La editorial de Daniel Cortezo como factor determinante en el proceso creativo de «La Regenta»

De 1885 es la primera edición de La dama joven, de Emilia Pardo Bazán (1851-1921), en un volumen prologado por la propia autora (fechado el 5 de septiembre de 1884 en La Coruña) y que incluye los relatos «La dama joven», «Bucólica», «Nieto del Cid», «El indulto», «Fuego a bordo», «El rizo del Nazareno», «La Borgoñona», «Primer amor», «Un diplomático», «Sic transit…», «El premio gordo», «Una pasión», «El príncipe Amado» y «La gallega».

Emilia Pardo Bazán.

Con dibujos de M[anuel] Obiols Delgado grabados por Thomás, e incluida en la muy prestigiosa colección Biblioteca de Artes y Letras, se trata del primer libro que publicó a Pardo Bazán el Establecimiento Tipográfico-Editorial de Daniel Cortezo y C.ª (con sede en el número 95 de la calle Ausiàs March de Barcelona), apenas un año después de la muy polémica La cuestión palpitante (impresa en Madrid a cargo de Victorino Sainz), que llevaba un prólogo de Leopoldo Alas (1852-1901).

A continuación, fue también la empresa de Daniel Cortezo la que se ocupó de las primeras ediciones de los libros de Pardo Bazán Los pazos de Ulloa. Novela original, precedida de unos apuntes autobiográficos (1886) y La Madre Naturaleza. Novela. Segunda parte de Los Pazos de Ulloa (1887), lo que bastaría para que Daniel Cortezo ocupara un lugar de honor entre los editores decimonónicos, y en particular entre los impulsores del naturalismo.

Leopoldo Alas.

Sin embargo, el nombre de Cortezo suele aparecer asociado a otra edición tanto o más importante en este sentido, un poco anterior a esta, y que, como consecuencia del atropellado proceso editorial, fue sospechosa de haber sido pirateada, la de La Regenta (1884), de Leopoldo Alas, Clarín. En refuerzo de esta hipótesis de piratería se evocó por ejemplo una carta del escritor asturiano Armando Palacio Valdés (1853-1938) a Clarín de 1888 en la que le advertía que tuviera mucho cuidado porque, pese a que hacía ya tiempo que se había agotado la primera edición de La Regenta (al margen de una seriada en La Publicitat), Cortezo no la había reimpreso.

Josep Yxart.

La edición corrió a cargo de quien desde mediados de 1883 era el director literario de la colección, el prestigioso ensayista, traductor y crítico literario Josep Yxart (1852-1895). Fue Santos Sanz Villanueva quien advirtió ciertas diferencias entre ejemplares distintos del primer volumen de lo que parecía la primera edición del primer volumen, lo que puso sobre la mesa la posibilidad de que alguien (¿el propio Cortezo?) hubiera llevado a cabo una edición no autorizada por el autor. Se daba el caso de que términos que en unos ejemplares aparecían en cursiva, en otros aparecían en redonda; en algunos ejemplares se sustituían algunas palabras por sinónimos; en algunos pasajes se insertaban breves añadidos… Sin embargo, el caso tenía una explicación más simple que la sospecha de piratería, y José Luis Gómez la clarificó con detenimiento en su prólogo a la edición de La Regenta en la editorial Crítica (2006): resultó que estaba estrechamente vinculada al proceso creativo. Como se explica en el mencionado prólogo, la fe de erratas que se incluyó en el segundo volumen ya daba alguna pista, pues indica explícitamente que se trata de «erratas de algunos ejemplares del primer tomo», y que el propio Clarín cuantificó en 130. José Luis Gómez llevó un paso más allá el cotejo e identificó los siete pliegos en los que aparecían estas erratas, que en ningún caso afectaban ni a los doce primeros pliegos ni a los once últimos, así como el cambio de papel (de papel con pasta mecánica a papel con pasta química) a partir del pliego 23 y que fue el que se empleó también luego en el segundo volumen.

La muy convincente hipótesis de José Luis Gómez es que Cortezo, a la vista de las expectativas que estaba generando la obra, ampliara la edición inicialmente prevista y agotara el papel del que disponía (con pasta mecánica), de modo que gastó el papel con el que había previsto toda la obra para imprimir solo los doce primeros pliegos, y el resto (incluido el segundo volumen) lo hizo con papel de pasta química. Las galeradas corregidas por el autor llegaron cuando ya se estaban imprimiendo esos pliegos, de modo que se incorporaron las correcciones a pie de imprenta, pero hubo algunos pliegos sobre los que ya no hubo ocasión de intervenir.

Cubierta de la primera edición.

Aún añade José Luis Gómez otro detalle que refuerza su fundamentadísima explicación: Si bien el único dibujante acreditado es Joan Llimona (1860-1926) y Enrique Gómez Polo (1841-1911) como grabador, a partir del capítulo XXVI del segundo tomo las ilustraciones son de Francisco Gómez-Soler (c. 1860-1899). En el aspecto gráfico, lo que más juego ha dado ha sido el aún inexplicado satisfactoriamente contraste entre el boceto de la cubierta y el acabado final, pues si bien en el boceto original de Llimona (a lápiz y coloreado con guache sobre papel, y unas medidas de 21 x 13,5) aparece un personaje inequívocamente mefistotélico cubriéndose el pelo, en el resultado final se muestra lo que podría ser un trovador que muy poco tiene ver, ni metafóricamente, con el contenido de la novela. Al parecer, el responsable de la versión última fue Francesc Jorba Curtils (1850-¿?), reputado dibujante especializado en crear planchas matrices para encuadernación industrial y colaborador habitual de Cortezo en la Biblioteca Artes y Letras, pero sigue siendo un enigma el motivo del cambio, que en cualquier caso orientó (o desorientó) algunas de las experiencias lectoras iniciales creando unas expectativas anacrónicas y absurdas. El cambio de dibujante, por otra parte, probablemente se debiera a la imposibilidad de Llimona de hacerse cargo de esta labor con la premura requerida.

Boceto de la cubierta.

Es bien sabido que el plan inicial de Cortezo, y también de Clarín, era publicar la novela en un solo volumen, pero en el momento que se llegó a ese acuerdo existía un pequeño inconveniente: la novela aún no estaba concluida. Así, pues, en cuanto tuvo escrito el material correspondiente a un volumen (en otoño de 1884) se decidió empezar a confeccionar un libro con lo que Clarín llevaba escrito (que cuantitativamente era lo estipulado, pero apenas era la mitad del proyecto narrativo), en lo que Sergio Beser (1934-2010) describió como «imposición de la editorial, y en contra de su voluntad [la de Clarín]». Se justifica así, además, que en carta no fechada de entre abril y julio de 1884 escribiera a Pérez Galdós acerca de «una novela, vendida ya (pero no cobrada)». Mientras tanto, el autor proseguía la escritura (y en diciembre corregía pruebas del primer volumen, sin abandonar tampoco su labor como crítico literario). Ese primer tomo empezó a circular aún en 1884, pero no se comercializó hasta enero de 1885. En mayo se ese año, Clarín concluye el segundo volumen, que se había ido editando en paralelo a la escritura y aparecería en julio de 1885.

Con motivo de la publicación de este segundo volumen, coincidente con la de las Obras escogidas de José Cadalso, el director de la Revista Contemporánea (1875-1907), R. Álvarez Sereix (1855-1946), destacaba implícitamente el papel que desempeñaba Cortezo en la publicación de los grandes nombres del realismo literario español: «No cabe duda que preside gran acierto a la elección de obras que hace la empresa editorial de D. Daniel Cortezo, y, por ende, de que verá premiados ésta sus afanes con el favor del público.»,  

Volviendo a esta división en dos tomos, impuesta o no por la editorial, tuvo varias consecuencias. En el terreno de la economía personal del autor, escribía Clarín al poeta en bable Pepín Quevedo (José Fernández Quevedo, 1849-1911), en carta fechada 21 de marzo de 1985, que le «han dado once mil reales, que es poco para dos tomos, pero algo para uno, que era lo que me habían pedido». Las consecuencias en la recepción crítica y de ventas de la obra ha sido muy estudiada, pues el lector decimonónico podía estar acostumbrado a seguir novelas seriadas en folletines, pero menos a esperar seis meses entre el inicio de una novela y su continuación, y más cuando el primero se destinaba sobre todo a recrear los ambientes, presentar a los personajes y plantear apenas el conflicto. Aun así, el pormenorizado estudio de José Luis Gómez le permite deducir que la primera edición debió ser de diez mil ejemplares, «tiraje muy elevado para la época, pero no excepcional», por lo que parece evidente que el éxito fue más que notable desde el primer momento y la primera parte de la novela tuvo una buenísima acogida. Con todo, el mayor interés está en las consecuencias propiamente literarias de esta división.

Desaparecidos al parecer tanto el manuscrito como las pruebas de imprenta, basta el distinto tempo narrativo de la segunda parte, sobre todo en su final, para aventurar que Clarín se esforzó en contenerse y ajustarse a la extensión de un segundo volumen similar al primero (y aún así el primero tenía 528 páginas y el segundo 592), con lo que nos encontraríamos ante un caso en que los procesos editoriales ‒¿«imposición de la editorial»?‒ se convirtieron en un factor determinante para que una de las novelas españolas más importantes del siglo XIX tuviera el ritmo (descompensado) y la forma que tuvo ya para siempre.

Fuentes:

R. Álvarez Sereix,  «Variedades. Publicaciones.», Revista Contemporánea, (julio-agosto 1885) vol. 58, pp. 82-90.

Sergio Beser, ed., Clarín y «La Regenta», Barcelona, Ariel, 1982.

José Luis Gómez, «El texto», en Leopoldo Alas, Clarín, La Regenta, edición de José Luis Gómez, anotación y revisión de Rebeca Martín y con un estudio de Sergio Beser, Barcelona, Crítica (Clásicos Universales 10), 2006)

Manuel Llanas, con la colaboración de Montse Ayats, L’edició a Catalunya. El segle XIX, Barcelona, Gremi d’Editors de Catalunya, 2004.

Ángeles Quesada Novás, «La Regenta (1885) de Leopoldo Alas, Clarín. Ilustraciones de Juan Llimona y F. Gómez Soler», en AA. VV., Literatura e Imagen. La Biblioteca Artes y Letras, Santander, Ediciones de la Universidad de Cantabria, 2012, pp. 133-154.

María José Tintoré, «La Regenta» de Clarín y la crítica de su tiempo, prólogo de Antonio Vilanova, Barcelona, Editorial Lumen (Palabra Crítica 1), 1987.