El exiliado español Luis Hernández García, linotipista en Caracas

En el año 1977, en plena eclosión en España de libros que supuestamente debían sacar a la luz los espléndidos textos que la censura franquista había estado escamoteándole a los lectores, se publicó una Historia corta de una guerra larga, cuyo pie de imprenta remite a unos Talleres de José L. Cosano, de los que poco he logrado averiguar (más allá de que en los años cuarenta estaba domiciliada en el número 11 de la calle de la Palma de Madrid). Existe, sin embargo, un expediente de Inspección de Trabajo (número 9459), que parece aludir a esa empresa.

Sin embargo, mayor interés tiene la ajetreada biografía del autor de Historia corta de una guerra larga, Luis Hernández García (1912-2011), nacido en Gijón si bien de muy joven se trasladó con su familia a Cádiz, donde se afilió a las Juventudes Socialistas. La Historia corta narra precisamente una parte importante de su vida, la que corresponde a las etapas de la guerra civil española, la segunda guerra mundial y sus consecuencias inmediatas.

Luis Hernández García.

La guerra pilló a Luis Hernández García estudiando Magisterio en la Escuela Normal y fue alistado en el ejército sublevado, pero en cuanto tuvo ocasión, en 1937, pasó a Gibraltar y, con la ayuda del cónsul español, pudo trasladarse a Barcelona, vía Málaga y Valencia, para reencontrarse con su familia y alistarse en el ejército republicano (donde llegó a ser comisario de batallón).

Después de la guerra, cruzó la frontera con Francia y estuvo confinado en diversos campos de refugiados (Prats de Motlló, Saint Cyprien, Barcarès, Septfonds) hasta que pudo alistarse en un Grupo de Trabajo de Extranjeros y empezar a trabajar en Francia, primero en una explotación minera y luego en una empresa que elaboraba pólvora. Iniciada la guerra mundial y sabedor de que era muy conocido por la gendarmería, el avance de los nazis hizo que se marchara de Toulouse a Marsella, donde desempeñó diversos trabajos (en una mina, como pintor y en la industria metalúrgica). También en esas fechas, en agosto de 1943, se incorporó al batallón Libertad (integrado en el Batallón Mixto Extranjero) y colaboró con la resistencia hasta abril de 1945.

Fue entonces cuando se inició como linotipista, en un periódico regional, Petit Provençal, que el dirigente de la resistencia Gaston Defferre (1910-1986) había tomado por la fuerza y rebautizado como Le Provençal (en 1997 se fusionaría con Le Meriodional y pasaría a llamarse La Provence). También por entonces empieza a ocupar cargos en el Partido Socialista Obrero Español en el exilio y en su correspondiente sindicato (la Unión General de Trabajadores).

Al iniciarse la década de 1960 viajó a Venezuela y se estableció en Caracas, donde empezó a trabajar para la Imprenta Vargas (responsable de la primera edición, en 1925, de la Doña Bárbara de Rómulo Gallegos [1884-1969]). Ese mismo año 1925, esta empresa propiedad de Juan de Guruceaga (1897-1974) había empezado a publicar la famosa revista Élite, que al poco tiempo se convertiría en la punta de lanza de la vanguardia literaria acogiendo a sus más llamativos representantes e incluso creó un premio destinado a los jóvenes escritores con el mismo nombre que la revista. Ya en los sesenta, se ocupó de imprimir los ejemplares de las Ediciones Gudari que dirigía Alberto Elosegui. En definitiva, la empresa Vargas contaba por entonces con un sólido prestigio en Venezuela, al tiempo que tenía un estrecho vínculo con los exiliados republicanos, ampliamente representados en Caracas.

Al frente de la Imprenta Vargas se puso como gerente a un experimentado impresor vasco, Ricardo Leizaola, conocido como el pionero en 1931 del huecograbado en Euskal Herria (en la revista Zeruko Argia, que entre 1946 y 1948 se imprimió en Venezuela y Estados Unidos para introducirse y distribuirse en el país clandestinamente). Leizaola, hermano del presidente del gobierno vasco en el exilio (José María Leizaola), padre de la diseñadora gráfica Karmele Leizaola y fundador de la Casa Vasca de Caracas, había introducido el huecograbado también en Venezuela, así como la composición en frío con una Friden, y actuaba como editor de Élite.

Leizaola.

De la Vargas pasó a colaborar Luis Hernández también con la Linotipia Vidal ‒creada en 1963 y domiciliada primero en paseo Anauco y luego en la avenida Rómulo Gallegos‒,  que figura como responsable de la preedición de buena cantidad de libros gráficamente muy vistosos.

Gracias a la intervención del sindicato de tipógrafos, empezó luego a trabajar como asalariado en la que quizá fuera el taller más importante de aquel entonces, los Talleres Gráficos Cromotip, que llevaron a cabo espléndidas ediciones profusamente ilustradas, pero también editaron libros, como es el caso de diversas obras del exiliado catalán Pere Grases (1909-2004) (La primera editorial inglesa para Hispanoamérica en 1955, Orígenes de la imprenta Cumaná en 1956, Miranda o la introducción de la imprenta en Venezuela, en 1958 o ya en 1974 Digo mi canción a quien conmigo va); de varios libros de Martín de Ugalde (1921-2004) (Un real de sueño sobre un andamio en 1957, La semilla vieja. Cuentos de inmigrantes en 1958, y ‒después de que se autopublicara la primera obra en euskera aparecida en Caracas, Itzalleak en 1961‒ Ama Gaxo Dago y Las manos grandes de la niebla, ambas en 1964); o de títulos como Miranda y Casanova, del ingeniero catalán Carles Pi i Sunyer (1888-1971) y el conmemorativo de los 25 años del Centro Vasco de Caracas, entre otros muchos. Años más tarde, entre 1992 y 1995 el gerente de Cromotip sería Carlos Farías (embajador de Venezuela en Rusia y luego ministro de Relaciones Exteriores).

A finales de la década de 1970, la Cromotip, que había ido creciendo y ampliando sus ámbitos de actuación, vendió la parte de linotipia de la empresa a tres de sus trabajadores, momento que más o menos coincide con la aparición en Madrid de la Historia corta de una guerra larga.

Luis Hernández mantuvo también en Venezuela la intensa actividad política que había tenido en Francia, tanto en el PSOE como en la UGT, y en 1971 sería delegado de la sección de ugetistas caraqueños en el congreso de la UGT celebrado en Toulouse, si bien posteriormente militó en el PASOC, escisión del PSOE fundado en 1972 por Rodolfo Llopis (1895-1983).

Fuentes:

Iñaki Anasagasti, «Ricardo Leizaola, aquel editor vasco», Blog de Iñaki Anasagasti, 25 de septiembre de 2015.

Esther Barrachina, «Hernández Rodríguez, Luis», en Manuel Aznar Soler y José-Ramón López García, eds., Diccionario biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, volumen 3, Sevilla, Renacimiento (Biblioteca del Exilio), 2016, p. 31.

Javier Díaz Noci, «La oposición a la II República en la prensa en euskera (1930-1936)» en María José Ruiz Acosta, ed., República y republicanismo en la comunicación, Asociación de Historiadores de la Comunicación, Sevilla, 2006.

Maribel Espinozaa, «Entre el “rumor de las prensas” y el “aire de las tintas»», El Nacional, noviembre de 2023.