Día del Libro, 1938: Guerra de cifras durante la guerra civil española

La de 1938 fue, lógicamente, una de las celebraciones del Día del Libro singulares, pero como tantas otras estuvo acompañada por su correspondiente polémica acerca de cuáles habían sido los libros más vendidos.

Entre estas singularidades destacan por ejemplo las fechas en que se celebró. Del mismo modo que en 1937 se había desplazado inicialmente a mayo, y posteriormente, como consecuencia de los conocidos precisamente como Hechos de Mayo, a principios de junio, en 1938 se desarrolló a mediados de año, inicialmente restringido al día 15, si bien posteriormente prolongado al día siguiente, mientras que numerosos actos relacionados con el libro (conferencias, exposiciones, recitales…) se extendieron entre los días 13 y 19 de junio.

Otra de las singularidades, muy probablemente vinculada con el avance de las tropas franquistas que habían ido generando miles de desplazados a tierras aún republicanas, así como al traslado del gobierno español de Valencia a Barcelona (31 de octubre de 1937) y de empresas editoriales como Hora de España y Nuestro Pueblo, es el hecho de que aumentara muy notablemente la circulación de libros publicados en lengua española y consiguientemente el porcentaje que supusieron en el global de las ventas durante estas jornadas.

Cartel de la Fira del Llibre de 1937.Y una tercera singularidad: por parte de las autoridades catalanas, uno de los objetivos más importantes y urgentes de esa feria era obtener libros para el Servei de Biblioteques al Front, cuyos fondos habían sido víctimas de los particularmente duros bombardeos de que había sido objetivo Barcelona en marzo de ese año.

Sin embargo, no sólo acerca de las cifras, sino incluso de los títulos más vendidos es difícil obtener datos fiables, pues muestran una inequívoca intencionalidad por parte de aquellos que los facilitan.

El día anterior a la Diada, casi toda la página 8 de La Vanguardia, que por entonces dirigía de facto Paulí Masip (1899-1963), la ocupaban tres enormes anuncios sobre novedades editoriales que son muy significativos: Uno de Ediciones Europa-América, con un prolijo listado de títulos, con sus correspondientes precios, clasificados temáticamente (Clásicos del Marxismo-Leninismo, El Movimiento Estajanovista, Colección Stalin, La Lucha contra el Trostkismo…); otro de Editorial Nuestro Pueblo con una forma similar y en cuyo catálogo destacaban obras de José Herrera Petere (1909-1977), Federico García Lorca (1898-1936) y Pedro Garfias (1901-1967), entre otros, y un tercer anuncio con las novedades de una singular Estrella, Editorial per a la Juventut, que encabezaban Dubrowski, el bandido, de Pushkin, y dos obras de Antoniorrobles (Antonio Joaquín Robles Soler, 1895-1983): Don Nubarrón en las colas y Don Nubarrón en su tinajón. No es ocioso señalar que estos tres sellos estaban vinculadas a la empresa Distribuidora de Publicaciones, cuya oficina central estaba en el número 260 de la calle Diputació (entresuelo) y con Librería Internacional, en el número 21 del Passeig Maragall (entrada por Diputación); en otras palabras, pertenecían a un mismo conglomerado de empresas vinculado al Partido Comunista, como describe bien Gonzalo Santonja  en Los signos de la noche.

Federico García Lorca.En la página 7 del mismo periódico, aparecían otros anuncios diversos, de las publicaciones del Comisariat de Propaganda de la Generalitat de Catalunya, de las Unitats de xoc de Calders ilustrado con grabados de Enric Cluselles y prologado por Carles Riba o, más sorprendente, de la edición de La Biblia que ponía a la venta por esas fechas la Casa de la Biblia, pero el espacio central lo ocupaba de nuevo un inmenso anuncio en el que se destaca otro libro de Nuestro Pueblo, Madrid es nuestro, que reúne sesenta crónicas firmadas por Jesús Izcaray, Clemente Cimorra, Mariano Perla y Eduardo Ontanón, prologadas por el general José Miaja (1878-1958).

Enric Cluselles.En la plaza Catalunya y sus aledaños, montaron esa jornada sus puestos las Milicias de la Cultura, Mujeres Libres, Mutilados de Guerra, la Asociación de Artistas Teatrales, la Asociación de Amigos de la URSS, Asistencia Infantil, entre otras organizaciones, mientras que en los locales del CADCI (Centre Autonomista de Dependents del Comerç i de la Indústria) pronunció una conferencia Josep Pujols, en el local social de Profesionales Liberales (CNT) se organizó una exposición de libro antiguo (con ejemplares de los siglos XV y XVI) o en la Biblioteca Apel·les Mestres una sobre libro infantil, entre infinidad de otras iniciativas parecidas en todos los barrios de la ciudad.

Si bien en el Dia del Libro de 1937 a la prensa le sorprendió la cuantiosa venta de libros de poesía catalana, al hacer balance de la jornada de 1938 un anómimo redactor de La Rambla aseguraba que «No encontraréis ningún dependiente que no os diga que nunca se habían vendido tantos libros». Sin embargo, el exfutbolista del Barça y el Catalonia, y entonces profesor y periodista, Isidro Corbinos (1894-1966) matizaba esas palabras en La Vanguardia recurriendo al testimonio de un librero con puesto en las Ramblas:

En realidad, esta de hoy es una media fiesta del libro. Porque no hay libros, no hay compradores. No hay, se entiende, el buen libro, agotado y ya inexistente en el mercado; el buen libro que se ha vendido siempre en todas las ferias, todos los años. No queda nada de Galdós, ni de Pereda, ni de Palacio Valdés, ni de Alarcón, ni de los grandes novelistas extranjeros. No queda el libro de calidad literaria. Ni libros de Arte. Ni siquiera libros técnicos… […] Además, el lector ha disminuido, se encuentran en el frente todos aquellos que más leían. [..] Pero no se crea […], se compraría infinitamente más si hubiera todos los libros que se piden.

El mismo Corbinos señala que los actos relacionados con el libro han ganado protagonismo en detrimento de la venta propiamente dicha, pero apunta también el éxito  de las biografías, así como del libro popular de bajo precio y destaca que «algunas ediciones económicas editadas por unas Ediciones para la Juventud se agotaron» y que en general los libros sobre la revolución y la guerra se han vendido «a cataratas». Aun así, incorpora también el testimonio del insigne librero especializado en teatro Àngel Millà i Navarro (1890-1975), que hasta cierto punto lo desmiente pues a media tarde aseguraba haber vendido ya más de mil ejemplares de la edición económica (50 céntimos) de La vida es sueño, de Calderón de la Barca. Téngase en cuenta que la recién aparecida edición de Unitats de xoc mencionada se puso a la venta a 10 pesetas, el mismo precio que el también reciente Infants, de Pere Creixems (1893-1965), una carpeta con trece láminas ilustradas y texto bilingüe (catalán y español). En parte, estas diferencias de precios, se explican por la propiedad del entonces ya escaso papel. Otro de los éxitos en catalán fue la tercera edición del clásico del pacifismo Res de nou a l´Oest, de Erich Maria Remarque (1898-1970), traducida por Joan Alavedra i Segurañas (1896-1981), que acababa de poner a la venta la editorial Proa.

Otra enumeración de títulos estelares la ofrece el periódico El Día Gráfico en un artículo titulado «La jornada de la Feria del Libro», que los clasifica entre clásicos extranjeros y españoles y los ordena de más a menos vendidos: Dostoievski, Zola, Dickens, Dumas y Hugo, por un lado, y Galdós, Valle-Inclán y Blasco Ibáñez, por el otro, pero destaca también el Contraataque de Sender, La España donde se juega el destino de Europa, de André Marty, Dubobski el bandido, de Pushkin, y varios títulos de Romain Rolland. Vale la pena señalar acerca de Valle-Inclán (186-1936) que ese año Nuestro Pueblo acababa de publicar una edición del Tirano Banderas prologada por Enrique Díez-Canedo (1879-1944) y orta de La corte de los milagros con una nota previa de Antonio Machado (1875-1939), con unas tiradas por lo menos cercanas a los 2.500 ejemplares.

Por su parte, El Noticiero Universal toma como fuente la mencionada Distribuidora de Publicaciones de la calle Diputación y le da el siguiente saldo: la lista la encabezan Contraataque, Madrid es nuestro, Acero de Madrid (de José Herrera Petere), Tirano Banderas y el romancero de la guerra civil. Pero más descarado todavía es artículo publicado en el periódico comunista Treball, en el que puede leerse que «Se ha celebrado con un enorme éxito de público y de ventas», «Los temas preferidos han sido los de la guerra y los referidos a la URSS» o que «Los autores favoritos: Lenin y Gorki».

Es evidente que toda feria del libro ha generado siempre unas listas de títulos más vendidos de una seriedad y fiabilidad más que limitada –aunque las intenciones e intereses no siempre han sido tan claros–, y de ahí el acierto de dejar de elaborarlas por parte de la organización de las mismas.

Recogida de libros destinados al frente durante el Día del Libro de 1938.

Fuentes:

La Vanguardia de los días 14, 15 y 16 de junio de 1938.

«La festa d´avui», La Rambla, 15 de junio de 1938.

«La jornada de la Feria del Libro», El Día Gráfico 16 de junio de 1938.

«El Día del Libro», El Noticiero Universal, 16 de junio de 1938.

Màrius Carol, Entre libros y rosas. Sesenta años de una fiesta ciudadana, Barcelona, Federación de Gremios de Editores de España-La Magrana, 1996.

Joan Crexell, El llibre a Catalunya durant la guerra civil, Barcelona, Publicacions de l´Abadia de Montserrat, 1990.

Gonzalo Santonja, Los signos de la noche. De la guerra civil al exilio. Historia peregrina del libro republicano entre España y México, Madrid, Castalia (Literatura y Sociedad 76), 2006.

 

Renovación del humorismo en la edición de posguerra

«Una originalísima creación editorial que reunirá las más interesantes novelas de humor y de optimismo, seleccionadas entre la obra de los máximos escritores de nuestro tiempo.» Así se presentaba a los lectores en 1942 la colección Al Monigote de Papel, encuadrada por José Janés (1913-1959) en la editorial Aretusa, y lo cierto es que los autores que publicó ese año no desmerecen esa ambición: Chesterton (El Club de los negocios raros), P.G. Wodehouse (Luna de verano), Ramón Gómez de la Serna (El Gran Hotel), Pierre Mac Orlan (El canto de la tripulación), a los que seguirían al año siguiente Henri Lavedan (la traducción de Gabriel Miró de Su Majestad), el reciente vencedor del Premio Rühmann Rolf Lennar (El acompañante inofensivo), Mark Twain (Un yanqui en la corte de Rey Arturo), Max Beerbohm (Zuleika Dobson) y Achile Campanille (Si la luna me trae fortuna)…

José Janés.

Quizá no tenga mucho sentido preguntarse si esta fue la colección con que en España arrancó en la posguerra el resurgir de la literatura humorística –que, efectivamente, lo fue–, pues lo cierto es que contaba con muy notables antecedentes, como Los Humoristas de Espasa ya desde 1929 o en los años veinte la colección de Biblioteca Nueva dedicada a humoristas españoles contemporáneos. Y también es cierto que ya en la inmediata posguerra Janés había prestado atención al género, por ejemplo en la serie Humoristas de la colección Constelación de las Ediciones de la Gacela, en la que había publicado, entre otras obras, Nuestra diosa comedia, Massimo Bontempelli (1878-1960), a quien antes de la guerra ya publicaba en catalán, o El monóculo, de Aldous Huxley (1894-1963). Y, por su parte, tendría enseguida importantes imitadores y continuadores, en particular la colección de los años cincuenta El Club de la Sonrisa, en Taurus.

No es verdad que sea la muerte, de Giovanni Mosca (1948).

Lo cierto es que la influencia de la colección fue enorme, y en el siglo XXI han dejado testimonio de la importancia que tuvo en su formación desde un editor como Jorge Herralde hasta un cómico y humorista como Paco Mir (El Tricicle).

Mark Twain y Wodehouse se convirtieron en los primeros años en los grandes atractivos de la colección y en los autores más representados, pero hizo algunas incorporaciones muy interesantes que dejaron un poso en el humorismo español, como es sobre todo el caso de los autores cercanos al semanario milanés Bertoldo (1936-1943), publicado originalmente por Rizzoli y en los años cincuenta retomado por otras editoriales. Dirigida al alimón por Giovanni Mosca (1908-1983) y Vittorio Metz (1904-1984) y con Giovanni Guareschi (1908-1968) como redactor jefe, Bertoldo reunió a autores veinteañeros como Carletto Manzoni (1909-1975), Mario Brancacci (1910-1991), el polifacético Leo Longanesi (1905-1957) y al un poco más veterano Achille Campanille (1899-1977), entre otros, que renovaron y airearon por completo el lenguaje humorístico italiano, tanto gráfica como literariamente. Janés puso en circulación ya en 1943 a Campanille (Si la luna me trae fortuna, Jovencitos, no exageremos) y reincidiría en 1958 (¿Qué huevo frito es el amor?), y al año siguiente a Guareschi (El destino se llama Clotilde), pero mediada la década, al tiempo que el éxito de Wodehouse se mantenía, triunfaron otros autores, como sobre todo Joan Butler, de quien aparecieron una enorme cantidad de títulos ya desde 1945 (La obra de las camisas, Medias vacaciones, Fastidiando al alimón, Donde menos se piensa salta un heredero, Un asesinato a medias…). Del irlandés Joan Butler (Robert William Alexander, 1905-1979), cuyo estilo se vincula a menudo con el de Wodehouse y el de Thorne Smith (1892-1934), sólo se había dado a conocer hasta entonces en España El solitario (1940) como número 184 de la colección La Novela Aventura (1933-1944), publicada en Hymsa (Hogar y Moda, S. A.) y donde convivía con títulos de Agatha Christie, George Simenon o la por entonces popular serie del detective Sexton Blake (creado originalmente por Harry Blith, oculto tras el seudónimo Hal Meredeth).

En cuanto a la literatura española, a partir de mediada la década Al Monigote de Papel se convirtió en el trampolín editorial de buena parte de los humoristas aglutinados alrededor de la muy celebre revista La Codorniz, como es el caso de Edgar Neville (1899-1967), de quien aparece La familia Mínguez (1945) Don Clorato de Potasa (1947) y Torito Bravo (1955), Álvaro de Laiglesia (1922-1981), con Un náufrago en la sopa (1947), El baúl de los cadáveres (1948) y La gallina de los huevos de plomo (1951) o Miguel Mihura (1905-1977), con Mis memorias (1948), a los que siguió publicando obras hasta que progresivamente se pasaron a la órbita de Planeta, pero no por ello dejó de publicar Janés a algunos grafómanos jóvenes como Pedro Voltes (Adorable loca, 1950) y sobre todo al injustamente olvidado Noel Clarasó (1899-1945), de quien asombrosamente sigue inédita la novela con que ganó el Premi Creixells en 1938 (Francis de Cer), y que en Al Monigote de Papel publicó la Crónica de varios males crónicos (1945), la novela en clave sobre el mundillo cultural barcelonés La señora Panduro sirve pan blando (1946), Enrique Segundo, el Indeciso (1946), Blas, tú no eres mi amigo (1946), La batalla de las Termo Pilas (1946), La gran aventura de un hombre pequeño (1947), Tres eran los yernos de Helena (1948), Blas, cuidado con la mujer del prójimo (1948)…

Enric Cluselles.

Los ejemplares de Al Monigote de papel, se publicaron encuadernados en rústica con solapas y con ilustraciones en la cubierta de Enric Cluselles (1914-2014), quien según Guillamon creó en ellas «una galería de personajes de la posguerra: hombres pagados de sí mismos, tipos que van tras las mujeres como si pretendieran cazarlas, familias mal y bien avenidas, maridos y mujeres (generalmente, las mujeres grandotas y los hombres raquíticos).» Y enmarcaba estas ilustraciones de humorismo costumbrista una cenefa de curiosa historia editorial y que dice mucho sobre las ideas gráficas del tándem Cluselles-Janés.

Incluso en este aspecto gráfico, fueron del mayor interés también las ambiciosas antologías de humoristas de otros ámbitos, encuadernadas en tapa dura y con sobrecubierta, entre la que tal vez la más conocida sea la Antología de humoristas húngaros contemporáneos (1945) preparada por Andrés Révész y J. García Mercadal (a partir de una previa aparecida en Espasa Calpe preparada por Révész), pero a la que habían precedido otras  dedicadas a italianos (1943) e ingleses (1945), seleccionados y traducidos respectivamente por Simón Santainés y Andrés Guilman,  G. B. Ricci y José Janés. En estos casos, cada una de las portadillas que precedía a la obra de cada autor iba ilustrada con un dibujo de Cluselles alusivo al texto, que se reproducían todos, coloreados y en abigarrada distribución, en la sobrecubierta.

Muerto Janés, ya en los años ochenta Plaza & Janés, en quien había recaído la responsabilidad de asumir y reorganizar el impresionante fondo de Janés, recuperó el nombre de esta colección y la reabrió con ¡Vamos al Oeste!, de Smith H. Allen (1907-1976), Dieciocho agujeros y Un par de solteros, de Wodehouse, Mi familia al derecho y al revés y varios otros libros del humorista israelí Efraim Kishón (1924-2005), la recuperación de diversas obras de Joan Butler (El tiro por la culata y Armando la gorda, entre ellas), etcétera; una nueva etapa que se cerró abruptamente y sin previo aviso en 1984.

Fuentes:

Julià Guillamon, Enric Cluselles. Ninots i llibres (catálogo), Barcelona, Biblioteques de Barcelona, 2015.

Jorge Herralde, «Josep Janés en su centenario: A dos tintas», Claves de Razón Práctica, n. 233 (marzo-abril 2014), pp. 158-165.

Jacqueline Hurtley, «La obra editorial de José Janés: 1940-1959», Anuario de Filología (Universitat de Barcelona), n. 11-12 (1985-1986), pp. 293-329.

Jacqueline Hurtley, Josep Janés. El combat per la cultura, Barcelona, Curial (Biblioteca de Cultura catalana 60), 1986.

Josep Mengual, A dos tintas. Josep Janés, poeta y editor, Barcelona, Debate, 2013.

Miqui Otero, «Jorge Herralde, “Los que desdeñan lo divertido necesitan medicación”», entrevista, El Confidencial, 16 de junio de 2014.

Rafa Rodríguez Gimeno, «La risa según Paco Mir» (entrevista), Verlanga, s/f.

Sergio Vila-Sanjuán, «Jeeves y Wooster, la vida es una comedia», Zenda, 1 agosto 2016.

Edición colaborativa de buenos libros: ABB

A Margarida Trias Pareja, agradecido y admirado.

Lo que podríamos llamar «edición colaborativa», si bien es cierto que toda modalidad de edición lo es, tiene una larguísima tradición en el ámbito hispánico, que ya en el siglo XIX se manifestó mediante la creación de las asociaciones de bibliófilos, que dieron pie (y nombre) a un tipo específico de edición.

A la zaga de la edición francesa (e inspirados concretamente en Las aventuras del último Abencerraje, de Chateaubriand), uno de los primeros ejemplos en la península Ibérica tal vez sean los doce volúmenes aparecidos entre 1839 y 1872 de los Recuerdos y bellezas de España, del pintor, litógrafo y dibujante barcelonés Francesc Xavier Parcerisa (1803-1875), cuyos textos fueron escritos sucesivamente por el escritor Pau Piferrer (1818-1848), el traductor y político Francesc Pi i Margall (1824-1901), el crítico de arte Pedro de Madrazo (1816-1898) y el archivero e historiógrafo Josep Maria Quadrado (1819-1896), que se vendía por suscripción a medida que iban apareciendo.

De 1866 data la fundación de la Sociedad de Bibliófilos Españoles, y dos años después nace en Sevilla la Sociedad de Bibliófilos Andaluces.

Francesc Xavier Parcerisa.

Poco posterior es la creación de La Protecció Literaria, creada en octubre de 1877 por el humorista Francesc Manuel Pau (1845-1908) y cuyo objetivo era sobre todo la compra de ejemplares, de modo que las ediciones fueran rentables, por lo que su funcionamiento, más allá de sus objetivos iniciales, fue más parecido al de un club del libro. A esta sigue, en Barcelona, la Societat Catalana de Bibliòfils (1903-1915), entre cuyos fundadores se cuentan el célebre bibliófilo Ramon Miquel i Planas (1874-1950) y el coleccionista de Reus Pau Font de Rubinat (1860-1948), colaborador habitual de la Revista Ibérica de Exlibris (1903-1906), y su objetivo es ya muy específicamente la edición de libros, como explicita el artículo 1 de sus estatutos: «Publicar o reproducir obras catalanas inéditas o raras que tengan interés en Cataluña y en el resto de reinos y territorios de lengua catalana». Con Els XIII, una asociación de coleccionistas también de corta vida (1927-1932), que encabezaba el arqueólogo Epifani de Fortuny (1898-1989)  y que publicó algunos almanaques, catálogos y facsímiles de manuscritos, acaban los antecedentes de la Associació de Bibliòfils de Barcelona, de más extensa e importante trayectoria.

Pau Piferrer.

Si bien ya desde 1940, con la guerra civil aún muy reciente, habían empezado a resurgir en España algunas asociaciones de bibliófilos (ese año inician una segunda etapa la Asociación de Bibliófilos Españoles, Acción Bibliográfica Valenciana y la tertulia madrileña La Arcadia), fue en 1943 cuando empezó a gestarse la que, en palabras de Germán Masid Valiñas:

Se sitúa esta entidad en la cúspide de todo el entramado de las sociedades de bibliófilos. El número y la calidad de sus ediciones, la amplitud de las actividades desarrolladas, la activa participación de sus asociados y la renovación que supuso en el horizonte de la bibliofilia le confieren un indudable primer puesto entre todas las entidades [españolas y posteriores a 1940]

Josep Porter i Rovira.

Tras unas reuniones preliminares en las que intervinieron el industrial Cayetano Vilella (1898-1966), el cervantista Joan Sedó i Perís-Mencheta (1908-1966),  el librero y bibliógrafo Josep Porter i Rovira (1901-1999), el pintor José Pedro Gil Moreno de Mora y Plana (1892-1945), el dirigente deportivo Alfons Macaya (1878-1950) y el aristócrata y bibliófilo Ramon de Dalmases Villavechia (1897-1983) –autor de una obra de sugerente título: Pequeñas sorpresas del bibliófilo: un caso de estraperlo en el siglo XVII (1945) –, entre algunos otros amantes de los libros, se consiguió convencer a Josep Porter de que encabezara una nueva asociación de bibliófilos, cosa que aceptó con las siguientes condiciones en cuanto a la edición de obras: «No serían como eran habitualmente aquellas que publicaban las asociaciones españolas de bibliófilos, meras exhumaciones de libros raros, sino que, sin desdeñar el texto, nuestras ediciones debían tener tanta importancia en el contenido como en el continente».

El 21 de marzo de 1944 se celebraba una primera reunión cuyo éxito llevó a ampliar la idea inicial de cincuenta socios a cien, y el 17 de junio se aprobaban oficialmente los estatutos de la Associació de Bibliófils de Barcelona (ABB), que incluso tuvo que crear veinticinco plazas adicionales para dar cabida a asociaciones y socios colectivos como la Biblioteca del Congreso de Washington, la Biblioteca de l’Abadia de Montserrat o la Hispanic Society of America. Indicaban entre los objetivos principales esos ambiciosos estatutos:

La Asociación procurará difundir el conocimiento de los tesoros bibliográficos existentes en España, en colecciones generales o particulares, velando por su conservación; organizar exposiciones de obras impresas, grabados, láminas, exlibris, encuadernaciones, manuscritos, y, en general, de todas las manifestaciones del arte del libro o de la imprenta; facilitar a las bibliotecas la adquisición de ejemplares raros, mediante la aportación económica de sus asociados a suscripciones organizadas al efecto; y, en una palabra, ejercitar todas aquellas actividades encaminadas a incrementar la afición a los libros y al mejoramiento de la producción española.

Más allá de conferencias (por lo menos anuales), encuentros o tertulias mensuales, encuadernaciones y organización de exposiciones importantes (Bibliofilia Española, en 1974; Aureum Opus en el 2000; la exposición en el marco del XXII congreso de la Association Internationale de Bibliophilie, en 2001), así como de congresos internacionales,  el legado más palpable de la ABB son, evidentemente, sus publicaciones, que se concretaron en una serie de libros en tiradas de unos cien ejemplares (más algunos para colaboradores), impresos sobre papel de hilo con filigrana de la sociedad y de las que se ocuparon las empresas más sobresalientes del país (Oliva de Vilanova, Horta, Joan Sallent, SADAG, Seix y Barral, Miquel Rius…). El tipo de textos y autores escogidos son muy variados, y se inician en 1945 con El Capitán Veneno, de Pedro Antonio de Alarcón, con ilustraciones de Mallol Suazo (1910-1986) y cabeceras de Teodoro Miciano (1903-1974).

J.V. Foix.

Estas publicaciones enseguida toman un ritmo anual, y entre ellas se cuentan, por ejemplo, unas Rimas de Gustavo Adolfo Becquer ilustradas con grabados al buril de José Luis Sánchez Toda (1901-1975) a partir de dibujos de Carlos Sáez de Tejada (1897-1958) en 1973; una edición bilingüe de XL Sonets de J.V. Foix, con la traducción al español obra del poeta Enrique Badosa (n. 1927) y un aguafuerte de Antoni Tàpies (1923-2012), en 1986; una muy vistosa de Les històries naturals de Joan Perucho, ilustrada por Ramon Herreros con un aguafuerte-aguatinta e ilustraciones  litográficas, precedida de una introducción de Carlos Pujol (1936-2012) y una nota acerca de Herreros de Francesc X. Puig Rovira (n. 1934), en el año 2001, o, al año siguiente, una compilación de 20 contes de Pere Calders, ilustrados con xilografías de Enric Cluselles (1914-2014) y acompañados de una introducción de Joan Triadú (1921-2010) y una semblanza de Cluselles escrita por el ya mencionado Puig Rovira.

Enric Cluselles.

Aun así, una de las ediciones que más resonancia tuvo fue, en 2015, la edición de Set cartes de Dalí a Pere Corominas, en edición de Vicent Santamaría de Mingo, autor también del texto introductorio y de las notas, y de textos complementarios de Albert Balcells y Enric Casasses, de cuya realización se ocupó Edicions de l’Eixample. Se trata de cinco cartas hasta entonces inéditas, fechadas en 1930, vinculadas a la espectacular y escandalosa conferencia que el artista ampurdanés dio en el Ateneu Barcelonès, del que tuvo que huir por piernas,  a las que acompañan otras dos ya aparecidas previamente en el catálogo de la exposición celebrada 2004 en la Biblioteca de Catalunya Dalí. Una vida de libro y que aluden a un encargo de ilustraciones para una edición de lujo del libro de Corominas Les gràcies de l´Empordà y que nunca llegó a buen puerto. No es empresa fácil (ni barata) la edición de obras de bibliófilo y son muchos los buenos proyectos que, por los más diversos motivos, no llegaron a realizarse. De momento.

Fuentes:

Web de la Associació de Bibliòfils de Barcelona.

AA.VV., Bibliofilia a Catalunya, Barcelona, Fundació Jaume I, 2001.

Germán Masid Valiñas, La edición de bibliófilo en España (1940-1965), Madrid, Ollero & Ramos, 2008.

Diseño editorial: Genealogía de un detalle

azulejo3En un reciente encuentro de estudiosos del libro auspiciado por la Universidad de Alcalá (24 y 25 de noviembre de 2016), la diseñadora y profesora de la Universidad Nacional Autónoma de México Marina Garone, al hilo de una jugosa reflexión sobre materiales y procedimientos para historiar adecuadamente el diseño editorial, ponía de manifiesto la muy escasa atención crítica que en los últimos tiempos recibe este aspecto tan importantísimo del proceso de elaboración de un libro.

Es probable que esa desatención al diseño editorial, salvo en las cada vez más escasas publicaciones periódicas sobre bibliofilia o aquellas centradas en diseño gráfico, tenga mucho que ver con la parcial preparación de quienes se ocupan de los libros en las revistas y periódicos, que suelen ser personas formadas en estudios literarios más que en historia del arte o en artes gráficas. A menudo, quienes hacen crítica de libros no están familiarizados ni siquiera con el vocabulario específico (la confusión entre portada y cubierta es casi recurrente, la encuadernación en tapa dura se asocia sin más a edición de calidad, se toman por novedad prácticas con una larga tradición, se confunde a menudo «tipo» con «tipografía»…). Así las cosas, difícilmente pueden contribuir estas críticas a divulgar ese aspecto de la producción de libros, lo que a su vez probablemente coadyuvaría a que fuera más apreciado por quienes se interesan verdaderamente por los libros (que no siempre coinciden con quienes sólo se interesan por los textos). Las reseñas sobre libros de artista quizá sean la excepción, pero además, a medida que crece la lectura en pantalla, es de suponer que esa escasez de estudios críticos sobre el diseño editorial se acentuará.

bibliofilia

Ejemplares de Bibliofilia, la revista que en su momento publicara la editorial Castalia.

En España, en más de un periódico y revista lo que era la sección de «Crítica Literaria» ha ido convirtiéndose incluso explícitamente en una sección «Crítica de Libros», pero ello es probable que tenga mucho más que ver con el hecho de que se ocupan de textos que los propios críticos consideran de una dignidad literaria muy limitada (y de los que se ocupan sólo para orientar al lector acerca de los libros más visibles en las librerías), que con el hecho de considerar el libro, en su integridad, como objeto de análisis o de crítica. Así pues, ese cambio puramente nominativo no ha conllevado una mayor atención a la forma de los libros, a su diseño (ni siquiera de cubiertas), ni a ningún elemento más allá del texto, como si se considerara que lo único que comunica el libro es lo que comunique su texto.

Escáner_20151105 (2)En el mismo encuentro aludido, proyectado con una estructura que priorizaba el debate y de ahí el rico diálogo a que dio pie, la editora Mireia Sopena señalaba como una de las muy escasas excepciones, en el terreno que más y mejor ha estudiado, el de la edición en lengua catalana, el caso del filólogo y crítico literario de La Vanguardia Julià Guillamon, quien ciertamente, no sólo se fija y ocasionalmente aborda estas cuestiones en sus reseñas de libros, sino que además ha llevado a cabo una activa labor para dar a conocer la historia de editoriales y profesionales del mundo del libro catalán mediante la escritura y edición de obras como L’estil Quaderns Crema (2010), El compromís pop. Els primers anys d´Edicions 62 (2012) o Enric Cluselles. Ninots i llibres (2015), así como de la organización de exposiciones sobre estas mismas materias en bibliotecas públicas de Barcelona.

El azar quiso que en otra de las intervenciones en ese mismo seminario internacional alcalaíno ya aludido, en una exposición a dos voces sobre las editoriales como agentes, las especialistas Sílvia Coll-Vinent y Diana Sanz Roig mostraran en un power point una serie de imágenes de libros de la editorial Montaner y Simón, traducciones de obras de Joseph Conrad, que propiciaron un guiño de complicidad de la prestigiosa profesora y experta en la obra editorial de Josep Janés Jacqueline Hurtley. De un modo un poco casual, estábamos viendo en pantalla lo que pudiéramos considerar un eslabón perdido en la genealogía de una original y acertada idea de diseño editorial. Una minucia, tal vez, pero, nunca mejor dicho, ilustrativa.

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En su ya aludido libro sobre el artista gráfico Enric Cluselles, Julià Guillamon analizaba entre otras muchas cosas los trabajos que este dibujante llevó a cabo para las múltiples colecciones creadas por Janés, y acerca de las coloristas cubiertas de la colección humorística Al Monigote de Papel, escribía junto a una de las ilustraciones (la de la cubierta de El hombre con dos pies izquierdos, de P.G. Wodehouse) y bajo una fotografía de un típico patio catalán con azulejos: «Alrededor [de la ilustración], una cenefa inspirada en los azulejos catalanes de dos colores. Literatura y recreo, de patio y de fuente».

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Ejemplo de cubierta de Al Monigote de Papel. Giovanni Mosca, No es verdad que sea la muerte (1956).

Lo que nos pusieron ante los ojos Coll-Vinent y Sanz era en realidad un clarísimo antecedente del uso de esa cenefa, tal vez no el único existente, pero que venía a poner de manifiesto que entre la labor de Cluselles y los tan típicos azulejos catalanes a dos colores divididos en diagonal había, por lo menos, un punto intermedio: el del diseñador de Montaner y Simón que para los libros de Conrad, de los que entre 1925 y 1935 publicaron unas obras más o menos completas, se inspiró en esos mismos azulejos para crear una cenefa en las cubiertas. A no ser –detalle que de momento desconozco pero entra dentro de lo posible–, que ese diseño fuera obra del propio Enric Cluselles, pues la cronología, a falta de datos fehacientes de los que personalmente carezco, no permite descartar.

De todos modos, ya desde su fundación en 1867, la editorial barcelonesa Montaner y Simón se convirtió en paradigmática del maridaje entre industria y arte y se distinguió tanto por mantenerse en vanguardia en cuanto a innovaciones técnicas como en el esmero en la presentación de las obras. Valga como prueba de ello la pléyade de reconocidos artistas que trabajaron en ella (a finales del siglo XIX contaba con unos talleres gráficos, dirigidos por Ramon Montaner i Vila, con doscientos cincuenta operarios): el dibujante y pintor Josep Lluís Pellicer (1842-1901), que fue su primer director artístico; el grabador Ramon de Capmany i de Montaner (1899-1992), nieto del fundador y que sería también director artístico; el célebre grabador e ilustrador francés Edouard Chimot (1880-1959), que durante un tiempo instaló un taller de estampación calcográfica en uno de los pisos superiores del edificio de la editorial (que hoy alberga el Museu Tàpies), el orfebre, escultor y xilógrafo Ricard Marlet Saret (1896-1976), el grabador y pintor Enric Cristòfor Ricard i Nin (1893-1960), el reconocido maestro de los grabadores catalanes Jaume Pla (1914-1995)…

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Enric Cluselles (1914-2014).

De todo ello se deduce la muy alta probabilidad de que la fuente originaria de la idea que Cluselles aplicó con singular acierto y colorido en la alegre colección Al Monigote de Papel, a finales de los años cuarenta, no partiera directamente del ejemplo de los azulejos catalanes, sino mediado por un modelo procedente de la tradición gráfica previa a la guerra civil española, a la que de este modo se daba continuidad en la colección de Janés. Teniendo en cuenta que, no por casualidad, en la posguerra Janés toma como emblema de su labor la figura del Fénix, esta coincidencia quizá se presta a lo que Umberto Eco describió como «sobreinterpretación»: Quizá Cluselles evocaba en la posguerra, si bien dándole otro sentido, un motivo gráfico de la preguerra que había hecho fortuna en una de las más famosas editoriales de aquel entonces, con lo que subrayaría la idea de continuidad que animaba buena parte de la labor de Janés (como la profesora Hurtley ha demostrado de modo más que palmario). O tal vez todo ello sólo sirva para constatar, una vez más, que a menudo en el estudio de los libros descubrimos una y otra vez el Mediterráneo y que en realidad los pasos que se dan en las artes gráficas ni parten de la nada ni suponen otra cosa que lentos y modestos avances a los que siempre es posible encontrar un antecedente inspirador.

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Muestra de azulejo bicolor en una pared.

Fuentes:

Seminario Internacional «Hacia un marco metodológico y teórico para la historia de la edición», celebrado en la Universidad de Alcalá (Alcalá de Henares), los días 24 y 25 de diciembre de 2016.

Anónimo, «La Montaner y Simón, una editorial con historia», en la web de la Fundació Antoni Tàpies.

PortadaLlibre ClusellesJulià Guillamon, Enric Cluselles. Ninots i llibres, Barcelona, Editorial Barcino, 2015.

Manuel Llanas, L’edició a Catalunya: el segle XX (fins a 1939), Barcelona, Gremi d’Editors de Catalunya. 2005.

Manuel Llanas, Montaner y Simón (1867-1981) [Semblanza], en el portal Editores y Editoriales iberoamericanos (siglos XIX-XX)- EDI-RED.

Germán Vasid Valiñas. La edición de bibliófilo en España, Madrid, Ollero & Ramos, 2008.

Los inicios de la Librería Editorial Argos

Ignacio Agustí (1913-1974).

Ignacio Agustí.

La librería y posteriormente editorial Argos, situada inicialmente en el número 30 del barcelonés Passeig de Gràcia, ha quedado estrechamente vinculada al nombre del periodista y escritor Ignacio Agustí (1913-1974), quien asociado al waterpolista olímpico Ángel Sabata (1911-1990) dio un enorme impulso tanto a la librería como a la edición en cuanto en 1958 hubo abandonado la editorial Destino.

Sin embargo, tanto la apertura de la librería como sus primeras ediciones se remontan a la inmediata posguerra, y, pese a la existencia de un catálogo de 1948 en la Biblioteca de Catalunya, no es fácil encontrar información sobre su actividad en esos años. Aun así, sus colecciones, no excesivamente nutridas, son un excelente modo de introducirse en el coleccionismos, porque se trata de textos literariamente muy dignos y de libros de notable belleza editados con esmero (y no muy difíciles de localizar).

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Si bien existen unos volúmenes que bajo el título Argos. La literatura universal en la mano compilan diversos textos fechables en los años cuarenta sin mayor precisión (probablemente 1943), los primeros títulos en los que se especifica el año son de 1941, y se trata ya de títulos de fuste: Diario de un artista, del premio Nobel de 1905 Henry Sienkiewicz (en traducción de Pedro de Palma e ilustraciones de Josep Granyer), con la que se abre la colección Calesa, y Tierra nueva, del también premiado con el Nobel Knut Hamsun (en traducción firmada por J. Pérez Bances) que es el primer número de la colección Carabela.

Sin embargo, al año siguiente ya muestra una producción más viva y estrena la colección Vita Vitae con la autobiografía Cuento de mi vida, de Hans Chistian Andersen, de la que ese mismo año la editorial Nausica publicaba una edición en rústica cuya versión española firma el insigne escritor y traductor Jaume Bofill i Ferro (1891-1968). La edición de Argos, encuadernada en tapa dura y con sobrecubierta, lleva la firma de Asís de Rodas (seudónimo quizá de Augusto Riera Sol) e incorpora un grabado a la madera del célebre artista vilanovino y compañero de taller de Joan Miró  E[nric].C[ristòfor]. Ricart (1893-1960). Esta traducción había aparecido ya en la Biblioteca Inquietud de las barcelonesas Publicaciones Mundiales en 1930.

EnricCluselles

Enric Cluselles.

El diseño de las cubiertas tanto de la colección Calesa como de Carabela, así como sus logos, son obra del grafista Enric Cluselles (1914-2014), quien ese mismo año 1942 participa también en el segundo número de Vita Vitae con un retrato litografiado de Letizia Bonaparte para la edición de la obra de R. McNair Wilson, Letizia Bonaparte, madre de Napoleón, que se publica en traducción de Alfonso Nadal e ilustrada con grabados a la madera intercalados en el texto firmados por J. Fors (¿acaso el alcalde republicano de Canet de Mar Joaquim Fors Vidal [1889-1956]?). Entre las obras anunciadas para esta colección, de las que no hay constancia de que se publicaran, se contaban La vida privada de Helena de Troya, de John Erskine (1879-1951), Mi padre Knut Hamsun, de Tore Hamsun (1912-1995), Beatrice Cenci, del arqueólogo e historiador del arte Corrado Ricci (1858-1934) y Yo, Claudio, del célebre novelista y poeta británico Robert Graves (1895-1985).

Portada StormEn cuanto a Calesa, en 1942 ofrece a los lectores una edición de El jinete del caballo blanco, del escritor alemán Theodor Storm (1817-1888), en traducción de Kathe von Blankentsein e ilustraciones de Joan Commeleran (1902-1992), que hasta 1979 no recuperaría La Gaya Ciencia (en traducción de Julio Pintado); la traducción de Pedro de Palma de Vida de hidalgo, de Ivan Turgueniev, acompañada de ilustraciones firmadas por E. Albert, 1942, y Tres cruces, de Federigo Tozzi (1883-1920), traducida por Josep M. Camps (1915-1975) e ilustrada por J. Morató.

De Carabela aparecen también ese año 1942 La hostería volante de Chesterton, traducida por Mario Pineda, y el clásico del escritor húngaro Frigyes Karinthy, Viaje en torno a mi cráneo, traducido y con prólogo de Férenc Oliver Brachfeld (1908-1967).

Aún ese mismo año aparece el primer número de una nueva colección, Los Artistas Contemporáneos, que estrena con un libro dedicado a Juan Serra, pintor, de Juan Cortés, de la que se hace una tirada de dos mil ejemplares numerados. Se trata de un volumen en formato 19,5 x 13,5 e impreso en rústica con retrato del artista y cuarenta láminas impresas en papel couché con reproducciones fotográficas de obras de Serra.

Joan Teixidor (1913-1992)

Joan Teixidor.

Enorme interés tiene una de las obras que quedó como anunciada e inédita en esta colección, el libro dedicado a Domingo Carles por el escritor y editor Joan Teixidor (1913-1992), que se refirió en diversas ocasiones a este artista en sus textos en la revista Destino, entre ellos uno en su sección “En el Taller de los Artistas” (núm. 142, 6 de abril de 1940, p. 6) y varios en la sección Las Exposiciones y los Artistas (“La Exposición Nacional de Bellas Artes de Barcelona” [núm. 256, 13 de junio de 1942, p. 11], “De París a Roma” [núm. 305, 22 de mayo de 1943, p. 11], “Diez artistas en la Sala Pares” [núm 310, 26 de junio de 1943, p. 11], “María Llimona y Domingo Carles” [núm 334, 11 de diciembre de 1943, p. 11], etc.) y en el número 347 (11 de marzo de 1947) anunciará en la misma publicación, en la sección Formas y Colores, las memorias que el pintor estaba preparando y que, con prólogo de Josep Pla, se publicarían en la Editorial Barna con el título Memorias de un pintor (1912-1930).

De ese mismo 1942 es una edición de 300 ejemplares de El escultor Manolo Hugué, de Rafael Benet, con iniciales y viñetas al boj de E. C. Ricart, así como un par de libros en gran folio y encuadernados en tapa dura con solapa que, sin nombre de colección, quedan unificados por el diseño de Clusellas: Un siglo de Barcelona, 1830-1930, de Carlos Soldevila (con fotografías a color impresas al huecograbado y cuatricomías) y Las ciudades del mar, de Josep Pla (también ampliamente ilustrado).

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Diseño inequívocamente de Cluselles.

Sin embargo, este impresionante arranque de la Librería Editorial Argos se desploma enseguida, y lo cierto es que hasta la entrada de Agustí, que puede inyectar una buena dosis de dinero procedente de la venta de sus acciones de Destino, la actividad editorial languidece con obras en cierto sentido menores, como el catálogo de la exposición celebrada por E. Casanovas el 12 de marzo de 1943, por ejemplo, Las subastas de libros (1945), un volumen con dibujos del célebre Opisso (1880-1966) que contiene la obra de Mirbeau Don José y del que se hizo una tirada de quinientos ejemplares numerados e impresos sobre papel de Holanda con filigrana de Argos, En la llama (1945), del poeta Juan Eduardo Cirlot (que dos años después entraría como empleado en la librería), de la que se hizo una tirada de 100 ejemplares en papel de hilo verjurado y otra de cien en papel de hilo, así como las ediciones más modestas (en rústica con solapas) de Jaume Fuster La corona valenciana (1945) y Calígula, biografía humorística (según la cubierta) o Las memorias de Calígula (según la portada), firmadas por un Fidelio Trimalción que no es otro que el escritor cántabro Cecilio Benítez de Castro (1917-1975), quien el año anterior había usado ya ese mismo seudónimo en el primer número de la revista ¡Hola! (2 de septiembre de 1944).

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Interior de El jinete del caballo blanco, de Storm, con una ilustración de Joan Commeleran.

En 1946 destacan dos hechos en relación a Argos: por un lado, la edición del texto de Apuleyo Amor y Psiche, según la versión hecha en el siglo XV por Diego López de Cortegana, con prólogo del polígrafo catalán Carlos Soldevila, y por otro la petición a Censura, fechada el 21 de octubre de 1946, para importar 500 ejemplares de La isla de las almas perdidas de H.G. Wells que E.M. Antonioni había traducido y Acmé Agency había publicado en Buenos Aires.

Dado el estado letárgico en que entran las publicaciones de la Librería Editorial Argos a partir de ese momento –si bien en 1949 publica a Sebastià Gasch Títeres y marionetas, y al año siguiente inicia una colección Esto es España con el libro de Alberto del Castillo y Carlos Pellicer, Jose Maria Sert, su vida y su obra–, tal vez, pueda plantearse como hipótesis que en ello tenga poco o mucho que ver la fundación ese mismo año en Buenos Aires de una Editorial Argos dirigida por Luis Miguel Baudizzone (abogado y empresario, 1909-1979), José Luis Romero (historiador, 1909-1977) y Jorge Romero Brest (ensayista y crítico de arte, 1905-1989). No tengo de momento ninguna constancia de ello.

Véase también, en los comentarios, la información adicional de Enric Blanco y los enlaces que adjunta,

Enric Cluselles a través de su obra gráfica

PortadaLlibre Cluselles

Julià Guillamon, ed., Enric Cluselles.Ninots i llibres, 2015.

Entre el 23 de noviembre y el 7 de diciembre de 1937, en plena guerra civil española, se celebró en la Sala Busquets de Barcelona una original muestra titulada la Exposició del Fred («La exposición del frío»), cuyo objetivo era recaudar fondos para comprar ropa de abrigo destinada a los combatientes en el frente. El catálogo de esta muestra es una reproducción en formato menor del muy popular semanario satírico LEsquella de la Torratxa que se vendía al precio de una peseta, y las obras expuestas y a la venta «al precio de lo que os cuesta una barra de pan» eran seiscientas portadas a todo color de esta revista firmadas por Guasp, Tísner, Kalders i Nyerra, entre otros.

Nyerra era el nom de plume de Enric Cluselles (1914-2014), formado como dibujante en la Escola Massana y en La Llotja (la escuela más antigua de diseño gráfico en la península), si bien siempre se declaró sobre todo discípulo del insigne ilustrador Josep Obiols (1894-1967). En el ámbito profesional o semiprofesional, ya durante 1933 Cluselles había colaborado con Josep Janés i Olivé (1913-1959) en el Diario Mercantil y sobre todo en Avui. Diari de Catalunya, cuya cabecera había diseñado otro miembro de jóvenes escritores y grafistas que estaba cuajando en aquella época, Pere Calders (1912-1994). La firma de Nyerra podemos verla también en aquellos años y los posteriores en el periódico La Rambla o en la revista Papitu, y con más continuidad incluso en la coleccón de libros breves Quaderns Literaris creada en 1934 por Josep Janés, donde dos años más tarde se estrenaría como narrador Calders con El primer arlequí. También de 1934 es la edición del poemario de Janés, Tu. Poemes dadolescència, que contiene siete xilografías acuareladas manualmente obra de Cluselles que, en palabras de Galderich, le definen como «uno de los xilógrafos de calidad de la hornada republicana», cuyo estilo se caracteriza por «unas líneas muy delgadas y juntas, que confieren a las masas de negro un toque aterciopelado muy característico». También por aquellos años se estrena Cluselles como creador de exlibrs, una faceta en la que destacó y que cultivó a lo largo de toda su vida.

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Interior del libro que muestra la evolución de un boceto hasta su realización final como cubierta de los Quaderns Literaris.

En cuanto estalló la guerra civil de 1936-1939, Cluselles, integrado en el Sindicat de Dibuixants Professionals, prosigue la colaboración tanto con Janés como con Calders, además de publicar en La Rambla y en LEsquella de la Torratxa (donde popularizó su hombre-foca) y de dedicarse ocasionalmente al cartelismo de guerra. Nyerra es uno de los dibujantes que participan en la revista destinada a los soldados Amic, que, como responsable de los Serveis de Cultura al Front, encabezaba Janés casi en solitario. Fruto en buena medida de las piezas que se habían publicado en la revista es otro libro ilustrado por Cluselles, la antología Poesia de Guerra (1938), que recoge obra de veinticuatro poetas de generaciones muy diversas, entre los cuales Ramon Vinyes (1882-1952), Cèsar August Jordana (1893-1958), Agustí Bartra (1908-1982), Pere Quart (Joan Oliver, 1899-1986) o Josep Pedreira (1917-2003), que más adelante se formaría como editor al lado de Janés hasta que creó sus Llibres de lÓssa Menor, colección dedicada a la poesía en catalán.

EnricCluselles

Enric Cluselles.

Para Calders ilustra Cluselles con grabados una de las ediciones más famosas publicadas en Cataluña durante la guerra civil, la primera de Unitats de xoc (1938), que incorpora una nota introductoria de Carles Riba (1893-1959), y si él era la persona idónea es porque había compartido con el genial narrador la experiencia de la que surge el texto. También compartieron Calders y Cluselles la experiencia del exilio en Francia en cuanto acabó la guerra, formando parte del célebre grupo conocido como de Roissy-en-Brie, y allí se casó Cluselles con Amàlia Casals (hermana de la esposa de Carlders, Mercè Casals), pero así como su nuevo cuñado se marchó a México, Cluselles regresó a Barcelona para intentar, después de una temporada en prisión, reanudar su actividad como ilustrador. Así lo contó él mismo:

Fui a parar enseguida al castillo de Figueres. Allí no estuve mucho tiempo porque alegué que tenía una estenosis mitral y entonces me mandaron a Barcelona, a la calle Tallers, donde había un hospital militar. Luego, continuando con la lesión que yo decía padecer, me hicieron ir a Madrid a examinarme. Allí me dieron por inútil total y ya me dejaron en paz.

 

Pere Calders

Pere Calders.

Es muy probable que la primera publicación de postguerra de Cluselles en Barcelona sea la cubierta del libro La túnica sin costura, de Maurice Baring, que apareció en 1940 en la colección Rosa de Piedra de la editorial Emporion (a cuyo frente estaban Josep Janés y Félix Ros), y no parece haber constancia de que no sea la única obra que firmó como Torres de Vera. Las cubiertas de la colección Grano de Arena (1941-1942) y las cubiertas, frontispicios y de decoraciones interiores para libros de la colección Cristal (1941-1942), ambas también de Janés, las firma ya como E. Cluselles.

A partir de ese momento encadenó trabajos para colecciones muy diversas de Janés (Al Monigote de Papel y La Hostería del Buen Humor, en particular), pero también de la Libreria-editorial Argos, de Éxito (filial del grupo estadounidense Gorlier) e incluso es el responsable de la muy conocida hoja de roble que se convirtió en algo más que el logo de la Editorial Selecta de Josep M. Cruzet (para la cual ilustró también cubiertas y la edición de Mort de dama de Llorenç de Villalonga [1897-1980], ya en 1954).

RevistaArlequin

Una vertiente que en su resumido relato no registra Guillamon en el bello librito que le dedicó, Ninots i llibres, es por ejemplo otra iniciativa humorística, en la que confluye también la bibliofilia, el único número que se publicó de Arlequín. Revista humorística para bibliófilos (marzo de 1946), una iniciativa de las Publicaciones Mons Floris, creadas por el dibujante Joan D´Ivori (Joan Vila Pujol, 1890-1947) y que él mismo dirigió entre 1944 y 1946. Arlequín, por su parte, la dirigían los hijos de Joan D´Ivori Francesc Vila i Rufàs (1927-2006), que más adelante se haría muy célebre como dibujante bajo la firma Cesc, y Jordi Vila i Rufàs, y en este único número, junto a diversos seudónimos (Ciudadano Equis, Pedro Dearán, Tisana), aparecen textos de Joaquim Muntañola (1914-2012), que por aquellos años era una de las estrellas de Bruguera, y Noel Clarasó (1899-1985), así como cuatro litografías de Cesc e ilustraciones de Ismael Balanyà (1921-2000), Antoni Roca i Maristany (1895-1977), Joan D´Ivori y Francesc Fontanals (1900-1968), y un aguafuerte de Cluselles. De ese número de Arlequín, apenas treinta páginas salidas de la Imprenta Rubiralta, se hizo una edición de 235 ejemplares, 175 de ellos sobre papel de hilo y numerados.

Giralt per Palet

Ricard Giralt-Miracle dibujado por Joan Palet.

Y aun podría añadirse en el ámbito de la bibliofilia la edición en el año 2002 de Vint contes, de Calders, una edición de la Associació de Bibliòfils de Barcelona a la que acompaña una introducción del escritor y crítico literario Joan Triadú (1921-2010), ilustrada con capitulares y viñetas xilografiadas de Cluselles, en una edición no venal de doscientos ejemplares (numerados y nominales) que se presentaba en carpeta y caja.

Al margen de su obra bibliográfica, de los numerosísimos exlibris, de les tarjetas navideñas de bibliófilo y de una anecdótica vuelta al dibujo humorístico con la creación del personaje Hirsuto (del cual aparecieron una cincuentena de viñetas en la revista de la Perfumeria Juper) o de colaboraciones en Mundo Deportivo o La Pansa, en este larga tercera etapa de su vida, Cluselles se dedicó también a la docencia, al diseño de logos y al diseño de interiores, faceta de la que dan testimonio los 3.500 planos conservados en la Biblioteca de Catalunya.

Al igual que Josep M. Mallol Suazo (1910-1986), Joan Palet (1911-1996), Ricard Giralt-Miracle (1911-1994), Manuel Ricart Serra (1913-2014) y tantos otros, Enric Cluselles pertenece a una brillante generación de ilustradores vinculados al libro surgida de la Llotja que si actualmente no es más reconocida y valorada es sobre todo como consecuencia de la guerra civil española (y sobre todo de su resultado).

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Logo de Cluselles para la Colección Calesa de Argos.

A partir sobre todo de la reproducción –excelente– de fotografías, diseños de logos editoriales y bocetos de cubiertas de libros, en Enric Cluselles, ninots i llibres, Julià Guillamon recrea las diversas etapas de la vida y la obra del artista, y tiene la virtud de despertar la curiosidad y el interés por un dibujante entrañable, muy polifacético y aun así capaz de dejar su huella en todo lo que hacía.

 

Julià Guillamon, Enric Cluselles. Ninots i llibres, diseño de Ángel Uzkiano, Barcelona, Barcino, 2015.

Nota: Este texto es una ampliación y desarrollo de uno anterior publicado en catalán en Núvol. Diari digital de cultura, aparecido el 1 de noviembre de 2015.

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Interior del libro que muestra diseños para la Librería y Editorial Argos.

Fuentes adicionales:

Anónimo, «Nyerra» en Humoristán. Museo Digital de Humor Gráfico.

Galderich, «Tu, poemes d´adolescència», Picolabis & Librorum, 2 de octubre de 2013.

Julià Guillamon, «Enric Cluselles», en El dia revolt. Literatura catalana de l´exili, Editorial Empúries, 2008, pp. 26-35.

Julià Guillamon,«Un as de l´humor gràfic. Enric Cluselles, ninots i llibres», Cultura|s La Vanguardia, 23 de abril de 2016, pp. 58-61.

Roser Pintó Fàbregas, «En Nyerra, l´home foca», Blog de la Biblioteca de Catalunya, 3 de septiembre de 2013.

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Interior del libro, que muestra diseños de Cluselles para la colección Cristal.

 

Los libros de Cristal

A Anna Portabella,

que entenderá el guiño del título.

Al poco tiempo de concluir la guerra civil española, el por entonces aún joven editor José Janés (1913-1959) consiguió reunir en una misma colección (Cristal) a algunos de los más interesantes artistas del libro que habían permanecido en Barcelona tras la entrada de las tropas franquistas en la ciudad. Una de las descripciones más interesantes que tenemos del nacimiento de esta colección es la que hizo el estrecho colaborador de Janés Fernando Gutiérrez en el curso de la conferencia “Recuerdo de José Janés” en 1960, en la que establecía un claro vínculo entre el uso del papel de barba y la carencia de papel en la inmediata posguerra.

[Janés] Creó colecciones para la falta de papel, valga la frase. Hizo libros con recortes y postetas. Así salió la colección que llamó Grano de Arena, y los hizo también con el único papel asequible: el papel de barba. En lugar de pegarle una póliza de 1,50 le imprimía El baile del conde de Orgel, de Radiguet, y le ponía un nombre a la colección: Cristal.

Masako en la colección Cristal, un placer para la vista y para el tacto.

La presentación que hacía el propio editor describe muy sucinta pero claramente el público al que va destinada esta colección, el grado de exigencia estética y la forma que tendrán los volúmenes: “Una colección de novelas especialmente seleccionadas para un público femenino. La originalidad y riqueza de la presentación va unida a la calidad excepcional de sus textos. Todos los volúmenes están impresos a dos tintas y decorados con orlas especiales para cada uno de ellos”.

El señor de Halleborg en la colección Cristal.

El señor de Halleborg en la colección Cristal.

Vistos hoy, y teniendo en cuenta la fecha en que aparece esta colección y el modo en que se publicaba por entonces, resulta doblemente asombrosa la opción de Janés de editar este tipo de libros con semejante esmero y buen gusto. Estos pequeños volúmenes de 16 x 12 cm, encuadernados en cartoné y con sobrecubierta ilustrada y con relieves e iluminados por artistas del rango de Pedro de Valencia, Clavé, Mallol Suazo, Miquel Planas i Bach, Narro o Francesc Domingo, eran realmente una rareza en el panorama de la edición española de 1942 sólo equiparable a otra colección janesiana de por entonces, Grano de Arena (encantadores volúmenes de 6 x 9 cm, pequeñas joyitas menos suntuosas que albergaron textos de Goethe, Heine, Bocaccio, Flaubert, Balzac, Dostoievski, Poe, E.T.A. Hoffman, Conrad, Stevenson, De Amicis, H.G. Wells…).

Treinta años, de Marise Ferro

Treinta años, de Marise Ferro

El primer número aparecido en Cristal en 1941 es Treinta años, de Marise Ferro (María Luisa Ferro, 1907-1991), una novela que había aparecido originalmente en italiano el año anterior y que tradujo el poeta catalán Agustí Esclasans (1895-1967). Resulta una coincidencia bastante asombrosa, pero treinta años es precisamente la pena que en octubre de 1940 el fiscal franquista pedía a Esclasans por su “auxilio a la rebelión”. Afortunadamente, Esclasans se libró de esa pena y en octubre de ese año salía de prisión, por lo que es muy probable que esta traducción fuera uno de los primeros trabajos que llevó a cabo una vez liberado. La relativa originalidad de la obra de Ferro es que, siendo una novela centrada en el tema del amor, no se trate del amor pasional, ni siquiera del amor romántico, sin duda mucho más novelescos, sino del amor en el seno del matrimonio: «¡Oh!, lo sé muy bien: el amor, cuando es verdadero, no termina nunca. Pasados los tumultos juveniles, la adoración de los cuerpos, la avidez, los celos, los miedos, me quedará la parte más bella del amor, aquella que parece más imaginada que verdadera”, dice en un momento la protagonista.

Frontispicio de Treinta años

Frontispicio de Treinta años.

El pasaje citado puede hacer pensar que estaba en la línea de novelas de tema amoroso que el régimen, apuntalado por Falange y por la Iglesia católica, podía aceptar sin censura, pero el hecho es que incluso en 1948 esta novela de Ferro aparecía en el Índice de Libros prohibidos entre las “novelas inmorales o dañosas que no deben leerse”. Por otra parte, Ferro pertenece al nutrido grupo de escritores y periodistas (Raffaele Calzini y Lanocita entre ellos) que dejaron de colaborar en el Corriere della Sera –en su caso alegando problemas familiares– cuando en los años cuarenta en este periódico empezó a hacerse notar la presión del fascismo.

Kikou Yamata (1897-1975) en una postal promocional.

El segundo número de Cristal, aparecido también en 1941, fue la traducción que Gabiel Miró había hecho de El señor de Halleborg, del destacado representante de la “Juventud Sueca” Alfred von Hedenstjerna (1879-1906), y que la barcelonesa Editorial Domènech había publicado ya en 1910. Y a continuación se publica en Cristal una traducción firmada por Berta Curiel de Masako, la historia de la joven japonsesa que, tras su paso por un internado católico, se enamora del muchacho que sus tías le eligen como marido. A la autora de esta novela, la escritora japonesa de expresión francesa Kikou Yamata (1897-1975), le había publicado Janés ya antes de la guerra en sus Quaderns Literaris (número 62), donde le presentaba del siguiente modo: “Yamata tiene treinta y ocho años. Su obra está traducida al inglés, al noruego y al alemán. Hoy entra en Cataluña  con su libro más característico, Masako”, que se había publicado originalmente en 1925 y que tradujo al catalán Ramon Xuriguera. En su momento, a raíz de la publicación de Masako, en Éditions Stock habían apostado fuerte por Yamata y habían inundado París de postales que la mostraban en el típico quimono japonés. En 1953 obtendría un gran éxito Yamata con La Dame de Beauté (finalista del premio Femina que se llevó Zoe Oldenbourg con La piedra angular), pero hoy, como Marise Ferro, es una autora bastante olvidada.

El baile del conde de Orgel

El baile del conde de Orgel

También de 1941 es el mucho más conocido y reeditado El baile del conde de Orgel, de Raymond Radiguet (1903-1923), traducido por Luis Igancio Bertrán, con ilustración de cubierta a color y frontispicio de Pedro de Valencia y relieves y capitulares obra de Enric Cluselles. Sin duda uno de los libros más cuidados y bellos de esta colección. Repito para no  perder la referencia: ¡hablamos de 1941! El siguiente título que aparece en Cristal es Victoria. Una historia de amor, del Premio Nobel de 1920 Knut Hamsun (1859-1952), que en 2009 recuperó la editorial Nórdica en traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo. La edición de Janés, obviamente empleando una edición puente (quizá francesa), aparecía en una traducción firmada por Berta Curiel.

Darby y Joan

Darby y Joan

Ya de 1942 es Darby y Joan, de Maurice Baring, traducido por Alfonso Nadal, con cubierta y frontispicio pintado a mano por Francesc Domingo y portada y capitulares de Enric Cluselles. Maurice Baring (1874-1945) es otro de los autores que Janés había publicado ya en catalán en los Quaderns Literaris antes de la guerra civil (Mig minut de silenci, en traduccion  de Ros-Artigues) y que a lo largo de las décadas siguientes, pese a las dificultades con la censura, se convertiría en uno de los autores más reiteradamente publicado por Janés.

Carme Barba fotografió el ejemplar de Dos minutis de silenci que Jacqueline Hurtley pasó entre el púbico durante el Homenaje a Josep Janés celebrado en la Biblioteca Sagrada Familia (Barcelona) el 26 de septiembre de 2013.

Dos minuts de silenci. Foto de Carme Barba (se amplía al clicar en ella).

El caso de la fama de Baring en los años cuarenta, incluso en Gran Bretaña, es bastante extraño y merecedor de análisis más detenido. Ricardo Gullón acababa un artículo que le dedicó ese mismo año 1942 con las siguientes palabras:

La sencillez es la más admirable característica del Baring escritor; el optimismo y salud espiritual, la más consoladora cualidad del hombre: Ni la ironía de un Meredith, ni la violencia de D. H. Lawrence, ni la fuerza de evocación de un Conrad; pero a todos ellos les supera en el sentimiento de optimismo vital, en fe en las posibilidades del hombre, en la dignidad de la lección ofrecida.

Cuando alguien como Joseph Epstein escribía en Criterion en 1992 de este muy popular autor que, “si hoy aún viviera, los editores no tendrían nada que hacer con él, no encontraría plaza en ninguna universidad e incluso es dudoso que consiguiera algunos centenares de lectores”, es que algo pasa. Valga como último dato añadido por ahora que Miracle publicó de este autor Dafne Adanae en 1941 y que por esas fechas Salavador Pérez Valiente lo definía como «el novelista extranjero más leído en España». A Baring le publica también en esta colección La solitaria de Dulwich, que Janés ya había publicado en la editorial que había creado con Félix Ros, Emporion, como primer número de la colección La Rosa de Piedra (en 1940). Ambas contienen la traducción firmada por José Aguirre (seudónimo de Janés) y las ilustraciones de Evaristo Mora.

Los tres grandes polemistas católicos: Conversation piece (G.K. Chesterton, Maurice Baring e Hilaire Belloc) (1932), de Sir James Gunn, en la página de la National Portrait Gallery de Londres.

También aparece en 1942 en Cristal El amor es mucho más que el amor, en traducción de José Luis del Río, en el que se recopilan frases sobre el amor entresacadas del conjunto de la obra de Jacques Chardonne (1884-1968), un Sido, de Colette (1873-1954) traducido por Julio Gómez de la Serna, con frontispicio pintado a mano por Mauricio de la Torre de Javea y cubierta de Cluselles y las Cartas de una novicia de quien fuera marido de Marise Ferro, Guido Piovene (1907-1974), que se publica en traducción de Luis Horno Liria, con frontispicio a mano pintado por la hija de Feliu Elias, Elvira Elias, y cubierta y decoración de Cluselles. Ya de 1943 el Luciana de Jules Romains (1885-1972), con cubierta de Cluselles y frontispicio de Clavé; la traducción es la que en 1926 publicara Biblioteca Nueva, que aquí se atribuye a Antonio Marichalar y a un J.B que oculta a José Bergamín (por entonces exiliado).

Se podrían hacer todo tipo de reflexiones y comentarios sobre los autores publicados en esta colección, en apariencia inocua para la censura de la época, pues incluye a un miembro de los húsares, a un autor bienquisto por el régimen como era Hamsun, y a autores italianos en lugar de los tan habituales ingleses en las colecciones de Janés (algo que le afeaban por estar Inglaterra en plena guerra contra Hitler), e incluso podría debatirse acerca del hecho de que sea una colección destinada “a mujeres”. De todos modos, más interesante parece constatar cómo, recién acabada la guerra civil, era posible hacer libros tan bellos con tan poco medios. Por lo menos, Janés lo hacía posible. Y quizá sea una lección para el presente.

Fuentes:

Joseph Epstein, “Maurice Baring and the good high-brow”, The New Criterion, octubre de 1992.

Ricardo Gullón, “El novelista Mauricio Baring”, Escorial, Año 6, núm. 15 (enero 1942), pp. 145-149.

Fernando Gutiérrez, «Recuerdo de José Janés», conferencia pronunciada en la Biblioteca Central de la Diputación de Barcelona con motivo de la Exposición de la Fiesta del Libro de 1959 y publicada como anexo al Catálogo de la Producción Editorial Barcelonesa comprendida entre el 23 de abril de 1958 y el de 1959, Barcelona, Diputación de Barcelona,1960. Una versión muy abreviada de esta conferencia se publicó con el mismo título en La Vanguardia Española.

Pier Pauls Read, «What becomes of Baring?«, The Spectator Magazine, octubre de 2007.

Salvador Pérez Valiente, «Seis Delfines», Cuadernos de Literatura Contemporánea, núm. 5-6, p. 317, citado en José María Martínez Cachero, La novela española entre 1936 y el fin de siglo. Historia de una aventura, Madrid, Castalia (Literatura y Sociedad 59), 1997, p. 85.

Tuits en tapa dura y bellamente decorados

A Agustín Paz, todo facilidades.

El 13 de septiembre de 1941 se anunciaba en las páginas de la revista barcelonesa Destino:

Va a publicarse en Barcelona una nueva colección literaria bautizada con el nombre de Las Quintaesencias. Es intención de los editores recoger en ella lo más selecto del pensamiento universal. Síntoma de su buena orientación lo constituye el hecho de que el primer volumen de esta serie esté dedicado a G.K. Chesterton, el gran polemista católico fallecido hace poco tiempo.

La iniciativa, puesta en marcha por José Janés en sus Ediciones de La Gacela, nacía con una encomiable ambición que se reiteraba en el texto de solapas en que se describía el proyecto:

El pensamiento de los más grandes escritores de todos los tiempos, precedido de un extenso ensayo sobre su vida y su obra. La edición totalmente impresa a dos tintas y bellamente encuadernada en tela, va ilustrada por un retrato y más de cien grabados originales y exclusivos para cada volumen. Una biblioteca única por su ambición y por su presencia.

Las Quintaesencias de Tagore, preparadas por Pedro López Ferret (a quien ese mismo año publicaba Janés su traducción de las Memorias del Rey Sol en La Gacela), fueron el último título aparecido de un proyecto asombrosamente ambicioso para los tiempos que corrían.

Los ciertamente extensos ensayos introductorios son en muchos casos valiosos por sí mismos y los firman a menudo escritores y críticos solventes y bien informados (Lluis Palazón, José M. Camps, Pedro López Ferret, Maurici Serrahima), del mismo modo que las ilustraciones son obra de artistas igualmente apreciables, de Joan Narro a Joan Commeleran y de Enric Cluselles a Pedro Pruna.

ScubShawQuizás el primer atisbo de esta excelente colección de libritos de 17,5 x 11 cm encuadernados en tapa dura, con sobrecubierta y profusamente decorados pueda localizarse en las declaraciones que en 1935 hacía Janés a Josep Palau i Fabre en una entrevista aparecida en el periódico La Humanitat el 21 de noviembre: “También queremos hacer unas antologías de autores. Es decir, una selección de los mejores fragmentos en prosa de cada autor”. Un proyecto que no pudo llevar a cabo, pero del que durante la guerra civil parece deudora su Presència de Catalunya. [Per al soldat català de l´Exèrcit de la Repúbica], publicada en los Serveis de Cultura al Front en 1938 y que recogía pasajes de destacados autores catalanes de las más diversas épocas y estilos.

Sin embargo, un antecedente más cercano es la serie de Pensamientos que en 1940 Janés había programado en la colección Euro con Pensamientos sobre el amor (firmados por un José Aguirre que no es sino un seudónimo que Janés había empleado también como traductor) y Pensamientos sobre la mujer (a cargo de S. Pascual Catán), que finalmente aparecieron también en Ediciones de La Gacela.

Primera página del prólogo de José M. Camps a Las Quintaesencias de Shaw, ilustrado por Joan Commeleran.

Primera página del prólogo de José M. Camps a Las Quintaesencias de Shaw, ilustrado por Joan Commeleran.

En el mismo momento en que arranca la colección Las Quintaesencias, aparece una referencia en el epistolario de Eugenio d´Ors a Oliver Brachfeld en el que se menciona el ensayo que el traductor húngaro está preparando para esta colección acerca del autor de las glosas (carta de Ors a Brachfeld del 3 de octubre de 1941), que sin embargo, como tantos otros títulos, no llegó a publicarse.

Las memorias de Maurici Serrahima ponen en la pista de otro volumen que no llegó a publicarse, el dedicado a Marcel Proust, cuyo estudio introductorio prevé que la censura no aceptará, y efectivamente así fue:

Hoy, lunes de Pascua, he acabado el prólogo para la selección de pensamientos de Proust que he hecho por encargo de Janés, destinada a la colección Las Quintaesencias y análoga a la que hice el año pasado sobre los de Chesterton. También la he firmado con el seudónimo Ramon Setantí por ahora y mientras el catalán no sea permitido. Janés me dijo que temía que la censura no dejara pasar el libro –Proust no es persona grata– y en el prólogo he tenido que esforzarme para ser a la vez justo e insinuar la existencia de los aspectos referentes a las anomalías sexuales a cualquier lector incauto. El prólogo diría que es más denso que el del Chesterton, que hice un poco deprisa y corriendo. [anotación del 6 de abril de 1942, la traducción es mía]

Aun así, otra de las más famosas colecciones españolas dedicadas al género aforístico (Aforismos, de Edhasa) la encabezó con el número 1 precisamente Proust (Máximas y pensamientos, extraídos de su obra En busca del tiempo perdido, compilados por Carles Besa y traducidos y prologados por Lluís Mª Todó).

Se publicaron en total en Las Quintaesencias seis títulos, tres en 1941 y otros tres en 1942, pero aparte de los ya mencionados de Ors y Proust, quedaron pendientes y anunciados como en preparación los dedicados a D´Annunzio, Nietzsche, Leopardi, Unamuno, Ortega y Gasset y Oscar Wilde, sin que sepamos, con la información de que disponemos por ahora, quiénes se estaban ocupando de ellos si efectivamente se había empezado a trabajar en estas compilaciones. Es posible que en los casos de Unamuno y Ortega los proyectos se frustraran por oposición de los derechohabientes, pues en respuesta a la «Carta abierta a José Janés» que Rafael Borràs Betriu publicó en 1954 en Estilo (núm. 5), Janés le explicó que sus intentos por publicar alguna obra de Baroja, Unamuno, Valle Inclán y Vicente Blasco Ibáñez habían chocado con la oposición de las editoriales propietarias de los derechos.

Muestras del trabajo de Commeleran en el volumen de Las Quinataesencias dedicadas a Shaw,.

Muestras del trabajo de Commeleran en el volumen de Las Quinataesencias dedicadas a Shaw.

En consonancia con la exquisitez de la propuesta (publicar lo más selecto de los autores más importantes), el diseño del libro parece cuidado en todos los detalles: encuadernación en tapa dura (en la que el logo aparece estampado en seco en el frontal y el lomo decorado a color), sobrecubierta ilustrada y con amplias solapas, una maqueta con amplísimos márgenes con ilustraciones en las capitulares, con cabeceras y folios a color, profusión de ilustraciones decorativas (en el caso de Shaw, unas 200 en sólo 150 páginas), una atinada y agradable disposición del texto…, pequeñas obritas de arte llenas de encanto.

Quizás algunas de las frases más célebres de Chesterton, Mauriac o Shaw bien se puedan hoy tuitear (véase en particular @ChestertonQuote o, en el caso de las del propio Janés,  #JanésEditor), y sin duda algunas de ellas resultan muy ingeniosas y atinadas, pero es evidente que el texto por sí solo no constituye el contenido, ni el mensaje, ni la esencia de esta breve colección janesiana publicada en los tiempos más sombríos del franquismo. Y aun así, quizás haya quien se podría plantear hacer una edición electrónica de estos libros…

Títulos publicados en Las Quintaesencias:

[Gilbert K.] Chesterton, estudio y selección de Ramón Setantí [Maurici Serrahima], viñetas de Enrique Clusellas, 1941.

Paul Valery, estudio y selección de L. I. Beltrán[Lluis Palazón i Bertran], viñetas de J. Narro, 1941.

Rainer Maria Rilke, estudio, selección y traducción de Jaime Bofill y Ferro, viñetas de Pedro Pruna, 1941.

Retrato y portadilla de Las Quintaesencias de André Maurois

Retrato y portadilla de Las Quintaesen-cias de André Mau-rois.

André Maurois, estudio y selección de L. I. Beltrán [Lluis Palazón i Bertran], viñetas de Planas Bach, 1942.

George Bernard Shaw, estudio y selección de José M. Camps, viñetas de Juan Commeleran, 1942.

Rabindranath Tagore, estudio y selección de Pedro López Ferret, viñetas de N. Miralles, 1942.

Fuentes:

Rafael Borrás Betriu, La batalla d Waterloo. Memorias de un editor, Barcelona, Ediciones B, 2003.

Maurici Serrahima, Memòries de la guerra i de l´exili. 1936-1940, vol. II (1938-1940), Barcelona, Edicions 62 (Biografies i Memòries 4), 1981.

Maurici Serrahima, Del passat quan era present I (1940-1947), Barcelona, Edicions 62, 1972. Tomo la cita del libro de Montserrat Bacardí, La traducció catalana sota el franquisme, Lleida, Punctum-TRILCAT-GETCC (Quaderns 5), p. 107.

Fons Férenc Oliver Brachfeld del Arxiu Nacional de Catalunya.

Josep Palau i Fabre, El monstre, Obra Literària Completas II, Assaigs, articles i memòries, Barcelona, Cercle de Lectors-Galaxia Gutenberg, 2005.