Ramon Maynadé, el gran editor teósofo

No es gran cosa lo que se sabe acerca de quien probablemente fuera el más importante editor y divulgador español en el campo de la teosofía, Ramon Maynadé Sallent, quien acaso llegara a la edición más por necesidad y convicción que como fruto del desarrollo de una vocación. Maynadé aparece ya como primer vocal de la junta fundación de la Sociedad Teosófica en 1899, que presidía el médico Josep Roviralta y formaban el también médico Josep Plana i Dorca (administrador), Josep Granes (secretario), Josep Querol (vocal) y Jacint Plana (vocal).

Después de la publicación descoordinada de la «Revista Teosófica Mensual» Antahkarana (1894-1896) y una notable serie de opúsculos, a menudo traducidos, a principios del siglo XX esta actividad editorial dispersa cristaliza en 1901 en la creación de la Biblioteca Orientalista, financiada por Josep Xifré Hamel (1855-1920) –quien en Madrid había sufragado ya el boletín teosófico Sophia (1893-1914) – y dirigida por Ramon Maynadé con la estrecha colaboración de su esposa Carme Mateos Prat (1865-1915). Acerca de Sophia, vale la pena consignar que uno de sus suscriptores, por lo menos hasta 1913, fue el urbanista Arturo Soria y Mata (1844-1920), conocido por ser el creador de la madrileña ciudad lineal, pero quizá entre los amantes de los libros más por haber creado el periódico crítico-satírico urbanístico La Dictadura, editar La Ciudad Lineal. Revista de Higiene, Agricultura, Ingeniería y Urbanización y sobre todo por ser el padre del famoso librero y editor de Cruz del Sur Arturo Soria y Espionsa (1907-1980) y del no menos insigne impresor y editor Carmelo Soria (1921-1976).

Volviendo a las obras publicadas en la Biblioteca Orientalista, los pies editoriales no son tampoco muy clarificadores, pues de 1901 es por ejemplo una traducción de Ciencia oculta en la medicina, de Franz Hartmann, firmada con las iniciales A.F.G., o El poder del pensamiento, su dominio y cultura, de Annie Besant, en traducción de José Melián, que aparecen bajo el sello R. Maynadé Editor. Otra cuestión por aclarar, dada la coincidencia de los apellidos con los del matrimonio editor, es si existe alguna relación de parentesco entre el editor y su principal impresor, Joan Sallent i Prat, de Sabadell.

Lo que sí parece más claro es que la dirección de la empresa, calle de la Tapinería, 10 (no lejos de donde hoy se encuentra el Museu Picasso), estaba muy cerca del principal punto de venta de los libros, la Librería Orientalista que regentaba el matrimonio Maynadé (en Tapineria, 24) y que durante un tiempo fue frecuentada por algunos de los personajes más conocidos del modernismo catalán, como el polímata Alexandre de Riquer (1856-1920), el egiptólogo y sinólogo Eduard Toda (1855-1942), el dramaturgo Pompeu Gener (1848-1920) y el dibujante, pintor y escritor Santiago Rusiñol (1861-1931), entre otros. Sin embargo, también en la Carbonell y Esteva (en Rambla Catalunya, 118) podían adquirirse ejemplares de esta colección. Tampoco deja de ser curioso que, según constata Armando López Rodríguez a partir del epistolario, Maynadé solicitó al mencionado Arturo Soria ejemplares de los libritos que este último había ido publicando por su cuenta y riesgo para venderlos en su librería, y de que en ella se vendieron ejemplares de sus obras Origen poliédrico de las especies (1894) y Contribución al Origen poliédrico de las Especies (1896). De ese mismo epistolario procede la información de que ya ese mismo año 1901 se confeccionó un primer catálogo de publicaciones disponibles del que se hizo una primera tirada de seis mil ejemplares y se preparaba ya una segunda de doce mil.

Carmen Mateos.

A partir de 1912 (y hasta 1924) tanto Ramon Maynadé como Carmen Mateos colaboraron también con El Heraldo de la Estrella, cuyo contenido se nutría sobre todo de la traducción de conferencias, entrevistas y textos diversos de Jiddu Krishnamurti (1895-1986), y ese mismo año interviene, con el escritor y periodista masón Frederic Climent Terrer (que colaboraba en la Biblioteca Orientalista como traductor y corrector), en la creación del Instituto de Educación Integral y Armónica.

Entre enero de 1917 y abril de 1932, Maynadé figura como miembro de la junta administrativa de El Loto Blanco, que se autodefine como «Revista Teosófica. Órgano de relación entre los teósofos españoles e hispanoamericanos», y en ese mismo año 1932 aparece como colaborador de la revista Teosofía. Unos años antes, en un libro de 1928, quien llegaría a ser un editor de cierta trascendencia al frente de las Ediciones Antisectarias, Joan Tusquets i Terrats (1901-1998), describía en El teosofismo (Eugenio Subirana, Editor Pontificio) la editorial de Maynadé como uno de los pilares principales del teosofismo en Cataluña, y según dice en 1927 había publicado ya unas 150 obras. Años más tarde, en 1934, el catálogo incluía ya 268 títulos. Por el camino, en 1922, Maynadé se había convertido en vicepresidente del Consejo de la Sociedad Teosófica Española y había establecido contactos con libreros y distribuidores comerciales americanos –caso de Nicolás B. Kier en Argentina, por ejemplo– mediante los cuales lograba una mayor difusión de las obras que publicaba (aunque se desconocen los métodos de distribución).

En la extensa nómina de traductores que colaboraron con la Biblioteca Orientalista figuran la luego célebre pedagoga Maria Solà [Ferrer] de Sellarés (1899-1998), el conocido traductor de Shakespeare y Goethe Josep Roviralta Borrell, médico homeópata de profesión, el filósofo, políglota y prolífico traductor Edmundo González Blanco (187-1938), el discreto poeta Josep Plana i Dorca (1856-1914), el ingeniero y yerno de Ramon Maynadé Luis García Lorenzana y los dos hijos del matrimonio: Josefina Maynadé Mateos (1908- 1978) y Arnaldo Maynadé Mateos (no confundir con el también ocasional traductor Arnaldo Maynadé Crespo, nacido el 24 de julio de 1929).

Josefina o Pepita Maynadé, que a los catorce años vio ya publicado El tesoro de Maya, creó una amplísima obra como traductora e ilustradora, y es autora de títulos como el articulo inicial «El teósofo y el ceremonial» (publicado en El Loto Blanco en 1925), Escuela de héroes (¿1929?), Plotino, su escuela iniciática y su filosofía (1929), Los niños a través de la plástica histórica (¿1946?), etc., y al final de la guerra civil española (durante la que se vio separada de su marido Luis García Lorenzana), residió en las islas Canarias (donde publicó los poemarios A Cloris y Los silencios y colaboró en la revista feminista Mujeres en la isla) y desde 1958 en México, donde amplió sus actividades al campo de la pedagogía. En los años sesenta dirigió la no muy longeva Colección Astrología Cíclica, que se publicaba con el sello del editor catalán B. Costa-Amic, y posteriormente, en colaboración con Maria Solà Ferrer, la colección de la editorial Diana Tradición Sagrada de la Humanidad.

Su hermano Arnaldo Maynadé Mateos, en cambio, afiliado a la Rama Arjuna de la Sociedad Teosófica Española ya en febrero de 1926, dejó una huella bastante menor, aunque pueden suponerse los motivos que le llevaron a trasladarse a Chile.

Fuentes:

Armando López Rodríguez, Arturo Soria y Mata. Una biografía, tesis doctoral presentada en el Programa de Doctorado en Historia e Historia del Arte t Territorio, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2017.

Joseba Louzao Villar, «Los idealistas de la Fraternidad Universal. Una aproximación a la historia del movimiento teosófico Español, (c 1890-1939)», Historia Contemporánea, núm. 37, pp. 501-529.

Pepita Maynadé, «Don Mario Roso de Luna», El Loto Blanco, de enero 1932, digitalizado por Biblioteca Upasika en Noviembre 2003.

Vicente Penalva Mora, El orientalismo en la cultura española en el primer tercio del siglo XX. La Sociedad Teosófica Española (1888-1940), tesis doctoral, Facultat de Filosofia i Lletres de la Universitat Autònoma de Barcelona, 2013.

Jordi Pomés Vives, «Diálogo Oriente-Occidente en la España de finales del siglo
XIX. El primer teosofismo español (1888-1906): un movimiento religioso heterodoxo bien integrado en los movimientos sociales de su época», HMiC, núm 4, 2006.

José Rodríguez Guerrero, «La Alquimia en España durante el período modernista a través de sus libros», Azogue, núm 5 (2002-2007), pp. 181-223.

Susana, «Josefina Maynadé, una escritora amante de los clásicos», Huellas de Mujeres Geniales, 8 de abril de 2016.

Eliseu Trenc, «Josep Plana i Dorca, modernista, catalanista i teòsof», Anuari Verdaguer núm. 26, 2018, pp. 147-157.

 

Ediciones de Jacint Verdaguer en el primer franquismo

A Julia Escobar, editora, traductora y escritora hasta la médula

El centenario del nacimiento de uno de los grandes poetas que ha dado la cultura catalana, Jacint Verdaguer (1845-1902), dio una excelente ocasión al régimen franquista para simular una cierta apertura que de algún modo silenciara las voces que lo tildaban de represor con la cultura catalana. Así, ya en 1943 se autorizó una edición de las obras completas del insigne poeta, pero con una condición que la profesora Montserrat Bacardí califica de «estrambótica y malintencionada», pues:

Debía reeditarse con la irregularidad ortográfica originaria, sin pasar por el cedazo normativizador de la reforma fabriana. El producto resultante, de regusto folklórico manifiesto, no resultaba precisamente apto para atraer a nuevos lectores. Aun así, el libro se agotó enseguida, y tal acogida sirvió de acicate a Josep M. Cruzet, el tenaz artífice de la [editorial] Selecta.

Es realmente asombroso que una obra escrita en una lengua que, en su forma, resultaba ya ajena casi por completo al lector medio pudiera tener un éxito importante, cuando lo habitual es que ese tipo de ediciones, cuando no entran en los planes de estudios, queden restringidas a un público lector altamente especializado. Contribuye además a explicar que en los años posteriores incluso los lectores bilingües prefirieran libros interesantes en (o traducidos al) español que tostones en catalán que presentaban evidentes problemas para su goce.

Muy poco después, en 1944, con las mencionadas restricciones, que al parecer de Manent y Crexell permiten tener a éstas por «ediciones españolas de textos de una lengua considerada muerta», aparecieron pues los libros de Verdaguer L´Atlàntida (con una carta-prólogo de Frederic Mistral), Canigó y Montserrat.

Victor y Joan Seix.

Y al año siguiente se sucedieron las ediciones conmemorativas, e incluso se creó una «comisión oficial» en la que figuraban Gabriel Arias (como vicesecretrario de Educación Popular del Movimiento), Antonio Correa Veglison (en calidad de gobernador civil de Barcelona y jefe provincial del Movimiento), José Pardo (jefe del Departamento de Propaganda), el erudito Martí de Riquer y el eminente editor falangista Luis de Caralt entre algunos otros. El Ayuntamiento de Barcelona costeó una edición facsímil del conocido como manuscrit de Can Tona (1867) de L´Atlàntida; Indústrias Gráficas Seix Barral hizo una edición de cien ejemplares para la Asociación de Bibliófilos de Barcelona de Lo mariner de Sant Pau con ilustraciones de Ramon Fabres; la vigatana Editorial Sala hizo una de Canigó ilustrada por Junceda y con un dibujo en portada de A. Freixes (con el texto y las notas en catalán arcaico); y Casiopea una de Què diuen el ocells con ilustraciones de Alexandre Coll y un asombroso epílogo de Antoni Julià de Capmany escrito en español.

Luis de Queralt durante la guerra civil española.

Es evidente la utilidad que tenía para el régimen franquista esta apropiación de la figura del gran poeta de la Renaixença catalana, sin que por ello supusiera un riesgo importante para la extensión, divulgación o ampliación de la lectura en lengua catalana, que sólo ocasionalmente se autorizaba y predominantemente cuando se trataba de poesía de traducciones de clásicos.

Sin embargo, ese mismo año 1945 aparece también, en México, una edición de L´Atlàntida más legible preparada por Joan Sales para la editorial Minerva, que se publicó precedida de un prefacio de Josep M. Miquel i Vergés. De nuevo en este caso se hace difícil comprender la salida que tuvo una edición hecha en semejantes circunstancias, más allá de la colonia catalana en México y en algunas otras ciudades americanas.

En 1946 están fechadas una segunda edición en Selecta de las Obras completas, así como una edición de 125 ejemplares no venales de Oda a Barcelona, acompañada de un comentario de Josep Pin y Soler e impresa en la Sallent de Sabadell, a cargo de la Asociación de Bibliófilos de Barcelona, y la primera edición crítica de L´Atlàntida, llevada a cabo por Eduard Junyent y Martí de Riquer partir de los manuscritos autógrafos y de las ediciones de 1877 y 1878, y de cuya impresión se ocupó Horta por encargo del Ayuntamiento de Barcelona (se tiraron novecientos cincuenta ejemplares). A raíz de esta última edición escribía en la edición del 9 de junio de 1946 de La Vanguardia Española Ana Nadal de Sanjuán unas palabras que producen poco menos que vergüenza ajena: «Gran acierto este acuerdo rendido a la memoria de Verdaguer, que repercute al eterno espíritu de nuestra patria, ya que nadie puede negar la españolidad de Mosén Cinto»

Aun en agosto de 1947 se autorizaría a Montaner y Simón y Editorial Casiopea una edición de bibliófilo de Flors de Maria, de Verdaguer, de la que se hizo una tirada de cuatrocientos ejemplares.

Y al año siguiente se publicaba una versión de Canigó transcrita, anotada y prologada por Joan Sales, en esta ocasión en la Biblioteca Catalana del insigne editor poumista establecido en México Bartomeu Costa-Amic. Sales, además, pudo partir ya de un texto con la ortografía modernizada, pues contaba con un ejemplar manuscrito preparado por el profesor catalán Antoni Bargés (exiliado también en México y que impartía clases en el colegio Cervantes).

La paradoja, pues, quizá resida en el hecho de que en Cataluña se publicaban ediciones que difícilmente podían encontrar su público, mientras que las que podían satisfacer a esos lectores se publicaban en tales condiciones que resultaban prácticamente inaccesibles.

Fuentes:

Sello andorrano.

Montserrart Bacarrdí, La traducció catalana sota el franquisme, Lleida, Punctum (Quaderns 5), 2012.

Teresa Férriz Roure, La edición catalana en México, Jalisco, El Colegio de México, 1998.

Maria Josepa Gallofré i Virgili, L´edició catalana i la censura franquista (1939-1951), Barcelona, Publicacions de L´Abadia de Montserrat (Biblioteca Abat Oliva 99), 1991.

Albert Manent y Joan Crexell, Bibliografía catalana: cap a la represa (1944-1946), Barcelona, Publicacions de L´Abadia de Montserrat (Biblioteca Serra d´Or 90), 1989.

Joan Samsó, La cultura catalana: entre la clandestinitat i la represa pública, 2 vols., Barcelona, Publicacions de L´Abadia de Montserrat (Biblioteca Abat Oliva 141 y 147), 1994 y 1995.

Francesc Vilanova i Vila-Abadal, Repressió política i coacció económica, Barcelona, Publicacions de L´Abadia de Montserrat (Biblioteca Abat Oliva 216), 1999.

 

Una errata de campeonato (y la mala pata de Ramón J. Sender)

“Defendía las erratas en nombre de la libertad de imprenta”

Max Aub

Es bien conocida la obsesión de Ramón J. Sender por retocar una y otra vez algunas de sus obras, en algunos casos para afinar cuestiones de estilo, pero más a menudo para reestructurar algunas novelas, fusionar varias de ellas o reconvertirlas, cosa que siempre conlleva el riesgo de arreglar algunas cosas y estropear otras. La cuestión de los cambios de título, en el caso de Sender, son peccata minuta, y seguir el proceso mediante el cual una novela breve como El Tonatio (Historia de un soneto) se convierte en El extraño señor Photynos resulta bastante asombroso, y abundan los casos similares. Como es también conocido, una de las novelas más célebres de Sender, Réquiem por un campesino español (Nueva York, Las Americas Publishing, 1960), se dio a conocer por primera vez en México con el título Mosén Millán en la colección Aquelarre.

Hace ya un tiempo, el escritor Sergio Molino se entretenía en glosar una errata bastante suculenta, y unos años despues Begoña Tauler recogía en su blog Érase una vez, entre otros casos no menos jugosos, ese mismo patinazo procedente de la edición de Editores Mexicanos Unidos que había reconvertido por su cuenta y riesgo el título en la cubierta por Réquiem para un campesino español, y como bien sabe el seguidor de Negritas y Cursivas, cuando una errata se cebaba en una obra de Sender, era difícil erradicarla, por disparatada que ésta fuera. En el caso de esa desafortunada errata, lo realmente asombroso es que se vio repetida en la portada de las ediciones de Editores Mexicanos Unidos hasta los primeros años setenta, aun cuando el diseño de las mismas iba cambiando.

1968.

Sin embargo, la pionera en meter la pata en este asunto parece ser que fue Editores Mexicanos Unidos que la creó en una primera edición de esta novela de Sender prologada por Julia Uceda (n. 1925) y con el texto ya mencionado de Bernadette, en 1968; la mantuvo en la de 1970, la reiteró en 1971, y con un tercer diseño de portada, volvió a repetirla en su edición de 1975. Una marca difícil de superar. Dándole vueltas al asunto, uno podría suponer que el diseño de 1968 y 1970, al disponer de semejante modo «para un campesino español» lo que pretendía era crear un remedo de acróstico en el que se leería «Réquiem PCE», lo que sin duda podría tener su gracia en ese momento histórico y procedente de un editor anarquista,  pero eso no basta para explicar la errata por/para.

1971. La errata aparece sólo en la cubierta, pero no en la portada, y atribuida a Editorial Puente (Editores Mexicanos Unidos).

A pesar de su nombre, al frente de Editores Mexicanos Unidos había ciertamente un solo editor, el anarquista Fidel Miró (1910-1998), que era catalán de origen, si bien el resultado de la guerra civil española lo había llevado, tras un paso por Francia y por la República Dominicana, a la capital mexicana en 1944. En México se sumergió de inmediato en el mundo del libro, inicialmente en la Unión Distribuidora de Ediciones de su excompañero en las Juventudes Libertarias Ricard Mestre Ventura (1906-1997), quien tras el cese de actividad de la editorial Minerva (1940-1946) se había pasado al ámbito de la distribución. También Miró hizo sus pinitos en este ramo, con la creación de México Lee, como paso previo a la fundación con Bartomeu Costa-Amic (1911-2002) y Pedro Frank de Andrea (n.1912-¿?) de Libro Mex Editores.

Editores Mexicanos Unidos, 1971. Adviértase la mínima diferencia de diseño con la anterior.

Fue sin embargo cuando se cumplía una década de su llegada a México, en 1954, cuando, una vez disuelta la asociación con Costa-Amic, creó Editores Mexicanos Unidos, que aún hoy sigue en funcionamiento en manos de sus descendientes. Además de alguna que otra obra del propio Miró (Cataluña, los trabajadores y el problema de las nacionalidades, entre ellas), desde esta editorial se han dado a conocer algunas obras que han contribuido a divulgar el pensamiento libertario en América, además de a autores tan diversos como Flaubert, Saint-Exupéry, Galdós, Rómulo Gallegos, Hemingway o Rubén Darío, en la colección de Literatura Universal, o antologías poéticas de Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Nicolás Guillén o Alfonsina Storni entre otros muchos.

 

1975. El año anterior había sido autorizada su publicación en España.

 

Es cierto, como todo corrector más o menos avezado sabe, que las cubiertas, portadas y portadillas son una auténtica trampa, y que la vista tiene una poderosa tendencia a pasar rápidamente sobre ellas, no sólo porque debería ser lo más cuidado, sino también porque el mayor tamaño de la letra hace impensable que se produzca ahí una errata. Pero ese mismo corrector sabe que la errata está siempre agazapada donde menos se la espera dispuesta a saltar a la vista.

Aun así, el caso de la mala pata de Sender con las erratas es digno también de un estudio pormenorizado, porque parece un campo abonado.

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Fuentes:

Teresa Férriz, La edición catalana en México, Jalisco, El Colegio de Jalisco, 1998.

Rafael Maestre Marín y Pilar Molina Beneyto, “Editores Mexicanos Unidos: La obra cultural del exiliado Fidel Miró”, Migraciones & Exilios. Cuadernos de la Asociación para el Estudio de los Exilios y Migraciones Ibéricos Contemporáneos (AEMIC), núm. 2 (diciembre de 2001), pp. 241-247.

Josep Mengual Català, “Intertextualidad y proceso creativo en El extraño señor Photynos”, en Fermín Gil encalbo y Juan Carlos Ara Torralba, eds., El lugar de Sender, Instituto de Estudios Altoaragoneses-Instituto Fernando el Católico, 1997, pp. 527-538.

Sergio del Molino,»Fe de errores«, Blog de Sergio del Molino, 31 de enero de 2011.

Juan Tapia, “Fidel Miró y el movimiento libertario de Cataluña”, Destino, núm 1.967 (14 de junio de 1975), p. 36.

Begoña Tauler, “Portadas con errores… (erratas y otros deslices)Érase una vez, 24 de septiembre de 2013.

Jesús Vived Mayral, Ramón J. Sender. Biografía, Madrid, Páginas de Espuma (Voces/Clásicas), 2000.

Libros en francés en México. La segunda etapa de Quetzal.

Exlibris de Costa-Amic.

En su exilio en México, el que llegaría a ser el gran editor Bartomeu Costa-Amic (1911-2002) hizo sin apenas pausa dos tentativas de iniciar negocios editoriales antes de hacerse cargo de Quetzal, la empresa unipersonal creada por el escritor aragonés Ramón J. Sender (1982).

El primero de ellos, Ediciones Libres, fue un proyecto colectivo en que que participaron también Julián Gorkín (Julián Gómez García, 1901-1987), Ermilo Abreu Gómez, José Muñoz Costa y Daniel Castañeda, y contó con la colaboración de Marceau Pivert y Víctor Serge (1890-1947), además de los valiosos conocimientos que podía aportar el legendario impresor y encuadernador Jacob (o Jack) Abrams (1894-1980), quien, residente en México desde 1926, mantenía lazos de amistad con el grupo Tierra y Libertad. Ediciones Libres publicó sólo tres libros, de los que he sido capaz de identificar Retrato de Stalin (1940), de Víctor Serge en traducción y con prefacio de Julián Gorkín, y al año siguiente Balance de Agustín Lara, un libro luego muy apreciado por los musicólogos, del profesor de composición del Conservatorio Nacional Daniel Castañeda.

El segundo intento de Costa-Amic, desbaratado el primero por previsibles dificultades económicas, pudo llevarlo a cabo gracias a la contribución de dos hermanos judíos de origen polaco, los Kluger. Según cuenta Víctor Alba en el segundo volumen de sus memorias (Sísif y el seu temps), la principal ocupación de Sidney Kluger, además de director ejecutivo de la Congregación Shearith Israel de México, era organizar campañas para recaudar fondos para las más diversas iniciativas (entre las que se contaban, por ejemplo, la lucha de grupos terroristas que en Palestina estaban combatiendo a los ingleses), pero más adelante, en 1966, Kluger se haría célebre como fundador del la Book Bank USA, organización destinada a proveer de libros técnicos y escolares a los necesitados.

Sidney Kluger (1912-2006).

Esta segunda empresa de Costa-Amic y Gorkín tomó el nombre Publicaciones Panamericanas, cuyo primer título probablemente fuera De Versalles a Compiegne. ¿A dónde va Francia?, de Marceau Pivert, acompañado de un prefacio de Julián Gorkín y en traducción del pedagogo y dirigente poumista Enric Adroher i Pascual (1908-1987), conocido también como Gironella, De la relación que esta empresa tuvo con Sender es prueba que uno de sus primeros títulos fuera la reedición de  la novela del escritor aragonés Orden Púiblico (1941), aparecida originalmente en la madrileña Cénit en 1931, que en la contraportada se planteaba como el inicio de un proyecto que debía incluir también las reediciones de La noche de las cien cabezas y Viaje a la aldea del crimen, publicadas ambas por Editorial Pueyo en 1934. Publicó también Costa-Amic, con prólogo de Sender, la traducción que Ceferino Palencia (1889-1963) hizo de El indio y su destino, obra del especialista en historia de los indígenas americanos y Premio Pulitzer Oliver La Farge (que por aquel entonces presidía la American Association on Indian Affairs), quien en 1940 acababa de publicar en Inglaterra, nada menos que en la prestigiosa editorial Jonathan Cape, su traducción de la novela de Sender El lugar de un hombre (traducción publicada originalmente en Nueva York por Duell, Sloan & Pierce).

La producción de las Publicaciones Panamericanas, antes de disolverse, se completaron ese mismo año 1941 con Héroes de la civilización, de Joseph Cottler y Haya Jaffee, ¿Qué hará Norteamérica? de Henry A. Wallace, y Retoño, de Jean Giono, en traducción de Julián Gorkín, autor también del prefacio que la acompaña.

En cuanto a Sender, después de haber publicado Proverbio de la muerteEl lugar del hombre, Hernán Cortés y Mexciayótl, acompañados de algunos libros de Marcel Prenant y Mauricio Magdaleno, mediado 1941 tenía la firme intención de establecerse en Estados Unidos, por lo que traspasó por 100 o 150 dólares sus Ediciones Quetzal a la sociedad creada a tal efecto por Costa-Amic, Gorkín y Michel Berveiller, Quetzal, S.A., que contaban con el respaldo financiero de personalidades con las que Berveiller mantenía contactos profesionales y de amistad . Una de las primeras cosas que hizo ese mismo año la editorial fue abrir una librería, que no tardó en convertirse en centro de reunión de los franceses establecidos en la capital mexicana (como consecuencia de la guerra mundial), así como la revista Análisis. Revista de Hechos e Ideas (primer número de enero de 1942, pero de publicación irregular), en la que reaparecen los nombres de Gorkín, Pivert, Regles, Serge..

Se hace difícil precisar qué libros son los primeros de esta nueva etapa de las Ediciones Quetzal, porque es posible que aparecieran obras programadas por Sender cuando éste ya no se encontraba en México; muy probablemente es el caso de Torbellino (un hombre de treinta años), de Alejandro Gómez Maganda (1910-1984), de Hombres contra Hitler, de Fritz Max Cahen (1891-1966), en traducción de Concha de Albornoz (1900-1972), y de Páginas del destierro, de Álvaro de Albornoz Liminiana (1879-1954).

Julián Gorkín.

El libro fronterizo o gozne entre una etapa y la otra es quizás el por entonces inédito en francés Hitler contra Stalin. La fase decisiva de la guerra mundial, de Victor Serge, aparecido también en 1941. Acerca de su publicación, el propio Gorkín dejó un testimonio valioso:

Coincidiendo con el asesinato de Trotski, publiqué su Retrato de Stalin en una pequeña editorial fundada con mucha voluntad y escasos medios [Ediciones Libres]. Fracasó la empresa, pero ahí quedaba el libro. Media docena de miembros de la rica colonia francesa, que querían encenderle una vela en público a la Francia Libre mientras le encendían otra en privado a la Francia de Vichy, me proporcionaron unos miles de pesos para la fundación de otra editorial [Ediciones Quetzal]. Acababa de llegar Serge a Santo Domingo cuando invadió Hitler a la URSS por sorpresa. Le cablegrafié: «Prepárame el texto de un libro a toda prisa». Agobiado por el calor tropical y por el sentimiento de que «durante estos mismos días, se fusila en las prisiones de Rusia a mis últimos camaradas», escribió en un mes un libro fuerte y ágil: Hitler contra Stalin.

Por su parte, en carta al artista y escritor español exiliado en la República Dominicana Eugenio Granell (1912-2001) fechada el 10 de junio de 1941, escribía Costa-Amic: «Personalmente creo que sería mejor poner una tienda de abarrotes (comestibles y bebestibles), pero mientras haya gente que quiera exponer dinero, pues nosotros adelante».

André Bretón y Eugenio Granell.

Según contó él mismo, Sender había conocido a Victor Serge en casa del director del Banco Nacional de México, Eduardo Villaseñor, cuya esposa convocaba tertulias “afrancesadas” en las que tuvo ocasión de conocer también a a Romain Rolland, a Gustav Regler y coincidió con exiliados republicanos como Enrique Díez-Canedo y León Felipe. Estos círculos eran los que frecuentaba también Berveiller, director del Liceo Francés, en cuya casa conoció Sender a Jules Romains y André Maurois, y a esos mismos círculos de patrocinadores parece aludir Gorkín.

Hitler contra Stalin pertenece, pues, a esa segunda etapa de Ediciones Quetzal, en la que los cambios más evidentes son la desaparición de la serie Un Hombre y una época y  el desplazamiento de la narrativa a una posición residual, si bien el mayor éxito de Quetzal  fue precisamente Clochemerle, de Gabriel Chevalier (con la que se estrenaba la colección Novelas y Cuentos, que venía a sustituir a Las Mejores Novelas de Publicaciones Panamericanas). Costa-Amic describía así la novela satírica de Chevalier:

un libro francés muy cachondo, muy divertido… Este libro fue un éxito porque pronto se agotó una edición [la segunda es de 1942 y tercera de 1947)… Nunca habíamos visto esto en México, los libros se vendían máximo 100 y los demás se tiraban en bodega.

Gabriel Chevalier (1895-1969).

También pueden situarse en esta segunda etapa los títulos de la colección Nuestro Tiempo, que había nacido en el seno de las fugaces Publicaciones Panamericanas, como es el caso de ¿Qué hará Norteamérica?, del por aquel entonces secretario de Agricultura de Estados Unidos Henry A. Wallace, ¿Adónde va Francia?, de Marceau Pivert, y uno de los mayores éxitos de esta empresa: Cómo conseguir y conservar un marido, de Dorothy Dix, traducido por Ernestina de Champurcín y del que se llegaron a vender 40.000 ejemplares.

Teresa Férriz, quien más y mejor ha estudiado la obra de Costa-Amic, atribuye a Michel Berveiller la dirección de Quetzal, S.A. en unos primeros meses, tras los cuales en 1942 y hasta 1944 la asume Gorkín. Sin embargo, da la impresión de que el primero se ocupara de las publicaciones de origen francófono, en calidad quizá de director editorial, mientras que el segundo de las obras del ámbito hispánico (quizá fuera el principal impulsor o valedor de la colección Nuestro Tiempo) y Costa-Amic se hiciera cargo fundamentalmente de la producción editorial y de las tareas administrativas y de gestión.

Bartomeu Costa-Amic.

Si uno de los puntales era la colección dedicada a los temas de actualidad (Nuestro Tiempo), lo singular de Quetzal en esos años es su dedicación a dobles ediciones (en lengua original y en traducción al español) de libros importantes de la literatura francesa con los que se pretendía, por un lado, divulgar en México la mejor literatura francesa, y por el otro  suplir el parón de la edición en Francia como consecuencia de la Ocupación alemana. Además, un cliente prioritario era la legendaria librería neoyorkina Brentano´s, fundada en 1853 y especializada en literatura francesa, así como los lectores francófonos de Canadà. Así explica Férriz el éxito relativo de esta línea editorial:

funcionó durante unos cuantos años, sobre todo gracias a sus exportaciones a la región francófona del Canadá, donde la casa Valiquette no satisfacía ya toda la demanda de libros en francés, incrementada considerablemente a consecuencia de la segunda guerra mundial y la consiguiente anulación de las exportaciones francesas. Ediciones Quetzal publicó, tanto para este mercado canadiense como para el nacional, una colección de más de quince clásicos franceses, cuyos primeros títulos fueron la edición original y la traducción, en volúmenes distintos, de Le misanthrope de Molière (en traducción de Florisel), Candide ou l’optimisme traducido por F. G. Ascot (1942), Le petit bois de Jules Supervielle (1942) y La faiseur de prestiges de Michel Berveiller (1943).

La Librería Brentano´s en la Quinta Avenida (Nueva York).

No es de extrañar tampoco, que junto a este amplio y diversificado catálogo (ver anexo), fuera en Quetzal donde en 1942 apareciera otra de las novelas fundamentales de Sender, Epitalamio del prieto Trinidad.

Interior de Epitalamio del Prieto Trinidad en Quetzal.

Fuentes:

Fabienne Bradu, “Bartomeu Costa-Amic”, Vuelta, núm. 253 (1997), pp. 41-45.

Francisco Carrasquer, La Integral de ambos mundos. Sender, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 1994.

Teresa Férriz Roure, “Bartomeu Costa-Amic, un editor catalá a Mèxic”, Revista de Catalunya, octubre de 1997, pp. 113-137.

Teresa Férriz Roure, La edición catalana en México, Jalisco, El Colegio de Jalisco, 1998.

Teresa Férriz Roure, “Bartomeu Costa-Amic, in memoriam (1911-2002)”, Migraciones y Exilios núm. 3 (2002), pp. 235-264.

Julián Gorkín, “La muerte en México de Victor Serge” (París, marzo de 1957), en los Archivos de la Fundación Andreu Nin.

José Carlos Mainer, “Resituación de Sender”, en AA.VV., Ramón J. Sender. In memoriam, Zaragoza, Diputación de Aragón, 1983, pp. 5-23.

Antonio Villanueva, “Un prólogo olvidado de Ramón J. Sender”, Trébede, núm. 45 (diciembre de 200), pp. 66-70.

Jesús Vived Mayral, Ramón J. Sender. Biografía (Páginas de Espuma (Voces 14),2002.

Víctor Alba, Sísif i el seu temps II Costa amunt, Barcelona, Laertes, 1990.

ANEXO. OBRAS LOCALIZADAS DE QUETZAL

Ramón J. Sender, Proverbio de la muerte, impreso en Cooperación Gráfica, 1939.

Ramón J. Sender, El lugar del hombre, 1939.

Jean Cassou, Cervantes, Un hombre y una época, 1939.

Ramón J. Sender, Hernán Cortés. Retablo en dos partes y once cuadros, 1940.

Ramón J. Sender, Mexicayotl, con viñetas de Darío Carmona, 1940.

Marcel Prenant, Darwin. Un hombre y una época, traducción de Francisco Pina, 1940.

Mauricio Magdaleno, Fulgor de Martí, colección Un hombre y una época, 1940.

Alejandro Gómez Maganda, Torbellino (un hombre de treinta años), prólogo del autor, 1941.

F.M. Cahen, Hombres contra Hitler, traducción de Aurora de Albornoz, 1941.

Álvaro de Albornoz, Páginas del destierro, 1941.

Dorothy Dix, Cómo conseguir y conservar un marido, traducción de Ernestina de Champurcín (colección Nuestro Tiempo), 1941.

Julián Gorkín, Caníbales políticos. Hitler y Stalin en España, ¿1941?

Victor Serge, Hitler contra Stalin. La fase decisiva de la guerra mundial, traducción de Enric Adroher a partir de un original por entonces inédito en francés (L´empire nazi contre le peuple russe), 1941.

Según declaraciones de Costa-Amic, la imagen es de Remedios Varo. No sé yo.

Gabriel Chevalier, Clochemerle, colección Oeuvres Eternelles, 1942. Portada de Remedios Varo. Más de 2.000 ejemplares vendidos.

Clara Leiser, Refugiados a través de Europa en fuego, relato personal de dos arios a quienes la brutalidad nazi no logró aplastar (colección Nuestro Tiempo), traducción de Elli R. y Julio Luelmo, marzo de 1942.

Denis Diderot, Sobrino de Rameau, con introducción y notas de R. Sánchez de Ocaña, 1942.

Alfred de Musset, Caprices de Marianne & Fantasio, Les Oeuvres eternelles, 1942.

Molière, Misanthrope, comédie en cinq actes en vers, avec un avantpropos et notes historique et critiques (El Misántropo, traducción de Ricardo Valcárcel), colección Las Obras Eternas 1 (Sección Clásicos Franceses), 1942.Colección Las Obras Eternas, 1942.

Jules Romains, Misión o dimisión de Francia, texto de una conferencia dada en el Teatro Palacio Bellas Artes de México el 7 de mayo de 1942, traducción de Pablo Macedo, colección Nuestro Tiempo, 1942.

Jules Romains, Mission ou démission de la France, Collection Renaissance 1, 1942.

Jules Supervielle, Ce petit bois et autres contes, ilustraciones de Ramón Gaya, Collection Renaissance 2, edición limitada y numerada de 1.200 ejemplares, 1942.

Paul Reaynaud, Advertencia a Francia (Le problème militaire français), 1942.

Ramón J. Sender, Epitalamio del Prieto Trinidad, 1942.

Capital von Rinteler, El oscuro invasor, colección Nuestro Tiempo, 1942.

Margarita Urueta, San Lunes (incluye las obras teatrales: San Lunes, Una hora de vida y Mansión para turistas), 1943.

Rafael Bernal, Improperio a Nueva York y otros poemas, 1943.

Manha Garreau-Dombasle, Masque, collection Renaissance 3, 1943.

Roger Caillois, La communion des forts. Études de sociologie contemporaine, colección Renaissance 4, 1943.

Michel Berveiller, Le faisseur de prestiges, pièce en trois actes et neuf tableaux, Renaissance, 1943.

Giuseppe Garretto, Serpa Pinto, pueblos en la tormenta (versión española de Félix Samper y Cabello), 1943.

Jacques Maritain, El crepúsculo de la civilización, traducción de Agustí Bartra, colección Nuestro Tiempo, 1944.

Claudio de Souza, Les derniers jours de Stefan Zweig, prefacio de André Maurois, colección Lettres Facsímile, 1944.

Mallarmé, Poesies,  realizada a partir de una edición de Émilie Noulet, 1944.

Pierre Mabille, Le Merveilleux, Impreso en Biblioteca Catalana, 1945.

Charles Baudelaire, Mon Coeur mis à un. Fusées, Choix de maximes consolantes sur l´amour, prefacio de M. Mespoulet, 1945.

 

Autopublicación. El caso de Ramón J. Sender

Todavía no había concluido la guerra civil española cuando, tras su fugaz paso por Francia y Estados Unidos, Ramón J. Sender (1901-1982) llegaba a México, y, como no podía ser de otra manera, uno de sus primeros objetivos era publicar el libro que había estado escribiendo en el barco que le trasladó a América (Proverbio de la muerte) y el que escribió inmediatamente al llegar (El lugar del hombre).

En un país donde no disponía de los contactos necesarios y en un ambiente cultural que aún no dominaba, no es raro que pronto optara por crear una editorial en la que dar salida a las obras que por aquellos años estaba escribiendo, en la que era además una de sus mejores rachas creativas.

Sin embargo, no contaba con los fondos necesarios para llevar a cabo una empresa semejante, pues mientras residía en la calle Niza, 40 de la capital mexicana solicitó el 9 de septiembre de 1939 al Servicio de Evacuación de los Republicanos Españoles un préstamo de 40.000 pesos (que se le denegó con fecha de 30 de abril de 1940), pero en el ínterin el escritor aragonés ya había puesto en pie las Ediciones Quetzal, que publicaría sus primeras obras en México.

Sir Peter Chalmers-Mitchell (1864-1945), traductor al inglés de Contraataque, Mr. Witt en el Cantón y Siete domingos rojos.

Hay constancia de que la prestigiosa editorial londinense Faber & Faber (bajo la égida de T. S. Eliot) le envió el importe de liquidaciones atrasadas, y es posible que otras editoriales hicieran lo mismo, pues a esas alturas sus novelas eran ampliamente publicadas –y con muy buena crítica– en diversos países: en 1934 Imán había aparecido en traducción de James Cleugh simultáneamente en Inglaterra (en Wishart & Company) y Estados Unidos (en Houghton Miffin Co.), que Paul Allen elogió en el New York Herald Tribune; al año siguiente Horace Liveright había publicado en Nueva York Siete domingos rojos, en versión de sir Peter Chalmers Mitchell, obra que en 1938 se incorporaría al catálogo de Penguin; en 1937 Houghton Miffin Co. había dado a la imprenta en Boston la traducción al inglés de Contraaataque y en Les Éditions Sociales de París había aparecido la versión francesa de Georges Bénichou, mientras que ese mismo año Faber and Faber ponía a la venta la traducción de sir Peter Chalmers-Mitchell de Mr. Witt en el Cantón (que al año siguiente publicaría Houghton Mifflin en Estados Unidos) y a ello hay que añadir las publicaciones en las mejores revistas de sus cuentos y relatos (la Partisan Review, donde por entonces publicaban Auden, Saul Below o Edmund Wilson, o la Kenion Review, donde son habituales las firmas de Penn Warren, Cleanth Books y otros grandes de la Fraternidad de Escritores del Sur).

Robert Penn Warren (1905-1985), de pie, con Saul Bellow (1915-205) en 1972.

Entrevistado por Baltasar Porcel para Personajes excitantes (Plaza & Janés, 1978), el propio Sender aludiría a que esos ingresos procedentes sobre todo de editoriales estadounidenses (aún no afectadas de pleno por la guerra mundial) y en menor medida inglesas, le ayudaron a subsistir en la capital mexicana:

México nos ayudó mucho, aunque yo no gané un solo peso mexicano en todo el tiempo que estuve allí. Vivía de ocasionales derechos de autor que llegaban de Inglaterra o Estados Unidos. Por eso, sintiéndolo mucho –porque yo amo a México de veras– tuve que salir para Estados Unidos, donde enseguida las universidades me buscaron.

 

Miguel Ángel Asturias en 1932.

Pese a esas dificultades económicas, en 1939 conseguía sacar a la luz tres libros de sus recién creadas Ediciones Quetzal: sus novelas Proverbio de la muerte y El lugar del hombre e iniciaba una colección titulada Un hombre y una Época con la traducción de Francisco Pina Brotóns del Cervantes escrito por el hispanista francés Jean Cassou (1897-1986), quien en 1937 había publicado en Gallimard una traducción de Las novelas ejemplares cervantinas. Algún testimonio de los apoyos recibidos por Sender en esta empresa sí existe, y se refiere nada menos que a quien llegaría a ser Premio Lenin de la Paz y Nobel de Literatura Miguel Ángel Asturias (1899-1984), acerca de cuya obra ya en 1930 había publicado Sender “Un poeta de Guatemala” (El Imparcial, 26 de julio):

Gracias a la intervención de Miguel Ángel Asturias cerca del monopolio del papel se consiguió buen papel y en mayor cantidad del que esperábamos. Le dije que no tenía dinero para el pago. “No te preocupes”, me dijo, “me firmarán unas letras que iremos renovando”. Y así lo hicimos, hasta que unos meses después dejaron de reclamarlas.

Sólo puede conjeturarse acerca de si en la estancia, en cualquier caso breve, de Sender en Guatemala tuvo alguna intervención Miguel Ángel Asturias. En cualquier caso, apenas llevaba tres meses en México cuando Sender ya estaba gestionando su traslado a Estados Unidos, que veía difícil a raíz del hecho de que un funcionario le retuviera el pasaporte para tramitarle la naturalización, y, aparentemente, lo extraviara (lo que dificultaba la posibilidad de acceder a un visado de entrada en Estados Unidos). Jesús Vived Mairal recrea ese episodio en la excelente biografía que dedicó a Sender y detalla la intervención decisiva para resolverlo del poeta y alto funcionario de la Secretaría de Relaciones Exteriores Jaime Torres Bodet, a quien Sender conocía de su etapa como secretario de la embajada mexicana en España en los años veinte. Finalmente, mediado 1941 pudo Sender viajar al país vecino, donde residiría hasta el final de sus días.

Los siguientes títulos que aparecieron en Ediciones Quetzal fueron, ya en 1940 y en la colección Un hombre y una Época , Hernán Cortés, “retablo en dos partes y once cuadros”, que Sender había escrito en respuesta a la petición que en sus primeras semanas en México le había hecho el actor vasco  Benito Cibrián (1890-1974), quien deseaba estrenar en el Teatro Bellas Artes una obra que tratara la historia común de España y México con la compañía que tenía con su esposa Pepita Melià (1893-1990); y en la misma colección se publicaba ese mismo año Darwin, de Marcel Prenant (traducido por el crítico cinematográfico exiliado Francisco Pina Brotóns) y Fulgor de Martí, de Mauricio Magdaleno, de cuyo volumen de Teatro revolucionario (Madrid, Cénit, 1933), Sender había escrito una elogiosa reseña para el periódico madrileño Libertad en 1933 que propició el encuentro personal en la capital madrileña; y en diciembre de 1940 aparecía en Quetzal el libro de cuentos de Sender Mexicayót,(con viñetas del pintor y escritor malagueño Darío Carmona), donde se expresa con enorme fuerza la asimilación que el escritor aragonés estaba llevando a cabo de la historia, la cultura y las costumbres del país que le acogía. Unos años más tarde (en 1945), uno de los cuentos incluidos en este libro, «El zopilote», lo traduciría para The Modern Magazine nada más y nada menos que Paul Bowles (1910-1999).

Se hace difícil fechar con precisión cuándo desistió Sender de sus intentos editoriales, que tuvieron sin embargo continuidad en manos de una sociedad anónima capitaneada por Bartomeu Costa-Amic, Julián Gorkín y Michel Berveiller, con el apoyo económico de un grupo de inversores franceses establecidos en México como consecuencia de la guerra mundial. Por ello, es difícil establecer qué títulos publicados entre 1941 y 1944 (fecha en que la sociedad se disolvió) corresponden a decisiones y desvelos del escritor aragonés. Aun así, parece deberse a Sender la publicación en 1941 de Torbellino (un hombre de treinta años), del político y escritor mexicano Alejandro Gómez Maganda (1910-1984), de Hombres contra Hitler, de Fritz Max Cahen (1891-1966), en traducción de Concha de Albornoz (1900-1972) y de Páginas del destierro, de Álvaro de Albornoz Salas (a quien conocía desde por lo menos los años veinte en su época de periodista en Madrid), mientras que es más difícil aún dilucidar si pertenece ya a la segunda etapa de Ediciones Quetzal la publicación de Victor Serge, Hitler contra Stalin. La fase decisiva de la guerra mundial, en traducción del maestro poumista Enric Adroher i Pascual (“Gironella”) (1908-1987)  a partir de un original por entonces inédito en francés (L´empire nazi contre le peuple russe) ese mismo año 1941. Lo cierto es que Sender conocía bien no sólo a Serge, sino también a Adorher, pero quizá este texto llegara ya a través de Costa-Amic o de Berveiller.

En cualquier caso, más adelante aún apareció en Quetzal la primera edición de la novela de Sender Epitalamio del prieto Trinidad (1942), con cubierta de Carmona, que Francisco Carrasquer consideró “la más completa orquestración de las partituras senderianas de ultramar. Sobre todo, atendiendo a las modulaciones de contrapunto”, y Manuel Andújar “una de las contribuciones más importantes del exilio republicano [que] ocupa aún hoy sitio preferente en cualquier recuento de América Latina, a pesar de que el reconocimiento popular y el oficial dique académico incurran en semejantes distracciones”. Ese mismo año la poderosa editorial Doubleday (cuando aún estaba a su frente Nelson Doubleday), publicaba la traducción que de esta novela hizo Eleanor Clark, que a su vez provocó una reseña entusiasta del gran Lionel Trilling (1905-1975) en Nation. Se anunció también en Quetzal un Valle Inclán, presumiblemente en la colección Un hombre y una Época, que no llegó a buen puerto.

Es significativo que esta producción literaria de los años iniciales del exilio publicada en sus propias Ediciones Quetzal se viera Sender en la necesidad de reelaborarla de cabo a rabo en años sucesivos. Así, reescribió Proverbio de la muerte hasta convertirla en La esfera (Buenos Aires, Ediciones Siglo XX, 1947),  El lugar del hombre fue sometida a una revisión que cambió incluso el título: El lugar de un hombre (México, Ediciones CNT, 1958); la obra teatral Hernán Cortés se reconvirtió y diluyó su forma teatral en Jubileo en el Zócalo (Nueva York, Appleton Century Crofts, 1964), y sólo algunos de los  cuentos de Mexciayótl se aprovecharon, reelaborados y en algún caso con títulos nuevos, al incorporarlos a Novelas ejemplares de Cíbola (Nueva York, Las Americas Publishing, 1961).

Podría concluirse, pues, que si económicamente la empresa de Sender fue poco menos que un desastre absoluto, como escritor acumuló un material muy valioso que, sin embargo, al parecer no fue inicialmente objeto del proceso de edición que merecía, y en consecuencia pasado el tiempo tuvo que someterlo a revisiones, en algunos casos notablemente severas o de bastante calado.

Fuentes:

Fabienne Bradu, “Bartomeu Costa-Amic”, Vuelta, núm. 253 (1997), pp. 41-45.

Francisco Carrasquer, La Integral de ambos mundos. Sender, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 1994.

Teresa Férriz Roure, La edición catalana en México, Jalisco, El Colegio de Jalisco, 1998.

aedf6-ramon-senderJosé Carlos Mainer, “Resituación de Sender”, en AA.VV., Ramón J. Sender. In memoriam, Zaragoza, Diputación de Aragón, 1983, pp. 5-23.

Jesús Vived Mayral, Ramón J. Sender. Biografía (Páginas de Espuma (Voces 14),2002.

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