El «Romance del 5 de noviembre» es uno de los muchos poemas sobre la guerra civil española escritos por Miguel Hernández (1910-1942) que se dieron a conocer muy tardíamente, en esta caso recuperado por Jesucristo Riquelme y publicado en 1986 en la revista Canelobre a partir de una copia conservada por Julián Aparicio Alonso, teniente en la compañía de aviación cuya gesta se canta en el poema de Miguel Hernández y que al acabar la contienda fue condenado a doce años y un día de prisión y ocho más de inhabilitación. Al parecer, el original de este romance, fechado en noviembre de 1936, fue remitido al comandante Francisco Galán (1902-1971), y sería raro que quien llegó a estar al frente de la Editorial Periplo y de la editora y distribuidora Oberón perdiera un manuscrito de semejante importancia.
Francisco Galán, afiliado al Partido Comunista ya antes del inicio de la guerra, procedía de una larga estirpe de militares: su padre había sido suboficial de la Armada, a su hermano mayor, Fermín (1899-1930), lo hizo famoso Rafael Alberti en una pieza teatral homónima de 1931: se había alzado contra la dictadura de Primo de Rivera en 1926 y contra la dictablanda de Ramón Berenguer en 1930 (por lo que fue condenado a muerte y fusilado), y el menor, José María (1904-1978), alcanzó el grado de teniente coronel en el Ejército Popular de la República durante la guerra civil, tras la cual se exilió primero a la URSS y posteriormente a Cuba. A Francisco el levantamiento contra la legalidad republicana le halló como teniente retirado de la Guardia Civil, pero enseguida se puso al frente de las milicias que combatieron en Somosierra defendiendo Madrid y a lo largo de la guerra tuvo una carrera destacada.
En los últimos días de la misma, el presidente Juan Negrín (1892-1956) le puso al frente de la Jefatura de la base naval de Cartagena, donde fue brevemente detenido por los «casadistas», y posteriormente llegó al protectorado francés de Túnez, donde fue internado por las tropas francesas en el nauseabundo campo de Meheri Zebbeus. Finalmente, gracias a la intervención de un diputado comunista francés, el 27 de abril de 1939 pudo salir con destino a Chile, Uruguay y luego a Argentina, donde años después desarrolló su labor editorial en compañía de su esposa, la pianista y traductora argentina de origen vasco Elvira Vázquez Gamboa.
En 1951 crea Francisco Galán la Editorial Periplo, una de cuyas primeras publicaciones fue El sapo en el folklore y la medicina (septiembre de 1951), de Tobías Rosemberg (1911-1960), como primer volumen de los Cuadernos de la Asociación Tucumana de Folklore. Fue el libro que dio a conocer a un público más amplio la obra de un folklorista que había empezado como librero (en Cervantes y To Be) y que para entonces tenía ya a sus espaldas una notable bibliografía (Curiosos aspectos de la terapéutica calchaquí en 1939, La serpiente en la terapéutica aborigen y americana en 1943, La serpiente en la medicina y el folklores en 1946, etc.).
Sin embargo, más importancia cultural tuvo sin duda para Periplo la publicación en 1953 del extenso Panorama de la poesía moderna (500 pp.) preparado por Enrique Azcoaga (1912-1985), que sin atisbo de sectarismo incluye a casi doscientos cincuenta escritores, tanto exiliados como a otros que permanecían en la España franquista, así como algunas muestras de la poesía gallega y catalana reciente. Como explica en el prólogo:
Lo antológico entiende sólo lo maduro, y nuestro Panorama quiso abarcar en estas páginas desde lo granado a lo posible. […] Poeta incluido, claro está, no quiere decir en primera instancia otra cosa que poeta existente. Escasez informativa no supone más que dificultad. […] Tratamos de rendir un homenaje de solidaridad a todos los poetas españoles. Y mostrar un poco en forma de borrador, para el que quisiéramos la suerte de posibles, corregidas y ampliadas ediciones, este vasto conjunto poético donde no creemos haber exceptuado, por razones que en el terreno espiritual son siempre repugnantes, a ningún poeta «moderno» español maduro o posible que merezca atención.
El mismo Azcoaga, que tenía una hermana exiliada en la URSS, no salió de España hasta 1952, y se estableció en Buenos Aires, donde dirigió durante un tiempo la prestigiosa revista Atlántida. El nombre de Azcoaga, amigo de Miguel Hernández, aparece vinculado a algunas obras e iniciativas significativas de antes de la guerra, como por ejemplo entre los fundadores y directores de La Hoja Literaria (1933-1936), junto a los de Arturo Serrano Plaja (1909-1979) y Antonio Sánchez Barbudo (1910-1995) –es decir, el núcleo de lo que sería la mítica revista Hora de España (1937-1939)–, o al pie del texto del catálogo de la exposición de Maruja Mallo en Amigos de las Artes Nuevas en 1936, además de como autor de un libro de ensayos inédito, Línea y Acento, que le valió el Premio Nacional de Literatura, entre otras obras. Víctor García Ruiz ha publicado fragmentariamente el epistolario entre Azcoaga y el dramaturgo Victor Ruiz Iriarte (1912-1982), y un pasaje del mismo permite adivinar que desde el primer momento Azcoaga hizo trabajos editoriales, no sabemos cuáles, para Galán: «Espero que dentro de pocos meses esté mi Panorama poético en la calle, y sigo haciendo cosas para el editor».
El año siguiente aparece en Periplo Culminación y crisis del imperialismo, de quien fuera jefe del Estado Mayor del Ejército Republicano español, Vicente Rojo (1894-196), y un poco posterior es El fin de la esperanza. Testimonio (1956), retrato del primer franquismo firmado como «Juan Hermanos» por Marcel Saporta (1923-2009), cuya primera edición había aparecido en la colección Les Temps Modernes de Julliard en 1950 con un prólogo de Jean-Paul Sartre (1905-1980) y de cuya edición argentina se ocupó Francisco Galán en su otra iniciativa editorial, Oberón, después de que la versión española hubiera aparecido ya en 1953 en la mexicana Espartacus (de 1963 es la edición cubana, con la adición de un epílogo de Ramón Monreal Almela: «La nueva esperanza. Dieciocho años después»).
De 1958 es el exitoso y escandaloso No me avergoncé del Evangelio (desde mi parroquia), obra de quien fuera cura ecónomo en Alsasua durante la guerra civil, Marino Ayerra Radin (1903-1988), que en este libro expone las atrocidades franquistas de que fue testigo y el vergonzoso papel que tuvo en ellas la Iglesia católica.
La estrecha vinculación de las iniciativas editoriales de Galán con el pasado reciente y la realidad española es muy evidente, y tiene continuidad en los años sesenta con los libros de relatos de los brigadistas argentinos Luis Alberto Quesada (1919-2015) (La Saca, con prólogo de Bernardo Canal Feijóo y una «canción final» de Rafael Alberti, Periplo, 1963) y Rafael María Zúñiga (1907-¿?) (Añoranzas bélicas, Oberón, 1966), así como las memorias de Víctor García de Frutos (¿?-1968), hispanoargentino que estuvo un tiempo exiliado en la URSS tras haber combatido parte de la guerra civil a las órdenes de Francisco Galán, Los que no perdieron la guerra (Oberón, 1967).
De esa misma época tienen interés particular la segunda edición de Manso (Oberón, 1968), del prolífico autor gallego bilingüe Manuel Lueiro Rey (1916-1990), la primera que no quedó desfigurada por la implacable tijera de la censura después de la aparecida en Oviedo en 1967 y para la que en Argentina contó en la cubierta con una ilustración de Luis Seoane (1910-1979), y, también de Lueiro Rey, Vicente y el otro (con prólogo de Xesús Alonso Montero y de nuevo cubierta de Seoane; Oberón, 1968). Ambos volúmenes estuvieron al cuidado de otro exiliado insigne, el escritor y editor gallego Arturo Cuadrado (1904-1998), y son testimonio de las vinculaciones de las editoriales de Francisco Galán con la Federación de Sociedades Gallegas.
Al argentino formado en Europa Enrique de Gandía (1906-2000) encargó Galán la dirección de la Serie Histórica de Investigación y Crítica, donde el mismo Gandía publicó en 1957 Bolívar y la libertad (núm. 2), un estudio sobre la imagen que de Bolívar daba en sus obras el escritor español Salvador de Madariaga (1886-1978), después de la aparición en esa misma serie de Claros orígenes de la democracia argentina: comprobación histórica (núm. 1, 1957), de Alberto Reyna Almandos y prologado por Alfredo L. Palacios, y antes de Espartero y la paz con España (núm. 3, 1957), de Armando Alonso Piñero.

El exitoso Jardines de infantes, de Elvira Vázquez Gamboa (esposa de Francisco Galán) e ilustrado por Gori Muñoz (1906-1978), publicado en Oberón, del que se hicieron diversas ediciones con ilustraciones de cubierta distintas.
Punto de confluencia entre comunistas y republicanos, entre la cultura gallega, la argentina y la española, a lo largo de los años que permaneció en activo como editor Francisco Galán desempeñó una función que acaso fuera más allá de la estrictamente profesional, y parece claro que, en la medida de sus posibilidades, fue un punto de apoyo para muchos intelectuales, por lo menos en el primer momento de su llegada a Argentina. Sin embargo, buena parte de su catálogo puede hacer pensar en el que en esos años estaba llevando a cabo José Martínez Guerricabeitia (1921-1986) en París a través de Ruedo Ibérico.
Fuentes:
Andrea Bresadola, «Manuel Lueiro Rey frente a la censura franquista: los avatares de Manso», Creneida, núm. 5 (2017), pp. 139-197.
Victoria Fernández Díaz, El exilio de los marinos republicanos, València, Universitat de València, 2011.
Víctor García Ruiz, «Ni vencedor ni vencido. El tardío ¿exilio? de Enrique Azcoaga (sus cartas a Victor Ruiz Iriarte)», en María Fernanda Mancebo, Marc Baldó i Lacomba y Cecilio Alonso, eds., L’exili cultural de 1939: seixanta anys després, València, Universitat de València-Gexel, 2001, vol. II, pp. 503-517.
Fernando Larraz, «Editorial Periplo» y «Editorial Oberón», en Manuel Aznar Soler, Diccionario biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, Sevilla, Renacimiento-Gexel, 2016, vol 4, pp. 21-22 y vol. 3, p 437, respectivamente.
Bárbara Ortuño Martínez, El exilio y la emigración española de posguerra en Buenos Aires, tesis doctoral presentada en el Departamento de Humanidades Contemporáneas, Universidad de Alicante, 2010.