Vicenç Riera Llorca, trabajos editoriales brillantes (y los puramente alimenticios)

Vicenç Riera Llorca.

La que probablemente sea la mejor novela de Vicenç Riera Llorca (1903-1991), Tots tres surten per l’Ozama, tardó más de veinte años en publicarse en su país natal, después de su primera edición en el país que le acogió en su exilio tras la guerra civil española. Inicialmente la publicó en México Avel·lí Artís i Balaguer en su Col·lecció Catalònia en 1946 y, por razones obvias de censura, su aparición en Barcelona se retrasó hasta que en 1967 Edicions 62 la incorporó a su colección El Balancí.

Al concluir la guerra civil, y tras el consabido paso por Francia, Riera Llorca se trasladó a Santo Domingo, donde uno de sus primeros empleos fue como camarero en el café restaurante Hollywood, que, debido a su clientela mayoritariamente estadounidense, contrató asimismo a otros sindicados en la FOSIG (Federació d’Organitzacions Sindicals de la Indústria Gastronòmica) capaces de hablar en inglés. Fue durante esos meses cuando Riera Llorca compartió por primera vez faenas con el caricaturista y pintor surrealista valenciano Toni (Antoni Bernad Gonzálvez, 1917-2011), con quien volvería a coincidir más tarde en la redacción de la revista Confidencias, antecedente en México de las revistas del corazón.

Una vez llega a México, en febrero 1942, Riera Llorca se incorpora al equipo de A. Artís Impresor como corrector de pruebas, trabajo que ya había llevado a cabo a finales de los años veinte en Barcelona, y más tarde seguiría corrigiendo para la Editorial Minerva (donde también tradujo) y en la Imprenta Sícoris.

En cuanto le surge la oportunidad, interviene en la fundación de una editorial, Ediciones Fronda, cuyo recorrido fue más bien breve y trompicado y ya ha sido resumido.

Estaba ya un paso de poder poner en pie las diversas iniciativas editoriales que desarrollaría en México, pero a lo largo de toda la década de los cuarenta no deja de intervenir en todo tipo de aventuras editoriales y ocupándose de las más diversas tareas. Por aquel entonces, por ejemplo, colabora en la fundación de la revista Lletres (1944-1947) con el aún emergente poeta Agustí Bartra (1908-1982), que ese mismo año publicaba su Oda a Catalunya des dels tròpics. Lletres se caracterizó por un grado de exigencia literaria superior a la media de las revistas del exilio, y no es de extrañar que pronto dispusiera de un sello editorial propio (Edicions Lletres), en el que se publicó al ilustrador Xavier Nogués (50 ninots, 1944), Anna Murià (Via de l’Est, 1946), al «sabio catalán» Ramon Vinyes (Pescadors d’anguiles, 1947), al joven hispanomexicano Manuel Duran (Ciutat i figures, 1952) y al propio Riera Llorca (Giovanna i altres contes, 1945), además de, obviamente, diversos poemarios de Bartra.

Vicenç Riera Llorca.

Sin embargo, 1944 es también el año de fundación de una importante revista humorística mexicana que combinaba chistes, caricaturas y poemas satíricos, Don Timorato, en la que Riera Llorca tuvo una participación menos conocida, como dibujante. Ya en los años treinta el polifacético grafómano catalán había dibujado chistes para publicaciones tan distintas como L’Esquella de la Torratxa y Rambla, pero en Don Timorato se unió a una pléyade de espléndidos ilustradores mexicanos que luego tendrían, en algunos casos, dilatadas y exitosas carreras. En esta revista, en cuya fundación intervinieron Ernesto García Cabral (1890-1968), Renato Leduc (1897-1986), Carlos León, Antonio Arias Bernal (1913-1960) y dirigió el ilustrador de libros Héctor de Falcón (1905-1990), sobresalieron como escritores Salvador Novo y el mencionado Leduc, pero la revista se hizo célebre sobre todo gracias a ilustradores como Abel Quezada, Alberto Isaac, Rafael Freyre, Alberto Huici de la Torre, X-Peña, Bismarck Mier, Ram (Héctor Ramírez Bolaños), etc., así como por la presencia de los exiliados españoles Antoniorrobles (Antonio Joaquín Robles Soler, 1895-1983) y Lucio López Rey (1904-1957). Por intervención precisamente de Riera Llorca, entró también como colaborador de Don Timorato Avel·lí Artís Gener (1912-2000), que no firmaba las caricaturas con su nombre, probablemente debido a que la revista la financiaba (muy generosamente) Miguel Alemán Valdés con la oculta intención de promover su candidatura a la presidencia de la República Mexicana.

Marilyn Monroe en Confidencias.

Como ya se ha mencionado, en 1946 Riera Llorca coincide de nuevo con Toni cuando se pone al frente de la revista Confidencias, una publicación semanal de gran éxito destinado a las amas de casa (con consejos de belleza, recetas de cocina, biografías de personajes famosos, etc.), en la que colaboraron otros exiliados republicanos españoles, como es el caso de la feminista socialista Matilde Cantos (1898-1987), que firmaba como Márgara Seoane. Asimismo de agosto de 1946 es el único número de la revista Endavant, órgano del MSC (Moviment Socialista de Catalunya), que dirigió Ángel Estivill y del que Riera Llorca fue el único redactor.

Victor Alba.

Sin embargo, dos años después ya está poniendo en marcha una nueva revista de muy distinto signo, Cròniques. Víctor Alba, que completaba el trío de promotores de esta iniciativa con Costa-Amic, la describe del siguiente modo:

Una especie de carta confidencial, impresa en papel biblia, que se mandaba a Catalunya por avión desde diversos puntos de America (gracias a los amigos de S [el propio Victor Alba]. Querían informar sobre la situación internacional, sobre lo que pasaba en España, pero recibieron algunas quejas de destinatarios que tenían miedo y, finalmente, pensando que era muy cómodo hacer oposición desde el exterior, decidieron suprimir Cròniques al cabo de tres números que se habían pagado con aportaciones de cuatro o cinco compañeros.

Pasarán unos años antes de que, en compañía del político, librero y escritor Ramon Fabregat (1894-1985), el escultor y pintor  Josep Maria Giménez Botey (1911-1974) y el político e historiador Josep Soler i Vidal (1908-1999), crearan una de las mejores revistas literarias que pusieron en pie los exiliados republicanos catalanes en México, Pont Blau (1952-1963), que no sólo es una fuente indispensable para aquilatar la literatura catalana de aquellos años, sino que, además de publicar textos explícitamente censurados en España, fue escenario de algunas polémicas importantes; valga como ejemplo la generada por la Antologia de la poesia catalana, 1900-1950, de Joan Triadú (publicada por la Editorial Selecta de Josep Maria Cruzet en 1951), y en la que intervinieron escritores como Pere Calders, Joan Fuster, Antoni Ribera y Rafael Tasis.

No es ocioso añadir ‒porque es indicativo de las intenciones de restablecer el diálogo transoceánico‒ que también de 1952 es la aparición de una revista de nombre con connotaciones muy similares llevada a cabo por el editor Miquel Arimany (1920-1996), en cuyos primeros números, al igual que en Pont Blau, también convergieron escritores de diversas generaciones del exilio (Jordi Arbonés, Agustí Bartra Pere Calders, Josep Ferrater Mora, Domènec Guansé, Odó Hurtado, Rafael Tasis, etc.) con los del interior (Maria Aurèlia Capmany, Josep Maria Espinàs, J.V. Foix, Rosa Leveroni, Manuel de Pedrolo, Carles Riba, Jordi Sarsanedas…).

Apenas tres años después de arrancar la revista aparece el primer libro publicado por quienes la animaban, Unes quantes dones (1955), que reunía diversos cuentos publicados por Odó Hurtado (1902-1965) en Pont Blau y que aparece bajo el sello de Editorial Xaloc. No llegarían a la decena los libros de Xaloc, pero entre ellos se cuentan una joya para los historiadores de la política catalana, Quaranta anys d’advocat, de Amadeu Hurtado (1875-1950), con prólogo de su hijo Odó, quien más tarde publicaría en esa misma editorial su primera novela, L’Araceli Bru (1958).   

Riera Llorca siguió al frente de la revista hasta su desaparición (si bien un año después la relevaba Xaloc, en la que también colaboró), y en cuanto regresó a su país, en 1969 (dos años después de la publicación en Barcelona de Tots tres surten per l’Ozama), relanzó su carrera como escritor y encontró un nuevo público para su obra, con novelas como Amb permís de l’enterramorts (1970), galardonada con los premios Prudenci Bertrana y de la Crítica Serra d’Or, Fes memòria, Bel (1971), Premi Sant Jordi, y Oh, mala bèstia! (1972), entre otras, e interesantísimos libros de evocación y testimonio, como Nou obstinats (1971), El meu pas pelt temps (1979) o, ya póstumamente, Els exiliats catalans a Mèxic (1994).

Fuentes principales:

Teresa Férriz Roure, La edición catalana en México, Jalisco, El Colegio de Jalisco, 1998.

Vicente Lloréns, Memorias de una emigración. Santo Domingo, 1939-1945, Barcelona, Ariel (Horas de España), 1975.

El impresor Artís i Balaguer en México

A Patricia Pizarroso, agradecido.

Hacía ya unos meses que había acabado la guerra civil española cuando, el 12 de junio de 1939, partía del puerto francés de Paulliac el vapor Ipanema, con destino a México, con unos mil republicanos españoles a bordo, y entre ellos, según consta en la lista de pasajeros, el impresor y editor Avel·lí Artis i Balaguer, de 57 años entonces, acompañado de sus hijos.

Avel·lí Artís i Balaguer.

Con una amplia experiencia entonces como impresor, fundador y promotor de revistas ilustradas, y como director de la Col·lecció Popular Les Ales Esteses, el ya veterano impresor no tardó mucho en retomar su labor. Radicado inicialmente en Saltillo (en el estado de Cohauila de Zaragoza), donde a su hijo Avel·lí Artís i Gener (1912-2000), ya conocido como Tísner, se le reclamó para dirigir un periódico institucional y a él se le encargó su impresión, así describe Óscar Fernández Pozas su primera residencia en México:

La familia Artís se instalará en una escuela de la calle de Xicoténcatl, 221. El edificio, que estaba destinado para el diario, era una casa deshabitada de tres pisos, que se encontraba al lado del edificio del Gobierno. La rotativa se encontraba en el sótano; en la planta baja encontraban los linotipos, las cajas y las platinas; en el primer y en el segundo piso se encontraban la redacción y la centralita, y en el tercer piso el departamento de dibujo y el archivo. Avel·lí Artís i Balaguer, según su hijo, no debió hacer mucho en aquel primer trabajo mexicano.

No tardó la familia Artís en irse trasladando al distrito federal, donde se encontraba el núcleo de exiliados republicanos catalanes, y en marzo de 1940 ya se encontraban todos allí. En la capital, Avel·lí Artis i Balaguer entra inicialmente como cajista al servicio de una imprenta fundada por la escritora y pionera periodista feminista Emilia Enríquez de Rivera (1881-1963), que hacía ya muchos años que había fundado y dirigía la longeva revista El Hogar (1913-1942). Debió de hacerse evidente enseguida que ese trabajo le venía pequeño a Artís, así que Enríquez de Rivera le propuso montar juntos un taller, A. Artís, Impresor, donde el impresor catalán creó un equipo formado sobre todo con exiliados catalanes. Teresa Férriz identificó entre ellos a los cajistas Miquel Fustagueres, Bartomeu Rosique y Lois el linotipista Joan Margelí, el minervista Joan Falcó, el prensista Marià Martínez Cuenca, los correctores de pruebas Pere Matalonga y más tarde Vicenç Riera Llorca, las encuadernadoras Elvira Tella y Lucrècia Ivan, el administrativo Lluís Branzuela y el jefe de taller Marian Roca y posteriormente José Castillo, muchos de los cuales le acompañaron en sus diversas iniciativas posteriores.

De la pronta incorporación de Artís i Balaguer a la vida asociativa de la colonia catalana en México es indicativo que se pusiera al frente y revitalizara notablemente la Agrupació Catalan d’Art Dramàtic del Orfeó Català de Mèxic –que en 1942 repuso su Hom les prefereix rosses y en 1945 su célebre Seny i amor, amo i senyor– , o que en mayo de 1942 sea uno de los miembros del jurado de los Jocs Florals celebrados en esa edición en México. También en esos mismos años iniciales de su exilio mexicano se ocupa de El Poble Català, publicación periódica portavoz de la Comunitat Catalana de Mèxic, pero sin duda es más importante, al desvincularse de Enriquez de Rivera, la creación en 1943 de la Compañía Impresora y Distribuidora de Ediciones (CIDE), en cuyo seno nacería la Col·lecció Catalònia. Según parece, la colección surge a raíz del ofrecimiento de la familia Pi i Sunyer del manuscrito de La novel·la del besavi para su publicación en México, y cuya composición Artís encargó a otro célebre editor catalán exiliado en ese país, Joan Sales (1912-1983), que por entonces trabajaba en Ediciones Minerva.

Lluís Agustí lo ha explicado del siguiente modo:

En un principio las obras las imprimía Artís i Balaguer en los Talleres de las Edicions Minerva y esta colección aparece en algunas ocasiones como de Ediciones Minerva. Acabará siendo una editorial, primero como Col·lecció Catalònia y más adelante, a partir del número 12, Solitud, de Víctor Català (1946), como Edicions Catalònia.

Rafael Tasis.

De ese mismo año 1946, cuando pasa a convertirse en Edicions Catalònia, Fernández Poza menciona una carta en la que Artís explica a Antoni Rovira i Virgili su intención de poner en pie dos proyectos editoriales para esta reformulación, una serie destinada al libro político (Col·lecció Almirall) y una Col·lecció Verdaguer dedicada a la poesía que piensa estrenar con la antología La collita tardana, que prepara Rafael Tasis (1906-1966).

Pero hay constancia de muchos otros títulos que quedaron sin publicarse, como es el caso del libro de memorias del poeta y ensayista Josep Pijoan (1879-1963), Retalls de vida, del que se habían adelantado fragmentos en la revista Quaderns de l’Exili, pero nunca llegó a publicarse en volumen. También parece que fue el caso de L’obscur deixeble, de Xavier Benguerel (1905-1990), acaso la novela con que el autor había quedado finalista del Premi Crexells en 1937 con el título L’Evangelista, que Benguerel quemó durante su exilio en Chile. También quedaron en proyecto la edición de dos títulos de escritores de Arenys de Mar: un no identificado L’erm ampulós, de Lluís Feran de Pol (1911-1996), y un Antoni Puigblanch. Figura de la Prerenaixensa, un talent sense profit, del historiador Josep Maria Miquel i Vergés, también inédito.

Paralelamente a esta iniciativa puramente cultural y de promoción de la lengua y la cultura catalana –y, de hecho, como principales fuentes para financiarla–, Artís crea la librería CIDE (en Insurgentes, 70) y sobre todo interviene entre 1943 y 1947 en las Ediciones Fronda.

De la mayor trascendencia es también la creación de La Nostra Revista, una de las mejores revistas culturales del exilio catalán en México, en la que su fiel compañero Vicenç Riera Llorca (1903-1991) actuó como secretario de redacción y entre cuyos principales colaboradores se encontraban tanto escritores en el exilio, como Mercè Rodoreda (1908-1983), Ramon Vinyes (1898-1952), Ferran Canyameres (1898-1964) o Josep Ferrater Mora (1912-1991), como en el interior, caso de Joan Fuster (1922-1992) o Miquel Ferrer Sanxis (1899-1990), además de disponer de corresponsalías en Estados Unidos (Jaume Miravitlles), Inglaterra (Fermí Vergés) y Francia (Rafael Tasis). Contó además con una auténtica pléyade de ilustradores, entre los que se encontraban Francesc Domingo (1893-1974), Carles Fontserè (1916-2007), Emili Grau Sala (1911-1975) o Tísner, y su vida se extendió entre enero de 1946 y noviembre de 1954. Entre enero de 1948 y diciembre de 1949 se publicaron en ella entregas de las Memòries d’un català. Ciinquanta anys de vida a Mèxic, de uno de los fundadores del Orfeó, Enric Botey i Puis (1877-1954), que nunca han llegado a reunirse en volumen, así como, entre 1949 y 1950, fragmentos de un Diari de Bonampak, en el que Josep Puig Gurí naraba los descubrimientos de pinturas mayas que llevó a cabo en Chiapas. Poco después del cierre de La Nostra Revista, a partir de enero de 1955, Tísner dio continuidad al proyecto con La Nova Revista (1955-1958).

Recién iniciada sin embargo esa revista, Artís i Balaguer se pone al frente también del Butlletí de la Unió de Periodistes de Catalunya, que aglutinaba a los profesionales catalanes que ejercían en México, y en abril de 1950 llevaba a cabo otra importante iniciativa, al instituir un Premi Catalònia, cuya obra ganadora debía publicarse en las Edicions Catalònia, como fue el caso de en 1953 de Tres, de Rafael Tasis, que sin embargo no se publicó hasta 1963, en México, gracias a la intervención del otro gran editor catalán exiliado, Bartomeu Costa-Amic (1911-2002).

Para entonces, tras haber estado generando, promoviendo, alentando y dirigiendo las más diversas iniciativas destinadas a dar continuidad a la edición y la cultura en lengua catalana, Artís i Balaguer había sido ya enterrado en México, con el siguiente epitafio:

«Avel·lí Artís i Balaguer, escriptor

i mestre impressor, enamorat de Catalunya,

Vilafranca del Penedès, 1881- Ciutat de Mèxic, 1954.»

 

Títulos de la Col·lecció Catalònia y Ediciones Catalònia:

1 August Pi i Sunyer, La novel·la del besavi, 1944 (segunda ed., 1946).

2 Avel·lí Artís i Balaguer, Adrià Gual i la seva época, prólogo de Joan Roura-Parella, 1944.

3 Joan Moles, Mossèn Cinto, 1944.

4 Jaume Ayguader, Miquel Servet, 1945.

5 Avel·lí Artís-Gener, 556. Brigada Miixta, 1945.

6 Lluís Nicolau d’Olwer, El pont de la mar blava, 1945.

7 Jacint Verdaguer, L’Atlàntida, 1945.

8 Vicenç Riera Llorca, Tots tres surten per l’Ozama, 1946.

9 Jaume Roig, El darrer dels Tubaus, 1946.

10 Ferran Soldevila y Pere Bosch Gimpera, Història de Catalunya, 1946.

11 Ramon Vinyes, A la boca dels núvols, 1946

12 Victor Català, Solitud, 1946

13 Domènec Guansé, Retrats literaris, 1947.

14 Antoni Rovira i Virgili, La collita tardana, 1947.

15 Antoni Roira i Virgili, Teatre de la natura, 1947.

16 Francesc Trabal, Temperatura, 1947.

17 Josep Pous i Pagès, De la pau i del combat, 1948.

18 Victor Alba, Els supervivents, 1950.

19 Artur Bladé Desumvila, Benissanet, 1953.

Fuentes:

Lluís Agustí, L’edició espanyola a l’exili a Mèxic: 1936-1956. Inventari i propostes de significat, tesis doctoral, Facultat de Biblioteconomia i Documentació, Universitat de Barcelona, 2018.

Teresa Férriz Roure, La edición catalana en México, Jalisco, El Colegio de Jalisco, 1998.

Óscar Fernández Poza, Avel·lí Artís i Balaguer (1881-1954), comediógrafo e impresor-editor. Entre la plenitud del cambio de siglos y el exilio, tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 2016.

Miquel Martí Soler, L’Orfeó Català de Mèxic (1906´-1986), Barcelona, Curial, 1989.

Ediciones Fronda, una efímera editorial de circunstancias

Las Ediciones Fronda fueron una iniciativa de corta vida encabezada por dos hombres de letras de larga y brillante trayectoria, lo cual, paradójicamente, contribuyó a que este proyecto quedara aún más sepultado en el olvido.

Vicenç Riera Llorca.

Vicenç Riera Llorca (1903-1991) se estrenó en el periodismo en la Barcelona de los años treinta (en L’Esquella de la Torratxa, El cor del poble, Justícia Social, etc.), después de haber ejercido como profesor de catalán, pero fue en su exilio en México tras la guerra civil cuando, además de iniciar una notable carrera como narrador (Tots tres surten per l´Ozama, Giovanna i altres contes, Roda de malcontents, etc.), entró como corrector de pruebas y más tarde como traductor en la imprenta que regentaba Avel·lí Artís i Balaguer (1881-1954).

El prolífico dramaturgo, periodista e impresor-editor Artís i Balaguer tenía ya una muy larga trayectoria cuando llegó a México, y es lógico que una de las primeras tareas que se le encomendaran al llegar a América fuera la dirección de un periódico en Saltillo, que sin embargo nunca llegó a publicarse. Así, a mediados de 1940 decide trasladarse al Distrito Federal, donde su primer empleo es como cajista en la imprenta de la escritora y pionera periodista feminista Emilia Enriquez de Rivera (1881-1963), que hacía ya muchos años que había fundado y dirigía la longeva revista El Hogar (1913-1942), y con quien se asoció para crear A. Artís Impresor (en la calle Durango, 290), en la que, como señala Teresa Férriz:

 …dio trabajo a muchos operarios refugiados, un buen número de ellos de origen catalán: Marià Martínez Cuenca, prensista; Joan Margelí, linotipista; Joan Falcó, minervista; Miquel Fustagures, cajista; Lluís Branzuela, administrador; Elvira Tella i Lucrècia Ivan, encuadernadoras; Bartomeu Rosique y Lois –antiguo cónsul de España en Lyon–, cajista, Pere Matalonga y, más tarde, Vicenç Riera Llorca, corrector de pruebas, etc.

Avel·lí Artís i Balaguer.

Añade Férriz que el primer encargado del taller fue Marian Roca (1886-1976), «quien había aprendido el oficio antes de la guerra, en su antiguo taller de Reus» y había llegado a presidir el sindicato Societat Tipogràfica, y a quien sustituyó el tipógrafo madrileño José Castillo tras un episodio bastante asombroso que Riera Llorca reconstruyó en su libro Els exiliats catalans a Mèxic. Al parecer, al mencionado cajista Rosique, que aspiraba a dirigir el taller, le sentó muy mal la entrada del ugetista Castillo para ocupar ese puesto y tuvo con él un agrio enfrentamiento en el Sindicato de Artes Gràficas, y unos días después el jefe de taller apareció muerto mientras de dirigía a su puesto de trabajo. Tras las preceptivas investigaciones, que incluyeron interrogatorios a Artís y a Rosique, en palabras de Riera Llorca:

Nunca se aclaró oficialmente el caso, pero enseguida se supo que los instigadores –no los asesinos materiales, pero sí quienes habían dado la orden de asesinar a Castillo- eran los dirigentes del Sindicato de Artes Gráficas […] En el fondo de la cuestión había el asunto de unas máquinas de imprenta, un asunto sórdido y miserable.

Logo de Ediciones Fronda.

La asociación entre Artís i Balaguer y Enriquez de Rivera no duró mucho tiempo, entre otras cosas porque la salida de la periodista de El Hogar fue tormentosa y la abocó a una serie de problemas económicos que coincidieron con la intensificación de sus labores como activista del feminismo. Para entonces había entrado ya como cajista Vicenç Riera Llorca, que sustituyó como corrector de pruebas al periodista y escritor Pere Matalonga (1907-1947), cuando éste, que en 1941 había fundado con el poeta Josep Carner (1884-1970) la revista Full Català, entró a trabajar como corrector en la UTEHA (Unión Tipográfica Editorial Hispano Americana) del gallego José González Porto.

Artís i Balaguer y buena parte de su equipo (Roca, Riera Llorca, Joan B.Climent) pasaron entonces a las Ediciones Minerva, fundadas en 1940 por los también exiliados Miquel Àngel Marín, el librepensador y marido de la escritora Silvia Mistral Ricard Mestre Ventura (Ricarditu) (1906-1997) y el médico y político Ramon Pla Armengol (1880-1956).

Por el camino, Artís i Balaguer había creado la Impresora Insurgentes, donde se prepararon los volúmenes que las Edicions Catalonia hacían para el Comité de Propaganda Interaliado, muchos de los cuales traducía Riera Llorca, y  a finales de 1942 o principios de 1943 se asocian y, si bien no la registran oficialmente, ponen en marcha una editorial con el propósito inicial de publicar libros sobre la guerra en curso.

Empezamos con Una francesa en la tormenta, de Madeleine Gex Le Verrier –ha contado Riera Llorca–, que traduje yo y otro libro que tradujo el matrimonio Joan Sales-Núria Folch. Artís pagó la traducción a los Sales pero como yo era socio de la editorial no vi ni un peso por mi trabajo.

No he sabido hallar constancia de cuál era el libro traducido por Sales y Folch –que  tal vez no llegó a publicarse en estas Ediciones Fronda o, cómo apunta Lluís Agustí en su tesis, quizá se ocultaron tras un seudónimo– , pero sí en cambio aparecieron otros libros de escasa relevancia literaria, sin indicación del año de publicación, bastante apartados de los propósitos iniciales y firmados todos ellos por traductores sospechosos: Amor que todo lo vence, de Jean de La Brète, en versión de Florencio González (que no puede ser el escritor argentino homónimo que vivió entre 1818 y 1839); La boda de Gerardo, de André Theuriet, en traducción firmada también por Florencio González; Diario de Nesta: la muchacha que se declaró, de Berta Ruck, en traducción de Enrique de Cisneros (que por las fechas en que vivió tampoco puede ser el dramaturgo y senador español: 1826-1898), y  Noviazgo de prueba, de Henry Bordeaux, en versión de un ilocalizado Rodrigo Fernández de la Vega (aun cuando Bordeaux había sido profusamente traducido en Barcelona en los años veinte y treinta).

Lluís Agustí apunta también la posibilidad de que haya incluso algunos títulos de Ediciones Fronda por localizar, pues se distinguen dos colecciones, Ahora (en la que al parecer solo se publicó Una francesa en la tormenta) y La Novela Blanca, numerada, en la que se encajan Amor que todo lo vence (núm. 1), La boda de Gerardo (núm. 2), Noviazgo de prueba (núm. 5) y Mi prima Antonieta (núm. 6), por lo que faltarían los números 3 y 4, si es que llegaron a publicarse. Si no llegaron a publicarse, podría conjeturarse acerca del salto en la numeración.

Más importancia tiene Misterio de Quanaxhuata, de Josep Carner, que levantó entre la comunidad catalana en el exilio cierto revuelo –y la amarga crítica de escritores como Lluís Ferran de Pol, que tituló su reseña en Quaderns de l´Exili «Contra la obra de Josep Carner el Misterio de Quanaxhuata»– porque era la primera obra en español de uno de los grandes poetas catalanes, de la que la versión catalana, con el título El ben cofat i l´altre, no aparecería hasta 1951 (en la etapa de la editorial Proa en Perpinyà, después de haberla rechazado la Selecta de Josep M. Cruzet).

Los dos últimos libros publicados en las Ediciones Fronda aparecieron bastantes años después, la mencionada Mi prima Antonieta (1947), de Mario Uchard, en versión de una incógnita María Luisa del Olmo, y la obra del sindicalista anarquista Pere Foix (1893-1978) Cárdenas, su actuación, su país (1947), del que luego se hicieron varias ediciones en la editorial Trillas.

En cualquier caso, la relación entre Riera Llorca y Artís i Balagué en México fue muy estrecha y tuvo continuidad luega en proyectos como la editorial Colecció Catalonia (iniciada en 1944 y reconvertida en 1946 en Edicions Catalònia), donde Riera Llorca vio publicada su Tots tres surten per l’Ozama (1946); compartiendo vocalía en la Unió de Periodistes de Catalunya o en la Nostra Revista, fundada en 1946 y dirigida por Artís i Balaguer y en la que Riera Llorca actuó como secretario hasta que la abandonó por discrepancias sobre política internacional con Artís, lo que le dio pie a iniciar por su cuenta y riesgo una de las mejores revistas del exilio catalán en México, Pont Blau (1952-1963).

Fuentes:

Lluís Agustí, L’edició espanyola a l’exili de Mèxic: 1936-1956. Inventari i propostes de significat, tesis doctoral presentada en la Facultat de Biblioteconomia i Documentació de la Universitat de Barcelona en julio de 2018. Agradezco al autor que me facilitara copia de las páginas en que reúne la información sobre esta editorial, así como los datos adicionales que me proporcionó.

Manuel Aznar y José Ramón López García, eds., Diccionario biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, 4 vols., Sevilla, Renacimiento (Biblioteca del Exilio (Anejos 30), 2016.

Óscar Fernández Poza, Avel·lí Artís i Balaguer (1881-1954), comediógrafo e impresor-editor. Entre la plenitud del cambio de siglos y el exilio, tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 2016.

Teresa Férriz Roure, La edición catalana en México, Jalisco, El Colegio de Jalisco, 1998.

Marcela Lucci, «Semblanza de Vicenç Riera Llorca (Barcelona, 1903- Barcelona, 1991)», en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes – Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI) – EDI-RED, 2017.