Editar es divertido (la colección Aquelarre)

Escribe Roberto Calasso en uno de los textos incluidos en La marca del editor (Anagrama, 2014) que, “si la actividad del editor no es sacudida con frecuencia por una carcajada quiere decir que hay algo que no funciona”, y la explicación que dio Francisco Rivero Gil (1899-1972) de cómo se llegó a crear la editorial hispanomexicana Aquelarre, a partir de la tertulia homónima, le da toda la razón: “El Aquelarre lo estamos tomando como lo que es, una cosa seria; de vez en cuando, para divertirnos publicamos un libro”.

Otaola.

Simón Otaola Oyarzábal (1907-1980), “Ota” para los amigos, narró con mucho gracejo en La librería de Arana la historia de la tertulia del Aquelarre, cuyo nacimiento puede fecharse con exactitud el 17 de diciembre de 1949 alrededor de una olla de callos (en las cocinas del Ateneo Español de México) y formada fundamentalmente por exiliados españoles: el propio Otaola,  publicista cinematográfico, el librero y promotor cultural José Ramón Arana (Ramón Ruiz Borau) (1905-1973), el periodista, traductor y crítico literario y cinematográfico Francsico Pina (1900-1972) y el profesor de literatura Isidoro Enríquez Calleja (1900-1971), a los que, en cuanto fijaron el restaurante El Hórreo como lugar de encuentro los viernes por la noche, no tardaron en añadirse otros más o menos habituales (León Felipe, Álvaro de Albornoz Salas, Manuel Bonilla, Anselmo Carretero, Manuel Andújar, Pedro Garfias, Arturo Perucho, un joven José de la Colina) e incluso algunos eventuales (Efraín Huerta, Manuel Altolaguirre, Luis Rius, etc.).

La tertulia del Aquelarre.

Aquelarre fue una colección destinada a la publicación de textos relativamente diversos obra de los contertulios, financiada como dios daba a entender y con la colaboración de todos los compañeros. Tal como lo cuenta José de la Colina en la introducción a la obra de Otaola ya citada:

Como la literatura era, aparte de España, una pasión central del grupo, surgió pronto el espejismo de los escritores: la editorial para publicarse ellos. En la colección Aquelarre, en la que se cobijaban ediciones de autor y cuyo emblema, dibujado por Rivero Gil, era un escudo en el que una bruja cabalgaba su escoba en un cielo nocturno.

Apenas tarda en llegar este “espejismo”, pues en 1950 ya aparecen por lo menos dos de los libros iniciales de la Colección Aquelarre, firmados por los promotores principales de la tertulia: el libro de Otaola titulado Unos hombres, precedido de prólogo del grafista Juan Renau (1913-1990), en el que lo describe como una “galería de hombres cualesquiera”, y de sendos textos introductorios de los contertulios Efraín Huerta y Francisco Pina, que aparece bajo el ala de las Ediciones Corzo, y la que a menudo la crítica literaria ha considerado entre lo mejor sobre la guerra civil española, el relato de José Ramón Arana, El cura de Almuniaced, una novela corta que se publica acompañada de cuatro cuentos y de la que se tiraron 500 ejemplares.

José Ramón Arana.

La colección se caracteriza por una encuadernación en rústica con solapas, portadas impresas a dos tintas y un tamaño de 13 x 19,5 cm., y en cuanto al contenido hay un cierto predominio de los textos de carácter memorialístico y autobiográfico, pero muy relativo, pues cada libro era un caso particular que se encarga a la imprenta que en ese momento más conviene. El caso concreto de uno de los libros más importantes publicados en la Colección Aquelarre, Charles Chaplin, genio de la desventura y la ironía, de Francisco Pina, y sus vicisitudes con los Talleres de Impresora Juan Pablos, con contados con cierto pormenor en La librería de Arana, del mismo modo que algunos detalles acerca del libro memorialístico de Juan Renau  (Colección Pasos y sombras. Autopsia, que prologa precisamente Pina. Esta promiscuidad en la escritura de prólogos, proemios, textos introductorios e ilustraciones entre los miembros del grupo o tertulia es otra de las características que definen la colección como un proyecto desenfadado y con escasa vocación comercial.

Juan Renau (1911-1990).

Así, por ejemplo, el prolífico Otaola escribe textos para Los niños, las niñas y mi perra (1951), de Álvaro de Albornoz, para . La espiga y el racimo (1951), de Paulita Brook, para Veturian. Drama en un acto (1951), de Arana y para Nuevo retablo, del abogado y político Mariano Granados (1897-1972); un ocasional de la tertulia, Pere Bosch Gimpera, prologa la edición ampliada y anotada por Anselmo Carretero y Jiménez de Las nacionalidades españolas, de Luis Carretero y Nieva, que se publica en 1952, y el joven Luis Rius prologa la edición de Las tres celdas de Sor Juana (1953), de  Isidoro Enriquez Calleja, ilustrada por la pintora soriana Elvira Gascón (1911-2000), artista dilecta de Alfonso Reyes que ilustró mucha obra del Fondo de Cultura Económica, además de colaborar con publicaciones como El Nacional y Novedades. Por no mencionar siquiera las colaboraciones de Juan Renau, José de la Colina, López Cortés, Ras (Eduardo Robles), Esplandíu como ilustradores de la edición en Aquelarre de La librería de Arana de Otaola.

J.A. Balbotín (1893-1977).

Las tiradas de estos títulos eran variables pero nunca muy grandes, como es fácil suponer. Con los datos que he podido recabar, y que nunca son demasiado fiables en estas cuestiones, se puede aventurar que oscilaban entre los 500 de El cura de Almuniaced y La espiga y el racimo, y los 1.000 del libro del exiliado en Gran Bretaña José Antonio Balbotín, La España de mi experiencia (reminiscencias y esperanzas de un español en el exilio), cuyo colofón lo fecha el 31 de diciembre de 1952 (la tirada de la Librería de Arana, por ejemplo, se situaría en los 700 y, aunque sin datos precisos, de Los niños y las niñas se hizo una edición en 1951 y una segunda al año siguiente).

A partir de 1954 parece que decae el impulso editorial de la colección, pero el único libro que publica ese año es muy significativo y muy importante en la historia de la literatura española, Mosén Millán, de Ramón J. Sender, que, como puede comprobarse por el epistolario que mantiene por esos años con Joaquín Maurín, estaba pasando dificultades para conseguir publicar sus libros. Mosén Millán, cuyo título cambiaría en las siguientes ediciones por el de Réquiem por un campesino español, escrito en apenas una semana, cabe deducir, pues, que se publicó a expensas del propio autor, que por entonces había obtenido estabilidad económica gracias a sus clases en la universidad, a los artículos que le colocaba Maurín a través de la agencia ALA y a los derechos de traducción de sus obras.

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Manuel Andújar.

En la decisión de Sender de publicar en Aquelarre debió de pesar su amistosa relación personal con José Ramón Arana. En 1943, Arana había creado una revista destinada a los aragoneses en México que tuvo una vida bastante breve (cinco números entre octubre de 1943 y 1945), y en ella, además de al editor de la revista, Juan Vicens de la Llave (ex colaborador del eminente librero Sánchez Cuesta en su Librairie Espagnole), pueden encontrarse algunos textos de Sender, junto a otros de José Ignacio Mantecón, Manuel Sánchez Sarto o Benjamín Jarnés. Además, desde mayo de 1947 Sender había ido colaborando en otra de las iniciativas mayores puestas en pie por Arana, la prestigiosa revista Las Españas, creada en colaboración con Manuel Andújar (1913-1994).

Ramón J. Sender.

Ramón J. Sender.

De que Sender confiaba en Arana hay prueba también en la carta a Maurín del 7 de marzo de 1953: “Arana tiene talento y pelea recio para vivir y para publicar además cosas interesantes con las que casi siempre pierde dinero: Las Españas y una colección literaria con el título general Aquelarre”, que por las fechas puede quizá vincularse directamente con la publicación de Mosén Millán en esa colección.

Más asombroso incluso es que en 1955, cuando la colección parece ya definitivamente abandonada, aún aparezcan en ella, como únicos títulos, dos obras más de Sender, Ariadna  (relato incluido en 1957 en  Los cinco libros de Ariadna, que se publicó en la Editorial Ibérica que dirigía Victoria Kent en Nueva York) e Hipogrifo violento, una de las partes que acabarían por conformar Crónica del Alba.

Mariano Granados.

Serían los últimos títulos de una colección que, quizás un poco por casualidad, indujo a la publicación de algunos títulos muy oportunos escritos por autores que sin duda tenían cosas que decir (Renau, Arana, Granados…). Como dejó escrito el propio Otaola:

Una de las cosas que habrá que agradecer a la colección Aquelarre será esa de haber despertado, en ciertos amigos, una curiosa pasión creadora, un fervoroso deseo de escribir y publicar libros.

 

Anexo. Títulos localizados de la Colección Aquelarre

Simón Otaola, Unos hombres, prólogo de Juan Renau, Corzo (Aquelarre), 1950.

José Ramón Arana (Ramón Ruiz Borau), El cura de Almuniaced, 1950.

Ramón de Belausteguigoitia, La sombra del Mezquite, Editorial Latina (Aquelarre), 1951.

Paulita Brook (Lucila Harmony), La espiga y el racimo, prólogo de Otaola, 1951.

José Ramón Arana, Veturian. Drama en un acto, presentación de Simón Otaola, 1951.

Carmen Alcázar, Mi soledad y yo. Poemas, prologo de Isidoro Enríquez Calleja, 1951.

Álvaro de Albornoz, Los niños, las niñas y mi perra, prólogo de Simón Otaola, 1951 (2º 1952).

Simón Otaola, La librería de Arana. Historia y fantasía, ilustraciones de Juan Renau, José de la Colina, López Cortés, Ras (Eduardo Robles), Esplandíu y del autor, 1952.

Luis Carretero y Nieva, Las nacionalidades españolas (edición ampliada y anotada por Anselmo Carretero y Jiménez; prólogo de Pedro Bosch Gimpera), Colección Aquelarre, 1952.

Mariano Granados, Nuevo retablo, prólogo de Simón Otaola, de Talleres Gráficos de la Editorial Intercontinental (Aquelarre), 1952.

Francisco Pina, Charles Chaplin, genio de la desventura y la ironía, Talleres de Impresora Juan Pablos (Colección Aquelarre), 1952.

José Antonio Balbotín, La España de mi experiencia (reminiscencias y esperanzas de un español en el exilio), 1952.

Juan Renau, Pasos y sombras. Autopsia, prólogo de Francisco Pina, 1953.

Simón Otaola, Los tordos en el pirul, 1953.

Isidoro Enriquez Calleja, Las tres celdas de Sor Juana, con ilustraciones de Elvira Gascón y prólogo de Luis Rius, 1953.

Ramón J. Sender, Mosén Millán, Aquelarre, 1953.

Ramón J. Sender, Hipogrifo violento, Aquelarre, 1954.

Ramón J. Sender, Ariadna, 1955.

Fuentes:

Javier Barreiro, «José Ramón Arana«, en su blog personal, 14 de abril de 2012.

Fulgencio Castañar, “Un enfoque diferente sobre los exiliados republicanos: Otaola, la épica de los cotidiano desdramatizada”, en en Manuel Aznar Soler, ed., Escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, Sevilla, Renacimiento (biblioteca del Exilio. Anejos IX), 2006, pp. 729-737.

Francisco Caudet, ed., Correspondencia Ramón J. Sender-Joaquín Maurín, Madrid, Ediciones de La Torre (Nuestro Mundo), 1995.

Francisco Caudet, “Sender en Albuquerque: la soledad de un corredor de fondo”, en Juan Carlos Ara Torralba y Fermín Gil Encabo, eds., El lugar de Sender, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 1995, pp. 141-159.

Ricardo Crespo, “Cambio ideológico y trascendencia: Sender en la American Literary Agency”, en José Domingo Dueñas Lorente, ed., Sender y su tiempo. Crónica de un siglo, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2001, pp. 527-534.

Luis Antonio Esteve Juárez, “Los “primeros” libros de José Ramón Arana”, en Manuel Aznar Soler, ed., Escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, Sevilla, Renacimiento (biblioteca del Exilio. Anejos IX), 2006, pp. 873-882.

Otaola, La librería de Arana. Historia y fantasía (incluye las ilustraciones y textos de la edición de Aquelarre, a lo que añade un texto inicial de José de la Colina y un muy útil índice onomástico), Madrid, Ediciones del Imán, 1999.

Javier Quiñones, “Elvira Godás y José Ramón Arana”, De ahora en adelante, 1 de abril de 2009.

Jesús Vived Mairal, Ramón J. Sender. Biografía (Páginas de Espuma (Voces 14),2002.

 

José Luis Borau y Ediciones del Imán

José Luis Borau (1929-2012)

José Luis Borau (1929-2012) ocupa por derecho propio un lugar importante en la historia del cine español, y seguramente será recordado por la producción de películas como Mi querida señorita (Jaime de Armiñán, 1972), In Memoriam (Enrique Brasío, 1977) y Camada negra (Manuel Gutiérrez Aragón, 1976), entre otras, o por los guiones y la dirección de Furtivos (1975), La sabina (1979), Tata mía (1986), Niño nadie (1997), Leo (2000, con el que obtuvo el Goya a la mejor dirección), etc. De hecho, en el ámbito del cine es unánimemente reconocido el valor y la importancia de su aportación, del mismo modo que también su obra literaria (narrativa y ensayística) tuvo en su momento una buena acogida.

Su incursión en la edición de libros, concentrada en el período 1995-2000 y materializada en Ediciones del Imán, aun siendo secundaria y más bien poco productiva, tiene un enorme interés sobre todo por las particularidades de los libros que publicó y por el modo en que los puso a disposición de los lectores, haciendo buenas sus reiteradas afirmaciones acerca de su radical y absoluta independencia. En un primer vistazo puede parecer la obra de un editor caprichoso, pero en cualquier caso con un gusto y un tino muy poco comunes.

Por otra parte, a la vista de la trayectoria biográfica de Borau, la edición de libros es un campo en el que no resulta extraño que incursionara. Estudió Derecho y posteriormente Cinematografía, pero ya antes tenía inoculado el veneno de la letra escrita. Se declaró lector voraz de los libros protagonizados por Guillermo (de Richald Crompton), de Julio Verne, de las versiones de Salvador Bartolozzi (1882-1950) y Magda Donato (1906-1966) de Pinocho (en la Editorial Calleja), de Dickens, e incluso, según contó él mismo, en la escuela “la Historia de la Literatura era el único libro de texto que yo leía de motu proprio”. Posteriormente llegarían Dickens, su admiración por Cervantes, Stendhal, Faulkner, Conrad, Baroja, Azorín, Borges… y su antipatía declarada por la novela histórica.

La labor a la que dedicó buena parte de su talento, los guiones cinematográficos, que fueron lo que le llevó a ocupar entre 2008 y su muerte el sillón B en la Real Academia Española, sin duda se beneficiaron de esa pasión lectora, y los guiones a su vez fueron los que le llevaron a la creación literaria. Su entrada en la literatura creativa tuvo un punto azaroso. Si bien su primer libro importante fue El caballero d´Arrast (1990), sobre el actor cómico Henri d’Abbadie d’Arrast, fue la coordinación y dirección del Diccionario del Cine Español (1998) la que propició un encuentro con el editor Juan Cruz. En las propias palabras de Borau:

Jorge Valdano acababa de publicar un libro de Cuentos de fútbol para Alfaguara. Juan Cruz, editor entonces, me pidió a mí uno de «Cuentos de cine». Seleccioné muchos relatos e incluso escribí uno, y ahí empezó todo.

Camisa de once varas (Alfaguara, 2003, Premio Tigre Juan), Navidad, horrible Navidad (Ocho y medio, 2003), El amigo de invierno (Menoscuarto, 2008) y Cuentos de Culver City (Pre-Textos, 2009), forman el corpus de la obra narrativa de José Luis Borau.

Las Ediciones del Imán nacen en 1995, y si bien el nombre puede llevar a confusión con la editorial catalana de cómics que tuvo un muy breve recorrido alrededor del año 1944 e incluso con la bonaerense Ediciones Imán, muy activa entre los años treinta y cincuenta del siglo xx, el nombre surge del de la productora cinematográfica de Borau, El Imán.

Publicidad de Ediciones Imán (Barcelona, mediados de los años cuarenta).

Se trató de un proyecto artesanal en que llevaron a cuatro manos Natacha Molina y el propio Borau, y que quizá por ello dejó un catálogo bastante corto, pero interesantisimo.

Los primeros libros respondían mucho a lo que se podía prever de alguien procedente del mundo del cine, y aun así denotaba ya un cierto sesgo original y creativo: Un Cugat (1994) profusamente ilustrado de Luis Gasca Burges;   Preparad la bolsa (1995), del actor Micheál Mac Liammoir, con un prólogo de Orsol Welles y en traducción de Nellie Manso de Zúñiga; el libro de memorias escritas en 1966 por la guionista y actriz Salka Viertel (Salomea Steuerman, 1889-1978),  Los extranjeros de Mabery Road (1995), que hasta entonces sólo se habían publicado en Austria y que Carlos Pujol describió como “un libro lleno de vida”; un espléndido ¡Viva Zapata! (1996), de John Steinbeck y editado por Robert E. Morsberger que al guión original añadía los trabajos preliminares y en particular Zapata. Relato en forma dramática de la vida de Emiliano Zapata, además de un curiosísimo apéndice documental;Cazador blanco, corazón negro (1997), del guionista de La reina de África y El viejo y el mar Peter Viertel, que Clint Eastwood adaptó a la gran pantalla (hay una edición posterior en la editorial Berenice de 2008); o la autobiografía del reputado director de fotografía sueco Sven Nykvist, Culto a la luz (1998), obra de referencia en su materia.

Carranque de Ríos ante publicidad de su novela Uno.

Sin embargo, el siguiente libro fue una inesperada y ambiciosa recuperación de laObra completa (1998) del escritor anarquista Andrés Carranque de Ríos (1902-1936), editada, prologada y acompañada de una cronología del autor y de una completa bibliografía preparadas por José Luis Fortea (quien ya en 1973 había publicado su tesis sobre Carranque en Gredos y en 1975 una primera reedición en Turner de La vida difícil, a la que en 2005 seguiría, en Cátedra, otra de Blanca Bravo Cela). Quizá de Carranque atrajera a Borau sobre todo la novela más famosa y reeditada de este autor, Cinematógrafo (Planeta, 1967; Turner, 1975; Semana de Cine Experimental, 1994, Viamonte, 1997, esta última con prólogo de Antonio Muñoz Molina). Sin embargo, se trata de un proyecto ambicioso, muy completo y que combina a la perfección el rigor científico con la idea de acercar la obra de Carranque al lector común (es decir, evitándole todo el fárrago de notas a pie y comentario de variantes).

La librería de Arana (Aquelarre, 1952).

En la misma línea de recuperación de obras importantes que habían caído en inmerecido olvido cabe situar La librería de Arana, de Otaola (Simón de Otaola, 1907-1980), si bien algo tendría que ver también el hecho de que José Luis Borau era primo hermano del escritor y librero José Ramón Arana (José Ruiz Borau, 1905-1973).La librería de Arana. Historia y fantasía, publicada inicialmente en México en la colección Aquelarre (en una tirada que no llegaba a los 700 ejemplares), constituye, en palabras de Javier Quiñones:

una crónica entrañable de la intrahistoria de parte del exilio republicano en México, escrita con vitalismo, sentido del humor y ausencia total de dramatismo. Por sus páginas desfilan grandes nombres de la literatura española de este siglo, retratados por la mano maestra de Otaola, como Moreno Villa, León Felipe, Max Aub, Manuel Andújar, José Ramón Arana, el gran escritor aragonés hoy tan olvidado cuyo retrato ocupa un buen número de páginas, Pedro Garfias y Juan Rejano, entre otros.

 Al margen de la importancia del texto –durante años una obra mítica para quienes se interesaban en el exilio literario y editorial español de 1939–, acompañan a este en el volumen preparado por las Ediciones del Imán, una nota previa firmada por Juan Antonio Díaz en la que ofrece una sintética biobibliografía de Otaola, Arana y José de la Colina, un prólogo de José de la Colina en el que cuenta cómo se forjó el libro (que tuvo su origen en la tertulia del Aquelarre que entre 1949 y finales de los años cincuenta se celebraba las noches de los viernes), así como los dibujos y fotografías que ya tenía la primera edición (a las que se han añadido algunas otras) y una rica selección de ilustraciones en el texto de Josep Renau, Esplandíu, José de la Colina, López Cortés, Ras y el propio Otaola. Y, por si fuera poco, añade un utilísimo índice onomástico que permite localizar los pasajes en que se habla de Luis Buñuel, Ramón Gaya, Manuel Andújar, Antonio Espina, Max Aub, León Felipe…

 Analizado el catálogo y el cuidado con que se concebían las ediciones, no se puede sino estar de acuerdo con la descripción que el propio Borau hizo de Ediciones del Imán: “una editorial rara, minoritaria y elitista, pero no por afán excluyente”, sino debido al peculiar buen gusto de Borau, quizás no muy ampliamente compartido…

Obras localizadas de Ediciones del Imán

Luis Gasca Burges, Cugat, Madrid, 1994.

Salka Viertel, Los extranjeros de Mabery Road, prólogo de Peter Viertel y traducción de Nellie Manso de Zúñiga, Madrid, 1995.

Micheál Mac Liammóir, Preparad la bolsa, prólogo de Orson Welles y traducción de Nellie Manso de Zúñiga, Madrid, 1995.

John Steinbeck, ¡Viva Zapata! (edición y comentarios de Robert E. Morsberger; traducción de F. Santos Fontenla y Manso de Zúñiga), 1996.

Peter Viertel, Cazador blanco, corazón negro, traducción de Pepa Linares, 1997.

Sven Nyvist, Culto a la luz, traducción de Paco Uriz, 1998.

Andrés Carranque de Ríos, Obra completa (edición, introducción, cronología y bibliografía de José Luis Fortea), 1998.

Simón Otaola, La librería de Arana. Historia y fantasía (prólogo de José de la Colina), Madrid, 1999. Ilustraciones en el texto de J. Renau, José de la Colina, López Cortés, Ras, Esplandiú y del autor.

Bernardo Sánchez, Sombras Saavedra, 2000.

Jesús García Dueñas, El imperio Bronston, Madrid, 2000. Ilustrada

Julio Pérez Perucha, Francisco Javier Gómez Tarín y Agustín Rubio Alcover, eds.,  Olas rotas. El cine español de los sesenta y las rupturas de la modernidad, Asociación Española de Historiadores del Cine-Ediciones del Imán), 2009.

Julio Pérez Perucha, Vidas en sombras. Materiales de investigación de cine, 2009.

Bibliografía de José Luis Borau

El caballero d’Arrast, 1990.

Diccionario del Cine Español, 1998.

Palabras de cine, Península, 2010.

Camisa de once varas, Alfaguara, 2003.

Navidad, horrible Navidad, Ocho y medio, 2003.

El amigo de invierno, Menoscuarto, 2008.

Cuentos de Culver City, Pre-Textos, 2009.

Fuentes:

Javier Barreiro, “José Ramón Arana”, Blog de José Barreiro, 14 de abril de 2012.

Antón Castro, “Entrevista a José Luis Borau”, Blog de Antón Castro, 17 de abril de 2009.

María Fernanda Mancebo, «Reseña de Los refugiados españoles y la cultura mexicana, Las Españas. Historia de una revista del exilio (1946-1963) y La librería de Arana. Historia y fantasía«, en Migraciones y Exilio. Cuadernos de la Asociación para el Estudio de los Exilios y Migraciones Ibéricos (AEMIC), núm. 1 (2000), pp. 239-245.

Begoña Piña, «Hablando de libros con José Luis Borau», Qué Leer, octubre de 2000, pp- 104-105.

Carlos Pujol, “Los extranjeros de Mabery Road”, Abc, 26 de enero de 1996.

Javier Quiñones, “El exilio literario de 1939” Carta al director, El País, 15 de enero de 2000.

Ima Sanchís, «Ser independiente es un lujo de alto precio» (entrevista a Borau), La Vanguardia, 25 de abril de 2000, p. 92.

Fernando Valls, “José Luis Borau, profeta en su tierra”, La Nave de los Locos, 22 de diciembre de 2009.

Ivo Von Menzel, “Esa pareja feliz”, en Flexiones y reflexiones, 7 de noviembre de 2007.