Historias tras una fotografía histórica

No hay duda de que la edición y la literatura crea compañeros un tanto extraños y a menudo une a personajes de lo más peculiares. Es el caso de la fotografía de grupo en la que aparecen, de izquierda a derecha, el poeta editor Josep Janés (1913-1959), el pintor surrealista por antonomasia Salvador Dalí (1904-1989), el filósofo Eugeni (o Eugenio) d’Ors (1881-1954), el escritor y adalid del falangismo Luys Santamarina (Luis Narciso Gregorio Santa Marina, 1898-1980) y su sobrino el poeta, traductor y crítico de arte Fernando Gutiérrez González (1911-1984).

De izquierda a derecha: José Janés, Salvador Dalí, Eigeni d’Ors, Luys Santamarina y Fernando Gutiérrez.

El escenario es la fachada de la ermita de Sant Cristòfor de Vilanova i la Geltrú (en la provincia de Barcelona), una construcción del siglo XIV que D’Ors compró en 1944 y dos años más tarde empezó a funcionar en ella su «Academia del Faro de San Cristóbal», que Francesc-Marc Àlvaro ha caracterizado del siguiente modo:

José Janés.

Aquella singular institución, a medio camino de la reunión doméstica y la clase magistral protagonizada por el autor del Glosari y de otros «glosarios», se proponía como campo de estudio la «síntesis de la cultura», según refiere Guillermo Díaz-Plaja. Esta síntesis tenía que producirse mediante la investigación de las interrelaciones entre los diversos campos de la actividad cultural.

Lo más probablemente es que quien inmortalizara el encuentro fuera el insigne fotoperiodista catalán Carlos Pérez de Rozas y Sainz de Tejada (1920-1990), que al concluir la guerra civil española había entrado a trabajar en el periódico Solidaridad Nacional, del que fungía —pero al parecer ejercía más bien poco como director— Luys Santa María.

Muchas de estas relaciones se remontaban, por lo menos, a los primeros años treinta. En el primer gran proyecto editorial que ideó, La Setmana Literaria, Josep Janés preveía contar con la presencia de Eugeni D’Ors entre las primeras entregas para, aprovechando su fama en esos tiempos, llamar la atención de los lectores sobre su catálogo. En su por muchos imprescindible Josep Janés, el combat per la cultura, Jacqueline Hurtley reproduce un anuncio aparecido en el Diario Mercantil del 13 de marzo de 1934 en el que se informa de que, junto a La llegenda de Don Joan de Merimée traducida por Farran i Mayorial, algunas Històries extraordinàries de Edgar Allan Poe traducidas por Carles Riba o El rector de Tours de Balzac traducido por Lluís Palazón, entre otras obras, aparecerá La Ben Plantada de D’Ors, que tras haberse publicado por entregas en La Veu de Catalunya entre agosto y octubre de 1911 había tenido una primera edición en volumen, a cargo la Llibreria Àlvar de Balaguer, ya en 1912; y en la primavera de ese año tres artículos de Miguel de Unamuno (1864-1936) en Los lunes del Imparcial contribuyeron a hacer de ella la obra emblemática del noucentisme y la más popular entre las de Ors.

Sin embargo, La Setmana Literària sufrió unas ciertas modificaciones, entre ellas las del nombre, cuando en abril de 1934 apareció el primer número de la colección, también semanal, Quaderns Literaris (Les presons imaginàries, de Pere Coromines, ya anunciada en La Setmana Literària). D’Ors no aparece en Quaderns Literaris hasta el número doble76-77, y no con La Ben Plantada sino con Tina i la Guerra Gran (1935), que habían aparecido fragmentariamente como glosas con el título Lletres a Tina. En cualquier caso, a partir de entonces Janés y D’Ors tuvieron un trato frecuente y se atribuye al segundo una intervención decisiva pero no del todo clara para que Janés se decidiera (y pudiera) regresar a España tras haberla abandonado por temor a represalias tras el desenlace de la guerra civil en represalia por su intervención en los Serveis de Cultura al Front durante la contienda.

Félix Ros (1912-1974)

Es muy probable que la relación entre Santamarina y Janés fuera incluso anterior y se estableciera a través del entonces bisoño periodista y poeta Félix Ros (1912-1974), que participaba en la tertulia del escritor falangista y que recordó haber conocido a Janés cuando éste empezó a dirigir el Diario Mercantil. También el editor Luis Miracle pudo ejercer como puente entre el entonces esporádico traductor (entre otras cosas, y un poco paradójicamente, de Un mundo feliz, de Aldous Huxley) y el pujante editor.  El caso es que todo indica que establecieron una relación de amistad de un cierto calibre, pues no sólo Janés intentó interceder para evitar que durante la guerra Santamarina fuera condenado a muerte, sino que, ya como figura destacada del falangismo triunfante, en la posguerra Santamarina avaló y procuró por la integridad física de Janés, de modo que pudiera regresar a Barcelona.

Interior del Lyon d´Or reproducido por Antonina Rodrigo en García Lorca en Cataluña.

El caso de Dalí está, quizá, menos claro, como no podía ser de otra manera tratándose de personaje semejante. Lo más probable es que el vínculo entre Dalí i D’Ors sea un personaje no menos pintoresco, Lídia de Cadaqués (Lídia Noguer Sabà, 1866-1946). Y también es muy probable que tanto Santa Marina como sobre todo Janés, que era un habitual del Ateneu Barcelonès, tuvieran un primer contacto con Dalí a raíz de su muy sonada conferencia en esta institución el 22 de marzo de 1930, en la que puso de vuelta y media a un dramaturgo que no sólo era una celebridad reconocida internacionalmente sino que además había presidido el Ateneu, Àngel Guimerà (1845-1924), a quien calificó de «inmenso putrefacto peludo», «pederasta» y «gran puerco»; el revuelo llegó a tal punto que el joven pintor tuvo que huir de estampida para librarse de los socios que intentaron agredirle.

Sin embargo, la relación entre Janés y Dalí cristalizó en 1954 en un libro histórico, la edición precisamente de La Ben Plantada, en el que Ors remedaba novelescamente la historia de Lídia de Cadaqués, ilustrada por Salvador Dalí y de cuya publicación se hizo cargo Janés, después de haber intentado sin éxito, según cuenta Sebastià Tomàs Arbó en sus memorias, obtener los derechos para publicar en España las memorias del excéntrico artista (que en Argentina publicó Joan Merli en su editorial Poseidón, en traducción de Cèsar August Jordana). Cierta relación se retomó también a raíz de Dalí al desnudo, el libro de Manuel del Arco publicado por Janés en 1952, pero en este punto es gracioso recordar los comentarios que dejó Janés en una carta fechada en enero de 1933 y conservada en el Arxiu Nacional de Catalunya en la que, con motivo de su asistencia a un pase de Un chien andalou y L’Âge d’Or con coloquio posterior, declara: «No me gusta el surrealismo, pero me interesa».

Por último, Fernando Gutiérrez, probablemente a sugerencias de su tío, se convirtió en uno de los colaboradores más prolíficos de Janés, al margen del interés que pudiera sentir por la obra daliniana, en su condición de crítico de arte.

Firmar obra ajena para esquivar la censura franquista

Sobrecubierta de la antología de poesía catalana preparada por el poeta y editor Josep Pedreira y firmada por Fernando Gutiérrez, publicada por Josep (con P) Janés, Editor.

Sobrecubierta de la antología de poesía catalana preparada por el poeta y editor Josep Pedreira y firmada por Fernando Gutiérrez, publicada por Josep (con P) Janés, Editor.

Que La poesía catalana. Antologia històrica. Els contemporanis que publicó  Josep Janés en 1947 la había elaborado en realidad el editor Josep Pedreira (1917-2003) –pese a que la firmara Fernando Gutiérrez (1911-1985)– era cosa bastante sabida desde hace ya algunos años. Joan Samsó, por ejemplo, en su brillante estudio sobre La cultura catalana: entre la clandestinitat i la represa pública insiste en ello y lo menciona tanto en el primer volumen (p. 120) como en el segundo (p. 41), y ya antes, en otro libro muy útil sobre la materia (L´edició catalana i la censura franquista, 1939-1951), Maria Josepa Gallofré i Virgili había explicado que, ante la petición de una tirada de 2750 ejemplares de esta antología, a cien pesetas el volumen, el correspondiente informe de censura consideró que era una «obra de valor literario en el idioma original» y no encontró en ella «nada censurable», por lo que en septiembre de 1947 se autorizó a Janés su publicación.

Premiado con el Carles Rahola de ensayo en 2011 y publicado por Proa como número 87 de la colección La Mirada ese mismo año.

Lo que probablemente era casi por completo desconocido es que en su momento Pedreira ni siquiera se cuestionara firmar el libro: «Yo ya me daba por pagado con mi trabajo y, además, me había incluido como uno de los [poetas antologados] novísimos» (la traducción es mía). Pedreira no era precisamente un «bienquisto del régimen», mientras que Fernando Gutiérrez era poco sospechoso y había firmado algunas peticiones a censura para Janés. Aun así, la declaración de Pedreira resulta bastante asombrosa, pero es sólo una de las muchas sorpresas que contiene el excelente estudio que sobre la obra editorial de Pedreira publicó Mireia Sopena (Barcelona, 1975), quien entre otras cosas encomiables ha hecho un uso muy fructífero del impresionante fondo Pedreira (del que se ha hecho cargo la Universitat Autònoma de Barcelona), que contiene varios textos memorialísticos y autobiográfcos inéditos de enorme interés. Escribe Mireia Sopena que a Pedreira le disgustó que Janés «le confirmara que los poemas de tres simpatizantes del régimen (Ignasi Agustí, Sebastià Sánchez Juan y Joan Prats) tenían que aparecer en la antología», a lo que se añadía el hecho de que firmara el libro Fernando Gutiérrez, sobrino del conocido escritor y falangista Luys Santa Marina. De ello se desprendería quizá que Pedreira sintió algún resquemor hacia Janés y Gutiérrez, pero no parece que así fuera.

Roja&Negra

Soldats catalans a la Roja i Negra (1936-1939), de Pedreira.

Recoge también este suculento libro sobre Pedreira el despectivo epíteto que en carta a Xavier Benguerel dedicó Joan Oliver a quien por entonces pensaba que realmente era el autor de la antología, «un esbirro de Janés». Pedreira, en cambio, reconocía a Gutiérrez el mérito de, al concluir la guerra y mientras era lector de censura en la Jefatura de Propaganda y se ocupaba de evaluar los fondos antiguos, haberse opuesto «(y lo consiguió) a la pira que las autoridades que nos impusieron en los primeros años de la Victoria querían hacer con los fondos editoriales de la Fundació Bernat Metge», célebre por sus esmeradísimas traducciones de los clásicos grecolatinos.

El episodio de la antología janesiana no sólo no enturbió las relaciones entre Pedreira y Gutiérrez, que siguieron siendo compañeros en la editorial de Janés, sino que, según registra también Mireia Sopena, por lo menos en dos ocasiones Gutiérrez tuvo una intervención decisiva ante las autoridades para que los ambiciosos proyectos editoriales de su compañero llegaran a buen puerto. Uno de los muchos problemas a que se enfrenta Pedreira cuando en 1949 crea la legendaria colección de poesía en catalán Els Llibres de l´Óssa Menor (proyecto en el que inicialmente debía participar también Janés) es sin duda la censura. Galderich dedicó una espléndida entrada en Piscoabis Librorum al delirante caso de Les Elegies de Bierville, de Carles Riba, a sus sucesivas ediciones y a los obstáculos censorios con que topó ese libro antes de que Pedreira lo publicara en 1951. Las intervenciones de Fernando Gutiérrez para ayudar a Pedreira se concretan en cambio ya en el primer título que programa, Les cançons d´Ariadna, de Salvador Espriu, con prólogo de Joan Perucho e ilustración de Francesc Espriu, que Fernando Gutiérrez avaló mediante una carta dirigida a Juan Beneyto (director general de Inspección de Libros) que Mireia Sopena reproduce íntegra antes de relatar también los avatares que pasó tanto el texto poético (objeto de un informe denegatorio de Miguel Piernavieja), como el prólogo (que mandó a censura el propio Fernando Gutiérrez meses más tarde).

Portada del libro con que Pedreira pudo, gracias a la colaboración de Fernando Gutiérrez, iniciar legalmente Els Llibres de l´Óssa Menor.

Pocos años más tarde, en 1953, la intervención de Fernando Gutiérrez evitó que Pedreira, que no nadaba precisamente en la abundancia, se viera en la necesidad de pagar una dura multa (6.000 ptas.) por haber publicado Cant espiritual, de Blai Bonet. Al margen del interés intrínseco de la casi heroica obra de Pedreira que este libro de Mireia Sopena pone de relieve, al sacar a la luz aspectos de las relaciones y la colaboración entre estos dos editores de ideologías tan radicalmente opuestas suscita además una cuestión bastante sugerente acerca de la convivencia en el mundo editorial barcelonés en los años cuarenta y cincuenta. Y no es este sin embargo el mayor valor de Josep Pedreira, un editor en terra de naufragis, que ofrece una espléndida y muy completa imagen tanto de la trayectoria de Els Llibres de l´Óssa Menor como de las circunstancias que rodearon cada uno de sus títulos.

Fuentes:

El vídeo del homenaje que se tributó a Josep Pedreira en el Ateneu Barcelonès el 10 de julio de 2012 (en catalán) puede verse completo aquí. Intervienen en él Joana y Ricard Pedreira Font (hijos de Josep Pedreira), Mireia Sopena, Josep Lluch y Alfred Sargatal, y le sigue una lectura de poesía a cargo de David Castillo, Manuel Forcano, Francesc Garriga, Susanna Rafart y Màrius Sampere.

Galderich, «La també rara segona edició de les Elegies de Bierville, de Carles Riba«, en Piscolabis Librorum (12 de julio de 2009).

Maria Josepa Gallofré i Virgili, L´edició catalana i la censura franquista (1939-1951), Publicacions de l´Abadia de Montserrat (Biblioteca Abat Oliva, 99), 1991.

Joan Samsó, La cultura catalana: entre la clandestinitat i la represa pública, Barcelona, Publicacions de l´Abadia de Montserrat, dos vols. (Biblioteca Abat Oliva 141 y 147), 1994 y 1995.

Mireia Sopena, Josep Pedreira, un editor en terra de naufragis. Els Llibres de l´Óssa Menor (1949-1963), Barcelona, Proa (La Mirada 87), 2011.

Fernando Gutiérrez: editor, poeta y viceversa

«Fernando Gutiérrez escribe un verso noble, grave, denso, desinteresado, FG16078769de resonancias fáciles y armonías rebuscadas», opinaba el gran Ricardo Gullón en 1952 acerca del que quizá sea el poemario menos desconocido del autor, Anteo e Isolda (Editorial Janés, 1951, Premio Ciudad de Barcelona 1950). Los mismo adjetivos u otros muy similares podrían aplicarse a la labor editorial de Fernando Gutiérrez González (1911-1984), lo que le situaría en la estela de los poetas editores de la generación del 27 (Prados, Altolaguirre, Bergamín). A lo largo de toda su obra, su faceta de crítico de arte (en Las Noticias, La Prensa, La Vanguardia), que le llevó a fundar la Associació Catalana de Crítics d´Art y a ser miembro numerario de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, corrió paralela a una labor como editor de obras arraigadas en una tradición muy marcada pero de una pureza impecable. No resulta en absoluto extraño que su nombre figure en 1948 en la lista de suscriptores de las Ediciones de Bibliófilos Sevillanos, pues ya en 1943 había instado a Juan Ramón Masoliver y al poeta canario Diego Navarro a poner en pie la espléndida revista, Entregas de Poesía (formalmente inspirada en el modelo de Cruz y Raya de Bergamín), que apareció en enero de 1944 y de la que se tiraba una edición corriente sin especificar número de ejemplares y otra de lujo numerada y nominada de 150 ejemplares en los primeros números y de 200 más adelante, sobre un papel de hilo en tono crema. En ella publicaron obra poética en su breve recorrido (1944-1947) José García Nieto, Carmen Conde, Manuel Segalá, Guillermo Díaz Plaja, José María Gironella, Julio Garcés o José Cruset, y sus ensayos Antonio Vilanova, Lin Yutang, Stephen Spender o Louis Aragon. Cada entrega consta de un mínimo de cuatro pliegos con un total de 32 páginas en cuarto, cuidadosamente impresos y presentándolos en una carpeta. Entre los suscriptores, Jaume Aymà, Ignacio Agustí, Guillermo y Fernando Díaz-Plaja, José Zendrera, Josep Janés i Olivé, Joan Teixidor, Antonio Marichalar, César González-Ruano…

Portada de las Páginas escogidas del Marqués de Santillana seleccionadas y anotadas por Fernando Gutiérrez y publicadas en 1939 en la Colección Merges de Luis Miracle.

Portada de las Páginas escogidas del Marqués de Santillana seleccionadas y anotadas por Fernando Gutiérrez y publicadas en 1939 en la Colección Merges de Luis Miracle.

Por supuesto, también aparecieron en Entregas de Poesía piezas de Fernando Gutiérrez, como también, en 1944, en Pliegos de Poesía Alcor, que en una colección dirigida por Ángel A. Rodríguez Soriano (Doce Poetas Españoles) publicó como segundo fascículo, tras el Segundo canto de la vida muerta de Cirlot, Del tiempo del recuerdo, con capitulares y detalles decorativos de Xam.

De 1944 es una edición sobre papel de hilo en formato de cuarto mayor de Elegía ante el mar, publicado en Entregas de Poesía; de 1945, Primera tristeza; de 1947, una edición de José Bachs de 160 ejemplares numerados de 26 x 18 cm y apenas ocho páginas de Los ángeles diarios, y de 1949 una edición de Brujerías, cinco páginas ilustradas con cuatro láminas fuera de texto, de 17 x 22 cm, con sobrecubierta, que apareció en la colección Esto es España, en la Librería Arcos.

FG96442879Recientemente, Mireia Sopena, ha puesto de relieve las reiteradas gestiones que (como ex censor y sobrino del influyente falangista Luys Santa Marina) llevó a cabo Fernando Gutiérrez ante la censura en favor de la obra editorial del adalid de la edición de poesía catalana durante el franquismo, Josep Pedreira. Y no hay duda de que la ingente labor editorial que llevó a cabo el también traductor Fernando Gutiérrez ralentizó su obra literaria, en la que destacan en los años siguientes la ya mencionada Anteo e Isolda (1951), que además del de Barcelona obtuvo el Premio Nacional Garcilaso de la Vega y el Juan Boscán, Las puertas del tiempo, Premio Leopoldo Panero 1968 y publicado en la colección Leopoldo Panero de las Ediciones Culturales Hispánicas, Persecución del viento como número 44 de la colección Angara de la sevillana Editorial Católica o ya en 1984 la Antolología en la colección Selección de Poesía de Plaza & Janés.

El cultivo en cambio de la novela fue más ocasional (La muerte Supitaña, Premio Ciudad de Valladolid en 1960; El inútil lugar de la esperanza, en la colección Fábula de Planeta en 1982), y acaso alimenticio el del ensayo (30.000 niños españoles acusan en las PPC en 1973, Curas represaliados en el franquismo en Akal en 1977).

Por último, a ello debiera añadirse aún su actividad como antólogo y FG37744612prologuista en muchas ediciones de Janés, la curiosa antología bilingüe sobre Pere Calders publicada en Polígrafa en 1969 o los prólogos para las ediciones especiales de bibliófilo que Montaner y Simón hacía en los años cuarenta de títulos publicados también en edición corriente, y una ingente labor como crítico de arte, en particular desde 1973 en las páginas de La Vanguardia, en libros y en catálogos, que le valieron en 1969 el Premio Camón Aznar de Crítica de Arte, género que, en palabras del gran Daniel Giralt-Miracle, en el caso de Fernando Gutiérrez se basaba en «un encuentro sensible entre su capacidad poética y el encuentro directo con las artes plásticas».

Fuentes:

Daniel Giralt-Miracle, «Fernando Gutiérrez. Poeta y crítico«, La Vanguardia, 2 de marzo de 1984, p. 18.

Jacqueline Hurtley, “La obra editorial de José Janés: 1940-1959”, Anuario de Filología (Universitat de Barcelona), n. 11-12 (1985-1986), pp. 293-329.

Ricardo Gullón, «Fernando Gutiérrez. Anteo e Isolda«, Ínsula núm. 76 (abril de 1952), p. 7.

Dolores Manjón-Cabeza, «La revista Entregas de Poesía (1944-1947)», Quaderns de Vallençana, núm. 3 (diciembre de 2009), pp. 56-63.

Mireia Sopena, Josep Pedreira, un editor en terra de naufragis. Els Llibres de l´Óssa Menor (1949-1963), Barcelona, Proa (La Mirada 87), 2012.

Masid Valimas, Germán, La edición de bibliófilo en España (1940-1965), Madrid, Ollero & Ramos, 2008.

Fernando Gutiérrez, mentor de Juan Goytisolo

En Coto vedado (1985), con el que abre su interesantísimo volumen de Memorias (2002), Juan Goytisolo refiere la visita, en compañía de Enrique Boada, a un «poeta y crítico de arte de origen santanderino […], un hombre de una cuarentena de años, sencillo, caluroso y franco» que tuvo una intervención decisiva en el arranque de su personalísima carrera literaria: Fernando Gutiérrez González (1911-1985).

Cubierta del volumen de Memorias de Juan Goytisolo en Destino

Cubierta del volumen de Memorias de Juan Goytisolo en Destino

Con el pretexto de que Fernando Guitérrez le ayudaba a repasar las asignaturas de Derecho que por entonces cursaba sin ninguna gana, Goytisolo «le asistía a revisar sus traducciones, solicitaba su consejo en las dificultades y escollos» de la novela que tenía en marcha, la hasta hoy inédita El mundo de los espejos. En sus palabras, «Fernando Gutiérrez había advertido muy pronto las carencias y defectos de mi castellano y me alentaba a superarlos. Aunque no pudo comunicarme entonces, por culpa mía, su amor a la poesía de nuestros clásicos, contribuyó a extender y mejorar el contenido de mis lecturas». (Cualquier lector de Juan Goytisolo sabe bien que finalmente ese amor a los clásicos españoles cuajó, y de manera muy fecunda).

En aquellos tiempos (primeros años cincuenta), Fernando Gutiérrez trabajaba muy intensamente con José Janés, quien estaba llevando a cabo una política de premios literarios en busca de jóvenes nuevos valores de la literatura española (galardonó a González Ledesma, Ildefonso-Manuel Gil o Antonio Rabinad, entre otros) que pudieran competir con la excelente cantera en que se había convertido enseguida el Premio Nadal. Fernando Gutiérrez, secretario de esos premios, animó a Goytisolo a presentar su novela, que según el propio autor, «pese a las correcciones sucesivas […], pecaba a todas luces de torpe e inmadura: la sombra de Gide y Hermann Hesse se proyectaba ostensiblemente en ella y situaciones y personajes adolecían de melodramatismo e inverosimilitud». Goytisolo, sin embargo, se llevó el premio, pero con la franqueza que le caracterizaba, Janés le dejó claro que, pese al cheque de diez mil pesetas, «el premio sólo era un estímulo a continuar mi camino y llegar a ser algún día un escritor de verdad».

Diversas circunstancias, entre ellas el traslado de Goytisolo a Madrid, hicieron que se interrumpiera esta relación, pero cuando años después, con Juego de Manos, el joven novelista se dio de bruces con la censura de libros franquista, pese a la buena disposición de Destino a publicársela, fue de nuevo Fernando Gutiérrez quien intervino decisivamente. Buen conocedor de los entresijos del mundo editorial barcelonés de la época, Fernando Gutiérrez le recomendó que intentara la intervención de José Manuel Lara Hernández (1914-2003), y el asunto se desencalló rápidamente a cambio de publicar en Planeta el siguiente libro de Juan Goytisolo (Duelo en el paraíso).

Portada de las Páginas escogidas del Marqués de Santillana seleccionadas y anotadas por Fernando Gutiérrez y publicadas en 1939 en la Colección Merges de Luis Miracle.

Portada de las Páginas escogidas del Marqués de Santillana seleccionadas y anotadas por Fernando Gutiérrez y publicadas en 1939 en la Colección Merges de Luis Miracle.

En los años cincuenta, ciertamente, Fernando Gutiérrez había llegado a ocupar en la sombra una situación estratégicamente importante y de relativo prestigio en el mundillo editorial. Ya en los años treinta había abandonado estudios de ingeniería para lanzarse de lleno a una incierta carrera literaria que se desdoblaba en su obra sobre todo poética, el periodismo cultural y la crítica de arte (en Las Noticias) y la traducción, así como las más diversas labores editoriales (revisor, corrector, prologuista). Al concluir la guerra, ya en 1939 publica unas Páginas escogidas del Marqués de Santillana para la editorial de Luis Miracle, ejerce episódicamente de censor en la Delegación Territorial de Propaganda de Barcelona, reanuda su actividad como crítico de arte y, con Juan Ramón Masoliver y Diego Navarro, pone en marcha la que quizá sea la mejor revista literaria de la inmediata postguerra, Entregas de poesía, que aparecía en dos versiones: la corriente y la de bibliófilo. Además, poco a poco va dando a conocer Fernando Gutiérrez su obra poética (de raíz postsimbolista y clasicista), obtiene importantes premios tanto en su vertiente de poeta como en la de crítico de arte y luego, progresivamente, va cayendo en el olvido.

Sobrecubierta de la antología de poesía catalana preparada por el poeta y editor Josep Pedreira y firmada por Fernando Gutiérrez, publicada por Josep (con P) Janés, Editor.

Sobrecubierta de la antología de poesía catalana preparada por el poeta y editor Josep Pedreira y firmada por Fernando Gutiérrez, publicada por Josep (con P) Janés, Editor.

Sin embargo, deja a sus espaldas una ingente obra como traductor literario sobre todo en las editoriales de Janés (Somerset Maugham, Boris Pastenak, François Mauriac, Lampedusa, André Maurois, Homero…), pero también en Ediciones G.P. [Germán Plaza] (Kipling, Zweig) y como prologuista de colecciones janesianas tan exitosas como Los Premios Goncourt de Novela, Los Premios Nobel de Literatura o Los Premios Pulitzer de Novela, entre otras.

No es extraño que, dada la intensa y fructífera relación con el gran editor de la época, sea precisamente Fernando Gutiérrez quien nos legara uno de los textos más útiles e interseantes para conocer y comprender la obra editorial de José Janés, la conferencia «Recuerdo de José Janés». Fallecido en 1959 José Janés, Fernando Gutiérrez siguió a partir de entonces con un ritmo de trabajo asombroso, pero en algunos casos muy por debajo de su talento, y quizá varios factores contribuyan a explicar el casi completo olvido en el que ha quedado su figura y su obra. Por un lado, su parentesco con el falangista de primerísima hora Luys Santa Marina (1898-980), su tío, añadido a su inicial militancia falangista y su episódica dedicación a la censura de libros. Por otro lado, el hecho de que a menudo tradujera a partir de lenguas puente y no de la lengua original, a lo que se suma el hecho de que firmara obras o antologías, y en particular la célebre antología La poesía catalana. Els contemporanis (Josep Janés Editor, 1947), que es bien sabido que elaboró Josep Pedreira pero que, probablemente para facilitar su paso por censura, firmó Fernando Gutiérrez.

Portada (inexplicablemente cursi) de la edición en 2011 de Un extraño en París, de William Somerset Maugham, traducida por Fernando Gutiérrez.

Portada (almibarada sin motivo) de la edición en Ediciones B (2011) de la traducción firmada por Fernando Gutiérrez de «Un extraño en París» («Christmas Holiday»), de William Somerset Maugham. Esta misma traducción la había publicado en 1952 Janés en la colección Grandes Novelas de Grandes Autores y en 1956 en Club de Lectores con el título, no menos infiel, de «Luz en el alma».

Fuentes:

Daniel Giralt-Miracle, «Fernando Gutiérrez. Poeta y crítico«, La Vanguardia, 2 de marzo de 1984, p. 18.

Juan Goytisolo, Memorias, Barcelona, Península (Atalaya 85), 2002.

Fernando Gutiérrez, «Recuerdo de José Janés», conferencia pronunciada en la Biblioteca Central de Barcelona con motivo de la Exposición de la Fiesta del Libro de 1960 y publicada como anexo al Catálogo de la Producción Editorial Barcelonesa comprendida entre el 23 de abril de 1959 y el de 1960, Barcelona, Diputación de Barcelona, 1960.

Jacqueline Hurtley, La literatura inglesa del siglo xx en la España de la posguerra: la aportación de José Janés, tesis de doctorado, Universitat de Barcelona, 1983.

-, “La obra editorial de José Janés: 1940-1959”, Anuario de Filología (Universitat de Barcelona), n. 11-12 (1985-1986), pp. 293-329.