Hipótesis sobre una accidentada edición «desaparecida»

En las obras completas del excelente dramaturgo español Antonio Buero Vallejo (1916-2000), publicadas por Espasa Calpe en 1994, se incluye un artículo de homenaje a Eusebio García Luengo (1909-2003) en el que se cuentan los motivos de que su obra más conocida experimentara un cambio de título:

Había titulado yo La escalera a la obra, ya escrita, que fue más tarde mi primer estreno; cambié un tanto ese título al enterarme de que Eusebio era autor de otro drama así denominado, aunque ‒según comprobé cuando al fin pude leerlo‒ nada tenía que ver con el mío salvo la acción del primer cuadro en el rellano de una escalera vecinal.

Ciertamente, García Luengo había visto estrenada esta obra el 13 de febrero de 1948 en el Instituto Cardenal Cisneros de la mano del Teatro Experimental Arte Nuevo, con dirección de Medardo Fraile (1925-2013), en una sesión en la que también se pusieron en escena Cuando llega la otra luz, de Carlos José Costas (dirigida por Alfonso Sastre) y Compás de espera, de Alfonso Paso (1926-1978) y dirigida por él mismo. Como es bien conocido, la obra de Buero Vallejo Historia de una escalera se estrenó el 14 de octubre de 1949 con los honores propios de un ganador del Premio Lope de Vega y con dirección de Cayetano Luca de Tena (1917-1997).

Pero añade también en el citado texto Buero Vallejo: «De otros títulos de textos suyos me llegaban referencias, como del de No sé, una novela que nunca pude encontrar». Resulta que, en la cualificada opinión del profesor Enrico Di Pastena, quizá se trate precisamente de «su mejor novela, de corte unamuniano y centrada en la desorientación de la figura del intelectual procedente de ambientes rurales».

El asunto se explica porque esta novela escrita a finales de la década de 1940 no llegó a circular con cierta fluidez por España hasta 1985, en la colección de Anthropos Memoria Rota-Exilios y Heterodoxias y con prólogo de Carlos Gurméndez.

No obstante, el libro sí había existido en 1949, y hay pruebas fehacientes de ello. Según la entrada dedicada a García Luengo en Wikipedia (consultada en febrero de 2023), la primera edición publicó «una editorial valenciana», pero se trató de «una edición malograda por un accidente» del que no se dan más datos.

La empresa valenciana en cuestión fue Cosmos, que a finales de 1949 hizo una edición de No sé encuadernada en cartoné, de volúmenes de 13 x 18 y 272 páginas, que se encuadraban en la colección Tyris. En la misma colección aparecería en mayo de 1951 el poemario de Alejandro Gaos (1906-1958) La sencillez atormentada, si bien en ese caso las 78 del volumen se encuadernaron en rústica y con un formato de 22 x 16 cm., y según la página de créditos a cargo de los Talleres Gráficos de Impresos Cosmos. Pero mencionar algunos de los títulos de Cosmos quizá sea más orientativo.

En Impresos Cosmos había aparecido ya antes de la guerra, desde noviembre de 1935, la revista semanal Información Internacional, que al parecer sustituía a La Correspondencia Internacional (órgano de la III Internacional).

Sin embargo, mayor importancia tienen otros trabajos anteriores, y en particular el hecho de se ocupara de la primera etapa de la revista Nueva Cultura, revista marxista fundada por Josep Renau (1907-1982) y que aglutinaba a artistas tan destacados como Alberto [Sánchez Pérez, 1895-1962], [Francisco] Carreño (1908-1993), (Antonio Ballester (1910-2001) y Manuela Ballester (1908-1994) y firmas como las de César Arconada (1898-1964), Max Aub (1903-1972), Juan Gil-Albert (1904-1994) o Pascual Pla y Beltrán (1908-1961), pero en cuyas páginas son también frecuentes tanto la del mencionado Ángel Gaos como la de García Luengo, que se estrena en el quinto número (junio-julio 1935) con un texto sobre «El teatro de los Quintero», al que seguiría en el sexto (agosto-septiembre 1935) «Un novelista actual: César M. Arconada» y en el úndécimo (marzo-abril 1935) la breve pieza teatral Conato y fracaso de un esperpento). También se imprimió en Cosmos un cartel anónimo conocido como Nueva Cultura por el Frente Popular (66,5 x 45 cm).

Durante la guerra, entre diciembre de 1937 y enero de 1938, Impresos Cosmos se ocupó de Libre Estudio, revista de Acción Cultural al servicio de la CNT en la que escribieron Joan García Oliver (1901-1980), Katy Horna (1912-2000), Ada Martí (1915-1960), Antonio Morales Guzmán (1903-1973) y Juan Santana Calero (1914-1939), entre otros, y un poco anterior es el librito (32 páginas) del sindicalista murciano Juan López Sánchez (1900-1972) La unidad de la CNT y su trayectoria (1936), impreso también en Cosmos.

Posterior ya a la guerra española es el primer libro del poeta y pintor de la Quinta del 42 José Luis Hidalgo (1919-1947), Raíz, un librito de 80 páginas publicado en 1944, y el año siguiente imprimieron un volumen de Poesías, de quien había sido delegado provincial de la Falange, el empresario, periodista e impresor alicantino Juan Sansano Benisa (1887-1955), que aparece con pie editorial de la Editorial Carrera (1945), también de Alicante.

A partir de 1946 empieza a imprimir también algunas ediciones seriadas de revistas infantiles y juveniles ilustradas, como es el caso de El caballero del antifaz rojo (para Europa) y su continuación al año siguiente en la editorial Saturno (El caballero fantasma) o, también para esta editorial, K CH T, pero en esas mismas fechas aparecen también un volumen de Poesía (1947) de Pablo Herrera, encuadernado en cartoné, y, del mismo autor, quizás al año siguiente, el volumen de relatos Cuando mi tío me enseñaba a volar (140 páginas), que incluye ilustraciones del ya mencionado Carreño, de [Manuel] Monleón (1904-1976) y de Genaro Lahuerta (1905-1985), entre otros. El autor de estas dos obras no era sino ese a quien el escritor falangista Gonzalo Torrente Ballester, debido a su joroba, rebautizó como «el Quiasimodo del Turia»: Pascual Pla y Belrtrán, que tras la guerra había pasado por el campo de concentración de Albatera ‒en Campo de los Almendros Max Aub lo convierte en uno de los personajes importantes de la novela‒ y por las cárceles franquistas hasta 1946, lo que basta para explicar que empleara un seudónimo, pues según contó su hija Yolanda, en esa época la policía «le entraba al piso y le hacía fogatas con los libros en el salón, Querían esconder la obra tras las baldosas y se las rompían todas. Siempre se lo llevaban detenido».

Pla y Beltrán retratado por Josep Renau.

Ya de entrados los años cincuenta es el curioso librito ilustrado con fotografías sobre el boxeador Folgado escrito por Tobias Masip Prades Aventuras y desventuras de Folgado (el Tigre de Manises), y de 1959 un volumen de José Luis Aguirre Serra titulado Cervantes y Don Quijote que se inscribe en una colección de Estudio y Vida, lo que indica inequívocamente que Cosmos tuvo continuidad tras el «accidente» que acabó con la edición de No sé (de hecho, Cosmos siguió imprimiendo hasta por lo menos la década de 1970).

La dirección que aparece en los impresos de los Talleres Gráficos Cosmos es el número 34 de la calle Pintor Salvador Abril (paradójicamente, como se verá, dedicada a un pintor famoso por sus paisajes y escenas marinas, a quien el Museo Naval de Madrid condecoró por su donación del cuadro Naufragio del crucero Reina Regente). Esta calle valenciana del distrito del Eixample y no lejos de donde en 1954 se construiría el Mercat de Russafa, está situada en la que durante mucho tiempo se conoció como «la terra del ganxo», porque muchos de sus habitantes se dedicaban a recoger los troncos que llegaban a través del río Turia en un terreno que Pascual Madoz decribió en su Diccionario como «flojo y de buena calidad distribuido en huerta y arrozar que se fertiliza con las aguas del Turia, que desagua en el mar por el término de Ruzafa».

Mientras es de suponer que se estaba ultimando la edición del No sé de García Luengo se produjo en Valencia, el 28 de septiembre, una riada muy sonada conocida como la «riada de las chabolas» (había por entonces unas dos mil chabolas en el cauce del río), acerca de la que cuenta el periódico Las Provincias del 30 de septiembre: «los obreros del molino de Manises vieron acercarse a enorme velocidad una ola gigantesca de más de tres metros de altura» y según relata José Ángel Núñez Mora, «cuando las aguas volvieron a su cauce, sobre las zonas próximas al río que fueron inundadas quedó un inmenso manto de lodo y barro».

No es disparatado pensar que si Buero Vallejo no consiguió leer la primera edición del No sé de García Luego fuera porque la edición quedara sepultada por el lodo. Y aun así sobrevivió algún que otro ejemplar…

Fuentes:

Salvador Albiñana Huerta, Añorantes de un país que no existía: Ana Martínez Iborrra y Antonio Deltoro. Exiliados en México, Universitat de València, 2020.

Antonio Buero Vallejo, «En el Gijón estaba Eusebio», en Obra completa, vol. II, (Poesía, Narrativa, Ensayos y Artículos), edición de Luis Iglesias Feijoo y Mariano de Paco, Madrid, Espasa Calpe, 1994, pp. 1241-1243.

Eusebio García Luengo.

Enrico Di Pastena, «Alfonso Sastre, del grupo Arte Nuevo al TAS (1945-1950): prehistoria de una abierta disidencia», Anales de Literatura Española, n.º 29-30 (2018), pp. 205-229.

Eusebio García Luengo, No sé, prólogo de Carlos Gurméndez, Barcelona, Anthropos, 1985.

Andrés Herrero Gutiérrez, «Pla y Beltrán, poemas entre el fusil y la amnesia», Jot Down, 26 de febrero de 2022.

V. Lladró, «La otra gran riada del Turia causó 49 muertos», Las Provincias, 19 de mayo de 2015.

José Ángel Núñez Mora, «Crónica de las catastróficas riadas del Turia en Valencia», Tiempo y clima, n. 60 (abril de 2018), pp. 42-45; n. 62 (octubre de 2018), pp. 18-21 y n. 65 (julio 2019), pp. 38-42.

s. f., «1949, la terrible riada de las chabolas», Las Provincias, 3 de marzo de 2012.

Silvia Viola Morató, «La narrativa de posguerra en Extremadura», Revista de Estudios Extremeños, vol. 70, n. 2 (2014), pp. 1047-1096.

Talín, veintiocho entradas sobre Eusebio García Luengo, con entrevistas y algunos textos del propio autor, en el blog de la revista Caminar Conociendo 3, en diversas fechas.

José Bolea, un editor valenciano en México

El valenciano José Bolea (1903-1987) llegó a México sin apenas experiencia como editor, pero si tenía a sus espaldas un amplio conocimiento del mundo de la letra impresa. Huérfano de padre desde los trece años y de madre desde los veinte, mientras cursaba Derecho, desde muy joven empezó a trabajar en La Correspondencia de Valencia y posteriormente como redactor y crítico teatral en Las Provincias, y se estrenó como narrador con el relato Lo que ningú sap (1934), firmada con el seudónimo Josep Alcira y pubilcada originalmente en la colección Nosra Novel·la con ilustraciones de Antoni Vercher i Coll (1900-1934), colaborador también de Las Provincias.

Sin embargo, en tiempos de la Segunda República sus pasos parecían encaminarse hacia la literatura dramática en lengua española, pues en 1932 publicó y estrenó la pieza escrita a cuatro manos con el director de Nostra Novel·la, Francesc Almela i Vives (1903-1967), Lenin, escenas de la revolución rusa (biografía en un prólogo, dos partes y siete cuadros), que el 5 de noviembre, en plena guerra civil, se repuso en el Apolo de Valencia a cargo de la compañía de Salvador Sierra y posteriormente en Madrid y Barcelona. Previamente, había publicado en la colección semanal El Cuento Nuevo Romanza sin palabras (1934) y durante la guerra se centró en el periodismo y en tareas en la Subsecretaría de Propaganda en Barcelona. Exiliado inicialmente a Francia, y tras pasar por el campo de refugiados de Argelés, consiguió llegar a México a bordo del Flandre el 21 de abril de 1939.

Interior, con ilustraciones de Alma Tapia, del volumen de Merimée traducido por Enrique Díez-Canedo.

Colaborador del periódico Excélsior y de la revista Estampa, pronto se convierte en editor de la revista La Semana Cinematográfica, donde tiene como colaborador al ensayista Francisco Pina Brotons (1900-1971) y en la que publicó adaptaciones noveladas de guiones cinematográficos. Sin embargo, con la fundación de las imprentas Edimex y Fototipográfica Editorial se encarrila decididamente por la creación editorial y su primer proyecto en este sentido, en colaboración con Vicente Gómez Ambit, fue la Editorial Leyenda, en 1941, centrada sobre todo en libros de historia y arte (también en novela amorosa en la colección Eros), en la que colaboraron sobre todo exiliados republicanos en las más diversas tareas, desde la autoría (Juan de la Encina, Juan Rejano, Joaquim Xirau…), la edición literaria (Agustín Millares Carlo, Ignacio Mantecón), hasta la ilustración (Miguel Prieto, Juan Renau, Ramón Gaya, José Moreno Villa, Rodríguez Luna…) y en particular la traducción (Isabel de Palencia, Enrique y Joaquín Díez-Canedo, Adolfo Sánchez Vázquez, Paulino Masip, Antonio Sánchez Barbudo, Ramon Xirau o, entre otros, José Tapia Bolívar, que en 1966 llegaría a ser director de Alianza Editorial Mexicana.). No son raros tampoco los casos en que un mismo escritor aparece en el catálogo de Leyenda como autor y como traductor.

De 1943 es por ejemplo la traducción del leridano Paulino Masip (1899-1963) de Salambó, de Flaubert, con ilustraciones del artista valenciano Josep Renau (1907-1982), aparecida en la colección Eros, Obras Maestras de la Literatura Amorosa, publicado también en 1946 en Atlántida (y de la que se hizo una edición facsímil en 2014 [Valencina de la Concepción, Ediciones Ulises]). Asimismo de 1943 es un volumen que incluye las traducciones del poeta y crítico extremeño Enrique Díez-Canedo (1879-1944) de Carmen, Mateo Falcone y Las almas del Purgatorio, de Merimée, con óleos y acuarelas del valenciano Carlos Ruano Llopis (1878-1950) y viñetas de la ilustradora y cartelista madrileña Alma Tapia (1906-1993). De ese mismo año es una edición numerada en la colección Eros de La Dama de las Camelias, de Alejandro Dumas, traducida también por Díez-Canedo e ilustrada por la artista valenciana Manuela Ballester (1908-1994), quien había formado parte con Josep Renau, Tonico Ballester y Francisco Carreño entre otros artistas de Agrupació Valencianista Republicana y había diseñado portadas para la colección Nostra Novel·la (ganó además el premio convocado por la editorial Cénit para la de Babit, de Sinclair Lewis). En colaboración con su hijo Joaquín, Enrique Díez-Canedo firma también la traducción de Vida de Julio César (1944), de Dumas, publicada en dos volúmenes (de 250 y 260 páginas) en la colección Atalaya.

Y de 1944 es también por ejemplo una edición ilustrada por el murciano Ramón Gaya (1910-2005) de Naná, de Émile Zola, traducida por la archivista y actriz madrileña Blanca Chacel (1914-2002), menos conocida que su hermana mayor Rosa (por entonces exiliada en Buenos Aires). Otras obras publicadas en Leyenda ese mismo año son Doménico Greco y Velázquez, pintor del Rey nuestro señor, del historiador y crítico del arte bilbaíno Juan de la Encina (Ricardo Gutiérrez Abascal, 1883-1963); una muy denostada e incompleta traducción firmada por J. M. Fernández Pagano (¿seudónimo?) de Las flores del mal, de Baudelaire, con ilustraciones en blanco y negro y a color del pintor pontevedrés Arturo Souto (1902-1964); El Resucitado. El hijo del hombre retorna a la vida, de D. H. Lawrence, en traducción de Tapia Bolívar, autor también del prefacio; en la colección Atalaya Las artes decorativas y su aplicación, del crítico de arte catalán Enrique Fernández Gual (1907-1973) y, entre otros títulos, o Vida, pensamiento y obra de Bergson, del también catalán Joaquim Xirau (1895-1946).

El año siguiente prosigue publicando Leyenda a un ritmo muy similar, y encuadrando sus publicaciones en Barlovento, Carabela y las ya mencionadas colecciones eros y Atalaya. En esta última, por ejemplo publican en 1945 el escritor y pintor andaluz José Moreno Villa (1887-1955) sus cuentos con el título Pobretería y locura, y el musicólogo madrileño Adolfo Salazar el segundo de sus libros de ensayos de tema no musical, Delicioso, el hereje y otros papeles. Pequeñas digresiones sobre la vida y los libros; en Eros aparece una “versión y adaptación” del escritor aragonés Benjamín Jarnés (1888-1949) de Paraísos, de Auguste Germain, con ilustraciones de Juan Renau (1913-1990).

Sin embargo, no tardaría mucho José Bolea en emprender una nueva iniciativa editorial, con el nombre de Centauro (no confundir con El Centauro venezolano de José Agustín Català), cuya línea no es excesivamente distinta a la de Leyenda y se mantiene la colaboración con muchos de los traductores con los que ya había trabajado en Leyenda, pero en la que se advierte un cierto interés por literaturas orientales poco exploradas hasta entonces por la edición en lengua española, y que quizá contribuyan a explicar la decisión tomada por Bolea, que explicó del siguiente modo:

Por discrepancia con mis socios emprendo una nueva empresa editorial. Allí publiqué los ensayos de Juan Renau sobre Dibujo técnico [1946; coescrito con Elisa Renau] y de José Renau [1907-1982] sobre la Enciclopedia de la imagen. También publiqué diversas novelas como Llanura  [1947] de Manuel Andújar y Abz-il-Agrib [sic; ] de Juan José Domenchina.

En realidad, en Leyenda se publicó en 1946 una Enciclopedia de la imagen y el amor (Estampas galantes del siglo XVIII) que es el libro de Josep Renau al que parece referirse Bolea, y El diván de Abz-ul-Agrib es una traducción de Domenchina de la obra previa  de Ghislaine de Thédenat, publicada en 1945 en Centauro con ilustraciones de Alma Tapia. En cualquier caso, la de Centauro –si bien con Bolea y buena parte de sus colaboradores como nexo– es ya otra historia.

Fuentes:

Manuel Aznar Soler y José Ramón López García, eds., Diccionario biobibliográfico de los escritores editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, 4 vols., Sevilla, Renacimiento-Gexel, 2016.

Manuel García, Memorias de posguerra. Diálogos con la cultura del exilio (1939-1975), Valencia, Universitat de València, 2014.

Lizbeth Zavala Mondragón, «El exilio español en México y la traducción literaria», 1611. Revista de Historia de la Traducción, núm. 11 (2017).

El diván de Abz-ul-Agrib, ilustrado por Alma Tapia.