Bardagí, el corrector que cantaba

No abundan los correctores famosos, ni siquiera lo son aquellos que han trabajado para escritores de mucho renombre o éxito aun cuando haya evidencia de que mejoraron sustancialmente sus textos. Es más, algunos pocos son conocidos por su vertiente como escritores ellos mismos, o como traductores literarios, pero en ambos casos sus labores como correctores de estilo u ortotipográficos raramente aparecen en sus «biografías oficiales» o en las solapas de sus libros.

Anuncio del estreno de Canigó, ópera de Antoni Massana a partir de texto de Verdaguer adaptado por Josep Carner, en la que intervino Bardagí como tenor en el papel de Gentil.

Por ello es singular el caso de Bartomeu Bardagí i Moras (1915-2003), quizá con Eduard Artells i Bover (1903-1971), uno de los correctores más célebres de la edición en lengua catalana del siglo XX, quien participó además como tenor en el debut de la soprano Montserrat Caballé en Valencia con la Novena sinfonía de Beethoven y compartió escenario con Ingrid Bergman en una Juana de Arco, de Honegger, dirigida por Roberto Roselini.

Bartomeu Bardagí.

Como tantos otros profesionales del sector editorial catalán (Cèsar August Jordana, Jaume Aymà, Joan Sales, etc.), Bardagí se formó como profesor de lengua, y ya en 1932 entró en la Oficina de Correcció d´Estil de la Diputació de Barcelona que dirigía C.A. Jordana (1893-1958), y al año siguiente se estrenaba como profesor en la Extensió d´Ensenyament Tècnic de la Generalitat de Catalunya (donde se formaba a maestros). Ya por entonces empezó a hacer colaboraciones con el sector editorial, pero debe sin duda su fama a las labores desarrolladas al concluir la guerra civil española de 1936-1939.

Desde por lo menos los años cincuenta, el nombre de Bardagí aparece asociado a las más importantes editoriales en lengua catalana dedicadas a la literatura, empezando por la combativa Aymà, con cuyo fundador y director había coincidido en la Oficina de Correcció y donde se reparte el trabajo con Ramon Aramon i Serra (1907-2000), que en los años treinta había sido colaborador de Pompeu Fabra (1868-1948) en la Universitat Autònoma de Barcelona.

Antoni López Llausàs.

Participa también en esos años, junto con lingüista y editor Josep Miracle (1904-1998), en la preparación de la segunda edición del Diccionari General de la Llengua Catalana de Pompeu Fabra (1868-1948), que se publica en 1954 por iniciativa de Antoni López Llausàs (1888-1979) e incluye un prefacio del poeta Carles Riba (1893-1959). La relación y la confianza profesional entre Miracle y Bardagí es evidente: El primero, que siendo corredor de Salvat había empezado a colaborar con la editorial Selecta de Josep Mª Cruzet (1903-1962) en 1942, pasó en 1947 a ocuparse también de la dirección literaria de esa casa y empezó a delegar en Bardagí la corrección de pruebas. Y cuando Miracle tuvo que ocuparse de la cuarta edición de este mismo diccionario, que apareció en 1961, reunió un equipo en el que, junto a Osvald Cardona (1914-1987), Jaume Ros i Artigues (1907-1998) o Jaume Aymà (1882-1964), figuraba de nuevo Bardagí.

Mayor interés incluso tiene su trabajo al lado de un editor con criterios lingüísticos y estilísticos tan marcados como fue el caso de Joan Sales (1912-1983) –discípulo confeso del eminente lingüísta Joan Corominas (1905-1997)– para cuyas ediciones en Club Editor recurrió preferentemente a Bardagí, pues si bien ambos primaban la corrección, el primero andaba siempre a la búsqueda de la naturalidad y la vivacidad en el lenguaje de las novelas contemporáneas y el segundo era un adalid de un lenguaje espontáneo y a pie de calle, por lo que se complementaban casi perfectamente.

La década de los sesenta fue bastante intensa para Bardagí. En 1966 empezó a  traducir al catalán la sección de Josep Pla (1897-1981) en la revista Destino «Calendario sin fecha», y ese mismo año empezaba la titánica corrección de los volúmenes que compondrían las Obras Completas del autor ampurdanés, que culminarían en 1984 con resultados discutidos (discutidos en particular, pruebas en mano, por otro de los correctores de Pla, Jordi Pujol i Cofan, quien detectó unos quinientos errores en la primera edición). Aun así, acerca de Bardagí y su labor dejó escrito Pla:

Cuando empecé a escribir para la Editorial Selecta del señor Cruzet –le entregué veintinueve volúmenes–, había muy pocos correctores de pruebas para el catalán. Tengo que hacer una excepción con el señor Bardagí, a quien debo agradecer tantas horas pasadas revisando mis originales.

También en los sesenta traduce para la editorial Argos la imponente trilogía del librero gerundense Josep Maria Gironella (1917-2003) compuesta por Els xiprers creuen en Déu (1967), Un milió de morts (1967) y Ha esclatat la pau (1968); en 1967 aparece su traducción L’arxiduc Carles d’Àustria, rei dels catalans, del historiador Pere Voltes (1926-2009) para la editorial Aedos, mientras que en 1968 aparece su primera traducción del inglés, en Selecta, Si el mort podía parlar i altres històries de misteri, de Cornell Woolrich (1903-1968), más conocido como William Irish.

Otra colaboración singular es la que establece con las clandestinas Edicions Catalanes de París, una iniciativa del historiador y editor Josep Benet (1920-2008), que contó con la colaboración de Jordi Pujol i Soley y Albert Manent (1930-2014), en Barcelona, y Romà Planas (1932-1995) y Àngel Castanyer, en París, y que publicó obras de Gaziel (Agustí Calvet, 1887-1964), Maria Aurèlia Capmany (1918-1991), Andreu Nin (1892-1937), Josep Carner-Ribalta (1898-1988) y los Records d’un sindicalista llibertari català (1916-1943), de Joan Manent (1902-1984), entre otros. Sus procesos de producción, bastante asombrosos, los reconstruyó Jordi Amat:

Acaso la logística era la parte más complicada. Después de la corrección de Bartomeu Bardagí, los originales proporcionados por el equipo de Barcelona se enviaban a París, donde se maquetaban; las galeradas volvían a Barcelona para que Bardagí las revisara y, una vez hecho esto, se enviaban de nuevo a París para iniciar el proceso de impresión de unos libros que fueron diseñados por Castanyer.

Y a eso aún hay que añadir su participación en otra obra monumental, la corrección de la Gran Enciclopèdia Catalana, en la que se ocupaba en particular de la sección de Humanidades, y trabajos muy diversos para sellos como Polígrafa, Vergara, Vicens Vives, Toray (para la que tradujo adaptaciones de cuentos infantiles de Eugenio Sotillos), Hymsa, un paso por la sección de correctores del periódico Avui o la traducción del inglés al catalán, para Dasa, de la Vida secreta de Salvador Dalí (1981).

En los años ochenta aún vio aparecer varias traducciones suyas (de Ricardo Alcántara, de Benjamin Kindle), y en 1991 publicó en la editorial La Campana sus divertidas memorias con el título Humor amb lletra i música. Con tales antecedentes, no es de extrañar que se le concediera en 1983 el Premio d’Actuació Cívica Catalana Jaume I; pero sí que se le recuerde más como cantante de ópera que como hombre de letras.

Fuentes:

Jordi Amart, «Edicions Catalanes de París. Aproximació a la història d’una editorial atípica», Franquisme & Transició, núm. 2 (2014), pp. 63–81.

Montserrat Bacardí i Pilar Godayol (dirs.), Diccionari de la traducció catalana, Vic, Eumo Editorial, 2011.

Jordi Badia i Pujol, « Els correctors de Fabra fins avui: les baules d’una cadena que resisteix», Llengua Nacional, núm. 97 (IV trimestre del 2016), pp. 6-7.

Albert Jané, «En la mort de Bartoumeu Bardagí», Llengua Nacional, , núm. 45, IV trimestre del 2003 p. 39.

Albert Manent, Bartomeu Bardagí, un corrector excepcional, Serra d´Or, núm. 528 (diciembre de 2003), pp. 22-23.

Marta Pasqual, Joan Sales, la ploma contra el silenci, Barcelona, A Contra Vent  (Abans d’Ara, 24), 2012.

Josep Pla, Un petit món del Pirineu, Barcelona: Destino, 2004.

Adrià Pujol, «El fill del corrector», El Procés. Revista Contracultural, núm. 4 (2013), pp. 4-7.

Agnès Toda, «D’Humor amb lletra i música, de Bartomeu Bardagí», Llengua Nacional, núm. 97 (IV trimestre del 2016), pp.8-9.

Vista parcial de las Obras Completas de Josep Pla en Destino.

 

La azarosa aventura de editar en catalán en Chile

A tenor de las evidentes dificultades con que se encontraron, resulta bastante asombrosa la labor que consiguieron llevar a cabo los editores catalanes que como consecuencia del resultado de la guerra civil española se convirtieron en refugiados en los países que les acogieron. Baste como ejemplo los más de doscientos libros en catalán publicados en México, de los que casi una cuarta parte corresponden a la Biblioteca Catalana organizada y publicada por Bartomeu Costa-Amic (1911-2002), a los que para según qué propósitos sería conveniente añadir las numerosas y en algunos casos muy notables publicaciones periódicas. Sin embargo, como subrayó en su momento Maria Campillo refiriéndose a las ediciones chilenas de El Pi de les Tres Branques, quizá el criterio cuantitativo no es el más pertinente.

Visto con perspectiva, si la producción de «El Pi» no pudo ser cuantitativamente extensa, el conjunto, en cambio, es significativo. Constituye, por un lado y probablemente sin ningún tipo de intención deliberada, un compendio muy equilibrado, a escala reducida, de autores, géneros y modelos literarios muy representativos de la década de los cuarenta: tres volúmenes de poesía y uno traducido, un ensayo filosófico y tres de diferentes géneros narrativos y de tres modelos distintos (que suponen diferentes eslabones de la relación tradición/modernidad) dentro del psicologismo en boga. Del otro, indica la transición hacia la década de los cincuenta.

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Logo de El Pi de les Tres Branques.

Valdrá la pena por tanto señalar cuáles eran estos siete libros y un opúsculo a los que alude Campillo, y que constituyen el exiguo catálogo completo de El Pi de les Tres Branques:

Pere Quart, Saló de tardor [POESÍA], ilustraciones de Roser Bru, Santiago de Chile, El Pi de les Tres Branques (Sèrie Literària Catalana 1), 1947. Poesia. Veinte ejemplares en papel especial.

Benguerel

Xavier Benguerel.

Xavier Benguerel, La Máscara (Tres contes) [CUENTOS: «La màscara», «L’home dels prismàtics» y «El fugitiu»], Santiago de Chile (Sèrie Literària Catalana 2), 1947, 124 pp.

Josep Ferrater Mora, El llibre del sentit [ENSAYO], ilustraciones de Albert Junyent, Santiago de Chile, El Pi de les Tres Branques (Série Literaria Catalana. 3), 1948. 108 pp. Tirada de 400 ejemplares.

Carles Riba, Elegies de Bierville [POESÍA], Santiago de Chile, El Pi de les Tres Branques (Sèrie Literària Catalana 4), 1949. 68 pp. Edición de 230 ejemplares (200 en papel de medio hilo y 30 sobre papel especial y numerado). Por aquel entonces existía sólo una hoy mítica edición clandestina publicada en Barcelona con pie editorial falso (Buenos Aires 1942), que en esta edición chilena Riba corrigió y prologó.

Cèsar August Jordana, El Rusio i el Pelao [NOVELA], Santiago de Chile, El Pi de les Tres Branques (Sèrie Literària Catalana 5), 1950. Edición que consta de 470 ejemplares en papel medio hilo, y 30 ejemplares en papel especial, numerados del 1 al 30.

Domènec Guansé, La pluja d’or [NOVELA], Santiago de Chile, El Pi de les Tres Branques (Sèrie literària catalana 6), 1950. Rústica. 154 pp. Edición de 470 ejemplares en papel medio hilo, y 30 ejemplares en papel especial, numerados del 1 al 30. Premi Concepció Ravell en los Jocs Florals de la Llengua Catalana 1950 (celebrados en Perpiñán, Francia).

Josep Carner, Llunyania [POESÍA], Santiago de Chile, El Pi de les Tres Branques (Sèrie Literària Catalana 7), 1952. 130 pp.

Paul Valéry, El cementiri marí [POESÍA], traducción de Xavier Benguerel e ilustraciones de Carles Fontserè, Santiago de Chile, El Pi de les Tres Branques, diciembre de 1947 (previamente había aparecido en la revista Germanor).

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Carles Fontserè, exiliado en París.

En sus memorias, Xavier Benguerel (1905-1990) cuenta el arranque de este proyecto, al tiempo que describe con cierto pormenor el primer volumen y da unos datos interesantes: «El 19 de julio del 1947, Saló de tardor de Pere Quart inauguró las ediciones de El Pi de les Tres Branques: volumen de 116 páginas con treinta y cinco poemas y media docena de ilustraciones de Roser Bru, bien impreso en los obradores de la Imprenta Mediterránea». A la por entonces joven pintora y grabadora nacida en Barcelona Roser Bru (n. 1923), colaboradora también de Cruz del Sur, Pere Quart le había encargado el logo para El Pi de les Tres Branques, y en cuanto a la Imprenta Mediterránea (con sede en la Avenida Matta 320), de sus prensas habían salido por aquellos años títulos como Mosaico. Poemas líricos y romances de la Guerra Española (1944), del extremeño Cesáreo Vázquez Ambrós, exiliado de la dictadura primorriverista (1923-1930), que regresó a España en 1934 y volvió de nuevo a Chile en 1939; Instituciones políticas del antiguo estado catalán (1945), del abogado gerundense Lluís Franquesa i Feliu (1908-1951); las piezas escénicas Noche oscura de España y El retiro de Don Juan (1946), del abogado y escritor gallego Celso Romero Peláez, que posteriormente haría carrera también como traductor en Venezuela…

Como ya puede intuirse, fueron los escritores Pere Quart (Joan Oliver, 1899-1989), que contaba con la experiencia previa en las Edicions La Mirada, y Xavier Benguerel quienes tomaron las riendas del proyecto, si bien contaron con un patronato formado por Joaquín Sabaté, Pere Mir, Joan Juanet y Salvador Sarrà, y con el apoyo de los círculos que se movían alrededor del Centre Català de Santiago de Chile y de la revista Germanor (1912-1963), que desde 1945 y hasta su desaparición dirigió Domènec Guansé (1894-1978) y en particular del también editor en La Mirada Francesc Trabal (1899-1957).

Sin embargo, ya en 1948 Pere Quart decidió regresar a Barcelona, lo que hizo que a partir de ese momento Benguerel tuviera la última palabra en la decisión sobre qué y cómo publicar y quedara así como la única cabeza visible de la empresa, cuya significación cultural es notable, como ha puesto de manifiesto también Campillo:

..sobre todo en el momento de su aparición, en 1947, supone un viraje, una vez desaparecida la esperanza de que la victoria aliada modificara de forma substancial la situación española. Las pulcras ediciones de El Pi de les Tres Branques, que recuerdan, incluso formalmente, las de la Institució de les Lletres Catalanes durante la guerra, pueden interpretarse como la respuesta a una demanda, la que hacía Josep Carner en el editorial de abre el número de la represa, en París, de la Revista de Catalunya ([núm. 102], abril-junio de 1947). Exponía el poeta la necesidad, común al exilio y el interior, de proseguir a cualquier precio la vida literaria y reclamaba, para la literatura, los principios de la exigencia y el rigor, de la universalidad y la lealtad, de la fidelidad a un propósito.

Rafael Tasis

Rafael Tasis.

En el mismo texto mencionado por Campillo, escribe el poeta Josep Carner, otro de los publicados en El Pi de les Tres Branques, refiriéndose a la reaparición de la Revista de Catalunya, pero perfectamente aplicable a la editorial chilena: «Sin garantizar maravillas, lo cual sería imprudente en cualquier programa, queremos hacer, como dice el pueblo, imposibles para que la manifestación de nuestras letras y nuestro pensamiento se muestre, tanto como se pueda, honorable y honorada». Por otra parte, de la pulcritud de las ediciones y el acierto en la selección de títulos, así como del interés por distribuir esta colección entre los exiliados desperdigados por el mundo, da también testimonio el siempre exigente cuando de libros se trata Rafael Tasis (1906-1966), quien el 8 de mayo de 1948 escribe desde París a su amigo también exiliado Ramon Xuriguera (1901-1966): «Como tal vez te interesará, te remito el catálogo de nuevas ediciones de El Pi de les Tres Branques. He recibido unos pocos ejemplares de los primeros títulos publicados, y los marco con el precio de venta correspondiente. Del Saló de tardor me queda ya un solo ejemplar, pero si lo deseas te lo reservo. Hay cosas realmente buenas, de lo mejor que se ha hecho en poesía catalana en el exilio».

Elegies-de-Bierville

Retrato de Riba obra de Joaquim Sunyer (impreso sobre papel cuché y encolado en el lomo) i portada de las Elegies de Bierville.

Fue también gracias al estudio de los epistolarios que Lluís Busquets i Grabulosa pudo aportar información muy interesante acerca de títulos que en algún momento se sometieron a la consideración de Benguerel, que estuvieron a punto de publicarse o que incluso entraron en proceso de edición. En la revista Germanor llegaron incluso a anunciarse, por ejemplo, títulos de Pere Calders (acaso por mediación de Joan Oliver) y de Caterina Arderiu (1889-1976), pero podemos precisar además que fue su esposo, el poeta Carles Riba, que ya había publicado en El Pi de les Tres Branques, tras una notable labor de edición de sus Elegies de Bierville gracias a la colaboración epistolar de Benguerel, quien le insistió para que publicara el poemario Sempre i ara de Arderiu, que en 1938, en plena guerra civil, había obtenido el Premi Joaquim Folguera. En 1946, se hizo finalmente una elegante edición clandestina de cincuenta y un ejemplares de Sempre i ara en la barcelonesa SADAG (Societat d’Aliança d’Arts Gràfiques), con cinco litografías de la artista de origen georgiano Olga Sacharoff (1889-1967). Riba, además, intentó también que Benguerel publicara en Chile ensayos de crítica literaria, en particular los de Jaume Bofill i Ferro (1893-1968), que hasta 1955 no reuniría su excelente crítica literaria (publicada originalmente en en La Revista, Revista de Catalunya y La Nova Revista, entre otras) en Vint-i-cinc anys de crítica literaria, y Marià Manent (1898-1988). Pero hubo muchos otros casos, como explica Busquets i Grabulosa:

[Joan] Oliver pide a Benguerel que publique en la colección el libro de relatos Tota la saviesa d’aquest món, de Pous i Pagès (libro que se corrigió y preparó en Chile y que sólo el hado impidió que viera la luz), así como una de estas dos obras de Manuel Cruells, L’onze de setembre o Biografia de Pere el Gran […] Algunos autores ofrecen libros por su cuenta, como es el caso de Carner Ribalta, del propio Marià Manent, que pone a su disposición nuevas versiones de poesía china, o de Albert Junyent, covencido de que le interesará una evocación de la guerra en el frente de Aragón.

LlunyaniaCARNER

Albert Junyent intervino además en la búsqueda de financiación, por lo menos para el libro de Carner, cuya edición, en la que colaboró también Cèsar August Jordana (1893-1958) mediante intervención postal desde Buenos Aires, al parecer fue tan agotadora. También en el epistolario quedan reflejados los esfuerzos de Benguerel para encontrar financiación para proseguir con la publicación de nuevos título, pero finalmente las insuperables dificultades económicas hicieron que el proyecto del Pi de les Tres Branques acabara por fenecer. Como concluye Campillo al hacer balance de la contribución de los editores catalanes exiliados en América:

Por lo que se refiere al campo editorial, hay que tener en cuenta, en primer lugar, la aportación catalana al mundo de la edición latinoamericana, ya que entre los exiliados había un buen contingente de profesionales de todo tipo familiarizados con la industria del libro; desde editores a correctores de estilo, pasando por traductores, revisores de originales, ilustradores, además de toda la gama de especialistas en las artes gráficas (un sector mayoritariamente adscrito a la CNT y que se exilió masivamente). Así, la edición en lengua castellana se vio renovada y amplió su oferta […] En lo que atañe a la edición en lengua catalana, la producción no es completamente descorazonadora, si tenemos en cuenta las condiciones anómalas en que se produce.

 

Fuentes:

Xavier Benguerel, Memòria dun exili. Xile, 1940-1952, Barcelona, Edicions 62 (Cara i Creu 34), 1982.

Lluís Busquets i Grabulosa, «Epistolaris de Xavier Benguerel: un pou d’informacions», en Manuel Aznar Soler, ed., El exilio literario español de 1939 (Actas del Primer Congreso Internacional (Bellaterra, 27 de noviembre-1 de diciembre de 1995), Sant Cugat del Vallès, Gexel- Cop d’Idees, vol. I, pp. 555-568.

Maria Campillo, «Breve informe sobre el exilio literario catalán», en Manuel Aznar Soler, Las literaturas exiliadas en 1939, Sant Cugat del Vallès, Gexel- Cop d’Idees (Sinaia 1), 1995, pp. 37-42.

Maria Campillo, «L’exili a la literatura catalana», en AA.VV., L’exili republicà: política i cultura (Actes de les Jornades d’Estudi celebrades al Centre de la Cultura Misericòrdia, Palma 18-20 de noviembre de 2009), Palma de Mallorca, Colsell Insular de Mallorca-Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2011, pp. 75-92.

Josep Camps i Arbós, ed., Lespantós és el buit, el desert. La correspondencia entre Rafael Tasis i Ramon Xuriguera, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat (Biblioteca Serra d’Or 432), 2010.

Josep Carner, «Represa», Revista de Catalunya, núm. 102 (abril-juny de 1947), pp. 3-5.

Juan Francisco Escalona, «Editores españoles en el exilio», en Editores del exilio republicano de 1939. Exposición en la Sala de Revistes de la Biblioteca dHumanitats de la Universitat Autònoma de Barcelona, diciembre de 1999, pp. 7-39.

Galderich, «La també rara segona edició de les Elegies de Bierville», Piscolabis&Librorum, 12 de julio de 2009.

Editorial Sudamericana, vista por «Joan Ferrer»

A David Paradela, traductor, profesor y bloguero Malapartiano.

Cèsar August Jordana (1893-1958) fue en los años treinta el detonante de una anécdota libresca bastante curiosa. Con una obra ya notable a sus espaldas, a finales de 1931 publicó lo que fue calificado por algún crítico como “pornografía literaria estéticamente digna”, Una mena d´amor (Proa, 1931) una novela que en la literatura catalana tenía pocos antecedentes (se ha meencionado Fanny, de Carles Soldevila, por ejemplo) y que se ha comparado en ciertos aspectos con la obra de D. H. Lawrence. Lo más interesante, sin embargo, no es que Jordana incursionara en ese género y lo dotara de cierta dignidad literaria (algo que en esa época estaba sucediendo también con otros géneros, como el policíaco), sino que esta obra fuera mencionada en una de las novelas catalanas de esos años que mejor han resistido el paso del tiempo, Aloma (1938), de Mercè Rodoreda (1908-1983). La protagonista de esa novela, de un nivel cultural limitado, compra el libro de Jordana en un quiosco, lo que ya resulta indicativo, y procura leerlo a escondidas. Pero Jordana recibiría otro inesperado impulso promocional cuando el esperantista Delfí Dalmau (primer descubridor de Rodoreda, a quien abrió las páginas de la revista Clarisme), publicó una réplica titulada Una altra mena d´amor (Edicions Clarisme, 1933). Poco después, en 1934, Jordana traduciría para las Edicions de la Rosa dels Vents de Josep Janés Flush, de Virginia Woolf (cuya primera edición en castellano es de 1944, en Destino), entre otras obras que requieren un buen traductor.

Jordana en Barcelona, antes de la guerra civil.

Sin embargo, mucho más interesante es la obra póstuma de Jordana, El món de Joan Ferrer, publicada originalmente por Joan Olivé en Aymà, en 1966, y no recuperada hasta 2009 por Edicions de 1984, que incorporó a Jordana a una colección (Mirmanda) en la que convive con Doctorow, Dino Buzzati, Hans Fallada, Claudio Magris o Ford Madox Ford; es decir, entre grandes autores de alcance universal y de interés permanente. Resulta un poco extraño que El món de Joan Ferrer no se haya publicado en lengua española (e idealmente en una editorial bonaerense), sobre todo a tenor de su tema (o más bien de su hilo conductor).

Joan Ferrer es un catalán que a raíz del resultado de la guerra civil, tras un paso episódico por Francia y Chile, se ha instalado como traductor literario y editor en Buenos Aires, para una editorial tras la cual se oculta (y se oculta muy poco) la Editorial Sudamericana de Antonio López Llausàs (hoy en el Grupo Penguin Random House). Como señala Maria Campillo en el texto introductorio, esta obra de Jordana propone muchos niveles de lectura, pero leerla como novela en clave resulta particularmente divertido, porque además Jordana sabe muy bien de lo que habla. Después de haber traducido durante mucho tiempo al catalán antes de la guerra civil (sobre todo para Barcino y Proa, donde publicó la de Mrs. Dalloway), en Chile y en Argentina Jordana tradujo muchos libros para Editorial Sudamericana, además de muchos otros para Poseidón (del exiliado catalán Joan Merli) y la chilena editorial Ercilla, lo que hace más evidente si cabe el fuerte componente autobiográfico de esta novela. De Jordana son por ejemplo las traducciones de La vida secreta de Salvador Dalí (Poseidón, 1944) o La filosofía perenne, Mono y esencia, Adonis y el alfabeto y otros ensayos y Esas hojas estériles, entre otras, de Aldous Huxley (Sudamericana, 1947, 1951, 1958 y 1959). Obra suya son también algunas de las traducciones que Sudamericana publicó de Thomas Merton, Will Durant, Hubert Wilkins, Roger Caillois, Julian Huxley…

Sede de Sudamericana en los años cuarenta.

Joan Ferrer escribe informes de lectura, traduce, e incluso rechaza, por razones de conciencia, un puesto en el servicio de prensa en la época en que la “Editorial Andina” (léase Sudamericana), que dirigen Pau Vallès (Antonio López Llausàs) y Arturo Rabínez (¿Rafael Vehils?) está lanzada en la lucrativa racha de libros de autoayuda (léase de Dale Carnegie), al tiempo que publica la obra literariamente más valiosa de aquellos autores británicos, franceses e italianos que la censura franquista impide que publiquen las editoriales españolas. De Vallès, se dice, por ejemplo, que lo concocía “desde hacía muchos años, había tenido tratos con él como escritor y sabía muy bien hasta qué punto se podía uno fiar de él, cuánto podía obtener o cuánto podía perder con él. Incluso cuando le prometía una cosa y hacía otra, Joan no se consideraba muy engañado, porque siempre se le veía venir y se lo esperaba” [la tarducción es mía].

Proa, 1966.

Las interioridades del funcionamiento de la editorial, las triquiñuelas de sus empleados para ascender, las pugnas entre los propietarios y las chapuzas del disparatado y enloquecido responsable del departamento editorial son fuente inagotable de carcajadas para quien conozca un poco el mundillo editorial por dentro. Las escenas, por ejemplo, en que el protagonista se ve en la necesidad de justificar un informe de lectura muy negativo acerca de un libro de viajes disparatado del autor estrella de la casa, ha lidiar con la revisión de una prueba de traducción que ha realizado una «enchufada» muy poco talentosa o tiene que defender su traducción, una vez ya publicada, que ha sido objeto de una corrección completamente absurda y torpe se cuentan entre las más graciosas de la novela. Y la cosa cobra más trascendencia y retranca si uno sabe que antes de la guerra Jordana fue jefe de la Oficina de Estilo de la Generalitat de Catalunya. Seguro que a más de un traductor o redactor de informes de lectura son escenas que le resultarán familiares y difícilmente podrá reprimir, cuando menos, una sonrisa.

Sin embargo, más interesantes si cabe son sus atinadas e irónicas reflexiones sobre la tarea de traducir, sobre la eufonía, sobre los «falsos amigos», sobre la traslación del ritmo de la prosa, y sus asociaciones de ideas a partir de la comparación entre palabras de diferentes lenguas. Harán las delicias de los profesionales en la materia.

C.A. Jordana

Incluso tras los títulos y autores que menciona Jordana sería posible investigar si no se ocultarán a algunos escritores y libros reales: Un Don Felipe´s Heart, de un tal Cought, una Sikorsky´s New Theory: Superegos at Work, unas graciosas Réflexions sur la cuisine française, o La theorie de la relativité sans mathematiques, de Jean Remi, Christopher Sullivan… De lo que no hay duda es del carácter autobiográfico del pasaje en que Joan Ferrer, un poco a modo de balance, contempla su biblioteca de traducciones. Ahí están Marlow, Sterne, Lessage, Hugues, Charles Morgan, Martin de Gard…, e incluso sus propias obras como narrador, entre las que aparecen una recopilación de cuentos titulada Tot de misteris (Tot de contes, 1929), Els tripijocs dels inmortals, protagonizada por un tal detective Sam Weller (El collar de la Núria, 1927), una biografía de Plaerdemanvida (?), la recopilación de artículos Esplais i cabòries y unas Excursions literàries.

Carles Riba (1893-1959)

También en sus miradas retrospectivas al pasado encontramos algunos guiños bastante evidentes: un tal Carmel Margenat (Carles Riba), por ejemplo, o un antólogo tras el que es fácil reconocer a Joan Triadú y su Antologia de la poesia catalana. 1900-1950 (Selecta, 1951)

Sería interesante y divertido contar con una traducción al español de El món de Joan Ferrer, en la que se investigaran y anotaran todos esos guiños, que a menudo remiten a editores y escritores reales. Y la calidad de la obra, con sus espléndidas introspecciones joyceanas y sus pinceladas costumbristas bien distribuidas, lo justificaría sobradamente.

César August Jordana, El món de Joan Ferrer, prólogo de Maria Campillo, Barcelona, Edicions de 1984, 2009.

Nota de octubre de 2015: La editorial Entre Mundos ha publicado la versión en español, con el título El mundo de Joan Ferrer, en traducción de Palmira Feixas.

Fuentes:

En el Arxiu Nacional de Catalunya se conserva el epistolario de Cèsar August Jordana, que incluye abundante correspondencia entre la que se cuenta la mantenida con las editoriales Ercilla, Sudamericana y Aymà.

Miquel Adam, “El món de Joan Ferrer vist per un ignorant”, Núvol, 7 de febrer de 2013.

Montserrat Bacardí, La traducció catalana sota el franquisme, Lleida, Punctum-Trilcat-Gettcc (Quaderns 5), 2012.

Josep M. Benet i Jornet, “C.A. Jordana, més enllà de la pulcritud”, Els Marges, núm 1 (1974), pp. 110-114.

Helena Bonals, «Ressenya d´El món de Joan Ferrer«, Anticànons, 1 de agosto de 1007.

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Montserrat Majó i Ubach, Cèsar-August Jordana i la traducció. Repàs biobibliogràfic, trabajo de investigación dirigido por Montserrat Bacardí y fechado en septiembre de 2004.