Clásicos españoles durante la guerra civil: José Manuel Blecua Teijeiro en Ebro

La decisión de poner en pie una colección destinada a la edición de los clásicos españoles para los estudiantes dice bastante del carácter y la vocación de quien la llevó a cabo, en este caso el por entonces joven catedrático José Manuel Blecua Teijeiro (1913-2003), quien en 1935 había formado parte de una más que notable generación de nuevos catedráticos de instituto: el catalán Guillermo Díaz Plaja (1909-1984),la vasca Carmen Castro Madinaveitia (1912-1997), el gallego Xosé Filguiera Valverde (1906-1996), el extremeño Antonio Rodríguez-Moñino (1910-1970), el valenciano Alejandro Gaos (1906-1958)…

Con apenas veinticuatro años, y mientras cumplía con sus obligaciones militares, Blecua se decantó por la edición (en el sentido de la fijación de textos) en una decisión que él mismo explicaba del siguiente modo:

Yo no podía hacer lo que leía en ciertas revistas de investigación con trabajos llenos de citas peregrinas, extraídas de libros extranjeros y raros, o de artículos aún más peregrinos, y por eso me orienté hacia las tareas de editar textos importantes con más pulcritud y rigor que las ediciones más o menos corrientes, y por esta razón comencé por publicar en 1937, en la revista de la Universidad de Zaragoza, el Libro infinido, de don Juan Manuel, edición que rehíce más tarde a petición de Manuel Alvar para su colección de Granada.

Sin embargo, la creación de un proyecto editorial propio, la Editorial Ebro y sus muy divulgados Clásicos Ebro, surge de la constatación de una notable carencia en la bibliografía destinada a los jóvenes que cursaban estudios superiores. Para llevar a cabo su proyecto cuenta Blecua con tres pilares fundamentales. Por un lado, debía de conocer necesariamente la Biblioteca Literaria del Estudiante creada en 1922 y publicada por la Junta para la Ampliación de Estudios, bajo la dirección de Ramón Menéndez y Pidal (1869-1968) y con el asesoramiento de Antonio García Solalinde (1892-1937), que se marcaba como objetivos la publicación de los textos íntegros y originales, la selección de los títulos con criterios filológicos, históricos y literarios y la publicación de los mismos a un precio asequible a todas las familias. A su vez, esta biblioteca contaba como antecedente con la colección de Clásicos La Lectura impulsada en 1910 por Domingo Barnés (1879-1940) y dirigida por Tomás Navarro Tomás (1874-1979) y Américo Castro (1885-1972), padre de la antes mencionada Carmen.

Luis de Góngora, Poesia (selección), 1940. Todas las imágenes proceden de esta edición.Por otra parte, como modelo en cuanto a la organización del material y en buena medida también en el aspecto gráfico, disponía como modelo desde los años veinte con los Classiques Illustrés Vaubourdolle de la Librairie Hachette, cuya adaptación llevada a cabo por Blecua explicó con mucha claridad José-Carlos Mainer:

…hicieron todavía más simples y algo más castizas las cubiertas severas, poniendo unas grecas platerescas y dos escudos editoriales […] Como en el modelo galo, la disposición de las ediciones incluía un resumen cronológico de la vida del autor, una relación por fechas de los acontecimientos fundamentales de su época, un prólogo de tono divulgativo, el correspondiente texto anotado y los apéndices didácticos que si en Francia comprendían sendas propuestas de «Questions» y «Sujets de dissertations», aquí se limitaban a una relación de «Temas de trabajo escolar», precedida de una selección de «Juicios críticos».

Por último, un tercer elemento fundamental fue la contribución económica y de conocimiento del mundo editorial de Teodoro de Miguel Feringán, quien recién llegado de Argentina, donde había sido representante de la Casa Editorial Saturnino Calleja, tenía, según contó Blecua, el deseo de crear una editorial en Zaragoza:

Una de mis preocupaciones como cátedro de instituto fue la de que en España no teníamos las colecciones de clásicos que tenían los franceses, por ejemplo. Y por eso convencí a don Teodoro de Miguel, que quería fundar una editorial, para que comenzase con una colección de clásicos, y creo que desempeñó un papel importante en la enseñanza. Pero quiero recalcar que yo no tuve ninguna participación económica, y que me pagaron los volúmenes lo mismo que a los demás: quinientas pesetas por tomito.

 

Según consta en las páginas preliminares de muchos de los volúmenes de los Clásicos Ebro, la editorial la fundó en 1938 y aún durante la guerra civil española aparecieron ya El condenado por desconfiado, atribuido a Tirso de Molina y preparado por Ángel González Palencia, la Poesía lírica de Lope de Vega, antologada y editada por el propio Blecua, una selección de pasajes de la Historia de España de Juan de Mariana llevada a cabo por Manuel Ballesteros Gaibrois o la Poesía de Fray Luis de León seleccionada y editada por Jesús Manuel Alda Tesan. Más adelante el propio Blecua se ocupó de muchos otros números, como la Poesía (1940) de Góngora, una antología en dos volúmenes de Poesía romántica (1940), Generaciones y semblanzas, claros barones (1940), de Fernán Pérez de Guzmán y Fernando del Pulgar, un volumen con la Poesía (1941) de Garcilaso de la Vega, El caballero de Olmedo (1941) de Lope de Vega, Lecturas para muchachas. Antología en prosa y verso (1942), ilustrada por Jesús Fernández Barrio (1921-2005) , Peribáñez y el comendador de Ocaña (1944) y muchos otros hasta la edición de la obra magna de otro gran aragonés, El Criticón, de Baltasar Gracián, en 1950.

Resulta impresionante la extensa nómina de colaboradores que, bajo la anotación de «En la redacción de estudios y la compilación de textos colaboran los siguientes catedráticos, profesores y literatos», aparece en la segunda de cubierta (el reverso de cubierta) de los volúmenes, pues figuran en ella Manuel de Montoliu (1877-1961), que se ocupó del Epistolario espiritual (1940), de Juan de Ávila, Emilio Alarcos García (1895-1986), Dámaso Alonso (1898-1990), Ángel Valbuena (1900-1970), que se encargó de la edición de El mágico prodigioso de Calderón de la Barca, o Rafael Lapesa, que editó el Diálogo de la lengua, de Juan de Valdés, entre otros de los más conocidos filólogos de la época.

Además de la indicación del número de la serie a la que pertenece cada volumen (verso, prosa o teatro), el precio del ejemplar y la dirección de la editorial (Paseo de M.ª Agustín, 7) se indican en las cuartas de cubierta (las contracubiertas) de los números de principios de los años cuarenta los tres principales distribuidores con sus respectivas direcciones postales: la Librería General de Zaragoza, la Syntes de Barcelona y la Editorial Ebro domiciliada en San José, 748, de Buenos Aires (Argentina), cosa que parece indicar que Teodoro de Miguel seguía con un pie a cada lado del Atlántico o cuando menos que mantenía allí contactos.

Con un formato en octavo (19 x 13) y un papel que es buen indicativo de las carencias de la época, las páginas aparecen muy a menudo decoradas con orlas en la tradición clásica del Siglo de Oro, lo que hizo que con el paso del tiempo su diseño fuera progresivamente más demodé, y con algunas ilustraciones a toda página, impresos inicialmente en los Talleres de El Heraldo. El primer diseño de la cubierta, impresas a dos tintas, se debe a Eugenio Ramos, si bien también participaron otros ilustradores, como Mariano Félez, Bernal Máñez o Gaytán de Ayala. Analizándola desde el punto de vista gráfico, Fátima Blasco destaca «el esfuerzo que supuso una colección editada con rigor científico y preciosismo gráfico durante los años inmediatamente posteriores a la contienda».

La colección desapareció en los años ochenta, tras algunas transformaciones en cuanto al diseño pero siempre marcadamente «clásico», dejando una estela de más de ciento treinta títulos, pero sobre todo mantuvo un testigo de ediciones fidedignas y accesibles que recogieron pronto editoriales como Castalia, Cátedra y Taurus, entre otras.

Fuentes:

Portal José Manuel Blecua de la Biblioteca Virtual Cervantes.

Jesús Barreiro, «Blecua, desde siempre y desde aquí», Blog de Javier Barreiro, 28 de marzo de 2012.

Fátima Blasco, «El diseño gráfico en la producción del libro en Zaragoza (editoriales no institucionales 1940-2000)», AACA Digital, núm. 17 (diciembre 2011).

Felipe B. Pedraza Jiménez, «José Manuel Blecua, una lección sencilla» (entrevista), en Felipe B. Pedraza Jiménez, Pedro Provencio Chumillas y Milagros Rodríguez Cáceres, coords., Manojuelo de estudios literarios ofrecidos a Manuel Blecua Teijeiro, número inicial de la Nueva Revista de Enseñanzas Medias (Ministerio de Educación y Ciencia), 1983, pp. 11-17.

María Antonia Martín Zarroquino, «El legado de aquellos maestros: la enseñanza de la gramática histórica desde el bachillerato (A propósito de una obra de Rafael Gastón Burillo», Archivo de Filología Aragonesa, núm. 56 (2000), 63-78.

2 comentarios en “Clásicos españoles durante la guerra civil: José Manuel Blecua Teijeiro en Ebro

  1. Convendría añadir que los textos de «Clásicos Ebro» no siempre se daban completos. Sobre todo las obras en prosa iban convenientemente aligeradas atendiendo a las características del público adolescente y juvenil al que iban destinados cuando no a podas del censor.

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