En septiembre de 1962 las autoridades franquistas autorizaban la publicación de una revista cuyo primer número data de octubre del año siguiente y que, con el paso del tiempo, en marzo de 1965, daría pie a una de las editoriales más interesantes de su época, Cuadernos para el Diálogo y Edicusa, respectivamente.
El origen remoto de estas iniciativas, por su orientación y sus impulsores, quizá esté en Epesa (Ediciones y Publicaciones Españolas, S.A.), nacidas en 1944 e impulsadas por el historiador y periodista Alfredo Sánchez Bella (1916-1999), quien había sido vicesecretario del Centro Superior de Investigaciones Científicas entre 1940 y 1941, y Joaquín Ruiz Giménez (1913-2009), quien por entonces ya presidía la organización católica universitaria internacional Pax Romana.
Un segundo jalón en el camino hacia Cuadernos para el Diálogo fueron, en 1959, la creación de las Ediciones Iberoamericanas, S.A. (Eisa), entre cuyos accionistas se encontraba la misma Epesa, junto con Sánchez Bella y el militar y escritor Francisco Sintes Obrador (1912-1982), que hasta 1951 había sido secretario general del Instituto de Cultura Hispánica, entre otros.
La revista Cuadernos para el Diálogo surge de la iniciativa de un amplio grupo de orientación católica que a finales de 1968 lograría aglutinar a mil quinientos accionistas, y para la puesta en marcha de la editorial reúne a unos cuatrocientos accionistas que ponen sobre la mesa un total de once millones de pesetas. Entre ellos se contaban Ruiz Giménez, Sintes Obrador, Mariano Aguilar (1916-1992), que había sido apartado de su cátedra de Derecho tras haber participado en las manifestaciones universitarias de febrero de 1965, José Mª Riaza, el escritor expulsado de la Marina Antonio Menchaca (1921-2002), etc. Alrededor de la revista, que al parecer no tenía un consejo de redacción cerrado sino más bien un consejo amplio, se habían ido encontrando personalidades tan distintas como las del sindicalista comunista Marcelino Camacho (1918-2010), regresado de su exilio en Orán, el abogado y promotor de las Edicions Catalanes de París Josep Maria Vilaseca i Marcet (1919-1995), el abogado y por entonces miembro de Izquierda Democrática Gregorio Peces-Barba (1938-2012), que por entonces acababa de ocuparse de la defensa en el proceso contra la primera Comisión Obrera de Vizcaya, Juan Luis Cebrián (n. 1944), por entonces subdirector en el periódico del Movimiento del Sindicato Vertical Pueblo, o el en aquel momento joven periodista comunista y prestigioso crítico teatral Miguel Bilbatúa (1942-1997), entre otros muchísimos.
De esta amalgama (o diálogo) de personajes procedentes tanto de organizaciones católicas universitarias como de otras de carácter marcadamente marxista surgió una editorial de una rara apertura para esos años –incluso de «revolucionaria» se la ha caracterizado– y de cuyo talante es buena muestra el hecho de que se contara entre las asociadas a Distribuciones de Enlace (con Anagrama, Barral, Edicions 62, Fontanella, Laia, Lumen y Tusquets).
Con Pedro Altares como director de colecciones, y sustentada sobre todo en los suscriptores, la editorial pudo permitirse carecer de número de registro otorgado por censura (como en el caso de Edicions 62, por ejemplo) hasta 1970, de modo que presentaba las obras directamente a depósito, asumiendo el riesgo de que pudieran ser retiradas del mercado.
Salió a la palestra con Moral y sociedad: introducción a la moral social española del siglo XIX (1965), del filósofo y ensayista José Luis López Aranguren (1909-1996), que ese mismo año fue apartado de la universidad por haber participado en la marcha por la falta de libertad de asociación, y en un período bastante breve se convirtió en editorial de referencia sobre todo para los universitarios españoles, por el modo riguroso, ponderado y abierto con que enfocaba un amplísimo abanico de temas relacionados con el feminismo, la historia tanto cultural como política sobre todo española o la actualidad social y política, con obras tan impactantes como Historia y realidad del poder (1967), del historiador exiliado en Francia y miembro del Consejo Rector de la Unión de Intelectuales Libres Manuel Tuñón de Lara (1915-1997), Ideologías y clases en la España contemporánea (1968), del historiador catalán Antoni Jutglar (1933-2007) o más adelante La penetración americana en España (1974) de Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003).
En el ámbito de la literatura y de su estudio, destacan sobre todo títulos como El teatro hoy. Doce crónicas (1966), de Ricardo Domenech, Tendencias de la novela española actual (1950-1970) (1972), de Santos Sanz Villanueva, Literatura y pequeña burguesía en España (1972), de José-Carlos Mainer o Movimiento obrero, política y literatura en la España contemporánea (1974), de Tuñón de Lara, pero también algunos títulos de creación escritos por autores que aún permanecían en el exilio, como No (1969), de Max Aub, El Adefesio (1974), de Rafael Alberti, El inmenso placer de un gendarme (1976), de Santiago Blanco.
Decía Pedro Altares sobre el cierre de la editorial:
Es cierto que hubo muchas editoriales políticas en aquella época, pero hubo un momento en que esto se acabó. Sin embargo, estuvo bien mientras duró. No había competencia. Todos teníamos un enemigo común, que era la censura. Con la democracia se acabó ese espíritu.
Fuentes:
Soledad Gallego Díaz y Joaquín Estefanía, «Aquella Redacción de Cuadernos para el Diálogo«, El País, 7 de diciembre de 2009.
Jesús A. Martínez, ed., Historia de la edición en España 1939-1975, Madrid, Marcial Pons, 2015.
Juan Muñoz Soro, Cuadernos para el Diálogo (1963-1976). Una historia cultural del segundo franquismo, Madrid, Marcial Pons, 2006.
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