Ricardo A. Latcham, padrino en América del libro catalán

En un artículo publicado en diciembre de 1929 en la revista chilena Atenea, el autor de Escalpelo: Ensayos críticos (1925), Ricardo A. Latcham (1903-1965), dedicó un bien informado estudio a «Víctor Català y el ruralismo en la literatura catalana» (núm. 60, pp. 591-595) que al parecer contribuyó notablemente al conocimiento internacional de la obra de la narradora que se ocultaba tras ese seudónimo masculino (Caterina Albert, 1869-1966), así como al del panorama narrativo catalán de principios de siglo. Sin embargo, esa misma labor de difusión del libro y la literatura catalana puede remontarse incluso a algunos años antes y Latcham nunca dejó de llevarla a cabo, lo cual contribuye a explicar que prologara la edición chilena de la novela de Francesc Trabal (1899-1957) Judita (1941), que en agosto del año siguiente protagonizara el acto de inauguración del Instituto Chileno Catalán de Cultura (con una conferencia titulada «Semblanza de Ramon Llull» en la Sala Medina de la Biblioteca Nacional) o que en los Jocs Florals celebrados en mayo de 1943 en Santiago de Chile actuara como uno de los mantenedores (junto a personalidades tan destacadas de la cultura catalana como la actriz Margarita Xirgu y el escritor y editor Xavier Benguerel, entre otros).

Ricardo A. Latcham

Latcham había conocido en profundidad la literatura y la cultura catalanas como consecuencia de la dictadura del general Carlos Ibáñez del Campo (1877-1960), que en 1927 lo llevó a exiliarse en Europa (Francia, Bélgica, Inglaterra) y a vivir en Barcelona una etapa intelectualmente muy fructífera en la que tuvo la oportunidad de relacionarse con el insigne historiador y primer presidente del Institut d’Estudis Catalans Antoni Rubio i Lluch (1856-1937), con el medievalista Ferran Valls i Taberner (1888-1942) y con el político y autor de la que se tiene por la primera historia de la literatura catalana escrita íntegramente en catalán (Literatura catalana, perspectiva general, 1917) Luis Nicolás d’Olwer (1888-1961), antes de ser discípulo en Madrid del insigne filólogo Américo Castro (1885-1972) en el prestigioso Centro de Estudios Históricos.

Durante esos años, fruto de sus relaciones personales y acaso de su facilidad para el aprendizaje de lenguas, Ricardo A. Latcham publica en algunas de las revistas culturales catalanas más importantes del momento firmando como Ricard A. Latcham, como es el caso de La Nova Revista fundada por el poeta Josep M. Junoy (1887-1955), donde en noviembre de 1928 publica un ensayo sobre la importancia y vigencia de la obra de Rilke («L’ànima melodiosa de Rainer Maria Rilke») o la Revista de Catalunya del lingüista Antoni Rovira i Virgili (1882-1949), en cuyo número 57 (agosto de 1929) aparecen sus impresiones sobre «Montserrat» en una prosa de cierto voltaje poético.

Aun así, su labor de analista y divulgador del libro catalán se hace más evidente en las páginas que por aquellos mismos años publica en la mencionada revista Atenea, donde en abril de 1929 ya aparece «La nueva poesía catalana» (en el que repasa la obra de Joan Salvat-Papasseit, Josep Carner, Josep M. López-Picó, etc., y destaca la importancia de Jacint Verdaguer). En números sucesivos de la misma revista se ocupa de Joan Maragall («El espiritualismo de Maragall» en junio y «La psicología de Joan Margall», sobre el título homónimo de Rovira i Virgili, en octubre), Víctor Català e incluso, estando ya de regreso en Chile, reseña en Atenea el libro de Gonzalo de Reparaz (1901-1984) Catalunya a les mars: navegants, mercaders i cartògrafs catalans de l’Edat Mitjana i del Renaixement, publicado en 1930 por la editorial Mentora.

Esta labor, enmarcada en el interés específico que Latcham demuestra por otras literaturas nacionales (la peruana, la colombiana), se intensifica de nuevo a finales de los años treinta, sobre todo como consecuencia de la guerra civil española y de la llegada de un numeroso e importante contingente de exiliados catalanes a Chile (Benguerel, Trabal, Joan Oliver, Domènec Guansé, Cèsar August Jordana…), de alguno de los cuales se convertirá en poco menos que mentor (en particular de Trabal, como demuestra el prólogo a la edición chilena de 1941 de Judita y la reseña crítica a la misma obra que publicó en La Nación).

Ya en 1942 el PEN Club chileno (que Latcham presidió en diferentes etapas) había acogido en su seno a los escritores en lengua catalana, que incluso habían creado una sección propia en esta institución, que a su vez sería el germen del mencionado Instituto Chileno-Catalán de Cultura. Esta última institución, en ocasiones en colaboración con el Centre Català de Santiago y la Agrupació Patriòtica Catalana, publicó algunos libros, como es el caso por ejemplo de Instituciones políticas del antiguo estado catalán (1945), del abogado Lluís Franquesa i Feliu (1908-1951), quien había presidido el Foment Catalanista Republicà de Girona (1932), Acció Catalana Republicana de Girona (1934-1938) y había presidido la Audiencia de Girona (1937), y que por entonces era el secretario del Instituto Chileno-Catalán.

Uno de los libros premiados en los Jocs Florals celebrado en Santiago de Chile fue el estudio de psicología colectiva Les formes de la vida catalana, de José Ferrater Mora (1912-1991), publicado originalmente en una edición de corta tirada en 1944 por las Edicions de l’Agrupació Patriòtica Catalana, tanto en catalán como en español. En junio de ese mismo año Latcham publicaba ya ‒en su semanal «Crónica literaria» en el periódico La Nación‒ un meditado comentario sobre este importante libro (reiteradamente reeditado e incluido en la influyente colección de Edicions 62 Les Millors Obres de la Literatura Catalana y como número 13 de la colección Biblioteca de Cultura Catalana coeditada por Alianza Editorial y Enciclopèdia Catalana).

A finales de ese mismo año, el 5 de noviembre, el mismo periódico acogía un extenso comentario de Latcham a dos de las obras más influyentes publicadas durante el exilio por el poeta Josep Carner (1884-1970): el extenso poema Nabí, cuya versión original en catalán había publicado en 1941 las Edicions de la Revista de Catalunya de Buenos Aires con un texto prologal de Josep Maria Miquel i Vergés (1903-1964) y que el año anterior se había publicado en español en la editorial Séneca de México; y el impactante y controvertido Misterio de Quanaxhuata (aparecido en México en las Ediciones Fronda de Vicenç Riera Llorca y Avel·lí Artís i Balaguer en 1943), y cuya edición en catalán no aparecería hasta 1951, con el título El ben cofat i l’altre, en la Catalunya Norte (concretamente en la editorial Proa, durante el largo período en que esta estuvo radicada en Perpiñán). Prueba de la importancia que entre los exiliados catalanes se daba a estos comentarios críticos es que la publicación de México La Nostra Revista da noticia en las páginas de su número de enero de 1946 de la aparición de este extenso estudio sobre uno de los principales poetas catalanes del momento, acompañado además de la mención de un artículo que no he sabido localizar sobre «La tragedia de Jacint Verdaguer» publicado por Latcham en la revista Zig-Zag coincidiendo con el centenario del nacimiento del poeta.

Los ejemplos mencionados deberían bastar como demostración de que Ricardo A. Latcham fue uno de los muy escasos valedores con que contaron los intrépidos editores de libros en catalán en los países americanos. Y sin embargo, la faceta como crítico literario de Latcham ‒a quien Ismael Gavilán sitúa entre «las voces cimeras de la crítica hispanoamericana del siglo XX»‒ no sólo no ha recibido en los países de lengua catalana el reconocimiento que probablemente merece, sino que su figura y la trascendencia de su labor sigue siendo bastante desconocida.

Fuentes:

Emilio Abreu Gómez, Héctor P. Agustí, Alone, Fidel Araneda Bravo y otros (entre los cuales Mario Benedetti, Enrique Lafourcade, Mariano Picón Salas y Benjamín Subercaseaux), Homenaje de Atenea a don Ricardo A. Latcham (1903-1965), (separata núm. 408 de la revista Atenea), Santiago de Chile, Editorial Universitaria 1965.

Ismael Gavilán Muñoz, «Ricardo A. Latcham: efigie de intelectual», Acta Literaria, núm. 48 (primer semestre de 2014), pp. 149-157.

Moisés Llopis i Alarcón, «La recepción de las letras catalanas en la prensa chilena entre 1940 y 1947. Reconstrucción política y difusión literaria», Anales de Literatura Chilena, núm. 28 (diciembre 2017), pp. 63-77.

Moisés Llopis i Alarcón y Jaume Subirana i Ortín, «Francesc Trabal: activisme cultural trasplantat», Els Marges, núm. 115 (prrimavera de 2018), pp. 49-74.

La imprenta de Joan Sallent hasta 1936

Pocos meses antes del alzamiento militar de 1936, concretamente el 25 de marzo, el escritor sabadellense Francesc Trabal (1899-1957) dedicaba en el Diari de Sabadell un artículo a «Joan Sallent, impressor», en el que lo describía como «un dels nostres capitans d’indústria més significats». Por su parte, ese mismo día el periodista también sabadellense Joan Costa i Deu (1883-1938) destinaba una columna en el célebre periódico La Veu de Catalunya a glosar su figura en el que destacaba el apoyo desinteresado de Sallent a los nuevos escritores, así como su protagonismo en la sustitución del predominio de la estética decimonónica por la inauguración de una época de modernidad y buen gusto en el grafismo catalán. Aún no hacía una semana que había fallecido Joan Sallent i Prat (1879-1936) —cuya empresa quedó entonces en manos de su hijo Eugeni Sallent i Cañellas (1908-1961) y el cuñado de este, Francesc Custodio Pascual (1862-1967), formados ambos en Leipzig—, que sin duda sigue siendo el impresor más estudiado y conocido que ha dado la capital del Vallès Occidental.

Hijo de una familia de labradores, Joan Sallent i Prat (1879-1936) renunció a su derecho a las tierras familiares para entrar como aprendiz en la potente imprenta de Joan Comas Faura, de la que llegó a ser director de litografía, antes de establecerse por su cuenta a finales de la primera década del siglo en un cobertizo (en calle Horta Novella, 123). El primer documento conservado en el que aparece el nombre de la imprenta es una hoja volandera fechada en 1911 y titulada «Al pueblo», firmada por diversas organizaciones políticas y sindicales de izquierda, pero sus trabajos más importantes estarían vinculados a las relaciones que había establecido en la Comas con algunos de los jóvenes artistas y escritores que estaban destinados a protagonizar el resurgir intelectual de Sabadell en los años veinte y treinta.

A finales de 1910, sin embargo, el taller se había trasladado a la calle Sant Quirze (núm. 48) y luego al número 32 de yala misma calle, en la que tuvo su sede la imprenta Comas. Posteriormente, tras asociarse con Josep Custodio i Serra (1882-1967), se establecería definitivamente en un edificio que la familia de este último acababa de construirse en unas tierras de su propiedad en lo que por entonces empezaba a ser la calle Jovellanos.

En lo que se refiere a la pericia y maestría de Joan Sallent, según el testimonio de su nieto, se la forjó de modo autodidacta y aprendiendo de los buenos profesionales con los que tuvo contacto. «Desde el principio —explica Xavier Sallent— hay un denominador común: la pulcritud y un sentido innato de la estética, la sencillez de buscar el equilibrio de márgenes y blancos como exponente máximo de la belleza simple, tan sólida como humilde», y que contrasta además con el estilo más recargado y por otra parte más estandarizado de los trabajos de la Comas.

Himnes & poemes, uno de los trabajos iniciales de Joan Sallent.

Muestra de su interés por el trabajo bien hecho es que su proveedor principal de maquinaria, accesorios y tipos fuera la prestigiosa Neufville, que se proveía de matrices y licencias de la fundición Bauersche Giesserei,

En 1914 está fechado la que probablemente sea la primera impresión de la Sallent para la Biblioteca Orientalista de Ramon Maynadé Sallent, Magia blanca i negra, de Franz Hartmann (1838-1912), y del mismo año son las Gloses femenines. Breviari de l’elegant, de Miquel Poal i Aregall (1894-1935), y Cançons al vent, de Joan Arús i Colomer (1891-1982), prologado este último por Alexandre Plana e ilustrado por Antoni Vila.

El año siguiente (1915) salen de la Imprenta Joan Sallent otro libro de Joan Arús (Sonets: segon llibre de versos), a quien el siguiente se le imprimen Noves cançons, y también de 1916 son las impresiones de Himnes & poemes, de Miquel Duran i Tortajada (1883-1947) para la Biblioteca València, El jurament, de Pau Griera i Cruz (1875-1950); Aforismes catalans. Assaig d’estudi, de Josep Jordà i Canals, y, entre otros,  Poemes i llegendes, del periodista e impresor Ramon Ribera Llovet (1882-1957), hijo a su vez del impresor Magí Ribera Martínez y que por entonces dirigía la revista Teatralia. En años sucesivos siguen a estas impresiones, ya como Joan Sallent i C.ª, Flors de l’any cristià: petits poemes (1918), de Josep Cardona (1871-1934); Les doctrines de P. J. Proudhon, del economista Josep M. Tallada (1884-1956), y Les hores, de Mercè Vila i Reventós (1902-¿?) —estas dos últimas para las exquisitas Edicions de La Revista— o  La mare i l’infant i altres poemes (1919) de Arús. Sin embargo, las ediciones de autores importantes y de largo recorrido se producen sobre todo a partir de la segunda década del siglo, cuando además van tomando progresivamente más importancia el papel de muy notables ilustradores.

Aun así, ya de abril de 1924 y junio de 1925 son dos almanaques que tendrán una enorme repercusión tanto por su belleza formal —en la que tuvo gran responsabilidad Ricard Marlet (1896-1976)— como por la presencia de textos germinales de quienes acabarían por conformar el interesantísimo Grup o Colla de Sabadell y que prestigiaron a la Sallent.

La impresión desde 1922 de la revista Garba, de la Biblioteca Sabadellenca a partir de 1924 y de los libros de la editorial creada por la Colla de Sabadell, La Mirada —que arranca en 1925 con L’any que ve de Francesc Trabal (1899-1957)—, suponen la consolidación de ese prestigio, que a su vez contribuye a que empiece a recibir encargos de algunas editoriales barcelonesas importantes, como la Barcino (Les cent millors poesies de la llengua catalana, de Josep Maria Capdevila, ya en 1925, y los Sonets de Shakespeare traducidos por Carme Monturiol en 1928, por ejemplo), la Verdaguer (El comiat de Teresa, de Prudenci Bertrana en 1932), y ocasionalmente de la Llibreria Catalònia (Jardins de Sant Pol, de Pere Corominas en 1927 o Teresa o la vida amorosa d’una dona, de Carme Montoriol, en 1932), la Llibreria Dalmau, la Políglota (Narcís, de Lola Anglada, en 1930), Ariel (un volumen de Poesías de Joaquim Folguera, prologado y traducido por Emilia Bernal, presentado por Alfons Maseras y fechado en 1930) o la Montaner & Simó (el monumental Industria eléctrica en España, de Francesc Sintes Olives y Francesc Vidals Burdils y prologado por Alfredo Viñas, en 1933).

También tiene mucho interés El fantasma de Canterville. Cuento panteo-idealista de Oscar Wilde (la profesora María de los Ángeles Ezama Gil le dedicó un estudio monográfico), cuyo colofón reza: «El presente libro fue proyectado, traducido y dibujado por José Donday y Shum estando reclusos en la penitenciaría de El Dueso y estampado en la imprenta de Juan Sallent de Sabadell, en donde vio la luz a los quince del mes de octubre del año mil novecientos veitiséis». El cubano José Donday Hernández (1892-1978), apodado el Pildorita por su afición al uso recreativo de fármacos, se estrenaba como traductor con esta obra, pero repetiría con otro texto impreso por Sallent, Los tres forasteros y otras narraciones, publicado a cargo de la Sociedad General Española de Librreías (SGEL) en 1929 y que reunía textos de Stevenson, Wilde, Disraeli y Thomas Hardy.

Entre las curiosidades de ese misma época, destaca también el catálogo que hizo el excelso y polifacético Josep Obiols para los almacenes de moda infantil El Dique Flotante, una empresa que se caracterizó por emplear para sus catálogos a algunos de los mejores ilustradores catalanes del momento (Junceda, Grau Sala, Evarist Mora, etc.).

De los primeros años treinta son muy notables por razones diversas las ediciones de los libros de la Biblioteca Catalana d’Autors Independents (BCAI), creada por Eusebi Isern i Dalmau (1896-1981), quien previamente había tenido responsabilidades en la editorial Diana (clientes ocasionales también de Sallent). Con motivo de la publicación del quinto número de la BCAI, el joven periodista y aventurero Ramon Pei explicaba en las páginas de La Publicitat (21 de septiembre de 1934):

Se ocupan de la impresión de los volúmenes de la Biblioteca Catalana d’Autors Independents los sucesores de la Imprenta de Joan Sallent, de Sabadell, el trabajo tipográfico de la cual ha sido muy a menudo justamente elogiado por los hombres de letras catalanes y por los bibliófilos más escrupulosos.

El señor Isern i Dalmau ha querido presentar una colección catalana que no se confundiera con ninguna de las existentes, y lo ha logrado por completo. La presentación de los volúmenes, con las cubiertas diversa i finamente coloridas, tiene originalidad —¿qué importa que unas ediciones extranjeras (The Albatross) tengan una presentación parecida?

En realidad, estos volúmenes en octavo oblongo, de 18 x 11, y de entre cien y doscientas cincuenta páginas, eran poco menos que una copia de la aludida colección de Max Christian Wegner, John Holroyd Reece y Kurt Enoch, pero sin duda resultaban muy modernas y rompedoras en el contexto de la edición catalana. En cuanto a los títulos y autores de la BCAI, se estrenó en 1933 con Madrid. L’adveniment de la República, de Josep Pla (1897-1981), y le siguieron Fénix o l’esperit de renaixença, de Joan Estelrich (1896-1958); Política fiscal de la Repúlica, de Isern i Dalmau; Per Catalunya. Contra una antología escolar, de Domènech Guansé (1894-1978); Viatge a Catalunya (1934), de Josep Pla; L’obra de la BCAI. Tres conferències, de Tomás Roig i Llop (1902-1987), Salvi Valenti y Ernest Albert i Galter; Catalunya, poble decadent (1935), de Josep Antoni Vandellós (1899-1950); L’aportació de l’occident català a l’obra de la Renaixença (1936), de Ramon Xuriguera (1901-1966), y Anecdotari d’en Francesc Pujols, de Miquel Utrillo (1915-1990).

A partir del inicio de la guerra civil española, la Sallent redobló esfuerzos y consiguió mantenerse como una de las imprentas más importantes y esmeradas de la península Ibérica incluso en los peores momentos, y de sus talleres salieron un buen puñado de ediciones muy celebradas de los Serveis de Cultura al Front (como las antologías L’humor a la Barcelona del Vuitcents, ilustrada por Xavier Nogués, y Raó i sentiment de la nostra guerra, ilustrada por Francesc Domingo, ambas en 1938) y del Comissariat de Propaganda de la Generalitat de Catalunya (como El més petit de tots, con texto y dibujos de Lola Anglada, y el Auca del noi català antifeixista i humà, con dibujos de Josep Obiols, por ejemplo). Sus trabajos en la posguerra, algunos de ellos de alto valor bibliófilo, son también muy dignos de atención.

Fuentes:

Josep M. Benaul Berenguer, «Autors, editors i impressors a Sabadell, 1850-1975. Nota histórica», en AA.VV., Sabadell, lletra impresa: de la vila a la fi de la ciutat industrial. Catàleg de la Col·lecció Esteve Renom–Montserrat Llonch, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2012.

Arnau Berenguer Garrigós, «Joan Sallent i Prat», Història de Sabadell S.XIX-XX.

Lluis Bonada, «Industrial i lletraferida», El Temps, núm. 1471 (21 de agosto de 2012), pp. 50-52.

Xavier Sallent, Joan Sallent, impressor, prólogo de Miquel Bach, Sabadell, Fundació La Mirada, 2021.

Los inicios de un excelso decorador de libros, Ricard Marlet

La vinculación del artista sabadellense Ricard Marlet (1896-1976) con la letra impresa fue muy temprana, y a principios de los años veinte publica ya algunos grabados al boj en impresos modestos, como por ejemplo dos ilustraciones para unos versos satíricos de Pere Quart dedicados al tranvía (y aparecidos en las modestas Edicions No me olvides en 1920) y en abril de 1922 en la revista de la Acadèmia Catòlica Garba (1920-1922), en la que colaboraban algunos jóvenes luego vinculados en distinto grado a la llamada Colla de Sabadell, como el crítico Armand Obiols (Joan Prat i Esteve, 1904-1971), el corrector y periodista Lluis Parcerisa (1896-1989) o el pedagogo y escritor Jordi Pons (Pere Valls Garreta, 1894-1983), así como ilustraciones en numerosos menús, programas de mano y otros impresos de uso efímero. Menos claro es que sea suya la firma del grabado que aparece en la cubierta de un elegante libro impreso a dos tintas en la sabadellense imprenta Sallent y que tuvo un éxito más que notable, Gloses femenines (1914), de Miquel Poal Aragall (189-1935), como se desliza en la interesante tesis de Marc Comadran Orpi sobre el noucentisme en Sabadell; esa firma tanto podría ser «R. Marlet» como «R. Marcet» (¿Ricard Marcet i Picard?) . Se da por seguro que Ricard Marlet se inició en el grabado al boj en 1918 de la mano de Antoni Oliver (hermano del célebre poeta y dramaturgo Joan Oliver, que firmaba como Pere Quart) y se tiene el de una bailarina por su primera xilografía.

Grabado al boj fechado en 1920.

En cualquier caso, en 1924, asentado ya como poco menos que el grabador oficial de la reputada imprenta de Joan Sallent, Marlet ganó el primer premio en un concurso de carteles convocado por Faianç Català (germen de las Galeries Laietanes) y se ocupó del interesantísimo Almanach de les Arts, revelándose entonces como uno de los mejores cultivadores del grabado al boj, una técnica que gracias al impulso del noucentisme estaba viviendo un proceso de reivindicación y recuperación. Por aquel entonces, el fotograbado había convertido los procedimientos xilográficos en recursos técnicamente obsoletos, pero como ha señalado Francesc Fontbona, una exposición en 1915 de Lluís Jou en las Galeries Dalmau llamó la atención de la crítica acerca de las posibilidades artísticas del grabado al boj, y durante el Noucentisme «si alguien ponía un boj en un impreso era precisamente porque se quería dotar a ese impreso de un tono de modesta solemnidad, un aire culto, prestigioso, que al mismo tiempo resultaba popular, atávico, y esta dualidad sería la que marcó el renacimiento de la xilografía».

Sello de contracubierta.

El primero de estos dos Almanachs de las Arts, fechado en abril de 1924, se abrió a una participación muy amplia entre los artistas sabadellenses, tanto de escritores (Joan Arús, Marià Burguès, Miquel Carreras, Joan Garriga, Armand Obiols, Joan Oliver, Joan Sallarès…) y compositores musicales (Josep A. Clapés, Josep Masllovet, Mateu Rifà…) como de grabadores e ilustradores (Marià Burguès, Francesc Cassanyes, Antoni Oliver, Antoni Vila Arrufat, Gustau Vila Grapa, etc.). Salvo por la ausencia de Trabal, aparecía al completo el Grup o Colla de Sabadell, y esta apertura respondía a la voluntad de demostrar la vitalidad —en términos cuantitativos— de las letras y las artes en Sabadell. Sin embargo, en el segundo (de junio de 1925) se fue más selectivo, sobre todo en la parte gráfica (dirigida por el propio Marlet). Ambos almanaques, muy cuidadosamente editados y encuadernados con cierto empaque, se imprimieron en la ya por entonces muy prestigiosa imprenta Joan Sallent.

Es el momento en que nace la editorial La Mirada, en la que Marlet tuvo una implicación de primer orden (diseños de la maqueta, cubiertas, logo) e ilustra para esta iniciativa muchos de los libros y diversos dípticos, como por ejemplo una edición del poema de Obiols «Llegenda del pirata que esdevingué ermità» (aparecido previamente en el Diari de Sabadell en el número especial de Navidad de 1924) acompañado de «El rústic villancet» de Josep Carner (1884-1970).

También de 1925 son las xilografías de L’aire daurat. Interpretacions de poesía xinesa, del traductor, crítico y poeta Marià Manent (1898-1988), que publicaría Atenes A. G. en 1928 y de la que tiraría quinientos ejemplares numerados en papel Offset A. G. P. con los cantos dorados. En enero de ese mismo año y hasta marzo de 1927 se desarrolló la andadura de la Revista de Poesía, dirigida por Manent, con Fages de Climent como secretario de redacción y Jaume Bofill i Ferro, Anna Maria de Saavedra y Tomás Garcés entre sus redactores y en la que colaborarían Josep Carner, Carles Riba, Josep Lleonart, etc. Ricard Marlet colaboró en la ilustración de las portadas.

El tren. Paisatge de conreus, grabado fechado en 1922.

Durante esa segunda mitad de la década, Marlet se dedica con intensidad al trabajo de grabador para libros, y no sólo de La Mirada; así, ilustra por ejemplo dos libros de Josep Puig Bosch (1889-1976), conocido como el Pare Hilari d’Arenys: Les eixides (1928), prologado por Apel·les Mestres y publicado por Lluís Gili, y La vall de Núria, que incluye numerosas fotografías de J. Canals y J. Mª Guilera, publicado por la Editorial Ibérica el año siguiente.

Aun así, le queda tiempo también para integrarse en la redacción artística de la que probablemente sea la mejor revista infantil del noucentisme, Jordi (febrero-agosto de 1928), dirigida inicialmente por Melcior Font (1902-1959) —luego sustituido por el infatigable Clovis Eimeric (1882-1952)— y en la que su nombre coincide con el de los escritores Josep Carner, C[èsar] A[ugust] Jordana (1893-1958), Carles Riba (1893-1959), Armand Obiols, Carles Soldevila (1892-1967) y los artistas Lola Anglada (1896-1984), Xavier Nogués (1873-1941), E[nric] C[ristòfor] Ricart (1893-1960) y, entre otros, Josep Obiols (1894-1967), autor de la cabecera.

De los años previos a la guerra civil resultan muy interesantes las doce planchas de gran formato (19 x 13) destinadas a un Quijote proyectado por The Limited Editions Club, creado en 1929 por George Macy (1900-1956) y que contaba con John Flass (1890-1973) para el diseño de sus ediciones. Actuó como mediador de este proyecto cervantino, que debía imprimirse en la Oliva de Vilanova, el poeta Marià Manent, que lo encargó inicialmente a E.C. Ricart. Se celebró incluso una reunión en mayo de 1931 con Macy en el Hotel Ritz de Barcelona en el que se le ofrecieron mil dólares por una cuarentena aproximada de grabados. Por entonces Ricart estaba inmerso en la creación de lo que sería la edición de Gili de La vida es sueño y del Poema de Nadal de Josep Maria de Sagarra que publicaría en 1931 la Llibreria Catalònia, pero aun así aceptó el encargo. Por motivos no del todo claros, los hermanos Vilanova encargaron el trabajo (36 grabados) a Ricard Marlet, que ese mismo año entregaba doce grabados correspondientes a nueve capítulos del primer volumen, dos del segundo y el frontispicio. Así las cosas, se pensó en una edición con grabados de ambos artistas, pero Marlet se sintió traicionado porque nada sabía de esos tratos y acabó demandando judicialmente a la Oliva, lo que obligó a los impresores a prescindir de sus obras y encargar a toda prisa a E.C. Ricart más grabados (la edición acabó saliendo sólo con obras suyas, veintinueve, en agosto de 1933), quien por esta obra fue objeto de más de una acusación de plagio.

Ilustración para el calendario publicitario de 1927 de la Impremta Sallent (en ocasiones se ha atribuido, erróneamente, a Josep Obiols).

Con la llegada de la guerra (durante la que diseñó por ejemplo el papel moneda de Sabadell) y el consecuente traslado de Marlet a la cercana Matadepera, se inicia una nueva etapa en la trayectoria del polifacético artista, que vale la pena tratar con un mínimo detenimiento.

Fuentes:

AA.VV., Ricard Marlet. Exposició del centenari (1896-1996), Museu d’Art de Sabadell-Fundació Caixa de Sabadell, 1996.

Anton Carbonell, «La Colla de Sabadell: “La qüestió es no estar mai parat»», Visat. 29 (febrer 2020), pp. 18-24.

Una de las ilustraciones de Marlet para el Almanach de 1925.

Marc Comadran Orpi, El procés d’expansió del noucentisme cap a les «segones ciutats». El cas de Sabadell (1910-1923), tesis doctoral, Universitat Autònoma de Barcelona, 2004.

Ana Fernández, «Ricard Marlet. Un centenari que ha valgut la pena», Quadern de les Idees, les Arts i les Lletres, núm. 107 (1996), pp. 316-317.

Montse Frisach, «Papers que parlen.70 anys d’història de Sabadell a través de la impremta Sallent», El Temps, 15 de enero de 2022.

Jaume Mercadé i Vergés, «Ricard Marlet i Saret (Sabadell, 1896- Matadepera 1976», Quadern de les Idees, les Arts i les Lletres, núm. 104 (febrero de 1996), p. 159.

Ferran Sanz Lou, La projecció internacional d’Enric Cristòfor Ricart com a gravador, Vilanova i la Geltrú, Fundació Privada del Foment Vilanoví (Colección Garivaldina 1), 2010.

Antoni Trallero i Alòs, «Algunes consideracions a l’entorn dels “Goigs en honra dels nassos més respectables de Sabadell» Arraona: revista d’història, núm 14 (1982), pp. 30-34

La azarosa aventura de editar en catalán en Chile

A tenor de las evidentes dificultades con que se encontraron, resulta bastante asombrosa la labor que consiguieron llevar a cabo los editores catalanes que como consecuencia del resultado de la guerra civil española se convirtieron en refugiados en los países que les acogieron. Baste como ejemplo los más de doscientos libros en catalán publicados en México, de los que casi una cuarta parte corresponden a la Biblioteca Catalana organizada y publicada por Bartomeu Costa-Amic (1911-2002), a los que para según qué propósitos sería conveniente añadir las numerosas y en algunos casos muy notables publicaciones periódicas. Sin embargo, como subrayó en su momento Maria Campillo refiriéndose a las ediciones chilenas de El Pi de les Tres Branques, quizá el criterio cuantitativo no es el más pertinente.

Visto con perspectiva, si la producción de «El Pi» no pudo ser cuantitativamente extensa, el conjunto, en cambio, es significativo. Constituye, por un lado y probablemente sin ningún tipo de intención deliberada, un compendio muy equilibrado, a escala reducida, de autores, géneros y modelos literarios muy representativos de la década de los cuarenta: tres volúmenes de poesía y uno traducido, un ensayo filosófico y tres de diferentes géneros narrativos y de tres modelos distintos (que suponen diferentes eslabones de la relación tradición/modernidad) dentro del psicologismo en boga. Del otro, indica la transición hacia la década de los cincuenta.

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Logo de El Pi de les Tres Branques.

Valdrá la pena por tanto señalar cuáles eran estos siete libros y un opúsculo a los que alude Campillo, y que constituyen el exiguo catálogo completo de El Pi de les Tres Branques:

Pere Quart, Saló de tardor [POESÍA], ilustraciones de Roser Bru, Santiago de Chile, El Pi de les Tres Branques (Sèrie Literària Catalana 1), 1947. Poesia. Veinte ejemplares en papel especial.

Benguerel

Xavier Benguerel.

Xavier Benguerel, La Máscara (Tres contes) [CUENTOS: «La màscara», «L’home dels prismàtics» y «El fugitiu»], Santiago de Chile (Sèrie Literària Catalana 2), 1947, 124 pp.

Josep Ferrater Mora, El llibre del sentit [ENSAYO], ilustraciones de Albert Junyent, Santiago de Chile, El Pi de les Tres Branques (Série Literaria Catalana. 3), 1948. 108 pp. Tirada de 400 ejemplares.

Carles Riba, Elegies de Bierville [POESÍA], Santiago de Chile, El Pi de les Tres Branques (Sèrie Literària Catalana 4), 1949. 68 pp. Edición de 230 ejemplares (200 en papel de medio hilo y 30 sobre papel especial y numerado). Por aquel entonces existía sólo una hoy mítica edición clandestina publicada en Barcelona con pie editorial falso (Buenos Aires 1942), que en esta edición chilena Riba corrigió y prologó.

Cèsar August Jordana, El Rusio i el Pelao [NOVELA], Santiago de Chile, El Pi de les Tres Branques (Sèrie Literària Catalana 5), 1950. Edición que consta de 470 ejemplares en papel medio hilo, y 30 ejemplares en papel especial, numerados del 1 al 30.

Domènec Guansé, La pluja d’or [NOVELA], Santiago de Chile, El Pi de les Tres Branques (Sèrie literària catalana 6), 1950. Rústica. 154 pp. Edición de 470 ejemplares en papel medio hilo, y 30 ejemplares en papel especial, numerados del 1 al 30. Premi Concepció Ravell en los Jocs Florals de la Llengua Catalana 1950 (celebrados en Perpiñán, Francia).

Josep Carner, Llunyania [POESÍA], Santiago de Chile, El Pi de les Tres Branques (Sèrie Literària Catalana 7), 1952. 130 pp.

Paul Valéry, El cementiri marí [POESÍA], traducción de Xavier Benguerel e ilustraciones de Carles Fontserè, Santiago de Chile, El Pi de les Tres Branques, diciembre de 1947 (previamente había aparecido en la revista Germanor).

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Carles Fontserè, exiliado en París.

En sus memorias, Xavier Benguerel (1905-1990) cuenta el arranque de este proyecto, al tiempo que describe con cierto pormenor el primer volumen y da unos datos interesantes: «El 19 de julio del 1947, Saló de tardor de Pere Quart inauguró las ediciones de El Pi de les Tres Branques: volumen de 116 páginas con treinta y cinco poemas y media docena de ilustraciones de Roser Bru, bien impreso en los obradores de la Imprenta Mediterránea». A la por entonces joven pintora y grabadora nacida en Barcelona Roser Bru (n. 1923), colaboradora también de Cruz del Sur, Pere Quart le había encargado el logo para El Pi de les Tres Branques, y en cuanto a la Imprenta Mediterránea (con sede en la Avenida Matta 320), de sus prensas habían salido por aquellos años títulos como Mosaico. Poemas líricos y romances de la Guerra Española (1944), del extremeño Cesáreo Vázquez Ambrós, exiliado de la dictadura primorriverista (1923-1930), que regresó a España en 1934 y volvió de nuevo a Chile en 1939; Instituciones políticas del antiguo estado catalán (1945), del abogado gerundense Lluís Franquesa i Feliu (1908-1951); las piezas escénicas Noche oscura de España y El retiro de Don Juan (1946), del abogado y escritor gallego Celso Romero Peláez, que posteriormente haría carrera también como traductor en Venezuela…

Como ya puede intuirse, fueron los escritores Pere Quart (Joan Oliver, 1899-1989), que contaba con la experiencia previa en las Edicions La Mirada, y Xavier Benguerel quienes tomaron las riendas del proyecto, si bien contaron con un patronato formado por Joaquín Sabaté, Pere Mir, Joan Juanet y Salvador Sarrà, y con el apoyo de los círculos que se movían alrededor del Centre Català de Santiago de Chile y de la revista Germanor (1912-1963), que desde 1945 y hasta su desaparición dirigió Domènec Guansé (1894-1978) y en particular del también editor en La Mirada Francesc Trabal (1899-1957).

Sin embargo, ya en 1948 Pere Quart decidió regresar a Barcelona, lo que hizo que a partir de ese momento Benguerel tuviera la última palabra en la decisión sobre qué y cómo publicar y quedara así como la única cabeza visible de la empresa, cuya significación cultural es notable, como ha puesto de manifiesto también Campillo:

..sobre todo en el momento de su aparición, en 1947, supone un viraje, una vez desaparecida la esperanza de que la victoria aliada modificara de forma substancial la situación española. Las pulcras ediciones de El Pi de les Tres Branques, que recuerdan, incluso formalmente, las de la Institució de les Lletres Catalanes durante la guerra, pueden interpretarse como la respuesta a una demanda, la que hacía Josep Carner en el editorial de abre el número de la represa, en París, de la Revista de Catalunya ([núm. 102], abril-junio de 1947). Exponía el poeta la necesidad, común al exilio y el interior, de proseguir a cualquier precio la vida literaria y reclamaba, para la literatura, los principios de la exigencia y el rigor, de la universalidad y la lealtad, de la fidelidad a un propósito.

Rafael Tasis

Rafael Tasis.

En el mismo texto mencionado por Campillo, escribe el poeta Josep Carner, otro de los publicados en El Pi de les Tres Branques, refiriéndose a la reaparición de la Revista de Catalunya, pero perfectamente aplicable a la editorial chilena: «Sin garantizar maravillas, lo cual sería imprudente en cualquier programa, queremos hacer, como dice el pueblo, imposibles para que la manifestación de nuestras letras y nuestro pensamiento se muestre, tanto como se pueda, honorable y honorada». Por otra parte, de la pulcritud de las ediciones y el acierto en la selección de títulos, así como del interés por distribuir esta colección entre los exiliados desperdigados por el mundo, da también testimonio el siempre exigente cuando de libros se trata Rafael Tasis (1906-1966), quien el 8 de mayo de 1948 escribe desde París a su amigo también exiliado Ramon Xuriguera (1901-1966): «Como tal vez te interesará, te remito el catálogo de nuevas ediciones de El Pi de les Tres Branques. He recibido unos pocos ejemplares de los primeros títulos publicados, y los marco con el precio de venta correspondiente. Del Saló de tardor me queda ya un solo ejemplar, pero si lo deseas te lo reservo. Hay cosas realmente buenas, de lo mejor que se ha hecho en poesía catalana en el exilio».

Elegies-de-Bierville

Retrato de Riba obra de Joaquim Sunyer (impreso sobre papel cuché y encolado en el lomo) i portada de las Elegies de Bierville.

Fue también gracias al estudio de los epistolarios que Lluís Busquets i Grabulosa pudo aportar información muy interesante acerca de títulos que en algún momento se sometieron a la consideración de Benguerel, que estuvieron a punto de publicarse o que incluso entraron en proceso de edición. En la revista Germanor llegaron incluso a anunciarse, por ejemplo, títulos de Pere Calders (acaso por mediación de Joan Oliver) y de Caterina Arderiu (1889-1976), pero podemos precisar además que fue su esposo, el poeta Carles Riba, que ya había publicado en El Pi de les Tres Branques, tras una notable labor de edición de sus Elegies de Bierville gracias a la colaboración epistolar de Benguerel, quien le insistió para que publicara el poemario Sempre i ara de Arderiu, que en 1938, en plena guerra civil, había obtenido el Premi Joaquim Folguera. En 1946, se hizo finalmente una elegante edición clandestina de cincuenta y un ejemplares de Sempre i ara en la barcelonesa SADAG (Societat d’Aliança d’Arts Gràfiques), con cinco litografías de la artista de origen georgiano Olga Sacharoff (1889-1967). Riba, además, intentó también que Benguerel publicara en Chile ensayos de crítica literaria, en particular los de Jaume Bofill i Ferro (1893-1968), que hasta 1955 no reuniría su excelente crítica literaria (publicada originalmente en en La Revista, Revista de Catalunya y La Nova Revista, entre otras) en Vint-i-cinc anys de crítica literaria, y Marià Manent (1898-1988). Pero hubo muchos otros casos, como explica Busquets i Grabulosa:

[Joan] Oliver pide a Benguerel que publique en la colección el libro de relatos Tota la saviesa d’aquest món, de Pous i Pagès (libro que se corrigió y preparó en Chile y que sólo el hado impidió que viera la luz), así como una de estas dos obras de Manuel Cruells, L’onze de setembre o Biografia de Pere el Gran […] Algunos autores ofrecen libros por su cuenta, como es el caso de Carner Ribalta, del propio Marià Manent, que pone a su disposición nuevas versiones de poesía china, o de Albert Junyent, covencido de que le interesará una evocación de la guerra en el frente de Aragón.

LlunyaniaCARNER

Albert Junyent intervino además en la búsqueda de financiación, por lo menos para el libro de Carner, cuya edición, en la que colaboró también Cèsar August Jordana (1893-1958) mediante intervención postal desde Buenos Aires, al parecer fue tan agotadora. También en el epistolario quedan reflejados los esfuerzos de Benguerel para encontrar financiación para proseguir con la publicación de nuevos título, pero finalmente las insuperables dificultades económicas hicieron que el proyecto del Pi de les Tres Branques acabara por fenecer. Como concluye Campillo al hacer balance de la contribución de los editores catalanes exiliados en América:

Por lo que se refiere al campo editorial, hay que tener en cuenta, en primer lugar, la aportación catalana al mundo de la edición latinoamericana, ya que entre los exiliados había un buen contingente de profesionales de todo tipo familiarizados con la industria del libro; desde editores a correctores de estilo, pasando por traductores, revisores de originales, ilustradores, además de toda la gama de especialistas en las artes gráficas (un sector mayoritariamente adscrito a la CNT y que se exilió masivamente). Así, la edición en lengua castellana se vio renovada y amplió su oferta […] En lo que atañe a la edición en lengua catalana, la producción no es completamente descorazonadora, si tenemos en cuenta las condiciones anómalas en que se produce.

 

Fuentes:

Xavier Benguerel, Memòria dun exili. Xile, 1940-1952, Barcelona, Edicions 62 (Cara i Creu 34), 1982.

Lluís Busquets i Grabulosa, «Epistolaris de Xavier Benguerel: un pou d’informacions», en Manuel Aznar Soler, ed., El exilio literario español de 1939 (Actas del Primer Congreso Internacional (Bellaterra, 27 de noviembre-1 de diciembre de 1995), Sant Cugat del Vallès, Gexel- Cop d’Idees, vol. I, pp. 555-568.

Maria Campillo, «Breve informe sobre el exilio literario catalán», en Manuel Aznar Soler, Las literaturas exiliadas en 1939, Sant Cugat del Vallès, Gexel- Cop d’Idees (Sinaia 1), 1995, pp. 37-42.

Maria Campillo, «L’exili a la literatura catalana», en AA.VV., L’exili republicà: política i cultura (Actes de les Jornades d’Estudi celebrades al Centre de la Cultura Misericòrdia, Palma 18-20 de noviembre de 2009), Palma de Mallorca, Colsell Insular de Mallorca-Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2011, pp. 75-92.

Josep Camps i Arbós, ed., Lespantós és el buit, el desert. La correspondencia entre Rafael Tasis i Ramon Xuriguera, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat (Biblioteca Serra d’Or 432), 2010.

Josep Carner, «Represa», Revista de Catalunya, núm. 102 (abril-juny de 1947), pp. 3-5.

Juan Francisco Escalona, «Editores españoles en el exilio», en Editores del exilio republicano de 1939. Exposición en la Sala de Revistes de la Biblioteca dHumanitats de la Universitat Autònoma de Barcelona, diciembre de 1999, pp. 7-39.

Galderich, «La també rara segona edició de les Elegies de Bierville», Piscolabis&Librorum, 12 de julio de 2009.

Un vistazo a la editorial La Mirada (1925-1930)

El arranque de la editorial sabadellense La Mirada a finales de 1925 con L´Any que ve, un libro de chistes ilustrados prologado por Josep Carner, llamó mucho la atención de la crítica, de los lectores y de los profesionales, y en la misma editorial, cuyo logo era obra de Ricard Marlet (uno de los grandes artistas que estaban recuperando en aquellos años del grabado al boj), salieron otros títulos libros de parejo interés que revitalizaron el panorama editorial.

Página de L´any que ve.

Al año siguiente aparecía con el mismo sello Ofrena rural, de Guerau de Liost (Jaume Bofill i Mates, 1878-1933), en el que la crítica ha visto confirmado un desplazamiento de la influencia de Ruskin a la de Francis Jammes que ya se apuntaba en su poemario previo Selvatana d´amor (1920). A éste seguiría en 1927 Tres estels i un ròssec, un conjunto de textos firmados por Bellafila, que es el seudónimo que desde 1902 (y hasta 1928) empleó el poeta Josep Carner (1884-1970) para firmar sus comentarios políticos en el benemérito periódico La Veu de Catalunya (1880-1937).

 

En 1928 la cadencia de publicación cobró por fin un ritmo más sostenido. Del gran poeta Carles Riba (1893-1959) se recogieron una serie de cuentos destinados al lector infantil que previamente, después del éxito de Aventures d´en Pierrot Marrasquí (1917), habían aparecido en 1918 publicados individualmente en la Editorial Muntañola ilustrados por Xavier Nogués, Joan G. Junceda y Apa (Feliu Elías), y a los que en esta ocasión se añade, a modo de prólogo, unas «Paraules a la gent gran». De Josep Carner se publica el libreto de la ópera El giravolt de maig, que con música de Eduard Toldrà (1895-1962) i figurines de Xavier Nogués (1873-1941) se estrenó en el Palau de la Música de Barcelona el 27 de octubre de ese año (se repuso durante la guerra civil, el 12 de abril de 1938 y, más recientemente, en diciembre de 2003, por els Amics de l´Òpera de Sabadell) y una reedición de Els fruits saborosos, poemario que en su momento (1906) supuso la confirmación de Carner, junto con Eugeni d´Ors, como una de las puntas de lanza del noucentisme, y que en esta nueva versión aparece casi reinterpretado y reescrito por completo desde la madurez, como advierte el propio poeta en el prólogo.

Entre los autores consagrados y procedentes de la órbita del noucentisme que se publican ese mismo año en La Mirada se cuentan también Antoni Rovira i Virgili (1882-1949), de quien aparece la recopilación de prosas Teatre de la natura: paisatges i marines, botánica i zoología, conformada con textos procedentes de publicaciones periódicas como La Nau (que él mismo había contribuido a fundar y en el que sería un asiduo Armand Obiols) y La Publicitat;  Josep Maria Millàs-Raurell (1896-1971), de quien se publica la primera edición de la obra teatral estrenada en 1924 el Romea Els fills, que constituye una punzante crítica de la burguesía barcelonesa; a Carles Soldevila (1892-1967),  también la primera edición de la comedia La tia d´Amèrica, cuyos dardos apuntan a la misma clase social.

Francesc Trabal.

Por su parte, Agustí Esclasans (1895-1967) se puso en contacto con Trabal para intentar publicar su primer libro de cuentos al cerrársele otras puertas, y el editor sabadellense aceptó la propuesta si reducía la selección inicial de treinta a veinte cuentos. El éxito de este libro, Històries de la carn i de la sang, hizo que el año siguiente Avel·lí Artís i Balaguer hiciera una segunda edición, como número 11 de su colección Les Ales Esteses, y durante la guerra lo recuperó Josep Janés (1913-1959), como número 152 de sus excelentes Quaderns Literaris, quien además durante la posguerra publicó la traducción al español en su colección Lauro (Historias de la carne y de la sangre, 1946).  Si bien el arriesgado proyecto de hacer una edición en gran lujo, durante la guerra civil, con ilustraciones de Xavier Nogués, nunca llegó a materializarse, los diez cuentos descartados al conformar el volumen de La Mirada constituyeron después el cañamazo de Miquel Ángel i altres proses, que Janés publicó como tercer número de los Quaderns Literaris con una portada a pluma de Emili Grau Sala (1911-1975) y grabados del artista vidriero Jaume Muntasell (1915-¿?), en una de las muy escasas colaboraciones editoriales de este artista que parecen haber dejado rastro.

Igualmente notable es la presencia en La Mirada de un prosista muy conscientemente alejado del noucentisme y de cualquier atisbo de elitismo que le pudiera ser connatural como fue Josep Pla, de quien aún en 1928 se publica una primera y luego mítica edición –porque suele considerarse que las posteriores refundiciones estropearon el texto– de Vida de Manolo, contada per ell mateix, con 25 grabados fuera de texto (en 1930 apareció la traducción de Juan Chabás en la editorial Mundo Latino, precedida de un prólogo de Carles Riba, que hizo que en los años cincuenta Dionisio Ridruejo lo describiera como «uno de los mejores libros que se han publicado en España durante los últimos treinta años).

El resto de obras publicadas en 1928 en La Mirada responden a la segunda línea editorial, la de dar a conocer los primeros libros de los jóvenes que formaban o se movían alrededor de la conocida como Colla de Sabadell, y que puede interpretarse como un modo de responder a la situación que muchos autores consideraban injusta de las relaciones económicas entre escritores y editores:  L´home que es va perdre, de Francesc Trabal, y Una tragedia a Lil·liput, de Joan Oliver. De Armand Obiols (Joan Prat i Esteve, 1904-1971), el otro puntal del proyecto, se anunció en varias ocasiones un poemario de raigambre simbolista, Deucalió, del que al parecer nunca llegó a quedar suficientemente satisfecho como para darlo a imprimir. La misma combinación aludida se seguiría más o menos en los años sucesivos.

En 1929 aparece la obra de Josep Maria de Sagarra (1894-1961) Judit, la recopilación Tot de contes, de Cèsar August Jordana (1893-1958) y, más difícil de situar estéticamente, Vida i mort dels barcelonins, un conjunto de relatos muy concisos de Joan Sacs (Feliu Elias, 1878-1948) en la que el lenguaje humorístico y salpicado de coloquialismos y frases hechas desemboca en una visión amarga de la condición humana. Y a ellos seguirían en 1930, por un lado, el  Llibre d´estances. Llibre segon, precedit de la reedició del primer, de Carles Riba, y, por el otro,  Judita, de Francesc Trabal, que durante la guerra civil Josep Janés recuperaría en sus Quaderns Literaris. Depués de Judita, y tras publicar Quo vadis Sànchez? (1931) en Edicions de La Rambla, Trabal entró en el catálogo de la editorial Proa con Era una dona com les altres (1932) y Hi ha homes que ploren perque el sol es pon (1933), y por esos mismos años La Mirada acabó por convertirse en una colección de esa editorial, donde, en lo formal, se perdió el diseño original y, en cuanto a la selección de títulos, se introdujeron una serie de matices que como es muy lógico rompieron ese relativo equilibrio entre autores cuya obra había evolucionado a partir (y en algunas ocasiones contra) el noucentisme y los nuevos autores surgidos en los aledaños del Grup de Sabadell (a los que Carner se refirió quizá acertadamente como «escola sabadellenca»).

Al margen de este comentario han quedado una gran cantidad de hojas sueltas de poemas ilustrados, poemas visuales, grabados, estampas, etc. publicadas también por La Mirada que no son fáciles de documentar.

Fuentes:

Biblioteca de la Fundació La Mirada.

Miquel Bach, «L´indiscret encant de La Mirada», en La Colla de Sabadell, entre el Noucentisme i l´avantguarda (catálogo de la exposición), Sabadell, Fundació La Mirada, 2002.

Josep Mengual, A dos tintas. Josep Janés, poeta y editor, Barcelona, Debate, 2013.

Joan Oliver-Pere Calders, conversación transcrita por Xavier Febrés, con fotografías de Pilar Aymeric, Barcelona, Ayuntamiento de Barcelona-Laia (Diàlegs a Barcelona, 2), 1984.

Joan Oliver, Temps, records, ed. de Miquel Bach y prólogo de Pere Calders, Sabadell, Fundació La Mirada (Ragtime 3), 1991.

Apéndice: La Mirada (salvo error u omisión)

Francesc Trabal L´Any que ve; prólogo de Josep Carner e ilustraciones del autor, d’Antoni Vila Arrufat, Ricard Marlet, Lluis Parcerisa, Josep Maria Trabal, Joan Oliver, Armand Obiols i Miquel Carreras, 1925.

Guerau de Liost (Jaume Bofill i Mates), Ofrena rural, 1926.

Bellafila (Josep Carner), Tres estels i un ròssec, 1927.

Josep Carner, El giravolt de maig, 1928.

Carles Riba, Sis Joans, 1928.

Francesc Trabal, L´home que es va pedre, 1928.

Joan Oliver, Una tragedia a Lil·liput, 1928.

Josep Pla, Vida de Manolo, contada per ell mateix, 1928.

Antoni Rovira i Virgili, Teatre de la natura: paisatges i marines, botánica i zoología, 1928.

Josep Carner, El giravolt de maig, 1928.

Josep Maria Millàs-Raurell, Els fills, 1928.

Agustí Esclassans, Histories de la carn i de la sang, 1928.

Josep Carner, Els fruits saborosos, 1928.

Carles Soldevila, La tia d´Amèrica, 1928.

Joan Sacs, Vida i mort dels barcelonins, 1929.

Josep Maria de Sagarra, Judit. Poema, 1929.

C.A. Jordana, Tot de contes, 1929.

Carles Riba, Llibre d´estances. Llibre segon, precedit de la reedició del primer, 1930.

Francesc Trabal, Judita, 1930.

Un momento álgido de la edición en Sabadell

A Xavi Junyent i Xavier Bernadí, amb qui em vaig patejar, de dia i de nit, els carrers que aquí es mencionen.

 

La ciudad de Sabadell, cocapital de la comarca del Vallès Occidental (con Terrassa) y situada a unos 25 kilómetros de Barcelona, atesora una tradición como centro editor poco desdeñable y, además de algunas gentes de letras  notables como Francesc Trabal (1899-1957), Pere Quart (Joan Oliver, 1899-1986), Armand Obiols (Joan Prat, 1904-1971), Feliu Formosa (n. 1934), el librero y editor Joan Sallarès i Castells (1893-1971) o el pintor y editor Andreu Castells (1918-1987), es cuna de nombres importantes y acaso menos conocidos en el mundo de la edición, como los de Joan Sallent (1879-1936) y Ricard Marlet (1896-1976).

Imagen de la Escola Industrial de Arts i Oficis de Sabadell en 1928.

Muestra de la importancia que Sabadell tuvo como centro impresor es el hecho de que Joan Sallent i Prat, hijo de pequeños agricultores, se formara como aprendiz en una de las mayores imprentas que a principios de siglo había en España, la de Joan Comas i Faura (creada en 1885 y que contaba con unos setenta operarios), que durante muchos años estuvo situada en el número 7 de la calle Lacy, desde donde distribuía sus trabajos a toda la península e incluso al extranjero. Otro sabadellense notable, el mencionado Joan Sallarès, también pasó por la Comas, después de iniciarse a los doce como aprendiz en el taller de Magí Ribera y pasar por la Tipografía Vives, al margen de ser autor de obra sobre la historia del oficio (D´impremtes i d´impressors de Sabadell, 1963).

Antigua ferreteria en la Rambla, esquina Lacy (Sabadell).

Sin embargo, en 1912 Joan Sallent aparece ya documentado con un taller propio, dotado con una Minerva, ubicado inicialmente en Horta Nova, y en 1913 en la calle Sant Quirze (muy cerca, por tanto, de la imprenta de Joan Comas). En muy poco tiempo, esta imprenta se convirtió en un punto de referencia de la edición noucentista y empezó a recibir encargos de editoriales barcelonesas importantes, entre las que destacan la Librería Verdaguer (fundada en 1835 por Joaquim Verdaguer Bollich en las Ramblas) y la Catalonia de Antoni López Llausàs (situada en la plaza Catalunya), a las que en los años veinte se añadieron la Barcino y los principales proyectos surgidos en Sabadell.

Fueron los veinte una década bastante movida en la ciudad en cuanto a actividad editorial. En septiembre de 1920 surgía Garba (35 números hasta diciembre de 1922), una revista de arte y literatura impresa en Sabadell por Noográfica y dirigida por Ramon Ribera i Llobet (1882-1957) que no debe confundirse con la homónima barcelonesa de Josep Baguñà; en julio de 1921 aparecía, bajo la dirección de Armand Obiols y Esteve Serra, un único número de la revista de aires renovadores y vanguardistas Vibracions. Primera fulla de gimnàstica espiritual; en 1924 se publica por primera vez el Almanac de les Arts, impreso por Sallent y con grabados de Ricard Marlet, quien a esas alturas ya se había establecido como uno de los principales recuperadores del grabado al boj que había impulsado el noucentisme, y se añadía de ese modo a la pléyade que estaban conformando Xavier Nogués (1873-1941), Enric-Cristòfol Ricart (1893-1960) y Josep Obiols (1894-1967).

Página del Almanac de 1925, que recoge un poema de Joan Oliver y una acuarela de Narcís Giralt (Impreso por Sallent).

A mediados de la década, nace, por el impulso de la Lliga Regionalista, la Biblioteca Sabadellenca, un proyecto formalmente ambicioso que desde el primer volumen, en 1925, imprimió siempre la Sallent. Hasta 1936 publicó treinta  cuatro volúmenes, bajo la dirección del periodista y director del Diari de Sabadell Joan Costa i Déu (1883-1938), quien contaba con la colaboración y el asesoramiento del ya mencionado Joan Sallarès. Se estrenó con una antología seleccionada por Costa y Sallarès, y a ella siguieron poemarios de la compositora y pianista Agnès Armengol (1852-1934), del escritor vanguardista Joaquim Folguera o de Joan Trias Fàbregas (este último prologado por Joan Oliver), entre otros.

Sin embargo, el gran acontecimiento en aquellos años fue la gestación del conocido como Grup o Colla de Sabadell, pues de allí surgió otro proyecto en el que se lució Sallent, La Mirada, una de las editoriales más influyentes en la modernización tanto de la literatura como de las artes gráficas catalanas, y cuya huella puede percibirse todavía en determinados aspectos de algunos proyectos en activo (y quizá particularmente en Quaderns Crema). Ese conjunto de ejemplares, cuyo diseño sigue asombrando por su modernidad, con sus cubiertas en tela en color plano (diferente en casa caso) y con un formato casi cuadrado, o bien los de la colección de teatro, en rústica y con elegantes cubiertas a dos tintas, ha acabado por convertirse en poco menos que una serie de culto.

Uno de los integrantes del grupo, Pere Quart (Joan Oliver), dejó en 1960 una intensa y elocuente evocación de la génesis de la editorial, que tuvo por escenario la entrada al Marquet de les Roques, un pequeño castillo «al fondo de la Vall d´Horta, bajo el Montcau».

Un anochecer, alrededor de esas mesas, nos reunimos Josep Carner, Jaume Bofill i Mates, Carles Riba, Francesc Trabal, Armand Obiols y yo. Los maestros hablaban y los jóvenes escuchábamos; se nos hizo de noche. Habíamos comido en el castillo; en aquel ágape quedó constituida una empresa editorial modesta, pero significativa: La Mirada. De los seis, hoy sólo quedamos tres, y dos de ellos están muy lejos.

Imagen actual del Marquet de les Roques.

Al parecer, inicialmente se pensó en una colección de libros de arte para los cuales se barajaron como los tres primeros protagonistas Pablo Picasso, Salvador Dalí y Joan Miró, pero esa idea pronto fue sustituida por una actividad próxima a la de una cooperativa en la que los escritores implicados darían a conocer una serie de textos destinados a provocar no poco escándalo y a unas ciertas tensiones con los sectores culturalmente más conservadores de la ciudad (y, por extensión, de Cataluña), mientras otros sectores más jóvenes, que podrían perfectamente ejemplificarse en la redacción del periódico Avui (Pere Calders, Tísner, Àngel Estivill, Sebastià Juan Arbó, Lluis Palazón, Ignasi Agustí), se entusiasmaban con esa bocanada de aire fresco.

Joan Oliver en 1932.

El logo de la editorial fue obra de Marlet, miembro de la Colla de Sabadell (conocida en su ciudad también como Coro de Santa Rita), y el primer libro en el que apareció fue en L´any que ve, un volumen que firmaba Francesc Trabal pero en el que participaron también otros miembros del grupo, tanto en los textos como en las ilustraciones (Antoni Vila Arrufat, Ricard Marlet, Lluis Parcerisa, Josep Maria Trabal, Joan Oliver, Armand Obiols y Miquel Carreras). Se trataba de un libro de chistes en los que, bajo una apariencia decorosa, elegante e incluso distinguida pero moderna, elitista al fin y al cabo, se ocultaba un tipo de humorismo de lo más explosivo, en un tipo de juego que ponía ya de manifiesto las poderosas raíces vanguardistas de la propuesta de La Mirada. Este aspecto de juego un poco provocativo (épater le bourgeois) se reforzaba además por ir encabezado por un prólogo del reputado poeta Josep Carner (1884-1970), que ya con quince años había ganado su primer premio en los Jocs Florals de Barcelona y a principios de siglo era conocido como el príncep dels poetes, pues le avalaba el hecho de ser uno de los pocos escritores profesionales.

Francesc Trabal.

En realidad –y esto lo descubría el comprador una vez retirado el celofán que protegía el volumen–, los dibujos no hacían ninguna justicia al prestigio de sus autores, sino que más bien se trataba de ilustraciones de trazo desgarbado, intencionadamente naïf en el peor sentido. En cuanto al texto, los chistes ponen en cuestión la validez del lenguaje como herramienta para entendernos (en algunos momentos puede recordar algunos diálogos del teatro del absurdo), desmontan los clichés lingüísticos inservibles ya para transmitir nuevas ideas, ponen en entredicho las frases hechas y las muletillas, para poner de este modo de manifiesto su carácter absurdo e irracional, en lo que puede interpretarse como un juego bastante más serio de lo que pudiera parecer a un lector descuidado (que fue lo que en realidad sucedió a buena parte de los lectores de su tiempo).

Durante la guerra civil, entre otras cosas Marlet diseñó los billetes de uso local que se imprimieron por entonces en Sabadell.

Con este primer perdigonazo (al que siguieron una serie de títulos también muy dignos de mención de autores como Carles Riba, Cèsar August Jordana o Josep Pla), se acentuaron las diferencias y rencillas con el sector editorial más asentado en Sabadell y más conservador, particularmente con la Biblioteca Sabadellenca (vinculada a la Lliga Regionalista), si bien en la segunda mitad de  la década de los veinte no se había iniciado aún el acercamiento de los principales miembros de esta generación al pensamiento ni a las organizaciones marxistas, como sí se pondría muy claramente de manifiesto a raíz de la sublevación de julio de 1936.

En cualquier caso, ajenos a todo ello, tanto Marlet como Salllent (a cuya muerte le sucederían su hijo Eugeni y Francesc de P. Custodio) continuaron trabajando con todos ellos, acrecentando su prestigio, bien conocido y reconocido no sólo en Barcelona, sino en toda España y allende sus fronteras.

Colofón a dos tintas de uno de los 188 ejemplares de El Poema de Montserrat, de Josep Maria de Sagarra, firmados por el autor, ilustrados por Ramon de Capmany i Muntaner, e impresos por Sucesores de Joan Sallent en 1950.

Fuentes:

Joan Alsina i Giralt, «Joan Sallarès i Castells, 1893-1971. Assaig de biografia», Arrahona, tercera época, núm. 6 (primavera de 1990), pp. 47-64.

Miquel Bach, L´indiscret encant de La Mirada, La Colla de Sabadell, entre el Noucentisme i l´avantguarda (catálogo de la exposición), Sabadell, Fundació La Mirada, 2002.

Lluis Bonada, «Industrial i lletraferida», El Temps, núm. 1471 (21 de agosto de 2012), pp. 50-52.

Josep Lluís Martín i Berbois, «La Biblioteca Sabadellenca Una editorial al servei d’un partit», El Marges, núm. 80 (2006), pp. 31-48.

Joan Oliver-Pere Calders, conversación transcrita por Xavier Febrés, con fotografías de Pilar Aymerich, Barcelona, Ayuntamiento de Barcelona-Laia (Diàlegs a Barcelona, 2), 1984.

Joan Oliver, Temps, records, ed. de Miquel Bach y prólogo de Pere Calders, Sabadell, Fundació La Mirada (Ragtime 3), 1991.

Joan Sallarès, A l´ombra del campanar, Sabadell, Comissió de Cultura de I’Ajuntament de Sabadell, 1970.