Javier Dieta Pérez, censor de libros

En numerosos estudios sobre la censura de libros en la España franquista aparece reiteradamente el nombre de uno de los lectores al que Fernando Larraz ha calificado como «el exponente más tenebroso de la censura», Javier Dieta, cuya intervención fue decisiva en un muy buen número de libros importantes y sobre el que sin embargo sabemos muy poco, tanto acerca de su pasado como de su destino tras su paso por censura.

Funcionario de la administración civil, Dieta empezó a colaborar en la censura a principios de 1954, y, a la vista de sus numerosos informes sobre novelas españolas, el mencionado Larraz lo caracteriza del siguiente modo «Trata de compensar en ocasiones su escasa altura intelectual con voces latinas innecesarias como “ad cautelan” o “verbatim”, que contrastan con el abuso de coloquialismos impropios que dan muestra de la soltura y confianza con las que se movía por el Servicio [Nacional de Propaganda]»

En marzo de 1954 le toca informar sobre la novela de Juan Goytisolo (1931-2017) Juego de manos, a la que no pone reparos porque según su lectura «El aire general de la novela es no obstante de desaprobación [de los actos del grupo protagonista]. Casi ellos mismos tienen conciencia de que son víctimas de una mala educación familiar, así al contar sus vidas, y mucho de ambiente».

En enero de 1956 firmaba el informe de El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio (1927-2019), presentada por la editorial Destino, que es evidente que no le gustó pero acertó al identificar su realismo: «Algo así como si se hubiese tomado en cinta magnetofónica aquellas conversaciones, todos los gritos, canciones, toda clase de ruidos, etc., etc. Ahí debe de estar el valor de la novela», si bien añade que «Abundan los tacos, que no considero suprimibles, aunque me parecen de muy mal gusto».

Italo Calvino y Jorge Luis Borges.

La editorial barcelonesa Edhasa presentó a censura el compendio de ensayos Discusión, de Jorge Luis Borges (1899-1986), al que en un informe de finales de 1956 Dieta puso bastantes reparos, sobre todo porque «lo malo es que [el autor] se mete en teología y mete la pata de lleno», según escribe, así es que elimina un par de textos, mientras que los autorizados tampoco salen indemnes al embate del lápiz rojo. Por razones que están por dilucidar, el caso es que Edhasa nunca llegó a publicar ese libro (que era una versión revisada del que en 1932 publicara en Buenos Aires Manuel Gleizer Editor).

César Arconada.

En abril de 1957 considera también autorizable otra novela de Juan Goytisolo, El circo, a la que califica de «novela de ambiente», y Central eléctrica, de Jesús López Pacheco (1930-1997), que acababa de quedar finalista en el Premio Nadal (ese año lo ganó el sacerdote José Luis Martín Descalzo con La frontera de Dios). Mientras según el profesor Pablo Gil Casado ‒que la vincula muy estrechamente con La turbina de César Arconada (1898-1964)‒ «Central eléctrica contiene una fuerte crítica de las injusticias, testimonialmente expuestas, a que se ve sujeta la clase obrera y campesina», Dieta empieza su informe calificándola de «Novela con “quid” social».

Otro caso bien estudiado ‒por Lucía Montejo Gurruchaga en Discurso de autora: género y censura en la narrativa española de posguerra‒ es el de Una mujer llega al pueblo, con la que Mercedes Salisachs (1916-2014) ganó el Premio Ciudad de Barcelona (y con la que Dieta se cebó a gusto). Lo interesante en este caso hay constancia de que la autora se puso en contacto con el censor, y solo pueden hacerse suposiciones acerca de cómo supo la autora quién había informado sobre su novela. El caso es que acaso fuera este contacto el que propició que en un segundo informe Dieta se mostrara menos duro y, con todos tijerazos, al final la novela pudo publicarse (en Planeta).

En el sentido de las agujas del reloj: Josep M. Castellet, José María Valverde. Joan Petit, Barral y Víctor Seix.

Estos son tus hermanos, de Daniel Sueiro (1931-1986), la presentó a censura Seix Barral en junio de 1961, y Javier Dieta fue uno de los cinco lectores que, a instancias de los sucesivos recursos de Sueiro, informaron sobre ella (casi todos denegando su autorización pese a las enmiendas y supresiones introducidas por el autor). En un interesante artículo seminal sobre las relaciones entre el editor barcelonés Carlos Barral (1928-1989) y la censura, Cristina Suárez Toledano ya reprodujo una delirante expresión de Dieta en ese informe muy ilustrativa de su carácter: «¡Insisto en la negativa con mi sangre!». También de 1961 son las mutilaciones en El río que nos lleva, de José Luis Sampedro (1917-2013), y que ya Larraz denunció que se mantuvieron incluso en la edición supuestamente crítica publicada en la colección Letras Hispánicas de Cátedra, y la propuesta, aceptada, de denegación de permiso para publicar Fata Morgana, de Gonzalo Suárez.

Dos años después, en 1963, le pegaba solo tres tijerazos a Fiestas, de Juan Goytisolo, que desde 1958 ya circulaba por América gracias a la edición de Emecé.

El informe de Dieta acerca de Crónica de un regreso, de Andrés Sorel (Andrés Martínez Sánchez, 1937-2019) presentada a censura en marzo de 1964 por Seix & Barral, tiene también su miga, pues incluye otra exclamación antológica, referida a Sorel: «¡Lástima la ideología del autor!», a quien califica además como «tonto útil». Por si fuera poco, añade nuevas tachaduras a las que ya exigían dos informes previos, de modo que tras algunas vicisitudes más la obra fue prohibida y no se publicó hasta 1981 (en Ediciones Libertarias).

La novela del poeta y gestor cultural Ernesto Contreras Taboada (1933-1993) La tierra prometida también la presentó Seix & Barral en 1964, y aunque Dieta propuso eliminar cuatro páginas enteras, finalmente no fue autorizada su publicación en España y apareció años más tarde (en 1967) en la editorial uruguaya de Benito Milla (1918-1987) Alfa. Lo curioso en este caso es que circula una edición previa en portugués con el título A terra nostra, ‒cuya traducción firma un sospechosamente prolífico y políglota Sousa Victorino‒, y publicada en abril de 1963 en la colección Miniatura de la lisboeta Livros do Brasil.

En 1966 propuso autorizar una versión severamente expurgada del Homenaje a Cataluña de Georges Orwell (1903-1950), que no se tuvo en cuenta y que no se publicaría hasta 1970.

Por supuesto, también cayó en sus manos algún libro del multicensurado Paco Candel (1925-2007), y en concreto la segunda edición de Donde la ciudad cambia su nombre (1962), más expurgada de expresiones vulgares que la primera, con lo que, dada la naturaleza de los protagonistas, le resta veracidad y realismo. También mutiló a fondo Han matado un hombre, han roto un paisaje, en la que considera que «la violencia formal es asombrosa».

Los ejemplos son solo ilustrativos, y se podrían añadir a ellos los de Ya no humano, del novelista japonés Osamu Dazai (1909-1948) presentado por Seix Barral en 1960; El desprecio de Alberto Moravia (1907-1990), del que a Juan Oteyza se le había denegado autorización para importar un centenar de ejemplares de la edición de Losada, en 1968 (la publicó Plaza & Janés), o incluso el poemario Arde patria de Blas de Otero (1916-1979), presentado en 1962 por Ramón Julià López para publicarlo en la colección Poesía Contemporánea Española de RM (y en muchos de cuyos versos detecta Dieta «bilis política»), que finalmente apareció mutiladísimo en RM con el título Que trata de España y en la parisina Ruedo Ibérico en versión íntegra.

 Y aun así, no es mucho lo que se sabe de Javier Dieta. En el Boletín Oficial del Estado de 14 de junio de 1955 su nombre aparece como uno de los que no pueden presentarse a unas oposiciones para ingresar en el Cuerpo de Secretarios de la Magistratura de Trabajo hasta que presente los certificados de buena conducta y penales, pero solo un año más tarde, concretamente en el BOE del 21 de junio de 1956, el Cuerpo de Técnicos Especiales de Información y Turismo le otorga, también por oposición, plaza como técnico especial de tercera clase en el (con un sueldo de 21.000 pesetas, en catorce pagas). Además, firmando como Javier Dietta, la Secretaría General Técnica de la Presidencia del Gobierno le publicó como volumen 13 de la colección Estudios Administrativos Las Secretarias Generales Técnicas (1961) y la Secretaría General Técnica del Ministerio de Información y Turismo Los organismos colegiados del Ministerio de Información y Turismo: composición y funciones (1964), donde se le describe como «jefe de la Sección Informativa de la Secretaría General Técnica» y poco más. Tampoco parece que sobre su actividad tras la desaparición de la censura se haya divulgado ninguna información.

Fuentes:

Francisco Álamo Felices, «La censura», en La novela social española. Conformación ideológica, teoría y crítica, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Almería, 1996, pp. 79-107, reproducido en Represura, 6 de marzo de 2019.

Ana Gargatagli, «Borges traducido a leyes inhumanas. La censura franquista en América», 1611: Revista de historia de la traducción, núm. 10 (2016).

Pablo Gil Casado, La novela social española (1942-1968), Barcelona, Seix Barrall, 1968.

Fernando Larraz y Cristina Suárez Toledano, «Realismo social y censura en la novela española (1954-1962)», Creneida, núm. 5 (2017), pp. 66-95.

Fernando Larraz, Letricidio español. Censura y novela durante el franquismo, Gijón, Trea, 2013.

Lucía Montejo Gurruchaga, Discurso de autora: género y censura en la narrativa española de posguerra, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2010.

Cristina Suárez Toledano, «“La insolidaridad localista y rencorosa”. Novelas de regresos imposibles a la España fracturada en el catálogo invisible del editor Carlos Barral», Diablotexto 13 (junio de 2013), pp. 15-31.

La agente literaria Carmen Balcells retratada por el escritor Max Aub

El profesor Javier Sánchez Zapatero inició el análisis de la interesante relación profesional entre el escritor valenciano exiliado en México Max Aub (1903-1972) y la agente literaria barcelonesa Carmen Balcells (1930-2015), si bien su interés se circunscribía al estudio del epistolario, que, tras recomendaciones de  Carlos Barral (1928-1989), Alastair Reed (1926-2014) y Jaime Salinas (1925-2011), se inicia con una carta de Aub del 13 de octubre de 1964. Por aquel entonces Aub, pese a la magnitud y copiosidad de su obra dramática, poética y narrativa, solo había podido publicar en España, al margen de fragmentos y cuentos en revistas, en la colección hispano-argentina El Puente de Guillermo de Torre (1900-1971), El zopilote y otros cuentos mexicanos (1964) y, tras frustrar la censura la publicación de la novela La calle de Valverde, acababa de firmar con Gredos el contrato para la edición en la colección Antología Hispánica de Mis páginas mejores (1966). Su intención al contactar con Balcells era, pues, evidente.

Los tratos epistolares fueron relativamente ágiles, pues pese a la casi imposibilidad material de que en la agencia se hubiera leído la totalidad de la obra publicada hasta entonces por Aub ‒y mucho menos la escrita‒, seguramente bastaría su prestigio entre escritores y editores y las traducciones de las que había sido objeto algunas de sus obras (Jusep Torres Campalans sobre todo: en Gallimard, Mondadori y Doubleday) para que en diciembre de ese mismo año ya se formalizara el contrato. Escribe Sánchez Zapatero que «pronto quedó establecida entre los dos una corriente de simpatía y afecto que trascendió la relación de trabajo».

En la biografía que dedicó a la superagente, Carmen Riera recoge el primer encuentro entre Balcells y Aub en México en 1965 y alguna de las motivaciones personales del interés de la primera por contar con Aub en su catálogo:

Max Aub, Juan Goytisolo y Vicente Rojo.

Allí conoció, además de a García Márquez, a Max Aub, a quien representaba desde 1961 [sic] El escritor exiliado era uno de los grandes autores que habían tenido que tomar el camino de la diáspora y a Carmen le impresionaba mucho el drama de los exiliados.

Ni la relación profesional ni la personal, pese al buen entendimiento, fueron una balsa de aceite, y como mínimo se vio sometida a baches y evolucionó, en parte debido a que Aub no perdió el hábito de intentar, por su cuenta y riesgo, colocar algunas de sus obras a editores amigos e incluso acordar la traducción de algunas de ellas y cerrar los contratos sin informar siquiera a la agencia. Sánchez Zapatero recoge como ejemplos los casos del envío de la novela Las buenas intenciones a la editorial Ciencia Nueva mientras la agencia estaba negociando su publicación en Delos-Aymà, el compromiso duplicado de publicación de La calle de Valverde (Aub con Seix Barral y Balcells con Alianza), el acuerdo con la Editorial Andorra para Campo del Moro y la traducción de esta misma novela al polaco.

Autor y agente volvieron a coincidir durante el primer viaje de Aub a España, en 1969, y Riera resume el programa de su visita en los siguientes términos:

Cuando Aub regresó a España, en septiembre de 1969, ella se encargó de acogerlo, llevarlo a su apartamento de Cadaqués, presentarle además de los vips catalanes asiduos del lugar, Tusquets, [Oriol] Bohigas, [Rosa] Regás, etcétera, a Inge Feltrinelli y dar una fiesta en su honor en el hotel Balmoral; también le concertó entrevistas con los periodistas de todos los diarios catalanes: La Vanguardia, El Noticiero Universal, El Correo Catalán, pasando por Tele/Exprés, además de la revista Destino.

Francisco Giner de los Ríos, Ricardo Martínez, Max Aub, José Luis Martínez y Joaquín Díez-Canedo.

En La gallina ciega, subtitulada «Diario español» y publicada en diciembre de 1971 por Joaquín Mortiz (1917-1999), Aub hace un retrato profesional espléndido, de una fuerza y fidelidad kinética apabullante, de su agente literaria en plena actividad:

Anda, va, viene, corre, sube, baja, pone el coche en marcha, insulta al chófer vecino, impugna, niega, reniega, ataca, discute, arguye, redarguye, se opone, propone, rechaza, piensa, organiza, siempre tiene qué decir, apenca, adelanta, clama al cielo, pone en el disparadero, reclama, pierde, encuentra, come, bebe, tercia, paga el pato y la cuenta. Se enfada, se alegra, o, al revés, según el día o la hora, logra su utilidad y sus ventajas y las de los demás, con impulso, vehemencia, lamentaciones, interrupciones, telefonazos a diestro y siniestro.

–¿Dónde puse mi cartera?

–¿Dónde puse mis llaves?

–Tenemos que estar a las seis…

–Tenemos que estar a las siete…

–Apunta: a las ocho, firma con Carlos. A las ocho y media, desayuno con los franceses: no te olvides del contrato ni de añadir la cláusula que quiere Jorge y que me parece necesaria; a las diez aquí: tú me tienes preparada la firma y las cartas para Doubleday y Gallimard y ponle otra a Piper diciéndole que no. A las once y media viene por mí Oliver para ver a Fontanals, en Gracia, a ver si nos arreglamos con Esther. Como con los de la Guggenheim para ver si acabo de arrancarles lo necesario para la beca de Gonzalo. A las cuatro y media tengo que pasar por Tiempo para revisar el artículo de Pons, no se le vaya a ir la mano como hace quince días. A las cinco y media, no tengo más remedio de ver a quien tú sabes. Nos encontraremos a las siete, a ver qué hubo por aquí por la tarde y tenme listo lo que haya que firmar. Ceno con Ana María, en Sitges, tiene que contarme todos sus asuntos y tenemos que discutir el arreglo con Alianza… Así que…

El faro de los lectores aubianos Ignacio Soldevila (1929-2008) sitúa este pasaje, junto con el dedicado a la actriz Nuria Espert, entre los nos muestran al «Aub novelista, creador de personajes vivos y parlantes, o retratista vivaz, de animado dibujo» y que «no desmerecen en nada de los de sus personajes de fábula más logrados».

Es evidente que existía una tensión entre el anhelo ansioso de hacer llegar su obra a los lectores que tenía en mente cuando la escribió (sobre todo en el caso de la serie novelesca El laberinto mágico) y la negativa intransigente de Balcells a que eso supusiera la aceptación de unas condiciones que pudieran perjudicarle tanto a él como a la difusión de su obra. Un ejemplo muy notorio de ello se dio en el caso de la obra dramática, de la que la revista Primer Acto, y en particular su director José Monleón (1927-2016), se convirtieron en entusiastas valedores (en 1971 publicaría en Taurus El teatro de Max Aub). Ya antes del primer contacto entre Aub y Balcells esta espléndida revista había publicado en su número 52 (mayo de 1964) la que probablemente sea la obra dramática más ambiciosa del autor, San Juan, cuya primera edición había aparecido en la colección Tezontle del  Fondo de Cultura Económica en 1943 con un prólogo del prestigioso crítico Enrique Díez-Canedo (1879-1944). Si bien la edición de Pimer Acto era oportuna y necesaria, y se acompaña de un ramillete de textos de José Ramón Marra-López, José María de Quinto (1925-2005), Alfonso Sastre (1926-2021) y el propio Aub y la antecede además el mencionado prólogo de Díez-Canedo, lo cierto es que la edición del texto, acompañada de fotografías de diversos estrenos aubianos, es lamentablemente muy defectuosa. En una carta abierta a Max Aub fechada el 18 de junio de 1998, Monleón contó cómo el texto le llegó a las manos: «Veía a José María de Quinto, recién llegado de México, trayéndonos a un Consejo de Redacción de Primer Acto ‒primavera de 1964, en una cafetería de la Glorieta de Bilbao‒ el texto de San Juan junto a una reivindicación apasionada de tu personalidad y tu teatro».

José Monleón

Acerca de la negociación de Crimen y Comedia que no acaba, que se publicarían en el número 130 (de marzo de 1971), Sánchez Zapatero recoge unas palabras muy ilustrativas de Balcells: «Comprendo las dificultades que atraviesa Primer Acto y la ilusión que les hace publicarte. Lo que no comprendo es que ofrezcan sumas ridículas para ti» (Balcells consideraba que cinco mil pesetas era un mínimo exigible por un texto de Aub). Aun así, en el número 144 (de mayo de 1972) se publicaría otra obra de Aub (La vida conyugal).

Las relaciones entre autor y agente tuvieron claroscuros, altibajos o cuanto menos evolucionaron y afectaron de algún modo a su relación personal, como pone de manifiesto, por ejemplo, una lacónica anotación del diario de Aub fechada el 6 de junio de 1972: «Barcelona ‒Carmen y Luis [Palomares]‒. Grandes alharacas, pero falta cordialidad».

Teniendo en cuenta que en el archivo Max Aub se conservan tanto la totalidad de las cartas de Balcells al escritor y viceversa (209 cartas en total), así como contratos y liquidaciones, y que el archivo Carmen Balcells (en el Archivo General de la Administración) es de suponer que contenga información jugosa sobre las gestiones para encontrarle editor en España, sorprende que aún nadie se haya enfrascado en una investigación a fondo de esa relación entre dos titanes del campo literario español.

De izquierda a derecha, Esther Tusquets, Magda Oliver, Max Aub y Carmen Balcells.

Fuentes:

Max Aub, La gallina ciega. Diario español, edición de Manuel Aznar Soler, Barcelona, Alba Editorial, 1995.

Max Aub, Diarios (1939-1972), edición de Manuel Aznar Soler, Barcelona, Alba Editorial, 1998.

José Monelón, «Carta abierta a Max Aub después de ver juntos una representación del San Juan en el teatro María Guerrero», Primer Acto, núm. 274 (mayo-julio de 1998), pp.11-15.

Carme Riera, Carmen Balcells, traficante de palabras, Barcelona, Destino, 2022.

Javier Sánchez Zapatero, «Lo que importa es España: proyectos para la recuperación editorial en el epistolario entre Max Aub y Carmen Balcells (1964-1972)», El Correo de Euclides, núm. 6 (2011) pp. 33-48.

Ignacio Soldevila, El compromiso de la imaginación. Vida y obra de Max Aub, Valencia, Biblioteca Valenciana, 2003.

Pedro Tejada Tello, «Humor, amistad y proceso creativo en el epistolario entre Max Aub y algunos de sus editores españoles», El Correo de Euclides, núm. 12 (2017), pp. 145-150.

La órbita de los Libros del Asteroide

Vistos retrospectivamente, una de las cosas que asombran de la media docena de títulos con que en 2005 se dio a conocer la editorial española Libros del Asteroide es la reputación y prestigio de los traductores con los que colaboró desde el primer momento: A la caza del amor, de Nacy Mitford (1904-1973) la tradujo Ana Alcaina (y la prologó el escritor José Carlos Llop); En busca del barón Corvo de A. J. A. Symons (1900-1941), apareció en la traducción de Jordi Beltrán ya publicada en 1982 en la Biblioteca Breve de Seix Barral; Los inquilinos de Moonbloom de Edward Lewis Wallant (19261-962), Miguel Martínez-Lage (1961-2011; reputado traductor de La vida de Samuel Johnson y de obras de Poe, Conrad, Faulkner y Beckett, entre otros) y con prólogo de Rodrigo Fresán; de la traducción de Dos inglesas y el amor de Henri Pierre Roché (1879-1959) se ocupó Carlos Manzano (conocido sobre todo por sus versiones de Proust, Céline, Joyce o Lowry, entre otros) y la prólogo el escritor y editor Antoni Marí; Historias de Pekin de David Kidd (1926-1996), Marta Alcaraz (traductora de un David Copperfield en Alba y luego habitual en Asteroide) y prologado por el sinólogo Manuel Ollé, y Suaves caen las palabras de Lalla Romano (1906-2001), de nuevo por Carlos Manzano y con prólogo de la narradora y ensayista Soledad Puértolas (hoy en la RAE).

Aun interpretándolo como un guiño malicioso a Planeta (editorial en la que trabajó en Planeta Actimedia y luego en márketing entre el año 2000 y el 2004), el nombre de la editorial que acababa de montar Luis Solano no pareció especialmente atractivo en ese momento, y los diseños de cubierta de sus libros obra del espléndido Enric Jardí (más tarde le sustituiría Jordi Duró), a dos tintas y combinando el tipo sabon con la más moderna gotham, aún no habían tenido tiempo de imponerse como una marca de la casa. En cambio, sí fue percibida enseguida como una editorial con vocación de recuperar libros o autores reputados en su momento que o bien habían pasado desapercibidos y ya no estaban disponibles en español o bien jamás habían sido traducidos; y también resultaba evidente que era una editorial que prestaba mucha atención a la forma de los libros.

Esto pesaría en la concesión ya en 2006 del Premio a la Mejor Labor Editorial que por entonces concedía el desaparecido programa televisivo Qwerty, pero el salto de crecimiento de Libros del Asteroide llegaría y se confirmaría de modo más ruidoso con el inicio de la trilogía Depford, de Robertson Davis (1913-2013) con El quinto en discordia (2006), curiosamente traducida por una profesional vinculada sobre todo a la fantasía y a la ciencia ficción y luego correctora de estilo de todo lo que tiene que ver con Juego de tronos, Natalia Cervera (y lo prologó Valentí Puig). La novela de Davis se llevó el premio concedido anualmente por los libreros catalanes a la mejor novela traducida y con tal motivo escribía Enrique Murillo en las páginas de El País:

Al igual que Periférica, Minúscula o Global Rythm Press, Asteroide forma parte de una generación de nuevos editores que están demostrando que el hueco editorial que dejan tanto los grandes grupos como los grandes sellos independientes es enorme. […] Solano y sus colegas de la nueva edición independiente son sobre todo vocacionales, no se juegan el dinero de un accionista invisible sino el suyo propio, hacen los libros de uno en uno y resucitan la mejor tradición editorial barcelonesa, la que en décadas diversas encarnaron José Janés, Carlos Barral, Beatriz de Moura o Rosa Regàs.

Además de esta consagración en las páginas de uno de los periódicos españoles más leídos, en aquel momento los parabienes le llegaban a Libros del Asteroide de todas partes: la crítica literaria más influyente, los libreros de referencia, los colegas editores más reputados, además de los lectores, que convirtieron varios de esos títulos iniciales en éxitos de venta notables (y en algunos casos imprevistos por completo).

En 2007 apareció en Libros del Asteroide un libro que desconcertó un poco en relación a lo publicado hasta entonces, pero no tanto por ser narrativa periodística sino sobre todo por tratarse de un autor español: El maestro Juan Martínez que estuvo allí, de Manuel Chaves Nogales (1897-1944), con prólogo de Andrés Trapiello. En los años noventa, Chaves Nogales había sido objeto de un cierto proceso de recuperación en el que tuvieron un papel tanto la colección El Libro de Bolsillo de Alianza Editorial, la editorial Espasa (que reeditó A sangre y fuego, cuya primera edición era de 1937 en la chilena Ercilla) o la editorial Clan, como algunas instituciones (y en particular la Fundación Luis Cernuda, que publicó en 1993 un volumen titulado inexactamente Obra narrativa completa). Este proceso prosiguió en los primeros años del siglo XXI, con ediciones importantes en Espasa (que reeditó A sangre y fuego en 2001 y 2006), Alianza y Espuela de Plata, sobre todo, y Libros del Asteroide se añadió a él con mucho convencimiento, publicando hasta cinco títulos (al que podría añadirse Tres periodistas en la revolución de Asturias, con José Díaz Fernández y Josep Pla) y, con el apoyo de la Diputación de Sevilla ‒aun cuando Solano nunca quiso ayuda institucional para publicar en catalán‒, una edición de Ignacio F- Garmendia de lo que hasta entonces se tenía por la obra completa de Chaves Nogales, prologada por dos de sus más conocidos valedores, Andrés Trapiello y Antonio Muñoz Molina.

Libros del Asteroide ha hecho de la edición de autores más que de novelas una de sus marcas de identidad (Robertson Davies, Maggie O`Farrell, Per Petterson, Jay McInerney, Nikolas Butler, Peter Cameron…), y progresivamente fue abriéndose a escritores en lengua española, incluidos los de lenguas peninsulares como el gallego y el catalán, así como a autores vivos. E incluso, con el tiempo, primeras obras de autores noveles.

Menos constancia ‒cabe suponer que por la competencia de los colegas en ese mercado tan restringido‒ tuvo Libros del Asteroide en cuanto a la publicación en lengua catalana, si bien Dolors Udina tradujo a esa lengua a Nancy Mitford y Wallace Stegner y Jordi Nopca a William Maxwell y Jetta Carleton, a las que hay que añadir las de Carles Miró de Robertson Davies, Ferran Ràfols Gesa de William Kennedy y Carles Sants de José Mauro de Vasconcelos.

En un tiempo bastante breve, y en un momento en que los círculos literarios españoles (y en particular la prensa) miraban a priori la aparición de las oleadas de editoriales pequeñas con buenos ojos, Libros del Asteroide se consolidó con relativa rapidez como un referente entre los lectores curiosos. Y de ahí no parece que nada vaya a moverla.

Fuentes:

Natalia Alonso, «Entrevista a Luis Solano de Libros del Asteroide», Billar de Libros.

Jaume Claret, «Entrevista a Luis Solano», Política & prosa, núm. 41, 2 de marzo de 2022.

Tina García, «Entrevista a Luis Solano, editor (Libros del Asteroide)», ¡Ah! Magazine, 30 de noviembre de 2014.

Laura Guizán, «Luis Solano, el gallego que dio vida a Libros del Asteroide»,  21 de marzo de 2012.

Sofía González Gómez, «Semblanza de Libros del Asteroide (2005- )» Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes – Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI) – EDI-RED, 2006.

Raquel Jimeno, «Entrevista a Luis Solano (Libros del Asteroide)», Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes – Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI) – EDI-RED, 13 de marzo de 2015.

Enrique Murillo, «Pequeño gran editor», El País, 5 de diciembre de 2006.

Charo Ramos, «Luis Solano: “Todos los escritores que publicamos son una reivindicación», Diario de Sevilla, 12 de mayo de 2019.

Oriol Rodríguez, «Cómo lo hice. Libros del Asteroide», Forbes, 13 de junio de 2018.

Primeras ediciones en español de Jorge Semprún

Se ha contado en muchas ocasiones cómo Jorge Semprún (1923-2011) concibió, escribió y finalmente logró publicar su primera novela, Le grand voyage (titulada inicialmente Un voyage), después de entregársela en otoño de 1962 a Monique Lange (1926-1996) en París, quien a su vez la hizo llegar a Claude Roy (1915-1997), hijo del pintor de origen español Félicien Marie Julien Claude Roy y por entonces miembro del comité de lectura de Gallimard; el peso del entusiasmo de ambos fue mayor que la indiferencia del también miembro del comité Jean Paulhan (1884-1968), quien escribió lacónicamente que no encontraba «Nada muy destacable. Tampoco nada detestable, en este relato honesto». Así pues, en 1963 Éditions Gallimard publicaba la primera novela de Jorge Semprún, que le catapultó enseguida al éxito tanto comercial como de la crítica.

No menos conocidas son las alusiones en La escritura y la vida a algunos textos literarios previos a esta novela inicial: unas «parodias de Mallarmé» y la obra de teatro en francés Soledad, escrita en 1947 y que en su momento no llegó a publicarse por oposición del Partido Comunista. Otras alusiones diversas a la obra poética de Semprún, e incluso algunos fragmentos de la misma, pudieron leerse años más tarde en la famosa novela Autobiografía de Federico Sánchez, donde incluso se referencia, por ejemplo, el poema inacabado «La primavera comienza en Barcelona» (número 7 de Cuadernos de Cultura, de 1952).

En 1953, en cambio, la Federación de Juventudes Socialistas Unificadas de España le publicó en España y clandestinamente ¡Libertad para los 34 de Barcelona!, obra teatral escrita en español sobre la huelga de los tranvías de 1951 en la capital catalana. En sus memorias, el editor Rafael Borràs Betriu menciona y cita parcialmente un poemario que debe de ser de por aquel entonces, Juramento de los españoles en la muerte de Stalin, 1879-1953, que describe como «un poema impreso en una sola cara en seis hojas de cartulina de color verde manzana, de formato 15 x 10,5 centímetros y atadas con un cordel de seda rojo, sin firma que acreditase la autoría, ni fecha ni pie de imprenta».

Así, pues, su primera obra publicada en español es bastante anterior a las colaboraciones de Semprún ‒una vez expulsado ya del Partido Comunista‒ en la famosa revista parisina de José Martínez Guerricabeitia (1921-1986) Cuadernos de Ruedo Ibérico (1965-1979), pero esta obra dramática de Semprún apenas fue accesible al común de los lectores hasta la publicación de su Teatro completo (2021).

En sus memorias cuenta el editor Carlos Barral (1928-1989) su versión de cómo la novela del debutante Jorge Semprún se impuso a La ciudad y los perros ‒con la que Vargas Llosa acababa de obtener el Premio Biblioteca Breve‒ en las votaciones del Premio Formentor de 1962, que, además de la dotación económica, conllevaba la traducción a las diversas lenguas en las que operaban los editores convocantes, y asigna un papel relevante en ella a Monique Lange y a su marido Juan Goytisolo (1931-2017).

Por desgracia, la censura franquista impidió que Barral publicara entonces en español Le grand voyage (si bien ese año se le permitió publicar K.L. Reich, de Amat-Piniella), y según consigna el 5 de julio 1964 Max Aub (1903-1972) en sus diarios, Joaquín Díez-Canedo, que tenía un trato con Barral, llegó a un acuerdo con Carlos Robles Piquer (1925-2018) para no publicarla en México a cambio de que dejaran entrar en España algunos de los libros por él editados. Añade además Aub que esa censura se debía, según le contó Díez-Canedo, a «la actitud del autor frente al régimen» más que al contenido de la obra, y en este sentido vale la pena insistir en que ese mismo año 1963 sí se autorizó la publicación una obra en cierto modo temáticamente emparentada con la de Semprún, K. L. Reich, de Joaquim Amat-Piniella (1913-1974).

Así pues, el siguiente texto en español de Semprún que llegara a los lectores fuera probablemente la traducción que Floreal Mazía (1920-1990) hizo de Que peut la littérature, un compendio de textos preparado por Yves Buin ‒de Simone de Beauvoir, Yves Berger, Jean-Pierre Faye, Jean Ricardou, Jean-Paul Sartre y Semprún‒ aparecido inicialmente en L’Herne, que en Argentina publicó la editorial Porto en 1966 en la colección Perfil del Tiempo, con un prólogo de Noé Jitrik, .

Le grand voyage no saldría en español hasta la edición limeña de Ediciones Huáscar (de 1969), en traducción de Esteban Sánchez, después de que Gallimard le publicara L’evanouissement en 1967 y La deuxième mort de Ramon Mercader en 1969 (con la que ganó el Premio Femina). Al año siguiente apareció traducida por Núria Petit en La Habana y editada por el Instituto del Libro en la colección Cacuyo.

Sin embargo, ese mismo año 1970 aparecía en el Libro de Bolsillo de Alianza una edición de El niño, de Jules Vallès (1832-1885) en traducción de Victoria Bastos (1921-¿?), acompañada de una nota crítica de Émile Zola (1840-1902) y de un prólogo de Semprún. También están fechadas ese año la edición caraqueña de La segunda muerte de Ramón Mercader, traducida por el argentino Eduardo Gudiño Kieffer (1935-2002) y publicada por Tiempo Nuevo en su colección Ancho Mundo, y la edición en la Biblioteca de Cultura Socialista de Ruedo Ibérico de La crisis del movimiento comunista, de Fernando Claudín (1915-1990), acompañado de un prefacio de Semprún.

Cuatro años más tarde, la combativa editorial barcelonesa Aymà publicó en su memorable colección Voz Imagen el guion firmado por Costa Gavras y Semprún de Z (o la anatomía de un asesinato político), en traducción de Enric Ripoll i Freixes (1928-1992) y con un prólogo de Jacques Lacarrière (1925-2005).

No fue hasta una vez muerto el dictador español cuando empezó a publicarse con cierta asiduidad en español la obra de Semprún. En 1976 pudo finalmente Seix Barral incluir en su emblemática colección Biblioteca Breve una nueva versión de Le grand voyage, traducida por Rafael Conte (1935-2009) y su esposa Jacqueline Imbert. En sus memorias, además de quejarse de lo exiguo del pago recibido por ese trabajo, afirma Conte que ya el 4 de diciembre de 1969 había sido el primero en dar noticia por extenso de su obra en francés en un artículo a toda página en Informaciones (y ténganse en cuenta que por entonces este periódico era tamaño sábana), si bien la censura hizo cambiarle el título original («Jorge Semprún o el destino del marxismo») por «Jorge Semprún o el destino de Occidente».

El mismo año aparecía editado por Elías Querejeta (1934-2013) el guion de la muy influyente y polémica El desencanto, de Felicidad Blanc (1914-1990), Juan Luis Panero (1942-2013), Leopoldo María Panero (1948-2014) y José Moisés Panero (1951-2004) precedido de un prólogo de Semprún. La película, dirigida por Jaime Chávarri y a la que la censura se había ocupado de cortar toda referencia a las experiencias sexuales del poeta franquista Leopoldo Panero (1909-1962) en la cárcel, fue escandalosamente retirada por su su productor (Querejeta) del Festival Internacional de San Sebastián de 1976 en protesta por la represión gubernamental en Euzkadi. Recuérdese que en marzo de ese año se habían producido los conocidos como «Sucesos de Vitoria», que se saldaron con cinco muertos y de los que se han señalado como corresponsables políticos a Manuel Fraga Iribarne (1922-2012), ministro de Gobernación, Adolfo Suárez (1932-2014), ministro de jornada por estar ausente de España Fraga, Alfonso Osorio (1923-2018), ministro de Presidencia, y Rodolfo Martín Villa, ministro de Relaciones Sindicales y el único inculpado ‒y no por la justicia española sino por la jueza argentina María Romilda Servini‒ por genocidio y crímenes contra la humanidad.

Semprún con las traducciones de Le grand voyage

Además del guion de Las rutas del sol (salido de la madrileña Imprenta Carmen Moreno), en 1977 aparece un prólogo de Semprún a 1919-1930: la rebelión de las masas, de Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003), publicado por Difusora Internacional, pero ese año quedará marcado por el Premio Planeta, dotado en esa convocatoria con cuatro millones de pesetas y que el autor obtiene con la novela Autobiografía de Federico Sánchez, y a él le seguirían en los años siguientes otros dos escritores considerados de izquierdas, Juan Marsé (1933-2020) y Vázquez Montalbán, en lo que retrospectivamente parece una operación muy consciente y planificada por parte de la editorial Planeta. En el primer volumen de sus memorias, el editor Rafael Borràs Betriu alude a los numerosos viajes que hizo a Madrid para convencer a Semprún de que se presentara al premio.

Una vez muerto Franco (y legalizado el PCE), pues, Semprún entra por la puerta grande de la edición española y sus libros siguientes no sólo serían publicados en español por la empresa de José Manuel Lara ‒excombatiente franquista pero sobre todo empresario‒, sino que además figuró como miembro del jurado del Premio Nadal (cuando la editorial que lo convocaba ya pertenecía a Planeta) que galardonó Beatriz y los cuerpos celestes, de Lucía Etxeberría, en 1998.

Fuentes:

Pierre Assouline, Gaston Gallimard. Medio siglo de edición francesa, traducción de Ana Montero Roig y prólogo de Rafael Conte, València, Edicions Alfons el Magnànim, 1987.

Max Aub, Diarios (1939-1972), edición, estudio introductorio y notas de Manuel Aznar Soler, Barcelona, Alba Editorial, 1998.

Carlos Barral, Memorias, edición de Andreu Jaume, Lumen, 2015.

Rafael Borràs Betriu, La batalla de Waterloo. Memorias de un editor, Barcelona, Ediciones B, 2003.

Concepción Canut i Farré, «Traducción o bilingüismo sempruniano», en Francisco Lafarga y María Luisa Donaire Fernández, coords., Traducción y adaptación cultural España-Francia, Oviedo, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo, 1991, pp. 329-336.

Rafael Conte, El pasado imperfecto, Madrid, Espasa, 1998.

Lola Díaz, «Jorge Semprún, un caso particular de autotraducción», en V Encuentros complutenses en torno a la traducción, Editorial Complutense, Universidad Complutense de Madrid, 1995, pp. 265-268.

Ofelia Ferrán, «”El largo viaje” del exilio: Jorge Semprún», en El exilio literario de 1939, edición de Manuel Aznar Soler, Barcelona, Gexel, 1998, vol. 2, pp. 107-116.

Albert Forment, José Martínez: la epopeya de Ruedo Ibérico, Barcelona, Anagrama, 2000.

El enigma de la traductora (¿?) Adelaida Muster

En su tesis sobre la edición del exilio español en México, el profesor Lluís Agustí reivindica la importancia y el valor de una empresa creada en 1940, la Compañía General Editora ‒que no debe confundirse con la Compañía General de Ediciones‒, que ciertamente ha sido muy desatendida incluso en la investigación especializada en la cultura del exilio republicano español. Escribe Agustí (a quien traduzco):

La Compañía General Editora es una de las editoriales que hemos podido comprobar que pasa muy desapercibida en la bibliografía sobre el exilio, y en cambio, por la obra publicada en este período es razonablemente activa, con autores de primera línea, como veremos, con textos importantes, bien editados, con una relación sólida con la investigación mexicana y una trayectoria editorial similar a la de obras como Atlante.

Creada en 1940 por Miquel Ferrer i Sanxis (1899-1990) ‒en colaboración con un impresor asturiano hasta ahora no identificado (¿Fernando Con del Dago?)‒ y activa hasta 1946, la Compañía General Editora tuvo en el momento de su arranque un volumen de producción y ritmo de publicación muy elevados, y Agustí ha identificado a lo largo de su existencia hasta casi sesenta títulos, si bien ese ritmo decreció y luego tuvo muchos altibajos (16 títulos en 1940, 8 en 1941 y 5 en 1942, pero 7 en 1944, 10 en 1945…). Por otra parte, progresivamente van consolidándose las colecciones dedicadas a las monografías médicas y jurídicas, así como luego la Biblioteca Deportiva, en detrimento de las literarias.

Entre los títulos aparecidos en ese explosivo año inicial de 1940 se cuenta la que, en una primera aproximación, parece ser la única traducción de una enigmática Adelaida Muster: Laura, de Alfred de Vigny (1797-1863), que se incluía originalmente en lo que en español en la editorial Calpe se tradujo como Servidumbre y grandeza militar (Les Consultations du Docteur-Noir. Première consultation: Stello ou les Diables bleus (Blue Devils), 1832) o, en el caso de la edición de 1939 de Lluís Miracle Editor, como Servidumbre y grandeza de las armas (en traducción de Alfons Nadal). Por su parte, en 1924 el insigne poeta catalán Carles Riba (1893-1959) había traducido al catalán Stella para estrenar la colección La Novel·la Estrangera del impresor Josep Vila como Laura o el segell roig.

Dos años más tarde, con el título Laura o el sello rojo (1942), otra versión española de Stello (1832) estrenaría la colección Colibrí de la barcelonesa Editorial Atlántida, en una traducción firmada por Emili Vallès (1878-1950) y acompañada de ilustraciones de Maria Cirici. Esta misma versión es la que se había publicado previamente como número 519 de la Revista Literaria Novelas y Cuentos (en fechas inciertas) de la Editorial Dédalo acompañada de «Proezas de detectives científicos» y «La velada de Vincennes».

En la Compañía General Editora, Laura se publica con un prólogo de Josep M. Miquel i Vergés (1903-1964) como quinto número de la colección Mirasol, donde previamente habían aparecido textos de Longo de Lesbos (la traducción de Juan Valera de Dafnis y Cloe), Jean Schlumberger (La paternidad inquieta, prologada por Émilie Noulet y en traducción de Josep Carner), Ricardo Palma (La monja de la llave, con prólogo de Pere Matalonga) y E.T.A. Hoffman (La olla de oro, traducida por Maria Teresa Pujol y Lluis Ferran de Pol), y contaba además con una variante llamada Pequeña colección Mirasol donde se publicaron traducciones firmadas por Antonio Sánchez Barbudo o Josep Carner, entre otros.

En su tesis sobre Las traducciones literarias del exilio español en México (1939-1945), Lizbeth Zavala apunta sin certeza absoluta que este libro «posiblemente también fuera publicado por un traductor español que utilizó el pseudónimo Adelaida Muster […] se encontró una publicación catalana que permite leer unas cuantas líneas que indican que Adelaida Muster es el pseudónimo de un catalán llamado Josep Andreu». Y quedémonos con este nombre.

Lo cierto es que, si bien la mayoría de colaboradores de la Compañía General Editora eran catalanes, Adelaida no es un apellido muy común en Catalunya, y desde luego el apellido tampoco parece catalán. Una pista inesperada para esclarecer la identidad de esa traductora aparece en el número del 17 de mayo de 1928 de la Revista de Reus. En ella aparece una Adelaida Musté Gili en un listado de contribuidores a la financiación del campeonato de España de Atletismo en Reus (con una participación de dos pesetas), de modo que puede deducirse que quien firma el libro de Alfred de Vigny no empleara un seudónimo sino que fuese esta misma mujer con el apellido modificado. El año siguiente, una nota en La Veu de Catalunya del 29 de octubre, la sitúa como una de las componentes de la Cort d’Amor en los Jocs Florals celebrados con motivo de las fiestas mayores de Reus (ganó Joan Bertran i Borràs, que más tarde sería alcalde de la ciudad y como tal firmaría en 1952 los Estatutos de la sociedad cultural, y editorial, Asociación de Estudios Reusenses).

Adelaida Muste Gili, una de las hijas del empresario Narcís Musté Prats, nacida en 1907 y fallecida en 1993, entró en México por Veracruz el 23 de noviembre de 1939 como ama de casa y con el nombre ligeramente alterado en la documentación del Servicio de Migración (Adelaida Muste Gile de Andreu). Aun con las alteraciones en el nombre, no hay duda de que se trata de la misma persona. Como puede suponerse, el «de Andreu» se le había añadido como consecuencia de haberse casado con el mencionado Josep Andreu i Abelló (1906-1993), que en 1931 fue uno de los fundadores de Esquerra Republicana de Catalunya, diputado al Parlament en 1932 y, entre otros méritos, presidió el histórico Club Natació Reus Ploms entre 1934 y 1939.

Adelaida había salido del país ya durante la guerra civil española ‒en la que su marido sufrió en agosto de 1937 un atentado como consecuencia de su cargo como presidente de la Audiència Territorial de Catalunya y del Tribunal de Cassassió‒ y se había establecido con su hijo en Perpinyà, donde en febrero de 1939 se le reunió su marido y junto se trasladaron en el mes de marzo a Marsella y de ahí a un chalet en Saint-Aygulfs (cerca de Fréjus) hasta el otoño de ese año.

Por lo tanto, medió menos de un año entre la llegada del matrimonio a México y la publicación del libro de Alfred de Vigny en la General Editora, pero no parece que haya datos que señalen inequívocamente que la traducción la llevó a cabo Josep Andreu empleando como seudónimo una aproximación al nombre de su esposa, ni tampoco datos que lo descarten categóricamente.

Por otra parte, resulta como mínimo desconcertante descubrir en una programación de Radio Barcelona del 20 de diciembre de 1945, durante la dictadura franquista, la aparición de una Adelaida Muste como solicitante de la conga «Un, dos, tres ahora».

Fuentes:

Lluís Agustí, L’edició espanyola a l’exili a Mèxic: 1936-1956. Inventari i propostes de significat, tesis doctoral, Facultat de Biblioteconomia i Documentació, Universitat de Barcelona, 2018.

Lizbeth Zavala Mondragón, El transtierro de un oficio. Las traducciones literarias del exilio español en México (1939-1945), tesis de licenciatura en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, Universidad Autónoma de México, 2017.

Una empresa legendaria de la edición gallega, la Imprenta Moret en su centenario

De la vinculación del poeta y dramaturgo español Federico García Lorca (1898-1936) con Galicia es prueba insigne el poemario Seis poemas gallegos, publicado en 1935 por la editorial Nós de Ánxel Casal (1896-1936) con un prólogo del también escritor Eduardo Blanco-Amor (1897-1979), pero no menos importante fue el estreno unos años antes (en 1932) en A Coruña de la compañía de teatro universitario dirigida por Lorca, La Barraca, que puso en escena Los dos habladores, de Cervantes, y La vida es sueño, de Calderón de la Barca.

Entre los seis mil asistentes a ese exitoso estreno, que se enmarcaba en una gira del grupo teatral La Barraca por Galicia y tuvo lugar en el Teatro Rosalía de Castro, se contaban algunos de los artistas e intelectuales más prometedores del momento, como es el caso del librero Xohán Xesús González (1895-1936), el escritor y luego editor Francisco Fernández del Riego (1913-2010), el entonces escritor y librero y más adelante editor Arturo Cuadrado (1904-1998), el pintor y escritor Luis Seoane (1910-1979) y el grabador y pintor Carlos Maside (1897-1958).

Del cartel de ese estreno, del que la editorial Alvarellos hizo en 2022 una edición fascimilar, se ocupó una de las empresas que mayor huella han dejado en la historia de la edición en gallego, la Imprenta Moret, fundada en junio de 1923 por Manuel Rodríguez Moret (1886-1958), quien en un anuncio de la empresa fechado el 19 de agosto de ese mismo año en el periódico Orzán se presentaba a sí mismo como «ex administrador y ex jefe de los talleres de El Noroeste».

Hijo de un militar destinado en A Coruña, el ourensano Rodríguez Moret se había iniciado siendo muy joven como aprendiz en la Imprenta Domingo Puga (empresa de referencia en cuanto a prensa coruñesa en la segunda mitad del siglo XIX), poco después de que en 1891 esta pasara a manos del librero y escritor Eugenio Carré Aldao (1851932). Con tan solo quince años, en 1900 pasa Rodríguez Moret a los talleres del periódico El Noroeste, donde a lo largo de los siguientes veintidós años irá ascendiendo hasta convertirse en el administrador.

Los Talleres de El Noroeste en 1922.

En 1923 monta su propia empresa, inicialmente con domicilio en el número 28 de la calle Marina, y ese mismo año se ocupa ya de dos volúmenes de cierta complejidad gráfica, el catálogo de la Tercera Exposición de Arte Gallego (57 páginas, con una docena de láminas, encuadernadas en rústica) y los Comentarios a la Tercera Exposición de Arte Gallego. Muy pronto empieza a hacerse cargo de los primeros números de la serie de novelas cortas de aparición quincenal puesta en marcha en 1924 por la editorial Lar de Leandro Carré Alvareños (1888-1976) y Ánxel Casas Gosenxe (1895-1936), la Biblioteca Lar (A miña muller, de Wenceslao Fernández Florez; O anarquista, de Leandro Pita; O pastor de doña Silvia, etc.), hasta que la Editorial Lar se hace con una imprenta propia. Cosa parecida sucedió con los primeros números del boletín quincenal de las Irmandades da Fala Galega, A Nosa Terra, que en 1926 pasarían a imprimirse en Lar.

Más tarde, en junio de 1925, la Imprenta Moret se traslada a su ubicación más conocida en la calle Galera, número 48, y en los años siguientes se hace cargo de la impresión de la revista Galicia Gráfica (1926-1929) y de algunas publicaciones institucionales, como el Boletín del Instituto Provincial de Higiene de la Coruña (1928) o la Guía de la Coruña (1929) de la Oficina Municipal de Información y Propaganda. Con el traslado se inicia también su actuación como editorial, que arranca trompicadamente con una selección de Poesías (1925) de Valentín Lamas Carvajal (1849-1906) que pretendía iniciar una Biblioteca Escollida de Autores Gallegos que, sin embargo, no tuvo continuidad. La obra va precedida de un prólogo del profesor Juan González del Valle (1898-1941), quien más tarde publicaría artículos en revistas como Nova Galiza y Hora de España y tras la guerra acabaría sus días gaseado en Mauthausen-Gusen.

De 1931 es la segunda edición, corregida y aumentada, de la Gramática de la Lengua Galega, del académico Manuel Lugrís Freire (1863-1940), y del año siguiente Portugal e Inglaterra, del ex primer ministro luso Francisco da Cunha Leal (1888-1970). Un poco posteriores son el pionero Vocabulario castellano-galego das Irmandades da Fala (1933), anónimo pero obra del lexicógrafo Salvador Mosteiro Pena (1896-1982) y la Ética general (1934), del profesor de instituto Ramón del Prado, en un momento en que ya va trazándose una imagen general del tipo de libros que se le encargan a esta imprenta, libros en los que la ilustración es importante por un lado y obras académicas y de estudio por otro.

Durante la guerra civil ‒en la que Galicia cayó enseguida en manos de los sublevados fascistas‒, la Imprenta Moret siguió activa, y de 1937 son por ejemplo la tercera edición de Principios de técnica agrícola e industrial y economía, del catedrático de instituto Antonio Roma Fábrega (1900-1973), pero también La ola roja en España, su estela, asesinatos, robos, incendios, violaciones, daños, del magistrado Hilario Núñez de Cepeda; de 1938, el famoso ensayo de Evaristo Correa Calderón (1899-1986) Arte métrica y de 1939 Cuartel de Simancas ¡Presente!, de la presidenta de la organización falangista Mujeres al Servicio de España Matilde Vela Bermúdez.

Acabada la guerra, de la Moret salió el grueso de la obra de la maestra e inventora Ángela Ruiz Robles (1895-1975), célebre póstumamente por haber creado la enciclopedia mecánica, que con razón se ha señalado como antecedente del libro electrónico: Compendio de ortografía castellana (1940), Ortografía castellana práctica (1940), Ortografía castellana rápida (1940), Breve mecanografía al tacto (1941), etc.

En la posguerra fue francamente escasa la presencia del gallego en Moret, pero no del galleguismo aunque tuviera que ser en lengua española: en 1949 salía el primer volumen de una colección de Escritores Galegos, La vocación de Adrián Silva, de Ramón Otero Pedrayo (1888-1976), que tuvo una cierta continuidad con Una cabaña en el cielo (1952), de Xosé María Álvarez Blázquez (1915-1985) y la Biografía de Curro Enríquez (1954), de Celso Emilio Ferreiro (1912-1979). Un paso más allá lo constituye en 1959 la publicación del poemario de Antón Avilés de Taramancos (Xosé Antón Avilés Vinagre, 1935-1992) A frauta i-o garamelo, pero tampoco esta iniciativa tuvo continuidad y la presencia del gallego no fue incrementándose hasta la década de 1970.

Para entonces, se había hecho cargo el hijo del fundador, Robustiano Rodríguez Outón (que como curiosidad había obtenido autorización judicial para usar también el apellido Rodríguez-Moret), quien en 1968 había trasladado la empresa a la calle Marqués de Amboaxe número 16. Finalmente, bajo la gerencia de la tercera generación (Manuel Rodríguez-Moret) y en una situación económica difícil, la imprenta se integró en el Grupo Sargadelos de Isaac Díaz Pardo (1920-2012) y en 1980 se convirtió en Gráficas de Castro-Moret.

Fuentes:

Anónimo, «Moret, imprenta-editorial», en Edicion en Galiza durante a etapa franquista.

Anónimo, «Imprenta Moret» en Galiciana. Biblioteca Dixital de Galicia.

Manel Cráneo, «Arqueología de la ilustración gráfica en A Coruña y sus orígenes industriales (1910-1920)», Coruña Gráfica, 30 de octubre de 2017.

Xurxo Martínez González, «Semblanza de Domingo Puga (1842- 1879)», en EDI-RED Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI), 2018.

Prudencio Viveiro Mogo, «Semblanza de la Colección Lar (A Coruña, 1924-1928)». en EDI-RED Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI), 2019.

Andrés R., «Imprenta Moret (1929)», en Iusnaufragii,  16 de mayo de 2020.

El anarquista José Nieto Ruiz y su vinculación con el libro en Nueva York

A finales de 1969, cuando estaba a punto de aparecer la novela con la que había obtenido el Premio Planeta (En la vida de Ignacio Morel), Ramón J. Sender (1901-1982) publicó en Nueva York la primera edición de Nocturno de los 14, un texto fechado en Manhattan Beach (California) en octubre de ese mismo año. En octubre del año siguiente se incluiría en la colección Ancora y Delfín de Destino, y a menudo se ha mencionado esta última edición como la primera.

Ramón J. Sender.

La de 1969 corrió a cargo de una pequeña empresa creada en el seno de las Sociedades Hispanas Confederadas, Iberama Publishing Company, en la que tuvo un papel destacado ‒y donde dirigió una colección de ensayo histórico y social‒ el que se tiene por el último luchador antifranquista al que una Administración estadounidense reconoció el estatuto de refugiado político, José Nieto Ruiz (1937-2023).

Hijo de un modesto tendero afiliado a Izquierda Republicana, José Nieto nació en Orihuela durante la guerra civil y perdió a su madre durante un bombardeo de la aviación italiana. Al término de la segunda guerra mundial, con apenas nueve años, se ocupaba de entrar en la embajada estadounidense en Madrid y sacar ocultos entre la ropa alguno de los boletines de noticias, a través de los cuales podía conseguirse en España información no censurada por las instituciones franquistas.

A los veinte años, después de haber participado en los enfrentamientos entre estudiantes de izquierdas y falangistas conocidos como «sucesos de 1956», Nieto hizo el servicio militar obligatorio en la Marina y se vio arrastrado a participar en la abyecta guerra no declarada de Sáhara-Ifni (1958-1959). Al parecer, fue en ese período cuando se afilió a la anarquista Confederación Nacional del Trabajo (CNT), y como consecuencia de su activismo sindical en 1959 fue detenido y torturado durante tres días en las infames dependencias de la brigada de investigación social de la barcelonesa Vía Laietana.

Así lo contó él mismo, entrevistado por Montse Feu y Carlos García Santa Cecilia:

…el policía que me acompañaba me preguntó de dónde era. Me dijo que podía contactar anónimamente con mi familia y les avisaría que estaba ahí detenido. Le dije que mi tío, Jacobo Rufete, era el director de la clínica Madrazo de Barcelona. Mi tío conocía al gobernador civil y éste le dijo que si el parte de mi detención no había llegado a Madrid podría sacarme de la Jefatura, pero que me tendría que ir de España. Tuve suerte y aún no se había mandado. Me vino a buscar una ambulancia y estuve treinta días de curas en un cuarto privado en la clínica. Me curaron un médico y una enfermera. Una vez curado, otros cenetistas me conectaron con Francisco Sabaté [1915-1960], alias el Quico. Me entrevisté clandestinamente con él en Barcelona y me citó un día para cruzar a Francia. Fuimos en camioneta hasta Portbou.

De Portobou pasó a Marsella y se embarcó como marino en el mercante holandés Coolsingel, y en cuanto este arribó a Canadá se quedó clandestinamente en este país durante veinte meses. Allí, en contacto con los grupos antifranquistas, participó en la creación del modesto periódico Umbral, portavoz de la Liga Democrática Española de Montreal, pero finalmente fue expulsado de Canadà por carecer de visado.

Recaló a finales de 1960 en Cuba, donde trabajó en el garaje de un español hasta que, a pocos días de la invasión de bahía de Cochinos (15 de abril), fue detenido y nuevamente pasó una temporada preso. A su salida se unió al Movimiento de Recuperación Revolucionaria, y gracias a las gestiones de cenetistas cubanos pudo entrar en Estados Unidos por Miami, y de ahí, gracias a la intervención del Comité Internacional de Rescate, llegó a Nueva York.

En Nueva York se puso en contacto enseguida con las Sociedades Hispanas Confederadas y pronto empezó a ocuparse de su biblioteca. De la mano de su secretario de redacción, el poumista Jesús González Malo (1913-1965), inició su colaboración en el órgano de expresión de las Confederadas, España Libre, que fue dirigido por José Castillo Morales (1961-1966), González Malo (1961-1965), Miguel R. Ortiz (1961-1966) y Marcos C. Mari (1967-1972). Por entonces la nómina de sponsors de esta institución era brillante, encabezada por Víctor Alba, Álvaro de Albornoz y Carmen Aldecoa, cerrada por Ramón J. Sender, Fernando Valera, Nilita Vientós Gascón y Georges Woodcock y con Pau Casals, Joaquín Maurín, Cipriano Mera y Tomás Navarro Tomás entre sus muchos integrantes. En esta revista, donde estableció contacto, entre otros, con el pintor y escritor Eugenio Fernández Granell (1912-2001), se ocupó sobre todo de las secciones de arte y publicidad, pero también investigó con Manuel de Dios Unanue (1943-1992) la desaparición del representante del gobierno vasco en el exilio Jesús Galíndez (1915-1956) y el más que sospechoso «suicidio» del escritor Manuel Moreno Barranco (1932-1963) mientras permanecía detenido por la policía franquista.

José Nieto Ruiz

Su petición a principios de la década de 1960 de asilo en Estados Unidos generó una enorme controversia, entre otras cosas porque ponía al Gobierno de Estados Unidos ante una posición incómoda ante las autoridades franquistas, pero la publicidad que se dio a su caso, la presión social e internacional y el excelente trabajo voluntarioso del prestigioso abogado Ernest Fleischman (1920-1996) hicieron que la Administración Nixon acabara por ceder a su petición, después de que recibiera ofertas de asilo político de México y de varios países europeos.

En cuanto al trabajo de Nieto en la modesta y efímera editorial de las Confederadas, destaca que asumiera la dirección de un proyecto de colección Historia Social de España, que en 1971 le publicó a la historiadora Clara E. Lida una edición anotada y comentada de Miguel Bakunin: La Internacional y la Alianza en España (1868-1873), de Max Nettlau. Además del ya mencionado libro de Sender, Iberama sólo publicó luego ‒salvo error‒ Rómulo Gallegos y Agustín Yáñez: dos ensayos sobre literatura hispanoamericana (1972), de Magalí Fernández, y Tiempo como Jano. Siete ensayos sobre literatura española (1972), de Raimundo Fernández Bonilla (coeditor por entonces de la revista Exilio).

Ese mismo año desaparecía España Libre, y un encuentro casual de Nieto con Abel Plenn (conocido sobre todo por Viento en los olivares. La España de Franco vista por dentro, publicado en México por Ediapsa) le llevó a iniciarse en la distribución de libros españoles en centros educativos estadounidenses. Ejerciendo esta labor conoció al maestro puertorriqueño José Luis Rodríguez, a quien apoyó en la fundación de la empresa televisiva Hispanic Information and Telecommunications Network, Inc (HITN), y allí desarrolló una amplia labor como productor de acontecimientos culturales, como director de producción y conduciendo programas culturales, sin abandonar nunca el contacto con las Confederadas hasta su muerte.

Fuentes:

Lucía Cotarelo Esteban, «Hispanismo exiliado: el mundo literario y editorial de los intelectuales españoles llegados a Nueva York», Castilla. Estudios de Literatura, núm. 9 (2018), pp. 352-371.

Montse Feu, «La labor “a manos llenas” de Jesús González Malo en la resistencia antifranquista desde Estados Unidos», FronteraD, 3 de diciembre de 2015.

Montse Feu, Fighting Fascist Spain. Worker Protest from the Printing Press, Illinois University Press, 2020.

Carlos García Santa Cecilia, «José Nieto, el último exiliado del franquismo, ha muerto en Nueva York», FronteraD, 22 de noviembre de 2023.

Carlos García Santa Cecilia y Montse Feu, «José Nieto, último exiliado del franquismo,militante de la CNT, hizo de Nueva York su refugio», FronteraD, 19 de febrero de 2015.

Ana Martínez García, «La revista España Libre (1939-1976) y Francisco Ayala: Cartas y textos olvidados de su exilio en Estados Unidos», Ámbitos. Revista de Estudios de Ciencias Sociales y Humanidades, núm. 32 (2014), pp. 65-76.

Mª Ángeles Ordaz Romay, «Las Sociedades Hispanas Confederadas en archivos del FBI (Emigración y exilio español de 1936 a 1975 en EE.UU.)», Revista Complutense de Historia de América, núm. 32 (2006), pp. 227-247.

El librero y editor Jesús Menéndez en Buenos Aires. Revoltijo de datos aderezados.

En el número 51 de la revista Texturas (2013), se publicó un interesante artículo titulado «Estampas sobre las librerías. Papel, Libro, Revista (1942-1945)» en el que el profesor Matías Maggio-Ramírez ‒quien previamente fuera director de colección en Norma/Kapelusz, scout literario y librero‒ reconstruye y comenta la historia de una influyente revista de principios de la década de 1942 centrada en la actividad librera en Argentina.

Uno de los personajes fundamentales en esa revista fue Jesús Menéndez, un gallego que tuvo una etapa de gran predicamento en el sector del libro en Argentina pero acerca de cuya trayectoria los datos disponibles están muy dispersos y son poco conocidos.

Nacido en Oviedo en 1856, y compañero de estudios del jurista y escritor también asturiano ‒y también emigrado luego a Argentina‒ Rafael Calzada Fernández (1854-1929), Jesús Menéndez se formó desde los doce años como librero en el comercio de otro conocido asturiano establecido en la capital de España, Victoriano Suárez, editor asimismo de las obras completas de Menéndez Pelayo (1856-1912), José M. Pereda (1833-1906) y Armando Palacio Valdés (1853-1918), entre otros, y a quien Gabriel Molina Navarro caracteriza como «laborioso e inteligente, especialmente en Derecho y Filosofía». En la extensa nómina de libreros que aprendieron el oficio en esa librería famosa de la calle Preciados hay algunos nombres interesantes, como es el caso de quien acabaría por convertirse en yerno del librero y por ponerse al frente del negocio, Antonio Graíño Martínez (1870-1945), autor luego de Documentos referentes a los indios llamados xicaques en la América Central (1910),  La industria del libro y la codicia del libro español en los mercados extranjeros (1916), Tres joyas de la bibliografía lingüística filipina (1942) y Las imprentas menores en Ultramar y el libro durante la tutela de España (1942), así como editor de numerosos facsímiles de rarezas bibliográficas. Pero también se formó en la Librería General Victoriano Suárez Ángel Dafauce, por ejemplo, que más tarde regentaría un negocio propio en el número 1 de la calle Alcalá y posteriormente compraría la Librería de Amalio Fernández (en la calle de la Paz).

En una entrevista en el primer número de Papel, libro, revista (marzo de 1942), Jesús Menéndez evocó el rigor con que Victoriano Suárez trataba a sus empleados, a los que multaba cuando éstos cometían errores o eran poco escrupulosos en el trato con los libros o con los clientes, pero reconoce también la efectividad del método y el éxito posterior que obtuvieron la mayoría de los jóvenes que empezaron trabajando con él y perseveraron en el empeño.

Menéndez había llegado a Buenos Aires en 1874 e inicialmente se empleó en la librería Real y Prada, que unos años después desapareció. De allí pasó a la librería que el migrante francés Félix Lajouane había abierto en la calle Perú y, con el nombre de Librería Nacional, convirtió en sede de importantes tertulias, además de dedicarse a la edición de libros sobre todo de tema jurídico. Sin embargo, mayor importancia histórica tiene el hecho de que Lajouane se ocupara de la que probablemente sea la primera edición bilingüe de poesía en Argentina: El infierno, de Dante, traducido en verso por Bartolomé Mitre en 1891 y de la que se hizo una edición de lujo y numerada con aguafuertes de Abbot, que el propio Mitre describió del siguiente modo en la edición de su traducción de La Divina Comedia:

Magnifica edición, impresa en París, en papel especial, marcas de filigrana con ilustraciones compuestas y grabadas por los mejores artistas franceses. Fue puesta en circulación en Buenos Aires el mismo año [1891]. No habiendo tenido tiempo el traductor, durante su permanencia en París, para dar la última mano a su trabajo, ella adolece de notables errores tipográficos, así como de forma y concepto.

Retomando el hilo, finalmente, en 1900 Jesús Menéndez fundó la Librería y Casa Editora Jesús Menéndez, pero para entonces ya había creado la librería de la calle Bernardo de Irigoyen y actuado como editor en una buena cantidad de libros.

Paul Groussac

De 1898 es por ejemplo un Repertorio de jurisprudencia comercial de José A. Frías (1866-1933) salido de la Imprenta Adolfo Grau (que a su vez se convertiría también en editorial) en la que figura como editor la Librería de Jesús Menéndez. A principios del siglo XX se convirtió en el principal editor del viajero y escritor a quien se tiene por precursor del cuento policíaco argentino («La pesquisa», de 1884),  Paul Groussac (1848-1929), a quien Menéndez publicó El viaje intelectual. Impresiones de naturaleza y arte (1904 y 1920), Estudios de historia argentina (1918), Los que pasaban (1919), La divisa punzó (ya como Jesús Menéndez e hijos Libreros Editores, 1923), Crítica literaria (1924), Del Plata al Niágara (1925), etc.

No obstante, acaso en lo que se refiere al ámbito literario su obra más citada sea la primera edición en 1919 de una obra casi póstuma del poeta mexicano Amado Nervo (1870-1919), El estanque se los lotos, de la que se hizo una tirada modesta cuya ilustración de portada es obra del entonces joven pintor, escenógrafo e ilustrador argentino Gregorio López Naguil (1894-1953).

El año siguiente le publica a Jorge Cabral Texo su influyente Historia del Código Civil Argentino y al prestigioso profesor Rodolfo Bullirich (1885-1945) La responsabilidad del Estado.

En 1926 le publicó al ya mencionado compañero de estudios Rafael Calzada Fernández el cuarto de los veinte tomos que componen sus obras completas Cincuenta años de América. Notas autobiográficas. Por entonces quedaban ya lejos los primeros escarceos de Calzada Fernández en el género teatral (su «juguete cómico en un acto» Escapando de un inglés se estrenó en Barcelona en 1870 y de esas mismas fechas son las comedias Empleados y cesantes, El médico de mi mujer y ¡Ladrones, ladrones!) y se había establecido como uno de los empresarios más sólidamente asentados y en uno de los que más ayudó a la integración de los migrantes españoles en Argentina.

En el ámbito de la literatura, son también los años en que la de Menéndez se convierte en la editorial del historiador, periodista y polifacético escritor Bernardo González Arrili (1892-1987), a quien publica las novelas La invasión de los herejes (1926), El pobre afán de vivir (1928) y La virgen de Luján (1930) y aún aparecería con pie de Menéndez la biografía de Sarmiento (1939). También por aquel entonces, Jesús Menéndez se había convertido ya en poco menos que el decano de los libreros bonaerenses y en uno de los comentaristas más activos sobre el sector, reivindicando siempre que tenía ocasión nuevos modos y estrategias para ampliar los índices de lectura en Argentina. En El más caro de los lujos (2008), por ejemplo, Guillermo Gasió recoge unas declaraciones de Menéndez publicadas en septiembre de 1928 en La Nación en las que, además de señalar la importante responsabilidad de los críticos literarios, atribuye los insuficientes niveles de lectura a algo que puede resultarnos tan familiar en el siglo XXI como son «las distracciones fáciles, que no exigen colaboración mental ni preocupación superior [y] quitan mucho público a las manifestaciones de la inteligencia». No es de extrañar que la breve trayectoria de la revista Papel, Libro, Revista se abriera con una entrevista a este auténtico hombre del libro; más sorprende que su figura haya sido tan poco estudiada y sea tan poco conocida.

Principales fuentes:

Matías Maggio-Ramírez, «Estampas sobre las librerías: Papel, Libro Revista (1942-1945)», Texturas, núm 51 (2023), pp. 143-160.

Gabriel Molina Navarro, Libreros y editores de Madrid durante cincuenta años, 1874-1924, Madrid, edición del autor, 1924.

La incompleta recuperación editorial de Gamaliel Churata

En el año 2020, después de documentar que había sido anunciado en el Boletín Titikaka en las primeras décadas del siglo XX, Ulises Juan Zeballos Aguilar se lamentaba con toda la razón de que las Tojjras de Gamaliel Churata siguieran inéditas en volumen y dispersas en revistas como Kosko (1924-1925), Cirrus (1925), Amauta (1926-1930) y Labor (1928-1929) y periódicos como los limeños El Momento y El Expreso. Afortunadamente, ese mismo año 2020 aparecía en el sello arequipeño Surnumérica (integrado en la editorial Cascahuesos) Tojjras y otras narraciones como quinto número de la colección Clásicos y contemporáneos.

La prolongada caída en el olvido de Gamaliel Churata, seudónimo de Arturo Pablo Peralta Miranda (1897-1969), quizá pueda atribuirse a la escasez de la obra publicada en forma de libro en vida, además de a su exilio en Bolivia durante buena parte de su vida. Pero las complicaciones para la difusión de sus libros se manifiestan ya en el caso de su obra más reeditada y conocida, El pez de oro (Retablos del Laykhakuy) ‒nada que ver con la novela homónima de Ramon J. Sender, de 1976‒, que el propio autor resume del siguiente modo en una nota previa de la primera edición:

El pez de oro cursó no breve génesis editorial debido a causas ‒algunas de ellas‒ casi fantasmales, si cuando iba por la mitad la impresión de sus pliegos, y éstos se arracimaban en respetable volumen cabe sigiloso rincón, la imprenta de la SPIC [Subsecretaría de Prensa, Informaciones y Cultura] fue asaltada por marejada fascista, que incendió lo incendiable y destrozó lo que no habría de ceder a la acción del fuego…

Terminada en Puna 1927, esta extensa obra fue destruida 1932, cuando durante el régimen del militar Luis Miguel Sánchez Cerro (1889-1933) grupos fascistas, además de destrozar la mencionada imprenta, allanaron la casa de Peralta Miranda, saquearon su biblioteca y poco después fue desterrado al país vecino, de modo que este texto no se recuperó, corregido y ampliado, hasta que en abril de 1957 lo publicó en Cochabamba (Bolivia) la Editorial Canata. Treinta años después aparecería en tres volúmenes una tirada de mil ejemplares en la Editorial Universo, y ya en 2011 una edición crítica a cargo de José Luis Ayala para AFA Editores Importadores y en 2012 otra en la colección Letras Hispánicas de Cátedra, preparada y prologada en este caso por Helena Usandizaga, que ocupa 1024 páginas. Como carta de presentación al lector español, probablemente una edición crítica de semejantes dimensiones abrumadoras ‒y precio, para el bolsillo de un estudiante: 24 euros‒ no era el modo más seguro de conseguir captar la atención y el interés sobre un lector desconocido casi por completo.

Arturo Pablo Peralta Miranda

Hasta el año 1957, pues, al margen de una amplia, heterogénea e interesantísima obra dispersa en publicaciones periódicas tanto peruanas como bolivianas, su texto de mayor trascendencia acaso fuera el poemario Interludio bruníldico, aparecido en el periódico El Comercio de Cusco el 27 de abril de 1930.

En cuanto al peculiar género de las Tojjas, seis de ellas fueron recogidas en el volumen, también póstumo, publicado por el Instituto Puneño de Cultura Gamaliel Churata. Antología y valoración (1971), que incluye también fragmentos de El pez de oro, entre otras obras, pero es bastante anterior a la revalorización académica de Churata como creador de una fusión del vanguardismo y el indigenismo caracterizado por la hibridación (de géneros, de lenguas, de referentes culturales) que se produjo a partir de los años noventa y sobre todo ya en el siglo XXI.

Siguiendo a Mauro Mamani Macedo, Rony Vásquez Guevara concibe precisamente buena parte de las Tojja (término que en lengua aimara equivale a «pedazo de tierra») como una combinación entre el microrrelato occidental (por la forma) y los ichik willakuy de la literatura quechua (por los temas, el sentido que se les da y por cómo se estructuran textualmente).

Particular mérito tiene en esta progresiva recuperación y revalorización de la obra poética, narrativa y ensayística de Churata la labor llevada a cabo por Arturo Vilchis Cedillo, autor además de un interesante artículo sobre la presencia del montaje cinematográfico en el cuento de Churata «El Gamonal» (publicado en los números 5 y 6 de Amauta en 1927 e ilustrado por el introductor del muralismo en Perú, Carlos Quispe Asín, 1900-1983) y otro sobre la relación entre Pablo de Rokha (1894-1968) y Churata. Vilchis creó en México la muy modesta editorial América Nuestra-Rumi Maki (que en quechua significa «mano de piedra» y fue el nombre que adoptó Teodomiro Gutiérrez Cuevas, militar anarquista que en 1915 encabezó una rebelión campesina en Puna en la que confluían el indigenismo y el anarquismo), y ya en enero de 2008 publicó el folleto Gamaliel Churata en la «Semana Gráfica». El mismo año aparecían con el mismo sello Arturo Pablo Peralta Miranda. Travesía de un itinerante y, en edición del propio Vilchis, el libro de Churata Aspectos de la literatura indoamericana.

Afortunadamente, la recuperación de Arturo Pablo Peralta Miranda, y sus múltiples seudónimos, ya había entrado en una marcha que parece imparable y que ha cristalizado en numerosos libros, tesis doctorales y estudios.

Fuentes:

Mauro Mamani Macedo, «Representación andina en las Tojjras narrativas de Gamaliel Churata», Mitologías Hoy. Revista de pensamiento, crítica y estudios literarios latinoamericanos, vol. 21 (verano de 2020), pp. 153-169.

Helena Usandizaga, «El pez de oro, de Gamaliel Churata, en la tradición de la literartura peruana», América sin nombre, núm. 13-14 (2009), pp. 149-159.

Manuel Valladares Quijano, «Las letras que forjaron el indigenismo cusqueño», Guaca, núm. 2 (junio 2005), pp. 39-60.

Rony Vásquez Guevara, «El conjunto textual de Tojjras de Gabriel Churata: entre los microrrelatos y los ichik willakuy», Microtextualidades. Revista Internacional de microrrelato y minificción, núm 13, pp. 25-43.

Philarine Stefany Villanueva Ccahuana, «Entre palabras, imágenes e indigenismos: estudio comparativo entre Amauta y Boletín Titikaka», Letras. Revista de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, vol. 89, núm 129 (enero-junio de 2018), pp. 154-171.

Ulises Juan Zeballos Aguilar, «Editorial Titikaka Puno (1926-1930). La producción editorial en el Perú», Mitologías Hoy. Revista de pensamiento, crítica y estudios literarios latinoamericanos, vol. 21 (verano de 2020), pp. 46-58.

Arturo Pablo Peralta Miranda

Rodolfo Halffter y las Ediciones Mexicanas de Música

El estreno en enero de 1940 del ballet de Rodolfo Halffter (1900-1987) Don Lindo de Almería, con libreto de José Bergamín (1895-1983), en el Teatro Fábregas de México se ha señalado como uno de los acontecimientos más simbólicos del encuentro entre los músicos republicanos españoles y los mexicanos en el siglo xx (así lo hace implícitamente Consuelo Carredano en su libro citado en las fuentes). El estreno lo llevó la compañía creada por la bailarina estadounidense Ana Sokolow (1910-2000) que sería el germen de la compañía La Paloma Azul, en la que destacaría la bailarina y coreógrafa Rosa Reyna Salceda (1924-2006) y en la que figuraban también Ana Mérida (1922-1991) y Marta Bracho (1927-2019). Asistieron a este estreno desde pintores como Diego Rivera (1886-1957) ‒que más tarde haría un retrato famoso de Ana Mérida‒ y Manuel Rodríguez Lozano (1896-1971) a compositores como Carlos Chávez (1899-1978) y Silvestre Revueltas (1899-1940), además de colegas españoles como el musicólogo Adolfo Salazar (1890-1958) y críticos teatrales que se ocuparon de reseñarlo como el poeta andaluz Juan Rejano (1903-1976) ‒que publicaría su crítica en el número inicial de la mítica revista Romance‒, el musicólogo gallego Jesús Bal y Gay (1905-1993) o el crítico teatral mexicano Armando de María y Campos (1897-1967).

Diego Rivera y Ana Mérida

Así resume quien mejor conoce la obra, Nigel Dennis, los antecedentes de este exitoso estreno:

El 9 de enero en el Teatro Fábregas de la ciudad de México, se estrenó Don Lindo de Almería. Presentado como «ballet-mojiganga» ‒o sea, como una especie de epílogo a otra obra más larga, en este caso la zarzuela titulada La del manojo de rosas‒, constituyó el debut oficial del nuevo grupo de bailarinas de Ana Sokolow, conocido como el Grupo Mexicano de Danzas Clásicas y Modernas. Bergamín y Halffter consiguieron la colaboración de dos pintores de gran categoría: su amigo y compatriota Ramón Gaya, que diseñó el cartel del anuncio, y el mexicano Antonio Ruiz, el Corcito, que se hizo cargo del decorado y el vestuario.

Fue este éxito el que propició que los mismos protagonistas confluyeran en otras dos obras del repertorio de La Paloma Azul, La madrugada del panadero y Lluvia de toros, pero para Halffter este estreno supuso sobre todo un paso decisivo en su integración en el sector musical y en la vida cultural mexicanos. Ya nacionalizado en el país de acogida, en octubre Halffter inició su labor docente en la Escuela Nocturna de Música y poco después entró como catedrático de Análisis Musical en el Conservatorio Nacional de Música.

En marzo de 1946 aparece el primer número de Nuestra Música, en cuya cubierta puede leerse: «Revista bimensual editada en México por Jesús Bal y Gay, Carlos Chávez, Blas Galindo, Rodolfo Halffter, Pablo J. Moncayo, Adolfo Salazar y Luis Sandi» y en el que destaca un artículo póstumo de Béla Batók (1881-1945) sobre las relaciones entre la música popular y la culta en Hungría, un tema que lógicamente interesaba mucho a quienes lideraron la modernización de la música clásica española incorporando a ella el acervo de la música tradicional. Si bien el propósito declarado en el primer editorial de Nuestra Música es «impulsar, en la medida de nuestras fuerzas, la corriente renovadora del ambiente musical mexicano» y «contribuir decididamente ‒como compositores, como organizadores y como críticos‒ al desarrollo musical de México», cuesta no ver en esta cabecera alguna forma de continuación, en un nuevo contexto, de la revista editada en Barcelona entre enero y junio de 1938, Música, a cuya fundación había contribuido Halffter e incluso había dirigido el quinto y último número (un número doble, de mayo-junio). En ella, de formato y tipografía muy similar a su descendiente hispanomexicana, confluían el conocido como Grupo de los Ocho ‒considerado a menudo como el equivalente musical de la generación del 27, que tomaba a Manuel de Falla como uno de sus principales referentes y estaba formado por Salvador Bacarisse (1898-1963), Fernando Remacha (1898-1984), Gustavo Pittaluga (1906-1975), Julián Bautista (1901-1961), Juan José Mantecón (1895-1964), Rosa García Ascot (1902-2002) y los hermanos Halffter: Rodolfo y Ernesto (1905-1989)‒ con algunos de los representantes del conocido como Grupo Catalán, y en particular Robert Gerhard (1896-1970) desde su exilio en Londres. Publica además unos suplementos en los que se dan a conocer, por ejemplo, partituras de Gustavo Durán (1906-1969) con letra de Rafael Alberti (1902-1999), composiciones de Rodolfo Halffter (Danza de Ávila) y letras de Federico García Lorca (1898-1936), todo ello con viñetas de la ilustradora luego también exiliada en México Alma Tapia (1906-1993) y del ya mencionado Ramón Gaya (1910-2005).

Rodolfo Halfter

Al poco de empezar a rodar Nuestra Música, se constituyen formalmente como grupo en febrero de 1947 y se ponen en marcha las Ediciones Mexicanas de Música, que subsume a la revista, pero incluso antes, además de diversas iniciativas de promoción y difusión de la música que estaban componiendo (particularmente los «Conciertos de los lunes»), habían puesto en circulación una edición de los Cinco preludios de Blas Galindo (1910-1993).

Halffter, sin remuneración alguna, se convierte en gerente de la editorial, con Isolda Acevedo (1931-2013) como su mano derecha y con un consejo editorial formado por Chávez, Sandi y Bal y Gay. Los primeros títulos que publican son todos ellos de miembros del grupo o sus aledaños: Canto a la tierra (1946), de Chávez; Preludio (1947), de Rosita Bal (de soltera Rosa García Ascott, 1902-2002); Cuatro piezas (1947), de Bal y Gay; Dos canciones (1947), de Galindo, y Diez haikais (1947), de Sandi, hasta la publicación aún en 1947 del coro mixto a capella Pequeña misa fúnebre, del por entonces recién fallecido Rafael J. Tello Rojas (1872-1946). En 1949, todavía con un predominio abrumador de las composiciones de los miembros del grupo, se añaden al catálogo Amanecía en el naranjel, del compositor tepaneca Carlos Jiménez Mabarak (1916-1994), y un Trío para violín, viola y violoncello de Manuel M. Ponce (1882-1948), quien poco antes de morir había recibido el Premio Nacional de Artes.

El vínculo con la España republicana, además de la publicación de la partitura de Rosita Bal, es muy evidente en la revista Nuestra música, en la que se recuperan dos textos importantes aparecidos previamente en cabeceras españolas: Cruz y raya de Bergamín (un artículo de Manuel de Falla sobre Wagner) y la ya mencionada Música (un ensayo de Eduardo M. Torner sobre la rítmica en la música tradicional española), pero además quedó en proyecto la idea de reeditar El siglo romántico. Ensayos sobre el Romanticismo y los compositores de la época, que Adolfo Salazar había publicado en la madrileña editorial de J.M. Yagües en 1936.

La revista atravesó dificultades económicas severas en los primeros años de la década de 1950, debidas sobre todo a la pérdida de una subvención del Instituto Nacional de Bellas Artes, hasta el punto de que en 1953 desapareció definitivamente. La editorial, en cambio, sigue en activo en el momento de escribir estas líneas, pues cuando se produjo la muerte de Halffter (a quien sustituyó el frente de la editorial Isolda Acevedo) el proyecto había adquirido ya unas dimensiones y ejercido una influencia en el panorama musical mexicano que la hicieron poco menos que imprescindible. En este sentido, no deja de tener su punto simbólico que fueran las Ediciones Mexicanas de Música las que publicaran una edición facsímil de la composición Diario, del musicólogo hispanomexicano Julio Estrada, en 1980, el mismo año en que fallecía el padre del compositor (el militar Manuel Estrada Manchón, 1902-1980), que se hizo famoso por haber conseguido que los archivos sobre inteligencia militar generados durante la guerra civil fueran devueltos a la administración española ‒en tiempos ya de Jorge Semprún (1923-2011) como ministro de Cultura‒, y quien en 1943 había publicado un librito con doce ilustraciones del madrileño exiliado en México Lucio López Rey (1904-1957) titulado Hitler en la luna.

Fuentes:

Web de Ediciones Mexicanas de Música

Consuelo Carredano, Ediciones Mexicanas de Música. Historia y catálogo, preliminar de Gloria Carmona, México, Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical, Instituto Nacional de Bellas Artes y Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1994.

Consuelo Carredano, «Hasta los verdes maizales de México. Rodolfo Halffter y Don Lindo de Almería», Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, núm. 93 (2008), pp. 69-102.

Nigel Denis, «El baile en el exilio: La Paloma Azul» (México, 1940)» en Manuel Aznar Soler y José Ramón López García, eds., El exilio republicano de 1939 y la segunda generación, Sevilla, Renacimiento, 2011, pp. 865-876.

Idoia Murga Castro, «Anna Sokolow, el exilio español y los orígenes de la danza moderna mexicana», La investigación en danza, vol. 1 (2006), pp. 367-376.

Gonzalo Penalva. Tras las huellas de un fantasma. Aproximación a la vida y obra de José Bergamín, Madrid, Turner, 1985.

Teresa Santa María, «Repertorio teatral de José Bergamín», en Manuel Aznar Soler, ed., El exilio teatral republicano de 1939, Sant Cugat del Vallès, Gexel, 1999, pp. 363-378.