Edición de literatura en lenguas quechuas

«el quechua ha sido perseguido no solo por los hispanistas, sino por los mismos nativos que creen que hablando castellano superan su situación. Y no es así.»

Demetrio Túpac Yupanqui

 

En el año 2016 se censaron unos 7.800.000 hablantes de lenguas quechuas, distribuidos entre el suroeste de Colombia, Ecuador, Perú, el norte de Chile, Bolivia y el norte de Argentina. Sin embargo, y pese a ciertos avances en el siglo XXI, la escasez de publicaciones que ha generado (derivada también de una desunificación notable y de discrepancias sobre su escritura) es asombrosa en relación con su uso (a título comparativo: el neerlandés contabiliza unos 40.000 hablantes, repartidos por once países, en siete de los cuales es oficial: Países Bajos, Bélgica, Curazao, San Martín, Aruba, Caribe Neerlandés y Surinam, además de ser lengua oficial también en la Unión Europea y en la Unión de Naciones Suramericanas).

Dada su preponderante transmisión oral y teatral, los primeros grandes estudios modernos sobre la materia se dieron en el campo de la poesía, como es el caso de la tesis Poesía quechua escrita en Perú (1992, 2016), de Julio Noriega, y en antologías bilingües como Poesía aborigen (1984), del peruano Alejandro (1926-2008), cuyos antecedentes eran recopilaciones traducidas, generalmente al español o al francés (como la Poesía quechua [1964],  de José María Arguedas o Literatura quechua [1984] de Edmundo Bendezú). En España, en 1994 las madrileñas Ediciones de la Torre le publicaron a Abdón Yaranaga (profesor de quechua de la Universidad de París VIII-San Denís) una edición bilingüe de El tesoro de la poesía quechua/ Hawarikuy Simipa Illan.

Sin embargo, ya de 1981 es la edición en quechua de una de las novelas más conocidas del premio Nobel de Literatura Gabriel García Márzquez (1927-2014), Crónica de una muerte anunciada (Mushuc quelica huanuyta yachasha huillarca), aparecida con pie de Editorial Oveja Negra, en Bogotá, Lima y Quito, y llevada a cabo por el antropólogo e historiador ecuatoriano Alfredo Costales (1925-2015), a petición del propio autor colombiano. Vale la pena señalar que La Oveja Negra, con el editor de ascendencia vasca José Vicente Kataraín al frente desde 1977, no sólo era la editora colombiana de García Márquez, sino que durante un tiempo publicaba en exclusiva su obra literaria en toda América (salvo en Argentina).

Y ya previamente, en los años setenta, el quechua había ido ganando terreno tanto en las ondas, mediante la creación de emisoras total o parcialmente en esta lengua, como en publicaciones periódicas como las Éditions Patiño de Ginebra, dedicada a la edición bilingüe de poesía, Jayma de la Paz, dirigida por Félix Layne, o Conosur, dirigida por Inge Sichre, o con iniciativas como el Proyecto Bilingüe de Pumo o las ediciones del Centro Las Casas del Cusco.

Ya en el siglo XXI, se publicó en París una edición bilingüe importante de literatura quechua, Achikyay Willaykuna/ Contes du lever du jour (2001), de Porfirio Meneses Lazón, en traducción y prologada por  César Itier y llevada a cabo por Langues et Mondes-L’Asiathèque. La posición ampliamente reconocida de Meneses Lazón como maestro de la literatura quechua se la debe entre otros méritos a la traducción a esa lengua de Los heraldos negros y  Trilce, de César Vallejo, publicadas respectivamente en 1997 en la limeña Universidad Nacional Federico Villarreal y en 2008 en el servicio de publicaciones de la también limeña Universidad Ricardo Parma, además de a su obra poética propia en quechua y a algunas otras traducciones significativas (de veinticinco poemas de García Lorca, entre ellas).

El ya mencionado Centro de Estudios Andinos Bartolomé de las Casas, en colaboración con el Instituto Francés de Estudios Andinos y la Asociación Pukllasunchis, publicó en el año 2002 Quyllur llaqtayuq wawamanta, versión quechua de El principito, de Antoine de Saint-Éxupery (1900-1944) obra de Lydia Cornejo Endara y César Itier.

Poco después apareció la primera parte de otra obra emblemática de la literatura universal, El Quijote (Yachay sapa wiraqucha dun Qvixote Manchamantan, 2005), gracias a la labor del traductor peruano Demetrio Túpac Yupanqui (1923-2018), a quien se la había encargado el periodista y promotor cultural español Miguel de la Quadra-Salcedo (1932-2016), y fue ilustrado por artistas diversos de San Juan de Sarhua. La tarea se completó en 2015 con la aparición de la segunda parte de la obra cervantina.

Al año siguiente aparecía la edición en quechua de Platero y yo, en una edición dirigida por el boliviano Alfonso Bilbao y con el texto traducido por Tito Tórrez, en una iniciativa llevado a buen puerto por la Fundación Zenobia-Juan Ramón Jiménez, en colaboración con la Diputación de Huelva, la Universidad de Huelva y la Universidad Internacional de Andalucía.

En esta progresión, en 2015 el Ministerio de Cultura de Perú anunció un muy ambicioso proyecto, Clásicos de la Literatura Latinoamericana en Quechua, a cuyo frente se puso al poeta y editor Luis Nieto Degregori, y que se proponía la edición de traducciones al quechua, en una primera fase, de obras de García Márquez, Mario Vargas Llosa, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Juan Carlos Onetti y Clarice Lispector. Aun así, si bien algunas de estas traducciones se anunciaron como ya concluidas, al parecer no llegaron a publicarse o a distribuirse.

Si la inmensa mayoría de estas iniciativas destinadas a poner a disposición del lector en quechua las grandes obras de la literatura universal reciente (y muy particularmente la literatura en español) se han publicado mediante iniciativas institucionales, más escasa ha  sido la traducción a otras lenguas de obras escritas originalmente en quechua (pese a la existencia de ediciones bilingües de poesía al francés y español) y la edición en quechua de obras escritas originalmente en esta lengua, así como de obras vinculadas a las culturas con las que se identifican, han corrido a cargo de algunas editoriales privadas con clara vocación social y cultural, como es el caso de las peruanas Pakarina Ediciones, Altazor, Editorial San Marcos o algunas pequeñas editoriales unipersonales y artesanas.

Sin embargo, más deficitario aún es el estado de las traducciones y publicaciones de obras escritas originalmente en quechua a otras lenguas, en particular en lo que se refiere a textos novelescos y memorialísticos, cuando, al decir de Itier ya en 1999: «Desde hace algunos años, se observa una intensificación de la práctica escrita del quechua. Algunos escritores, autores de cuentos en ese idioma, están creando en él una prosa de ficción que no se basa en la tradición oral sino que constituye creaciones literarias originales», y menciona los nombres de narradores quechuas como Porfirio Meneses, Sócrates Zuzunaga, Macedonio Villafán Broncano y José Oregón Morales, que lamentablemente apenas son conocidos más allá de sus reducidos ámbitos de influencia local.

Fuentes:

Ricardo Ayllón, «Entrevista a Willy del Pozo», Las fugas del ornitorrinco, 28 de mayo de 2008.

Lorena Chauca, «Don Quijote en quehua», Allillanchu, 19 de octubre de 2010.

P.L., «Clásicos de la literatura latinoamericana se traducen al quechua», blog de Radio Cadena Agramonte, 29 de agosto de 2015.

Luis Enrique López e Ingrid Jung, coord., Sobre las huellas de la voz. Sociolingüística de la oralidad y la escritura en su relación con la educación, Madrid- La Paz- Bonn, Morata, PROEIB-Andes (Programa de Formación en Educación Intercultural Bilingüe para los Países Andinos), DSE (Deutsche Stiftung für Internationale Entwicklung), 1998.

Andrés Rodríguez, «Gabo y Vargas Llosa, al rescate del quechua», El País, 12 de septiembre de 2015.

s/f., «La edición bilingüe de Platero y yo en quechua y español se presenta en Bolivia», La Vanguardia, 22 de febrero de 2016.

Virginia Vílchez, «Ediciones Altazor y las bibliotecas regionales», Librosperuanos.com, mayo de 2008.

Ulises Juan Zevallos Aguilar, «Transformación de la nueva narrativa quechua del Perú cobntemporánea (2010-2014)», Revista Canadiense de Estudios Hispánicos, 39/1 (otoño de 2014), pp. 437-454.