La edición de traducciones como motor de la lengua literaria: La Biblioteca Popular de L’Avenç

El texto de Montserrat Bacardí puede leerse en las pp. 275-286 de Pliegos alzados.

En un excelente repaso de los períodos más trascendentales en la historia de la traducción catalana («Edición y traducción en catalán: momentos fundacionales»), Montserrat Bacardí destacaba la magnitud, importancia y trascendencia cultural de un proyecto que sólo fue posible gracias a la implicación de un nutrido grupo de intelectuales y financieros, la Biblioteca Popular de L’Avenç.

Baste como muestra de la profunda huella que dejó esa iniciativa, el análisis comparativo que llevó a cabo Jacqueline Hurtley entre los títulos aparecidos en esta colección y los que se publicaron cuarenta años después en una iniciativa destinada a remodelar y renovar el panorama editorial catalán, los Quaderns Literaris de Josep Janés (1913-1959). Aparte de publicar a varios autores previamente dados a conocer en la Biblioteca Popular de L’Avenç, Janés recuperó hasta nueve títulos de esta serie, pero además distribuyó sus obras al mismo precio sumamente popular (0.50 céntimos inicialmente) y, según recoge Hurtley, en el número 22 de los Quaderns se explicaba del siguiente modo la imposibilidad de seguir haciéndolo (la traducción es mía):

…nunca se ha visto en Cataluña que libros mejor presentados que los que normalmente se venden a 4 y 5 pesetas, y con un contenido insuperable, sean ofrecidos al precio récord de 75 céntimos. Este esfuerzo que asumimos supera, teniendo en cuenta la evolución de los tiempos, el esfuerzo memorable e insuperado hasta ahora de la Colección [sic] Popular de L’Avenç.

También en el diseño de otra de las grandes colecciones posteriores destinadas sobre todo a la traducción al catalán de las mejores obras literarias de la literatura universal, la colección A Tot Vent de Proa, es perceptible la huella de esta iniciativa que arrancó en la primera década del siglo XX.

La Biblioteca Popular de L’Avenç (mencionada a menudo como BPA), nació en 1905 en el seno de un proyecto más amplio impulsado por el editor Jaume Massó i Torrents (1863-1943) y el abogado y escritor Joaquim Casas i Carbó  (1858-1943) que incluía, además de una librería y una muy prestigiosa imprenta, una revista que enseguida fue muy influyente (L’Avenç) y una editorial.

De izquierda a derecha: Jaume Algarra. Jaume Massó i Torrents, Antoni Rubió i Lluch, Josep Pijoan y Joaquim Casas i Carbó.

El logo del proyecto editorial, que incluía el lema «Amb temps, creix» («Con tiempo, crece»), fue creado en 1903 por el prestigioso y polifacético artista Alexandre de Riquer (1856-1920), autor de algunas de las representaciones gráficas más icónicas del Modernismo catalán (ex libris, postales, sellos, partituras…) y que ese mismo año obtuvo el segundo premio en el Concurso Anual de Edificios Artísticos por la decoración de la mítica Maison Dorée.

Interior de la Maisaaaon Dorée.

En este contexto, es muy significativo que el primer libro del filólogo Pompeu Fabra (1868-1948), Ensayo de gramática del catalán moderno (1891) apareciera con pie editorial de la librería de L’Avenç, pues fue este núcleo de intelectuales y escritores el que mayor impulso dio a la normalización del catalán, y la BPA fue uno de los instrumentos de los que se sirvió para ello, como ya se planteaba entre sus principales objetivos en el texto que sirvió de anuncio del proyecto a los lectores:

La Biblioteca Popular que presentamos al público viene a llenar un vacío cada vez más sentido por el pueblo catalán debido a la expansión de nuestra nacionalidad, que comporta el uso creciente de nuestra lengua: ofrecer lectura abundante y escogida por un precio módico.

Como señala Bacardí en el ensayo mencionado, el peso que tuvo en la normalización de la lengua y en la difusión de la gran literatura, del pasado y del momento, no fue menor:

Frente a la tradición poética que habían impulsado los artífices de la Renaixença, la colección promovió la prosa narrativa, el teatro y el ensayo, tanto de autores clásicos (Dante, Shakespeare, Pascal, Molière, Goldoni, Goethe, Leopardi…) como del mismo siglo XIX (Emerson, Ruskin, Walt Withman, Turguénev, Mistral, Ibsen, Maeterlinck, Gorki…), procedentes de lenguas y tradiciones culturales diferentes. Se trataba de recuperar el tiempo perdido, de vincularse con la literatura europea de mayor ambición y calidad y de proporcionar al público unas lecturas que no habían podido desarrollarse en la tradición propia. La traducción, en definitiva, conformaba la lengua y universalizaba la literatura.

A los nombres mencionados, pueden añadirse aún los de Novalis, La Rochefoucauld, Perrault, Giacosa, Pellico, Björnson o Swift, entre otros muchos, y en buena parte de los casos vertidos al catalán por firmas importantes del momento o que llegarían a serlo en años no muy posteriores (Pompeu Fabra, Joan Maragall, Alfons Maseras, Manuel de Montoliu, Narcís Oller,  Rafael Patxot, Joan Puig i Ferrater…).

Por otra parte, el mensaje implícito de alternar a algunos de los principales representantes del Modernismo literario catalán (Ignasi Iglésias, Gabriel Alomar, Jeroni Zanné, Miquel dels Sants Oliver, Joan Puig i Ferreter…) con nombres tan insignes de la literatura universal no dejaba de ser un modo de reivindicar la importancia y calidad de esos escritores catalanes recientes..

Tras el inicial D’aquí i d’allà, del polifacético artista modernista Santiago Rusiñol (1861-1931), el segundo título publicado en la BPA fue ya una traducción, Contes. Primera serie, de Lev Tolstoi (1828-1910), trasvasados al catalán por el propio Joaquim Casas, que firma también la del cuarto número, Historietes galizzianes, de Leopold von Sacher-Massoch (1836-1895). El tercer número de la colección había sido Croquis pirinencs. Primera serie, de Massó i Torrents, mientras que el quinto sería una traducción llevada a cabo por el gran poeta del momento, Jacint Verdaguer (1845-1902), de Nerto, del poeta provenzal y Premio Nobel de Literatura en 1904 Fréderic Mistral (1830-1914).

Según testimonio de Casas, vanagloriándose de su buen ojo para establecer las tiradas, éstas oscilaban entre los dos mil y los tres mil ejemplares en el caso de las primeras ediciones, que en las ocasiones más exitosas eran reimpresas luego y encuadernadas en tapa dura (como fue el caso, por ejemplo, de Enric d’Ofterdingen, de Novalis, traducido por Joan Maragall). Al margen de las ya mencionadas tiradas a 0,50 céntimos, era habitual también imprimir una tirada menor impresa sobre buen papel satinado que se comercializaba a una peseta.

En cualquier caso, es indudable que la que fue una de las primeras colecciones de libros de bolsillo en catalán tuvo una aceptación más que notable, prestigió el proyecto (lo que a su vez atrajo a nuevos inversores en el mismo) y, sobre todo, contribuyó a establecer y asentar un modelo de lengua literaria.

 Llegaron a publicarse un total de 152 números ‒que no volúmenes, pues algunos eran dobles‒, de los que más de una tercera parte (62) eran traducciones, y su contribución a la literatura catalana parece innegable, entre otras cosas porque los traductores se veían en la necesidad de adoptar soluciones que, si bien no siempre eran de uso común ni habitual en el lenguaje hablado ni en los textos no literarios, enriquecían la lengua literaria y aportaban giros o expresiones que acabaron generalizándose y asentándose.

En 1915 se cerraba la colección con el libro de relatos Toia virolada, del escritor y político de la Lliga Regionalista Carles de Camps i d’Olzinelles (1860-1939), pero en 1925 el hijo de uno de los fundadores de L’Avenç, Josep Massó Ventós (1891-1931), le dio nueva vida con la publicación de su propia obra La nau de les veles d’or, ilustrado por Lola Anglada (1892-1984). En la cubierta de esta edición aparece el nombre de la Llibreria Antiga i Moderna, con sede en el número 45 de la calle Canuda (no muy lejos del Ateneu Barcelonès), que regentaba el célebre librero y anticuario Salvador Babra i Rubinat (1874-1930), que era quien se había quedado con los fondos de L’Avenç cuando esta, aquejada por una decadencia económica fruto de un irresoluble déficit, en 1915 se vio en la necesidad de cerrar. La imprenta, por otra parte, acabó en manos de la Casa de la Caritat, por un montante de 82.000 pesetas de la época, que se hizo cargo de los veinte empleados con que por entonces contaba el negocio.

A este último título aún se añadirían a modo de epílogo los seis volúmenes que llegarían hasta el número doble 151/152, aparecidos entre 1925 y 1926, de Selecta de contistes catalans, donde confluyeron Robert Robert, Marià Vayreda, Joan Maragall, Santiago Rusiñol, etc., que acaso pueda interpretarse como una réplica a la colección de la Imprenta Atenes Els Contistes Catalans, que se había estrenado con un volumen de cuentos de Carles Soldevila («La clínica de bebès», «L’heroi, la seva dona i el seu pare» y «L’emancipació d’en Quimet») ilustrados por Quelus (Miquel Cardona i Martí, 1903-1964) y proseguiría luego con otras compilaciones de narrativa breve de Alfons Maseras, Josep M. de Sagarra, Josep Pla, Joan Sacs (Feliu Elias i Bracons, 1878-1948), Àngel Ferran, etc.

Fuentes:

Corpus de traducciones publicadas por la Biblioteca Popular de L’Avenç (con enlaces a facsímiles de muchos de los títulos) publicada en 1611. Revista de Historia de la Traducción.

Anónimo, «Homenatge a L’Avenç», El Poble Català, 7 de febrero de 1910.

Montserrat Bacardí, «Edición y traducción en catalán: momentos fundacionales», en F. Larraz, J. Mengual y M. Sopena, eds., Pliegos alzados. La historia de la edición, a debate, Gijón, Trea, 2020, pp. 275-286.

Manuel Llanas (con la colaboración de Montse Ayats), L’edició a Catalunya. El segle XIX, Barcelona, Gremi d’Editors de Catalunya, 2004.

—, «Semblanza de L’Avenç (1881-1915)», en EDI-RED, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes – Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI), 2006.

Jacqueline Hurtley, Josep Janés. El combat per la cultura, Barcelona, Curial,1986.

Ramon Pla i Arxé, «L’Avenç (1891-1915): la modernització de la Renaixença», Els Marges, n. 4 (mayo de 1975), pp. 23-38.

La formación de los editores en España, el ICAL y la Feria de Leipzig de 1914.

Según datos recogidos por Jesús A. Martínez Marín en «La edición artesanal y la construcción del mercado»: «En 1879, del total de 51 editores censados en el padrón fiscal [español], 41 tenían domiciliada su actividad en Madrid, 7 en Barcelona y 3 en las provincias de Guadalajara, Lérida y Sevilla, respectivamente». A tenor de estas cifras, resulta bastante asombroso constatar que, según las mismas fuentes, «al terminar el siglo Madrid y Barcelona son los dos centros de la edición, con 44 y 35 editores respectivamente», pues de ser fiables esos datos resulta espectacular el crecimiento en número de editores en la capital catalana, tanto en términos absolutos como en porcentuales en el conjunto de los españoles.

Eudald Canivell i Masbernat.

Es probable que algo tuviera que ver en ello la iniciativa que empezó a fraguarse en otoño de 1897 en una reunión convocada por el dibujante, tipógrafo, impresor y bibliotecario anarquista Eudald Canivell i Masbernat (1858-1928) en casa del cajista e impresor Josep Cunill, con la participación también del excajista, dibujante y cronista gráfico anarquista Josep Lluís Pellicer i Fenyé (1842-1901), con el propósito de crear un centro que diera una formación más completa y rápida que la que hasta entonces obtenían los profesionales, que se basaba casi exclusivamente en la experiencia acumulada desde el puesto de aprendiz hasta el de maestro.

Un año más tarde, en noviembre de 1898, se constituía formalmente el Institut Català de les Arts del Llibre (ICAL), con la participación también del impresor y editor Josep Thomàs i Bigas (1852-1910), el librero y editor Àlvar Verdaguer, el impresor Fidel Giró Brouil (1849-1926), el escritor y editor Joaquim Casas Carbó (1858-1943) y el tipógrafo e impresor Joan Rusell i Anglarill (1862-1923); como puede advertirse, todos ellos rondando la cuarentena en aquel entonces.

Dos años después de su fundación formal ya contaba con una cabecera que les serviría de portavoz, la Revista Gráfica, cuyo primer director fue el mencionado Pellicer y que se publicó periódicamente entre 1900 y 1928 (salvo los años 1924 a 1927), en los primeros años en la prestigiosa imprenta especializada en libros de bibliófilo Oliva de Vilanova, fundada apenas unos años antes (en 1899) por Joan Oliva i Milà (1858-1911). Paralelamente, en 1900 los editores habían creado el Centre de la Propietat Intel·lectual, la primera asociación de estas características en España y entre cuyos primeros asociados figuraba uno de los dos fundadores de la editorial Montaner y Simon,  Francesc Simon i Font (1843-1923) y otros editores importantes, como Manuel Maucci (1859-1937), Josep Espasa i Anguera (1840-1911), los hermanos Joan y Gustau Gili, Antoni López i Benturas (1861-1931), Francesc Seix i Faya o el impresor Manuel Tasso i Serra, entre otros.

Josep Lluís Pellicer i Fenyé.

Según la detallada reconstrucción que hace Manuel Llanas de los pasos iniciales del ICAL, en 1905 empieza a funcionar activamente la Escola Pràctica de les Arts del Llibre en la misma sede que el ICAL (en los bajos de lo que hoy es el número 153 de la calle Claris) y con el siguiente programa:

Tipografía (subdividida en dos secciones: cajas y máquinas), composición a máquina, litografía, encuadernación, dibujo y gramática castellana. —Y prosigue Llanas—: Y si el profesorado lo integraban, en ocasiones, prestigiosos impresores y tipógrafos (Ceferí Gorchs, Ramon Tobella, Fidel Giró, Joan Russell), el alumnado asistía, por mandamiento estatutuario, de forma totalmente gratuita. De media, oscilaba alrededor de los doscientos matriculados, la gran mayoría aprendices en diversos talleres gráficos; por eso las clases se hacían entre las 20 y las 21.30 h., de lunes a sábado, y alguna vez incluso las mañanas de los domingos. Los únicos requisitos que se exigían para entrar eran haber cumplido los trece años y saber leer y escribir.

Bajo la presidencia del mencionado Francesc Simon i Font (1843-1923), que desde su fundación y hasta 1903 había presidido la junta directiva del Centre de la Propietat Intel·lectual, el ICAL experimenta un notable impulso y se aprueban unos nuevos estatutos que definen del siguiente modo el segundo de sus objetivos (el primero es la docencia): «Establecer solidaridad y facilitar las relaciones profesionales cuando éstas se relacionen con las Artes del Libro».

Logo de Montaner y Simon.

Además de organizar el I Congrés Internacional de les Arts del Llibre (1911), como consecuencia del cual nació la Unió Patronal de les Arts del Llibre (germen a su vez de la Unió Sindical de les Indústries del Llibre) y procurar la participación de sus socios en algunas ferias internacionales y presentar conjuntamente sus reivindicaciones ante las autoridades, uno de los mayores logros del ICAL fue la participación de los profesionales catalanes en la importante Feria de Leipzig en 1914, que conmemoraba el quinto centenario de la Real Academia de Artes Gráficas y de la Industria del Libro, y cuya organización y desarrollo, en cuanto atañe a la participación española, Philippe Castellano ha reconstruido con mucho detalle.

Ya en octubre de 1912 Ludwig Wolkmann, como presidente tanto de la Sociedad Alemana de Artes Gráficas como de la Junta Directiva de la Exposición, propuso que se organizara una representación española al editor español que mejor conocía, el madrileño Enrique Bailly-Baillière y Plano, quien se había formado como librero-editor en Alemania y había sido uno de los promotores de la conocida –para abreviar– como Asociación de la Librería de España (Asociación de la Librería, de la Imprenta, del Comercio de la Música, de los Fabricantes de Papel y de todas las Industrias y Profesiones que concurren en la fabricación del Libro y a la publicación de obras de literatura, ciencia y arte); incluso lo nombra presidente de la Junta Organizadora para España.

Sin embargo, pese a iniciar gestiones (infructuosas) para obtener financiación, Bailly-Bailliere topa enseguida con la oposición del editor catalán Manuel Henrich Girona, por entonces presidente de la Federació de les Arts del Llibre, lo cual le lleva a dimitir en noviembre de ese mismo año, lo que ofrece al gobierno español el pretexto idóneo para desentenderse del asunto y evitar comprometer ningún tipo de partida presupuestaria para la participación española en la exposición.

Así las cosas, el ICAL decide participar en la feria por su cuenta y riesgo, y en septiembre de 1913 crea un comité organizador con Manuel Henrich, August Heinrich Höfer, Ramon Miquel i Planas, A. Cardunets, P. Cruells, J. Fabré, J. Furnells, F. Mestres y Russell. Aun así, Bailly-Ballière, también extraoficialmente tras su dimisión, seguía haciendo gestiones y manteniendo correspondencia con el comité organizador alemán incluso en el verano de 1913. Por su parte, la Revista Gráfica se había hecho eco de la vergüenza que suponía que un país con una industria editorial como la española no participara en una feria tan importante como la de Leipzig, y esa misma queja se repite en diversos números de la revista del ICAL, siempre en vano.

Colofón del segundo volumen de Revista Gráfica.

En septiembre de 1913 desde el ICAL se empiezan a solicitar propuestas de participación en la feria alemana y a crear un comité organizador, con lo que se da la paradójica situación de que avanzan en paralelo dos líneas de trabajo para un mismo fin (una en Barcelona y otra en Madrid), ambas sin contar con un compromiso en firme de participación estatal. Y, en una nueva vuelta de tuerca, al enterarse de la existencia de un comité en Madrid, el del ICAL se disuelve, poco antes de que, ante la nueva imposibilidad de obtener fondos del gobierno, Bailly-Ballière renunciara por segunda vez a presidir el comité organizador. De todos modos, el ICAL sigue adelante con la organización de una presencia extraoficial en la feria y en la primavera de 1914 la Revista Gráfica publica ya un listado de 55 participantes comprometidos, y la iniciativa es saludada con entusiasmo por parte de la prensa barcelonesa.

No tardan en sumarse a la iniciativa del ICAL diversas empresas de otros puntos de la península, y en su número de mayo el órgano de la Federación Nacional de las Artes del Libro ensalza el empeño y el empuje que están poniendo los profesionales catalanes en esa iniciativa:

El Instituto Catalán de las Artes del Libro de Barcelona ha tomado la iniciativa de organizar una Exposición colectiva de sus socios, a la cual se han adherido varias casas del ramo gráfico de Madrid […] Actualmente se está trabajando febrilmente en Leipzig en la instalación y decorado de la sección española […]; de modo que es de esperar que la sección española se presentará dignamente en aquel certamen internacional de cultura, al cual acudirán todas las naciones del mundo. Hay que felicitar calurosamente al Instituto Catalán de las Artes del Libro y a los organizadores de la Exposición española por su altruista labor y trabajo en favor del ramo gráfico de España, que han conseguido, por fin, que sea un hecho la participación y representación de España en la Exposición Internacional de Leipzig.

Finalmente fueron setenta los expositores representados: 51 barceloneses, 1 de Sabadell, 1 de Sant Feliu d Guíxols, 1 de València y 15 de Madrid, desproporción que en su imprescindible estudio de este caso Castellano atribuye tanto a la asunción de la organización por parte del ICAL como al desplazamiento que ya se había producido en cuanto a la capitalidad editorial en España de Madrid a Barcelona, y que en alguna medida cabe atribuir al evidente interés por formar a buenos profesionales que permitieran ofrecer una calidad equiparable, por ejemplo, a la de la industria editorial alemana.

Espacio del ICAL en la Feria de Leipzig de 1914.

Fuentes:

Anónimo, «La Exposición de Artes Gráficas de Leipzig», Federación Nacional de las Artes del Libro, Año I, núm. 2 (marzo de 1914), p. 10.

Anónimo, «Exposición de Leipzig», Federación Nacional de las Artes del Libro, Año I, núm. 4 (mayo de 1914), pp. 8-12.

Eudald Canivell, «Ecos. El Temps», El Poble Català, núm. 3299 (28 de marzo de 1914), p. 1.

Philippe Castellano, «La Sala Espanyola en l’Exposició Internacional de les Arts Gràfiques i de la Industria del Llibre, Leipzig 1914 (o com va voler fer-se Pàtria mitjançant el llibre)», traducción de Anna Carreras, Els Marges, núm. 71 (desembre de 2002), pp. 89-106.

Manuel Llanas, con la colaboración de Montse Ayats, L’edició a Catalunya: el segle XX (fins a 1939), Barcelona, Gremi d’Editors de Catalunya, 2005.

Manuel Llanas, Caires de l’edició catalana en el segle xx, Lección inaugural del curso 2011-2012 de la Facultat d’Educació, Traducció i Ciències Humanes de la Universitat de Vic.

Jesús A. Martínez Martín, «La edición artesanal y la construcción del mercado», en Jesús A. Martínez Martín, dir., Historia de la edición en España (1836-1936), Madrid, Marcial Pons, 2001, pp. 29-71.