François Maspero, editor de ideas claras

En el número 22 de Laberintos. Revista de estudios sobre los exilios culturales españoles (correspondiente a 2020), Aránzazu Sarría Buil establece un interesante paralelismo entre las trayectorias biográficas y profesionales de José Martínez Guerricabeitia (1921-1986), motor de Ruedo Ibérico, y François Maspero (1932-2015), creador de las librerías L’Escalier y La Joie de Lire y de una reputada editorial que llevaba su nombre, y al hacerlo menciona un fascinante documental sobre este último dirigido en 1970 por el cineasta, fotógrafo y escritor francés Chris Marker (Christian François Bouche-Villeneuve, 1921-2012) donde queda expuesta sintética pero muy claramente la influyente filosofía —si así puede llamársela— del editor francés, François Maspero, les mots ont un sens.

F. Maspero.

Tiene el acierto Sarría Buil de subrayar la importancia que tuvo tanto el diferente contexto familiar de Martínez Guerricabeitia y Maspero como la similitud del impacto que tuvieron en ellos las consecuencias, —vividas de muy cerca— del auge de la guerra y de los totalitarismos en Europa: el padre y el hermano mayor del primero fueron encarcelados por el franquismo, mientras que el segundo perdió al padre en Buchenwald, su madre pasó por Ravensbrück y su hermano mayor murió combatiendo en el departamento de Mosela. Eso explica en muy buena medida el radical entendimiento y la entrañable amistad que se estableció entre ellos, y contribuye también a justificar en alguna medida las similitudes en cuanto a la ética editorial que guio y sustentó sus trayectorias.

A los veintitrés años abandonó Maspero sus estudios de etnología para entrar a trabajar en la librería L’Escalier, en el quartier de l’Odéon, donde establecióncontacto con los lectores de la revista panafricanista del senegalés Alioune Diop (1910-1980) Presence Africaine, cuyo primer número iba precedido de un texto de André Gide y una significativa presentación del director que se iniciaba con las siguientes palabras: «La revista no mantendrá obediencia a ninguna ideología o política. Quiere abrirse a la colaboración de todos los hombres de buena voluntad». Allí entra en contacto con Amílcar Cabral (19241-973), que por esos años funda el Partido Africano por la Independencia de Guinea y Cabo Verde, el escritor senegalés e ideólogo del concepto de negritud Aimé Césaire (1913-2008) y, entre muchos otros, el poeta angoleño Mario Pinto de Andrade (1928-1990), que más adelante le puso en contacto con el psiquiatra de La Martinica Frantz Fanon (1925-1961), a quien Maspero publicaría dos obras importantes y polémicas, L’an V de la Révolution algérienne (1959) y Damnés de la terre (1961).

F. Maspero.

La compra de esa librería, gracias a una herencia de su abuela, coincide prácticamente con su entrada en el Partido Comunista, del que es expulsado a los seis meses, según contó él mismo por protestar públicamente contra la política soviética en Hungría y por la desidia del partido acerca de la guerra de Argelia, lo que hizo que André Tollet le acusara de haber «vomitado sobre el partido». «Una experiencia sumamente saludable», fue la réplica de Maspero. Poco después se endeuda para comprar lo que será su segunda librería, La Joie de Lire, en el barrio Latino, que se hizo famosa por ser una de las víctimas predilectas de los situacionistas, que robaban libros por considerar a Maspero un «mercader de la revolución».

Finalmente, en 1959 (durante el apogeo de la guerra de Argelia) empiezan a funcionar las Éditions Maspero, que desde el primer momento topan con la dureza punitiva de la censura francesa. Sin embargo, el libro con que estrena su colección inicial y una de las más emblemáticas, Cahiers Libres, es el testimonio de un exmiembro de las Brigadas Internacionales, La guerre d’Espagne, de Pietro Nenni (1891-1980).

La mencionada L’an V de la Révolution algérienne (reeditada en 1966 con el título Sociologie d’une révolution) fue prohibida por el gobierno francés seis meses después de su publicación, y esa fue la tónica con muchísimos de los libros publicados en esos primeros meses de actividad editorial, así como de la revista Partisans, que se publicó entre 1961 y 1972 y donde se estrenó por ejemplo Georges Perec (1936-1982). Según escribe Sarría Buil:

Los libros afectados por esta «censura de guerra», que difícilmente asumía su nombre como afirma el historiador Benjamin Stora, fueron esencialmente los editados por Jérôme Lindon de las Editions Minuit y por François Maspero. Entre 1958 y 1962 fueron secuestrados 25 libros de los cuales 13 habían sido editados por Maspero. Solo en 1961, punto álgido en la práctica censora, ocho de sus libros son prohibidos bajo las acusaciones de atentar a la seguridad del Estado y provocar a los militares al desacato, a la deserción o a la insumisión, y ello amparándose en diferentes artículos de la Ley de prensa de 1881.

En cuanto al ideario que rigió a esta editorial, con acusada vocación de intervención política no partidista, son reveladoras las muy a menudo citadas declaraciones de su creador en la entrevista de Marker, en las que distingue tres tipos de catálogos:

Un editor se define por su catálogo. Sin embargo, hay el catálogo de los libros que ha publicado y por otra parte un catálogo, por lo menos para mí, mucho más importante, de los libros que no ha publicado. Y estoy muy orgulloso de ver hay un montón de libros que yo no he publicado. Hay aún un tercer catálogo que se podría hacer que es el de los libros cuya publicación se propicia en otras editoriales por el simple hecho de existir. Es muy importante también. Me siento muy feliz al ver que se publican muchos libros que no se hubieran publicado si yo no existiera, porque hay editores que los publican solo debido a que he divulgado un estilo de publicación y no quieren que esos libros se publiquen en mi editorial. Eso también es muy gratificante.

Hay un amplísimo consenso en destacar el carácter abierto del catálogo de Maspero, si bien evidentemente escorado a la izquierda (de ahí que tanto sus librerías como la editorial fuesen objeto de ataques y atentados por parte de la extrema derecha). La declarada y mostrada prioridad en la publicación era alentar el diálogo, llamar la atención sobre aquellos temas que le parecían interesantes y dignos de mayor atención (el anticolonialismo, el tercermundismo, la negritud, el totalitarismo de izquierda y de derecha…). En parte ello explica que, junto con el propio José Martínez y Giangiacomo Feltrinelli, Jorge Herralde destaque a Maspero como uno de los «tres faros, tres ejemplos para cualquier editor con vocación antifranquista» en los años sesenta. Y a ello añadía Maspero una diáfana estrategia anticapitalista, apegada al contexto social de su tiempo:

Lo más importante es esa noción de Paul Nizan, que para mí es fundamental, de que en la lucha contra el capitalismo lo esencial es siempre traicionar a la burguesía empleando, si es posible, sus propias armas —y en este caso se trata de la cultura burguesa— y de ponerlas a disposición de quienes luchan contra ella. La noción de traición de la burguesía es la más importante. Yo soy un burgués que traiciona a la burguesía y que lucho cada día por traicionarla más y mejor.

Fuentes:

Félix Boggio Éwanjé-Épée y Stella Magliani-Belkacem, «Entretien avec François Maspero: “Quelques malentendus», Période, 18 septiembre 2014.

Julien Hage, «François Maspero: Publisher (P)artisan», Viewpoint Magazine, 27 de mayo de 2015.

Jorge Herralde, «”Y el cinismo sin llegar…” Homenaje a Pepe Martínez y el Ruedo Ibérico» [2004], en Por orden alfabético, Barcelona, Anagrama, 2006, pp. 177-192.

Chris Marker, «Maspero, les mots ont un sens», On vous parle de Paris, 1970. (vídeo)

Sara K. Miles, Freedom «en français»: The revolutionary intellectual and publication networks in Québec, France and Algeria, 1963-1968, tesis presentada en la Universidad de Chapell Hill, 2017.

Salar Mohandesi, «Shapping the Intellectual Terrain: On François Maspero», Viewpoint Magazine, 27 de mayo de 2015.

Aránzazu Sarría Buil, «Oponerse al franquismo editando en París: Ruedo Ibérico y las Éditions Maspero», Laberintos. Revista de estudios sobre los exilios culturales españoles, núm. 22 (2020), pp. 317-352.

Rufino Torres Castañeira, importador clandestino de libros

«Tú sabrás quién tocó la cuestión. Si atas cabos sacarás el resultado. No dudes que tienes amigos de los otros en la organización».

Esta advertencia que a simple vista puede parecer inocua o incomprensible constituye uno de los estremecedores testimonios de la ingente y peligrosa labor llevada a cabo por editores, distribuidores y libreros durante el franquismo para hacer llegar a los lectores libros que en España estaban prohibidos. El pasaje pertenece a una carta del 8 de agosto de 1973 dirigida por el distribuidor pontevedrés afincado en Barcelona Rufino Torres al editor de Ruedo Ibérico, José Martínez Guerricabeitia, en la que aborda una cuestión bastante recurrente en algunos momentos de su relación: la existencia de algún «topo» que informaba a las fuerzas represoras franquistas acerca de los envíos de libros que Ruedo Ibérico hacía desde su exilio en París para que de este modo la policía pudiera incautarse de los libros, con las pérdidas tanto culturales como económicas que eso conllevaba.

La cuestión de la distribución y venta de libros prohibidos es uno de los ámbitos aún más desconocidos, en buena medida debido a las comprensibles pero en ocasiones insuperables y desesperantes dificultades que supone su estudio. Lo sabe bien, por ejemplo, Jordi Cornellà-Detrell, que lleva ya algunos años recabando datos acerca de la circulación de libros prohibidos, de sus redes de distribución y de los puntos de venta y cuyos estudios han dado ya algunos frutos importantes y quien ha explicado que:

…había, claro está, importadores a pequeña escala que utilizaban su propio automóvil o los hacían llegar por correo postal en pequeños paquetes En cuanto llegaban a Catalunya, los libros se almacenaban en el depósito de distribuidores como Siegfried Blume, gerente de la Librería Técnico-Extranjera, en la calle Tuset, o Eduardo Beneyto, que los escondía en una habitación secreta en su distribuidora Vilben, situada en la calle Aragó.

Aun así, la exhumación del rico epistolario entre José Martínez Guerricabeitia y sus distribuidores llevado a cabo por Albert Forment ha permitido conocer algunos otros aspectos particulares acerca de la distribución clandestina de libros en España.

Eduardo Fidalgo.

Entre los escasos distribuidores de los que se tiene información suele destacarse precisamente la importancia de los de Ruedo Ibérico Siegfried Blume y Rufino Torres, al segundo de los cuales describió Jorge Herralde en Por orden alfabético como un «antiguo ex-guardia civil que, por razones obvias, conocía bien los entresijos fronterizos». Entre sus principales colaboradores tuvo Rufino Torres a su cuñado Eduardo Fidalgo Cerreda (1934-2015), hijo de un exiliado en Cuba y que, según contó su hija, «trajo muchos libros de América Latina, sobre todo de Argentina, libros que llegaban al puerto disimulados con las mercaderías». Sin embargo, fue sin duda Albert Forment quien más datos sacó a la luz acerca de la actividad de Rufino Torres y quien la ha explicado con más detalle.

Al parecer, Rufino Torres, que tenía como una de sus direcciones la calle Calabria número 137 y un almacén en Viladomat, 247, tenía la importación de libros sobre todo de Francia como una fuente adicional, pero lucrativa, de su negocio como distribuidor, aun a sabiendas de los riesgos que corría; a través de Blume contactó con el editor de Ruedo Ibérico y a partir de 1964, propiciado además por las dificultades económicas a que tuvo que enfrentarse Blume, se convirtió en su principal distribuidor. Así cuenta Forment el modo de proceder, que en buena medida explica los altos precios que alcanzaban estos ejemplares (es sabido que, con la venta de los que poseía, Goytisolo se financió su viaje a París):

Rufino tenía verdadero olfato para los negocios editoriales ilegales que la censura hacía florecer indirectamente, además de los legales que le servían de cobertura y eran la parte del león de su negocio. Al tanto de los usos y costumbres de los cuerpos de seguridad franquistas, entre los cuales se decía que conservaba buenas amistades, supo sortear el acoso policial durante quince años, hasta la época de la transición política, convirtiéndose en la otra gran pieza clave [junto con Blume] del dispositivo de distribución de Ruedo Ibérico en España [..] Rufino compraba con tan descomunales descuentos que apenas daban beneficio a la editorial […], y los revendía luego al por mayor a otros distribuidores, cobrando su propia comisión.

A finales de los años sesenta, esos descuentos de los que gozaba Distribuciones Torres podían alcanzar el 55% por ciento, al que se añadía aún un 3% adicional por pronto pago, lo cual pone de manifiesto que entre las prioridades de Ruedo Ibérico no estaba ganar dinero, sino hacer que sus libros llegaran a los lectores. Refiriéndose también a esos años finales de la década de los sesenta, otro de los puntales de Ruedo Ibérico, Marianne Brull, explicó en una entrevista con Carlos Prieto el modo de proceder:

Mandábamos los libros a Barcelona en sacas postales de unos treinta kilos, y él [Torres] se encargaba de que nadie las inspeccionara en Correos… […] Los envíos se hacían siempre desde la misma oficina de correos en París, el día que nos indicaba Rufino, sin remite y de manera que pudieran ser localizados fácilmente por los empleados de aduanas… previamente sobornados por Rufino. Fácil no era.

No cuesta imaginar que no debía de ser fácil. Para evitar que se pudieran rastrear los pagos, en ocasiones estos los hacía Rufino Torres desde Andorra, adonde se desplazaba con cierta regularidad, y las dificultades impuestas por el acoso policial explican que en más de una ocasión los distribuidores se vieran en la necesidad de pedir a Ruedo Ibérico que retuviera los envíos.

François Maspero.

Es lo que sucedió, por ejemplo, a finales de 1966, cuando surgieron serias sospechas de que alguien desde París estaba informando a las autoridades españolas de los detalles de los envíos. Tanto Blume como Torres sospechaban que acaso se tratara de alguien que trabajaba para el editor francés François Maspero (1932-2015), que era quien distribuía los libros de Ruedo Ibérico en casi toda Francia (salvo en Iparralde). El caso es que, según contaba Tores a Martínez Guerricabeitia en febrero de 1967, los envíos que se hacían directamente a particulares eran retenidos y confiscados, y la misma situación se mantuvo en los meses siguientes.

No fue hasta junio de 1967, cuando ya llevaban varios años de comunicación epistolar, que el editor exiliado y el ex guardia civil se conocieron personalmente, en Perpinyà. Las dificultades a las que los heterodoxos modos de gestión y producción abocaron a Ruedo Ibérico propiciaron que en 1969 se llegara a un acuerdo por el cual Rufino Torres avanzaba 18.500 francos para que el editor exiliado en París pudiera llevar a cabo la reimpresión de cinco de los títulos que mejor habían funcionado de su catálogo y que por entonces se hallaban agotados, pero ya a principios de 1966 tanto Torres como Blume habían ofrecido ayudas en metálico a José Martínez (en cierto modo, la dadivosidad de Blume contribuye a explicar las dificultades por las que pasó la Editorial Blume, fundada en 1965).

José Martínez Guerricabeitia.

A principios de 1973 volvieron a surgir recelos acerca de las filtraciones de información sobre los envíos clandestinos de libros, y en mayo de ese año escribe Torres a Martínez Guerricabeitia:

Hemos tenido noticias de que estáis preparando catálogos para un fuerte envío. Tus amigos ya lo saben y han tomado precauciones. Se conoce que dentro del ramo hay quien te vigila y procura por tus intereses. Desgraciadamente debes estar bien acompañado, no lo dudes.

El editor de Ruedo Ibérico sospechaba que, caso de haber filtraciones, estas se debían probablemente a la indiscreción del filósofo del Opus Rafael Calvo Serer (1916-1988), que desde noviembre de 1971 se encontraba en París a raíz de sus críticas al gobierno franquista publicadas en Le Monde, o bien a alguien de su entorno, pero en agosto, como pone de manifiesto el pasaje reproducido inicialmente, los recelos persistían:

La nota indicaba se están preparando envíos, forma de caja, embalaje, peso y otros detalles reales, ignorando de momento la dirección. El caso es que coordinaba todo perfectamente. ¿Quién podía saberlo? Tú sabrás quién tocó la cuestión…

Según cuenta Forment, más tarde los colaboradores habituales de Ruedo Ibérico llegaron a sospechar, aunque sin pruebas fehacientes, que las filtraciones se debieron a Luis Palomeque, militante comunista que entre finales de 1971 y enero de 1972 había sido despedido de Ruedo Ibérico tras dos años como empleado, pero aun así en 1974 Rufino Torres propuso poner a prueba la solvencia de la confidencialidad en las comunicaciones. Se preparó un envío comunicando detalles a los allegados a la editorial, y se comprobó que ninguno de los detalles divulgados llegó a oídos de las autoridades españolas.

Al margen de las motivaciones que tuviera Rufino Torres (que ya había empezado a publicar algunos libros como Ediciones R. Torres) tras una reunión con Martínez Guerricabeitia durante la Feria del Libro de Frankfurt de 1976 llegaría a convertirse en coeditor de Trotski, concretamente de los dos volúmenes de sus Escritos militares, así como del Diario de la Revolución Cubana de Carlos Franqui (1921-2010). No está mal, tratándose de un ex guardia civil.

Fuentes:

Jordi Cornellà-Detrell, «Estratègies contra la censura durant el período democràtci: reedició, reescriptura i polítiques editorials», en Montserrat Bacardí i Pilar Godayol, Traducció i franquisme, Lleida, Punctun-Grup d’Estudi de la Traducció Catalana comntemporània (Visions 8), 2017, pp. 121-137.

—«La circulación de libres clandestins durant el franquisme», Querol, núm. 22 (2018), pp. 44-50.

Albert Forment, José Martínez: la epopeya de Ruedo Ibérico, Barcelona, Anagrama (Argumentos 247), 2000.

Domingo Marchena, «El señor de los libros», La Vanguardia, 21 de abril de 2015.

Ana Martínez Rus, «Ni rojos ni ateos: las difíciles relaciones editoriales entre la España franquista y el exilio argentino», Kamchatka. Revista de análisis cultural núm. 7 (junio de 2016).

Núria Navarro, «Escondía los libros en un armario con doble fondo» (entrevista a Eduardo Beneyto), El Periódico, 21 de noviembre de 2010.

Carlos Prieto, «Los papeles secretos del Opus Dei: de las confidencias “salvajes” a la maleta del 23-F», El Confidencial, 10 de marzo de 2018.

Redacción, «Muere Eduardo Fidalgo, defensor y amante de los libros», El Periódico, 18 de abril de 2015.