El «pobre Alaminos», un técnico editorial del FCE que sabía muchas cosas

La vida profesional de Luis Alaminos y Peña (1902-1955) en el ámbito de la edición tuvo su etapa culminante cuando, coincidiendo con el fin de la segunda guerra mundial y la muerte de su esposa (Dolores Guerrero), se trasladó a México y entró en el Fondo de Cultura Económica, donde llevó a cabo una importante labor como traductor, revisor de traducciones y técnico editorial.

Nacido en Almuñécar (Granada), su entrada en el mundo editorial se produjo en la editorial Espasa-Calpe, en cuya famosísima enciclopedia colaboró como redactor, pero la insurrección militar que desencadenó la guerra civil española le encontró ya como inspector general de primera enseñanza en la provincia de Málaga (tras haberlo sido desde 1933 en Almería); en cuanto las tropas franquistas conquistaron la ciudad, el 6 de diciembre de 1937 se publicaba en el Boletín Oficial del Estado la siguiente decisión tomada por la Comisión de Cultura y Enseñanza: «La separación definitiva del servicio de don Luis Alaminos Peña, debiendo ser dado de baja en su escalafón, e inhabilitarle para el desempeño de cargos directivos y de confianza en Instituciones Culturales y de Enseñanza». Al término de la guerra Alaminos se exilió, inicialmente a Francia y con posterioridad consiguió llegar a Santo Domingo.

Imagen de la conocida como «desbandá» (7 de febrero de 1937): la huida de los civiles malagueños republicanos por la carretera a Almería, donde fueron reiteradamente bombardeados por la aviación franquista.

Allí, gracias en parte a una carta de recomendación de quien fuera ministro de Justicia, Fernando de los Ríos, fechada en Nueva York el 3 de diciembre de 1939, Alaminos se estableció con relativa facilidad. Impartió clases de psicología aplicada a la Pedagogía y de Didáctica en la Universidad de Santo Domingo, de cuya facultad de Filosofía era catedrático (1943-1945), después de haber colaborado con la sección técnica de la Secretaría de Educación (1940-1942) y con el Instituto de Investigaciones Psicopedagógicas (1943).

Alaminos se relacionaba con frecuencia con los numerosos exiliados españoles en la isla, como el historiador de la literatura Vicente Llorens (1906-1979), el diplomático y periodista Alfredo Matilla Jimeno o el hombre de teatro Alberto Paz (1915-1967), con quienes compartían veladas musicales en casa de la pianista Manuela Jiménez, a los que asistía también el conocido compositor Enrique Casal Chapí (1909-1977), o en la casa de este último –«la típica casita de una planta, con su pequeño jardín, que el filarmónico dejó convertir en selva tropical», según la descripción de Llorens– , en tertulias a las que asistió también Segundo Serrano Poncela (1912-1976), quien en aquellos años se había convertido en periodista (La Información), colaborador muy activo de revistas como Reaildad y redactor único de Panoramas, así como en autor de una incipiente obra ensayística compuesta por Un peregrino español (1940) y El alma desencantada y otros ensayos (1941).

De izquierda a derecha: V. Llorens, Leo Spitzer, Pedro Salinas y Jorge Guillén.

A su llegada a México, Alaminos fue contratado como profesor en el instituto Luis Vives, fundado en 1939 por el SERE (Servicio de Evacuación de Republicanos Españoles) a iniciativa del médico y científico José Puche Álvarez (1895-1979), y no tardó en hacer incursiones como colaborador en algunas revistas vinculadas a instituciones educativas. Entre finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta, por ejemplo, escribió razonadas y muy bien escritas reseñas bibliográficas en Universidad de México. Órgano de la Universidad Nacional Autónoma de México, que dirigía Rafael Corrales Ayala Jr. y entre cuyos colaboradores habituales se contarían Alí Chumacero, Francisco González de Cosío, Efraín Huertas, Julio Torri y Leopoldo Zea, entre otros. Más adelante publicaría también ocasionalmente crítica literaria y artística en cabeceras como El Nacional.

Dentro del FCE, Alaminos formó parte del ya casi mítico departamento técnico formado por republicanos españoles que encabezaba Joaquín Díez Canedo (1917-1999), acompañado por los no menos prestigiosos Eugenio Imaz (1900-1951) y Francisco Giner de los Ríos. La entrada de Alaminos, junto con la de Sindulfo de la Fuente (1886-1956) y las primeras incorporaciones de mexicanos, Antonio Alatorre (1922-2010) y Juan José Arreola (1918-2001), se produjo muy poco después de su llegada a México, antes de 1947, para cubrir la salida de Giner y de Herrera.

Max Aub, Joaquín Díez Canedo, Alí Chumacero, Agustín Yáñez y Ricardo Martínez.

Víctor Díaz Arciniegas ha subrayado la importancia de este grupo en la conformación del lenguaje científico en México, mediante sobre todo la indispensable creación de neologismos:

los miembros del Departamento Técnico [del FCE] (en particular Luis Alaminos, cuyos conocimientos léxicos y gramaticales a todos sorprendían, y José Gaos, Wenceslao Roces y Eugenio Imaz, cuyas experiencias como traductores eran las más amplias dentro de obras muy complejas) discutían algunos conceptos ingleses, franceses o italianos para los que no existía un equivalente exacto en español.

A finales de la década, Alaminos tuvo un papel protagonista, con Díez-Canedo, en la ampliación del equipo de colaboradores cuando Alatorre y Arreola abandonaron la casa, coincidiendo con el nacimiento de la colección Breviarios, que conllevaba un aumento muy notable del trabajo en el departamento. De su mano entró, por ejemplo, Alí Chumacero (1918-2010)

El nombre de Alaminos aparece al pie de traducciones o revisiones muy leídas publicadas entre finales de los cuarenta y principios de los cincuenta, como el Diccionario de Psicología (1948), de Howard C. Warren (en colaboración con Imaz y Alatorre); Arte y sociedad (1948), de Roger Bastide; Esquema de la matemática actual (1951), de E.C. Titchmarsh; El hombre y sus obras: ciencia de la antropología cultural (1952), de Jean Herskovits Melville, o la Historia de los mapas (1956) de Gerald Roe Crone, actividad que todos los miembros llevaban a cabo al margen de su tarea en el seno de la editorial.

En 1951 apareció la canónica traducción del eminente filósofo español José Gaos (1900-1969) de El Ser y el Tiempo de Heidegger para el FCE, y en los agradecimientos de la misma se pone de manifiesto que fue Alaminos el responsable de la edición. Hizo también índices para diversas de las traducciones de libros de Marx que había llevado a cabo Wenceslao Roces, quien curiosamente había sido su superior como subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública (y como tal lo había nombrado en septiembre de 1936 agregado, a las inmediatas órdenes de la Dirección General de Primera enseñanza). Los nombres de Alaminos y Roces coincidirían también en el comité de redacción de Nuestro Tiempo. Revista de Española de Cultura (julio de 1949-septiembre de 1951), en el que los acompañaban otros notables exiliados, como Antonio Ballesteros, Josep Renau, Luisa Carnés, Adolfo Sánchez Vázquez, Juan Rejano, etc.

Es muy probable que uno de los últimos servicios que Alaminos pudo prestar al Fondo antes de su muerte fuera la escritura del texto referido a las colecciones de Ciencia y Tecnología que se publicaron en el catálogo general de 1955, que conmemoraba los primeros veinte años de la creación formal de la empresa.

El lóngevo escritor y bibliófilo Andrés Henestrosa (1906-2008) dejó constancia del reconocimiento y prestigio de que gozaba Alaminos en el momento en que inesperadamente falleció:

Y ayer, nada más, el día 28, murió de muerte repentina, Luis Alaminos Peña, ilustre maestro español, desterrado por sus ideas en nuestro país. Alto empleado del Fondo de Cultura Económica, hizo por los libros mexicanos una labor llena de nobleza y de fervor, a la que nadie negó su aplauso, aun en vida de don Luis.

Por su parte, escribe Max Aub (1903-1972) en sus diarios, no se sabe si a modo de colofón, epitafio o pilón: «Enterraron hoy al pobre Alaminos: era un hombre gordo, simpático y que sabía muchas cosas».

Max Aub.

Fuentes:

Max Aub, Nuevos diarios inéditos, edición, introducción y notas de Manuel Aznar Soler, Sevilla, Renacimiento (Biblioteca del Exilio: Memorias del Exilio. Anejos 4), 2003.

Ma. Luisa Capella, «El Fondo de Cultura Económica y los exiliados españoles en México», en Alfonso Guerra y Virgilio Zapatero, coords., Exilio, Madrid, Fundación Pablo Iglesias, 2009, pp. 154-159.

Victor Díaz Arciniegas, «Oficio y beneficio: traductores y editores del FCE», Historia de la Casa. El Fondo de Cultura Económica, 1934-1994, México, FCE, 1994, pp. 75-

Andrés Henestrosa, Alacena de minucias, 1951-1961, introducción y selección de Adán Cruz Bencomo, México D.F, Miguel Ángel Porrúa-Cámara de Diputados, 2007.

Silvia Jofresa, «Alaminos y Peña, Luis», en Manuel Aznar Soler y José-Ramón López García, eds., Diccionario biobibliográfico de los Escritores, Editoriales y Revistas del Exilio Republicano de 1939, vol. I, Sevilla, Renacimiento (Biblioteca del Exilio), 2016, p. 40.

Vicente Llorens, Memorias de una emigración, Santo Domingo, 1939-1945, Barcelona, Ariel (Horas de España), 1975.

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