Cincuenta años de censura franquista: el caso de Teresa Pàmies

Los efectos de la censura franquista sobre la literatura escrita en España durante la dictadura del autor de Raza han llegado hasta bien entrado el siglo XXI y, en consecuencia, sus consecuencias sobre la configuración del canon de esa literatura que se nos ha legado hasta ahora es una de las taras más deleznables de las culturas peninsulares; y sigue poniéndose de manifiesto una y otra vez.

Teresa Pàmies durante la guerra civil.

A finales de 2023, por una serie de rocambolescas casualidades propiciadas por el estudio continuado, la profesora de la Universitat Autònoma de Barcelona Montserrat Bacardí sacó a la luz una novela de Teresa Pàmies (1919-2012), Una noia i un soldat, que volvía a poner el asunto sobre el tapete.

Ese mismo año, Montserrat Bacardí publicaba en la editorial Eumo La veritat literaria de Teresa Pàmies, la biografía con la que había obtenido la tercera edición del galardón de ensayo Ricard Torrents Bertrana, y en el curso de la investigación se había topado en 2019 con el registro de la mencionada obra en el Archivo General de la Administración en Alcalá de Henares, donde se conservan entre otras cosas los informes de censura; lógicamente, solicitó una copia, que tardó un año en llegar a sus manos. Según ha explicado Bacardí (traduzco del catalán):

Me constaba que [a Teresa Pàmies] le habían censurado muchas cosas y me fui unas semanas a Alcalá de Henares. Busqué expedientes de las obras y había este título: Una noia i un soldat. Lo primero que pensé es que había intentado colar [a censura] otra novela (anteriormente censurada) con este título, porque era una práctica habitual.

Sin embargo, una vez leída resultó que no era el caso y ni siquiera los descendientes de la escritora ‒entre los que se cuenta el conocido escritor Sergi Pàmies, que custodia el fondo personal de su madre‒ tenían noticia de la existencia de esta novela. Aun así, la forma y el contenido de la misma, y sobre todo el nombre de la protagonista, permitieron a Bacardí ‒quien en 2021 había publicado en la Institució de les Lletres Catalanes el epistolario de Pàmies: M’agrada escriure. M’agrada rabiosament. Cartes (1938-2002)‒ identificar inequívocamente este texto como la versión definitiva del que en una carta al escritor y crítico literario Rafael Tasis (1906-1966) fechada el 8 de mayo de 1964 la autora mencionaba con el título La xiqueta de Balaguer (y que mandó al Premi Joaquim Ruyra, del que Tasis era jurado). Rafael Tasis no pudo hacer otra cosa que recomendarle que intentara publicarla en el exilio, porque en la Península lo veía imposible por razones evidentes.

Rafael Tasis

El manuscrito conservado en el archivo de Alcalá (el único conocido) estaba fechado en febrero de 1972, de modo que esta versión definitiva de la aparentemente inédita La xiqueta de Balaguer fue la primera obra que Pàmies escribió en Cataluña después del largo exilio que la había llevado sucesivamente a Francia, la República Dominicana, México, Yugoslavia, Checoslovaquia y de nuevo Francia. No obstante, el que primero se había publicado había sido el libro que firmaba con su padre Tomàs Pàmies (1889-1966) Testament a Praga, enviado desde el exilio en París al Premio Josep Pla, que obtuvo en su edición de 1970 y fue publicado por Destino al año siguiente.

El título de la novela, Una noia i un soldat, alude a una canción catalana muy popular de origen no del todo claro titulada «Baixant de la Font del Gat» que bien vale un párrafo. En 1910 el pionero Ricard Baños (1882-1939) ya había empleado esa canción para titular una de sus pioneras producciones cinematográficas (una comedia popular muda); en La Vanguardia correspondiente al 17 de noviembre de 1920 se anunciaba que la cupletista Pilar Alonso (1897-1980) cantaría en El Dorado un tema cuyo título es idéntico a la protagonista de la canción, «La Marieta de l’ull viu», con música de Càndida Pérez (1893-1989) y letra de Faust Casals i Bové (1880-1947), y dos años después se estrenaría el exitosísimo sainete Baixant de la Font del Gat o la Marieta de l’ull viu, que firmaban al alimón Amichatis (Josep Amich i Bert, 1888-1965), exiliado durante la guerra civil en Chile, y Gastó A. Màntua (Gastó Alonso i Manaut, 1878-1947), a partir de la que luego escribiría una zarzuela con música de Enric Morera (1865-1942) estrenada en el Tívoli en enero de 1926. De ese mismo año es la sardana homónima firmada por Morera y Antoni Vives, y del siguiente una adaptación cinematográfica de Amichatis protagonizada por Marina Torres (1901-1967) y en la que intervenían Jaime Devesa (1894-1963), Enric Guitart (1909-1999), Alejandro Nolla (1881-1944) y Josep Santpere (1875-1939), entre otros.

Valga el título de la novela como indicativo del arraigo de Teresa Pàmies en la cultura popular catalana, que a primera vista quizá contrasta con el hecho de que buena parte de su obra previa estuviera escrita originalmente en castellano. La música popular tiene un papel importante en Una noia i un soldat, y Bacardí menciona y cita en el prólogo a su edición un pasaje en el que un grupo de cantantes y su auditorio se emocionan en comunión con el «Cant de la Senyera», pero además en otro pasaje la protagonista rememora su actividad como cantante aficionada y escribe (traduzco del catalán): «Cantábamos canciones nuestras, de nuestra tierra, en cuerpo y alma. Canto colectivo y personal a la vez, íntimo, entrañable. No éramos conscientes de ese sentimiento, y, ya mayores, no podemos dilucidarlo. Estas cosas se viven. Se tienen. Se recuerdan.»

Teresa Pàmies.

Este tipo de evocaciones, al margen de la visión marxista que empapa toda la novela, son algunas de las muchas que despertaron el rechazo de la versión que a finales de abril de 1972 la editorial Destino presentó a censura. Bacardí ha contado que uno de los lectores que más a menudo se ocupó de la obra de Pàmies fue el censor jurista Francisco Fernández-Jardón (1900-¿?), que desarrolló tan repugnante actividad entre 1965 y 1972, y que durante la guerra civil había sido teniente provisional del Estado Mayor. En una conferencia pronunciada en agosto de 1937 Fernández-Jardón dejó buenas muestras de su exacerbado nacionalismo radical al expresar su propósito:

de contribuir a exaltar ante vosotros la necesidad de conocer la esencia íntima de nuestra españolidad más gloriosa, sobre todo en la nueva vida que con el triunfo nos espera, para que reanudemos nuestra tradición científica, buscando siempre un sentir, un pensar y un querer puramente español, que no en vano hemos visto a donde nos conducía nuestra creciente desespañolización.

Teresa Pàmies

No es de extrañar que censura denegara la autorización de publicar Una noia i un soldat, pero es que además Pàmies tuvo muy mala suerte con el lector que le tocó, al margen de lo sorprendente que pueda resultar que juzgara los libros escritos en catalán un jurista nacido en la capital de Asturias y que no consta que en ningún momento residiera en Cataluña; el de Pàmies no fue un caso aislado, pues Fernández-Jardón firmó también informes de obras presentadas para su traducción al catalán (quizá leyéndolas en sus versiones originales) y, como ha subrayado Mireia Sopena, la suya se contaba entre las voces más autorizadas de entre los lectores de los que disponía censura en los años finales de la década de 1960 y los iniciales de la década siguiente.

El interés de Una noia i un soldat ‒por la combinación de voces narrativas, la alternancia de tiempos narrativos, la solidez de los personajes, el mesurado empleo del monólogo interior, la diversidad de registros lingüísticos‒ es incuestionable, y no desmerece al lado de las mejores que se publicaron en catalán en esos años, pero el valor documental (situada durante la guerra civil) y el peculiar modo en que refleja la nostalgia por un país y un tiempo perdido hacen de ella una novela estremecedora. Si a ello se añade el valor representativo que tiene como ejemplo del trabajo que queda por hacer para acabar con la censura franquista…, pues sí, vale la pena leerla y lleva de nuevo a pensar en lo mucho que queda por hacer en la batalla contra la censura franquista.

Fuentes:

Marta Aliguer, «Una nova Teresa Pàmies, mig segle després», Núvol, 12 de desembre de 2023.

Montserrat Bacardí, «La novel·la de la guerra de Teresa Pàmies», prólogo a Teresa Pàmies, Una dona i un soldat (novel·la de la guerra civil), Barcelona, Adesiara, 2023, pp. 7-55.

Francesc Bombí-Vilaseca, «Adesiara publica una novela inédita de Teresa Pàmies, la primera que escribió», La Vanguardia, 12 de diciembre de 2023.

Lluís Llort, «La censura “salva” una novel·la de Teresa Pámies», El Punt Avui, 17 de diciembre de 2023.

Àlex Milian, «El mecanoscrit inèdit de la primera Teresa Pàmies», El Temps, 5 de febrero de 2024.

Toni Puntí, «Es publica Una noia i un soldat, la novel·la prohibida de Teresa Pàmies», 3cat, 12 de diciembre de 2023.

Oriol Rodríguez, «Publiquen la novel·la inèdita de Teresa Pàmies, Una noia i un soldat, censurada als 70», El Nacional, 12 de desembre de 2023.

Mireia Sopena, «“Con vigilante espíritu crítico”. Els censors en les traduccions assagístiques d’Edicions 62». Quaderns: revista de traducció, 2013, Núm. 20, pp. 147-161.

El exiliado español Luis Hernández García, linotipista en Caracas

En el año 1977, en plena eclosión en España de libros que supuestamente debían sacar a la luz los espléndidos textos que la censura franquista había estado escamoteándole a los lectores, se publicó una Historia corta de una guerra larga, cuyo pie de imprenta remite a unos Talleres de José L. Cosano, de los que poco he logrado averiguar (más allá de que en los años cuarenta estaba domiciliada en el número 11 de la calle de la Palma de Madrid). Existe, sin embargo, un expediente de Inspección de Trabajo (número 9459), que parece aludir a esa empresa.

Sin embargo, mayor interés tiene la ajetreada biografía del autor de Historia corta de una guerra larga, Luis Hernández García (1912-2011), nacido en Gijón si bien de muy joven se trasladó con su familia a Cádiz, donde se afilió a las Juventudes Socialistas. La Historia corta narra precisamente una parte importante de su vida, la que corresponde a las etapas de la guerra civil española, la segunda guerra mundial y sus consecuencias inmediatas.

Luis Hernández García.

La guerra pilló a Luis Hernández García estudiando Magisterio en la Escuela Normal y fue alistado en el ejército sublevado, pero en cuanto tuvo ocasión, en 1937, pasó a Gibraltar y, con la ayuda del cónsul español, pudo trasladarse a Barcelona, vía Málaga y Valencia, para reencontrarse con su familia y alistarse en el ejército republicano (donde llegó a ser comisario de batallón).

Después de la guerra, cruzó la frontera con Francia y estuvo confinado en diversos campos de refugiados (Prats de Motlló, Saint Cyprien, Barcarès, Septfonds) hasta que pudo alistarse en un Grupo de Trabajo de Extranjeros y empezar a trabajar en Francia, primero en una explotación minera y luego en una empresa que elaboraba pólvora. Iniciada la guerra mundial y sabedor de que era muy conocido por la gendarmería, el avance de los nazis hizo que se marchara de Toulouse a Marsella, donde desempeñó diversos trabajos (en una mina, como pintor y en la industria metalúrgica). También en esas fechas, en agosto de 1943, se incorporó al batallón Libertad (integrado en el Batallón Mixto Extranjero) y colaboró con la resistencia hasta abril de 1945.

Fue entonces cuando se inició como linotipista, en un periódico regional, Petit Provençal, que el dirigente de la resistencia Gaston Defferre (1910-1986) había tomado por la fuerza y rebautizado como Le Provençal (en 1997 se fusionaría con Le Meriodional y pasaría a llamarse La Provence). También por entonces empieza a ocupar cargos en el Partido Socialista Obrero Español en el exilio y en su correspondiente sindicato (la Unión General de Trabajadores).

Al iniciarse la década de 1960 viajó a Venezuela y se estableció en Caracas, donde empezó a trabajar para la Imprenta Vargas (responsable de la primera edición, en 1925, de la Doña Bárbara de Rómulo Gallegos [1884-1969]). Ese mismo año 1925, esta empresa propiedad de Juan de Guruceaga (1897-1974) había empezado a publicar la famosa revista Élite, que al poco tiempo se convertiría en la punta de lanza de la vanguardia literaria acogiendo a sus más llamativos representantes e incluso creó un premio destinado a los jóvenes escritores con el mismo nombre que la revista. Ya en los sesenta, se ocupó de imprimir los ejemplares de las Ediciones Gudari que dirigía Alberto Elosegui. En definitiva, la empresa Vargas contaba por entonces con un sólido prestigio en Venezuela, al tiempo que tenía un estrecho vínculo con los exiliados republicanos, ampliamente representados en Caracas.

Al frente de la Imprenta Vargas se puso como gerente a un experimentado impresor vasco, Ricardo Leizaola, conocido como el pionero en 1931 del huecograbado en Euskal Herria (en la revista Zeruko Argia, que entre 1946 y 1948 se imprimió en Venezuela y Estados Unidos para introducirse y distribuirse en el país clandestinamente). Leizaola, hermano del presidente del gobierno vasco en el exilio (José María Leizaola), padre de la diseñadora gráfica Karmele Leizaola y fundador de la Casa Vasca de Caracas, había introducido el huecograbado también en Venezuela, así como la composición en frío con una Friden, y actuaba como editor de Élite.

Leizaola.

De la Vargas pasó a colaborar Luis Hernández también con la Linotipia Vidal ‒creada en 1963 y domiciliada primero en paseo Anauco y luego en la avenida Rómulo Gallegos‒,  que figura como responsable de la preedición de buena cantidad de libros gráficamente muy vistosos.

Gracias a la intervención del sindicato de tipógrafos, empezó luego a trabajar como asalariado en la que quizá fuera el taller más importante de aquel entonces, los Talleres Gráficos Cromotip, que llevaron a cabo espléndidas ediciones profusamente ilustradas, pero también editaron libros, como es el caso de diversas obras del exiliado catalán Pere Grases (1909-2004) (La primera editorial inglesa para Hispanoamérica en 1955, Orígenes de la imprenta Cumaná en 1956, Miranda o la introducción de la imprenta en Venezuela, en 1958 o ya en 1974 Digo mi canción a quien conmigo va); de varios libros de Martín de Ugalde (1921-2004) (Un real de sueño sobre un andamio en 1957, La semilla vieja. Cuentos de inmigrantes en 1958, y ‒después de que se autopublicara la primera obra en euskera aparecida en Caracas, Itzalleak en 1961‒ Ama Gaxo Dago y Las manos grandes de la niebla, ambas en 1964); o de títulos como Miranda y Casanova, del ingeniero catalán Carles Pi i Sunyer (1888-1971) y el conmemorativo de los 25 años del Centro Vasco de Caracas, entre otros muchos. Años más tarde, entre 1992 y 1995 el gerente de Cromotip sería Carlos Farías (embajador de Venezuela en Rusia y luego ministro de Relaciones Exteriores).

A finales de la década de 1970, la Cromotip, que había ido creciendo y ampliando sus ámbitos de actuación, vendió la parte de linotipia de la empresa a tres de sus trabajadores, momento que más o menos coincide con la aparición en Madrid de la Historia corta de una guerra larga.

Luis Hernández mantuvo también en Venezuela la intensa actividad política que había tenido en Francia, tanto en el PSOE como en la UGT, y en 1971 sería delegado de la sección de ugetistas caraqueños en el congreso de la UGT celebrado en Toulouse, si bien posteriormente militó en el PASOC, escisión del PSOE fundado en 1972 por Rodolfo Llopis (1895-1983).

Fuentes:

Iñaki Anasagasti, «Ricardo Leizaola, aquel editor vasco», Blog de Iñaki Anasagasti, 25 de septiembre de 2015.

Esther Barrachina, «Hernández Rodríguez, Luis», en Manuel Aznar Soler y José-Ramón López García, eds., Diccionario biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, volumen 3, Sevilla, Renacimiento (Biblioteca del Exilio), 2016, p. 31.

Javier Díaz Noci, «La oposición a la II República en la prensa en euskera (1930-1936)» en María José Ruiz Acosta, ed., República y republicanismo en la comunicación, Asociación de Historiadores de la Comunicación, Sevilla, 2006.

Maribel Espinozaa, «Entre el “rumor de las prensas” y el “aire de las tintas»», El Nacional, noviembre de 2023.

Antonio Vilanova y La Palabra Crítica de la editorial Lumen

En Por orden alfabético, el editor de Anagrama, Jorge Herralde, recoge un texto leído en el acto de homenaje al profesor Antonio Vilanova (1923-2008) celebrado en la Universitat de Barcelona en febrero de 2002 en el que cuenta cómo llegó a sus manos Nueva lectura de «La Regenta», que había publicado el año anterior en la colección Argumentos. El eminente profesor de esa universidad, crítico y editor no tenía ninguna duda de que el destino lógico de este texto ‒que remataba la campaña en la que se había embarcado de recuperación de lectores para Leopoldo Alas (1852-1901)‒ sería la colección que él mismo dirigía para la editorial Lumen, pero a la muerte de Magín Tusquets su hija Esther Tusquets (1936-2012), decidió vender la editorial a la multinacional alemana Bertelsmann, que no tardó en segar la trayectoria de una colección que en el mismo texto Herralde describe como «militantemente minoritaria pero perfectamente asumible por la Lumen de Esther. Una de esas colecciones que, al parecer, sólo son posibles en editoriales independientes vocacionales, digan lo que digan determinados ejecutivos de los grandes grupos».

Lo cierto es que el texto de presentación de esta colección de Lumen, Palabra Crítica, que aparecía en las solapas de los ejemplares en ningún caso podía augurar unas ventas excesivamente cuantiosas, ni por los temas que proyectaba abordar ni por el tipo de lector al que se dirigía, que a lo sumo conformaban un nicho bastante limitado:

Básicamente destinada a la publicación de libros de crítica y ensayo de los grandes maestros del género, y de obras fundamentales, españolas y extranjeras, de teoría literaria y estética, la nueva colección Palabra Crítica, además de este primordial objetivo, prestará especial atención a otras dos áreas concretas y específicas. De un lado, a la recopilación de volúmenes misceláneos sobre la recepción crítica de que han sido objeto las grandes obras de la literatura de los siglos XIX y XX en el momento de su aparición y en tiempos posteriores. De otro, a la publicación de grandes panoramas y antologías históricas sobre géneros, movimientos y escuelas literarias, que sean de especial utilidad para el lector culto, y a la vez instrumento de trabajo, de consulta obligada, para el estudiante universitario.

En 1987 aparecían los cuatro primeros títulos, que eran ya indicativos de la fidelidad a este planteamiento: «La Regenta» de Clarín y la crítica de su tiempo, de María José Tintoré; España contemporánea, de Rubén Darío (1867-1916); Ensayos sobre «El nombre de la rosa», editado por el alumno de Umberto Eco (1932-2016) y escritor todo terreno Renato Giovannoli, y la recopilación de críticas literarias de Clarín Mezclilla, prologada por el propio Vilanova (que prologaba también los dos primeros títulos de la colección). Contrastando este estreno con las intenciones programáticas ya citadas (acaso redactadas con la programación para 1987 ya cerrada), el libro de Tintoré puede entrar en la categoría de volumen «sobre la recepción crítica de que han sido objeto las grandes obras de la literatura de los siglos XIX y XX» y los de Rubén Darío y  Clarín pueden interpretarse como libros «de crítica y ensayo de los grandes maestros del género», pero tal vez el de Giovannoli respondiera más a la voluntad de asegurar una atención por parte de la prensa y de los lectores, muy consecuente además con el hecho de ser Lumen la editora en España de El nombre de la rosa (en traducción de Ricardo Pochtar), o bien que el editor consideraba la novela de Eco como una de las grandes obras de su tiempo.

Los siguientes títulos parecían confirmar que la colección era una plataforma que tenía como uno de sus objetivos prioritarios la resituación de Clarín en el canon literario español (que había recibido un cierto y relativo impulso con la conmemoración en 1985 del centenario de la publicación de La Regenta): los dos volúmenes de Ivan Lissorgues, Clarín político (prologados ambos por Gonzalo Sobejano) en 1989 y Nueva Campaña, de Clarín y con prólogo de Vilanova, el año siguiente.

También de esos primeros años de la colección Palabra Crítica, concretamente de 1989, es una revisión y puesta al día de Erasmo y Cervantes, que en el ya lejano 1949 Antonio Vilanova había publicado en la delegación en Barcelona del Instituto Miguel de Cervantes de Filología Hispánica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en 1949.

La teoría literaria entró en la colección con la primera edición en español del entonces ya fallecido Paul de Man (1919-1983), sus Alegorías de la lectura. Lenguaje figurado en Rousseau, Nietzsche, Rilke y Proust (1990), publicado originalmente diez años antes en las Yale University Press. Justo el año anterior a este estreno de De Man en español había aparecido el explosivo artículo de Denis Donoghue, «The strange case of Paul de Man», en el que poco menos que se demostraba la bigamia del autor y, además, a partir sobre todo de las investigaciones de Ortwin de Graeft, se revelaban las actividades colaboracionistas con el nazismo del teórico deconstruccionista y se sacaba a la luz la existencia de casi doscientos artículos antisemitas escritos por De Man en Bélgica durante la ocupación (en Le Soir y en Het Vlaamsche Land); y a ello hay aún que añadir que, además de dirigir el departamento de libros en francés de la distribuidora Agence Dechenne, Paul de Mann había sido lector para las Éditions de la Toison d’Or, propiedad de la pronazi Lucienne Didier y dirigida por su marido Édouard; que De Man había falsificado su currículum para obtener su primer puesto como profesor en Estados Unidos aún tardaría unos años en saberse. Sin duda, todas estas revelaciones habían bastado para poner de actualidad al teórico de origen belga ‒por lo menos en ciertos sectores, editoriales y académicos, bien informados‒, pero no precisamente para bien.

Gérard Genette.

Sin embargo, el autor estrella de la colección en el ámbito de la teoría literaria fue Gérard Genette (1930-2018), de quien se publicaron las traducciones de Carlos Manzano de Figuras III (1989), Ficción y dicción (1993) y La obra del arte (1997), si bien el segundo volumen de esta última, La relación estética, la tradujo Juan Vivanco. Como es bien sabido, los libros Genette también llegaron a España con retraso, pues Figures III se había publicado en francés en 1972, pero con los otros dos Antonio Vilanova conseguía que los lectores españoles pudieran recuperar el paso de la crítica literaria occidental (Fiction et diction es de 1991, L’Œuvre de l’art de 1994 y La Relation esthétique de 1997).

La literatura española más reciente aparecía por primera vez en la colección con su decimoctavo número, ya a finales de 1994 con Abriendo caminos. La literatura española desde 1975, un libro colectivo en el que diversos estudiosos predominantemente alemanes abordaban aspectos de las obras de José Martín Recuerda (1926-2007), Esther Tusquets, Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003), José Luis Alonso de Santos (n. 1942), Cristina Fernández Cubas (n. 1945), Monserrat Roig (1946-1991), Carme Riera (n. 1948), Ana Rossetti (n. 1950) y Antonio Muñoz Molina (n. 1956), entre muchos otros, en un libro editado por el catedrático de la berlinesa Universidad de Humboldt Dieter Ingenschay y coordinado por quien fuera asistente de cátedra de Hans-Robert Jauss Hans-Jörg Neuschäfer.

Y a este siguieron inmediatamente, como números 19 y 20 y ambos en 1995, el libro de Antonio Vilanova, Novela y sociedad en la España de la posguerra, y el editado por Manuel Ángel Vázquez Medel, Luis Goytisolo: el espacio de la creación, que recogía los textos presentados en el I Simposio Internacional sobre Narrativa Hispánica Contemporánea firmados por autoridades en la materia del calibre y prestigio de Gonzalo Sobejano (1928-2019), Ignacio Soldevila (1929-2008), Marise Bertrad de Muñoz (1932-2019) y Robert C. Spires (1936-2013), entre otros.

Si bien mediados los años noventa la cadencia ya había pasado a ser de un par de títulos al año, no pudo ir mucho más allá esta colección diseñada gráficamente por Joaquín Monclús, de libros encuadernados en rústica con solapas y con un formato de 18,50 x 14 cm. La cerró otro título Genette ‒como podía haberlo cerrado alguno de o sobre Clarín‒, tras veintiséis números.

Anexo: Colección Palabra Crítica (Lumen)

1 María José Tintoré, La Regenta de Clarín y la crítica de su tiempo, con prólogo de Vilanova, 1987.

2 Rubén Darío, España contemporánea, prólogo de Antonio Vilanova, 1987.

3 Renato Giovannoli, Ensayos sobre «El nombre de la rosa», 1987.

4 Leopoldo Alas Clarín, Mezclilla, prólogo de Antonio Vilanova, 1987.

5 Ivan Lissorgues, Clarín político I, prólogo de Gonzalo Sobejano, 1989.

6 Ivan Lissorgues, Clarín político II, prólogo de Gonzalo Sobejano, 1989.

7 Leopoldo Alas Clarín, Nueva campaña, prólogo de Antonio Vilanova, 1990.

8 Antonio Vilanova, Erasmo y Cervantes, 1989 (edición de una versión previa en 1949 en la delegación en Barcelona del Instituto Miguel de Cervantes de Filología Hispánica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas).

9 Paul de Man, Alegorías de la lectura. Lenguaje figurado en Rousseau, Nietzsche, Rilke y Proust, 1990.

10 Gérard Genette, Figuras III, traducción de Carlos Manzano, 1989.

11 Juan López-Morillas, Krausismo, estética y literatura, 1990.

12 Nora Catelli, El espacio autobiográfico, 1991.

13 Leopoldo Alas Clarín, Ensayos y revistas, prólogo de Antonio Vilanova, 1991.

14 James Joyce, Escritos críticos, edición de Ellsworth Mason y Richard Ellman, traducción de Andrés Bosch, 1991.

15 Azorín, Artículos anarquistas, prólogo, selección y notas de Antonio Vilanova, 1992.

16 Gérard Genette, Ficción y dicción, traducción de Carlos Manzano, 1993.

17 Miguel de Unamuno, Artículos en «Las Noticias» de Barcelona (1899-1902), recopilación e introducción de Adolfo Sotelo Vázquez, 1993.

18 Dieter Ingenschay (editor literario) y Hans-Jörg Neuschäfer (coordinador), Abriendo caminos. La literatura española desde 1975, 1994.

19 Antonio Vilanova, Novela y sociedad en la España de la posguerra, 1995.

20 Manuel Ángel Vázquez Medel, ed., Luis Goytisolo: el espacio de la creación. I Simposio Internacional sobre Narativa Hispánica Contemporánea, 1995.

21 Rosa Cabré, José Yxart. Crítica dispersa, 1996.

22 Juan Valera, El arte de la novela, prólogo y selección de Adolfo Sotelo Vázquez, 1996.

23 Gérard Genette, La obra del arte, traducción de Carlos Manzano, 1997.

24, Anthony Percival, ed., Escritores ante el espejo. Estudio de la creatividad literaria,

25 Poesía española del 98 a la posguerra, edición de Antonio Vilanova, carta-prólogo de Juan Ramón Jiménez, 1998.

26 Gérard Genette, La obra del arte II. La relación estética, traducción de Juan Vivanco, 1997.

Fuentes:

Evelyn Barish, The Double Life of Paul de Man, Nueva York, Liveright, 2014.

Denis Donoghue, «The strange case of Paul de Man», New York Review of Books, 29 de junio de 1989.

Alba Guimerà Galiana, «Nota sobre Antonio Vilanova», Cuadernos Hispanoamericanos, 30 de abril de 2020.

Jorge Herralde, «Homenaje al maestro Antonio Vilanova en el Aula Magna», en Por orden alfabético. Escritores, editores, amigos, Barcelona, Anagrama (Biblioteca de la Memoria 22), 2006, pp. 317-320.

Max Hidalgo Nátcher, Los estudios literarios en Argentina y en España. Institucionalización e internacionalización. 1 Teoría en tránsito. Arqueología de la crítica y la teoría literaria españolas de 1966 a la posdictadura, Ciudad de Santa Fe, Ediciones Universidad Nacional del Litoral, 2022.

Adolfo Sotelo Vázquez, «10 anys sense Antonio Vilanova: Fons d’autògrafs de la biblioteca Vilanova», Bloc de Lletres de la Universitat de Barcelona, 5 de febrer de 2008.

Fernando Valls, «Antonio Vilanova, profesor, filólogo y crítico literario, ha muerto», La Nave de los Locos, 8 de febrero de 2008.

¿El primer deber de cualquier editor es pagar a los autores? Sobre Black Rose Books

La editorial canadiense Black Rose Books ‒nada que ver con la texana Black Rose Writing y mucho menos con Dark Rose Books‒ nació en parte como fruto de la impaciencia, pero aun así ha superado el medio de siglo de vida.

Según contó Dimitrios Roussopoulos en una entrevista con Su J Sokol, a finales de la década de 1960, cuando ya había puesto en pie la revista Our Generation Against Nuclear War (cuyo texto inicial firmaba el filósofo Bertrand Russell) recibió en encargo de una editorial de escribir un libro acerca de la Nueva Izquierda por entonces en pleno auge, pero una vez concluida la tarea el proceso editorial se demoró, de modo que al final buscó el modo de publicarlo por su cuenta con un grupo de amigos, y así es como nació la editorial sin ánimo de lucro, a la que puso nombre otro de los personajes importantes en esta historia, el destacado pensador y ecologista radical estadounidense Murray Bookchin (1921-2006), reconocido padre del comunalismo (así como activista del apoyo al pueblo español durante la guerra civil, lo que en 1977 le llevaría a escribir el clásico en la materia Los anarquistas españoles. Los años heroicos, 1868-1936).

Así fue, pues, como en 1970 apareció The New Left in Canada, un librito de apenas 160 páginas, ilustrado con algunas fotografías en blanco y negro, del que sorprendentemente vendieron en muy poco tiempo más de seis mil copias sólo en Canadá.

El urbanismo, la ecología, los medios de comunicación y la política en un sentido amplio se convirtieron en poco tiempo en los ejes temáticos que fueron perfilando la identidad de la editorial, en la que junto a Roussopoulos tuvieron en los primeros tiempos papeles destacados el activista y abogado Nick Ternette, el politólogo y economista Philip Resnick y la politóloga y economista Adèle Lauzon, entre otros.

Ya desde el primer momento, títulos como Lies the Media Tell Us (1970), de James Winter; Prehistory & History. Ethnicity, Class and Political Economy (1970), de David Tandy; Bakunin, the Filosophy of Freedom (1970), de Brian Morris; Radical Mass Media Critisicm. A Cultural Genealogy (1970), de David Berry o Mind Abuse: Media Violence in an Information Age (1970), de Rose A. Dyson, dejaban claro desde qué posicionamientos políticos y por qué cauces discurriría la trayectoria de la editorial.

Sin embargo, quizás el primer gran impacto llegó con Let the Niggers Burn (1971), editado por Dennis Forsythe, donde se abordaba el conocido como «caso de la Universidad Sir George Williams» (o «incidente del laboratorio de informática de la Sir George Williams») en el que una protesta y ocupación de la universidad por motivos de discriminación hacia seis estudiantes antillanos desembocó en febrero de 1969 en combates contra la policía, el incendio de aulas ‒supuestamente por la policía‒ y la detención de casi un centenar de estudiantes, entre los que se encontraban Roosie Douglas (1941-2000), que más tarde sería primer ministro de la República Dominicana, y Anne Cools, que luego sería la primera senadora negra de Canadá (con una posición cada vez más conservadora, que la llevó del Partido Liberal al Partido Conservador). El título hacía referencia a los gritos de que fueron objecto los estudiantes cuando, para evitar el fuego, salieron y fueron inmediatamente detenidos.

A finales de esa misma época se publica el primer libro de uno de las colaboradores habituales de Our Generation y autor emblemático de Black Rose: Post-Scarcity Anarchism (1977), de Murray Bookchin, que en 1971 había aparecido en San Francisco en Rampast Press y el año siguiente publicaría en traducción al español de Rolando Hanglin la barcelonesa Editorial Kairós (El anarquismo en la sociedad de consumo). A este seguiría una retahíla de títulos ya a partir de la década de 1980: Remaking Society (1980), Philosophy of Social Ecology (1980), Re-Enchanting Humanity: A Defense of the Human Spirit against Antihumanism, Mysticism and Primitivism (1984),Toward an Ecological Society (1989), The Philosophy of Social Ecology: Essays on Dialectical Naturalism (1990), Urbanization without Cities: The Rise and Decline of Citizenship (1992)…

También en el filo los ochenta empiezan a publicar obras del lingüista y filósofo Noam Chomsky, empezando por los dos volúmenes coescritos con el economista Edward S. Herman (1927-2017) Political Economy of Human Rights (1979) y prosiguiendo con Radical Priorities (1981) y The Fateful Triangle: Israel, The United States and the palestinians (1984). La década acaba con la entrada en tromba en el catálogo de Black Rose de la obra del polígrafo, crítico literario y filósofo canadiense George Woodcock (1912-1995), a quien se le publica en 1989 su Proudhon, y al que siguieron las biografías y estudios Aphra Behn: The English Sappho (1989), William Godwin (1989), Oscar Wilde, the double image (1989) y el grueso de su trabajo sobre la vida y la obra del geógrafo y pensador ruso Piotr Kropotkin (1842-1921).

A la vista del deslumbrante catálogo de literatura de no ficción anarquista que conforma el catálogo de Black Rose y el lugar preeminente que en el ocupa Bookchin, es doblemente lamentable el encontronazo de los herederos del escritor con la editorial a raíz de la preparación del libro de homenaje editado por Yavor Tarinski Enlightenment and Ecology. The Legacy of Murray Bookchin in the 21th Century (2021)

Durante el serano de 2019, Debbie Bookchin encabezaba con su firma una extensa carta ‒que puede leerse aquí‒ a la que sumaron su nombre muy buena parte de los filósofos, escritores y ensayistas más directamente influidos por Bookchin para reclamar el eternamente pospuesto pago de las regalías por el grueso puñado de libros que éste había aportado al catálogo de Black Rose, en cuya página web se le mencionaba además como uno de los puntales de la editorial (junto con Chomsky y George Woodcock), e incluso incluía un fragmento de una carta del filósofo a Roussopoulos fechada el 19 de noviembre de 1999, y que quedó sin respuesta, que es suficientemente elocuente como para tener que añadir nada más:

Escribo esta nota para recordarles que no he recibido de Black Rose ninguna declaración de regalías por la venta de mis libros durante al menos un año y medio. Estoy enfermo, sin dinero y, a mis setenta y nueve años, soy viejo y necesito urgentemente todo el dinero que pueda conseguir. ¿Podría enviarme lo que me corresponde y un informe sobre el estado de mis libros?



Fuentes:


Open Letter Re: Dimitri Roussopoulos, royalties and Black Roose Books’ plan to publish a Murray Bookchin “Festschrift”.

Web de Black Rose Books.

Ian McGillis, «Montreal’s Expozine and Black Rose Books swim against the modern tine», The Montreal Gazette, 11 de noviembre de 2016.

Su J Sokol, «Fifty Years of Radical Grassroots Publishing», Montreal Review of Books, 13 de junio de 2019.

Teatro en las Publicaciones de la Escuela Moderna

Alejandro Civantos califica en su excelente La Enciclopedia del Obrero. La revolución editorial anarquista (1881-1923) la iniciativa de las Publicaciones de la Escuela Moderna como «especialmente importante toda vez que ilustra a la perfección el impulso de difusión cultural ácrata, al margen de cualquier sectarismo y apostando por un proyecto integral que pusiera al alcance de los lectores modestos todos los saberes».

Es conocida la importancia que en el ámbito de la escuela moderna de Francesc Ferrer i Guàrdia (1859-1909) tenía el teatro, e incluso está documentada la celebración del cuarto curso ‒en lugar de con exámenes finales‒ con una fiesta en el Teatre de les Arts consistente en la representación de la obra en un acto Els vençuts de Josep Pous i Pagès (1873-1952), al que siguieron obras de títeres, lecturas de “pensamientos originales, canto coral y culminó con un almuerzo de hermandad.

Sin embargo, en el proyecto editorial de la Escuela Moderna la presencia del teatro es bastante residual, e incluso, para conseguir textos que se ajustaran a sus propósitos, se vieron en la necesidad de recurrir a la convocatoria de un concurso, dotado con cien pesetas, destinado a obras

que manifiesten más claramente, con más arte y mejor criterio las injusticias sociales; las trabas que la sociedad opone a la plenitud de la vida en sus naturales expansiones del amor, del saber, de la actividad y del goce como exteriorizaciones del derecho inmanente e ilegislable del individuo; las luchas pasadas, presentes y futuras realizadas por los hombres para emanciparse de la tiranía religiosa, jurídica, política y económica.

Este texto apareció por ejemplo en el reverso de la cubierta de la pieza ¡En guerra! (Idilio), del anarquista francés de origen italiano Charles Malato (1857-1938), traducida por Anselmo Lorenzo (1841-1914) y que se imprimió en La Neotípia para las Publicaciones de la Escuela Moderna en 1906 (y ese mismo año también en la Imprenta de Pedro Orúe en Eibar). El año anterior la misma editorial le había publicado ya a Malato, asiduo en sus catálogos, León Martín o la miseria, sus causas, sus remedios. Lectura popular, Correspondencia escolar. Primer Manuscrito e Impresiones y pensamientos de dos niños ausentes.

Hasta entonces, en el catálogo de esta editorial la literatura dramática era apenas existente.

Octave Mirbeau

La edición del «cuadro dramático» La jaula, de Lucien Descaves (1861-1949), se imprimió en la imprenta de José Ortega al parecer en 1903, en traducción firmada por Ángel Saver y como segundo número de la colección de Ediciones Económicas Avenir (el primero había sido Los malos pastores, de Octave Mirbeau en 1903). El Avenir era una iniciativa del cajista y tipógrafo Felip Cortiella (1871-1937) cuyo propósito era crear una alternativa al teatro burgués que imperaba en las salas barcelonesas. Ya previamente Cortiella había creado con la misma intención la Companyia Lliure de Declamació, cuyo repertorio incluyó a Pompeu Gener, Teresa Claramunt y sobre todo Ibsen (estrenó por primera vez en España Casa de niñas), y había intentado sin éxito crear una revista, Teatro Social, que quedó en un número único fechado en mayo de 1896. Mayor éxito tuvo en 1905 con la interesantísima Avenir. Publicació setmanal de nous horitzons de perfecció (cinco números entre marzo y abril de 1905).

La jaula, estrenada en el Théatre de la Renaissance el 15 de diciembre de 1897 con Sarah Bernhardt como protagonista, fue elegida unos años más tarde por el grupo Tierra y Libertad para una sesión benéfica cuyos ingresos debían ir destinados a los presos como consecuencia de la Semana Trágica que se celebró en el Teatro Condal y completada con Las Tenazas, de Paul Hervieu (1857-1913).

Precisamente Las Tenazas fue otra de las obras aparecidas en las Publicaciones de la Esucela Moderna, en 1904. Curiosamente, mientras que la edición francesa de Lemerre la describe simplemente como «pièce en trois actes», en la traducción publicada por las Publicaciones de la Escuela Moderna e impresa en la Tipografía de José Ortega aparece como «comedia», poco fiel al argumento de la obra («las tenazas» del título se refieren la opresiva institución del matrimonio). Esta obra en tres actos, estrenada en el Theatre Français en septiembre de 1895 y publicada el año siguiente por el célebre editor de los parnasianos Alphonse Lemerre (1838-1912), la había estrenado en Barcelona en 1902 la compañía Avenir del mencionado Felip Cortiella en el contexto de las Vetlladas de l’Avenir (en que se representan también otras tres piezas, Els mals pastors, y las obras de Ibsen Quan ens despertarem d’entre els morts y Els pilars de la societat).

Sobre este estreno barcelonés promovido por Cortiella dio justificación e información detallada la edición vespertina del 19 de agosto de 1902 de El Diluvio:

Unos cuantos jóvenes deseosos de gozar las emociones estéticas en que abundan las modernas obras teatrales han organizado una serie de representaciones que se darán en la Sociedad Teatro de las Artes, con el título Vetllades Avenir, por el siguiente orden: sábado 30 de agosto, el drama trágico en cinco actos, de Octavio Mirbeau, traducción de Feipe Cortiella, Els mals pastors; jueves 4 de septiembre, el drama en tres actos de Enrique Ibsen, traducción de Emilio Tintorer, Quan ens despertarem d’entre els morts; sábado 6 de septiembre, el drama en cuatro actos del propio escritor, traducción de J. Pérez Jorba, Els pilars de la societat, y el jueves 11 del mismo mes, la comedia en tres actos de Pablo Yierven [sic], traducción de Ángel Saver, Las Tenazas.

Estas cuatro obras serán representadas por la compañía dramática de Guitart Llorente.

Del mismo año que ¡En guerra! (1906) es Floreal, «drama social en tres actos» firmado por Jean Pierre Chardon (Maurice Charron) y traducido de nuevo por Anselmo Lorenzo, que fue seleccionada entre las presentadas al ya aludido concurso.

No indica fecha pero es posible que sea de 1916 o del año siguiente la edición en las Publicaciones de la Escuela Moderna de La Epidemia, de Octave Mirbeau (1848-1917), una farsa muy crítica con los discursos políticos que había sido estrenada el Théatre Antoine en abril de 1898 y publicada ese mismo año por Frasquelle en el volumen Farses et moralités (en la Bibliothéque Charpentier). Previo a esta edición en español había aparecido ya en 1904 en las Ediciones Económicas Avenir y en 1917 aparecería en la Biblioteca Tierra y Libertad, en ambos casos en la traducción de José Chassinet.

Los vínculos entre las Publicaciones de la Escuela Moderna y el Avenir de Cortiella parecen evidentes, pero en cualquier caso más enigmática resulta la escasa presencia de textos dramáticos en esta editorial.

Fuentes:

Alejandro Civantos Urrutia, La enciclopedia del obrero. La revolución editorial anarquista (1881-1923), Jaén, Piedra Papel Libros, 2022.

Estefanía Fernández Antón, «El contenido artístico en la Escuela Moderna de Barcelona, difusión de ideas y práctica educativa páginas», Páginas. Revista Digital de la Escuela de Historia, núm. 35 (mayo-agosto de 2022).

Ignacio C. Soriano Jiménez, «Semblanza de Publicaciones de la Escuela Moderna (1901-1937)», Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes – Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI) – EDI-RED, 2006.

Pascual Velázquez Vicente, La Escuela Moderna. Una editorial y sus libros de texto (1901-1920), tesis doctoral presentada en el Departamento de Teoría e Historia de la Educación de laUniversidad de Murcia en 2009.

Bernardo Estornés Lasa, un editor vasco en Santiago de Chile

En diciembre de 1941 salía en Santiago de Chile el primer número de la revista Batasuna, subtitulada inicialmente «Revista de divulgación vasca» y organizada en diversas grandes secciones («Naturaleza», «Individualidad», «Cultura artística», «Cultura social», «Cables cruzados», etc.). Los cinco números, de unas cien páginas cada uno, se caracterizan por la muy esporádica inserción de ilustraciones y la absoluta (y sorprendente) ausencia de publicidad. La financiación del proyecto se basaba sobre todo en el convencimiento de Pedro de Aretxabala (1908-2009) y el director era Bernardo Estornés Lasa (1907-1999), hombre entonces con una amplia experiencia como editor que había arrancado unos años antes del inicio de la guerra civil española.

De 1927, cuando contaba veinte años, es la autopublicación en la zaragozana Tipografía de F. Martínez de su ensayo ilustrado con numerosas fotografías Erronkari (El valle del Roncal), pero dos años después, acabados ya los estudios, es nombrado jefe de oficina de la Eusko Isaskuntza (Sociedad de Estudios Vascos), donde colabora con Julio de Urquijo (1871-1950) en la edición de la trimestral Revista Internacional de Estudios Vascos.

Durante la Segunda República (1931-1939), con el objetivo de proporcionar a las incipientes escuelas vascas (isaskolas) los materiales imprescindibles para poder llevar a cabo su tarea, además de escribir la novela Sabin euskalduna (1931) e Historia del País Basco (1933), crea la editorial Beñat Idaztiak y la colección Zabalkundea, para las que cuenta con la colaboración de su hermano Mariano (1909-1997) y donde alterna el ensayo cultural con la literatura de creación: Blancos y negros (1934), tres volúmenes de Narraciones vascas (1934 y 1935), El genio de Navarra (1936) y Don García de Almorabid (1936), de Arturo Campión (1854-1937); La democracia en Euzkadi, de J. de Urkina (José de Aritzimuño Olaso, 1896-1936); Literatura oral euskérica, de Manuel de Lekuona (1894-1987)…

Sin embargo, la importancia capital de la actividad de Bernardo Estornés en esos años previos a la guerra es sin duda la iniciativa de crear una enciclopedia vasca, que empieza a gestarse ya por entonces, si bien la guerra y el franquismo le pondrán trabas insalvables y el primer volumen de la Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco no aparecería hasta 1962.

Los embates del ejército franquista lo llevaron inicialmente a exiliarse en San Juan de Luz, pero en 1937 abandonó Euskal Herria para iniciar un periplo por ciudades del norte de Francia que concluyó cuando embarcó en Marsella con destino a Chile (adonde llegó en enero de 1940). Al cabo de un año en tierras americanas ya había puesto en marcha la mencionada revista de la comunidad vasca en Chile Batasuna, en cuyos cinco números aparece una sección, «Breve diccionario enciclopédico vasco», que ya anuncia lo que será la labor de Estornés en los años siguientes.

Desde junio de 1943 y hasta abril de 1949 Batasuna sería sustituida por Euzkadi, significativamente subtitulada «En defensa y al servicio de la nación vasca» y donde Bernardo Estornés se ocupó sobre todo de temas culturales. Dirigía esta última revista de periodicidad mensual Simón Ciriaco Santamaría, mientras que de la impresión se ocupaba Julián Pe Menchaca, quien después de desempeñarse como litógrafo en Valparaíso había establecido un taller de grabado e impresión en Santiago desde donde se tiraron los mil ejemplares que se hicieron de cada uno de los sesenta y seis números de esta cabecera. Entre sus principales colaboradores se contaban Andoni de Astigarraga (1920-¿), Manu de la Sota (1897-1979), Francisco Gorritxo (1906-1993) y Santiago Zarranz (1906-1995), y entre las curiosidades la inserción en el primer número del sentido artículo de Max Aub «¿Conoces el País Vasco?», aparecido previamente en la revista también llamada Euzkadi que publicaba el Centro Vasco de Caracas.

Mientras, Bernardo Estornés había participado también, con  Manuel de Irujo (1891-1981), en la fundación de la editorial vasca de Buenos Aires Ekin, que vio la luz en 1941 gracias al impulso de Andrés de Irujo (1907-1993) e Isaac López Mendizábal (1879-1977)  y al apoyo económico y logístico del impresor Sebastián Amorrortu (1867-1949). En esta última editorial publicaría Estética vasca. Paisaje. Arte. Belleza (1952) y Eneko Arista, fundador del reino de Pamplona y su época. Un siglo de historia vasca: 752-852 (1959), pero para entonces ya estaba Estornés planeando su regreso a Esukal Herria.

De hecho, tanto Bernardo como su hermano Mariano se establecen en Donosti en la primavera de 1958, y enseguida reanudan la labor editorial iniciada antes de la guerra. Ese mismo año ponen ya en marcha la editorial Añumendi, que debido a los antecedentes de sus promotores enseguida topó con dificultades insalvables para registrarse como empresa editora, de modo que tuvo que iniciar su actividad bajo el paraguas de la editorial Itxaropena (que en euskera significa esperanza) fundada en 1932 por Patxi Unzurrunzaga, con quien Bernardo había colaborado en muy diversos proyectos ya en los años treinta y que en la posguerra se había convertido en uno de los editores heroicos de la literatura clandestina en euskera y que les cubrió las espaldas hasta 1966.

Fuentes:

Oscar Álvarez Gila, La editorial Ekin de Buenos Aires, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002.

Bernardo Estornés Lasa, «Cómo se gestó el Diccionario español-uskara roncalés», Fontes Linguae Vasconum, núm. 79 (1998), pp. 521-534.

Idoia Estornés Zubizarreta, Estornés Lasa, Bernardo. Enciclopedia Auñamendi, 2024.

Gurutze Lasa Zuzuarregui, «Semblanza de la Editorial Auñamendi Argitaldaria (San Sebastián, 1958-2010)», Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes – Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI) – EDI-RED, 2019.

Pedro Oyanguren, ed., Vascos en Chile 1520-2005. Euzko Etxea de Santiago, Donostia, Eusko Ikaskuntza, 2007.

Sender y el insoportable peso de la censura franquista

La obra literaria de Ramón J. Sender (1901-1982) ha tenido la inmensa suerte de ser analizada, estudiada y evaluada por una pléyade de grandes filólogos, historiadores de la literatura y críticos: Francisco Carrasquer (1915-2012), Jesús Vived Mayral (1932-2018), Donatella Pini, José Carlos Mainer, Marcelino C. Peñuelas, etc., lo que podría llevar a pensar que ya poco nuevo queda por decir acerca de las vicisitudes de sus libros. Con El triángulo editorial de «Crónica del alba», Olga Pueyo Dolader no sólo desmiente esa arriesgada suposición sino que, situándolo con precisión en su contexto político y editorial, convierte al autor aragonés en ejemplo para explicar la evolución de la censura de libros en España durante la dictadura franquista, sus métodos y objetivos y el efecto, dispar, que tuvo ‒y sigue teniendo‒ en la recepción de la literatura de los exiliados republicanos y en el canon de la literatura española del siglo XX.

Ya en 2020 Pueyo Dolader había llamado la atención sobre el valor y la importancia del rico epistolario del editor barcelonés Jaume Aymà i Mayol (1911-1989) conservado en el Arxiu Nacional de Catalunya en un artículo en la revista Sansueña, y de nuevo aquí constituye una de las principales fuentes de información para reconstruir el proceso de contratación y edición de Crónica del alba y algunas novelas posteriores, así como las delirantes gestiones que el intrépido y benemérito editor se vio en la necesidad de establecer con la censura. Gracias a este epistolario ‒que sería muy útil que algún editor valiente se atreviera a publicar‒ conocemos, por ejemplo, el proceso mediante el cual, con el texto ya compuesto, el editor se ocupó de introducir las enmiendas y correcciones y hacer las supresiones que le pedía el Ministerio de Información de modo tal que no se produjeran recorridos en el texto que obligaran a componerlo de nuevo (con el consiguiente costo y retraso), o que en la siguiente edición, gestionada también por el propio Aymà en la editorial Andorra, esas enmiendas se debieron ya a la mano del propio Sender. ¿Minucias filológicas de variantes textuales para solaz y entretenimiento de especialistas? Depende de cómo se mire, porque en muchos casos se trataba de párrafos enteros y porque, por acumulación ‒como puede comprobarse en el apéndice que incluye este libro‒ llegan a alterar en cierta medida el impacto del conjunto.

Joaquín Maurín

Otro de los puntales sobre los que se sustenta este apasionante recorrido es el archivo personal de Joaquín Maurín (1896-1973) y el magnífico epistolario que mantuvo con Sender y que en su día preparó y editó Francisco Caudet. A través de este material se traza una imagen precisa de las circunstancias en las que debían desenvolverse los escritores del exilio republicano de 1939, con acceso difícil a las editoriales asentadas en sus países de acogida, que además estaban inmersas en sus propios procesos evolutivos, con la alternativa de publicar en empresas a las que se impedía distribuir sus libros en España o de autopublicarse sin ninguna esperanza de una difusión mínimamente decente. En otras palabras, sirve a la autora para cartografiar el mapa del campo editorial anómalo en el que durante muchos años se vieron obligados a jugar este amplio conjunto de escritores valiosos.

Victor Alba

Además de redondear y precisar la imagen que hasta ahora teníamos de Maurín como agente literario oficioso de Sender, por fin queda más precisamente establecidas las circunstancias y los canales mediante los que, ya en septiembre de 1953 y gracias a la iniciativa de Víctor Alba (Pere Pagès i Elies, 1916-2003), Maurín propició que Sender intentara que la editorial de José Janés (1913-1959) le publicara algún libro en España y cómo este se topó con un tipo de censura insalvable pese a informes favorables de los lectores censores: Sender era impublicable no porque su obra defendiera unas determinadas ideas o mostrara una determinada imagen de España, sino simplemente por ser quién era; y la decisión la tomaba la Dirección General de Información. Aun así, es pertinente constatar que, como bien podría hacer cualquier defensor del franquismo, que en 1946 el editor Javier Morata había obtenido autorización para importar ejemplares de un libro suyo, pero conviene no olvidar que se trataba de tan solo diez ejemplares, lo que es tanto como decir apenas nada. También del Archivo General de la Administración, lógicamente, se ha servido con profusión la autora para dilucidar los procesos a los que fueron sometidas las peticiones de diversos editores para dar a conocer la obra de Sender a sus lectores naturales. Asimismo, le permiten establecer y documentar cómo la evolución política del franquismo fue evolucionando no en una estrategia de apertura hacia la obra del exilio republicano, sino más bien como un modo de instrumentalizar determinados textos para limpiar un poco sus manos manchadas de sangre inocente.

Los Aymà, padre e hijo.

También son del máximo interés las páginas dedicadas a la recepción que tuvo a lo largo del franquismo y la posición que ocupó en el canon forjado por los estudiosos de la literatura española, algunos de los cuales demostraron ser incapaces de separar la antipatía personal o la discrepancia política del juicio estético, mientras que otros se enfrentaban a enormes dificultades, cuando no a la imposibilidad, de acceder a la obra completa de los autores a los que pretendían evaluar ( y eso vale para Sender, pero también para Manuel Andújar, Francisco Ayala, Max Aub y una extensísima nómina de escritores de primer orden). Sirva como mínimo de ejemplo de cómo y hasta qué punto varias generaciones de españoles recibieron y en muchos casos asumieron una escala de valores literarios maleados en origen, y sobre todo de advertencia del enorme trabajo que aún queda pendiente de hacer para revertir y actualizar esa situación, pese a la labor ya llevada a cabo, entre otros, por los insignes filólogos mencionados en el párrafo inicial.

Ramón J. Sender.

Como escribe con irrebatible acierto Fernando Larraz en el prólogo, este libro es «una aportación fundamental a la reconstrucción de nuestra historia cultural del siglo pasado que trasciende el mero estudio de caso», porque, si bien sitúa la historia editorial de Crónica del alba en primer plano, el fondo sobre el que se desarrolla esa historia queda perfectamente perfilado y delineado, y saca a la luz toda una serie de aspectos que pueden servirnos para comprender mejor otros muchos casos de «recuperación» de la obra literaria ‒pero también pictórica o cinematográfica, por ejemplo‒ de los exiliados republicanos de 1939 durante el franquismo. En este sentido, quizás el título elegido podría llevar a engaño, porque el texto de Pueyo Dolader va mucho más allá de lo anunciado. Decir que El triángulo editorial de «Crónica del alba» es una pequeña joya sólo es cierto si nos limitamos a contar el número de páginas del volumen; no tiene nada de pequeña pero sí es una joya.

El exagente de la CIA Philip Agee, la autocensura editorial y el hispanomexicano José Ramón Enríquez

La primera edición en español de Inside the Company: CIA diary, del exagente de inteligencia y luego polémico escritor Philip Agee (1935-2008), a quien se considera el primer tránsfuga de la CIA, la publicó en España en septiembre de 1978 la editorial Laia como número 37 su añorada colección Paperback, en traducción de María Antonia Menini y, según consta en los créditos, revisada por E. L., con el título Diario de la CIA. La compañía por dentro y con un prólogo del autor para esa edición.

El escándalo generado en todo el mundo por ese libro, que con los siguientes suyos ponían al descubierto las operaciones de Estados Unidos para marcar el rumbo político de los países latinoamericanos, fue más que notable, y durante mucho tiempo su autor se vio obligado a cambiar de residencia con cierta asiduidad debido a las presiones de los gobiernos estadounidenses de turno.

Apenas un año después de la aparición de ese título en Laia aparecía la misma traducción en coedición con Bruguera, con una cubierta diseñada por el argentino Mario Ezquenazi, y hasta mayo de 1987 no aparecería la edición argentina en Sudamericana, en traducción de Silvia Lerendegui y con una cubierta atribuida a Mario Blanco pero idéntica a la de Penguin.

En su interesantísimo libro La otra guerra secreta, Jacinto Rodríguez Munguía reconstruye el largo proceso de revisión y reconsideración al que esa traducción fue sometida en la editorial Grijalbo, pues se temía sobre todo una reacción devastadora por parte del presidente mexicano Luis Echeverría (1922-2022) porque en ese libro no queda en muy buen lugar y además saca a la luz aspectos hasta entonces muy poco conocidos de la llamada matanza de Tlatlelolco, entre otros detalles comprometedores (como la estrecha relación del presidente Díaz Ordaz con la CIA, por ejemplo). Todo ello podía desembocar incluso en una prohibición del libro, y es de suponer que el caso del libro de Oscar Lewis (1914-1970) Los hijos de Sánchez ‒que provocó o por lo menos propició la salida de del Fondo de Cultura Económica de Arnaldo Orfila Reynal (1897-1998)‒ seguía en la memoria de muchos editores.

Un aspecto relevante en la decisión de comprar o no los derechos para su publicación era precisamente el riesgo, porque el contrato obligaba a la publicación en el término de dieciocho meses o se perdería ese derecho, pero en el otro lado de la balanza se temía que otras editoriales, y en particular los argentinos y españoles, o incluso empresas anónimas y clandestinas, pudieran arrebatar a Grijalbo la oportunidad de publicar un libro de enorme potencial comercial. Por ello, la editorial empezó a tantear al gobierno mexicano y a remitir diversas cartas al presidente Echeverría que sistemáticamente quedaban sin respuesta.

Vale la pena recordar también que, coincidiendo con la aparición de la versión original del libro de Agee en Penguin, a finales de 1974 Gabriel García Márquez (1927-2014) había entrevistado al autor (en España se publicó en la revista Triunfo) y que incluso periódicos mexicanos ‒algunos tan difundidos como Excelsior, por ejemplo‒ ya habían puesto de manifiesto el potencial escándalo político que el libro podía propiciar en Latinoamérica.

Según documenta Rodríguez Munguía, en Grijalbo se sometió el texto a una severa y minuciosa revisión, se detectaron algunos pasajes arriesgados en exceso, se sugirieron cambios de cierta importancia (aun a riesgo de que el autor los rechazara) y ese texto revisado ‒tal vez uno de los casos mejor documentados de autocensura editorial‒ fue el que apareció finalmente en Laia, precedido de una nota en la que el autor aludía sin detalles a algunas de las causas del retraso de su aparición en español:

La edición española tenía que haberse editado hace tres años, pero la intervención de un gobierno interesado impidió su publicación hasta ahora. Pero finalmente los lectores de España, Latinoamérica y otros países hispanoparlantes tendrán otro que añadir a la colección de libros, que revelan la actuación de la CIA aparecidos en estos últimos años.

Esa desagradable tarea de manipulación del texto recayó en José Ramón Enríquez, quien en noviembre de 1974 ya firmaba como director del Departamento de Producción de Grijalbo un informe en el que proponía algunas modificaciones tendentes a evitar que la edición en español pudiera ser censurada en México y, en menor medida, en otros países latinoamericanos cuyos gobiernos salían muy mal parados pero donde la pérdida económica para Grijalbo era sensiblemente menor.

José Ramón Enríquez, nacido en Ciudad de México en 1945, fue el segundo de los tres hijos del periodista y pedagogo español Isidoro Enríquez Calleja (1900-1971), quien durante la guerra había publicado La literatura antifascista en la nueva escuela (¿1937?)y al término de la misma había llegado a México a bordo del Sinaia integrado en uno de los primeros contingentes de republicanos (se da la circunstancia que si en 1989 pudo hacerse una edición facsímil del diario publicado a bordo por los republicanos españoles fue gracias a que Enríquez Calleja conservó cuidadosamente durante años dieciocho originales de ese singular periódico). Fue también gracias a la ayuda de su padre que ya en 1963 pudo publicar José Ramón Enríquez su poemario Al pie de mi amor clavado, con pie editorial de Oasis.

Casi inmediatamente después inicia José Ramón Enríquez el noviciado como franciscano, que se homosexualidad le lleva a abandonar tiempo para luego militar en el Partido Comunista y a convertirse en activista de los derechos civiles y en particular de los de los homosexuales. Después de iniciar y abandonar estudios en letras hispánicas, se introdujo en el sector editorial como corrector de estilo y traductor, pero eso no le impidió matricularse en 1968 en la Escuela de Arte Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes (que abandonó dos años después).

En 1970 la misma editorial Oasis le publica el libro que le da a conocer más ampliamente, Ritual de estío (que incluye la obra homónima y La validez del sueño), y la primera mitad de esa década la dedica intensivamente a la creación teatral en un sentido muy amplio (actor, director, dramaturgo) y pasa por la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid. Son también los años en que frecuenta el Teatro Clandestino de Vicente Leñero (1933-2014), Luis de Tavira y Osvaldo Dragún (1929-1999).

En Grijalbo, además de corrector de estilo y traductor, ejerció como director editorial entre 1974 y 1976, para pasar luego a dirigir durante 1977 las ediciones destinadas al mercado latinoamericano. Posteriormente asesoró a la dirección literaria del Fondo de Cultura Económica en los años 1978 a 1982 y ocupó cargos de dirección también en el Departamento de Publicaciones de la Universidad Autónoma de Puebla, entre 1983 y 1984, en Océano los dos años siguientes y en Esfinge. Al mismo tiempo, había iniciado una frecuente labor como crítico literario y teatral, entre otras cabeceras en El Heraldo Cultural y La Cultura en México y fue jefe de redacción de El Machete, revista financiada por el Partido Comunista Mexicano y dirigido en esos años por el antropólogo también hispanomexicano Roger Bartra.

Sin embargo, la vocación le llevó a convertirse sobre todo en reputado un hombre de teatro con una extensa e influyente obra a sus espaldas.

Fuentes:

José Ramón Enríquez, «Isidoro Enríquez Calleja. De Juan de Mairena a la lección lorquiana», en María Teresa González de Garay y José Díaz-Cuesta Galián, coords., El exilio literario de 1939. Setenta años después, Universidad de La Rioja, 2013, pp. 49-55.

María Teresa González de Garay, «José Ramón Enríquez. Un ritual para Telémaco», Revista de la Universidad de México, núm. 124 (2014), pp. 67-71.

Clary Loisel, «Entrevista con José Ramón Enríquez», Latin American Theatre Review, vol. 36, núm. 1 (otoño 2002), pp. 127-131.

Jacinto Rodríguez Munguía, La otra guerra secreta, Barcelona, Grijalbo, 2016.

Mª Teresa Santa María, «Panorama de la dramaturgia española exiliada en México», Las Puertas del Drama. Revista de la Asociación de Autores de Teatro, núm. 52 (2019).

El libro y la cultura como conversación

NOTA: Esta reseña fue publicada originalmente en catalán en el Blog de l’Escola de Llibreria de la Facultat d’Informació i Mitjans Audiovisuals de la Universitat de Barcelona el 4 de octubre de 2023 con el título «Un llibre ben viu». 

Hay un amplio consenso en considerar Los demasiados libros, debido a su amenidad, agudeza e influencia, uno de los libros que mayor impacto ha tenido entre los profesionales y aficionados al amplio y diverso sector del libro.

El origen de este libro del poeta y ensayista mexicano Gabriel Zaid se remonta por lo menos al otoño de 1970, cuando en la revista de Buenos Aires Mundo Nuevo publicó un artículo con este mismo título, pero en realidad la primera versión del que sería uno de los artículos centrales del libro («Interrogantes sobre la difusión del libro») ya había formado parte del volumen recopilado por Enrique González Pedrero Los medios de comunicación de masas en México (publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México en 1969). Si retrocedemos incluso un poco más, conviene recordar que Zaid se graduó en ingeniería en el Instituto Tecnológico de Monterrey con una tesis sobre la industria editorial, publicada en 1959 (Organización de la manufactura en talleres de impresión para la industria del libro en México).

Aun así, este libro empezó a tomar forma unos años después, cuando, a partir de una serie de artículos temáticamente emparentados y que dieron a conocer las revistas México editor y La vida literaria, el autor confeccionó un libro que el argentino Carlos Lohé incorporó a su entonces todavía incipiente catálogo y del cual se tiraron dos mil ejemplares en 1972. Unos años después, reescrito a partir de reflexiones muy vinculadas a los temas centrales de Los demasiados libros que había ido publicando a finales de los años setenta y principios de los ochenta en las prestigiosas revistas mexicanas Diálogos, Vuelta y Letras libres, Zaid lo presentó al Premio Anagrama de Ensayo, y en marzo de 1996 resultó finalista (por detrás solo de El planeta americano, de Vicente Verdú), por lo cual ese mismo año lo publicaba la mencionada editorial barcelonesa en su colección «Argumentos». También de 1996 son las ediciones mexicanas, tanto en español (en Océano) como en traducción al inglés de Susan Beth Kapilian (en Diana). En 1999 el libro se incorporó al tercer volumen de las obras de Zaid Crítica del mundo cultural, y fue sobre todo a principios de este siglo cuando empezaron a proliferar las traducciones de Los demasiados libros (Zaid tiene la gentileza, autoirónica tratándose se este título, de mencionar en la presente edición el número de ejemplares que tiró cada una de las editoriales).

Al margen del muy personal y subyugante estilo del autor, la explicación del éxito continuado de Los demasiados libros quizá deba buscarse en la diversidad de temas ‒e incluso de aspectos de cada uno de los temas que trata‒ y en la amplia información que maneja Zaid para presentarlos, con mucha gracia y de una manera muy lúcida; lo que podríamos llamar un libro que se hace leer.

Si bien es cierto que los diversos capítulos han ido experimentando cambios en las sucesivas ediciones, y que no en todos los casos estas modificaciones responden a cuestiones menores de estilo y a la voluntad de actualizar la información, los títulos de cada uno de ellos resultan tan bien seleccionados e informativos como el del propio libro.

En «Los libros y la conversación» el autor se atreve a polemizar con Sócrates para, a continuación, lamentar la progresiva banalización de la lectura, que atribuye sobre todo a la recurrente «falta de tiempo» (y no solo para leer, sino para leer bien) y sentencia que la cultura es esencialmente una conversación y que en gran medida todo lo que se mueve alrededor del libro no son sino maneras diversas de animar una conversación universal y atemporal. En consecuencia, una de las funciones transcendentales de los editores es promover conversaciones interesantes, sin perder de vista sin embargo que «El aburrimiento es la negación de la cultura». Pero no acaba aquí la responsabilidad de los editores, porque «bastan muy pocos miles de ejemplares leídos por los destinatarios adecuados para cambiar el curso de la conversación, las fronteras del arte literario o la vida intelectual. ¿Qué sentido tiene entonces lanzar libros al infinito, para que se pierdan en el caos?».

Precisamente, «Quejarse de Babel», que en esta nueva versión tiene en cuenta por ejemplo la publicación bajo demanda (el printing on demand), se puede interpretar como una reivindicación de la conveniencia de publicar ese tipo de libros que muy difícilmente tendrán una recepción muy amplia, pero que en cambio satisfarán las necesidades o los intereses de una minoría (que ni siquiera hace falta que sea inmensa, ¡y mucho menos selecta!), porque contribuirán a la diversidad cultural y tal vez tengan un enorme potencial transformador en muy diversos aspectos.

«El costo de leer» pone el foco sobre otro tema siempre recurrente, el del precio de los libros, que a menudo es una de las falacias dilectas de los no lectores. Zaid no solo demuestra fehacientemente que en términos generales los libros son baratos, e incluso demasiado baratos, sino que pone el dedo en la llaga al destacar la importancia y el precio del tiempo en relación al libro y lamentar que lo que se ha encarecido sin mesura es el tiempo dedicado a la lectura.

Que Los demasiados libros es una entusiasta reivindicación de la lectura como una de las armas más poderosas para transformar a mejor tanto a los individuos como a las sociedades se pone también de manifiesto en «La oferta y la demanda de la poesía», que es una severa advertencia sobre la sobreproducción bibliográfica, tal como se anuncia en el título del libro, y donde constata que, paradójicamente, el avance en la alfabetización y la extensión de la educación superior no se ha traducido en un aumento de los lectores sino en la proliferación inabarcable de personas que desean ser leídas, y como advierte Zaid en «Cilicio para autores masoquistas», donde apela a la responsabilidad de los escritores, «Tu libro es una brizna de papel que se arremolina en las calles, que contamina las ciudades, que se acumula en los basureros del planeta. Es celulosa, y en celulosa se convertirá». Es decir, que hay quien no encuentra tiempo para leer pero sí para escribir libros que no aportan nada nuevo o interesante a la conversación, a ninguna conversación. El estilo de Zaid no sólo es ameno, irónico e incluso divertido, sino que hasta la ideas que pone sobre la mesa lo son.

En «Lectores en Wikilandia» (publicado originariamente en Letras libres, con posterioridad a la edición en Anagrama), Zaid se pone un poco en el papel de historiador de la cultura para rastrear la falsa novedad que supone la colaboración intelectual, cuyo origen sitúa como tarde en el Renacimiento, porque al fin y al cabo en la inmensa mayoría de casos los avances culturales se han producido con una cierta lentitud y gracias al progresivo refinamiento y profundización del pensamiento (colaborativo). Cada uno de los dieciocho textos que conforman  Los demasiados libros, algunos muy sintéticos y breves, otros más desarrollados y matizados, merecen una lectura atenta, una interpretación cuidadosa e incluso una mínima glosa o comentario.

Se trata, pues, de una recopilación de textos breves y unitarios, estructurados alrededor de alguna idea o ideas cada uno de ellos, pero que se enriquecen los unos a los otros, que conversan entre sí, y que en su conjunto clarifican muchos de los aspectos que interesan a los amantes del libro y la lectura y lo invitan a ampliar, profundizar y enriquecer la conversación sobre este gran tema.

Gabriel Zaid, Los demasiados libros: 1972-2022, Barcelona, Debate, 2023.

Javier Dieta Pérez, censor de libros

En numerosos estudios sobre la censura de libros en la España franquista aparece reiteradamente el nombre de uno de los lectores al que Fernando Larraz ha calificado como «el exponente más tenebroso de la censura», Javier Dieta, cuya intervención fue decisiva en un muy buen número de libros importantes y sobre el que sin embargo sabemos muy poco, tanto acerca de su pasado como de su destino tras su paso por censura.

Funcionario de la administración civil, Dieta empezó a colaborar en la censura a principios de 1954, y, a la vista de sus numerosos informes sobre novelas españolas, el mencionado Larraz lo caracteriza del siguiente modo «Trata de compensar en ocasiones su escasa altura intelectual con voces latinas innecesarias como “ad cautelan” o “verbatim”, que contrastan con el abuso de coloquialismos impropios que dan muestra de la soltura y confianza con las que se movía por el Servicio [Nacional de Propaganda]»

En marzo de 1954 le toca informar sobre la novela de Juan Goytisolo (1931-2017) Juego de manos, a la que no pone reparos porque según su lectura «El aire general de la novela es no obstante de desaprobación [de los actos del grupo protagonista]. Casi ellos mismos tienen conciencia de que son víctimas de una mala educación familiar, así al contar sus vidas, y mucho de ambiente».

En enero de 1956 firmaba el informe de El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio (1927-2019), presentada por la editorial Destino, que es evidente que no le gustó pero acertó al identificar su realismo: «Algo así como si se hubiese tomado en cinta magnetofónica aquellas conversaciones, todos los gritos, canciones, toda clase de ruidos, etc., etc. Ahí debe de estar el valor de la novela», si bien añade que «Abundan los tacos, que no considero suprimibles, aunque me parecen de muy mal gusto».

Italo Calvino y Jorge Luis Borges.

La editorial barcelonesa Edhasa presentó a censura el compendio de ensayos Discusión, de Jorge Luis Borges (1899-1986), al que en un informe de finales de 1956 Dieta puso bastantes reparos, sobre todo porque «lo malo es que [el autor] se mete en teología y mete la pata de lleno», según escribe, así es que elimina un par de textos, mientras que los autorizados tampoco salen indemnes al embate del lápiz rojo. Por razones que están por dilucidar, el caso es que Edhasa nunca llegó a publicar ese libro (que era una versión revisada del que en 1932 publicara en Buenos Aires Manuel Gleizer Editor).

César Arconada.

En abril de 1957 considera también autorizable otra novela de Juan Goytisolo, El circo, a la que califica de «novela de ambiente», y Central eléctrica, de Jesús López Pacheco (1930-1997), que acababa de quedar finalista en el Premio Nadal (ese año lo ganó el sacerdote José Luis Martín Descalzo con La frontera de Dios). Mientras según el profesor Pablo Gil Casado ‒que la vincula muy estrechamente con La turbina de César Arconada (1898-1964)‒ «Central eléctrica contiene una fuerte crítica de las injusticias, testimonialmente expuestas, a que se ve sujeta la clase obrera y campesina», Dieta empieza su informe calificándola de «Novela con “quid” social».

Otro caso bien estudiado ‒por Lucía Montejo Gurruchaga en Discurso de autora: género y censura en la narrativa española de posguerra‒ es el de Una mujer llega al pueblo, con la que Mercedes Salisachs (1916-2014) ganó el Premio Ciudad de Barcelona (y con la que Dieta se cebó a gusto). Lo interesante en este caso hay constancia de que la autora se puso en contacto con el censor, y solo pueden hacerse suposiciones acerca de cómo supo la autora quién había informado sobre su novela. El caso es que acaso fuera este contacto el que propició que en un segundo informe Dieta se mostrara menos duro y, con todos tijerazos, al final la novela pudo publicarse (en Planeta).

En el sentido de las agujas del reloj: Josep M. Castellet, José María Valverde. Joan Petit, Barral y Víctor Seix.

Estos son tus hermanos, de Daniel Sueiro (1931-1986), la presentó a censura Seix Barral en junio de 1961, y Javier Dieta fue uno de los cinco lectores que, a instancias de los sucesivos recursos de Sueiro, informaron sobre ella (casi todos denegando su autorización pese a las enmiendas y supresiones introducidas por el autor). En un interesante artículo seminal sobre las relaciones entre el editor barcelonés Carlos Barral (1928-1989) y la censura, Cristina Suárez Toledano ya reprodujo una delirante expresión de Dieta en ese informe muy ilustrativa de su carácter: «¡Insisto en la negativa con mi sangre!». También de 1961 son las mutilaciones en El río que nos lleva, de José Luis Sampedro (1917-2013), y que ya Larraz denunció que se mantuvieron incluso en la edición supuestamente crítica publicada en la colección Letras Hispánicas de Cátedra, y la propuesta, aceptada, de denegación de permiso para publicar Fata Morgana, de Gonzalo Suárez.

Dos años después, en 1963, le pegaba solo tres tijerazos a Fiestas, de Juan Goytisolo, que desde 1958 ya circulaba por América gracias a la edición de Emecé.

El informe de Dieta acerca de Crónica de un regreso, de Andrés Sorel (Andrés Martínez Sánchez, 1937-2019) presentada a censura en marzo de 1964 por Seix & Barral, tiene también su miga, pues incluye otra exclamación antológica, referida a Sorel: «¡Lástima la ideología del autor!», a quien califica además como «tonto útil». Por si fuera poco, añade nuevas tachaduras a las que ya exigían dos informes previos, de modo que tras algunas vicisitudes más la obra fue prohibida y no se publicó hasta 1981 (en Ediciones Libertarias).

La novela del poeta y gestor cultural Ernesto Contreras Taboada (1933-1993) La tierra prometida también la presentó Seix & Barral en 1964, y aunque Dieta propuso eliminar cuatro páginas enteras, finalmente no fue autorizada su publicación en España y apareció años más tarde (en 1967) en la editorial uruguaya de Benito Milla (1918-1987) Alfa. Lo curioso en este caso es que circula una edición previa en portugués con el título A terra nostra, ‒cuya traducción firma un sospechosamente prolífico y políglota Sousa Victorino‒, y publicada en abril de 1963 en la colección Miniatura de la lisboeta Livros do Brasil.

En 1966 propuso autorizar una versión severamente expurgada del Homenaje a Cataluña de Georges Orwell (1903-1950), que no se tuvo en cuenta y que no se publicaría hasta 1970.

Por supuesto, también cayó en sus manos algún libro del multicensurado Paco Candel (1925-2007), y en concreto la segunda edición de Donde la ciudad cambia su nombre (1962), más expurgada de expresiones vulgares que la primera, con lo que, dada la naturaleza de los protagonistas, le resta veracidad y realismo. También mutiló a fondo Han matado un hombre, han roto un paisaje, en la que considera que «la violencia formal es asombrosa».

Los ejemplos son solo ilustrativos, y se podrían añadir a ellos los de Ya no humano, del novelista japonés Osamu Dazai (1909-1948) presentado por Seix Barral en 1960; El desprecio de Alberto Moravia (1907-1990), del que a Juan Oteyza se le había denegado autorización para importar un centenar de ejemplares de la edición de Losada, en 1968 (la publicó Plaza & Janés), o incluso el poemario Arde patria de Blas de Otero (1916-1979), presentado en 1962 por Ramón Julià López para publicarlo en la colección Poesía Contemporánea Española de RM (y en muchos de cuyos versos detecta Dieta «bilis política»), que finalmente apareció mutiladísimo en RM con el título Que trata de España y en la parisina Ruedo Ibérico en versión íntegra.

 Y aun así, no es mucho lo que se sabe de Javier Dieta. En el Boletín Oficial del Estado de 14 de junio de 1955 su nombre aparece como uno de los que no pueden presentarse a unas oposiciones para ingresar en el Cuerpo de Secretarios de la Magistratura de Trabajo hasta que presente los certificados de buena conducta y penales, pero solo un año más tarde, concretamente en el BOE del 21 de junio de 1956, el Cuerpo de Técnicos Especiales de Información y Turismo le otorga, también por oposición, plaza como técnico especial de tercera clase en el (con un sueldo de 21.000 pesetas, en catorce pagas). Además, firmando como Javier Dietta, la Secretaría General Técnica de la Presidencia del Gobierno le publicó como volumen 13 de la colección Estudios Administrativos Las Secretarias Generales Técnicas (1961) y la Secretaría General Técnica del Ministerio de Información y Turismo Los organismos colegiados del Ministerio de Información y Turismo: composición y funciones (1964), donde se le describe como «jefe de la Sección Informativa de la Secretaría General Técnica» y poco más. Tampoco parece que sobre su actividad tras la desaparición de la censura se haya divulgado ninguna información.

Fuentes:

Francisco Álamo Felices, «La censura», en La novela social española. Conformación ideológica, teoría y crítica, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Almería, 1996, pp. 79-107, reproducido en Represura, 6 de marzo de 2019.

Ana Gargatagli, «Borges traducido a leyes inhumanas. La censura franquista en América», 1611: Revista de historia de la traducción, núm. 10 (2016).

Pablo Gil Casado, La novela social española (1942-1968), Barcelona, Seix Barrall, 1968.

Fernando Larraz y Cristina Suárez Toledano, «Realismo social y censura en la novela española (1954-1962)», Creneida, núm. 5 (2017), pp. 66-95.

Fernando Larraz, Letricidio español. Censura y novela durante el franquismo, Gijón, Trea, 2013.

Lucía Montejo Gurruchaga, Discurso de autora: género y censura en la narrativa española de posguerra, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2010.

Cristina Suárez Toledano, «“La insolidaridad localista y rencorosa”. Novelas de regresos imposibles a la España fracturada en el catálogo invisible del editor Carlos Barral», Diablotexto 13 (junio de 2013), pp. 15-31.