«Fernando Gutiérrez escribe un verso noble, grave, denso, desinteresado, de resonancias fáciles y armonías rebuscadas», opinaba el gran Ricardo Gullón en 1952 acerca del que quizá sea el poemario menos desconocido del autor, Anteo e Isolda (Editorial Janés, 1951, Premio Ciudad de Barcelona 1950). Los mismo adjetivos u otros muy similares podrían aplicarse a la labor editorial de Fernando Gutiérrez González (1911-1984), lo que le situaría en la estela de los poetas editores de la generación del 27 (Prados, Altolaguirre, Bergamín). A lo largo de toda su obra, su faceta de crítico de arte (en Las Noticias, La Prensa, La Vanguardia), que le llevó a fundar la Associació Catalana de Crítics d´Art y a ser miembro numerario de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, corrió paralela a una labor como editor de obras arraigadas en una tradición muy marcada pero de una pureza impecable. No resulta en absoluto extraño que su nombre figure en 1948 en la lista de suscriptores de las Ediciones de Bibliófilos Sevillanos, pues ya en 1943 había instado a Juan Ramón Masoliver y al poeta canario Diego Navarro a poner en pie la espléndida revista, Entregas de Poesía (formalmente inspirada en el modelo de Cruz y Raya de Bergamín), que apareció en enero de 1944 y de la que se tiraba una edición corriente sin especificar número de ejemplares y otra de lujo numerada y nominada de 150 ejemplares en los primeros números y de 200 más adelante, sobre un papel de hilo en tono crema. En ella publicaron obra poética en su breve recorrido (1944-1947) José García Nieto, Carmen Conde, Manuel Segalá, Guillermo Díaz Plaja, José María Gironella, Julio Garcés o José Cruset, y sus ensayos Antonio Vilanova, Lin Yutang, Stephen Spender o Louis Aragon. Cada entrega consta de un mínimo de cuatro pliegos con un total de 32 páginas en cuarto, cuidadosamente impresos y presentándolos en una carpeta. Entre los suscriptores, Jaume Aymà, Ignacio Agustí, Guillermo y Fernando Díaz-Plaja, José Zendrera, Josep Janés i Olivé, Joan Teixidor, Antonio Marichalar, César González-Ruano…

Portada de las Páginas escogidas del Marqués de Santillana seleccionadas y anotadas por Fernando Gutiérrez y publicadas en 1939 en la Colección Merges de Luis Miracle.
Por supuesto, también aparecieron en Entregas de Poesía piezas de Fernando Gutiérrez, como también, en 1944, en Pliegos de Poesía Alcor, que en una colección dirigida por Ángel A. Rodríguez Soriano (Doce Poetas Españoles) publicó como segundo fascículo, tras el Segundo canto de la vida muerta de Cirlot, Del tiempo del recuerdo, con capitulares y detalles decorativos de Xam.
De 1944 es una edición sobre papel de hilo en formato de cuarto mayor de Elegía ante el mar, publicado en Entregas de Poesía; de 1945, Primera tristeza; de 1947, una edición de José Bachs de 160 ejemplares numerados de 26 x 18 cm y apenas ocho páginas de Los ángeles diarios, y de 1949 una edición de Brujerías, cinco páginas ilustradas con cuatro láminas fuera de texto, de 17 x 22 cm, con sobrecubierta, que apareció en la colección Esto es España, en la Librería Arcos.
Recientemente, Mireia Sopena, ha puesto de relieve las reiteradas gestiones que (como ex censor y sobrino del influyente falangista Luys Santa Marina) llevó a cabo Fernando Gutiérrez ante la censura en favor de la obra editorial del adalid de la edición de poesía catalana durante el franquismo, Josep Pedreira. Y no hay duda de que la ingente labor editorial que llevó a cabo el también traductor Fernando Gutiérrez ralentizó su obra literaria, en la que destacan en los años siguientes la ya mencionada Anteo e Isolda (1951), que además del de Barcelona obtuvo el Premio Nacional Garcilaso de la Vega y el Juan Boscán, Las puertas del tiempo, Premio Leopoldo Panero 1968 y publicado en la colección Leopoldo Panero de las Ediciones Culturales Hispánicas, Persecución del viento como número 44 de la colección Angara de la sevillana Editorial Católica o ya en 1984 la Antolología en la colección Selección de Poesía de Plaza & Janés.
El cultivo en cambio de la novela fue más ocasional (La muerte Supitaña, Premio Ciudad de Valladolid en 1960; El inútil lugar de la esperanza, en la colección Fábula de Planeta en 1982), y acaso alimenticio el del ensayo (30.000 niños españoles acusan en las PPC en 1973, Curas represaliados en el franquismo en Akal en 1977).
Por último, a ello debiera añadirse aún su actividad como antólogo y prologuista en muchas ediciones de Janés, la curiosa antología bilingüe sobre Pere Calders publicada en Polígrafa en 1969 o los prólogos para las ediciones especiales de bibliófilo que Montaner y Simón hacía en los años cuarenta de títulos publicados también en edición corriente, y una ingente labor como crítico de arte, en particular desde 1973 en las páginas de La Vanguardia, en libros y en catálogos, que le valieron en 1969 el Premio Camón Aznar de Crítica de Arte, género que, en palabras del gran Daniel Giralt-Miracle, en el caso de Fernando Gutiérrez se basaba en «un encuentro sensible entre su capacidad poética y el encuentro directo con las artes plásticas».
Fuentes:
Daniel Giralt-Miracle, «Fernando Gutiérrez. Poeta y crítico«, La Vanguardia, 2 de marzo de 1984, p. 18.
Jacqueline Hurtley, “La obra editorial de José Janés: 1940-1959”, Anuario de Filología (Universitat de Barcelona), n. 11-12 (1985-1986), pp. 293-329.
Ricardo Gullón, «Fernando Gutiérrez. Anteo e Isolda«, Ínsula núm. 76 (abril de 1952), p. 7.
Dolores Manjón-Cabeza, «La revista Entregas de Poesía (1944-1947)», Quaderns de Vallençana, núm. 3 (diciembre de 2009), pp. 56-63.
Mireia Sopena, Josep Pedreira, un editor en terra de naufragis. Els Llibres de l´Óssa Menor (1949-1963), Barcelona, Proa (La Mirada 87), 2012.
Masid Valimas, Germán, La edición de bibliófilo en España (1940-1965), Madrid, Ollero & Ramos, 2008.
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La traducción de la Odisea que hizo Fernando Gutiérrez es a todas luces aberrante y me parece increíble que siga teniendo validez hoy en día tanto para editores como para profesores. Es una traducción interesada políticamente por alguien que tergiversa a sabiendas el auténtico sentido de las palabras griegas. Toda una barbaridad con un tufo más que desagradable a ultracatolicismo rancio de monasterio.
No acabo de ver clara la relación entre su comentario (que le agradezco) y este texto sobre Fernando Gutiérrez, pero de todos modos no estoy en condiciones ni de confirmarlo ni de rebatirlo. En cualquier caso, difiere bastante de la opinión del poeta y traductor José Ángel Valente que menciono como fuente.