Primeras aventuras editoriales de Germán Plaza Pedraz

Si bien uno de los pilares de Plaza & Janés, el editor Josep Janés (1913-1959), ha sido objeto de cierto número de estudios y acercamientos analíticos, se ha dedicado bastante menos atención a Germán Plaza Pedraz (1903-1977), auténtico artífice de esa empresa desde el momento en que, el 5 de agosto de 1959, constituyó con sus hijos Germán, Carlos y Guadalupe Plaza de Diego, y sus respectivos cónyuges, la editorial Plaza & Janés con un capital inicial de cinco millones de pesetas.

Germán Plaza.

Sin embargo, con toda la razón puede escribir José Carlos Rueda Laffond que el nombre de Germán Plaza «constituye un paradigma en las dinámicas de adaptabilidad y diversificación en el sector de la literatura de quiosco». Plaza, nacido un 2 de mayo en Pozálvez (Valladolid), residió con su familia en Salamanca y Madrid, antes de casarse y trasladarse a Barcelona –en 1928 o en 1931– como representante de la Editorial Católica. Se iniciaba pues en el negocio de las publicaciones más o menos al mismo tiempo que Josep Janés empezaba con sus primeros proyectos editoriales (los Quaderns Literaris, de venta periódica). En los años treinta puso en pie una empresa distribuidora, Comercial Gerplá, cuya marca condensaba su nombre y apellido, como luego haría con Ediciones G.P. y que a finales de los años cincuenta aparece como sello en algunos libros como Exclusivas Gerpla.

Sin embargo, parece que ya en tiempos de la República –es difícil precisar fechas porque estas ediciones no las indicaban– empezaron a aparecer bajo responsabilidad de Germán Plaza unos pequeños y breves volúmenes con el sello Cisne destinados a un público muy amplio. Es el caso por ejemplo de los Manuales Cisne, muchos de ellos firmados con seudónimo, y entre cuyos primeros títulos se cuentan Ciclismo, firmado por Aerre; Secretario de los amantes: Novísimo correo del amor (número 3), de Angelita Cuenca; Declaraciones de amor y arte de enamorar (núm. 4) y Cartas de amor, de odio, de sentimiento y ternura, ambos de Fernando Álvarez Llosés, o, acaso más interesante, algunos títulos firmados por el luego muy prolífico escritor y traductor Guillermo López Hipkiss (1902-1957), como 1000 refranes, proverbios y adagios, 200 pasatiempos, jeroglíficos y crucigramas, ¿De dónde es usted?, o, en la Colección Turquesa, La reina de los aires; y se ha especulado incluso con la posibilidad de que otro seudónimo que aparece a menudo en esta editorial, Gamma Lambda, oculte a López Hipkiss (mediante las iniciales de su nombre de pila y primer apellido). También resultan cuanto menos curiosos un Usted puede ser estrella de cine, firmado por Juan Mira, que acaso sea el mismo Juan José Moreno Sánchez (1907-1980) que, con el seudónimo Juan José Mira, se convirtió en 1952 en el primer ganador del Premio Planeta con En la noche no hay caminos; y La natación. Método sencillo y práctico, firmado por José Mallorquí (1913-1972), más adelante celebérrimo por las aventuras de El Coyote.

No obstante, la presencia de estos nombres hace que a la hora de fechar estos libros se planteen algunas dudas razonables y haya que tener en cuenta ciertos indicios no corroborados. Es bien sabido, por ejemplo, que a partir de 1931 Mallorquí se dedicó intensamente al deporte, a raíz de morir su madre y recibir una cuantiosa herencia que le permitía vivir holgadamente sin trabajar, y que en 1933 ya estaba empezando a publicar en Molino, que era una de las editoriales que distribuía Gerplá. Es probable, pues, que en esa misma época empezara a colaborar también en Cisne, pero es igualmente posible que estas colaboraciones se produjeran ya en la posguerra.

Otra colección interesante de Cisne fueron los Cuentos de Hadas, firmados por López Hipkiss e ilustrados en blanco y negro por Tomás Porto (1918-2003) –que durante la guerra civil trabajaría en el Comisariat de Propaganda de la Generalitat de Catalunya–, cuyos primeros títulos fueron La aventura de Mayita, Madrinita bella, La reina de los aires, La cenicienta y Blanca Nieves.

Con todo, en los años inmediatamente previos a la guerra, con el sello Cisne y distribuidos siempre por Gerplá, tuvieron muchísima difusión a partir de 1935 algunas colecciones teatrales ilustradas y de publicación semanal de las que se han ocupado Julia María Labrador Ben y Alberto Sánchez Álvarez-Insúa en Teatro Frívolo y Teatro Selecto, la producción teatral de editorial Cisne, Barcelona (1935-1943). Sobre la primera de estas colecciones escriben los mencionados estudiosos ya en la introducción a su obra que

tuvo un carácter singular, ya que reunió hasta veintinueve títulos catalogables dentro del subgénero de la revista musical, caso único dentro de la bibliografía teatral española, pues aunque las revistas se editaron en colecciones teatrales de carácter general y en publicaciones de la S. A. E., nunca lo fueron de forma seriada con anterioridad ni tampoco lo serían después

En la colección de Teatro Selecto alternaron los clásicos más ligeros y amenos de la tradición dramática española (Lope de Vega, Moreto, Alarcón…) con obras de algunos de los dramaturgos más famosos del momento (Alejandro Casona, Jacinto Benavente, Enrique Jardiel Poncela, Juan Ignacio Luca de Tena, Luis Fernández Ardavín, los hermanos Quintero…).

Otra colección bastante curiosa y que sin ningún género de duda ha de ser previa a la guerra fue Cultura Física y Sexual, que, según se describía en la publicidad, se «publica quincenalmente profusamente ilustrada con magníficas y originalísimas fotografías y dibujos» y que

Constituirá la más perfecta y acabada biblioteca sobre cuestiones físico-sexuales, de presentación esmeradísima, con gran riqueza de ilustración gráfica. Sus originales están redactados con una maestría y sencillez insuperables por el tan discutido pero indiscutible maestro de estas materias.

El «maestro» en cuestión era quien firmaba como Á[ngel] Martín de Lucenay, que previamente había publicado una extensa serie de Temas Sexuales en la Biblioteca de Divulgación Sexual en la editorial Fénix, y que en 1938 tuvo que exiliarse a México (donde, tras una estrepitosa incursión en el cine, acabó triunfando en el cómic con la serie Chanoc, ilustrados por Ángel Mora). En cuanto a la riqueza de ilustración gráfica mencionada en la publicidad, se concretaba sobre todo en fotografías fuera de texto impresas sobre papel satinado, y todo ello hace pensar que, por decirlo de algún modo más o menos elegante, su clientela no era –cuanto menos– estrictamente la comunidad científica.

También anterior a julio de 1936 es el arranque de la colección Mundo Aventurero, que Vázquez de Parga describe como construida «a base de novelitas breves de autoría anglosajona».

Concluida la guerra Germán Plaza se convierte con Cisne en el primer editor de los cromos, y los correspondientes álbumes, de la primera y segunda división de Liga Española de Fútbol en los que las imágenes de los futbolistas se ofrecen, ya no mediante dibujos coloreados, sino en fotografías. Entre los muy aficionados al género esta primera edición es conocida porque, por un muy comentado error, en la página correspondiente al Atlético de Madrid aparecía como portero el que era delantero centro del Barcelona, Mariano Martín (y viceversa, en el caso del portero del Atlético en aquel entonces, Luis Martín Camino).

Pero también es por aquel entonces cuando Plaza empieza una extraordinaria ampliación de su radio de acción que Vázquez de Parga explica del siguiente modo:

Ante las restricciones que en la primera posguerra sufría Molino y las facilidades que Plaza tenía para obtener cupos de papel, se lanzó de lleno a la edición de novelas populares, empezando por una nueva colección policíaca para la que conservó el nombre editorial de Cisne.

Es sabido que precisamente una de las estrategias, empleada también por Janés, para aumentar tanto las asignaciones de papel como de divisas consistía en crear diversos sellos, puesto que el gobierno franquista de la inmediata posguerra asignaba los cupos no a editores personales sino a empresas, y quizá eso explique en parte esa diversificación, aunque Vázquez de Parga no especifica cuáles eran esas facilidades ni por qué Plaza gozaba de ellas, pero también tenían mayores facilidades las publicaciones periódicas (en principio porque imprimían papel de cualquier calidad, por ínfima que esta fuese).

Por esas mismas fechas, concretamente en 1942, crea Germán Plaza la editorial Clíper, que lanza un montón de historietas de publicación periódica y venta en quioscos (Tontaina y Filetito en 1942, el famosísimo El Coyote en 1947, Billy el Niño y Nicolás en 1948, Florita, McLarry y El Encapuchado en 1949…) y de la que enseguida se hace muy famosa la colección de libros Wallace, destinada a novela policíaca y escrita siempre bajo seudónimos de resonancia anglosajona, así como otras igualmente dedicadas a publicar novela de género, entre las que una de las primeras fue Novelas del Oeste (dirigida por José Mallorquí y donde en su número 9 nació el personaje del Coyote). De 1943 es por ejemplo la Colección de Misterio, de nuevo policíaca, para la que Plaza contrató como coordinador a López Hipkiss (que escribió casi una veintena de títulos, bajo seudónimos diversos). Y de dos años después Fantástica, que se presentaba como un «magazine de historias, leyendas y relatos impresionantes» y que publicó diez números, más ocho extraordinarios.

Se atribuye a José Mallorquí la idea de Futuro, otra colección bajo la égida de Plaza, que a menudo aparece mencionada entre las pioneras entre las colecciones destinadas a la ciencia ficción, si bien lo suyo eran más bien aventuras en el espacio (o space opera). De los treinta seis títulos que publicó a partir de 1953, veinticuatro los escribió Mallorquí, con diversos seudónimos, y creó algunos personajes que calaron entre los lectores, como la pareja formada por el capitán Pablo Rido y el sargento Sánchez Platz.

De 1950 es el sello Ediciones Plaza (que entre otras cosas publica la revista femenina de «fascículos encuadernables» Festival y las fotonovelas de westerns Cimarrón) y ya avanzados los años cincuenta se añaden a este creciente y laberíntico entramado las Ediciones G.P., en cuyo seno aparece inicialmente Libros Alcotán, que publica como número 2 la traducción de Romero de Tejada de El velo pintado, de Somerset Maugham, que en 1946 ya se había publicado en la Editorial L.A.R.A. (poco antes de que el buen amigo de Plaza Josep Janés le comprara esta editorial a su fundador, José Manuel Lara Hernández). Entre los autores que publicará en esos primeros años Alcotán se encuentran también Julio Verne, H.G. Wells, Jack London y la serie sobre el oficial de la marina Horatio Hornblower de C. S. Forester. Y muy poco posteriores (¿1951?) deben de ser los popularísimos libros Pulga.

De mediados de la década (¿1955?) parece ser el primer volumen de una serie de Libros Plaza, encuadrados en las Ediciones G.P. y de aparición semanal, Grandes almacenes, de Cecil Roberts, al que seguiría, como volumen 2, la versión de Juan Luis Calleja de En tinieblas, de Rudyard Kipling, El Danubio Rojo (volumen 3), de Bruce Marshall y la traducción de Manuel Bosch Barrett de El rumor del torrente, de W. A. Mason; el número 7 fue el primero de autor español, Martín de Caretas, de Sebastià Juan Arbó, a quien seguiría Ignacio Agustí con Mariona Rebull y El viudo Rius (números 16 y 17, respectivamente).

Otra de las colecciones de Plaza, G.P. Policiaca, constituye uno de los ejemplos más claros de la colaboración con José Janés, pues arrancó inicialmente reimprimiendo aquellas obras de contenido más adecuado que previamente habían aparecido en colecciones janesianas, y si bien a ambos les interesaba el lector de policíacas, sus modos de publicación diferían enormemente y se dirigían a sectores de poder adquisitivo muy distinto.

En ese año 1955 se había incorporado a la empresa, inicialmente como coordinador editorial y traductor, Mario Lacruz, quien a su vez incorporó en septiembre del año siguiente a Rafael Borrás Betriu (que acababa de dejar Caralt), para completar un departamento literario en el que trabajaba también el doctor Mas Beya. En el primer volumen de sus memorias, Borrás Betriu dejó el siguiente retrato de Germán Plaza:

Don Germán me pareció una bellísima persona, con un punto de deslumbramiento por la letra impresa, tal vez debido a su condición de autodidacta, lo que hacía más meritorio su deseo de publicar a precios asequibles unas obras «para miles de lectores», como rezaba el eslogan de Libros Plaza.

Fuentes:

Anónimo, «Falleció el editor don Germán Plaza Pedraz», La Vanguardia, 18 de febrero de 1977.

Manuel Barrero, «Editorial Cisne», en Tebeosblog, 16 de agosto de 2010.

Julia María Labrador Ben y Alberto Sánchez Álvarez-Insúa, Teatro Frívolo y Teatro Selecto. La producción teatral de editorial Cisne, Barcelona (1935-1943), Madrid, CSIC, 2005.

Manuel Llanas, L’edició a Catalunya: el segle XX (1939-1975), Barcelona, Gremi d’Editors de Catalunya, 2006.

Felipe B. Pedraza, eds., «Editorial Cisne y las colecciones populares de teatro», en La comedia española en la imprenta catalana, Universidad de Castilla-La Mancha (Corral de Comedias 32), 2015, pp. 127

José Carlos Rueda Laffond, «Las colecciones populares: literatura de quiosco y tebeos», en Jesús A. Martínez Martín, Historia de la edición en España, 1939-1975, Madrid, Marcial Pons, 2015, pp. 657-679.

Salvador Vázquez de Parga, Héroes y enamoradas. La novela popular española, Barcelona, Glénat (Parapapel 3), 2000.

Vigencia de un infatigable de la edición española (Entrevista a Max Lacruz)

Mario Lacruz (1929-200).

Mario Lacruz (1929-200).

Han transcurrido ya  quince años desde la muerte del editor y novelista barcelonés Mario Lacruz (Barcelona 1929-2000), y hace más de una década que su hijo Max Lacruz creaba en Madrid la Editorial Funambulista, que se ha caracterizado por equilibrar la recuperación de grandes autores olvidados (con algunas colecciones específicas) con la apuesta por nuevos valores. Por las mismas fechas en que se llevó a cabo esta entrevista, cumplían años editoriales como Páginas de Espuma (16), Minúscula (15) Periférica (9), Nórdica (9) o Impedimenta (8), entre otras, que protagonizaron una eclosión –hasta cierto punto inesperada– de nuevas editoriales que han conseguido a lo largo de ese tiempo construir catálogos culturalmente coherentes e interesantes. Actualmente, sin abandonar su residencia habitual en Luxemburgo, Max Lacruz sigue al frente de Funambulista, un catálogo que en este momento ronda ya los doscientos títulos.

Es inevitable empezar evocando la figura de tu padre, Mario Lacruz, a quien en general quienes lo conocieron como editor y siguen en activo describen como uno de los últimos editores que consideraban la suya una profesión de caballeros. Me refiero a su talante británico, a su exquisitez en las formas en la relación con otros editores y con autores, que tal vez contrastaba con el estilo más informal o desenfadado de Carlos Barral o de los jóvenes editores que empezaron a surgir a finales de los años sesenta. ¿Tienes esa misma percepción de que con él acaba una etapa en el ambiente editorial barcelonés?

Esta noche la libertad, en la colección El Arca de Papel.

Sí, con él acaba una época, porque además ya era él un poco de otra época en muchas cosas, si bien fue rabiosamente moderno también, y así lo demostró siendo el editor que más marketing novedoso hizo en su época, con anuncios en la radio, la tele y en banderolas tiradas por avionetas (¡!) (Esta noche la Libertad, de Lapierre y Collins), discos de acompañamiento (Papillon, de Charrière, con canciones de Los Tres Sudamericanos;  por cierto escribió  todas las letras de las canciones y las firmó M.L., la discográfica quería fichar a ese letrista…), muebles ad hoc para los libros (Colección Pulga), campañas como Las 4 Estaciones en Argos-Vergara, etc.

Pero es cierto que era un editor a la antigua en su trato con otros editores y con los autores y agentes; su condición de novelista no era ajena a esto. Sabía muy bien lo que era la materia prima de los libros. Siempre se consideró un escritor metido a editor: no tenía vocación de editor, y al final el editor se comió al autor…

En cuanto al ambiente barcelonés, lo frecuentó, claro, inevitablemente, pero con su distanciamiento habitual; no era persona de grupos y la vida social y cultural del momento no le interesaba especialmente, si bien había estado muy metido en el mundo del teatro (fue director del grupo de teatro Teatro Club con Marsillach, Soldevila, Senillosa, donde montaron a O’Neill, Ionesco…), del cine ( guionista de varias películas aparte de las dos suyas, El inocente y Gaudí), de las tertulias en los años cincuenta (Turia, o las que compartía  en las casas  de Amèrica Cazes de Coma o Esther de Andreis, ¡previo permiso de la policía!, con Gironella, los Carandell, Matute, Borràs etc), pero a partir ya de mediados de los sesenta se fue desentendiendo y se centró más en su trabajo de editor, por mor de sus cinco hijos, toda una familia numerosa a la que sacar adelante. Y porque seguía escribiendo, a ratos… pues publicó su último libro, El ayudante del verdugo, en 1971.

Un verano memorable, en la colección Pulga.

Uno de los hitos de su trayectoria es la afortunada y un tanto azarosa creación de los libros Pulga (que tanto éxito tendrían), que pone de manifiesto un conocimiento bastante profundo de la profesión, más allá del buen gusto literario y la percepción de la comercialidad de las obras. ¿Quieres comentar ese caso y ese aspecto de la faceta de Mario Lacruz?

Fue una idea muy buena haciendo de necesidad virtud (la escasez del papel), una colección de minibolsillo, en la que cupo de todo, literatura y ensayo. Y lo del mueblecito para guardar los libros me parece enternecedor, ¡un mundo en miniatura! Creo que es uno de los hitos editoriales a nivel mundial. Y se ha imitado luego muchas veces, pero sin tanto éxito, más como gadget que otra cosa… Lo más increíble es que los libritos aquellos se podían leer, el cuerpo de letra era aceptable. No eran un gadget. Un prodigio. Hay quien los colecciona, y se ven en los rastros y en Internet… “El saber no ocupa lugar, era el lema, realmente encarnado en el formato.

Anuncio de la estantería para la Enciclopedia Pulga.

Su personalidad como novelista hace menos sorprendente tal vez su capacidad para detectar valores literarios, pero ciertamente la cantidad de autores extranjeros que introdujo o en España, o que recuperó, en particular en Plaza & Janés, resulta asombrosa.

El conocer la materia prima fue fundamental. Pocos editores son escritores, y menos buenos escritores. Mi padre fue un buen escritor, al que la crítica no le ha dado el encaje que merecía, por ese distanciamiento que mencioné antes, por ese ir por libre y a contracorriente muchas veces, eso Constantino Bértolo o Vázquez Montalbán lo han contado mejor que yo.

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Mario Lacruz.

También sabía lenguas, eso en aquella época era poco frecuente. Podía leer en varias, y estaba pendiente de lo que ocurría fuera, seguía la prensa extranjera, a los agentes y editores extranjeros. Y no era algo forzado, pues se sentía muy europeo y… muy poco español (y catalán), para qué decir lo contrario… La literatura española le interesaba poco, su mundo literario era europeo, el británico, el de la Mitteleuropa, el mundo judío de entreguerras… Sus propias novelas así lo acreditan, fueron a contracorriente de lo que se hacía en ese momento.

En su momento, y creo que con razón, me señalaste la tremenda desproporción entre la importancia que tuvo Mario Lacruz en la continuidad de los catálogos de Josep Janés y la ausencia de comentario sobre ello en la biografía A dos tintas. A la muerte en 1959 de Janés, y al integrarse las colecciones por él creadas a Plaza & Janés, sin duda Lacruz  tuvo que enfrentarse a una tarea titánica para fusionar dos catálogos tan ricos y potentes, ¿no?

Germán Plaza (1903-1977).

En efecto, pues ésa fue su principal tarea durante dos décadas. Empezó muy pronto a trabajar en el mundillo, primero revisando, traduciendo, para  Editorial Germán Plaza.  Pero la fusión de G.P. con José Janés Editor es Mario Lacruz. Fue el director general de P&J desde el principio, pero fue sobre todo su hacedor. Lo digo con toda rotundidad. La gente que lo vivió lo sabe. El viejo Plaza le daba un sobresueldo a modo de participación en beneficios a espaldas de sus hijos. Cuando lo fichó Argos-Vergara (Banco de Madrid) lo llamaban “el Cruyff” de las ediciones: el cheque que se le tendía era en blanco.

Estuvo a punto de encabezar el desembarco del grupo Rizzoli en el mercado en lengua española, pero él no lo vio claro, y Rizzoli decidió no hacerlo, sin mi padre no se atrevieron…

En Argos-Vergara (1975-1981) revolucionó el mercado de nuevo: baste con señalar unos pocos hitos: Los topos (Torbado), Ada o el ardor (Nabokov),  El factor humano (Greene), El topo de Le Carré , Alguien voló sobre el mido del cuco o El mundo según Garp… publicó las novelizaciones de La guerra de las galaxias, también, con todo el marketing que supuso, o libros políticos como El caso Moro, El crimen de Cuenca, Cisne, espía de Franco o Espejo de Sombras de Soledad Blanc, que dio pie a la película El Desencanto

Luego fichó por Planeta para resucitar Seix Barral a cambio de un paquete de acciones. Y Seix Barral tuvo unos años en los que copaba las listas de libros más vendidos. (El perfume, En brazos de la mujer madura , Donde el corazón te lleve, El libro del desasosiego, La ciudad de los prodigios, Te trataré como a  una reina, El invierno en Lisboa, Luna de lobos,  En brazos de la mujer madura, los  Marsé, Saramago,Vargas, Cabrera, Cela, Juan Goytisolo, Umbral  pero también la nueva hornada de los ya citados por sus títulos: Muñoz Molina, Llamazares, Rosa Montero..… Con él Javier Marías [El siglo, 1983])  y Roberto Bolaño [La literatura nazi en América, 1996]  publican  obras en Seix que empiezan a darles proyección, nadie lo menciona nunca, o debuta Pedro Zarraluki en Argos-Vergara…En Seix publica también a Nina Berberova, Dacia Maraini, Donna Leon, Luciano de Crescenzo, Rushdie… y sus Versos Satánicos ¡de infausta memoria! Su olfato y su capacidad para hacer prosperar títulos y  editoriales era inmenso. Decía que el editor es como el jugador de casino: con suerte y con el tiempo se hace amigo del crupier. Él se hizo amigo muy pronto y nunca le abandonó la suerte.

Volviendo a P&J: convirtió esa fusión de dos sellos tan dispares, y hasta opuestos, en el principal grupo editorial en lengua española en el mundo, por eso lo compró Bertelsmann por la cantidad astronómica que pagó en su momento, es decir la segunda etapa de mi padre en Plaza&Janés, años 1981-1983. En los veintipico años en P&J no sólo recuperó todo lo recuperable del sello de Janés, sino que dio continuidad a todo tipo de colecciones, de premios Nobel, de Pulitzers, de humor, creó varias de bolsillo, enciclopedias, diccionarios, best-sellers, libros infantiles, juveniles. Salvo el libro de texto escolar y el universitario, tocó todos los palos, y los tocó muy bien.

Enrique Badosa.

La lista de libros de P&J que marcaron una época es asombrosa, desde los Lapierre, los de Collins, el Papillon, El varón domado [de Esther Vilar], El mono desnudo [de Desmond Morris], Archipiélago Gulag, Juan Salvador Gaviota o El informe Hite, los libros de historia de Montanelli  o la colección esotérica Otros Mundos, pasando por todos los libros de García Márquez, a quien publicó durante muchos años, o la colección de poesía en español y en bilingüe (en esto tiene mucho arte y parte Enrique Badosa, un editor y escritor muy afín a mi padre y con rasgos parecidos en muchos aspectos y al que nombró director del departamento de lengua española, cargo que ocupó dos décadas)… Sólo hay que recordar nombres como Gironella, Candel, Tomás Salvador, Díaz-Plaja, Salisachs, Porcel, en la primera etapa o los de Marsé, Isabel Allende, Torrente Ballester, Terenci Moix, Fernández-Santos, en la segunda…

La novelística española no se entiende sin la colección Novelistas del Día de los años sesenta y setenta…, pero es que al mismo tiempo publicaba en la colección Internacional de P&J a Evelyn Waugh, a Sciascia, a Nabokov, Graham Greene…  Y también a Wodehouse, Pitigrilli, Chesterton, Daninos, Guareschi… En la segunda etapa están los Burgess, Updike, Malamud, Bashevis Singer…

Banco, en la colección Manantial, cuyo nombre evoca el Manantial que no Cesa, de Janés.

Has mencionado a Vargas Llosa, Cabrera Infante y García Márquez, ¿cómo valoras, al mirar atrás, la importancia de Mario Lacruz en el asentamiento y la difusión de lo que para entendernos llamamos los autores del boom hispanoamericano?

Es el editor “oculto” del boom: aparte de los ya mencionados, es el editor de Asturias, Rulfo, Donoso, Roa Bastos, Abel Posse, Scorza, Laínez y del segundo boom con Isabel Allende, Baily, Mastreta…, pero luego en Seix, publica a todo Vargas Llosa (le publicó más de quince libros), Paz, Fuentes. No hay autor del boom que no publicara, incluso a Borges y Cortázar los publicó tangencialmente en algunos de sus sellos, P&J, Argos Vergara o Seix…

Es inevitable suponer que en tu decisión de dedicarte a la edición pesó de algún modo la experiencia de tu padre, pero supongo que habría también otros modelos, otros editores que te influirían de algún modo.

Sólo me influyó en eso mi padre, fue una especie de homenaje póstumo, para llenar un vacío que yo sentía. La idea era publicar los inéditos que dejó y algún descubrimiento; luego la cosa fue derivando hacia hacer un sello con más títulos. Y en esos estamos, dentro de nuestras modestas posibilidades e intentado no perder demasiado dinero.

Editorial Funambulista nació en unos momentos (octubre de 2004) en que estaban apareciendo otros pequeños sellos que con el tiempo se han ganado un prestigio y que han logrado tener continuidad, como las Páginas de Espuma de Juan Casamayor, la Minúscula de Valeria Bergalli o los Libros del Asteroide de Luis Solano. ¿Cómo recuerdas ese momento inicial y qué opinión te merecen esas trayectorias?

Lo recuerdo como un proyecto ilusionante, pero sin tener conciencia de que otros hacían lo mismo, quizá por mi modo de ser o porque yo vivía y sigo viviendo en el extranjero. Está bien que haya habido esos sellos, han ampliado la oferta, creo que se edita mucho y bien en España, contrariamente a lo que algunos dicen,  hay muchos autores que en otras épocas no estaban visibles, muchos rescates, muchos autores nuevos…

La crisis es de público, de ventas, no de oferta ni de producción. El problema, como dijo Wilde de uno de sus estrenos, es que la obra está muy bien, pero el público…  es un desastre. Es decir: se edita mucho y muy bien, pero se compra poco. Leer no sé si se lee siquiera, porque creo que este es un parámetro que costaría mucho aquilatar.  Me da la sensación de que España sigue siendo un país donde se lee poco, pero igual me equivoco. Yo lo achaco al sistema educativo, que no fomenta la lectura, la lectura hay que promoverla en la escuela, pero para eso hay que tener profesores vocacionales, bien considerados, bien pagados  y motivados. De todo esto hay bien poco.

¿Cómo ves, desde la distancia, el panorama o el contexto editorial en el que nació Funambulista? Algunas iniciativas independientes, como Pre-Textos o Lengua de Trapo, estaban logrando plantar cara con éxito a las grandes empresas y a las editoriales más veteranas, ¿generó eso una sensación de que había espacio para nuevas experiencias e iniciativas?

Lo he mencionado ya: yo no tengo conciencia de ello. Constato que hubo nuevos sellos, y que algunos han sobrevivido. Pero antes  también hubo sellos independientes de este tipo, como Trieste de Trapiello y sus socios. Es decir, tampoco creo que hayamos inventado nada. Y los grandes grupos también han tenido sus pequeños “sello-semillero” literarios y de calidad, como Caballo de Troya o, en su momento, en los ochenta, Versal, del Grupo Anaya… Con la posibilidad de tiradas más cortas y más baratas el acceso al mercado se allanó hace unos años, eso es todo.

Ahora se verá si el salto a lo digital supone un cambio en la relación entre los sellos y el público y qué papel tendrán los sellos grandes con capital importante detrás y los sellos pequeños o medianos.  Es toda una incógnita. Pero el futuro será digital. Cuando leí que el jefe máximo de Penguin Random House [Markus Dohle] vaticinaba que el papel tenía por delante un siglo de vida, me dio la risa. Eso se llama querer levantar la moral de la tropa… El papel subsiste porque la industria teme perder un modelo de negocio que todavía es rentable. Cuando pierda el miedo y vea que lo otro puede ser rentable, se habrá acabado el papel. No veo qué ventaja tiene el papel. Lo del tacto me parece pueril. El libro electrónico se puede subrayar, enlazar, cruzar, permite búsquedas, y los dispositivos lectores son cada vez mejores y las baterías duran más, por no hablar de las ofertas de miles de títulos online tipo “Kindle unlimited” u otros por abonos de 8 o 10 euros al mes…

Hay toda una serie de autores literariamente importantes que en España fueron muy populares en los años cuarenta y cincuenta que parece que en algún momento quedaron arrinconados, como Lajos Zilahy, Selma Lagerlöf o Ferenc Karinthy, y que Funambulista se ha ocupado de reivindicar y recuperar. ¿Cuál es el sentido que das a esta línea de recuperaciones?

El sentido de que el patrimonio hay que revisitarlo. Los clásicos contemporáneos acaban siendo más clásicos que contemporáneos, y por eso hay que volver siempre a ellos. Me gustan los autores que publicaron entre los años veinte y cincuenta del siglo XX, creo que son los cuarenta años dorados de la novelística mundial…

En cuanto a la novela realista decimonónica, a la que también has prestado atención en Funambulista (Zola, Stendhal, Eça de Queirós), ¿cuál crees que es su papel en nuestros días, en qué reside su vigencia?

Un poco lo mismo que decía para los autores anteriores. Son clásicos, y en este caso que mencionas, son los padres de la novela moderna. El siglo XIX es básico para entender el XX y el XXI. Es una perogrullada, lo sé, pero a veces conviene no perder de vista cosas elementales.

La prueba de fuego de todo editor suele ser la selección de obras inéditas en su propia lengua. ¿Qué tal ha sido la experiencia en ese terreno? ¿Han sido una ayuda las agencias literarias en la búsqueda de nuevos autores?

Utilizo muy poco las agencias para manuscritos en español, porque tengo sobreabundancia de textos que me llegan espontáneamente, imagino que como a todos los editores. Me impuse una cuota de primeras o cuasi primeras novelas, y dar una rampa de lanzamiento a nuevos autores. Lo he cumplido. Pero es complicado que el mercado acompañe, parece como que los nuevos autores sólo interesan muy de vez en cuando o en el caso de que los lancen sellos grandes. Pero una vez más, el futuro es digital: cualquiera puede colgar tu texto en Internet en blogs o plataformas. Como en la música. ¿Cabe mayor bibliodiversidad que ésta?

Lo que está claro es que un editor de verdad es el que descubre talentos nuevos; publicar a autores consagrados o libros que han triunfado en otras lenguas es relativamente sencillo. La mayoría de los editores no están por la labor.

En cuanto a la edición en catalán, siendo como es un ámbito lingüístico que, a diferencia del español, no es previsible que crezca, ¿a qué respondió la decisión de abrir una colección, Lletraferits, en esta lengua? En los últimos años están surgiendo muchos pequeños sellos independientes en catalán. ¿Adviertes el riesgo de una saturación de oferta, o crees que habrá un crecimiento de lectores en catalán, quizás fuera de Cataluña, que posibilite la supervivencia de esas iniciativas editoriales?

Mi colección en catalán es muy modesta, un capricho casi, una cosa irrelevante, suponiendo que la otra parte del catálogo tenga algo de valor.. No sé el potencial futuro del libro en catalán, pero lenguas igual o  más minoritarias que el catalán tienen una industria editorial sana… (islandés, sueco, danés, noruego). Imagino que hay mucha oferta y riesgo de saturación, pero también es cierto que hay muchos títulos extranjeros que no se traducen al catalán y que podrían traducirse. No sé qué ocurrirá en el futuro, igual la gente se pone a leer en inglés los libros escritos originalmente en inglés, que son aún el grueso de las traducciones, como en Suecia o Países Bajos…

En cuanto a la producción en lengua catalana, es lógico que crezca a medida que el uso del idioma crece. Es la parte buena de la inmersión. La parte mala es usar la lengua como vector de ideologización… Hace treinta años era impensable que hubiera tanta novela escrita originalmente en catalán, por ejemplo. Ahora bien, ¿hay un público para tanto título en catalán? Creo que muchos lectores bilingües catalanes optan por leer en castellano, y me parece que es totalmente respetable… ¿Era menos catalán Francisco Casavella por escribir en castellano, por ejemplo…?

A veces se achaca a los escritores españoles permanecer anclados en una visión un poco romántica de la creación, en el sentido de pensar que lo que escribe “el genio” es intocable, cosa que dificulta mucho la labor del editor de textos. ¿Cuál ha sido tu experiencia en ese sentido? ¿Cuáles son a grandes rasgos tus principios a la hora de trabajar con los autores?

Dos son los patrones que se dan: el autor que se niega a que le digan nada sobre su texto, de tan seguro que está de que es una obra maestra; y el que acepta, ya sea por modestia o por inteligencia, y muchas veces de buena gana,  todo comentario o propuesta de mejora de sus textos.

Yo soy de los editores que se implican en el texto, así que con los primeros no puedo trabajar; con los segundos, sí. Dejo para  mis memorias el relato de algunos casos, porque revelan mucho del ser humano. De lo bueno y de lo malo. De todos modos, el autor, una vez aceptado el diálogo con el editor, y el principio de que todo texto puede mejorar, ha de tener la última palabra pues, en definitiva, es quien firma. El trabajo de editor es un trabajo en la sombra. Como dice Steiner de los profesores, los editores somos meros intermediarios, hemos de aceptar siempre el perfil bajo: lo importante son los textos, siempre los textos, incluso por encima de los autores…

Max Lacruz.

Max Lacruz.

Lecturas adicionales:

Web de Funambulista.

Página sobre Mario Lacruz.

José F. Beaumond, «Entrevista a Mario Lacruz: Se puede ofrecer literatura de calidad a bajo precios», El País,  abril de 1979.

Constantino Bértolo hablando sobre Mario Lacruz en una entrevista en El Ojo Crítico, 1 de abril de 2014.

Max Lacruz, «El armario sagrado de Mario Lacruz (1929-2000)«, Literaturas.com.

Xavier Moret, «Un gran homenaje al editor Mario Lacruz reúne al mundo de las letras en Barcelona«, El País, 10 de octubre de 2000.

Lourdes Morgades, «Escritores y editores destacan la gran modernidad de la obra de Mario Lacruz«, El País, 31 de marzo de 2005.

Píramo, «40. Mario Lacruz«, en Cesó todo y déjeme, 11 de abril de 2010.

Merche Rodríguez entrevista a Max Lacruz en Magazine Digital.

Germán Plaza y la Pulga

Germán Plaza

Germán Plaza Pedraz

A Silvia Sesé

 

El milagro está hecho: en el metro (hasta ahora gabinete de lectura de esas infranovelas fundamentadas en las hazañas del gángster, de la niña ñoña y del héroe estúpido), en el metro decimos, se lee ahora a don Tirso de Molina y a don Leónidas Andreiev y a cualquiera de sus esclarecidos colegas […] Conmovidos, agredidos y turulatos, manifestamos a los inventores de la Enciclopedia Pulga nuestro asombro y nuestro reconocimiento. ¡Enhorabuena!

Mario Lacruz

Así se saludaba en la revista humorística La Codorniz la que quizá sea una de las colecciones más entrañables de los años cincuenta, y que en cierto modo era una respuesta del editor Germán Plaza (1903-1977) a las carencias de papel que se dieron en España en la posguerra española. Acerca de esos “inventores” de los minúsculos volúmenes de tamaño muy similar al de un paquete de cigarrillos (10,5 x 7,5) que albergaron todo tipo de obras importantes, explicó a Rai Ferrer el que fuera su editor, Mario Lacruz (1929-2000):

Hacía algunos años que don Germán había comprado una rotativa Man de seis cuerpos [las célebres Manroland] parecida a una máquina de tren. Un buen día, con la rotativa parada por la caída de los tebeos, tomó uina hoja d papel que imprimía la máquina y comenzó a doblarla una y otra vez. El resultado fue un minúsculo cuadernillo de 64 páginas que lanzó sobre mi mesa diciendo: ¿Qué podemos hacer con esto? A los pocos meses, la Enciclopedia Pulga se convertía en un gran éxito editorial.

Algo tuvo que ver en ello la decidida apuesta por la agresiva y amplia publicidad, en consonancia con unas tiradas amplísimas, que llegaban en algunos casos de obras clásicas (La perfecta casada y obras de Tirso, Cervantes, Dostoievski o Oscar Wilde) a más de cien mil ejemplares. Así lo contó el propio Germán Plaza en una interesantísima conferencia en 1955:

Si bien era condición importante el contar con imprenta propia, no lo era suficiente. Precisábamos tener confianza en la reacción del público y efectuar tiradas lo suficientemente numerosas para que mereciera la pena imprimirlas en rotativa, procedimiento gráfico que, en ediciones de este carácter, permite una apreciable reducción del coste.

Era necesario también mecanizar al máximo el proceso de encuadernación, operación que por lo general invierte una considerable mano de obra. Y la importación de una maquinaria adecuada nos permitió lograrlo. Y además, una tradición editorial desarrollada sobre todo con una colección de tanta popularidad como en su tiempo lo fue El Coyote, nos permitió crear una organización distribuidora en España que nos facultaba para hacer llegar a todos los rincones del país las nuevas colecciones.

La Pulga tenía sin embargo  un muy noble antecedente en Grano de Arena, la colección creada e impulsada entre 1941 y 1942 por José Janés (1913-1959) de un modo mucho más artesanal (era una época incluso más dura, en la que todo estaba por hacer y ni hablar de importar maquinaria). Los pequeños volúmenes de 9 x 6 de Janés albergaron breves textos (pero completos) como Pollock, de H.G. Wells, Satyro, de Goethe, Intermezzo, de Heine, Inocencia reconocida, de Boccaccio, Heroídas, de Flaubert, Una tragedia, de Balzac, Una novela en nueve cartas, de Dostoievski, La modistilla, de Eugenio Heltai, Margarita de Escocia, de Mateo Bandello, Ética del contrabajo (Premio Viareggio 1939), de Orio Vergani, Elogio del gastrónomo, de Anthelme Brillat-Savarin, y obras igualmente breves de Edgar Allan Poe, E.T.A. Hoffmann, Joseph Conrad, R.L. Stevenson, Mark Twain, Edmundo de Amicis, Walt Withman, Oscar Wilde, D.H. Lawrence, Knut Hamsun, Luigi Pirandello o James Joyce.

Interior de Sor Beatriz, de Charles Nodier, en Grano de Arena (1942)

Los criterios de la Enciclopedia Pulga en cuanto a la selección de temas, autores y títulos también los expuso pormenorizadamente su creador:

No vamos a darle a este público, hasta hoy yermo de buena semilla, una literatura sofisticada o de proporciones grandiosas. Sería lo mismo que ofrecer un banquete pantagruélico a quien ha sufrido un ayuno prolongado. En vez de ello, hay que proporcionarle lo que, dentro de un tono de cierta elevación y ambición cultural, guarde proporción con la limitada preparación de que hasta el momento ha adolecido. Éste es otro de los secretos a voces de la Enciclopedia Pulga. No asusta al lector con volúmenes de gran extensión o de contenido abstracto, sino que le ofrece temas sencillos, de interés permanente, expuestos en un lenguaje llano e inteligible.

La selección de títulos llevada a cabo por Mario Lacruz para La Pulga presenta más de un punto de coincidencia con la de Janés en cuanto a algunos autores (Goethe, Wilde, Stevenson, Twain…), si bien una diferencia importante la constituye la presencia de autores españoles. Si en el proyecto de Janés sólo aparecen Eduardo Aunós (con París en el siglo) y Eugenio d´Ors (Historia de enfermos y de viejos), en la de Lacruz se dio cancha a varios escritores destinados a ocupar un lugar importante en la historia de la literatura española, como es el caso de Dolores Medio, César González Ruano, Miguel Delibes, Camilo José Cela o el propio Mario Lacruz, de quien en 1955 se publicó un volumen titulado Un verano memorable que incluía Ana y los niños, La comunidad, La mujer forastera y solitaria, Los brazos y el relato que le daba título (y del que el año 2000 Debate publicó una edición no venal numerada de 500 ejemplares). Por otra parte, y según explica Plaza en la misma conferencia ya citada, lo que más se vendía, y en este orden, eran los encargos hechos por el editor a autores no muy conocidos de obras referidas a temas importantes (Sevilla, Los Estados Unidos al sprint, ¿Jesucristo es Dios?, La religión, ¿para qué?…), autores clásicos como los ya mencionados, los temas de divulgación científica o de humanidades (La energía atómica, Beethoven, Islandia, entre fuego y hielo…) y por último “relatos y narraciones de autores contemporáneos y de “campanillas””. Es notable también la presencia en Pulga de versiones de obras llevadas con éxito a la gran pantalla (Mogambo, de Wilson Collinson, El prisionero de Zenda, de Anthony Hope o Ben-Hur, de Lewis Wallace, obviamente en una versión abreviada a 223 páginas).

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Si se ha recordado hasta la saciedad el eslógan de que se sirvió esta colección («El saber no ocupa lugar»), menos leída ha sido la publicidad que aparecía al final de cada uno de ellos, obviamente destinada a evitar que libros tan baratos como estos fueran objeto de préstamo:

La muerte acecha…

Piense por un momento en los males que puede acarrearle la lectura de novelas que hayan pasado por varias manos.

No olvide que el papel es uno de los vehículos portador de las más terribles enfermedades.

¡Huya de ellos como del mismo demonio!

Ahora ya no necesita usted pedir novelas prestadas porque en la Enciclopedia Pulga encontrará lo que necesita y a un precio sumamente económico. Cada volumen de 64 páginas, con un promedio de 60.000 espacios y cubierta en cartulina, 1’50 Ptas.

Desde luego, se trata de una colección que dice muchas cosas acerca de cómo eran los años cincuenta en España, pero lo que quizá pueda parecer extraño es que los publicistas de dispositivos de lectura digital no hayan empleado todavía ese sagaz argumento…

Fuentes:

El Abuelito, “Pulgas fantásticas” y “Pulgas gigantes”, en El Desván del Abuelito, 11 de febrero de 2009 y 15 de marzo de 2011, respectivamente.

Francisco Lacruz, “Mario, mi hermano”, reproducido en el apéndice a Mario Lacruz, Trilogía de la culpa (El inocente. La tarde.El ayudante del verdugo), Madrid, Funambulista, 2009.  (Colección LiteraDura), pp.609-616.

Laura López Sánchez, “La culpa en la novela de Mario Lacruz”, reproducido en el apéndice a Mario Lacruz, Trilogía de la culpa (El inocente. La tarde.El ayudante del verdugo), Madrid, Funambulista, 2009.  (Colección LiteraDura), pp. 595-608.

Ll. M., “Germán Plaza, el introductor del libro de bolsillo”, La Vanguardia, 17 de marzo de 1984, p. 27.

Xavier Moret,”Plaza y Janés”, en Tiempo de editores. Historia de la edición en España, 1939-1975, Barcelona, Destino (Imago Mundi 19), pp. 168-174.

Germán Plaza, “Los problemas del libro popular en España”, conferencia pronunciada en la Biblioteca Central de la Diputación de Barcelona con motivo de la Exposición de la Fiesta del Libro de 1955 y publicada como anexo al Catálogo de la producción editorial barcelonesa comprendida entre el 23 de abril de 1954 y el de 1955, Barcelona, Diputación de Barcelona, 1956.

Pop Ediciones, “Por un puñado de pulgas”, Cultura impopular, 23 de abril de 2012.