José Manuel Lara, un personaje en busca de biógrafo

NOTA: Esta reseña fue publicada originalmente en catalán con el título «José Manuel Lara, el editor, de Rafael Abella» en el Blog de l’Escola de Llibreria de la Facultat d’Informació i Mitjans Audiovisuals de la Universitat de Barcelona el 17 de septiembre de 2021.

Durante los últimos años de su vida, el empresario editorial José Manuel Lara Hernández (1914-2003) mantuvo periódicas entrevistas con uno de sus mejores amigos y autor de la Editorial Planeta, el historiador Rafael Abella (1917-2008), a partir de las cuales este último construyó el presente libro que, como explica el autor en el prólogo (fechado el año 2004), «se nutre de sus propias confesiones o afirmaciones, en su mayor parte». Más de quince años después, la cordobesa editorial Almuzara ha enriquecido ese texto que había quedado inédito con un prefacio de su hijo, el escritor especialista en tauromaquia Carlos Abella, y una protocolaria «Nota de los Editores» que, un poco sorprendentemente, firman el exministro de Aznar y creador del Grupo Almuzara Manuel Pimentel (autor además de un Manual del editor), el director editorial Antonio Cuesta, la editora Ángeles López y la responsable de producción Ana Cabello. Tal vez no llamaría tanto la atención esta profusión de firmas si no fuera por los graves y reiterados defectos de edición que, como veremos, presenta el texto.

No hay ningún género de dudas, como subrayan con entusiasta énfasis los textos mencionados, que Lara Hernández fue todo un personaje y una de las piezas clave en el sector editorial de la segunda mitad del siglo XX, pero aun así no parece que haya tenido mucha suerte con las biografías que, hasta ahora, se le han dedicado. O quizá, mejor dicho, los lectores interesados son los que no han tenido mucha suerte, porque, como bien recuerda Rafael Abella en el mencionado prólogo «en demasiadas ocasiones se han aliado o mezclado la historia y la leyenda hasta el punto de no saberse con exactitud dónde acaba la una y empieza la otra». Poco podía  hacer por resolver esta cuestión el autor tomando como fuente principal las declaraciones del propio Lara, porque cuando va más allá de las palabras textuales del biografiado recurre a menudo o bien a una hemeroteca ya profusamente expurgada con los mismos objetivos o bien al entorno empresarial y familiar más afecto al editor, pero no por ejemplo a otros colegas de profesión, escritores, agentes literarios o traductores. La proximidad del autor a su biografiado resulta definitivamente excesiva y le dificulta mucho tomar distancia y hacer un juicio o una valoración mínimamente crítica, por lo cual se pierde una vez más la oportunidad de hacer un análisis serio y ecuánime de la trayectoria y la importancia que tuvo Lara en la configuración del sector editorial español. Dice mucho la frase inicial de la Nota de los Editores al presentar el texto como «la biografía autorizada»; así pues, ninguna sorpresa. Con estas premisas, resulta menos sorprendente el pasaje en el que se explica que «en cuanto a sus méritos el [Premio] Planeta se otorga a obras inéditas de cuyo valor los asistentes al premio no tienen la menor referencia y como, además, la mayoría se presenta con seudónimo, escaso margen queda para las especulaciones y las apuestas por un autor y por otro».

Por tanto, lo que nos ofrece Abella es un recorrido por la vida del gran editor que se detiene sobre todo precisamente en aquellos aspectos más conocidos y comentados y en aquellos que permiten a Lara poner de manifiesto sus rasgos más característicos (la simpatía, la pillería, la astucia, el peculiar «gracejo» andaluz…). Después de un repaso cronológico a la trayectoria vital de Lara, a partir de un determinado momento, cuando Planeta se ha convertido ya en la mayor empresa editorial en lengua española, Abella se centra sucesivamente en otros aspectos de la personalidad del empresario. Así, por ejemplo, dedica un capítulo a su vinculación con el fútbol y muy particularmente con el R.C.D. Espanyol, y a partir de ese momento, muy en sintonía con lo que hace también José Martí Gómez en Los Lara: aproximación a una familia y a su tiempo (Galaxia Gutenberg, 2019), focaliza mucho su atención en todos y cada uno de los premios Planeta, consignando los miembros del jurado, el talante de ganadores y finalistas, las anécdotas de las cuales se hizo eco la prensa en su momento (y que esta misma prensa se ocupa de evocar antes de cada nueva edición del premio), los invitados más destacados al acto de entrega de los galardones, los hechos más significativos de las giras promocionales posteriores… En cambio, no recrea la anécdota que se produjo cuando, a preguntas de un periodista acerca de por qué Soledad Puértolas había sido invitada a la entrega del premio de 1989 (que ganó con la novela Queda la noche), Lara pronunció la célebre réplica: «¿Usted cree que los niños vienen de París?».

El escritor Pío Baroja (1872-1956) y José Manuel Lara.

Es significativo que dos de los capítulos se titulen Anecdotario (I i II) o que otro lo ocupen exclusivamente los retratos que de Lara nos han dejado algunos escritores y periodistas (Rosa Montero, Ana María Moix, Màrius Carol, etc.), porque el libro no pretende tanto aportar una nueva mirada al personaje sino reunir el grueso de los datos y los hechos con los cuales José Manuel Lara Hernández se sentía identificado y de los que, en no pocas ocasiones, se mostró orgulloso; esos datos y rasgos que, en definitiva, le sirvieron para construir su personaje. Aun así, también hay algunas afirmaciones o explicaciones un poco sorprendentes, como por ejemplo cuando Lara narra su entrada en Barcelona con las tropas del general Yagüe al final de la guerra civil española y relata la siguiente escena con el barrio Chino por escenario: «Yagüe con su vozarrón característico nos dio la orden de que acabáramos con aquellos sujetos. Hicimos una limpieza de la manzana y eliminamos a todos los que no tuvieran clara su manera de pensar. Y así se hizo y cesaron los tiroteos. Yagüe podía ser muy duro, pero también era muy humano con sus hombres.»

En cualquier caso, Abella no es ningún caso engañoso y su propósito y método ya queda claro desde el primer momento, de tal modo que el lector no puede esperar otra cosa que una biografía poco menos que hagiográfica, pero su texto ha tenido la mala fortuna de ser editado con muy poco rigor y con una dejadez que en algunos casos puede resultar exasperante, en particular al lector catalanohablante. Por ejemplo, aparece sistemáticamente mal escrito el título de la novela de Joan Sales (Incerta gloria per Incerta glòria), lo mismo sucede con la de Mercè Rodoreda El carrer de les Camèlies (p. 136), Millenari de Catalunya per Mil·lenari de Catalunya (p. 267), Macanet por Maçanet (o a lo sumo Masssanet) (p. 102), etc. Más importante o grave parece transcribir mal el título de la novela de Bartolomé Soler Karú-Kinká y poco después en el mismo pasaje no cursivar el título de otra novela suya, Marcos Villarí, porque no queda del todo claro si se refiere a otro libro o a una persona con este nombre: «publicó en 1946 Karukinka de Bartolomé Soler, que se había dado a conocer con Marcos Villarí y obtenido un claro éxito con La vida encadenada» (p. 87). Entre muchos otros, un pasaje como mínimo confuso sin duda como consecuencia de un error de edición es el que se crea al reproducir unas palabras del escritor Antonio Muñoz Molina: «Muchas veces la mejor manera de preparar algo nuevo es pararse y no hacer otra cosa que pensar. Y menor todavía, si te dedicas a vivir» (p. 32).

José Manuel Lara Hernández, en compañía del editor Rafael Borrás Betriu.

Para rematarlo, el texto original no fue objeto de un marcaje adecuado, lo cual hace que al maquetarlo se hayan amalgamado los textos correspondientes a citas extensas con pasajes que ya no forman parte de la cita, lo cual contribuye a la impresión general de edición negligente, desidiosa y muy poco esmerada, cuando no provoca además confusiones o malas interpretaciones (pp. 88, 165, 323, etc.).

Rafael Abella (1917-2008)

Como dato para acabar de caracterizar este libro, añádase que la bibliografía con la que concluye es de veras mínima, no llega a la decena de títulos (y algunos además de fiabilidad tan dudosa como el Tiempo de editores de Xavier Moret o las Memorias de César González Ruano), pero más se echa de menos, sobre todo en un libro de estas características, un índice onomástico. La encuadernación con solapas y con la cubierta plastificada no casa ni con la pobre calidad del papel ni, mucho menos, con la calidad de la edición de un texto que, en cambio, por sí mismo, es honesto con su planteamiento.

Rafael Abella, José Manuel Lara, el editor, Córdoba, Almuzara, 2021.

1 comentario en “José Manuel Lara, un personaje en busca de biógrafo

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