Edicions La Branca (o Ignacio Agustí dándose pisto)

De entre la labor del poeta, crítico literario y editor catalán Tomàs Garcés (1901-1993), una de las actividades que menos rastro dejó fue la creación de unas efímeras Edicions La Branca (cuyo nombre acaso homenajea el libro homónimo de Marià Manent, que fue el primero que éste dio a la imprenta, cuando contaba sólo veinte años).

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Josep Sebastià Pons (Joseph-Sébastien Pons).

A partir de los libros publicados, pueden aventurarse algunas de las características del funcionamiento de Las Edicions La Branca. El primer título que apareció en este sello, en los meses iniciales de 1930, fue L’aire i la fulla, del poeta rosellonés Josep Sebastià Pons (1886-1962). El epistolario entre Garcés y Pons permite reconstruir algunos detalles acerca del proceso, y saber por ejemplo que ya en carta fechada en Motpellier en marzo de 1929 el poeta rosellonés expresaba sus dudas acerca de que el proyecto de publicar su libro llegara a buen puerto: «Pensaba tener alguna noticia de L’aire i la fulla. ¿Habréis perdido el manuscrito o será que la edición de esta obrita presenta dificultades? […] Tendré que establecer otro manuscrito». En abril cuenta que poco a poco sigue avanzando en este libro, del que anuncia que es posible que esté en condiciones de publicarlo a finales de año, si encuentra editor. Otra epístola fechada con más precisión, el 13 de junio de 1929, permite deducir que Garcés se ha ofrecido a publicarle el libro, y Josep Sebastià Pons se lo agradece, le remite algunos poemas para que intente darlos a conocer en las revistas a las que está vinculado y le anuncia que lo tendrá en cuenta cuando haya pulido un número suficiente de poemas para formar volumen. Sin embargo, el contacto personal que mantenían en visitas recíprocas crea algunas lagunas en el epistolario que resultan insalvables. Aun así, según reza el colofón de L’aire i la fulla, el libro terminó de imprimirse el 7 de junio de 1930, si bien la primera constancia de que lo ha recibido que aparece en el epistolario lo hace en una misiva sin fecha, pero de la que puede deducirse que está escrita no muy avanzado el año: «He recibido a su debido tiempo L’aire i la fulla. Es una edición perfecta y ejemplar que me ha dado alegría para todo el año 1930 y lo que vivamos.» Es el único título de la colección que se imprimió en L´Estampa, pero aventurar los motivos es arriesgado.

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El segundo libro de la colección es el que se considera uno de los mejores del poeta un tanto olvidado Jaume Agelet i Garriga (1888-1981), a quien Pere Gimferrer describió como «un poeta poco conocido, pero muy estudiado por algunos y muy apreciado por los pocos que hemos llegado a leerlo». Su título era Hostal dels núvols y apareció en la Imprenta Altés ese mismo año. También el tercer libro de la colección, Paradís, de Tomás Garcés, sale de la Imprenta Altés, así como los siguientes, y se pone a la venta en 1931. Lo interesante es que en sus páginas finales anuncia como en prensa una obra en prosa de Garcés que tardaría aún décadas en aparecer. Cuando finalmente en 1962 la publicó, formando parte de Quaderns de La Selva, en una edición de 500 ejemplares en Amics de la Poesia e impresa en La Polígrafa, la precedió de una clarificadora Nota del Autor, pues anuncia como motivos el hecho de que relegara ese texto al olvido, después de trabajar en él durante más de quince años:

Ahora ya no se lleva mucho (quizá nada). Pero antes, en la página final de los libros, allí donde se enumeraban los libros del autor, solía haber un apartado en que se anunciaban los títulos “en preparación”. Hojeando por casualidad mi Paisatges i lectures veo las obras que por entonces preparaba y me viene a la memoria que en 1926 pensaba efectivamente en una recopilación que debía titularse La beutat del món. A decir verdad, no trabajé mucho en él. Las pocas páginas reunidas en la carpeta correspondiente (escritas entre 1920 y 1937) son las que constituyen la primera parte de este libro.

elvelerSin embargo, quizá el título más interesante de las Edicions La Branca sea el poemario con el que se dio a conocer Ignasi Agustí (1913-1974) como poeta en lengua catalana, El veler (1932). En su libro de memorias, el propio Agustí ha dejado también algunas pistas acerca de las circunstancias de su publicación, pero al mismo tiempo, quizá por error involuntario o para despistar a sus biógrafos, introduce algunas pistas falsas.

He conocido muchos [poetas] y algunos muy importantes. Hablaré sólo de dos o tres a los que traté entre 1933 y 1935, la mayoría a través de una asociación que se llamaba Amics de la Poesia, fundada por Tomàs Garcés, Marià Manent y el orfebre [Ramon] Sunyer, y de cuya junta nos hicieron miembros a Joan Teixidor y a mí. Amics de la Poesia publicaba mensualmente una revista así titulada, en la que aparecieron algunos de nuestros versos.

Ganas1Ciertamente, Amics de la Poesia era una asociación creada en 1921 por los escritores Josep Carner, Carles Soldevila y Marià Manent, entre otros, cuyo objetivo era divulgar la poesía, sobre todo mediante lecturas y conferencias, pero sin duda la revista mensual a la que Agustí se refiere es la excelente Quaderns de Poesia, de la que se publicaron ocho números entre junio de 1935 y los primeros meses de 1936, una brillante publicación con apariencia de libro, de unas 32 páginas, que se imprimía en la Casa Castells-Bonet y que tenía como sede administrativa la benemérita Llibreria Catalònia de López Llausàs. En la redacción figuraban J.V. Foix, Garcés, Manent, Riba y el propio Teixidor, que muy probablemente fuera quién introdujo a Agustí en la revista. En ella se publicaron, junto a poemas y textos de algunos compañeros generacionales de Agustí como Rosselló Pòrcel, Josep M. Boix i Selva y Martí de Riquer, así como a algunos de sus profesores en la Universitat de Barcelona, como Carles Riba o Guillermo Díaz Plaja, textos en prosa y en verso de Supervielle, García Lorca, Stephen Spender, Cliford Dyment, Paul Éluard o Manuel Altolaguirre, entre muchos otros del calibre similar.

Ignacio Agustí (1913-1974).

Ignacio Agustí (1913-1974).

En realidad, los «algunos de nuestros versos» a los que alude Agustí que aparecieron en Quaderns de Poesía se redujeron en su caso al poema «Les fonts properes», que reproduce completo y al pie de la letra en sus memorias precediéndolo de un falsamente modesto «Recuerdo –o creo recordar– unos míos que decían así». En cuanto al período que establece, por otra parte, también hay un pequeño error, pues este único poema de Agustí aparecido en esta espléndida revista se publica en el sexto número, fechado ya en enero de 1936.

Sin embargo, y pese a que publicó elogios a la obra, parece que el compromiso de Garcés y sus Edicions La Branca con el poemario El veler de Agustí fue muy limitado, pues, según cuenta su biógrafo Sergi Dòria, de las gestiones y el seguimiento de la obra se ocupó su compañero de universidad Salvador Espriu y la obra se distribuyó a partir de marzo por suscripción entre los alumnos, sobre todo de las facultades de Derecho y de Filosofía y Letras de la Universidad de Barcelona. Un poco endogámico todo, sí.

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De izquierda a derecha: Ignacio Agustí, Joan Teixidor, Félix Ros, Pedro Salinas, Tomàs Garcés y Fernando Díaz-Plaja en diciembre de 1933.

No hay noticia de otros títulos con pie de las Edicions La Branca, y el hecho de que Garcés se comprometiera a continuación en otros proyectos y el alzamiento militar que desembocó en la guerra civil española inducen a pensar que el estreno de Agustí fue la última publicación de esta breve iniciativa.

Fuentes:

El epistolario Garcés puede consultarse en la página del IEC.

La revista Quaderns de Poesia, en la de ARCA.

Ignacio Agustí, Ganas de hablar, Barcelona, Planeta (Espejo de España. Biografías y Memorias 3), 1974.

Doria, Sergi, Ignacio Agustí, el árbol y la ceniza. La polémica vida del creador de «La saga de los Rius», Barcelona, Destino (Imago Mundi 244), 2013.

Pere Gimferrer, «Conferencia de clausura», en Antonio Monegal y José María Micó, coord. y ed. de las actas del simposio Federico García Lorca y Cataluña, Barcelona, Institut Universitari de Catalunya- Universitat Pompeu Fabra- Diputació de Barcelona, 2000, pp. 139-152.

Salvador Espriu, editor

En su estudio de la vida y la obra de quien sin duda fue el mejor amigo de juventud del escritor Salvador Espriu (1913-1985), Roberto Mosquera cita tres fragmentos de su epistolario que permiten atisbar algunos aspectos del funcionamiento de la colección que, junto con algunos compañeros de universidad, puso en marcha Espriu.

Salvador Espriu.

En el último número de 1934, la revista Mirador hacía balance de lo que había sido el año literario y anunciaba ya la aparición de esta iniciativa, destinada a dar a conocer a la nueva promoción de jóvenes escritores que estaba gestándose en los aledaños de la Universitat de Barcelona, mencionando específicamente la próxima aparición de novela breve de Espriu Miratge a Citerea y explicando que se sostendría económicamente mediante un sistema de suscripción. La publicación del pequeño y distinguido volumen de poemas El veler de Ignacio Agustí (1913-1974), que había empleado este mismo sistema, probablemente les había servido de banco de pruebas, así que se intentó aplicar a una colección que en principio estaba abierta a todos los géneros literarios y en cuyo nombre convivían las resonancias de la cultura clásica con el acrónimo de Les Edicions D´Ara (las ediciones de ahora), así como el título de un poema reciente de Rosselló-Pòrcel (1913-1938). Muy poco después, el 18 de enero de 1935, aparece una nota en la cuarta página del periódico La Publicitat en que se presenta de nuevo esta colección, no vinculada a ninguna editorial y en la que, con Espriu a la cabeza, participan también Ignasi Agustí, Joan Teixidor (1913-1992), Bartomeu Rosselló-Pòrcel  y Tomàs Lamarca.

Joan Teixidor (1913-1992)

Joan Teixidor (1913-1992)

En Rosselló-Pòrcel. Vida y poesía, Mosquera reproduce el siguiente fragmento de una carta del poeta mallorquín fechada el 22 de julio de 1935, que sin duda es respuesta a una anterior de Espriu:

Y segundo, pasemos a LEDA. Todo lo que me cuentas me parece muy juicioso y lo apruebo in totum y por escrito, si es que hacía falta, porque ya sabes hasta qué punto estoy de tu parte. De mi propuesta, vista tu intención de publicar dos libros al año, y teniendo en cuenta nuestra lamentable situación administrativa, olvídalo. Se trataba de un proyecto para este mismo verano.

A falta de la carta previa de Espriu, Mosquera deduce con buen criterio que muy probablemente Espriu había puesto a disposición de Rosselló-Pòrcel la colección para que diera a conocer su nueva obra, pero no podrían publicarla hasta el año siguiente (1936), puesto que en ese momento, además de la novela breve del propio Espriu, acababa de salir también la pieza teatral de Agustí Benaventurats els lladres, y el sistema de financiación elegido no debía de dar para muchas alegrías.

Benaventurats els lladre, de Ignasi Agustí.

Benaventurats els lladre, de Ignasi Agustí.

En otra carta del mes siguiente (1 agosto de 1935), Rosselló-Pòrcel proporciona información adicional y se refiere a esa aparición de la obra de Agustí:

De LEDA, no se hable más. Eres el amo. Haz lo que quieras. ¡Ojo!, si hay dinero. Dime en qué situación estamos, porque quizá te haría una propuesta. De los otros qué podría decirte que no fuera repetirme. Tú mismo abrevias el capítulo, así que yo te sigo. Espero los lladres benaventurats.

Pero más interesante que esta alusión es el postscriptum a esta misma carta escrita desde Mallorca, que permite constatar la intención de Espriu de ampliar el sistema de distribución, o acaso buscar salida a libros impresos y no vendidos, mediante un sistema de goteo a librerías que estuvieran en disposición de quedarse en depósito ejemplares, contando quizá con que del transporte de los ejemplares se ocuparan los propios miembros del grupo, pues de otro modo no podía ser en ningún caso rentable: «De ledas no venderíamos muchos por aquí. Manda algunos a la Librería Escolar. Plaza Cort. Es la mejor y vende los Quaderns Literaris.»

Letizia en los míticos Quaderns Literaris de Janés.

Letizia, otra de las obras de Espriu, en los míticos Quaderns Literaris de Janés.

Este último pasaje permite aventurar que quizá en algún sentido uno de los modelos de este grupo de escritores metidos a editores fueran los Quaderns Literaris de Josep Janés i Olivé (1913-1959), que en realidad ni en presentación (mucho más modesta), ni en catálogo (mucho más abierto) ni en distribución (mucho más profesionalizada) se parecía en nada a LEDA, si bien muy pronto empezó a acoger tanto obra propia como traducciones de este grupo de escritores, hasta el punto que sabemos que el 21 de julio de 1934 Espriu ya había revisado pruebas de la reedición en los Quaderns janesianos de su obra Laia (cuya primera edición es del año anterior) y, a decir de la estudiosa de Espriu Rosa Delors, «Con Josep Janés, Espriu entra en la nómina de los escritores del momento».

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Josep Janés i Olivé.

Con estos breves pasajes del epistolario basta para ver hasta qué punto Espriu llevaba las riendas de este proyecto más o menos colectivo, que no tardó en fracasar estrepitosamente. Pese a lo esmerado de las ediciones, de las tiradas numeradas y firmadas impresas sobre papel especial, etcétera, lo más probable es que el sistema de suscripción no fuera sostenible, y que para los autores implicados publicar en LEDA fuera poco menos que autofinanciarse la edición, algo que no todos los implicados en esta aventura podían permitirse con la misma despreocupación con que sí podía hacerlo Espriu, cuyas primeras ediciones (Israel, El doctor Rip, Laia y Aspectes) corrieron a cargo de su padre, si bien en algunos casos se hizo cargo de la distribución la Llibreria Catalònia de Antoni López Llausàs. Rosselló-Pòrcel, por ejemplo, estaba viviendo en la Residencia de Estudiantes y cursando estudios en la Universitat de Barcelona gracias a una beca, y Agustí estaba también solo en Barcelona porque su familia, a raíz del descalabro del negocio paterno, se había trasladado a Madrid, así que en principio el sistema de las suscripciones podía parecer muy oportuno. El problema es que, siendo el público potencial el grupo de estudiantes y profesores amigos, pese a la difusión de la obra que pudieran llevar a cabo en las plataformas periodísticas a las que estaban vinculados algunos de estos posibles suscriptores (Guillermo Díaz-Plaja, Teixidor, Agustí, etc.), difícilmente el proyecto tenía posibilidades de crecer y establecerse como negocio. Por ello, es muy lógico que, cuando estos jóvenes escritores empezaron a entrar en tratos con editoriales bien dirigidas, abandonaran este proyecto. No deja de ser también significativo que los autores hayan postergado estas obras iniciales al olvido, e incluso en el caso de Espriu dejó constancia de los defectos en la edición de estas obras, muy resultonas como objetos pero con más errores de los aceptables en una edición profesional. Escribía en el volumen de sus obras completas acerca de El doctor Rip:

No sabía apenas nada del catalán gramatical. No lo había aprendido porque nadie, durante la dictadura de Primo de Rivera, nos lo había enseñado […] La venta, a tres pesetas el ejemplar –un precio no precisamente barato–, y la distribución en la Llibreria Catalònia, salió el año 1931 […] Además de tratarse de un error en esencia, está llena de descuidos, de errores de lenguaje, a pesar del anónimo corrector de pruebas, que no fue muy escrupuloso.

Ignacio Agustí (1913-1974).

Ignasi Agustí.

Por supuesto, no faltó quien se cebara en esos errores e incluso los especificara en el momento de escribir las primeras reseñas a este estreno de Espriu en el panorama de las letras catalanas.

A veces, echando la vista atrás en la historia editorial uno se encuentra con situaciones e iniciativas que resultan muy actuales. Sólo que ahora empleamos términos como «crowdfunding», «indy» y «autoedición» y así parecen más novedosas.

 

Fuentes:

Rosa M. Delors i Muns, Salvador Espriu. Els anys d´aprenentatge, 1929-1943, Barcelona, Edicions 62 (Estudis i Documents 47), 1993.

Salvador Espriu, Obres completes 3 (Narrativa 1), edición a cargo de Francesc Vallverdú, Barcelona, Edicions 62, 1986.

Roberto Mosquera, Rosselló-Pòrcel. Vida i poesía, Palma de Mallorca, Documenta Balear (Menjavents 111), 2013.

Tanto de la revista Mirador como del periódico La Publicitat publicados en los años treinta puede accederse a una edición digitalizada en ARCA.

Pareja Editor sin pareja

José María Pareja entró en el mundo de la edición de la mano de Rafael Borràs Betriu, quien andaba buscando a alguien que se ocupara de la parte administrativa de un proyecto personal, pero cuando, tras menos de un año de actividad en común, Borràs le propuso comprarle su parte o venderle la suya propia, Pareja optó por quedarse con la editorial y rebautizarla como Pareja Editor, si bien es muy probable que los primeros títulos que aparecieron con este sello (quizá todos) ya estuvieran programados y preparados mientras trabajaban juntos como Pareja y Borràs Editores.

Luys Santa Marina.

Por un lado, aparecen bajo el sello de Pareja Editor los dos títulos con que se completa la decena que forman la colección de narrativa El Reloj de Sol, sin duda y con diferencia la más longeva e importante, hasta el punto de constituir el fundamento principal de la empresa. A quien fuera director y cabeza visible de la revista Azor, Luys Santa Marina, le publica Pareja Ada y Gabrielle (1959), un conjunto de prosas muy en la línea de los de Karla y otras sombras (Luis de Caralt, 1956), y la colección se cierra con Mientras esperamos, del filósofo y posteriormente editor Carlos Gurméndez, que aparece ya en 1960. El hecho mismo de que en la segunda mitad de 1959 sólo aparezca un título en esta colección ya es indicativo de la fase en la que estaba entrando este proyecto.

También de 1959 es la publicación del segundo y último número de la colección Moneda al Aire (que había abierto Jurado Morales), La nave de Pedro, de Teresa R. Valdés, obra cuya mayor singularidad es sin duda la aparición del prólogo una vez iniciada ya la narración de la novela, aduciendo que “los prólogos son siempre odiados por el lector y casi nunca se leen”, por lo que decide “intercalarlo en el preciso momento en que mi novela empieza a interesarte”.

José Jurado Morales.

Sin duda el proyecto más ambicioso, y del que más ejemplares se encuentran hoy en las librerías de viejo, es la publicación de todos los galardonados con el Premio de Novela Ciudad de Barcelona, de los que sólo llegaron a aparecer dos volúmenes, ambos en 1959. El primero contenía las obras vencedoras en las ediciones  1943 a 1953, es decir, Patapalo, de Bartolomé Soler, Cuando voy a morir, de Ricardo Fernández de la Reguera, Don Ramiro el Grande, de Joaquín Montaner, Amorrortu, de Juan Antonio Espinosa, y Cuerda de presos, de Tomás Salvador, mientras que en el segundo (1954-1958), después de un prólogo del crítico y traductor Enrique Sordo Lamadrid, aparecían las obras premiadas de Carmen Kurtz (Duermen bajo las estrellas), Mario Lacruz (La tarde), Mercedes Salisachs (Una mujer llega al pueblo), José María Castillo Navarro (Las uñas del miedo) y Carlos Rojas (El asesino del César).

Adro Xavier (1910-1998).

La última obra publicada en 1959 por Pareja Editor es La otra fraternidad, del polígrafo franciscano Alejandro Rey-Stolle Pedrosa, de mucho éxito en esos años con el seudónimo Adro Xavier. Apenas dos años más tarde, en 1961, y una vez desaparecida la editorial Pareja, este mismo título volvía a estar en las librerías gracias a Juan Flors.

Resulta cuanto menos curioso que un autor que Borràs Betriu había publicado con muy poca confianza, José Jurado Morales, uno de los principales miembros del grupo de Azor, sea el que a fin de cuentas publicara más obras en esta editorial. Tras la publicación de La hora de anclar en la colección Moneda al Aire, en 1960 aparece como segundo título de una muy breve colección La Llave el poemario Cuenco de arcilla.

Ignacio Agustí (1913-1974).

Ignacio Agustí (1913-1974).

Sin embargo, de esta segunda etapa de la editorial fundada por Rafael Borràs Betriu y José María Pareja destaca sobre todo un único título publicado en catalán, El vas transparent, de Joan Arús, ganador del Premi de Poesia Catalana en los Premios Ciudad de Barcelona, del que se hizo una tirada de cien ejemplares impresos sobre papel de hilo y firmados por el autor, de una tirada total de trescientos, y que aparece precedido de un prólogo firmado por Ignasi Agustí, cuyos mayores éxitos quedaban ya un poco lejanos (Mariona Rebull es de 1943 y El viudo Rius de 1944). Lo cierto es que su prosa resulta aquí tan chirriante como ditirámbica:

Esos versos de auténtica fuerza que tiempo ha quedaron sonando en mi espíritu y en él se mantienen firmes, inmortales, indiferentes a las efímeras veleidades de los estilos, de las corrientes y de las modas, porque son más fuertes que la historia, más duros que el paso de los días, más estables que todos los cambios de decoración. Los versos que recordamos de este puro y original poeta son como monumentos que llevamos dentro y cuyo peso sentimos»

Joan Arús.

Finalmente, la “aventura” a que se refiere Borràs Betriu en sus memorias, llegó a su fin ya en 1961, capitaneada ya por Pareja en solitario, con Caravaca de la Cruz, de Gregorio Javier (Gregorio Javier Gómez López), que además de haber entrado en la terna final del Premio Planeta en 1959, tiene como extraordinaria singularidad haber dado nombre oficial a la población murciana que hasta entonces se llamaba simplemente Caravaca, y que, naturalmente, hoy cuenta con una “calle Gregorio Javier”. Para que luego haya quien diga que los libros no cambian el mundo…

Caravaca de la Cruz.

Sin embargo, aún hay un dato para acabar de perfilar este proyecto editorial iniciado por Rafael Borràs Betriu que resulta interesante. En un trabajo reciente («La censura en la novela de los años treinta de Sebastià Juan Arbó«, de próxima publicación en Represura)*, Josep Miquel Ramis analiza las relaciones del novelista catalán con la censura y comenta la solicitud que hizo Pareja Editor en junio de 1959 de publicación de La hora negra (aparecida previamente en varias ediciones), así como su posterior y muy rápida autorización por parte de lo que solía llamarse, con jocoso oxímoron, las «autoridades competentes». Sin embargo, como señala también Josep Miquel Ramis esa obra de Juan Arbó nunca llegó a ver la luz en Pareja Editor.

 

Fuentes:

Rafael Borràs Betriu, La batalla de Waterloo. Memorias de un editor, Barcelona, Ediciones B, 2003.

Josep Miquel Ramis, «La censura en las novelas de lo años treinta de Sebastià Juan Arbó», en Represura*En cuanto esté publicado crearé el enlace.

 

 

La colección que mimaba a los traductores (Isard, 1962-1971)

A Roser Vilagrassa, traductora de Pessoa, Wells y Kipling,

entre otras perlas, y buena amiga.

Josep M. Boix i Selva (1914-1996).

Josep Maria Boix i Selva (1914-1996), de quien en 2014 se cumple el centenario, no es quizás uno de los poetas catalanes más conocidos pese a la importancia de sus valedores y de la entusiasta atención, aunque exigua, que le ha dedicado la crítica literaria.

Proporcionalmente, ha recibido más atención su elogiada labor como traductor, y muy en particular su versión en verso de El paradís perdut de John Milton, que publicó en dos volúmenes en edición de bibliófilo en Alpha (1950 y 1951) y posteriormente en Clàssics de Tots els Temps (1953). Dadas las difícilísimas circunstancias de la época para dar a conocer obra literaria en catalán, no son desdeñables tampoco las lecturas de fragmentos de la traducción de Milton que Boix i Selva llevó a cabo en la Secció del Foment de les Arts Decoratives (en mayo de 1944) y en las conocidas como Bombolles Poètiques de Joan Colomines y Anton Sala-Conradó (en la que añade Samsó agoniste), en 1959.

Menos frecuentada ha sido por los historiadores su labor como director literario de la colección Isard, de la editorial Vergara, pese a su vocación de dar a conocer algunas de las obras más importantes de la literatura del siglo xx (entre ellos una buena cantidad de premios Nobel) y contar con una auténtica pléyade de espléndidos escritores como responsables de las versiones catalanas. Entre los primeros, valgan los nombres de Joyce, Faulkner, Orwell, Graham Greene, Rimbaud, Daudet, Saint-Exupery, Camus, Mauriac, Solzhenitzyn…; entre los traductores, algunos de los mejores y más renombrados de su tiempo: Carles Soldevila, Pere Calders, Joan Oliver, Joan Sales, Joan Vinyes, Miquel Arimany, Ramon Folch i Camarasa, Núria Folch, etc. Quizás sólo Laura Vilardell se ha atrevido a hacer “Una aproximació a la col·lecció Isard”, de innegable valor, pero existen en la Biblioteca de Catalunya los materiales necesarios para que alguien se anime a acercarse un poco más y a profundizar en esta insólita colección y en su principal promotor (sugerencia para investigadores intrépidos).

Graham Greene (1904-1991).

Josep Maria Boix i Selva pertenece al grupo de jóvenes que aún en edad escolar  convirtieron en legible –y, en retrospectiva, en interesantísima publicación– la revista Juventus, órgano de la Federación Catalana de Congregaciones Marianas y que entre 1931 y 1932 acogió en sus páginas los primeros textos literarios de escritores de la categoría de Tomás Lamarca, Martí de Riquer, Joan Vinyoli, Ignasi Agustí o Josep M. Camps. Posteriormente colaboraría en la exquisita revista Quaderns de Poesia (marzo de 1935-junio de 1936) y en el periódico El Matí.

Ignacio Agustí (1913-1974).

Ignacio Agustí (1913-1974).

Boix i Selva publicó en Juventus varios poemas, como  “Hivernal” (número de enero de 1931, p. 47) o “Planys de l´exiliat (mayo de 1931, p. 272), una prosa poética, “Visió nocturna” (febrero de 1931, p. 99), algunos textos de crítica literaria, como por ejemplo el dedicado a su admirado “Josep M. López Picó” (octubre de 1931, pp. 624-625) e incluso alguna pieza de reflexión política inesperada en una revista de estas características como “Catòlic i socialista?” (abril de 1931, pp. 221-222), ninguno de los cuales aparece, por lo menos con estos títulos, en el minucioso inventario del Fons Josep Maria Boix i Selva que se conserva en la Biblioteca de Catalunya (otra sugerencia para investigadores interesados en la obra del escritor).

A medida que avanza la década, su círculo de amistades literarias lo constituye sobre todo el grupo formado por Salvador Espriu, Bartomeu Rosselló-Pòrcel, Tomás Lamarca, Oscar Samsó y Joan Teixidor. Ya antes de la guerra aparece su primer libro de poesía, Angle (Altés, 1935), que fue objeto de uno de los textos críticos más atinados y trabados de Josep Janés en la preciosa revista Rosa dels Vents (1936), y durante la guerra publicó un segundo volumen, Soledat abrupta (Altés, 1937), además de preparar para la colección de Janés Oreig de la Rosa dels Vents el volumen de Poesia dedicado a Josep M. López-Picó. Sin embargo, como tantos otros poetas en lengua catalana, el resultado de la guerra puso Boix i Selva las cosas muy difíciles a partir de 1939. Aun así, durante el franquismo su obra poética se enriquece con los poemarios en ediciones clandestinas Felicitat (Amics de la Poesia, 1944) y Copaltes i mirinyacs (Altés, 1946), a los que hay que añadir El suplicant, la deu i l´esma (Premio Carles Riba 1971 y publicado en Proa al año siguiente).

En un momento en que la edición en lengua catalana empieza a intentar normalizarse, Isard nace dentro del seno de la Edittorial Argos, de la que en 1958 se había hecho cargo Ignacio Agustí al dejar la dirección de Destino y que en esos años publicó Más brillante que mil soles, de Asimov junto a Ciudades de España, de Eugenio Nadal o reediciones de la exitosa Mariona Rebull del propio Agustí.

Aunque las disonancias en la colección Isard no fueron tan clamorosas, sí recibió críticas la inclusión en el catálogo de lo que se consideró una nota discordante, y en particular las traducciones que clásicos añejos como Longo o Platón.

Pere Calders (1912-1994).

La descripción de Isard como Biblioteca Universal en Llengua Catalana era lo suficientemente ambigua para permitirlo, y, divida en diversas series (Novela, Ensayo, Religión, Historia), manifestaba la intención de publicar “obras representativas de todos los géneros literarios y de diversas épocas y culturas”. Pere Calders, quien en carta a Joan Triadú (14 de enero de 1964) define Isard como “una colección modélica en cuanto a corrección”, explica en un ilustrativo artículo (recogido por Montserrat Bacardí en La traducció catalana sota el franquisme) que en la selección de títulos intervienen activamente los propios traductores con sugerencias y propuestas y da razón de esa aparente heterogeneidad:

 Títulos que, considerados aisladamente, pueden parecer –y ni siquiera a todo el mundo!– poco necesarios, en el conjunto de la colección tendrán un objetivo bien definido. Así se explica que compartan una misma lista Albert Camus, Cecil Roberts, Aldous Huxley y A.J. Cronin, Vintilia Horia y Kathryn Hulme. O bien que les hagan compañía las gestas del reverendo padre Dominique Pire y las de Tartarí. E inlcuso tiene un enorme interés que un mismo traductor, un helenista eminente de la categoría de Jaume Berenguer i Amenós, nos ofrezca a Platón y Longo.

El catálogo que fue conformando Isard puede interpretarse como un antecedente de lo que luego sería la añorada colección Clàssics Moderns que Francesc Parcerisas dirigió para Edhasa, es decir, procuró un canon de los clásicos del siglo XIX y XX que en la mayoría de casos nunca se habían traducido al catalán y que seguían manteniendo una enorme vigencia. Entre las excepciones curiosas se cuenta Teresa Desqueyroux, del premio Nobel francés François Mauriac, que poco después de iniciada la guerra había aparecido como número 127 de los Quaderns Literaris de Josep Janés, en traducción de Jeroni Moragues, y de la que en 1963 Isard ofrece una nueva versión firmada por el escritor y editor Joan Sales.

Cubierta y portada de 1984, de Georges Orwell.

El catálogo completo de Isard (39 títulos) puede verse en el magnífico artículo ya mencionado de Laura Vilardell, que lo acompaña además de un interesantísimo anexo con las obras programadas que no llegaron a publicarse en el que figuran Ilya Erenburg, Nikos Kazantzakis o Maquiavelo entre otras perlas, pero a modo de panorámica, baste mencionar las obras del también premio Nobel Albert Camus La pesta (traducción y prólogo de Joan Fuster, en 1962) y La caiguda (traducción de Vallespinosa, en 1964), 1984, de George Orwell (traducida por Joan Vinyes, en 1964) y La revolta dels animals (traducida por E Cardona y J. Ferrer Mallol) , las novelas de Graham Greene Un americà pacífic (traducción de Eulalia Presas i Plana, en 1965) y Rocs de Brighton (traducida por Maria Teresa Vernet, el mismo año) o Una temporada a l´infern. Il·luminacions, de Arthur Rimbaud (versión, estudio preliminar y notas de Josep Palau i Fabre, en 1966). Y, entre las obras en catalán, los dos volúmenes de L´aperitiu, de Josep Maria de Sagarra (1964) y Proses bàrbares. Els herois, de Prudenci Bertrana, acompañados de “Una vida”, de Aurora Bertrana, en 1965.

Vol de nit, de Saint-Exupéry.

Uno de los placeres –o motivo de envidia– que la colección Isard reserva a los traductores es la importancia que se les concedía, y que no se limitaba a propugnarla, sino que se ponía de manifiesto en los textos de contraportada, que sistemáticamente constaban de la biografía del autor de la obra, una breve y elogiosa reseña del texto que se publicaba y una resumen biográfico del autor de la traducción. Además, el traductor tenía la oportunidad de incluir un texto en el que justificar sus decisiones (cuestión particularmente importante en el caso de la literatura catalana, por no estar entonces bien asentado el lenguaje literario), y, según explica Calders, en la ya mencionada carta: “Paga [a los traductores) los precios más elevados de Bareclona, y me consta –porque lo he vivido en primera persona– que los propósitos de calidad y de servicio desinteresado son sinceros y que el grupo intenta salvar la colección.”

No me viene a la memoria ninguna editorial o colección que reconozca de semejante modo la importancia de los traductores. (Véanse, sin embargo, los comentarios a la entrada para información adicional).

Fuentes:

Josep M. Boix i Selva.

Montserrat Bacardí, La traducció catalana sota el franquisme, Lleida, Punctum (Quaderns 5), 2012.

Pere Calders-Joan Triadú, Estimat amic. Cartes. Textos (edición de Susanna Álvarez y Montserrat Bacardí), Publicacions de l Abadia de Montserrat, 2009.

Sergi Doria, Ignacio Agustí, el árbol y la cebniza, Barcelona, Destino (Imago Mundi 244), 2013.

Laura Vilardell, “Una aproximació a la col·lecció Isard”, en Sílvia Coll-Vinent, Cornèlia Eisner i enric Gallén, eds., La traducció i el món editorial de la postguerra, Barcelona, Punctum &Trilcat, 2011, p. 253-272.

Una perla con resonancias

I.A.Árbol+ceniza

Ignacio Agustí, el árbol y la ceniza (2013), de Sergi Doria, publicado por Destino, acaba con muchos tópicos y debiera hacernos replantear algunas ideas heredadas.

Hasta ahora, la fuente principal y casi única para conocer un poco a fondo la biografía de Ignacio Agustí (1913-1974) eran sus propias memorias, Ganas de hablar, e incluso en los estudios introductorios a lo que supuestamente eran ediciones críticas de sus obras se tomaba a menudo este libro como única fuente. Por fortuna, coincidiendo con el centenario de Agustí, Sergi Doria ha escrito una pequeña perla que sin duda tendrá resonancias en los futuros estudios sobre la vida y la obra de un hombre de letras que se nos revela como bastante enigmático y singular.

La vocación temprana de Ignasi Agustí se manifestó inicialmente en las páginas de la revista de la Congreación Mariana Juventus, donde su firma coincide con las de unos jovencísimos Josep M. Camps, Martí de Riquer o Josep M. Boix Selva, y aún antes de la guerra civil hace incursiones en diversos géneros, siempre en catalán: la poesía (financia por suscripción El veler en 1932), la novela (Diagonal, que presenta al Premi Crexells de 1933) y sobre todo escribe para la escena (Idil·li en un parc o el suicidi de la lluna y La Coronela, que siguen inéditas, El Nostre Teatre le publica L´esfondrada en 1934 y al año siguiente Espriu le publica Benaventurats els lladres en Leda). Y poemas posteriores de Ignasi Agustí pueden leerse por ejemplo en la revista comandada por Marià Manent y Tomàs Garcés Amics de la Poesia, en el periódico dirigido por Josep Janés Avui (1933), quien acogerá también el texto de Agustí “Santa María del Vallès” en el primer número de su revista Rosa dels Vents (abril de 1936, pp. 20-22). Es difícil no recordar en relación a estos inicios como escritor de Ignacio Agustí el extenso e influyente artículo de Joan Lluís Marfany “Notes sobre la novel·la espanyola de postguerra”, en que señala que la obra de narradores como Sebastià Juan Arbó o Ignacio Agustí en la postguerra “sólo son explicables dentro de la tradición literaria catalana”, aun cuando se expresaran en lengua española. Y posiblemente ahí esté uno de los orígenes de lo que más adelante sería el «barcelonismo».

Diagonal (1934), presentado el año anterior al Premi Crexells (modelo luego del Nadal), que ganaría Carles Soldevila (con la obra Valentina).

Diagonal (1934), presentado el año anterior al Premi Crexells (modelo luego del Nadal), que ganaría Carles Soldevila (con la obra Valentina).

Sin embargo, toda esta etapa en la trayectoria de Agustí, durante la que participa activamente en la vida cultural que generan los grupos de jóvenes barceloneses al calor de tertulias como la del Euzkadi (Juan Arbó, Janés, Riquer, Teixidor, Espriu), El Lyon d´Or (con Luys Santa Marina, Martí de Riquer, Xavier de Salas, Félix Ros) o en instituciones como el Ateneu Barcelonès, padece un general olvido, como si, a lo sumo, Ignacio Agustí fuera sólo el autor de Mariona Rebull (1943) y de la exitosa saga La ceniza y el árbol.

El detenido análisis de las obras que construyen la trayectoria literaria de Ignacio Agustí que lleva a cabo Sergi Doria pone en entredicho muchos de los tópicos críticos heredados; su narración de los avatares y las guerras subterráneas en el seno de la revista Destino y la editorial homónima pone los puntos sobre las íes acerca de cuestiones nunca hasta ahora explicitadas (desde sus conflictos familiares hasta sus problemas de salud), y su estudio del pensamiento y la acción política del biografiado nos ofrece una imagen mucho más rica y completa de la que es capaz de transmitir Ganas de hablar.

Ganas de Hablar, memorias de Agustí publicadas postumamente (en 1974).

Ganas de Hablar, memorias de Agustí publicadas postumamente (en 1974).

Doria consigna, sobre todo a partir de mediados de los años cincuenta, una soterrada lucha de poder entre los dos socios más implicados en Destino, cuyos ámbitos de actuación parecen difusamente definidos: Agustí era el director de la revista Destino, mientras que Vergés (1910-2001), como cofundador con Joan Teixidor (1913-1992) de la editorial, se ocupaba de la misma y sobre todo de cuestiones empresariales.

Antonio Vilanova, que desde 1947 colaboraba en Destino y en 1959 se incorporó como miembro del jurado del Nadal, ha explicado que “la Editorial Destino la llevaba, de manera muy personal, Josep Vergés […] Su socio, Joan Teixidor, tenía buen gusto literario y era de gran ayuda para él, pero Teixidor era un lletraferit, un hombre de letras, y Vergés era un hombre de empresa”. Y el propio Teixidor ha confirmado esta apreciación: “Evidentemente, a mí siempre me ha gustado más escribir que ser editor. Nunca he tenido ningún afán de figurar como editor. Es cierto, sin embargo, que me he divertido mucho. Es un oficio que me gusta y me he pasado horas muy agradables ejerciéndolo. Aun así, antes que editor me siento escritor”. Con ello basta para hacerse una idea de cómo funcionaba por dentro la editorial: Agustí a menudo fuera de Barcelona, inmerso en la escritura o en la actividad política, Teixidor concentrado en la parte más creativa y Vergés comandando el cotarro, con el conde de Godó como socio capitalista que se inmiscuía más bien poco o nada.

Una de las imágenes más conocidas de Ignacio Agustí.

Una de las imágenes más cono-cidas de Ignacio Agustí.

No es grano de anís que, como desvela Doria, fuera Ignacio Agustí quien firmó el contrato de edición de los cuatro volúmenes de Historia de la Segunda República de Josep Pla, pero eran muchos y delicadísimos los asuntos que acapararon la atención de Agustí en las décadas de los cuarenta y cincuenta, lo que facilitó a Vergés no sólo hacerse con el mando de la nave, sino, además, imponer a la posteridad su versión de los acontecimientos y desarrollo de la empresa. Por añadidura, Teixidor, amigo desde la adolescencia de Agustí, se nos muestra como un profesional dúctil capaz de navegar en cualesquiera condiciones.

No obstante, si Ignacio Agustí ocupa un lugar especialmente relevante en el ámbito de la edición de libros en España es sobre todo por haber creado un galardón literario trascendental que tuvo un efecto regenerador de las letras españolas, el Premio Nadal, cuyas circunstancias y origen contó antes en una conferencia de 1960 que en sus memorias (públicadas póstumamente en 1974). En esta conferencia explicitaba una idea de continuidad con la cultura catalana en que se inició que también es reiteradamente subrayada por Doria. Decía Agustí:

El Premio Nadal no fue ninguna invención. Fue, simplemente, una adecuación a nuestra época y a sus circunstancias del espíritu de justa literaria que ha constituido una de las tradiciones de este país, desde la restauración de los Juegos Florales hasta el conjunto de premios convocados por la Generalidad de Cataluña en tiempos de la República. Lo que pasa es que acertó a reinventar la novela española cuando más falta le estaba haciendo.

Ignacio Agustí (1913-1974).

Ignacio Agustí (1913-1974).

No ha bastado eso para que Vergés reivindicara su propio papel en toda esta historia minimizando incluso la importancia de Agustí en la creación del premio. Así, como ejemplo más palmario, en un texto de Jaume Vidal construido sobre todo a partir de declaraciones de Vergés y sus más allegados (y por si fuera poco editado por el Gremi d´Editors de Catalunya), pueden leerse cosas como las siguientes:

 La revista Destino, escuela de periodistas y escritores; la editorial del mismo nombre, que revitalizó las letras españolas con la creación del premio Nadal; el poderoso impulso a la literatura catalana, con la publicación de la obra completa de Josep Pla, y la creación del premio literario en catalán Josep Pla, son el esquema básico de la simbiosis que representó la vida y el trabajo en la existencia de Josep Vergés [p. 81, la traducción, como las siguientes, es mía].

Poco a poco Vergés convierte un paraje inhóspito, el de las letras en España, en una tierra donde empieza a recuperarse la esperanza. Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite, Torrente Ballester serán algunos de los escritores que impulsarán (de la mano de Vergés y con la incidencia que tuvo el premio Nadal) un lenguaje y una temática nuevos en un país en el que las letras estaban atoradas. La renovación también facilitará un puente con el pasado intelectual anterior a la Guerra Civil. (p. 96)

El objetivo de este galardón [el Premio Nadal], creado por Teixidor, Juan Ramón Masoliver y el mismo Vergés, entre otros jóvenes catalanes, era contribuir al reconocimiento de la literatura española. (p. 98)

 

Juan Serra, pintor (febrero de 1942), una de las primeras ediciones de la Librería Editorial Argos, de la que Agustí se haría cargo a finales de los cincuenta.

Tras su salida de Destino, Agustí podría haber dejado su huella como editor de libros en Argos, pero el proyecto nacía ya con plomo en las alas. En 1942, la Librería Editorial Argos había abierto cinco colecciones todas ellas de interés, ambiciosas y con un cierto potencial comercial: Carabela (iniciada con Knut Hamsun, Chesterton y Karinthy y Las ciudades del mar, de Josep Pla), la cuidada colección Calesa (Sienkiewicz, Theodor Storm, Turgueniev,l Tozzi traducido por José M. Camps), Los Artistas Contemporáneos (Juan Serra, por Juan Cortés, y Domingo Carles, por Joan Teixidor), La Vida y las Vidas (Andersen, McNair Wilson, John Erskine, Tore Hamsun, Corrador Ricci, el Yo, Claudio de Robert Graves) y la colección Miguel Ángel (Manolo Hugué, por Rafael Benet, de la que se hizo una edición con grabados de Ricart). Cuando Agustí se hace cargo de la editorial y librería, muchos de estos títulos y autores habían pasado a engrosar los catálogos de Josep Janés. Aun así, en palabras de Doria:

Cartel de la exposición "Ignasi Agustí i la ciutat convulsa", programada en la Biblioteca de Catlunya entre el 11 de abril y el 7 de mayo de 2013.

Cartel de la exposición «Ignasi Agustí i la ciutat convulsa», programada en la Biblioteca de Catlunya entre el 11 de abril y el 7 de mayo de 2013.

Desde la editorial Argos, Agustí lanzó libros que funcionaron bien, como Más brillante que mil soles, de Isaac Asimov; reeditó Mariona Rebull y publicó las enciclopedias Focus, y el libro Ciudades de España del malogrado Eugenio Nadal que había inspirado el premio homónimo.

Y además describe Doria con bastante detenimiento un interesante proyecto, La Csa de Alba, del que se conserva un índice muy prometedor (Antonio Marichalar, Luis Santamaría, Luis Monreal…), así como las fotografías que para este libro había dejado ya hechas José Compte.

En el ámbito de la historia de la edición en España, como en tantos otros aspectos (periodismo y política en particular), la biografía que ha escrito Sergi Doria viene a ser un acto de justicia poética, y sería de desear que el brillo de esta perla  no pasara desapercibido, porque ilumina de Ignacio Agustí aspectos importantes que hasta ahora permanecían en la sombra. Sin duda, su destino es convertirse en obra de referencia sobre el personaje y su obra.

Cubierta del primer volumen de las obras completas editado por Sergi Doria para la Biblioteca Castro en 2007. Se publicó con los dos primeros volúmenes de La ceniza fue árbol (Mariona Rebull y El viudo Rius).

Cubierta del primer volumen de las obras completas editado por Sergi Doria para la Biblioteca Castro en 2007. Se publicó con los dos primeros volúmenes de La ceniza fue árbol (Mariona Rebull y El viudo Rius).

Fuentes:

Ignacio Agustí, “El negocio editorial y los premios literarios”, conferencia pronunciada en la Biblioteca Central de la Diputación de Barcelona con motivo de la Exposición de la Fiesta del Libro de 1960 y publicada como anexo al Catálogo de la producción editorial barcelonesa comprendida entre el 23 de abril de 1959 y el de 1960, Barcelona, Diputación de Barcelona, 1961.

Ganas1Ignacio Agustí, Ganas de hablar, Barcelona, Planeta (Espejo de España. Biografías y Memorias 3), 1974.

Sergi Doria, Ignacio Agustí, el árbol y la ceniza. La polémica vida del creador de «La saga de los Rius», con un prólogo de Carlos Ruiz Zafón, Barcelona, Destino (Imago Mundi 244), 2013.

Carles Llorens, «Viure intensament la cultura del xx. Entrevista a Joan Teixidor», Lletra de canvi (Barcelona), núm. 11 (noviembre de 1988), pp. 12-16

Joan Lluis Marfany, “Notes sobre la novel·la espanyola de postguerra», Els Marges, núm. 6 (1976), pp. 29-57.

Xavier Moret, Tiempo de editores. Historia de la edición en España, 1939-1975, Barcelona, Destino (Imago Mundi 19), 2002.

Jaume Vidal, “Josep Vergés”, en AA.VV., Noms per a una Història de l´Edició a Catalunya, Barcelona, Gremi d´Editors de Catalunya, 2001.

«Los surcos»: José Janés apuesta por Ignacio Agustí (y pierde)

Ignacio Agustí (1913-1974)

Ignacio Agustí (1913-1974)

Ignacio Agustí es, quizás, el primer nuevo autor español por el que apuesta el editor José Janés cuando decide poner en marcha en 1942 la colección Gacela de Autores Españoles. Para entonces, ya se había consolidado la colección Gacela, que se presentaba en las solapas de los primeros números como la “Publicación periódica de novelas de los más grandes escritores contemporáneos. Volúmenes impresos a dos tintas, ilustrados profusamente por los mejores artistas y ricamente encuadernados”. Se trata de volúmenes en tapa dura con sobrecubierta a tres tintas, y entre sus estrellas se cuentan autores que, tras permanecer mucho tiempo en el olvido, a principios del siglo XXI han experimentado una cierta recuperación: Knut Hamsun, Alberto Moravia, Hans Carossa…

A la versión destinada a los autores españoles se le dedica el mismo esmero en la presentación y se propone reunir “las obras más interesantes de nuestros escritores nacionales de mayor prestigio”. El primer volumen, con ilustraciones intercaladas en el texto de Josep Maria Prim, es Aldeamediana, seguido de la historia de las esparragueras y de Dos notas

Sobrecubierta de Aldeamediana en la colección Gacela de Autores Españoles

sobre la civilización campesina, del ya por entoncces sobradamente establecido académico Eugenio d´Ors, y cuyo origen está en las “Glosas desangeladas” que se habían publicado diez años antes en el periódico madrileño El Debate (concretamente entre el 7 de agosto y el 5 de noviembre de 1932). No puede decirse en ningún sentido que publicar a D´Ors, y menos tratándose de una obra ya conocida, fuera asumir un gran riesgo, sino más bien un modo de dar lustre a los escritores que le acompañaran y a la colección.

Sin embargo, publicar a Ignacio Agustí, a quien antes de la guerra Janés había incorporado como colaborador del periódico Avui, suponía dar la alternativa como narrador en lengua española a un escritor sólo conocido hasta entonces, y muy relativamente, como autor en catalán de un poemario (El veler, 1932), de algunas obras teatrales de tono muy menor (Idil·li en un parc o el suïcidi de la lluna, La Coronela y Benaventurats els lladres) y de la novela Diagonal, que en el Premi Crexells de 1933 no fue eliminada hasta la cuarta votación (lo ganó Carles Soldevila con Valentina), además haber adquirido cierto relieve como uno de los artífices de la revista Destino.

Ignacio Agustí entra en la literatura española con una obra juzgada en general por la crítica como menor, pero en una presentación casi lujosa. Impresa en los Talleres Gráficos Rex en abril de 1942, su novela Los surcos se publica en un volumen de 18,5 x 12 cm y 190 páginas, más colofón, que acompaña una amplia serie de ilustraciones a tinta del hoy también revalorizado José Miguel Serrano (1912-1982), en su inmensa mayoría al inicio de capítulo o decorando el cierre de los mismos, y en las que alternan los detalles decorativos, los paisajes, los retratos de personajes y las escenas, eligiendo aquellas, muy escasas, con un mínimo de acción. Agustí y Serrano se conocían desde antes de la guerra, cuando los viernes coincidían en la tertulia del marchante y editor de la revista Art (1933-1936) Joan Merli en el barcelonés Café Euzkadi, donde se reunían con algunos de los ilustradores y artistas más prometedores del momento, como el mencionado Prim, Emili Grau Sala, Carme Cortés Lledó o  el escenógrafo y pintor Emili Bosch Roger.

Sobrecubierta de Los Surcos en la colección de José Janés Gacela de Autores Españoles.

Salvo las iniciales de capítulo, las páginas aparecen decoradas con cabeceras en las que, además del folio, se indica el nombre del autor en la página par y el de la obra en la impar. Todos los capítulos se inician en página impar y la primera palabra de todos ellos aparece en versalitas. Pero el cuidado y trabajado diseño no va acompañado de una calidad literaria acorde.

Tanto el ritmo asmático y la prosa relamida como el contenido del primer párrafo de esta novela, si acaso no justifican hoy en día el abandono de la lectura, sí explican los juicios displicentes o someros que se le han dedicado, cuando estos no se han limitado, sin más, a señalar Los surcos como el paso previo en la novelística mayor de Ignacio Agustí:

Vagaba todas las tardes por el cementerio. A la puesta de sol los cipreses se dejaban penetrar como piras por los rayos mordientes. Pedro ya era casi un hombre maduro; mas, salvo las cenizas de sus sienes, su aspecto era el de un hombre joven. Desde la muerte de su mujer el merodeo por el cementerio era, para él, una ocupación. Sentía en la piel, como una brisa, llegar, confidente y lingual, la vida perdida. Todo era entonces mucho más soportable.

Ruralismo trasnochado y de segunda mano, enredos sentimentales, cartas póstumas, romanticismo en el peor sentido, una trama de exacerbado sentimentalismo y “la decimonónica prosa” permiten hacer el chiste fácil de que Los surcos recurren a un camino ya muy trillado. Evoca en el mejor de los casos y en los lectores de manga más ancha la narrativa de autores como Pereda, Alarcón o Pardo Bazán.

Portada de la edición en Nauta de Los Surcos.

Portada de la edición en Nauta de Los Surcos.

Edición de Los surcos con El cubilete del diablo en la celebérrima Colección Austral de Espasa Calpe.

Sin embargo, cuesta olvidar la tosquedad en la descripción física de los personajes, la pobre caracterización psicológica de los mismos o la endeble recreación de ambientes. Aun así, y es de suponer que a rebufo del extraordinario éxito del ciclo narrativo La ceniza fue árbol, en 1969 esta novela de la que incluso el autor apenas hablaba, se reeditó en Nauta, usando como ilustración de cubierta una de las ilustraciones hechas por Serrano para la editorial de Janés. Y cinco años más tarde aparecía en la colección Austral de Espasa-Calpe, en un volumen doble en que la acompañaba El cubilete del diablo.

Cubierta del primer volumen de las obras completas editado por Sergi Doria para la Biblioteca Castro en 2007. Se publicó con los dos primeros volúmenes de La ceniza fue árbol (Mariona Rebull y El viudo Rius).

Cubierta del primer volumen de las obras completas editado por Sergi Doria para la Biblioteca Castro en 2007. Se publicó con los dos primeros volúmenes de La ceniza fue árbol (Mariona Rebull y El viudo Rius).

En una de las solapas de la sobrecubierta de Los surcos se anuncia como tercer número de esta colección la novela de otro autor de cierto relieve, La noche de San Juan, de Sebastián Juan Arbó (1902-1984), que no llegó a publicarse. Arbó, uno de los mejores amigos de Janés, quien le había elogiado y publicado profusamente ya en tiempos de la República, había tenido en catalán un éxito tal que Luis Miracle le había contratado Terres de l´Ebre (Premio Fastenrath 1932) para su traducción al castellano, pero su publicación quedó truncada por la guerra.

Literariamente, quiza tenga mucho mayor interés la novela con que se cierra la Gacela de Autores Españoles, Yo, pronombre, del injustísimanete olvidado José M. Camps, que sin embargo ya no recibe un tratamiento tan generoso en cuanto a ilustraciones. Éstas se limitan a un frontispicio a color, obra de uno de los colaboradores más habituales de Janés ya antes de la guerra, Joan Palet (1911-1996).

Imagen que permite ver la ilustración de Joan Palet (1911-1996) y la portada de Yo, pronombre, de José M. Camps (1916-1975)

No obstante, estos primeros intentos a favor de autores españoles llevados  cabo en la inmediata posguerra por Janés, a quien la prensa cultural del momento criticaba a veces durísimamente por publicar tanta literatura traducida, no llegaron a cuajar. La Mariona Rebull de Agustí apareció apenas dos años después y los 2.500 ejemplares de la primera edición se agotaron en apenas una semana, pero la publicó Destino. José Janés, pese a incorporar a sus catálogos en los años sucesivos a Mercedes Salisachs, a Álvaro de Laiglesia, a González Ledesma, a Ildefonso Manuel Gil o a Antonio Rabinad, tardaría bastante aún en dar con un autor español destinado a obtener un gran éxito: Francisco Candel. Y ni así se le ha reconocido esa labor, quizá porque, sobre todo mediante el Premio Nadal, Destino se había hecho suyo ese terreno.

Fuentes:

Ignacio Agustí, Los Surcos, Barcelona, Ediciones de la Gacela, 1942. Ilustraciones de J.M. Prim.

-, Ganas de hablar, Barcelona, Planeta (Espejo de España. Biografías y Memorias 3), 1974.

Jacqueline Hurtley, Josep Janés. El combat per la cultura, Barcelona, Curial (Biblioteca de Cultura Catalana 60), 1986.

Xavier Moret, Tiempo de editores. Historia de la edición en España, 1939-1975, Barcelona, Destino (Imago Mundi 19), 2002.

Helios Rubio, «La fragància inaprehensible de l´efímer«, en la web de Fernando Pinós, Galeria d´Art.

Any Espriu (y los otros)

Curiosamente en el año 2013 se cumple el centenario de unos cuantos escritores barceloneses (de nacimiento o adopción) muy aficionados a los libros, con una acusada predilección por los libros bellos, bien acabados, pulcramente impresos y encuadernados con esmero, y todos ellos tuvieron una cierta de importancia como editores en diferentes momentos. Por orden de desaparición de escena: Bartomeu Rosselló-Pòrcel (1913-1938), Josep Janés i Olivé (1913-1959), Ignasi Agustí (1913-1974), Salvador Espriu (1913-1985) y Joan Teixidor (1913-1992).

Josep Janés i Olivé

Josep Janés i Olivé

El primero en convertirse en editor, lo que en buena medida acabó por truncar su prometedora carrera como poeta, fue Josep Janés i Olivé, quien a Ignasi Agustí ya lo había acogido en las páginas del periódico que creó en 1933, Avui. Diari de Catalunya, y a Joan Teixidor le había publicado el año anterior en las páginas de cultura del Diari Mercantil, del que antes de cumplir los veinte años ya era director.

Es la época en que Agustí publica por suscripción los veinte poemas que componen El veler en la Editorial Branca (1932), al cuidado de Espriu, quien a su vez publica la primera edición de Laia en la Catalònia (1932), o Rosselló-Pòrcel una primera edición no venal en papel hilo de cien ejemplares de 44 páginas numerados (impresos en la Altés, que poseía una vieja Marioni para imprimir en plano) de Nou poemes (1933), dos de cuyos sonetos (“Brollador” y “Ocell en corba”) ya habían sido publicados por Joaquim Xirau en una reducidísima edición (25 ejemplares) conmemorativa de una lectura pública. En él se incluye, como octavo poema, el dedicado “A Ignasi Agustí, quan va publicar El veler”.

Los clubs de poesía y las ediciones mediante suscripción empezaron a tomar un cierto impulso entre los jóvenes escritores catalanes. Y ese es por ejemplo el método del que se sirve al año siguiente Rosselló-Pòrcel para publicar Quadern de sonets (1934), un breve libro de 28 páginas que recoge doce sonetos y del que se hace una tirada de cien ejemplares.

Quadern de sonets (1934), de Rosselló-Pòrcel, antes de cambiar el modo de escribir su apellido.

Quadern de sonets (1934), de Rosselló-Pòrcel, antes de cambiar el modo de escribir su apellido.

Ese mismo año 1934 Josep Janés se convierte en Cataluña en la gran figura literaria del momento al ser galardonado con la Flor Natural en los Jocs Florals y publicar en la Catalònia una primera edición de Tu. Poemes d´adolescència, a la que seguiría casi de inmediato una segunda de 300 ejemplares numerados en su propia editorial, Quaderns Literaris, sobre papel Bernat Metge de Torras Domènech, con un prólogo del poeta Agustí Esclasans e ilustraciones al boj de Enric Cluselles. En los mismos Quaderns Literaris de Janés aparece la segunda edición de Laia, de Espriu, con grabados de Fermí Altimir, que incorpora por primera vez el subtítulo, más tarde cambiado, de “Retaule de siluetes d´arran la mar”, y al año siguiente en la misma colección janesiana le publica Ariadna al laberint grotesc. Caben pocas dudas acerca de que, junto con Sebastià Joan Arbó, por aquellos años Salvador Espriu era uno de los escritores jóvenes en quien Janés más confiaba para crear un catálogo de grandes escritores catalanes.

Por entonces es cuando Salvador Espriu lleva a cabo la que quizá sea su más importante aportación como editor, la creación en 1935 de la colección Les Edicions d´Ara, en cuyas portadas campean con muy buen gusto las iniciales Leda, y que se estrena con la novela de Espriu Miratge a Citerea, magníficamente ilustrada por Emili Grau Sala y de la que se hace una tirada de quinientos ejemplares más 25 numerados en papel de hilo Guarro. Acerca de esta edición no conozco mejor  análisis que el de Galderich en Piscolabis Librorum.

Benaventurats els lladres, de Ignasi Agustí.

Benaventurats els lladres, de Ignasi Agustí.

El segundo número de Leda está dedicado al poemario de Joan Teixidor Joc partit, del que se tiran 225 ejemplares, y el tercero y muy probablemente último a la obra teatral de Agustí Benaventurats els lladres, de la que se tiraron 500 ejemplares, y que el 27 de diciembre se estrenaría comercialmente en el Novedades. Ese mismo año también se había estrenado en la más alternativa Sala Studium la traducción de Rosselló-Pòrcel de Histoire du soldat, de Charles-Ferdinand Ramuz y con música de Stravinski, en la que Ignacio Agustí intervino como actor. En la misma Sala Studium la Asociación de Estudiantes de Arquitectura preparó el 5 de febrero de 1936 una gala benéfica en la que, junto a Spinoza i els gentils, de Martí de Riquer, se puso en escena La Coronela de Agustí.

Antes aún del inicio de la guerra civil, Josep Janés había creado una excelente revista literaria, La Rosa dels Vents, en la que firmó una reseña muy elogiosa de la obra de Martí de Riquer y en cuyo primer número (de abril) se publicaba el texto de Agustí “Santa Maria del Vallès” y en el segundo (de mayo) el ensayo de Joan Teixidor “La poesia de Guerau de Liost”. A este último le publica además Janés en los Quaderns Literaris, para celebrar la llegada a los cien números de esta colección, la Antología general de poesía catalana que había preparado junto con Martí de Riquer y Josep M. Miquel i Vergés.

Después de una breve estancia en Madrid en la que estuvo en contacto con el grupo de la revista Cruz y Raya y aprendió el oficio de tipógrafo, Rosselló-Pòrcel, al frente del servicio de publicaciones de la Residencia de Estudiants de l´Instiutut d´Acció Social Universitària i Escolar de Catalunya edita en 1937, además de Primer desenllaç, de Joan Vinyoli, y Versions de l´anglès, de Marià Manent, L´aventura frágil, de Joan Teixidor. Póstumamente, bajo este mismo sello aparecería en 1938 Imitació del foc, del propio Rosselló-Pòrcel. Y en julio de ese mismo año aparecía en Quaderns Literaris un nuevo título de Salvador Espriu, Letizia i altres proses, siendo estas prosas Fedra y Petites proses blanques, mientras que a Rosselló-Pòrcel le publica Janés su traducción del libro de André Gide Le Prométhée mal enchaîné, traducción que los Quaderns Crema de Jaume Vallcorba recuperaron en 1982.

Joan Teixidor

Joan Teixidor

En los años cuarenta, Agustí y Teixidor al frente de Destino y Janés encabezando diversas iniciativas, estaban destinados a dejar una huella indeleble en la historia editorial española. En la inmediata posguerra, Janés es el primero en reemprender su labor como editor, inicialmente en compañía de Félix Ros, y no tarda en sumársele Joan Teixidor, quien en 1942 funda con José Vergés la editorial Destino, donde tendrá que vérselas nada menos que con las Obras completas de José Pla. Dos años más tarde, la novela de Ignacio Agustí Los Surcos (1944) será uno de los primeros intentos –no muy exitoso– de Janés por dar a conocer nuevas voces literarias. La publicación de esta novela coincide con la iniciativa que le ha valido también a Ignacio Agustí un puesto importante en esa misma historia editorial, la creación del Premio Nadal, en el seno de Destino, en la que le acompañó como miembro del primer jurado Joan Teixidor.

El año 1913, pues, hubo pues una buena cosecha de editores, y aparte de las relaciones editoriales señaladas, no sería difícil rastrear otras. Josep Palau i Fabre, por ejemplo, ha contado en sus memorias que, entre finales de 1935 y prinicipios de 1936, después de coincidir con algunos de ellos en una conferencia de Carles Riba sobre Goethe, conoció al grupo que formaban Ignasi Agustí, Tomàs Lamarca, Martí de Riquer, Salvador Espriu, Joan Teixidó y Josep Maria Boix i Selva. El motivo fue el entierro del padre de Josep Janés.

Fuentes

 Ignacio Agustí, Ganas de hablar, Barcelona, Planeta (Espejo de España 3), 1974.

Antoni Batista, Salvador Espriu: Itinerari personal, Barcelona, Empúries (Tros de paper 8), 1985.

Rosa M. Delor i Muns, La mort com a intercanvi simbòlic. Bartomeu Rosselló-Pòrcel i Salvador Espriu. Diàleg intertextual (1934-1984), Barcelona, Publicacions de l´Abadia de Montserrat (Biblioteca Serra d´Or), 1993.

Galderich, “Miratge a Citerea, una delicada obra de Salvador Espriu i Grau Sala”, entrada del 22 de febrero de 2010 en el blog & picolabis librorum.

Jacqueline Hurtley, Josep Janés. El combat per la cultura, Barcelona, Curial (Biblioteca de Cultura Catalana 60), 1986.

Roberto Mosquera, L´àngel adolescent. Vida i poesia de Bartomeu Rosselló-Pòrcel, Publicacions de l´Abadia de Montserrat (Biblioteca Miquel dels Sants Oliver 30), 2008.

Josep Palau i Fabre, Obra literaria completa II, Assaigs, articles i memòries, Barcelona, Galaxia Gutenberg-Cercle de Lectors, 2005.