan Olivé en Aymà, en 1966, y no recuperada hasta 2009 por Edicions de 1984, que incorporó a Jordana a una colección (Mirmanda) en la que convive con Doctorow, Dino Buzzati, Hans Fallada, Claudio Magris o Ford Madox Ford; es decir, entre grandes autores de alcance universal y de interés permanente. Resulta un poco extraño que El món de Joan Ferrer no se haya publicado en lengua española (e idealmente en una editorial bonaerense), sobre todo a tenor de su tema (o más bien de su hilo conductor).

Joan Ferrer es un catalán que a raíz del resultado de la guerra civil, tras un paso episódico por Francia y Chile, se ha instalado como traductor literario y editor en Buenos Aires, para una editorial tras la cual se oculta (y se oculta muy poco) la Editorial Sudamericana de Antonio López Llausàs (hoy en el Grupo Penguin Random House). Como señala Maria Campillo en el texto introductorio, esta obra de Jordana propone muchos niveles de lectura, pero leerla como novela en clave resulta particularmente divertido, porque además Jordana sabe muy bien de lo que habla. Después de haber traducido durante mucho tiempo al catalán antes de la guerra civil (sobre todo para Barcino y Proa, donde publicó la de Mrs. Dalloway), en Chile y en Argentina Jordana tradujo muchos libros para Editorial Sudamericana, además de muchos otros para Poseidón (del exiliado catalán Joan Merli) y la chilena editorial Ercilla, lo que hace más evidente si cabe el fuerte componente autobiográfico de esta novela. De Jordana son por ejemplo las traducciones de La vida secreta de Salvador Dalí (Poseidón, 1944) o La filosofía perenne, Mono y esencia, Adonis y el alfabeto y otros ensayos y Esas hojas estériles, entre otras, de Aldous Huxley (Sudamericana, 1947, 1951, 1958 y 1959). Obra suya son también algunas de las traducciones que Sudamericana publicó de Thomas Merton, Will Durant, Hubert Wilkins, Roger Caillois, Julian Huxley…

Sede de Sudamericana en los años cuarenta.

Joan Ferrer escribe informes de lectura, traduce, e incluso rechaza, por razones de conciencia, un puesto en el servicio de prensa en la época en que la “Editorial Andina” (léase Sudamericana), que dirigen Pau Vallès (Antonio López Llausàs) y Arturo Rabínez (¿Rafael Vehils?) está lanzada en la lucrativa racha de libros de autoayuda (léase de Dale Carnegie), al tiempo que publica la obra literariamente más valiosa de aquellos autores británicos, franceses e italianos que la censura franquista impide que publiquen las editoriales españolas. De Vallès, se dice, por ejemplo, que lo concocía “desde hacía muchos años, había tenido tratos con él como escritor y sabía muy bien hasta qué punto se podía uno fiar de él, cuánto podía obtener o cuánto podía perder con él. Incluso cuando le prometía una cosa y hacía otra, Joan no se consideraba muy engañado, porque siempre se le veía venir y se lo esperaba” [la tarducción es mía].

Proa, 1966.

Las interioridades del funcionamiento de la editorial, las triquiñuelas de sus empleados para ascender, las pugnas entre los propietarios y las chapuzas del disparatado y enloquecido responsable del departamento editorial son fuente inagotable de carcajadas para quien conozca un poco el mundillo editorial por dentro. Las escenas, por ejemplo, en que el protagonista se ve en la necesidad de justificar un informe de lectura muy negativo acerca de un libro de viajes disparatado del autor estrella de la casa, ha lidiar con la revisión de una prueba de traducción que ha realizado una «enchufada» muy poco talentosa o tiene que defender su traducción, una vez ya publicada, que ha sido objeto de una corrección completamente absurda y torpe se cuentan entre las más graciosas de la novela. Y la cosa cobra más trascendencia y retranca si uno sabe que antes de la guerra Jordana fue jefe de la Oficina de Estilo de la Generalitat de Catalunya. Seguro que a más de un traductor o redactor de informes de lectura son escenas que le resultarán familiares y difícilmente podrá reprimir, cuando menos, una sonrisa.

Sin embargo, más interesantes si cabe son sus atinadas e irónicas reflexiones sobre la tarea de traducir, sobre la eufonía, sobre los «falsos amigos», sobre la traslación del ritmo de la prosa, y sus asociaciones de ideas a partir de la comparación entre palabras de diferentes lenguas. Harán las delicias de los profesionales en la materia.

C.A. Jordana

Incluso tras los títulos y autores que menciona Jordana sería posible investigar si no se ocultarán a algunos escritores y libros reales: Un Don Felipe´s Heart, de un tal Cought, una Sikorsky´s New Theory: Superegos at Work, unas graciosas Réflexions sur la cuisine française, o La theorie de la relativité sans mathematiques, de Jean Remi, Christopher Sullivan… De lo que no hay duda es del carácter autobiográfico del pasaje en que Joan Ferrer, un poco a modo de balance, contempla su biblioteca de traducciones. Ahí están Marlow, Sterne, Lessage, Hugues, Charles Morgan, Martin de Gard…, e incluso sus propias obras como narrador, entre las que aparecen una recopilación de cuentos titulada Tot de misteris (Tot de contes, 1929), Els tripijocs dels inmortals, protagonizada por un tal detective Sam Weller (El collar de la Núria, 1927), una biografía de Plaerdemanvida (?), la recopilación de artículos Esplais i cabòries y unas Excursions literàries.

Carles Riba (1893-1959)

También en sus miradas retrospectivas al pasado encontramos algunos guiños bastante evidentes: un tal Carmel Margenat (Carles Riba), por ejemplo, o un antólogo tras el que es fácil reconocer a Joan Triadú y su Antologia de la poesia catalana. 1900-1950 (Selecta, 1951)

Sería interesante y divertido contar con una traducción al español de El món de Joan Ferrer, en la que se investigaran y anotaran todos esos guiños, que a menudo remiten a editores y escritores reales. Y la calidad de la obra, con sus espléndidas introspecciones joyceanas y sus pinceladas costumbristas bien distribuidas, lo justificaría sobradamente.

César August Jordana, El món de Joan Ferrer, prólogo de Maria Campillo, Barcelona, Edicions de 1984, 2009.

Nota de octubre de 2015: La editorial Entre Mundos ha publicado la versión en español, con el título El mundo de Joan Ferrer, en traducción de Palmira Feixas.

Fuentes:

En el Arxiu Nacional de Catalunya se conserva el epistolario de Cèsar August Jordana, que incluye abundante correspondencia entre la que se cuenta la mantenida con las editoriales Ercilla, Sudamericana y Aymà.

Miquel Adam, “El món de Joan Ferrer vist per un ignorant”, Núvol, 7 de febrer de 2013.

Montserrat Bacardí, La traducció catalana sota el franquisme, Lleida, Punctum-Trilcat-Gettcc (Quaderns 5), 2012.

Josep M. Benet i Jornet, “C.A. Jordana, més enllà de la pulcritud”, Els Marges, núm 1 (1974), pp. 110-114.

Helena Bonals, «Ressenya d´El món de Joan Ferrer«, Anticànons, 1 de agosto de 1007.

Lluis Busquets i Grabulosa, “Epistolaris d Xavier Benguerel. Un pou d informacions”, en Manuel Aznar Soler, ed., El exilio literario español de 1939.  Actas del Primer Congreso Internacional (Bellaterra, 27 de noviembre-1 de diciembre de 1995), Barcelona, Gexel, 1998.

Lluis Busquets i Grabulosa, «Cèsar August Jordana, un epistològraf a l’exili», Revista de Catalunya, n. 178 (octubre de 1993), pp. 103-112.

Maria Campillo, “Situació i sentit d´ Una mena d´amor”, Els Marges, n. 11 (1977), pp. 101-109.

Maria Campillo, “Cèsar-August Jordana, El món de Joan Ferrer,  Quaderns. Revista de Traducció, n. 16, (2009), pp. 29-42.

Júlia Costa, «Cèsar August Jordana, oblits i recuperacions«, La panxa del bou, 5 de abril de 2013.

Cèsar August Jordana, «L’art de traduir. Justificació d’un assaig«, Revista de Catalunya, n. 88 (15 de julio de 1938), reproducido en Montserrat Bacardí, Joan Fontcuberta y Francesc Parcerisas, eds., Cent anys de traducció al català (1891-1990). Antologia, Vic, Eumo, 1998, pp. 117-125.

Montserrat Majó i Ubach, Cèsar-August Jordana i la traducció. Repàs biobibliogràfic, trabajo de investigación dirigido por Montserrat Bacardí y fechado en septiembre de 2004.