Sinergias en los Talleres Tipográficos Modelo

En 1941 están fechados un librito predominantemente estadístico de Francisco Medina, Monografía de Sonora, y el colectivo Confederación de Trabajadores de México, CTM, 1936-1941, cuyos pies editoriales indican que se imprimieron en México, D.F., a cargo de los Talleres Tipográficos Modelo, S.A. Sin embargo, es sobre todo a mediados de esa década cuando aparecen con mayor continuidad una serie de títulos auspiciados por la Modelo, en apariencia actuando como editora: de 1943 son De Estrabón al rey Pelayo, del poeta gijonés Alfonso Camín (1890-1982), perteneciente a una «Biblioteca Asturiana», y Doña Eugenesia y otros personajes, del médico Manuel González Rivera; de 1944 son Vindicación y honra de España, del exiliado español Pedro González-Blanco, El tenorio asturiano Xuan de la Losa, de los asturianos Ángel Rabanal (1884-1970) y Antonio Martínez Cuétara (1888-1976); Guerra y revolución, del abogado y diputado mexicano Luis Sánchez Pontón (1895-1969), Mi opinión. Comentarios sobre la actual guerra en Europa, 1939-1943, del periodista Ángel Santos Herrero, y Centroamérica en pie, del costarricense Vicente Sáenz (1896-1969), que había cubierto la guerra civil como periodista ‒este último libro con una indicación de «Ediciones Liberación», respecto de la cual vale la pena recordar que era el título del periódico del Partido Socialista Costarricense, que Sáenz organizó con ayuda de capital mexicano y del que fue secretario general‒, y de 1945 es otro libro de Camín, La mariscala o el verdadero Bobes. Los vínculos de Camín con estos talleres se remontaban por lo menos a 1943, pues la publicación de poesía que dirigía, Revista Norte, la imprimía en esta empresa, que también se ocuparía de los libros aparecidos con pie editorial de la revista: El adelantado de la Florida, Pedro de Avilés (1944), Carey y nuevos poemas (1945) ‒que incluye el poema «Macorina», que luego haría célebre Chavela Vargas (1919-2012)‒, Juan de la Cosa (1945) y Son de gaita y otras canciones (1946), todos ellos firmados por Camín.

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En 1944 también pasa por los talleres de la Modelo la primera edición de una rareza bibliográfica, Pluma de acero o la vida novelesca de Juan Montalvo, del diplomático y escritor ecuatoriano Gustavo Vascónez Hurtado (1911-1988), que se inscribe en una «Biblioteca Continental» del Instituto Panamericano de Bibliografía y Documentación. Vale la pena apuntar aquí que el fundador de este instituto fue el exiliado catalán Miquel Ferrer i Sanxís (1899-1990), sobre el que volveremos más adelante.

Miquel Ferrer i Sanxís

Por esas mismas fechas, desde agosto de 1944, los Talleres Gráficos Modelo empiezan a hacerse cargo de la revista Centro América Libre, cabecera de la UDCA (Unión Democrática Centroamericana), organización creada en México por un grupo de intelectuales y activistas centroamericanos (el mencionado Sáenz y su compatriota Raúl Cordero Amador, los hondureños Rafael Heliodoro Valle, Àngel Zúñiga Huete y Alfonso  Guillén  Zelaya, la salvadoreña Claudia Lars, la nicaragüense Concepción Palacios…). Hasta entonces se habían ocupado de los primeros números de esta revista los Talleres Gráficos de la Nación, que administraba el Sindicato de Obreros Mexicanos, pero las presiones diplomáticas del gobierno hondureño, debido a las críticas de que era objeto en esta publicación, habían hecho que las autoridades mexicanas presionaran a su vez a los responsables de la revista y de ahí el cambio de imprenta.

El historiador José Francisco Mejía Flores ha puesto de manifiesto los muy estrechos vínculos que se establecieron entre los exiliados centroamericanos que se organizaron en México y algunos de los republicanos españoles en su lucha contra el fascismo, tanto en Europa como en América, y acaso los Talleres Tipográficos Modelo fueran uno de los espacios físicos que actuaran como aglutinadores de estas relaciones. Entre los clientes de esta empresa se habían contado, por ejemplo, La Casa de España en México en 1940: Fermentos, de José Giral; Manual de neuropsiquiatría infantil, de Francisco Pascual del Roncal, y Las bases fisiológicas de la alimentación, de Jaume Pi-Sunyer Bayo, los tres al cuidado, según indican sus colofones, del impresor mexicano José C. Vázquez. Años más tarde Vázquez se ganaría un prestigio al frente de los Talleres Gráficos Panamericana, donde en 1945 se ocupó de la edición ilustrada por Ricardo Martínez de Hoyos (1918-2009) de los Epigramas mexicanos del poeta y crítico español Enrique Díez Canedo (1879-1944), así como de muchísimas obras para el Fondo de Cultura Económica (entre los que se cuentan títulos míticos, como la primera edición de Pedro Páramo en 1955, con Alí Chumacero, o la tercera de La realidad y el deseo, en 1958, con el propio Luis Cernuda).

Independentistas catalanes poco antes de ser juzgados por los Fets de Prats de Molló. En el extremo derecho de la imagen, apoyado en la pared, un muy joven Abelard Tona.

En estos talleres Modelo trabajaba por ejemplo como corrector Abelard Tona (1901-1981), que además de participar activamente en el atentado frustrado contra el rey Alfonso XIII en 1925 había intervenido en los conocidos como Fets de Prat de Molló del año siguiente y había sido herido de gravedad en los primeros días de la guerra civil española, y que desde 1934 había formado parte del consejo directivo de la Associació de Funcionaris de la Generalitat de Catalunya como bibliotecario. Ya en México, Tona había abandonado el PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya) para integrarse en el Moviment Social d’Emancipació Catalana, al tiempo que colaboraba en publicaciones del exilio catalán como La Nostra Revista o Quaderns de l’Exili, entre otras muchísimas, y en 1952 publicaría en Edicions Catalanes de Mèxis Quatre contes de Muntanya, como consecuencia de haber ganado con este título el Premi Narcís Oller.

Situados en el número 44 de la calle Comonfort, el propietario de estos talleres era Fernando Con del Dago, quien en 1940 había fundado la Compañía General Editora con otro exiliado catalán activísimo, Miquel Ferrer i Sanxís (1899-1990). Con experiencia en Barcelona al frente de la Librería Italiana ‒declaró como ocupación la de bibliotecario cuando entró en México, por haberlo sido del Col·legi D’Advocats de Catalunya‒, también Ferrer había participado en el atentado frustrado contra Alfonso XIII, y ya en el exilio había ampliado su actividad como librero en las muy conocidas librerías Misrachi y Porrúa y Hermanos del Distrito Federal, además de colaborar en todo tipo de actividades y publicaciones del exilio catalán. Precisamente en 1944 Miquel Ferrer participa en la fundación de la editorial Club del Llibre Català junto a una pléyade de exiliados catalanes (Josep Carner, Agustí Bartra, Avel·lí Artís Gener, etc.) y figurará en ella como secretario.

Sin ser muy claros ni explícitos, las coincidencias llevan a pensar que estos talleres debieron de ser en alguna medida un gozne que mantenía vinculados a diversas agrupaciones de antifascistas radicadas más o menos circunstancialmente en México, por lo menos durante los años que duró la segunda guerra mundial.

Fuentes:

Lluís Agustí, L’edició espanyola a l’exili a Mèxic: 1936-1956. Inventari i propostes de significat, tesis doctoral, Facultat de Biblioteconomia i Documentació, Universitat de Barcelona, 2018.

José Francisco Mejía Flores, «La Unión Democrática Centroamericana en México y su solidaridad con los republicanos españoles, 1943-1945», Revista Estudios (Universidad de Costa Rica), núm 38 (junio-noviembre de 2019), pp. 431-451.

Laura Beatriz Moreno Rodríguez, «Vigilar al exilio centroamericano. Informes confidenciales sobre su presencia en México», Antropología. Revista Interdisciplinaria del INAH, núm. 101, pp.77-94.

Margarita Silva Hernández, «Vicente Sáenz y la revista Centro América Libre. Denuncia y protesta social en el exilio, 1944-1945», en Retos Internacionales. Revista de Relaciones Internacionales del Tecnológico de Monterrey Campus Querétaro, núm. 3 (septiembre 2010), pp. 46-55.

Teatro en las Publicaciones de la Escuela Moderna

Alejandro Civantos califica en su excelente La Enciclopedia del Obrero. La revolución editorial anarquista (1881-1923) la iniciativa de las Publicaciones de la Escuela Moderna como «especialmente importante toda vez que ilustra a la perfección el impulso de difusión cultural ácrata, al margen de cualquier sectarismo y apostando por un proyecto integral que pusiera al alcance de los lectores modestos todos los saberes».

Es conocida la importancia que en el ámbito de la escuela moderna de Francesc Ferrer i Guàrdia (1859-1909) tenía el teatro, e incluso está documentada la celebración del cuarto curso ‒en lugar de con exámenes finales‒ con una fiesta en el Teatre de les Arts consistente en la representación de la obra en un acto Els vençuts de Josep Pous i Pagès (1873-1952), al que siguieron obras de títeres, lecturas de “pensamientos originales, canto coral y culminó con un almuerzo de hermandad.

Sin embargo, en el proyecto editorial de la Escuela Moderna la presencia del teatro es bastante residual, e incluso, para conseguir textos que se ajustaran a sus propósitos, se vieron en la necesidad de recurrir a la convocatoria de un concurso, dotado con cien pesetas, destinado a obras

que manifiesten más claramente, con más arte y mejor criterio las injusticias sociales; las trabas que la sociedad opone a la plenitud de la vida en sus naturales expansiones del amor, del saber, de la actividad y del goce como exteriorizaciones del derecho inmanente e ilegislable del individuo; las luchas pasadas, presentes y futuras realizadas por los hombres para emanciparse de la tiranía religiosa, jurídica, política y económica.

Este texto apareció por ejemplo en el reverso de la cubierta de la pieza ¡En guerra! (Idilio), del anarquista francés de origen italiano Charles Malato (1857-1938), traducida por Anselmo Lorenzo (1841-1914) y que se imprimió en La Neotípia para las Publicaciones de la Escuela Moderna en 1906 (y ese mismo año también en la Imprenta de Pedro Orúe en Eibar). El año anterior la misma editorial le había publicado ya a Malato, asiduo en sus catálogos, León Martín o la miseria, sus causas, sus remedios. Lectura popular, Correspondencia escolar. Primer Manuscrito e Impresiones y pensamientos de dos niños ausentes.

Hasta entonces, en el catálogo de esta editorial la literatura dramática era apenas existente.

Octave Mirbeau

La edición del «cuadro dramático» La jaula, de Lucien Descaves (1861-1949), se imprimió en la imprenta de José Ortega al parecer en 1903, en traducción firmada por Ángel Saver y como segundo número de la colección de Ediciones Económicas Avenir (el primero había sido Los malos pastores, de Octave Mirbeau en 1903). El Avenir era una iniciativa del cajista y tipógrafo Felip Cortiella (1871-1937) cuyo propósito era crear una alternativa al teatro burgués que imperaba en las salas barcelonesas. Ya previamente Cortiella había creado con la misma intención la Companyia Lliure de Declamació, cuyo repertorio incluyó a Pompeu Gener, Teresa Claramunt y sobre todo Ibsen (estrenó por primera vez en España Casa de niñas), y había intentado sin éxito crear una revista, Teatro Social, que quedó en un número único fechado en mayo de 1896. Mayor éxito tuvo en 1905 con la interesantísima Avenir. Publicació setmanal de nous horitzons de perfecció (cinco números entre marzo y abril de 1905).

La jaula, estrenada en el Théatre de la Renaissance el 15 de diciembre de 1897 con Sarah Bernhardt como protagonista, fue elegida unos años más tarde por el grupo Tierra y Libertad para una sesión benéfica cuyos ingresos debían ir destinados a los presos como consecuencia de la Semana Trágica que se celebró en el Teatro Condal y completada con Las Tenazas, de Paul Hervieu (1857-1913).

Precisamente Las Tenazas fue otra de las obras aparecidas en las Publicaciones de la Esucela Moderna, en 1904. Curiosamente, mientras que la edición francesa de Lemerre la describe simplemente como «pièce en trois actes», en la traducción publicada por las Publicaciones de la Escuela Moderna e impresa en la Tipografía de José Ortega aparece como «comedia», poco fiel al argumento de la obra («las tenazas» del título se refieren la opresiva institución del matrimonio). Esta obra en tres actos, estrenada en el Theatre Français en septiembre de 1895 y publicada el año siguiente por el célebre editor de los parnasianos Alphonse Lemerre (1838-1912), la había estrenado en Barcelona en 1902 la compañía Avenir del mencionado Felip Cortiella en el contexto de las Vetlladas de l’Avenir (en que se representan también otras tres piezas, Els mals pastors, y las obras de Ibsen Quan ens despertarem d’entre els morts y Els pilars de la societat).

Sobre este estreno barcelonés promovido por Cortiella dio justificación e información detallada la edición vespertina del 19 de agosto de 1902 de El Diluvio:

Unos cuantos jóvenes deseosos de gozar las emociones estéticas en que abundan las modernas obras teatrales han organizado una serie de representaciones que se darán en la Sociedad Teatro de las Artes, con el título Vetllades Avenir, por el siguiente orden: sábado 30 de agosto, el drama trágico en cinco actos, de Octavio Mirbeau, traducción de Feipe Cortiella, Els mals pastors; jueves 4 de septiembre, el drama en tres actos de Enrique Ibsen, traducción de Emilio Tintorer, Quan ens despertarem d’entre els morts; sábado 6 de septiembre, el drama en cuatro actos del propio escritor, traducción de J. Pérez Jorba, Els pilars de la societat, y el jueves 11 del mismo mes, la comedia en tres actos de Pablo Yierven [sic], traducción de Ángel Saver, Las Tenazas.

Estas cuatro obras serán representadas por la compañía dramática de Guitart Llorente.

Del mismo año que ¡En guerra! (1906) es Floreal, «drama social en tres actos» firmado por Jean Pierre Chardon (Maurice Charron) y traducido de nuevo por Anselmo Lorenzo, que fue seleccionada entre las presentadas al ya aludido concurso.

No indica fecha pero es posible que sea de 1916 o del año siguiente la edición en las Publicaciones de la Escuela Moderna de La Epidemia, de Octave Mirbeau (1848-1917), una farsa muy crítica con los discursos políticos que había sido estrenada el Théatre Antoine en abril de 1898 y publicada ese mismo año por Frasquelle en el volumen Farses et moralités (en la Bibliothéque Charpentier). Previo a esta edición en español había aparecido ya en 1904 en las Ediciones Económicas Avenir y en 1917 aparecería en la Biblioteca Tierra y Libertad, en ambos casos en la traducción de José Chassinet.

Los vínculos entre las Publicaciones de la Escuela Moderna y el Avenir de Cortiella parecen evidentes, pero en cualquier caso más enigmática resulta la escasa presencia de textos dramáticos en esta editorial.

Fuentes:

Alejandro Civantos Urrutia, La enciclopedia del obrero. La revolución editorial anarquista (1881-1923), Jaén, Piedra Papel Libros, 2022.

Estefanía Fernández Antón, «El contenido artístico en la Escuela Moderna de Barcelona, difusión de ideas y práctica educativa páginas», Páginas. Revista Digital de la Escuela de Historia, núm. 35 (mayo-agosto de 2022).

Ignacio C. Soriano Jiménez, «Semblanza de Publicaciones de la Escuela Moderna (1901-1937)», Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes – Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI) – EDI-RED, 2006.

Pascual Velázquez Vicente, La Escuela Moderna. Una editorial y sus libros de texto (1901-1920), tesis doctoral presentada en el Departamento de Teoría e Historia de la Educación de laUniversidad de Murcia en 2009.

Entre la escenografía y la ilustración de libros: Carlos Marichal en el exilio

En el número de 1953 de la revista puertorriqueña Asonante se publicó un texto del poeta Juan Ramón Jiménez (1881-1958) titulado «Isla de la simpatía (Prólogo muy particular)», pero durante mucho tiempo nada se supo de la publicación de ese supuesto libro al que el texto en cuestión servía de prólogo (que se publicó póstumamente en 1981 en edición de Arcadio Díaz Quiñones y Raquel Sárraga). Según contó Carlos León Riquete en «Historia de una escalera: los materiales de archivo de Juan Ramón Jiménez», el poeta hizo gestiones mientras avanzaba en su escritura con el propósito de publicarlo, pero por alguna razón que no se explicita estas no llegaron a buen puerto; León Riquete menciona específicamente las editoriales Aguilar de Madrid, cuya historia es ampliamente conocida gracias sobre todo al libro que le dedicó María José Blas Ruiz, y Yocuma, de Puerto Rico, bastante menos conocida y en cuya creación intervinieron el pintor y grabador José Antonio Torres Martinó (1916-2011), la actriz y escritora Flavia Lugo (1926-2022) y el exiliado español Carlos López Marichal (1923-1969), quien por razones que luego se comprenderán firmaba solo con el apellido materno.

Flavia Lugo y Carlos Marichal.

Cuando en 1949 Marichal llegó a Puerto Rico con un contrato que le había facilitado Sebastián González para que se hiciera cargo de la dirección técnica del Teatro Universitario, el joven artista tenía a sus espaldas un recorrido ya bastante notable, en el que no faltaba siquiera el toque exótico (la edición en la Valencia en guerra de la revista adolescente La Guanchada, hoy perdida).

Ya en su ciudad natal, Santa Cruz de Tenerife, Carlos López Marichal había cursado desde muy niño estudios con el acuarelista Francisco Bonnín Guerin (1874-1963) en la escuela de bellas artes y había entrado en contacto con el surrealismo de la mano de Óscar Domínguez (1906-1957), pero cuando contaba apenas doce años su familia se trasladó a Madrid, su madre murió al poco tiempo y su padre lo dejó, tanto a él como a su hermano Juan, a cargo del diputado socialista Domingo Pérez Trujillo (1890-1954) y Carmen Marichal (su tía). Tras el inicio de la guerra civil española, a finales de 1936 fue trasladado a Valencia, donde estudió en el instituto Blasco Ibáñez, pero avanzado 1937 (huyendo del avance del fascismo) la familia se desplazó a Barcelona, donde se reencontraron con su padre y éste les ofreció irse a vivir con él y su nueva pareja sentimental. En nombre propio y de su hermano menor, Juan Marichal decidió seguir viviendo con Pérez Trujillo, y Carlos prosiguió sus estudios artísticos en Barcelona en el instituto Nicolás Salmerón con el pintor vanguardista Enric Climent Palahí (1897-1980), quien ese mismo año expuso en el Pabellón de la República en la Exposición Internacional de París, y con Eduardo Nicol (1907-1990) como profesor de filosofía.

Durante el verano de 1938 fue enviado a Bélgica y posteriormente pasó por París hasta que el avance de las tropas nazis hizo que la familia se trasladara a Casablanca, pero no tardaron en embarcarse en el Quanza, que arribó a Veracruz en noviembre de 1941. Fue en México donde Carlos perfeccionó su formación, al tiempo que se introducía en los campos en los que sobresaldría: entre 1942 y 1944 aprendió en la Escuela de Artes del Libro grabado, de la mano de Francisco Díaz de León (1897-1975) y Carlos Alvarado Lang (1905-1961); litografía con Pedro Castelar Báez (1905-1982), y refinó su técnica como dibujante con el ilustrador y grabador Julio Prieto (1912-1977).

Graduado ya como maestro en Artes Gráficas. en 1944 empieza a impartir estudios de arte teatral en la Universidad Femenina Motolinia, al tiempo que se introduce en el mundo de la escenografía con Les Comediants de France de André Moreau y en los años posteriores trabajaría para la Ópera del Conservatorio, la compañía de Alicia Markova y Anton Dolin, la Academia Mexicana de Danza, El Tinglado, el Palacio de Bellas Artes y la Unión de Intelectuales Españoles en México.

Paralelamente, se estrena profesionalmente como ilustrador de las cartillas creadas en el marco de una campaña de alfabetización iniciada por la Secretaria de Educación Pública, y que tendría continuidad con ilustraciones para el periódico Acción y la revista Independencia. En este sentido, tiene un particular interés su colaboración entre 1946 y 1948 con la mítica revista del exilio Las Españas, para la que ilustra con viñetas las secciones El Cuento del Mes («Los mulos enamorados», de Herrera Petere en el número 2, y «La desenvuelta «Altisidora»», de Benjamín Jarnés, en el 3) y Poesía en el Destierro (números 4 y 9), y además ilustra, junto a Juan Renau (1913-1990), el librito de las Ediciones Las Españas Las nacionalidades españolas, de Luis Carretero y Neva, publicado en 1948.

En 1949 abandona México para conocer al primer hijo de su hermano Juan, que trabajaba en la Universidad John Hopkins y se había casado con Solita Salinas (hija del poeta Pedro Salinas) pero ese verano consigue, a través del historiador y arqueólogo gallego Sebastián González García (1908-1967), entrar en el Teatro Universitario. Fue en Puerto Rico donde desarrolló su exitosa carrera como escenógrafo, pero se convirtió además en el primer grabador xilógrafo de la isla y, una vez casado con la actriz Flavia Lugo Espiñera, a principios de la década de 1950 funda la imprenta y la editorial Yocauna, con Torres Marinó y con Rodríguez Báez y con sede en el número 606 de la calle Bolívar (barrio de Santurce, en San Juan de Puerto Rico), a la que seguirían las Publicaciones de Coayuco (en la avenida Borinquen, número 2306).

Pese a la corta vida de esta modesta pero exquisita iniciativa, se cuentan entre sus mayores méritos el haber publicado, en 1955, la primera plaquette de la exiliada republicana española Aurora de Albornoz (1926-1990), el poemario Brazo de niebla, que posteriormente la autora ampliaría y publicarían en Santander los Hermanos Bedia en 1957.

A la izquierda, Carlos Marichal con un grupo de alumnos de grabado.

De ese mismo año 1955 es Canto desesperado a la ceniza, del poeta trascendentalista Francisco Lluch Mora (1925-2006) y del siguiente Canto moral a Julia de Burgos, de José Emilio González (1918-1990), y Décimas y canciones, de un incógnito Edilberto Torres Rodríguez (¿seudónimo?).

Más importante aún es la participación de Carlos Marichal como ilustrador y tipógrafo de una edición de El contemplado. Tema con variaciones preparada y prologada por su hermano y publicada por el Instituto de Cultura Puertorrqueña en 1959. En cierto sentido, puede interpretarse como el remate de una iniciativa de 1949 (apenas dos años antes de la muerte de Pedro Salinas), cuando Carlos Marichal ilustró con dibujos en témpera y tinta un único ejemplar ya impreso de Todo más claro.

Ilustración de El contemplado.

A principios de la década de 1960 empezó a diseñar, ilustrar y dirigir la producción editorial del Departamento de Instrucción Pública, sin por ello abandonar ni la docencia ni las colaboraciones con todo tipo de iniciativas relacionadas con las artes escénicas.

Con razón pudo escribir en el número de febrero de 1970 de España Libre el pintor y escritor surrealista (por entonces exiliado en Estados Unidos) Eugenio Granell (1912-2001) que «Carlos Marichal fue uno de los más destacados artistas españoles que, viviendo en Puerto Rico, vincularon estrechamente su existencia a la vigorosa actividad de la isla».

Carlos Marichal.

Fuentes:

Francisco Arrivi, «El arte de la escenografía en Puerto Rico», Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, año XX, núms. 76-77, pp. 110-121.

Bambalinas. Revista de Teatro del Departamento de Drama de la Universidad de Río Piedras, número especial 2003-2004.

Miguel Cabañas Bravo, «El exilio en Puerto Rico de los artistas españoles de la diáspora republicana de 1939», en Josef Opatrný, coord., Migraciones en el Caribe hispano, Praga, Universidad Carolina de Praga-Editorial Karolinum (Iberoamericana Pragensia Suplementum 31), 2012, pp. 107-121.

Flavia Lugo de Marichal, «Carlos Marichal. La recuperación de la memoria del exilio a través de algunas cartas ilustradas», en M.ª Teresa González de Garay Fernández y Juan Aguilera Sastre, eds., El exilio literario de 1939 sesnta años después. Actas del Congreso Internacional celebrado en la Universidad de La Rioja del 2 al 5 de noviembre de 1999, Gexel-Universidad de La Rioja, 2001, pp. 151-174.

Silvia Pérez Pérez, Artistas españoles exiliados en el Caribe: el caso de la República Dominicana y Vela Zanetti, tesis doctoral presentada en la Universidad Complutense de Madrid en 2016.

Emilio F. Ruiz Sastre, Una universidad posible en tiempos de Jaime Benítez (1942-1972). Los intelectuales españoles acogidos en la Universidad e Puerto Rico a raíz de la guerra civil española, tesis doctoral presentada en la Universidad Nacional de Educación a Distancia en 2015.

Aurelio Velázquez Hernández, La otra cara del exilio. Los organismos de ayuda a los republicanos españoles en México (1939-1949), tesis doctoral presentada en la Universidad de Salamanca en 2012.

El tipógrafo e impresor Enric Tormo en la inmediata postguerra española

Portada de la edición en Rosa dels Vents de Tu, de Josep Janés.

Del poemario que lanzó fugazmente a la fama a Josep Janés i Olivé (1913-1959), hay tres ediciones relativamente conocidas. La consecución de la Flor Natural en los Jocs Florals de Barcelona de 1934 propició la inmediata de la Librería Catalònia de Antonio López Llausàs (1888-1979), que la editó acompañada de un prólogo de Agustí Esclassans (1895-1967) e ilustraciones al boj de Enric Cluselles (1914-2014) que, en palabras de Galderich, le definen como «uno de los xilógrafos de calidad de la hornada republicana», cuyo estilo se caracteriza por «unas líneas muy delgadas y juntas, que confieren a las masas de negro un toque aterciopelado muy característico». De esta edición se hizo una tirada numerada de trescientos ejemplares, y en vista del éxito y de las buenas críticas, Janés decidió ampliarle el público incluyendo este título en sus Quaderns Literaris en octubre de ese mismo año. Finalmente, durante la guerra lo reeditaría Janés como número 26 de la Rosa dels Vents (correspondiente al 173 de los Quaderns Literaris), reproduciendo en apéndice el prólogo de Esclassans y una elogiosa crítica de Manuel de Montoliu aparecida en La Veu de Catalunya y añadiéndole además una «Justificació» previa.

Debido a su muy corta tirada, solo dieciséis ejemplares, más rara es la edición de marzo de 1948, cuyo colofón indica:

Es interesante la mención al aguafuerte del tipógrafo y grabador Enric Tormo (1919-2016), quien por aquellos años acababa de ver fracasar el extraordinario proyecto de revista de bibliófilo en catalán Algol, en el que confluyeron algunos de los elementos germinales de Dau al Set: el escultor Francesc Boadella, el poeta Joan Brossa (1919-1998), los pintores Jordi Mercadé (1923-2005) y Joan Ponç (1927-1984) y el crítico Arnau Puig (1926-2020). Si bien, para evitar problemas con la censura, el único número está fechado «a mitjans del segle vintè», en su completísima «Nota» sobre esta revista Ainize González García la supone provisionalmente terminada de imprimir a finales de 1946. El propio Tormo, que se ocupó de la tipografía y la impresión y acabó por correr con los gastos, consideraba este proyecto (ciento diez ejemplares de doce páginas) como su primera aventura editorial.

En este aspecto resulta curiosa la coincidencia durante la guerra civil de Tormo con el que luego sería gran editor ‒y colaborador también de Janés‒ Josep Pedreira (1917-2003) en un Subcomitè de Belles Arts del que formaban parte asimismo el dibujante Miquel Ripoll (1919-1988), los pintores Manuel Viusà (1917-1998) y Jordi Pla-Domènech (1917-1996) y la escultora Gertrudis Galí (1912-1998), entre otros. En esencia, se trataba de alumnos de la muy popular y fructífera Escola d’Arts i Oficis i Belles Arts de Barcelona (conocida popularmente como La Llotja), donde Tormo se había matriculado tras pasar por los salesianos para aprender el oficio de cajista-tipógrafo (y donde aparendió técnicas calcográficas y litográficas). Durante la guerra, ya en 1938, se apuntó a los cursos de grabado organizados por el Club Colisseum e instalados en los talleres del Comité de Propaganda del Comissariat Militar y se integró a los talleres de propaganda republicana, de donde salieron infinidad de carteles, proclamas, folletos y collages, a menudo de creación colectiva. Allí conoció a otro de los puntales de Dau al Set, Joan Josep Tharrats (1918-2001), y aunque no hay constancia de ello es posible que coincidiera también con Janés, que por entonces estaba al frente de los Serveis de Cultura al Front.

Joan Brossa y Enric Tormo

Perdida la guerra, en 1939 Tormo tuvo que hacer el servicio militar (en Salamanca) y fue entonces cuando se afianzó su amistad con Joan Brossa, quien en aquellos años empezaba a hacer sus primeros pinitos literarios. También entonces, entre febrero y marzo de 1940, participa en una exposición titulada Salamanca vista por los soldados que tuvo lugar en el casino de esa ciudad y en la que exponen también sus dibujos Igansi Mundó (1918-2012), Ángel Vintró Oliva y el ya mencionado Miquel Ripoll.

De regreso en Barcelona, tanto Brossa como Tormo se apuntan a los cursos clandestinos de lengua catalana que impartía el gramático, actor y corrector Artur Balot (1879-1959) ‒que entre 1932 y 1934 se había hecho muy famoso en el programa didáctico de Radio Barcelona «Converses del Míliu», dirigido por el gran Toresky (Josep Torres i Vilata, 1868-1937)‒, y el segundo de ellos presenta el grabado Vasconia en la Exposicion Nacional de Bellas Artes de Barcelona de 1942.

Quizá por el hecho de estar en los jardines de la Sagrada Família, la estatua dedicada a Míliu por el exiliado republicano en México Àngel Tarrach i Barrabia (1898-1979) suele pasar muy desapercibida a los turistas.

Por entonces Tormo trabajaba como técnico en el taller dedicado a la estampación calcográfica que en 1940 había puesto en pie Ramon de Capmany y Montaner (1899-1992) en los pisos superiores de la editorial Montaner y Simón en colaboración con el grabador francés Édouard Chimot (1880-1959). De 1945 es una edición de 190 ejemplares de El pobrecito hablador con once aguafuertes de Marta Ribas y otros once con los dibujos al margen, con cabeceras y grabados a madera de Tormo. Y entre los libros de esta misma época en los que Tormo tuvo una participación directa se cuenta el poemario de Josep Maria de Sagarra (1894-1961) Entre l’Equador i els tròpics, incluido en la colección Medusa y que para evitar problemas con la censura se fechó falsamente en 1938. Se trató de una edición de 134 páginas en rama, que se conservaba en una carpeta y una caja de cartón con el lomo en pergamino. La obra incluía once aguafuertes a toda página compuestos y grabados a color de Ramon de Capmany, así como colofones y capitulares también de Capmany grabados a la madera por Tormo. Sobre este trabajo escribió German Masid Valiñas:

Entre las obras ilustradas por este artista [Capmany], es tal vez en la que más se armoniza el contenido, la tipografía [Bodoni] y las ilustraciones al aguafuerte. De colores vivos, que recuerdan la naturaleza y los mares del Sur; con desacostumbrada calidad en la estampación: de fondos limpios, sin veladuras.

Sin embargo, un poco anteriores son las Memorias de un pintor (1912-1930) de Domingo Carles (1888-1962) prologadas por Josep Pla (1897-1981) y publicadas por la editorial Barna del polémico mecenas Albert Puig Palau (1908-1986), que se imprimieron en 1944 en la SADAG y para las que Tormo crea colofones y capitulares en xilografía. Poco tiempo después Tormo ejercería como director de producción y técnico editorial de Barna hasta 1949.

En 1944 se publica gracias al mecenazgo de Joan Prats la famosa Serie Barcelona de cincuenta litografías de Joan Miró (1893-1983), realizadas por Tormo e impresas en la Miralles, y además ese mismo año muestra su propia obra en las Galerías Costa en una exposición conjunta con su amigo y compañero en Salamanca Josep Centelles.

Tormo compra por entonces a Chimot una prensa manual y al dibujante Joan Vila d’Ivori (1890-1947) una prensa tipográfica del siglo XIX, con lo que asienta el taller experimental instalado en su propio domicilio (Carders 15), y además de componer la revista Algol (que se imprime en la SADAG), se ocupa de una edición de la Guía de caballeros (1946), de Pilar Fornesa, que lleva pie editorial de Carders 15, si bien de nuevo oculta la fecha real de publicación. El mismo caso se da con el enigmático Codich d’Amor o Leys del ver amar, per un cavaller croat presoner del sarrai abjecte, que se presenta como transcrito de nuevo por Fornesa y publicado poco después.

Vendría luego, entre otros trabajos, el mencionado libro de poesía de Janés, y su vinculación con los inicios de Dau al Set, en cuya revista homónima participó tanto como escritor como en calidad de preimpresor, y además ha pasado a la historia como poco menos que el fotógrafo oficial del grupo. En este mismo sentido destacan de 1949 una plaquette con motivo de la exposición de Ponç, Cuixart y Tàpies titulada Un aspecto de la joven pintura (que al final tuvo que financiar de su propio bolsillo), los seis ejemplares de un álbum creado a cuatro manos por Brossa y Ponç, KA JOAN LCU PONÇ UOC, y los Tres aiguaforts de Brossa y Tàpies.

A la vista de todo ello y pese a su importancia en el nacimiento de Dau al Set y a su papel como guía en cuestiones de grabado e impresión de algunos de los artistas catalanes más importantes de su tiempo, con razón pudo titular Aitor Quinley Urbieta el espléndido libro que dedicó a Tormo La invisibilitat del Dau.

Uno de los Tres aiguaforts de Tàpies.

Fuentes:

Jordi Coca, Joan Brossa, oblidar i caminar, Barcelona, La Magrana (L’Esparver 42), 1992.

Francesc Fontbona, «L’època de’or d’Enric Tormo», El Temps de les Arts, 24 de juny de 2022.

Ainize González García, «Notes sobre la revista Algol», Els Marges, núm. 90 (invierno de 2010), pp. 68-79.

Germán Masid Valiñas, La edición de bibliófilo en España (1940-1965), Madrid, Ollero y Ramos, 2008.

José Ángel Montañés, «Dos artistes (amagats) darrera una màquina», Plec de Cultura (julio de 2022).

Joan Ponç, «Autobiografía. 1978» Diari d’artista i altres escrits, ed. de Diana Sanz Roig, Edicions Ponsianes, 2009, pp. 171-192.

Arnau Puig, Records d’una amistat estel·lar. Brossa escamotejador i burleta., Barcelona, Comanegra, 2019.

Joan Pujadas, «La història de Dau al Set segons Joan-Josep Tharrats» Repòrter, núm. 68 (abril de 1998), pp. 29 y 30.

Aitor Quinley Urbieta, Enric Tormo. La invisibilitat del Dau, Barcelona, Fundació Joan Brossa, 2022.

Pilar Vélez, «Enric Tormo, l’”home gràfic”, Revista de Catalunya, núm. 302 (abril-juny de 2002) pp. 95-113.

El tipógrafo e impresor Emilio Prados en México

A su llegada a México en mayo de 1939, Emilio Prados (1899-1962) residió brevemente en el domicilio de los escritores Octavio Paz (1914-1998) y Elena Garro (1916-1998) antes de trasladarse a un edificio de la calle Ignacio Mariscal en el que tuvo por vecinos a algunos otros exiliados republicanos, como es el caso del escultor Mariano Benlliure (1862-1947), el pintor Antonio Rodríguez Luna (1910-1985) o el poeta Juan Rejano (1903-1976), entre otros. Tras una breve etapa de cierta bohemia disoluta, Prados pronto empieza a colaborar en las primeras publicaciones periódicas puestas en pie por los exiliados: Romance (1940-1941), cuyo editor era el propietario de EDIAPSA, Rafael Giménez Siles (1900-1991), y más adelante Las Españas (1946-1956), la revista que pudieron crear Manuel Andújar (1913-1994) y José Ramón Arana (José Ruiz Borau, 1905-1973), gracias al crédito que les facilitó la imprenta El Libro Perfecto (donde trabajaba el cajista y linotipista Emilio Álvarez Fariñas, que había sido gerente de Industrial Gráfica, S. A.).

Foto de José Renau del barco Veendam publicada en L’Espill en 1982, en la que puede verse a Emilio Prados (1), Josep Carner (2), Antonio Rodríguez Luna (3), Eduardo Ugarte (4), Teresa Serna de Rodríguez Luna (5), la familia de Paulino Masip (6-9), Luisa Carnés (10) y Rosa, Josefina y Manuel Ballester (11-13).

La imprenta Industrial Gráfica fue la empresa que en 1939, con un capital inicial de 25.000 pesos, creó el Comité Técnico de Ayuda a los Republicanos Españoles (CTARE) con el propósito dar continuidad al Boletín al servicio de la emigración española e imprimir los libros de la editorial Séneca, así como toda la papelería impresa del propio comité, pero el objetivo principal era sobre todo dar empleo y facilitar la integración en México de los exiliados españoles, muchos de los cuales tenían experiencia en el sector de las artes gráficas.

Manuel Altolaguirre y Emilio Prados.

Ya cuando idea la editorial Séneca, José Bergamín (1895-1983) piensa en Prados como uno de sus pilares, sin duda teniendo en mente el trabajo previo que había llevado a cabo en la famosa imprenta malagueña Sur, así que el poeta malagueño se convierte en director de trabajos tipográficos de la editorial en cuanto ésta queda constituida, con un sueldo inicial de cien pesos (que en junio de 1941 pasarían a ser doscientos cincuenta). Amigos desde por lo menos los años veinte, Emilio Prados y Bergamín ya habían trabajado juntos en los primeros momentos del exilio, en París, en la Junta de Cultura Española, de la que Bergamín era presidente y Juan Larrea (1895-1980), secretario, y además habían hecho el trayecto desde la capital francesa hasta la mexicana juntos con otros intelectuales españoles (Miguel Prieto, José Renau, Josep Carner, Paulino Masip, José Herrera Petere, etc.).

También desde los primeros planes de publicación de Séneca, el nombre de Prados aparece asociado a sus facetas de poeta y de antólogo (de un previsto e inédito Romancero y cancionero español, con el musicólogo Eduardo Martínez Torner), y en marzo de 1940 se le publica en la colección Lucero Memoria del olvido. Cuando comentó el contrato de edición de este libro, Nigel Dennis (1949-2013) ya subrayó la generosidad que suponía dar al autor un anticipo de 300 pesos (por el 10% de una tirada de 2000 ejemplares). Vale la pena tener en cuenta que por entonces el modesto sueldo que recibía de Séneca era la única fuente de ingresos de Prados, hasta que obtuvo un empleo como asistente en el instituto Luis Vives.

En su faceta de director tipográfico, como ya sucediera en Sur y le pasaba también a su compañero Manuel Altolaguirre, Prados es objeto de numerosas quejas de los autores debido la cantidad de erratas que —en palabras de Rafael Alberti citadas por Dennis— inundan los libros de los que se ocupa, pero por otra parte tanto la prensa como los lectores elogian la modernidad de los libros a su cargo, su buen gusto en la disposición del texto y el acierto en la selección de tipos.

También de 1941 es una antología muy conocida en la que figuran como responsables los mexicanos Octavio Paz y Xavier Villaurrutia y los españoles Juan Gil Albert y Prados, Laurel. Antología de la poesía moderna en lengua española, si bien al parecer este último tuvo una participación muy discreta en el proceso de edición de esta obra y el peso del trabajo cabe atribuirlo sobre todo a Villaurrutia y en menor medida a Paz, mientras que Gil Albert se ocupó sobre todo de los poetas españoles.

De aquella misma época es la creación del Patronato Pro Niños Españoles, integrado por Diego Martínez Barrios,  Mariano Ruiz Funes, Pedro Carrasco, Joaquim Xirau, Rubén Landa y Prados, cuyo propósito era sacar de las calles y ayudar a los jóvenes exiliados, que en muchos casos eran huérfanos y carecían de redes de apoyo familiar y que como consecuencia de todo ello vivían con particular agudeza el desarraigo; lo que hoy conocemos en España como menores no acompañados. A principios de 1942, Prados empieza a acoger a algunos de estos muchachos problemáticos en su propia casa, en particular a Paco Sala Gómez, a Cecilio Baro Fenón y a Miguel Ortega, y su ayuda se extiende a muchos otros, entre los que el más famoso es sin duda el ex niño de Morelia de origen barcelonés Francisco González Aramburu  (1927-2020), quien tras su paso por el instituto Luis Vives, gracias a becas estatales estudió en la Universidad Autónoma de México, ejerció la docencia en la Universidad Veracruzana de Xalapa, donde se inició como corrector de estilo en la editorial homónima, y se ganaría un sólido prestigio como traductor de ensayos del francés y como escritor (si bien su obra ha quedado dispersa en revistas como Presencia o La Palabra y el Hombre y en antologías).

Emilio Prados.

Entre los mayores aciertos que se le atribuyen a Prados en Séneca se cuentan las Obras completas de San Juan, un extenso volumen (1160 páginas) en papel biblia y encuadernado en cuero azul que se publicó en 1942 en la colección Laberinto bajo la dirección editorial del propio Bergamín y cuya selección, notas y bibliografía corrió a cargo del secretario de la editorial, el filósofo gaditano José Manuel Gallegos Rocafull (1895-1963). Los detallados colofones que caracterizan a Séneca permiten saber además que se ocupó, con Bergamín, de El pasajero (impreso en los talleres gráficos de Cvltvra), que apareció en junio de 1943, por ejemplo.

Sin embargo, cuando en 1942 el grupo formado por Jesús Silva Herzog, Bernardo Ortiz de Montellano, Juan Larrea y León Felipe habían puesto en marcha la impresionante revista Cuadernos Americanos (cuyos colaboradores incluyen a Miguel Ángel Asturias, John Dos Pasos, Ernesto Cardenal, José Ferrater Mora, Vicente Huidobro, Juan Ramón Jiménez y D..H. Lawrence, por ejemplo), el propio Larrea ideó una primera maqueta, pero sin embargo puso en manos de Prados el diseño tipográfico de la revista, lo cual pone de manifiesto que Prados fue ampliando su radio de acción gracias a sus contactos con los exiliados republicanos pero también con los intelectuales mexicanos. Dentro de la colección de libros surgida de este proyecto se publicaría además, en 1946, el famosísimo poemario de Prados Jardín cerrado.

En marzo de 1943 llegó a México Manuel Altolaguirre, que enseguida entró como regente de un taller tipográfico de la Secretaría de Educación Pública del Estado, pero al concluir el verano iniciaba ya la editorial La Verónica y en 1944 publicaba Poemas de las islas invitadas con pie de Litoral. En todas estas iniciativas parece que tuvo alguna participación Prados, quien además consiguió para sus ahijados Paco Sala Gómez y Cecilio Baro empleo en la imprenta de su amigo malagueño. Sí es evidente que en 1944, y aun sin ningún entusiasmo, aceptó participar en la resurrección de la célebre revista malagueña Litoral, compartiendo la dirección con Altolaguirre, José Moreno Villa, Juan Rejano y Francisco Giner de los Ríos, y en la que ocupaba el cargo de secretario Julián Calvo (1909-1986), que no tardaría en abandonar su cargo en el Fondo de Cultura Económica (aunque no se desvinculó de él) para establecerse como autónomo.

Emilio Prados y Julián Calvo trabajaron en colaboración en los libros que aparecieron en México con el sello de Litoral, los mencionados Poemas de las islas invitadas, El Genil y los olivos, de Juan Rejano, ambos de 1944, y una edición ampliada de Cántico, de Jorge Guillén, que se publicó ya en 1945. Pero ahí terminó la breve vida de Litoral como editora de libros, si bien sabemos que en su programación figuraban, entre otros, una antología de Juan Ramón Jiménez titulada Con la rosa del mundo, Los siete registros, de José Moreno Villa, Destino limpio, de Francisco Giner de los Ríos, y una reedición de Mínima muerte de Prados (que finalmente publicó en el Fondo de Cultura Económica).

A finales de los años cuarenta, Prados empieza a convertirse en una figura de referencia para la llamada segunda generación del exilio (Tomás Segovia, Carlos Blanco Aguinaga, Jomí García Ascott, Annie Alban, Ramon Xirau, Enrique de Rivas, Luis Rius, Carmen Viqueira, el mencionado Gonazález Aramburu…), que lo visitan a menudo, pero cada vez son más escasas las referencias a sus actividades relacionadas con la imprenta.

Emilio Prados.

Fuentes:

Manuel Aznar Soler y José-Ramón López García, Diccionario biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, Sevilla, Gexel-Renacimiento, 2016.

Francisco Chica Hermoso, Emilio Prados, una visión de la totalidad (Poesía y biografía. De los orígenes a la culminación del exilio), tesis doctoral, Universidad de Málaga, 1994.

Nigel Dennis, «Emilio Prados en la Editorial Séneca», Revista de Occidente, núm. 222 (noviembre de 1999), pp. 101-121.

Larraz, Fernando, Editores y editoriales del exilio republicano de 1939, Sevilla, Renacimiento, 2018.

María de Lourdes Pastor Pérez, «La edición de las obras de Antonio Machado en Editorial Séneca (México, 1940)», en Manuel Aznar Soler, ed., Escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, Renacimiento, Sevilla 2006, pp. 565-572.

Bernard Sicot, «Témoinage d’exil: Francisco González Aramburu, “ex niño de Morelia”», Exils et Migrations Ibériques au XXè siècle, núm. 1 (2004), pp. 221-258.

James Valender, «Litoral en México», en Rose Corral, Arturo Souto Alabarce y James Valender, eds., Poesía y exilio. Los poetas del exilio español en México, México, El Colegio de México, pp. 301-320.

Aurelio Velázquez Hernández, La otra cara del exilio. Los organismos de ayuda a los republicanos españoles en México (1939-1949), tesis doctoral, Universidad de Salamanca, 2012.

Una pionera de la edición y la tipografía en Cuba: Domitila García Domenico (o de Coronado)

Cubana es: el Camaguey su cuna

meció apacible, y la opulenta Habana

los brazos le tendió con tal fortuna,

que colmando su dicha soberana

la coronó feliz como a ninguna.

Bernardo Costales y Sotolongo,

«Señora Domitila García Coronado» (1881)

La poetisa y pedagoga Domitila García Domenico (1846-1937) parecía predestinada a desempeñar algún papel en el sector editorial cubano desde muy temprana edad. Con apenas doce años empezó ya a formarse como aprendiz de tipógrafa en los talleres de su padre, Rafael García, cuyo trabajo estrella y que daba nombre a la imprenta era el periódico La Antorcha (1859-¿1866?), que se anunciaba como «periódico mercantil, económico y literario» y del que figuraba como administrador Manuel López. Entre los principales colaboradores de este periódico destacan un jovencísimo Rafael María Merchán (1844-1905), la maestra y poeta Úrsula Céspedes de Escanaverino (1832-1874) y los abogados y activistas independentistas Carlos Manuel de Céspedes (1819-1874) y Lucas del Castllo (1820-1888).

El motivo de que Rafael García estableciera su taller en Manzanillo, concretamente en la «calle de Valcour, de esquina a la de Isabel II», es que previamente, debido a sus ideas avanzadas, había sido expulsado de Puerto Príncipe (actual Camagüey), donde hasta entonces se había educado su hija. En 1865, cuando contaba apenas veinte años, ya estaba Domitila componiendo proclamas y hojas volanderas de propaganda destinada al extranjero encargadas por la junta de conspiradores que combatía el colonialismo español, pero en cuanto La Antorcha empezó a dar sus últimos coletazos regresó durante un tiempo a Camagüey y allí, con el periodista Emilio Peyrellade (¿?-1878) y la poeta Sofía Estévez y Valdés (1841-1901), pone en pie la que se tiene por la primera revista fundada en Cuba por dos mujeres —que además actuaron como directoras—, El Céfiro (1866-1868). Allí publicó Estévez Valdés algunas novelas en forma de folletín (Alberto el trovador y Doce años después) y aparecieron también textos firmados por Juana de P., Luisa Jiménez, Elvira, Rufina, La Guayabera, La Yumurina y otras mujeres igualmente difíciles de identificar.

Sofía Estévez Valdés.

Años más tarde (en su Álbum poético fotográfico de escritoras y poetisas cubanas), Domitila García de Coronado evocó del siguiente modo esa experiencia inicial:

Por su índole, por ser el primer periódico redactado por dos jóvenes que apenas traspasaban el umbral de la vida, con carácter representativo social, la empresa tuvo una acogida entusiasta en toda la Isla; pero a los dos años de esparcir El Céfiro su soplo dulce y perfumado… ¡El huracán de la guerra [la Guerra Grande o Guerra de los Diez Años contra la colonización] abatió sus alas!

Tras una docena de números, Domitila deja de figurar en esta revista, probablemente como consecuencia de su traslado a La Habana, donde el 14 de marzo de 1868 aparece Eco de Cuba, un semanario formado muy mayoritariamente por mujeres y cuya dirección se le atribuye. En un artículo inicial titulado «Dos palabras» se hace una interesante e ilustrativa declaración de intenciones:

Aun cuando somos las primeras en lanzarnos al terreno político, al acometer tan ardua empresa en nada creemos faltar al debido decoro de nuestro sexo y estado; por el contrario, el sentimiento de amor patrio que nos impulsa es lleno de fe hasta la abnegación.

En sus páginas, al margen de las firmas de Domitila, Elena de Santa Cruz, Hatuey (seudónimo del joven asturiano Francisco Cepeda y Taborcias, 1845-1910, que acabaría desterrado a España) o Manuela C. Cancino (¿?-1900), que sería deportada a la isla de Pinos por haber conspirado contra el colonialismo español, de nuevo aparecen muchos seudónimos que no es fácil atribuir con absoluta certeza: La hija de Damují (seudónimo, al parecer, de la poeta cienfueguera Clotilde del Carmen Rodríguez, 18291-1881) o Paz (¿Belén Miranda de Céspedes?), por ejemplo.

Se la atribuye también a Domitila García una participación no muy clara en el periódico clandestino El Laborante. Periodiquín que se introduce en todas partes (1869-1870), adalid de la independencia cubana en el que alguna participación importante parece haber tenido el revolucionario Carlos Sauvalle y Blain (1839-1898), al que acompañaron José C. Delgado, el periodista y dramaturgo Bernardo Costales Sotolongo, Ramón Cruz Silvera y quizás incluso el propio José Martí. Fue enseguida prohibido y perseguido por las autoridades españolas.

En cualquier caso, por esas mismas fechas publica el libro al que debe buena parte de su fama y que es la primera antología de obras femeninas, el mencionado Álbum poético-fotográfico de las escritoras cubanas (Imprenta Militar de Viuda e Hijos de Soler,1868), reiteradamente ampliado y reeditado, y colabora con cierta asiduidad en el semanario El Eco de las Damas (1891), que se define como «Periódico científico, artístico, literario, de modas, actualidades y anuncios» y se marca como propósito «llenar esta digna misión: ilustrar, instruir, educar y proporcionar solaz y agradable entretenimiento al bello sexo, para quien ex profeso se escribe».

Unos años después, casada ya con el profesor de idiomas Nicolás Coronado Piloña, Domitila García encabezaría otra publicación periódica, El Correo de las Damas (1875-1897), y, en ocasiones tras los seudónimos Ángela y Jatibónico, colaboró en La Patria, La Guirnalda, El Álbum, El Mensajero de las Damas, El Hogar, El Fígaro, La Mujer y La Discusión.

De enorme trascendencia social es también su iniciativa de crear en 1882 el colegio privado destinado a huérfanos y niños pobres Nuestra Señora de los Ángeles, al que dotó de una imprenta en la que los alumnos pudieran aprender un oficio, y creó también una de las primeras (si no la primera) academia dedicada a la tipografía y la encuadernación en Cuba. En esta misma faceta de docente cabe incluir su Método de lectura y breves nociones de instrucción primaria elemental (Imprenta Los Niños Huérfanos, 1886).

Aun así, no abandonó ni la escritura ni las iniciativas editoriales, y en 1895 encabezaba La Crónica Habanera, que sin embargo desapareció ese mismo año. En cuanto a la escritura, en 1910 publicaría los Consejos y consuelos de una madre a su hija y al año siguiente, probablemente como complemento a sus iniciativas docentes, unas muy Breves nociones para aprender el arte tipográfico con facilidad, ambas en la Academia de Tipógrafas y Encuadernadoras.

La Academia de Tipógrafas y Encuadernadoras en una fotografía publicada en El Fígaro del 3 de diciembre de 1899.

El libro recopilatorio Cubanas beneméritas y la novela Los enemigos íntimos se cuentan entre los libros que quedaron inéditos de esta corajuda pionera de la impresión y la edición en Cuba.

Fuentes:

Mayrin Arteaga Díaz, «Voces femeninas en la prensa cubana del siglo XIX: Domitila García Coronado», Islas, vol 65, núm. 205 (mayo-agosto de 2023).

Mariela Díaz Ramírez, «Domitila García Coronado, una periodista primeriza», blog de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, 7 de mayo de 2020.

Myrna Mack, «Domitila García Coronado: primera mujer que ejerce el periodismo en Cuba», Revista Petra, 11 de enero de 2020.

José Antonio López Espinosa, «La primera mujer que fundó una publicación en Cuba», Acimed, vol. 17, núm. 1 (1 de enero de 2008).

Rodrigo César Motas Tamayo, «La prensa escrita en Manzanillo: Apuntes para una historia», en Monografías, 2001.

Jorge Rivas, «Una figura fundacional y poco conocida de la cultura cubana», Cubarte, 18 de septiembre de 2020.

Catherine Vallejo, «Estrategias discursivas para la constitución de la identidad femenina en el espacio nacional cubano, 1890-1910», Revista Iberoamericana, núm. 205 (octubre-diciembre de 2003), pp. 969-983.

Caridad Zayas, «Una experiencia para el futuro», Nosotras, s.f.



La década dorada de la fotocomposición

El término incunable, según se recoge en el DRAE, tiene dos acepciones, la segunda de las cuales es «raro, valioso o que corresponde a los inicios de una actividad, de un arte, de una técnica, etc.», y es en este segundo sentido que se aplica a la edición de 1953 de The Wonderful world of insects, de Albro T. Gaul. Se trata de un libro de 290 páginas con 47 fotografías en blanco y negro del propio autor y un formato de 21 x 14 cm., publicado simultáneamente por Rinehart & Co. en Nueva York y Clarke, Irwin & Co. en Toronto.

Ya cuando fue reseñado en el Journal of the New York Entomological Society (volumen 61, núm. 1, p. 52), al margen de elogiar el rigor científico y la originalidad y utilidad del texto, se hacía hincapié en la novedad que suponía en cuanto a la reproducción tanto de las imágenes como del texto:

Este libro tiene un valor añadido debido al modo en que se ha compuesto. Es el primer volumen compuesto con la máquina de tipos fotográficos de Higonnet-Moyroud. No se utilizaron tipos, en el sentido convencional, en la confección de este libro, y el trabajo de impresión es muy bueno. Si además supone un primer paso hacia la reducción de costes, la revista está encantada de darle la bienvenida.

Hijo de un profesor, René Alphonse Higonnet (1902-1983) se había formado en ingeniería en la Universidad de Grenoble, y allí obtuvo en 1922 una beca del International Institute de Nueva York para ampliar estudios durante un año en el Carleton College, de donde pasó a la escuela de Ingeniería de Harvard (lo que más tarde acabaría siendo la John A, Paulson de Ingeniería y Ciencias aplicadas). En 1924 entró como ingeniero en la sucursal en Lyon del holding estadounidense ITT (Materiel Telephonique), donde llegaría a ocuparse como ingeniero de transmisión, además de en el departamento de información y patentes de ITT.

Por su parte, el mucho más joven, y huérfano, Luys Marius Leynoud (1914-2010) se había podido formado en la École Nationale Supérieure des Arts et Métiers gracias a una beca estatal, y a continuación se había alistado como oficial en el ejército francés en 1936. Posteriormente trabajó durante un breve tiempo en los Laboratorios de Mecánica y Tecnología, antes de que le contratara Matériel Telephonique. Allí coincidió con el más veterano Higonnet, con quien a principios de los años cuarenta realizó una trascendental visita a un taller de imprenta lionés. Al parecer, allí empezaron a plantearse cómo mejorar los métodos de impresión mediante el empleo de la electricidad, y reemplazando el plomo (o el metal) por la fotografía, así que empezaron a experimentar con máquinas de escribir, relés y un disco fotográfico.

Los primeros resultados ilusionantes de estas experimentaciones fue la combinación de una luz estroboscópica (que Harold Edgerton acababa de perfeccionar) y una serie de lentes para proyectar los caracteres de un disco giratorio sobre papel fotográfico, que una vez pegado en páginas, se fotograbó sobre planchas para imprimir. En ese momento había nacido ya, en 1946, la máquina de fotocomposición, que en sus primeras versiones mejoradas sería conocida como Photon y Lumitype.

Si el primer libro impreso en fotocomposición se publicó en Estados Unidos fue en buena medida porque la Graphic Arts Reseach Foundation creó una corporación que les perimitó desarrollar su invento, y posteriormente comercializarlo (si bien no fue patentado hasta 1957).

Ese mismo año 1957 se publicaban en París mil ejemplares numerados de una edición de la célebre obra teatral de Pierre-Augustine de Beaumarchais (1732-1799) La folle journée ou le mariage de Figaro, de 164 páginas sin coser, en un formato de 16,5 x 23 cm., presentada en una elegante caja y con fotografías de una histórica puesta en escena de la obra.

La edición corrió a cargo de Berger-Levrault, la legendaria editorial cuyo origen se remonta a 1463, por entonces dirigida por Georges Alfred Francis Charles (1893-1970), y que en 1954, poco después de que se presentara en la Biennale de l’Imprimerie en el Gran Palais, había comprado a la no menos histórica fundición Deberny et Peignot la primera Lumitype que se puso en funcionamiento en Europa.

En su utilísimo El libro y la edición. De las tablillas sumerias a la tableta electrónica, Luis Borràs Perelló ha dejado una explicación muy clara del proceso:

Su órgano esencial era un disco transparente que llevaba impresas en negativo las matrices de dieciséis alfabetos, integrado cada uno por unos noventa caracteres y signos ordenados en ocho círculos concéntricos. Este disco giraba ininterrumpidamente y a una velocidad constante delante del objetivo de una cámara fotográfica especial, provista de cambio automático de objetivos, lo que le permitía obtener, por ampliación o reducción, composiciones de letras de cuerpos comprendidos entre el 5 y el 36: esto es, un gran número de composiciones.

Louis Moyroud.

Ell operador del teclado al pulsar una de sus teclas, provocaba un golpe de flash electrónico que se producía en el preciso instante en que la matriz de la letra o signo correspondiente a la tecla pulsada se situaba frente al objetivo; con esa rapidez de destello no era preciso que el disco donde se encontraban impresas las matrices interrumpiera su giro. Con este sistema, la velocidad de la máquina superaba en mucho la posibilidad del tecleado del operador más rápido.

El por entonces muy joven diseñador tipográfico suizo Adrian Frutiger (1928-2015), que en aquella época trabajaba en Deberny & Peignod (D&B), se había dedicado intensivamente a adaptar muchos de los tipos clásicos (Bodoni, inicialmente, pero luego también Garamond, Baskerville, etc.) al sistema de composición Lumitype. Hacia 1955 diseñó el tipo Meridien pensando concretamente en este sistema, y dos años más tarde haría famosa la fuente Univers, una sans seriff pensada específicamente para la Lumitype.

Adrian Frutiger.

En ese momento quedaban además definitivamente separados, también en el Viejo Continente, los procesos de preimpresión e impresión. Sin embargo, apenas una década después IBM empezaría a desarrollar la composición informatizada, y todo cambiaría de nuevo.

Fuentes:

Luis Borràs Perelló, El libro y la edición, Gijón, Trea, 2015.

Dennis Hevesi, «Louis Moyroud dies at 96; Helped revolutionize printing», The New York Times, 1 de julio de 2010.

«Louis Marius Moyroud», Science and its Times. Understanding the Social Significance of Scientific Discovery. Encyclopedia.com, 26 de mayo de 2023.

«Louis Moyroud: 1914-2010», Multimediaman.com, 10 de enero de 2013.

«René Alphnose Higonnet», en National Inventors Hall of Fame.

Los hermanos Pumarega y el germen de la edición de avanzada

En la primavera de 1914 ya aparece afiliado a la Asociación General del Arte de Imprimir de Madrid (el núcleo fundador de la UGT y del PSOE) el tipógrafo Ángel Pumarega (1897-¿?), quien al año siguiente figura como uno de los miembros del cuerpo de redacción de Los Refractarios. Publicación Anarquista, junto con Manuel Rodríguez Moreno, Mauro Bajatierra o Joaquín Dicenta, de la que sólo se conoce un número.

Al año siguiente, su nombre aparece en las últimas páginas de Los Nuevos. Revista de Arte, Crítica y Ciencias Sociales como colaborador, con Jaime Queraltó, Emilio V, Santolaria, Juanonus (Juan Usón) y, entre otros, Francisco Solano Palacio, casi tan conocido por haberse colado como polizón en el Winnipeg para exiliarse a Chile que por libros como Quince días de comunismo libertario en Asturias (Ediciones La Revista Blanca, reeditado en 1936 por Ediciones El Luchador, en 1994 por Ediciones Rondas y reeditado en 2019 por la Fundación Anselmo Lorenzo), La tragedia del norte (Ediciones Tierra y Libertad, 1938) o El éxodo (Editorial Más Allá, 1939).

Última redición hasta la fecha del libro más famoso de Solano Palacio.

El de 15 de octubre de 1916 parece ser el último número de Los Nuevos, y el nombre de Ángel Pumarega desaparece del primer plano editorial ‒no del político‒ hasta 1922, en que se encuentra trabajando como corrector en la seminal Revista de Occidente, y al mismo tiempo como el principal impulsor de la Unión Cultural Proletaria, uno de cuyos proyectos era una no nata Biblioteca de El Comunismo.

Mayor interés tiene incluso una también efímera publicación en la que confluye con su hermano Manuel (1903-1958), El Estudiante, germen tanto del movimiento que desembocaría en la creación de la FUE (Federación Universitaria Escolar) como de iniciativas editoriales como las revistas Post-Guerra y Nueva España, y revista en la que además Alejandro Civantos identifica un foco de conocimiento y relación de «los protagonistas del futuro movimiento editorial de avanzada», en referencia a Joaquín Arderíus (1885-19699, José Antonio Balbontín (1893-1978), Rodolfo Llopis (1895-1983), José Díaz Fernández (1898-1941), Rafael Giménez Siles (1900-1991), Esteban Salazar Chapela (1900-1965) o Graco Marsá (1905-1946). En la etapa madrileña de El Estudiante, que se imprimía en la célebre Caro Raggio, se publicaron los primeros pasajes del Tirano Banderas, de Valle Inclán. Por su parte, Manuel Pumarega empezaba entonces a hacerse un nombre como traductor del inglés en la editorial Aguilar, en la que ese mismo año 1925 se publicaba su versión de Hoy y mañana, de Henry Ford, y más adelante traduciría Doce historias y un cuento, de H. G. Wells, entre otras obras menos perdurables.

Tras la desaparición de El Estudiante (probablemente como consecuencia de la censura primorriverista), el impresor Gabriel García Maroto (1889-1969) y Àngel Pumarega crean las Ediciones Biblos, proyecto en el que cuentan con la colaboración de Pedro Pellicena Camacho (1881-1965) como depositario y distribuidor y Manuel Pumarega como principal traductor (en la posguerra trabajaría a menudo para José Janés).

Sin embargo, no parece una iniciativa editorial equilibrada o con una idea suficientemente clara de cuál era su destinatario. La selección de títulos, como se verá, parecía tener en el punto de mira a la incipiente masa lectora proletaria, pero el aspecto de los libros respondía a un modelo más propio de la industria editorial más eminentemente burguesa, con su preferencia por la encuadernación en carttón o tela o el esmero en las ilustraciones, que sólo con tiradas extraordinariamente enormes podían abaratar unos costes que ni de ese modo podían hacer accesibles estos libros a los obreros. En palabras de nuevo de Civantos al describir esta editorial, se trataba de «caras tiradas, en tapa dura, singulares diseños tipográficos e ilustraciones de Maroto, que dificultaron su conexión con el público».

Gabriel García Maroto.

Se estrenaron con Las ciudades y los años. Novela rusa 1914-1922, de Konstantin Aleksandrovich Fedin, de la que muy probablemente el filósofo francés Norberto Guterman (1900-1984) hizo una primera versión del ruso y Ángel Pumarega la reescrbió, aunque ambos aparezcan como traductores, y acompañaba le edición capitulares y grabados de Maroto. Con este título se estrenaba una Colección Imagen que fue la más nutrida y tendría continuidad con Los de abajo, de Mariano Azuela; La caballería roja, de Isaac Babel; La mancebía de Madame Orilof, de Ivan Byarme, La leyenda de Madala Grey, de Clemence Dane, y La semana, de Lebedinsky.

Hubiera sido interesante para conocer la propuesta de canon de los editores de Biblos que la colección Clásicos Modernos hubiera tenido continuidad, pero sólo se publicó en ella Barbas de estopa, de Dostoievski (se trata de fragmentos de Los hermanos Karamazov). La traducción la firma en esta ocasión Carmen Abreu de la Pena (1898-1981), socia fundadora del Lyceum Club y de la que sólo se conocen traducciones del francés (Charles-Louis Philippe, René Theverin) y algunas muy destacadas del inglés (en particular de Dickens, que Austral seguía reeditando en 2012, y Defoe), lo que invita a suponer que fue una traducción indirecta. El año anterior, Abreu había visto publicada en las Ediciones de la Revista de Occidente el pionero ensayo de Lothrop Stoddard La rebeldía contra la civilización, y al siguiente (1928) aparecería en Biblos la de la mencionada de Clemence Grey (durante su exilio en Suiza al final de la guerra civil Abreu se incorporó como traductora a la Orgaización Internacional del Trabajo).  

Margarita Nelken,

Se publicó también en Biblos a Tortsky (¿Adónde va Inglaterra?, con traducción firmada por Ángel Pumarega), a Conan Doyle (La religión psíquica), a Henri Poulaille (Charlot, con prólogo de Paul Morand y traducido por Pellicena) y a Margarita Nelken (Johan Wolfgang von Goethe. Historia del hombre que tuvo el mundo en la mano) en colecciones de corto recorrido, pero el grueso de su producción, del total de una veintena de títulos, aparecieron en la colección Idea, en cuyo catálogo figuran el ingeniero francés Félix Sartiaux (1876-1944), el político belga Richard Kreglinger (1885-1928), el economista alemán Moritz Julius Bonn (1873-1965) o el historiador y teólogo francés Albert Houtin (1867-1926).

Y a todo ello, pese a la brevedad de la vida de Biblos (1926-1927), hay que añadir aún dos libros importantes de García Maroto, La Nueva España 1930. Resumen de la vida artística española desde el año 1927 hasta hoy (1927), Andalucía vista por el pintor Maroto, 105 dibujos y 25 glosas y 65 dibujos, grabados y pinturas, con una autocrítica y diferentes opiniones acerca de este pintor.

Tras el cierre de Biblos, aperecen firmadas por Ángel Pumarega algunas exitosas novelas del francés Maurice Dekobra (Ernest-Maurice Tessier, 1885-1973) en Aguilar, que se han señalado como introductoras de lo que se dio en llamar la novela cosmopolita (que representaban también Paul Morand o Scott-Fitzgerald), Griselda, te amo (1928), Ha muerto una cortesana (¿1929?) y La Madonna de los coches-cama (1930).

De 1931 es su traducción a cuatro manos con Marian Rawicz de Nueva York, Moscú,  de Ernst Toller, para las Ediciones de Hoy, donde es muy probable que, de nuevo, Rawicz hiciera una primera traducción literal y Pumarega la aderezara a un español literario. Se ha atribuido al talento de Pumarega para llevarse bien con todo el mundo la facilidad que tuvo para trabajar, tanto él como su hermano Manuel, para muy diversas editoriales, tanto en las eminentemente comerciales como en las pioneras de avanzada.

Así, ese mismo año publica en Ediciones Oriente, y en los siguientes en Bergua, Aguilar, Fénix, y en Ediciones Jasón aparecieron algunos títulos que originalmente Ángel Pumarega había traducido para la Biblioteca Lanoremus (de la que fue administrador Pedro Pellicena). Con todo, su trabajo se centró en esos años en el periodismo, como segundo de a bordo en Mundo obrero y con colaboraciones en la revista gráfica Estampa y en el periódico de las Juventudes Socialistas Unificadas Ahora.

Por su parte, su hermano Manuel había publicado en 1930 para la Editorial Historia Nuevala traducción de El club de los negocios raros, de Chesterton (que José Janés reimprimiría en 1943 en Al Monigote de Papel) y El torrente de hierro, de Serafimovich, y Los hombres en la cárcel de Victor Serge (con prólogo de Panait Istrati) para Cénit, para la que firmaría también la de Un patriota cien por cien, de Upton Sinclair, en 1932. A ello añadiría en  los años treinta su traducción de Doce sillas: novela de la Rusia revolucionaria, de Ilyá Ilf y Yevgueni Petrov, en las editoriales Fénix y Zeus, así como una ingente cantidad de obras para Ediciones Oriente (Panorama político del mundo, de Paul Louis, Historia de una vida terrible: biografía de una proxeneta famosa, de Basilio Tozer, La bancarrota del matrimonio, de  Calverton, etc.), Ediciones Hoy (El amor de Juana Ney, de Ilya Ehrenburg, Hija de la Revolución y otras narraciones, de John Reed…), Fénix (10 HP, de Ehrenburg; Fugados del infierno fascista, de Francesco Fausto Nitti), Jasón (La inquietud sexual, de Pierre Vachet), pero no por ello deja de trabajar con Aguilar (para la que traduce el Nuevo tratado de las enfermedades urinarias, de Louis Genest, por ejemplo). Una oleada enorme de traducciones que probablemente no sean tantas como parece, porque algunas de ellas corresponden a un mismo texto al que se le daban títulos diversos en editoriales diferentes (La historia de una vida terrible que publica Oriente en 1931 es la misma obra que Fénix publica en 1933 como Mercado de mujeres).

De Alberto parece desaparecer el rastro a raíz de la guerra, pero Manuel llegó exiliado a Argentina a bordo del De la Salle en febrero de 1940 (con Luis Bagaría, Juan Chabás o Agustí Bartra, entre otros intelectuales españoles), pero posteriormente pasó por la República Dominicana (donde fue profesor en Puerto Planta), antes de establecerse en 1944 en México, donde moriría en 1958. En este último país publicó dos libros de muy larga vida comercial: ya en 1945 y en la Compañía General de Ediciones El inglés sin maestro en veinte lecciones, al que seguiría en 1947, en Ediapsa, Frases célebres de hombres célebres, y fue además redactor de la revista Tiempo. Pero sobre todo siguió su carrera como traductor, en la Compañía General de Ediciones (para la que tradujo la imponente obra colectiva Filosofía del futuro. Exploraciones en el campo del materialismo moderno, 700 apretadas páginas), en Ediapsa, en la Editorial México y en el Fondo de Cultura Económica.

Ilustración de cubierta de Mauricio Amster.

Fuentes:

Irene Aguilar Solana, «Pumarega García, Ángel», en Diccionario histórico de la traducción en España, Portal Digital de la Historia de la Traducción en España.

Gustavo Bueno, «Ediciones Biblos 1927-1928», Filosofía en Español.

Alejandro Civantos Urrutia, «Esplendor y miseria de Ediciones Oriente (Madrid 1927-1932). Un grupo editorial de avanzada para construir la República», Cultura de la República. Revista de Análisis Crítico, 3 (junio 2019), pp. 114-144.

Alejandro Civatos, Leer en rojo. Auge y caída del libro obrero (1917-1931), Madrid, Fundación Anselmo Lorenzo, 2017 y Leer en rojo. Auge y caída del libro obrero en España (1917-1931), Tren en Movimiento, 2022.

Adolfo Díaz-Albo Chaparro, Gabriel García Maroto y sus hijos artistas, Gabriel y José García Narezo, Catálogo de la Exposición en la Biblioteca Pública del Estado en Ciudad Real, en noviembre de 2020.

Mariano Rawicz, Confesionario de papel. Memorias de un inconformista, prólogo de Virginia Rawicz e introducción de Horacio Fernández, Granada, Editorial Comares-Instituto Valenciano de Arte Moderno, 1997.

Gonzalo Santonja, La república de los libros. El nuevo libro popular de la II República, Barcelona, Anthropos, 1989.

Antonio Machado, la Biblioteca de El Motín y el impresor Tomás Rey

El libro no fue popular en España hasta que se hizo político
y dio testimonio de los conflictos de clase.

Alejandro Civantos, Leer en rojo

En 1887 se publicaba en Madrid el que se tiene por uno de los primeros libros importantes en relación a la cultura popular española, Cantes flamencos: colección escogida, cuyo autor era el folklorista Antonio Machado Álvarez (1846-1893), que firmaba como Demófilo, y era hijo del médico y antropólogo krausista Antonio Machado Núñez (1815-1896) y padre a su vez de los que llegarían a ser conocidísimos escritores Manuel (1874-1947) y Antonio Machado Ruiz (1875-1939). Para entonces, Demófilo había publicado ya en Sevilla el imponente volumen de casi quinientas páginas titulado Colección de enigmas y adivinanzas en forma de diccionario (1881) y una primera Colección de cantes flamencos (1881), además de haber colaborado en publicaciones periódicas como La Revista Mensual (1869-1874) y  La Enciclopedia (1877), y entre 1881 y 1882 había conseguido publicar también en Sevilla la revista Folk-Lore Andaluz, en la que participaron el filólogo portugués José Leite de Vasconcelos (1858-1941), el paremiólogo y eminente cervantista Francisco Rodríguez Marín (1855-1943), el sociólogo Manuel Sales i Ferrer (1843-1910) y el lingüista alemán Hugo Schuchardt (1842-1927), entre otros estudiosos importantes en la época, además de su padre Antonio Machado Núñez, y su madre, la folklorista Elena Cipriana Álvarez Durán (1828-1904).

Esta selección de cantes se acompañaba en sus páginas finales de un catálogo de las obras aparecidas en la Biblioteca de El Motín, en la que se inscribía el volumen de Machado, y en el que destaca, por ejemplo, además de una edición de la entonces ya muy conocida El judío errante de Eugène Sue (1804-1857), las colecciones de artículos Lo que no debe decirse y la tercera edición de La piqueta, ambas de José Nakens (1841-1926).

Nakens era el artífice de esta colección, surgida casi al mismo tiempo que el muy combativo periódico que había puesto en pie en abril de 1881, El Motín. Periódico satírico semanal, en el que le acompañaban entre otros el periodista Juan Vallejo Larrinaga (1844-1892) y los caricaturistas Demócrito (Eduardo Sojo, 1849-1908) y Mecachis (Eduardo Sáenz Hermua, 1859-1898), autores de unas láminas o pósters  a color (de 550 x 380 cm) que también empezaron a distribuirse desde 1881. Previamente, Nakens había empezado en 1867 a colaborar en los periódicos Jeremías y La República Ibérica y había fundado los efímeros semanarios El Resumen (1870) y Fierabrás (1873) y, bajo el seudónimo Tomás Saavedra, se había estrenado como dramaturgo con la comedia en dos actos La vocación (1880), publicada por Hijos de A. Gullón Editores.

Sobre el periódico El Motín ha dejado escrito José Esteban:

José Nakens en 1908.

Se trataba de una modesta publicación de cuatro páginas, que incluían un comentario de actualidad, un poema y algunas noticias breves, más un grabado en las páginas centrales. Sus objetivos, la crítica a los conservadores, la defensa de la unidad del partido republicano y la lucha contra el poder del clero.

A pesar que desde su primer número El Motín fue siempre un periódico político, debe su fama, sobre todo, a su anticlericalismo. Lo que no deja de ser injusto. En sus páginas se criticaba a los gobiernos e intervenía en las dis­putas entre republicanos, luchando siempre por la unidad de los mismos, defendiendo la vía insurreccional de Ruiz Zorrilla [que ha sido tildado de «conspirador compulsivo en el exilio»].

En cuanto a la Biblioteca creada en el seno del periódico, abundan en su catálogo los textos de divulgación y los misceláneos, con abundancia del tema religioso: Acicate de alegría («Colección de cuentos, epigramas y frases ingeniosas»), Los jesuitas, de Ignacio de Lozoya, el apócrifo Dios ante el sentido común, de Jean Meslier, La religión al alcance de todos, de R. H. de Ibarreta, Moral jesuítica o sea Controversia del Santo Sacrameto del matrimonio, escrito por Tomás Sánchez en 1623, Cartas infernales en verso y prosa, de José Estrañi; si bien los más conocidos son aquellos escritos por autores que luego alcanzarían cierta fama, como es el caso sobre todo de Alejandro Sawa, que publica como Novelas de El Motín Criadero de curas, subtitulada «Novela social», y La sima de Igúzquiza, ambas en 1888 (acaso porque la Biblioteca se reservaba a los libros de no ficción). Abundan también los libros cuya única firma es la de El Motín, que en ocasiones son precisamente los más polémicos y susceptibles de ser objeto de denuncia, persecución o censura, pero en otros es menos claro el motivo. Sin otra firma que esa aparece por ejemplo el volumen de poco menos de un centenar de páginas Cante místico flamenco, que se publicó además sin fecha.

Número de homenaje de El Motín a José Nakens.

A Naskens, por este carácter underground y antisistema de las iniciativas que ponía en marcha, le cayeron todo tipo de denuncias, represalias y multas, sobre todo en las primeras décadas del siglo XX, y algo tuvo seguramente que ver en ello el enorme éxito de sus proyectos editoriales. Según escribe Alejandro Civantos, en su segunda época el periódico llegó a tirar veinte mil ejemplares por número, y Miguel Ángel del Arco afirma que su colección de Hojitas piadosas alcanzaba los cien mil ejemplares.


Es probable que sea la enormidad de estas tiradas lo que explica que Nakens trabajara sobre todo con dos imprentas. Del periódico y los almanaques se ocupaba inicialmente la Imprenta de E. Alegre, mientras que en los ejemplares de la Biblioteca de El Motín aparecían como hechos en la «Imprenta Popular, a cargo de Tomás Rey».

La Imprenta de Tomás Rey, sita en la calle del Limón 1, se había ocupado en 1865 de los tres imponentes volúmenes colectivos de la Historia de las órdenes de caballería y de las condecoraciones españolas, editada por José Gil Dorregaray, con ilustraciones de Teófilo Rufflé (1835-1871), Eusebio Zarza (1842-1881) y Leire, grabadas por José Vallejo (1821-1882). Posteriormente, un Establecimiento Tipográfico de Tomás Rey y Compañía, con sede en la calle Fomento 6, se hace famosa por la misteriosa edición, sin que Pierre-Jules Hertzel se enterara, de Veinte mil leguas de viaje submarino, de Julio Verne, de la que publicó en 1869 (antes de que apareciera en francés), una edición con las ilustraciones originales y en traducción de Vicente Guimerá, con el sello de Establecimiento Tipográfico de Tomás Rey y Compañía. No parece que se haya estudiado en cambio si este Tomás Rey es el mismo que trabajó como cajista en la edición en tres volúmenes que del Quijote hizo la Imprenta Nacional entre 1862 y 1863, célebre sobre todo por ser la primera que separa los diálogos del cuerpo del texto mediante guiones y en la que en cambio no hay particiones de palabras porque todas se hacen encajar en su línea. Sí parece convincentemente establecido, en cambio, que este Tomás Rey es quien en 1889 firmaría como Pedro de los Palotes el «poema bufonesco-avinagrado en octavas republicanas (vulgo antirreales)» La Tauromanía, del que según su portada se hizo cargo la Imprenta Diego Pacheco, con sede en la plaza del Dos de Mayo, número 5.

No deja de ser curioso el dato, porque según consta en las cubiertas de los libros de la Biblioteca de El Motín, la Imprenta Popular de Tomás Rey se encontraba en la plaza del Dos de Mayo, número 4, es decir, contigua a esta otra de Diego Pacheco (que en 1895 publica, por ejemplo, la «ópera española» La Dolores, de Tomás Bretón). Sería conveniente algún estudio un poco a fondo sobre la biografía de tan peculiar impresor.

Fuentes:

Alejandro Civatos, Leer en rojo. Auge y caída del libro obrero (1917-1931), Madrid, Fundación Anselmo Lorenzo, 2017 y Leer en rojo. Auge y caída del libro obrero en España (1917-1931), Tren en Movimiento, 2022. También, La enciclopedia del obrero. La revolución editorial anarquista (1881-1923), Piedra Papel Libros, 2023.

Miguel Ángel del Arco Bravo, Periodismo y bohemia (En Madrid alrededor de 1900). Los bohemios en la prensa del Madrid absurdo, brillante y hambriento de fin de siglo, tesis doctoral presentada en el Departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III en 2013.

José Esteban, «José Nakens», Política, núm. 48-49 (mayo-julio de 2002), reproducido en la web de Izquierda Republicana.

Aldo Manucio, patrón de los editores

A los editores parece que se les ha asignado como patrón el mismo santo que a escritores y periodistas, el polígrafo San Francisco de Sales (1567-1622), si bien los editores católicos le añaden el escritor y fundador de escuelas tipográficas Juan Bosco (1815-1888). Sin embargo, aunque en sentido estricto no sea santo, sin duda el veneciano Aldo Manucio (1449-1515) tiene para semejante cargo muchos más méritos, que en su introducción a De re impressoria la historiadora del libro Tiziana Plebani da por conocidos y resume espléndidamente:

…produjo caracteres tipográficos nuevos y elegantes; cuidó el lenguaje para que fluyera limpio y agradable, por lo que se ocupó especialmente de la ortografía y la puntuación; perfeccionó el índice; señaló con eficacia los errores; insertó la numeración continua de las páginas; para facilitar el aprendizaje del griego, pensó en ponerlo junto a la traducción latina en la página opuesta. Y, sobre todo, hizo que las obras fueran manejables.

Tal vez no sean tan ampliamente conocidos y valga la pena detenerse un poco en ellos. Consecuente con el objetivo de difundir la cultura clásica que estaban redescubriendo los humanistas que eran sus contemporáneos, Manucio recurrió al punzonista Francesco Griffo de Bologna (1450-1518) para que le creara un tipo acorde con la escritura manual de los humanistas, y de ahí nació el uso generalizado de la cursiva para el texto, que desde el inicial Virgilio de 1501 fue perfeccionándose en libros posteriores. El esmero por proporcionar una página que respire, adjudicándole amplios márgenes, fue otro de los grandes aciertos de Manucio y contribuyó a generar una conciencia de la estética de la página en la que intervenían tanto la legibilidad como el valor artístico, pero Juan José Marcos García subraya sobre todo la vigencia en nuestros días del editor italiano en cuanto a la forma de los textos cuando escribe:

Conviene no olvidar que fuentes informáticas tan ampliamente utilizadas como Times New Roman (llamada Times por el periódico que fue quien encargó en 1929 a Stanley Morris la creación de esta tipografía y New Roman porque es el tipo «nueva romana»), Garamond, Book Old Style, etc., son recreaciones de tipos humanísticos y constatan el predominio hasta hoy de la escritura humanista.

En realidad, no es exagerado afirmar que con la aparición de Manucio se produce en 1501 el paso del «estilo literario» de la literatura cancilleresca al tipo de imprenta.

En un ámbito muy cercano hay que situar la creación y empleo en el círculo de editores de textos creado alrededor de Manucio del semicolon —lo que actualmente conocemos como punto y coma (;)—, al parecer sugerido por Pietro Bembo (1470-1547) y que años más tarde justificaría y explicaría con detenimiento el nieto del editor, Aldo Manucio el Joven (1547-1597), en el apartado  Interpungendi ratio de su Epitome ortographie (1561), si bien en español no entrará hasta 1606, cuando lo propone el humanista e impresor valenciano Felipe Mey (h. 1542-1612) en De ortografhia libellus, vulgare sermone scriptus, ad usum tironum. Inscripción para bien escrevir en lengua latina y española, con el nombre «colon imperfecto», y luego el ortógrafo Gonzalo Correas (1571-1631) lo incorpora a su Ortografía kastellana, nueva y perfeta (1630). Cosa parecida puede decirse del uso impreso del signo del paréntesis semicircular y del apóstrofo.

También se señala a menudo a Manucio como precursor del libro de bolsillo, que constituye una respuesta idónea a la voluntad de hacer posible que quienes no disponían de muchos recursos pudieran acceder a la lectura de las grandes obras de la humanidad, y a ello contribuyó también la sustitución de las lujosas encuadernaciones propias de los códices medievales por cubiertas en pasta de papel o cartón, el uso del lomo plano… Su influencia en la configuración del libro en octavo tal como lo conocemos es en realidad tremenda. Aun así, por otra parte también se preocupaba de que sus libros estuvieran bien encolados para evitar que se desmembraran y en ocasiones imprimía sobre soportes de gran calidad, usando el excelso papel que podía ofrecerle entonces la casa Fabriano.  Asimismo, el ingenioso sistema de numeración de los pliegos, para evitar que se encuadernaran en desorden, fue otro de los avances del editor y uno de los que durante más tiempo pervivieron como costumbre.

Se le tiene además por el primero en imprimir lo que pueden llamarse con propiedad primeros catálogos editoriales, en los que sus publicaciones aparecían ordenadas por las distintas colecciones que creó en función de la temática y/o la lengua original de las obras (otra de sus iniciativas exitosas), e incluso la misma idea de crear distintas colecciones para agrupar y dar orden a la producción editorial se ha atribuido a Manucio. Desde nuestros días, resulta apabullante la cantidad de nombres célebres y todavía hoy objeto de lectura y análisis que acoge el catálogo aldino, que consta de un centenar largo de títulos: Aristóteles, Aristófanes, Pietro Bembo, Dante, Eurípides, Homero, Isócrates, Petrarca, Platón, Policiano, Teócrito… Pero no menos importantes eran los traductores, entre los que sin duda descolla por su fama su buen amigo Erasmo de Róterdam (1466-1536), autor de las de Eurípides y que además pudo dar a conocer sus Adagios —cuya influencia recorre la literatura universal desde Montaigne a Faulkner, pasando por Cervantes, Shakespeare, Kafka y Borges— gracias al trabajo de Manucio.

Sin embargo, es sobre todo en el aspecto de generador de paratextos en lo que se centra la ya mencionada De re impressoria, en la que Ana Mosqueda selecciona y anota con exquisitez una muestra de cartas prologales incluidas en las obras editadas por Manucio de las cuales se desprende un auténtico programa editorial y en el que quedan bien expuestas las aspiraciones del editor, si bien pueden ser también interpretadas, en muchos casos, como lo que hoy serían los textos de contra y de catálogos editoriales e incluso los paratextos en general.

Además, el mencionado libro está salpicado de algunas sentencias que siguen resultando muy útiles y pertinentes para los editores de nuestros días; valgan como ejemplo las siguientes: «Confía en los experimentados aunque no sean infalibles, y más aún en Demóstenes, que dice: “Siempre es necesario el dinero, y sin él nada de lo esencial se puede hacer» o «en nuestros libros la mayoría de las letras están conectadas unas con otras y parecen manuscritas, obras valiosas de ver» (el subrayado es mío).

También en uno de estos textos se produce la aparición por primera vez del lema Festina lente (apresúrate lentamente), cuyo origen remoto quizás esté en los adagios de Erasmo, pero que en cualquier caso, en conjunción con el ancla procedente de una moneda del emperador Vespasiano, conformó la muy célebre marca que tanta influencia tendría en las de editores posteriores (caso de las colecciones Seis Delfines de Tartessos y Áncora y Delfín de Destino, del logo de Dolphin Books, del de Barral Editores…).

Fuentes:

Roberto Calasso, «La hoja voladora de Aldo Manuzio», en La marca del editor, Barcelona: Anagrama, 2014, pàg. 157-177.

Joana Escobedo, «De re impressoria: cartas prologales del primer editor» (reseña), blog de la Escola de Llibreria de la Universitat de Barcelona, 17 de junio de 2022.

Miquela Forteza, «Aldo Manuzio y la búsqueda de la excelencia tipográfica», Xilos.org, 8 de noviembre de 2020.

Aldo Manucio, De re impressoria. Cartas prologales del primer editor, selección, traducción y notas de Ana Mosqueda e introducción de Tiziana Plebani, Buenos Aires, Ampersand (Terrirorio Postal), 2022.

Redacción, «Los tipos cursivos. Origen y evolución», Unos Tipos Duros, 16 de diciembre de 2006.

Fidel Sebastián Mediavilla, La puntuación en el Siglo de Oro. Teoría y práctica, tesis doctoral, Universidad Autónoma de Barcelona, 2000.