«El corazón del libro nunca deja de latir.» Emili Brugalla

Emili y Santiago Brugalla.

Emili y Santiago Brugalla.

A Juan José García, Pablo Molinero y al entusiasta personal del Museo del Libro Fadrique de Basilea (Burgos).

Del inmenso legado que la cultura árabe dejó en la península Ibérica, un aspecto poco recordado es la introducción del arte musulmán en la encuadernación de libros, cuyo primer fruto importante fueron los llamados guadameciles o “cueros de Córdoba”, que a su vez darían más adelante lugar a las características encuadernaciones de estilo mudéjar o hispanoárabe.

La encuadernación de un libro representa “amor, gratitud, protección y respeto”, escribió en 1965 quien sin duda alguna fue uno de los artistas encuadernadores más importantes de todos los tiempos, Emili Brugalla (1901-1987), y añadía en el mismo texto:

 Si el libro que nos ha conmovido, y que ha conquistado nuestro afecto, llega a nosotros con deslucidos pañales, le ofrecemos una vestidura mejor con arreglo a los cánones razonables de la bibliofilia o con arreglo a nuestras justas posibilidades. Celebrada esta simple ceremonia de carácter casi nupcial, el libro se guarda en lugar preferente cerca de nosotros. El calor de su compañía no pierde virtud, aunque permanezca cerrado. El corazón del libro nunca deja de latir.

Encuadernación de Égloga a Claudio, de Lope de Vega.

Más recientemente, contaba el estudioso del libro Alberto Manguel que su padre aún «seguía distinguiendo entre los libros de su biblioteca, encuadernados en cuero verde, que a nadie le estaba permitido sacar de aquel santuario, y los “libros corrientes en rústica” que dejaba amarillear o marchitarse sobre la mesa de mimbre del patio». Había, pues, interiorizado una jerarquía entre sus libros.

Toros y toreros, de Néstor Luján (Amigos de los Libros, 1947), con ilustraciones de Manuel Hugué.

Emilio Brugalla, como también su hijo Santiago (n. 1929), dedicó toda una vida a la protección de aquellos libros que, por la mayor importancia que les concedemos, merecen una protección y un cuidado mayores. Y no deja de ser significativo en este sentido que la encuadernación ricamente ornamentada viviera su momento de auge cuando en la Edad Media se aplicó a los textos sagrados. La encuadernación daba fe –nunca mejor dicho– de la alta jerarquía que ese libro al que protegía ocupaba en el conjunto de textos escritos.

Encuadernación en piel de El arte en el libro y en la encuadernación (1977), de E. Brugalla.

Con apenas doce años, Emilio Brugalla ya entraba como aprendiz en los talleres de Gibert Reig i Trillas, descrito por Rodrigo Ortega como “el más moderno y destacado entonces en el campo de las encuadernaciones industriales mecanizadas”, y poco después entró en  el Institut Català de les Arts del Llibre, donde tuvo como maestro al activísimo bibliófilo Ramon Miquel i Planas  (1874-1950), “uno de los primeros en esbozar la interdependencia entre el sector del libro español y el francés”, en palabras de Germán Masid Valiñas. Después del primer curso, Emili Brugalla se matriculó en la Escola d´Arts i Oficis i Belles Arts de Barcelona, donde fue alumno de otras celebridades del sector, como Hermenegildo Alsina i Munné (1889-1980) o Enric Messeguer (que en 1925 fundaría con José Zendrera, de la Editorial Juventud, el taller Encuadernaciones Messeguer), al tiempo que, con quince años, empieza a trabajar en el taller que había montado (en la calle Muntaner, 70),  el hijo del bibliófilo de la Renaixença Marià Aguiló, Ángel Aguiló. Allí permanecerá cuatro años hasta que, a instancias de Alsina i Munné, el 21 de enero sale con destino a París a la ventura, sin contrato de trabajo.

Lomo de una encuadernación de E. Brugalla de My People. Ths Story of the Jews, de Abba Eban.

Barcelona contaba con una tradición importante en la docencia de las artes y oficios del libro, en buena medida gracias al impulso que le dieron profesionales como Pau Salvat, Antoni Virgili, Joan Russell, Gustau Gili i Roig o el propio Miquel i Planas. Aun así, todo parece indicar que la etapa de formación en París es trascendental en la trayectoria de Brugalla. Recomendado por el propio Alsina, encuentra un primer trabajo en la encuadernación industrial en Byli, y entra luego como único operario en el taller de Alfred Chevalier, uno de los principales discípulos de Marius Michel (1846-1925), quien había revolucionado el panorama de la encuadernación creativa al preconizar una armonía entre la decoración y el alma del libro, denostando al mismo tiempo todo intento de copia o pastiche. Emili Brugalla simultanea estos empleos con la formación en la Academia de Dibujo de Montparnasse y con los estudios en la Chambre Syndicale de Reliure, y entra en contacto además con otros profesionales importantes en su formación y en su carrera posterior, como es el caso de Robert Paris, a quien más adelante describiría “con dotes de gran escritor, cronista de las exposiciones grandes y pequeñas, alentador de los encuadernadores principiantes […] y brillante y ardoroso narrador de las efemérides históricas del arte de encuadernar”. Brugalla no sólo aprende un arte, sino que, para ello, se sumerge en el conocimiento profundo de su historia.

Impresionante imagen de la cubierta de My people. The Story of the Jews.

En 1923 regresa Brugalla a Barcelona, para hacer el servicio militar, y entra a trabajar en la librería y editorial Subirana, que se había hecho un nombre en el ámbito del libro religioso. Se inició como decorador, pero no tardó en crear una sección de encuadernación artística que le reportó justa fama, que se materializó en 1929 cuando, en el marco de la Exposición Universal de Barcelona, se le concedió el Gran Premio a la encuadernación por un Fausto decorado con mosaicos y con hierros, con motivos ilustrativos hechos a partir de ilustraciones originales de Jean-Gabriel Daragnès (1886-1950).

Emili Brugalla

Poco tardaría en crear un taller propio, en compañía de su hermano Josep (especializado en restauración de libros) y al que con apenas catorce años se incorporaría su hijo Santiago. A partir de ese momento, alternando la creatividad y la docencia, se sucedieron las exposiciones nacionales internacionales, la publicación de artículos en las más prestigiosas revistas internacionales (La Reliure, Craft Horizon, The Penrose Anual, Allegemeniner zur Buch-Binderein) y libros de referencia sobre la encuadernación y su historia (Tres ensayos sobre el arte de la encuadernación, 1945; La encuadernación en París en las avanzadas del Arte Moderno, 1950; Quelques aspects culturels et sociaux de la bibliophile, 1971; El Arte en el Libro y en la Encuadernación, 1977, recuperados muchos de ellos títulos por Ollero & Ramos), los premios (medalla de plata en el Primer Certamen de Arte Decorativo), los reconocimientos oficiales (miembro de honor del Designer Bookbinders de Londres, Creu de Sant Jordi), hasta convertirse en uno de los profesionales del libro más célebres y reputados de su tiempo.

Encuadernación de Brugalla de Los ojos de Picasso, de Rafael Alberti.

En este mismo proceso, asistió a numerosas innovaciones y avances técnicos en el proceso de creación de libros, y en un pasaje impresionante y conmovedor, escribía Brugalla acerca de la progresiva degeneración de la encuadernación industrial:

El desbordamiento de la fantasía que degeneró en publicitaria y trivial, sucedió, ya entrado nuestro siglo [el siglo xx] una displicencia artística y cierta indisciplina técnica. […] La badana imitaba el chagrin; la tela o “pegamoid” imitaban la badana; con diversos graneados, el papel imitaba la tela. El falseamiento era la única novedad. Las guardas ya no fueron de jaspe, sino de papel de “indiana” impreso a una sola tinta. […] La finalidad primordial de la encuadernación sólo fue la apariencia.

Poco a poco los conocimientos y experiencias profesionales, orgullo de los más ancianos maestros, se arrinconaron sin piedad y sin pararse a considerar ni por un momento que el abandono de ciertas prácticas del oficio en los desvanes de la indiferencia equivale a renunciar a ellas para siempre.

Tanto proliferó el oropel exánime y la imitación, tanto se impuso el «parecer» al «ser», que al final pudiera suceder que nadie recuerde el original.

Imagen del taller Brugalla. Imagen procedente del blog de Carlos Rey Aquiseencuaderna.

Fuentes:

 El fondo de Emili y Santiago Brugalla se encuentra desde el año 2008 en la Biblioteca de Catalunya. Lo componen más de 5.000 pequeños hierros y ruedas para dorar, además de un excepcional archivo, una nutridísima biblioteca especializada en las artes del libro, más de 1.000 dibujos, un centenar de proyectos y una amplia diversidad de objetos, maquinaria y material propio de la encuadernación, lo que hace de este archivo uno de los más importantes en su género.

Emilio Brugalla, “El arte de la encuadernacion y su evolución”, Catálogo de la producción editorial barcelonesa, 1964-1965, Barcelona, Biblioteca Central de la Diputación Provincial de Barcelona, 1965, pp. 53-83.

Emilio Brugalla, «La orfebrería, el libro y la encuadernación«, en Memorias de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, Barcelona, 1966.

Emilio Brugalla, Tres ensayos sobre el arte de la encuadernación. Prólogo de Dolores Baldó Suárez, Madrid, Ollero & Ramos, 2000.

Emilio Brugalla, Compendio sobre el arte de la encuadernación. Apreciaciones sobre su técnica, Edición de Aitor Quiney, Madrid, Ollero & Ramos, 2012.

María Ciancas, «Lope de Vega en la piel de Brugalla«, en Encuadernalia, 19 de noviembre de 2013.

Alberto Manguel, Una historia de la lectura, traducción de José Luis López Muñoz, Madrid, Alianza-Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1998.

Germán Masid Valiñas, La edición de bibliófilo en España (1940-1965), Madrid, Ollero & Ramos, 2008.

Carlos Aitor Quiney Urbieta, La encuadernación artística catalana 1840-1929, s.d.

Aitor Quiney y Jordi Estruga, eds., Col·leccions privades, llibres singulars. Textos de presentación de Francesc Tarrats y Dolors Lamarca (Catálogo de la exposición celebrada en la Biblioteca de Catalunya con motivo del Any del Llibre i la Lectura), Barcelona, Biblioteca de Catalunya, 2005.

Firma de E. Brugalla como dorador.

Puede encontrarse también información valiosa en la entrada que dedica a Emili Brugalla la web Aquiseencuaderna.com en su sección de Maestros Encuadernadores y en el blog de Rodrigo Ortega Artes del Libro.

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9 comentarios en “«El corazón del libro nunca deja de latir.» Emili Brugalla

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