Paisajes Narrados, una colección rupturista

Logo de Minúscula, un hallazgo de Pepe Far y Valeria Bergalli.

Logo de Minúscula, un hallazgo del diseñador Pepe Far y la editora Valeria Bergalli.

Una de las formas que los aficionados a la taxonomía tienen de clasificar a los lectores –aunque todos ellos busquen en última instancia el placer estético– es entre aquellos que lo que esperan en la lectura es «reconocerse», tomar consciencia de su pertenencia a una tradición y reencontrarse con unos formatos, estilos y géneros literarios previamente conocidos, y quienes lo que buscan es «conocer», descubrir nuevos modos de leer lo más distintos posibles a los que han experimentado hasta el presente, acceder a nuevos puntos de vista desde los que acercarse e interpretar el mundo. Muy probablemente, la colección Paisajes Narrados de la Editorial Minúscula ofrece más alicientes a los segundos que a los primeros, aun cuando el objetivo parece ser también, de un modo sutil e irónico, que el lector tome consciencia acerca de la existencia de una arraigada tradición europea (u occidental), que es lo que a su vez vincula la colección con otras de la editorial y convierte el proyecto en marcadamente europeísta. Y quizá esto explica que se haya convertido en una de las colecciones más prestigiosas y atentamente seguidas de las primeras décadas del siglo XXI.

La radicalidad de la propuesta de la editora Valeria Bergalli no es de esas estruendosas y rampantes, las de rompe y rasga, sino de las punzantes, de las irónicas, y una de sus manifestaciones es la absoluta ruptura de una categoría en apariencia incuestionada tanto en el sector editorial como en el de la crítica literaria y entre los lectores más convencionales como es la distinción entre ficción y no ficción como categoría clasificadora de los textos literarios. Uno se pregunta atónito cómo podría alguien describir en pocas palabras cualquiera de los textos de Paisajes Narrados en una espídica reunión en la Feria del Libro de Frankfurt.

En una entrevista conjunta que la filóloga, dramaturga y actriz Esther Lázaro le hizo a la escritora chilena Nona Fernández y a Valeria Bergalli, explicaba Fernández que cuando publicó en su país natal la novela Chilean Electric (aparecida originalmente en la editorial independiente santiagueña Alquimia) tenía muchas dudas acerca de la recepción que iba a tener precisamente debido al carácter híbrido y poco convencional de su texto, mientras que eso era justamente uno de los mayores atractivos que tenía para la editora de Minúscula, que no trabaja con las categorías ficción/no ficción, sino con la mirada puesta en la calidad de la prosa y en la creatividad literaria.

No es difícil suponer que algo parecido debió de ser el caso de un autor igualmente inclasificable, y por eso mismo difícil de incorporar a los catálogos de otras muchas editoriales, como es el asturiano Jesús del Campo (cuyo ámbito de investigación preferente como profesor universitario ha sido precisamente la literatura de viajes). Su estreno en 1995 con Radio Babel –descrito  como «un esfuerzo por dinamitar la lógica literaria»– fue ya significativo, pues se produjo en la muy heterogénea y hetedoroxa editorial de Benito García Noriega KRK, que tiene en su haber la obtención del Premio Nacional al Libro Mejor Editado en la categoría de obras generales y de divulgación en dos años consecutivos (2011 y 2012), y a éste siguió el libro de sonetos en lengua inglesa Knights and Days, en la misma editorial en 1996, y un ensayo académico sobre cuatro novelas de Robert Louis Stevenson, Joseph Conrad, Paul Theroux y J. M. Coetzee. Igualmente inclasificables fueron sus siguientes obras narrativas, publicadas originalmente en Debate, Los diarios clandestinos de Blancanieves (2001) y Las últimas voluntades del caballero Hawkins (2002), que luego recuperaría Edhasa, que a su vez le publicaría también su mordaz y sarcástica compilación de cuentos Historia del mundo para rebeldes y sonámbulos (2007). Sin embargo, Edhasa no se atrevió con Castilla y otras islas (2008), entre otras cosas porque no tenía colección donde hacerla encajar, que publicó Minúscula como número 22 de Paisajes Narrados y, según Bergalli, «circuló bien, para ser un libro difícil de clasificar». También en esta colección apareció, como número 44, Berlín y los barcos de ocho velas (2010), libro que en buena medida está muy emparentado con su siguiente Tristan Benson Blues (2011), que de nuevo sí se atrevió a publicar Edhasa por razones que quizá se puedan deducir fácilmente. La calidad de la prosa de Jesús del Campo y la inventiva e inteligencia del autor ha sido más que elogiada por la crítica española más exigente, y a ello se añade ya en 2004 el italiano Premio Gatea (destinado a la literatura de viajes), pero ese mismo carácter híbrido, escurridizo, irónico e indómito ante la taxonomía de la literatura de Jesús del Campo explican seguramente su trayectoria editorial.

De hecho, Paisajes Narrados ya expresa esa convivencia, confluencia, acaso cruce o mezcla entre lo ficticio y lo no ficticio en su propio nombre; e incluso si hasta el momento sólo ha albergado obras en prosa (cercanas a la crónica, al ensayo, al relato o al reportaje), es posible que libros como Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca, o Roma, peligro para caminantes, de Rafael Alberti, no desentonaran en exceso en ella, pues el elemento esencial en este caso es la vinculación con un espacio. Para encontrar algo mínimamente similar quizá hubiera que evocar algunos de los títulos publicados por Gadir (Cristo se detuvo en Éboli, de Carlo Levi; Caminando por Las Hurdes, de Antonio Ferres, La toscana en tren de vapor, de Carlo Collodi, Elogio de  París, de Víctor Hugo, Las cartas de Egipto, de Flaubert…).

La asombrosa y muy personal idea de convertir el espacio, y más particularmente la ciudad, en elemento vertebrador de una colección, al margen de consideraciones de género más allá de la prosa, sin duda tiene que ver con la formación como antropóloga de su editora y su interés por la antropología urbana y el imaginario urbano, como ella misma ha reconocido, lo cual no hace sino subrayar el carácter marcadamente personal de la colección. La propia Bergalli ha desarrollado convincente y reiteradamente la idea que impulsa la colección (cercana a la idea de literatura de lugares), más allá de la sucinta descripción que cualquiera puede encontrar en su web:

Paisajes Narrados es una colección abierta que busca explorar el papel que ocupa el lugar en la literatura. Los ingleses tienen la expresión the sense of place, que sugiere la exploración de textos que pueden surgir a partir del estímulo que produce el hecho de intentar aprehender un determinado lugar real o imaginario. La colección también busca explorar los microcosmos que se van creando alrededor de un determinado lugar, por lo cual creo que la expresión paisaje engloba muy bien lo que entendemos como todo lo que forma parte del lugar y no sólo como la apariencia física de éste.

Las Crónicas berlinesas, de Joseph Roth (1894-1939), publicadas en 2006 como número 16 de la colección y uno de los títulos más reeditados y conocidos de la misma, es un buen ejemplo de ello, pero ya los tres primeros números publicados (todos ellos en el año 2000, el del estreno de la editorial), permitían hacerse una idea bastante aproximada de por dónde irían los tiros: Las ciudades blancas, de Joseph Roth, Verde agua, de Marisa Madieri (1938-1996) y Cerdeña como una infancia, de Elio Vittorini (1908-1966).

Un vistazo apresurado y poco informado a la lista de títulos publicados (Roma, de Gógol, El viaje a Arzum durante la campaña de 1829, de Pushkin, Esto es Nueva York, de E.B. White, París Francia, de Gertrude Stein…) podría propiciar el error –y al parecer eso fue lo que les pasó al principio a algunos libreros despistados– de suponer que se trata de textos cercanos al libro de viajes, pero pocas cosas más lejos de la realidad, pocos textos más alejados del pintoresquismo, de la mirada del turista occidental contemporáneo y de la visión de postal; se trata en cambio en muchos casos de las reflexiones y de la expresión de los sentimientos ambivalentes y/o contradictorios inspirados por la ciudad, de las relaciones afectivas y/o conflictivas establecidas con las mismas, de las vivencias o las impresiones apegadas tanto a un paisaje físico como a un paisaje humano.

Precisamente en uno de los libros ya mencionados, Verde agua, y en los temas que Claudio Magris comenta en el posfacio a la obra, identifica la editora algunas de las ideas recurrentes de la colección y de aquellas que la vinculan con el conjunto del catálogo: «en la publicación del libro de Marisa Madieri estaban ya las preguntas que son ciertamente recurrentes en el catálogo: la cuestión de la identidad, el papel de la frontera, el exilio, el peso de la infancia, la mirada sobre los paisajes, etc.». Y no es muy difícil establecer un parentesco con el modo en que se aborda el tema de la memoria y de la reconstrucción de la historia en un libro publicado casi veinte años después que Verde agua –y por otra parte tan distinto– como es el ya mencionado Chilean Electric. De nuevo, nos encontramos aquí con la fuerte carga personal y biográfica expresada en forma de criterios editoriales. Es decir, al observador mínimamente informado de la trayectoria biográfica e intelectual de la muy cosmopolita y viajada Valeria Bergalli no puede pasarle inadvertido hasta qué punto en su creación la editora está expresando su personalidad y su modo de afrontar el mundo. O dicho en otras palabras, Paisajes Narrados, como idea y como proyecto, es una obra de creación, en ningún caso la mera aplicación del «oficio de editar». Y eso, en el panorama editorial español de principios de siglo, era sumamente rupturista.

Fuentes:

Carlos A. Aguilera, «Paisajes Narrados. Conversación con Valeria Bergalli», El Nuevo Herald, 9 de abril de 2015.

Valeria Bergalli, «Editorial minúscula. Retrato en blanco y negro», intervención en el I Encuentro de Talento Editorial (Cartagena de Indias, 30 de enero de 2014).

Valeria Bergalli, «Una minúscula esperanza», Quimera núm. 223 (diciembre de 2002), pp. 18-20.

Javier Blánquez, «Valeria Bergalli: “El exceso de libros nuevos perjudica a los lectores”», El Mundo, 2 de noviembre de 2018.

Manuel Cuéllar del Río, «Una editorial minúscula frente a la tiranía de la novedad», Asombrario & Co., 18 de julio de 2016.

Martín Gómez. «Entrevista a Valeria Bergalli, editora de Editorial Minúscula», El Ojo Fisgón, 10 de abril de 2007.

Esther Lázaro, «“La memoria es una especie de palimpsesto”. Entrevista con Nona Fernández (y Valeria Bergalli)», La Huella Digital, 21 de diciembre de 2018.

Matías Néspolo, «“Mi fórmula fue apostar por un catálogo coherente” (entrevista a Valeria Bergalli)», El Mundo, 20 de enero de 2010.

 

 

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2 comentarios en “Paisajes Narrados, una colección rupturista

  1. Magnífico (como siempre) estimado Josep. Como sabes, soy una seguidora encantada de la trayectoria de Valeria y su trabajo editorial. Desde sus primeros títulos me he sentido agradecida por la oportunidad de leer tantos autores que no hubieran llegado a mis manos de otra forma. Esos paisajes han ensanchado mi experiencia del mundo, sus ciudades, sus gentes. Historial minúsculas que abarcan cientos de horizontes literarios nuevos hacia los que caminar sin vacilación. La calidad y el buen gusto de las colecciones son innegables pero hay un algo más, un toque personal, una corriente sutil que ha conseguido crear la figura del «lector de minúscula». Lo sospechaba pero lo comprobé la otra tarde (gloriosa, inolvidable) en Documenta. Gracias Mengu, eres un fantástico investigador, prescriptor y ahora, también, organizador. 😉

  2. Pingback: Nona Fernández: la internacionalización de una trayectoria editorial | negritasycursivas

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