José Donoso y el sector editorial chileno de su tiempo

Pienso con remordimiento en cuántos quedaron afuera [del libro Los nuestros] por ignorancia o por prejuicios del momento, o simplemente por limitaciones de espacio. Paco Porrúa, el editor, decía que las omisiones eran tan escandalosas que el libro tendría éxito.

Luis Harss, «Nota a la nueva edición» de Los nuestros, 2012
De izquierda a derecha: García Márquez, Sarduy, Vargas Llosa, Balcells, Donoso y Ricardo Muñoz Suay en 1974.

La importancia del trabajo de Carmen Balcells (1930-2015) en la difusión internacional de la obra de García Márquez (1927-2014) o Vargas Llosa (n. 1936) es difícilmente discutible, pero en ocasiones parece haberse magnificado la trascendencia de Barcelona como capital y de Seix Barral como editorial en la gestación de lo que llamamos «boom latinoamericano», como si de repente hubieran salido una serie de conejos de la chistera de Balcells, y que además todo empezara de pronto con La ciudad y los perros (1962) y Rayuela (1963) y llegara a su punto culminante con Cien años de soledad (1967). En este fenómeno, más sociológico y económico que estrictamente literario, mal delimitado y de nómina fluctuante, ha ocupado siempre un lugar problemático José Donoso (1924-1996) ‒es estruendoso el silencio sobre él en el seminal Los nuestros, de Luis Harss‒, cuya inclusión convierte a veces el póker García Márquez-Vargas Llosa-Cortázar-Fuentes en un repóker ‒de ahí que se le haya llamado también «el quinto beatle»‒, pero a quien inicialmente se encuadró, con su aprobación o incluso su entusiasta participación directa, en la promoción renovadora que se conoció como generación del 50.

José Donoso.

Hay que remontarse a principios de 1950 para hallar los que se tienen por los primeros textos publicados por Donoso, coincidiendo además cronológicamente con el inicio de sus diarios personales: el cuento «The Blue Woman», publicado en el segundo número de la revista de Princeton MSS (noviembre de 1950), al que seguiría en la misma revista «The poisoned pastries» (mayo de 1951).

No obstante eso, pasarían varios años antes de que arrancara la carrera literaria de Donoso, cuando participó en una iniciativa de Enrique Lafourcade (1927-2019) destinada a poner en primer plano a una nueva hornada de narradores chilenos, la mayoría de ellos inéditos, que se concretaría en 1954 con la publicación en la poderosa editorial Zig Zag de la polémica Antología del nuevo cuento chileno, que incluye el relato de Donoso «China», además de cuentos de Enrique Lihn (1929-1988), de la actriz María Elena Gertner (1926-2013) y de Guillermo Blanco (1926-2010), entre otros.

Lafourcade, que se ocupó de la selección, el prólogo y las notas biográficas que presentaban a cada autor, justificaba la iniciativa y la resultante antología del siguiente modo:

Diversas circunstancias permiten hablar de una nueva generación de escritores. El hecho de que sean todos, o en su mayor parte, inéditos. El de que ninguno sobrepase los treinta años. y el de que gran número se conozcan, vivan en un medio cultural univoco, estén en contacto y beligerancia permanentes. Los escritores que integran esta Antología cumplen todos con las condiciones antedichas.

En el quinto escalón, de izquierda a derecha: Nicanor Parra, José Donoso, Jorge Teillier, Enrique Lafourcade, Pablo Huneeus, Virginia Cox y Carlos Iturra; en el cuarto escalón: Enrique Campos Menéndez; en el segundo escalón, y también de izquierda a derecha: Enrique Gómez-Correa, Francisco Coloane, José Luis Rosasco y Roque Esteban Scarpa.

A Donoso lo encuadraba estéticamente además ya solo a partir de ese cuento en el mismo grupo que a Jorge Edwards con los siguientes argumentos:

actitud puramente sensible, próxima al poema en prosa, pródiga en descubrimientos formales, metafóricos. con un lirismo fresco y diáfano. Obras como las de Jorge Edwards, Félix Emerich, Gloria Montalvo, Margarita Aguirre, Luis Alberto Heiremans, Yolanda Gutiérrez, José Donoso, Pilar Larraín, Fernando Balmaceda, tienden, más bien, a una comunicación de orden poético, en donde el relato va acompañado de una carga metafórica, alusiva, más pura y de mayor lirismo que el grupo antes nombrado..

Y más concretamente sobre «China» y el momento en que se encontraba su autor explicaba:

El cuento que aquí antologamos es un relato simple, lleno de ternura, con una prosa liviana y directa, Nos muestra el cambio profundo que existe entre la infancia y las otras edades del hombre. Su estructura es clásica, con un desenlace violento y, a la vez, imperceptible. José Donoso tiene en preparación un volumen de cuentos titulado «Coronación», que publicará próximamente.

Es también interesante otra observación de carácter general sobre las coincidencias temáticas de los cuentos reunidos, que han servido también para agrupar o señalar afinidades entre escritores y escritoras de Chile más actuales:

Llama la atención la preferencia que se muestra por situar el argumento en torno al mundo infantil. Es lo que sucede con los cuentos de Margarita Aguirre, de Fernando Balmaceda, de José Donoso, de Mario Espinosa, de María Elena Gertner y otros, en los cuales el tema de la infancia ocupa el centro del relato o se refiere tangencialmente a él.

Enrique Lafourcade

Retrospectivamente, Donoso reivindicó la importancia y la utilidad de esa antología de Lafourcade, que generó un intenso debate y una agria polémica; por ejemplo, en el artículo «Jornadas para la Nueva Generación», publicado en la revista Ercilla el 26 de diciembre de 1962, escribe:

Por mucho que se haya vapuleado a la Antología del Nuevo Cuento Chileno, de Enrique Lafourcade, nadie puede negar que tuvo el mérito de que a través de ella se reveló una generación o promoción literaria, la del 50, que aunque se considere discutible en cuanto a méritos, ha ocupado últimamente un lugar sobresaliente en el quehacer literario chileno.

La polémica generada en su momento por la selección de Lafourcade hizo que el nombre de Donoso empezara a mencionarse con cierta insistencia en algunos círculos, y para aprovechar la inercia intentó publicar una compilación con los cuentos «Veraneo», «Tocayos», «El Güero», «Una señora», «Fiesta en grande», «Dos cartas» y «Diamanquero» con el título Veraneo y otros cuentos, pero Zig Zag se la rechazó, y luego sucedió lo mismo con Nascimento y Pacífico, así que apareció con el sello de la Editorial Universitaria, en 1955, con ilustración de cubierta de Carmen Silva. Esta edición, de mil ejemplares, se financió mediante el socorrido método del crowdfunding (cuando aún no se llamaba ni siquiera micromecenazgo). Se da la circunstancia curiosa de que el primero que se ocupó de reseñar este libro, en la revista Ercilla, fue el exiliado español Darío Carmona de la Puente (1911-1976), que había estado al frente de la Librería del Pacífico (en la calle Ahumada  57) y que añadido a la atención elogiosa que le dedicó Alone (Hernán Díaz Arrieta, 1891-1984) en las páginas de El Mercurio propició que la edición se agotara, pese a la tosca distribución que tuvo. El espaldarazo que supuso que Veraneo y otros cuentos fuese galardonado con el Premio Municipal de Santiago parecía definitivo, pero el mayor problema del sector editorial chileno para las aspiraciones de Donoso sería su dificultad para trascender fronteras.

Al año siguiente aparece una edición ilustrada por Nemésio Antúnez (1918-1992) de Dos cuentos («El hombrecito» y «Ana María») para la que se inventan el sello Guardia Vieja, y cuyo colofón reza del siguiente modo:

Este libro se terminó de imprimir en Santiago de Chile, el 19 de diciembre de 1956 en los talleres de la Editorial Del Pacífico. La edición consta de 500 ejemplares numerados del 1 al 500 con tres grabados a buril de Nemésio Antúnez. Estos han sido impresos a mano por Antúnez y Donoso en la prensa del Taller 99 con la colaboración de miembros de este taller.

De nuevo es Nemésio Antúnez quien diseña la cubierta del siguiente libro de Donoso, la novela Coronación, que publica Nascimento en 1957 después de haberla rechazado la otra gran editorial del momento, Zig Zag. Según escribió el propio Donoso en su Historia personal del boom, «El editor en jefe de Zig Zag opinó que sería una inversión demasiado grande para un libro difícil […], y por lo tanto de improbable venta. Los directores de Editorial del Pacífico, a quienes acudí para ofrecerles Coronación, ya que eran escritores de mi generación, también rechazaron esta novela, aconsejándome mucha poda, mucha atenuación». El trato con  Zig Zag lo describe Donoso como «curioso», pues de la tirada inicial, de tres mil ejemplares, setecientos debía venderlos el propio autor (que además no cobraba adelanto ni royalties, según dice). De nuevo gracias a una crítica elogiosa de Alone en El Mercurio ‒«como técnica y lógica estética, conocemos pocos libros tan armoniosamente construidos, no solo en nuestra literatura», escribió‒ esta edición tuvo buenas ventas.

Dos años después, en 1959, Lafourcade incluye la narración de Donoso «La puerta cerrada» en Cuentos de la Generación del 50, en el que repiten trece de los veinticuatro autores de la antología anterior. En ese momento se inicia también la incipiente internacionalización de la obra de Donoso, con la inclusión del cuento «Pasos en la noche» en la revista de Washington Américas (núm. 3, de mayo de 1959), donde Dorothy Hayes de Huneeus había reseñado Coronación, que ese mismo año reseña también Raúl Silva Castro en la Revista Iberoamericana (núm. 47), a lo que se añade la publicación del cuento «Paseo» en el número 261 (noviembre-diciembre de 1959) de la prestigiosa revista bonaerense Sur, donde Donoso comparte número con Salvatore Quasimodo, Thomas Merton y André Malraux, entre otros.

De 1960 es El charleston, publicado por Nascimento y que compila cuentos ya conocidos: «A puerta cerrada», «Ana María», «Paseo» y «El hombrecito».

La vida de los libros tenía entonces otro ritmo, y en 1962 se concede a Coronación el Premio Iberoamericano, un galardón creado por William Faulkner con los beneficios obtenidos por el Premio Nobel y destinado a estimular la traducción al inglés de obras de jóvenes autores latinoamericanos; ese año lo obtuvieron también Eduardo Mallea (Argentina), Miguel Ángel Asturias (Guatemala), Augusto Roa Bastos (Paraguay), José María Arguedas (Perú) y Juan Carlos Onetti (Uruguay), entre otros.

También de 1962 es el inicio de la relación de Donoso con Carlos Fuentes, a quien el escritor chileno atribuye una enorme responsabilidad en el despegue internacional de su obra. Esta se materializa sobre todo mediante el contacto con el agente literario estadounidense Carl D. Brandt (1935-2003), que por entonces ya se ocupaba de la obra de Fuentes.

Carl D. Brandt había abandonado una inicial carrera como editor para entrar en 1957 en la agencia literaria de su padre y formar Brandt & Brandt, entre cuyos clientes se contaron Theodore Dreisser y John Dos Passos, si bien su especialidad era sobre todo la literatura ensayística (filosofía, ecologismo, geopolítica, historia militar…). Su legado es hoy Brandt & Hochman (agentes de Scott Turow, Flann O’Brien y Robert D. Kaplan, entre otros).

Brandt empezó a buscar editor en inglés para Coronación por recomendación de Fuentes y antes incluso de haber firmado contrato con Donoso, y tras un tímido interés inicial de Simon & Schuster, la colocó en la exquisita Knopf en Estados Unidos y en la Bodley Head de John Lane en Gran Bretaña (se publicó en 1965 en traducción de Jocasta Goodwin, famosa a finales de los sesenta como traductora de las novelas romanticoides de Juliette Benzoni).

Aún en 1962, el 15 de julio, se publica en el chileno El Mercurio el que se tiene por uno de los mejores cuentos de Donoso de esos años, «Santelices», que casi simultáneamente (en julio y por intercesión de Fuentes) aparece en la Revista de la Universidad de México, y a principios del año siguiente en el número 280 de la argentina Sur.

Así pues, cuando en junio de 1963 Cortázar publica en la Editorial Sudamericana Rayuela ya hacía un cierto tiempo que se había iniciado el proceso de difusión internacional de la obra de Donoso, quien además contaba ya con el apoyo de un agente literario importante, cuyas gestiones harían que en 1966 se publicara en la editorial Dall’Olio Incoronazzione, en traducción de la hispanista Giovanna Maritano (conocida por sus traducciones de Gonzalo de Berceo y de Cervantes) y fuera traducida también al portugués y al checo.

En 1966 aparece también en la influyente revista parisina de Emir Rodríguez Monegal (1921-1985) Mundo Nuevo «Los juegos legítimos», un fragmento de la novela Este domingo que Zig Zag publica en Chile, y la misma editorial se ocupa de la «selección» que Luis Domínguez hizo de Los mejores cuentos de José Donoso (todos los publicados hasta entonces), mientras en México Joaquín Mortiz publicaba El lugar sin límites. Además, habían empezado a publicarse ya fragmentos de lo que acabaría siendo El obsceno pájaro de la noche en la revista uruguaya Marcha (agosto de 1964), en la mexicana Diálogos (1965)… La primera edición de Donoso en Seix Barral no aparecería hasta 1968 (Coronación, con una ilustración en la cubierta de Núria Pompeya [1931-2016])

Fuentes:

Sitio dedicado a José Donoso (1924-1996) en Memoria Chilena (Biblioteca Nacional de Chile).

María Laura Bocaz Leiva, «La integración de José Donoso a la plataforma del boom: intercambio epistolar inédito de José Donoso con Emir Rodríguez Monegal y Carlos Fuentes en al década del 60», Revista Iberoamericana, vol. LXXIX, núms. 244-245 (julio-diciembre de 2013), pp. 1049-1068.

Paula Brown, «Nemesio Antúnez en el centenario de su natalicio», Revista Universitaria, núm. 155.

Homero Castillo, La literatura chilena en los Estados Unidos de América. Ensayo bibliográfico, Santiago de Chile, Ediciones de la Biblioteca Nacional, 1963.

Jaime Concha, «Los mejores cuentos, de José Donoso» (reseña), Atenea, núm. 413 (julio-septiembre de 1966), pp. 219-231.

Filebo (Luis Sánchez Latorre), «Una antología sin sangre o la revolución traicionada», Las Últimas Noticias, 22 de agosto de 1969.

Cecilia García-Huidobro, «José Donoso y su Historia personal del boom. La autobiografía de un lector», Acontracorriente, vol. 19, num. 3 (primavera de 2022), pp. 163-184.

Dunia Gras, «José Donoso y Carlos Fuentes. Otra historia personal del boom», Anales de Literatura Chilena, núm. 29 (junio de 2018), pp. 83-108.

Eduardo Godoy Gallardo, «Lafourcade y el cuento chileno (En torno a las Antologías de 1954 y 1959)», Signos, núm. 43-44, pp. 65-73.

Luis Harss, en colaboración con Barbara Dohmann, Los nuestros, Madrid, Alfaguara, 2012.

Andrés Sabella, «Los héroes de medio pelo», Vea, 62 (22 noviembre de 1966), p. 27.

Roser Bru, una niña del «Winnipeg» en la industria editorial chilena

A última hora de la tarde del 2 de septiembre de 1939 atracaba en el puerto de Valparaíso el paquebote mixto Winnipeg con 2078 republicanos españoles que huían del franquismo a bordo, una parte importante de los cuales eran niños. Entre ellos, una recién nacida durante el viaje significativamente bautizada como Agnes América Winnipeg Alonso Bollada, pero también algunos otros que llegarían a alcanzar cierta fama en la cultura chilena, como son los casos del pintor José Balmes (1927-2016), la actriz Montserrat Julió (1929-2017), la pianista Diana Pey (1922-1988) o la pintora y grabadora Roser Bru (n. 1923).

Cubierta del Winnipeg.

Antes incluso de alcanzar la veintena de años, y mientras cursaba estudios en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile (entre 1939 y 1942), Roser Bru vio publicada en forma de libro sus primeros trabajos. Otro joven pasajero del Winnipeg que contribuyó de modo notable a la cultura chilena, José Ricardo Morales (1915-2016), editó una selección de poemas inéditos o nunca antes recogidos en libro de los poetas españoles Antonio Machado, José Moreno Villa, Juan Larrea, Rafael Alberti y Luis Cernuda, entre otros, y se encargó de publicarlos la exquisita editorial Cruz del Sur, de Antonio Soria (1907-1980), con ilustraciones de Roser Bru.

Mauricio Amster en 1937.

De 1944 es Voz celestial de España. Poesía religiosa, una amplia y voluminosa antología (900 páginas, de Santa Teresa y Fray Luis de León a Jacint Verdaguer, Emilio Prados e incluso Miguel Hernández) que se publicó encuadernada en rústica y que su antólogo, Roque Manuel Scarpa (1914-1995), describió más adelante en un artículo en La Tercera («De cómo transgredir el protocolo», 3 de mayo de 1981) como «editado con mucha nobleza por Zig-Zag, bajo la tuición de Mauricio Amster y con ilustraciones de Roser Bru». Diciembre de ese mismo año es la fecha que figura en el colofón de El secreto maravilloso, una novela destinada al público infantil obra del escritor, editor y diplomático Alejandro Magnet (1919-2009)  que publicó la Editorial Difusión Chilena con ilustraciones de Lucía Gallo y portada de Roser Bru.

Antes de acabar la década de 1940, aún llevó a cabo Bru algunos trabajos de peculiar y significativa importancia, como es el caso del encargo que le hizo el poeta y dramaturgo catalán Pere Quart (Joan Oliver, 1899-1986), acerca de cuya etapa en Santiago de Chile le contaba Roser Bru a Julià Guillamon: «Yo era muy amiga de Joan Oliver y Conxita Riera. Vivían muy cerca de Bellas Artes, en la calle Miraflores, casi esquina con el Parque Forestal. Trabajaba por las mañanas y estudiaba durante las tardes, y muy seguido, después de salir de Bellas Artes, pasaba por su casa». Esa familiaridad propició seguramente que Oliver encargara a Roser el logo de la editorial en catalán que, mediada ya la década, se llevaba entre manos el poeta en colaboración con los también escritores catalanes exiliados Xavier Benguerel y Francesc Trabal, El Pi de les Tres Branques. Sin embargo, ya antes Roser Bru se había ocupado de diseñar los decorados y los figurines de una obra de Josep Maria de Sagarra, La plaça de Sant Joan, que con dirección de Benguerel se había estrenado en el Centre Català de Santiago de Chile en 1940.

Cuando finalmente el proyecto editorial de Oliver y Benguerel llegó a buen término, cuenta en sus memorias Benguerel, «el 19 de julio de 1947, Saló de tardor de Pere Quart inauguró las ediciones de El Pi de les Tres Branques: volumen de 116 páginas con treinta y cinco poemas y media docena de ilustraciones de Roser Bru, bien impreso en los obradores de la imprenta Mediterránea».

Roser Bru.

De ese mismo año es la espléndida portada de Roser Bru para La niña de piedra, que Hernán del Solar (1901-1985) publicó en la editorial que había fundado con Francesc Trabal, Rapa Nui, con uno de sus seudónimos más conocidos, Aldo Blu. El papel desempeñado por Rapa Nui en el empuje y la modernización del libro infantil chileno ha sido amplísimamente reconocido, por ejemplo por Manuel Peña Muñoz en su Historia de la literatura infantil chilena (Andrés Bello, 1982). Acabó la década la intervención de Rosa Bru en el sector editorial chileno con la publicación de una edición ilustrada de la novela María, del colombiano Jorge Isaacs (1837-1845), que se inscribía en la colección Biblioteca Americana de la editorial Zig-Zag.

Menos prolífica fue en sus colaboraciones editoriales en los años cincuenta, después de haber contribuido a la creación del Grupo de Estudiantes Plásticos (con su compañero en el Winnipeg José Balmes, entre otros) y coincidiendo con su entrada en el Taller 99 y sus primeros viajes a Barcelona, pero en su ciudad natal destacan sus colaboraciones con el imaginativo pintor y grabador Jaume Pla (1914-1959), como es el caso del arranque en 1957 de la serie Dotze natures mortes, en el que el poeta y novelista mallorquín Blai Bonet (1926-1997) comenta su grabado, o su participación en Dotze temes de circ (1958), incluido en la Rosa Vera, en el que se publica su «Acròbates», comentado por el prestigioso ensayista valenciano Joan Fuster (1922-1992), en una colección en la que figuran grabadores de la talla de Josep Granyer (1899-1983), Josep Mundó (1918-2012) o Josep Pla-Narbona (n. 1928) y escritores del calibre de Pere Quart, Tomàs Garcés (1901-1993), Josep Maria Espinàs (n. 1927) o Salvador Espriu (1913-1985). En años sucesivos, sus colaboraciones con editoriales catalanas no serían raras, y destacan también entre ellas, por poner un ejemplo, una impresionante edición en la editorial Nauta del Martín Fierro (1968), precedido de unas coplas de presentación del poeta Rafael Alberti y un prólogo de Alejandro Losada Guido.

Aun así, en 1957 aparece en Santiago de Chile, con pie de Empresa Periodística Colectiva, Callejón de la bombilla y otros cuentos, del ensayista Ernesto Eslava (1914-1995), con prólogo de Benjamín Morgado, ilustración de cubierta de Gregorio de la Fuente y grabados interiores de Bru, y en 1960 se publica en la misma ciudad otro libro destinado al público infantil con ilustraciones suyas, Aleluyas para los más chiquitos, con textos de Marta Brunet (1897-1967), en la Editorial Universitaria.

De entre su obra editorial publicada en Chile en los años sesenta puede mencionarse a título de ejemplos su ilustración de cubierta del poemario Umbral de sombra (1960), firmado por Macías y publicado por la Imprenta Arancibia Hermanos; la maquetación e ilustración de la bella edición del Manifiesto de Nicanor Parra (1914-2018) publicada en 1963 por Nascimiento, así como las ilustraciones para una selección de Poemas infantiles de Efraín Barquero preparada en Zig Zag. Sin embargo, en esa época destaca el libro de artista Diez odas para diez grabados de Roser Bru, publicado en las barcelonesas Edicions del Laberint, del que se hizo una primera tirados de 216 ejemplares firmados por ambos autores, encuadernado en tapa dura, estuchado e impreso sobre papel de hilo con filigrana creada por la autora y fabricado expresamente por Guarro.

Es posible que hasta los dibujos para el poemario Estrellas fijas en un cielo blanco, de Óscar Hahn (n. 1938) publicados por la Editorial Universitaria en 1989, no se reemprendiera la colaboración con editores chilenos, que entonces alternaba con trabajos también para editoriales catalanas.

Fuentes:

Página web de Roser Bru.

Xavier Benguerel, Memòria dun exili. Xile, 1940-1952, Barcelona, Edicions 62 (Cara i Creu 34), 1982.

Roser Bru, «Viaje en el Winnipeg de la familia Bru», Revista Universitaria (Pontificia Universidad Católica de Chile, núm. 27 (1989), pp. 20-21.

Jaime Ferrer Mir, Los españoles del Winnipeg, el barco de la esperanza, Santiago de Chile, Ediciones Cal Sogas, 1989.

Francesc Foguet i Boreu, «Las razones del teatro catalán en el exilio», Anales de Literatura Española Contemporánea, núm. 29 (2012), pp. 213-228.

Julià Guillamon, El dia revolt, Barcelona, Editorial Empúries, 2008.

El enigmático editor Ramon Maynadé y Chile (tirando de un hilo)

De 1942 es una cuanto menos curiosa edición de un librito firmado por la escritora feminista y socialista inglesa Annie Besant (1847-1933), La sabiduría antigua, en versión española de Rafael Urbano, en cuyo pie editorial se indica: Editorial Maynadé, Barcelona-Editorial Ercilla, Santiago de Chile.

Es bastante escaso y confuso lo que se sabe acerca del fundador de esa editorial barcelonesa, más allá de una etapa bastante concreta comprendida entre las últimas décadas del siglo XIX y la guerra civil española, pero algún rastro dejó la relación entre esta firma y Santiago de Chile, y la mencionada edición deja algunos hilos de los que tirar. El traductor, el periodista madrileño Rafael Urbano (1870-1924), había publicado ya en 1903 una Historia del socialismo. Parte antigua: la conquista utópica, así como obras de títulos tan insólitos como El papel de fumar (1908), Manual del perfecto enfermo (ensayo de mejora) (1911) o, ambos en la Biblioteca del Más Allá, El Diablo. Su vida, su poder (1922) y el prólogo, biografía y glosario que acompaña la edición de Doctrinas y enseñanzas teosóficas, de la ocultista y teósofa rusa H.P. Blavatsky (1831-1891).

Sin embargo, más interesante resulta un pasaje de las memorias del médico Eduardo Alfonso Hernán (encarcelado al fin de la guerra por su pertenencia a la Sociedad Teosófica y posteriormente exiliado en América), Mis recuerdos: «Arnaldo Maynadé (otro exiliado catalán, hermano de la simpar y cultísima Josefina Maynadé y Mateos), que tenía una editorial en Santiago [de Chile] me publicó La Religión de la Naturaleza (año 1949 [en Ercilla])». Como es fácil suponer, tanto Arnaldo como Josefina son hijos del editor que aquí nos interesa, Ramon Maynadé Sallent, casado con Carmen Mateos Prat, aunque otro dato pertinente en este caso es la edición que del libro de Josefina La vida serena de Pitágoras se publicó en 1954. El pie editorial de esta última obra indica que el libro fue diseñado por el célebre Mauricio Amster (1907-1980) –que había llegado a Chile a bordo del legendario Winnipeg como consecuencia del resultado de la guerra civil española–, y publicado por los «Talleres Gráficos de Encuadernadora Hispano Suiza, Ltda., Santa Isabel 0174, Santiago de Chile». De la colaboración de Amster con la Hispano Suiza (que en los años cincuenta y sesenta trabajó mucho para la editorial Andrés Bello o Editorial Jurídica de Chile, así como para el Círculo Literario de Chile) es también testimonio más tardío el libro colectivo Gabriel Amunategui, memoria y homenaje, publicado por la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales en 1961, por ejemplo, en cuya página de créditos se indica que «proyectó la edición Mauricio Amster».

Carmen Mateos.

No obstante, y pese a la experta intervención de Amster en muchos de los proyectos de la Hispano Suiza, lo cierto es que hay también testimonio de algún que otro enfado tremendo con los trabajos llevados a cabo en esos talleres, como es singularmente el caso del narrador e historiador dominicano Juan Bosch (1909-2001), quien al recibir los ejemplares justificativos de su Cuento de Navidad, escribía el 4 de febrero de 1957 al director editorial de Zig-Zag Ramón Zañartu:

A primera vista, la impresión que me produjo Cuento de Navidad no pudo ser peor. El proyectista de la impresión confundió ese libro con un estudio sobre el desarrollo de la minoría o con una tesis doctoral y escogió el tipo, la distribución de cuerpo y márgenes apropiados para trabajos de esa índole, no para un cuento infantil. Pero al proceder a la lectura la impresión se trasformó en desoladora: No hay derecho a hacer con mi cuento lo que ha hecho Zig-Zag, ni a ningún lector se le puede cobrar dinero por ofrecerle una edición plagada de errores tan graves que le hacen perder el sentido a lo escrito. Lo menos que yo esperaba de Zig-Zag es que tuviera un corrector de pruebas, no que se confiara al linotipista que compone el material.

A ello respondió como buenamente pudo Zañartu en carta del 22 del mismo mes, contando además con cierto pormenor, que es lo que aquí interesa, cómo se llevó a cabo el proceso de edición de la obra y señalando como principal responsable de las numerosas erratas detectadas por el autor a la «desastrosa» corrección de pruebas de la Hispano Suiza:

Su proyección y diagramación fue encomendada personalmente por mí a Mauricio Amster, que es el profesional más capacitado de nuestro país para esta clase de trabajos y que no solamente goza de reconocido prestigio en Chile sino que cuenta con él en el exterior.[…]

El libro fue primero acuciosamente corregido por el jefe de nuestra corrección de pruebas. Al decir nuestra corrección de pruebas me refiero a la de Zig-Zag, de la cual puedo

Mauricio Amster en 1937.

enorgullecerme porque es la mejor que existe en América y es reconocida como tal por todos los autores y editores, sin excepción alguna.

Lo lamentable del asunto es que como nuestra capacidad de impresión se encuentra muy reducida, tuvimos que hacer imprimir este libro en otra imprenta que trabaja especialmente para la empresa Ercilla.

Soy el primero en reconocer que sí tienen una corrección de pruebas desastrosa. Tal así, que no confiando en ella no solamente hago revisar los libros por nuestros correctores en galeradas, sino que también en pruebas de trozos y una vez compaginados.

Desgraciadamente, al parecer en este caso nuestras correcciones no fueron atendidas en debida forma ¿Serán las erratas tan graves como usted dice? Los talleres de la imprenta Hispano-Suiza se encuentran actualmente cerrados por vacaciones, pero se reabren el 1° de marzo próximo. Inmediatamente que esto suceda y reciba las indicaciones que usted me anuncia, haré revisar acuciosamente el original suyo con el libro impreso y cotejarlo con las notas que usted me envíe.

El doctor Eduardo Alfonso Hernán (1896-1991).

Es casi imposible y muy probablemente injusto intentar averiguar quién llevó a cabo esa corrección, pero en cambio sí conocemos algunos datos de uno de los empleados de esos talleres, el linotipista y corrector madrileño Homero García Ramos (1911-1979), quien antes de la guerra había trabajado para Espasa Calpe y era miembro de la Asociación General del Arte de Imprimir de la UGT (Unión General de Trabajadores), y que como consecuencia del resultado de la guerra se exilió a Francia y fue recluido en el campo de refugiados de Bram. Logró llegar a Chile en septiembre de 1939, también a bordo del Winnipeg, y empezó trabajando en la editorial Zig-Zag antes de hacerlo en la Hispano Suiza (donde se jubiló), al tiempo que era secretario de la sección del PSOE de Santiago de Chile hasta su muerte. En cualquier caso, resulta muy lógico que en una editorial como Ercilla, entre cuyos fundadores y directivos abundaban los peruanos miembros o afines a la APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana) que se habían exiliado a Chile, encontraran buena acogida los exiliados republicanos españoles

En el año 2008 quien probablemente sea el primer gran estudioso de la historia editorial chilena, Bernardo Subercaseaux, ponía en una misma frase a Maynadé y estos talleres en un artículo publicado en la Revista Chilena de Literatura: «Maynadé, el editor barcelonés, se incorporó a Ercilla, retirándose más tarde para instalar con el suizo Hans Schwalm la imprenta Hispano-Suiza, en que se imprimían parte de los libros de la editorial [Ercilla]».

Logo de Editorial Ercilla.

Por otro lado, el teósofo valenciano Salvador Sendra –fallecido en Puerto Rico en 1991, pero que desde la editorial mexicana Orión había proporcionado trabajos bien remunerados a exiliados republicanos como Joquím Xirau o Luis Santullano– relató de la siguiente manera su reencuentro en Chile con el hijo del editor Ramón Maynadé, a quien atribuye además responsabilidades de gerencia en Ercilla ya en los años cuarenta:

A instancias del amigo Arnaldo Maynadé, hijo de don Ramón Maynadé y hermano de Pepita Maynadé –la culta escritora española–, todos viejos amigos de Barcelona, en 1940 acepté realizar un viaje por Latinoamérica por cuenta de una empresa de libros chilena de la cual mi amigo Arnaldo era gerente.

Y a todo ello aún pueden añadirse algunos datos más que llevan a cuestionarse qué papel desempeñaron padre e hijo Maynadé en la industria editorial chilena, a tenor de la investigación llevada a cabo por José Rodríguez Guerrero, quien anota en «La Alquimia en España durante el período modernista a través de sus libros»:

Su hermano [de Josefina Maynadé i Mateos] Arnaldo Maynadé i Mateos fue acusado de delito de masonería en 1944 por su pertenencia a la Logia Inmortalidad de Barcelona. Se exilió a Chile, donde llegó a ser Venerable Maestro en la Logia Iberia nº 51. Su expediente se conserva en: Salamanca, Archivo de la Guerra Civil Española, Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y del Comunismo, nº 10797.

Al mismo Arnaldo Maynadé lo describe Sebastián Jans (Gran Maestro de la Gran Logia de Chile) como «imprentero», además de como Venerable Maestro de la logia chilena Iberia 51. Así, pues, parece que habrá que seguir tirando de ese hilo para deslindar a los dos Maynadé y afinar su relación con Ercilla y con los talleres de la Hispano Suiza.

Fuentes:

Eduardo Alfonso y Hernán, Mis recuerdos, Madrid, Edición del Autor en Imprenta Europa (colección Sagitario), 1986

Rafael García Romero, «Juan Bosch: cartas escritas en el exilio», blog del autor, 10 de julio de 2014.

Sebastián Jans, «Presentación del libro Desde el silencio, verso a verso», blog personal de Sebastian Jans, 18 de julio de 2012.

José Rodríguez Guerrero, «La Alquimia en España durante el período modernista a través de sus libros», Azogue, núm 5 (2002-2007), pp. 181-223.

Salvador Sendra, Impacto de Krishnamurti. Respuestas de España, Portugal e Hispanoamérica, México, Orión, 1987.

Bernardo Subercaseaux, «Editoriales y círculos intelectuales en Chile, 1930-1950», Revista Chilena de Literatura, núm 72 (abril de 2008), pp. 221-233.

El diseñador Mauricio Amster en Chile

A la librería Catalonia de Santiago de Chile.

Mauricio Amster (1907-1980) llega a Valparaíso (Chile) acompañado de su esposa Adina Amenedo (1916-2008) con el contingente de republicanos españoles embarcados en el Winnipeg, después de pasar una breve etapa en Francia. A su llegada, con una más que notable experiencia como diseñador de portadas en España, empieza casi de inmediato a trabajar en el nuevo país de acogida. Es más, durante el largo trayecto en barco los pasajeros pudieron leer algunos de los 2.000 ejemplares del folleto informativo Chile os acoge, cuyo diseño era obra de Amster.

Chile os acoge (1939)

Se trataba de un impreso de doce páginas, con seis fotografías,  en el que se ofrecía un apretado resumen que proporciona nociones generales acerca de diversos aspectos históricos, geográficos, económicos y referentes al régimen político (incluía incluso algunos artículos de la Constitución) del país al que viajaba el nutrido contingente de refugiados, entre los que se encontraban personalidades importantes como la ilustradora y grabadora Roser Bru (Barcelona, 1923), el historiador Leopoldo Castedo (1915-1999),  el dramaturgo José Ricardo Morales (Málaga, 1915), el pintor José Balmes (Montesquiu, 9127)… Se cerraba el mencionado folleto en la página 11 con un texto del propio Pablo Neruda, artífice de la organización del viaje, en el que les daba oficialmente la bienvenida a su nueva casa.

Imagen del Winnipeg tomada a su llegada a Valparaíso el 3 de septiembre de 1939.

A su llegada a la estación Mapocho de Santiago de Chile, debió de sorprender a Mauricio Amster ver, entre los numerosísimos carteles con que los chilenos saludaban a los republicanos españoles, uno en el que rezaba: “Mauricio Amster: Presentarse en la revista Qué Hubo [en la semana]”.

Luis Enrique Délano (1907-1985).

Al día siguiente empezaba a trabajar en este semanario, que encabezaban Luis Enrique Délano (1907-1985) como director, y el escritor Volodia Teitelboim (Valentín Teitelboim Volosky, 1916-2008), una publicación de información general que apenas superó el año de vida. Pero además no tarda en poder volver a su intenso ritmo de trabajo, que llegará a materializarse en hasta tres y cuatro portadas diarias, cuando el escritor y crítico literarios español José Maria Souviron lo recluta en 1940 como director artístico de la editorial Zig-Zag, que por aquellos años estaba experimentando una de sus épocas de esplendor y para la que, en opinión de Andrés Trapiello, “realizó seguramente lo mejor de su carrera”. Curiosamente, uno de los numerosísimos diseños que Amster hará en esos años para Zig-Zag (1940-1948) será el de Viejos relatos (1940), de Délano.

 

 

A esta tarea añade Amster, el mismo año 1940, la participación en la editorial Cruz del Sur creada por Arturo Soria (que nació y murió en los mismos años en que lo hizo Amster), en la que hizo algunas ediciones muy cuidadas en el aspecto formal y en algunos casos recurre como modelo –como por entonces hacía también Manuel Altolaguirre–, a tipografía tradicional española de los siglos XVI y XVII. Son años en los que Amster explora también el terreno de los libros artesanales para bibliófilos, que a menudo encuaderna su esposa Adina, quien había conocido a Amster en Barcelona cuando ambos trabajaban, en el Ministerio de Instrucción Pública, y quien explicó que “como Mauricio tenía un buen empleo no era necesario que yo trabajara, pero para hacer algo, decidí estudiar encuadernación en la Escuela de Artes Aplicadas. Así pude encuadernar algunas ediciones más adelante”. Por ejemplo, una edición de 110 ejemplares del Manifiesto comunista de Marx y Engels, en traducción del propio Amster, aparecida en 1948.

Portada de Amster par Dulce Patria, de Pablo Neruda (Editorial del Pacífico, 1949)

Patricia Córdoba ha señalado la continuidad del trabajo creativo de Amster al comentar las cubiertas “para libros de orientación izquierdista”, así como su trabajo como cartelista durante la guerra civil: “la fidelidad al tipo Futura de las letras dibujadas es tabn intensa que nadie pondría en duda su semejanza con los de plomo. Estas cubiertas anticipan la clase de trabajo que a Amster desarrollaría después en Chile” Y en un tono distinto, también Trapiello ha señalado esa continuidad o transición:

Las nuevas portadas estaban, desde luego, apoyadas siempre en la importancia de la tipografía, pero desaparecieron u ocuparon un segundo lugar las familias de palo seco, proletarias y duras, para dar paso a letras de corte romántico, inglesas, normandas y españolas chupadas, orlas, adornos, viñetas, corondeles. Tras la Deshumanización del Arte (y la letra Futura quería materializar tal deshumanización) la rehumanización de los sueños.

En 1944 se integraba ya Amster como director editorial y gerente de Babel. Revista de Arte y Crítica, que dirgía Enrique Espinoza (Samuel Glusberg,1898-1987), en una etapa en que formaron también parte del equipo editorial Luis Franco, Laín Díez, José Santos González Vera, Ernesto Montenegro y Manuel Rojas. Babel dio a conocer o divulgó en Chile la obra de ensayistas tan importantes como Albert Camus, Thomas Mann, Gabriela Mistral, Hannah Arendt o Ciro Alegría. Y bajo el amparo de Babel nacen las Colecciones del Olivar, donde Amster deja su impronta en portadas como las de los clásicos de la literatura española Coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique, los Proverbios morales del rabí Sem Tob o El licenciado Vidriera de Cervantes.

Cabecera de Babel

A finales de los años cuarenta, Amster es ya sin ninguna duda un punto de referencia en el diseño chileno, así que no es de extrañar que la poderosa Editorial Universitaria le proponga hacerse cargo de su departamento artístico (labor que llevará a cabo a lo largo de los siguientes treinta años), lo que no le impedirá colaborar con otras muchas editoriales: Editorial Jurídica (donde diseñó su celebrada Historia del arte en el Reino de Chile), Andrés Bello, la Biblioteca Nacional (donde con Guillermo Feliu Cruz concibe los dos volúmenes de Impresos chilenos, 1776-1818) o la  Editorial del Pacífico.

Paralelamente, mediante su tarea como cofundador de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile (donde fue profesor titular de técnicas gráficas), y sobre todo como autor de libros de referencia tales como Técnica Gráfica. Evolución, procedimientos y aplicaciones (Editorial Universitaria, 1954) o Normas de Composición; Guía para Autores, Editores, Correctores y Tipógrafos (Editorial Universitaria, 1969), y en la Sociedad de Bibliófilos de Chile, Mauricio Amster creó las condiciones necesarias para que su aprendizaje y su labor innovadora no desaparecieran con él, sino que constituyeran un legado para las nuevas generaciones de diseñadores del país que le acogió generosamente al término de la guerra civil española.

Exlibris del matrimonio Amster

Fuentes:

Página anónima, exhaustiva y excelente,  dedicada a Mauricio Amtser en Memoria Chilena.

José Manuel Allars, “Mauricio Amster, tipógrafo”, AQR, 49 (diciembre de 2001).

Patricia Córdoba, La modernidad tipográfica truncada, Valencia, Campgràfic, 2008.

Denisse Espinoza, “Las vueltas políticas de Mauricio Amster, el diseñador que reinventó la gráfica local”,  La Tercera, 28 de enero de 2012.

Tejeda, Juan Guillermo Tejeda, “Mauricio Amster” en Diccionario crítico del diseño, Barcelona, Paidós, 2006.

Juan Guillermo Tejeda, “La visualización gráfica de Chile. Desde Alonso Ovalle hasta Mauricio Amster”, Chile Gráfico, n. 50 (julio de 2009).

Andrés Trapiello, Imprenta Moderna. Tipografía y literatura en España, 1874-2005, Valencia, Campràfic, 2006.

 

Amster calificado como «diseñador estrella de Chile» con motivo de su centenario en 207.