La utilidad de los epistolarios para la historia cultural (y las trabas estatales)

En su iluminadora aportación al libro colectivo Pliegos alzados, la historiadora y editora Ana Mosqueda concluye animando a los historiadores de la edición a «reflexionar sobre las cartas como un peculiar objeto de estudio en el que, más que en otras fuentes, pueden apreciarse las actitudes y los valores de los editores en sus respectivas épocas y lugares», y remata: «Es preciso descubrirlas, interpretarlas y considerarlas como parte fundamental de los discursos y representaciones del mundo editorial, y asimismo como una de las prácticas más fecundas, eje de estudio para una historia transnacional de la edición.» Es difícil no estar de acuerdo con el planteamiento o no intentar llevar a cabo la propuesta, pero obviamente los obstáculos para hacerlo son poco menos que insalvables.

Precisamente el presuntamente riquísimo epistolario de la agente literaria Carmen Balcells (1930-2015) sea uno de los más fecundos para conocer muchos aspectos de la historia transnacional de la edición, en particular en lo que se refiere a la segunda mitad del siglo XX.

Desde octubre de 1993, la Biblioteca de Catalunya alberga una muy mínima parte de documentos adquiridos a la agencia, después de que el erudito Josep Maria Razquin (1929-1995), por entonces subdirector de esta institución y a quien precisamente Carmen Balcells publicaría en Proyectos Editoriales y Audiovisuales CBS su estudio Gent de la Sagarra (1998), procediera a examinar el fondo bibliográfico de la empresa y se llegara a un acuerdo de venta por cincuenta y cinco millones de pesetas.

Se trata en particular diez mil libros (de Maruxa Vilalta a Julio Cortázar y de Rafael Alberti a Camilo José Cela, pasando por Josep Palau i Fabra, Pablo Neruda, Juan Goytisolo o Ernesto Sabato), 116 fotocopias de mecanuscritos previos a su edición y diez mecanuscritos. Es evidente que, del cotejo de este material con las versiones definitivamente publicadas, surgiría información valiosísima acerca de los procesos de edición a que fueron sometidos los textos por parte de quienes finalmente los pusieron a disposición de los lectores, lo que los convierte en una mina para los especialistas en ecdótica y para los filólogos en general. En este sentido, es de especial interés el caso del diplomático, historiador y escritor Salvador de Madariaga (1886-1978), de quien se conservan manuscritos con enmiendas y supresiones de una enorme cantidad de artículos, así como de las traducciones de las obras teatrales Rien que la vie y Vive la mort o de las novelas Aube sans nation ou Tragicomédie de Genève y A drop of time, entre otras, cuyas anotaciones serán seguramente jugosas a ojos de los traductólogos.

De izquierda a derecha, Gabriel García Márquez, Jorge Edwards, Mario Vargas Llosa, Carmen Balcells, José Donoso y Ricardo Muñoz Suay.

Aun así, la cantidad de autores representados en el catálogo de este fondo es impresionante, e incluye a una pléyade de escritores americanos formada por el cosmopolita de origen argentino Kalman Barsy, el uruguayo Juan Carlos Onetti, el colombiano Gabriel García Márquez, el peruano Alfredo Bryce Echenique, el cubano Severo Sarduy, la chilena Isabel Allende, los argentinos Abel Posse y Julio Cortázar o los mexicanos Fernando del Paso, Álvaro Mutis, Homero Aridjis, Carlos Fuentes o Jorge Ibargüengoitia, así como a los españoles Juan Marsé, Eduardo Mendoza, Juan Goytisolo, Jesús Ferrero, Carlos Barral y Manuel Vázquez Montalbán, entre otros muchos, en numerosas ocasiones con obras consideradas generalmente secundarias en su producción, como es el caso las piezas teatrales de Mendoza o García Márquez.

Manuel Tuñón de Lara.

Con todo, uno de los escasos epistolarios que parecen haberse aprovechado hasta ahora de este fondo, y acaso porque se hizo antes de que reposara en Alcalá de Henares, fue el mantenido por Carmen Balcells con el escritor Max Aub (1903-1972), de quien la Fundación dedicada al escritor ha ido publicando los mantenidos con Francisco Ayala, preparado por Ignacio Soldevila (2001), Manuel Tuñón de Lara, preparado por Francisco Caudet (2004), Alfonso Reyes, editado por Alberto Enríquez Perea (2007), Ignacio Soldevila, a cargo de Javier Lluch Prats (2007) o Jorge Guillén, preparado por Mª Paz Sanz Álvarez (2010), a los que hay que añadir aún  el de Vicente Aleixandre, en edición de Xelo Candel Vila (Renacimiento, 2015) y, parcialmente, algunos otros, como es el caso del mantenido con Camilo José Cela, del que Javier Quiñones dio una muestra en 2005 en el artículo «Camilo José Cela y Max Aub, evocación de una amistad transterrada (seguida de un Epílogo epistolar)». Por su parte, Javier Sánchez Zapatero publicaba, con prólogo de José-Carlos Mainer, Max Aub, Epistolario español (Kassel Edition Reichenberger, 2017), donde, además de un enjundioso análisis y estudio del epistolario, ofrecía algunas muestras selectas, y sobre todo divulgaba un interesantísimo estudio del que ya había dado muestras en el sexto número del Anuario científico de la Fundación Max Aub, El Correo de Euclides: el cruzado con su agente literaria.

Carmen Balcells representaba a Max Aub desde diciembre de 1964, y una de las muchas pruebas de lo fructífera de esa relación quedó reflejada en una carta fechada en febrero de 1971 y dirigida a su amigo también exiliado Francisco Ayala (1906-2009), en la que le escribe Aub: «Tampoco estaría mal que yo fuese a darme una vuelta por la madre patria por eso de los padres editores (que lo son todo menos eso). Menos mal que Carmen Balcells cumple bastante bien su trabajo. Si no tienes agente te la recomiendo». Como es bien sabido, Ayala no siguió su consejo, e incluso en 2005, al recibir el Premio Antonio de Sancha, se vanagloriaba de ser «por notable excepción un escritor que nunca se ha valido de los servicios, al parecer sumamente útiles, de algún agente».

Sin embargo, el análisis de Sánchez Zapatero le permite reseguir las vicisitudes de algunos procesos que cristalizaron en las primeras publicaciones de obra maxaubiana en España posteriores a las aparecidas antes y durante la guerra civil de 1936-1939, así como los altibajos en la relación entre escritor y agente, de la que uno de los puntos culminantes es el «Te contesto completamente en serio: no quiero volver a recibir otra carta tuya en tono de queja. Ninguno de tus asuntos está abandonado» que le espeta Barcells a Aub en 1971. Aun así, si este articulo de Sánchez Zapatero corrobora las conclusiones del texto de Ana Mosqueda es sobre todo en lo que tiene de información acerca de las gestiones y sus resultados de la agente, de los que va informando puntualmente a su representado, aunque este no siempre quede satisfecho con las gestiones o, sobre todo, con la celeridad con que estas se llevan a cabo.

Max Aub, J. Díez-Canedo, Alí Chumacero, Agustín Yáñez y Ricardo Martínez.

Es de suponer, que algún día, cuando los estudiosos puedan tener acceso a ese impresionante legado que custodia el Archivo General de la Administración, en Alcalá de Henares, llegarán estudios similares que nos permitan conocer por qué manos pasaron los originales de algunos de los interesantísimos autores a los que contrató Balcells (Rafael Alberti, Miguel Ángel Asturias, Arturo Barea, Juan Benet, José Bergamín, José Cardoso Pires, Rosa Chacel, Juan Gelman, Ana María Matute, José Emilio Pacheco, Nicanor Parra, Elena Quiroga, Arturo Uslar Petri…). Y por qué y cómo acabaron publicándose en las editoriales en las que lo hicieron.

Rosa Chacel.

La antología como estrategia editorial (el caso del exilio)

«Lector, nunca desdeñes una antología. Siempre tendrá una buena flor (anthos, en griego) entre tantas reunidas.»

Luis Antonio de Villena

Roger Chartier.

La publicación en forma de libro de textos de diversos autores, e incluso de obras anónimas, reunidas con los criterios más diversos (procedencia geográfica, lengua, género literario) es históricamente anterior a la publicación de libros siguiendo el principio de la autoría o la obra unitaria (piénsese por ejemplo en los romanceros, florilegios, tesauros, etc.). Como escribió en su momento el eminente estudioso Roger Chartier, que alude por ejemplo al Primer Volumen de la Biblioteca del Señor de La Croix du Maine (1584) y a la Biblioteca de Antoine du Verdier, señor de Vauprivas (1585), entre otros casos, «la noción moderna de “libro”, que asocia espontáneamente un objeto y una obra, para no haber sido desconocida en la Edad Media, no se desprende sino lentamente de la forma de la selección que reúne varios textos de un mismo autor». Es decir, en la Europa moderna el proceso se produce del libro de autoría colectiva o que compila textos diversos al libro de un autor único (ya sea como obra unitaria o como volumen que compila diversas obras de ese mismo autor).

Modernamente la forma editorial de antología se ha empleado a menudo para reunir lo más destacado de una literatura nacional, por ejemplo, o la producción reciente de un grupo poético (con la Poesía española. Antología, 1915-1931, de Gerardo Diego, como caso paradigmático en el ámbito hispánico, pues incluso perfiló una primera nómina de la Generación del 27), pero con una tal amplitud de criterios posibles que lleva a Lluís Borràs Perelló a dar en su imprescindible vademécum  El libro y la edición una definición muy abierta (pero quizá un poco sesgada) de “antología”: «Es un libro que recoge una selección de los mejores textos literarios de uno o de varios autores. Puede ser de poesía, de cuentos o de novela negra».

A nadie extrañará que la antología (más que la colección) haya sido un modo empleado a menudo por diversas editoriales para dar a conocer ámbitos literarios apenas conocidos o bien olvidados pero aún valiosos o pertinentes para el lector de nuestro tiempo. Es el caso, por ejemplo, de las antologías mediante las cuales se ha intentado dado a conocer en España a algunos narradores que desarrollaron el grueso de su producción en el exilio, como consecuencia del resultado de la guerra civil española de 1936-1939, y que la censura franquista escamoteó a los lectores españoles.

Ya en 1970, estando aún vivo el dictador Francisco Franco, el crítico Rafael Conte reunió en Narraciones del la España desterrada a catorce nombres importantes de la narrativa breve escrita en el exilio, si bien con algún texto (particularmente «Ocnos», de Cernuda) un poco inesperado en un libro de tales características. En cualquier caso, en aquellas fechas el propósito de Conte, como explicaba en el siempre necesario prólogo en estas circunstancias, «no se trata de los mejores relatos de los escritores del exilio, sino de una recopilación indicativa.» En su momento, es muy probable que los nombres de Pedro Salinas, Cernuda o Ramón J. Sender le sirvieran al antólogo como gancho para llamar la atención acerca de otros nombres valiosos (casos de José Ramón Arana, Paulino Masip y Esteban Salazar Chapela, por poner algunos ejemplos), tomando también en consideración los que escribieron en lenguas distintas al español (Pere Calders y Mercè Rodoreda), pues su intención era mostrar un primer mapa de un terreno prácticamente desconocido más allá de algunos nombres descollantes. Sin duda, habrá quien objete a esta selección la muy escasa presencia de escritoras. El añadido de unas breves e incompletas fichas biobibliográficas de cada uno de los autores son, por su misma precariedad, indicativas del momento en que se publicó esta antología y del desconocimiento que tenían de ellos incluso los críticos literarios españoles bien informados. La inclusión de esta antología en una colección como lo fue El Puente Literario (continuación de El Puente, de Guillermo de Torre, ambas en Edhasa), cuya voluntad era propiciar los contactos entre las culturas americanas y españolas es también revelador de los objetivos que animaban el proyecto. Y como prueba de su relativa efectividad, las palabras del propio Conte en sus memorias: «se vendió bastante bien al principio, la edición fue de 5.000 ejemplares, aún deben de quedar restos en Moyano, y saqué 15.000 pesetas», así como las ediciones que en los años inmediatamente posteriores se hicieron de las obras de algunos de los autores antologados en este volumen.

De signo muy distinto pero en parte relacionada con ella fue la más discreta pero bastante singular antología prologada por J. León Ignacio Historias del 36 —también anterior a la muerte de Franco—, en la que el criterio es estrictamente temático (la guerra civil), pero en la que, muy acertadamente, se ofrecen algunas visiones de los perdedores de la contienda que sólo pudieron exponer su versión fuera de España: Max Aub y Manuel Andújar, junto a la de otros perdedores (Francisco Candel, Manuel Pilares) y varios escritores a los que se puede considerar «ganadores» (Luis Romero, Rafael García Serrano o Ricardo Fernández de la Reguera).

Según se anuncia en el prólogo, de 1974:

 Han pasado suficientes años para que los españoles podamos contemplar con cierta serenidad ese episodio de nuestra historia más cercana.

El propósito de la presente antología es contribuir a conseguirlo.

[…] Lo único que se ha  buscado es que dieran la visión del conflicto que obtuvieron desde el lugar en que se encontraban [durante la guerra].

[…] Para muchos, la lectura de las páginas que siguen será como volver a vivir el pasado. Para otros, y en eso confiamos, comprenderlo.

En este caso, quizá por prudencia o por el objetivo que se perseguía y los criterios de la selección, no hay referencia alguna a la biografía de los autores antologados, aun cuando no puede decirse de todos ellos, ni mucho menos, que fueran, por lo menos más allá de las aulas universitarias, sobradamente conocidos por los lectores españoles de 1974.

Pero sin duda mayor interés y más centrada en el propósito de rescatar a una serie de autores escamoteados hasta entonces al grueso de los lectores españoles es la antología preparada por Javier Quiñones para la editorial Menoscuarto, que en ciertos sentidos es heredera de la de Rafael Conte. Por ejemplo, ambas priorizan el concepto de exilio republicano español por encima de la lengua en la que se escribieron originalmente los textos y, en consecuencia, conceden espacio a la literatura catalana: ambos eligen a Rodoreda y Calders, si bien en cuanto a las literaturas gallega y vasca Quiñones selecciona textos en español (de autores bilingües como Martín de Ugalde y Rafael Dieste) no recogidos por Conte. Siendo como son muy similares los autores escogidos, del cotejo de los índices de las antologías de Conte y Quiñones se desprenden ya al primer vistazo algunas otras novedades: la lógica exclusión en el segundo de Cernuda (por no encajar en sentido mínimamente estricto en la categoría de cuentos), la inclusión de Manuel Chaves Nogales (por entonces ya recuperado para el lector español mediante la edición de las Obras Narrativas Completas por la Fundación Luis Cernuda y algunas ediciones en Clan y Abc) y Álvaro Fernández Suárez (conocido en España como poco más que finalista del Premio Espejo de España, de ensayo, en 1983), además de los ya mencionados Dieste y Ugalde.

Manuel Andújar (1913-1994)

Pero quizás incluso más significativo, y consecuente con la línea de la editorial en que apareció, fue el apartado específico dedicado a los microrrelatos, en que aparecen obras de Aub, Andújar, Barea, Ayala y una amplia selección de Pere Calders. Y acerca de la efectividad de este tipo de antologías que pretenden llamar la atención sobre autores silenciados —un corpus amputado de la historia literaria española— más por razones políticas que estéticas y a las que tan difícil les resulta entrar en el canon, escribe Javier Quiñones en 2005:

…cabría preguntarse qué queda de aquel interés, porque si bien es cierto que en el ámbito académico universitario el exilio vive un momento dulce de dedicación […], en lo que se refiere a ediciones de obras en editoriales de buena distribución y en colecciones de clásicos prestigiosas , no se puede decir otro tanto. Si nos fijamos en los autores de esta antología veremos que el panorama arroja luces y sombras en lo que a ediciones se refiere. Por poner sólo algún ejemplo, baste decir que de los libros de Álvaro Fernández Suárez, uno está aún inédito en España, desde 1954, y el otro no se reedita desde 1968; Sender […] no dispone aún hoy, en 2005, de una edición de cuentos completos, al igual que Max Aub, Paulino Masip o Segundo Serrano Poncela, entre otros. Quedan muchos libros de relatos por editar.

A ello se aplicaron más de diez años después Fernando Larraz y Javier Sánchez Zapatero, cuya selección, si por un lado deja fuera a los escritores exiliados que escribieron en una lengua distinta al español, incorpora algunas novedades que sin duda pueden interpretarse como la presentación de otros autores y textos importantes al grueso de los lectores no especialistas, como es el caso de Clemente Airó, César M. Arconada, Juan Chabás, Pablo de la Fuente, José Herrera Petera, Simón Otaola o Jesús Izcaray, cuyos libros, caso de haberlos, no habían tenido la difusión que podía darles una editorial como Salto de Página, y en una colección que se presenta en su web del siguiente modo:

La colección Cian acerca al lector obras del siglo XX escritas originalmente en lengua española que han permanecido inéditas en España o llevan un largo período de tiempo fuera del mercado editorial a pesar de su indudable calidad.

Esta colección con vocación de rescate se inaugura en 2009 con la primera edición española de La raíz rota de Arturo Barea, y se prolongará con textos narrativos —novela y relato— y antologías temáticas de autores españoles e hispanoamericanos del siglo pasado.

También incorpora por primera vez con respecto a las antologías mencionadas textos de María Teresa León, y no aparecen en cambio textos de Rosa Chacel, pero en este caso no parece pertinente hablar tanto de accesibilidad de sus obras como de uno de los modos en que se expresa el criterio estético de los antólogos.

A la vista de estos ejemplos, cuya eficiencia en la divulgación de textos y escritores que son desconocidos al lector español por efecto de la dictadura franquista es difícil de aquilatar, pero el hecho mismo de que sigan incorporándose nuevos autores dignos de ser leídos da por lo menos una idea de la magnitud (ciclópea) y la longevidad de los efectos de la censura franquista.

 

Relación, en orden alfabético, de los autores presentes cada una de las antologías mencionadas:

Rosa Chacel.

Naraciones de la España desterrada (1970): Manuel Andújar, José Ramón Arana (José Ruiz Borau), Max Aub, Francisco Ayala, Arturo Barea, Pere Calders, Luis Cernuda, Rosa Chacel, Paulino Masip, Mercè Rodoreda, Esteban Salazar Chapela, Pedro Salinas, Ramón J. Sender y Segundo Serrano Poncela.

Historias del 36 (1974): Ignacio Aldecoa, Pedro Álvarez Manuel Andújar, Max Aub, Francisco Candel, R. Fernández de la Reguera Rafael García Serrano, Manuel Pilares (Manuel Fernández Martínez, 1921-1992), Luis Romero y Víctor Català.

Sólo una larga espera (2006): Manuel Andújar, José Ramón Arana, Francisco Ayala, Max Aub, Arturo Barea, Pere Calders, Rosa Chacel, , Manuel Chaves Nogales, Rafael Dieste, Álvaro Fernández Suárez, Paulino Masip, Mercè Rodoreda, , Ramón J. Sender, Segundo Serrano Poncela y Martín de Ugalde.

Los restos del naufragio (2016): Clemente Airó, Manuel Andújar, José Ramón Arana, César M. Arconada, Max Aub, Francisco Ayala, Juan Chabás, Pablo de la Fuente, José Herrera Petere, María Teresa León, Paulino Masip, Simón Otaola, Esteban Salazar Chapela, Ramón J. Sender, Segundo Serrano Poncela, Martín de Ugalde y Jesús Izcaray.

Fuentes:

AA.VV., Historias del 36, prólogo de J. León Ignacio, Madrid, Ediciones 29  (Libros Río Nuevo 4/ Serie Literatura 1), 1974.

Lluís Borràs Perelló, El libro y la edición. De las tablillas sumerias a la tableta electrónica, Gijón, Ediciones Trea (Bibolioteconocmía y Administración Cultural 269)m 2015.

Roger Chartier, El orden de los libros. Lectores, autores, bibliotecas en Europa entre los siglos XIV y XVIII, prólogos de Ricardo García Cárcel y Roger Chartier, traducción de Viviana Ackerman (y de Xavier Gaillard Pla del prólogo de Chartier), Barcelona, Gedisa, 2017.

Rafael Conte.

Rafael Conte, ed., Narraciones de la España desterrada, Barcelona, Edhasa (El Puente), 1970.

Rafael Conte, El pasado imperfecto, Madrid, Espasa, 1998.

Fernando Larraz y Javier Sánchez Zapatero, eds. y prologuistas, Los restos del naufragio. Relatos del exilio republicano español, Madrid, Salto de Página, 2016.

Josep Mengual Català, «El puente que tendió Rafael Conte. Narraciones de la España desterrada», en Javier Quiñones, coord.., «La narrativa breve del exilio republicano», Quimera, núm. 252 (enero de 2005), pp. 56-58.

Javier Quiñones, ed., Sólo una larga espera. Cuentos del exilio republicano español, Palencia, Menoscuarto (Reloj de Arena), 2006.

Luis Antonio de Villena, «Antología», en Gonzalo Pontón y Fernando Valls, coord., «El alfabeto de los géneros», Quimera, núm 263-264 (noviembre de 2005), pp. 17-18,