Una de las iniciativas más exitosas para promocionar la lectura entre los jóvenes de los años sesenta en España fue la iniciada en diciembre de 1959 por la editorial Doncel con la publicación del libro El niño, la golondrina y el gato, de Miguel Buñuel (1924-1980), con prólogo de José María Sánchez-Silva (1911-2002). Se trataba de un libro encuadernado en cartoné de 25 x 21, 122 páginas y con 16 ilustraciones a color de Lorenzo Goñi (1911-1992), con capitulares a color y guardas ilustradas con las partituras del compositor Cristóbal Halffter (1930-2021) de «Madre tierra», «Canción de cuna», «Animales buenos» y «Canción marinera».

El turolense Miguel Buñuel (1924-1980), que se había trasladado a Madrid para estudiar periodismo y cinematografía y a quien Manuel Estevan describió como «un socialista incorruptible», se había dado a conocer como escritor con Narciso bajo las aguas, que ganó el Premio Gaspar-Ateneo de Valladolid en 1958 y de la que El niño, la golondrina y el gato es una adaptación infantil. Según contó el mismo Estevan, siempre que en la clandestina Radio España Independiente se mencionaban los poemas de algún poeta español del que por precaución se omitía el nombre, todas las sospechas recaían sobre Miguel Buñuel, lo que ponía en riesgo su tranquilidad laboral en la España franquista. Con El niño, la golondrina y el gato Buñuel ganó el Premio Lazarillo, instituido en 1958 por el Instituto Nacional del Libro Español y otorgado ese año a Alfonso Iniesta (que en 1939 había publicado Garra marxista en la infancia) por Dicen las florecillas.
El celebérrimo autor de Marcelino pan y vino (1952), José María Sánchez Silva, presentaba esta novela en su estudio introductorio como poco menos que un nuevo El pequeño príncipe de Saint-Exupéry, subrayando el carácter lírico del relato y destacando su valor universal.
Por lo que se refiere a Lorenzo Goñi, que durante la guerra civil española había sido uno de los cartelistas más importantes del Sindicat de Dibuixants Professionals de la UGT, en 1952 había ilustrado la primera edición de Marcelino Pan y vino (en la editorial Cigüeña) y en 1957 había obtenido la Tercera Medalla de Dibujo en la Exposición Nacional de Bellas Artes; iba camino de lograr que nadie escarbara mucho en su pasado republicano ni en sus actividades en Barcelona durante la guerra.
En cuanto a Cristóbal Halffter, que en 1953 había ganado el Premio Nacional de Música con un Concierto para piano, en esos años era director de orquestra de la Orquestra Falla y había compuesto la música de películas como El beso de Judas (1954) y Camarote de lujo (1959), ambas de Rafael Gil, La pícara molinera (1955), de León Klimovsky, Mensajeros de paz (1957), de José María Elorrieta, Madrugada (1957), de Antonio Román y basada en la obra homónima de Antonio Buero Vallejo, la producción hispano-argentina Una muchachita de Valladolid (1958), de Luis César Amadori y con Alberto Closas, Vicky Lagos, Alfredo Mayo y José Luis López Vázquez en el reparto…
La editorial Doncel era de creación aún muy reciente (1958), por inspiración de la Delegación Nacional de Juventud, y a ella suele atribuirse una notable renovación de la literatura infantil española (pero dentro de los estrechos márgenes de lo posible en la ideologizadísima España franquista). El encargo recayó en Luis Bustillo y Jaime Suárez (a quien Manuel Barrero describe como «joseantoniano, sin mixtificaciones, adherencias o condicionamientos»), quienes contrataron a Miguel Buñuel inicialmente como director de maquetación (o diagramación), pero no tardaron en encargarle la codirección, con el periodista Joaquín Aguirre Bellver (que acababa de publicar el exitoso libro infantil Miguelín: aventuras en la aldea), de la colección La Ballena Alegre.
Tras este estreno que quedó como número cero, aparecieron en La Ballena Alegre Luiso (María, matrícula de Bilbao) (1959), de José María Sánchez Silva y Luis de Diego, El juglar del Cid (1960), de Aguirre Bellver, Atila y su gente (1960) de Luis de Diego, a los que progresivamente se añadirían títulos de Concha Castroviejo (1910-1995), Carmen Conde (1907-1996) y Tomás Salvador (1921-1984), entre otros. En cuanto a los ilustradores, los más prolíficos fueron Goñi y Celedonio Perellón (1926-2015), pero también colaboraron en la colección Paredes Jardiel, Julián Nadal, José Francisco Aguirre, Adán Ferrer, María Antonia Dans…
Resulta quizás un poco sospechoso el nombre de la editorial si nos evoca el famoso salón situado en el histórico café Lion madrileño y que en los años previos a la guerra había sido sede de tertulias muy predominantemente falangistas: Rafael Sánchez Mazas, José Antonio Primo de Rivera, José María Alfaro, Agustín de Foxá… A su vez, el salón debía su nombre a uno de los murales con los que el pintor Hipólito Hidalgo de Caviedes Gómez (1902-1994) había decorado el local y que mostraba una ballena sonriente, inspiración directa e inequívoca del logo de la colección. Según se compare con los libros infantiles de los años cuarenta o con los publicados tras la muerte del dictador, si duda el juicio sobre la modernidad de la colección será muy divergente.
Rosario Vega García, quizás quien más y mejor ha estudiado la colección, señala acerca de la orientación ideológica de La Ballena Alegre:
Si bien es cierto, que en primera instancia la colección La Ballena Alegre no fue creada como instrumento de transmisión ideológica, sí se dieron excepciones.
En Manuel y los hombres, Miguel Buñuel escondía, tras un lenguaje rico en descripciones escénicas y tierno tono emotivo, una intención de transmitir una serie de valores políticos, a través de la historia de Manuel, un monaguillo zaragozano, hijo de un huelguista que muere en manos de los propios compañeros del padre. A esta obra le fue otorgado el Cuadro de Honor del Premio Literatura Infantil de 1962.
De algunas lecturas no solo se esperaba un proceso de identificación del lector con el protagonista, sino que buscaba un proceso de imitación como ocurre en Luiso («María», matrícula de Bilbao), de Sánchez-Silva y Luís de Diego, declarada texto para la enseñanza de educación política masculina del tercer curso de bachillerato y con el que obtuvieron el Premio Virgen del Carmen de 1960.
Al margen del carácter adoctrinador o no de la colección, el caso es que muy poco después de su creación un decreto de noviembre de 1961 encomendaba a la Delegación Nacional de Juventudes, entre otras responsabilidades, «Ordenar, dirigir y realizar la formación político-social y cívica y de educación física a la juventud española masculina menor de 21 años», así como «Mantener una serie de Servicios a la Juventud que abarca todo género de manifestaciones y actividades educativas y recreativas». Y esto se reflejó en la creación del Club La Ballena Alegre, que mediante un acuerdo con la Cadena Azul de Radiodifusión (de la Delegación Nacional de Juventudes) ofrecía, a cambio de una cuota de quince pesetas, descuentos en la compra de libros de la editorial y en la realización de viajes organizados por la Oficina de Turismo Juvenil.
En sintonía con estas ideas, en abril de 1965 se había puesto a la venta el número cero de la revista La Ballena Alegre (cuyos artífices fueron Celedonio Perellón y Andrés Romero, que figuraba como director), que inicialmente fue mensual y luego quincenal, y que a los no socios se les vendía al mismo precio que la cuota del club. Las páginas más infantiles que juveniles se desgajarían más adelante de la revista para que naciera El Ballenato, suplemento para el hermano pequeño.
La editorial Doncel seguiría su andadura, alternando el libro explícitamente didáctico y formativo con la literatura infantil, hasta 1977, acumulando una buena cantidad de premios generados por el régimen franquista; sin embargo, ya en 1973 había desaparecido la colección La Ballena Alegre, después de haber publicado una sesentena de libros entre los que los hay escritos, a lo largo de los años setenta, por Lilli Koening (1918-1994), Carlos Muñiz (1927-1994), Astrid Lindgren (1907-2002), Jaime Ferran (1928-2016), Angela C. Ionescu (n. 1937) y Pierre Gamarra (1919-209), entre otros.
Fuentes:
Manuel Barrero, «Editorial Doncel», Tebeosfera.
Manuel Estevan, «Saludo de despedida a Miguel Buñuel», Andalán, núm. 297 (28 de noviembre a 4 de diciembre de 1980), p.11.
Jaime García Padrino, «Libros infantiles y juveniles», en Jesús A. Martínez Martín, Historia de la edición en España, 1939-1975, Madrid, Marcial Pons, 2015, pp. 699-721.
Manuel Parra Celaya, «Aquellos viejos libros de Doncel», Trocha, 21 enero 2018.
Rosario Vega García, «Literatura infantil y juvenil en la España de los años sesenta: La Ballena Alegre», Espéculo. Revista de Estudios Literarios, núm 42 (2009).