Sobre el primer libro en catalán tras la guerra civil y el «Mosaic III» de Víctor Català

Parece que hay negacionistas para todo, incluso para rebatir que tras la guerra civil española se prohibió la publicación de libros en catalán. Y, según como se exprese, la afirmación puede incluso parecer cierta porque más que una prohibición explícita lo que hubo es la limitación de publicar, solamente, aquellos libros que apenas nadie desearía leer (y en ningún caso novedades literarias).

Se ha mencionado a menudo Mosaic III (1946), de Victor Català, como la primera novedad publicada en catalán después de 1939, cosa que además de requerir matización no es correcta en sentido estricto. En primer lugar, porque sobre todo en los primeros años de posguerra hubo unas cuantas ediciones que circularon con páginas de créditos falsos (con fechas anteriores a 1939) o se publicaron y distribuyeron de forma clandestina, pero aún hay más.

 En un libro publicado en 1975, Els altres quaranta anys, el lingüista y editor mallorquín Francesc de Borja Moll (1903-1991) contó cómo logró colar a censura ya en 1943 un nuevo libro de Miquel Dolç (1912-1994), El somni encetat, encuadrándolo entre autores consagrados y dando a entender que se trataba de un clásico en la colección Les Illes d’Or, creada en 1934 y en la que figuraban Joan Alcover (1824-1926), Antoni Maria Alcover (1862-1932), Miquel Costa i Llobera (1854-1922) y Pere d’Alcàntara Penya (1823-1906), entre otros. Después de haber visto como le denegaban permiso para publicar una traducción suya de Das Fräulein von Scuderi de ETA Hoffmann y Cançons mallorquines de Guillem Colom (1890-1979) e incluso una pieza teatral del muy franquista Josep M. Tous i Maroto (1870-1949), a Moll debió de parecerle una buena idea, y el caso es que coló.

Sin embargo, la primera novedad que recibió autorización a cara descubierta, entre otras cosas porque mantenía las convenciones ortográficas anteriores a las normas de Pompeu Fabra (1868-1948) y por tanto presentaba severas dificultades para el lector común, fue ciertamente el mencionado libro de Víctor Català (Caterina Albert, 1869-1966), quien previamente había publicado ya una reedición de la traducción que en 1907 hiciera Francesc Xavier Garriga (1864-1941) para Montaner y Simón de Solitud (1942), así como una edición de bibliófilo de la novela en castellano Retablo (1944), ilustrada por Joan Colom (1879-1964) y decorada por Evarist Mora para la que tuvo que escribir un segundo prólogo porque el primero lo rechazó la censura debido a las alusiones a la catalanidad de la autora.

De la existencia de Mosaic ya tenían noticia el común de los lectores interesados por lo menos desde 1926, cuando en declaraciones al célebre poeta y traductor Tomás Garcés (1901-1993) publicadas en la prestigiosa Revista de Catalunya la autora explicaba que, además de un libro de versos, tenía inédita una recopilación de trabajos en prosa titulado Mosaic. Pero sus orígenes se remontan aún a varias décadas atrás.

La edición de Mosaic III de 1946 incluye veinticuatro textos, por lo menos muchos de ellos publicados previamente en los primeros años del siglo xx en la revista La Renaixença («La Tramuntana»), en la Ilustració Catalana («Ma cambra blanca», «Les teulades», «Mon niu», «La tortuga», «La tramuntana», «L’euga») y en el suplemento de esta última publicación, Feminal, que dirigía Carme Karr (1865-1943) («L’hort»). Sin embargo, el primer indicio de este libro se encuentra en la primera edición en volumen de la novela más conocida de Víctor Català, Solitud (1905), en cuya contracubierta se anuncia «Intimitats».

De Mosaic III se hizo en 1946 una edición de bibliófilo en cuya página de cortesía puede leerse (traduzco):

Por imposibilidad material de preparar el volumen entero Mosaic para poder darlo al público en fecha determinada, sale hoy su última parte, esperando que sea factible publicar a no tardar las dos primeras, titulada una de ellas «Vibracions» y la otra, «Encunys».

Puede deducirse de ello que la única parte que la autora llegó a ordenar y compilar fue esta tercera parte originalmente titulada «Intimitats», si bien el subtítulo que lleva es «Impressions literàries sobre temes domèstics».

De esa edición de bibliófilo acabada en la Imprenta Vda. de J. Ferrer i Coll, se tiraron veintinueve ejemplares en papel de hilo, cuatro de ellos fuera de venta, más veinticinco ejemplares numerados y, según la justificación de tirada, «firmados por el autor» (lo cual no parece ni casualidad ni error tratándose de una autora como Víctor Català). En cambio, de la edición comercial se tiraron unos tres mil y la única diferencia fue que se encuadernó con una cubierta distinta en la que, en lugar del sello de Llibreria Dalmau (Passeig de Gràcia, 80) figuraba el de Dalmau i Jover. Pero la diferencia más significativa es que en la edición de bibliófilo esta edición se consignaba como el primer título perteneciente a una Biblioteca Nova Renaixença tanto en la portada como en la cubierta y la contracubierta, mientras que en la edición comercial solo aparecía esa mención en la portada.

De nuevo, el motivo parece ser la censura, que vetó el nombre de la colección cuando el editor Rafael Dalmau (1904-1976) la propuso, así que con el interior ya impreso debió de encuadernar la tirada con una nueva cubierta de la que desapareciese la mención a La Nova Renaixença y, sobre el mismo logo, apareciera una a Biblioteca Literaria Catalana, que así fue como finalmente decidió llamar a la colección.

Rafael Dalmau se había iniciado como editor poco antes de la guerra civil, y en unas iniciales Edicions Mediterrània (en la calle Mallorca, 95) tuvo tiempo de publicar libros iniciales de colecciones diversas: L’empeltament dels arbres fruiters, de Oscar Bonfiglioli, con muchas ilustraciones en blanco y negro, El Sis d’Octubre des del Palau de Governació, de Josep Dencàs (1900-1966), una traducción del propio Dalmau de Pilsudski, de Sigismomd Stanislav Klingsland, con prólogo de Rafael Cardona (1890-1943) y Les aventures de Marcel, de Antoni Jaume y con ilustraciones de J. Altamira. No fue hasta el término de la guerra que este militante de Estat Català y de Unió Catalanista pudo reincorporarse al mundo del libro, inicialmente como librero.

Al Mosaic III de Víctor Català con el que se inició la Biblioteca Literaria Catalana le siguieron Cromos de la vida noucentista. (Memòries d’un barceloní), de Joaquim M. Nadal (1883-1972), Memòries d’un antiquari, novela del propio Rafael Dalmau; el poemario Urània o la música de les esferes, de Agustí Esclassans (1895-1967), y la novela de Josep Ribalta Clos (1890-1966) Jaume Farell.

Para que se completara el Mosaic III tal como la autora lo concibió originalmente hubo que esperar a la edición de 2021 que Agnès Prats y Blanca Llum Vidal prepararon para Club Editor, que dio pie tanto a una cierta reinterpretación de esta obra como a una revisión de la imagen pública de Víctor Català.

Fuentes:

Pilar Arnau i Segarra, «Paratextos en el discurs literari català durant el franquisme: censura i compromís en els pròlegs de Josep Maria Llompart», Journal of Catalan Studies, núm. 17 (2014), pp. 90-113.

Maria Josepa Gallofré i Virgili, L’edició catalana i la censura franquista (1939-1951), Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat,1991.

Tomás Garcés, «Conversa amb Victor Català», Revista de Catalunya, núm. 26 (agostp de 1926), pp. 126-134.

Irene Muñoz i Pairet, «Epistolari entre Francesc Matheu i Víctor Català (1902-1934)», Actes del XVIIè Col·loqui de l’Associació Internacional de Llengua i Literatura Catalana (València, 2015), pp. 403-411.

«K. L. Reich» y la autocensura, una enigmática historia editorial

Tanto el proceso de escritura como el de publicación de una de las obras más estremecedoras e impactantes sobre la vida de los republicanos españoles en campos nazis, K. L. Reich, ha sido objeto de largas, enrevesadas y en algunos casos enconadas controversias, pero que al fin y al cabo han contribuido bastante a esclarecer la génesis de su publicación.

Joaquim Amat-Piniella.

Todo parece indicar que Joaquim Amat-Piniella (1913-1974) completó una primera versión de la obra entre septiembre de 1945 y abril de 1946, apenas ocho meses después de haber sido liberado por las tropas estadounidenses (en mayo de 1945) y mientras residía en Andorra, concretamente en Sant Julià de Lòria. Es más, David Serrano identifica una primera versión del episodio del asesinato del personaje de Vicent en K.L. Reich en un relato que se publicó ya en 1945 en la revista del exilio catalán en Niza Per Catalunya con el título «La Fam», y que años después se publicaría de nuevo de forma independiente en la recopilación póstuma Retaule en gris (Bromera, 2012).

En noviembre de 1947 aparece otro fragmento de esta versión en una interesante revista barcelonesa dirigida por el militante de Estat Català Antoni Ribera (1920-2001) titulada Antologia dels fets, les idees i el homes d’Occident. De esta publicación clandestina de divulgación cultural, entre cuyos colaboradores habituales se contaban el poeta y compositor Lluís de Rialp (Lluís Soler, n. 1920), el pedagogo y lingüista Políglot (Delfí Dalmau, 1891-1965), el crítico literario Joan Triadú (1921-2010) y los escritores exiliados Josep Carner (1884-1970), Agustí Bartra (1908-1982) y Josep Pous i Pagès (1873-1952), se hacía una tirada privada de mil ejemplares que distribuía el corredor de libros Pere Bonada con el método de cadena; hasta que en mayo de 1948 fue suspendida por orden gubernativa. Sin embargo, en el número 7 se publicó entre las páginas 52 y 59 el mencionado texto de Amat-Piniella con el título «Eutanàsia» y la siguiente indicación (que traduzco):

De los siete mil españoles que han pasado por el campo de concentración alemán de Mauthausen, apenas han salido unos mil ochocientos. El autor es uno de los supervivientes y, acerca de los recuerdos de su cautiverio de cuatro años y medio, ha escrito un reportaje novelado con el título K. L. Reich, aún inédito, y del cual publicamos hoy un capítulo.

Resulta cuanto menos curiosa pero quizá desorientadora la adscripción del texto al género del «reportaje novelado», pero es interesante que se publique en una revista que en cierto modo actuaba como catalizadora de la obra de diversos exiliados (como era por entonces el caso de Amat-Piniella) o de puente entre autores del interior y del exilio. En junio de 1953, fue el mencionado Agustí Bartra quien se planteó la posibilidad de publicar, en México, la obra de Amat-Piniella, enmarcándola en el proyecto de colección Fona que estaba planeando con el impresor Guillem Gally (1906-1981) y que pretendía dar a conocer obras impublicables en España por razones de censura, acompañándolas además de los pertinentes documentos ministeriales de prohibición. El fracaso de ese proyecto hizo que K.L. Reich siguiera inédita aún unos cuantos años más.

Sin embargo, el caso es intrigante porque la primera presentación de la obra a censura documentada es la del editor Santiago Albertí (1930-1997), y cuando Amat-Piniella hacía ya unos años que se había establecido en Catalunya. En abril de 1955 está fechada la denegación de la autorización para publicar la versión que se había presentado, de 140 páginas, a pesar de que el preceptivo informe del censor no señalaba en ella ningún pasaje y ningún motivo para prohibirla. Segundo enigma.

Tal vez la siguiente mención pública de la novela se produce en las páginas de la revista Destino, que en el número del 19 de abril de 1958, en el marco de un amplio reportaje sobre las novedades para el Sant Jordi de ese año con entrevistas a los editores, se alude a K. L. Reich como una «extensa e importante novela» inédita en la que Amat-Piniella «recoge extraordinarias experiencias de su internamiento en un campo de concentración alemán», al presentar al autor con motivo de la reciente aparición de su Roda de solitaris en la Nova Col·lecció Lletres del ya mencionado Santiago Albertí.

Hay muchas pruebas de que por lo menos la existencia de la obra y su tema era ampliamente conocido en el milieu, y poco después, en el número de enero de 1959 de la principal revista del exilio catalán en Buenos Aires, Ressorgiment, la traductora, periodista y escritora Anna Murià (1904-2002) le dedica el artículo «K. L. Reich, novel·la inèdita de J. Amat-Piniella», sin duda porque debió de tener acceso al manuscrito a través de su cónyuge, Agustí Bartra.

Finalmente, en 1961 se presenta de nuevo a censura, pero lo más notable de este episodio es que la obra había ido creciendo hasta las 250 páginas, lo que permite concluir a Josefina Sabaté que de Andorra no llega ya con una versión definitiva sino que, muy al contrario, el autor fue puliendo y retocando su texto a lo largo de esos años. Es incluso posible aventurar que el ejercicio de autocensura que Sabaté advierte en el texto definitivo sea consecuencia del contacto directo del autor con el ambiente cultural y literario de la Barcelona de esos años, donde, como en todas partes, se habían desarrollado diversas estrategias ante la censura (y que en el ámbito del teatro tuvieron dos polos opuestos representativos en el posibilismo de Buero Vallejo y el imposibilismo de Alfonso Sastre). En cualquier caso, el 10 de abril de 1961 José de Pablo Muñoz firmaba un informe de censura en el que consideraba, puesto que no atacaba ninguna de las instituciones fundamentales del régimen franquista, que «puede publicarse».

En 1963 aparece finalmente K. L. Reich, pero lo hace en una traducción al español firmada por el escritor Baltasar Porcel (1937-2009), si bien quienes tradujeron la obra fueron en realidad el propio Amat-Piniella, en colaboración con su amigo el médico, pintor y escritor Josep M. Cid-Prat y Porcel se limitó a hacer una corrección de estilo. Esta edición en español se publica en la colección Testimonio de Seix Barral, pero poco después ese mismo año lo hace también la edición en catalán, en este caso en el Club Editor de Joan Sales (1912-1983), cuyos procesos de producción y problemas con la programación de las obras en cartera acaso eran menos fluidos que en Seix Barral.

Estas fueron, pues, las ediciones disponibles durante muchos años, hasta que en 1995 Serrano Blanquer sacó a la luz un nuevo manuscrito íntegro que halló en un maletín que le facilitó el hijo de Amat Piniella y que difería del hasta entonces conocido, así como pasajes que tampoco figuraban en la edición publicada. Se generó entonces una cierta polémica acerca de los motivos de las diferencias entre uno y otro, básicamente entre quienes pensaban que respondían a motivos de censura y quienes pensaban que era una versión menos pulida y en un estadio en que el proceso de autocensura al que la sometió el propio autor no era aún evidente. En cualquier caso, esa fue la versión, editada por el propio Serano Blanquer, que Edicions 62 publicó en el año 2001.

Probablemente, lo más interesante que nos han dejado los análisis y cotejos de estas diferentes versiones que se han ido publicando, así como de las notas del autor y prólogos que las acompañaban, sea, de facto, un «estudio de caso» tremendo de lo que fue la autocensura durante la dictadura franquista.

Fuentes:

Joaquim Aloy i Bosch, «Les dues versions diferents de K. L. Reich», web Joaquim Amat-Piniella, escriptor i intel·lectual manresà (1913-1974).

Marta Marín-Dòmine, «K. L. Reich (1963)», Visat, núm. 16 (octubre de 2013).

Josep Massot, «Centenario de Joaquim Amat-Piniella, un catalán en Mathausen», La Vanguardia, 19 de febrero de 2013.

Josefina Sabaté, «Análisis de las variantes autógrafas en la “Nota de l’autor” de Joaquim Amat-Piniella en K. L. Reich», Represura, núm. 3 (2018), pp. 39-71.

La relación (mala) entre dos escritores y editores: Pedrolo y Sales

Manuel de Pedrolo.

En el ámbito de la edición, Manuel de Pedrolo (1918-1990) es recordado sobre todo como creador en 1963 de una impactante colección de novela policíaca en el seno de Edicions 62, La cua de palla, cuyo propósito evidente era –dando así respuesta a una reivindicación ya añeja de críticos como Rafael Tasis (1906-1966)–, normalizar la lengua y la literatura catalana mediante la publicación de novela de género de éxito, con buenas traducciones de autores clásicos (Chandler, Hammett. Chester Himes, Simenon) y la incorporación de algunos escritores más o menos jóvenes (el propio Pedrolo) a los que se pretendió sin éxito incentivar en el cultivo del género. Sin embargo, ya antes había hecho Pedrolo trabajos como corrector, traductor y asesor para Bruguera (entre otras cosas, corrigió novelas de Corín Tellado), y en 1951 empezó a desempeñar las mismas tareas para la editorial Albor de Ferran Canyameres (1898-1964).

Por su parte, Joan Sales (1912-1983) había dejado atrás una época de formación en México durante su exilio y estaba al frente del Club Editor cuando trabó contacto con Pedrolo.

Núria Folch y Joan Sales.

Es sabido que, como consecuencia de sus diferencias sobre en qué debía consistir la labor del editor, no llegaron a un acuerdo para incorporar ninguna novela de Manuel de Pedrolo al catálogo del Club Editor. De hecho, las diferencias en este sentido eran tan abismales que lo extraño hubiera sido cualquier otra cosa. Así lo explica Marta Pasqual, en su análisis del Sales editor:

Fueron bastantes los autores que no llegaron a publicar las novelas previstas. Algunos, como Manuel de Pedrolo, debido al hecho de que, según Sales, escribía para sí mismo y no tanto para los lectores y, en consecuencia, no estaba dispuesto a aceptar ninguno de los cambios propuestos por el editor.[la traducción de esta cita, como de todas las demás, es mía]

La apreciación parece bastante acertada, y Àlex Milian y Xavier Aliaga han resumido bien el meollo del problema en un reportaje en El Temps, sirviéndose del utilísimo estudio de Bel Zaballa:

Sales pretendía más concreción y contención de Pedrolo para extraer lo mejor de su talento, obras más condensadas. De más reescritura que escritura compulsiva. Esos consejos y sugerencias ofendieron a Pedrolo. La relación con el responsable de Club Editor no acabó bien: la correspondencia entre Sales i Rodoreada es prueba de ello. Pero, como recuerda Zaballa, el escritor «tenía claro que, si continuaba escribiendo, lo haría a su manera, “pese a objeciones, obstáculos y trabas de todo tipo, porque no podía, ni quería, dejar de ser quien era».

Manuel de Pedrolo era un autor prolífico que no estaba en absoluto dispuesto a aceptar sugerencias de nadie para retocar sus obras, por muy buena intención que se pusiera al hacérsele, y lo cierto es que tampoco fue muy receptivo a las críticas que, sin ambages y muy abiertamente, le hizo Sales cuando tuvo oportunidad de leer sus inéditos.

Cuenta Zaballa que, un año después de quedar impresionado por la puesta en escena de la pieza de Pedrolo Cruma (1957), Sales escribió al novelista solicitándole su colaboración en Club Editor porque tenía mucha fe en él, y que como respuesta obtuvo el envío de la obra escrita en 1953 y por entonces inédita Un de nosaltres (que se publicaría en 1963 en Selecta como Balanç fins a la matinada). Ante la negativa a trabajar sobre un texto que a Sales le pareció –y así se lo dijo a su autor– un tostón, Pedrolo replicó que no escribía para «distraer a la gente, sino todo lo contrario», pero aun así le mandó (con la misma suerte) una segunda obra: Avui es parla de mi, escrita también en 1953 y que Edicions 62 publicaría en 1966. Sales le propuso algunos cambios, que Pedrolo tampoco aceptó, y les mandó una novela escrita en 1952, Cendra per Martina (que según Zaballa finalmente publicaron, aunque no he encontrado una edición de Club Editor y la primera parece ser la de Proa en 1965).

Sin embargo, según contó el también editor y escritor Carlos Pujol (1936-2012), traductor además al español de la Incerta glòria de Sales, éste le dio una versión bastante distinta de este mismo asunto:

Sales me contó que un día fue a verle Pedrolo y le dijo: «Es una vergüenza que a un autor de tanto éxito como yo, el Club no le haya publicado nunca nada». «Tráigame algo y lo hablamos», le dijo Sales. Le mandó quince novelas inéditas, me explicó. Y me dijo «¿Puede creerse que no me gustó ni una? Tuve que decirle que no».

Desde luego, de tres a quince va un trecho que difícilmente puede atribuirse a un error de memoria, pero costará averiguar quién camufló la verdad para salir airoso del asunto.

Más tinta han hecho correr las numerosas referencias, más bien despectivas, que Sales hace a la obra de Pedrolo en su epistolario con Mercè Rodoreda, que el editor ya podía prever que tarde o temprano, póstumamente, saldrían a la luz debido a la importancia de ambos corresponsales en el canon de la novela catalana. Tanto el editor como la narradora, por entonces exiliada en Bélgica, tenían a Pedrolo por ejemplo paradigmático del escritor descuidado, y en cierto modo echado a perder, que gozaba de un favor de los lectores que no se correspondía con la calidad de su obra. Y en este caso la maledicencia no puede atribuirse a la típica envidia del escritor frustrado, pues tanto Sales como Rodoreda conocían bien el éxito y sus obras –en particular Incerta glòria y La plaça del Diamant– eran objeto de traducciones a las principales lenguas y además en editoriales muy potentes.

Sebastià Juan Arbó.

Así, por ejemplo, escribe Sales acerca de la situación de la crítica literaria del momento: «Cuando Pedrolo escribe alguna de sus tonterías sin pies ni cabeza, toda la crítica –salvo Joan Fuster, que calla como un muerto– dice que es genial; lo dicen con tanta más convicción y prosopopeya cuanto menos se la han leído» (carta del 6 de enero de 1967); o comentando la composición del Premi Ramon Llull: «El inconveniente es que en el jurado, además de [Sebastià-Joan] Arbó, están Martí de Riquer y Baltasar Porcel, un par que nunca sabes por dónde te saldrán. Los creo capaces de otorgar el premio a un Pedrolo o a Estanislau Torres» (28 de septiembre de 1967); o incluso en fecha tan tardía como 1979: «Hay una novela de Pedrolo que empieza textualmente así: “Caminava pel novell desenvolupament urbà [Caminaba por el bisoño desarrollo urbano]. Después de devanarme los sesos, conseguí descifrar su significado: quería decir que andaba por el Eixample». Sin embargo, lo valiente no quita lo cortés, y cuando Pedrolo es procesado por las autoridades franquistas acusado de «escándalo público» por mostrar en Un amor fora ciutat una relación homosexual, escribe Sales a Rodoreda: «No olvidemos ambos escribir a Pedrolo con motivo de su proceso», y a continuación le adjunta las señas a las que puede hacerlo (calle Calvet, núm. 9, el domicilio particular del escritor).

Pese a que, al parecer, a Núria Folch le habían gustado algunas de las novelas que había leído de Pedrolo antes de conocerlo y que Sales veía en él un gran potencial, fueron sin duda las discrepancias acerca de cuál era la función que debía desempeñar un editor, de sus diferentes conceptos de lo que era y significaba editar, lo que hizo que no cuajara su relación, y sin embargo es posible que haber publicado en Club Editor hubiera facilitado quizá la traducción de algunas novelas de Pedrolo a otras lenguas más allá de las peninsulares.

Fuentes:

Pere Antoni Pons, «Carlos Pujol sobre Joan Sales», Lluc: revista cultural i d’idees, núm. 864 (julio-agosto de 2018), pp. 16-19.

Montserrat Casals, ed., Mercè Rodoreda-Joan Sales. Cartes completes (1960-1983), Barcelona, Club Editor, 2008.

Joan Fontcuberta, «Pedrolo i La Cua de Palla», Quaderns. Revista de Traducció, núm. 14 (2007), pp. 49-55.

Àlex Milian y Xavier Aliaga, «Capmany i Pedrolo, cent anys de dues veus insubornables», El Temps, núm. 1766 (16 de abril de 2018).

Marta Pasqual, Joan Sales, la ploma contra el silenci, Barcelona, A Contra Vent Editors, 2012.

Bel Zaballa, Manuel de Pedrolo, la llibertat insubornable, València, Sembra Llibres, 2018.

Creatividad y subversión de un editor

Joan Sales (1912-1983) se ha ganado a pulso un lugar en la historia de la edición peninsular por su labor sobre todo en la obra de dos de los autores más importantes de la literatura catalana del siglo xx: Llorenç Villalonga y Mercè Rodoreda. La imagen que nos ha quedado de él es la de un editor muy intervencionista en los textos de los autores a los que decidía publicar, centrado en particular en los aspectos estilísticos y lingüísticos, pero los trabajos de Marta Pasqual (n. 1983) revelan otras facetas de Sales y ponen de manifiesto lo que viene a ser un compendio programático del editor de mesa dedicado a la literatura. En el libro Joan Sales, la ploma contra el silenci (Barcelona, Acontravent, 2012),  Marta Pasqual resume y aligera la tesis Creativitat i subversió en les reescriptures de Joan Sales, en la que ofrece un análisis más pormenorizado acerca de los criterios lingüísticos y de traducción de Sales, y sobre todo unos apéndices realmente muy valiosos: un extenso artículo de Sales sobre literatura catalana, una copia del expedientes de censura de la novela inédita escrita a cuatro manos entre Xavier Benguerel y Sales El patriarca y una amplia selección de los jugosos epistolarios inéditos Sales-Benguerel y Sales-Ferran de Pol.

Según explica Marta Pasqual en Joan Sales, la ploma contra el silenci, “Su verdadera formación empezó en La Nau, de noche, en pleno barrio Chino […). Aunque nunca firmó, Sales era redactor y corrector en el periódico fundado por Macià Mallol y Antoni Rovira i Virgili”. Por su parte, en la entrada dedicada al periódico Diari Mercantil que dirigió en 1932 Josep Janés (y entre cuyos redactores se contaban Artís Gener, Àngel Estivill y Pere Calders), escribe Lluis Solà i Dachs: “En la imprenta, aparte del linotipista, que Avel·lí Artís i Gener dice que era Joan Sales, el editor y novelista de hoy, estaban el corrector (Salvador Marsal i Picas) y un cajista que tenía a su disposición dos juegos de tipos de medidas distintas”.

Sin embargo, es en México, tras colaborar en el periódico en catalán Full Català y poner en marcha la revista Quaderns de L´Exili, cuando Sales empieza a ejercer de editor de libros. A él cabe atribuir las ediciones de dos obras de Jacint Verdaguer, L´Atlàntida (Minerva, 1945) y Canigó (Biblioteca Catalana, 1948), la Antologia completa mínima, de Teodor Llorente (Biblioteca Catalana, 1947), la anotación de Nacionalitat Catalana, de Prat de la Riba (Biblioteca Catalana, 1947) y, quizá la más importante, las Poesies de Màrius Torres (Quaderns de l´Exili, 1947). Se convierte por entonces en uno de los principales colaboradores de quien sin duda es el editor más importante del exilio catalán, Bartomeu Costa Amic.

Un editor legendario, Bartomeu Costa-Amic (1911-2002).

De vuelta en Barcelona, empieza enseguida a trabajar en Ariel, donde destaca por sus versiones de cuentos tradicionales, su adaptación del Tirant lo Blanc, su edición en seis volúmenes de la obra de Carles Cardó o su edición de la Historia de España de Ferran Soldevila, pero su reputacións empieza a forjarse sobre todo al frente del Club dels Novel·listes, colección de la editorial Aymà, que a partir de 1955 codirige con Xavier Benguerel y Joan Oliver, y sobre todo con la creación con Benguerel, en 1959, de Club Editor, que enseguida inició tratos con José Janés para que se ocupara de publicar las versiones en español de las obras más exitosas que ellos editaran en catalán (la muerte de Janés el 11 de marzo de ese mismo año impidió que tal proyecto llegara a buen puerto).

Joan Sales con su esposa y principal colaboradora en El Club Editor, Núria Folch.

La perspicacia de Sales en la selección de autores, al margen de las traducciones de Lampedusa, Salinger o Kazantzakis, no escapará sobre todo a los conocedores de la literatura catalana (además de Rodoreda y Villalonga, publicó a Ferran de Pol, Joaquim Amat-Piniella, Blai Bonet…), pero el acierto de Marta Pasqual en la elección de las citas que retratan al editor de mesa que fue Sales es palmario y muy pertinente:

 Para mí, hacer de editor es ayudar –muy humildemente, borrándose en el anonimato- a los autores a perfeccionar sus obras, a hacerlas sobre todo más legibles, que significa hacerlas triunfar. Obras excelsas, llenas de cosas de primerísimo orden, fracasan a veces por motivos de lo más secundario: porque están desordenadas y resultan difíciles de leer, porque hay capítulos superfluos, porque el argumento general no queda bien trabado, etc. Todos estos fallos, meramente mecánicos y externos, podrían haberse subsanado a tiempo si el editor las hubiera advertido a tiempo, es decir: antes de publicarse. [la traducción de las citas es mía]

Es una explicación muy elocuente de dónde identifica el valor de un texto Sales cuando se plantea su publicación y sobre todo cuál piensa que debe ser la contribución del editor al resultado final, pero otra de las citas recogidas –y que aparece ya en la portadilla de la tesis de Marta Pasqual como lema– podría interpretarse quizá como una defensa del tan a menudo denostado grado de intervención de Sales (que tanto en sus traducciones como en sus versiones resulta menos defendible):

Yo quiero pertenecer a la escuela formada por el editor de Mark Twain –alude a William Dean Howells–. Era un hombre que se interesaba tanto por la literatura como por los lectores. Tenía enmarcadas en un lugar preferente de su despacho dos cartas que le habían enviado dos autores de su casa. Una decía aproximadamente “Señor editor: estoy desolado por los cambios que habéis hecho en mi manuscrito. Os considero culpable de mi fracaso como escritor. Todo ha terminado para mí y me suicido”. La firmaba un completo desconocido. La otra decía: “Señor editor: dejo en vuestras manos mi manuscrito. Haced con él lo que creáis más oportuno. Atentamente…” La firmaba Mark Twain.

William Dean Howells y Mark Twain

Habría que dilucidar hasta qué punto había una coincidencia real entre lo que Sales escribía y lo que hacía, y para ello el caso más accesible es el de la relación entre Sales y Rodoreda y los testimonios que han quedado de los procesos de trabajo editorial en su epistolario. En palabras de Marta Pasqual, que recoge las de Sales en una carta a Lluis Ferran de Pol de enero de 1971, “Su modelo ideal de autor era Mercè Rodoreda, porque “escuchaba muy atentamente las objeciones que se le hacen y se toma su tiempo para meditarlas; si están bien fundamentadas, las acepta y corrige ella misma los pasajes en cuestión”. Sin embargo, también es evidente que en los años cincuenta y sesenta, el editor, y sobre todo el editor de obras en catalán, se encontraba en una posición “de fuerza” ante el escritor, por lo que, si bien los cambios introducidos por Sales fueron aceptados por los autores  –y sin entrar en si esas alteraciones eran o no acertados (que en general lo parecen)–, habría que ver hasta qué punto estaban convencidos de la conveniencia de que su editor interviniera tanto en los textos,  o bien su aceptación respondía a la voluntad de ser publicados en un contexto de tan graves dificultades y censura.

Joan Sales

Joan Sales nunca dejará de ser en primer lugar el autor de una de las novelas más importantes jamás escrita sobre la guerra civil española, Incerta glòria (1956), pero entre otras cosas, Marta Pasqual demuestra que, espigando en las muchísimas páginas que escribió a lo largo de su vida, puede reconstruirse un remedo de “manual del editor de mesa” que en muchos aspectos resulta acertado, razonable y útil aún en el siglo XXI.

Fuentes:

Sobre Joan Sales, hay algunas páginas interesantes en:

Lletres.net: aquí.

Lletra (UOC): aquí.

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