El 17 de septiembre de 2019, coincidiendo con la celebración de las IV Jornadas Laberintos —tituladas Editors i editorials de l’exili republicà de 1939, huitanta anys després—, se inauguró en la Biblioteca Valenciana una muestra de la documentación que esta institución alberga bajo el nombre de Biblioteca del Exilio. Entre los protagonistas del éxodo de la intelectualidad provocado por la victoria del dictador en la guerra civil española, figuraban en esta exposición diversos objetos y documentos que registraban el periplo del matrimonio formado por la maestra Alejandra Soler Gilabert (1913-2017), pionera del asociacionismo universitario que llegaría a dirigir la cátedra de lenguas romances de la Escuela Superior de Diplomacia de Moscú, y Arnaldo Azzati Cutanda (1913-1986), hijo del que fuera famoso periodista y político —también traductor —Félix Azzati Descalci (1874-1929) y a quien su compañero de militancia Luis Galán describió en su juventud como «delgado, moreno, ojos profundos y viva inteligencia».
Arnaldo y Alejandra se conocieron en el Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Valencia, que a partir de 1933 sería conocido como Instituto Luis Vives, en 1934 se integraron ambos en la Federación Universitaria Escolar (FUE) y se afiliaron al Partido Comunista de España (PCE) y dos años después, ya durante la guerra, se casaron cuando hacía apenas dos meses que Alejandra se había licenciado en Filosofía y Letras en la Universidad de Valencia. Azzati era funcionario de la Diputación de Valencia y al parecer en aquel entonces empezó a colaborar en la revista fundada por Josep Renau (1907-1982) Nueva Cultura (1935-1937) y a publicar artículos en la del PCE de Valencia Verdad.
Cuando el desarrollo de la guerra obligó a desplazar la capitalidad de la República de Valencia a Barcelona, ambos se trasladaron a la capital catalana, Arnaldo para proseguir su trabajo como periodista en la Agencia Internacional del Movimiento Antifascista y Alejandra para incorporarse como profesora de Geografía e Historia en un instituto de secundaria en Tarrassa, pero en mayo de 1939 ella emprendió viaja a la URSS para acompañar a los integrantes de una expedición de «niños de la guerra», de los que en los años sucesivos fue maestra, mientras que Azzati emprendió el exilio a Francia y fue a parar al campo de refugiados de Argelés-Sur-Mer.
Así pues, tras diversos avatares, no pudieron reunirse de nuevo hasta que lo hicieron ya en Moscú, donde Azzati se convirtió en uno de los periodistas que se ocupaban de las emisiones para América Latina de Radio Moscú. La segunda guerra mundial se tocó también de cerca, y fueron años en que la pareja volvió a separarse temporalmente y que Azzati aprovechó para perfeccionar su dominio de la lengua rusa.
En 1944 se reincorporó a Radio Moscú, y en 1950 empezó a cursar por libre estudios en el Instituto de Ensañanza Superior Gorki (dependiente de la Unión de Escritores de la URSS y asimilado a la Universidad de Moscú) y dos años después se produce el «abandono» de su puesto en la radio que Lluís Messeguer explica del siguiente modo:
…son los tiempos posteriores al «motín del Lux», dominados per Fernando Claudín, quien en 1952 se encarga de conminar a Arnaldo, a escribir una carta abierta de repudio. Resiste Arnaldo, quien es expulsado de la radio —con la fórmula de cese a petición propia, tras un interrogatorio en presencia de un coronel del NKVD—
Empieza entonces a colaborar como corrector y traductor en la sección española de la revista Novi Saet (dirigida por Iliá Ehrenburg [1891-1967]), NuevosTiempos, en la que coincide con su buen amigo y destacado periodista Eusebio Cimorra (1908-2007), actividad que siguió desarrollando hasta 1971.
Por esos años, Alejandra Soler y Arnaldo Azzati se convirtieron en pilares de la Casa de los Españoles en Moscú, en el que Arnaldo se ocupó en particular de liderar el boletín semanal que editaba esta institución, Noticiero, mientras que Alejandra consiguió organizar en 1964 una sonada exposición sobre Picasso que logró romper el veto de los academicistas rusos y en la que se mostraron nueve originales propiedad de Ehrenburg. Sin embargo, desde 1960 empezaron a solicitar periódicamente autorización de las autoridades franquistas para regresar a su tierra, peticiones que fueron desestimadas durante una década, hasta que finalmente pudieron viajar a Madrid en 1971.
En la reintegración laboral de Arnaldo Azzati tuvo un papel destacado el traductor Augusto Vidal Roget (1909-1976), que tras su regreso del exilio en la URSS se había establecido en Barcelona y le puso en contacto con la editorial Planeta. Resultado de ello fue el encargo de traducir Ante el espejo, de Veniamín Kaverin (1902-1989), que apareció en 1972 como tercer número de la colección Fábula. El mismo año aparecía en la editorial valenciana Prometeo su traducción de la novela de Alexei Eisner (1905-1984) La 12ª Brigada Internacional, y dos años después se publicaba en la editorial Jims Cirugía infantil, de Stanislav Doletskii, en una traducción que firmaba conjuntamente con Carmen Laín González (hija del también traductor y buen amigo de Azzati Pedro Laín Entralgo).
Sin embargo, ello no le impidió seguir colaborando con las editoriales con las que ya venía trabajando en la URSS, y de 1975 es por ejemplo la publicación en Moscú de Pensamiento pedagógico, de Vasili Alexandrovich Sujomlinski (1918-1970), aparecida bajo el sello de la Editorial Progreso), en cuya colección Octubre aparecería el año siguiente un volumen también traducido por Azzati conteniendo Cemento, de Fedor Gladkov (1883-1958), y Virineya, Lidia Sefulina (1889-1954).
Entre estas traducciones para la Editorial Progreso es especialmente destacable la que llevó a cabo de los dos apretados volúmenes (511 y 456 páginas ) del libro colectivo Historia de la filosofía (1979), del que se hizo una segunda edición en 1980 (y hay una cuarta de 1985).
En cuanto a ediciones españolas, antes de su muerte en 1986 Azzati aún traduciría, por lo menos, la Historia universal de Militsa Vasilevna (1901-1985) para Akal en 1978 y la trilogía narrativa de Abdizhamil Nurpeísov Sangre y sudor para la colección Ómnibus de Planeta en 1979, que presentaba al autor como «El Sholojov de la literatura kazaja en la gran trilogía que resume toda la vida y la historia moderna de un pueblo».
Arnaldo Azzati, pues, forma parte de lo que se ha dado en llamar el Grupo de Moscú, un conjunto de traductores que tuvieron una importancia decisiva en el establecimiento de la relación literaria, editorial y cultural entre las repúblicas soviéticas en los años cincuenta y sesenta, y entre los cuales los nombres más conocidos sean los del expiloto Andrés Fierro Menú, Isabel Vicente Esteban (1918-2005), que recibió el Premio Nacional de Traducción en 1985 por los Cuentos populares rusos compilados por Alexander Anafasiev, Lydia Kúper (1914-2011), autora de una reputadísima traducción de Guerra y paz, José Laín Entralgo (1910-1972), Luis Abollado Vargasy Augusto Vidal Rodget (1909-1976), quien, tras ver frustrado su proyecto de traducir para la editorial Vergara de Josep M. Boix Selva (1914-1996) las obras completas de Dostyevski, a principios de los sesenta dirigió para Planeta la colección de Maestros Rusos.
El profesor Manuel Aznar Soler destaca en particular a César M. Arconada (1898-1964), gran divulgador además de la literatura del Siglo de Oro español en Rusia, como uno de lo padres, con Fédor Kelin, «de la escuela soviética de traducción de literatura amena del ruso al español (escuela que nació en gran parte alrededor de la revista [Internatsionálnaia Literatura]), ganándose con ello el profundo respeto y el amor de sus discípulos». Resulta muy convincente, como hace Marcos Rodríguez Espinosa, interpretar el mencionado premio a Isabel Vicente Esteban como un reconocimiento, sin duda insuficiente, a una importante generación de traductores literarios del ruso al español.
Fuentes:
Manuel Aznar Soler, «Teatro, literatura y cultura del exilio republicano español en la Unión Soviética (1939-1949)», en Exils et migrations ibériques, núm. 6 (1999), pp. 61-78.
Luis Galán, Después de todo. Recuerdos de un periodista de la Pirenaica, Barcelona, Anthropos, 1988.
Lluís Messeguer, «Historia y memoria de Alejandra Soler Gilabert», Laberintos. Revista de Estudios sobre los Exilios Culturales Españoles, núm. 19 (2017), pp. 77-90.
Marcos Rodríguez Espinosa, «Acerca de los traductores españoles del exilio republicano en la URSS: El Grupo de Moscú y la difusión de la literatura rusa en España en la segunda mitad del siglo XX», en Francisco Ruiz Noguera y Juan Jesús Zaro Vela, Retraducir: una nueva mirada: la retraducción de textos literarios y audiovisuales, Málaga, Miguel Gómez Ediciones, 2007, pp. 243-262.