Eugenio de Ochoa, un editor romántico

El escritor Eugenio de Ochoa (1815-1872) fue en muchos sentidos uno de los personajes más activos en el campo de la edición española de su tiempo, pero suele destacarse de él más su papel como introductor del romanticismo no liberal europeo que su labor como divulgador de la literatura española que consideraba universal (la del Siglo de Oro, en particular, así como la de algunos de sus contemporáneos), hasta el punto que Raquel Sánchez García lo caracteriza sin titubeos como «el más importante mediador cultural de la España isabelina».

Tras su paso por La Gaceta Madrid antes de cumplir los veinte años, la primera joya producto del talento editorial de Ochoa fue la espléndida publicación periódica El Artista (enero de 1835 a abril de 1836), que toma como modelo la parisina L´Artiste, journal de la littérature et des beaux-arts del actor Achille Ricourt (1797-1875) y que se hizo célebre por contener la primera edición de la conocidísima «Canción del pirata» de José de Espronceda (1808-1842) ilustrada con cinco láminas de Hélène Feillet (1812-1889), pero también por albergar textos de algunos de los artistas españoles más importantes de su tiempo, como el músico Santiago Masarnau (1805-1882), el hebraísta y erudito Luis de Usoz (1805-1865), el pintor Valentín Carderera (1796-1880) o los escritores José de Negrete (1812-1836), Jacinto de Salas y Quiroga (1813-1849) y José Zorrilla (1817-1893), entre muchos otros.

Capítulo aparte, sin embargo, merecen los ilustradores de El Artista, entre los que destaca el codirector y responsable de la parte gráfica, Federico de Madrazo (1815-1894), así como artistas tales como Cayetano Palmeroli (1801-1853), Pharamond Blanchard (1805-1873), José María Avrial (1807-1891), Léon-Auguste Asselineau (1808-1889), Calixto Ortega (1811-1860), Carlos Luis de Ribera (18151-1891) y Francisco Lameyer (1825-1877). Parte no menos importante de la infrecuente calidad visual de la revista la tuvo el impresor Indalecio Sancha (1792-1870), quien además facilitó la información para un curioso y valiosísimo artículo sobre los impresores Joaquín Ibarra (1725-1785), Antonio de Sancha (1720-1790) y Gabriel de Sancha (1746-1820), publicado en el último número de la revista (pp. 153-158).

Los vínculos de Ochoa con Francia, y en particular con París, habían sido muy estrechos ya desde sus años de formación ‒había pasado su infancia y parte de su adolescencia en Bayona, y, tras pasar por Madrid, culminó sus estudios en la capital francesa, donde vivió entre 1828 y 1834‒, y lo mejor de su labor editorial se daría a conocer en esa ciudad. No es de extrañar que una vez cerrado El Artista descollara como traductor del francés ‒en particular de Alejandro Dumas y Victor Hugo‒ y recibiera elogios públicos de alguien tan exigente como Mariano José de Larra (1809-1837), pero entre sus trabajos más curiosos de estos años se cuenta también El Daguerotipo [sic]. Explicación del descubrimiento que acaba de hacer, y a que ha dado nombre, M. Daguere, que salió de la imprenta del ya mencionado Indalecio Sancha en 1839.

Con todo, y sin discusión, lo más brillante de sus tareas editoriales se encuentra en sus trabajos para el editor francés Louis Claude Baudry (¿1793?-1853), quien desde su entrada en el sector como librero en 1815 se había interesado por la publicación, divulgación y venta de literatura extranjera. De 1819 es ya una edición de las Cartas de Junius ‒atribuidas a veces a sir Phillip Francis (1740-1818)‒ con pie editorial de Baudry & Lance, pero se haría realmente conocido gracias sobre todo a las ediciones, piratas, de las novelas de Walter Scott (1771-1832), muchas de ellas encuadradas en la colección numerada Baudry’s Colletion of Ancient and Modern British Novels and Romances (1831-1850), donde también aparecieron otras novelas de aventuras escritas en inglés por Fenimore Cooper (1789-1851), por Washinton Irving (1783-1859) y por el pionero de las novelas de tema naval Frederick Marryat (1792-1848), entre otros.

Probablemente como consecuencia del éxito de esta colección se iniciaron otras dedicadas a la literatura en otras lenguas, como es el caso del italiano y, desde 1835, el español. A partir de 1837 Eugenio de Ochoa parece convertirse, de facto, en el director literario de esta serie, y al año siguiente ya aparece el monumental Tesoro del Parnaso español, poesías selectas castellanas desde el tiempo de Juan de Mena hasta nuestros días compilado por el poeta Manuel José Quintana (1772-1857).

Trabajando para Baudry, Ochoa contribuyó a asentar el canon de la literatura española en Europa y a introducir en él algunos autores hasta entonces poco, parcialmente o mal leídos, como es sobre todo el caso de Francisco de Quevedo, de quien editó, como número 27 de la Colección de Mejores Autores Españoles, un volumen de Obra escogida dividida en «Obras serias» (menos conocidas hasta entonces), «Obras jocosas» y «Obras poéticas».

Los volúmenes de esta colección aparecerían en rápida sucesión hasta mediados de los años setenta del siglo XIX, llegando casi al centenar de títulos, si bien en muchas ocasiones se tratara de refundiciones de ediciones preexistentes que Ochoa retocaba, aligeraba o ampliaba y anotaba de modo que cumplieran con sus propósitos, justificando luego su trabajo en los paratextos. Muchos de estos libros empleaban en su título el sentido de antología que el término Tesoro ha ido perdiendo, caso del Tesoro de los poemas épicos, sagrados y burlescos, el Tesoro de los prosadores españoles desde la formación del romance castellano, o el Tesoro de novelistas antiguos y modernos (que adapta el de la compilación homónima en inglés del mismo editor), pero publica también el Teatro escogido de Lope de Vega o el Teatro escogido de Calderón de la Barca (como volúmenes 2 y 3, respectivamente, de una serie de Tesoro del Teatro Español que se había estrenado con Los orígenes del teatro español seguidos de una colección escogida de piezas dramáticas anteriores a Lope de Vega, preparada por Leando Fernández de Moratín y con un apéndice de Ochoa).

Paralelamente, en esos años Ochoa se involucra con el dramaturgo y crítico teatral Patricio de la Escosura (1807-1878) en la creación y redacción en París de la Revista Enciclopédica de la Civilización Europea, cuyo subtítulo es muy elocuente: «Publicación que tiene por objeto dar a conocer en el Nuevo Mundo la marcha incesante de las naciones más cultas de la Europa en las vías del progreso intelectual». Impresa en la casa de Aimé Elisabeth Fain y Nicolas-Marie-Eugène Thunot, que trabajó también a menudo para Baudry, esta revista mensual, de unas trescientas páginas aproximadamente en cada número, tuvo una vida breve, pues en julio de ese mismo año se dieron las condiciones políticas propicias para que ambos escritores pudieran regresar a su país.

Del año siguiente son tanto el Catálogo razonado de los manuscritos españoles existentes en la Biblioteca Real de París, que le publica la Imprenta Real, como la conocida edición del Quijote a cargo, también en la capital francesa, de la Librería de Carlos Hingray (donde en los años inmediatamente anteriores había publicado diversas «guías de conversación» destinadas a viajeros y estudiantes).

Manuel Rivadeneyra retratado por Madrazo.

En años sucesivos aún se ocuparía de algunas ediciones importantes, como es el caso sobre todo del Cancionero de Baena que preparó junto al medievalista e historiador Pedro José Pidal (1799-1865) y publicó en 1851 el insigne impresor barcelonés (formado en París) Manuel Rivadeneyra (1805-1872). También para Rivadeneyra colaboró como editor literario en esos mismos años en la extraordinaria Biblioteca de Autores Españoles desde la formación del lenguaje hasta nuestros días ‒impresa con el entonces relativamente nuevo sistema de estereotipia y que todo estudiante de filología del siglo XX conocía como la BAE‒ que dirigía Bonaventura Carles Aribau (1798-1862) y a la que a partir de 1905 Marcelino Menéndez y Pelayo (1856-1912) daría continuidad con su Nueva Biblioteca de Autores Españoles.

Como escribió en su ya clásico El romanticismo español (1970) Ricardo Navas Ruiz, «pocos como Ochoa han contribuido a la difusión de la literatura española».

Eugenio de Ochoa retratado por Madrazo.

Fuentes:

Diana Cooper-Richet, «París y los ambos mundos: Une capitale au coeur du dispositif de production et de mise en circulation de livres et de jornaux, en espagnol, au xixe siècle», Cahiers des Amériques Latines, núm. 72-73 (2013), pp. 201-220.

Pura Fernández, «En torno a la edición fraudulenta de impresos españoles en Francia: La convención literaria hispano-francesa», en Estudios de literatura de los siglos XIX y XX. Homenaje a Juan María Díez Taboada, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1998, pp. 200-209.

Jojoal, «Baudry’s European Library», Paperback Revolution, 30 de abril de 2019.

Ricardo Navas Ruiz, El romanticismo español, Madrid, Cátedra, 19823.

Raquel Sánchez García, Raquel, «Semblanza de Eugenio de Ochoa (1815-1872)», en  Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes – Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos  (siglos XIX-XXI) – EDI-RED, 2015.

Raquel Sánchez García, «Eugenio de Ochoa, mediador cultural entre España y Europa», Hispania Nova, 15, pp. 291-309.

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