Augusto Vivero y la Biblioteca de los Sin Dios

Augusto Vivero (1882-1939).

Augusto Vivero (1882-1939) pertenece a esa galería de personajes que, pese a no ocupar páginas destacadas en la historia, si tuvo un protagonismo destacado en algunos procesos, episodios y anécdotas importantes.

Nacido en La Habana y residente desde muy joven en Almería y Murcia, inicia muy pronto una carrera ascendente en el periodismo que le lleva a convertirse en director del Heraldo de Murcia en 1897, redactor del Diario Universal y colaborador de El Liberal, redactor jefe de Nueva España entre 1905 y 1911, fundador ese mismo año y director de España Libre, redactor jefe de El Imparcial desde 1913, y poco después fundador y director de África Española (1913-1917), órgano oficial de la Liga Africanista Española (constituida en enero de 1913) con el militar Fernando Gillis Mercet (1879-1939) como redactor jefe, que era más conocido por el seudónimo Claridades en su vertiente de crítico taurino. En años sucesivos, Vivero escribió reiteradamente sobre la colonización de África y desarrolló en forma de libro algunas de las ideas apuntadas en esta revista: España y Francia en Marruecos; la cuestión de Tánger (Ediciones de África Española, 1919), Los Alemanes en África (Tipografia Moderna, 1919), El derrumbamiento. La verdad sobre el desastre del Rif (Caro Raggio, ¿1922?). Se insertaba así, en una línea de literatura que todo a lo largo del cambio de siglo abordaría las relaciones entre España y sus colonias africanas, y en la que sobresalen los nombres de Pedro Antonio de Alarcón, José Díaz Fernández y Ramón J. Sender.

Muy a menudo, a esta fotografía de Antonio Machado en el café Salesas se le suprime la imagen de la periodista Rosario del Olmo.

De esos mismo años es su dedicación a la dramaturgia, que se materializa en el estreno de Las espinas del bien y de la zarzuela Amores reales (premiada por la Sociedad General de Autores), ambas en Murcia.

A finales de los años veinte se encuentra más o menos establecido en Madrid (en cuya Universidad Central se había licenciado en Filosofía y Letras) y capitanea una heterogénea tertulia política en el célebre café de las Salesas –escenario de una conocidísima foto de Antonio Machado–, que bajo el nombre de los Salesianos reunía a gente ideológicamente tan diversa como el comunista Marino García, el socialista Eduardo Ortega y Gasset (1882-1964) y el derechista Francisco Olías. Sin embargo, en la primavera de 1931 se pone al frente de una efímera pero activísima Izquierda Republicana Anticlerical (IRA), en la que le acompañan Daniel Ruiz Baena, José Nakens (Antonio Zamora Fernández), Eduardo Barriobero y Carmen de Burgos, entre otros.

Es entonces cuando Augusto Vivero empieza a desempeñar también un papel destacado en las Ediciones Libertad, de las que suele describírsele como el “hombre clave”. Uno de los buques insignia de esta editorial, muy propia de esos tiempos, fue la colección dirigida inicialmente por Alfonso Martínez Carrasco y publicada entre abril de 1932 y principios del año siguiente Novela Proletaria (que no debe confundirse con la homónima de Editorial Cénit, dedicada a traducciones y obras de César Vallejo y Ramón J. Sender, entre otros, que se publicó entre finales de 1929 y 1932, y tampoco con la de 1935 creada alrededor del Partido Comunista de España), y también en ella publicó algunas novelas Vivero (Sindicalista en acción, A tiro limpio, El enchufista y La guerra que viene), contribuyendo a conformar un catálogo en el que figuraban también obras de Eduardo Barriobero, Àngel Samblancat, César Falcón, Eduardo Guzmán, José Antonio Balbotín, Ángel Pestaña, Rodrigo Soriano…, para pasar posteriormente, a partir del octavo número y hasta el vigésimo segundo y último, a dirigirla.

En palabras de Gonzalo Santonja, quizá quien mejor la ha estudiado:

La Novela Proletaria representa un magnífico exponente de los dudosos resultados que acostumbra a producir la desdichada aventura de asignar a las letras un papel reducido a lo propagandístico, aunque por eso mismo también suponga un valioso testimonio acerca del descontento experimentado por un nutrido grupo de intelectuales y políticos radicales.

Àngel Samblancat (1885-1963).

Entre las principales singularidades de esta colección se cuenta el hecho de imprimir inicialmente los textos en tinta roja, cosa que se abandona después del quinto número. Se trataba siempre de novelas muy breves de inequívoca intención de propaganda política, muy acordes con lo que fue la edición de quiosco en España en los años treinta.

La otra colección destacable de Ediciones Libertad fue obra unipersonal de Vivero, la Biblioteca de los Sin Dios, una colección de folletos de 32 páginas furibundamene anticlericales, que no sólo tuvieron que enfrentarse a las críticas más duras de las fuerzas clericales, tanto en España como en el extranjero, sino también, al parecer, con el boicot de las distribuidoras. Santonja la emparenta con el movimiento bezbojniki ruso, encabezado por la Liga de los Militantes Ateos y que a través de publicaciones como como Bezbojnik (1922-1941) y Bezbiojnik ou Stanka (1923-1931) lideró campañas para, por ejemplo, sustituir las fiestas religiosas por otras del hombre y la civilización. En un ámbito más próximo, para explicar su genealogía ideológica Santonja resume la historia de la efímera revista Sin Dios (recordada solo, cuando lo es, por haber publicado el poema de Alberti “Sequía”) y sobre todo la Sociedad de los Sin Dios, presentada en la revista Vida y Trabajo el 13 de junio de 1931 y de cuya comisión formaban Pedro de Répide (1882-1948), Rafael Cortés del Rosal, Luis de Tapia (1871-1937), Créspulo Ruiz, Sixta Carrasco, José Antonio Balbotín (1893-197), Concha Méndez (1898-1986)…, pues si bien la colección de Vivero se inscribe en una cierta tradición de literatura anticlerical, como bien demuestra la sola mención de sus títulos (véase apéndice), formaba parte principal de una campaña de lucha contra las creencias acríticas, contra el poder de la Iglesia Española y a favor de una estricta separación entre Iglesia y Estado.

Portada del sexto número de Bezbojnik ou Stanka.

El lanzamiento de la Biblioteca (cuyo éxito dependía de tiradas enormes) fue ampliamente promocionado, y a los anuncios reproducidos por Santonja puede añadirse este ejemplo también ilustrativo procedente de una curiosa publicación de Manzanares, El Cauterio Social del 23 de julio de 1932, que se describe como un “Periódico quincenal, órgano de todos los que puedan decir y probar verdades. Cauterizará las llagas sociales sin distinción”:

¡Estudiosos!

¿Creeis en Dios de buena fe, sin fanatismo? Ah, entonces deberíais saber que creéis en una absurda ficción.

Para persuadiros de ello habéis de leer las indiscutibles obritas que publica la

BIBLIOTECA DE LOS SIN DIOS

Que dirige el consecuente anticlerical Agusto Vivero y veréis cosa seria y conveniente.

¿No creéis en Dios? Pues también habéis de leer esos pequeños-grandes folletos para solazaros con esa instructiva lectura y para reforzar vuestros conocimientos contra esa funesta hipótesis. A toda persona libre del embrutecedor fanatismo le conviene leer la

BIBLIOTECA DE LOS SIN DIOS

Los delirantes y estrafalarios temas que anuncian ya los títulos de estos folletos se exponen maniqueamente mediante una serie de diálogos entre un creyente a pies juntillas que ofrece la versión comúnmente transmitida por la Iglesia católica entre sus fieles y lo que quizá pueda interpretarse como un trasunto del autor, quien, como no podía ser de otra manera, desmonta toda la argumentación y se regodea en ello.

Imagen de la toma del cuartel de la Montaña (Madrid, julio de 1936).

No hay duda que esta colección tiene su interés principal en ser reflejo de un determinado momento y de una tradición de prensa de sátira anticlerical, más o menos disfrazada de ensayo (aquí bastante) cuyos orígenes se remontan por lo menos a la pléyade surgida en España a remolque del proyecto constituyente que debía culminar con la Constitución de 1812, pero lo curioso del caso es que su artífice, pocos años después, acabara rocambolescamente dirigiendo un periódico como ABC, y eso se explica también sólo por el contexto histórico y político, el inicio de la guerra civil. Quien sería el sucesor de Vivero al frente de este periódico lo contó del siguiente modo:

Por arte de birlibirloque el Consejo Obrero de ABC dio con don Augusto Vivero, viejo periodista de los años veinte, que en aquellos días había alcanzado notoriedad en la toma del Cuartel de la Montaña [20 de julio de 1936], y que, según repitió muchas veces un relato transmitido por la radio, cambió la pluma por el fusil. Con otros compañeros suyos y los tres supervivientes de la redacción anterior se formó la primera del ABC republicano, pudiendo volver a salir el 25 de julio con unas primeras ediciones de aspecto precario.

Una de las imágenes más célebres sobre la toma del cuartel de la Montaña (Madrid, 1936).

No deja de tener su aquel que, con cincuenta y cuatro años cumplidos Vivero participara activamente en el asalto al cuartel de la Montaña. Pero en cualquier caso no duró como director de ABC, pues pese a ponerse bajo la protección de la Unión Republicana de Martínez Barrio (que carecía de periódico propio), los estrepitosos errores cometidos y el hecho de ir y opinar por libre, haciendo abstracción de que se estaba librando una guerra de implicaciones internacionales, acabaron pronto con la aventura (a mediados de agosto). Publicar en portada imágenes de quemas de conventos y milicianos junto a cadáveres de religiosos, ante lo que la propaganda franquista seguramente se frotaba las manos, acabó con una destitución fulminante, y poco se sabe del destino posterior de Augusto Vivero hasta el momento en que, al término de la guerra, fue fusilado por las fuerzas franquistas.

La página del ABC madrileño que, probablemente, más hizo para que Vivero perdiera el puesto de director.

 

 

Apéndice. Biblioteca de los Sin Dios (1932)

Jesucristo mala persona

Las alegres abuelas de Jesucristo

La absurda virginidad de María

¡Eso de las hostias!

La farsa de Cristo Rey

Los chirimbolos del altar

La ignorancia de Jesucristo

¡Vaya un cielo el de la Biblia!

Jesucristo santifica el matrimonio civil

El pobre diablo en ridículo

Origen nefando de los conventos

Dios padre, pedrusco

Cristo no fue cristiano

El Sacramento Vaginal

Jesucristo homosexual

El santo revoltillo de la Misa

Adán, Eva y Compañía

3 decálogos x 30 = 30 mandamientos

Pilatos echa las muelas

El cuento de las vírgenes que paren

Magos, pastores y otros belenes

El Papa que parió

Los Apóstoles y sus concubinas

La sagradas garras de la Santa Iglesia

El extravío sexual de los Bonaparte. Una familia extraña. Estudio documental y anecdótico acerca de la vida, costumbres, intrigas, aberraciones y degeneración de la estirpe napoleónica.

Fuentes:

Efidio Alonso Rodríguez, “Mi testimonio como director de Abc en Madrid (1936-1938)”, en José Manuel Martínez, ed., Periodismo y periodistas en la guerra civil, Madrid, Fundación Banco Exterior (Colección Seminarios y Cursos, 1987, pp. 91-112.

María Ángeles Naval, La Novela de Vértice y la Novela del Sábado, Madrid, CSIC, 2000.

Almudena Sánchez Camacho, “Augusto Vivero, un periodista represaliado por el franquismo”, Historia y Comunicación Social, 14 (2009), pp. 143-156.

Gonzalo Santonja, La República de los Libros. El nuevo libro popular de la II República, Barcelona, Anthropos (Ámbitos Literarios/Ensayo), 1989.

Gonzalo Santonja, La novela revolucionaria de quiosco, 1905-1939, Madrid, La Productora de Ediciones (El Museo Universal), 1993.

 

8 comentarios en “Augusto Vivero y la Biblioteca de los Sin Dios

  1. Agradezco a Carmen Albaladejo que corrigiera un error en esta entrada ya suprimido. Se atribuía equivocadamente la obra Ameliaa Augusto Vivero, cuando en realidad la escribió su hermano Gustavo Vivero y se publicó en El Cuento Semanal (número 178). Muchísimas gracias.

  2. Felicitaciones por el artículo. Tengo un ejemplar de la primera edición de Los alemanes en África, con cubierta de Bagaría y prólogo de Augusto Vivero. El ejemplar lleva dedicatoria manuscrita de A. del Vayo a Luis G. [García] Bilbao y procede de la biblioteca de este último, uno de los «raros» de que habló Ramón Carande. Creo que no es muy aventurado deducir que el autor del libro, aparecido como anónimo, era realmente Julio Álvarez del Vayo. ¿Podría estar en lo cierto?

    • Muchas gracias, Concepción, no tengo modo de dar una respuesta muy tajante, pero parece una hipótesis bastante razonable que el autor fuera Álvarez del Vayo. No sé si existe bibliografía sobre ello, o quizás habría que revisar sus archivos por si hay alguna prueba. Muchísimas gracias.

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