Primera salida del “último Quijote editorial” (Joaquín Díez-Canedo)

Daniel Cosío Villegas, Enrique Díez-Canedo y Salvador Novo.

Los Díez-Canedo, como los Costa-Amic, los Gili, los Gallimard o los López Llausàs, constituyen una de esas estirpes que no sólo llevan la tinta en las venas, sino que la transmiten de generación en generación. Siendo hijo de quien probablemente fuera uno de los traductores y críticos literarios españoles más importantes de la primera mitad del siglo xx (Enrique Díez-Canedo, 1899-1944), no es raro que Joaquín Díez Canedo Manteca (1917-1999) acabara habitando entre galeradas, imprentas y libros, pero eso no es suficiente para explicar que llegara a conocérsele como “el Quijote editorial del país [México]” o que el editor español Juan Cruz lo considere “un mito dentro de esta profesión [la de editor]”.

Desde muy joven estuvo ya en contacto Joaquín Díez-Canedo, no sólo con libros, sino con sus más importantes autores, que a menudo visitaban a su padre, entre cuyos principales intereses se encontraba la literatura mexicana. E incluso parecía predestinarlo que en el Instituto Escuela de Madrid coincidiera con quien años más tarde se convertiría en traductor de Faulkner y Gide entre otros, y en jefe de producción de la Editorial Aguilar, Agustín Caballero Robredo, a quien nada más y nada menos que Juan Ramón Jiménez encomendó la elaboración de sus obras completas.

Juan Ramón Jiménez (1881-1958).

Antes del estallido de la guerra civil española, Joaquín Díez Canedo inició estudios de Filosofía y Letras en la Universidad Complutense, donde compartió aula con las dos hijas del eminente lingüista Tomás Navarro Tomás (el filólogo capicúa), Francisca y Joaquina, con Nieves de Madariaga, con Carmen de Zulueta Cebrián, o con su propia hermana María Luisa Díez-Canedo, y tuvieron como profesores a los eminentes José Fernández Montesinos (literatura), Enrique Lafuente Ferrari (historia) o José Gaos (filosofía). En esa época contribuyó con Agustín Caballero a la creación de la revista Floresta de Prosa y Verso, que dirigía su compañero de curso y buen amigo Francisco Giner de los Ríos Morales (1917-1995) y de la que aparecerían seis números entre enero y junio de 1936. Así cuenta su gestación Carmen de Zulueta en su libro de memorias Mi vida en España, 1916-1936:

Entre un grupito de estudiantes amigos habíamos creado una revista: Floresta de Prosa y Verso. Los dos amigos que dieron forma a la revista fueron Joaquín Díez Canedo y Francisco Giner de los Ríos. Este último escribía poesía amorosa, dedicada a las compañeras que más le gustaban. Fueron Carmen Salaverría, una verdadera belleza, que se interesaba más por Gregorio Marañón [Moya], hijo del doctor Marañón, y Nieves de Madariaga, que escribía poesía en inglés y francés, y que tampoco lo tomó muy en serio.

Otros de los colaboradores eran Joaquín Gurruchaga, poeta como Francisco Giner, y Antonio Jiménez-Landi, que había dedicado un librito de poesía a su madre, fallecida recientemente. Conchita Garayzábal también escribía y, como era de una familia vasca y católica, se interesó por los místicos. Yo era también una modesta colaboradora.

 

Francisco Giner de los Ríos Morales.

En las páginas de esta revista, que estéticamente seguía los pasos de las publicaciones de Juan Ramón Jiménez, aparecieron también piezas de Manuel Rubio Sama, José M. Sánchez Cuervo, Francisco Sierra, Arturo del Hoyo, Carlos Pittaluga, Ceferino Palencia Oyarzábal y Paulino Garagorri, así como de escritores ya por entonces vinculados de algún modo al pujante falangismo, como Félix Utray, Manuel Aznar Acedo o Rafael García Serrano. Y a través de Juan Ramón Jiménez, colaboraron también Juan Ruiz Peña (por entonces editor de Nueva Poesía) y Margarita de Pedroso. Juan Ramón se convirtió en poco menos que un lujoso asesor de la revista, y el propio Díez-Canedo contó que los “llevaba a la imprenta. Ahí nos aconsejaba sobre los papeles y sobre la edición en general de la revista”. Las ilustraciones y orlas de esta publicación (de dos pliegos en el primer número y tres en los siguientes, de 20 x 27,5) eran obra de Luis Delgado, Jiménez-Landi (que por ser el único mayor de edad figuraba a efectos legales también como director y propietario), y Titos y Vicente Viudes.

Sin embargo, uno de los poetas más interesantes que publican en Floresta de Prosa y Verso es Rafael Múgica, que ya había publicado el libro Marea de silencio (Editorial Itxaropena, 1935), y que no tardaría mucho en adoptar el nombre de Gabriel Celaya con el que se haría famoso.

Grabriel Celaya (1911-1991) en su época de estudiante.

El joven Joaquín Díez-Canedo publica tres poemas sin título en el primer número de Floresta de Prosa y Verso, que Ángel Luis Sobrino Vegas describe como “caracterizados por la sencillez expresiva, el segundo de los cuales remite a las canciones infantiles de Lorca” y en el número 5 “tres poemas breves muy influidos por el Juan Ramón de la primera época”.

Muy poco antes del golpe militar que daría inicio a la Guerra Civil Española, la familia Díez-Canedo se hallaba en Buenos Aires, donde el padre había sido nombrado embajador de la República. A decir de Aurora Díez-Canedo:

En este país, [Joaquín] formó la revista Bitácora con un grupo de escritores jóvenes, entre quienes se encontraba el que después sería crítico de arte, Damián Bayón. El propio Bayón, en su libro de memorias  Un príncipe en la azotea (México, Joaquín Mortiz, 1993) y Alfonso Reyes en sus Diarios de estos años en que él era embajador de México en Argentina recuerdan a Bitácora, pero hasta ahora esta revista no se ha rescatado ni se conoce salvo escasas referencias.

En cualquier caso, una de estas escasa referencias aparece en el documentado estudio de Héctor R. Lafleur, Sergio D. Provenzano y Fernando P. Alonso Las revistas literarias argentinas (1893 – 1967), donde se señala a Damián C. Bayón y Luis M. Rinaldini Gonnet como fundadores de esta efímera publicación (cuatro números entre abril de 1937 y enero de 1938) y se da una lista de colaboraciones formada por Ángel A. Alcoba, V. H. Cantó, César Fernández Moreno, Abel Santa Cruz, Martín A. Noel, A. O. Peyrou Olascoaga, Patricio Canto, Alejo González, S. Garaño, R. E. Molinari, María E. Galigniana Segura, D. Provenzano, Roberto Paine y Jorge Luis Borges. De todos modos, la caracterización que se hace en ese libro de Bitácora sí puede hacer pensar en una posible relación con Díez-Canedo, pues la sintonía es evidente:

Hay mucha influencia de Juan Ramón Jiménez y de García Lorca en estas páginas de juventud, en las que asoma un tono elegíaco desacostumbrado y una cierta vocación por la muerte. Predomina, sin embargo, el color y el sabor importados de Andalucía: hay “plata de luna” y “caracolillos de leche”. Pero es la primera época.

De todos modos, no pudo ser intensa esa posible colaboración, porque en febrero de 1937 la familia Díez-Canedo abandonaba Buenos Aires para regresar a España, y en cuanto tuvo edad para hacerlo Joaquín se alistó en el Ejército Republicano (enero de 1938), incorporado a la 75 Brigada Mixta y luego a las órdenes de Germán Bleiberg en el Ejército de Levante. En sus propias palabras, “nunca usé un fusil, sólo lo llevaba al hombro”.

Concluida la guerra, se traslada de Madrid a Vigo y posteriormente a Lisboa, donde es acogido en el consulado de Uruguay y poco después en la embajada de México. Allí el poeta y diplomático Jaime Torres Bodet (1902-1974), que desde 1929 había trabado amistad con su padre, le acoge en su casa hasta que a finales del verano de 1940 Joaquín Díez-Canedo puede embarcar con destino a México.

Curiosa pero no casualmente, uno de los primeros trabajos editoriales que Joaquín Díez-Canedo hizo en México fue ocuparse, en colaboración con su buen amigo Francisco Giner de los Ríos, de una colección para la Editorial Stylo, de Antonio Caso, a la que dieron el evocador nombre de Nueva Floresta, que a su vez prefigura una de las colecciones más elogiadas de la editorial Joaquín Mortiz, Las Dos Orillas. He aquí los diez títulos que llegaron a publicarse de esta colección, con la que Díez-Canedo y Giner de los Ríos reemprendían su andadura como editores y en la que los autores españoles son amplia mayoría y sus nombres muy significativos:

  1. Juan Ramón Jiménez, Voces de mi copla, 1945.
  2. Alfonso Reyes, Romances (y afines), 1945.
  3. Enrique González Martínez, Segundo despertar y otros poemas, 1945.
  4. Pedro Salinas, El contemplado (mar, poema). Tema con variaciones, 1946.
  5. Luis G. Urbina, Retratos líricos, 1946.
  6. Luis G. Urbina, A lápiz, 1947.
  7. Juan José Domenchina, Exul umbra, 1948.
  8. Alí Chumacero, Imágenes desterradas, 1948.
  9. Xavier Villaurrutia, Canto a la primavera, 1948.
  10. Juan Ramón Jiménez, Romances de Coral Gables (1939-1942), 1948.

Para completar el círculo, vale la pena leer la opinión que, en carta a Max Aub, expresó el siempre hipercrítico Juan Ramón Jiménez acerca de estas ediciones de sus obras: “Usted sabe que yo envié a Joaquín [Díez-Canedo] y a Francisco [Giner de los Ríos Morales] algunos librillos para la Editorial Stylo, de los que imprimieron dos que me gustaron mucho impresos.”

Fuentes:

Valeria Añón, “Ediciones Era y Joaquín Mortiz”,  Actas del I Primer Coloquio Argentino sobre Estudios sobre el Libro y la Edición, Universidad Nacional de La Plata, 2012.

Manuel Aznar Soler, “Exilio republicano de 1939 y patrimonio literario. De la colección Patria y Ausencia (1952) a la Biblioteca del Exilio (2000)”, en Los laberintos del exilio. Diecisiete estudios sobre la obra literaria de Max Aub, Sevilla, Renacimiento (Biblioteca del Exilio), 2003, pp. 93-126.

Aurora Díez-Canedo, «Joaquín Díez-Canedo, la formación de un editor«, Siempre!, 16 de julio de 2011.

Aurora Díez-Canedo, Joaquín Mortiz, un canon para la literatura mexicana del siglo XX, Congreso Internacional de Literatura y Cultura Españolas Contemporáneas, 3 al 5 de octubre de 2011, La Plata, Argentina. Diálogos Transatlánticos. En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.2791/ev.2791.pdf

Héctor R. Lafleur, Sergio D. Provenzano y Fernando P. Alonso, Las revistas literarias argentinas (1893 – 1967), Buenos Aires, El 8vo. loco Ediciones (Colección Pingüe Patrimonio 3), 2006.

 Ángel Luis Sobrino Vegas, Las revistas literarias en la Segunda República, tesis doctoral presentada en la Facultad de Filología de la UNED, 2012. Incluye un índice muy completo y detallado de Floresta de Prosa y Verso.

Carmen de Zulueta, Mi vida en España, 1916-1936, Barcelona, Plataforma Editorial (Historia), 2011.

9 comentarios en “Primera salida del “último Quijote editorial” (Joaquín Díez-Canedo)

  1. El padre, Enrique Díez-Canedo, vivió con intensidad la visita de Federico García Lorca a Buenos Aires en 1934. Como no podía ser de otra forma, fue uno de sus anfitriones en el país. Lorca fue recibido y tratado como una auténtica celebridad y vivió unos días muy intensos en Argentina y también en Uruguay. Aquellos días han sido recuperados para la memoria por los profesores uruguayos Pablo Rocca y Eduardo Roland en el libro «Lorca y Ururuguay, paisajes, homenajes, polémicas» (publicado en España por Alcalá Grupo Editorial).

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