Los inicios de un excelso decorador de libros, Ricard Marlet

La vinculación del artista sabadellense Ricard Marlet (1896-1976) con la letra impresa fue muy temprana, y a principios de los años veinte publica ya algunos grabados al boj en impresos modestos, como por ejemplo dos ilustraciones para unos versos satíricos de Pere Quart dedicados al tranvía (y aparecidos en las modestas Edicions No me olvides en 1920) y en abril de 1922 en la revista de la Acadèmia Catòlica Garba (1920-1922), en la que colaboraban algunos jóvenes luego vinculados en distinto grado a la llamada Colla de Sabadell, como el crítico Armand Obiols (Joan Prat i Esteve, 1904-1971), el corrector y periodista Lluis Parcerisa (1896-1989) o el pedagogo y escritor Jordi Pons (Pere Valls Garreta, 1894-1983), así como ilustraciones en numerosos menús, programas de mano y otros impresos de uso efímero. Menos claro es que sea suya la firma del grabado que aparece en la cubierta de un elegante libro impreso a dos tintas en la sabadellense imprenta Sallent y que tuvo un éxito más que notable, Gloses femenines (1914), de Miquel Poal Aragall (189-1935), como se desliza en la interesante tesis de Marc Comadran Orpi sobre el noucentisme en Sabadell; esa firma tanto podría ser «R. Marlet» como «R. Marcet» (¿Ricard Marcet i Picard?) . Se da por seguro que Ricard Marlet se inició en el grabado al boj en 1918 de la mano de Antoni Oliver (hermano del célebre poeta y dramaturgo Joan Oliver, que firmaba como Pere Quart) y se tiene el de una bailarina por su primera xilografía.

Grabado al boj fechado en 1920.

En cualquier caso, en 1924, asentado ya como poco menos que el grabador oficial de la reputada imprenta de Joan Sallent, Marlet ganó el primer premio en un concurso de carteles convocado por Faianç Català (germen de las Galeries Laietanes) y se ocupó del interesantísimo Almanach de les Arts, revelándose entonces como uno de los mejores cultivadores del grabado al boj, una técnica que gracias al impulso del noucentisme estaba viviendo un proceso de reivindicación y recuperación. Por aquel entonces, el fotograbado había convertido los procedimientos xilográficos en recursos técnicamente obsoletos, pero como ha señalado Francesc Fontbona, una exposición en 1915 de Lluís Jou en las Galeries Dalmau llamó la atención de la crítica acerca de las posibilidades artísticas del grabado al boj, y durante el Noucentisme «si alguien ponía un boj en un impreso era precisamente porque se quería dotar a ese impreso de un tono de modesta solemnidad, un aire culto, prestigioso, que al mismo tiempo resultaba popular, atávico, y esta dualidad sería la que marcó el renacimiento de la xilografía».

Sello de contracubierta.

El primero de estos dos Almanachs de las Arts, fechado en abril de 1924, se abrió a una participación muy amplia entre los artistas sabadellenses, tanto de escritores (Joan Arús, Marià Burguès, Miquel Carreras, Joan Garriga, Armand Obiols, Joan Oliver, Joan Sallarès…) y compositores musicales (Josep A. Clapés, Josep Masllovet, Mateu Rifà…) como de grabadores e ilustradores (Marià Burguès, Francesc Cassanyes, Antoni Oliver, Antoni Vila Arrufat, Gustau Vila Grapa, etc.). Salvo por la ausencia de Trabal, aparecía al completo el Grup o Colla de Sabadell, y esta apertura respondía a la voluntad de demostrar la vitalidad —en términos cuantitativos— de las letras y las artes en Sabadell. Sin embargo, en el segundo (de junio de 1925) se fue más selectivo, sobre todo en la parte gráfica (dirigida por el propio Marlet). Ambos almanaques, muy cuidadosamente editados y encuadernados con cierto empaque, se imprimieron en la ya por entonces muy prestigiosa imprenta Joan Sallent.

Es el momento en que nace la editorial La Mirada, en la que Marlet tuvo una implicación de primer orden (diseños de la maqueta, cubiertas, logo) e ilustra para esta iniciativa muchos de los libros y diversos dípticos, como por ejemplo una edición del poema de Obiols «Llegenda del pirata que esdevingué ermità» (aparecido previamente en el Diari de Sabadell en el número especial de Navidad de 1924) acompañado de «El rústic villancet» de Josep Carner (1884-1970).

También de 1925 son las xilografías de L’aire daurat. Interpretacions de poesía xinesa, del traductor, crítico y poeta Marià Manent (1898-1988), que publicaría Atenes A. G. en 1928 y de la que tiraría quinientos ejemplares numerados en papel Offset A. G. P. con los cantos dorados. En enero de ese mismo año y hasta marzo de 1927 se desarrolló la andadura de la Revista de Poesía, dirigida por Manent, con Fages de Climent como secretario de redacción y Jaume Bofill i Ferro, Anna Maria de Saavedra y Tomás Garcés entre sus redactores y en la que colaborarían Josep Carner, Carles Riba, Josep Lleonart, etc. Ricard Marlet colaboró en la ilustración de las portadas.

El tren. Paisatge de conreus, grabado fechado en 1922.

Durante esa segunda mitad de la década, Marlet se dedica con intensidad al trabajo de grabador para libros, y no sólo de La Mirada; así, ilustra por ejemplo dos libros de Josep Puig Bosch (1889-1976), conocido como el Pare Hilari d’Arenys: Les eixides (1928), prologado por Apel·les Mestres y publicado por Lluís Gili, y La vall de Núria, que incluye numerosas fotografías de J. Canals y J. Mª Guilera, publicado por la Editorial Ibérica el año siguiente.

Aun así, le queda tiempo también para integrarse en la redacción artística de la que probablemente sea la mejor revista infantil del noucentisme, Jordi (febrero-agosto de 1928), dirigida inicialmente por Melcior Font (1902-1959) —luego sustituido por el infatigable Clovis Eimeric (1882-1952)— y en la que su nombre coincide con el de los escritores Josep Carner, C[èsar] A[ugust] Jordana (1893-1958), Carles Riba (1893-1959), Armand Obiols, Carles Soldevila (1892-1967) y los artistas Lola Anglada (1896-1984), Xavier Nogués (1873-1941), E[nric] C[ristòfor] Ricart (1893-1960) y, entre otros, Josep Obiols (1894-1967), autor de la cabecera.

De los años previos a la guerra civil resultan muy interesantes las doce planchas de gran formato (19 x 13) destinadas a un Quijote proyectado por The Limited Editions Club, creado en 1929 por George Macy (1900-1956) y que contaba con John Flass (1890-1973) para el diseño de sus ediciones. Actuó como mediador de este proyecto cervantino, que debía imprimirse en la Oliva de Vilanova, el poeta Marià Manent, que lo encargó inicialmente a E.C. Ricart. Se celebró incluso una reunión en mayo de 1931 con Macy en el Hotel Ritz de Barcelona en el que se le ofrecieron mil dólares por una cuarentena aproximada de grabados. Por entonces Ricart estaba inmerso en la creación de lo que sería la edición de Gili de La vida es sueño y del Poema de Nadal de Josep Maria de Sagarra que publicaría en 1931 la Llibreria Catalònia, pero aun así aceptó el encargo. Por motivos no del todo claros, los hermanos Vilanova encargaron el trabajo (36 grabados) a Ricard Marlet, que ese mismo año entregaba doce grabados correspondientes a nueve capítulos del primer volumen, dos del segundo y el frontispicio. Así las cosas, se pensó en una edición con grabados de ambos artistas, pero Marlet se sintió traicionado porque nada sabía de esos tratos y acabó demandando judicialmente a la Oliva, lo que obligó a los impresores a prescindir de sus obras y encargar a toda prisa a E.C. Ricart más grabados (la edición acabó saliendo sólo con obras suyas, veintinueve, en agosto de 1933), quien por esta obra fue objeto de más de una acusación de plagio.

Ilustración para el calendario publicitario de 1927 de la Impremta Sallent (en ocasiones se ha atribuido, erróneamente, a Josep Obiols).

Con la llegada de la guerra (durante la que diseñó por ejemplo el papel moneda de Sabadell) y el consecuente traslado de Marlet a la cercana Matadepera, se inicia una nueva etapa en la trayectoria del polifacético artista, que vale la pena tratar con un mínimo detenimiento.

Fuentes:

AA.VV., Ricard Marlet. Exposició del centenari (1896-1996), Museu d’Art de Sabadell-Fundació Caixa de Sabadell, 1996.

Anton Carbonell, «La Colla de Sabadell: “La qüestió es no estar mai parat»», Visat. 29 (febrer 2020), pp. 18-24.

Una de las ilustraciones de Marlet para el Almanach de 1925.

Marc Comadran Orpi, El procés d’expansió del noucentisme cap a les «segones ciutats». El cas de Sabadell (1910-1923), tesis doctoral, Universitat Autònoma de Barcelona, 2004.

Ana Fernández, «Ricard Marlet. Un centenari que ha valgut la pena», Quadern de les Idees, les Arts i les Lletres, núm. 107 (1996), pp. 316-317.

Montse Frisach, «Papers que parlen.70 anys d’història de Sabadell a través de la impremta Sallent», El Temps, 15 de enero de 2022.

Jaume Mercadé i Vergés, «Ricard Marlet i Saret (Sabadell, 1896- Matadepera 1976», Quadern de les Idees, les Arts i les Lletres, núm. 104 (febrero de 1996), p. 159.

Ferran Sanz Lou, La projecció internacional d’Enric Cristòfor Ricart com a gravador, Vilanova i la Geltrú, Fundació Privada del Foment Vilanoví (Colección Garivaldina 1), 2010.

Antoni Trallero i Alòs, «Algunes consideracions a l’entorn dels “Goigs en honra dels nassos més respectables de Sabadell» Arraona: revista d’història, núm 14 (1982), pp. 30-34

Un vistazo a la editorial La Mirada (1925-1930)

El arranque de la editorial sabadellense La Mirada a finales de 1925 con L´Any que ve, un libro de chistes ilustrados prologado por Josep Carner, llamó mucho la atención de la crítica, de los lectores y de los profesionales, y en la misma editorial, cuyo logo era obra de Ricard Marlet (uno de los grandes artistas que estaban recuperando en aquellos años del grabado al boj), salieron otros títulos libros de parejo interés que revitalizaron el panorama editorial.

Página de L´any que ve.

Al año siguiente aparecía con el mismo sello Ofrena rural, de Guerau de Liost (Jaume Bofill i Mates, 1878-1933), en el que la crítica ha visto confirmado un desplazamiento de la influencia de Ruskin a la de Francis Jammes que ya se apuntaba en su poemario previo Selvatana d´amor (1920). A éste seguiría en 1927 Tres estels i un ròssec, un conjunto de textos firmados por Bellafila, que es el seudónimo que desde 1902 (y hasta 1928) empleó el poeta Josep Carner (1884-1970) para firmar sus comentarios políticos en el benemérito periódico La Veu de Catalunya (1880-1937).

 

En 1928 la cadencia de publicación cobró por fin un ritmo más sostenido. Del gran poeta Carles Riba (1893-1959) se recogieron una serie de cuentos destinados al lector infantil que previamente, después del éxito de Aventures d´en Pierrot Marrasquí (1917), habían aparecido en 1918 publicados individualmente en la Editorial Muntañola ilustrados por Xavier Nogués, Joan G. Junceda y Apa (Feliu Elías), y a los que en esta ocasión se añade, a modo de prólogo, unas «Paraules a la gent gran». De Josep Carner se publica el libreto de la ópera El giravolt de maig, que con música de Eduard Toldrà (1895-1962) i figurines de Xavier Nogués (1873-1941) se estrenó en el Palau de la Música de Barcelona el 27 de octubre de ese año (se repuso durante la guerra civil, el 12 de abril de 1938 y, más recientemente, en diciembre de 2003, por els Amics de l´Òpera de Sabadell) y una reedición de Els fruits saborosos, poemario que en su momento (1906) supuso la confirmación de Carner, junto con Eugeni d´Ors, como una de las puntas de lanza del noucentisme, y que en esta nueva versión aparece casi reinterpretado y reescrito por completo desde la madurez, como advierte el propio poeta en el prólogo.

Entre los autores consagrados y procedentes de la órbita del noucentisme que se publican ese mismo año en La Mirada se cuentan también Antoni Rovira i Virgili (1882-1949), de quien aparece la recopilación de prosas Teatre de la natura: paisatges i marines, botánica i zoología, conformada con textos procedentes de publicaciones periódicas como La Nau (que él mismo había contribuido a fundar y en el que sería un asiduo Armand Obiols) y La Publicitat;  Josep Maria Millàs-Raurell (1896-1971), de quien se publica la primera edición de la obra teatral estrenada en 1924 el Romea Els fills, que constituye una punzante crítica de la burguesía barcelonesa; a Carles Soldevila (1892-1967),  también la primera edición de la comedia La tia d´Amèrica, cuyos dardos apuntan a la misma clase social.

Francesc Trabal.

Por su parte, Agustí Esclasans (1895-1967) se puso en contacto con Trabal para intentar publicar su primer libro de cuentos al cerrársele otras puertas, y el editor sabadellense aceptó la propuesta si reducía la selección inicial de treinta a veinte cuentos. El éxito de este libro, Històries de la carn i de la sang, hizo que el año siguiente Avel·lí Artís i Balaguer hiciera una segunda edición, como número 11 de su colección Les Ales Esteses, y durante la guerra lo recuperó Josep Janés (1913-1959), como número 152 de sus excelentes Quaderns Literaris, quien además durante la posguerra publicó la traducción al español en su colección Lauro (Historias de la carne y de la sangre, 1946).  Si bien el arriesgado proyecto de hacer una edición en gran lujo, durante la guerra civil, con ilustraciones de Xavier Nogués, nunca llegó a materializarse, los diez cuentos descartados al conformar el volumen de La Mirada constituyeron después el cañamazo de Miquel Ángel i altres proses, que Janés publicó como tercer número de los Quaderns Literaris con una portada a pluma de Emili Grau Sala (1911-1975) y grabados del artista vidriero Jaume Muntasell (1915-¿?), en una de las muy escasas colaboraciones editoriales de este artista que parecen haber dejado rastro.

Igualmente notable es la presencia en La Mirada de un prosista muy conscientemente alejado del noucentisme y de cualquier atisbo de elitismo que le pudiera ser connatural como fue Josep Pla, de quien aún en 1928 se publica una primera y luego mítica edición –porque suele considerarse que las posteriores refundiciones estropearon el texto– de Vida de Manolo, contada per ell mateix, con 25 grabados fuera de texto (en 1930 apareció la traducción de Juan Chabás en la editorial Mundo Latino, precedida de un prólogo de Carles Riba, que hizo que en los años cincuenta Dionisio Ridruejo lo describiera como «uno de los mejores libros que se han publicado en España durante los últimos treinta años).

El resto de obras publicadas en 1928 en La Mirada responden a la segunda línea editorial, la de dar a conocer los primeros libros de los jóvenes que formaban o se movían alrededor de la conocida como Colla de Sabadell, y que puede interpretarse como un modo de responder a la situación que muchos autores consideraban injusta de las relaciones económicas entre escritores y editores:  L´home que es va perdre, de Francesc Trabal, y Una tragedia a Lil·liput, de Joan Oliver. De Armand Obiols (Joan Prat i Esteve, 1904-1971), el otro puntal del proyecto, se anunció en varias ocasiones un poemario de raigambre simbolista, Deucalió, del que al parecer nunca llegó a quedar suficientemente satisfecho como para darlo a imprimir. La misma combinación aludida se seguiría más o menos en los años sucesivos.

En 1929 aparece la obra de Josep Maria de Sagarra (1894-1961) Judit, la recopilación Tot de contes, de Cèsar August Jordana (1893-1958) y, más difícil de situar estéticamente, Vida i mort dels barcelonins, un conjunto de relatos muy concisos de Joan Sacs (Feliu Elias, 1878-1948) en la que el lenguaje humorístico y salpicado de coloquialismos y frases hechas desemboca en una visión amarga de la condición humana. Y a ellos seguirían en 1930, por un lado, el  Llibre d´estances. Llibre segon, precedit de la reedició del primer, de Carles Riba, y, por el otro,  Judita, de Francesc Trabal, que durante la guerra civil Josep Janés recuperaría en sus Quaderns Literaris. Depués de Judita, y tras publicar Quo vadis Sànchez? (1931) en Edicions de La Rambla, Trabal entró en el catálogo de la editorial Proa con Era una dona com les altres (1932) y Hi ha homes que ploren perque el sol es pon (1933), y por esos mismos años La Mirada acabó por convertirse en una colección de esa editorial, donde, en lo formal, se perdió el diseño original y, en cuanto a la selección de títulos, se introdujeron una serie de matices que como es muy lógico rompieron ese relativo equilibrio entre autores cuya obra había evolucionado a partir (y en algunas ocasiones contra) el noucentisme y los nuevos autores surgidos en los aledaños del Grup de Sabadell (a los que Carner se refirió quizá acertadamente como «escola sabadellenca»).

Al margen de este comentario han quedado una gran cantidad de hojas sueltas de poemas ilustrados, poemas visuales, grabados, estampas, etc. publicadas también por La Mirada que no son fáciles de documentar.

Fuentes:

Biblioteca de la Fundació La Mirada.

Miquel Bach, «L´indiscret encant de La Mirada», en La Colla de Sabadell, entre el Noucentisme i l´avantguarda (catálogo de la exposición), Sabadell, Fundació La Mirada, 2002.

Josep Mengual, A dos tintas. Josep Janés, poeta y editor, Barcelona, Debate, 2013.

Joan Oliver-Pere Calders, conversación transcrita por Xavier Febrés, con fotografías de Pilar Aymeric, Barcelona, Ayuntamiento de Barcelona-Laia (Diàlegs a Barcelona, 2), 1984.

Joan Oliver, Temps, records, ed. de Miquel Bach y prólogo de Pere Calders, Sabadell, Fundació La Mirada (Ragtime 3), 1991.

Apéndice: La Mirada (salvo error u omisión)

Francesc Trabal L´Any que ve; prólogo de Josep Carner e ilustraciones del autor, d’Antoni Vila Arrufat, Ricard Marlet, Lluis Parcerisa, Josep Maria Trabal, Joan Oliver, Armand Obiols i Miquel Carreras, 1925.

Guerau de Liost (Jaume Bofill i Mates), Ofrena rural, 1926.

Bellafila (Josep Carner), Tres estels i un ròssec, 1927.

Josep Carner, El giravolt de maig, 1928.

Carles Riba, Sis Joans, 1928.

Francesc Trabal, L´home que es va pedre, 1928.

Joan Oliver, Una tragedia a Lil·liput, 1928.

Josep Pla, Vida de Manolo, contada per ell mateix, 1928.

Antoni Rovira i Virgili, Teatre de la natura: paisatges i marines, botánica i zoología, 1928.

Josep Carner, El giravolt de maig, 1928.

Josep Maria Millàs-Raurell, Els fills, 1928.

Agustí Esclassans, Histories de la carn i de la sang, 1928.

Josep Carner, Els fruits saborosos, 1928.

Carles Soldevila, La tia d´Amèrica, 1928.

Joan Sacs, Vida i mort dels barcelonins, 1929.

Josep Maria de Sagarra, Judit. Poema, 1929.

C.A. Jordana, Tot de contes, 1929.

Carles Riba, Llibre d´estances. Llibre segon, precedit de la reedició del primer, 1930.

Francesc Trabal, Judita, 1930.

Un momento álgido de la edición en Sabadell

A Xavi Junyent i Xavier Bernadí, amb qui em vaig patejar, de dia i de nit, els carrers que aquí es mencionen.

 

La ciudad de Sabadell, cocapital de la comarca del Vallès Occidental (con Terrassa) y situada a unos 25 kilómetros de Barcelona, atesora una tradición como centro editor poco desdeñable y, además de algunas gentes de letras  notables como Francesc Trabal (1899-1957), Pere Quart (Joan Oliver, 1899-1986), Armand Obiols (Joan Prat, 1904-1971), Feliu Formosa (n. 1934), el librero y editor Joan Sallarès i Castells (1893-1971) o el pintor y editor Andreu Castells (1918-1987), es cuna de nombres importantes y acaso menos conocidos en el mundo de la edición, como los de Joan Sallent (1879-1936) y Ricard Marlet (1896-1976).

Imagen de la Escola Industrial de Arts i Oficis de Sabadell en 1928.

Muestra de la importancia que Sabadell tuvo como centro impresor es el hecho de que Joan Sallent i Prat, hijo de pequeños agricultores, se formara como aprendiz en una de las mayores imprentas que a principios de siglo había en España, la de Joan Comas i Faura (creada en 1885 y que contaba con unos setenta operarios), que durante muchos años estuvo situada en el número 7 de la calle Lacy, desde donde distribuía sus trabajos a toda la península e incluso al extranjero. Otro sabadellense notable, el mencionado Joan Sallarès, también pasó por la Comas, después de iniciarse a los doce como aprendiz en el taller de Magí Ribera y pasar por la Tipografía Vives, al margen de ser autor de obra sobre la historia del oficio (D´impremtes i d´impressors de Sabadell, 1963).

Antigua ferreteria en la Rambla, esquina Lacy (Sabadell).

Sin embargo, en 1912 Joan Sallent aparece ya documentado con un taller propio, dotado con una Minerva, ubicado inicialmente en Horta Nova, y en 1913 en la calle Sant Quirze (muy cerca, por tanto, de la imprenta de Joan Comas). En muy poco tiempo, esta imprenta se convirtió en un punto de referencia de la edición noucentista y empezó a recibir encargos de editoriales barcelonesas importantes, entre las que destacan la Librería Verdaguer (fundada en 1835 por Joaquim Verdaguer Bollich en las Ramblas) y la Catalonia de Antoni López Llausàs (situada en la plaza Catalunya), a las que en los años veinte se añadieron la Barcino y los principales proyectos surgidos en Sabadell.

Fueron los veinte una década bastante movida en la ciudad en cuanto a actividad editorial. En septiembre de 1920 surgía Garba (35 números hasta diciembre de 1922), una revista de arte y literatura impresa en Sabadell por Noográfica y dirigida por Ramon Ribera i Llobet (1882-1957) que no debe confundirse con la homónima barcelonesa de Josep Baguñà; en julio de 1921 aparecía, bajo la dirección de Armand Obiols y Esteve Serra, un único número de la revista de aires renovadores y vanguardistas Vibracions. Primera fulla de gimnàstica espiritual; en 1924 se publica por primera vez el Almanac de les Arts, impreso por Sallent y con grabados de Ricard Marlet, quien a esas alturas ya se había establecido como uno de los principales recuperadores del grabado al boj que había impulsado el noucentisme, y se añadía de ese modo a la pléyade que estaban conformando Xavier Nogués (1873-1941), Enric-Cristòfol Ricart (1893-1960) y Josep Obiols (1894-1967).

Página del Almanac de 1925, que recoge un poema de Joan Oliver y una acuarela de Narcís Giralt (Impreso por Sallent).

A mediados de la década, nace, por el impulso de la Lliga Regionalista, la Biblioteca Sabadellenca, un proyecto formalmente ambicioso que desde el primer volumen, en 1925, imprimió siempre la Sallent. Hasta 1936 publicó treinta  cuatro volúmenes, bajo la dirección del periodista y director del Diari de Sabadell Joan Costa i Déu (1883-1938), quien contaba con la colaboración y el asesoramiento del ya mencionado Joan Sallarès. Se estrenó con una antología seleccionada por Costa y Sallarès, y a ella siguieron poemarios de la compositora y pianista Agnès Armengol (1852-1934), del escritor vanguardista Joaquim Folguera o de Joan Trias Fàbregas (este último prologado por Joan Oliver), entre otros.

Sin embargo, el gran acontecimiento en aquellos años fue la gestación del conocido como Grup o Colla de Sabadell, pues de allí surgió otro proyecto en el que se lució Sallent, La Mirada, una de las editoriales más influyentes en la modernización tanto de la literatura como de las artes gráficas catalanas, y cuya huella puede percibirse todavía en determinados aspectos de algunos proyectos en activo (y quizá particularmente en Quaderns Crema). Ese conjunto de ejemplares, cuyo diseño sigue asombrando por su modernidad, con sus cubiertas en tela en color plano (diferente en casa caso) y con un formato casi cuadrado, o bien los de la colección de teatro, en rústica y con elegantes cubiertas a dos tintas, ha acabado por convertirse en poco menos que una serie de culto.

Uno de los integrantes del grupo, Pere Quart (Joan Oliver), dejó en 1960 una intensa y elocuente evocación de la génesis de la editorial, que tuvo por escenario la entrada al Marquet de les Roques, un pequeño castillo «al fondo de la Vall d´Horta, bajo el Montcau».

Un anochecer, alrededor de esas mesas, nos reunimos Josep Carner, Jaume Bofill i Mates, Carles Riba, Francesc Trabal, Armand Obiols y yo. Los maestros hablaban y los jóvenes escuchábamos; se nos hizo de noche. Habíamos comido en el castillo; en aquel ágape quedó constituida una empresa editorial modesta, pero significativa: La Mirada. De los seis, hoy sólo quedamos tres, y dos de ellos están muy lejos.

Imagen actual del Marquet de les Roques.

Al parecer, inicialmente se pensó en una colección de libros de arte para los cuales se barajaron como los tres primeros protagonistas Pablo Picasso, Salvador Dalí y Joan Miró, pero esa idea pronto fue sustituida por una actividad próxima a la de una cooperativa en la que los escritores implicados darían a conocer una serie de textos destinados a provocar no poco escándalo y a unas ciertas tensiones con los sectores culturalmente más conservadores de la ciudad (y, por extensión, de Cataluña), mientras otros sectores más jóvenes, que podrían perfectamente ejemplificarse en la redacción del periódico Avui (Pere Calders, Tísner, Àngel Estivill, Sebastià Juan Arbó, Lluis Palazón, Ignasi Agustí), se entusiasmaban con esa bocanada de aire fresco.

Joan Oliver en 1932.

El logo de la editorial fue obra de Marlet, miembro de la Colla de Sabadell (conocida en su ciudad también como Coro de Santa Rita), y el primer libro en el que apareció fue en L´any que ve, un volumen que firmaba Francesc Trabal pero en el que participaron también otros miembros del grupo, tanto en los textos como en las ilustraciones (Antoni Vila Arrufat, Ricard Marlet, Lluis Parcerisa, Josep Maria Trabal, Joan Oliver, Armand Obiols y Miquel Carreras). Se trataba de un libro de chistes en los que, bajo una apariencia decorosa, elegante e incluso distinguida pero moderna, elitista al fin y al cabo, se ocultaba un tipo de humorismo de lo más explosivo, en un tipo de juego que ponía ya de manifiesto las poderosas raíces vanguardistas de la propuesta de La Mirada. Este aspecto de juego un poco provocativo (épater le bourgeois) se reforzaba además por ir encabezado por un prólogo del reputado poeta Josep Carner (1884-1970), que ya con quince años había ganado su primer premio en los Jocs Florals de Barcelona y a principios de siglo era conocido como el príncep dels poetes, pues le avalaba el hecho de ser uno de los pocos escritores profesionales.

Francesc Trabal.

En realidad –y esto lo descubría el comprador una vez retirado el celofán que protegía el volumen–, los dibujos no hacían ninguna justicia al prestigio de sus autores, sino que más bien se trataba de ilustraciones de trazo desgarbado, intencionadamente naïf en el peor sentido. En cuanto al texto, los chistes ponen en cuestión la validez del lenguaje como herramienta para entendernos (en algunos momentos puede recordar algunos diálogos del teatro del absurdo), desmontan los clichés lingüísticos inservibles ya para transmitir nuevas ideas, ponen en entredicho las frases hechas y las muletillas, para poner de este modo de manifiesto su carácter absurdo e irracional, en lo que puede interpretarse como un juego bastante más serio de lo que pudiera parecer a un lector descuidado (que fue lo que en realidad sucedió a buena parte de los lectores de su tiempo).

Durante la guerra civil, entre otras cosas Marlet diseñó los billetes de uso local que se imprimieron por entonces en Sabadell.

Con este primer perdigonazo (al que siguieron una serie de títulos también muy dignos de mención de autores como Carles Riba, Cèsar August Jordana o Josep Pla), se acentuaron las diferencias y rencillas con el sector editorial más asentado en Sabadell y más conservador, particularmente con la Biblioteca Sabadellenca (vinculada a la Lliga Regionalista), si bien en la segunda mitad de  la década de los veinte no se había iniciado aún el acercamiento de los principales miembros de esta generación al pensamiento ni a las organizaciones marxistas, como sí se pondría muy claramente de manifiesto a raíz de la sublevación de julio de 1936.

En cualquier caso, ajenos a todo ello, tanto Marlet como Salllent (a cuya muerte le sucederían su hijo Eugeni y Francesc de P. Custodio) continuaron trabajando con todos ellos, acrecentando su prestigio, bien conocido y reconocido no sólo en Barcelona, sino en toda España y allende sus fronteras.

Colofón a dos tintas de uno de los 188 ejemplares de El Poema de Montserrat, de Josep Maria de Sagarra, firmados por el autor, ilustrados por Ramon de Capmany i Muntaner, e impresos por Sucesores de Joan Sallent en 1950.

Fuentes:

Joan Alsina i Giralt, «Joan Sallarès i Castells, 1893-1971. Assaig de biografia», Arrahona, tercera época, núm. 6 (primavera de 1990), pp. 47-64.

Miquel Bach, L´indiscret encant de La Mirada, La Colla de Sabadell, entre el Noucentisme i l´avantguarda (catálogo de la exposición), Sabadell, Fundació La Mirada, 2002.

Lluis Bonada, «Industrial i lletraferida», El Temps, núm. 1471 (21 de agosto de 2012), pp. 50-52.

Josep Lluís Martín i Berbois, «La Biblioteca Sabadellenca Una editorial al servei d’un partit», El Marges, núm. 80 (2006), pp. 31-48.

Joan Oliver-Pere Calders, conversación transcrita por Xavier Febrés, con fotografías de Pilar Aymerich, Barcelona, Ayuntamiento de Barcelona-Laia (Diàlegs a Barcelona, 2), 1984.

Joan Oliver, Temps, records, ed. de Miquel Bach y prólogo de Pere Calders, Sabadell, Fundació La Mirada (Ragtime 3), 1991.

Joan Sallarès, A l´ombra del campanar, Sabadell, Comissió de Cultura de I’Ajuntament de Sabadell, 1970.