Antonio Vilanova y La Palabra Crítica de la editorial Lumen

En Por orden alfabético, el editor de Anagrama, Jorge Herralde, recoge un texto leído en el acto de homenaje al profesor Antonio Vilanova (1923-2008) celebrado en la Universitat de Barcelona en febrero de 2002 en el que cuenta cómo llegó a sus manos Nueva lectura de «La Regenta», que había publicado el año anterior en la colección Argumentos. El eminente profesor de esa universidad, crítico y editor no tenía ninguna duda de que el destino lógico de este texto ‒que remataba la campaña en la que se había embarcado de recuperación de lectores para Leopoldo Alas (1852-1901)‒ sería la colección que él mismo dirigía para la editorial Lumen, pero a la muerte de Magín Tusquets su hija Esther Tusquets (1936-2012), decidió vender la editorial a la multinacional alemana Bertelsmann, que no tardó en segar la trayectoria de una colección que en el mismo texto Herralde describe como «militantemente minoritaria pero perfectamente asumible por la Lumen de Esther. Una de esas colecciones que, al parecer, sólo son posibles en editoriales independientes vocacionales, digan lo que digan determinados ejecutivos de los grandes grupos».

Lo cierto es que el texto de presentación de esta colección de Lumen, Palabra Crítica, que aparecía en las solapas de los ejemplares en ningún caso podía augurar unas ventas excesivamente cuantiosas, ni por los temas que proyectaba abordar ni por el tipo de lector al que se dirigía, que a lo sumo conformaban un nicho bastante limitado:

Básicamente destinada a la publicación de libros de crítica y ensayo de los grandes maestros del género, y de obras fundamentales, españolas y extranjeras, de teoría literaria y estética, la nueva colección Palabra Crítica, además de este primordial objetivo, prestará especial atención a otras dos áreas concretas y específicas. De un lado, a la recopilación de volúmenes misceláneos sobre la recepción crítica de que han sido objeto las grandes obras de la literatura de los siglos XIX y XX en el momento de su aparición y en tiempos posteriores. De otro, a la publicación de grandes panoramas y antologías históricas sobre géneros, movimientos y escuelas literarias, que sean de especial utilidad para el lector culto, y a la vez instrumento de trabajo, de consulta obligada, para el estudiante universitario.

En 1987 aparecían los cuatro primeros títulos, que eran ya indicativos de la fidelidad a este planteamiento: «La Regenta» de Clarín y la crítica de su tiempo, de María José Tintoré; España contemporánea, de Rubén Darío (1867-1916); Ensayos sobre «El nombre de la rosa», editado por el alumno de Umberto Eco (1932-2016) y escritor todo terreno Renato Giovannoli, y la recopilación de críticas literarias de Clarín Mezclilla, prologada por el propio Vilanova (que prologaba también los dos primeros títulos de la colección). Contrastando este estreno con las intenciones programáticas ya citadas (acaso redactadas con la programación para 1987 ya cerrada), el libro de Tintoré puede entrar en la categoría de volumen «sobre la recepción crítica de que han sido objeto las grandes obras de la literatura de los siglos XIX y XX» y los de Rubén Darío y  Clarín pueden interpretarse como libros «de crítica y ensayo de los grandes maestros del género», pero tal vez el de Giovannoli respondiera más a la voluntad de asegurar una atención por parte de la prensa y de los lectores, muy consecuente además con el hecho de ser Lumen la editora en España de El nombre de la rosa (en traducción de Ricardo Pochtar), o bien que el editor consideraba la novela de Eco como una de las grandes obras de su tiempo.

Los siguientes títulos parecían confirmar que la colección era una plataforma que tenía como uno de sus objetivos prioritarios la resituación de Clarín en el canon literario español (que había recibido un cierto y relativo impulso con la conmemoración en 1985 del centenario de la publicación de La Regenta): los dos volúmenes de Ivan Lissorgues, Clarín político (prologados ambos por Gonzalo Sobejano) en 1989 y Nueva Campaña, de Clarín y con prólogo de Vilanova, el año siguiente.

También de esos primeros años de la colección Palabra Crítica, concretamente de 1989, es una revisión y puesta al día de Erasmo y Cervantes, que en el ya lejano 1949 Antonio Vilanova había publicado en la delegación en Barcelona del Instituto Miguel de Cervantes de Filología Hispánica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en 1949.

La teoría literaria entró en la colección con la primera edición en español del entonces ya fallecido Paul de Man (1919-1983), sus Alegorías de la lectura. Lenguaje figurado en Rousseau, Nietzsche, Rilke y Proust (1990), publicado originalmente diez años antes en las Yale University Press. Justo el año anterior a este estreno de De Man en español había aparecido el explosivo artículo de Denis Donoghue, «The strange case of Paul de Man», en el que poco menos que se demostraba la bigamia del autor y, además, a partir sobre todo de las investigaciones de Ortwin de Graeft, se revelaban las actividades colaboracionistas con el nazismo del teórico deconstruccionista y se sacaba a la luz la existencia de casi doscientos artículos antisemitas escritos por De Man en Bélgica durante la ocupación (en Le Soir y en Het Vlaamsche Land); y a ello hay aún que añadir que, además de dirigir el departamento de libros en francés de la distribuidora Agence Dechenne, Paul de Mann había sido lector para las Éditions de la Toison d’Or, propiedad de la pronazi Lucienne Didier y dirigida por su marido Édouard; que De Man había falsificado su currículum para obtener su primer puesto como profesor en Estados Unidos aún tardaría unos años en saberse. Sin duda, todas estas revelaciones habían bastado para poner de actualidad al teórico de origen belga ‒por lo menos en ciertos sectores, editoriales y académicos, bien informados‒, pero no precisamente para bien.

Gérard Genette.

Sin embargo, el autor estrella de la colección en el ámbito de la teoría literaria fue Gérard Genette (1930-2018), de quien se publicaron las traducciones de Carlos Manzano de Figuras III (1989), Ficción y dicción (1993) y La obra del arte (1997), si bien el segundo volumen de esta última, La relación estética, la tradujo Juan Vivanco. Como es bien sabido, los libros Genette también llegaron a España con retraso, pues Figures III se había publicado en francés en 1972, pero con los otros dos Antonio Vilanova conseguía que los lectores españoles pudieran recuperar el paso de la crítica literaria occidental (Fiction et diction es de 1991, L’Œuvre de l’art de 1994 y La Relation esthétique de 1997).

La literatura española más reciente aparecía por primera vez en la colección con su decimoctavo número, ya a finales de 1994 con Abriendo caminos. La literatura española desde 1975, un libro colectivo en el que diversos estudiosos predominantemente alemanes abordaban aspectos de las obras de José Martín Recuerda (1926-2007), Esther Tusquets, Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003), José Luis Alonso de Santos (n. 1942), Cristina Fernández Cubas (n. 1945), Monserrat Roig (1946-1991), Carme Riera (n. 1948), Ana Rossetti (n. 1950) y Antonio Muñoz Molina (n. 1956), entre muchos otros, en un libro editado por el catedrático de la berlinesa Universidad de Humboldt Dieter Ingenschay y coordinado por quien fuera asistente de cátedra de Hans-Robert Jauss Hans-Jörg Neuschäfer.

Y a este siguieron inmediatamente, como números 19 y 20 y ambos en 1995, el libro de Antonio Vilanova, Novela y sociedad en la España de la posguerra, y el editado por Manuel Ángel Vázquez Medel, Luis Goytisolo: el espacio de la creación, que recogía los textos presentados en el I Simposio Internacional sobre Narrativa Hispánica Contemporánea firmados por autoridades en la materia del calibre y prestigio de Gonzalo Sobejano (1928-2019), Ignacio Soldevila (1929-2008), Marise Bertrad de Muñoz (1932-2019) y Robert C. Spires (1936-2013), entre otros.

Si bien mediados los años noventa la cadencia ya había pasado a ser de un par de títulos al año, no pudo ir mucho más allá esta colección diseñada gráficamente por Joaquín Monclús, de libros encuadernados en rústica con solapas y con un formato de 18,50 x 14 cm. La cerró otro título Genette ‒como podía haberlo cerrado alguno de o sobre Clarín‒, tras veintiséis números.

Anexo: Colección Palabra Crítica (Lumen)

1 María José Tintoré, La Regenta de Clarín y la crítica de su tiempo, con prólogo de Vilanova, 1987.

2 Rubén Darío, España contemporánea, prólogo de Antonio Vilanova, 1987.

3 Renato Giovannoli, Ensayos sobre «El nombre de la rosa», 1987.

4 Leopoldo Alas Clarín, Mezclilla, prólogo de Antonio Vilanova, 1987.

5 Ivan Lissorgues, Clarín político I, prólogo de Gonzalo Sobejano, 1989.

6 Ivan Lissorgues, Clarín político II, prólogo de Gonzalo Sobejano, 1989.

7 Leopoldo Alas Clarín, Nueva campaña, prólogo de Antonio Vilanova, 1990.

8 Antonio Vilanova, Erasmo y Cervantes, 1989 (edición de una versión previa en 1949 en la delegación en Barcelona del Instituto Miguel de Cervantes de Filología Hispánica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas).

9 Paul de Man, Alegorías de la lectura. Lenguaje figurado en Rousseau, Nietzsche, Rilke y Proust, 1990.

10 Gérard Genette, Figuras III, traducción de Carlos Manzano, 1989.

11 Juan López-Morillas, Krausismo, estética y literatura, 1990.

12 Nora Catelli, El espacio autobiográfico, 1991.

13 Leopoldo Alas Clarín, Ensayos y revistas, prólogo de Antonio Vilanova, 1991.

14 James Joyce, Escritos críticos, edición de Ellsworth Mason y Richard Ellman, traducción de Andrés Bosch, 1991.

15 Azorín, Artículos anarquistas, prólogo, selección y notas de Antonio Vilanova, 1992.

16 Gérard Genette, Ficción y dicción, traducción de Carlos Manzano, 1993.

17 Miguel de Unamuno, Artículos en «Las Noticias» de Barcelona (1899-1902), recopilación e introducción de Adolfo Sotelo Vázquez, 1993.

18 Dieter Ingenschay (editor literario) y Hans-Jörg Neuschäfer (coordinador), Abriendo caminos. La literatura española desde 1975, 1994.

19 Antonio Vilanova, Novela y sociedad en la España de la posguerra, 1995.

20 Manuel Ángel Vázquez Medel, ed., Luis Goytisolo: el espacio de la creación. I Simposio Internacional sobre Narativa Hispánica Contemporánea, 1995.

21 Rosa Cabré, José Yxart. Crítica dispersa, 1996.

22 Juan Valera, El arte de la novela, prólogo y selección de Adolfo Sotelo Vázquez, 1996.

23 Gérard Genette, La obra del arte, traducción de Carlos Manzano, 1997.

24, Anthony Percival, ed., Escritores ante el espejo. Estudio de la creatividad literaria,

25 Poesía española del 98 a la posguerra, edición de Antonio Vilanova, carta-prólogo de Juan Ramón Jiménez, 1998.

26 Gérard Genette, La obra del arte II. La relación estética, traducción de Juan Vivanco, 1997.

Fuentes:

Evelyn Barish, The Double Life of Paul de Man, Nueva York, Liveright, 2014.

Denis Donoghue, «The strange case of Paul de Man», New York Review of Books, 29 de junio de 1989.

Alba Guimerà Galiana, «Nota sobre Antonio Vilanova», Cuadernos Hispanoamericanos, 30 de abril de 2020.

Jorge Herralde, «Homenaje al maestro Antonio Vilanova en el Aula Magna», en Por orden alfabético. Escritores, editores, amigos, Barcelona, Anagrama (Biblioteca de la Memoria 22), 2006, pp. 317-320.

Max Hidalgo Nátcher, Los estudios literarios en Argentina y en España. Institucionalización e internacionalización. 1 Teoría en tránsito. Arqueología de la crítica y la teoría literaria españolas de 1966 a la posdictadura, Ciudad de Santa Fe, Ediciones Universidad Nacional del Litoral, 2022.

Adolfo Sotelo Vázquez, «10 anys sense Antonio Vilanova: Fons d’autògrafs de la biblioteca Vilanova», Bloc de Lletres de la Universitat de Barcelona, 5 de febrer de 2008.

Fernando Valls, «Antonio Vilanova, profesor, filólogo y crítico literario, ha muerto», La Nave de los Locos, 8 de febrero de 2008.

La editorial de Daniel Cortezo como factor determinante en el proceso creativo de «La Regenta»

De 1885 es la primera edición de La dama joven, de Emilia Pardo Bazán (1851-1921), en un volumen prologado por la propia autora (fechado el 5 de septiembre de 1884 en La Coruña) y que incluye los relatos «La dama joven», «Bucólica», «Nieto del Cid», «El indulto», «Fuego a bordo», «El rizo del Nazareno», «La Borgoñona», «Primer amor», «Un diplomático», «Sic transit…», «El premio gordo», «Una pasión», «El príncipe Amado» y «La gallega».

Emilia Pardo Bazán.

Con dibujos de M[anuel] Obiols Delgado grabados por Thomás, e incluida en la muy prestigiosa colección Biblioteca de Artes y Letras, se trata del primer libro que publicó a Pardo Bazán el Establecimiento Tipográfico-Editorial de Daniel Cortezo y C.ª (con sede en el número 95 de la calle Ausiàs March de Barcelona), apenas un año después de la muy polémica La cuestión palpitante (impresa en Madrid a cargo de Victorino Sainz), que llevaba un prólogo de Leopoldo Alas (1852-1901).

A continuación, fue también la empresa de Daniel Cortezo la que se ocupó de las primeras ediciones de los libros de Pardo Bazán Los pazos de Ulloa. Novela original, precedida de unos apuntes autobiográficos (1886) y La Madre Naturaleza. Novela. Segunda parte de Los Pazos de Ulloa (1887), lo que bastaría para que Daniel Cortezo ocupara un lugar de honor entre los editores decimonónicos, y en particular entre los impulsores del naturalismo.

Leopoldo Alas.

Sin embargo, el nombre de Cortezo suele aparecer asociado a otra edición tanto o más importante en este sentido, un poco anterior a esta, y que, como consecuencia del atropellado proceso editorial, fue sospechosa de haber sido pirateada, la de La Regenta (1884), de Leopoldo Alas, Clarín. En refuerzo de esta hipótesis de piratería se evocó por ejemplo una carta del escritor asturiano Armando Palacio Valdés (1853-1938) a Clarín de 1888 en la que le advertía que tuviera mucho cuidado porque, pese a que hacía ya tiempo que se había agotado la primera edición de La Regenta (al margen de una seriada en La Publicitat), Cortezo no la había reimpreso.

Josep Yxart.

La edición corrió a cargo de quien desde mediados de 1883 era el director literario de la colección, el prestigioso ensayista, traductor y crítico literario Josep Yxart (1852-1895). Fue Santos Sanz Villanueva quien advirtió ciertas diferencias entre ejemplares distintos del primer volumen de lo que parecía la primera edición del primer volumen, lo que puso sobre la mesa la posibilidad de que alguien (¿el propio Cortezo?) hubiera llevado a cabo una edición no autorizada por el autor. Se daba el caso de que términos que en unos ejemplares aparecían en cursiva, en otros aparecían en redonda; en algunos ejemplares se sustituían algunas palabras por sinónimos; en algunos pasajes se insertaban breves añadidos… Sin embargo, el caso tenía una explicación más simple que la sospecha de piratería, y José Luis Gómez la clarificó con detenimiento en su prólogo a la edición de La Regenta en la editorial Crítica (2006): resultó que estaba estrechamente vinculada al proceso creativo. Como se explica en el mencionado prólogo, la fe de erratas que se incluyó en el segundo volumen ya daba alguna pista, pues indica explícitamente que se trata de «erratas de algunos ejemplares del primer tomo», y que el propio Clarín cuantificó en 130. José Luis Gómez llevó un paso más allá el cotejo e identificó los siete pliegos en los que aparecían estas erratas, que en ningún caso afectaban ni a los doce primeros pliegos ni a los once últimos, así como el cambio de papel (de papel con pasta mecánica a papel con pasta química) a partir del pliego 23 y que fue el que se empleó también luego en el segundo volumen.

La muy convincente hipótesis de José Luis Gómez es que Cortezo, a la vista de las expectativas que estaba generando la obra, ampliara la edición inicialmente prevista y agotara el papel del que disponía (con pasta mecánica), de modo que gastó el papel con el que había previsto toda la obra para imprimir solo los doce primeros pliegos, y el resto (incluido el segundo volumen) lo hizo con papel de pasta química. Las galeradas corregidas por el autor llegaron cuando ya se estaban imprimiendo esos pliegos, de modo que se incorporaron las correcciones a pie de imprenta, pero hubo algunos pliegos sobre los que ya no hubo ocasión de intervenir.

Cubierta de la primera edición.

Aún añade José Luis Gómez otro detalle que refuerza su fundamentadísima explicación: Si bien el único dibujante acreditado es Joan Llimona (1860-1926) y Enrique Gómez Polo (1841-1911) como grabador, a partir del capítulo XXVI del segundo tomo las ilustraciones son de Francisco Gómez-Soler (c. 1860-1899). En el aspecto gráfico, lo que más juego ha dado ha sido el aún inexplicado satisfactoriamente contraste entre el boceto de la cubierta y el acabado final, pues si bien en el boceto original de Llimona (a lápiz y coloreado con guache sobre papel, y unas medidas de 21 x 13,5) aparece un personaje inequívocamente mefistotélico cubriéndose el pelo, en el resultado final se muestra lo que podría ser un trovador que muy poco tiene ver, ni metafóricamente, con el contenido de la novela. Al parecer, el responsable de la versión última fue Francesc Jorba Curtils (1850-¿?), reputado dibujante especializado en crear planchas matrices para encuadernación industrial y colaborador habitual de Cortezo en la Biblioteca Artes y Letras, pero sigue siendo un enigma el motivo del cambio, que en cualquier caso orientó (o desorientó) algunas de las experiencias lectoras iniciales creando unas expectativas anacrónicas y absurdas. El cambio de dibujante, por otra parte, probablemente se debiera a la imposibilidad de Llimona de hacerse cargo de esta labor con la premura requerida.

Boceto de la cubierta.

Es bien sabido que el plan inicial de Cortezo, y también de Clarín, era publicar la novela en un solo volumen, pero en el momento que se llegó a ese acuerdo existía un pequeño inconveniente: la novela aún no estaba concluida. Así, pues, en cuanto tuvo escrito el material correspondiente a un volumen (en otoño de 1884) se decidió empezar a confeccionar un libro con lo que Clarín llevaba escrito (que cuantitativamente era lo estipulado, pero apenas era la mitad del proyecto narrativo), en lo que Sergio Beser (1934-2010) describió como «imposición de la editorial, y en contra de su voluntad [la de Clarín]». Se justifica así, además, que en carta no fechada de entre abril y julio de 1884 escribiera a Pérez Galdós acerca de «una novela, vendida ya (pero no cobrada)». Mientras tanto, el autor proseguía la escritura (y en diciembre corregía pruebas del primer volumen, sin abandonar tampoco su labor como crítico literario). Ese primer tomo empezó a circular aún en 1884, pero no se comercializó hasta enero de 1885. En mayo se ese año, Clarín concluye el segundo volumen, que se había ido editando en paralelo a la escritura y aparecería en julio de 1885.

Con motivo de la publicación de este segundo volumen, coincidente con la de las Obras escogidas de José Cadalso, el director de la Revista Contemporánea (1875-1907), R. Álvarez Sereix (1855-1946), destacaba implícitamente el papel que desempeñaba Cortezo en la publicación de los grandes nombres del realismo literario español: «No cabe duda que preside gran acierto a la elección de obras que hace la empresa editorial de D. Daniel Cortezo, y, por ende, de que verá premiados ésta sus afanes con el favor del público.»,  

Volviendo a esta división en dos tomos, impuesta o no por la editorial, tuvo varias consecuencias. En el terreno de la economía personal del autor, escribía Clarín al poeta en bable Pepín Quevedo (José Fernández Quevedo, 1849-1911), en carta fechada 21 de marzo de 1985, que le «han dado once mil reales, que es poco para dos tomos, pero algo para uno, que era lo que me habían pedido». Las consecuencias en la recepción crítica y de ventas de la obra ha sido muy estudiada, pues el lector decimonónico podía estar acostumbrado a seguir novelas seriadas en folletines, pero menos a esperar seis meses entre el inicio de una novela y su continuación, y más cuando el primero se destinaba sobre todo a recrear los ambientes, presentar a los personajes y plantear apenas el conflicto. Aun así, el pormenorizado estudio de José Luis Gómez le permite deducir que la primera edición debió ser de diez mil ejemplares, «tiraje muy elevado para la época, pero no excepcional», por lo que parece evidente que el éxito fue más que notable desde el primer momento y la primera parte de la novela tuvo una buenísima acogida. Con todo, el mayor interés está en las consecuencias propiamente literarias de esta división.

Desaparecidos al parecer tanto el manuscrito como las pruebas de imprenta, basta el distinto tempo narrativo de la segunda parte, sobre todo en su final, para aventurar que Clarín se esforzó en contenerse y ajustarse a la extensión de un segundo volumen similar al primero (y aún así el primero tenía 528 páginas y el segundo 592), con lo que nos encontraríamos ante un caso en que los procesos editoriales ‒¿«imposición de la editorial»?‒ se convirtieron en un factor determinante para que una de las novelas españolas más importantes del siglo XIX tuviera el ritmo (descompensado) y la forma que tuvo ya para siempre.

Fuentes:

R. Álvarez Sereix,  «Variedades. Publicaciones.», Revista Contemporánea, (julio-agosto 1885) vol. 58, pp. 82-90.

Sergio Beser, ed., Clarín y «La Regenta», Barcelona, Ariel, 1982.

José Luis Gómez, «El texto», en Leopoldo Alas, Clarín, La Regenta, edición de José Luis Gómez, anotación y revisión de Rebeca Martín y con un estudio de Sergio Beser, Barcelona, Crítica (Clásicos Universales 10), 2006)

Manuel Llanas, con la colaboración de Montse Ayats, L’edició a Catalunya. El segle XIX, Barcelona, Gremi d’Editors de Catalunya, 2004.

Ángeles Quesada Novás, «La Regenta (1885) de Leopoldo Alas, Clarín. Ilustraciones de Juan Llimona y F. Gómez Soler», en AA. VV., Literatura e Imagen. La Biblioteca Artes y Letras, Santander, Ediciones de la Universidad de Cantabria, 2012, pp. 133-154.

María José Tintoré, «La Regenta» de Clarín y la crítica de su tiempo, prólogo de Antonio Vilanova, Barcelona, Editorial Lumen (Palabra Crítica 1), 1987.

Las muy tardías traducciones de un clásico indiscutible

Portada de la segunda edición.

Las andanadas que la crítica literaria destinó a la que sin duda es una de las obras más ricas, completas, intensas y vigentes de la literatura española del siglo XIX, La Regenta, situadas en una faja a saber si acaso no resultarían muy efectivas para estimular su lectura. El padre agustino fray Francisco Blanco García (1864-1903), por ejemplo, escribía en su libro de referencia La literatura española del siglo XIX (1892) acerca de la novela de Clarín: “Disforme relato que rebosa de porquerías, vulgaridades y cinismos. Una premiosidad violenta y cansada, digna de cualquier principiante cerril”, a lo que Ramón Martínez Vigil (1840-1904) añadía: “Un libro saturado de escarnio a las prácticas cristianas y de alusiones injuriosas a respetabilísimas personas”.

Con estos antecedentes, se explica perfectamente el escaso eco de la novela y el silencio internacional, aun cuando hay noticias dispersas, de puño y letra del propio Leopoldo Alas, acerca de unas posibles traducciones al francés para publicarla seriada en Gil Blas y La Justice de Clemenceau y una alusión aún más sospechosa a una traducción al inglés en Boston. En cualquier caso, las traducciones tardaron muchísimo en producirse, y es muy probable que mucho tuviera que ver en ello la censura franquista y su postura ante La Regenta.

Si bien la primera edición que se autorizó durante el franquismo, en un volumen lujoso y a un alto precio –que la apartaba del alcance del lector medio– es de 1946, lo cierto es que no es hasta su aparición en la muy popular colección Libro de Bolsillo de Alianza Editorial (1966) que la obra se convierte en una de las novelas más famosas del siglo XIX. Y aun así, la primera traducción importante no aparece hasta 1958, firmada y prologada por Falviarrosa Nicoletta Rossini, pero publicada en una empresa de difusión muy limitada, la Unione Tipografico Editore Torino.

Es evidente que traducir una obra tan extensa tiene unos costes elevados, pero no es descabellado pensar que una de las funciones de las muy diversas instituciones estatales encargadas de velar por la cultura española bien podrían haberse ofrecido para contribuir a sufragar la traducción de una obra tan señera de las letras españolas.

Joan Llimona.

Más todavía tardó en llegar la versión al alemán, de la mano de Egon Hartman, acompañada de un postfacio de F.R. Fries y publicada bajo el sello de Burchverlag der Morgen en 1971. Cuando finalmente se llevó a cabo la traducción al inglés se cumplía exactamente un siglo desde la barcelonesa empresa de Luis Cotezo y Compañía había publicado la primera edición en dos volúmenes, con una ilustraciones del pintor modernista Joan Llimona i Bruguera (1860-1926) y grabados del también pintor Simó Gómez Polo (1845-1880), ambos formados en La Llotja (la Escola d´Arts i Oficis i Belles Arts de Barcelona). La segunda edición de La Regenta, en la madrileña Fernando Fe y sin ilustraciones pero con el célebre prólogo de Benito Pérez Galdós, no se publicaría hasta el año 1900.

Acerca de esta traducción al inglés, publicada por Penguin en 1984, ha explicado su autor (que por entonces no tenía ninguna experiencia como tal):

Dio la casualidad de que en aquellos momentos la editorial Penguin estaba planteándose la necesidad de llevar al inglés una obra capital para la literatura como es La Regenta, que hasta entonces era prácticamente desconocida para el público británico porque no existía una edición en su idioma. Y como en aquella época yo estaba empezando a publicar artículos sobre la obra, se pusieron en contacto conmigo y me hablaron de la posibilidad de encargarme a mí la traducción de La Regenta. No tuve que pensarlo mucho: me parecía maravilloso tener la oportunidad de traducir una novela de esa categoría. Ahora creo que fue una decisión muy atrevida, casi temeraria.

Es posible, pero el caso es que el traductor y autor de las notas y el prólogo a esta edición de de La Regenta, John D. Rutherford (n. 1941), lo sería años después de una del Quijote (Penguin Classics, 2000, y corregida en 2003), si bien estas dos son las únicas traducciones que figuran el currículum de este profesor universitario.

Leopoldo Alas (1852-1901).

Un poco posterior al centenario de la primera edición española lo es la primera al francés, una obra colectiva dirigida y prologada por el prestigioso hispanista Yvan Lissorgues (n. 1931) y en la que participaron A. Belot, C. Bleton, Jean-François Botrel y R. Jammes. La publicó Fayard en 1987 en un solo volumen de 735 páginas.

Dos años después, en 1987, aparecía una versión italiana más famosa, la publicada en Einaudi precedida de un estudio introductorio del conocido hispanista Dario Puccini (1921-1997), que reproducía la traducción anterior y que fue reimpresa en numerosas ocasiones a en los años finales del siglo XX.

E. Hodousek.

Prueba de las dificultades que ha supuesto a veces la traducción de esta obra son los dos años que le tuvo que dedicar el hispanista checo Eduard Hodousek (1921-2004), que tardó además otros dos en poder verla publicada (en 2002). Pese a sus reputadas traducciones de La Celestina, Quevedo, Juan Rulfo, Alejo Carpentier, García Márquez o Carlos Fuentes, fue precisamente por esta versión de La Regenta al checo, la última que vio en forma de libro, que fue galardonado con el premio que en la República Checa consagra a los grandes traductores, el J. Jungmann. En el año 2001 Hodousek dictó una conferencia en un simposio sobre la obra literaria de Clarín en la Universidad Carolina de Praga con un título muy sugerente, “La edición de La Regenta en checo. Historia, problemas y características de la traducción del texto”, que no me consta que se haya publicado pero promete ser interesante.

Con posterioridad a esta, en Penguin Classics ha aparecido en 2005 una versión corregida de la traducción de Rutherford, pero este inmenso retraso en la difusión internacional de una obra como La Regenta, y dejando a un lado los evidentes costes de traducción que supone la obra magna de Clarín, es muy probable que no se hubieran producido si, por un lado, hubiera tenido en España una circulación normal ajena a la censura y, por otra, si hubiera recibido el apoyo que en justicia le corresponde por parte de las instituciones culturales, aun cuando ya se entiende que siempre es más rentable económicamente apoyar a un autor que sigue percibiendo regalías que a otro que no. Aunque la pregunta, en tal caso, es cuál de los dos hace más por el prestigio internacional de una literatura y de una cultura. O dicho en otras palabras, si la cultura española está mejor representada por los novelistas vivos que se han beneficiado de estas ayudas o por don Leopoldo Alas.

Fuentes:

Antonio Fernández Insuela, «Algunos datos sobre la fortuna editorial de Clarín entre 1947 y 1981», en Jean François Botrel, Clarín y La regenta en su tiempo. Actas del Simposio Internacional, Universidad de Oviedo, 1987.

Bruguera, 1981, otra de las ediciones que más contribuyeron a divulgar La Regenta.

Carmen Servén Díez, “La Regenta frente a la censura franquista”,  en María del Pilar García Pinacho e Isabel Pérez Cuenca, eds., Clarín, espejo de una época. Actas del Congreso Internacional celebrado en 2001 en la Universidad San Pablo-CEU.

Juan Goytisolo, “La Regenta en Europa”, El País, 29 de enero de 1989.

Marta Rivera de la Cruz, “John Rutherford: De La regenta al Quijote”, Espéculo, núm 4 (noviembre de 1996-febrero de 1997).

María José Tintoré, La Regenta de Clarín y la crítica de su tiempo, prólogo de Antonio Vilanova, Barcelona, Lumen (Palabra Crítica 1), 1987.

La Regenta, la censura y los editores de El Pedroso (Sevilla)

Leopoldo Alas (1852-1901).

A la memoria de Sergio Beser (1934-2010).

Hay quien todavía hoy se sorprende de que la censura franquista prohibiera la circulación de la que está ampliamente considerada la mejor novela española del siglo XIX, La Regenta (1885), de Leopoldo Alas (1852-1901), Clarín, pero lo cierto es que después de la guerra tuvieron que pasar más de quince años antes de que se autorizara su publicación, e incluso cuando se hizo, en 1946, sólo se autorizó como parte de una edición de lujo de las Obras selectas de Leopoldo Alas que llevó a cabo José Ruiz-Castillo. Es indudable que esta autorización respondía, por un lado, al catálogo que había ido creando Ruiz-Castillo, poco molesto para el régimen, y sobre todo por tratarse de una edición destinada a un público adinerado y, en consecuencia (a ojos del mojigato régimen franquista), poco susceptible de dejarse arrastrar por el anticlericalismo de la novela. En las elocuentes palabras del informe, que Carmen Servén ha reproducido en uno de sus enjundiosos trabajos sobre la materia:

En esta obra Clarín parece que tiene una cuestión personal con el clero. Las Dignidades eclesiásticas lo ponen fuera de sí. La obra, meritoria en diversos aspectos, es, en general, peligrosa para personas que no estén suficientemente formadas en el orden moral y religioso […] en ocasiones roza la herejía.

Eso favorecía de un modo enorme a la editorial de Ruiz-Castillo (Biblioteca Nueva), no sólo por el hecho mismo de poder publicarla, sino que además en el momento de intentar seducir a otros autores importantes, en particular en el caso del Nobel Juan Ramón Jiménez, el hecho de poder ofrecer incorporarlo a una colección en la que figuraban ya las de Azorín y Clarín resultaba muy tentador.

Edición de las Obras Selectas de Clarín en Biblioteca Nueva. Adviértase que el título y autor sólo aparecen en el lomo.

Sin embargo, acaso alentada por esta primera autorización, la por entonces jovencísima Editora y Distribuidora Hispanoamericana (Edhasa) intentó importar doscientos ejemplares de la edición de la novela de Alas que la argentina Ediciones Emecé acababa de publicar (1946) en dos tomos. Censura denegó a Edhasa el permiso en 1947, que hizo luego una solicitud de importación de doscientos ejemplares de Doña Berta, también de Clarín.

El siguiente intento de publicar La Regenta durante la posguerra española es el que hace en 1956 Alfredo Herrero Romero (de AHR), hoy quizá más famoso por haber nacido en el mismo pueblo que José Manuel Lara (El Pedroso), por haber publicado la primera biografía de Francsico Franco (Centinela de Occidente) o por la mutilación a la que sometió la traducción que Vidal Jové hizo (a partir de la traducción francesa) del Ulysses de Joyce que otras cosas.

El Pedroso en 1888, pueblo del que a José Manuel Lara le gustaba decir que dio dos editores y ningún lector. Podría haber sido al revés.

Es curioso que Alfredo Herrero Romero (1924-1974) recurriera a un recurso muy similar al de su paisano de El Pedroso a la hora de elegir nombre para su editorial. Servirse de las iniciales de sus nombres no es muy distinto al L.A.R.A. con que José Manuel Lara Hernández se estrenó en el mundo de la edición antes de fundar Planeta. Algunas de las colecciones de AHR más famosas fueron la Epopeya y su Héroes, y no hará falta decir a qué “epopeya” aludía al título tras mencionar algunos de los biografiados, además de Franco: Queipo de Llano, Calvo Sotelo, Mola, Primo de Rivera, el general Sanjurjo, Millán Astray… Sin embargo, no puede decirse que se tratara de una editorial monotemática, pues, en un asombroso alarde de heterogenia, también publicó desde 1954 la revista de misterio Elery Queen, la colección infantil y juvenil Fantasía, Medianoche, la destinada a novelas policíacas, y sin duda la mucho más interesante Grandes Novelistas. Pero entre otras rarezas, sus catálogos incluyen también, por ejemplo, las memorias del bohemio periodista y escritor de novelas psicalípticas Eduardo Zamacois (1873-1971) o una todavía aún más incomprensible colección de literatura traducida al catalán en la que, junto al ya mencionado Ulises (para el que intentó sin éxito que Cela escribiera un prólogo) se publicó un Decameró de Boccaccio.

José Manuel Lara Hernández (1914-203).

Según se describe en la solicitud a Censura, lo que se proponía AHR respecto a La Regenta era de nuevo publicar una edición de lujo, pero en este caso en un volumen suelto. El informe que redacta A. Sobejano en respuesta a la petición de AHR de publicar la novela no tiene desperdicio:

 En realidad, los verdaderos protagonistas de la obra son la simonía y la lujuria, que convierten un bellísimo idilio digno de Santa Teresa o San Juan de la Cruz en un torbellino de lascivias sacrílegas que llegan hasta el crimen y hacen olvidar en su nauseabunda fealdad las innumerables bellezas de una pluma magistral como la de Alas. Estimando que esta joya de la literatura es más demoledora por su misma condición de joya, opinamos que NO DEBE AUTORIZARSE.

La Regenta vista por Mauro Álvarez (Plaza de Alfonso II de Oviedo).

El siguiente censor que se enfrentó a la obra, y el primero que paradójicamente la autorizó en una edición suelta, fue Manuel de la Pinta Llorente, conocido sobre todo por dos trabajos como historiador, a cuál más irónico tratándose de un lector de Censura: La Inquisición Española (1948) y La Inquisición Española y los problemas de la cultura y de la intolerancia (1958). En esta ocasión, el 30 de agosto de 1962, quien había presentado La Regenta era la editorial del otro editor del Pedroso, José Manuel Lara, y en el informe de Pinta Lorente se defendía su autorización acudiendo, ya no a la necesidad de restringir el público, sino a que la novela misma de Alas no contaría con el favor de los lectores porque era una novela que él mismo describe como “una joya de la literatura”:

Ciertamente, la novela responde en muchas de sus páginas al inveterado y soez anticlericalismo español de entonces y de «ahora», pero ha de entenderse que se trata de una novela de un intelectual con público bastante restringido, y consideramos una grave equivocación, pese a censuras anteriores negativas, prohibir esta obra, novela capital en nuestras letras contemporáneas.

Un cúmulo de despropósitos, por supuesto. Sin embargo, la autorización para que José Manuel Lara pudiera poner a la venta La Regenta abrió la veda para que pudieran publicarse a continuación tanto la previamente denegada edición de lujo de AHR (el 17 de octubre de 1963), como sobre todo la edición en bolsillo en un solo volumen a Alianza Editorial (16 de noviembre de 1966). Esta última es especialmente importante porque vino a paliar definitivamente un problema del que en 1975 dejaba constancia Francisco Pérez Gutiérrez en El problema religioso en la Generación de 1868:

En los años cuarenta Clarín no se hallaba al alcance de los pobres estudiantes que habíamos contraído el vicio de leer. Su edición de La Regenta, publicada por Emecé, en Buenos Aires en 1946, era caso imposible encontrar; sus Obras Escogidas de Biblioteca Nueva resultaba inasequible por su precio.

Sin embargo, bien pudiera suceder al lector de nuestros días que el saber que La Regenta fue prohibida por la censura franquista actuase como estímulo para leer una de las grandes novelas europeas del siglo XIX.

Folio autógrafo de La Regenta.

 

Fuentes:

Leopoldo Alas, Clarín, La Regenta (edición de Gonzalo Sobejano), Madrid, Castalia (Clásicos Castalia 110 y 111), 1980 (5ª ed.).

Sergio Beser, ed., Clarín y “La Regenta”, Barcelona, Ariel (Letars e Ideas), 1982.

Clarín y La Regenta en su tiempo. Actas del coloquio internacional, Oviedo, Universidad de Oviedo-Ayuntamiento de Oviedo, Consejería de Educación, Cultura y Deportes, 1987.

La Regenta en Libro de Bolsillo (Alianza Editorial).

José Ruiz-Castillo Basala, El apasionante mundo del libro. Memorias de un editor, Madrid, Agrupación Nacional del Comercio del Libro, 1972.

Alberto Lázaro, “El misterio del primer Ulysses catalán: la odisea de Joan Francesc Vidal Jové”, en Santiago José Henríquez Jiménez y Carmen Martín Santana, eds., Estudios Joyceanos en Gran Canaria. Joyce in his Palms, Madrid Huerga & Fierro (Ensayo 51), 2007.

Carmen Servén Díez, “La Regenta frente a la censura franquista”, en María del Pilar García Pinacho e Isabel Pérez Cuenca, eds., Clarín, espejo de una época. Actas del Congreso Internacional celebrado en 2001 en la Universidad San Pablo-CEU.

Carmen Servén Díez, “Benito Pérez Galdós y Leopoldo Alas frente a la censura franquista”, Actas del Séptimo Congreso Internacional de Estudios Galdosianos, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular, 2001, pp. 7434-756.

María José Tintoré, “La Regenta” de Clarín y la crítica de su tiempo (prólogo de Antonio Vilanova), Barcelona, Lumen (Palabra Crítica 1), 1987.