L’Ull de Vidre y las ediciones en catalán de Tusquets Editores

La colección de literatura narrativa en catalán L’Ull de Vidre empezó su andadura en Tuquets Editores en el año 2001, cuando aún se encontraba al frente de la editorial Beatriz de Moura y antes de que esta entrara en la órbita del Grupo Planeta.

Sin embargo, ya el año anterior Tusquets había mostrado la intención de publicar sostenidamente libros en catalán en una colección llamada Caminada que mantenía tanto el formato como el diseño de Guillermot-Navares para Andanzas, lo cual dadas las similitudes entre la lengua española y el catalán podía dar pie a confusiones.

Eso era precisamente lo que ocurría con el primer libro de la colección, La ignorancia (La ignorància en catalán), de Milan Kundera (1929-2023), que al mantener la misma imagen ilustrativa hacía difícil saber al primer vistazo si se trataba de la traducción de Beatriz de Moura al español o de la que hizo Imma Monsó al catalán. Se da además la curiosa circunstancia de que en este caso, y por deseo expreso del autor, estas dos ediciones fueron previas a la del texto original en francés.

Sin embargo, pueden espigarse en el catálogo de Tusquets algunos libros en catalán ya en el siglo XX, como es el caso del Diari de bordell (1979) de Josep Lluís Seguí en la colección La Sonrisa Vertical, Teoria i práctica del pa amb tomàquet (1985) de Leopoldo Pomés, publicado fuera de colección, o incluso una versión inesperada de L’amant, de Marguritte Duras (1914-1996), publicada en 1989 en traducción de Marta Pesarrodona e incluida sorpresivamente en Andanzas, pero siempre habían sido casos excepcionales que no parecían responder a una estrategia planificada.

Así pues, en 2001 aparecía la colección L’Ull de Vidre, que mantenía el mismo diseño que Andanzas pero cambiando el negro de fondo por un rojo oscuro y se lanzaba con La falsa pista, del novelista sueco Henning Mankell (1948-2015), en traducción directa de Meritxell Salvany, que coincidía temporalmente con la aparición también en Tusquets de la misma novela en traducción al castellano (y, casualidad, con título idéntico).

El director de la colección, el escritor y profesor ibicenco Antoni Marí, hacía por entonces ya décadas que estaba vinculado de diversos modos a Tusquets, inicialmente como antólogo (El entusiasmo y la quietud. Antología del romanticismo alemán, en la colección Marginales en 1979), luego como novelista (El camino de Vincennes, en Andanzas en 1995) pero además desde 1989 como director de la colección Nuevos Textos Sagrados (subsumida en Marginales), que incluyó a autores tan diversos como José Ángel Valente (1929-2000), Alfonso Costafreda (1926-1974), Rosa Chacel (1898-1994), Juan Ramón Jiménez (1881-1958), José María Micó (n. 1961), Marcos Ricardo Barnatán (n. 1948), Ida Vitale (n. 1923) o Clara Janés (n. 1940), y que debía garantizar el prestigio de la editorial, según contó con jocosos toques criptosurrealísticos el propio Marí:

[el nombre de la colección] al principio supuso un cierto repudio. Me escudaba detrás del título diciendo: «yo no soy el responsable. El responsable es Adolfo Bioy Casares». Entonces me sacaba la faja que llevaba encima. Porque a Beatriz de Moura, con quien colaboraba desde tiempo inmemorial, yo le decía: «Beatriz, hasta que no tengas una colección de poesía en tu editorial, no tendrás una editorial de prestigio». Y cada mes o mes y medio volvía otra vez, como en una película de Carlos Marx. «No tendrás una editorial de prestigio». Entonces, una noche, Beatriz me invitó a cenar y llegó con nosotros Adolfo. Yo le propuse a Adolfo lo que iba proponiéndole a Beatriz, y el dijo: «Beatriz, por Dios, pero ¿cómo te resistes a publicar una colección de poesía con un hombre tan distraído como este?». Entonces, efectivamente, Nuevos Textos Sagrados, quedó en 1989 como un título que era ya prácticamente inamovible.

En 2002 aparecieron ya cinco títulos de L’Ull de Vidre, que sin embargo aún hacían difícil definir la personalidad de la colección, pues se movía entre la traducción de los títulos comercialmente más exitosos de Tusquets y la incorporación de algunos clásicos: Els gossos de Riga y Comèdia infantil de Mankell, una segunda edición de La ignorància, Les penes del jove Wether de Goethe, en traducción de Manel Pla (anteriormente circulaba profusamente la de Joan Alavedra, y desde 2013 lo haría la de Joan Fontcuberta) y una interesante recopilación de artículos del poeta Jacint Verdaguer (1845-1902) publicados originalmente en 1895 y 1897, editados para Tusquets por Narcís Garolera y publicados con el título En defensa propia; en ellos el poeta se defiende de los ataques de que estaba siendo objeto por razones extraliterarias en una de las primeras grandes polémicas periodísticas (casi coincidiendo en el tiempo con al affaire Dreyfuss, iniciado por Émile Zola en 1897).

Los títulos publicados en L’Ull de Vidre al año siguiente siguen balanceándose entre esos dos polos, con L’home que somreia y La lleona blanca de Mankell o Soldats de Salamina de Javier Cercas (en traducción de Ponç Puigdevall) y el libro de viajes de Jacint Verdaguer preparado por Garolera y prologado por Xavier Moret De Tánger a San Petersburg, pero a los que se añade una inclasificable recopilación de textos con tintes entre filosóficos y científicos de Jorge Wagensberg (1948-2018) traducidos por Màrius Serra: Si la natura és la resposta, quina era la pregunta? I uns altres cinc-cents pensaments sobre la incertesa.

El número de títulos publicados parece estabilizarse temporalmente en media docena anual, pero tampoco los publicados en 2004 acaban de perfilar tamática o genéricamente la colección, si bien empieza a incrementarse el número de obras narrativas escritas originalmente en catalán, entre las que destaca ese año Una vida al carrer, de Jordi Ibáñez Fanés (que obtuvo el primer Premio Lateral a la mejor obra publicada en catalán). Junto a él, nuevos títulos de Mankell (Abans de la gelada, El tallafoc y Amb l’alè al clatell), pero también la edición y traducción de Eduard Cairol de Ewal Tragy i altres textos de joventut, de Rainer Maria Rilke (1875-1926). La misma tendencia se advierte en los años siguientes, con la reedición además de obras en catalán que habían aparecido en otras colecciones de Tusquets, como Deu pometes té el pomer, don el que el colectivo Ofelia Dracs había obtenido el premio Sonrisa Vertical en 1979, o la ya mencionada L’amant (en 2008).

A Mankell se añade más tarde la obra del griego Petros Màrkaris y la colección parece convertirse en el refugio de las traducciones al catalán de estos dos autores junto a las de Kundera, pero también el de la obra narrativa de algunos autores catalanes como Jordi Ibáñez Fanés, Ponç Puigdevall, Manuel Foraster (1949-2016) o el propio Marí (Han vingut uns amics, 2010; Llibre d’abscències, 2012; El vas de plata i altres obres de misericòrdia, 2017), quien además se ha ocupado de la edición de dos de los libros más interesantes publicados en la colección, Contra Sainte-Beuve, records d’una matinada, de Marcel Proust (1871-1922), traducido por Manel Pla, y, con Lluís Quintana, Catalans de 1918, de J. V. Foix (1894-1987).

A todo ello debe añadirse la mención de otros títulos importantes, como L’amic de la finca roja (2017), de Mercè Ibarz (Premio de la Crítica Serra d’Or) o Quan la història et crema la mà: Auden i Orwell entre dues guerres (2020), de Miquel Berga, pero a medida que ha avanzado el siglo XX la cadencia se ha ido reduciendo hasta un par o tres de títulos anuales, mientras que además, lógicamente, las traducciones al catalán de otros autores de éxito de Tusquets, como Murakami o Irving, las ha publicado otro sello del Grupo Planeta, Edicions 62. Tal vez el empuje de las editoriales en catalán hizo que Tusquets abandonará este terreno de juego.

Fuentes:

Antoni Marí, «La música como germen de la poesía moderna (Poe, Baudelaire, Mallarmé)», Actas del congreso Literatura & Música, Jerez de la Frontera, Fundación Caballero Bonald, 2020, pp.41-54.

Tusquets Editores, 1969-2009, catálogo conmemorativo de los primeros cuarenta años de la editorial, Barcelona, 2009.

Anagrama en su contexto, Herralde en su salsa

NOTA: Esta reseña fue publicada originalmente en catalán como «Un día en la vida de un editor» en el Blog de l’Escola de Llibreria de la Facultat d’Informació i Mitjans Audiovisuals de la Universitat de Barcelona en enero de 2019.

«En el mundillo de la edición casi todo se acaba sabiendo»
Jorge Herralde

No es probable que existan muchas cátedras universitarias que lleven el nombre de una editorial; también en esto la barcelonesa Anagrama probablemente sea una excepción, como pone de manifiesto uno de los últimos capítulos de Un día en la vida de un editor (pp. 419-429), en el que se cuenta la gestación y la tarea llevada a cabo por la Cátedra Anagrama de la Universidad Autónoma de Nuevo León (Monterrey), por iniciativa del ensayista y responsable de ediciones de esta universidad, José Garza, desde su fundación el año 2007.

De izquierda a derecha, Gustavo Guerrero, Lali Gubern y Jorge Heralde.

En una entrevista de 2001 incluida asimismo en este libro («Jorge Herralde, la virtud, los tiburones y la red», p. 128-131), el también gran editor Javier Pradera señala otra de las muchas singularidades interesantes de la trayectoria de esta influyente editorial:

Anagrama es una de las pocas editoriales culturales fundadas durante los esperanzados años sesenta, a uno y otro lado del Atlántico, que han logrado sobrevivir como empresas independientes. No son muchas: solo Ediciones Era en México y un puñado de editores en España –se pueden contar con los dedos de la mano– han aguantado el huracán de las concentraciones empresariales.

Beatriz de Moura y Jorge Herralde.

Aun cuando, como también se explica en detalle en este libro («Operación Feltrinelli», p. 372-386), desde 2017 Anagrama pertenece mayoritariamente a la selecta editorial italiana fundada por el legendario Giangiacomo Feltrinelli, que la editorial barcelonesa haya perdido independencia en algún sentido está por demostrar. En cuanto a Javier Pradera, editor en el Fondo de Cultura Económica primero y luego de Alianza Editorial, han surgido en los últimos tiempos libros muy interesantes, como el de Santos Juliá Camarada Javier Pradera (Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 2012) y en particular el editado por Jordi Gracia y epilogado por Miguel Aguilar Javier Pradera: itinerario de un editor (Trama, 2017), que guarda algunos paralelismos en cuanto a estructura y contenidos con Un día en la vida de un editor: un conjunto de textos inéditos o publicados previamente en la prensa –entre los cuales, entrevistes en profundidad– o bien pensados originalmente como conferencias y discursos, ordenados temáticamente y  acompañados de una estricta selección de documentos (cartas, correos electrónicos) que vienen a cuento y resultan oportunos. Es evidente que, para reconstruir y valorar la trayectoria de Pradera, Jordi Gracia se enfrentaba a la dificultad añadida de la escasez y dispersión de la documentación propiamente editorial, pero en cambio contaba con la hoy ya más que notable bibliografía de Jorge Herralde como posible modelo.

Aun así, en el momento de analizar y evaluar la aportación de Anagrama no es Pradera sino Esther Tusquets y sobre todo Beatriz de Moura –o, dicho de otro modo, Lumen y Tusquets Editores–, los nombres que aparecen una y otra vez entrelazados en la historia de Herralde y, como no podía ser de otra manera, también tienen su protagonismo en este volumen (en particular en el texto inédito «El caso Lumen: incidentes en la absorción de una editorial independiente por un gran grupo», p. 317-320). De hecho, tal vez no haya un modo correcto de estudiar el «fenómeno Anagrama» sin analizar también en paralelo los casos de Lumen y Tusquets. Y viceversa, como ya se ponía de manifiesto, por ejemplo, en las Confesiones de una editora poco mentirosa, de Esther Tusquets (RqueR, 2005) y sobre todo en Por el gusto de leer: Beatriz de Moura, editora por vocación, de Juan Cruz Ruiz (Tusquets, 2014).

André Schiffrin y Jorge Herralde en el programa televisivo de Emili Manzano L´hora del lector

Desde el inicial Opiniones mohicanas (Aldus, 2000, ampliado en Acantilado el 2001) y a lo largo de los ocho títulos que lo han seguido hasta este Un día en la vida de un editor –que apareció coincidiendo con los cincuenta años de la editorial–, Herralde ha ido desarrollando y afinando un esquema de libro que, por el tono cercano y la heterogeneidad y diversidad del contenido, sitúan al lector en una posición de acompañante privilegiado de un paseo entretenido y ameno, trufado de anécdotas contadas con una ironía fuera de serie, por su trayectoria y su día a día; y con el bonus track, como él diría, de toparse, al doblar cualquier página, con algunos de los escritores, editores y agentes literarias más relevantes que le son contemporáneos. Pero aún hay otro bonus track adicional: un pliego de fotografías, con muchas de las cuales ya está familiarizado quien ha tenido la suerte de hojear los diversos libros conmemorativos y no venales que Anagrama ha ido publicando periódicamente.

Con Bolaño.

Del conjunto de los libros de Herralde puede extraerse una imagen de las circunstancias de todo tipo (intelectuales, sociales, políticas, culturales, e incluso deportivas) en que ha ido desarrollándose la historia de Anagrama, y tambien en cada uno de ellos se ha ido trazando la historia de Anagrama, de modo que cada nuevo volumen la actualiza y añade también una pincelada nueva, que en el caso de Un día en la vida de un editor quizá se concreta sobre todo en la mayor atención dedicada al contexto internacional, a las relaciones con otros editores y agentes literarios, pero también con escritores y críticos literarios, lo cual contribuye a situar Anagrama en un mapa más amplio de la edición literaria de los siglos XX y XXI.

Sin embargo, es eminentemente un volumen de lectura independiente y que por tanto no presupone el conocimiento previo de los libros anteriores, y así pues volvemos a encontrar un relato de los primeros pasos de la editorial, centrados sobre todo en el ensayo político y sociológico más combativo y, subsidiariamente, en la literatura underground; aparece asimismo la irrepetible aventura de Enlace, que a finales de los años setenta aglutinaba algunas de las editoriales más ruidosas y rupturistas (Anagrama, Barral, Cuadernos para el Diálogo, Edhasa, Edicions 62, Laia, Lumen y Tusquets), el nacimiento de la espectacular colección Panorama de Narrativas, que no tardaría en convertirse en sede social –y valga la expresión, por lo que tiene también de punto de encuentro– de los autores destinados a entrar en el canon de la literatura universal reciente, el momento en que los editores plantaron cara a los proyectos para acabar con el precio fijo de los libros… y todo aquello que puede satisfacer al lector interesado no sólo en la historia de esta editorial en concreto, sino en el panorama de la edición reciente.

También es cierto que este tipo de lector quizá se reencuentre con algún texto que ya ha leído o incluso con alguno que le ha oído leer al  propio Herralde (somos poco menos que una secta), pero no hay duda de que, insertos en este conjunto y situados en este determinado orden, estos textos cobran un nuevo sentido, se complementan entre sí y con los que hasta ahora permanecían inéditos y, a la manera de un trencadís gaudiniano, componen una imagen colorista, alegre y rigurosa de un fragmento de vida que a los lectores más veteranos les toca muy de cerca porque está íntimamente conectada con su propia biografía lectora.

Si algún día se hiciera lo que suele llamarse una edición ómnibus con todos los libros de Herralde, un Herralde esencial que bien podría incluirse en la anagramática colección Compendium, quizá habría que editarlo con cuidado para evitar algunas reiteraciones, pero si se le añadiera una versión actualizada de los impagables volúmenes conmemorativos y no venales que ha venido publicando Anagrama coincidiendo con sus aniversarios más sonados, tendríamos una visión completa y bastante exhaustiva de la historia de Anagrama; o, dicho de otro modo, una compacta biografía de Jorge Herralde.

Herralde, Jorge. Un día en la vida de un editor y otras informaciones fundamentales. Pról., Silvia Sesé. Barcelona: Anagrama (Biblioteca de la memoria, 39), 2019.

La Acracia de la editorial Tusquets

Sergio Vila-Sanjuán interpreta la creación de Acracia, la colección de explícito nombre ideada por Beatriz de Moura en Tusquets en 1973, como «su contribución al momento histórico [de España]», marcado en el ámbito de la edición por el auge de la literatura de tema o contenido político y por el empuje de la de cierto contenido sicalíptico. Por su parte, Gonzalo Pasamar inserta la colección en un contexto de esfuerzos por «rescatar y difundir, por ejemplo, textos y análisis de la obra de Andreu Nin (Zyx, Castellote, Anagrama, Nova Terra, Fontamara) y de los más importantes autores libertarios españoles: Gregorio del Toro, Edicions 62, Edicusa, Bruguera, Ariel (Horas de España), Planeta (Espejo de España), Júcar (Crónica General de España)» que se intensifican a partir de 1976.

Beatriz de Moura, que había creado Tusquets en 1969, declara en el mismo libro de Vila-Sanjuán aludido —Pasando página— haber «militado en el movimiento anarquista, en un grupo que se llamaba Mujeres Libres, que no estaba directamente directamente vinculado a la CNT [Confederación Nacional del Trabajo] pero tenía relaciones con la organización», y de ahí su interés por poner en marcha una colección como Acracia, mientras simultáneamente publicaba colaboraciones en la prensa feminista, como el artículo «Esa ideología nuestra de cada día» en la revista dirigida por Carmen Alcalde Vindicación feminista, que concluía citando a uno de los teóricos más importantes del anarquismo español, Ricardo Mella (1861-1925): «la utopía de hoy es la realidad de mañana». Todo ello concuerda perfectamente con uno de los primeros títulos publicados en Acracia, la antología preparada por la historiadora de origen irlandés Mary Nash Mujeres Libres. España, 1936-1939 (1975), pero también con Breves apuntes sobre las pasiones humanas.

La primera intención de Beatriz de Moura fue recabar la colaboración como director de la colección del periodista Xavier Domingo (1929-1996), que acababa de regresar de una amplia etapa profesional en Francia (1954-1976), durante la que había publicado también diversos ensayos y novelas en francés (La veuve andalouse, Le sceptre et la bombe, L’erotique de l’Espagne…), pero este a su vez, por exceso de trabajo, la dirigió a otro buen conocedor de la materia, el controvertido escritor y periodista con amplia experiencia en la clandestinidad Carlos Semprún Maura (1926-2009), quien sí aceptó el encargo. «Pretendimos sacar a la luz Acracia cuando Ricardo de la Cierva [1926-2015] era director general de Cultura en el año 1974 —explicó De Moura en Por el gusto de leer—; a él le presentamos el programa de Acracia con títulos prudentemente considerados “clásicos” y, para nuestra consternación, sólo quitó un libro, el del pedagogo anarquista Francesc Ferrer i Guàrdia sobre la Escuela Moderna». En cuanto a Xavier Domingo, finalmente Beatriz de Moura consiguió reclutarlo para que dirigiera la colección de Tusquets Los Cinco Sentidos.

Así pues, en 1975 aparecía encuadernado en rústica y un diseño de Lluís Clotet y Oscar Tusquets el primer número de la colección, ¿Qué es la propiedad?, del filósofo francés Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865), al que ese mismo año seguirían Historia del movimiento macknovista, del obrero del metal y pedagogo ruso Piotr Arshinov (1886-1938) y en traducción de Diego Abad de Santillán; El movimiento anarquista en China, del multigalardonado politólogo Robert A. Scalpino (1919-2011), en colaboración con George T. You; la ya mencionada antología de Mary Nash; Malatesta, vida e ideas, del editor y escritor Vernon Richards (1915-2001); Consultorio psíquico-sexual, del psicoterapeuta y sexólogo español exiliado en Estados Unidos Félix Martí Ibáñez (1911-1972), en el que se recogen artículos publicados entre enero de 1936 y junio de 1937 en la mítica revista Estudios seleccionados y prologados por Ignacio Vidal; y ya en el año siguiente aparecerían en Acracia, entre otras obras, Los trajes nuevos del presidente Mao, del historiador y sinólogo Simon Leys (1935-2014) La anarquía según Bakunin, en edición del sindicalista, escritor y tenaz impulsor del Libertarian Book Club Sam Goldoff, Breves apuntes sobre las pasiones humanas, del mencionado Ricardo Mella, Para la anarquía y otros enfrentamientos, de Fernando Savater (que el año anterior había publicado en la editorial Ayuso La filosofía como anhelo de la revolución y otras intervenciones), o La Escuela Moderna. Póstuma explicación y alcance de la enseñanza racionalista, de Francesc Ferrer i Guàrdia (1859-1909), que más tarde se complementaría en Acracia con una selección de textos publicados en el Boletín de la Escuela Moderna, seleccionada por Albert Mayol y publicada en 1978 como número 23 de la colección.

Tal como la interpreta el historiador aragonés Gonzalo Pasamar:

Acracia fue una colección […] pensada para actualizar el pensamiento libertario y antiautoritario en general. Esto llevó a sus responsables a incluir, además de las biografías de los padres el anarquismo del siglo XIX, textos de Cornelius Castoriadis [1922-1997], fundador del grupo Socialismo o Barbarie, y análisis filosóficos de autores recientes.

Ciertamente, Castoriadis es el autor más ampliamente representado en el catálogo que Semprún Maura creó en el seno de esta colección de Tusquets. Ya en 1976 aparecieron sus dos voluminosos estudios sobre La sociedad burocrática: Las relaciones de producción en Rusia y La revolución contra la burocracia, en una traducción en la que intervino, entre otros, Joan Viñoly, y en 1979 se publicó otra de sus obras mayores, La experiencia del movimiento obrero, asimismo en dos volúmenes (Cómo luchar y Proletariado y organización). También fueron de Castoriadis los dos volúmenes con que se dio carpetazo a la colección, correspondientes a los dos que conforman La institución imaginaria de la sociedad: Marxismo y teoría revolucionaria (en 1983, como número 33) y El imaginario social y la institución (1989, núm. 34 y último), que son un poco un cierre retardado de Acracia, pues el número 32 de la colección había sido Esa anarquía nuestra, del prolífico escritor y pionero de la historia social Colin Ward (1924-2010), aparecido en 1982.

En efecto, la colección puede darse casi por cerrada en 1982, como ponen de manifiesto las palabras de Beatriz de Moura en Por el gusto de leer: «La colección se mantuvo con un buen ritmo de ventas exactamente hasta 1982, cuando el libertarismo histórico español ya había dejado de crear ampollas en la sociedad». Y del éxito de la colección también habla en otro pasaje del mismo libro:

Así como se había tolerado ya el marxismo, aposté por la vitalidad que había en el pensamiento ácrata en la línea de un Ferrer i Guàrdia y en el de las comunidades campesinas de Aragón o Andalucía. Y esta colección, ese año [1977], fue la colección que más vendimos, la que más eco alcanzó en revistas como Ajoblanco.

Paralelamente, de la colaboración entre Tusquets y Semprún Maura surgió una efímera revista de notable interés y escasa difusión, Nada. Cuadernos Internacionales, de la que —salvo error— tan solo pudieron aparecer tres números entre abril de 1978 y el invierno de 1979 y en la que figuraron como colaboradores Julia Escobar, Antonio López Campillo, José Manuel Álvarez o los ya mencionados Albert Mayol e Ignacio Vidal. Entre otras cosas, en Nada se publicó un dossier sobre «¿Para qué la CNT?», lo que luego sería un capítulo del libro de Castoriadis Los dominios del hombre (Gedisa, 1988), una interesantísima entrevista al escritor estadounidense William Burroughs (1941-1997) y curiosidades como el artículo de Carmen Martín Gaite (1925-2000) «El miedo a lo gris» (luego recogido en Agua pasada, en Anagrama, 1993).

Sin embargo, no parece que hubiera continuidad de esa línea en Tusquets, si bien no son pocos los títulos que se reeditaron incluso una vez concluida la colección, o los que quizás hubieran podido incluirse en ella y lo hicieron en otras colecciones o incluso los que pasaron de Acracia a otras colecciones (como La institución imaginaria de la sociedad, ahora en Ensayo). Cuando casi dos décadas después arrancó la colección Kriterios, dirigida por Miguel Aguilar, se estableció una cierta separación de temas: los más literarios, artísticos, filosóficos y humanísticos en sentido amplio se publicaron en la colección Ensayo, mientras que Kriterios se centró en los textos más políticos, sociológicos o económicos. Un simple vistazo al listado de autores —Domenico Fisichella (ministro con Berlusconi), José María Ridao, Félix Ovejero Lucas (uno de los promotores de Ciutadans)— basta para comprobar que nada en absoluto tenía que ver ya esta colección nacida en 2001 con la Acracia de los años setenta y ochenta del siglo XX.

No deja de resultar curioso que, en una entrevista publicada en agosto de 2018, a la pregunta de qué colección del catálogo de Tusquets le gusta recordar, respondiera Beatriz de Moura: «En 1974, cuando ya se agotaba la oleada de libros de tendencia marxista, inicié la colección Acracia, en la tradición libertaria catalana…».

Fuentes:

Tusquets Editores, 1969-2009, catálogo editorial conmemorativo (edición no venal).

Lluís Amiguet, «El porno femenino es muy flojo pero salva librerías» (entrevista a Beatriz de Moura), La Vanguardia, 1 de agosto de 2012.

Beatriz de Moura, «Esa ideología nuestra de cada día», Vindicación feminista, núm. 3 (septiembre de 1976), p. 61.

Juan Cruz Ruiz, Por el gusto de leer. Beatriz de Moura, editora por vocación, Barcelona, Tusquets Editores (Tiempo de Memoria 104), 2014.

Sergio Vila-Sanjuán, Pasando página. Autores y editores en la España democrática, Barcelona, Destino (Imago Mundi 26), 2003.

Gonzalo Pasamar, «La memoria de la guerra civil durante la Transición: la aportación de los editores y las colecciones editoriales», en Carlos Navajas Zulbedia y Diego Iturriaga Barco, eds., España en democracia (Actas del IV Congreso Internacional de Historia de Nuestro Tiempo), Logroño, Universidad de La Rioja, 2014, pp. 223-233.

Los Mitos de Claudio López de Lamadrid

«Hacer “bien” los libros no es tarea sencilla […], aparte de práctica y experiencia, se necesita cierta vocación, al menos una vocación de perfeccionismo, de trabajo bien hecho o como quieras llamarlo.»

Claudio López de Lamadrid

 

Cuando a principios de este siglo el editor barcelonés Gonzalo Pontón contrató a Claudio López de Lamadrid (1960-2019) para sustituir a Daniel Fernández como director editorial del área de internacional en Grijalbo Mondadori, coincidiendo además con la llegada de Riccardo Cavallero (que había entrado en Mondadori en 1990), López de Lamadrid tenía ya a sus espaldas una densa trayectoria que le había permitido hacer un amplio aprendizaje del funcionamiento del sector. Como recordó en más de una ocasión, entró a los diecisiete años para colaborar en el traslado de la editorial Tusquets cuando esta se desplazó del domicilio particular de Beatriz de Moura en la calle Hospital a la sede de la calle Iradier, y allí pasó toda una década, interrumpida por unas prácticas en la parisina Christian Bourgois y las milicias, como editor de mesa, en una época en que coincidió en esa empresa con un muy buen equipo de editores. En la página 87 de Por el gusto de leer se publicó una conocida foto en la que aparecen en el jardín de la editorial en la calle Iradier Antonio López Lamadrid y Beatriz de Moura rodeados de unos muy jóvenes Ignacio Echevarría, Miriam Tey y Claudio (fechada en 1987).

A su salida de Tusquets, en 1988, se desempeñó como crítico literario en El Observador y Babelia y traductor sobre todo para la editorial Circe (la Lotte Lenya de Donald Spotto en 1990; Conceptos divinos sobre la belleza física, de Michael Bracewell en 1991, la Colette de Herbert Lottman en 1992; Los ojos vendados, de Siri Hustvedt en 1994), pero también para Muchnik (El hombre que se enamoró de la luna, de Tom Spanbauer, en 1992, y Poderosas palabras, de Northrop Frye, en 1996, por ejemplo) o Tusquets Editores (El misterioso asesinato en Manhattan, de Woody Allen), al tiempo que bajo la tutela de Hans Meinke y en colaboración con Ignacio Echevarría ponía en pie en el seno de Círculo de Lectores la editorial Galaxia Gütenberg, donde tuvo otro encuentro importante. Si de Beatriz de Moura aprendió cómo llevar a cabo la edición de textos, el diseñador Norbert Denkel (estrecho colaborador de Meinke) le abrió, según sus palabras «los ojos a la dimensión artesanal del oficio, y me enseñó también a ver cada libro en su singularidad, también desde el punto de vista gráfico».

De los primeros pasos en Grijalbo Mondadori es particularmente recordada la que por entonces (1998) se consideró delirante idea de publicar en España una colección de breves libros de poesía a un precio en apariencia ridículo, 350 pesetas (lo que no llegaba a suponer el precio de tres periódicos de la época). Se contaba ya con la experiencia de una idea muy similar en Italia que en febrero de 1996 había tenido éxito, pero aun así fue observada con mucho escepticismo en el sector editorial español (sobre todo por la asombrosa y cara) campaña publicitaria que la acompañó). Y también por las aerolíneas españolas, pues Iberia se cerró en banda a regalar ejemplares a los viajeros del puente aéreo por considerar que se trataba de un tipo de lectura demasiado dura para sus clientes habituales. López de Lamadrid era consciente de lo arriesgado de la apuesta: «Tenía un punto de locura, de acuerdo, pero en aquellos años todo lo bueno tenía un punto de locura».

En cualquier caso, a principios de 1998 aparecían con cubiertas muy modernas los volúmenes dedicados a Safo (630 a.C-680 a.C), en traducción de Juan Manuel Rodríguez Tobal; Fernando Pessoa (1888-1935), trasladado al español por Ángel Crespo; Pablo Neruda (1904-1973) y Charles Bukowski (1920-1994), en traducción de Cecilia Ceriani y Txaro Santoro, a los que seguirían enseguida, en marzo, títulos del estadounidense  Walt Whitman (1819-1892), el francés Charles Baudelaire (1821-1867), el griego Kavafis (1863-1933) y el español Luis Cernuda (1902-1963) y más adelante títulos tan asombrosos y sin duda producto de la vena melómana de López de Lamadrid como los 56 boleros seleccionados por el ensayista mexicano Carlos Monsiváis (1938-2010) o volúmenes dedicados a Keats, Pizaknik, Emily Dickinson, César Vallejo, Maiakovski, Rilke, Quevedo, los haikus o la poesía clásica árabe.

Según  explicó en su momento López de Lamadrid, el propósito era proponer unas ediciones libres de notas, prólogos y de todo tipo de aparato crítico (un poco en la onda de lo que en este sentido había hecho Jaime Salinas en el Libro de Bolsillo de Alianza), con cubiertas acordes con las nuevas generaciones de lectores y destinadas a una amplia y heterogénea selección de grandes poetas para «desacralizar» el género. Sin plantearse inicialmente la posibilidad de reeditarlos y pese a las amplísimas tiradas, de cien mil ejemplares por título, vendieron más de un millón de esos pequeños libros, que con toda la intención tenían un formato similar a las de los estuches de cedés y cuya selección de poemas en muchas ocasiones llevaba a cabo el propio López de Lamadrid.

Aun así, de esa etapa de Claudio López de Lamadrid en Grijalbo Mondadori es más recordada la arriesgada contratación de algunos nombres hoy clave de la literatura estadounidense más radical, como Michael Chabon, Chuck Palahniuk y singularmente de David Foster Wallace (1962-2008) y otros no menos rompedores en español, caso de César Aira o Fogwill (mientras el grueso de editores españoles intentaban dar continuidad al éxito de la llamada «nueva narrativa española» con la menos sólida «joven narrativa española»), pero es evidente que este editor, de cuya fruición con la poesía hay numerosos testimonios, no abandonó por completo el convencimiento de que esa era una buena idea, como lo prueba el hecho de que en 2017 presentara, ya en el marco de Literatura Random House, la que sin duda es la heredera de esa colección, Poesía Portátil, dedicada tanto a la recuperación precisamente de títulos ya aparecidos anteriormente en Mitos como a continuar la labor allí iniciada. Larga vida.

Fuentes:

Entrevista a Claudio López Lamadrid (Penguin Random House) para EDI-RED (Editores y Editoriales Iberoamericanos. Siglos XIX-XXI) el 22 de septiembre de 2017 (vídeo de 15¨57″).

Miguel Aguilar, «Casco, moto, niño», El País, 13 de enero de 2019.

Xavi Ayén, «Muere el editor Claudio López de Lamadrid», La Vanguardia, 11 de enero de 2019.

Mauricio Bach, «El relevo en la edición literaria», La Vanguardia, 20 de abril de 2001, pp. 16-18.

Ricardo Cayuela Gally, «Adiós, gran timonel», Letras Libres, 11 de enero de 2019.

Álvaro Colomer, «Despacho pequeño, editor grande», El Mundo, 12 de enero de 2019.

Juan Cruz, Por el gusto de leer. Beatriz de Moura, editora por vocación, Barcelona, Tusquets Editores (Tiempo de Memoria 104), 2014.

Juan Cruz, «Claudio López Lamadrid, el editor que se atrevió con América», El País, 12 de enero de 2019.

Rubén Díez Cabiedes,«Claudio López de Lamadrid: “Si los editores nos moviésemos por codicia no estaríamos en el negocio de los libros”» (entrevista), Jot Down.

Ignacio Echevaría y Claudio López de Lamadrid, «¿De qué hablamos cuando hablamos de edición?», El Cultural, 26 de octubre de 2018.

Rodrigo Fresán, «Apuntes para una teoría de este editor. In memoriam Claudio López de Lamadrid», Revista Contexto 203 (12 de enero de 2019).

Andreu Jaume, «Por Claudio», El Español, 12 de enero de 2019.

Antonio Jiménez Morato, «La generosidad de un editor. Sobre Claudio López Lamadrid», Penúltima, 12 de enero de 2019.

Anagrama y Tusquets ante un momento crítico

En el marco del foro Edita Barcelona, auspiciado por la Universitat Pompeu Fabra y celebrado entre los días 6 y 8 de julio de 2016, el editor de Debate Miguel Aguilar (n. 1976) recordó en su intervención un momento de súbita y profunda caída del interés de los lectores españoles por el ensayo a través de la experiencia de Tusquets Editores, donde en el verano de 1979 todos se marcharon la mar de contentos de vacaciones en julio, con una colocación estupenda de sus nuevos libros de no ficción, y a su regreso en septiembre se sumieron en la estupefacción al comprobar el enorme volumen de devoluciones. Cuando en el mismo foro intervino Jorge Herralde (n. 1935), de Anagrama, aun sin convenir por completo en la precisión cronológica, coincidió que por esos meses se produjo una caída importante en la lectura en España de obras de no ficción, quizá por agotamiento, tal vez porque en un espacio de tiempo bastante breve se había ido publicando lo esencial y pertinente, o vaya usted a saber por qué caprichos de los lectores en lengua española.

EditaBCN

 

En realidad, por edad y aun cuando en su etapa en Tusquets (1999-2004) fue editor de no ficción, Miguel Aguilar no pudo de ningún modo vivir de primera mano ese verano al parecer tan trascendental, sino que, como ávido lector de libros sobre el mundo editorial, los datos que aportó proceden posiblemente de unas declaraciones de Beatriz de Moura (n. 1939) publicadas en el libro preparado por Juan Cruz Ruiz:

Creo que fue en julio de 1979: los editores nos fuimos de vacaciones como siempre, con las programaciones de unos dos años ya previstas y encaminadas. Por entonces, los lectores españoles consumían sobre y ante todo libros de no ficción. La narrativa, salvo algunas escasas excepciones, era considerada, con el habitual retintín, «cosa de mujeres». Así pues, una amplísima mayoría de editores de la época dedicados mayoritariamente al libro de no ficción, se encontró, al regresar de vacaciones –como quien dice, de la noche a la mañana–, con un futuro inmediato que para algunos fue catastrófico.

Desde su posición privilegiada de espectador del milieu, Sergio Vila-Sanjuán lo resumió retrospectivamente del siguiente modo, aceptando 1979 pero matizándolo, como la fecha clave:

Hacia 1979 había comenzado a caer en picado el libro político que tan buenos dividendos había generado durante los primeros años de la Transición [1975-1978]. Bajo el gobierno de Adolfo Suárez, exiliados y teóricos prohibidos ya habían sido redescubiertos hasta la saciedad y parecía claro que en España no iba a estallar la Revolución. Fuera por el famoso desencanto o por simple saturación, los editores especializados en este género le estaban viendo las orejas al lobo. Había que cambiar de rumbo.

Lo curioso es que dos editoriales de trayectorias paralelas como Anagrama y Tusquets, afectadas además ambas por la crisis que había sufrido la Distribuidora de Enlace, llevaran a cabo ese cambio de rumbo con mediante colecciones con ciertos rasgos comunes, en un momento en que Tusquets hacía poco tiempo que se había constituido en sociedad anónima con la implicación más intensa de Antonio López Lamadrid (1938-2009).

Tusq+Herralde

Beatriz de Moura y Jorge Herralde.

Tusquets no tardó en detener el primer golpe y salvar la papeleta con la hasta hoy más prestigiosa y conocida colección española de literatura erótica, la Sonrisa Vertical, entre cuyos méritos no menores está haber dado a conocer a Almudena Grandes (n. 1960) con Las edades de Lulú, además de publicar a Georges Bataille, Frank Harris, Marguerite Duras y Mauricio Wácquez, entre otros cultivadores ocasionales o no del género. Sin embargo, en el mismo libro ya mencionado explica De Moura que, si bien había salido en otoño de 1976 (con El cipote de Archidona, de Cela), el proyecto de esta colección llevaba años gestándose: «La Sonrisa Vertical fue un proyecto que se había planteado ya en 1970, cuando presentamos en Madrid la novela de Cargenio Trías (Carlos y Eugenio Trías), Santa Ava de Abis Abeba» y atribuye la idea al director cinematográfico Luis García Berlanga (1921-2010).

A sugerencia de Antonio López Lamadrid, en cambio, se atribuye la decisión de iniciar la colección de narrativa que resituaría a Tusquets Editores, Andanzas, que arrancó con El valle del Issa (1981), de Czeslaw Milosz, que el año anterior había sido galardonado con el Nobel de Literatura, Sangre inocente, de la cultivadora del género policíaco P.D. James, Una princesa en Berlín, de Arthur R.G. Solmssen, célebre como el más claro antecedente del estilo John Grisham de combinar intriga y tramas judiciales, y Jardín de cemento, del muy británico  Ian McEwan, a quien Anagrama había dado a conocer en 1980 en la colección Contraseñas con el libro de relatos Primer amor, últimos ritos (Premio Sommerset Maugham 1976).

5e5f1-recorte_gandhi

Diversos ejemplares de la colección Andanzas de Tusquets.

La Anagrama de Jorge Herralde, por su parte, salió del bache también con velocidad de crucero gracias a la colección de ficción sobre todo traducida Panorama de narrativas, que en 1981, además de obras de Mircea Eliade, Thomas Bernhard, Joseph Roth y Jorge Rodolfo Wilcock ya publica dos títulos de Patricia Highsmith (A pleno sol y La máscara de Ripley) y al año siguiente publicará la explosiva novela de John Kennedy Toole (1937-1969) La conjura de los necios.

En 1980, tras su paso por Barral y Tusquets, la agente Mercedes Casanova, que acababa de montar empresa propia asociada a la también exBarral Michi Straufeld, andaba buscando algún editor español que se aviniera a dotar de coherencia a la publicación de las obras de Patricia Highsmith. Según contó a Vila-Sanjuán López Lamadrid, en Tusquets tuvieron que rechazar la propuesta inicial, consistente en contratar ocho títulos de golpe, y ofrecieron a cambio adquirir tres, pero fue Herralde quien, aceptando contratar cuatro de una tacada, consiguió incorporar a su catálogo la célebre serie del celebérrimo Tom Ripley y las diversas novelas de Highsmith que andaban dispersas en varias editoriales, con lo que la autora británica, que obtuvo enseguida una reacción inesperadamente buena de los lectores de entonces, se convirtió en uno de los puntales de aquella época anagramática. En 1983, es decir, en apenas dos años, se habían hecho ya cinco ediciones de A pleno sol (lo que sumaba 20.000 ejemplares) y de La máscara de Ripley, tres (13.000 ejemplares).

André Schiffrin con Jorge Herralde en el programa televisivo de Emili Manzano L´hora del lector

André Schiffrin con Jorge Herralde en el programa televisivo de Emili Manzano L´hora del lector

Más azarosa todavía fue la contratación de otro de esos puntales, el libro póstumo de Toole, que despertó la atención de Herralde cuando se topó con él en uno de los lugares menos esperables, un catálogo de la Louisiana University Press (por lo general, poblado de títulos sobre ragtime, jazz e historia del Sur), donde el escritor Walker Percy (1916-1990) contaba cómo la madre del por entonces ya suicidado autor novel insistió una y otra vez en que leyera la copia en papel carbón de la obra de su hijo que le había dejado (texto, el de Percy, que luego se publicó como prólogo de la novela de Toole). No resultará extraño que el libro de Toole destacara en un catálogo semejante, pero es evidente también que una primera novela de un completo desconocido, que además llevaba ya un buen tiempo muerto (de hecho, su muerte se produjo el mismo año que la fundación de Anagrama), no tenía trazas de convertirse en un gran éxito.

Rafael Conte.

Aun cuando otra editorial española había solicitado opción sobre la obra, por aproximadamente mil dólares de la época, según recuerda el editor, Herralde se hizo con los derechos de esta novela, a la que en cuanto se publicó, en la primavera de 1982, con una tirada de 4.000 ejemplares, saludó el por entonces influyente crítico Rafael Conte (1935-2009) con un entusiasmo directamente heredero del de Percy, como ponen de manifiesto sus alusiones a santo Tomás de Aquino, Thomas Hardy y don Quijote como referentes, pero el caso es que dio un espaldarazo definitivo a una novela que ya se estaba convirtiendo en fenómeno gracias al boca a oreja, y que además en 1981 recibió el Premio Pulitzer.

Es evidente, pues, que el golpe de timón que ante el súbito y profundo declive del ensayo de tema político que dieron ambas editoriales, conocidas hasta entonces sobre todo por colecciones que apostaban sin fisuras por el género, salieron paradójicamente muy reforzadas, y en la década a punto de abrirse se convirtieron en referencia obligada en cuanto a novedades en el ámbito de la narrativa, tanto traducida como en español, hasta tal punto que tuvieron un papel fundamental en colecciones de quiosco de RBA muy populares en su momento, como es el caso de Narrativa Actual (con Alfaguara, Destino, Lumen, Planeta y Seix Barral, en 1992). De nuevo es Vila-Sanjuán quien arroja luz sobre la trascendencia de estas iniciativas en un periodo, el que va de 1975 1 1982, en que el panorama editorial español dio un vuelco (del cual algunas editoriales ya no se levantarían):

Los rebeldes de anteayer pasaban a formar parte, ¡más que eso!, pasaban a marcar las reglas del juego del espacio central, lo que los norteamericanos llaman el mainstream, de la cultura española de la era socialista.

Fuentes:

Virginia Bautista, «Una guerra individual contra el mundo de John Kennedy Toole», Excélsior, 7 de octubre de 2012.

MouraGustoLeerRafael Conte, «John Kennedy Toole, la víctima que triunfó», Babelia, 5 de septiembre de 1982.

Juan Cruz Ruiz, Por el gusto de leer. Beatriz de Moura, editora por vocación, Barcelona, Tusquets (Tiempo de Memoria 104), 2014.

Alberto Gordo, «Cómo se publicó La conjura de los necios», El Cultural, 12 de julio de 2012.

Manuel Rodríguez Rivero, «Sillón de orejas – Codeándome con mis topos», Letras y Letanías, 3 de marzo de 2012.

Sergio Vila-Sanjuán, Pasando página. Autores y editores en la España democrática, Barcelona, Destino (Imago Mundi 26), 2003.

Tusquets Editores y una colección de premio

Del mismo modo que el lector más o menos indolente tiende a identificar Anagrama con una editorial de narrativa, sin entrar en mayores honduras y pasando por alto colecciones como Argumentos, a ese mismo lector es muy probable que el nombre de Tusquets Editores le haga pensar enseguida en la muy reconocible colección Andanzas, de la que es raro no encontrar algún título en una casa con lectores.

SeniorService

Imagen parcial de la sobrecubierta de Senior Service que permite ver el desarrollo de la imagen en el lomo.

Sin embargo, con poco más de veinte años y rebasado el centenar de títulos, la colección Tiempo de Memoria, destinada a biografías, obras memorialísticas y ensayos de historia, se ha ganado un puesto destacado en los anaqueles de los interesados en estas materias por la oportunidad, el interés y la accesibilidad –que no ligereza– de los textos que en ella se han publicado.

SeniorCub

Cubierta de Senior Service, la biografía que Carlo Feltrinelli escribió de su padre Giangiacomo.

La colección arrancó con el cambio de siglo a un ritmo muy intenso, publicando en 2000 una amplia y espectacular selección de títulos que permitía advertir ya cuál iba a ser el nivel de exigencia, la ductilidad y los campos de conocimiento que preferentemente se disponía a transitar en los años sucesivos: Sin rumbo cierto. Memorias conversadas con Fernando Valls, de Juan Luis Panero, que el año anterior había obtenido el prestigioso Premio Comillas, La sonrisa de Maquiavelo, de Maurizio Viroli, Un maestro de Alemania. Martin Heidegger y su tiempo, de Rüdiger Safranski, que no tardaría en ser uno de los autores más presentes en la colección, Historia del presente. Ensayos, retratos y crónicas de la Europa de los 90, de Timothy Garton Ash, Pilatos. Biografía de un hombre inventado, de Ann Wroe, Billy Wilder. Vida y época de un cineasta, de Ed Sikov, Persona non grata, del escritor chileno Jorge Edwards y El nudista del turno de noche y otras historias verídicas de Silicon Valley, de Po Bronson.

RimbaudRobbSólo un título menos se publicó al año siguiente, en que aparecieron, entre otros, las traducciones del excelente Rimbaud de Graham Robb, de Senior service: biografía de un editor, de Carlo Feltrinelli y de Nietzsche. Biografía de su pensamiento, de Safranski, y junto a ellas obras originales de indudable interés, como la recuperación de Guerra y vicisitudes de los españoles, del político, periodista y novelista bilbaíno Julián Zugazagoitia, cuya primera edición se publicó en Buenos Aires en 1940 (durante el breve exilio del autor, antes de que la Gestapo lo detuviera en París y lo entregara a las autoridades franquistas para que lo fusilaran sin demora), La dulce España. Memoria de un niño partido en dos, del dramaturgo y cineasta madrileño Jaime de Armiñán (premiada en 2000 con el Comillas) y el polémico Hernán Cortés. Inventor de México, del tampiqueño Juan Miralles.

2002 Ana Estevan con Carlo Feltrinelli (2)

Carlo Feltrinelli con la editora de Tusquets Ana Estevan en 2002.

Desde la puesta en marcha de Tiempo de Memoria ha sido el espacio natural en el que han ido apareciendo los premiados con el Comillas, creado en 1987 por Antonio López Lamadrid (1938-2009) y cuyos jurados han encabezado lectores tan fiables y solventes como Jorge Semprún (2023-2012), Javier Pradera (1934-2011) o José Álvarez Junco (n. 1942). El objetivo del premio ha sido estimular el cultivo de los géneros memorialísticos y biográficos, con una explícita preferencia por el modelo anglosajón frente al francés:

Siempre he intentado propiciarlas –ha explicado Beatriz de Moura a Juan Cruz–, pero en este país ha sido difícil y complicado dar hasta ahora con memorias tal como las entiendo yo, o sea, según el modelo tradicional propio de Inglaterra, al igual que escasean historiadores que sepan escribir buenas biografías.

MouraGustoLeerA tenor de los resultados, el propósito del Comillas se cumplió con éxito, pues si bien en la segunda edición 1989 quedó desierto, y lo mismo sucedió dos años después, desde entonces ha dado a conocer sin descanso  investigaciones originales de indudable importancia y memorias necesarias que, una vez desaparecido en 1978 el Premio Espejo de España impulsado por Rafael Borràs en Planeta, no disponían de una colección idónea en la que publicarse.

Esto ha hecho que Tiempo de Memoria se haya nutrido de títulos muy relevantes de las letras españolas en estos ámbitos, pues a los premiados en los años sucesivos se han añadido las reediciones de los galardonados en años anteriores a 1987, como es el caso por ejemplo de la impactante Pretérito imperfecto, del neurólogo y psiquiatra Carlos Castilla del Pino (1922-2009), que inicialmente se había publicado en Andanzas y que, según ha explicado Beatriz de Moura, le habían llegado a través de Javier Pradera: «Él le había publicado ya los libros de psiquiatría en Alianza, incluso alguna novela. Pero cuando Castilla del Pino empezó a escribir sus memorias, Pradera creyó que cuadraban mejor en Tusquets». Obviamente, la continuación de este primer volumen, Casa del olvido. Autobiografía (1949-2003) apareció también en Tiempo de Memoria.

De 2003 es la publicación de otro ilustre premiado con el Comillas, el editor Jaime Salinas (1925-2011), cuyas memorias, Travesías, tuvieron una larga, dificultosa y atribulada gestación, según él mismo contó:

Conocí a Julia Escobar, una mujer muy hábil que consiguió convencerme. Trabajaríamos juntos, aunque la idea de cómo hacerlo no estaba definida; en la primera sesión mantuvimos una conversación grabada de la que ella me pasó luego la transcripción. […] Me puse a corregirla y me di cuenta de que lo mejor era intentar escribirlo yo mismo y que después revisara ella. Pero Julia tenía una tendencia a corregir más de lo que yo quería. […] Así que hablamos con Beatriz de Moura, mi editora, y decidimos que yo fuera escribiendo como quisiera y pudiera, mientras que Julia haría un trabajo de documentación.

Beatriz de Moura

Según la versión de la editora:

Un primer tomo que nos llegó en un desorden total. Me pasé horas infinitas trabajando para darle un orden narrativo. Creo recordar que [Salinas] no tenía ordenador, y que le agenciamos uno para poder guardar los distintos episodios que iba corrigiendo y completando conmigo. […] El segundo tomo no llegó a acabarlo porque no alcanzó a orientarse entre las fechas, habían desaparecido los papeles del célebre Premio Formentor que él ayudó a crear y que coordinó mientras éste duró, y los protagonistas de esos episodios o enmudecieron o fallecieron.

Y si el propósito fuera reconstruir la edición de este texto, que no es el caso, convendría citar también a la propia Julia Escobar, que conserva aún un ejemplar de esa versión que escribió y permanece inédita.

SalinasTravesías

Poco posterior a Travesías es la incorporación a Tiempo de Memoria del asombroso ciclo de diarios de Enst Jünger (1895-1998) Radiaciones, cuyos tres primeros volúmenes había aparecido ya en Andanzas, y posteriormente a este impresionante ciclo se añadirían otros como el ya clásico Archipiélago Gulag de Solzhenitsyn (en tres volúmenes), Desde la última vuelta del camino de Pío Baroja, en tres tomos, o el díptico que Antonio Rivero Taravillo dedicó a la trayectoria del poeta Luis Cernuda: Años españoles (1902-1938) (2008), premiado con el Comillas 2007, y Años de exilio (1938-1963) (2011).

Vale la pena mencionar también la excelente biografía que Oliver Todd dedicó a André Malraux. Une vie (Gallimard, Biographies NRF, 2001), en cuya proceso de edición para la versión española (2002) se subsanaron algunos errores y se precisaron informaciones, particularmente referidas a la guerra civil española, o Al Sur de Granada, del hispanista inglés Gerald Brenan (1894-1987), o los textos autobiográficos del poeta valenciano Juan Gil-Albert (1904-1994), acertadamente recogidos en el número 38 de la colección (Memorabilia, seguido de Drama patrio y Los días están contados), como antes se hiciera con los de George Orwell (número 28: Orwell en España: “Homenaje a Cataluña y otros escritos sobre la guerra civil española), así como los estupendos libros de Safranski, Timothy Garton Ash, Herbert H. Lottman…

ToddMalraux

Cubierta del Malraux de Todd en Gallimard.

Estos bellos volúmenes, originalmente diseñados por Lluís Clotet y Ramón Úbeda, encuadernados en rústica con sobrecubiertas diseñadas por Úbeda, han ido sufriendo cambios más o menos sutiles, como el estampado en uvi del título y el número en el lomo en la sobrecubierta, o posteriormente la conversión de la sobrecubierta en una encuadernación en rústica con solapas y un formato menor en algún caso, hasta que más recientemente se ha llevado a cabo un rediseño bastante más acusado, pero el interés de los textos no ha decaído en ningún momento.

A las obras mencionadas no será ocioso añadir aún algunos editados y publicados específicamente para el lector mexicano, sin numeración pero sin duda pertenecientes a Tiempo de Memoria, cuyos títulos y autores permiten aventurar ya interés y pertinencia, como es el caso de la recuperación de Un corazón adicto. La vida de Ramón López Velarde (2002), de Guillermo Sheridan, publicada previamente en el Fondo de Cultura Económica, Aureliano Urrutia. Del crimen político al exilio (2012), de Cristina Urrutia Martínez, o Manuel Lozada. El Tigre de Álica: general, revolucionario, rebelde (2015), de Jean Meyer. Y siguen…

CruzEgos

Imagen parcial de la sobrecubierta de Egos revueltos, que permite advertir el lomo y la solapa.

Fuentes:

Catálogo no venal Tusquets Editores 1969-2009, Barcelona, Tusquets Editores, 2009.

Juan Cruz, Jaime Salinas. El oficio de editor, Madrid, Alfaguara, 2013.

Juan Cruz Ruiz, Por el gusto de leer. Beatriz de Moura, editora por vocación, Tusquets Editores (Tiempo de Memoria, 104), 2014.

Julia Escobar, «Las memorias de Jaime Salinas (Diarios VII)», La Quimera. Nadie dijo que fuera fácil, 6 de noviembre de 2014.

 

Editores, Tusquets Editores

Si alguna cosa deja muy clara Por el gusto de leer, el libro de entrevistas de Juan Cruz Ruiz a Beatriz de Moura, es el instinto o el talento natural del alma máter de Tusquets Editores para atraer a su proyecto a colaboradores con talento y con un claro compromiso con la literatura, la edición y la lectura como tres de las bellas artes. Al repasar su trayectoria, Beatriz de Moura no se presenta al lector como una superwoman ni como una mujer orquesta, más allá de lo que va con el cargo, sino que queda claro que ha contado siempre con muy buenos editores, y en particular con buenísimos editores de textos. Y, además, que la «edición con editores» sigue resistiendo, aunque la vinculación de Tusquets Editores con el Grupo Planeta pueda generar (y de hecho, genera) dudas razonables acerca de la continuidad de ello.

Es cierto que el deleznable asunto de cómo Javier Cercas abandonó la editorial es uno de los episodios más jugosos para el chafardeo, y que el hecho de que –que yo sepa– no se haya dado a conocer la visión del propio escritor –y mucho menos la de su agente, Carmen Balcells– llevan a pensar que se trata del conflicto más sucio de la industria editorial española en lo que llevamos de siglo. Resulta muy atractivo conocer, por ejemplo, que  en algún lugar, quizá en entre esa “montaña de cartas y papeles que aún están hasta nueva orden en un guardamuebles” (p. 102), existe una carpeta con el título “La lamentable historia de Cercas y Carmen Balcells” (p.150) que contiene toda la documentación al respecto. Pero parece una historia, además de muy lamentable, ruin, sórdida y triste. Seguiremos, pues, esperando las memorias de Beatriz de Moura

Sin embargo, el grueso de lo que Cruz Ruiz consigue sonsacar a la editora europeocatalana de origen brasileño es, para quienes la han seguido de cerca y con interés, poco novedoso y quizá en sentido estricto haya pocas sorpresas en Por el gusto de leer para ese tipo de lector. Mucho de lo que cuenta la editora ya se ha hecho público, si bien en algunos casos se ha dado a conocer en publicaciones no fácilmente accesibles o no venales, y sin duda recopilar en un volumen esas historias, opiniones, referentes y juicios hasta ahora dispersos en catálogos, conferencias y artículos diversos es un acierto, pues ofrece una visión de conjunto bastante completa, salvo quizá en lo que hace referencia a la filosofía de Beatriz de Moura en el momento de llevar a cabo trabajos de edición de los textos, pero acaso, como a Cruz Ruiz parece no interesarle mucho el tema (ahí están sus propias memorias Egos revueltos), presuponga que a sus lectores tampoco. Vaya por delante una confesión: me resulta un poco irritante la deriva hacia lo anecdótico, mitómano o fetichista de muchas de las preguntas de Cruz Ruiz, y es un alivio que la editora rehuya ese terreno para contar cosas realmente interesantes acerca de la profesión y de la trayectoria de Tusquets Editores. Es impagable, además, que se hayan añadido como apéndice las conferencias “Cómo se hace una editorial” (2001) y “Desde aquí y ahora, hacia delante y hacia atrás” (2013), ambas magníficas, realmente iluminadoras y en cuyo elogio es difícil excederse.

Beatriz de Moura con Jorge Herralde.

Al repasar la trayectoria de la editorial Tusquets van surgiendo continuamente, no sólo como autores de la casa nombres muy conocidos y prestigiosos de la literatura y el pensamiento de nuestro tiempo –cosa por casi todos sabida a estas alturas–, sino sobre todo, y eso es más singular, nombres de profesionales de la cultura con trayectorias más que notables. La simple mención de algunos de los que han sido directores de colección en Tusquets Editores en diferentes etapas de su historia es más que elocuente, abrumadora; en más o menos estricto orden alfabético y sin exhaustividad: el hoy editor de Debate Miguel Aguilar (Kriterios), el cineasta Luis García Berlanga (La Sonrisa Vertical), el arquitecto Lluis Clotet (Tiempo de Memoria y Marginales, ambas con Ramón Úbeda), la fotógrafa Colita (la Serie Negra de Ediciones de Bolsillo), el escritor y gastrónomo Xavier Domingo (Los 5 Sentidos), el editor y crítico literario Ignacio Echeverría (Afueras), el poeta y editor Antoni Marí (la serie de Nuevos Textos Sagrados, en Marginales, y L´Ull de Vidre), el cineasta Ricardo Muñoz Suay (la serie Cotidiana de Cuadermos Ínfimos), el escritor Sergio Pitol (la serie de Heterodoxos de Cuadernos Ínfimos), los filósofos Josep Ramoneda (Ensayo) y Fernando Savater (A Mejor Vida), el combativo escritor Carlos Semprún-Maura (Acracia), el arquitecto Oscar Tusquets (Marginales), el científico y divulgador de la ciencia Jorge Wagensberger (Metatemas)… En definitiva, un equipo de lujo.

Lluiís Clotet (n. 1941).

Poco menos sucede al repasar la lista de diseñadores, grafistas y fotógrafos  que van apareciendo aquí y allá como colaboradores más o menos intermitentes, con lugar destacado para Lluís Clotet pero con Oscar Tusquets y Colita entre los nombres más conocidos, y aun podría hacerse otra impresionante lista con los traductores que han publicado en la que sin duda es la obra maestra de Beatriz de Moura (Carlos Manzano, Juan José del Solar, Félix de Azúa, Aurora Bernárdez, Clara Janés,, etc), pero mayor influencia ha tenido sin duda la pléyade de colaboradores más asiduos, en cuyo reclutamiento, al parecer, tuvo un papel destacado el profesor Alberto Blecua (a quien, entre otras cosas, caracteriza el haber tenido muy buenos alumnos que hoy pululan por el mundillo editorial).

Alberto Blecua (n. 1941).

Por el departamento de derechos de autor de Tusquets, por ejemplo, pasó la hoy agente literaria Mercedes Casanovas, tras foguearse nada menos que en Barral Editores, y en el mismo departamento inició su carrera Miriam Tey, antes de pasar a Círculo de Lectores, Columna y posteriormente crear Ediciones del Bronce y El Cobre (aunque no fuera eso lo que la hiciera saltar a las páginas de la prensa).

Y la plantilla que deja Beatriz de Moura al dar por cerrada su etapa al frente de Tusquets Editores es poco menos que un all stars, con Josep Maria Ventosa, por ejemplo, al frente de la “no ficción”, y capitaneando pues la que acaso sea la mejor colección española dedicada a biografías y memorias (Tiempo de Memoria). Es muy significativo que en las numerosas fotografías que ilustran Por el gusto de leer, en casi todas en las que aparece Ana Estevan (una de las estrellas cuyo fichaje responde a recomendación del ojeador Alberto Blecua) aparece siempre, fiel a su fama, con unas galeradas o un original enfrente  y un bolígrafo sin duda rojo en la mano, sin dejarse distraer por un glamuroso flash fotográfico cuando se trata de editar. De otro gran descubrimiento de Blecua, Juan Cerezo, se ha hecho muy conocida su insistencia para que, en contra de la opinión inicial de sus superiores jerárquicos, Tusquets Editores hiciera una tirada mayor de la prevista en el caso de Soldados de Salamina, debido a su excepcional calidad, pero mucho más admirable, circunscribiéndonos más o menos a la misma época, es su coraje para emprender y llevar a buen puerto una empresa tan arriesgada y encomiable como fue el rescate para los lectores de un autor de la importancia de Ramiro Pinilla (la impresionante trilogía Verdes valles, colinas rojas, Antonio B. el Ruso, ciudadano de tercera, la tan oportuna como conveniente recuperación de Las ciegas hormigas…). Por no mencionar siquiera los muy eficientes equipos creados por Tusquets en Buenos Aires y en México.

Ramiro Pinilla (1923-2014), a quien Fernando Aramburu recomendó a Juan Cerezo que leyera.

Beatriz de Moura ofrece en Por el gusto de leer una imagen de la edición como un deporte de riesgo, pero también como un deporte de equipo, y es evidente que, aunque fuera ella quien diera la cara, quien actuara como ariete, siempre supo contar en un equipo capaz de jugar en las grandes ligas, y de hacerlo además con elegancia y jogo bonito. No hay duda de que, con Antonio López Lamadrid (1938-2009) en un lugar destacadísimo, Beatriz de Moura ha sabido rodearse de colaboradores de primer orden, y quizá atender, escuchar y confiar en el talento de semejantes profesionales sea sobre todo cuestión de sentido común. Pero es sabido que ese es el menos común de los sentidos; en particular en el sector editorial.

Antonio López Lamadrid y Beatriz de Moura flanqueando a John Irving.

Juan Cruz Ruiz, Por el gusto de leer. Beatriz de Moura, editora por vocación, Barcelona, Tusquets Editores (Tiempo de Memoria 104), 2014.

Fuentes adicionales:

Beatriz de Moura.

Catálogo de Tusquets Editores, 1969-2009, (incluye textos de Beatriz de Moura y de Antonio López Lamadrid), edicón no venal.

Beatriz de Moura: Como antes, como siempre, web Tusquets (vídeo)

Beatriz de Moura y Sergio Dahbar, El oficio del editor, conversación en el marco del encuentro en la Biblioteca Luis Ángel de Arango (Colombia), en septiembre de 2012 (vídeo).

AA.VV., Conversaciones con editores en primera persona, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 2006, pp. 173-206.

Yanet Aguilar Sosa, “Tusquets, entre la expansión y la independencia”, El Universal, 5 de junio de 2012.

Ricardo Baduell, «Encuentro con Ramiro Pinilla«, en Refinería Literaria, 24 de octubre de 2014.

Luis Bonilla, “La vida de los libros. Entrevista con Beatriz de Moura«, Letras Libres, enero de 2010.

José Ignacio Fernández, “Beatriz de Moura, la chica de los leotardos negros”, Círculo Cultural Faroni, 24 octubre 1212.

Ángel S. Hardinguey, “El placer de vivir entre libros (entrevista a Beatriz de Moura)«, El País, 1 de ocutubre de 2006.

Gonzalo Pontón y Eugenia Fosalba, eds., La escondida senda. Homenaje a Alberto Blecua, Barcelona, Castalia, 2012.

José Ruiz Mantilla, “Beatriz de Moura: Editar es jugar a la ruleta”, El País, 25 de marzo de 2012.

Fernando Valls, “La fiesta de Tusquets”, La nave de los locos, 18 de junio de 2009.

La «edición histérica» de Tusquets Editores

A la editorial Círculo de Tiza, con los mejores deseos.

La miríada de pequeñas editoriales independientes surgidas en los últimos diez años en el ámbito de la edición literaria en lengua española (Minúscula, Páginas de Espuma, Libros del Asteroide, Malpaso, Blackie Books, etc.) ha mantenido una relación ambivalente con el trío de editoriales de referencia capitaneadas por miembros de la generación anterior, como Esther Tusquets (Lumen), Beatriz de Moura (Tusquets Editores) y Jorge Herralde (Anagrama), a los que probablemente podrían añadirse otros ejemplos (Manuel Borràs, de Pre-Textos, o Jaume Vallcorba y sus Quaderns Crema y El Acantilado), quienes a su vez han reconocido el magisterio, entre los editores españoles, de Carlos Barral y Josep M. Castellet.

Beatriz de Moura (Tusquets Editores) y Jorge Herralde (Anagrama).

Por un lado, no hay duda de que en muchas ocasiones los editores de estas nuevas iniciativas han dejado constancia de su respeto e incluso de su admiración por sus precedentes, pero en cierto modo surge aquí y allá de vez en cuando una cierta tendencia “matar al padre” que se expresa en forma de un cierto desdén o de una acaso injusta comparación entre el contexto cultural de los años sesenta-setenta y los primeros de este siglo.

Cartas abisinias (1880-1891), seleccionadas, prologadas y anotadas por Francesc Parcerisas (núm. 47; 1974).

Pese a ello, es muy probable que haya un consenso en otorgar un carácter ejemplar y modélico a una de las colecciones con que se presentó en sociedad Tusquets Editores, los Cuadernos Ínfimos (1969-1993), en particular en sus primeros años.

Mientras trabajaba en Lumen con Esther Tusquets, en 1968 Beatriz de Moura había advertido que algunas obras de grandes autores que no carecían en absoluto de interés eran desdeñadas por los editores españoles debido a su exigua extensión. Sin embargo, en Lumen no vieron claro el proyecto que había imaginado Beatriz de Moira a partir de esta constatación (que se plasmaría en Cuadernos Ínfimos y Marginales), así es que la joven editora de origen brasileño se lió la manta a la cabeza y creó, con 165.000 pesetas (1.200 dólares) aportadas por su entonces marido Oscar Tusquets, la editorial necesaria para llevar a buen puerto su proyecto, y adoptó el nombre de Tusquets para evitar posibles coincidencias que pudieran desembocar en demandas. Inicialmente, el buen rollo o fair play hizo que pudiera además distribuirlos a través de Lumen.

La sede inicial de la empresa fue la sala de estar de Beatriz de Moura, quien había alquilado al padre de Esther Tusquets –Magí Tusquets, que se ganó un puesto en la historia editorial al comprar las burgalesas Ediciones Antisectarias Lumen y dejarla en manos de su hija–, una vivienda en el tercer piso en el número 52 de lo que por entonces era la avenida Hospital Militar, y allí permanecería desde el otoño de 1968 hasta finales de la década.

Los poetas surrealistas españoles (núm. 26; 1971), cuya portada es un guiño, nunca mejor dicho, a la peli de Buñuel Un chien andalou.

El estreno de la otra colección que nació simultáneamente, Marginales, fue realmente espectacular: los textos dispersos de Samuel Beckett (1906-1989) reunidos en Residua (“De una obra inacabada”, “Basta”, “Imaginación muerta imagina” y “Bing”), traducidos y prologados por Félix de Azúa. El Premio Nobel de Literatura que ese mismo año 1969 se otorgó al gran dramaturgo irlandés, “por su escritura que, renovando las formas de la novela y el drama, adquiere su grandeza a partir de la indigencia moral del hombre moderno” se encuentra entre los más inesperados que ha concedido la Academia sueca, y sin duda debió de ser un respaldo extraordinario para un libro de semejantes características.

Los Cuadernos Ínfimos, por su parte, se estrenaron con un libro sobre el cineasta Marco Bellochio. Polémica Pasolini-Belocchio. I pugni in Tasca, en selección, traducción y notas de Ricardo Muñoz Suay (1917-1997) y Michele Pousa. Y ese mismo año 1969 la colección empezó a dejar claro por donde iban los tiros:

  1. Buster Keaton, de Marcel Oms (en traducción de J.E. Lahosa).
  2. Tres aspectos de matemáticas y diseño. La estructura del medio ambiente, de Christopher Alexander (traducido por la propia Beatriz de Moura).
  3. Godard polémico, de Román Gubern.
  4. Arquitectura española de la segunda República, de Oriol Bohigas.
  5. La secuestrada de Poitiers, de André Gide (en traducción de Michèlle Pousa y con una introducción de Muñoz Suay).

 

Mujer en el espejo… (núm. 40; 1973).

Umberto Eco, Antonio Gramsci, Tom Wolfe, Serguei Eisenstein, James Joyce, Jonathan Swift, Witold Gombrowicz William Faulkner, Juan José Arreola, Mario Benedetti, Antonin Artaud, Tristan Tzara, Roland Barthes, Robert Musil, E. M. Cioran o Severo Sarduy fueron sólo algunos de los autores que se publicaron en esta colección antes de la muerte del dictador Francisco Franco, pero los primeros títulos sirven ya para toparse con algunos de los nombres importantes que contribuyeron activa y desinteresadamente en el éxito de esta colección, que no tardó en estructurarse en series que fueron temporalmente dirigidas por Xavier Sust (Arquitectura), Ricardo Muñoz Suay (serie Cotidiana), Joan Enric Lahosa y Pere Fages  (Cine, entendido como arte) y a los que se unirían luego Alicia Roig (Psicoanálisis) y Sergio Pitol (Los Heterodoxos).

La propia Beatriz de Moura ha recurrido al sintagma “colección histérica” para describir esta heterogeneidad dentro de la heterodoxia que pregonaba la editorial y esta colección en particular, pero explica también en detalle los objetivos que se planteaba inicialmente como editora:

reivindicar las vanguardias literarias de nuestro siglo [el xx) y la literatura que, no por marginada,  minoritaria e incluso “maldita”, deja de ser menos importante; aportar elementos para un debate vivo, activo, en el terreno de la cultura, de las ideas, mediante textos refractarios a las ortodoxias vigentes y que suscitaran polémica, y publicar la narrativa de autores españoles e hispanoamericanos.

Homenaje a King Kong (núm. 41; 1973). Al tirar de la lengüeta superior, King Kong mueve la lengua.

Sin duda, queda claro el espacio que venían a ocupar los Caudernos Ínfimos, cuyo diseño, el mismo año de su estreno, les valió a los arquitectos Lluis Clotet y Oscar Tusquets el premio FAD de la Agrupación de Diseño Industrial. Fieles a su nombre, y fácilmente reconocibles por el predominio del color plata en sus cubiertas, se trata de pequeños y breves volúmenes (11 x 18 cm de alrededor de cien páginas) encuadernados en rústica y fresados (sólo a partir de 1985 empiezan a publicarse cosidos), que poco a poco van presentando portadas con algunas novedades muy pop, muy irónicas y comercialmente atractivas (troquelados, cortes, juegos con el color…). Así lo ha contado Oscar Tusquets:

Una edición de textos ínfimos que decidimos caracterizar no por su diseño sino por su material: cartulina plateada. En ella, limitados por unos medios precarios y un escaso conocimiento gráfico, pero llevados por cierta osadía juvenil, arriesgamos varios experimentos […]. No creo que hoy pudiésemos hacer algo mejor.

Y también la propia Beatriz de Moura se ha referido a ello y a estos “experimentos”:

En los primeros años intentamos suplir la carencia económica con un gran derroche imaginativo: libros cuya tapa debe leerse reflejada en un espejo [alude a Mujer en el espejo contemplando el paisaje (1973), de Enrique Vila-Matas], libros en perspectiva, troquelados [Groucho y yo (1972); Manera de una psique sin cuerpo (1973), de Macedonio Fernández)], rasgados [Poetas surrealistas españoles (1971), de Vittorio Bodini y traducido por Carlos Manzano] e incluso con movimiento [Homenaje a King Kong (1974), libro colectivo preparado por Romà Gubern] Ahora bien, papel, impresión y encuadernación eran simplemente lamentables, reventaban todos los presupuestos; en realidad, hasta entrados los años ochenta no hemos podido alcanzar en la producción el nivel de calidad que hubiéramos deseado desde el principio.

Cubierta de Groucho y yo (núm 79; 1972), troquelada en la parte correspondiente a las gafas, en la que puede verse la imagen del personaje.

A Clotet y Tusquets habría que agregar los nombres de Loredano (autor de algunas ilustraciones de cubierta y de material promocional de la colección) y Enric Satué (que diseñó pósters promocionales), entre otros. Las tiradas rondaban inicialmente los 3.000 ejemplares, y si la joya que permitió la continuidad de Marginales fue el enorme éxito del Diario de un náufrago, de Gabriel García Márzquez (aún hoy empleado en institutos de enseñanza por los valores éticos y literarios que transmite), en el caso de la colección plateada los mayores impulsores, quienes permitieron dar continuidad a la colección, fueron sobre todo los disparatados libros de Groucho Marx y los textos humorísticos y guiones de Woody Allen, bastante antes de que se convirtiera en un cineasta de masas.

Portada de Gorucho y yo, en la que puede verse al autor.

Esos éxitos permitieron llevar a cabo otra de las líneas señaladas por Beatriz de Moura, publicar  autores españoles e hispanoamericanos nuevos o cuya obra tenía por entonces poca repercusión, como Enrique Vila-Matas, Héctor Bianciotti, Saúl Yurkievich, Manuel Serrat Crespo, Leopoldo María Panero o Cristina Fernández Cubas, quien ha contado las circunstancias que desembocaron en la publicación de su primer libro de cuentos:

Yo soñaba precisamente con Tusquets, con la colección Cuadernos ínfimos, aquellos libritos plateados que ocupaban un lugar importante en mis estanterías y que se me aparecían, sobre todo, como el lugar idóneo para publicar los cuatro cuentos reunidos en Mi hermana Elba. (…) Y aunque tuve que esperar un cierto tiempo, también en este punto tuve suerte. Woody Allen y Groucho Marx, involuntarios padrinos de mi obra, se encargaron de acortar el plazo. Sus libros habían resultado un éxito, y la editorial –una pequeña-gran editorial entonces– pudo permitirse el lujo, en malos tiempos, de apostar por una perfecta desconocida. Mi Hermana Elba, pues, apareció finalmente en octubre de 1980, en Cuadernos ínfimos, aquellos libritos plateados, con una sugerente cubierta de Claret Serrahima. En el momento en que la vi me pareció “mágica”. Hoy, tantísimos años después, sigo pensando lo mismo.

La asesina ilustrada, de Vila-Matas (núm. 80; 1977).

No es el caso en cambio de Juan Marsé, cuya publicación de Señoras y señores (núm. 136, 1987) cuando ya tenía una sólida reputación como novelista responde más a la estrategia de publicar obra olvidada de grandes autores que ya definía a la colección desde sus primeros tiempos. La publicación de los cuentos que componen Mi hermana Elba llegó además poco después de que la obra de Michel Dansel Nuestras hermanas las ratas (núm. 90, 1979) fuera galardonada por el Instituto de Investigaciones Leprológicas de Rosario (Argentina), lo que da fe de la incombustible heterogeneidad de la colección. Pero no todo fue un camino de rosas para llegar hasta allí. Ateniendo a las fechas de publicación de las obras se advierten ciertos vaivenes sin duda significativos: en 1969 se publican los seis títulos ya mencionados, y a partir de entonces la cadencia es la siguiente: 1970 (12), 1971 (8), 1972 (11), 1973 (9), 1974 (11), 1975 (11), 1976 (7), 1977 (4), 1978 (4), 1979 (4), 1980 (4), 1981 (8), 1982 (2), 1983 (9), 1984 (12), 1985 (3), 1986 (3), 1987 (4) y un solo título en 1988, 1992 y 1993: Lady sings the Blues, de Billie Holiday, y los guiones de Woody Allen Delitos y faltas y Maridos y mujeres, respectivamente.

Portada, a color, de El Caníbal (Ceremonia antropofágica), (núm. 45, volumen doble, 1973).

Por fortuna, una treintena larga de los libros de esta colección siguen aún hoy disponibles en el catálogo de Tusquets, y muchos otros de los textos se han pasado a otras colecciones (Metatemas y Fábula, sobre todo) y están también disponibles, en algunos casos en volúmenes que compendian varios de los cuadernos. Es evidente que en la concepción de una colección hoy mítica como Cuadernos Ínfimos está el germen –o como mínimo un ilustre antecedente– de muchos planteamientos que han contribuido al merecido éxito de algunas editoriales literarias independientes.

Sobre la estupidez, de Musil y prologado por Aloisio Rendi (núm. 49, medio volumen; 1974).

Fuentes:

Beatriz de Moura: Como antes, como siempre, web Tusquets (vídeo).

Big bang (núm. 57; 1974).

AA.VV., Conversaciones con editores en primera persona, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 2006, pp. 173-206.

Luisa Bonilla, “La vida de los libros. Entrevista con Beatriz de Moura“, Letras Libres, enero de 2010.

José Ignacio Fernández, “Beatriz de Moura, la chica de los leotardos negros”, Círculo Cultural Faroni, 24 octubre 1212.

Ángel S. Hardinguey, “El placer de vivir entre libros (entrevista a Beatriz de Moura)“, El País, 1 de ocutubre de 2006.

Xavier Moret, “Tusquets Editores”, en Tiempo de editores. Historia de la edición en España, 1939-1975, Barcelona, Destino (Imago Mundi 19), 2002.

Tusquets Editores, Tusquets Editores 40 años. 1969-2009, Barcelona, Tusquets Editores (edición no venal), 2009.

Fernando Valls, “La fiesta de Tusquets”, La nave de los locos, 18 de junio de 2009.

Fenomenología del kitsch. Una aportación antropológica, de Ludwig Giesz (núm. 39, volumen doble; 1973).

Las esperadas memorias de Beatriz de Moura

Historiar hoy la edición española –y en particular la barcelonesa– de la segunda mitad del siglo XX es relativamente sencillo gracias sobre todo –además de al imprescindible Pasando página de Sergio Vila-Sanjuán– a los numerosos testimonios de que disponemos de los protagonistas de esa época, ya sea en forma de memorias (Carlos Barral, Rafael Borrás Betriu, Esther Tusquets…), ya sea en forma de compendios de textos fragmentarios, temáticos o parciales (Mario Muchnik y Jorge Herralde, en particular). No estaría mal, por ejemplo, que la entrada en el Gremio de Editores conllevara el compromiso de registrar mediante algún sistema (no necesariamente por escrito) la labor de las editoriales que alcanzaran un cierto recorrido, porque sería un modo de conocer mejor y contribuir a conservar el patrimonio y la historia editorial.

Portada de Doce relatos de mujeres, antología a cargo de Ymelda Navajo.

Resulta llamativo en este sentido, por la trascendencia de su labor, que nunca –hasta ahora por lo menos– haya logrado nadie que Beatriz de Moura lleve a cabo una labor semejante, más allá del por otra parte muy interesante vídeo que puede verse en la web de Tusquets Editores, y que ni tan siquiera se hayan recopilado los diversos textos más o menos dispersos que ha ido dejando a lo largo de su recorrido al frente de la editorial. Por poner algunos ejemplos, el discurso al recibir el Premio al Mérito Editorial en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (1999), el títulado «Cómo se hace una editorial» que leyó en 2003 en El Escorial y publicó Letras Libres  o el discurso en el cierre del curso 2012-2013 del Màster en Edición de la Universitat Pompeu Frabra, a los que podrían añadirse, sin escarbar mucho, algunas conversaciones tan interesantes como divertidas (las que mantuvo con Juan Cerezo y Óscar López en la Biblioteca Fuster de Barcelona, su conversación con José Huerta en el ciclo Editores en Primera Persona en 2006 publicada por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez o su charla sobre el “Pasado, presente y futuro de una editorial independiente” el 5 de mayo en el Auditorio del Centro Metropolitano de Diseño de Buenos Aires el 5 de mayo de 2011).

Cubierta de Suma, de Beatriz de Moura

No sirve además, en el caso de Beatriz de Moura, el pretexto de su inexperiencia como escrritora, pues ya en 1974 publicó en la colección Palabra Menor de Lumen la novela Suma, en cuyo texto de contraportada explicaba que estaba escribiendo algunos cuentos, de los que el más famoso y divulgado es sin duda “Quince de agosto”, que se antologó tanto en los Doce relatos de mujeres que preparó Ymelda Navajo para Alianza en 1982 (donde acompañaba a textos de Clara Janés, Rosa Montero o Carme Riera) como en los Diez relatos de la mar (en una tripulación en que figuraban Donoso, Cabrera Infante, Katherine Mansfield y Cortázar entre otros grandes nombres de la literatura internacional).

Contraportada

Hay testimonio en cambio, de que eso no responde a una falta de conciencia de la importancia que  podría tener un la creación de un muy deseable equivalente hispano del Institut Mémoires de l’Editions Contemporaine, pues es sabido que en Tusquets Editores se han conservado las facturas, cartas y documentación que genera el proceso de edición de un libro.

La trayectoria tanto de la editorial como de su fundadora justifican sobradamente una atención a ese legado. Tras cursar el bachillerato francés y licenciada en Traducción Literaria y Filosofía y Letras Ginebra en 1958, en cuanto llega a Barcelona Beatriz de Moura se inicia en el mundo editorial en uno de los sellos más emblemáticos y exigentes de la época, Gustavo Gili, donde en sus propias palabras pasó las mañanas en la “sala de los sabios” traduciendo libros técnicos, mientras que por las tardes trabajaba en una enciclopedia literaria en Salvat en colaboración con el hoy famoso poeta Miquel Bauçà. Despedida de ambos trabajos, se dedica un breve tiempo a la traducción hasta que entra en Lumen, donde hace un poco de todo, “desde ayudar en la criba de manuscritos o traducir las cartas hasta promocionar y gestionar los derechos de autor en el extranjero”. Finalmente, y tras comprobar que algunos de sus proyectos no tienen  cabida en Lumen, en 1968 decide poner en pie Tusquets Editores con las colecciones conocidas popularmente como «la colección de plata» y «la colección de oro»: Cuadrenos Ínfimos y Marginales (esta última, con nuevo diseño, aún en activo). En 1970 participa en la creación de uno de los proyectos más interesantes de esa época, las Distribuciones Enlace (con Barral Editores, Edicions 62, Laia, Cuadernos para el Diálogo, Fontanella, Edhasa, Anagrama y Lumen), cuatro años más tarde pone en marcha la colección Acracia, que le conlleva una pugna con censura (que de una lista en la que se proponía publicar a clásicos como Kropotkin, Bakunin o Malatesta sólo le tumbaron, ¡qué cosas!, La escuela Moderna de Francesc Ferrer i Guardia), en 1977 nace la muy célebre La Sonrisa Vertical, y en 1980 la celebérrima y elegante Andanzas. Describir en pocas palabras el inmenso catálogo de Tusquets Editores y la riqueza de sus colecciones no es cosa fácil, pero una de las caracterizaciones más perspicaces es la que en 1999 hizo el gran Herbert H. Lottman (autor de la casa, todo sea dicho) en Publishers Weekly:

[El catálogo de Tusquets] es una lista ecléctica en la que el único denominador común parece ser la calidad (Georges Simenon, Malcolm Lowry, Gertrude Stein, George Steiner). En una creciente lista de jóvenes talentos españoles, su estrella es el veterano exiliado antifranquista Jorge Semprún, que regresó a casa para convertirse en ministro de Cultura.

Es sabido –porque ella lo ha contado– que una de las piedras en el zapato de Beatriz de Moura es no haber pescado a Patricia Highsmith, pero en esa lista, además de los señalados por Lottman, figuran Beckett, Cioran, Duras, John Irving, Kundera, Murakami…, y, entre los autores en lengua española, aparte de Gabriel García Márquez, aparecen Héctor Banciotti, Luis Landero, Almudena Grandes o Javier Cercas.

Portada de 10 relatos de la mar (Plaza & Janés, 1995)

El currículum en cuanto a premios y galardones no es tampoco cualquier cosa: Premio del Ministerio de Cultura 1985 por el Libro Mejor Editado (modalidad de Obras Generales y Divulgación), Premio del Ministerio de Cultura 1988 por el Libro Mejor Editado (modalidad de Libro de Arte), Premio Nacional 1994 a la Mejor Labor Editorial Cultural, en marzo de 1998 es nombrada Chevalier de l’Ordre des Arts et des Lettres por el Ministerio de Cultura francés, Medalla al Mérito Editorial en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de 1999, Creu de Sant Jordi en 2006, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2009…

Lo que sin duda induce a pensar en lo entretenidas que resultarían unas memorias de Beatriz de Moura es el desparpajo y la agudeza que contienen algunas de las perlas que ha ido dejando tanto en las mencionadas charlas como en diversas entrevistas. A modo de ejemplos al azar: “Casi nadie me ha tomado nunca en serio, desde el principio de mi vida profesional”, o  “Somos especialistas en escritores raros”.  Sin embargo, también ha contado algunos aspectos de la profesión que permiten augurar que sus reflexiones, más desarrolladas, podrían dar lugar a un libro muy interesante e instructivo, como es el caso de sus precisiones (en 1999) acerca de sus fuentes de información: “Para el nivel de la información editorial, consultamos la publicación norteamericana Publishers Weekly o el Börsenblatt de Alemania. La orientación crítica, en cambio, proviene del The New York Review of Books. En el ámbito europeo, nos guiamos por los suplementos literarios de Le MondeThe Times o la revista alemana Frankfurter”. En el caso de los malos tiempos, también ha dejado algún comentario digno de mención (“Hasta mitad de la década de los ochenta hubo varios momentos en que pensé arrojar la toalla. Hubo años en que ni siquiera cobré. Pero lo soporté porque este trabajo es vocacional”). Y en cuanto a uno de los mejores momentos, no ha escatimado méritos a sus colaboradores más estrechos –entre los que, por cierto, se cuentan a lo largo de su carrera profesionales tan valiosos como Muñoz Suay, Antoni Marí o Jorge Wagensberg–, y ha explicado que tanto ella como Antonio López Lamadrid pensaban hacer una tirada de 5.000 ejemplares de Soldados de Salamina, y que fue la confianza de Juan Cerezo en la calidad de la novela la que los convenció para que se arriesgaran a hacer una tirada de 6.000 (en el momento de escribir estas líneas, esa novela se ha publicado en una treintena de países). También acerca de su política con respecto a las carreras de los autores que ha contratado ha sido muy clara, y, en esencia, como Esther Tusquets, puede decirse que es de las que prefieren publicar a un autor su primera obra que la última, pero puestos a elegir, prefiere publicarlas todas si el autor le interesa.

Seguiremos esperando, pues, sin perder la esperanza.

Beatriz de Moura y Jorge Herralde

Fuentes:

Beatriz de Moura: Como antes, como siempre, web Tusquets (vídeo)

Puede verse aquí El oficio del editor, con Sergio Dahbar y Beatriz de Moura, encuentro en la Biblioteca Luis Ángel de Arango (Colombia), en septiembre de 2012.

AA.VV., Conversaciones con editores en primera persona, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 2006, pp. 173-206.

Yanet Aguilar Sosa, “Tusquets, entre la expansión y la independencia”, El Universal, 5 de junio de 2012.

Luisa Bonilla, “La vida de los libros. Entrevista con Beatriz de Moura«, Letras Libres, enero de 2010.

José Ignacio Fernández, “Beatriz de Moura, la chica de los leotardos negros”, Círculo Cultural Faroni, 24 octubre 1212.

Carles Geli, “Vivimos un Faraenheit 451” (entrevista a Beatriz de Moura), El País, 1 de julio de 2013.

Ángel S. Hardinguey, “El placer de vivir entre libros (entrevista a Beatriz de Moura)«, El País, 1 de ocutubre de 2006.

Juan Carlos Insúa y Ana Basualdo, “El buzón repleto de los editores”, La Vanguardia, 25 de febrero de 1986, pp. 36-37.

Óscar López, “Y que editen muchos más”, El Periódcio, 28 de mayo de 1999, pp. 1-3.

Herbert R. Lottman, “Spain: Looking for Latin Growth”, Publishers Weekly, 13 de diciembre de 1999, pp. 53-57.

José Ruiz Mantilla, “Beatriz de Moura: Editar es jugar a la ruleta”, El País, 25 de marzo de 2012.

Fernando Valls, “La fiesta de Tusquets”, La nave de los locos, 18 de junio de 2009.

Sergio Vila-Sanjuán, Pasando página. Autores y editores en la España democrática, Barcelona, Destino, 2003.

El traductor literario, farolillo rojo del paripé literario

A Agnès Agboton (Voz de la Ternura)

Manuel Serrat Crespo (Barcelona, 1942)

Con las palabras que sirven de título a este texto describió Manuel Serrat Crespo la figura del traductor literario, y desde luego podía hacerlo con conocimiento de causa, pues es uno de los más insignes traductores literarios del francés en activo. A quien va dedicado el presente texto, en cambio, se le atribuye (de hecho, se la atribuyó Serrat Crespo) la afirmación de que «todos los traductores literarios están locos», y también ésta es una opinión bien fundamentada (esta escritora catalana nacida en Porto Novo no sólo conoce a muchos traductores literarios, sino que además, aun así, convive a diario con uno de los mejores). Como también son fundamentadas las apreciaciones de Peter Bergsma (traductor al neerlandés de Coetzee, Nabokov y Pynchon, entre otros, y presidente del RECIT) cuando define a Serrat Crespo como «el Nikita Kruschev del sector europeo de la traducción, que no vacilaba en apoyar sus afirmaciones aporreando el pupitre con su zapato» y Bernard Valero (diplomático francés que fuera portavoz del Ministerio de Exteriores), que le caracteriza como «uno de los tres mosqueteros de Alejandro Dumas y, más concretamente, a Porthos, el más grande, el más batallador, el más bocazas, el más atractivo».

En la página web de la Associació Col·legial d´Escriptors de Catalunya dedicada a Mercè Rodoreda aparece una fotografía de grupo cuyo pie reza: «De izquierda a derecha: Manuel Serrat i Puig, Alfons Masseras, Joan Oller i Rabassa, Joan Mª Guasch, Mercè Rodoreda, Mossèn Antoni Navarro, Joan Amades y el marido de Mercè Rodoreda. Perpinyà, 27 de mayo de 1935.  Jocs Florals». Como es lógico suponer, Manuel Serrat i Puig, poeta y colaborador durante la guerra de la revista Curiositats de Catalunya, es el padre de la criatura que nace en Barcelona en 1942.

Escena de «Los cantos de Maldoror» (en traducción de Manuel Serrat Crespo) montados por Pere Planella y con el actor Walmir Chaves como protagonista. Se estrenó en 1973 en la barcelonesa Capella de l´Hospital de la Santa Creu y tuvo un inesperado y rotundo éxito. El chico en primer plano es Franc Ponti (hoy director del centro de innovación en EADA).
En declaraciones a Maria Josep Ragué Arias, Serrat Crespo, que siempre elige muy bien las palabras, definió este montaje como «una experiencia fundamental, para mí».

La entrada de Manuel Serrat Crespo en el mundo del libro, tras haber estudiado con poco convencimiento Derecho, puede decirse que fue solapada (en Bruguera, escribiendo paratextos), al tiempo que no menos solapadamente escribía para la prensa clandestina y empezaba a publicar versos. De hacia 1964 es su primera traducción y de 1968 su viaje a París (del que muchos años después surgiría su Sed realistas, pedid lo imposible, Edhasa, 2008). De esa misma época, son sus primeras publicaciones de poesía en la exquisita Les Temps Modernes y la novela Autopsia 69 (en la colección Tábano, galería de no premiados, de Picazo, 1969). Su nombre se encuentra también, por ejemplo, en la nómina de los que Ángel Carmona recogió en su Antología de la poesía social catalana (Alfaguara, en su efímera colección Ara i ací, 1970), junto a Joan Alcover, Montserrat Abelló o Jordi Sarsanedas, entre otros.

En 1973 emprende un primer largo viaje que le lleva al Líbano, Siria, Turquía, Irán, Afganistán, Paquistán y la India, y al siguiente publica uno de sus libros más celebrados, El caníbal, ceremonia antropofágica, que aparece en 1974 en los Cuadernos Ínfimos de Tusquets Editores y del que el autor ha dejado dicho: «Si hoy me presentara en una editoiral con El caníbal, me lo tirarían por la cabeza, pero Beatriz de Moura tuvo el coraje de publicarlo y hoy, a mí, me parece todavía una obra viva». Ese mismo año emprende otro largo viaje, por África, donde pasa varios años dedicado a la docencia y visita Nigeria, Togo, Liberia, Burkina Faso y Costa de Marfil. Vinculados a esa experiencia son los libros Abidjan, itinerario iniciático (Destino, 2001) y Gbeme-ho, Kutome-ho (Edhasa, 2001). El particular y enriquecedor modo de entender la relación entre culturas e incluso la traducción que caracteriza a Manuel Serrat Crespo, autor de jugosos textos sobre estos temas, tiene sin duda mucho que ver con estos viajes. A su regreso, en 1978, sigue infatigable su labor de traductor literario del francés, pero encuentra también tiempo para acrecentar su obra como poeta y como dramaturgo: Haykú (Ediciones de Arte, 1983), Anna o la Venganza (en Columna en 1985 y en la colección Antología Teatral Española en 1988), como ensayista en un precioso libro profusamente ilustrado, Sendas del té (Ketrés, 1986), y como colaborador en algunas revistas (Destino, Algo, Camp de l´Arpa, etc.).

Poco posterior es una de las obras que mayor fama le han reportado, la elogiadísima traducción y edición de Los cantos de Maldoror, de Lautréamont, para la colección Letras Universales de Cátedra, que incluye su indispensable texto «El hermano de la sanguijuela, contribución al asesinato de la palabra» (1988).

Portada del número doble (2-3) de Assaig de Teatre, el primero dirigido por Serrat Crespo, publicado en 1995.

Portada del número doble (2-3) de Assaig de Teatre, el primero dirigido por Serrat Crespo, publicado en 1995.

Portada del cuarto número de Assaig de Teatre, publicado en 1996.

Portada del cuarto número de Assaig de Teatre, publicado en 1996.

En los años noventa su pasión por el teatro le llevó a ponerse al frente de la revista Assaig de Teatre. Revista de la Associació d´Investigació i Experimentació Teatral, y los números por él dirigidos albergan una interesante entrevista a Buero Vallejo en un monográfico sobre teatro realista, un número dedicado a Artaud, Genet, Jarry y Passolini o el epistolario entre Ricard Salvat y Salvador Espriu, entre otras perlas; aun así, es sobre todo importante el hecho de que gracias a su compromiso el proyecto cultural de esa revista no feneciera prematuramente. Poco después sería nombrado Chevalier de l´Ordre des Palmes Academiques (1999) por el gobierno de la República Francesa, que posteriormente lo investiría Officier des Arts et des Lettres (2003).Ya en el siglo XXI, tras aparecer como personaje literario en El dictador y la hamaca de Daniel Pennac, publicó en las malogradas Ediciones Reverso una de las obras más geniales de la literatura japonesa, Maruyme, diario de viaje (reeditada en 2009 por José Olañeta), que lo emparenta con el Max Aub de Jusep Torres Campalans. En el caso de Maruyme, este escurridizo escritor de haikús no sólo aparece catalogado como autor en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, sino también en la mucho más cercana Biblioteca de Catalunya, así como, por supuesto, en la Biblioteca Nacional de España, como se puede comprobar clicando en cada una de ellas.

Es también digna de mención su labor en el seno de la ACEC (Associació Col·legial d´Escriptors de Catalunya) y del CEATL (Consejo Europeo de Asociaciones de Traductores Literarios), donde se ha convertido en legendario y contumaz adalid de la defensa de la visibilidad de los profesionales, de intentar, en sus propias palabras, «implantar una cultura de la traducción literaria que penalizara a la editoriales poco cuidadosas con los “productos” que ponen en el mercado», esa labor tan poco reconocida del traductor literario que requiere, sin embargo, «pasión por la lengua de llegada y profundo conocimiento por las dos lenguas de que se trate (tanto la de llegada como la de partida); amor por la literatura, claro está, y un buen fardo de paciencia».

Uno se pregunta, ¿y de dónde ha sacado Manuel Serrat Crespo tiempo para publicar, mientras hacía todo esto, más de seiscientas traducciones, algunas tan exigentes y bien resueltas como las de obras de Pennac, Vautrin, Le Clézio, Cocteau, Jules Vallès, Queneau, Proust… Quizás el hecho de que no pierda el tiempo en saraos y cócteles, tan del gusto del milieu, ni en todo ese «paripé literario» sea una explicación bastante convincente. Aun así, si algún día este hombre bueno –bueno en el sentido más machadiano del término– publica sus memorias, más de uno dará un respingo; pueden estar seguros de que serán como para mojar pan y chuparse los dedos.

NOTA ADICIONAL: Un tiempo después de publicado este texto (abril de 2013), el escritor y traductor Manuel Serrat Crespo falleció en septiembre de 2014.

Portada de Maruyme, en la colección El Barquero de José J. Olañeta.

Fuentes:

AA.VV. Monogàfico sobre Manuel Serrat Crespo de Assaig de Teatre, núm. 60-61 (2007). Incluye, entre otros textos, su obra teatral Estos parias, ¡ay dolor!, que ves ahora, y una entrevista muy a fondo de Maria Josep Ragué-Àrias.

AA.VV., Homenaje a Manuel Serrat Crespo de los Cuadernos de Estudio y Cultura de la Associación Colegial de Escritores de Cataluña, núm. 26 (septiembre de 2006). Incluye los textos citados de Peter Bergsma y Bernard Valero, entre otros, textos de Manuel Serrat Crespo y unas útiles «Notas bibliográficas» (pp. 93-99).

Leah Bonnín, «Parodia a los clásicos«, reseña de Maruyme, de Manuel Serrat Crespo, Letras Libres, núm. junio de 2005, pp. 62-63.

«Entrevista a Manuel Serrat Crespo y José Marzo, editor y traductor de la trilogía de Jules Vallès», en Anika entre Libros.

Maria Josep Ragué-Àrias, El teatro de fin de milenio en España (De 1975 hasta hoy), Barcelona, Ariel (Literatura y Crítica), 1996, p. 201.

Manuel Serrat Crespo, «Las lágrimas de cocodrilo. En la muerte de Ricard Salvat«, en la web de la ACEC, 24 de marzo de 2009.

Manuel Serrat Crespo, «Un buen libro extranjero se publica siempre subvencionado por el sudor y las lágrimas de su traductor«, entrevista sin firma en El Quincenal.