Cincuenta años de censura franquista: el caso de Teresa Pàmies

Los efectos de la censura franquista sobre la literatura escrita en España durante la dictadura del autor de Raza han llegado hasta bien entrado el siglo XXI y, en consecuencia, sus consecuencias sobre la configuración del canon de esa literatura que se nos ha legado hasta ahora es una de las taras más deleznables de las culturas peninsulares; y sigue poniéndose de manifiesto una y otra vez.

Teresa Pàmies durante la guerra civil.

A finales de 2023, por una serie de rocambolescas casualidades propiciadas por el estudio continuado, la profesora de la Universitat Autònoma de Barcelona Montserrat Bacardí sacó a la luz una novela de Teresa Pàmies (1919-2012), Una noia i un soldat, que volvía a poner el asunto sobre el tapete.

Ese mismo año, Montserrat Bacardí publicaba en la editorial Eumo La veritat literaria de Teresa Pàmies, la biografía con la que había obtenido la tercera edición del galardón de ensayo Ricard Torrents Bertrana, y en el curso de la investigación se había topado en 2019 con el registro de la mencionada obra en el Archivo General de la Administración en Alcalá de Henares, donde se conservan entre otras cosas los informes de censura; lógicamente, solicitó una copia, que tardó un año en llegar a sus manos. Según ha explicado Bacardí (traduzco del catalán):

Me constaba que [a Teresa Pàmies] le habían censurado muchas cosas y me fui unas semanas a Alcalá de Henares. Busqué expedientes de las obras y había este título: Una noia i un soldat. Lo primero que pensé es que había intentado colar [a censura] otra novela (anteriormente censurada) con este título, porque era una práctica habitual.

Sin embargo, una vez leída resultó que no era el caso y ni siquiera los descendientes de la escritora ‒entre los que se cuenta el conocido escritor Sergi Pàmies, que custodia el fondo personal de su madre‒ tenían noticia de la existencia de esta novela. Aun así, la forma y el contenido de la misma, y sobre todo el nombre de la protagonista, permitieron a Bacardí ‒quien en 2021 había publicado en la Institució de les Lletres Catalanes el epistolario de Pàmies: M’agrada escriure. M’agrada rabiosament. Cartes (1938-2002)‒ identificar inequívocamente este texto como la versión definitiva del que en una carta al escritor y crítico literario Rafael Tasis (1906-1966) fechada el 8 de mayo de 1964 la autora mencionaba con el título La xiqueta de Balaguer (y que mandó al Premi Joaquim Ruyra, del que Tasis era jurado). Rafael Tasis no pudo hacer otra cosa que recomendarle que intentara publicarla en el exilio, porque en la Península lo veía imposible por razones evidentes.

Rafael Tasis

El manuscrito conservado en el archivo de Alcalá (el único conocido) estaba fechado en febrero de 1972, de modo que esta versión definitiva de la aparentemente inédita La xiqueta de Balaguer fue la primera obra que Pàmies escribió en Cataluña después del largo exilio que la había llevado sucesivamente a Francia, la República Dominicana, México, Yugoslavia, Checoslovaquia y de nuevo Francia. No obstante, el que primero se había publicado había sido el libro que firmaba con su padre Tomàs Pàmies (1889-1966) Testament a Praga, enviado desde el exilio en París al Premio Josep Pla, que obtuvo en su edición de 1970 y fue publicado por Destino al año siguiente.

El título de la novela, Una noia i un soldat, alude a una canción catalana muy popular de origen no del todo claro titulada «Baixant de la Font del Gat» que bien vale un párrafo. En 1910 el pionero Ricard Baños (1882-1939) ya había empleado esa canción para titular una de sus pioneras producciones cinematográficas (una comedia popular muda); en La Vanguardia correspondiente al 17 de noviembre de 1920 se anunciaba que la cupletista Pilar Alonso (1897-1980) cantaría en El Dorado un tema cuyo título es idéntico a la protagonista de la canción, «La Marieta de l’ull viu», con música de Càndida Pérez (1893-1989) y letra de Faust Casals i Bové (1880-1947), y dos años después se estrenaría el exitosísimo sainete Baixant de la Font del Gat o la Marieta de l’ull viu, que firmaban al alimón Amichatis (Josep Amich i Bert, 1888-1965), exiliado durante la guerra civil en Chile, y Gastó A. Màntua (Gastó Alonso i Manaut, 1878-1947), a partir de la que luego escribiría una zarzuela con música de Enric Morera (1865-1942) estrenada en el Tívoli en enero de 1926. De ese mismo año es la sardana homónima firmada por Morera y Antoni Vives, y del siguiente una adaptación cinematográfica de Amichatis protagonizada por Marina Torres (1901-1967) y en la que intervenían Jaime Devesa (1894-1963), Enric Guitart (1909-1999), Alejandro Nolla (1881-1944) y Josep Santpere (1875-1939), entre otros.

Valga el título de la novela como indicativo del arraigo de Teresa Pàmies en la cultura popular catalana, que a primera vista quizá contrasta con el hecho de que buena parte de su obra previa estuviera escrita originalmente en castellano. La música popular tiene un papel importante en Una noia i un soldat, y Bacardí menciona y cita en el prólogo a su edición un pasaje en el que un grupo de cantantes y su auditorio se emocionan en comunión con el «Cant de la Senyera», pero además en otro pasaje la protagonista rememora su actividad como cantante aficionada y escribe (traduzco del catalán): «Cantábamos canciones nuestras, de nuestra tierra, en cuerpo y alma. Canto colectivo y personal a la vez, íntimo, entrañable. No éramos conscientes de ese sentimiento, y, ya mayores, no podemos dilucidarlo. Estas cosas se viven. Se tienen. Se recuerdan.»

Teresa Pàmies.

Este tipo de evocaciones, al margen de la visión marxista que empapa toda la novela, son algunas de las muchas que despertaron el rechazo de la versión que a finales de abril de 1972 la editorial Destino presentó a censura. Bacardí ha contado que uno de los lectores que más a menudo se ocupó de la obra de Pàmies fue el censor jurista Francisco Fernández-Jardón (1900-¿?), que desarrolló tan repugnante actividad entre 1965 y 1972, y que durante la guerra civil había sido teniente provisional del Estado Mayor. En una conferencia pronunciada en agosto de 1937 Fernández-Jardón dejó buenas muestras de su exacerbado nacionalismo radical al expresar su propósito:

de contribuir a exaltar ante vosotros la necesidad de conocer la esencia íntima de nuestra españolidad más gloriosa, sobre todo en la nueva vida que con el triunfo nos espera, para que reanudemos nuestra tradición científica, buscando siempre un sentir, un pensar y un querer puramente español, que no en vano hemos visto a donde nos conducía nuestra creciente desespañolización.

Teresa Pàmies

No es de extrañar que censura denegara la autorización de publicar Una noia i un soldat, pero es que además Pàmies tuvo muy mala suerte con el lector que le tocó, al margen de lo sorprendente que pueda resultar que juzgara los libros escritos en catalán un jurista nacido en la capital de Asturias y que no consta que en ningún momento residiera en Cataluña; el de Pàmies no fue un caso aislado, pues Fernández-Jardón firmó también informes de obras presentadas para su traducción al catalán (quizá leyéndolas en sus versiones originales) y, como ha subrayado Mireia Sopena, la suya se contaba entre las voces más autorizadas de entre los lectores de los que disponía censura en los años finales de la década de 1960 y los iniciales de la década siguiente.

El interés de Una noia i un soldat ‒por la combinación de voces narrativas, la alternancia de tiempos narrativos, la solidez de los personajes, el mesurado empleo del monólogo interior, la diversidad de registros lingüísticos‒ es incuestionable, y no desmerece al lado de las mejores que se publicaron en catalán en esos años, pero el valor documental (situada durante la guerra civil) y el peculiar modo en que refleja la nostalgia por un país y un tiempo perdido hacen de ella una novela estremecedora. Si a ello se añade el valor representativo que tiene como ejemplo del trabajo que queda por hacer para acabar con la censura franquista…, pues sí, vale la pena leerla y lleva de nuevo a pensar en lo mucho que queda por hacer en la batalla contra la censura franquista.

Fuentes:

Marta Aliguer, «Una nova Teresa Pàmies, mig segle després», Núvol, 12 de desembre de 2023.

Montserrat Bacardí, «La novel·la de la guerra de Teresa Pàmies», prólogo a Teresa Pàmies, Una dona i un soldat (novel·la de la guerra civil), Barcelona, Adesiara, 2023, pp. 7-55.

Francesc Bombí-Vilaseca, «Adesiara publica una novela inédita de Teresa Pàmies, la primera que escribió», La Vanguardia, 12 de diciembre de 2023.

Lluís Llort, «La censura “salva” una novel·la de Teresa Pámies», El Punt Avui, 17 de diciembre de 2023.

Àlex Milian, «El mecanoscrit inèdit de la primera Teresa Pàmies», El Temps, 5 de febrero de 2024.

Toni Puntí, «Es publica Una noia i un soldat, la novel·la prohibida de Teresa Pàmies», 3cat, 12 de diciembre de 2023.

Oriol Rodríguez, «Publiquen la novel·la inèdita de Teresa Pàmies, Una noia i un soldat, censurada als 70», El Nacional, 12 de desembre de 2023.

Mireia Sopena, «“Con vigilante espíritu crítico”. Els censors en les traduccions assagístiques d’Edicions 62». Quaderns: revista de traducció, 2013, Núm. 20, pp. 147-161.

Sender y el insoportable peso de la censura franquista

La obra literaria de Ramón J. Sender (1901-1982) ha tenido la inmensa suerte de ser analizada, estudiada y evaluada por una pléyade de grandes filólogos, historiadores de la literatura y críticos: Francisco Carrasquer (1915-2012), Jesús Vived Mayral (1932-2018), Donatella Pini, José Carlos Mainer, Marcelino C. Peñuelas, etc., lo que podría llevar a pensar que ya poco nuevo queda por decir acerca de las vicisitudes de sus libros. Con El triángulo editorial de «Crónica del alba», Olga Pueyo Dolader no sólo desmiente esa arriesgada suposición sino que, situándolo con precisión en su contexto político y editorial, convierte al autor aragonés en ejemplo para explicar la evolución de la censura de libros en España durante la dictadura franquista, sus métodos y objetivos y el efecto, dispar, que tuvo ‒y sigue teniendo‒ en la recepción de la literatura de los exiliados republicanos y en el canon de la literatura española del siglo XX.

Ya en 2020 Pueyo Dolader había llamado la atención sobre el valor y la importancia del rico epistolario del editor barcelonés Jaume Aymà i Mayol (1911-1989) conservado en el Arxiu Nacional de Catalunya en un artículo en la revista Sansueña, y de nuevo aquí constituye una de las principales fuentes de información para reconstruir el proceso de contratación y edición de Crónica del alba y algunas novelas posteriores, así como las delirantes gestiones que el intrépido y benemérito editor se vio en la necesidad de establecer con la censura. Gracias a este epistolario ‒que sería muy útil que algún editor valiente se atreviera a publicar‒ conocemos, por ejemplo, el proceso mediante el cual, con el texto ya compuesto, el editor se ocupó de introducir las enmiendas y correcciones y hacer las supresiones que le pedía el Ministerio de Información de modo tal que no se produjeran recorridos en el texto que obligaran a componerlo de nuevo (con el consiguiente costo y retraso), o que en la siguiente edición, gestionada también por el propio Aymà en la editorial Andorra, esas enmiendas se debieron ya a la mano del propio Sender. ¿Minucias filológicas de variantes textuales para solaz y entretenimiento de especialistas? Depende de cómo se mire, porque en muchos casos se trataba de párrafos enteros y porque, por acumulación ‒como puede comprobarse en el apéndice que incluye este libro‒ llegan a alterar en cierta medida el impacto del conjunto.

Joaquín Maurín

Otro de los puntales sobre los que se sustenta este apasionante recorrido es el archivo personal de Joaquín Maurín (1896-1973) y el magnífico epistolario que mantuvo con Sender y que en su día preparó y editó Francisco Caudet. A través de este material se traza una imagen precisa de las circunstancias en las que debían desenvolverse los escritores del exilio republicano de 1939, con acceso difícil a las editoriales asentadas en sus países de acogida, que además estaban inmersas en sus propios procesos evolutivos, con la alternativa de publicar en empresas a las que se impedía distribuir sus libros en España o de autopublicarse sin ninguna esperanza de una difusión mínimamente decente. En otras palabras, sirve a la autora para cartografiar el mapa del campo editorial anómalo en el que durante muchos años se vieron obligados a jugar este amplio conjunto de escritores valiosos.

Victor Alba

Además de redondear y precisar la imagen que hasta ahora teníamos de Maurín como agente literario oficioso de Sender, por fin queda más precisamente establecidas las circunstancias y los canales mediante los que, ya en septiembre de 1953 y gracias a la iniciativa de Víctor Alba (Pere Pagès i Elies, 1916-2003), Maurín propició que Sender intentara que la editorial de José Janés (1913-1959) le publicara algún libro en España y cómo este se topó con un tipo de censura insalvable pese a informes favorables de los lectores censores: Sender era impublicable no porque su obra defendiera unas determinadas ideas o mostrara una determinada imagen de España, sino simplemente por ser quién era; y la decisión la tomaba la Dirección General de Información. Aun así, es pertinente constatar que, como bien podría hacer cualquier defensor del franquismo, que en 1946 el editor Javier Morata había obtenido autorización para importar ejemplares de un libro suyo, pero conviene no olvidar que se trataba de tan solo diez ejemplares, lo que es tanto como decir apenas nada. También del Archivo General de la Administración, lógicamente, se ha servido con profusión la autora para dilucidar los procesos a los que fueron sometidas las peticiones de diversos editores para dar a conocer la obra de Sender a sus lectores naturales. Asimismo, le permiten establecer y documentar cómo la evolución política del franquismo fue evolucionando no en una estrategia de apertura hacia la obra del exilio republicano, sino más bien como un modo de instrumentalizar determinados textos para limpiar un poco sus manos manchadas de sangre inocente.

Los Aymà, padre e hijo.

También son del máximo interés las páginas dedicadas a la recepción que tuvo a lo largo del franquismo y la posición que ocupó en el canon forjado por los estudiosos de la literatura española, algunos de los cuales demostraron ser incapaces de separar la antipatía personal o la discrepancia política del juicio estético, mientras que otros se enfrentaban a enormes dificultades, cuando no a la imposibilidad, de acceder a la obra completa de los autores a los que pretendían evaluar ( y eso vale para Sender, pero también para Manuel Andújar, Francisco Ayala, Max Aub y una extensísima nómina de escritores de primer orden). Sirva como mínimo de ejemplo de cómo y hasta qué punto varias generaciones de españoles recibieron y en muchos casos asumieron una escala de valores literarios maleados en origen, y sobre todo de advertencia del enorme trabajo que aún queda pendiente de hacer para revertir y actualizar esa situación, pese a la labor ya llevada a cabo, entre otros, por los insignes filólogos mencionados en el párrafo inicial.

Ramón J. Sender.

Como escribe con irrebatible acierto Fernando Larraz en el prólogo, este libro es «una aportación fundamental a la reconstrucción de nuestra historia cultural del siglo pasado que trasciende el mero estudio de caso», porque, si bien sitúa la historia editorial de Crónica del alba en primer plano, el fondo sobre el que se desarrolla esa historia queda perfectamente perfilado y delineado, y saca a la luz toda una serie de aspectos que pueden servirnos para comprender mejor otros muchos casos de «recuperación» de la obra literaria ‒pero también pictórica o cinematográfica, por ejemplo‒ de los exiliados republicanos de 1939 durante el franquismo. En este sentido, quizás el título elegido podría llevar a engaño, porque el texto de Pueyo Dolader va mucho más allá de lo anunciado. Decir que El triángulo editorial de «Crónica del alba» es una pequeña joya sólo es cierto si nos limitamos a contar el número de páginas del volumen; no tiene nada de pequeña pero sí es una joya.

El exagente de la CIA Philip Agee, la autocensura editorial y el hispanomexicano José Ramón Enríquez

La primera edición en español de Inside the Company: CIA diary, del exagente de inteligencia y luego polémico escritor Philip Agee (1935-2008), a quien se considera el primer tránsfuga de la CIA, la publicó en España en septiembre de 1978 la editorial Laia como número 37 su añorada colección Paperback, en traducción de María Antonia Menini y, según consta en los créditos, revisada por E. L., con el título Diario de la CIA. La compañía por dentro y con un prólogo del autor para esa edición.

El escándalo generado en todo el mundo por ese libro, que con los siguientes suyos ponían al descubierto las operaciones de Estados Unidos para marcar el rumbo político de los países latinoamericanos, fue más que notable, y durante mucho tiempo su autor se vio obligado a cambiar de residencia con cierta asiduidad debido a las presiones de los gobiernos estadounidenses de turno.

Apenas un año después de la aparición de ese título en Laia aparecía la misma traducción en coedición con Bruguera, con una cubierta diseñada por el argentino Mario Ezquenazi, y hasta mayo de 1987 no aparecería la edición argentina en Sudamericana, en traducción de Silvia Lerendegui y con una cubierta atribuida a Mario Blanco pero idéntica a la de Penguin.

En su interesantísimo libro La otra guerra secreta, Jacinto Rodríguez Munguía reconstruye el largo proceso de revisión y reconsideración al que esa traducción fue sometida en la editorial Grijalbo, pues se temía sobre todo una reacción devastadora por parte del presidente mexicano Luis Echeverría (1922-2022) porque en ese libro no queda en muy buen lugar y además saca a la luz aspectos hasta entonces muy poco conocidos de la llamada matanza de Tlatlelolco, entre otros detalles comprometedores (como la estrecha relación del presidente Díaz Ordaz con la CIA, por ejemplo). Todo ello podía desembocar incluso en una prohibición del libro, y es de suponer que el caso del libro de Oscar Lewis (1914-1970) Los hijos de Sánchez ‒que provocó o por lo menos propició la salida de del Fondo de Cultura Económica de Arnaldo Orfila Reynal (1897-1998)‒ seguía en la memoria de muchos editores.

Un aspecto relevante en la decisión de comprar o no los derechos para su publicación era precisamente el riesgo, porque el contrato obligaba a la publicación en el término de dieciocho meses o se perdería ese derecho, pero en el otro lado de la balanza se temía que otras editoriales, y en particular los argentinos y españoles, o incluso empresas anónimas y clandestinas, pudieran arrebatar a Grijalbo la oportunidad de publicar un libro de enorme potencial comercial. Por ello, la editorial empezó a tantear al gobierno mexicano y a remitir diversas cartas al presidente Echeverría que sistemáticamente quedaban sin respuesta.

Vale la pena recordar también que, coincidiendo con la aparición de la versión original del libro de Agee en Penguin, a finales de 1974 Gabriel García Márquez (1927-2014) había entrevistado al autor (en España se publicó en la revista Triunfo) y que incluso periódicos mexicanos ‒algunos tan difundidos como Excelsior, por ejemplo‒ ya habían puesto de manifiesto el potencial escándalo político que el libro podía propiciar en Latinoamérica.

Según documenta Rodríguez Munguía, en Grijalbo se sometió el texto a una severa y minuciosa revisión, se detectaron algunos pasajes arriesgados en exceso, se sugirieron cambios de cierta importancia (aun a riesgo de que el autor los rechazara) y ese texto revisado ‒tal vez uno de los casos mejor documentados de autocensura editorial‒ fue el que apareció finalmente en Laia, precedido de una nota en la que el autor aludía sin detalles a algunas de las causas del retraso de su aparición en español:

La edición española tenía que haberse editado hace tres años, pero la intervención de un gobierno interesado impidió su publicación hasta ahora. Pero finalmente los lectores de España, Latinoamérica y otros países hispanoparlantes tendrán otro que añadir a la colección de libros, que revelan la actuación de la CIA aparecidos en estos últimos años.

Esa desagradable tarea de manipulación del texto recayó en José Ramón Enríquez, quien en noviembre de 1974 ya firmaba como director del Departamento de Producción de Grijalbo un informe en el que proponía algunas modificaciones tendentes a evitar que la edición en español pudiera ser censurada en México y, en menor medida, en otros países latinoamericanos cuyos gobiernos salían muy mal parados pero donde la pérdida económica para Grijalbo era sensiblemente menor.

José Ramón Enríquez, nacido en Ciudad de México en 1945, fue el segundo de los tres hijos del periodista y pedagogo español Isidoro Enríquez Calleja (1900-1971), quien durante la guerra había publicado La literatura antifascista en la nueva escuela (¿1937?)y al término de la misma había llegado a México a bordo del Sinaia integrado en uno de los primeros contingentes de republicanos (se da la circunstancia que si en 1989 pudo hacerse una edición facsímil del diario publicado a bordo por los republicanos españoles fue gracias a que Enríquez Calleja conservó cuidadosamente durante años dieciocho originales de ese singular periódico). Fue también gracias a la ayuda de su padre que ya en 1963 pudo publicar José Ramón Enríquez su poemario Al pie de mi amor clavado, con pie editorial de Oasis.

Casi inmediatamente después inicia José Ramón Enríquez el noviciado como franciscano, que se homosexualidad le lleva a abandonar tiempo para luego militar en el Partido Comunista y a convertirse en activista de los derechos civiles y en particular de los de los homosexuales. Después de iniciar y abandonar estudios en letras hispánicas, se introdujo en el sector editorial como corrector de estilo y traductor, pero eso no le impidió matricularse en 1968 en la Escuela de Arte Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes (que abandonó dos años después).

En 1970 la misma editorial Oasis le publica el libro que le da a conocer más ampliamente, Ritual de estío (que incluye la obra homónima y La validez del sueño), y la primera mitad de esa década la dedica intensivamente a la creación teatral en un sentido muy amplio (actor, director, dramaturgo) y pasa por la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid. Son también los años en que frecuenta el Teatro Clandestino de Vicente Leñero (1933-2014), Luis de Tavira y Osvaldo Dragún (1929-1999).

En Grijalbo, además de corrector de estilo y traductor, ejerció como director editorial entre 1974 y 1976, para pasar luego a dirigir durante 1977 las ediciones destinadas al mercado latinoamericano. Posteriormente asesoró a la dirección literaria del Fondo de Cultura Económica en los años 1978 a 1982 y ocupó cargos de dirección también en el Departamento de Publicaciones de la Universidad Autónoma de Puebla, entre 1983 y 1984, en Océano los dos años siguientes y en Esfinge. Al mismo tiempo, había iniciado una frecuente labor como crítico literario y teatral, entre otras cabeceras en El Heraldo Cultural y La Cultura en México y fue jefe de redacción de El Machete, revista financiada por el Partido Comunista Mexicano y dirigido en esos años por el antropólogo también hispanomexicano Roger Bartra.

Sin embargo, la vocación le llevó a convertirse sobre todo en reputado un hombre de teatro con una extensa e influyente obra a sus espaldas.

Fuentes:

José Ramón Enríquez, «Isidoro Enríquez Calleja. De Juan de Mairena a la lección lorquiana», en María Teresa González de Garay y José Díaz-Cuesta Galián, coords., El exilio literario de 1939. Setenta años después, Universidad de La Rioja, 2013, pp. 49-55.

María Teresa González de Garay, «José Ramón Enríquez. Un ritual para Telémaco», Revista de la Universidad de México, núm. 124 (2014), pp. 67-71.

Clary Loisel, «Entrevista con José Ramón Enríquez», Latin American Theatre Review, vol. 36, núm. 1 (otoño 2002), pp. 127-131.

Jacinto Rodríguez Munguía, La otra guerra secreta, Barcelona, Grijalbo, 2016.

Mª Teresa Santa María, «Panorama de la dramaturgia española exiliada en México», Las Puertas del Drama. Revista de la Asociación de Autores de Teatro, núm. 52 (2019).

Javier Dieta Pérez, censor de libros

En numerosos estudios sobre la censura de libros en la España franquista aparece reiteradamente el nombre de uno de los lectores al que Fernando Larraz ha calificado como «el exponente más tenebroso de la censura», Javier Dieta, cuya intervención fue decisiva en un muy buen número de libros importantes y sobre el que sin embargo sabemos muy poco, tanto acerca de su pasado como de su destino tras su paso por censura.

Funcionario de la administración civil, Dieta empezó a colaborar en la censura a principios de 1954, y, a la vista de sus numerosos informes sobre novelas españolas, el mencionado Larraz lo caracteriza del siguiente modo «Trata de compensar en ocasiones su escasa altura intelectual con voces latinas innecesarias como “ad cautelan” o “verbatim”, que contrastan con el abuso de coloquialismos impropios que dan muestra de la soltura y confianza con las que se movía por el Servicio [Nacional de Propaganda]»

En marzo de 1954 le toca informar sobre la novela de Juan Goytisolo (1931-2017) Juego de manos, a la que no pone reparos porque según su lectura «El aire general de la novela es no obstante de desaprobación [de los actos del grupo protagonista]. Casi ellos mismos tienen conciencia de que son víctimas de una mala educación familiar, así al contar sus vidas, y mucho de ambiente».

En enero de 1956 firmaba el informe de El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio (1927-2019), presentada por la editorial Destino, que es evidente que no le gustó pero acertó al identificar su realismo: «Algo así como si se hubiese tomado en cinta magnetofónica aquellas conversaciones, todos los gritos, canciones, toda clase de ruidos, etc., etc. Ahí debe de estar el valor de la novela», si bien añade que «Abundan los tacos, que no considero suprimibles, aunque me parecen de muy mal gusto».

Italo Calvino y Jorge Luis Borges.

La editorial barcelonesa Edhasa presentó a censura el compendio de ensayos Discusión, de Jorge Luis Borges (1899-1986), al que en un informe de finales de 1956 Dieta puso bastantes reparos, sobre todo porque «lo malo es que [el autor] se mete en teología y mete la pata de lleno», según escribe, así es que elimina un par de textos, mientras que los autorizados tampoco salen indemnes al embate del lápiz rojo. Por razones que están por dilucidar, el caso es que Edhasa nunca llegó a publicar ese libro (que era una versión revisada del que en 1932 publicara en Buenos Aires Manuel Gleizer Editor).

César Arconada.

En abril de 1957 considera también autorizable otra novela de Juan Goytisolo, El circo, a la que califica de «novela de ambiente», y Central eléctrica, de Jesús López Pacheco (1930-1997), que acababa de quedar finalista en el Premio Nadal (ese año lo ganó el sacerdote José Luis Martín Descalzo con La frontera de Dios). Mientras según el profesor Pablo Gil Casado ‒que la vincula muy estrechamente con La turbina de César Arconada (1898-1964)‒ «Central eléctrica contiene una fuerte crítica de las injusticias, testimonialmente expuestas, a que se ve sujeta la clase obrera y campesina», Dieta empieza su informe calificándola de «Novela con “quid” social».

Otro caso bien estudiado ‒por Lucía Montejo Gurruchaga en Discurso de autora: género y censura en la narrativa española de posguerra‒ es el de Una mujer llega al pueblo, con la que Mercedes Salisachs (1916-2014) ganó el Premio Ciudad de Barcelona (y con la que Dieta se cebó a gusto). Lo interesante en este caso hay constancia de que la autora se puso en contacto con el censor, y solo pueden hacerse suposiciones acerca de cómo supo la autora quién había informado sobre su novela. El caso es que acaso fuera este contacto el que propició que en un segundo informe Dieta se mostrara menos duro y, con todos tijerazos, al final la novela pudo publicarse (en Planeta).

En el sentido de las agujas del reloj: Josep M. Castellet, José María Valverde. Joan Petit, Barral y Víctor Seix.

Estos son tus hermanos, de Daniel Sueiro (1931-1986), la presentó a censura Seix Barral en junio de 1961, y Javier Dieta fue uno de los cinco lectores que, a instancias de los sucesivos recursos de Sueiro, informaron sobre ella (casi todos denegando su autorización pese a las enmiendas y supresiones introducidas por el autor). En un interesante artículo seminal sobre las relaciones entre el editor barcelonés Carlos Barral (1928-1989) y la censura, Cristina Suárez Toledano ya reprodujo una delirante expresión de Dieta en ese informe muy ilustrativa de su carácter: «¡Insisto en la negativa con mi sangre!». También de 1961 son las mutilaciones en El río que nos lleva, de José Luis Sampedro (1917-2013), y que ya Larraz denunció que se mantuvieron incluso en la edición supuestamente crítica publicada en la colección Letras Hispánicas de Cátedra, y la propuesta, aceptada, de denegación de permiso para publicar Fata Morgana, de Gonzalo Suárez.

Dos años después, en 1963, le pegaba solo tres tijerazos a Fiestas, de Juan Goytisolo, que desde 1958 ya circulaba por América gracias a la edición de Emecé.

El informe de Dieta acerca de Crónica de un regreso, de Andrés Sorel (Andrés Martínez Sánchez, 1937-2019) presentada a censura en marzo de 1964 por Seix & Barral, tiene también su miga, pues incluye otra exclamación antológica, referida a Sorel: «¡Lástima la ideología del autor!», a quien califica además como «tonto útil». Por si fuera poco, añade nuevas tachaduras a las que ya exigían dos informes previos, de modo que tras algunas vicisitudes más la obra fue prohibida y no se publicó hasta 1981 (en Ediciones Libertarias).

La novela del poeta y gestor cultural Ernesto Contreras Taboada (1933-1993) La tierra prometida también la presentó Seix & Barral en 1964, y aunque Dieta propuso eliminar cuatro páginas enteras, finalmente no fue autorizada su publicación en España y apareció años más tarde (en 1967) en la editorial uruguaya de Benito Milla (1918-1987) Alfa. Lo curioso en este caso es que circula una edición previa en portugués con el título A terra nostra, ‒cuya traducción firma un sospechosamente prolífico y políglota Sousa Victorino‒, y publicada en abril de 1963 en la colección Miniatura de la lisboeta Livros do Brasil.

En 1966 propuso autorizar una versión severamente expurgada del Homenaje a Cataluña de Georges Orwell (1903-1950), que no se tuvo en cuenta y que no se publicaría hasta 1970.

Por supuesto, también cayó en sus manos algún libro del multicensurado Paco Candel (1925-2007), y en concreto la segunda edición de Donde la ciudad cambia su nombre (1962), más expurgada de expresiones vulgares que la primera, con lo que, dada la naturaleza de los protagonistas, le resta veracidad y realismo. También mutiló a fondo Han matado un hombre, han roto un paisaje, en la que considera que «la violencia formal es asombrosa».

Los ejemplos son solo ilustrativos, y se podrían añadir a ellos los de Ya no humano, del novelista japonés Osamu Dazai (1909-1948) presentado por Seix Barral en 1960; El desprecio de Alberto Moravia (1907-1990), del que a Juan Oteyza se le había denegado autorización para importar un centenar de ejemplares de la edición de Losada, en 1968 (la publicó Plaza & Janés), o incluso el poemario Arde patria de Blas de Otero (1916-1979), presentado en 1962 por Ramón Julià López para publicarlo en la colección Poesía Contemporánea Española de RM (y en muchos de cuyos versos detecta Dieta «bilis política»), que finalmente apareció mutiladísimo en RM con el título Que trata de España y en la parisina Ruedo Ibérico en versión íntegra.

 Y aun así, no es mucho lo que se sabe de Javier Dieta. En el Boletín Oficial del Estado de 14 de junio de 1955 su nombre aparece como uno de los que no pueden presentarse a unas oposiciones para ingresar en el Cuerpo de Secretarios de la Magistratura de Trabajo hasta que presente los certificados de buena conducta y penales, pero solo un año más tarde, concretamente en el BOE del 21 de junio de 1956, el Cuerpo de Técnicos Especiales de Información y Turismo le otorga, también por oposición, plaza como técnico especial de tercera clase en el (con un sueldo de 21.000 pesetas, en catorce pagas). Además, firmando como Javier Dietta, la Secretaría General Técnica de la Presidencia del Gobierno le publicó como volumen 13 de la colección Estudios Administrativos Las Secretarias Generales Técnicas (1961) y la Secretaría General Técnica del Ministerio de Información y Turismo Los organismos colegiados del Ministerio de Información y Turismo: composición y funciones (1964), donde se le describe como «jefe de la Sección Informativa de la Secretaría General Técnica» y poco más. Tampoco parece que sobre su actividad tras la desaparición de la censura se haya divulgado ninguna información.

Fuentes:

Francisco Álamo Felices, «La censura», en La novela social española. Conformación ideológica, teoría y crítica, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Almería, 1996, pp. 79-107, reproducido en Represura, 6 de marzo de 2019.

Ana Gargatagli, «Borges traducido a leyes inhumanas. La censura franquista en América», 1611: Revista de historia de la traducción, núm. 10 (2016).

Pablo Gil Casado, La novela social española (1942-1968), Barcelona, Seix Barrall, 1968.

Fernando Larraz y Cristina Suárez Toledano, «Realismo social y censura en la novela española (1954-1962)», Creneida, núm. 5 (2017), pp. 66-95.

Fernando Larraz, Letricidio español. Censura y novela durante el franquismo, Gijón, Trea, 2013.

Lucía Montejo Gurruchaga, Discurso de autora: género y censura en la narrativa española de posguerra, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2010.

Cristina Suárez Toledano, «“La insolidaridad localista y rencorosa”. Novelas de regresos imposibles a la España fracturada en el catálogo invisible del editor Carlos Barral», Diablotexto 13 (junio de 2013), pp. 15-31.

Primeras ediciones en español de Jorge Semprún

Se ha contado en muchas ocasiones cómo Jorge Semprún (1923-2011) concibió, escribió y finalmente logró publicar su primera novela, Le grand voyage (titulada inicialmente Un voyage), después de entregársela en otoño de 1962 a Monique Lange (1926-1996) en París, quien a su vez la hizo llegar a Claude Roy (1915-1997), hijo del pintor de origen español Félicien Marie Julien Claude Roy y por entonces miembro del comité de lectura de Gallimard; el peso del entusiasmo de ambos fue mayor que la indiferencia del también miembro del comité Jean Paulhan (1884-1968), quien escribió lacónicamente que no encontraba «Nada muy destacable. Tampoco nada detestable, en este relato honesto». Así pues, en 1963 Éditions Gallimard publicaba la primera novela de Jorge Semprún, que le catapultó enseguida al éxito tanto comercial como de la crítica.

No menos conocidas son las alusiones en La escritura y la vida a algunos textos literarios previos a esta novela inicial: unas «parodias de Mallarmé» y la obra de teatro en francés Soledad, escrita en 1947 y que en su momento no llegó a publicarse por oposición del Partido Comunista. Otras alusiones diversas a la obra poética de Semprún, e incluso algunos fragmentos de la misma, pudieron leerse años más tarde en la famosa novela Autobiografía de Federico Sánchez, donde incluso se referencia, por ejemplo, el poema inacabado «La primavera comienza en Barcelona» (número 7 de Cuadernos de Cultura, de 1952).

En 1953, en cambio, la Federación de Juventudes Socialistas Unificadas de España le publicó en España y clandestinamente ¡Libertad para los 34 de Barcelona!, obra teatral escrita en español sobre la huelga de los tranvías de 1951 en la capital catalana. En sus memorias, el editor Rafael Borràs Betriu menciona y cita parcialmente un poemario que debe de ser de por aquel entonces, Juramento de los españoles en la muerte de Stalin, 1879-1953, que describe como «un poema impreso en una sola cara en seis hojas de cartulina de color verde manzana, de formato 15 x 10,5 centímetros y atadas con un cordel de seda rojo, sin firma que acreditase la autoría, ni fecha ni pie de imprenta».

Así, pues, su primera obra publicada en español es bastante anterior a las colaboraciones de Semprún ‒una vez expulsado ya del Partido Comunista‒ en la famosa revista parisina de José Martínez Guerricabeitia (1921-1986) Cuadernos de Ruedo Ibérico (1965-1979), pero esta obra dramática de Semprún apenas fue accesible al común de los lectores hasta la publicación de su Teatro completo (2021).

En sus memorias cuenta el editor Carlos Barral (1928-1989) su versión de cómo la novela del debutante Jorge Semprún se impuso a La ciudad y los perros ‒con la que Vargas Llosa acababa de obtener el Premio Biblioteca Breve‒ en las votaciones del Premio Formentor de 1962, que, además de la dotación económica, conllevaba la traducción a las diversas lenguas en las que operaban los editores convocantes, y asigna un papel relevante en ella a Monique Lange y a su marido Juan Goytisolo (1931-2017).

Por desgracia, la censura franquista impidió que Barral publicara entonces en español Le grand voyage (si bien ese año se le permitió publicar K.L. Reich, de Amat-Piniella), y según consigna el 5 de julio 1964 Max Aub (1903-1972) en sus diarios, Joaquín Díez-Canedo, que tenía un trato con Barral, llegó a un acuerdo con Carlos Robles Piquer (1925-2018) para no publicarla en México a cambio de que dejaran entrar en España algunos de los libros por él editados. Añade además Aub que esa censura se debía, según le contó Díez-Canedo, a «la actitud del autor frente al régimen» más que al contenido de la obra, y en este sentido vale la pena insistir en que ese mismo año 1963 sí se autorizó la publicación una obra en cierto modo temáticamente emparentada con la de Semprún, K. L. Reich, de Joaquim Amat-Piniella (1913-1974).

Así pues, el siguiente texto en español de Semprún que llegara a los lectores fuera probablemente la traducción que Floreal Mazía (1920-1990) hizo de Que peut la littérature, un compendio de textos preparado por Yves Buin ‒de Simone de Beauvoir, Yves Berger, Jean-Pierre Faye, Jean Ricardou, Jean-Paul Sartre y Semprún‒ aparecido inicialmente en L’Herne, que en Argentina publicó la editorial Porto en 1966 en la colección Perfil del Tiempo, con un prólogo de Noé Jitrik, .

Le grand voyage no saldría en español hasta la edición limeña de Ediciones Huáscar (de 1969), en traducción de Esteban Sánchez, después de que Gallimard le publicara L’evanouissement en 1967 y La deuxième mort de Ramon Mercader en 1969 (con la que ganó el Premio Femina). Al año siguiente apareció traducida por Núria Petit en La Habana y editada por el Instituto del Libro en la colección Cacuyo.

Sin embargo, ese mismo año 1970 aparecía en el Libro de Bolsillo de Alianza una edición de El niño, de Jules Vallès (1832-1885) en traducción de Victoria Bastos (1921-¿?), acompañada de una nota crítica de Émile Zola (1840-1902) y de un prólogo de Semprún. También están fechadas ese año la edición caraqueña de La segunda muerte de Ramón Mercader, traducida por el argentino Eduardo Gudiño Kieffer (1935-2002) y publicada por Tiempo Nuevo en su colección Ancho Mundo, y la edición en la Biblioteca de Cultura Socialista de Ruedo Ibérico de La crisis del movimiento comunista, de Fernando Claudín (1915-1990), acompañado de un prefacio de Semprún.

Cuatro años más tarde, la combativa editorial barcelonesa Aymà publicó en su memorable colección Voz Imagen el guion firmado por Costa Gavras y Semprún de Z (o la anatomía de un asesinato político), en traducción de Enric Ripoll i Freixes (1928-1992) y con un prólogo de Jacques Lacarrière (1925-2005).

No fue hasta una vez muerto el dictador español cuando empezó a publicarse con cierta asiduidad en español la obra de Semprún. En 1976 pudo finalmente Seix Barral incluir en su emblemática colección Biblioteca Breve una nueva versión de Le grand voyage, traducida por Rafael Conte (1935-2009) y su esposa Jacqueline Imbert. En sus memorias, además de quejarse de lo exiguo del pago recibido por ese trabajo, afirma Conte que ya el 4 de diciembre de 1969 había sido el primero en dar noticia por extenso de su obra en francés en un artículo a toda página en Informaciones (y ténganse en cuenta que por entonces este periódico era tamaño sábana), si bien la censura hizo cambiarle el título original («Jorge Semprún o el destino del marxismo») por «Jorge Semprún o el destino de Occidente».

El mismo año aparecía editado por Elías Querejeta (1934-2013) el guion de la muy influyente y polémica El desencanto, de Felicidad Blanc (1914-1990), Juan Luis Panero (1942-2013), Leopoldo María Panero (1948-2014) y José Moisés Panero (1951-2004) precedido de un prólogo de Semprún. La película, dirigida por Jaime Chávarri y a la que la censura se había ocupado de cortar toda referencia a las experiencias sexuales del poeta franquista Leopoldo Panero (1909-1962) en la cárcel, fue escandalosamente retirada por su su productor (Querejeta) del Festival Internacional de San Sebastián de 1976 en protesta por la represión gubernamental en Euzkadi. Recuérdese que en marzo de ese año se habían producido los conocidos como «Sucesos de Vitoria», que se saldaron con cinco muertos y de los que se han señalado como corresponsables políticos a Manuel Fraga Iribarne (1922-2012), ministro de Gobernación, Adolfo Suárez (1932-2014), ministro de jornada por estar ausente de España Fraga, Alfonso Osorio (1923-2018), ministro de Presidencia, y Rodolfo Martín Villa, ministro de Relaciones Sindicales y el único inculpado ‒y no por la justicia española sino por la jueza argentina María Romilda Servini‒ por genocidio y crímenes contra la humanidad.

Semprún con las traducciones de Le grand voyage

Además del guion de Las rutas del sol (salido de la madrileña Imprenta Carmen Moreno), en 1977 aparece un prólogo de Semprún a 1919-1930: la rebelión de las masas, de Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003), publicado por Difusora Internacional, pero ese año quedará marcado por el Premio Planeta, dotado en esa convocatoria con cuatro millones de pesetas y que el autor obtiene con la novela Autobiografía de Federico Sánchez, y a él le seguirían en los años siguientes otros dos escritores considerados de izquierdas, Juan Marsé (1933-2020) y Vázquez Montalbán, en lo que retrospectivamente parece una operación muy consciente y planificada por parte de la editorial Planeta. En el primer volumen de sus memorias, el editor Rafael Borràs Betriu alude a los numerosos viajes que hizo a Madrid para convencer a Semprún de que se presentara al premio.

Una vez muerto Franco (y legalizado el PCE), pues, Semprún entra por la puerta grande de la edición española y sus libros siguientes no sólo serían publicados en español por la empresa de José Manuel Lara ‒excombatiente franquista pero sobre todo empresario‒, sino que además figuró como miembro del jurado del Premio Nadal (cuando la editorial que lo convocaba ya pertenecía a Planeta) que galardonó Beatriz y los cuerpos celestes, de Lucía Etxeberría, en 1998.

Fuentes:

Pierre Assouline, Gaston Gallimard. Medio siglo de edición francesa, traducción de Ana Montero Roig y prólogo de Rafael Conte, València, Edicions Alfons el Magnànim, 1987.

Max Aub, Diarios (1939-1972), edición, estudio introductorio y notas de Manuel Aznar Soler, Barcelona, Alba Editorial, 1998.

Carlos Barral, Memorias, edición de Andreu Jaume, Lumen, 2015.

Rafael Borràs Betriu, La batalla de Waterloo. Memorias de un editor, Barcelona, Ediciones B, 2003.

Concepción Canut i Farré, «Traducción o bilingüismo sempruniano», en Francisco Lafarga y María Luisa Donaire Fernández, coords., Traducción y adaptación cultural España-Francia, Oviedo, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, 1991, pp. 329-336.

Rafael Conte, El pasado imperfecto, Madrid, Espasa, 1998.

Lola Díaz, «Jorge Semprún, un caso particular de autotraducción», en V Encuentros complutenses en torno a la traducción, Editorial Complutense, Universidad Complutense de Madrid, 1995, pp. 265-268.

Ofelia Ferrán, «”El largo viaje” del exilio: Jorge Semprún», en El exilio literario de 1939, edición de Manuel Aznar Soler, Barcelona, Gexel, 1998, vol. 2, pp. 107-116.

Albert Forment, José Martínez: la epopeya de Ruedo Ibérico, Barcelona, Anagrama, 2000.

Una empresa legendaria de la edición gallega, la Imprenta Moret en su centenario

De la vinculación del poeta y dramaturgo español Federico García Lorca (1898-1936) con Galicia es prueba insigne el poemario Seis poemas gallegos, publicado en 1935 por la editorial Nós de Ánxel Casal (1896-1936) con un prólogo del también escritor Eduardo Blanco-Amor (1897-1979), pero no menos importante fue el estreno unos años antes (en 1932) en A Coruña de la compañía de teatro universitario dirigida por Lorca, La Barraca, que puso en escena Los dos habladores, de Cervantes, y La vida es sueño, de Calderón de la Barca.

Entre los seis mil asistentes a ese exitoso estreno, que se enmarcaba en una gira del grupo teatral La Barraca por Galicia y tuvo lugar en el Teatro Rosalía de Castro, se contaban algunos de los artistas e intelectuales más prometedores del momento, como es el caso del librero Xohán Xesús González (1895-1936), el escritor y luego editor Francisco Fernández del Riego (1913-2010), el entonces escritor y librero y más adelante editor Arturo Cuadrado (1904-1998), el pintor y escritor Luis Seoane (1910-1979) y el grabador y pintor Carlos Maside (1897-1958).

Del cartel de ese estreno, del que la editorial Alvarellos hizo en 2022 una edición fascimilar, se ocupó una de las empresas que mayor huella han dejado en la historia de la edición en gallego, la Imprenta Moret, fundada en junio de 1923 por Manuel Rodríguez Moret (1886-1958), quien en un anuncio de la empresa fechado el 19 de agosto de ese mismo año en el periódico Orzán se presentaba a sí mismo como «ex administrador y ex jefe de los talleres de El Noroeste».

Hijo de un militar destinado en A Coruña, el ourensano Rodríguez Moret se había iniciado siendo muy joven como aprendiz en la Imprenta Domingo Puga (empresa de referencia en cuanto a prensa coruñesa en la segunda mitad del siglo XIX), poco después de que en 1891 esta pasara a manos del librero y escritor Eugenio Carré Aldao (1851932). Con tan solo quince años, en 1900 pasa Rodríguez Moret a los talleres del periódico El Noroeste, donde a lo largo de los siguientes veintidós años irá ascendiendo hasta convertirse en el administrador.

Los Talleres de El Noroeste en 1922.

En 1923 monta su propia empresa, inicialmente con domicilio en el número 28 de la calle Marina, y ese mismo año se ocupa ya de dos volúmenes de cierta complejidad gráfica, el catálogo de la Tercera Exposición de Arte Gallego (57 páginas, con una docena de láminas, encuadernadas en rústica) y los Comentarios a la Tercera Exposición de Arte Gallego. Muy pronto empieza a hacerse cargo de los primeros números de la serie de novelas cortas de aparición quincenal puesta en marcha en 1924 por la editorial Lar de Leandro Carré Alvareños (1888-1976) y Ánxel Casas Gosenxe (1895-1936), la Biblioteca Lar (A miña muller, de Wenceslao Fernández Florez; O anarquista, de Leandro Pita; O pastor de doña Silvia, etc.), hasta que la Editorial Lar se hace con una imprenta propia. Cosa parecida sucedió con los primeros números del boletín quincenal de las Irmandades da Fala Galega, A Nosa Terra, que en 1926 pasarían a imprimirse en Lar.

Más tarde, en junio de 1925, la Imprenta Moret se traslada a su ubicación más conocida en la calle Galera, número 48, y en los años siguientes se hace cargo de la impresión de la revista Galicia Gráfica (1926-1929) y de algunas publicaciones institucionales, como el Boletín del Instituto Provincial de Higiene de la Coruña (1928) o la Guía de la Coruña (1929) de la Oficina Municipal de Información y Propaganda. Con el traslado se inicia también su actuación como editorial, que arranca trompicadamente con una selección de Poesías (1925) de Valentín Lamas Carvajal (1849-1906) que pretendía iniciar una Biblioteca Escollida de Autores Gallegos que, sin embargo, no tuvo continuidad. La obra va precedida de un prólogo del profesor Juan González del Valle (1898-1941), quien más tarde publicaría artículos en revistas como Nova Galiza y Hora de España y tras la guerra acabaría sus días gaseado en Mauthausen-Gusen.

De 1931 es la segunda edición, corregida y aumentada, de la Gramática de la Lengua Galega, del académico Manuel Lugrís Freire (1863-1940), y del año siguiente Portugal e Inglaterra, del ex primer ministro luso Francisco da Cunha Leal (1888-1970). Un poco posteriores son el pionero Vocabulario castellano-galego das Irmandades da Fala (1933), anónimo pero obra del lexicógrafo Salvador Mosteiro Pena (1896-1982) y la Ética general (1934), del profesor de instituto Ramón del Prado, en un momento en que ya va trazándose una imagen general del tipo de libros que se le encargan a esta imprenta, libros en los que la ilustración es importante por un lado y obras académicas y de estudio por otro.

Durante la guerra civil ‒en la que Galicia cayó enseguida en manos de los sublevados fascistas‒, la Imprenta Moret siguió activa, y de 1937 son por ejemplo la tercera edición de Principios de técnica agrícola e industrial y economía, del catedrático de instituto Antonio Roma Fábrega (1900-1973), pero también La ola roja en España, su estela, asesinatos, robos, incendios, violaciones, daños, del magistrado Hilario Núñez de Cepeda; de 1938, el famoso ensayo de Evaristo Correa Calderón (1899-1986) Arte métrica y de 1939 Cuartel de Simancas ¡Presente!, de la presidenta de la organización falangista Mujeres al Servicio de España Matilde Vela Bermúdez.

Acabada la guerra, de la Moret salió el grueso de la obra de la maestra e inventora Ángela Ruiz Robles (1895-1975), célebre póstumamente por haber creado la enciclopedia mecánica, que con razón se ha señalado como antecedente del libro electrónico: Compendio de ortografía castellana (1940), Ortografía castellana práctica (1940), Ortografía castellana rápida (1940), Breve mecanografía al tacto (1941), etc.

En la posguerra fue francamente escasa la presencia del gallego en Moret, pero no del galleguismo aunque tuviera que ser en lengua española: en 1949 salía el primer volumen de una colección de Escritores Galegos, La vocación de Adrián Silva, de Ramón Otero Pedrayo (1888-1976), que tuvo una cierta continuidad con Una cabaña en el cielo (1952), de Xosé María Álvarez Blázquez (1915-1985) y la Biografía de Curro Enríquez (1954), de Celso Emilio Ferreiro (1912-1979). Un paso más allá lo constituye en 1959 la publicación del poemario de Antón Avilés de Taramancos (Xosé Antón Avilés Vinagre, 1935-1992) A frauta i-o garamelo, pero tampoco esta iniciativa tuvo continuidad y la presencia del gallego no fue incrementándose hasta la década de 1970.

Para entonces, se había hecho cargo el hijo del fundador, Robustiano Rodríguez Outón (que como curiosidad había obtenido autorización judicial para usar también el apellido Rodríguez-Moret), quien en 1968 había trasladado la empresa a la calle Marqués de Amboaxe número 16. Finalmente, bajo la gerencia de la tercera generación (Manuel Rodríguez-Moret) y en una situación económica difícil, la imprenta se integró en el Grupo Sargadelos de Isaac Díaz Pardo (1920-2012) y en 1980 se convirtió en Gráficas de Castro-Moret.

Fuentes:

Anónimo, «Moret, imprenta-editorial», en Edicion en Galiza durante a etapa franquista.

Anónimo, «Imprenta Moret» en Galiciana. Biblioteca Dixital de Galicia.

Manel Cráneo, «Arqueología de la ilustración gráfica en A Coruña y sus orígenes industriales (1910-1920)», Coruña Gráfica, 30 de octubre de 2017.

Xurxo Martínez González, «Semblanza de Domingo Puga (1842- 1879)», en EDI-RED Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI), 2018.

Prudencio Viveiro Mogo, «Semblanza de la Colección Lar (A Coruña, 1924-1928)». en EDI-RED Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI), 2019.

Andrés R., «Imprenta Moret (1929)», en Iusnaufragii,  16 de mayo de 2020.

La incompleta recuperación editorial de Gamaliel Churata

En el año 2020, después de documentar que había sido anunciado en el Boletín Titikaka en las primeras décadas del siglo XX, Ulises Juan Zeballos Aguilar se lamentaba con toda la razón de que las Tojjras de Gamaliel Churata siguieran inéditas en volumen y dispersas en revistas como Kosko (1924-1925), Cirrus (1925), Amauta (1926-1930) y Labor (1928-1929) y periódicos como los limeños El Momento y El Expreso. Afortunadamente, ese mismo año 2020 aparecía en el sello arequipeño Surnumérica (integrado en la editorial Cascahuesos) Tojjras y otras narraciones como quinto número de la colección Clásicos y contemporáneos.

La prolongada caída en el olvido de Gamaliel Churata, seudónimo de Arturo Pablo Peralta Miranda (1897-1969), quizá pueda atribuirse a la escasez de la obra publicada en forma de libro en vida, además de a su exilio en Bolivia durante buena parte de su vida. Pero las complicaciones para la difusión de sus libros se manifiestan ya en el caso de su obra más reeditada y conocida, El pez de oro (Retablos del Laykhakuy) ‒nada que ver con la novela homónima de Ramon J. Sender, de 1976‒, que el propio autor resume del siguiente modo en una nota previa de la primera edición:

El pez de oro cursó no breve génesis editorial debido a causas ‒algunas de ellas‒ casi fantasmales, si cuando iba por la mitad la impresión de sus pliegos, y éstos se arracimaban en respetable volumen cabe sigiloso rincón, la imprenta de la SPIC [Subsecretaría de Prensa, Informaciones y Cultura] fue asaltada por marejada fascista, que incendió lo incendiable y destrozó lo que no habría de ceder a la acción del fuego…

Terminada en Puna 1927, esta extensa obra fue destruida 1932, cuando durante el régimen del militar Luis Miguel Sánchez Cerro (1889-1933) grupos fascistas, además de destrozar la mencionada imprenta, allanaron la casa de Peralta Miranda, saquearon su biblioteca y poco después fue desterrado al país vecino, de modo que este texto no se recuperó, corregido y ampliado, hasta que en abril de 1957 lo publicó en Cochabamba (Bolivia) la Editorial Canata. Treinta años después aparecería en tres volúmenes una tirada de mil ejemplares en la Editorial Universo, y ya en 2011 una edición crítica a cargo de José Luis Ayala para AFA Editores Importadores y en 2012 otra en la colección Letras Hispánicas de Cátedra, preparada y prologada en este caso por Helena Usandizaga, que ocupa 1024 páginas. Como carta de presentación al lector español, probablemente una edición crítica de semejantes dimensiones abrumadoras ‒y precio, para el bolsillo de un estudiante: 24 euros‒ no era el modo más seguro de conseguir captar la atención y el interés sobre un lector desconocido casi por completo.

Arturo Pablo Peralta Miranda

Hasta el año 1957, pues, al margen de una amplia, heterogénea e interesantísima obra dispersa en publicaciones periódicas tanto peruanas como bolivianas, su texto de mayor trascendencia acaso fuera el poemario Interludio bruníldico, aparecido en el periódico El Comercio de Cusco el 27 de abril de 1930.

En cuanto al peculiar género de las Tojjas, seis de ellas fueron recogidas en el volumen, también póstumo, publicado por el Instituto Puneño de Cultura Gamaliel Churata. Antología y valoración (1971), que incluye también fragmentos de El pez de oro, entre otras obras, pero es bastante anterior a la revalorización académica de Churata como creador de una fusión del vanguardismo y el indigenismo caracterizado por la hibridación (de géneros, de lenguas, de referentes culturales) que se produjo a partir de los años noventa y sobre todo ya en el siglo XXI.

Siguiendo a Mauro Mamani Macedo, Rony Vásquez Guevara concibe precisamente buena parte de las Tojja (término que en lengua aimara equivale a «pedazo de tierra») como una combinación entre el microrrelato occidental (por la forma) y los ichik willakuy de la literatura quechua (por los temas, el sentido que se les da y por cómo se estructuran textualmente).

Particular mérito tiene en esta progresiva recuperación y revalorización de la obra poética, narrativa y ensayística de Churata la labor llevada a cabo por Arturo Vilchis Cedillo, autor además de un interesante artículo sobre la presencia del montaje cinematográfico en el cuento de Churata «El Gamonal» (publicado en los números 5 y 6 de Amauta en 1927 e ilustrado por el introductor del muralismo en Perú, Carlos Quispe Asín, 1900-1983) y otro sobre la relación entre Pablo de Rokha (1894-1968) y Churata. Vilchis creó en México la muy modesta editorial América Nuestra-Rumi Maki (que en quechua significa «mano de piedra» y fue el nombre que adoptó Teodomiro Gutiérrez Cuevas, militar anarquista que en 1915 encabezó una rebelión campesina en Puna en la que confluían el indigenismo y el anarquismo), y ya en enero de 2008 publicó el folleto Gamaliel Churata en la «Semana Gráfica». El mismo año aparecían con el mismo sello Arturo Pablo Peralta Miranda. Travesía de un itinerante y, en edición del propio Vilchis, el libro de Churata Aspectos de la literatura indoamericana.

Afortunadamente, la recuperación de Arturo Pablo Peralta Miranda, y sus múltiples seudónimos, ya había entrado en una marcha que parece imparable y que ha cristalizado en numerosos libros, tesis doctorales y estudios.

Fuentes:

Mauro Mamani Macedo, «Representación andina en las Tojjras narrativas de Gamaliel Churata», Mitologías Hoy. Revista de pensamiento, crítica y estudios literarios latinoamericanos, vol. 21 (verano de 2020), pp. 153-169.

Helena Usandizaga, «El pez de oro, de Gamaliel Churata, en la tradición de la literartura peruana», América sin nombre, núm. 13-14 (2009), pp. 149-159.

Manuel Valladares Quijano, «Las letras que forjaron el indigenismo cusqueño», Guaca, núm. 2 (junio 2005), pp. 39-60.

Rony Vásquez Guevara, «El conjunto textual de Tojjras de Gabriel Churata: entre los microrrelatos y los ichik willakuy», Microtextualidades. Revista Internacional de microrrelato y minificción, núm 13, pp. 25-43.

Philarine Stefany Villanueva Ccahuana, «Entre palabras, imágenes e indigenismos: estudio comparativo entre Amauta y Boletín Titikaka», Letras. Revista de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, vol. 89, núm 129 (enero-junio de 2018), pp. 154-171.

Ulises Juan Zeballos Aguilar, «Editorial Titikaka Puno (1926-1930). La producción editorial en el Perú», Mitologías Hoy. Revista de pensamiento, crítica y estudios literarios latinoamericanos, vol. 21 (verano de 2020), pp. 46-58.

Arturo Pablo Peralta Miranda

Nabokov en español antes de la anagramática Biblioteca Nabokov

Entre los materiales de primera mano que incluye el libro Los papeles de Herralde, uno de los más llamativos y jugosos es una carta dirigida a la reputada agente literaria Anne-Marie Vallat y fechada en abril de 1988 en la que el editor de Anagrama describe la conducta y los modales de cierta agente estadounidense como «más propios para otros menesteres no relacionados con el intelecto ni con la literatura». Según se hace constar entre corchetes, la agente en cuestión es Nikki Smith, y todo el asunto y disgusto estaba vinculado con el ímprobo esfuerzo de Anagrama por reunir el grueso de la obra de Vladimir Nabokov (1899-1977).

Vladimir Nabokov e hijo.

La introducción de Nabokov al lector en lengua española databa cuanto menos de 1945, cuando la editorial chilena Zig-Zag puso en circulación la traducción de Dubrovski el bandido de Pushkin como número 51 de la Serie Roja ‒con sobrecubierta diseñada por Mauricio Amster‒, precedido de un prólogo firmado por «Vladimir Nabokov Sirin» (recuérdese que uno de sus seudónimos más habituales entre los años veinte y cuarenta fue Vladimir Sirin).

Sin embargo, probablemente la primera novela de Nabokov traducida al español sea Cámara oscura, obra de José María Riba y publicada por la empresa barcelonesa Luis de Caralt en 1951, a la que seguiría un largo silencio que permite especular sobre la escasa repercusión de esta obra. En 1958 aparece en Santiago de Chile la traducción de María Espiñeira de Monge de Pnin, que publican las Ediciones del Nuevo Extremo, al parecer, por lo menos en un momento inicial, sin apenas ninguna reacción ni de la crítica ni de los lectores.

Hay que esperar hasta 1960 para que la efímera editorial F.I.C.S.A. publique en España El engaño como primer número de la no menos efímera colección Nueva Ola. La traducción en este caso la firma el prolífico e incombustible Fernando Gutiérrez (1911-1984), pero lo más curioso de esta edición quizá sea que en los paratextos se presente al autor como «El celebrado autor de Lolita», una obra que acababa de traducir al español el ya prestigioso Enrique Pezzoni (firmándola como Enrique Tejedor) y había publicado la Editorial Sur en Buenos Aires en 1959 pero que ‒por lo menos legalmente‒ no circulaba en España porque la censura la había prohibido; del mismo modo que la censura argentina secuestró la edición de Sur por considerar la novela «inmoral» y para evitar así que pudiera corromper a lectores menores de edad. Al año siguiente aparecía en la colección Hipocampo de Plaza & Janés Risa en la oscuridad (es decir, Cámara oscura) en traducción de Antonio Samons.

De nuevo fue Sur quien editó en 1963 la compilación de cuentos aparecidos previamente en revistas Madamoiselle O (publicada originalmente en 1958 por Doubleday), en esa ocasión traducidos por un veinteañero Edgardo Corazinsky, quien a su vez emplearía años más tarde una cita procedente de este libro en su cuento «Literatura» (incluido en La novia de Odessa, Emecé, 2001).

Jaime Piñeiro González (también conocido como Hubert Keussel) tenía muy poca experiencia como traductor cuando se ocupó de ¡Habla, memoria!, que Plaza & Janés imprimó en Barcelona (en Limonograph) en enero de ese mismo año con un paratexto alusivo también a Lolita («La autobiografía del autor de Lolita»), y dos años más tarde (1965) aparecía en México Don, publicado por Diana y con traducción firmada por el poeta y dramaturgo Carlos Barrera (1888-1970). Dos años después, de nuevo en Santiago de Chile Pomaire reeditaba Pnin, y en 1966 había aparecido un original ensayo, en el segundo volumen del libro de homenaje a Rodríguez Moñino publicado por Castalia, dedicado a «Lolita de Nabokov y Los puritanos de Palacio Valdés (un paralelismo literario)» que firmaba el poeta y filólogo de origen filipino Federico Sánchez Escribano (1898-1969), por entonces profesor universitario en Estados Unidos.

Durante la década de los sesenta, pues, Nabokov era a ojos de los lectores el autor de Lolita, una novela cuya lectura estuvo muy contaminada ya de origen por haberla publicado Maurice Girodias (1919-1990) en su parisinas Olympia Press y luego por los problemas que había tenido con la censura moral en diversos países; Nabokov era un autor al que podría llamarse algo así como un one hit wonder y todos los esfuerzos editoriales por revertir esa situación se habían visto abocados al fracaso más o menos estrepitoso.

Los años setenta, en lo que aquí nos ocupa, se abren con la edición en Barral Editores de la obra teatral Vals y su invención (1971) en traducción de Antonia Kerrigan (1952-2023), y pudiera parecer que eso empezaría a cambiar. Ese mismo año aparece en Edhasa, traducida por Lidia de García Díaz, Invitado a una decapitación. De 1972 es Masherka en Lumen (traducida por Andrés Bosch); de 1974, la novela breve El ojo en Júcar (traducida por Mireia Bofill) y Tiempos románticos, de nuevo en Lumen (traducida por Román García Azcárate); y de 1975 la edición en Grijalbo de Lolita, en una traducción que se publica de nuevo con la firma de Enrique Tejedor, pero «tuneada». En palabras de Magalí Libardi, que ha cotejado las tres versiones (traduzco): «La edición de Grijalbo presenta una primera revisión del texto de Pezzoni que mutila la versión original hasta hacer de ella un texto más decoroso (convirtiéndolo, en cierto modo, en una bella infiel moderna)».

De 1976 es la edición en la colección Horizonte de Sudamericana del libro de cuentos de la etapa rusa El Tiranicida (en traducción de Carlos Gardini); de 1977 son las entrevistas de Opiniones contundentes en la colección Persiles de Taurus (traducidas por María Raquel Bengolea), Pálido fuego en Bruguera (en traducción de Aurora Bernárdez); de 1978, año jubiloso para los nabokovianos, son Desesperación (en traducción de Rodrigo Escudero) en las argentinas Ediciones Librerías Fausto del legendario librero y editor argentino Gregorio Schvartz (1913-2001) y simultáneamente en la barcelonesa Argos Vergara (con un diseño de cubierta pinkfloyano), Trece relatos en la fabulosa colección Punto Omega de Guadarrama (en traducción de Isabel Herranz), La verdadera vida de Sebastian Knight en Plaza & Janés (en una edición en que de nuevo se presenta a Nobokov como el «autor de Lolita» y en traducción de Ana Mª de la Fuente), y la década se cierra con una edición en Sudamericana con Detalles de un crepúsculo y otros cuentos (1979), traducidos por Lucrecia Moreno de Sáenz.

Es evidente que la obra de Nabokov en español estaba muy dispersa, no siempre se había traducido con unos estándares de calidad muy exigentes ‒y tratándose de un reconocido maestro de la aliteración eso tiene su miga‒, lo cual entorpeció notablemente la calidad de las ediciones posteriores, y además muchas de esas obras no eran fácilmente accesibles al lector interesado. Según cuenta Jorge Herralde en «Nabokov: la cocina de una Biblioteca», al iniciarse la década de los ochenta Anagrama empezó a gestionar, a través de Anne Marie Vallat y «con el máximo sigilo para evitar interferencias de algún querido colega», la obtención de los derechos de todas las obras importantes de Nabokov, un proyecto que no se materializó hasta mediada la década, no dejó de tener sus tropezones (en particular, con las traducciones de Lolita) y en algunos casos se vio en la necesidad de retraducir las obras da capo. El inicio de unas obras completas tendría que esperar al siglo XXI (en la impresionante colección de Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores), un proyecto que lamentablemente quedó trunco tras publicar solo dos volúmenes de novelas (La verdadera vida de Sebastian Knight, Lolita, Barra siniestra y Pnin, y Pálido fuego, Ada o el ardor, Cosas transparentes y ¡Mira los arlequines, ambos en 2006).

En cuanto a Nikki Smith y su esposo el abogado Peter Skolnik, se convirtieron en agentes de los derechos sobre la obra de Nabokov en abril de 1986 en la veterana agencia Sanford J. Greenburger Associates (creada en 1932), que pronto se ganó fama por representar en el ámbito anglosajón a Simone de Beauvoir, Frank Kafka, Antoine de Saint-Exupéry y Jean-Paul Sartre, entre otros, pero que una vez fallecido el fundador (1971) y gestionada por la docena de agentes que en ella trabajaban acabó por ser más conocida por tener en su catálogo a James Paterson y Dan Brown. En 1988 el matrimonio que representaba a Nabokov creó Smith/Skolnik Literary Management, que en 1995 tuvo que lidiar con la demanda interpuesta por Dmitri Nabokov contra Farrar Straus & Giroux para proteger los derechos de autor de Nabokov sobre El diario de Lo (una novela de la italiana Pia Pera que pretende revisar el mito de Lolita). No sería hasta el año 2008 que Dmitri Nabokov decidió reemplazar a Smith/Skolnik por la Wylie Agency.

Fuentes:

María Ximena Eizayaga, «Malinterpretación y censura de Lolita. El caso Sur (1959)», Gramma Universidad del Salvador, núm especial 10 (2020).

Jordi Gracia, ed., Los papeles de Herralde. Una historia de Anagrama 1968-2000, Barcelona, Anagrama (Biblioteca de la Memoria 43), 2021.

Jorge Herralde, «Nabokov, la cocina de una Biblioteca», en Opiniones mohicanas, Barcelona, El Acantilado, 2001, pp. 43-45. (Publicado originalmente en ABC Cultural en abril de 1999).

Roberto Monforte Dupret, «Nabókov, Vladímir Vladímirovich» en el portal Diccionario Histórico de la Traducción en España.

Leon Neyfakh, «Wylie Agengy adds Nabokov Estate to Its Client List», The Observer, 19 de junio de 2008.

Yuri Leving, «Selling Nabokov. An interview with Nikki Smith», Nabokov Online Magazine, vol. VII (2013), 13 pp.

Magalí Libardi, «Censorship, Retranslation and Invisibility in the Spanish Edition of Nabokov’s Lolita», Ideas, vol 4, núm 4 (2018), pp. 1-18.

Anna Richardson, «Another estate heads to Wilye», The Bookseller, 24 de junio de 2008.

Anne Marie Vallat, «Sobre la necesidad de rastrear la vida del libro», en Negociación de derechos. Trascendiendo fronteras (Memoria del III Foro Internacional de Editores FIL Guadalajara 2004), Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe, Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, Universidad de Guadalajara, Editorial Universitaria, 2005, pp. 35-38.

Sallent, la imprenta que durante la guerra civil hizo dinero del bueno

Según se indica en la contracubierta de les Elegies de Bierville, de Carles Riba ‒una de las obras más estudiadas, analizadas y valoradas de la poesía catalana del siglo xx‒ la impresión de la primera edición la llevó a cabo la Imprenta Daedalus S.L., de Buenos Aires, en 1942.

Carles Riba,

Uno de los principales modos de esquivar la censura franquista, que en la inmediata posguerra se mostró implacable a la hora de prohibir toda obra escrita en cualquier lengua que no fuera la española, fue indicar como fecha de edición cualquier año previo al fin de la guerra, de modo que se pudiera pensar que los ejemplares circulaban desde antes del triunfo franquista y, en caso de ser detectados por las autoridades, el asunto podía zanjarse con una confiscación (que para el editor era un mal menor). El otro modo en que pervivió la edición en lengua catalana durante la inmediata postguerra fue gracias a las ediciones llevadas a cabo por los exiliados, que más allá de abastecer de lecturas en catalán a los mismos exiliados se topaba con la dificultad casi insalvable de introducir ejemplares de sus libros en la Península.

Quema de libros en la inmediata postguerra,

El caso de la primera edición de las Elegies de Bierville es una treta menos frecuente, pues se empleó un pie falso que recurre a la figura de Dédalo (el personaje mitológico que ayuda a Teseo a escapar del laberinto; da que pensar). En realidad, el adalid de la edición en Barcelona de esta obra fue sobre todo el entonces joven historiador del arte Frederic-Pau Verrier (1920-2017), que contó con la colaboración de los poetas Rosa Leveroni (1910-1985) y Josep Palau i Fabre (1917-2008), antes de que, a su regreso del exilio (en abril de 1943), el propio poeta tuviera ocasión de revisar las últimas pruebas.

La impresión corrió en realidad a cargo de la empresa sabadellense Joan Sallent Succesors y se hizo una edición muy corta, setenta ejemplares en papel de hilo y cinco en papel japón, que quedó en manos de Riba para que la distribuyera entre su círculo más cercano de amistades y relaciones.

La elección de la imprenta Joan Sallent quizá tuviera que ver con el hecho de que sus talleres se encontraban fuera de la ciudad de Barcelona, en Sabadell, pero también con el enorme prestigio de que gozaba desde principios de siglo e incluso con el tesón con el que había mantenido sus estándares de calidad durante la guerra. Vale la pena detenerse en ello.

Lola Anglada.

Uno de los primeros libros que salen de la Sallent después del levantamiento golpista de julio de 1936 fue la segunda edición en la Llibreria Verdaguer de En Peret, con texto e ilustraciones de la popular narradora Lola Anglada (1896-1984), y aún ese mismo año 1936 imprime el número 151 de la Colecció Popular Barcino (Valentí Almirall, de Antoni Rovira i Virgili) y la extensa obra ganadora del concurso organizado con motivo del centenario de la publicación de la emblemática «Oda a la Pàtria» de Bonaventura Carles Aribau (1798-1862), Aribau i la Catalunya del seu temps, del prestigioso historiador y crítico literario Manuel de Montoliu (1877-1961), si bien todo parece indicar que esta obra de casi cuatrocientas páginas no llegó a circular hasta 1937.

En 1937 salen de la Sallent unos cuantos libros de cierta importancia, como es el caso de los setenta y cinco ejemplares en papel de hilo de Dolor, del poeta y dramaturgo Joan Trias Fábregas (1883-1955), el poemario Oasi, del vate local Joan Vila Plana (1917-1977), el Anecdotari de Francesc Pujols (1862-1934) de Miquel Utrillo preparado por su hijo para la Biblioteca Catalana d’Autors Independents, o sobre todo la obra que había obtenido el Premi Folguera del año anterior, Bestiari, de Pere Quart (Joan Oliver, 1899-1986), ilustrado por Xavier Nogués (1873-1941) y publicado por el Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya.

Pero tienen incluso mayor interés otros trabajos, como el tríptico de la Comissió de Cultura del ayuntamiento de Sabadell con motivo de la Festa del Llibre, la impresionante Auca del noi català antifeixista i humà con texto en catalán, castellano, francés e inglés e ilustrado por Josep Obiols (1894-1967) o los fascinantes billetes emitidos por el ayuntamiento, que son una curiosidad en sí mismos.

Es muy probable que, junto con los billetes de Montcada i Reixac, con grabados de Enric Cluselles (1914-2014) e impresos en Grafos, y los de Viladrau, con xilografía de Josep Obiols, los de Sabadell sean de los muy pocos en los que la imagen que aparecía en ellos no era resultado de un simple dibujo a tinta, sino que procedía de un grabado xilográfico posteriormente fotografiado y convertido en cliché. En este caso, se trata de grabados con cierto aire noucentista obra del excelente artista local (por entonces establecido en la cercana Matadepera) Ricard Marlet (1896-1986), y en el caso del reverso de los billetes (tanto en el de peseta como en los de 25 y 50 céntimos) presentan una incongruencia poco explicable. Al lado superior izquierdo del escudo de la ciudad muestra dos de las muy características chimeneas que salpican aún hoy la ciudad, pero mientras en una el humo que sale de ellas se dirige hacia la izquierda, en la otra se dirige incomprensiblemente hacia la derecha.

En 1938 se intensificaron los trabajos de Sallent para la Generalitat, concretamente para los Serveis de Cultura al Front, entre los que destacan L’humor a la Barcelona del Noucents, una recopilación de textos breves probablemente preparada por Josep Janés (1913-1959) e ilustrada por Xavier Nogués que resultó en un libro de 316 páginas en un formato de 17 x 13 y encuadernado en cartoné. Para los mismos Serveis imprimeron también Raó i sentiment de la nostra guerra, de Carles Pi i Sunyer (1881-1971) e ilustrado por Francesc Domingo (1893-1974) (62 páginas con el mismo formato, en rústica). También de ese año son diversas ediciones para la ya mencionada Llibreria Verdaguer, una edición de L’hereu riera, de Ramon Tor (1880-1951), con «variacions melòdiques» de Joan Massip e ilustrada por Joan Palet (1911-1996), de la que se hicieron 540 ejemplares, o algunas ediciones para la Institució de les Lletres Catalanes de obras de Joan Oliver, Pi i Sunyer o Josep Lleonart (1880-1951).

Sin embargo, destacan por su interés histórico-literario las impresiones para las Edicions de la Residència d’Estudiants, particularmente las Versions de l’anglès de Marià Manent (1898-1988), de los que en marzo se tiraron seiscientos ejemplares de una edición comercial más diez numerados y que fue una de las estrellas de la exposición en la London Book Fair de ese año, y la Imitació del foc, del legendario Bartomeu Rosselló-Pòrcel (agosto de 1913-marzo de 1938), que se publicó con prólogos de Antoni Maria Sbert, Gabriel Alomar y Carles Riba.

Por lo que atañe a los cambios en cuanto a las relaciones laborales, a diferencia de muchas otras imprentas, si bien estuvo sometida al control de un comité obrero, en ningún momento llegó a colectivizarse la Sallent. Acabada la guerra, no tardó en retomar su actividad y en convertirse en una de las más destacadas en la impresión de obras de bibliófilo.

Fuentes:

Santi Barjau, «Les imprentes i la producción dels bitllets en el seu context», en AA.VV., La moneda a la guerra civil espanyola: art, disseny i propaganda, Museu Nacional d’Art de Catalunya, pp. 85-96

Josep M. Benaul Berenguer, «Autors, editors i impressors a Sabadell, 1850-1975. Nota histórica», en AA.VV., Sabadell, lletra impresa: de la vila a la fi de la ciutat industrial. Catàleg de la Col·lecció Esteve Renom–Montserrat Llonch, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2012.

Arnau Berenguer Garrigós, «Joan Sallent i Prat», Història de Sabadell S.XIX-XX.

Lluis Bonada, «Industrial i lletraferida», El Temps, núm. 1471 (21 de agosto de 2012), pp. 50-52.

Xavier Sallent, Joan Sallent, impressor, prólogo de Miquel Bach, Sabadell, Fundació La Mirada, 2021.

El tipógrafo e impresor Enric Tormo en la inmediata postguerra española

Portada de la edición en Rosa dels Vents de Tu, de Josep Janés.

Del poemario que lanzó fugazmente a la fama a Josep Janés i Olivé (1913-1959), hay tres ediciones relativamente conocidas. La consecución de la Flor Natural en los Jocs Florals de Barcelona de 1934 propició la inmediata de la Librería Catalònia de Antonio López Llausàs (1888-1979), que la editó acompañada de un prólogo de Agustí Esclassans (1895-1967) e ilustraciones al boj de Enric Cluselles (1914-2014) que, en palabras de Galderich, le definen como «uno de los xilógrafos de calidad de la hornada republicana», cuyo estilo se caracteriza por «unas líneas muy delgadas y juntas, que confieren a las masas de negro un toque aterciopelado muy característico». De esta edición se hizo una tirada numerada de trescientos ejemplares, y en vista del éxito y de las buenas críticas, Janés decidió ampliarle el público incluyendo este título en sus Quaderns Literaris en octubre de ese mismo año. Finalmente, durante la guerra lo reeditaría Janés como número 26 de la Rosa dels Vents (correspondiente al 173 de los Quaderns Literaris), reproduciendo en apéndice el prólogo de Esclassans y una elogiosa crítica de Manuel de Montoliu aparecida en La Veu de Catalunya y añadiéndole además una «Justificació» previa.

Debido a su muy corta tirada, solo dieciséis ejemplares, más rara es la edición de marzo de 1948, cuyo colofón indica:

Es interesante la mención al aguafuerte del tipógrafo y grabador Enric Tormo (1919-2016), quien por aquellos años acababa de ver fracasar el extraordinario proyecto de revista de bibliófilo en catalán Algol, en el que confluyeron algunos de los elementos germinales de Dau al Set: el escultor Francesc Boadella, el poeta Joan Brossa (1919-1998), los pintores Jordi Mercadé (1923-2005) y Joan Ponç (1927-1984) y el crítico Arnau Puig (1926-2020). Si bien, para evitar problemas con la censura, el único número está fechado «a mitjans del segle vintè», en su completísima «Nota» sobre esta revista Ainize González García la supone provisionalmente terminada de imprimir a finales de 1946. El propio Tormo, que se ocupó de la tipografía y la impresión y acabó por correr con los gastos, consideraba este proyecto (ciento diez ejemplares de doce páginas) como su primera aventura editorial.

En este aspecto resulta curiosa la coincidencia durante la guerra civil de Tormo con el que luego sería gran editor ‒y colaborador también de Janés‒ Josep Pedreira (1917-2003) en un Subcomitè de Belles Arts del que formaban parte asimismo el dibujante Miquel Ripoll (1919-1988), los pintores Manuel Viusà (1917-1998) y Jordi Pla-Domènech (1917-1996) y la escultora Gertrudis Galí (1912-1998), entre otros. En esencia, se trataba de alumnos de la muy popular y fructífera Escola d’Arts i Oficis i Belles Arts de Barcelona (conocida popularmente como La Llotja), donde Tormo se había matriculado tras pasar por los salesianos para aprender el oficio de cajista-tipógrafo (y donde aparendió técnicas calcográficas y litográficas). Durante la guerra, ya en 1938, se apuntó a los cursos de grabado organizados por el Club Colisseum e instalados en los talleres del Comité de Propaganda del Comissariat Militar y se integró a los talleres de propaganda republicana, de donde salieron infinidad de carteles, proclamas, folletos y collages, a menudo de creación colectiva. Allí conoció a otro de los puntales de Dau al Set, Joan Josep Tharrats (1918-2001), y aunque no hay constancia de ello es posible que coincidiera también con Janés, que por entonces estaba al frente de los Serveis de Cultura al Front.

Joan Brossa y Enric Tormo

Perdida la guerra, en 1939 Tormo tuvo que hacer el servicio militar (en Salamanca) y fue entonces cuando se afianzó su amistad con Joan Brossa, quien en aquellos años empezaba a hacer sus primeros pinitos literarios. También entonces, entre febrero y marzo de 1940, participa en una exposición titulada Salamanca vista por los soldados que tuvo lugar en el casino de esa ciudad y en la que exponen también sus dibujos Igansi Mundó (1918-2012), Ángel Vintró Oliva y el ya mencionado Miquel Ripoll.

De regreso en Barcelona, tanto Brossa como Tormo se apuntan a los cursos clandestinos de lengua catalana que impartía el gramático, actor y corrector Artur Balot (1879-1959) ‒que entre 1932 y 1934 se había hecho muy famoso en el programa didáctico de Radio Barcelona «Converses del Míliu», dirigido por el gran Toresky (Josep Torres i Vilata, 1868-1937)‒, y el segundo de ellos presenta el grabado Vasconia en la Exposicion Nacional de Bellas Artes de Barcelona de 1942.

Quizá por el hecho de estar en los jardines de la Sagrada Família, la estatua dedicada a Míliu por el exiliado republicano en México Àngel Tarrach i Barrabia (1898-1979) suele pasar muy desapercibida a los turistas.

Por entonces Tormo trabajaba como técnico en el taller dedicado a la estampación calcográfica que en 1940 había puesto en pie Ramon de Capmany y Montaner (1899-1992) en los pisos superiores de la editorial Montaner y Simón en colaboración con el grabador francés Édouard Chimot (1880-1959). De 1945 es una edición de 190 ejemplares de El pobrecito hablador con once aguafuertes de Marta Ribas y otros once con los dibujos al margen, con cabeceras y grabados a madera de Tormo. Y entre los libros de esta misma época en los que Tormo tuvo una participación directa se cuenta el poemario de Josep Maria de Sagarra (1894-1961) Entre l’Equador i els tròpics, incluido en la colección Medusa y que para evitar problemas con la censura se fechó falsamente en 1938. Se trató de una edición de 134 páginas en rama, que se conservaba en una carpeta y una caja de cartón con el lomo en pergamino. La obra incluía once aguafuertes a toda página compuestos y grabados a color de Ramon de Capmany, así como colofones y capitulares también de Capmany grabados a la madera por Tormo. Sobre este trabajo escribió German Masid Valiñas:

Entre las obras ilustradas por este artista [Capmany], es tal vez en la que más se armoniza el contenido, la tipografía [Bodoni] y las ilustraciones al aguafuerte. De colores vivos, que recuerdan la naturaleza y los mares del Sur; con desacostumbrada calidad en la estampación: de fondos limpios, sin veladuras.

Sin embargo, un poco anteriores son las Memorias de un pintor (1912-1930) de Domingo Carles (1888-1962) prologadas por Josep Pla (1897-1981) y publicadas por la editorial Barna del polémico mecenas Albert Puig Palau (1908-1986), que se imprimieron en 1944 en la SADAG y para las que Tormo crea colofones y capitulares en xilografía. Poco tiempo después Tormo ejercería como director de producción y técnico editorial de Barna hasta 1949.

En 1944 se publica gracias al mecenazgo de Joan Prats la famosa Serie Barcelona de cincuenta litografías de Joan Miró (1893-1983), realizadas por Tormo e impresas en la Miralles, y además ese mismo año muestra su propia obra en las Galerías Costa en una exposición conjunta con su amigo y compañero en Salamanca Josep Centelles.

Tormo compra por entonces a Chimot una prensa manual y al dibujante Joan Vila d’Ivori (1890-1947) una prensa tipográfica del siglo XIX, con lo que asienta el taller experimental instalado en su propio domicilio (Carders 15), y además de componer la revista Algol (que se imprime en la SADAG), se ocupa de una edición de la Guía de caballeros (1946), de Pilar Fornesa, que lleva pie editorial de Carders 15, si bien de nuevo oculta la fecha real de publicación. El mismo caso se da con el enigmático Codich d’Amor o Leys del ver amar, per un cavaller croat presoner del sarrai abjecte, que se presenta como transcrito de nuevo por Fornesa y publicado poco después.

Vendría luego, entre otros trabajos, el mencionado libro de poesía de Janés, y su vinculación con los inicios de Dau al Set, en cuya revista homónima participó tanto como escritor como en calidad de preimpresor, y además ha pasado a la historia como poco menos que el fotógrafo oficial del grupo. En este mismo sentido destacan de 1949 una plaquette con motivo de la exposición de Ponç, Cuixart y Tàpies titulada Un aspecto de la joven pintura (que al final tuvo que financiar de su propio bolsillo), los seis ejemplares de un álbum creado a cuatro manos por Brossa y Ponç, KA JOAN LCU PONÇ UOC, y los Tres aiguaforts de Brossa y Tàpies.

A la vista de todo ello y pese a su importancia en el nacimiento de Dau al Set y a su papel como guía en cuestiones de grabado e impresión de algunos de los artistas catalanes más importantes de su tiempo, con razón pudo titular Aitor Quinley Urbieta el espléndido libro que dedicó a Tormo La invisibilitat del Dau.

Uno de los Tres aiguaforts de Tàpies.

Fuentes:

Jordi Coca, Joan Brossa, oblidar i caminar, Barcelona, La Magrana (L’Esparver 42), 1992.

Francesc Fontbona, «L’època de’or d’Enric Tormo», El Temps de les Arts, 24 de juny de 2022.

Ainize González García, «Notes sobre la revista Algol», Els Marges, núm. 90 (invierno de 2010), pp. 68-79.

Germán Masid Valiñas, La edición de bibliófilo en España (1940-1965), Madrid, Ollero y Ramos, 2008.

José Ángel Montañés, «Dos artistes (amagats) darrera una màquina», Plec de Cultura (julio de 2022).

Joan Ponç, «Autobiografía. 1978» Diari d’artista i altres escrits, ed. de Diana Sanz Roig, Edicions Ponsianes, 2009, pp. 171-192.

Arnau Puig, Records d’una amistat estel·lar. Brossa escamotejador i burleta., Barcelona, Comanegra, 2019.

Joan Pujadas, «La història de Dau al Set segons Joan-Josep Tharrats» Repòrter, núm. 68 (abril de 1998), pp. 29 y 30.

Aitor Quinley Urbieta, Enric Tormo. La invisibilitat del Dau, Barcelona, Fundació Joan Brossa, 2022.

Pilar Vélez, «Enric Tormo, l’”home gràfic”, Revista de Catalunya, núm. 302 (abril-juny de 2002) pp. 95-113.